EL PODER TRANSFORMADOR DE LAS ECM, por Penny Sartori y Kelly Walsh

 


 

EL PODER TRANSFORMADOR DE LAS EXPERIENCIAS CERCANAS A LA MUERTE (ECM) -2017-

Cómo los mensajes de las ECM  impactan positivamente al mundo

DRA. PENNY SARTORI y KELLY WALSH

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Traducción Ars-Gratia de KOS d’ASTUIRES (2025)

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CONTENIDO

Expresiones de gratitud - Prefacio -  Prólogo: Una carta de amor de Dios - Prólogo -  Introducción - 1 El poder del amor divino - 2 Tocando el Vacío… y el Viaje de Regreso - 3 Más allá del cielo - 4 Listo cuando tú lo estés - 5 Tibor Putnoki y la Fundación Luz del Amor - 6 ¿Propósito, propósito, propósito? ¿Qué propósito? - 7 El amor se abrió paso - 8. La vida sucede, pero tu viaje nunca termina. - 9 Transformación natural a través del don de la vida - 10 Una corrección a mitad de camino - 11 El regalo - 12 Un perro perdido, un vasto universo y un regalo precioso - 13 La conexión - 14 El niño del vórtice - 15 El Proyecto del Cruce Compartido - 16 Entonces hubo palabras - 17 El campo de entrenamiento de Dios - 18 Niña soldado - 19 Conciencia colectiva - 20 El don del ser - Posdata: Cruzando océanos hacia el amor - Conclusión - Epílogo - Epílogo - Acerca de los Autores y Dedicatoria -  Otros dicen... - Colaboradores - Referencias y lecturas adicionales

 

EXPRESIONES DE GRATITUD

Nos gustaría agradecer a todas aquellas personas que han contribuido a que este libro se haga realidad, lo que contribuirá a recaudar fondos de sus ventas para proyectos infantiles en todo el mundo.

En primer lugar, nos gustaría agradecernos mutuamente y a nuestros respectivos socios, el prometido de Kelly, Neil, y el esposo de Penny, Enrico, por apoyarnos en los altibajos de completar este libro.

Nuestro más sincero agradecimiento también a cada uno de los colaboradores: Sue Stone, Dr. Mick Collins, Neale Donald Walsch, Gigi Strehler, Krista Gorman, Ainsley Threadgold, Tibor Putnoki, David Bennett, Penny Wilson, Mike Moon, Jeff Olsen, Diane Goble, Barbara Ireland, Deirdre DeWitt Maltby, Erica McKenzie, Katherine Baldwin, William Peters, Robert Tremblay, Paul Ammons, Jessica Harper, Dr. Bernie Siegel, Dra. Barbara Mango y Shelley Parker. Su amor y dedicación al proyecto siempre han sido importantes.

También queremos agradecer a Peter Furness de Stratagem por su trabajo de diseño, a Alex Young de Wish Designs por desarrollar y construir nuestra comunidad en línea y el sitio web de nuestra fundación benéfica, a Alistair Ruane de Awakening Media/Voces y Video por producir nuestros videos promocionales y la princesa animada, a Beth Vizard, de 11 años, del Reino Unido, por la voz de la princesa, a Joshua Graham de Living in your Truth, coaching y mentoría, a las colaboradoras Penny Wilson/Barbara Mango por su ayuda con la edición y a Susan Dolan de Google Expert UK por gestionar y expandir nuestras campañas en redes sociales. Sus esfuerzos conjuntos, junto con el apoyo de otros voluntarios, ayudarán a promocionar este libro a nivel mundial y a recaudar fondos adicionales para marcar una diferencia positiva en la vida de los niños.

Por último, pero no por ello menos importante, nos gustaría agradecer personalmente a Michael Mann, Jo Lal y al equipo de Watkins por creer en nosotros y en nuestra visión para este libro que invita a la reflexión y que tiene el potencial de cambiar el mundo.

 

PREFACIO

Por Sue Stone Fundadora de The Sue Stone Foundation, Sue es coach de felicidad, empoderamiento y  confianza, y es reconocida como una de las personas más felices y positivas del Reino Unido.

En mi vida “anterior”, no entendía la conciencia ni la “creación de la realidad”, y mucho menos lo poderosos que son nuestros pensamientos y emociones y que había formas de ser intencionales en nuestra experiencia de vida.

Cuando digo mi vida anterior, me refiero a mi vida anterior a mi "annus horribilis”en 1999. Fue una época en la que viví profundamente inmerso en el drama de la vida, considerándola llena de problemas que debía superar; una época de matrimonio infeliz, deudas crecientes y preocupaciones. Sin duda, había olvidado lo que se sentía ser feliz y anhelaba esa inocencia infantil de ir por la vida, libre de las emociones y responsabilidades de los adultos.

Poco antes de esto, en 1997, mi marido y yo nos habíamos separado, y yo tenía la creencia en ese momento de que si una cosa salía mal, muchas otras cosas saldrían mal... ¡qué profecía autocumplida resultó ser aquella!

Las cosas fueron de mal en peor y en ese momento no tenía ni idea de que inconscientemente estaba creando lo que experimentaba. El punto de inflexión llegó un día (lo recuerdo vívidamente) cuando solo me quedaban 10 libras en el bolso, había alcanzado el límite de crédito en tarjetas y descubiertos, me enfrentaba a un embargo de mi casa, sin ingresos y con tres niños pequeños que alimentar, y sintiéndome muy sola.

Me consumía el miedo y la desesperación, pero en cierto modo sabía que tenía que hacer algo. Para asumir la plena responsabilidad, empecé a leer libros de autoayuda y espiritualidad, investigué física cuántica y, como resultado, empecé a "despertar”a la perspectiva general y me di cuenta rápidamente de que lo estaba haciendo todo mal; visualizaba y pensaba en todo lo que no quería que sucediera, lo que intensificó mi miedo y creó más de lo que no quería.

En resumen, me propuse trabajar en mí mismo y cambiar mi forma de pensar y mi actitud ante la vida. El resto es historia, y ahora dedico mi vida a ayudar a otros a vivir una vida plena, a ser el cambio que todos deseamos ver en el mundo. Comparto un mensaje de paz, amor y respeto: «Trata a los demás como te gustaría que te trataran».

Es un honor para mí escribir el prefacio de este libro esclarecedor, que encarna plenamente este mensaje. Además, me alegra compartir que yo también tuve una ECM en 2002. Para mí, fue más bien una experiencia extracorpórea. Mi presión arterial siempre está en un nivel saludable, pero después de una operación de rutina y anestesia general, bajó peligrosamente. Para mi hija, Natalie, que entonces tenía 16 años, fue una experiencia traumática, pues, bendita sea, pensó que sí había muerto. Recuerdo sentirme increíble; esa increíble sensación de lo que ahora sé que es amor incondicional.

La gente habla de cómo su vida pasó ante sus ojos, y eso fue exactamente lo que me pasó. Observaba todo el caos desde arriba, y toda mi vida pasó literalmente ante mis ojos. No tenía noción del tiempo; parecían años, pero en realidad fueron solo unos minutos. Después de mi experiencia extracorpórea, la transformación más notable para mí fue cuando comencé a canalizar la guía espiritual y la sabiduría ancestral, lo cual me pareció increíble y realmente humilde.

Lo que más me encanta es que la ciencia ahora respalda la sabiduría ancestral que han expresado todos los maestros y sabios a lo largo de los siglos. La ciencia también reconoce que todo en el universo es energía, y matemáticamente ha demostrado que cada célula, cada fotón en nuestro universo, está conectado con todos los demás. ¡Eso sí que es enormemente poderoso! Cuando la gente dice: «Todos estamos conectados, todos somos UNO», realmente lo somos.

Cada pensamiento, cada palabra que pronunciamos, nos afecta a nivel cuántico (energético) y se proyecta al éter circundante, regresando a nuestra realidad. Cuando se proyecta una realidad colectiva, se convierte en una fuerza muy poderosa, tanto para fines positivos como negativos.

Como es arriba es abajo, como es adentro es afuera.

Cuando se nos presentan situaciones, se nos da la opción inmediata de responder con amor o miedo. El miedo genera más miedo y el amor genera más amor. El amor es mucho más poderoso que el miedo, es nuestra esencia natural y la fuerza más poderosa del universo. Recuerda esto, pues tu corazón tiene la capacidad de mover montañas.

El poder transformador de las experiencias cercanas a la muerte es una lectura poderosa y reveladora. ¡Disfrútala y abrázala!

 

PRÓLOGO:  UNA CARTA DE AMOR DE DIOS

Por el Dr. Mick Collins, autor de El espíritu altruista: La evolución humana en tiempos de crisis global

Las sincronicidades tienden a aparecer con una regularidad asombrosa en momentos significativos de nuestras vidas, trayendo conexiones significativas o nuevas oportunidades que nos hacen sentarnos y tomar nota. Fue a través de un suceso tan sincrónico que sucedió la invitación a escribir el prólogo de este maravilloso libro. Acababa de pasar meses escribiendo sobre la transformación para una nueva publicación, que también toca el tema de las ECM. Una hora después de entregar el nuevo manuscrito a mi editor, recibí un correo electrónico de Penny Sartori diciendo que ella y Kelly Walsh estaban coescribiendo un libro sobre ECM y preguntándome si consideraría escribir el prólogo. El momento fue impecable y dije que sí sin dudarlo. Las sincronicidades revelan un reino sutil de interrelaciones, donde estamos entrelazados en un mundo de posibilidades cuánticas.

El Poder Transformador de las Experiencias Cercanas a la Muerte es un libro verdaderamente inspirador, capaz de abrir nuestros corazones y almas a una realidad sagrada. Nos invita a vivir en sintonía con nuestro propósito superior. El conocimiento revelador que comparte es como consultar a un antiguo oráculo, que transmite sabiduría y perspectivas provenientes de otra dimensión. Las narrativas se asemejan a los viajes a otros mundos de los chamanes, quienes son llevados más allá del velo de la existencia terrenal y luego regresan a la vida cotidiana con información vital que nutre espiritualmente. En las culturas indígenas, este conocimiento sagrado se comparte para el beneficio colectivo, y así sucede con este libro, al escuchar los viajes de personas a través de sus ECM. Aprendemos sobre las experiencias inmersivas de las personas al estar inmersas en una realidad interconectada, lo que altera profundamente su comprensión de la vida. De hecho, las historias compartidas en este libro son ejemplos poderosos que subrayan la importancia de la transformación en este momento de la evolución espiritual de nuestra especie.

Vivimos en una época extraordinaria de crisis global y es evidente que los estilos de vida occidentales, excesivamente centrados en el individualismo, el materialismo, el consumismo y el hiperracionalismo, han quedado obsoletos para ayudar a la humanidad a afrontar los desafíos de la transformación colectiva actual. Las actitudes y comportamientos occidentales dominantes aún no han comprendido la cruda realidad de que nuestros estilos de vida son devastadores para las personas y desastrosos para el planeta Tierra. La transformación colectiva no puede darse en un mundo dominado por el egoísmo, que continúa fracturando nuestras relaciones con los demás seres humanos, otras especies y la naturaleza. Por lo tanto, la pregunta es: ¿dónde buscamos inspiración para impulsar la transformación colectiva en estos momentos? Es una pregunta que ignoramos bajo nuestra  responsabilidad, especialmente mientras nos adentramos sin rumbo en una era dominada por los efectos cada vez más graves del cambio climático, el aumento de la extinción de especies, el crecimiento de la población mundial y la amenaza de la disminución de los recursos naturales debido a la desertificación de la tierra y la acidificación de los océanos. Por no hablar de la inestabilidad política y social que está provocando un mayor caos en el mundo. En esencia, este libro trata sobre la transformación y la acción del alma, que tienen el potencial de inspirar a la humanidad a trabajar hacia la co-creación de un futuro mejor.

No hay respuestas fáciles a los problemas colectivos que enfrentamos en este momento, pero, como explico en mi libro The Unselfish Spirit: Human Evolution in a Time of Global Crisis, la humanidad es más que capaz de una gran cooperación y una colaboración inquebrantable. Es por esta razón que The Transformative Power of Near-Death Experiences es como una chispa sagrada que enciende e ilumina nuevas posibilidades para el trabajo del alma interior y exterior. Este libro es un llamado claro para el despertar de nuestro potencial psicoespiritual, donde cada uno de nosotros es capaz de manifestar gratitud, armonía, plenitud y amor en nuestra relación con la vida. La investigación nos ha demostrado que los encuentros transpersonales que cambian la vida de las personas, a través de ECM o emergencias espirituales, etc., a menudo actúan como un catalizador para un renovado sentido de significado y propósito en la vida. Este libro revela cómo los potenciales de transformación de las personas se activaron por sus ECM y cómo se animaron a explorar nuevas formas de vida. Confiar en el proceso de desarrollo espiritual requiere coraje, pero así es como se siembra la transformación, que crece a través del cultivo de nuestras formas renovadas de ser y hacer.

Sabemos que las experiencias de profunda transformación de la conciencia a menudo no se ajustan a las realidades consensuadas. Por ello, pueden presentarse tensiones familiares o experiencias de alienación social, especialmente en las primeras etapas de un proceso de transformación, cuando las personas se sienten vulnerables. Sin embargo, la atracción hacia la plenitud es como el sistema de navegación de las aves migratorias, que conocen intrínsecamente la dirección que deben tomar. De igual manera, el imperativo transformacional es fuerte cuando las personas se han abierto a nivel del alma, de modo que intuitivamente "saben”que no hay vuelta atrás. Este libro está repleto de ejemplos enriquecedores, donde las personas comparten sus experiencias de sanación e integración, que en algunos casos les llevaron muchos años. Leemos historias desgarradoras de transformación ante una gran pérdida y trauma. Una persona superó su ECM y compartió la experiencia con un médico, lo que la llevó a ser ingresada en una unidad psiquiátrica. Sin embargo, a pesar de las dificultades que experimentaron, un hilo común que se teje en todas las historias de este libro es cómo las personas se inspiraron y decidieron a convertir sus revelaciones espirituales en formas renovadas de vivir en gratitud, amor y servicio.

Tras leer las historias de este libro, me resulta evidente que el camino de transformación tras una ECM se centra en crear una conexión sagrada con la vida. Por ejemplo, uno de los temas más destacados que emergió en todas las ECM fue sentir el poder del amor incondicional, que inspiró a las personas a ser más amorosas al regresar a su existencia terrenal. Otro tema recurrente fue la experiencia de una revisión de vida, donde se les mostraron a los participantes los frutos de sus acciones terrenales, tanto buenas como malas, que se reflejaron en ellos. Curiosamente, los juicios que experimentaron fueron autogenerados. Experimentaron en primera persona las consecuencias de todos los pensamientos, intenciones y acciones que habían dirigido hacia los demás a lo largo de su vida. Esta revisión de vida, con todos sus defectos, expuso a las personas a la realidad de cómo habían vivido y cómo sus pensamientos, intenciones y acciones habían impactado en los demás, para bien o para mal. Afirmo sin reservas que El Poder Transformador de las Experiencias Cercanas a la Muerte es una enseñanza espiritual esencial para estos tiempos difíciles. La revisión de vida es un llamado de atención para que la humanidad comprenda la profunda lección: “lo que hacemos en el mundo a los demás, también nos lo hacemos a nosotros mismos”.

He estado involucrado en el trabajo de transformación psicoespiritual, tanto a nivel personal como profesional, durante cuatro décadas y siempre me he considerado, ante todo, un estudiante de la vida. Desde esta perspectiva, El Poder Transformador de las Experiencias Cercanas a la Muerte se ha convertido en un poderoso recurso didáctico para mí. Leer este libro ha subrayado la importancia de involucrarme en procesos de profunda reflexión, que conectan con el arte de vivir en plenitud. Antes de leer este libro, ya realizaba pequeñas revisiones de vida con regularidad y a menudo reflexionaba sobre lo bueno y lo malo que he hecho en esta vida. De esta manera, la revisión de vida es una oportunidad para abrir nuestros corazones y cultivar una actitud de perdón hacia nosotros mismos y hacia los demás por los errores que hemos cometido, así como para apreciar el bien que hemos hecho. Este libro me ha reafirmado la importancia de realizar revisiones de vida con regularidad, que pueden actuar como una brújula espiritual en nuestra alineación con formas sagradas de vida. Es a través de esta honesta autorreflexión que podemos transformar nuestros pensamientos, intenciones y acciones en un camino de servicio y amor. Con frecuencia me pregunto: ¿por qué debería esperar hasta morir para hacer una gran revisión de mi vida? Si estamos abiertos a la sabiduría de "El Poder Transformador de las Experiencias Cercanas a la Muerte", podría animarnos a participar en una Experiencia de Vida Plena, donde nuestras renovadas formas de ser y actuar contribuyan al cambio espiritual evolutivo que está cobrando impulso en estos momentos.

Mientras la humanidad continúa tambaleándose de crisis en crisis, espero que cada vez más personas se sientan inspiradas por los mensajes sagrados revelados en este libro. Cada uno de nosotros puede empoderarse para cambiar radicalmente su forma de vida, y cuando emprendemos un viaje tan transformador, toda clase de providencia llega de maneras misteriosas. Cuando reunimos el coraje para vivir vidas transformadoras al servicio del bien común, como lo han hecho todos los autores de este libro, se crean poderosas repercusiones en el mundo. Nuestra participación activa en formas sacramentales de vida nos conecta sincrónicamente con espíritus afines, lo que puede convertirse en redes de transformación locales y no locales, como sucede a través de este libro.

Es imposible compartir todas las reflexiones que rebotan en mi corazón y alma después de leer este libro, pero quiero mencionar un par de temas adicionales que me llamaron la atención. Me encantó leer sobre la energía vital que se percibía alrededor de las plantas tras la ECM de una persona. Me recordó las sabias palabras de los ancianos indígenas que llevan siglos intentando decirnos que los mundos mineral, vegetal y animal están llenos de energía sagrada. Otros temas atípicos del libro hacen referencia al encuentro con personajes de la sombra capaces de robarnos nuestras valiosas energías vitales. Estas figuras de la sombra me recordaron el material de sombra repudiado que acecha en cada uno de nuestros procesos inconscientes, donde nuestras proyecciones y contraproyecciones negativas agotan nuestras energías vitales, además de causar más estragos en el mundo. No debemos temer a la sombra en nuestras revisiones de la vida terrenal, pues, como aprendemos del gran psicólogo Carl Jung, el 80 % de la sombra es oro puro. Simplemente es parte del proceso de transformación.

El Poder Transformador de las Experiencias Cercanas a la Muerte nos inspira a vivir en el amor, no en el miedo. Por lo tanto, transformar nuestra relación con la sombra es parte esencial de nuestro desarrollo espiritual evolutivo en este momento. Esto nos lleva a otro tema inusual en el libro: cuando una persona vislumbró los terrores del Infierno en su ECM. Esto me interesó tanto como las experiencias de luz y amor, que se relatan con mayor frecuencia. Razoné que estas poderosas experiencias (buenas y malas) nos revelan la realidad de nuestros pensamientos, intenciones y acciones, capaces de crear el Cielo o el Infierno en la Tierra. Desde esta perspectiva, El Poder Transformador de las Experiencias Cercanas a la Muerte es un libro profético, ya que nos ofrece indicios de las diferentes realidades que somos capaces de crear en la Tierra con nuestras valiosas energías vitales. Subraya cómo todos tenemos libre albedrío y elección, que pueden orientarse hacia la cocreación de un mundo mejor, si nos sentimos inspirados a hacerlo. Y, para todas aquellas personas en situaciones de vida cuyas libertades han sido erosionadas, es responsabilidad de nuestro activismo conmovedor y la transformación colectiva incluir trabajar por un mundo justo y equitativo para todos.

Me inspiré para titular este prólogo, "Una Carta de Amor de Dios", simplemente porque todos los capítulos de este libro son revelaciones divinas. Al leer este libro, te insto a abrirte a sentir las fuerzas sagradas que obran en tu alma. Observa cómo las palabras o temas de cada capítulo resuenan con el llamado y el propósito más profundos de tu vida. Este es un libro profundo y transformador para cualquiera que se tome el tiempo de reflexionar sobre los "guiones internos”que dirigen sus pensamientos, intenciones y acciones en la vida diaria. Comprometerse a vivir una vida transformadora también implica crear un "guión de vida”sobre cómo deseamos vivir. Podemos comenzar este viaje formulando nuestras intenciones y devolviendo una "Carta de Amor a Dios". Esta es una forma sencilla de responder a los mensajes sagrados que emanan de cada página de este inspirador libro. También es una forma de declarar nuestro compromiso de vivir en sintonía con una conexión divina. Si leemos El poder transformador de las experiencias cercanas a la muerte como una «carta de amor de Dios», anuncia un nuevo amanecer para la vida sacramental en cada uno de nosotros. Significa que nos veremos desafiados a pensar, sentir y actuar con consciencia.

Hay mucho trabajo por hacer en estos tiempos de crisis global, pero como nos informa este maravilloso libro, el activismo conmovedor se inicia cuando abrazamos la profundidad de "quiénes somos”en nuestros viajes de despertar espiritual y plenitud. Este es el corazón palpitante de la transformación colectiva, donde cada uno de nosotros participa en la creación de un mundo de perdón y amor, que incuba el florecimiento y desarrollo de nuestro potencial sagrado emergente. A pesar de las numerosas complejidades y desafíos que acompañan los procesos de cambio profundo, bien ilustrados en este libro, las trayectorias de nuestras transformaciones personales se fortalecen cuando conectamos en comunidades de compasión. Es a través de la creación de redes y centros de bondad amorosa que puede crecer un movimiento de transformación conmovedora y colectiva. Este libro es un ejemplo brillante del deseo de poner la transformación en acción. Todas las regalías de este libro se canalizan a una fundación benéfica que apoya a la infancia. De esta manera, el libro ejemplifica los valores fundamentales de la fundación que apoya, cuyo lema es: Amar, Cuidar, Compartir. Es la esencia misma de la vida transformadora y del servicio, que comienza con nuestros pensamientos, intenciones y acciones, aquí y ahora.

PRÓLOGO

Por Neale Donald Walsch, autor internacional de gran éxito de ventas de la serie
Conversaciones con Dios

No puede ser casualidad… no es casualidad… que recibiera una copia electrónica del manuscrito que estás leyendo ahora mismo. Me la envió mi agente literario en EE. UU., quien recibió una solicitud de Watkins Publishing en Londres para enviármela, para ver si estaría dispuesto a escribir un epílogo.

No fue casualidad que, al darme cuenta del tema, sintiera la necesidad de descargar el manuscrito inmediatamente, lo cual hice... y me sumergí en su lectura de inmediato... y lo leí en cuatro sesiones a lo largo de dos días... y que, por pura coincidencia, justo cuando terminaba este extraordinario libro de Penny y Kelly, llegara el ejemplar de la editorial de mi  libro. No pude pasar por alto la conexión que su aparición en mis manos justo en el momento en que la lectura de nueve palabras del libro de Penny y Kelly vibraba en mi interior. ¿De qué nueve palabras estoy hablando?

“… almas con ideas afines colaborarían para cambiar el mundo”.

Como quería que los editores supieran que me identificaba personalmente con el contenido de este libro, les envié la narración que aparece a continuación. Pensé en mencionarla brevemente en el epílogo que me pidieron, pero Penny y Kelly sugirieron que se añadiera el relato completo, palabra por palabra, al libro. Me alegró que se incluyera, porque coincido con los autores en que cada vez más necesitamos compartir públicamente lo que hemos experimentado en nuestros encuentros espirituales más sagrados. Solo mediante este creciente testimonio personal, lo que antes se consideraba «paranormal”llegará a comprenderse, por fin, como una ventana a la naturaleza real de las cosas y, lo más importante, a la verdadera naturaleza de Dios.

No sé si una experiencia extracorpórea y una ECM son primas o gemelas, pero sí siento que, en muchos sentidos, "morí”a quien era, "resucitando”como una nueva versión de mí mismo tras un suceso extraordinario en mi vida hace casi 30 años. Aquí está mi recuerdo...

La noche del 8 de enero de 1980, mi esposa y yo estábamos discutiendo. Era una de esas discusiones tontas que suelen tener muchas parejas. Ni siquiera recuerdo de qué se trataba. Estoy seguro de que no tenía ninguna importancia. Lo que sí recuerdo es lo que pasó después. Es algo que nunca olvidaré.

Salí pisando fuerte de la sala de televisión en el piso inferior de nuestra casa de dos niveles, dejé a mi esposa en medio de nuestra acalorada discusión, despidiéndola con un gesto de mi mano y desapareciendo en el dormitorio principal con un portazo.

Me tiré en la cama, frustrada, y luego, mirando al techo, empecé a llorar. Dios mío, pensé, ¿por qué no podemos llevarnos bien? ¿Qué hace falta para que la gente se lleve bien? ¿Cómo se puede esperar que el mundo viva en paz si la gente no puede hacerlo ni siquiera en su  casa?

Me embargó una profunda tristeza. No era solo la pelea con mi esposa, sino toda mi vida lo que me pesaba mientras yacía allí. Recuerdo pensar: “¿Cómo puede la gente que dice amarse separarse emocionalmente de forma tan completa en momentos como ese ?".

Fue un momento de entrega total a la pregunta, y luego a la comprensión de que no tenía respuesta; de que simplemente no entendía la vida. Simplemente no la entendía.

Apoyé la cabeza en la almohada y gemí: «Por favor, Dios, ayúdame. No quiero que la vida sea así. Y no quiero ser así... un hombre que discute por nada. Ayúdame. Ayúdame...».

De repente me sentí completamente agotada. Mientras yacía en la cama, completamente vestida, aunque apenas eran las ocho de la noche, me vi sumida en un sueño profundo. De alguna manera presentía que iba a ser el sueño más profundo de mi vida. Creo que incluso me lo dije a mí misma. Recuerdo oírme decir: Este va a ser el sueño más profundo de tu vida.

Y me fui.

Pero no por mucho tiempo. De repente, me despertó una sensación impactante, como si me levantaran de la cama. Sentí como si me hubieran succionado. La sensación fue... bueno, así es como la he descrito desde entonces. Imagina que hay una mosca en una mesa. Ahora imagina que tengo una manguera de aspiradora y que puedo colocarla sobre la mosca y luego digo: "¡Bien, enciéndela!", y alguien la enciende. Ahora imagina cómo se sentiría esa mosca al ser succionada por la aspiradora... yendo hacia atrás, simplemente siendo succionada hacia atrás. Así es exactamente como me sentí. Sentí como si me hubieran succionado, todo mi cuerpo, todo mi ser, y estuviera flotando cerca del techo.

Miré hacia abajo y vi mi cuerpo tendido en la cama. Se veía extraño, inerte, como si estuviera hecho de barro. Y recuerdo que pensé: “¿Soy yo? ¡Dios mío! ¿He muerto?".

Y en ese momento tuve una experiencia directa, poderosa e inolvidable. No fue una intelectualización, fue una experiencia directa de: «Dios mío, no soy eso. Eso está allá, y yo estoy aquí».

Así que empecé a reflexionar, ansiosamente: ¿Quién es el "yo”que mira lo que creía ser? Y miré esta figura en la cama una vez más y la estudié. Qué extraño, pensé. Qué extraño que una vez me imaginara que era eso...

Seguí preguntándome, ahora con más ansiedad aún: Bueno, entonces, ¿quién mira ? ¿ Quién soy yo?

Miré hacia abajo, donde esperaba encontrar el resto de mi cuerpo. Ya sabes, como mirarías tus zapatos. No miraba mi cuerpo en la cama, miraba desde la cintura hasta los dedos de los pies. Pero... no había ningún "yo ". No había... nada. Solo era... consciencia. Sentía como si solo fuera un par de ojos, flotando solos cerca del techo.

No sé cómo describirlo de otra manera. Ni siquiera sé qué estaba mirando. No miraba con ojos físicos. Sentía como si solo la consciencia mirara hacia afuera. No tenía cuerpo, ni nada. Y ahora recuerdo que me preocupé mucho: ¿ Quién soy? ¿Qué está pasando?

Con eso, una fuerza invisible me dio la vuelta y salí disparado de la habitación como un rayo. Inmediatamente me encontré en un lugar oscuro que parecía —sé que suena increíblemente predecible, pero sí parecía— un túnel, y entonces sentí que me empujaban o tiraban por ese pasaje a una velocidad demencial. No sentí miedo en absoluto, solo una sensación de velocidad increíble.

Pronto, más adelante, vi una diminuta luz, y era esa luz hacia la que ahora sabía que me dirigía. La luz se hizo cada vez más grande, hasta que sentí que salía del túnel y me lanzaba hacia la luz misma.

Ahora las cosas se pusieron realmente interesantes, porque estaba en la luz, y sin embargo, también parecía estar fuera de ella, mirándola. Recuerdo (con un profundo sentimiento que aún me invade) que era casi imposible mirarla, de tan hermosa que era.

No sé cómo explicar cómo una luz puede ser hermosa, porque una luz es una luz, ¿no? Excepto que esta luz era hermosa. Quizás tenía que ver con la sensación que me producía. No lo sé. Solo sé que su belleza era algo que casi no podía contemplar. Se sentía demasiado grande, demasiado gloriosa, demasiado cálida y amorosa, demasiado maravillosamente abarcadora para que la consciencia humana la experimentara. Me sentí pequeña... avergonzada.

Recuerdo que deseaba poder cubrirme, esconderme. Quería decir: «No, no, yo no. No me mires. No merezco estar bajo esta luz. No merezco ver esto. Con todo lo que he hecho, con todas las marcas negras en mi alma, con todas las veces que he lastimado a otros y me he fallado a mí mismo... no merezco». Y temblaba entre lágrimas. ¿Por qué no lo había hecho mejor? ¿Por qué había tomado la peor decisión tantas veces? Lo sentía profundamente. Más arrepentido de lo que recuerdo haber estado jamás.

Entonces, cuando la vergüenza empezó a abrumarme, sentí que me llenaba una energía indescriptible. Siempre que busco palabras, no encuentro ninguna que encaje.

Al pensarlo ahora, quiero decir que fue como si los rayos de esa luz me alcanzaran, como si tuviera brazos. Pero no fue así. Es decir, no había ningún ser físico allí. Pero la luz simplemente me envolvió, me alcanzó y me abrió, separando suavemente mis brazos y haciéndome sentir... diría, abrazada, aunque no había ningún otro ser físico allí.

La emoción que experimentaba era lo que más tarde llamaría un perdón total. Sin embargo, en ese mismo instante, supe en lo más profundo de mi ser que lo que estaba ocurriendo iba más allá del simple perdón. Era una sensación indescriptible… pero, de todos modos, permítanme intentar expresarla con palabras. Era la sensación de saber que el «perdón”ni siquiera era necesario.

Era saber que estaba en un espacio de tal amor que el perdón ni siquiera entraba en escena; no formaba parte de la realidad. No existe el perdón envuelto en la aceptación total y el amor ilimitado, la seguridad absoluta y la protección completa, la serenidad total y la tranquilidad resonante. La emoción es tal que solo puedo describirla como una profunda pérdida de soledad.

Estaba recibiendo paz: paz verdadera, paz total, la paz de saber que no estaba sola, que no tenía nada de qué preocuparme, que todo estaba bien y era perfecto. Entonces, sentí como si un dedo gigante me levantara la cabeza con suavidad, tocándome la barbilla. Y sentí (no «escuché», sino «sentí») que estas palabras se fundían en mi corazón…

Eres perfecta. Eres hermosa, indescriptible. Te amo sin condiciones. Eres mi Creación Divina, en quien me complazco.

Me sentí totalmente… aceptada, tal como era. Me sentí acunada, abrazada, la luz me rodeaba, me hacía flotar suavemente en su centro. Era una con Ella ahora, dentro de Ella de alguna manera. Toda la tristeza me abandonó. Incluso el arrepentimiento desapareció. Me sentí sanada. No en el sentido de haber sido «perdonada», sino en el de haber sido «completada». Y recuerdo mi alma llena de gratitud y mi corazón rebosante de amor.

De repente, me consumió una consciencia intelectual de lo que había estado sintiendo. Fue como si mi mente hubiera procesado de repente lo que todo mi ser había estado —¿cómo decirlo?— absorbiendo: que jamás seré perdonado por nada de lo que haga. No importa lo triste que esté por cualquier acción o decisión, no importa lo arrepentido que esté, no seré perdonado. Porque el perdón no es necesario.

Supe entonces que era hijo de Dios, descendiente de lo Divino, y que no podía herir ni dañar lo Divino de ninguna manera, pues lo Divino es absolutamente invulnerable. Seré aceptado, siempre, en el corazón y el hogar de Dios, se me permitirá crecer a través de lo que llamaré mis errores, y se me permitirá convertirme cada vez más en Quien Soy Realmente mediante el proceso que emprenda. Como un niño que aprende las tablas de multiplicar o un adulto que aprende un nuevo idioma, mis errores serán vistos como pasos hacia la maestría.

El impacto de esa revelación fue enorme, porque no era simplemente un concepto o una teoría, era algo que yo estaba experimentando –lo estaba sabiendo experiencialmente– en ese mismo momento.

Inmediatamente después de abrazar esta consciencia, me encontré en otra realidad, rápidamente rodeado por un millón, no, cien millones, de diminutas… partículas de energía; es la única forma en que puedo describirlas. Estaban por todas partes. Delante de mí, a mi izquierda, detrás de mí, a mi derecha. Me parecían diminutas células maleables, o glóbulos blandos, cada uno con su  forma distintiva.

¡Y los colores! ¡Dios mío! Los colores eran impactantes, asombrosos, de una belleza impresionante. Los azules más azules, los verdes más verdes y los rojos más rojos que jamás había visto. Y eso es mucho decir para mí, porque tengo una grave deficiencia cromática. Así que, para mí, fue una vista espectacular.

Ahora estas células vibraban frente a mí y a mi alrededor, formando un manto reluciente de belleza. Sentí que lo que veía era la Esencia de Toda la Vida. Era la vida en su forma submolecular. En sus partículas más pequeñas. En su base. En su raíz.

Y ahora presencié algo fascinante: mientras observaba estas células de magnífico color danzar y brillar ante mí, noté que estaban cambiando. Parecían absorbidas por sí mismas y resurgir con una forma y un color diferentes. Y a medida que cambiaban de forma y color, las células a su alrededor también cambiaban de forma y color para adaptarse y complementarlas.

Y las células que las rodeaban hicieron lo mismo, al igual que las células que las rodeaban, y así sucesivamente... y me di cuenta de que todo era un rompecabezas en constante cambio, en constante adaptación, siempre interconectado. Un mosaico pulsante y vibrante de energía pura.

Cuanto más observaba todo esto, más se desbordaba en mi ser el deseo de tocar estas partículas de belleza indescriptible, de fundirme con ellas. Quería fundirme. Quería fundirme con ellas. No sé por qué. Era un deseo interior, que sentía en lo más profundo de mí.

Intenté avanzar, acercarme, pero con cada movimiento, el mosaico retrocedía. Pensé en acercarme sigilosamente, fingir un avance y, de repente, correr hacia un lado. No funcionó. No pude engañar a la matriz. Parecía anticipar todos mis movimientos. Simplemente no pude acercarme, y empecé a llorar. La tristeza de esta negación fue más de lo que creía poder soportar.

Entonces la tristeza desapareció, abruptamente, cuando una voz suave y dulce dijo:

¿No ves que no puedes acercarte a esto más de lo que acercas los ojos a tu nariz?  Puedes ver la punta de tu nariz,  pero no puedes acercarte a ella. Piensa por qué.

Y entonces me di cuenta de que no podía acercarme a la energía porque yo era la energía. Cuando me movía, ella se movía. ¡Claro! ¡Ya estaba fusionado! Me di cuenta de que era uno con todo.

Y la voz dijo:

Contempla ahora tu belleza.

En ese momento lo supe: ¡Madre mía! Nada se separa de nada. ¿En qué estaba pensando? ¿Cómo no lo sabía?

Al igual que con las revelaciones anteriores, el impacto de esto fue enorme, porque no era simplemente un concepto o teoría, era algo que estaba experimentando, en ese mismo momento.

Una vez más, en cuanto lo comprendí, me alejé de esa realidad. Parecía que, en cuanto comprendía algo por completo mediante la experiencia completa, avanzaba. Era casi como si estuviera siguiendo una especie de currículo. Excepto que no sentía que estuviera aprendiendo algo, sino más bien recordándolo.

Ahora me encontraba frente a un libro enorme. Parecía tan grande como el libro más grande que jamás había visto. No, el doble. El triple. Parecía tan grande como cien volúmenes o directorios de algún tipo, pegados. Y en cada página —en cada página— había suficiente letra diminuta para llenar mil enciclopedias.

Mientras me encontraba ante este volumen imponente, la voz que «escuché» cuando la luz me abrazó (un pensamiento que «sentí» sería una descripción más precisa) regresó a mí una vez más. Dijo con la mayor dulzura:

Bien, Neale, bien. Has buscado  respuestas toda tu vida. Has buscado  y buscado, y tu  úsqueda ha sido auténtica. Ha sido pura y sincera.  Ha sido una búsqueda honesta de la verdad. Así que aquí están. Aquí están las respuestas.

Con eso, el libro se abrió de golpe y sus páginas pasaron ante mí como si las hubiera abanicado un pulgar gigantesco o un soplo sagrado y poderoso. Pasaron rápidamente, con todo el documento expuesto, página a página, en un nanosegundo. Y aun así, pude leer y absorber cada palabra de cada página.

Y entonces lo supe. Sabía todo lo que había que saber, todo lo que hay que saber y todo lo que habrá que saber. Comprendí la cosmología del universo y el secreto de toda la vida.

El impacto de esa revelación fue enorme, porque no era simplemente un concepto o una teoría; era algo que estaba experimentando, en ese mismo momento.

Ésta fue mi cuarta conciencia.

Primero, recordé que no soy mi cuerpo. Segundo, que soy totalmente amado y absolutamente perfecto tal como soy. Tercero, que soy uno con todo. Y cuarto, que todo es realmente simple.

Y recuerdo haber dicho, mientras la última página del libro pasaba y la pesada tapa trasera se cerraba…

Por supuesto.

¡Qué simple!

¡Qué elegantemente sencillo!

Y justo cuando experimenté la plenitud de ese conocimiento, me encontré de nuevo en la cama, habiendo sido nuevamente trasladado rápidamente desde la última conciencia.

Ahora me sentía tan pesado, tan denso. Recuerdo que apenas podía mover la cabeza un poquito hacia un lado. Logré abrir los ojos. (No fue fácil. Mis párpados estaban muy pesados. Recuerdo que me impactó el esfuerzo que me costó solo abrir los ojos). Y no podía levantar la mano. Me impactó que pesara tanto que no podía levantarla. Por un momento pensé que estaba paralizado, que había sufrido un derrame cerebral y había perdido la movilidad. Usé toda mi fuerza de voluntad para mover un solo dedo, para demostrarme a mí mismo que estaba bien.

Pensé entonces que había estado soñando. Pero al instante siguiente comprendí lo que debía ser cierto. Había estado en una dimensión diferente, había visitado otro plano de existencia y acababa de regresar a la fisicalidad. Y entonces comprendí lo densa y pesada que es la fisicalidad. Y recuerdo maravillarme de lo diferente que era el lugar del que acababa de venir. Me sentía tan libre, tan ligero, tan completamente —¿cómo se dice aquí?— libre de trabas.

Cuando me di cuenta de que había vuelto a mi forma humana, me quedé allí tumbado un rato. Entonces pensé: «Bueno, seguro que ya es de día». Miré el reloj y vi que me había quedado dormido hacía solo unas dos horas. Y recuerdo que pensé: “¿Me están tomando el pelo? ¿Alguien me está tomando el pelo? Podrías haberme dicho que estuve en coma un mes y te habría creído».

Entonces pensé: «Tengo que escribir esto». Me costó alcanzarlo; no te imaginas el esfuerzo que me costó alcanzar el bolígrafo de la mesita de noche. Y cuando lo intentaba, mi voz me respondió de nuevo y dijo:

Eso no es necesario. Tu verdad jamás será olvidada. No se puede probar ni refutar.
Simplemente es.
Entonces la voz dijo, con suave y tranquila firmeza, dos palabras que nunca olvidaré: Nada importa.

Ahora me quedé allí reflexionando. ¿Nada importa? ¿ Cómo puede ser? ¿Nada importa?

Y vi ese mensaje en términos de la pequeña discusión que me había permitido tener con mi esposa. ¿En qué estaba pensando? ¿ Qué era tan importante como para que tuviera que armar tanto lío, para que tuviéramos que hablar de ello; para que fuera tan malo que saldría de la habitación y le cerraría la puerta en las narices? ¿ Qué?

O sea, me sentía tan… inelegante. Inepta. Tan emocionalmente, tan espiritualmente… evolutivamente… torpe.

Pero en ese mismo momento en que me recriminaba a mí mismo, me miré con la sabiduría de alguna Parte de Mí que me veía desde lejos, y pensé: Dada la ilusión en la que has estado viviendo, es totalmente comprensible.

Con esa sensación de alivio, volví a dormirme. Y esta vez, dormí toda la noche.

Recuerdo haberme despertado a la mañana siguiente sintiéndome más fresco que nunca en mi vida, ni antes ni después. Y simplemente me fui al baño a ducharme.

Al abrir el grifo, experimenté todo a cámara lenta, como si estuviera en un estado de consciencia alterado por alguna droga. Vi cómo el agua salía de la ducha gota a gota.

Luego miré los azulejos de la ducha y vi la pared en su forma submolecular. La vi como un patrón de energía, y entonces comprendí que todo era 90 % espacio y 10 % materia.

Supe entonces que incluso el espacio era físico, compuesto de elementos de energía que vibran y se mueven tan rápido que son invisibles. Incluso el aire es energía. Incluso el "espacio”es un campo de energía. Es la energía más "susurrante”del universo. La más fina, la más ligera —no sé cómo describirla de otra manera—, la menos sólida, la más permeable de todas. Tan permeable es este campo que las partículas de energía más pesadas y densas pueden atravesarlo, como los rayos del sol atraviesan una nube, por usar un ejemplo simple.

Al observar atentamente la pared de la ducha, me di cuenta de que nada es lo que llamamos “sólido”, sino que la energía se mueve tan rápido de aquí para allá que crea la apariencia de solidez.

Ahora estoy en la ducha observando este efecto en la pared. Podía ver dónde se encontraba la materia más pesada en el campo de energía más ligera en cada momento. Y podía ver lo mismo en mi mano. Entonces podía ver cómo podía colocar mi mano para colocar sus partículas de energía más densas donde no estaba la energía más densa de la pared.

Así, como la luz del sol atravesando una nube, atravesé la pared con la mano. Me sorprendí de mi habilidad. Dije: "¿Vas a ver eso?". Muy sencillo, pensé. Qué truco tan sencillo. Tengo que contárselo a todo el mundo. Es muy fácil. Simplemente hazlo así. ¡Y lo volví a hacer! ¡Atravesé la pared con la mano! Luego la saqué, sonreí y seguí con la ducha, maravillándome, fijándolo todo en mi mente.

Mientras pensaba, intenté recordar lo que había leído en ese libro enorme. Había regresado a la realidad física sabiéndolo todo, con una explicación que incluso mi limitada mente humana podía comprender. Y ahora quería recordar lo que había llegado a saber. Pero de pie en la ducha, no podía recordar nada. Podía recordar que tuve la experiencia de saber, ¡pero no podía recordar lo que sabía!

Así que empecé a llorar de nuevo y grité en mi mente: ¿Por qué no puedo recordar? ¡Quiero recordar! ¡Quiero contárselo a todo el mundo! ¿Por qué no puedo recordar lo que leí en ese libro? ¡Vamos!

Estaba furioso con mi mente por no poder recuperarlo todo. Así que me quedé en la ducha, con lágrimas corriendo por mi rostro. Y pensé con amargura: ¿De qué sirve que me muestres esto si no puedo retenerlo? Y la voz me dijo muy suavemente:

No tienes que saberlo. Simplemente debes saber que lo sabes.

Entonces recibí una serie de impresiones que solo puedo interpretar verbalmente, pero no me las dieron verbalmente. Eran impresiones. Y la mayor impresión fue esta: si te dieran todo esto ahora y lo depositaran en tu mente finita, sería como intentar absorber el océano con una esponja. Quemarías todos los conectores de tu cerebro. Porque no puedes meter lo Infinito en un recipiente finito. Es como enchufar demasiados electrodomésticos en un solo enchufe. Lo siento. Sobrecarga. Fusible fundido. Disyuntor disparado.

Entonces, la voz dijo: “Solo recuerda que cuando necesites saber algo en particular, puedes acceder a ello. Puedes acceder a los Registros Akáshicos, a la Eternidad, a la Totalidad. Tú, y todos los demás, pueden acceder a toda la sabiduría, a toda la comprensión, a toda la verdad, a toda la consciencia, a toda la comprensión que necesiten cuando la necesiten, invitando a tu mente a ir al nivel del Alma, que entonces accederá a la Totalidad de Todo y te traerá de vuelta la información específica que te resulte útil. Y la sabrás claramente cuando la veas. No habrá problema de reconocimiento”.

Así que terminé de ducharme, salí y cogí una toalla, cuando ocurrió algo asombroso. Mi consciencia estaba tan alta que podía sentir los hilos de la toalla.

Me vestí, me peiné y floté hasta la cocina, en el segundo piso. Entonces mi esposa, que Dios la bendiga y que Dios la tenga en su gloria (ya ha celebrado su Día de la Continuación), me miró y sonrió, como si no hubiéramos discutido la noche anterior. Era un día completamente nuevo y ella vio mi cara.

"¿Qué te pasó?", dijo. "Pareces diez años más joven". Y le conté lo que acabo de compartir aquí. Ese día, en el trabajo, la gente notó lo mismo y dijo lo mismo. Al menos una persona comentó: "¡Guau! Debiste dormir mucho anoche. De verdad que pareces más joven".

Cuando mi esposa me preguntó: "¿Cómo te sientes?", le dije que me sentía como si me hubieran dejado en una esquina en algún lugar... en una vía transitada del universo. Realmente sentí como si alguien me hubiera bajado de un coche. El coche siguió su camino y allí estaba yo, parado. Ahí va el coche de Dios, pensé. Adiós, Dios. Gracias. Un viaje genial. Pero ahora estoy de nuevo en este mundo, abandonado en medio de la nada, sin mapa, sin indicaciones, sin pensar en cómo llegar a ningún sitio.

Recuerdo que me dijeron que sabría todo lo que necesitara saber en cualquier momento, pero eso no fue suficiente para sentirme seguro. Quería un mapa de ruta. Si voy a emprender este viaje, quiero un mapa.

¿Cómo gestiono la vida? ¿Cómo sobrevivo a mi día a día? ¿Cómo consigo siquiera este desayuno con mi esposa, y mucho menos terminar el trabajo de hoy? ¿Cómo puedo hacer algo significativo o que valga la pena si nada importa?

Al reflexionar profundamente sobre esto más tarde, recibí otra impresión: «Es precisamente porque nada importa que puedes sobrevivir en esta vida. Como nada importa intrínsecamente, en sí mismo, puedes decidir qué es lo que te importa. Y mediante las decisiones que tomas, formas y moldeas a Quién Eliges Ser. ¿No es este el mayor regalo?»

Muy poco después volví a este mundo. Había estado operando con una parte de mí que aún flotaba en otra dimensión. Luego me retiré por completo y regresé al llamado mundo "real". Tenía mi maletín y mi elegante chaqueta deportiva azul con pantalones grises, y tomaba decisiones, atendía llamadas, manejaba papeles y hacía, hacía, hacía...

Recuperé mi poder. Y así continuó hasta que mi vida se derrumbó. Fue como si Dios me dijera: "Bueno, no te pasó lo contrario, ¿qué tal esto? ¿Qué tal si tienes un accidente de coche y te rompes el cuello, pero no mueres y, en cambio, pierdes todo por lo que crees que estás trabajando? ¿Qué tal si pierdes tu casa, tu coche, hasta el último céntimo, pierdes tu matrimonio, pierdes el acceso a tus hijos? ¿Qué tal si te quedas en un parque para personas sin hogar, no una semana ni un mes, sino un año, y entras en razón?"

Así que me lo quitaron todo. Todo. Tenía dos vaqueros, dos camisas, un par de zapatos, tres pares de calcetines y una mochila. Eso era todo. Ni un dólar para pasar el día. Nada. Me vi obligado a pedirle a la gente que me ayudara con algo de cambio.

Fue después de que finalmente sané lo suficiente como para encontrar un trabajo y regresar a una casita detrás de una casa, que tuve mi experiencia de Conversaciones con Dios. Ahora me doy cuenta de que este fue mi camino de regreso a algo parecido a aquel lugar que visité el 8 de enero de 1980.

Creé una manera de acceder a un nivel de conexión con lo Divino, al que todos podemos acceder. Mi esperanza eterna es que las bendiciones de Dios sean experimentadas por cada persona viva al ser compartidas con cada persona viva por cada persona viva. Por eso comparto mi experiencia extracorporal tan públicamente, y por eso he compartido mis conversaciones con Dios con el mundo.

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INTRODUCCIÓN

Dra. Penny Sartori y Kelly Walsh

Las ECM me han fascinado durante más de 20 años. Trabajé como enfermera durante 21 años y fue mientras cuidaba a un hombre moribundo en la unidad de cuidados intensivos que comencé a cuestionarme sobre la muerte y qué sucede cuando morimos. Mi carrera de enfermería me expuso a muchas situaciones que de otro modo habría ignorado por completo. Sumado a mi creciente fascinación por las ECM, pude prestar especial atención a los pacientes moribundos y observar sus acciones y todo el proceso a medida que se acercaban a la muerte. En 1997 comencé mi investigación hospitalaria sobre las ECM en la unidad de cuidados intensivos donde trabajaba. Entrevisté a pacientes y recopilé datos durante cinco años. Me llevó tres años más analizar y redactar los hallazgos que había recopilado. En 2005 obtuve un doctorado por mi investigación.

Mi investigación no me dejó ninguna duda de que las ECM ocurren, y me llevó a concluir que nuestra comprensión actual de la conciencia es incompleta y que tenemos que considerar la conciencia desde una perspectiva distinta a la de considerarla un mero subproducto del cerebro.

Desde entonces, he seguido recopilando casos de ECM, experiencias extracorporales (EEC), visiones en el lecho de muerte, experiencias de muerte empáticas/compartidas, experiencias espiritualmente transformadoras (EET) y cualquier otro tipo de experiencia anómala que no pueda explicarse por completo. He observado un cambio radical en la actitud hacia las ECM, que ha ido de un extremo a otro. Cuando comencé mi investigación en 1995, era muy difícil encontrar personas dispuestas a compartir sus ECM conmigo; siempre me encontraba con dudas. A menudo, mis amigos me contaban de conocidos que habían tenido recuerdos de una ECM; sin embargo, cuando les preguntaba si querían hablar conmigo al respecto, muy pocos lo hacían.

Hay muchas razones para esto. A menudo, las personas no se dan cuenta de que otras personas también han tenido experiencias similares. En los siguientes capítulos, se presentan ejemplos de personas que, tras ver una película o leer un artículo de periódico sobre ECM, se sorprendieron gratamente al descubrir que otras personas habían experimentado lo mismo. Tras una ECM, algunas personas pueden cuestionar su cordura y temer compartirla por temor a que se les considere con problemas de salud mental. A veces, la experiencia puede ser tan profunda que resulta sagrada para la persona, y simplemente no quieren compartirla. Muchos saben que les ha sucedido algo profundo, pero carecen de un marco de referencia, y si intentan hablar de ello con alguien que desconoce las ECM, esto puede causar mayor confusión al intentar comprenderlo. También existen muchos conceptos erróneos sobre las ECM, y las personas mal informadas a menudo las descartan como alucinaciones o un "truco mental", influenciadas por programas de televisión populares que, a menudo, son parciales y no presentan una imagen completa de una ECM.

Afortunadamente, ha habido una renovada comprensión de las ECM y ahora se las toma mucho más en serio. En consecuencia, las personas se sienten más cómodas compartiendo sus experiencias públicamente. Esto tiene enormes beneficios. Quienes han tenido ECM ya no tienen que sufrir en silencio, lo que significa que es más fácil obtener información sobre sus profundas experiencias. El número de correos electrónicos que he recibido en los últimos años ha aumentado enormemente. Responderlos durante los últimos cuatro años ha sido un trabajo de tiempo completo y actualmente tengo más de 14.000 mensajes esperando respuesta. Esto demuestra que ahora las personas se sienten más cómodas compartiendo sus experiencias y enfatiza la importancia de comprenderlas mejor y aprender de estas personas.

Contrariamente a la creencia de quienes descartan la ECM como una aberración causada por una disfunción cerebral, la experiencia no termina tras recuperar la consciencia. Existen muchos cambios asociados a las ECM que continúan, en numerosos casos, durante el resto de la vida de la persona. Es literalmente como si la persona que era antes de la ECM hubiera muerto y hubiera sido reemplazada por alguien con la misma apariencia, pero con valores muy diferentes. Quiero enfatizar que estos cambios no siempre son agradables ni bienvenidos por quien los experimenta, y la renovada perspectiva de la vida puede ser perjudicial para sus relaciones, su vida laboral y su vida personal. Muchas personas han reportado consecuencias devastadoras de este cambio de perspectiva y sienten que ya no encajan; ya no pueden relacionarse con familiares y amigos, y se sienten alienados de la sociedad.

Por otro lado, muchas personas que experimentan una ECM encuentran que los cambios son positivamente transformadores, pero puede llevarles tiempo integrar y comprender plenamente la experiencia y adaptarse a esta nueva perspectiva de la vida. El aspecto transformador de la ECM es el enfoque de este libro y me resulta de gran interés, ya que tiene el potencial de beneficiar a muchas personas.

En mayo de 2014, recibí un correo electrónico de una señora llamada Kelly Walsh. Estaba atravesando una etapa particularmente ajetreada en mi vida, ya que mi libro "La sabiduría de las experiencias cercanas a la muerte”se había publicado en febrero de 2014 y, desde entonces, parecía que todos querían hablar conmigo sobre mi investigación sobre las ECM. En los meses previos a mi contacto con Kelly, había dado numerosas charlas por todo el Reino Unido e Irlanda del Norte, había aparecido en televisión, concedido cientos de entrevistas de radio y recibido miles de correos electrónicos de todo el mundo. Para colmo, estaba embarazada de mi hijo, y para mayo empezaba a sentirme agotada, así que decidí tomarme un tiempo libre de responder correos electrónicos para prepararme para su inminente nacimiento.

Sin embargo, cuando llegó el correo electrónico de Kelly, aunque era breve y no ofrecía mucha información, por alguna razón me sentí obligado a leerlo de nuevo y responder de inmediato. Esto es lo que decía:

Hola Penny

Tuve una ECM en 2009, y el trabajo de mi vida y la visión que estoy desarrollando están conectados con ella. Vivo en Manchester, Reino Unido, y me encantaría hablar con ustedes sobre mi ECM. ¿Sería posible organizar una llamada por Skype? Amar, cuidar, compartir Kelly x

Sentí que la experiencia de Kelly la había impactado profundamente y que, aunque no era evidente de inmediato, su petición tenía una urgencia. Organizamos una conversación por Skype y Kelly describió su experiencia en profundidad, así como el efecto que tuvo en su vida. Técnicamente, la experiencia de Kelly es una experiencia espiritualmente transformadora (EET), ya que ocurrió mientras se recuperaba en el hospital, tras un intento de suicidio, en ausencia (que yo sepa) de circunstancias graves que amenazaran su vida, aunque su bioquímica se había visto gravemente afectada. Las ECM son la forma más estudiada de EET y ocurren en circunstancias graves que amenazan la vida. También pueden ocurrir experiencias muy similares con secuelas casi idénticas, con la principal diferencia de que ocurren cuando no hay circunstancias graves inmediatas que amenacen su vida. Este es el tipo de EET que Kelly reportó.

Durante nuestra conversación, lo que más me impactó de Kelly fue cómo su percepción de sí misma y de la vida había cambiado drásticamente, pasando de ser suicida, ansiosa y deprimida a ser increíblemente positiva y amorosa. Como resultado directo de su experiencia, pareció amarse y aceptarse tal como era por primera vez en su vida. Este amor también se extendió a los demás, y se había propuesto compartir lo aprendido y aprovecharlo para beneficio de los demás.

Kelly me explicó que estaba desarrollando una comunidad en línea, el Movimiento Positividad Poderosa, que impulsaría la actividad de la fundación benéfica Love, Care, Share, que estaba creando para marcar la diferencia en las vidas de las familias afectadas por la pobreza y el sufrimiento. También me contó que estaba desarrollando una marca de personaje infantil inspirada en su experiencia. Esperaba que algún día, la Princesa Positiva de Planeta Positavia se convirtiera en una marca global, empoderando a muchos niños y ayudando a compartir el importante mensaje de amor y respeto mutuo. Me describió una lista completa de ideas en torno a la marca de personaje, incluyendo un libro infantil, una serie animada de televisión y un largometraje. Me impresionó su enfoque y cómo ya había tomado medidas para poner en práctica su visión del Movimiento Positividad Poderosa y la fundación benéfica. No estaba postergando lo que iba a hacer; ¡ya lo estaba haciendo! Todo esto lo hizo en su tiempo libre y a su  costo. Había creado una marca para su organización, había diseñado vestuario, logotipos y sitios web, y estaba conectando con personas de todo el mundo. Obviamente el mensaje de Kelly está resonando ampliamente, porque actualmente tiene miles de seguidores en Twitter y su grupo de Facebook Positivity Power Movement crece día a día.

Una de las preguntas más importantes que podemos hacernos es qué hace que las ECM y las experiencias extracorpóreas sean tan poderosas que cambien la forma en que las personas perciben y viven sus vidas después. ¿Cómo puede una experiencia así transformar literalmente los pensamientos suicidas en todo lo contrario? ¿Cómo pudo Kelly cambiar su mentalidad tan drásticamente? No se me ocurre ninguna terapia ni fármaco que pueda tener efectos tan radicales y prolongados.

Es muy difícil comprender cómo experimentar un estado alterado de consciencia, como ocurre en las experiencias extracorpóreas y las experiencias cercanas a la muerte (ECM), puede facilitar un cambio tan profundo. Parece tan descabellado que a algunas personas les resulta más fácil pasar por alto este punto clave y atribuir la experiencia en su conjunto a una anomalía cerebral en fase de muerte. Creo firmemente que descartar puntos de vista alternativos, simplemente porque no encajan con la visión materialista actual de la consciencia, es perjudicial para el desarrollo de intervenciones terapéuticas que podrían beneficiar a millones de personas a largo plazo, lo cual es una de las razones por las que escribí este libro.

Cuando Kelly me contactó por primera vez con la idea de este libro, no estaba segura de poder comprometerme con el proyecto debido a mis constantes compromisos laborales y a todo lo que estaba pasando en mi vida. Sin embargo, la visión definitiva de Kelly, combinada con su amable persistencia, me convenció de participar.

Kelly dice:

La visión de este libro se inspiró en mi experiencia y ahora actúo según lo que siento que es el propósito de mi alma. Sin embargo, no siempre ha sido así. Como muchas personas que han tenido una ECM, al principio no me sentía lo suficientemente fuerte mentalmente para hablar abiertamente sobre lo que me había sucedido por miedo al rechazo o al posible ridículo. Intenté desesperadamente olvidar lo sucedido y concentrarme en reconstruir mi vida.

Años después, me di cuenta de que intentar reprimir lo que me había sucedido ya no era una opción. Había sucedido, era parte de mi proceso y tenía que afrontar la montaña rusa emocional relacionada con mi experiencia lo mejor que podía. Mi vida nunca volvería a ser la misma. Mi principal objetivo era integrar la experiencia en mi vida diaria, mientras exploraba maneras de transmitir el mensaje que había recibido.

Durante mi experiencia, se me demostró que todos somos uno, estamos conectados, somos una gran familia global. Sin importar el color, el credo, el género, la sexualidad, las creencias religiosas o cualquier otra diferencia percibida, todos somos amados por igual e incondicionalmente.

No importa si te refieres a Dios, al universo, a la Fuente o a cualquier otra palabra; lo cierto es que la luz nos ama a todos más allá de cualquier amor que se pueda expresar con palabras, y su simple deseo es que un día todos nos veamos como el verdadero reflejo de nuestra alma, que es puro Amor Divino. Ese día nos liberaremos de todo miedo creado por el hombre, nos regocijaremos en la realidad de que el Cielo ya está aquí y, finalmente, crearemos Paz en la Tierra.

Lo que he encontrado más fascinante desde que me conecté con otras personas que han experimentado algo en todo el mundo es que, aunque la experiencia de cada persona es única, la comprensión espiritual, el conocimiento y la sabiduría obtenidos a partir del tiempo que las personas pasan en otras dimensiones son relativamente los mismos y refuerzan el simple hecho de que realmente todos somos parte del mismo todo y estamos intrínsecamente vinculados.

Me alegra mucho que Penny haya aceptado ser coautora de este libro. Desde mi ECM, ha sido una gran bendición en mi vida y fue la primera persona que me animó a seguir mi camino espiritual y a hacer oídos sordos a las críticas de quienes no creen en absoluto en este importante fenómeno y lo descartan como un truco mental.

Los estudios sobre las ECM y otros fenómenos relacionados han demostrado consistentemente que formamos parte de un universo interconectado y que la consciencia continúa más allá de nuestra existencia terrenal. Esta comprensión tiene el poder de inspirar un cambio en nuestra comprensión del significado de la vida. Plantea preguntas que invitan a la reflexión sobre si realmente morimos o no. Mi  experiencia, y la de mis compañeros colaboradores en este libro, me han hecho preguntarme si nos enfrentamos a la realidad de una Experiencia de No Muerte. Lo que quiero decir con esto es que nuestros cuerpos físicos ciertamente mueren al final de nuestras vidas, pero nuestro viaje continúa como una forma más sutil de consciencia, que parece conectarse con un alma eterna. Esta comprensión podría generar un cambio positivo en la comprensión de las personas sobre el propósito de sus vidas terrenales. En resumen, el mensaje de las Experiencias de No Muerte es que nuestra vida espiritual importa, ahora y en el futuro.

Independientemente de si usted es creyente o no, o se encuentra en algún punto intermedio, mi esperanza, sueño y deseo es que las experiencias compartidas en este libro abran su corazón, mente y alma a los aspectos poderosamente transformadores de las ECM y a cómo los mensajes que contienen pueden generar un cambio positivo en el mundo.

Ambos hemos conectado con numerosas personas cuyas vidas se han transformado de diversas maneras como resultado de su ECM. Este libro presentará solo algunas de las personas con las que hemos conectado, y esperamos que ofrezca una visión general de lo transformadoras que pueden ser las ECM. Debo reiterar que las transformaciones no siempre son a gran escala.

La transformación puede ser sutil y personal, pero le da al individuo en cuestión propósito y significado. Este libro es una colección de casos donde las personas han sido transformadas por su experiencia. Cada capítulo ha sido escrito por colaboradores individuales en su  estilo único. Las únicas excepciones son tres capítulos escritos por mí, debido a la barrera del idioma y las limitaciones de tiempo. Me he inspirado en todos los colaboradores. Sus historias hablan por sí solas y cada colaborador ha tenido completa libertad de expresión, por lo que la edición de sus capítulos ha sido mínima, pero he añadido un breve comentario para resaltar los puntos más destacados. Después de su ECM, Kelly se entrenó con Sue Stone, por lo que sugirió pedirle que escribiera el prefacio. Cuando Kelly explicó de qué trataba el libro, Sue dijo sincrónicamente: "Oh, tuve una de esas experiencias, pero tiendo a no hablar de ella".

De igual manera, el año pasado leí uno de los libros más impactantes que he leído y me dejó una huella imborrable. Recuerdo leerlo y sentir una profunda emoción cada vez que lo tomaba, porque no solo estaba escrito con el corazón, sino que también contaba con un sólido respaldo académico y experiencial. El autor también había sido transformado por un despertar espiritual que había experimentado hacía muchos años. El libro, del Dr. Mick Collins, se titula El espíritu altruista: La evolución humana en tiempos de crisis global. Cuando terminamos el manuscrito de este libro, supe que Mick sería la persona perfecta para escribir el prólogo. Ni Kelly ni yo conocíamos a Mick, pero cuando le escribí un correo electrónico para preguntarle si nos apoyaría, respondió al instante y dijo que sí. Mencionó que el momento era perfecto, ya que acababa de enviar el manuscrito de su segundo libro a un editor y su edición tardaría aproximadamente tres semanas, así que tuvo tiempo de dedicarle a nuestro libro la atención que merecía. Intuía que recibíamos la guía divina por una razón y que nuestro trabajo colectivo era de vital importancia en este momento crucial de la evolución de nuestra historia. Kelly y yo estamos encantados de contar con el apoyo de un hombre tan sincero y amoroso, y sentimos que esto es solo el comienzo de un futuro muy emocionante.

Kelly también sugirió contactar a Neale Donald Walsch para ver si consideraría apoyar nuestro trabajo. Sus enseñanzas de la serie Conversaciones con Dios han tenido un profundo impacto en Kelly. Cuando me contactó por primera vez para hablarme del proyecto del libro, recibió un correo electrónico de Humanity's Team, la organización de Neale, que mencionaba cómo el conocimiento y la sabiduría adquiridos a través de las ECM cambiarán el mundo. Kelly intuyó que Neale participaría en nuestro proyecto de alguna manera. Estuve de acuerdo con Kelly y recuerdo que, poco después de comenzar mi investigación, me invitaron a una maravillosa conferencia en las montañas Catskill, al norte del estado de Nueva York, organizada por la Fundación Lifebridge, que financió mis estudios universitarios mientras cursaba mi doctorado. Durante la conferencia, David Lorimer, de la Red Científica y Médica, leyó extractos de un libro que realmente me impactó: Conversaciones con Dios, de Neale Donald Walsch. De regreso, pasé por la librería del aeropuerto y compré los tres libros de la serie Conversaciones con Dios, que leí con atención. Estos libros me abrieron otra perspectiva de la vida y los he vuelto a leer muchas veces, especialmente en momentos difíciles.

No tengo palabras para expresar cómo me sentí al final del proceso de edición de este libro, cuando Kelly me llamó para ver si había abierto un correo electrónico de Jo Lal, de Watkins (nuestra editorial). Kelly estaba abrumada y apenas podía pronunciar las palabras. Gracias a una sincronización perfecta, Neale Donald Walsch recibió nuestro manuscrito, lo descargó de inmediato y lo leyó en cuatro sesiones, y estaba tan emocionado como nosotros. Aceptó escribir el epílogo, pero además nos envió el capítulo que acaban de leer, que describe su  experiencia. Nos sentimos honrados y privilegiados de que Neale haya compartido su  experiencia aquí y de que comprenda a la perfección el espíritu de este libro. Es muy interesante que la experiencia de Neale fuera precursora de la escritura de Conversaciones con Dios, ya que estos libros han tenido un impacto positivo en la vida de millones de personas. Es como si todo se hubiera cerrado, ya que la edición británica del libro de Neale, Conversaciones con Dios, Libro 4: El Despertar de la Especie, publicado originalmente por Rainbow Ridge Books en EE. UU., ha sido publicada y distribuida por la misma editorial que este libro, y en un momento en que la conclusión de mi  investigación es que el mensaje de estas experiencias es crucial para nuestra evolución como especie. Compartir estas experiencias es fundamental para difundir este mensaje y despertar al mundo. Sincrónicamente, una de las primeras personas en respaldar las Conversaciones con Dios de Neale fue el Dr. Bernie Siegel, quien también comparte su experiencia en este libro.

Este libro comienza con la descripción de la experiencia de Kelly, seguida de capítulos de varios colaboradores. Gigi Strehler describirá cómo su ECM la motivó a iniciar un grupo de apoyo para ECM en el Reino Unido, lanzado en 2014. Durante el nacimiento de su hija, la ECM de Krista Gorman la llevó a modificar su forma de interactuar con los pacientes a través de su trabajo como asistente médica. La recuperación de los recuerdos de Ainsley Threadgold resultó en la integración completa de su ECM, que no había recordado conscientemente. El paro cardíaco de Tibor Putnoki condujo a la creación de la Fundación Luz de Amor. La supervivencia de David Bennett a un desastre en el mar resultó en una nueva forma de vida y la superación del cáncer. El shock anafiláctico de Penny Wilson la impulsó a compartir el mensaje de que todos estamos conectados. Mike Moon describe cómo una visita al dentista la llevó al trabajo voluntario en un hospicio. Jeff Olsen pudo sobrellevar la tragedia de un accidente automovilístico fatal. Un día divertido en los rápidos llevó a Diane Goble a emprender un nuevo camino en la vida y a fundar uno de los primeros centros de gestión del estrés. La ECM de Barbara Ireland la impulsó a cambiar su forma de pensar y a escribir un libro para ayudar a otros a cambiar también la suya. Deirdre DeWitt Maltby describirá cómo su ECM la llevó a vivir con más compasión y amor. La lucha de Erica McKenzie con su peso la llevó a ayudar a personas de todo el mundo e informar al personal sanitario sobre las ECM. La caída de Katherine Baldwin en una piscina cuando era niña la impulsó a desarrollar técnicas de sanación que han beneficiado a cientos de personas. La ECM de William Peter lo impulsó a desarrollar el Proyecto Cruce Compartido, que ayuda a personas de todo el mundo. La ECM de Robert Tremblay le ha dado la fuerza para vivir con una enfermedad debilitante durante los últimos cuatro años, a la vez que difunde el mensaje de amor y paz que quedó tan profundamente grabado en su psique durante su ECM. El coágulo sanguíneo no diagnosticado de Paul Ammon lo impulsó a trabajar en la conservación de las abejas, mientras que las experiencias de Jessica Harper la llevaron a aceptarse plenamente y a sentirse apasionada por convertirse en la voz de quienes sufren de transgénero y otros problemas dolorosos. La ECM infantil del Dr. Bernie Siegel influyó enormemente en su carrera médica como cirujano pediátrico; su objetivo ha sido humanizar la educación y la atención médica. El capítulo final, escrito por la Dra. Barbara Mango, describirá cómo sus experiencias infantiles la inspiraron a realizar un doctorado y escribir su tesis doctoral sobre el debate espiritual y científico en torno a las ECM.

Al acercarse el final de este libro, recibí dos correos electrónicos ese mismo día de personas que inmediatamente pensé que deberían aparecer en él. Uno era de Barbara Ireland y el otro de William Peters. Ambos capítulos son más cortos que el resto, ya que quedaba poco tiempo antes de la entrega del manuscrito, así que los hemos intercalado entre los capítulos más largos.

Los colaboradores provienen de todo el mundo y han conectado con Kelly o conmigo durante los últimos años, a veces con notables sincronicidades, que se describirán en cada capítulo, destacando la interconexión que existe entre todos nosotros. Agradecemos a todos los colaboradores por aceptar formar parte de este libro y compartir su historia con el mundo. Todos compartimos la visión de marcar una diferencia positiva en el mundo y hemos acordado que todas las regalías se donarán a la fundación benéfica Love, Care, Share, que apoya pequeños proyectos para niños a nivel mundial.

Como he dicho en libros anteriores y en todas mis conferencias, las ECM tienen un mensaje maravilloso para el mundo. Es un mensaje de paz, amor y respeto, y es, en definitiva, la Regla de Oro descrita por todas las tradiciones de sabiduría del mundo: «Trata a los demás como te gustaría que te trataran». Todos podemos beneficiarnos de este mensaje sin tener que morir primero; solo tenemos que prestar atención a lo que estas personas intentan transmitir. Te invitamos, lector, a conectar con las ECM y a inspirarte con el mensaje que tienen para todos nosotros.

 

1. EL PODER DEL AMOR DIVINO

Kelly Walsh tiene 42 años y vive en Manchester, Reino Unido. Su experiencia y el mensaje que recibió, —que almas afines colaborarían para cambiar el mundo—, es uno de los motores de este libro. Kelly siempre ha insistido en mis conversaciones sobre la importancia de trabajar juntos para demostrar el poder colectivo del mensaje de las ECM, y actúa estrictamente según las instrucciones que cree haber recibido.

Tengo pocos recuerdos de mi infancia, pero lo que sí sé es que siempre me sentí diferente. No sé exactamente por qué, y quizás nunca lo sepa. Lo que sí puedo decirles es que, como muchos niños, crecí con profundos problemas emocionales que afectaron mi capacidad de amarme y aceptarme de verdad. Por fuera, parecía feliz con una gran sonrisa; pero esa era una máscara que a menudo usaba para ocultar el dolor de mi corazón roto. Acosada por la inseguridad y una profunda necesidad insatisfecha de ser amada y aceptada, desarrollé un trastorno alimentario a los 16 años, y a los veinte sufrí períodos de ansiedad y depresión severos.

A los 33 años mi dolor físico y mental finalmente se volvió demasiado grande de soportar y el lunes 5 de octubre de 2009 decidí terminar con mi vida tomando una enorme sobredosis.

No ingresé en el hospital durante tres días así que, en teoría, debería estar muerta o tener graves daños en los órganos, pero Dios tenía otros planes. Para ponerlo en contexto, el médico me dijo que mis enzimas hepáticas estaban tan altas que podría necesitar un trasplante de hígado. Mi carta de alta médica indica que tenía más de 20.000 miligramos de paracetamol en el cuerpo; la dosis máxima recomendada en 24 horas es de 4.000 miligramos.

Era demasiado tarde para hacerme un lavado de estómago. Me ingresaron en la sala de aislamiento y me pusieron un suero fisiológico para ayudar a eliminar las toxinas que destruían lentamente mis órganos. A mis padres no se les permitió quedarse conmigo, y recuerdo sentir miedo mientras me llevaban en camilla a la sala de observación. Pensaba una y otra vez en arder en el infierno. Había cometido el pecado capital de intentar suicidarme y ahora iba a ser castigada. Cuán equivocado se puede estar.

Vi una Biblia de Gedeón en la mesita de noche. La acerqué a la cama y comencé a leerla a lo que parecía una ráfaga de 160 kilómetros por hora. De repente apareció una señora vestida de enfermera. Tenía un hermoso cabello rubio y una sonrisa reconfortante. Acercándose a mi cama me tocó el brazo y susurró: «Cuando salgas de aquí lee el libro “Conversaciones con Dios”. Y, con eso, desapareció. Pensándolo bien, creo que era un ángel.

Sus palabras no me tranquilizaron. Aún con mucho miedo, pedí ver al sacerdote del lugar. Fue amable y atento. Se sentó conmigo durante una hora y oró por mí. Al irse me dio una cruz de madera tallada que aferré para mi vida y protección.

La noche siguiente tuve lo que solo puedo describir como una experiencia cercana a la muerte. Estaba acostada en mi cama, aferrada a mi cruz de madera, mientras mi cuerpo sudaba a borbotones. Estaba oscuro, tenía los ojos cerrados y me sentía extremadamente ansiosa. Tenía la consciencia de que había seres espirituales a mi alrededor intentando calmarme. No podía verlos físicamente pero sentía su presencia de una manera poderosa y amorosa. Tenían un efecto calmante y apacible, y creo que estaban allí para ayudarme con lo que estaba a punto de experimentar. De repente, me sentí transportada en un viaje y pude sentir cómo atravesaba lo que parecían baches en el universo, comúnmente llamados dimensiones. Mientras esto ocurría toda mi vida pasó ante mí y pude ver y sentir las emociones —buenas, malas y feas—, asociadas con mi experiencia vital hasta entonces.

Esta no fue una experiencia particularmente agradable; se sintió como una prueba o una batalla por sobrevivir. Viajaba a una velocidad que parecía supersónica, teniendo que sujetarme con fuerza mientras enfrentaba sacudidas al atravesar varias dimensiones del universo. Tras atravesar la séptima dimensión, sentí como si la batalla hubiera terminado y una oleada de alivio me invadió. Finalmente estaba en paz, envuelta por un amor incondicional. Fue una sensación de lo más increíble, alegre y amorosa y quería perderme en ese momento para siempre. Un amor tan extraordinario que es imposible expresarlo con palabras.

De repente, alguien o algo me habló: «Eres fuerte y poderosa. No es tu momento». No puedo decirte quién o qué era, ya que no lo recuerdo. Esto me pareció irónico considerando que acababa de intentar suicidarme. La voz entonces dijo: «Aún tienes una misión que llevar a cabo en la Tierra. Los humanos tenemos la capacidad de sanar física, mental, emocional y espiritualmente... a través del amor. El amor propio es lo más importante de todo». En ese instante, me di cuenta de que todos somos uno, todos estamos conectados y, contrariamente a la creencia común, no hay una Fuente superior que nos juzgue. Cuando nuestras almas abandonan el cuerpo el único juicio que soportamos es el que nos imponemos. Evaluamos todo lo que hemos dicho y hecho desde el miedo en vez desde el amor. En un contexto religioso, esto se consideraría como nuestro período en el Infierno; prefiero llamarlo un período de reflexión. La duración y el dolor asociados con nuestro período de reflexión dependen de cómo vivimos nuestra vida. Estamos aquí simplemente para amar y aprender, y cada uno de nosotros se encuentra en un nivel diferente de crecimiento y desarrollo espiritual. Vale la pena recordar que nadie se ha perdido en el perfecto Amor Divino de Dios. Solo al regresar a casa nos damos cuenta de esto plenamente. Todos somos imperfecciones perfectas a los ojos de Dios; nos esforzamos al máximo por vivir en armonía con la verdadera esencia de nuestra alma: el amor.

A la mañana siguiente, tras lo que me pareció una eternidad pues no tenía consciencia del tiempo, la recuperé. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho y, al abrirlos lentamente, como si renaciera, recuerdo haber pensado: "¿Por qué estoy en una cama de hospital después de lo que acabo de pasar?". Me sentí poderosa, como si pudiera hacer cualquier cosa, así que intenté escapar de la sala... desnuda. Mi exsuegra dijo que proclamaba que había conocido a Dios y a los ángeles. Esa noche tuve una visión del mundo cambiando y que almas afines colaborarían para que esto sucediera. Estaba tan eufórica que compartí mi experiencia con cualquiera que quisiera escucharme. No creo que me tomaran demasiado en serio, ya que estaba en una sala psiquiátrica. Milagrosamente, salí del hospital una semana después con un certificado de buena salud.

Mi cuerpo fue sanado por el Amor Divino, pero aún me quedaba un largo camino por recorrer emocionalmente. Tenía que volver al mundo real mientras intentaba asimilar lo que me había sucedido. Después de hablar con un par de personas sobre mi experiencia, decidí dejarla atrás. Dudando de mí mismo, me preguntaba si me lo había imaginado todo, pero en el fondo sabía la verdad. Recaí en mis viejos patrones, preocupándome por lo que pensaran los demás y dejando que esa preocupación guiara mi vida. Había poco apoyo para quienes habían tenido experiencias cercanas a la muerte, así que me dejaron solo para que lo superara. Supongo que no me sentía lo suficientemente fuerte emocionalmente para afrontarlo, y me preocupaba la opinión de los demás sobre mí. Tenía miedo de las reacciones negativas porque, con demasiada frecuencia, lo que la gente no entiende, lo teme o lo ridiculiza.

Después de la experiencia mi vida fue una mezcla de alegría y períodos de profunda depresión. Ahora entiendo que esos períodos oscuros seguían atormentándome debido a traumas profundamente arraigados y sin resolver de mi infancia. Seis meses después, conocí a mi alma gemela en una página de citas. En cuanto miré sus preciosos ojos azules sentí en el estómago que era el indicado. Sentí como si lo hubiera conocido de antes, y la verdad es que probablemente lo había conocido en vidas anteriores. Tres semanas después de nuestro noviazgo le conté sobre mi intento de suicidio. Temblé y lloré mientras le abría mi corazón. Al terminar mi historia esperé, esperando que terminara la relación. Él simplemente sonrió, me abrazó y dijo: "Es cosa del pasado; sigamos adelante". Creo firmemente que fue un regalo del cielo para ayudarme en mi recuperación. Lo que no sabíamos es que la parte más difícil de nuestro viaje estaba por venir, y que requeriría un período de profunda introspección y sanación para ambos.

Estar enamorada era maravilloso, pero el resto de mi vida, bueno, no se estaba concretando tan fácilmente. Mi trabajo me resultaba insatisfactorio. Sin importar el trabajo que aceptara, sentía que no vivía según el propósito de mi alma, fuera el que fuera. ¿Cómo se suponía que iba a tener el corazón y el alma llenos de alegría si ni siquiera sabía qué hacer con la vida? Estaba en una montaña rusa emocional, cuestionándolo todo y dando vueltas a la experiencia que había tenido en el hospital. ¿Por qué Dios me diría que tenía una misión que cumplir en la Tierra y no me decía cómo debía lograrla?

Fue necesaria lo que podríamos llamar una "intervención divina”para que comenzara a actuar según la misión que me habían encomendado. Fui criada como metodista pero dejé de ir a la iglesia al final de la adolescencia. De repente, me invitaron a encontrarme con una nueva amiga en una iglesia pentecostal local. Nos recibió en la entrada un grupo de jóvenes que me preguntaron si creía en Dios. Respondí que tenía fuerte creencia en el amor de Dios pero que no aceptaba del todo ciertos aspectos de lo que todavía se enseñaba en varias organizaciones religiosas, por ejemplo, que hay que temer a Dios y que la homosexualidad es un pecado. El servicio fue encantador y al final sentí como si me hubiera caído un rayo y comencé a temblar y a llorar.

Decidí explorar más a fondo el cristianismo. Durante los tres meses siguientes, pasé mucho tiempo con un grupo de cristianos devotos que tenían creencias muy firmes sobre quién iba al cielo y quién no. Esto no me parecía correcto. ¿Cómo podía Dios amar incondicionalmente y, sin embargo, castigar? Durante ese tiempo asistí a algunas sesiones de oración y terminé hablando en lo que llaman lenguas. Sonaba a árabe. No podía controlarlo.

Reflexionando me di cuenta de que Dios se comunicaba conmigo, reafirmando mi verdadero camino y el mensaje que debía transmitir al mundo. La iglesia fue la llamada de atención que necesitaba. Se predicaban sermones sobre el amor y el perdón, a la vez que me decía que cualquiera que no fuera cristiano practicante perecería en el infierno. Esto estaba en conflicto directo con el Dios que había experimentado.

Necesitamos comprender que algunos de los más grandes maestros espirituales de todos los tiempos, —Jesús, Moisés y Buda—, enseñaron el amor por la humanidad sin importar el color, el credo, el género, la sexualidad, las creencias religiosas ni ninguna otra diferencia. Creo que es el poder de este Amor Divino lo que traerá paz y armonía a nuestro hermoso planeta y, en última instancia, sanará el mundo.

Alejarme de las restricciones de la vida eclesiástica y retomar mi camino espiritual resultó ser un paso importante en mi recuperación: me ayudó a aceptar plenamente lo que me había sucedido en el hospital. Emocionalmente no estaba sana y aún no tenía la fuerza para compartir el mensaje que había sido enviada a entregar. Me tomaría otros cuatro años, muchas sincronicidades divinas (demasiadas para mencionarlas en un solo capítulo) y la mayor tragedia de mi vida, antes de que finalmente tuviera la fuerza suficiente para actuar según el propósito de mi alma.

Un año después me invitaron a un fin de semana espiritual en Glasgow, que coincidió con el tercer aniversario de mi sobredosis. Uno de los oradores fue Neale Donald Walsch, así que se puede imaginar mi emoción. Sus palabras me llegaron al alma e hicieron llorar. Un amigo mío, que había viajado conmigo, me miró y dijo: «Kelly, está diciendo lo mismo que tú cuando subiste». Le respondí: «Sí, lo sé, pero ¿cómo puedo saberlo?».

Más tarde ese día, Doreen Virtue, en su conferencia preguntó si alguien tenía algo que compartir. Tímidamente levanté la mano y, por primera vez, hablé de mi experiencia. La reacción del público fue increíble. En ese momento supe en mi corazón y alma que algún día hablaría al mundo de mi experiencia y de lo que aprendí de ella. Esto se confirmó más tarde cuando recibí un pequeño empujón del universo. Una señora, con una bolsa llena de tarjetas de ángeles, se me acercó. Me pidió que eligiera una. Metí la mano en la bolsa y saqué una tarjeta morada que decía: "Propósito de la vida: Maestro". Mi amiga me miró y dijo: "Mira, Kelly, este es tu propósito". Cinco minutos después Dios es testigo de que una segunda tarjeta de ángel se desprendió del reverso de la morada. Era dorada y tenía impresas las palabras "Gracia y Espíritu Santo". No tenía ni idea de la importancia que los colores morado y dorado adquirirían en mi camino.

A principios de 2014, luchando contra el aislamiento y dudando de mi camino, decidí buscar en internet a otras personas que hubieran tenido una experiencia similar a la mía. Di con la Dra. Penny Sartori —o mejor dicho, fui guiada divinamente hacia ella—. Le envié un correo electrónico de dos líneas, al que respondió de inmediato, y quedamos en hablar por Skype al día siguiente. Penny estaba embarazada en ese momento y no respondía a los correos pero intuitivamente sintió que necesitábamos hablar. Compartí mi experiencia y mi profundo deseo de crear un movimiento basado en unir a la humanidad en una amistad global. Su ideología es amar, cuidar y compartir. También le conté sobre un concepto de marca infantil en el que estaba trabajando, que esperaba que algún día financiara la labor continua de mi fundación benéfica. El objetivo de la fundación es marcar una diferencia positiva a nivel mundial para los niños afectados por pobreza y sufrimiento. Fue una experiencia catártica poder hablar finalmente con alguien que creía en mi verdad, sin pensar que me había vuelto loca. Penny amaba y creyó en mi visión, y desde entonces la magia comenzó a desarrollarse.

Varios meses después de nuestra conexión concerté una cita con una terapeuta de regresión a vidas pasadas. Antes de la sesión, la terapeuta me comentó que a menudo recibía mensajes canalizados durante y después de las sesiones. Entré en un estado meditativo, pero en lugar de retroceder vi el color púrpura y luego lo que parecía un corazón dorado surgiendo en mi consciencia. Lloré de alegría. La terapeuta me sacó de mi estado meditativo y me dijo que lo que me había sucedido era muy inusual. En su opinión, la razón por la que no había retrocedido era la gran importancia de esta encarnación.

Había dibujado una corona en un papel y me preguntó si los colores morado y dorado tenían algún significado para mí. Le respondí que antes de mi experiencia no, pero que desde entonces sí. La corona que había dibujado era la imagen exacta del logo que había diseñado para el movimiento: morado y dorado, con un corazón de amor incluido. Me sugirió conectarme con mi guía espiritual y me dijo que gritara el primer nombre que oyera: Peter. Siendo sincera, la sesión me decepcionó un poco y no confiaba del todo en lo que acababa de ocurrir. No estaba convencida de que Peter fuera mi guía; quizá mi mente consciente había elegido ese nombre al azar.

Esa noche, la terapeuta me envió un mensaje diciéndome que buscara a Pedro, la Roca, uno de los discípulos de Jesús. Me reí y le escribí que no conocía bien la Biblia, pero que lo investigaría. Al día siguiente, me encontré con una señora que recientemente se había convertido en mi mentora. Me preguntó qué había estado haciendo. Le conté sobre la regresión y la referencia a Pedro. La mujer me miró sorprendida y dijo: «Sabía que había una razón por la que elegí este libro para leer en el tren. Era para ti». Me entregó el libro, El Plan Crístico: 13 Claves para la Conciencia Crística, de Padma Aon Prakasha, que tenía un capítulo titulado «El Ancla, Pedro la Roca».

Un pasaje del capítulo habla de una civilización cristiana, construida sobre un corazón sencillo que reconoce el amor, se esfuerza al máximo y vive una vida buena, pero que lucha y tiene defectos. Sonreí al leer esas palabras; me recordaron a mí y ahora entendía por qué Pedro era el guía perfecto, no solo para mí sino, sin duda, para muchos otros. Él tenía sus debilidades, como todos, pero Dios puede ver más allá de nuestros defectos lo que realmente reside en el corazón y el alma de cada uno.

Las palabras de ese pasaje me serían de gran ayuda ya que pronto enfrentaría el momento más angustioso y desafiante de mi vida. Desde mi ECM había avanzado mucho en mi proceso de sanación. Sin embargo aún persistían problemas profundamente arraigados y reprimidos de mi infancia que necesitaban sanación.

En junio de 2015 hablé con una amiga sobre su crianza y cómo tanto ella como su hermana se habían visto afectadas negativamente por cosas que les habían sucedido en la infancia. Se me llenaron los ojos de lágrimas al escuchar su historia. Sentí su dolor como si fuera el mío. Me di cuenta de que no solo lloraba por mi amiga y su hermana, sino también por mí misma y por mi niña interior. Fue una experiencia rarísima; como si supiera que algo me había afectado profundamente, pero no tuviera recuerdos claros a los que anclar los sentimientos. Fui al baño de mi amiga y recé en voz alta a mis abuelos fallecidos. «No sé qué necesito saber, pero necesito saberlo. Por favor, ayúdenme a entender por qué me siento así».

Al día siguiente hablaba con una mujer con un don espiritual. Era la primera vez que hablábamos, y sin saber más que mi nombre, me dijo: «Tu intuición sobre tu infancia es correcta. Esto está saliendo a la luz ahora porque por fin eres lo suficientemente fuerte como para afrontarlo. Es hora de sanar». Lo que no sabíamos es que al día siguiente tendría una retrospectiva del pasado severa y me ingresarían en el hospital. Nunca había sentido tanto miedo; me provocó una crisis nerviosa y psicosis total. La paranoia me invadió, haciéndome desconfiar de todos. Mi pareja y mis padres se quedaron conmigo hasta que les pidieron que se fueran. Mi pareja se inclinó sobre la cama para darme un beso de buenas noches, y yo agarré el crucifijo que llevaba al cuello y se lo arranqué. Estaba aterrorizada y el crucifijo parecía mi única protección. Más tarde esa noche, les di al personal de enfermería la sorpresa de sus vidas cuando salté de la cama y empecé a cantar y predicar sobre Jesús y varios arcángeles que iban a erradicar la oscuridad de nuestro planeta. Canté y prediqué durante horas. Las enfermeras me dijeron después que tenía una hermosa voz. Pero, como había cantado durante horas, finalmente me internaron y pusieron una inyección para que dejara de cantar y me calmara. Cuando mi pareja llegó al hospital, las enfermeras lo llevaron aparte: "¿Kelly es religiosa? ¿Canta en un coro?". Él respondió: "No, normalmente no tiene oído musical". Afortunadamente, en un par de días el equipo de salud mental me evaluó, revocó la reclusión y me permitió ir a casa. Es difícil comprender todo lo que ocurrió en el hospital y todavía nos cuesta entender por qué sucedió. Sin embargo una cosa es segura: estaba en un estado de consciencia intensificada provocado por un trauma profundamente reprimido. Parecía que finalmente estaba lista para enfrentar, procesar, sanar y liberar ese dolor. También estoy segura de que fue una parte importante de mi continuo despertar espiritual, que continúa en la escritura de este libro y la obra benéfica relacionada con él.

Tuve la suerte de contar con el apoyo de un personal médico amable y compasivo. Vieron más allá de mi comportamiento aparentemente extraño y reconocieron que lo que necesitaba era apoyo para superar los posibles síntomas de estrés postraumático.

Lamentablemente, este no siempre es el caso de los pacientes que muestran señales de conexión espiritual. Muchos terminan internados bajo la Ley de Salud Mental, obligados a tomar una mezcla de drogas psicoactivas que suprimen sus verdaderos sentimientos e identidad.

Creo que se debe hacer mucho más dentro del sistema de salud para comprender los síntomas del despertar espiritual. Se debe centrar la atención en identificar las causas y efectos potencialmente profundos de los problemas de salud mental percibidos por las personas. Mi experiencia me enseñó que se debe considerar un enfoque holístico y centrado en la persona dentro del sistema de salud, enfocándose en la sanación conjunta de mente, cuerpo y alma.

Por amor y respeto a mi familia he optado por omitir detalles personales sobre mi ingreso hospitalario y mis continuos problemas de pareja. Sin embargo, lo que sí compartiré es que, en septiembre de 2015 mi padre falleció. Trágicamente, se suicidó. Cuando recibimos la llamada telefónica informando que se había ahorcado la conmoción y la pérdida fueron insoportables. Las repercusiones de su fallecimiento han sido desgarradoras. La familia materna me responsabilizó del suicidio de mi padre, rechazándome, cuestionando mi carácter y ridiculizando mis experiencias y creencias.

No puedo decir que no haya dolido, sí. Sin embargo, el conocimiento y la sabiduría adquiridos durante mi experiencia cercana a la muerte, y el camino espiritual y sanador que he recorrido desde entonces, me han ayudado a afrontar esta tragedia de una manera más pacífica y digna que antes. No me malinterpreten, todavía tengo dificultades periódicas para lidiar con la enormidad y el dolor de todo esto, y he buscado terapia alternativa para ayudarme a procesar y sanar el trauma. Sin embargo, tengo la suerte de saber que la vida continúa y que algún día me reuniré con mi padre. Reconozco que, desde la infancia, he buscado amor y aceptación fuera de mí cuando la persona en la que realmente necesitaba buscarlos era yo misma. Mis experiencias de vida me han hecho quien soy, y no cambiaría nada. Creo que elegí este camino al venir a este mundo para, algún día, poder ayudar a otros en su camino de sanación hacia el amor propio y la aceptación. En última instancia somos seres espirituales viviendo una experiencia terrenal. A veces, nuestras vidas pueden ser muy dolorosas, pero creo firmemente que todas nuestras experiencias, incluyendo dolor y sufrimiento, están perfectamente orquestadas para ayudarnos a aprender, crecer y desarrollarnos. Solo cuando volvemos a casa todo cobra sentido. Vale la pena recordar siempre que, sin importar los desafíos que enfrentes, eres amor, y eres amado incondicionalmente: todos lo somos.

Me apasiona crear conciencia sobre el suicidio y hablar abierta y honradamente sobre mi experiencia en ambos extremos del espectro. Creo que se podrían prevenir más suicidios si la gente comprendiera que es imposible terminar con la vida. Nuestras almas y espíritus continúan después de la muerte física enfrentándose a los mismos problemas que tuvimos en el plano terrenal. En algún momento todo debe abordarse; ya sea mediante la sanación continua en las diversas dimensiones o durante nuestra próxima encarnación. Sin duda, es mejor permanecer en el cuerpo físico, con tus seres queridos a tu alrededor, y resolver los problemas percibidos para sanar lo que necesita sanación en lugar de terminar con la vida física. Quizás si hubiera hablado con mi padre sobre esto con más detalle él todavía estaría con nosotros hoy. Quién sabe, pero estoy 100% segura del amor incondicional de Dios y de que mi padre continúa creciendo y sanando espiritualmente. Hazel Angeni, una médium espiritual con talento, me ha confirmado que mi padre está bien. Ha tenido una revisión de su vida y ahora entiende todo lo que le digo. ¡Esto me hizo sonreír!

Espero que mis palabras ayuden a aliviar el dolor y el sufrimiento de quienes han perdido a un ser querido por suicidio permitiéndoles comprender que ellos no están condenados a una vida en el purgatorio y que algún día los volverán a ver. Ha llegado el momento de acabar con el estigma asociado a los problemas de salud mental y al suicidio. Debemos animar a las personas a hablar abierta y francamente sobre sus sentimientos en lugar de ocultarlos, como muchos hacen, como un oscuro secreto culpable.

Creo que los problemas de la mayoría de las personas se deben a una baja autoestima que generalmente proviene de experiencias de la infancia. Los adultos con problemas a menudo crean niños con problemas, y el ciclo continúa. Es necesario hacer más para ayudar a todos los niños a darse cuenta de lo especiales, hermosos e increíbles que son. Tenemos el deber de cuidarlos y ayudarlos a desarrollar mentes sanas y felices, y una actitud positiva. La educación no debería centrarse únicamente en lo académico, debería ser más holística, abordando habilidades para la vida, la creatividad y cómo ser fieles a nuestro yo auténtico.

Desde mi experiencia, en 2009, he estudiado el poder de la positividad y he tenido el privilegio de capacitarme con la Fundación Sue Stone. Durante el curso, hablamos sobre la proliferación de la negatividad en el mundo y el impacto que tendrá en el futuro de nuestros queridos hijos. En un instante, lo que viví durante mi experiencia cercana a la muerte me inundó, y nació mi álter ego, la Princesa de la Positividad de Planeta Positavia. Positavia es esencialmente el lugar al que fui durante mi ECM y, a través de este personaje, quiero empoderar a los niños para que despierten sus poderes de positividad y sean el cambio positivo que queremos ver en el mundo.

Mi mayor sueño es crear una marca de personajes infantiles que ayude a financiar la labor continua de la fundación benéfica Love, Care, Share que he creado. Visualizo a familias yendo al cine a ver una película animada sobre las aventuras de la Princesa Positividad del Planeta Positavia. Al final de la película se proyecta un tráiler que muestra la labor de la fundación y los rostros del público se iluminan al ver el impacto que las ganancias de la película y las posteriores ventas de productos están teniendo en ayudar a los niños menos privilegiados de todo el mundo. ¡Qué mejor manera de hacer que el Poder de la Positividad (amabilidad, compasión y aceptación de todos) se vuelva popular! Ya tengas 1 o 101 años, nunca es tarde para convertirte en un Príncipe o Princesa de la Positividad que realmente ama, se preocupa y comparte.

Mi ECM y las experiencias espirituales posteriores han impactado mi vida de maneras que jamás imaginé. La han llenado de amor y belleza, y me han guiado por un camino que me ha conectado con personas verdaderamente increíbles. Sin embargo, ha habido momentos fugaces en los que he deseado que nunca hubieran sucedido, para poder vivir una vida relativamente normal... sea lo que sea. A veces, es difícil reajustarse a la existencia terrenal después de haber tocado el otro lado. Estoy aprendiendo a entregarme por completo y a dejar que Dios, el universo y los ángeles me guíen. Sé que la visión en mi corazón y en mi alma está siendo guiada divinamente, y mis oraciones están siendo respondidas.

Una de las sincronicidades, casi demasiado conmovedoras para mencionarla, se relaciona con un video profesional que necesitaba para la página web de Positivity Power Movement. No tenía presupuesto para cubrirlo. Lo que tenía, y sigo teniendo, es confianza y fe en que la visión final se manifestará. Estaba sentado charlando con Dios y los ángeles, como suelo hacer, pidiéndoles ayuda y guía. Una o dos horas después, navegando por Facebook, descubrí un concurso para ganar la grabación y edición de un video profesional. Enseguida participé y, unos días después, me enteré de que había ganado. Cuando busqué la empresa que iba a grabar el video, me sorprendió ver que se llamaba Awakening Media, con sede en Angel Wings, Leeds. No pude evitar sonreír. Cuando finalmente conocí al encantador Alistair Ruane, que iba a grabar mi video, me informó que también era animador y locutor. Compartí mi visión global de crear la primera marca infantil de este tipo, destinada a ayudar a los jóvenes menos afortunados; lo que sucedió después me dio escalofríos. Alistair se ofreció amablemente a producir más de un video. Además, ayudó a crear una Princesa Positiva animada; así, tendría un producto para mostrar a posibles socios mediáticos interesados ​​en la producción. Me dijo que estaba dispuesto a ayudarme, porque un año antes, el 9 de octubre, coincidiendo con el aniversario de mi ECM, casi murió, lo que cambió su actitud ante la vida. Ahora quería servir a los demás. Supe en ese instante que Alistair sería una de las muchas personas con ideas afines con las que seguiría trabajando en el futuro.

Mientras escribía mi capítulo, me sentí impulsado a contactar con una joven de Wigan, Caz Simms. Fue paciente al mismo tiempo que yo, en la misma sala donde tuve mi ECM. Le envié un mensaje por Facebook preguntándole si recordaba algo de lo que dije en el hospital. Casi esperaba que dijera: "No sé de qué hablas", pero me respondió: "Sí, lo sé, y es increíble ver que estás logrando lo que te propusiste. Dijiste que querías cambiar la negatividad del mundo y prevenirla en los jóvenes. Les decías a todos que todos somos uno, todos conectados, todos iguales. Estabas tan llena de amor, como si tuvieras un mensaje de Dios para compartir". Esto me dejó atónita y supe en ese instante que había sido guiada a reconectar con Caz para reafirmar lo que había experimentado y recordarme la importancia del trabajo que estaba haciendo.

Lo que me impulsa a trabajar por un cambio transformador en el mundo es que las futuras generaciones de niños crezcan amándose a sí mismos y a los demás. Utilizo mi historia personal como ejemplo del profundo cambio que es posible. Aprender a amarme me ha llevado más de 41 años, y aunque todavía tengo vacilaciones emocionales de vez en cuando cuando surgen problemas e inseguridades sin sanar, estoy muy orgullosa de lo lejos que he llegado. Durante años he visto el amor y la belleza en los demás, pero me ha costado verlos en mí misma. Esta falta de amor por mí misma me ha llevado, en ocasiones, por un camino autodestructivo, y he dicho y hecho cosas de las que ahora me arrepiento. Sin embargo, me di cuenta de que aferrarme a los errores percibidos del pasado no sirve de nada. El pasado es pasado, y todo lo que hice en mi vida anterior fue parte de mi despertar. He aprendido que todos hacemos cosas que no sirven a nuestro propósito superior, y estas se convierten en lecciones para nuestro crecimiento. Juzgarnos a nosotros mismos y a los demás es contraproducente, porque la realidad del amor de Dios es Divina e incondicional.

Imagina cómo sería el mundo si nos apoyáramos mutuamente. Soltando la culpa y la vergüenza de nuestro pasado, y aprendiendo a amarnos a nosotros mismos y a los demás como Dios ama a toda la creación. Cada momento es una oportunidad para replantear y redefinir nuestra vida. Por ejemplo, yo uso un método sencillo para lograrlo: pararme frente a un espejo. Mientras me miro, digo: «Como me amo y me perdono de verdad, puedo amar y perdonar de verdad a los demás». Este sencillo ejercicio puede ayudarnos a comenzar el camino de la liberación de nuestros corazones, mentes y almas. Cuando vivimos en amor y perdón, las ondas positivas resuenan con fuerza en el mundo. De esta manera, el camino hacia una sanación profunda comienza cuando nuestros corazones y almas se redimen al servicio del amor, por nosotros mismos, por los demás y por el mundo.

Quién sabe adónde me llevará la siguiente etapa de mi viaje, pero una cosa es segura: será un viaje basado en el amor, no en el miedo. Sé que mi destino es compartir mi verdad y trabajar en colaboración con otros para lograr un cambio hermoso y duradero en nuestro planeta. Nunca olvidaré las palabras canalizadas que leí de una princesa de la vida real, la difunta Su Alteza Real la Princesa Diana. Ella dijo: «No se trata solo de amarnos y cambiar el mundo; se trata de amarlo todo para cambiar el mundo». No siempre es fácil, lo sé, pero es algo por lo que todos podemos trabajar. Ella fue, y sigue siendo, una inspiración para muchísimas personas, incluyéndome a mí. Su luz brillante sigue viva y continúa tocando el mundo de una manera tan positiva y vital. A través del trabajo de nuestra fundación benéfica, planeamos llevar amor, alegría, felicidad y positividad a la vida de los niños de todo el mundo y dejar un hermoso legado, tal como ella lo hizo.

Desde que comencé mi investigación, muchas personas me han contactado después de su ECM. Me han descrito las numerosas sincronicidades que comenzaron a manifestarse en sus vidas. A menudo, estas sincronicidades parecen increíbles, pero tienen un gran significado para cada persona. Kelly no es la excepción, y este capítulo solo ha abordado algunas de las muchas sincronicidades de su vida. Kelly se ha transformado por completo gracias a su experiencia y está completamente comprometida a poner en práctica lo aprendido durante ella. Ha sido una fuerza impulsora para que este libro se haga realidad, y sus ideas van mucho más allá de la simple coautoría. Ha creado el personaje infantil Princesa Positiva, ha creado el Movimiento Poder Positivo (que impulsa la actividad de la fundación benéfica Love, Care, Share) y continúa conectando con personas de todo el mundo para difundir el mensaje de interconexión, paz, amor, cuidado y servicio a los demás.

 

2. TOCANDO EL VACÍO… Y EL VIAJE DE REGRESO

Conocí por primera vez a la actriz Gigi Strehler, de 37 años, cuando me contactó a través de mi sitio web en 2011 pidiendo ayuda para comprender su ECM. Estaba en las primeras etapas de entender su experiencia. Intercambiamos algunos correos electrónicos pero pasaron un par de años antes de que volviera a contactarme. Esto no es inusual; puede llevar muchos años antes de que alguien pueda revelarme completamente su experiencia. Quedamos en tener una breve charla por Skype que duró unas tres horas. Me fascinó escuchar lo que Gigi tenía que decir y cómo interpretó su experiencia. Son las conversaciones con personas que han tenido ECM las que profundizan mi comprensión de este fenómeno multifacético. En nuestra conversación inicia, me resultó muy evidente que los cambios en la vida de Gigi después de su ECM eran difíciles de conciliar con su vida anterior ya que experimentó una de las ECM menos frecuentes: una experiencia de vacío. Más tarde conecté a Gigi con Kelly, quien a su vez la conectó con otras personas que aparecen en este libro.

El proceso de venir a este mundo lleva mucho más tiempo que el de partir. En algunos casos la vida termina en un abrir y cerrar de ojos, y en otros es una salida prolongada y duradera. Yo era de los primeros; mi encuentro con la muerte fue tan repentino e inesperado. Me fascina que la gente a menudo sienta más curiosidad por los detalles que conducen a la muerte que por el hecho mismo de morir. Tuve un amigo que se suicidó y me impactó la cantidad de gente que se preguntaba cómo se había quitado la vida en lugar de reconocer de inmediato la ausencia de esa vida. Es cierto que tenemos fascinación morbosa por la muerte y el morir. Seré breve.

Era un día normal de exámenes en la escuela de teatro donde daba clases. Superé el exhaustivo proceso de valorar a los alumnos y enviarlos a que realizaran  pruebas individuales. Sintiéndome extrañamente débil y cansada —sin saber que sufría una hemorragia interna—, fui al baño y me desplomé. Más tarde me enteraría de que la afección que padecía se llamaba divertículo de Meckel, que tenía una úlcera perforada y que la sangre brotaba por todos los orificios posibles. Conseguí agarrarme al lavabo y abrir la puerta con la fortuna de que la directora del centro caminaba por el pasillo. Logré llamar su atención. Sabiendo que algo iba muy mal le pedí que llamara a una ambulancia y me desmayé. Recuperé la consciencia en la ambulancia y llegué a Urgencias. Tenía fe total en los médicos, el hospital y el diagnóstico pendiente, y en que cualquier problema se corregiría pronto. De alguna manera, logré racionalizar el hecho de que me salía sangre a borbotones y que me hacían transfusiones de sangre de emergencia para reponer una vitalidad que se agotaba rápidamente. Los médicos hicieron todo lo posible por investigar, pero a pesar de que me introdujeron tubos por todas partes no encontraron nada. El flujo sanguíneo era tan intenso que obstruía las imágenes de la cámara. Pero aún tenía fe. Y seguía creyendo, con cierta ingenuidad, en la suerte.

Las vueltas del destino pueden cambiar en un instante se dice. Desafortunadamente, y al final catastróficamente, todo esto ocurrió justo cuando enfermeras y médicos debían hacer huelga contra los cambios gubernamentales en sus salarios y pensiones. En circunstancias normales, yo habría estado allí, en el piquete con ellos. Su huelga iba a ser mi perdición. Sigo teniendo sentimientos al respecto. Sin embargo, con el paso de los años reajusto mi relación con palabras como caos, casualidad, suerte, destino, coincidencia, serendipia, accidente y percance.. Las enfermeras que servían en mi sala eran enfermeras que reemplazaban a las que protestaban afuera. Me acercaba a mi quinto día en el hospital y la hemorragia no daba señales de cesar. Recuerdo a mi madre sostener mi cuerpo convulsionante mientras un río rojo brotaba de él. Obviamente, algo salió mal porque no me hicieron una transfusión de sangre esa noche. A la mañana siguiente me tocaba una tomografía para intentar determinar el origen de la sangre. Iba a ser un procedimiento largo, así que me llevaron al baño para tener la última oportunidad de orinar antes de empezar. Una vez en el baño me desmayé al instante, golpeando la cabeza contra la pared de azulejos. Eso era todo. La muerte se acercaba.

Es cierto lo que dicen: el último sentido en desaparecer es el oído; todos los demás dejan de funcionar lentamente a medida que la muerte se acerca desde los pies, pero el último en desaparecer es el oído. Este es un fenómeno milenario. Quizás hayas oído relatos de Sócrates al que obligaron a ingerir la cicuta, una planta altamente venenosa, como método de ejecución; una ejecución que implicaba una parálisis muscular ascendente que produce la muerte. O quizás hayas visto imágenes grabadas con una cámara termográfica de alguien falleciendo: todo el cuerpo brilla rojo al principio cuando la cámara detecta calor (vida), luego comienza a transformarse a través de varios colores intermedios hasta el azul (muerte), extendiéndose desde los pies hacia arriba. Básicamente, abandonas tu forma física a través de la coronilla y, por lo tanto, tu audición permanece intacta durante más tiempo.

Y escuché mucho durante mi experiencia. Oí a los médicos llamar al equipo de urgencias. Los oí admitir su culpa por haber omitido la última transfusión de sangre. Oí el caos cuando se dieron cuenta de que la unidad de urgencias estaba al otro lado del hospital. Oí los gritos mientras se tomaban decisiones rápidas. Oí miedo, pánico, confusión, determinación y adrenalina. Y luego todo se volvió negro.

La muerte es un proceso muy hermoso y relajante. Es una sensación deliciosa, una que ya no me perturba. No hay experiencia más dichosa, por muchas drogas o sustancias psicoactivas que tomes. Y hay tanta gracia y misericordia en el proceso. Ahora, ante cualquier situación, siempre me recuerdo que todo pasa, incluso el dolor, y esa es la maravillosa salvación que trae la muerte.

¿Cómo es morir? Bueno, para mí fue como hundirme en una hamaca. Es como si la "muerte”fuera una trayectoria hacia atrás, y la "vida”una voluntad/intención/enfoque, hacia adelante. Años después, todavía tenía momentos, en terapia, en los que no podía perdonarme por sucumbir tan fácilmente a la muerte. Todos tenemos la idealización de que lucharemos hasta el final por ese avance hacia la vida y la existencia, cueste lo que cueste pero no fue así para mí. Me separé del cuerpo con la misma facilidad con la que una hoja cae del árbol caducifolio. Sabía que mi forma física se había rendido. Aunque sabía que mi única esperanza era concentrar toda mi fuerza mental, consciencia e intención en luchar hacia adelante, de vuelta a la "vida", elegí hundirme más profundamente en esa maravillosa hamaca de misericordia y gracia. Elegí la muerte.

Limbo. Esa es la frase que acuñé en terapia para describir el espacio/lugar al que fui. Muchas personas ven un túnel de luz, se encuentran con seres queridos fallecidos o incluso con una energía, fuente, entidad de luz o deidad. No tuve una experiencia que confirmara otro reino de consciencia. Esta es una característica maravillosa y positivamente afirmativa de una ECM común. Incluso una ECM "negativa", como sentir o encontrarse con una presencia demoníaca o fuerzas destructivas, puede tener resultados positivos. Ambas experiencias dejan a las personas regresando a este reino físico con una sensación segura y arraigada de otro continuo espacio-temporal o existencia del yo. Quienes tienen una ECM positiva regresan y disfrutan de su experiencia celestial. Quienes la tienen negativa a menudo regresan y se reforman. De cualquier manera, tienen un concepto inquebrantable de la conciencia continua del yo. Yo iba a tener un concepto inquebrantable de algo muy diferente. Algo que solo se informa en aproximadamente el 5% de las ECM. Fui al "vacío". Oscuridad, silencio, la nada total. Cero. Nada de nada. Y esto era la nada como experiencia, no solo como concepto con el que jugamos en vida. Lo dejaré reposar un momento, y entonces quizá lo que intento articular realmente tenga sentido... Experimenté la verdadera atemporalidad. El tiempo no es lineal; de hecho, es un concepto creado por el hombre. Es flexible, enroscado; gira en espiral. En un instante simultáneo experimentas todo lo que fue, es y será; todo aquello de lo que formas parte y con lo que estás en armonía. Meses después, mi mente analítica, al regresar al mundo físico, sufriría un colapso severo, luchando por comprender el concepto, por no hablar de la experiencia. Al esforzarme por comprender qué era ese lugar —el limbo—, empecé a pensar que si no había tenido una experiencia celestial o infernal, de alguna manera había ido a un espacio/lugar intermedio. Una puerta entre la vida y la muerte (o mejor dicho, una existencia y un estado de ser continuos, aunque alterados); una especie de purgatorio, por así decirlo. Esta idea dio origen a lo que desde entonces, quizás, se ha convertido en una obsesión de toda la vida: investigar los conceptos de la humanidad sobre el más allá. Llevé mis preguntas al rabino, al sacerdote, al imán, al monje; ninguno tenía respuestas concretas, y por concretas me refiero a una filosofía, ideología o concepto que coincidiera al 100 % con mi experiencia, realidad y verdad. En mi desesperación, mi psique comenzó a desmoronarse. ¿Quién soy realmente?, me pregunté, dado que mi autoconciencia se ha desprendido de mi forma física. ¿Qué es ese limbo? ¿ Adónde fui?

La terapia me permitió, poco a poco, soltar la necesidad de definir ese lugar con otras palabras o términos. En cambio, cuando deseo regresar a ese espacio, recuerdo la sensación y la plenitud de la experiencia. La sensación de amor absoluto, misericordia absoluta y ausencia total de juicios mecerá mi conciencia para siempre. No me importa describir o articular ese lugar; lo vital, sin embargo, es asimilar las tres profundas revelaciones que tuve allí.

Las revelaciones, por naturaleza, son instantáneas. No son procesos ni viajes hacia un despertar determinado; son inmediatas, completas y profundas. La única forma en que puedo expresarlo es así: fue como si tres revelaciones, tres comprensiones, se descargaran instantáneamente en mi cerebro, aunque es discutible si el cerebro sigue funcionando como tal durante un paro cardíaco. Sea cual sea el término que se les quiera dar, esencialmente conecté con tres verdades pertinentes que eventualmente influirían en cada instante de mi regreso a la vida.

Revelación Uno: el mundo material no es la realidad. Es muy fácil decirlo, sin juego de palabras como declaración dada, pero cuando sucede, sacude todo tu mundo y existencia. Es profundamente impactante. De repente distorsiona la noción de nosotros mismos. No nos llevamos nada con nosotros. Nada. Ni siquiera la forma física. No soy mi cuerpo ni mi mente. No soy mis órganos, ni siquiera el aliento. ¿Qué soy entonces? Yo. Solo, simplemente, Soy. Es una gran noción y una realidad aún mayor e impactante cuando sucede. Debido a esto me resultó muy difícil, al regresar al mundo físico, crear apegos a cosas, dinero o posesiones. Me volví enormemente intensa en mi comunicación con las personas: miraba profundamente a sus ojos, buscando conectar con su yo más profundo y verdadero en lugar de su manifestación física. Ya no podía registrar rostros y cuerpos en ninguna escala móvil. Tampoco podía diferenciar más entre belleza y fealdad. Perdí toda objetividad. Solo podía descifrar subjetivamente la energía luminosa y oscura que las personas llevan dentro, y todo el espectro intermedio. Con todos nuestros avances como especie hemos sofocado cierto instinto animal o sexto sentido. Y mi instinto animal se había magnificado. Simplemente percibía la energía vibratoria de alguien y reconocía mi  respuesta individual. Podía "olfatear”a la gente al instante, casi leer sus pensamientos internos; sin importar lo que se suponía que debía pensar de su forma exterior, hermosa o no. Se volvió muy intrusivo tanto para la persona como para mi  energía. Podía "olfatear”sus pensamientos más íntimos, miedos y amores más profundos. La verdad es la que es. No hay escapatoria, no importa cómo se presente. En los primeros años, después de mi experiencia, llamaba a las cosas por su nombre. Decía a las personas lo que realmente pensaban y sentían. Les asustaba, les enojaba o abrumaba. Con el tiempo dejé de decir cosas. Pero la capacidad de ver directamente a través de la forma física sigue siendo una bendición y una maldición.

Revelación Dos: el juicio es un proceso interno. Muchas religiones, filosofías e ideologías del mundo hablan de un día del juicio, de un equilibrio de la balanza, de una retribución kármica o de un día de ajuste de cuentas: una evaluación de las acciones, palabras y sentimientos de una persona. Pero no es nada como te lo imaginas. Muchas personas que han tenido una ECM hablan de una "revisión de vida”en la que les muestra su vida una entidad neutral, que no juzga, o reviven partes de ella. A menudo esto se hace desde la perspectiva del yo superior o a través de los "ojos”de la persona a la que su comportamiento, acciones o palabras afectaron. Para mí, también, el juicio no fue un proceso externo. No había una entidad separada que determinara que las personas buenas tomen el ascensor que sube al Cielo y las malas la escalera mecánica que baja al Infierno. Ese es un punto de vista demasiado simplista. El juicio es un proceso completamente interno. No ocurre de afuera hacia adentro, sino de adentro hacia afuera. Para mí, estar en el limbo, sin forma física, era como ser completamente transparente. Podía "ver”todo dentro de mí, y yo era parte de todo. Quizás de aquí provienen las ideas de "Dios está en todas partes", y, "Dios todo lo ve". No puedes huir de ti en el lecho de muerte. Sabes la verdad detrás de cada acción,  palabra, pensamiento. Así es. Cada intención que hayas tenido es conocida por ti y por todo lo que es. Y como el "tiempo”en el reino físico es finito, una vez que pasas al reino eterno no puedes volver atrás y cambiar las ondas y vibraciones creadas en tu vida física. No puedes deshacer ninguna acción, palabra, pensamiento o sentimiento. Es simplemente lo que es, y ahora en el limbo, será para siempre. Eso es para mí lo que creó mi  infierno personal. Cada encuentro, cada suceso, cada palabra, cada acción, cada interacción energética con cualquier otra persona, animal o entidad natural se contabiliza porque sucedió: surgió, y no se puede deshacer lo que está entretejido en la trama de la vida. Eso duele. Cuando regresé sentí una necesidad imperiosa de rectificar y resolver cada suceso pasado que causó, a mí o a otros, alguna incomodidad o dolor emocional.

Revelación Tres: son nuestras acciones, no nuestro credo, lo que importa. Son las acciones que realizamos y las cosas que hacemos las que determinan nuestro estado vibratorio en el reino venidero. La religión, los sistemas de creencias tradicionales o las ideologías no son importantes. No es cómo llegas allí sino que llegas allí: a un estado de ser, conciencia, más elevado que cuando comenzaste. Llegué a comprender que tu creencia profesada (o incredulidad, para el caso) no tiene ninguna relación con el resultado. ¡Lo que piensas, dices y haces tiene infinitamente más importancia que lo que "crees"! Como resultado, simultáneamente tengo todo el tiempo del mundo para la religión y, sin embargo, ¡absolutamente ninguno! Me llevó a querer estudiar profundamente cada fe principal del mundo para aprender cómo los diferentes textos sagrados, profetas y sabios, culturas y procesos espirituales nos ayudan en nuestro viaje y búsqueda para alejarnos gradualmente de la oscuridad hacia la luz. Tengo un vívido recuerdo de mirar un libro grande de Educación Religiosa en la escuela primaria a la edad de ocho o nueve años, y recordar solo una cosa: "La religión no es más que una linterna multicolor; todos miramos a través de los diferentes colores, pero la vela siempre está ahí". Encapsula exactamente mis sentimientos en torno a esta revelación final. Tenía la sensación de que es casi como si Dios, la Fuente, la Luz, Om, Yahvé, el Universo o Todo Lo Que Es, fuera mucho más grande que esas complicaciones triviales de necesitar definir la expresión espiritual. La energía de Todo Lo Que Es realmente no tiene el tiempo o, me imagino, la inclinación para lidiar con los detalles de la búsqueda de la humanidad para encontrar la iluminación a través de doctrinas establecidas, reglas creadas por el hombre, regulación de rituales o la perfección de las prácticas. Evolucionas y te elevas, o no. Simple.

Regresar a mi forma física fue como un aterrizaje forzoso. Sospecho que se debió a una intervención médica agresiva, pero de repente sentí la conmoción de mis sentidos al despertar. Podía oler el desinfectante abrumador del ambiente estéril. Estaba cegado por las luces artificiales. Podía saborear la sequedad árida de mi boca. Oí al médico en prácticas exhalar un profundo suspiro de alivio mientras se secaba el sudor de la frente fruncida, preso del pánico. El dolor de las agujas clavándose en mis venas me recorrió todo el cuerpo. Fue, en efecto, un aterrizaje forzoso, pero estaba aquí. Estaba ahora. Había vuelto.

Las primeras palabras que le dije a mi madre cuando la llevaron a la habitación fueron: “J'étais près de Dieu» (estuve cerca de Dios). Debo señalar que mi lengua materna es el inglés al cien por cien. Aunque mi madre habla cuatro idiomas, el francés el tercero, y aunque cursé francés como asignatura en el colegio, a día de hoy me sigue pareciendo extraño y fuera de lugar decirlo. En cualquier caso, comoquiera que saliera, en cualquier idioma, reconozco que, de alguna manera, había comprendido profundamente la realidad de lo sucedido. Había tocado el vacío y regresado. Sabía que no me iría pronto. Y mientras los médicos me llevaban rápidamente al quirófano para una cirugía de emergencia, (decidieron que tendrían que entrar y ver qué podían encontrar), y las luces del techo pasaban rápidamente junto a mí mientras me llevaban apresuradamente por los pasillos, mi madre corrió a mi lado y dijo "Pide perdón", lo cual admiro de ella por ser un consejo muy esperanzador y práctico en medio de la histeria y el caos.

El perdón es la mejor descripción del sentimiento abrumador que sentí en el limbo. Una fusión perfecta de misericordia, compasión y amor. Sin embargo, recuerdo haber pensado: "¿Perdón por qué?”en respuesta a la bienintencionada oración-esperanza de mi madre. ¿De verdad había vivido una vida tan mala? Sí y no. Pero en ese momento quizá ya me reconfortaba la serenidad total que había sentido en el otro espacio y que se aferraba a mí como un residuo brillante de rocío. No tenía miedo. Y fui perdonada.

Cuando recuperé la consciencia tras la anestesia y la operación, las enfermeras llamaron a mi madre aunque normalmente no se permitía la entrada a familiares en la sala de recuperación. Esta vez mis primeras palabras fueron: «He vuelto por ti, mami», y más tarde supe que me habían abierto el estómago y descubierto y extirpado el divertículo de Meckel, la úlcera perforada y parte del intestino. También supe después que le habían dicho a mi madre que no creían que tuviera muchas posibilidades de sobrevivir. Esto explica su comentario de «pide perdón» como último consejo de despedida y como indicio del posible final. Pero, de hecho, iba a ser el comienzo de una lenta y ardua recuperación: física, mental y emocional. Una recuperación que comenzó con mi madre, literalmente, alimentándome y bañándome, mientras yo rehabilitaba lentamente mis músculos centrales y volvía a caminar. Era como si recorriera a toda velocidad las experiencias de la infancia. Como si se hubiera activado un botón de reinicio en mi vida. Me maravillé al ver lo brillantes y coloridos que eran flores y árboles cuando salí del hospital, unos días después. Los sonidos eran completamente abrumadores. Estaba aprendiendo a sentarme cómodamente y a sentirme acogida por mi cuerpo por primera vez.

Me estaban sucediendo cosas extraordinarias. Algo debía de haber cambiado en mi composición electromagnética porque notaba que esta vez tenía forma física ligeramente distinta. Las luces parecían zumbar o parpadear al acercarme, ¡y he fundido algunos fusibles! También me volví muy fotosensible y tuve que conducir con gafas de sol de noche durante mucho tiempo. Todavía me cuesta, en nuestra era tecnológicamente avanzada, usar televisores, ordenadores y teléfonos: la luz artificial me quema la retina y parezco causar más interferencias que cualquier otra persona que use dispositivos. También sabía que algo había cambiado en mi energía. Al haber crecido sin mascotas no tenía afinidad con los animales, (los amaba y respetaba, pero mantenía una postura neutral respecto a ellos), pero ahora se acercaban constantemente a mí como seres sintientes que son. Vivo en un pequeño piso en el corazón de Londres. Las ardillas entraban con gusto en mi salón y los zorros adornaban mi porche. Supongo que su "instinto más puro”podía olfatear ese residuo húmedo del otro espacio. Ocurría algo parecido con los niños pequeños: se me acercaban con toda su pureza, inocencia y amor, y yo sabía que algo dentro de mí había cambiado. No por elección. Nunca lo pedí. Simplemente fue un efecto secundario de la ECM.

Son las secuelas de una ECM las que realmente impactan tu vida, más que la ECM en sí. En mi caso sucedieron todo tipo de cosas. Mi sueño se alteró: tuve que dormir con mi madre porque el corazón me despertaba con un temblor justo cuando me quedaba dormida como si recordara el momento en que se detuvo e intentara sacarme del estado de paz en el que me  sumergía para evitar que volviera a morir. Mi vida onírica se disparó: los sueños "significativos”alcanzaron su punto máximo de intensidad y frecuencia. Ahora siempre puedo distinguir entre un sueño en el que la mente simplemente ordena su basura y uno en el que una conexión con la Fuente me ha traído un mensaje, como que me presentaran a mis dos ángeles guardianes, (me desperté llorando, sin creerme del todo digna de uno, y mucho menos de dos, de estas increíbles entidades), o sueños de profecía, (empecé a soñar con sucesos antes de que ocurrieran en la vida real), o de guía, señales o presagios. Como resultado, me fascina nuestro estado de sueño, nuestra relación con él y lo que sucede durante él. Pasamos gran parte de la vida, al menos un tercio en esta existencia alterada, casi comatosa, con diferentes patrones cerebrales, consciencia y consciencia alterada. Se establece algún canal o conexión con algo, en algún lugar. Estoy convencida de ello, y solo estamos investigando la punta del iceberg.

En algún punto entre lo espiritual y lo físico se encuentra lo mental y lo emocional. Puedo decir con certeza que hubo un momento en que perdí por completo la cabeza y el corazón. Creo que, en parte, mi experiencia del "vacío”me llevó a un colapso existencial total, y mi experiencia de "la paz que sobrepasa todo entendimiento”hizo que cualquier encuentro emocional en este mundo palideciera en comparación. Casi me suicidé, deseando solo regresar a ese estado de euforia dichosa que era el limbo. Mi forma de sentir y pensar sobre todo cambió por completo. Como si me hubieran sometido a un trasplante de cerebro y corazón; una transformación de personalidad e identidad. Fue abrumador. Tenía una perspectiva diferente sobre mí misma, mi lugar en el cosmos, mi familia, amigos, entorno, elecciones, actitudes, moral, valores, ideas sobre el amor, los niños, los animales y la naturaleza, en el espectro más amplio de las cosas, hasta la política, la carrera, el dinero, los activos, las relaciones, el matrimonio, la religión, la fe, el sexo, la oración, la meditación, directamente de vuelta a conceptos enormes que tienen que ver con el tiempo, la energía y la conciencia. Como puedes imaginar, es mucho para reflexionar y mucho para resolver si, como yo, estás drogado con medicamentos para amortiguar los efectos de los efectos secundarios de la ECM y el trastorno de estrés postraumático, (TEP).

Fue durante esta época cuando nació Near Death Experience UK. Había dedicado un par de años a leer extensamente sobre el tema y me sentí muy reconfortada al saber que, si bien las ECM difieren mucho en su manifestación, existen algunos rasgos que son válidos y trascienden la edad, sexo, idioma, cultura, credo y color de piel de quien las experimenta. Comprendí que estas verdades universales nos conectaban a todos. Supuse que si yo sufría terriblemente al intentar adaptarme a la vida en el planeta Tierra, debía de haber miles de personas que experimentaban el mismo dolor, confusión, desafíos y obstáculos. Creé Near Death Experience UK como el primer grupo de apoyo del Reino Unido para personas con experiencias cercanas a la muerte. No tenía ni idea de cómo iba a ayudar a nadie más que decir: "Lo sé. Lo entiendo". Pero sabía que sería una excelente manera de unir a la comunidad de ECM para ofrecer apoyo, amor y ánimo. Gracias a los increíbles avances médicos, cada vez más personas regresan del borde de la muerte tras haber vivido experiencias extraordinarias, y cuanto más las compartimos, más podemos aprender de ellas. Mi ECM me ha moldeado y cambiado de maneras que jamás habría podido concebir. Estoy muy agradecida. No me arrepentiré. Y espero que la luz llene tu "Segunda Toma", dondequiera y quienquiera que seas.

Durante nuestra primera conversación por Skype, recuerdo que Gigi me contó lo difícil que fue encontrar a alguien que comprendiera su experiencia. Se sentía como una carga para su familia y amigos por hablar tanto de su experiencia. Esto le hizo ver la necesidad de un lugar seguro donde las personas con ECM pudieran buscar la comprensión de otras que también habían pasado por experiencias similares. Anteriormente, en la década de 1980, existía un grupo de ECM llamado IANDS, (Asociación Internacional de Estudios Cercanos a la Muerte,) en el Reino Unido, presidido por David Lorimer y el Dr. Peter Fenwick, pero no existía ningún grupo de apoyo activo cuando Gigi me contactó por primera vez.

Como resultado directo de su ECM, Gigi dedicó mucho tiempo a investigar grupos de apoyo con el objetivo de crear Near Death Experience UK. Aunque Gigi solo lo mencionó brevemente en su capítulo, creo que ha logrado mucho. Creó una página web, buscó un lugar y dedicó mucho tiempo, además de su  dinero, a la creación del grupo. Cualquiera que haya participado en la creación de una organización comprenderá lo difícil que puede ser esta tarea. Su determinación dio sus frutos y dirigió con éxito la primera reunión en junio de 2014, tras la cual se celebraron varias reuniones, con lo que comenzó como un pequeño grupo de miembros.

Siento que este es el comienzo de algo muy necesario y confío en que este grupo crecerá, porque sin duda muchas personas que lean este libro se encontrarán en una situación similar a la de Gigi. El grupo ofrece a las personas que han experimentado una ECM la oportunidad de hablar sobre cómo les ha afectado su ECM y encontrar consuelo en el apoyo de quienes también han experimentado esos cambios.

Gigi tiene una gran visión para el grupo y espera que, con el tiempo, se extienda a lugares de todo el Reino Unido para que haya grupos locales donde la gente pueda reunirse sin tener que viajar a Londres. También prevé que se pueda contactar a través del grupo con terapeutas especializados en ayudar a personas con ECM para que las personas reciban el máximo apoyo posible. Si te interesa formar parte de este grupo y ayudar a Gigi a desarrollarlo aún más, visita el sitio web www.neardeathexperienceuk.com, donde encontrarás información sobre cómo contactarla.

 

3. MÁS ALLÁ DEL CIELO

Krista Gorman es mujer de 46 años que vive en Florida. Recibí un correo electrónico suyo  poco después de la publicación de mi libro en 2014. Vi un cortometraje en YouTube donde Krista disertaba sobre su ECM en una conferencia de la Asociación Internacional de Estudios Cercanos a la Muerte (IANDS). Noté una ligera sincronicidad cuando mencionó que, estando embarazada, la ecografía revelaba que su hija tenía hidronefrosis. Cuando yo estaba embarazada de mi hijo a él también le diagnosticaron hidronefrosis, una afección renal, durante una ecografía. La presentación de Krista me inspiró mucho porque era otra profesional de la salud que comprendía la importancia de las ECM. Ha escrito un libro sobre su experiencia y participado en el programa de Morgan Freeman, "La Historia de Dios", en el canal de National Geographic. Conecté a Krista con Kelly y rápidamente se hicieron amigas. También se convirtió en miembro activo del grupo de Facebook “Positivity Power”, donde conoció al amor de su vida a través de interacción por video.

Era el verano del 2000 y estaba al final de mi embarazo. Había pasado los dos años anteriores trabajando muy duro, estudiando y formándome para ser asistente médico y me gradué solo tres semanas antes del parto. Era asistente médico y también iba a ser madre. ¡Fue una época tan emocionante!

Me habían programado la inducción del parto a las 39 semanas debido a una anomalía congénita en el riñón de mi hija y una calurosa tarde de julio me instalé en mi habitación del hospital. Me administraron un medicamento llamado Pitocin por vía intravenosa para iniciar el parto. Justo antes de ese producto me dieron un antibiótico para prevenir una infección. Poco después de que me administraran el antibiótico por vía intravenosa empecé a sentir una sensación extraña en el pecho, como si el corazón me latiera de forma anormal. Avisé a la enfermera, quien inmediatamente suspendió la medicación, y poco después las palpitaciones también cesaron. No sabía cómo explicar la reacción salvo, que quizás, había desarrollado alergia al medicamento durante el embarazo.

Por la noche el parto transcurrió sin incidentes y a la mañana siguiente solo había dilatado tres centímetros. Las contracciones son mucho más fuertes con oxitocina, y por mucho que deseara pasar el parto sin ella pedí la sedación epidural. Poco después de que me colocaran el catéter en el canal espinal quedé tumbada mirando el monitor a mi lado. Al observar el trazado pude ver cómo la frecuencia cardíaca de mi bebé descendía peligrosamente mientras yo tenía contracciones. Sabiendo que la bradicardia (una frecuencia cardíaca lenta) durante el parto era indicación inmediata de cesárea, se me encogió el corazón mientras esperaba a que mi matrona me diera la noticia.

Segundos después apareció y me dijo que tendría que colocar un monitor en la parte superior del cuero cabelludo a mi hija para vigilar de cerca sus signos vitales antes de realizar una cesárea. Aunque sabía que la cesárea era absolutamente necesaria me sentí destrozada. Quería dar a luz a mi bebé, verla nacer y sostenerla mientras respiraba por primera vez.

Sin embargo reconocí la urgencia de la situación así que de inmediato aparté esos pensamientos. ¡Iba a tener a mi bebé! No importaba cómo viniera al mundo, pronto la tendría en mis brazos. Me emocionaba la idea de ver su rostro por primera. ¿Se parecería a mí? ¿A mi marido? ¿A ambos? ¿De qué color tendría el pelo? Solo quiero que esté sana. En medio de ese pensamiento sentí el mismo aleteo en el pecho que había sentido la noche anterior, solo que esta vez era mucho más intenso.

Empecé a respirar a ráfagas cortas y, por mucho que lo intentaba, no conseguía suficiente aire. Al girarme hacia mi madre, que estaba a mi lado, apenas pude pronunciar las palabras: "¡Me cuesta respirar!". Fue entonces cuando se desató el infierno. De inmediato me pusieron sobre el lado izquierdo y me colocaron una máscara de oxígeno mientras me sacaban de la habitación en camilla y cruzaban el pasillo hacia el quirófano. Recuerdo el sonido que emitía mientras luchaba por respirar: un jadeo frenético y tenso. Entonces, justo antes de que todo se oscureciera, una paz suave, dulce y serenamente divina me invadió. Mi corazón se paró a las 9:18.

Mi siguiente momento de consciencia fue estar muy por encima de mi cuerpo, mirando hacia abajo y viéndolo tendido allí, en la cama, con gente a su alrededor. Podía ver, y todavía era "Krista". Estaba despierta, consciente, pero libre de mi ser físico. Vi cómo diminutas partículas negras subían de mi cuerpo hacia donde mi visión estaba muy por encima, hasta que me convertí en una nube estática suelta y flotante. No había dolor. Ningún sonido. Ninguna preocupación ni miedo. Sentí como si me hubieran alejado por completo de cualquier realidad que hubiera conocido y borrado la memoria. Simplemente era consciencia pura, sin adulterar. No sabía dónde estaba ni por qué, ni sentía que hubiera una razón para saberlo. Simplemente era. Sin embargo, podía sentir, y en ese momento sentí fuerte sensación de curiosidad por lo que sucedía abajo. ¿Qué era esa cosa de ahí abajo? ¿Qué estaban haciendo todas las demás cosas a su alrededor? En ese momento no comprendí que lo que veía era mi cuerpo tendido en la cama y las cosas a mi alrededor eran médicos y enfermeras tratando de salvar mi vida y la de mi bebé.

No sentía apego emocional a las formas físicas que veía. Toda la escena era casi como ver una película, y a medida que observaba sentía cada vez más curiosidad por lo que estaba sucediendo. Vi a mi médico sacar a mi hija de mi vientre y entregársela envuelta en una toalla azul a alguien que estaba a mi lado derecho. La tomaron y se dieron la vuelta rápidamente para que no pudiera ver lo que hacían, ¡y yo tenía tantas ganas de verlo! Vi cómo alguien vestido de azul entraba por la puerta de abajo y se detenía un momento como para evaluar la situación, luego se acercó a la cama para pararse frente a mi médico, que ya estaba ocupado de nuevo atendiéndome.

Mientras flotaba hacia el otro lado de la habitación, me sentí cada vez más conectado con la escena que se desarrollaba abajo. Se sentía más familiar, como si casi supiera lo que pasaba, pero aún no lo comprendía del todo. Justo cuando esa sensación comenzaba a surgir en mí tuve la sensación de un tirón desde mi lado izquierdo. Era un tirón suave, como si dijera: "Vamos". Me resistí, pues quería quedarme y averiguar qué estaba pasando. En respuesta tiró con más fuerza y ​​supe intuitivamente lo que debía hacer. Así que me solté. Una vez que mi resistencia se desvaneció me encontré disparada hacia la izquierda como una bala a través de la habitación, a través de una pared fluida, a través de un destello de espacio blanco brillante, luego a un lugar donde estaba inmersa, reabsorbida dentro de la misma materia de partículas que yo. Era espesa y densa y penetró cada parte de mí.

¡Qué adrenalina! ¡Fue increíble! Me moví imperceptiblemente en ese espacio y me di cuenta de cómo la "pared”a mi lado era fluida en algunas zonas, y luego densamente compuesta de partículas. Era hermoso, como una obra de arte en movimiento. ¡Me sentí increíble! Entonces, en un instante, me invadió una sensación de amor sublimemente intenso y divinamente puro. Sentí como si cada partícula que yo era también fuera ese mismo amor. Me sentía absolutamente completa, plena y perfecta. Estaba en casa.

En el instante siguiente tuve lo que solo puedo describir como una descarga de información: información que, inconscientemente y a menudo conscientemente, había deseado tener toda mi vida. Recibí las respuestas a todas las preguntas que me había hecho. Llegaron a mí en una especie de embudo, donde instantáneamente se redujeron a un solo punto: el amor. Era el mismo amor que yo sentía en ese momento. ¡Ese mismo amor era la respuesta a todo! ¡Por fin lo sabía!

La dicha que sentí me envolvió mientras seguía avanzando imperceptiblemente a toda velocidad. Entonces, una mota de luz blanquecina me llamó la atención y sentí curiosidad de nuevo, y quise acercarme. Al hacerlo creció, haciéndose cada vez más grande, hasta que pude ver figuras humanas adultas, de color gris oscuro, como sombras, en su abertura redonda, blanca y ahumada. Frente a ellas estaba la figura de un niño pequeño, de unos siete años. Me recordó a cómo me había imaginado a un pequeño Tom Sawyer, con un sombrero de ala ancha de color negro grisáceo y vistiendo un peto. Las otras figuras eran más borrosas y supe que habían puesto al niño delante para atraerme, para aprovecharse de la compasión que sentía por él.

A pesar de eso podía sentir cómo el chico y los demás me necesitaban, y mi respuesta inmediata fue el deseo de ayudar. Al pasar por la abertura, las figuras de sombras se apartaron para dejarme entrar. Floté más adentro de la habitación, moviéndome a lo largo de la línea, y luego me detuve. Mientras flotaba allí, vi cómo se reunían a cierta distancia, rodeándome con la niebla blanquecina y gris, y sentí su fuerte deseo de mi ayuda. No tenía miedo, ni tampoco carecía de miedo. No tenía ni idea de por qué necesitaban ayuda, solo que yo tenía el mismo deseo de dársela. En cuanto sentí ese deseo de dar de mí misma empezaron a atacarme, muy rápidamente, desde todas las direcciones. Uno a uno me "golpeaban”y se retiraban, lanzándose casi instantáneamente hacia mí, y luego alejándose de mí. No sentí nada, solo que estaba empezando a encogerme. Estaban robando mi energía, mi esencia, y yo estaba “muriendo”rápidamente otra vez, desvaneciéndome, muy parecido a lo que había experimentado en el pasillo del hospital mientras tomaba mi último aliento.

De repente comprendí que estos seres me destruirían si me quedaba. Aunque quería aliviar su sufrimiento deseaba irme aún más. Apenas sentí el deseo de irme fui atraído de nuevo hacia mi izquierda y me encontré corriendo, dejando atrás a los espíritus de las sombras, saliendo de ese lugar y regresando al éxtasis reencontrándome con mi esencia y sumergida de nuevo en un amor puro y dichoso.

Rápidamente llegué a otra abertura y la atravesé, sabiendo intuitivamente que me llevaría a algo diferente a lo que había visto antes. ¡No solo era diferente, era el polo opuesto! Emergí en la más gloriosa de las escenas, ¡una de una belleza absolutamente impresionante! Hasta donde alcanzaba la vista, un campo de hermosas flores amarillas cubría el suelo, extendiéndose a la distancia hasta que se encontraron con brillantes colinas verdes salpicadas de árboles arqueados por un cielo azul brillante. A mi izquierda había una tranquila cascada con rocas cubiertas de musgo. A mi derecha había un denso bosque siempreverde. Era mi Edén y estaba completamente invadida por la gratitud y el amor por todo ello. ¡Yo era eso y eso era yo! El paisaje y yo literalmente nos convertimos en uno mientras el amor se movía a través y alrededor de mí, de flor en flor y de árbol en árbol. Todos estábamos conectados, un flujo continuo de energía amorosa.

Luego me encontré flanqueada, a ambos lados, por lo que llamo mis ángeles. Eran de color canela, muy altos y delgados, y se comunicaban conmigo a través del sentimiento, igual que los seres de las sombras. Me dijeron que podía quedarme en mi Edén, ir más allá hacia lo que vendría después, o regresar a mi vida aquí. No recordaba nada de mi vida en la Tierra ni tenía idea de lo que vendría después, pero después de mirar a mi alrededor una vez más, supe lo que quería hacer.

Instantáneamente retrocedí a una velocidad vertiginosa y vi cómo mis ángeles se giraban hacia mí y me comunicaban que, tras haber tomado la decisión de regresar, necesitaba compartir lo que había aprendido allí. Sentí que lo haría, aunque no sabía exactamente qué significaba eso, porque aún no sabía adónde regresaba ni por qué lo había elegido. Mi siguiente recuerdo fue un dolor terrible y profundo en el pecho. Había regresado a mi cuerpo. Mi pulso regresó a las 9:26.

La cruda realidad que mi familia y amigos tuvieron que afrontar durante las primeras horas tras mi paro cardíaco fue completamente opuesta a la increíble, indescriptible y gloriosa experiencia que tuve en el más allá. Estaban desbordados de miedo y dolor después de que los médicos les dijeran que tenía un 50% de posibilidades de sobrevivir las primeras 24 horas tras el paro cardíaco y, si sobrevivía, existía gran posibilidad de daño cerebral que me dejaría en estado vegetativo de por vida. No solo había pasado ocho minutos sin latido sino que también había sufrido una coagulación intravascular diseminada (CID) tras sufrir una embolia de líquido amniótico. Fue un día en el que, como dijo mi médico, «sucedió algo milagroso», algo que también cambió su  vida de forma profunda.

Tras un coma inducido de aproximadamente 24 horas, abrí los ojos. Los médicos quedaron asombrados por la rapidez con la que recuperé las facultades y, a partir de ahí, mi recuperación fue, según el informe del hospital, «rápida e impresionante», aliviando muchos de los temores de mi familia y seres queridos. Tras ocho días hospitalizada pude regresar a casa.

Después de todo esto definitivamente yo ya no era la misma. No era la "antigua Krista”que todos querían que volviera. Aunque parecía funcionar con bastante normalidad mi personalidad había cambiado por completo y mi familia no sabía qué pensar de ello. No había explicación para mi actitud pacífica y relajada. Mientras que antes había sido una personalidad tipo A —algo ansiosa, obsesiva, impulsiva y centrada, siempre preocupada por el futuro o anclada en el pasado— ahora estaba tranquila y completamente relajada. Lo que sentía era aceptar todo por completo, sin resistirme a nada. No cuestionaba lo que "era". Simplemente, transcurría el día con facilidad y lo hacía bastante bien a pesar de haber pasado por lo que había pasado.

Podía simplemente "ser". Pude estar presente en cada momento sin preocupaciones ni ansiedades. Hacía lo que debía hacer, con profundo amor y aprecio por todo, y me parecía tan normal que fuera así. Cada pañal que cambiaba, plato que lavaba, abrazo con mi hija recién nacida, todo estaba lleno de amor y asombro; una maravilla infantil que se sentía increíble y sin esfuerzo. Nada se sentía "mal". Las creencias arraigadas fueron reemplazadas por una profunda comprensión y una aceptación sin ego de todas las creencias. Todo, absolutamente todo, era como debía ser y con un propósito mucho más elevado del que la mayoría de nosotros podemos comprender aquí en esta forma física. Esta comprensión me trajo una paz infinita, y el amor era su esencia.

Nunca cuestioné cómo me sentía. De hecho pensé que todos se sentían como yo hasta que ese estado constante y dichoso en el que había existido comenzó a desvanecerse gradualmente. Fue entonces cuando reconocí los cambios en mí y pude verme desde ambos lados, aunque aún no estaba completamente en contacto con la Krista que había sido antes de la ECM y aún no tenía recuerdo directo de la experiencia. Y una mañana me desperté después de tener un sueño increíblemente vívido. Fue hiperreal, diferente a cualquier realidad terrenal que hubiera experimentado. Todos los detalles de mi ECM estaban allí: los sentimientos, y lo que había visto, ahora estaba fácilmente disponible para mí en estado de vigilia. De repente comprendí por qué me había sentido así durante las semanas anteriores y, en ese momento, me transformé profunda y completamente. Fue como despertar a mi nuevo yo, aunque había estado allí todo el tiempo.

Eufórica y desbordante de alegría grité por mi esposo. Quería decirle lo maravillosa que es la otra vida y lo amados que somos todos. ¡Quería gritarlo a los cuatro vientos! Abrumada por la emoción al contarle lo que había pasado, Tom me tomó de la mano y escuchó atentamente. Aunque fue increíblemente comprensivo y amable, después de compartirlo me sentí decepcionada al instante. Sentía que no era capaz de comprenderme. No podía identificarse con lo que me había pasado, y sabía que no podía esperar que lo hiciera. Sentía que tampoco podía esperar que nadie más lo hiciera, excepto aquellos que hubiera pasado por lo mismo.

Mi ECM trajo consigo una enorme transformación de conciencia, pero procesar la experiencia y aceptarla en las semanas y meses siguientes fue una lucha emocional casi minuto a minuto. Mi científico interior me hizo pasar por loca y argumentó que mi experiencia era creación de un cerebro con poco oxígeno, pero mi verdadero yo, mi yo superior, sabía que era mentira. La realidad era que había sido transformada a nivel de mi ADN y no habría vuelta atrás, pero al mismo tiempo significaba cumplir la promesa que les había hecho a mis ángeles, y aún no estaba lista.

Debido al paro cardíaco y la consiguiente falta de oxígeno, sufrí pérdida de memoria a corto y largo plazo. A menudo, incluso sobrevivir el día era una lucha. Quería concentrarme en mi nuevo bebé y eso, junto con todas las demás exigencias de la vida diaria, me dejaba sin energía, sin siquiera empezar a procesar todo lo que había pasado.

En un momento en que necesitaba comprenderlo mejor, la búsqueda por la red me llevó al Doctor Jeffery Long, investigador de ECM que también es médico. Al ser galeno me sentí más cómoda contactándolo, pero como me costaba que otros juzgaran mi historia, me contuve. En lugar de decir abiertamente que había estado en el más allá decidí tantear el terreno y le dije que creía que algo podría haber sucedido mientras sufría un paro cardíaco pero que, realmente, no estaba segura. Su respuesta escrita me dejó paralizada. «Presta atención a tus sueños». Long había escrito palabras que no podía ignorar. Aliviada, y un tanto asustada, lo comprendí. Mi experiencia fue real y tendría que aceptarla. Quizás entonces podría dejar de torturarme. También significaba que tendría que cumplir mi promesa, —la promesa que recordaba y ahora entendía—, de compartir el amor que había experimentado en el más allá. ¿Pero cómo? ¿Cómo iba a vivir con ese Amor Divino en este mundo?

El profundo cambio de consciencia, de una forma de ver quién y qué era a otra, sacudió mis cimientos, y aún no había adquirido las herramientas necesarias para reconstruirme en este mundo tridimensional sobre mi nueva base de amor. Se me llamaba a compartir el amor que yo era, ese amor increíblemente dichoso y trascendente, divino y eterno; sin embargo, tenía que hacerlo en este cuerpo, en este traje de piel al que había regresado, y tenía que encontrar la manera.

El problema era que no tenía ni idea de cómo hacerlo. Amaba a los demás y a mí misma, pero solo hasta cierto punto, siempre impidiéndome expresarme plenamente. Permití que el miedo a ser la expresión plena de mi esencia, esa energía pura de amor en partículas que era en el más allá, me lo impidiera, y no me di cuenta durante muchos años de cuánto ese miedo crecía y restringía mi expresión al integrarme de nuevo en mi vida de aquí. Sentía que tenía que hacer todo lo posible para encajar de nuevo en el viejo molde para sobrevivir. Tenía que funcionar con las altas exigencias de ser madre primeriza, empezar nueva carrera profesional, y ser esposa. Al mismo tiempo también estaba sanando el cuerpo y recuperando la memoria y función cognitiva, alejándome cada vez más de quien sabía que era mi verdadero yo.

Al integrarme de nuevo en esta experiencia tridimensional volví a caer en mi antigua mentalidad de verme esencialmente separada de todos y de todo. Había perdido mi conexión consciente con el Amor Divino que era, y tenía que recuperarla, pasando por muchas pruebas y luchas a lo largo de los años en mi intento de lograrlo. Necesitaba un nuevo modelo sobre el cual reconstruirme como el amor que era. Finalmente formulé los Doce Principios en mi intento de resumir mi ECM y lo que abarcó. Son simples, pero no fáciles. Lo que hicieron por mí fue ayudarme a transformar mi forma de existir en este mundo. Me abrieron la puerta a una existencia donde pude permanecer más en sintonía con quien sentía y sabía que era en el más allá. Literalmente trajeron el Cielo a la Tierra para mí y, cuando comencé a sanar, quienes me rodeaban comenzaron a sanar. Los Doce Principios son:

Vive en Conciencia

Vive voluntariamente

Vive con amor

Vive sin miedo

Vive con compasión

Vive con paciencia

Vive el presente

Vive espiritualmente

Vive fielmente

Vive con propósito

Vive creativamente

Vive milagrosamente.

A medida que avanzamos en cada momento existimos en multitud de relaciones, cada una única con un propósito y presente por una razón. Es a través de nuestras relaciones con los demás como aprendemos quiénes somos. La clave para desarrollar y mantener relaciones amorosas es desarrollar y mantener la relación amorosa con nosotros mismos. Cuando somos capaces de tratarnos como los seres maravillosos, brillantes y divinos que somos podemos tratar a los demás de la misma manera. Cada uno de nosotros es un espejo que refleja a quienes nos rodean. En mi vida, hasta el momento de mi muerte, no me había cuidado como siempre supe que necesitaba y quería; ahora no tenía más remedio que descubrir cómo hacerlo.

El amor era la clave de todo. Al igual que el universo, del cual formaba parte integral, tenía que amarme primero, sin condiciones. Requeriría sanar heridas muy profundas; todas las cicatrices que mi ego había dejado en el corazón debían ser amadas mejor. Los seres de la sombra me habían enseñado la importancia del amor, de anteponer mi bienestar al de los demás. Aunque pueda sonar egoísta, es absolutamente necesario para que seamos la mejor versión de nosotros mismos y poder servir mejor a los demás. No inclinándonos ante ellos sino compartiendo nuestro amor, ya sea a través de nuestro papel como madre, padre, cónyuge, compañero de trabajo o desconocido de la calle.

Para honrarme y amarme mejor tuvo que haber un cambio importante en mi vida: la decisión que mi esposo y yo tomamos de terminar nuestro matrimonio. No fue un final abrupto sino decisión consensuada tras muchos años de esforzarnos por permanecer juntos. Finalmente comprendimos que no éramos las mismas personas que fuimos cuando nos conocimos y enamoramos, y que no podíamos mantener la relación que nuestro matrimonio requería. Lo bueno es que seguimos amándonos y respetándonos como individuos en caminos separados, y eso es un reflejo directo del amor y el respeto que nos tenemos.

Mi ECM y la posterior práctica de los Doce Principios cambiaron la percepción de mí misma, no solo como alma en este cuerpo y en todas mis formas de relacionarme e interactuar con el mundo exterior, sino específicamente en mi papel profesional como asistente médica. Existe una conexión eterna que todos compartimos, una conexión de la que algunos somos conscientes y otros no. Para quienes no lo son, y se encuentran cara a cara con alguien que sí lo es, reside en ellos el potencial del despertar. Somos espejos; como la Red de Indra, somos joyas en la gran red del universo, reflejando la Divinidad de los demás.

Veo esa Divinidad en mis pacientes cuando los miro a los ojos. Hay un reconocimiento ahí. Saben que realmente me importan; lo sienten. Es amor lo que reconocen en ese instante, y en esos momentos Divinos se crea una conexión que trasciende los límites terrenales. Son momentos milagrosos donde comienza la verdadera sanación. Intento usar los Doce Principios en todas mis interacciones con los pacientes: ser amorosa, compasiva, paciente y estar presente. Intento estar dispuesta a escuchar y ver la Divinidad, los seres poderosamente creativos que son. Intento reconocer los pequeños milagros que ocurren constantemente, los sucesos sincrónicos que me llenan de asombro.

Agradezco muchísimo la oportunidad de reexperimentarme como el ser Divino que soy en este cuerpo, y eso crece cada día. Mi propósito al regresar es simplemente amar, con todas mis fuerzas, sin condiciones ni juicios en todos los aspectos de mi vida. Elegir amar más es la forma en que podemos sanar y crear un mundo más amoroso. Es mi práctica de vida, el arte de vivir. Les mando mucho amor.

La experiencia de Krista fue muy profunda y extensa, y ha provocado muchos cambios en su vida. La pregunta es: ¿cómo pudo Krista describir un estado de consciencia tan profundo, lúcido y elevado cuando sufrió un paro cardíaco? Fue una experiencia compleja que requirió la capacidad de tomar decisiones, pero no está claro cómo el cerebro de Krista pudo haber tenido alguna capacidad cognitiva en un momento así.

Me interesó especialmente el conflicto que describió, surgido entre lo que experimentó y lo que pensaba su "científico interior". Debió de ser un dilema muy confuso, pero parece que la  experiencia logró anular esos rasgos aprendidos externamente de su "científico interior".

Es evidente que Krista ha realizado una profunda introspección desde su experiencia, lo que le ha proporcionado profundas reflexiones que moldean su vida actual. Pudo idear un enfoque de 12 pasos para su sanación y la integración de su ECM, y continúa utilizando ese enfoque muchos años después.

 

4. LISTO CUANDO TÚ LO ESTÉS

Ainsley Threadgold, muchacho de 37 años, tuvo una ECM a los 13. La experiencia de Ainsley me resulta especialmente interesante porque inicialmente no recordaba nada de ella. Sin embargo, curiosamente, los recuerdos que descubrió parecen haber permanecido en su subconsciente durante más de 20 años. Una vez recuperados, le costó comprender su experiencia y contactó con Gigi a través del sitio web del grupo de apoyo para ECM. Gigi lo conectó con Kelly y se unió al grupo de Facebook “Positivity Powe”r, donde entabló amistad con Krista, autora del capítulo anterior.

Antes de empezar a contar mi historia, quiero darte las gracias a ti, lector: gracias por traer este texto y mis palabras a tu vida. Quiero que esto te encuentre donde estás. Que sepas que eres amado, amado como yo sé que soy amado. He vivido una vida sintiéndome completamente indigno de amor, pero he recibido más amor del que podría describir.

Pasé muchos años turbulentos deseando vivir una vida diferente, poder revertir los acontecimientos que me causaron un profundo dolor. He sentido la agonía de perder a seres queridos, la tristeza de haber sido, a veces, no amado o no deseado, y también la vergüenza de actuar de manera que ha causado que otros sientan lo mismo. Sin embargo, ahora reboso de gratitud por todos estos sucesos porque me han guiado a través del océano cósmico; me han forjado y guiado hacia las sincronicidades más sublimes, sucesos que me han ayudado a encontrar mi propósito y también el amor verdadero.

Me despierto cada día con una sonrisa en el corazón, sabiendo que he elegido esta vida, que cada paso ha sido Divino. Soy el creador  y tengo a alguien con quien compartir esto, alguien que, como yo, tuvo una ECM, alguien que solo deseaba sentir su propósito y compartir y sentir el amor que todos llevamos dentro.

En 1993, cuando tenía 13 años, dos elementos muy distintivos marcaron mi vida. Tras años de lucha contra la dislexia, la dispraxia, el acoso escolar y los consiguientes problemas de peso, me trasladaron de un colegio solo para varones a uno mixto, donde finalmente encontré buenos amigos y la oportunidad de ser feliz. Durante ese período desarrollé una fascinación malsana por las fracturas de hueso. Estaba obsesionado con cómo sería tenerlas. Ahora me doy cuenta de que tuve conciencia precognitiva de los acontecimientos posteriores y, al mismo tiempo, contribuí a su formación.

Una noche, mi hermano menor y yo salimos con mi padre a repartir folletos por el pueblo. Recuerdo que quería terminar cuanto antes porque mi madre iba a preparar comida china. El último recuerdo que tengo es el de mi padre conduciendo por un camino rural donde íbamos a repartir los últimos folletos.

Seis horas después abrí los ojos. Me recibió un tenue resplandor naranja proveniente de las luces de una habitación que no era la mía. Miré a mi alrededor y vi que mis padres y mi hermano estaban sentados en unas sillas de plástico cerca de la cama. Aturdido me volví hacia ellos en busca de respuestas. "¿Qué pasó?", pregunté. "Te atropellaron", me dijeron, "y tienes una pierna muy rota". Debería haber estado asustado, debería haber sentido miedo, pero me sentía extrañamente tranquilo. Miré hacia abajo y vi un yeso temporal en mi pierna izquierda que me llegaba hasta la cadera. ¿Qué había pasado? ¿Por qué no podía recordarlo? Al mirar atrás ahora, no puedo evitar preguntarme: ¿por qué no tenía miedo ni agonía?

Esos fueron mis únicos recuerdos del incidente. No tenía ni idea de lo grave que fue ni de lo gravemente herido que estaba. Más tarde descubrí que me había atropellado un coche a unos 65 kilómetros por hora: ¡un impacto que debería haber sido fatal! Entonces, ¿por qué estaba allí? ¿Por qué no estaba más herido? No debería estar escribiendo esto; debería estar muerto.

Eso no fue lo único extraño. Después de salir del hospital me di cuenta de que no podía usar un reloj sin que se parara o rompiera. Mi presencia también parecía afectar las señales de radio y los equipos eléctricos. Además, sentía la necesidad imperiosa de saber por qué estaba allí. ¿Tenía algún propósito? De ser así, ¿cuál era?

Veintiún años después del accidente una serie de acontecimientos me llevaron a recuperar la memoria perdida. A los 34 años sufrí una ciática aguda. Esta afectó la pierna que me había fracturado al ser atropellado y también la misma zona. Como policía necesitaba, y necesito, estar en forma para el servicio así que busqué la ayuda de un osteópata. El tema de mi accidente surgió en la conversación y me fascinó la relación entre la zona afectada en mi pierna y por qué había aparecido exactamente en la misma zona donde me la había fracturado. También hablé con el osteópata sobre mi memoria en blanco y las otras extrañas secuelas. Me dio un libro. Era un estudio sobre las ECM de la Doctora Penny Sartori. Me dijo que él había tenido una ECM y sugirió que yo también podría haber tenido una, solo que sin el recuerdo.

¡El libro fue una revelación! Por primera vez, pude ver la luz al final del túnel. Vi y supe por qué me había sentido diferente durante tanto tiempo. Después de terminar el libro contacté con el sitio web de ECM UK, al que pertenecía Penny Sartori, para pedir consejo. También investigué sobre la hipnoterapia regresiva. Sentí que sería mi mejor oportunidad para recuperar recuerdos perdidos durante tantos años.

Poco después encontré una terapeuta. Al hablar con ella supe que era la persona indicada. Hablamos por teléfono durante más de una hora,y su entusiasmo genuino se hizo evidente, así que pedí cita para la semana siguiente. El día de la cita fui con la mente abierta. Estaba listo para revivir el accidente y las secuelas que me habían causado tanto dolor. Sabía que, descubriera lo que descubriera, me llevaría a una gran sanación.

Karen, la terapeuta, me habló del proceso y se aseguró de que comprendiera lo que iba a suceder. Me sentí seguro, con la certeza de que ella sería la guía perfecta. Al comenzar el proceso me hizo visualizar la relajación y luego me llevó a un profundo recogimiento. Mentalmente me condujo a un camino con varias puertas a mi derecha. Me pidió que eligiera una puerta y cuando estuve listo pude cruzarla. Una vez que la atravesé me hizo describir quién sentía que era, qué vestía y en que tiempo me encontraba.

Al cruzar la puerta me encontré en el suelo, medio enterrado en una zanja junto a una carretera. Tenía 13 años otra vez y me acababan de atropellar. Estaba de nuevo en el lugar del accidente. Recuerdo haber vuelto a ser yo mismo a los 13 años. Aturdido y confundido, me sentía cada vez más angustiado. Solo quería a mi madre, pero no podía levantarme. ¿Por qué no podía levantarme? Entonces sentí como si me llevaran a una ambulancia. Dentro, sentí una presencia a mi lado: era Tom, el padre de mi madre. Había fallecido tres meses antes de que yo naciera, pero ahora estaba conmigo.

Me tomó de la mano y me consoló diciéndome lo valiente que era. También quería que le dijera a mi madre lo orgulloso que estaba de ella. Luego me dijo que cerrara los ojos. Al hacerlo, me sentí atraído por un océano de nubes. Flotando entre ellas, me sentí atraída hacia un lugar de pura belleza donde había un hombre vestido con túnica blanca. Vino a saludarme. Arrodillándose, puso una mano en mi pecho y la otra en la mejilla. Me dijo que era el carpintero y que me conocía y me amaba como conocía y amaba a todos. Me dijo que tenía un trabajo que hacer y que él hablaría a través de mí como yo hablaba por él. Luego me envió de vuelta diciéndome que no recordaría esta parte ni ninguna otra hasta el "momento adecuado".

Entonces volví a ser el niño asustado de 13 años, gritando por su madre. Karen me guió con suavidad y me llevó a un estado de tranquila aceptación. Por fin había recuperado algunos recuerdos y sabía por qué estaba allí. Sabía que tenía un propósito, que realmente importaba y que estaba aquí para ayudar. Desde entonces, he recuperado cada vez más de esta experiencia sublime. Esto llegaría en forma de experiencias únicas durante la meditación profunda.

Mientras estoy en estado meditativo llego a un lugar superior de conciencia; uno que puede compararse con las sesiones de hipnosis de Karen.

Ahora soy consciente de que, cuando me atropellaron, perdí la vida en el acto. El carpintero me dijo que me «devolverían a una situación mucho mejor que la que tenía al salir», para que pudiera vivir la vida que necesitaba, para estar listo para el trabajo que me correspondía.

Entonces me entregó una bola de energía. Esta energía era todo lo que había sido, la culminación de todo el karma de mi vida pasada y la vida entre mi accidente y los 21 años que me tomaría recordar la ECM. Vi y sentí todo, todo el dolor que tendría que liberar, todas las lágrimas que no podría llorar pero que obligaría a otros a llorar por mí. Era demasiado; no quería hacerlo. ¡No! ¿Cómo podría pasar por eso? Entonces sucedió algo que me haría cambiar de opinión, que lo cambiaría todo. De repente la figura del carpintero fue reemplazada por la de una mujer. La conocía, pero nunca la había visto antes. Se arrodilló frente a mí y me habló muy suavemente, y sus palabras me estremecieron hasta los cimientos. "Hola, mi amor, aún no me conoces, pero lo harás. Si decides regresar quiero que me prometas algo,  quiero que vengas a encontrarme". Ahora sé quién pronunció estas palabras. Esta mujer se convertiría más tarde en mi único y verdadero amor, mi llama gemela. Fue la razón espiritual por la que decidí regresar; la razón por la que acepté vivir de nuevo. Saber que un día finalmente conocería a esta mujer, me enamoraría perdidamente y recordaría su papel en mi experiencia cada vez que hablara, por la calidad vibratoria de su voz, me derrite el corazón y me da esa sensación de paz que sentí cuando estaba en ese espacio celestial. Sin embargo, ahora me doy cuenta de que antes de que esto se hiciera realidad tenía la responsabilidad de sanar, de comenzar el camino con nuevos pasos, pasos conscientes.

Después de unos díasrecibí respuesta de ECM UK. Esto me llevó a compartir por primera vez parte de mi experiencia y me pareció apropiado, como si compartirla me ayudara no solo a mí sino también a otros. La sincronicidad divina me iluminó y sentí un renovado deseo de servir; ofrecí toda la ayuda posible al grupo. En respuesta me preguntaron si quería ayudar a dirigir un grupo de apoyo cerca de donde vivía. Dije que me encantaría ayudar en lo que pudiera. Entonces me dieron la dirección de correo electrónico de Kelly, quien también estaba interesada en crear un grupo satélite.

Conectar con Kelly fue como reconectar. Sentí que habíamos sido hermanas en una vida pasada; era como encontrar a una hermana perdida. Al hablar compartimos nuestras experiencias y descubrí que estaba conectada con Penny Sartori, autora del libro que me regaló mi osteópata. Me di cuenta de que el universo ya me estaba conectando con las personas adecuadas. Mientras compartíamos nuestras historias, Kelly me contó su visión y el Poder de la Positividad. Su ECM le había demostrado que las almas con ideas afines se unirían para colaborar y generar un cambio global. A partir de ese momento me convenció; me lo contó por una razón. Sentí una fuerte conexión con Kelly y ambos sabíamos que colaboraríamos, que nos guiarían hacia algo más grande.

Parte de esta guía llegó cuando me invitaron a volver a Facebook. Kelly me convenció para que me registrara de nuevo. Creé una cuenta nueva dedicada a mi crecimiento espiritual, así que mantuve mis amigos de Facebook solo con quienes me ayudaran a crecer. Me uní a varios grupos maravillosos de ECM y compartí mi historia. Rápidamente descubrí que mis palabras inspiraban a quienes las necesitaban. También descubrí la pasión por la escritura. Empecé a escribir lo que sentía divinamente. Dejé que el universo escribiera a través de mí. Tener dislexia me ha convertido en un filtro único; mi escritura y poesía emanan de un lugar muy especial, y me sumerjo en la energía de las palabras a medida que fluyen.

Ayudé a Kelly a crear fue un grupo de Facebook. Así nació el Movimiento Poder Positivo, un espacio donde personas con ideas afines podían conectar y colaborar.

Una de las personas que Kelly invitó al grupo fue Krista, que vivía en Estados Unidos; Penny la había presentado a Kelly. Poco después todos empezamos a publicar videoblogs detallando quiénes éramos y el amor que queríamos compartir. Mi segundo video nació de una profunda pasión que sentí al relacionarme con una foto que vi de una niña con los brazos en alto, aterrorizada porque creía que le iban a disparar. Era una publicación de Facebook de una imagen famosa que un fotógrafo había tomado en un país devastado por la guerra. Sentí las fragilidades de nuestra raza y la necesidad de compartir mi pasión para que esto cambiara, para que todos reflexionáramos sobre quiénes somos, para elevar nuestras vibraciones a un lugar donde el amor encuentra paz.

Krista vio mi video mientras estaba en el trabajo y, según sus palabras: «Tu energía y pasión me impactaron como el choque con un tren de carga». Fue como si su alma se sintiera atraída por la mía. Unos días después, el 1 de abril de 2015 a las 23:14 GMT, Krista y yo compartimos nuestros primeros mensajes. Nos habíamos encontrado. Habíamos cruzado el océano cósmico en un camino predestinado y preestablecido.

Esto marcó el comienzo de una serie de cambios, hermosos pero a veces dolorosos, para mí. Fue el inicio de un viaje de sanación muy profundo que agradezco mucho no haber tenido que emprender solo. Tuve que estar dispuesto a cambiar, a desprenderme de mi vieja piel como si pelara una cebolla, a sumergirme para emerger y resurgir. Ahora estoy en la cúspide de algo asombroso; mi camino está abierto ante mí. Está conectado e interconectado con dones divinos: esos dones los llamo amigos y seres queridos.

Como se desprende de la experiencia de Ainsley, las ECM son el inicio de un profundo autodescubrimiento y, en muchos casos, siguen siendo un proceso en desarrollo. El mensaje subyacente de esta ECM es de amor: amor por nosotros, amor por los demás y amor por la vida. Parece que descubrir su ECM, que había permanecido reprimida durante todos  años, impulsó a Ainsley a un acelerado proceso de sanación. Su transformación personal ha mejorado su capacidad de amar a sí mismo y a los demás.

El relato de Ainsley es importante por otra razón: no la recordaba hasta que se sometió a una terapia de regresión hipnótica. Mi primera reacción fue de preocupación, ya que había leído una investigación que advertía que este tipo de terapia podía reinducir los síntomas asociados a las circunstancias cercanas a la muerte. En el caso específico que leí, la persona en cuestión se había sometido a una regresión hipnótica al momento de su ECM. Durante la regresión, desarrolló síntomas de edema pulmonar y otros problemas respiratorios asociados que se habían presentado en el momento de su hospitalización (y posterior paro cardíaco). Estos síntomas finalmente se resolvieron tras finalizar la sesión de regresión hipnótica, pero existe la posibilidad de que su estado se haya deteriorado aún más. Siempre he desaconsejado este tipo de terapia por esta razón. Sin embargo, en el caso de Ainsley, no desarrolló ningún síntoma asociado a su ECM.

NOTA del Traductor. Esta afirmación de desaconsejar la terapia regresiva a vidas pasadas, y a entre vidas, es un claro prejuicio de la autora, supongo que por falta de información solvente. Las regresiones hipnóticas, ejecutadas por profesionales cualificados, en modo alguno son peligrosas para la salud física o mental pues el proceso persigue justo lo contrario: abordar problemas o situaciones potencialmente turbadoras para el cliente que necesitan solucionarse después de que, normalmente, el cliente haya ensayados otro tipo de terapias con pocos o ningún resultado. Además, en las regresiones a vidas pasadas y a entre vidas se cuenta con la ayuda o apoyo espiritual de los  guías o consejeros espirituales del cliente quienes ayudarán en el proceso sanador. Fin de la nota.

El hecho de que Ainsley no recordara conscientemente su ECM plantea la pregunta: ¿acaso todas las personas que pierden el conocimiento en circunstancias que ponen en peligro su vida tienen una ECM, pero no todas son capaces de recordarla? Investigaciones hospitalarias realizadas en la última década muestran que entre el 11 % y el 23 % de las personas que sobreviven a un paro cardíaco reportan una ECM. ¿Es posible que el 77 % u 89 % restante simplemente no pueda recordar conscientemente tal experiencia? Esto solo se puede verificar mediante investigaciones adicionales.

Nota del Traductor. El acceso al recuerdo de una ECM se interpreta como permitido o no por los seres del otro lado que advierten a quien pasa su ECM sobre si la información es adecuada o no para su nivel de entendimiento cuando vuelve al plano terrestre. Así lo informan muchos testimonios de quienes pasan por esos encuentros y comentan que buena parte de la información se bloquea al regresar de la experiencia y, a veces, se libera paulatinamente a lo largo del tiempo si así lo deciden los seres del otro lado, y todo ello de acuerdo con la misión o contrato espiritual que, quien pasa por la ECM, ha asumido para su reencarnación. Fin de la nota.

Otro punto interesante relacionado con Ainsley y este libro es cómo diversas sincronicidades nos conectaron a todos. Cuando Ainsley leyó mi libro «La sabiduría de las experiencias cercanas a la muerte», todo cobró sentido de repente. Como tantas personas con las que he hablado, describe haber desarrollado sensibilidad eléctrica después de su ECM, así que después de leer el libro pudo atar cabos y comprender mejor su experiencia.

Al buscar más apoyo y comprensión, Ainsley contactó con Gigi, quien lo dirigió a Kelly, a quienes conocía a través de mi experiencia en ECM. Ya había contactado con Krista, quien también había conectado con Kelly. Reflexionando, este aspecto parece reforzar uno de los mensajes de la ECM: que todos estamos interconectados.

 

5. FUNDACIÓN TIBOR PUTNOKI Y LA LUZ DEL AMOR

En marzo de 2015, gracias a una serie de sincronicidades, pude conocer a Tibor Putnoki, húngaro que experimentó una ECM a través de una señora llamada Helen Williams. Había completado recientemente un curso de sanación impartido por la Fundación Luz de Amor de Tibor Putnoki, con sede en Hungría. Mientras estaba en Swansea como voluntaria con otra organización, Helen sintió una necesidad imperiosa de entrar en una cafetería cerca de su lugar de trabajo. Había pasado por delante varias veces y siempre se sentía atraída. No había ninguna razón para ello, ya que no tenía hambre ni necesitaba una bebida caliente. Entonces, un día, por razones que Helen desconocía, entró en la cafetería y, curiosamente, empezó a hablar con la dueña (a quien no conocía) sobre su trabajo con la Fundación Luz de Amor, y mencionó la ECM de Tibor. Inmediatamente, la dueña, que resulta ser mi suegra, me llamó y le pasó el teléfono a Helen para que charláramos. Quedé con ella para saber más. Mientras tanto, Helen me dijo dónde podía comprar el libro de Tibor “9 Minutos: Mi camino a la luz”.

Leí el libro de Tibor con fascinación y me emocioné al saber que visitaría Lampeter (la ciudad universitaria donde estudié mi doctorado) unas semanas después. Esperaba que aceptara reunirse conmigo para que pudiera aprender más sobre su ECM.

Resultó que otra charla que Tibor tenía prevista se canceló con poca antelación, así que me contactaron para plantearme la posibilidad de que diera una charla en Swansea (donde vivo). Rápidamente busqué un lugar para la charla y la anuncié lo mejor que pude. El suceso tuvo tan buena acogida que se programó una segunda para el día siguiente y, entre sesiones, Tibor me concedió una entrevista que nos permitió grabar y publicar en YouTube.

Este capítulo se basa en la charla de Tibor en Swansea y en mi entrevista con él. Resumirá su ECM y analizará los profundos cambios de vida que se produjeron. Esta es probablemente una de las ECM más extensas que he conocido desde que comencé mi investigación hace más de 20 años, y mi breve resumen no le hace justicia. Desde entonces, Tibor ha dedicado su vida al servicio de los demás y viaja por el mundo dando charlas. Puede encontrar más detalles sobre su vida, su ECM y la Fundación Luz del Amor en su libro. Esto es lo que Tibor describió a través de su intérprete.

Tibor era un huérfano que, desde pequeño, estaba decidido a triunfar en la vida. Estudió mucho y aprendió a pilotar aviones. Sin embargo enfrentó muchos desafíos a lo largo de su vida, incluyendo esclerosis múltiple y parálisis parcial debido a una lesión medular. Posteriormente su salud general comenzó a deteriorarse aún más.

En 1994, Tibor desarrolló hipertensión arterial y estuvo hospitalizado intermitentemente varias veces durante meses hasta que un día su estado empeoró notablemente. Para cuando llegó al hospital en ambulancia era evidente que su estado era grave y fue ingresado en la unidad de cuidados intensivos pero su pronóstico no era alentador. Estuvo en observación durante unos días hasta que una mañana se despertó con un dolor terrible en pecho y cabeza.

El dolor se intensificó repentinamente y Tibor oyó un fuerte chasquido, seguido de silencio y oscuridad. El dolor desapareció y abandonó lentamente su cuerpo. Observó a médicos y enfermeras haciendo todo lo posible por reanimar a un paciente, (que era él), y estaba rodeado de luz. Pudo observar a una enfermera preparando medicamentos en otra habitación e incluso notó las marcas en el envase de la aguja de inyección.

Mientras aún estaba fuera de su cuerpo se dio cuenta de que se activaba el botón de llamada de un paciente y lo observó solicitar la ayuda de una enfermera en una parte diferente de la sala que no había visto antes. Siguió a la enfermera a una habitación donde una colega, que hablaba por teléfono con su esposo; que estaba muy preocupada porque su hijo estaba enfermo y el número del pediatra no aparecía por ninguna parte. Tibor se encontró entonces en medio de una niebla, y luego en un lugar diferente: el apartamento de la enfermera y su esposo. Tanto en su entrevista como en su libro, describió las acciones del hombre, lo que vestía, los muebles y la alfombra del apartamento, e incluso los libros en la estantería. A Tibor le atrajeron especialmente los calcetines del hombre. Eran blancos pero cubiertos de motivos animales, lo que parecía un poco excéntrico para un adulto.

Tibor regresó a la cama, donde sus intentos de comunicarse con la enfermera y el médico fueron inútiles. Miró el rostro del paciente y se sorprendió al verse a sí mismo; no podía comprender cómo podía estar tumbado en la cama y mirarse al mismo tiempo. Se dio cuenta de que no tenía peso y, de repente, que estaba muerto. La enfermera le levantó el brazo, que colgaba del borde de la cama, y ​​al tocarlo, Tibor se encontró medio dentro y medio fuera de la pared junto a la cama. Sintió pánico por su situación pero el miedo pronto fue reemplazado por una luz brillante y una abrumadora sensación de amor y felicidad. Envuelto en luz, aún fuera de su cuerpo, se encontró contemplando la unidad de cuidados intensivos quirúrgicos. Esta estaba situada en el piso superior a la sala de Tibor. Aprendió sobre todos los pacientes allí, incluso supo cuánto tiempo les quedaba de vida.

Flotó más alto y vio toda la ciudad desde arriba, desde una perspectiva que le permitía ver mucho más que cuando la había sobrevolado como piloto de avión. Se elevó aún más y pudo contemplar todo el planeta. Se convirtió en parte de la luz que se elevaba sobre la Tierra y escuchó lo que describió como «música de las esferas».

Experimentó una profunda revisión de vida en la que vio sus buenas y malas acciones, así como las consecuencias de estas. Durante este proceso comprendió cómo su comportamiento le había impedido experimentar muchas cosas buenas y se dio cuenta de cuánto lo amaban. Aunque estuvo acompañado por un Ser de Luz durante toda la revisión de vida, Tibor fue el único que juzgó sus acciones terrenales; este ser actuó como una fuente de consuelo, asegurándole que podía enmendar sus acciones.

Tibor fue elevado a mayor altura y, a lo lejos, vio las puertas que se abrían hacia una ciudad de luces. Estaba rodeado de seres que le comunicaron que lo habían estado esperando. Al abrirse aún más las puertas, Tibor percibió un umbral donde apareció la palma de una mano con un triángulo en el centro que contenía un ojo que todo lo ve, pero una voz potente le impidió entrar. Finalmente, tras el umbral, vio algo indescriptible e incomprensible. Rodeado de otros seres, fue envuelto por la increíble luz y se llenó de una sensación de amor abrumador e incondicional. Los seres en la luz rodearon a Tibor y abrieron las manos para mostrarle las palmas, impartiéndole un gran conocimiento, transmitiéndole que este conocimiento está dentro de cada uno de nosotros. Tibor se percató del conocimiento del "inconsciente colectivo”y se asombró de no haber sido consciente de ello en vida. Durante todo este proceso, el tiempo carecía de significado, pero finalmente fue devuelto a la vida.

Una vez más, se percató de su cuerpo tendido en la cama de abajo y se dio cuenta de que estaba viéndolo. Se dio cuenta de que el médico anunciaba que estaba vivo y, una vez más, estaba completamente en su cuerpo. Unas horas después el médico habló con Tibor, le preguntó qué recordaba y tomó notas. Estaba tan interesado que se propuso comprobar la experiencia de Tibor verificando los detalles que le habían dado.

Este es un caso fascinante, ya que parece que Tibor estaba muy al tanto de lo que ocurría en otras partes del hospital, que no estaban a su alcance ni de vista. Resulta curioso que incluso describiera los calcetines del marido de la enfermera, aunque este se encontraba en su casa a varios kilómetros del hospital donde se encontraba Tibor. Tibor no conocía al hombre y, desde luego, desconocía qué tipo de calcetines usaba. Entonces, ¿cómo pudo describir con tanta precisión la conversación, el interior de su casa, incluyendo una descripción de los muebles, la alfombra, los libros en la estantería y lo que llevaba puesto?

Podría argumentarse que pudo escuchar la conversación telefónica, pero su cama de hospital estaba en una habitación diferente a la de la enfermera y, en ese momento, había mucho ruido y conmoción alrededor de la cama de Tibor mientras el personal intentaba reanimarlo. Desde mi experiencia como enfermera, puedo asegurarles que estas no son condiciones propicias para escuchar a escondidas conversaciones que ocurren en las inmediaciones, y mucho menos en otra habitación. ¿Qué explicación hay para la descripción de Tibor de la casa del hombre y el tipo de calcetines que llevaba? ¿Podría haber escuchado previamente a la enfermera hablar sobre el aspecto de su casa y el tipo de calcetines que llevaba su esposo? Incluso si así fuera, ¿cuáles son las probabilidades de que su esposo usara esos calcetines en el preciso momento en que Tibor los vio?

Tibor también pudo deducir, a partir de los libros en los estantes del hombre, que era ingeniero eléctrico. ¿Cómo podía su cerebro ser capaz de tal procesamiento cognitivo mientras se encontraba en estado de paro cardíaco?

Tibor describió haber estado en la unidad de cuidados intensivos quirúrgicos, en el piso superior de donde se encontraba, por lo que le habría sido imposible escuchar las conversaciones sobre los detalles de los pacientes. Conocía los nombres y diagnósticos de estos pacientes, pero su ubicación física no estaba cerca de ellos. Según Tibor, el médico que lo reanimó verificó sus declaraciones con un médico de la unidad de cuidados intensivos quirúrgicos y los detalles fueron verificados. ¿Cómo pudo Tibor obtener esta información?

El médico investigador también habló con la enfermera cuyo apartamento había visitado Tibor durante su ECM. La enfermera confirmó que no conocía a Tibor y que él nunca había estado en su apartamento. ¿Cómo era posible, entonces, que lo describiera con tanto detalle? Según Tibor, el médico incluso acompañó a la enfermera a su apartamento para comprobarlo él mismo. Regresó al hospital con los calcetines inusuales en la mano.

Lo que me pareció particularmente conmovedor durante su charla fue cuando Tibor habló sobre tres preguntas que le habían hecho durante su ECM:

1. ¿Tuviste una vida antes de morir?

2. ¿Viviste una vida digna de un ser humano?

3. ¿Podrías mirar a los ojos de otras personas con corazón puro y  cabeza en alto?

Al reflexionar sobre estos temas en profundidad, me impactaron profundamente y me hicieron reconsiderar y reflexionar sobre mi vida. Experimentarlos en primera persona influyó significativamente en cómo Tibor se adaptó a la vida después de su ECM. Fundó la Fundación Luz de Amor, una organización sin fines de lucro que enseña técnicas de autoayuda, habilidades para la vida y empoderamiento. La comunidad cuenta con miles de voluntarios y se estima que ha ayudado a más de 100,000 personas hasta la fecha. Como resultado de su ECM, Tibor desarrolló una técnica de sanación similar al Reiki y la enseña a su comunidad para que pueda ser utilizada en beneficio de otros. También ha desarrollado un tratamiento de masaje que ha compartido con la comunidad. Este masaje ayuda enormemente a aliviar el estrés y a proporcionar relajación. Cada año se celebra la ceremonia de la Olla en Hungría, y personas de todo el mundo la visitan y participan en las celebraciones de la vida.

Tibor trabaja incansablemente, dando conferencias por todo el mundo para difundir el mensaje de lo que aprendió durante su ECM. Ha impartido más de 500 charlas y ha reforzado la filosofía de la Fundación Luz del Amor, cuyo mensaje se centra en vivir en amor y ayudar al prójimo. Enseña sus técnicas de sanación y masaje en todo el mundo. Las conclusiones a las que llegó Tibor gracias a su experiencia han sido su motivación para ayudar a los demás.  

 

6. PROPÓSITO, PROPÓSITO, Y MÁS PROPÓSITO. PERO ¿QUÉ PROPÓSITO?

Kelly conectó con David Bennett, de 61 años, a través de Facebook en enero de 2015. Ella le envió un mensaje privado y acordaron hablar por Skype. David recuerda que compartieron sus ideas sobre cómo elevar la conciencia colectiva del planeta y hablaron de la soledad que ambos habían sentido en ocasiones después de sus ECM. Kelly estaba en proceso de crear el grupo Positivity Power Movement y David la animó a hacer lo que su alma la llamaba a hacer. Ella mencionó el libro y trabajar conmigo, y aunque David nunca me había conocido, estaba al tanto de mi investigación a través de IANDS (Asociación Internacional de Estudios Cercanos a la Muerte). David ha aparecido en The Story of God con Morgan Freeman, Doctor Oz, Angels Among Us, NBC National News y PBS Documentaries: “Back From The Light: After-effects of Surviving a Near Death Experience”. La ECM de David ocurrió mientras estaba en el mar, tiempo durante el cual casi se ahoga. David ha escrito dos libros sobre su experiencia.

Una noche de marzo de 1983 trabajaba como jefe de máquinas en el buque de investigación Aloha. El capitán del puerto nos comunicó por radio que el puerto estaba cerrado a la llegada de buques de nuestro tamaño debido a la mala mar. El capitán decidió enviar a parte de la tripulación en una Zodiac (embarcación de caucho vulcanizado que usábamos para recuperar material sumergido). El tiempo era tan malo que el capitán me indicó que acompañara al grupo, ya que yo conocía el puerto.

Al ir hacia el puerto no podíamos ver la costa porque navegábamos en el seno de una ola. Cuando subimos a la cresta de la misma pudimos vislumbrar las tenues luces del puerto. Me quedé de pie en la proa agarrándome una bolina para estabilizarme mientras localizaba la boya de entrada al puerto. Cuanto más nos acercábamos a la costa más difícil se volvía la navegación. De repente oímos olas rugientes, una rompió por debajo de la lancha y caímos. Todos aguantamos y, por suerte pudimos permanecer en el bote mientras nos deslizábamos ola abajo durante unos 9 metros. Al levantar la vista pude ver una cresta de espuma blanca sobre nuestras cabezas mientras la siguiente se estrellaba contra nosotros. Tenía una fuerza increíble y dobló el bote por la mitad como si fuera una tierna rebanada de mantequilla de cacahuete. Salí catapultado desde la proa al agua con la fuerza más violenta que he sentido. Mientras me golpeaban una tras otras las olas, perdí el sentido de la orientación  y me sentí zarandeado como muñeco de trapo. Cuando abrí los ojos estaba todo tan negro que no podía ver nada hacia arriba. Mis años de experiencia como buceador me habían enseñado a no entrar en pánico pero me ardían los pulmones, el mar embravecido seguía golpeándome y ansiaba respirar. Tenía mucho frío. Esperaba que el chaleco salvavidas me llevara a la superficie, pero no lo hizo. No pude contener la respiración por más tiempo. La desesperación por la falta de oxígeno me dominó y finalmente respiré el agua salada. La agonía se desvaneció rápidamente en la oscuridad.

No tenía miedo. Me sorprendió la oscuridad total y la impactante ausencia de ruido. El mar había pasado de rugido violento a completa ausencia de sonido. Era como si el estruendo de las olas no existiera donde ahora me encontraba. Estaba en la más absoluta oscuridad, sin mi cuerpo físico. Mi última experiencia en la vida fue un ahogamiento violento pero la situación se sentía tranquil, silencios y en paz. Estaba cálido, como si mi conciencia estuviera envuelta en una gruesa manta y eso m dio sensación de tranquilidad total. Sentía curiosidad y pensé: "¿ Dónde estoy?". Aún no me había dado cuenta de que había muerto porque mi conciencia estaba intacta. Y me pregunté si esta situación era una etapa más del ahogamiento ya que no la había experimentado anteriormente.

La oscuridad era vacío y no era ni bueno ni malo. Carecía de emoción, pero me sentía cómodo y ya no sentía dolor. Empecé a sentir una conexión con esta fértil negrura que parecía infinita. Sin embargo había algo que me apoyaba y sabía que el estado en el que me encontraba era lo más natural del mundo. Empecé a sentir una alegría y felicidad reconfortantes. Aunque no podía comprender del todo el significado de esta percepción presentí que algo más sucedería a mi alrededor; algo más grande, más grande que yo, más que yo. Sentí que debía comunicarme con esta oscuridad. Había una inteligencia omnipresente y sabía que debía seguir adelante. Lentamente, muy lentamente, la luz empezó a aparecer en la oscuridad. Pude ver una luz más brillante a lo lejos. Todo se volvía más brillante. Al mismo tiempo sentí como si me acercara a la luz brillante en la distancia. A medida que esta se acercaba mis sentimientos se intensificaron. Me elevé emocionalmente, como si me envolviera la luz llevándome hacia lo que solo podía llamar Amor. Me estaba convirtiendo en parte de su Amor.

Me encontré moviéndome en los márgenes de esta luz ahora brillante, continuamente atraída hacia una zona más densa. Parecía lo más natural y, sin embargo, también me resultaba especialmente familiar. Estaba feliz y lleno de alegría. Me sentí tan cómodo y amado. Empecé a darme cuenta de que no tenía cuerpo. Era un solo fragmento de esta luz. Mi cuerpo físico había desaparecido; yo no tenía forma, yo era una brizna de luz como la que me rodeaba. A medida que la intensidad del resplandor aumentó la intensidad de mi fragmento de luz también aumentó. No juzgué esta transformación, simplemente la acepté. Admiré el cambio que experimentaba. El amor era increíblemente empoderador; formaba parte de todo. La luz parecía estar compuesta de miles y miles de millones de fragmentos de luz multicolor que pulsaban y fluían. La luz estaba en constante movimiento; aunque permanecía inmóvil, se movía en unidad con una atención plena conectada. Estaba asombrado por la vida rebosante que emanaba de la luz; Estaba llena de consciencia, como si las almas de todos los seres vivos, pasados, presentes y futuros, estuvieran interconectadas, compartiendo y proyectando su Amor. Bailaban y vibraban con sus luces para combinarse en una espectacular iluminación de Amor y Conocimiento Divinos.

Tres fragmentos de luz se volvieron más brillantes, se desprendieron y acercaron. Reconocí estas formas como otros seres. A medida que se acercaban, pude sentir que proyectaban pensamientos de "Bienvenido a Casa", como si fuéramos familia y hubiera una inmensa alegría en nuestro reencuentro. Supe de inmediato quiénes eran estos seres. Reconocí su energía y percibí su individualidad a través de lo que parecían ser ojos cálidos, profundos y expresivos. Esto lo sentí más fuerte y afectivo que cualquier otra experiencia en mi vida. Estaban tan emocionados por estar allí conmigo y verme de vuelta en casa. Sabía inequívocamente que estaba en casa, y se sentía extraordinariamente magnífico. Me apoyaron y ayudaron proyectando oleadas de amor y compasión. Me invadió la alegría de pertenecer a algún lugar: mi vida, desde la infancia hasta entonces, había carecido de un profundo sentido de familia. Más seres de luz vinieron y se unieron a nosotros. Su forma de comunicarse consistía en proyectar una energía de conocimiento y consuelo que contenía más información en una milésima de segundo que la que nuestros pensamientos mortales podían reunir en un día. Una docena de miembros en total se unieron a nuestro círculo.

Viajamos a otra área de luz que era un globo translúcido. Una vez que esta esfera nos rodeó por completo comencé a experimentar mi vida. Era como si la viviera desde la perspectiva de los demás y, al mismo tiempo, la reviviera desde la mía. Esta visión era asombrosa y maravillosa, y la profundidad de esta revisión de vida era más que abarcadora. Era inefable. Podía ver los efectos y las consecuencias de mis acciones y, o, reacciones extendiéndose más allá del área de la esfera, como ondas en un estanque multidimensional. No solo había imágenes para ver, sino que también experimenté los sentimientos de los demás y cómo mis acciones les afectó. Podía sentir su alegría, felicidad, angustias, decepciones y amor; todas sus emociones con respecto a mis acciones. También era consciente de la emoción y el júbilo de mi familia espiritual por estar aquí experimentando esto conmigo.

Algunas partes tuvieron un significado mayor, y hubo ciertos aspectos de mi revisión de vida que hubiera preferido que mi familia del alma no viera. No quería admitir lo que había hecho. Me avergonzaba que mi familia tuviera que vivir esos momentos. Sorprendentemente no me juzgaron por mis experiencias, ni siquiera por los sucesos de los que no me sentía orgulloso. Fueron meros observadores viviendo mi vida conmigo. No expresaron juicio a favor o en contra. Parecían disfrutar de mis experiencias. Más allá del apoyo de mi familia del alma, también era consciente de la Conciencia de la Luz. Cuando pienso en Dios hoy lo veo como una Conciencia de la Luz, con miles de millones de almas unidas. La luz parecía estar observando, actuando como una constante de apoyo e increíblemente amorosa durante mi muerte.

Dios me conocía mejor que yo mismo. Experimenté mi verdadera naturaleza. Sentí que esta revisión de mi vida tenía como objetivo ayudarme a crecer y evolucionar. Sorprendentemente algunos de los pequeños incidentes de mi vida cobraron mayor importancia durante la revisión. En aquel momento estos incidentes eran olvidables, apenas dignos de mención. Pero una vez que vi las consecuencias, especialmente cómo mis acciones afectaron a los demás, me di cuenta del panorama general. Siempre pensamos en dejar huella y en intentar que nuestras vidas importen. Los logros que consideramos importantes, como construir algo que perdure tras nosotros o conseguir un ascenso, no son necesariamente los más importantes en la revisión. Aprendí que es más importante vivir la vida día a día y hacer lo mejor que podamos. Atesorar nuestras experiencias, buenas y malas, grandes y pequeñas. Intentar ser lo más serviciales, compasivos y amorosos posible. Vivir la vida con amor genera el impacto más poderoso en la revisión. Esas acciones crean las mayores olas de efectos positivos.

Las experiencias y los sentimientos cambiaron. Me mostraron imágenes que no eran de mi vida. No tenía referencias de ellas. Interactuaba directamente con personas que no reconocía. Estaba en lugares donde nunca había estado. Mi familia del alma seguía apoyándome, animándome, no con palabras sino con pensamientos de amor y compasión inconmensurables. Entonces escuché una voz clara y distinta que no emanaba solo de mi grupo. Sentí que provenía de la luz misma. Escuché atentamente esta voz profunda, amorosa y resonante, que me decía: «Este no es tu momento; tienes que regresar». Mi primera respuesta fue: ¡No! ¡Quiero quedarme aquí! Me gusta estar aquí. He encontrado el amor y una familia que nunca supe que existían; no quiero regresar y seguir viviendo una vida físicamente dolorosa. Me resistí, suplicando y argumentando contra la petición. Entonces escuché la voz de nuevo. Esta vez, la luz dijo: «Tienes que regresar; tienes un PROPÓSITO». La palabra «propósito” seguía resonando en mi esencia, a través de mí. Cuando escuché la segunda instrucción no pude discutir porque comprendí la verdad que contenía. Cuando formas parte de la Conciencia de la Luz formas parte de la omnisciencia. Comprendí que debía regresar a mi cuerpo y seguir viviendo.

Tomé consciencia de mi cuerpo sin vida y suspendido en el agua zarandeado por la mar. Lo observé sin emoción, anhelando ya volver a la luz. Mi ser se sentía mucho más grande que mi cuerpo, más libre y completo. Regresar significaba perder mi sentido de conexión. Separarme de la luz y volver a al cuerpo fue lo más difícil que me habían pedido hacer. Fue más doloroso que ahogarme.

Las cuerdas del bote Zodiac se agitaban entre los restos. De alguna manera mi brazo, por la violencia del golpe de mar, se había enredado en el cabo, la bolina. Una ola me golpeó y la cuerda se enredó en mi brazo y mano; me dislocó el hombro y el pulgar al tirar de mi cuerpo hacia la superficie. Vi cómo otra me golpeaba el cuerpo. Me golpearon contra el pontón con tanta fuerza que expulsé parte del agua de los pulmones. Simultáneamente, mi Familia de Luz me dio un empujón. Experimenté una vibración rápida y palpitante, y regresé al cuerpo. Al entrar, mi familia del alma proyectó dentro de mí la certeza de que siempre estarían a mi lado. Instintivamente inhalé mi primera bocanada de aire en mucho tiempo. Mi primer pensamiento consciente después de volver fue: ¿Por qué tengo que vivir la vida? Al mismo tiempo, la comprensión de que necesitaba sobrevivir me atormentó. Resonaba en mi interior la pregunta: ¿Propósito, propósito, propósito? ¿Qué propósito? Solo por esas palabras supe que necesitaba sobrevivir. Sabía que mi vida tenía un propósito.

Una vez que me recuperé y volví a la vida pude ver la energía vital a mi alrededor. Un aura de luz rodeaba todas las plantas y rocas de los jardines ornamentales. Podía sentirlas y tocarlas sin necesidad de palparlas. Mi mente de ingeniero intentaba comprenderlo. ¿Cómo era posible? Sin saber nada de auras no tenía palabras para describirlo. Las palmeras eran la experiencia más majestuosa. Todas estaban tan vivas. Esta nueva forma de percibir las fuerzas vitales me llevó a examinar todo lo que sucedía a mi alrededor. Como ingeniero necesitaba comprenderlo. ¿Por qué había cambiado la vida de repente? ¿Cómo es que ahora podía ver esto? ¿Cómo es posible que pueda ver y oír lo que antes no podía sentir? Bajé al océano. También pude percibir una visión más amplia de las energías de la Tierra: los patrones rítmicos de las olas con las mareas y la luna. Pude ver la Tierra como un planeta vivo y palpitante. Durante mi juventud en Arizona algunas abuelas indígenas (Nota del Traductor: gracias a ser antiguo territorio español en el que se respetó la existencia de los indios, no como en el territorio inglés y luego norteamericano que los masacró y eliminó), me habían contado historias sobre la Madre Tierra. Realmente no me tomaba en serio sus lecciones sobre cómo la Tierra crece, se expande y contrae. Decían: «Está respirando». Ahora, después de mi tiempo en la Conciencia de la Luz, pude comprender su significado.

Instintivamente supe que lo que había experimentado era difícil de entender para cualquiera. Y mucho menos para mí. Yo era viejo marino, y hasta ahora había mantenido los pies en la tierra o en la cubierta de un barco. Era el ingeniero que solo veía las cosas en blanco y negro. Tenía miedo de hablar de lo que había experimentado; temía que mis compañeros pensaran que estaba completamente ido. Esta nueva forma de vivir, de poder sentir la energía vital, me dejó aturdido. No creo que nadie supiera la magnitud de mi confusión interior. No quería decir nada porque nadie más parecía notar mi nueva perspectiva. Si hablaba de ello pensarían que tal vez me había dado un fuerte golpe en la cabeza durante la tormenta y eso me habría vuelto un poco loco. De hecho pensaba que me estaba volviendo loco. Tenía que encontrar la manera de lidiar con esto. Quería recuperar mi antigua vida, pero eso no iba a suceder.

Volver de la muerte fue increíblemente complicado. Me movía a menos de la mitad de velocidad comparado con cuando estaba en la luz. La nueva apreciación por la vida era mucho mayor que yo. Una parte de mí seguía conectada a la luz y eso me asustaba así que hice lo que pensé que era mejor: concentrarme en el momento. Haciendo eso pude superar los primeros tres días de vivir en una nueva realidad y procesar ese cambio radical en mi vida. Siempre había sido persona que se abría camino en la vida para sobrevivir. Tener una experiencia en la luz fue un regalo en sí mismo pero la exposición a la Luz de la Conciencia deja una percepción clara y nueva. Después de la experiencia recibí tres regalos: aceptación, tolerancia y verdad. Parecen conceptos muy simples pero pueden llevar vidas comprenderlos realmente, y mucho más dominarlos.

El primer regalo fue la aceptación. De repente aprendí cómo mi vida podía influir en los demás sin yo saberlo. Ahora sé que estoy en el lugar perfecto en todo momento y que debería vivir el presente. Al experimentar la revisión de vida con amor y sin juzgar supe quién era. Pude aceptar mis defectos y fortalezas, empezar a trabajar en mí para convertirme en mejor persona. Ya no necesitaba castigarme por los fracasos. Pude empezar a aprender de los errores, aceptarlos y seguir adelante.

La tolerancia permite ver que los demás tienen sus  metas y caminos. De repente descubrí una forma de reconocer y respetar las creencias y prácticas de los demás. Al observar mi  vida reconocí que cada uno también está en su lugar ideal; experimentando lo que su camino le indica para su crecimiento. Eso me permitió evitar descartar las opiniones de otras almas. Podía aceptar y tolerar el camino de alguien sin sentir que lo aprobaba. Incluso las opiniones contradictorias dejaron de amenazarme y pude distanciarme cuando era necesario. El amor incondicional por todos los seres genera reverencia por toda vida y elimina el deseo de que los demás sean algo que no son.

Y el tercer regalo recibido fue la Verdad. Incluso de pequeño percibía cuándo iba en contra de mi verdadera naturaleza o si me comportaba de una manera que creía más aceptable para quienes me rodeaban. Sabía que esa no era mi verdadera naturaleza. Esta ficción autocreada se convertiría poco a poco en mí, aunque fuera falsa. Con el tiempo me perdí en el falso yo que había construido. El amor de la luz y la Conciencia de la Luz me mostraron mi verdadero yo, sin la ficción. La luz me conocía mejor que yo. Es difícil desprenderse, de la noche a la mañana, de una falsa personalidad. Seguí intentando vestir mi antiguo yo después de la ECM pero ya no encajaba. Me llevó algunos años aceptar mi auténtico yo, tal como lo había experimentado en la luz. Ahora, cuando trabajo con mi verdadero yo, lo llamo mi verdad.

Después de la ECM mi verdad y filosofía siguieron cambiando a medida que crecía. Me iba convirtiendo en persona más tolerante y receptiva, pero también intenté aferrarme a lo que conocía como mi verdad personal. Entonces me di cuenta de que lo que era real para mí había cambiado porque había cambiado mi filosofía, aunque solo fuera una fracción. Tu verdad fluctúa con el crecimiento y la dirección de tu camino vital. No será un camino recto, y dará muchas vueltas. Necesitamos experimentar cada momento. Dediqué mucho tiempo a un ministerio silencioso. Lo que quiero decir con "ministerio silencioso” es intentar ser un ejemplo vivo para los demás. Sé que mi existencia va a causar repercusiones; lo vi en la revisión de vida, así que decidí seguir adelante conociendo y aceptando la guía universal. Mi experiencia cambió mi rumbo; llegó en el momento perfecto, mostrándome el camino que debía tomar. Y lo más importante, ahora entiendo que no morimos en el momento de la muerte física. Vivimos con un nivel de conciencia superior. Así que con esta comprensión ya no temo a la muerte.

Dejar de temer a la muerte ofrece una libertad increíble, la de vivir sin límites y al máximo, llenos de alegría y gratitud en cada encuentro y experiencia. No temer a la muerte también da una sensación de calma que permite relajarnos sin dejase llevar por la rutina. Cuando logro algo positivo siento una sensación de plenitud, a menudo acompañada de una señal que me indica la dirección de un nuevo camino. Si algo he aprendido de mis experiencias es a seguir esos sucesos sincrónicos de la vida. Aunque no pueda ver el panorama general cuando sucede sé que se revelará en el momento y lugar adecuados. Mi vida se ha transformado a través de este viaje. Recibo perspectivas que me permiten visualizar mis posibles caminos. Creo que estas perspectivas me alertan sobre el propósito de mi alma, actuando como indicadores. Puedo tomar las decisiones correctas en mi camino, lo que a menudo me ayuda a estar en el lugar correcto para ayudar a los demás. De esta manera, puedo ser más servicial, que es el propósito de mi vida.

En noviembre de 2000 me diagnosticaron cáncer en el pulmón derecho, que se expandió con metástasis erosionando tres huesos de la columna. Finalmente la columna colapsó porque el hueso torácico T2 ya no estaba y el tumor no soportaba el peso. Tras numerosas pruebas los médicos también encontraron lesiones en la cadera, riñones y cerebro. Consideraron que la solución más compasiva sería brindar comodidad y permitir fallecer en paz. En mi ECM vi que iba a tener cáncer y también que sobreviviría. Así que con la guía del espíritu busqué tratamientos holísticos y tradicionales. Mis médicos estuvieron de acuerdo con mis deseos y en seis meses ya no tenía cáncer. Me llevó un año más convencerlos de que sobreviviría antes de que finalmente aceptaran realizarme tres cirugías correctivas de columna. Reconozco que la curación del cáncer también formaba parte de mi propósito mayor, por lo que ahora puedo ayudar a pacientes con cáncer terminal, y a otros pacientes, en la integración.

Siempre tengo presente el poder inherente a nuestra interconexión, especialmente cuando las pasiones están en su apogeo. Recuerdo mi análisis de vida y cómo mis pasiones generaron algunas de las mayores repercusiones tanto positivas como negativas. Las experiencias nos hacen crecer. Hacen crecer nuestro espíritu. La forma en que afrontamos las responsabilidades, las experiencias y las oportunidades es de gran importancia. Como todos provenimos de la luz no tenemos que buscar el espíritu. El espíritu está en todos nosotros, y solo tenemos que ser conscientes y escuchar. Cuando logramos hacerlo obtenemos claridad y comprensión de dónde debemos estar para que cada uno pueda vivir su vida un poco mejor.

David tuvo una experiencia muy intensa, y su revisión de vida, en particular, parece haber transformado profundamente su autopercepción, lo que también se ha traducido en una perspectiva más amplia de servicio a los demás. Ahora vive su vida de acuerdo con lo que aprendió durante su ECM. ¡Qué perspectiva tan refrescante! ¿Qué pasaría si todos tomáramos nuestras decisiones de vida basándonos en lo que enfrentaremos en la revisión de vida en lugar de preocuparnos por lo que impresionará a los demás? ¿Qué pasaría si todos nos preocupáramos más por vivir la vida para nosotros mismos haciendo las cosas que nos hacen felices en lugar de tomar decisiones basadas en lo que piensen los demás?

Es importante destacar que a David le diagnosticaron posteriormente un cáncer que hizo metástasis en la columna vertebral y otras partes del cuerpo. Existen numerosos ejemplos de personas que han padecido enfermedades físicas que posteriormente se resolvieron o remitieron tras una ECM. Como exenfermera me fascina la conexión mente-cuerpo y cada vez más investigaciones confirman la importancia de mente y pensamientos para nuestra salud. Quienes han tenido una ECM experimentan una transformación radical en su forma de pensar y percibir las cosas. Esta es otra área de enfoque para una posible investigación que podría empoderar enormemente a todas las personas diagnosticadas con una enfermedad debilitante.

 

 

7. EL AMOR SE ABRIÓ PASO

Penny Wilson es enfermera jubilada de 47 años de Kentucky, EE. UU. Robert Tremblay (quien también aparece en este libro) sugirió a Penny que contactara con Kelly en Facebook para hablar sobre su historia. Durante su conversación inicial, Kelly mencionó a la Dra. Barbara Mango, otra persona que aparece en este libro, y Penny dijo: «Pregúntale si me recuerda de la conferencia en California. Nos conocimos allí y hablamos largo y tendido». Esto reafirma una vez más la interconexión entre nosotros y cómo todos hemos sido guiados juntos. La ECM de Penny ocurrió durante un shock anafiláctico.

Soy madre de maravillosos tres hijos, abuela de dos preciosos nietos, y estoy comprometida con mi dulce novio, Don. Jubilada de mi trabajo como enfermera vivo en Kentucky. Hace tres años, desarrollé un trastorno autoinmune llamado anafilaxia idiopática que es una forma elegante de decir que sufro anafilaxia y shock anafiláctico sin ser alérgica a nada. Es una especie de fallo en el sistema inmunitario. Esta situación me causó enfermedades graves en numerosas ocasiones. Durante tres episodios de shock anafiláctico en 2014 sentí que mi espíritu abandonaba el cuerpo y posteriormente tuve tres ECM: cada una continuación de la anterior. Mi historia comienza cuando dejo de respirar, me inducen el coma y me conectan a un respirador. Despierto en un lugar profundo y oscuro.

Mi mente empieza a despertar, impulsándome desde la oscuridad hacia la plena consciencia. Al abrir los ojos la oscuridad es total. Percibo que lo que yace delante, detrás, encima y debajo de mí es un vacío profundo e infinito a través del cual parezco incapaz de navegar. Una sensación aplastante me empuja a mi alrededor y contra mí, aunque al mover los brazos no siento ningún contacto físico. ¿De dónde viene esta terrible presión?, me pregunto. El ambiente opresivo me desgarra la existencia como un trapo húmedo, haciendo que cada respiración sea un esfuerzo tremendo; cada músculo de mi cuerpo aspira aire hacia los pulmones y luego lo expulsa.

Completamente sola en este lugar, era como si nadie más existiera y me hice preguntas. ¿He estado en este purgatorio que oprime el alma todo este tiempo? Quizás todo fue un sueño: mi vida y mi familia, el mundo. ¿Podría ser un lugar y tiempo creado en la mente para aliviarme de esta oscuridad? Era demasiado terrible considerarlo. Agotada, sentí que un sueño profundo me invadía. Le rogué que me tragara y me mantuviera allí para no volver a conocer ese horrible lugar. Al escuchar mis súplicas el sueño profundo aquietó la mente consciente en la oscuridad, dejándome misericordiosa y completamente inconsciente.

El respirar en el vacío parece breve y despierto en el temido lugar. No es el infierno, de eso estoy segura, pero saberlo no disminuye mi desesperanza. ¿Cuánto tiempo he permanecido en este abismo sin fin? Cada momento aquí es un segundo y una eternidad a la vez. Si la vida que recuerdo fue real, y si alguna vez puedo volver a ella, viviré de otra manera. Abrazaré los días con pasión y alegría; no los dejaré pasar, como si cada uno fuera un regalo.

Cada vez que salgo de las arenas movedizas dormidas, me hago las mismas preguntas. ¿Dónde estoy y por qué estoy aquí? ¿Adónde se han ido todos y todo? Me pregunto, buscando en la mente, tratando de dar sentido a mi estado. Tal vez debería intentar moverme, pero ¿cómo y adónde? Luchando por avanzar cada intento es un esfuerzo tremendo, como si intentara avanzar a través de hormigón cada vez más denso. El trabajo es agotador y tan exigente que el sueño profundo, en su compasión, me acoge en sus brazos y me da descanso.

Finalmente, tras lo que parece una eternidad, algo cambia. He atravesado el vacío y ahora me encuentro a un lado de lo que parece una pared de cristal. Flotando, me acerco a la barrera y miro a través de ella. Al otro lado veo mi cuerpo físico tendido en una cama de hospital. ¿Cómo puedo estar aquí y allá al mismo tiempo? La pared no cede pero, al acercarme, la escena al otro lado se vuelve más clara. Mi cuerpo está conectado a cables y tubos.

¡Ah, debo estar muy enferma! Darme cuenta me llena de esperanza. No era una fantasía; ¡no lo había soñado! Simplemente estoy enferma, ​​terriblemente enferma por lo que parece. Entrecerrando los ojos distingo a mi hija de pie junto a la cama. A la derecha, un respirador bombea y se agita detrás de ella. Debo estar en serios problemas para necesitar un respirador. ¿Qué me ha llevado a este estado?

Mi hija está de pie frente a la máquina de soporte vital, y un anhelo profundo me invade. Necesito tocarla, abrazarla y hacer que todo esto desaparezca. Instintivamente me inclino hacia adelante pero mi mano se detiene ante el cruel muro que divide el vacío del hospital. La golpeo con los puños pero se niega a ceder. Entonces lo entiendo: ¡sé qué hacer! Mi mente se llena de esperanza por primera vez. Debo intentar despertar mi cuerpo. ¡Claro! ¿Por qué no se me ocurrió antes?

Concentrando toda mi energía en la cama intento despertarlo, obligarlo a abrir los ojos, pero nada, yace allí inmóvil, ignorando mis esfuerzos. ¡Vamos! ¿Por qué no funciona? Quizás necesito empezar con algo más pequeño, hacer que mueva el dedo. Decidida, redirijo la atención a su mano. ¡Vamos, Penny, solo un pequeño tic, puedes hacerlo! Dejo escapar un suspiro exasperado. ¡Maldición! Sigue sin hacer nada. ¿Por qué es tan difícil? Lo intento una y otra vez, cada intento desesperado tropieza de plano contra la obstinada pared. Siento que me succionan hacia atrás con gran fuerza; como si todos los vientos de la Tierra me empujaran lejos de mí en la cama del hospital, lejos de mi cuerpo terrenal que yacía como una piedra, a solo centímetros de mi hija. Revolverme y luchar para permanecer cerca de la pare resulta inútil; mi lucha contra el vacío invisible no es más que un vano esfuerzo. Soy succionada de vuelta al vacío despiadado e impasible.

El tiempo pasa sin dejar rastro. ¿Cuánto tiempo llevo aquí? ¿Un día? ¿Una semana? El cruel vacío me aprieta sin piedad. Cierro los ojos con fuerza, luego los abro lentamente y me encuentro de nuevo cerca de la frontera que separa el vacío de la habitación del hospital. Estar cerca del mundo físico es un profundo alivio. Esta vez es diferente; la pared late casi como si respirara. Atravieso la ahora frágil barrera y encuentro a mi yo espiritual flotando sobre mi cuerpo físico. Me veo allí tumbada, inmóvil, conectada a los monitores y al respirador. El cuerpo no muestra más vida que las mantas que lo cubren.

Tras solo unos segundos la escena en la habitación del hospital se oscurece al ser absorbida por la oscuridad. El vacío se siente más pesado; la presión en el pecho dificulta la entrada de aire a los pulmones. Recuerdo que no necesito respirar; el respirador lo hace por mi. Aun así, algo me impulsa a inhalar y exhalar, a reconectar con el yo que yace en el hospital. El esfuerzo es agotador, como intentar nadar con bloques de cemento atados a las extremidades. Sigo adelante, forcejeando, intentando encontrar la pared. No quiero estar en este lugar oscuro y desesperanzado. Tampoco quiero estar en la habitación del hospital, observando impotente desde mi puesto en la esquina superior. Por favor, déjame despertar en mi cuerpo, o mantenme en un sueño profundo para siempre, para que nunca más conozca el vacío. ¿Cuánto tiempo debe durar este ciclo?

Lamentando mi situación caigo en la cuenta de que el vacío no es un lugar real. ¡Es simbólico! Representa mi apatía; un símbolo del muro que construí durante toda mi vida, los ladrillos que apilé para mantener a la gente fuera y mis sentimientos dentro. Una barrera que construí con cada dolor que sufrí. Mis esfuerzos por protegerme me habían hecho menos real, menos vulnerable, menos alegre y tan impenetrable como el coma en el que yacía. Mi yo físico en la UCI no tenía ni idea de lo cerca que estaba de perderlo todo.

Comprender que había construido esta prisión a mi alrededor hizo que el vacío se rompiera con estruendo atronador. Una luz brillante refulgió ante mí y alejó la oscuridad hasta que quedó detrás y debajo de mí. Sentí que un imán me atraía hacia los brazos de un espíritu glorioso. ¿Por fin me rescatan de este terrible lugar? ¡Que así sea!

Ese espíritu es audaz y está adornado de luz. Ella me abraza con fuerza, contra su pecho, y su energía se arremolina como una gran nube con forma de embudo, sosteniéndome sin esfuerzo en el centro. Me acerca con un brazo y extiende el otro. Su puño zumba a mi lado, hacia la oscuridad, asestando un golpe al lugar sin alma. El vacío explota y los fragmentos vuelan a nuestro alrededor intentando entrar en su embudo de energía, pero incapaces de penetrarlo. Su luz brilla con más fuerza al chocar los fragmentos con ella. El resplandor radiante los repele y los envía a un lugar del que me alegro no saber nada. La presión nauseabunda del vacío se desliza sobre mí como el rocío de una brizna de hierba; cada gota me hace sentir más ligera al ser consumida por el glorioso espíritu rescatador. Al levantar la vista veo el rostro de mi campeona: sus rasgos, suaves y femeninos, sus ojos de un verde brillante, devolviéndome la mirada y conociéndome por completo. Nuestros espíritus se funden, como dos ríos que se encuentran y convergen en el mar.

Me resulta familiar, pero cuando intento recordar cómo la conozco se desvanece como un sueño que se esconde en las curvas de tu cerebro, evadiendo juguetonamente el descubrimiento. Presiono más, consumida por la profunda necesidad de recordar cómo conozco a este espíritu. Mis ojos se dirigen hacia arriba, a su cabello,  su brillante cabello rojo, como nada que haya visto antes. Llamarlo rojo es describirlo con una palabra lastimosamente inepta, similar a llamar al sol destello de luz. Su cabello es como fuego en su cabeza. Tiene una energía que la define, poderosa y audaz, y en un instante la recuerdo. ¡Lovetta Patrias, mi abuela materna! Las lágrimas brotan de mis ojos y mi corazón salta en mi pecho.

Fue una mujer increíble en vida y, claramente, ese espíritu la había seguido hasta donde me encontró. Riendo y llorando mis lágrimas brotaron a raudales purgándome del dolor por su pérdida que, sin saberlo, aún albergaba. ¡No había muerto! No, está más viva aquí que en su cuerpo. Comprenderlo me dejó sin aliento.

Su mirada, suave y dulce, me relaja por completo y me derrito en sus brazos. Por primera vez en mucho tiempo me siento segura. ¡Ah, segura! ¿Cuándo fue la última vez que me sentí intocable? Es como un bálsamo para mi alma. Descansando en su abrazo permito que mi resonancia se fusione con la suya, nuestras energías se entrelazan y nos rodean; sin embargo, de alguna manera, cada espíritu sigue siendo identificable como propio. ¿Cómo es posible sentir tal unidad y al mismo tiempo sentir la singularidad de todo lo que soy? Su energía no consume ni disminuye la mía. De hecho, mientras nuestras fuerzas danzan a nuestro alrededor puedo sentir mi energía, mi plenitud, crecer hasta convertirse en algo tan poderoso y profundo que escapa a toda definición terrenal.

Finalmente me habla, pero no como hablamos aquí en el plano terrenal. No hay sonido pero es audible; hay palabras, pero no pasan de sus labios a mis oídos, las dice con su espíritu, directamente al mío. «Tranquilízate, querida». Mi espíritu envuelve su instrucción y la descompone en moléculas.

La energía de sus palabras se digiere; cada sílaba transmite el efecto deseado. Me siento tranquila y fluida. La palabra "querida” se difunden hasta sus más mínimos componentes, pero no se fractura ni se destruye. Las palabras conservan todo su significado en cada pequeño fragmento y me recorren como la sangre por las venas. Siento sus palabras física, emocional y espiritualmente. En ese momento la conozco y siento su amor, mostrándome que realmente le tengo cariño. Me infunde y me hace más. Por fin, veo quién soy realmente y me queda claro que soy mucho más de lo que jamás creí que podría ser.

Mi comprensión se manifiesta de una manera profunda y nueva para mí. A nivel celular, siento y sé lo que significa ser querida por alguien. Saber esto, con tanta plenitud, me invade y lloro en sus brazos. Lloro por el dolor, la pena y la alegría. Lloro por todo el sufrimiento que conocí en vida, y todo el que vi y sentí que no podía cambiar. Lloro por el muro que construí, el aislamiento que me impuse voluntariamente mientras estaba en mi cuerpo. Lloro por aquellos en el reino terrenal que no tienen esperanza y creen que no hay nada más que lo que llaman "el aquí y el ahora". Mi corazón se deshace al pensarlo. ¿Y si hubieran tenido razón y el vacío hubiera sido mi existencia eterna? ¿Yaciendo para siempre en un estado de nada? Grito, temblando al pensar que me consumiría el sueño que una vez consideré un indulto. "Calla, querida, todo está bien". Sus palabras me apartan del horrible recuerdo del lugar desierto que, hasta hace poco, había sido mi  construida prisión.

Descansando en sus brazos, una pregunta me viene a la mente y me dispongo a hacerla, a pronunciar las palabras, pero en cuanto el pensamiento se forma la respuesta aparece, de su conciencia a la mía. «No estás muerta, no hay muerte excepto que el cuerpo se vuelve inútil y es desechado. Estás viva en el cuerpo, en el reino terrenal, o súper viva aquí, o una mezcla de ambas, como ahora, parte de ti allí y parte de ti aquí, en el Lado de los Espíritus. Tu cuerpo yace cerca de la muerte en ese lugar, y tu espíritu lo ha abandonado, pero no del todo. Una especie de cordón te ata a él todavía. Si no fuera así, estarías plenamente aquí».

Me viene a la mente otra pregunta y, como antes, se responde sin necesidad de hablar. «Tu consciencia existe fuera del cuerpo. No está contenida ni albergada en el cerebro. Es eterna y no puede retenerse dentro de algo. Existe independientemente de si tu cuerpo físico existe o no. Puedes acceder a ella con tu cerebro, pero no se mantiene ahí como un componente. La consciencia perdura a pesar del cuerpo. Has oído decir, querida, que la energía no se crea ni se destruye, simplemente cambia de forma. Es cierto en el plano terrestre y es cierto aquí. Es ley».

¿Mi consciencia es eterna? ¿No depende de si mi cuerpo está vivo o muerto? Nunca imaginé algo así. Pensé que al morir aún tendría algún tipo de estructura física que me definiera. Es difícil comprender que mi cuerpo no soy yo. La información me recorre, aflorando en plenitud, y me doy cuenta de que esto, así como estoy aquí, esto es más real, más verdadero, más fiel a mí misma, que la persona que se mantiene viva en un hospital, al otro lado. Por fin comprendo quién debo ser. Reflexiono tan profundamente sobre su complejidad y simplicidad que no me doy cuenta de que mi abuela se ha ido dejándome flotar en la brillante luz blanca.

De repente, una poderosa energía me sacó de mis pensamientos y todo se detuvo. Cuando digo "se detuvo", necesito que entiendan exactamente a qué me refiero, así que prepárense, aquí vienen las variaciones: cesó, se fue, se evaporó, se fue de la ciudad, se subió a un avión, salió disparada como gato con la cola en llamas. ¿Lo entienden? Fue sorprendentemente extraño tener mi voz mental silenciada y todas mis reflexiones alejadas. Mi cerebro dejó de pensar y cesó su trabajo habitual. Al silenciarse supe con quién estaba. Dos palabras se formaron en mi mente: YO SOY.

Estaba con el Espíritu de Dios y lo conocía. Lo conocía en un sentido físico, espiritual y mental. Era indescriptible. No tenía forma, no había encarnación, pues ¿qué podría contenerlo? ¿Qué podría contener lo eterno? La luz blanca de su energía penetrante era imparable. No podía ser atenuada. Me tocó y penetró aún más profundamente; más allá de mi ser físico, del cual solo quedaba una percepción. Su vasta presencia blanca me inundó, penetrando profundamente y robándome el aliento, del cual no tenía necesidad pues me llenaba su luz. Me entregué a esta energía dejando que llenara cada vacío, cada dolor y cada anhelo. Ocupaba todos esos espacios sin disminuirme en absoluto porque la energía blanca de Dios no nos quita, solo da llenándonos hasta rebosar. La luz radiante se movía con poderosa intención hacia todas mis partes; rodeaba e impregnaba cada célula, llenando mi cuerpo con una intensa calidez y vibración que era una alegría indescriptible para mis oídos, mi piel y mi espíritu. Permanecí intacta, conservando lo que me era útil mientras que lo que no me era útil parecía no haber existido jamás. Era incapaz de recordar esas partes y no tenía deseos de traerlas a mi entendimiento.

Flotando sentí la luz blanca llenándome y permeando hasta mis células más pequeñas. Relajé la cabeza hacia atrás, sin querer sentirme agobiada por su peso, y en ese momento la luz blanca se deslizó hacia mi cuello. Era tan cálida que me hizo encorvar el cuerpo hacia adentro para poder experimentarla aún más. Desde el cuello subió por la mandíbula hasta la boca, iluminando la  lengua con la más placentera de las melodías. Quise mantener los ojos cerrados, intentar contener la luz para que no se escapara, pero era una locura. Mis párpados no podían contener el poder del Creador. Brillaba directamente a través de ellos hacia afuera, reflejándose en la luz que me rodeaba y regresando rápidamente.

El resplandor blanco me calentó el rostro y se derramó en la cabeza, zumbando alrededor del cerebro, iluminándolo con sensaciones de hormigueo y creando la sensación de flotar y de ingravidez. Luego, la luz procedió a penetrar cada curva del cerebro, fluyendo como si recorriera un río extenso y sinuoso; despertando partes de mi intelecto que antes no utilizaba y creando dentro de mí un "conocimiento” que lo aclaraba todo.

Situaciones que me habían atormentado en el mundo terrenal volvieron a mi memoria. El temor y la tristeza que me atenazaban al dolor de esas transgresiones se disiparon. Cada verdad se apaciguó y clarificó en la mente. No se pronunciaron palabras ni se dieron explicaciones para borrar las heridas y las decepciones. Solo una profunda certeza interior de que la realidad de esos asuntos no había sido la que yo creía.

Había intentado, durante tanto tiempo, encuadrar mis pruebas, comprenderlas. No sabía que mi comprensión no provendría de mis  creencias o ideas, sino de la poderosa energía de Dios que me llenaba de este lado, el "Lado de los Espíritus". El peso de mi dolor me abandonó, reemplazado por Su paz; como el tierno abrazo de padre a hijo, asegurándome que todo está bien.

Me entregué por completo a Dios. Él sostenía mi existencia entera, su luz fluía de mí: emanaba de mis huesos, se derramaba en de cabello, incluso mis pestañas brillaban con su luz y vibración.

El amor de Dios me atraía de vuelta a su esencia, donde siempre había pertenecido. Me permití acercarme cada vez más a su centro. De repente ya no era externo, sino interno, la fuente de luz brillante que habitaba en lo más profundo de mi ser. ¡El Espíritu Santo vivía en mí, residiendo en mi corazón, mi espíritu, mi alma! Por primera vez comprendí que Dios era vasto y personal, y que, por invitación mía de hacía mucho tiempo, había establecido su morada en mí. Sentí que iba a estallar de alegría y explotar en luz, cuyos rayos alcanzaron los confines del universo. Me sumergí en la luz, deseando no volver jamás al reino terrenal.

Entonces, de repente, me detuve. Sabía que no podía seguir por ese camino, todavía no. Anhelaba quedarme, alcanzar la chispa de mi existencia, pero no iba a ser. Recordé que ya había tomado esta decisión; antes de siquiera llegar al punto de tomarla, como si estuviera predestinada, aunque esa no es la palabra correcta, pues la decisión fue mía.

La luz se atenuó y se disipó, y me inquieté clamando a Dios: "¡Por favor! ¡Concédeme al menos el recuerdo de esto! Permíteme atesorar este tiempo contigo para que nunca lo olvide. Perderé toda esperanza si no puedo tenerlo". Desperté en la cama de hospital: el recuerdo de la experiencia se aferraba profundamente a mi ser.

He experimentado cambios significativos desde mis ECM y veo la vida de una manera completamente nueva. Lo más importante que he aprendido desde esa experiencia, el mensaje que quiero compartir con el mundo, es que todos estamos conectados. La vida, al menos en la cultura occidental, nos enseña a ser independientes. Desde el momento en que respiramos por primera vez nos vemos inmersos en la sociedad del individualismo. Construimos vallas y muros, tanto literal como figurativamente, para mantener a los demás fuera. A medida que nos hacemos adultos esas separaciones se convierten en campos de batalla dividiéndonos aún más,  incluso de la Fuente que nos creó.

Esta independencia es confusa y contraria a lo que nuestro espíritu necesita y desea. Nos enreda en una lucha constante con nuestra  esencia y se convierte en la fuente de todo conflicto. Si nosotros, como hijos de Dios, queremos marcar una verdadera diferencia primero debemos reconocer que todos estamos unidos por el Creador. Estoy unido espiritualmente con el criminal, el mendigo, el enfermo. Al reconocer esta verdad me doy cuenta de que yo también podría haber seguido el camino del ladrón, el pobre o el afligido.

Regresé de mi ECM con verdadera comprensión de la fuerza y ​​el poder que cada uno de nosotros posee para ayudar a los desesperados y cansados. No tenemos por qué quedarnos de brazos cruzados mirando al cielo esperando que Dios resuelva los problemas aquí, en la Tierra. Él está aquí con nosotros, equipándonos con su amor para que podamos lograrlo.

Este conocimiento me ha dado sensación de paz. La preocupación ya no tiene sentido, pues sé que todo obra para bien si elegimos amar a Dios. La ira está tan lejos de mí como el dolor. ¿Por qué debería estar enojada o herida? Cuando alguien me hace daño siento compasión. Entiendo que una vez viví una vida consumida por mí misma y que, sin querer, lastimé a otros por ello. Camino más erguida y mi sonrisa por fin es genuina, no solo máscara. Recuerdo el amor de Dios cuando me muevo para hablar y calculo mis palabras para no causar dolor a los demás.

Doy gracias a Dios por mi tiempo en el vacío y en la luz. Ahora me siento real. Siento la conexión y no la temo. ¡Los muros se han derrumbado! Con el Espíritu del Altísimo me paro sobre los escombros, lista para cumplir el gran y glorioso propósito de Dios en mi vida.

Esta es una ECM bastante extensa que ha abarcado muchos aspectos. Penny experimentó el vacío, pero lo superó. Después de su ECM experimenta el mundo de manera diferente. Me parece interesante que haya comentado que su anterior forma de vida era una prisión autoconstruida. Supongo que esto se aplica a muchas personas (¡sé que se aplica a algunos aspectos de mi vida!), por lo que puede ser una gran revelación cuando se experimenta realmente en lugar de simplemente intelectualizarse o considerarse de forma abstracta.

Lovetta comunicó a Penny que su cuerpo estaba a punto de morir pero que su espíritu seguía conectado a él por un cordón. Existen numerosos informes de personas que vieron este cordón durante su ECM, o su  EFC, (Encuentro Fuera del Cuerpo), por lo que quizás no es raro que no lo vieran en este caso pero que se le informara al respecto. La comunicación de Lovetta también parece reforzar muchos aspectos de las experiencias de otros. De hecho, otros también han mencionado muchas otras cosas que Lovetta comunicó, como la explicación de que la consciencia no muere sino que cambia de forma.

Particularmente intrigante fue la descripción de Penny de cuando su cerebro aparentemente dejó de pensar y se quedó con la conciencia de YO SOY, lo cual se ha descrito en muchos textos sagrados.

Quizás el aspecto más impactante de la experiencia fue cuando reflexionó sobre situaciones anteriores que la habían entristecido y angustiado. De repente le invadió una profunda certeza de que esas situaciones no se parecían en nada a cómo las había percibido. La pregunta es: ¿existen maneras de desarrollar técnicas que puedan tener un efecto tan positivo? Estoy segura de que todos hemos tenido experiencias que nos dejan con un sentimiento de culpa o tormento. Imaginemos si existiera una manera tan instantánea de replantear esas experiencias. ¿No viviríamos todos una vida mucho más feliz?

Sigamos con la idea de Penny de que todos estamos conectados, aunque no veamos las conexiones. La implicación más profunda es que todo lo que hacemos a los demás, en última instancia, nos afecta. ¿No viviríamos todos de manera muy diferente si esto se nos hubiera inculcado desde pequeños?

 

 

8. LA VIDA PASA PERO TU VIAJE NUNCA TERMINA

Michael Moon, de 64 años y residente de Florida, EE. UU., contactó con Kelly a través de redes sociales. Ambos eran miembros de un foro de internet sobre ECM y Mike había leído las publicaciones de Kelly. La contactó en privado pues sintió que podía compartir su historia con ella. La experiencia de Mike ocurrió en la consulta del dentista. He recopilado cientos de casos de ECM ocurridas durante tratamientos dentales bajo la influencia de gas anestésico. La mayoría de las experiencias se produjeron en niños; es menos frecuente encontrar casos de adultos. El óxido nitroso, como anestésico, se usaba comúnmente en odontología pero su popularidad parece haber disminuido en las últimas décadas.

En mayo de 1979 tenía 26 años y mi vida era un caos. Estaba en el tercer trabajo desde que me dieron de baja del ejército y me separaba de mi esposa. Por aquel entonces estaba desilusionado con la religión y carecía de verdaderas creencias religiosas o espirituales.

Esa primavera  fui al dentista y me dijo que los dientes se estaban torciendo. Me sugirió dos opciones: poner correctores o extraer cuatro muelas. En ese momento no podía permitirme el tratamiento de correctores, así que me decidí por la extracción. Me sacarían dos muelas de arriba en la primera cita y las otras dos de abajo en la segunda. Llegué a la primera cita a última hora de la tarde y creo que fui el último paciente del día. La asistente dental me condujo a una habitación y me dijo que me sentara en un viejo sillón verde que parecía tener unos 50 años. Me aflojó la ropa y me envolvió los hombros con un paño. El sillón estaba reclinado y me pusieron una mascarilla sobre la nariz. Me indicó que respirara profundamente mientras abría el gas. Sentí que mi cuerpo se entumecía y mis ojos se volvieron muy pesados. Intenté mantenerlos abiertos y despierto el mayor tiempo posible pero finalmente no pudieron permanecer abiertos por más tiempo. Los ojos se cerraron lentamente y comencé a hundirme en la sedación. Cuando el dentista entró en la consulta aún estaba completamente consciente de lo que ocurría a mi alrededor. Aunque lo oía hablar con la asistente no podía abrir los ojos y, por suerte, no sentía nada de lo que hacía.

Empezó a bromear con la asistente sobre su novio y su vida sexual, lo cual me pareció bastante inapropiado. Me pregunté qué pensarían si supieran que podía oír todo lo que decían. Sentí que el dentista me abría la boca de par en par y me ponía una especie de pinza para mantenerla abierta. Sentí, sin dolor, un par de pinchazos de aguja inyectando algo y procedió a poner un algodón o gasa en la boca para absorber la sangre. Luego me introdujo un instrumento y empezó a hacer palanca y a tirar del primer diente. Estaba consciente de todo lo que hacía, pero por suerte no sentía dolor. Sentía que me subían y bajaban la cabeza mientras él hacía palanca y giraba. De repente oí un fuerte chasquido y el primer diente salió. Empecé a sentir que me hundía cada vez más en mí y ​​ni siquiera recuerdo la extracción del segundo diente. Después del chasquido del primer diente sentí que los músculos de la mandíbula se contraían y oí un fuerte zumbido oscilante. Recuerdo que me preguntaba por qué mis mandíbulas se contraían y qué causaba el ruido.

Seguí hundiéndome cada vez más en mí y pensé que mi consciencia debía de haberse hundido hasta el fondo del pecho. Vi una luz a lo lejos y supuse que la veía a través de los ojos. Sentí una ráfaga hacia la luz y me encontré en otra habitación de la casa. Parecía estar apoyado contra el techo, en un rincón de la habitación, mirando al dentista, a su asistente y a otras dos parejas sentadas bebiendo y riendo.

No me notaron mientras los observaba. La habitación era de un color beige verdoso claro, con dos sofás, una silla y dos lámparas poco iluminadas. No podía entender por qué estaban bebiendo y socializando mientras yo estaba en la silla de la otra habitación. La secuencia exacta de los sucesos en este punto se volvió un poco borrosa y, en un momento, estaba caminando con alguien por una calle hacia una ciudad, el cielo era rojo oscuro. Los edificios estaban muy oscuros y recuerdo haber tenido algo de miedo. Supuse que era un mal lugar y no entendía por qué estaba allí. Sin embargo entramos en uno de los edificios oscuros; no recuerdo por qué ni qué más sucedió mientras estuve allí. Solo sabía que estaba oscuro y tenía miedo.

Lo siguiente que supe fue que me encontré frente a una pared gris y brumosa. Miré en todas direcciones y la pared era lo único que podía ver. Por instinto, supongo, entré y la atravesé. Sentí como un velo fresco al rozarme la punta de la nariz, luego se deslizó por mi cara y detrás de mis orejas. Una vez que la niebla se disipó, al instante estuve al otro lado. Estaba de pie en las sombras y podía ver una suave luz horizontal en la distancia. El suelo parecía de baldosas pulidas, reflejando suavemente la luz amarilla. Alguien me tomó la mano izquierda y me dijo: «Se acabó, estás en casa, no te preocupes por nada; se acabó, estás en casa».

No reconocí a la persona o ente pero siempre he tenido la impresión de que era algo femenino. Repetía esas palabras una y otra vez. Sentí a otros en las sombras, y un hombre en particular esperaba a mi derecha. Estaba frente a mí y parecía observar. No pude olvidarlo porque llevaba un sombrero fedora, popular en los años 40 y principios de los 60. El sombrero se parecía al que usaba mi abuelo cuando yo era niño, y él murió en 1963. Sin embargo, no recuerdo quién era.

Una sensación de paz, amor y alegría extremas me invadió al comprender que mi viaje terrenal había terminado y que estaba de vuelta en casa. Estaba donde pertenecía y no me interesaba regresar. Mi mente se aclaró y fue como si se me quitara un velo. Finalmente, comprendí todo lo que siempre me había preguntado. Todas las respuestas a los misterios del mundo estaban ahí, en mi mente. No pregunté ni me dijeron nada, ¡simplemente recordé! Pensé: «Bueno, simplemente lo olvidé todo mientras estuve allí», (aquí, en la Tierra).

Me giré y miré hacia atrás para ver un gran círculo, y dentro de él había círculos más pequeños o burbujas. Las pequeñas burbujas contenían los rostros de todas las personas que habían estado en mi vida. Miré cada rostro y sentí una oleada de emociones y experiencias con cada uno. No recuerdo nada específico, solo la oleada de experiencias. Los círculos más pequeños no llenaban todo el espacio dentro del círculo más grande; solo ocupaban aproximadamente un tercio del espacio. Años después, tras aprender sobre las ECM, concluí que esto probablemente era un indicio de que habría más personas en mi vida antes de dejar este mundo.

Mientras tanto, mi amiga seguía tomándome de la mano y me repetía una y otra vez que no me preocupara, que todo había terminado y que estaba en casa. Volví a mirar a mi alrededor y fue como si estuviera en la Luna, o en algún lugar del espacio, mirando hacia la Tierra. Podía ver nubes blancas dispersas cubriendo el azul profundo de la Tierra. Era muy hermoso y me sentía feliz y en paz. Estaba en casa de nuevo y era amado, a pesar de las cosas malas que me habían pasado en la vida. Fue en ese momento cuando que me di cuenta de que había desperdiciado mi tiempo en la Tierra. No recuerdo por qué me sentí así, pero fue una sensación intensa. Aun así, ¡estaba contento de estar en casa!

Siempre he sido muy protector con mis seres queridos, especialmente con mis hijos. Pero en ese momento no me preocupaba nadie. Sabía que estaban bien y que pronto estarían conmigo. Curiosamente, sabía que "pronto” no era un momento, sino la certeza de que ellos también volverían a casa una vez que su viaje terminara. Con mi amiga a mi lado giramos y comenzamos a caminar hacia la luz, de vuelta a casa. Sin embargo, tras solo unos pasos, sentí que me arrastraban hacia atrás, y mi amiga me soltó la mano. Me arrastraron hacia atrás a través de la pared de niebla y, de repente, me desperté en la silla del dentista, solo y confundido. El dentista nunca mencionó nada de lo ocurrido ese día, y yo nunca pregunté.

Sabía que algo profundo había sucedido, ¡pero en ese momento no me di cuenta de lo profundo que era! No tenía ni idea de las experiencias cercanas a la muerte, ECM, ni de las experiencias extracorporales, EEC. Unos meses después, mi esposa y yo nos divorciamos y los niños siguieron viviendo con ella. Sin embargo, a pesar del divorcio, siempre mantuvimos una buena relación y trabajamos juntos por el bien de los niños. Durante algunos años después de la cita con el dentista, mi vida seguía siendo un caos y seguía confundido sobre lo sucedido y su significado. Me preguntaba cómo entenderlo, pero no tenía un marco de referencia.

Y esto fue así hasta que un par de años después de aquello vi una película basada en la historia real de una mujer y su esposo que sufrieron un accidente automovilístico y, desafortunadamente, su esposo falleció. La mujer resultó gravemente herida y fue trasladada de urgencia al hospital, donde fue declarada clínicamente muerta en la mesa de operaciones durante varios minutos. Afortunadamente, y para sorpresa de todos, volvió a respirar y fue reanimada. La película retrató su experiencia con gran detalle durante los varios minutos que estuvo clínicamente muerta. Al verla atravesar el túnel que conducía al otro lado fue como revivir mi  experiencia de un par de años atrás. ¡Fue realmente emocionante! Fue como si alguien hubiera hecho una película sobre mi  experiencia.

En 1998 tuve una reacción alérgica a la anestesia durante una cirugía menor. El médico dijo que los músculos de mi cuerpo y mandíbula se pusieron rígidos y se contrajeron. Luchó para insertarme un tubo de oxígeno por la garganta para que pudiera respirar y dijo que temió perderme. Después de pasar el día en recuperación el médico sugirió que me hicieran pruebas para detectar una afección médica llamada hipertermia maligna (HM). (Nota del Traductor. La HM causa una reacción a ciertos anestésicos inhalados e inyectados y es una enfermedad hereditaria que ocasiona rápida elevación de la temperatura corporal y contracciones musculares intensas cuando alguien recibe anestesia general con uno o más de los siguientes medicamentos: halotano, isoflurano, sevoflurano, desflurano o succinilcolina. La HM es un trastorno genético que se transmite de padres a hijos. Fin de la nota)

En 2001, finalmente me hicieron una biopsia muscular en la Universidad de Wake Forest y todos los resultados fueron anormales o mórbidamente anormales. Tras revisar los síntomas relacionados con la HM quedó claro que había tenido al menos tres reacciones previas a la anestesia, incluyendo mi visita al dentista que provocó mi ECM. La HM provoca la contracción de los músculos, incluidos los de la mandíbula. No tuve otra ECM como resultado de las otras reacciones a la HM, pero siempre he deseado tener una. ¡Al menos para refrescar la memoria!

Desde mi ECM me ha fascinado la historia antigua y sus teorías, y amo la naturaleza en todos los sentidos, incluyendo a todos los seres vivos. Toda vida es energía y toda energía está conectada a través del amor y el cuidado mutuo. Mi viaje espiritual ha sido como una montaña rusa, con altibajos espirituales extremos. Todavía temo el proceso y el dolor asociado con la muerte pero no a la muerte en sí. Gran parte de mi vida desde entonces la he dedicado a buscar mi propósito y a asegurarme de no desperdiciar el resto de la vida. Ahora estoy jubilado pero tuve un buen trabajo, gané un salario justo y ayudé a mucha gente. Sin embargo no era el tipo de ayuda que realmente quería o necesitaba brindar. En los años posteriores a la experiencia comencé a trabajar como voluntario en el hospicio local, dondequiera que haya tenido la residencia. Hablo sobre las ECM con cualquier paciente, familiar u persona que esté dispuesta a escucharme. No recuerdo con certeza cómo comencé con el voluntariado pero probablemente surgió de los libros inspiradores que leí años después de la experiencia. Sé que los pacientes de cuidados paliativos van a morir y siento la necesidad de ayudar a aliviar sus miedos, así como los de sus familias. He visitado a muchos pacientes de cuidados paliativos a lo largo de los años y tengo recuerdos muy significativos de cada uno, pero un par de ellos destacan especialmente. Había un niño de 12 años, —por razones de privacidad, lo llamaré, "Guti"—, que había vivido con tumores cerebrales desde los cuatro años. Empecé a trabajar con él durante los últimos meses de su vida. Tras conocerlo mejor, a menudo con mucha dificultad para comunicarme, logré hacerle saber que hay vida después de esto. A petición de sus padres no hablamos de la muerte en sí, pero pareció entender lo que le decía.

Cuando su estado empeoró su madre me pidió que fuera a su casa a despedirme. Estaba en coma en ese momento y me senté a solas con él en la cama, contándole una vez más sobre el lugar de paz y amor adonde iba. Lo animé a ir a la luz y le aseguré que volvería a casa. Falleció pocas horas después. Su familia me honró invitándome a llevar el féretro en su funeral. La gran iglesia estaba llena con cientos de personas que acudieron a despedirse.

"Pepe” fue otro paciente de cuidados paliativos que me dejó huella imborrable. Sufría de la enfermedad de la neurona motora (también conocida como enfermedad de Lou Gehrig). Cuando me asignaron visitarlo en su casa por primera vez me dijeron que era hombre brusco y duro, con quien podía ser difícil tratar.

Era corpulento y robusto, pero para cuando me involucré estaba en silla de ruedas y tenía movilidad limitada por debajo del cuello. Tras ganarme su confianza compartí mi ECM y me escuchó atentamente. Pepe no era religioso pero le alegró escuchar mi historia y comprender qué esperar cuando hiciera la transición. Me agradeció que la compartiera, y durante el resto de la visita se mantuvo tranquilo y contemplativo.

Más tarde ingresó en un hospital para enfermos terminales, y una noche me llamaron para avisarme que estaba en coma y a punto de morir. Estuve con él un par de horas, secándole la frente y tomándole la mano. Le dije que podía soltarlo y le recordé que estaba a punto de volver a casa. Unos minutos después se fue.

Aunque han pasado muchos años desde mi experiencia todavía lucho por crecer interiormente y comprender el significado de la vida. A veces ha sido un camino difícil. La vida sucede y, a veces, ha sido una terrible distracción. Sigo siendo una persona normal, con problemas cotidianos, y mi experiencia no me hace mejor que nadie. Sin embargo haber podido ver el otro lado ha sido un gran regalo. Sé que hay vida más allá de la que vivimos en la Tierra, y me esfuerzo por recordar que nada aquí es tan significativo como creemos.

En los últimos años, a través de internet, he conectado con muchas personas que también han tenido ECM. Si bien cada una es ligeramente diferente, los elementos centrales son básicamente los mismos. Así como hay ligeras diferencias en cada experiencia, he aprendido que hay ligeras diferencias en la vida posterior de cada persona. Algunos comparten su ECM y el impacto que tuvo en sus vidas en todos los medios disponibles. Otros, como yo, intentan llevar vidas sencillas y reflexivas, con la esperanza de servir de ejemplo de cómo la ECM les ha afectado. Ninguna de las dos cosas está mal; es simplemente lo que cada uno necesita en su  camino.

Creo que, por encima de todo, el regalo más importante que recibí de mi ECM ha sido la compasión por quienes lo necesitan en tiempos de crisis, especialmente tras la pérdida de vidas o seres queridos. Como ya he dicho, usamos nuestras experiencias de diferentes maneras y según nuestras capacidades. Lo principal es que todos salimos con nuestras  habilidades únicas.

Mi roce con la muerte me ha servido de consuelo en los últimos años, cuando he tenido problemas de salud. Sé lo que hay al otro lado del velo y que cuando deje esta Tierra volveré a casa. Vivo el día a día e intento ser la mejor persona posible. No siempre lo logro, pero sigo intentándolo. Sigo colaborando como voluntario y soy mejor persona gracias a ello.

Mucha gente concluiría que el óxido nitroso utilizado en el procedimiento dental de Mike provocó que su cerebro generara la ECM. Sin embargo, a la luz de otros casos de ECM y estados alterados de consciencia, sería mejor considerar la posibilidad de que el óxido nitroso pueda, de alguna manera, facilitar el acceso a un estado alterado de consciencia en lugar de crear algún tipo de experiencia alucinatoria. (Nota del Traductor. Ya se indicó antes que el gas anestésico no provocó directamente la supuesta ECM sino la combinación de la genética del paciente con la administración simultánea de diversos componentes anestésicos. Fin de la nota)

Mike no había oído hablar de las ECM antes de su experiencia. Pasaron años antes de que se diera cuenta de lo que había pasado, cuando, por casualidad, vio una película que mostraba una ECM. A día de hoy, sigue luchando por adaptarse a su desarrollo personal. Integrar la experiencia en la vida después de una ECM no es fácil, por eso creo que es esencial que, como sociedad, tengamos una comprensión más profunda de las ECM.

Tras su experiencia, Mike desarrolló un amor por la naturaleza y una comprensión de la interconexión de la vida. A pesar de su anterior trabajo bien remunerado, su ECM lo condujo hacia lo que él considera el trabajo más satisfactorio: ser voluntario en hospicios locales y ayudar a los moribundos. Tras una ECM, muchas personas sienten que su interés por las posesiones materiales y el dinero desaparece. Esto es reemplazado por un profundo deseo de servir a los demás. Mike no es la excepción: sintió que podía usar su ECM para ayudar a quienes temían a la muerte. Los ejemplos que Mike describe en este capítulo demuestran que su trabajo con estos pacientes les ha ayudado enormemente al final de sus vidas. Su ECM también le ha dado la fuerza y ​​la capacidad para afrontar sus  problemas de salud recientes. ¿Qué motiva a las personas a ser consideradas con los demás? Si pudiéramos comprender cómo se produce este cambio, podríamos desarrollar intervenciones terapéuticas altamente efectivas.

 

9. TRANSFORMACIÓN NATURAL A TRAVÉS DEL DON DE LA VIDA

Kelly estaba vacación grupal en Machu Picchu, Perú y conversó con una de las mujeres  que estaba asignada al grupo. Cuando Kelly mencionó su experiencia la mujer le preguntó si conocía a Jeff Olsen, un orador que ha escrito libros sobre su ECM. Poco después Kelly contactó con Jeff, de 53 años entonces, por correo electrónico y Skype. La ECM de Jeff ocurrió tras un accidente mortal. Sin embargo, a pesar de la tragedia que vivió ha logrado encontrar la paz. Jeff ha aparecido en numerosos vídeos de YouTube y participado muchas conferencias.

En 1997 sufrí un terrible accidente de coche. Me dormí al volante, a gran velocidad y perdí el control del vehículo a unos 120 kilómetros por hora. El coche empezó a dar trompicones mientras rodaba por el duro hormigón de la carretera.

El accidente me aplastó las piernas y como consecuencia la izquierda la tuvieron que amputar por encima de la rodilla. La caja torácica también quedó aplastada, los pulmones colapsaron y el brazo derecho casi se arranca. El cinturón de seguridad atravesó la parte baja del abdomen rompiendo intestinos y desgarrando la cadera. Lo más devastador de toda la experiencia fue la pérdida de mi esposa y mi hijo menor, que murieron en el acto. Toda la familia viajaba en el coche. Mi hijo mayor no sufrió heridas graves pero tuvo que soportar el trauma emocional de perder a su madre, hermano pequeño y, en muchos sentidos, también a su padre. Pasé casi seis meses en el hospital y me sometieron a 18 operaciones antes de recuperarme físicamente, pero la recuperación emocional años.

Me desmayé durante la mayor parte del trayecto pero cuando el coche se detuvo estaba completamente consciente. Lo primero que oí fue a mi hijo mayor, que entonces tenía 7 años, llorando en el asiento trasero. Mi primera reacción como padre fue que tenía que llegar hasta él. Quería consolarlo y ver si estaba bien. Fue entonces cuando me di cuenta de que no podía moverme. Estaba atrapado. No podía ver y me costaba respirar. Lo único que sabía era que quería llegar hasta mi histérico hijo de 7 años. Fue entonces cuando me golpeó la brutal realidad de que nadie más lloraba. No podía oír a mi hijo menor, que era apenas un bebé, y en ese momento supe que tanto él como mi amada esposa se habían ido. Lo sentí profundamente, todo en su silencio, con la abrumadora sensación de la partida.

Es el peor infierno en el que un hombre podría estar. Quedarse inmóvil, oír a uno de tus hijos llorar desconsoladamente y no poder llegar hasta él sabiendo también que la mitad de tu familia ya se había ido, muerto en el acto, y que tú eres responsable porque, en este caso, conducías el coche. No hay palabras para describir lo que sentí. Fue la peor pesadilla que jamás podría imaginar. Me quedé allí tumbado, intentando respirar y mantener la consciencia, consciente de lo que acababa de pasar. Quería consolar a mi hijo y salir del coche pero no podía moverme.

Me invadió un pánico intenso, pensando que todo se desmoronaba y no podía hacer nada para controlarlo, pero fue en ese momento cuando las cosas cambiaron drásticamente. En esos instantes de horror ocurrió algo extraño. En completo contraste con la pesadilla que experimentaba me invadió una calma peculiar. Fue el momento más oscuro de mi vida pero sentí un abrazo reconfortante. Sentí como si una cálida manta de luz me envolviera creando una burbuja de puro amor. Empecé a elevarme por encima de toda la escena y me maravillé al sentir que todo estaba realmente bien. O al menos lo sentía como si estuviera en esta hermosa y brillante burbuja de consuelo y amor. Empecé a darme cuenta de que realmente estaba bien. Al hacerlo me di cuenta de que mi esposa, que sabía que había fallecido en el lugar de los hechos, estaba milagrosamente allí conmigo, en la burbuja de luz, y que ella también estaba bien pero insistía en que no podía quedarme, que no podía acompañarla y que debía regresar para cuidar de nuestro hijo.

Aprendí mucho sobre la elección en ese momento. Allí estaba, mirando a los ojos a la mujer que amaba más que a mi vida, tan aliviado y feliz de que estuviera bien, pero sabiendo que tenía solo a un hijo llorando en el asiento trasero del coche accidentado. "Tienes que volver", insistió mi esposa. La miré hasta el fondo de su alma y ​​supe que no estaba destinado a ir con ella. En ese momento elegí volver y fue tan simple como pensarlo. Me di cuenta del poder de nuestros pensamientos. En cuanto la miré, sabiendo que sería nuestro último adiós, tomé la decisión de volver. Me separé de su lado en esa burbuja de luz y, de repente, me transporté a la escena de un concurrido hospital.

No tenía noción del tiempo mientras estuve en esa burbuja de luz. Más tarde me enteré de que llegaron al lugar del accidente varias personas, uno de ellas un médico. No pudieron hacer nada por mi esposa y mi hijo menor, pero nos llevaron rápidamente a mí y a mi hijo de 7 años a un pequeño hospital local. Luego llamaron a Life Flight para que nos transportaran a un hospital grande, equipado para atender mi situación crítica. Mi hijo fue enviado a uno infantil para que pasara la noche en observación, mientras que a mí me trasladaron a un centro de traumatología cercano.

No tenía ni idea de nada de eso. Solo sabía que había destrozado el coche y que me había despedido de la mi esposa de la forma más emotiva posible. Fue entonces cuando me encontré deambulando por el hospital, encontrándome con pacientes, médicos, enfermeras y familiares de los pacientes de la manera más profunda. Pero  esto era diferente. Vagaba en espíritu, no físicamente. Me movía libremente de una habitación a otra sin ningún esfuerzo. No era consciente de dolor físico. Simplemente me movía adonde me llevaban mis pensamientos, mientras estaba muy cerca de los médicos, enfermeras, pacientes y familiares que me rodeaban en la concurrida sala de urgencias. Cuando me acercaba a una persona parecía saberlo todo sobre ella. Conocía el amor, odio,  alegrías y dificultades de cada persona que veía. Las conocía como si fueran yo. Sentía una conexión literal y una unidad con ellas de una manera que nunca antes había experimentado pero que me resultaba intensamente familiar. A todos los que veía amaba incondicionalmente, sin importar quiénes eran, qué hubieran hecho o qué sucedía en sus vidas. Sentí sus sentimientos. Experimentaba sus experiencias de vida y sabía por qué habían tomado cada decisión. Los conocía tan bien como a mí mismo, y los amaba. Quería abrazarlos. Me sentía, en muchos sentidos, como si fuera ellos. Éramos verdaderamente uno.

Fue en ese momento cuando me encontré con un hombre acostado en una cama del que no sentí nada, lo cual me pareció muy extraño. Me acerqué para echar un vistazo y al observar ese cuerpo me di cuenta de que era yo. O al menos era mi cuerpo. Era yo teniendo esta experiencia profunda y conectiva, pero ahora miraba lo que solía ser yo mi cuerpo. En ese momento tuve la profunda comprensión de que no soy mi cuerpo. Era simplemente el vehículo que había estado conduciendo a través de la vida. Literalmente un traje de piel. Sentí una tristeza abrumadora al mirarlo y ver lo roto que estaba. Siempre lo había dado por sentado. Había sido un atleta de primera división. Mi cuerpo siempre había estado a mi disposición. Me había enorgullecido de mi físico y ahora era todo menos físico. Era espíritu, era luz, era una parte profunda de todo y de todos a mi alrededor. Era el verdadero yo, pero fuera de mi cuerpo.

Sabía que debía regresar al caos destrozado que era mi carne. De nuevo el simple pensamiento fue suficiente. Elegí estar en el cuerpo y allí estaba, de vuelta. De vuelta al dolor, al horror, a la confusión y a la culpa. Atrapado en la pesadez desgarradora de todas las consecuencias, tanto físicas como emocionales, del accidente. Estaba respirando y no podía hablar. Mis piernas estaban inmóviles debido a las aplastantes lesiones del choque. Mi brazo derecho estaba inmóvil, completamente desgarrado por el manguito rotador, y mi abdomen inferior estaba completamente abierto desde el vientre hasta la cadera. Sufría infecciones intensas de los intestinos que se habían roto y que se extendían a todas las heridas abiertas. La única parte del cuerpo que podía mover era mi brazo izquierdo, que finalmente me ataron porque seguía intentando tirar del respirador, de la sonda de alimentación, de la de infusión intravenosa (IV), y otros dispositivos médicos.

Estuve en la Unidad de Cuidados Intensivos, (UCI), durante meses y pasé casi seis en el hospital. El personal médico hacía todo lo posible por salvarme la vida pero durante gran parte de ese tiempo parecía tener un pie en este mundo y otro en el otro. Era como una pesadilla desquiciada que no terminaba. Solo encontraba alivio cuando salía del cuerpo para breves retiros, que parecían sueños lúcidos y eran infinitamente mejores que el dolor, la culpa, la pena y el arrepentimiento que experimentaba en mi cuerpo.

Aprendí muchísimo en esos largos meses hospitalizado. Aprendí lo que es el verdadero amor. Vi a mis hermanos casi perder sus trabajos para pasar tiempo conmigo. Vi a otros familiares, amigos y compañeros de trabajo hacer tanto por mí. Sentí el cariño del personal médico mientras hacían todo lo posible por sanarme y hacerme sentir mejor. Conecté con mi hijo superviviente de maneras que jamás pensé que podría hacer desde una cama de hospital.

También aprendí mucho sobre mí mismo. Aprendí sobre el miedo, la duda, la fe y la esperanza. De hecho, mi fe y mi esperanza se transformaron en confianza absoluta. La confianza era más poderosa y real. La fe y la esperanza parecían un deseo. La confianza era conocimiento. Transformé todo lo que sabía, e incluso lo que no, en confianza simplemente para sobrevivir.

Decidí dejar de preguntarme el "por qué” y centrarme en el "qué". ¿Qué estaba aprendiendo de todo esto y qué haría para superarlo? ¿Qué haría con mi vida y cómo podría honrar a mi difunta esposa e hijo? Sentía un gran dolor. Algo que aprendí de forma muy poderosa es que la vida es tan preciosa y puede ser tan fugaz. Sabía mejor que nadie que tal vez no siempre tendría un mañana, así que decidí hacer lo que debía hacer hoy. No lo pospongas. Si tenía que escribir una carta, tener una conversación, enviar un mensaje o recibir el perdón, ahora es el momento de hacerlo. El ayer ya pasó, y puede que mañana no esté aquí, así que hazlo ahora.

Finalmente me trasladaron a rehabilitación. Fue allí donde tuve la que quizás fue la experiencia más profunda de todas. Para entonces ya no tomaba narcóticos fuertes. Mi cuerpo mejoraba cada día pero mi corazón seguía destrozado por la realidad de perder a mi esposa y a mi hijo menor. Me quedé profundamente anestesiado, agobiado por la certeza de que nada volvería a ser igual.

Mientras me quedaba dormido, aún con el miedo a lo que se había convertido mi vida, sentí una sensación extraña pero familiar. Era la misma burbuja de luz que había experimentado en el lugar del accidente. Sentí sus efectos calmantes. Sentí el amor que hacía que la luz pareciera casi tangible. Sentí la atracción familiar, la elevación sobre mí mismo que ahora parecía elevarme cada vez más por encima de mi cama de hospital. Me deleité en la sensación, libre del dolor y la pena, solo que esta vez la burbuja pareció dispersarse y me encontré en el lugar más hermoso imaginable. La sensación era la de estar en casa. Era tan acogedor y agradable. Estaba solo allí, pero sentí una abrumadora sensación de que recordaba este lugar, y  me recordaba a mí. Empecé a correr, transitando alegremente en este hermoso lugar al que solo podía llamar hogar.

Fue una experiencia muy física. Podía sentir el suelo cálido y suave bajo mis pies. Sentir la energía subiendo por pantorrillas y muslos. Podía sentir la alegría de mi capacidad atlética mientras corría sin cansarme ni quedar sin aliento. Mi cuerpo estaba perfecto. Mi mente despejada. No había dolor ni pena, solo alegría y gloria. Estaba eufórico y fue entonces cuando me llegó la señal de que no iba a quedarme allí. En ese mismo instante vi un pasillo a mi izquierda y supe, intuitivamente, que debía bajar por él. Empecé a caminar y vi que terminaba. Al final del pasillo había una cuna. Me dirigí hacia ella y miré dentro. Para mi alegría allí, acostado en la cuna, estaba mi hijo menor que había perdido en el accidente, durmiendo. Dormía maravillosa y plácidamente. Lo tomé y lo abracé, lo cual fue una experiencia muy física. Podía sentir el calor de su cuerpecito. Sentir su caja torácica expandirse con su respiración. Podía sentir su aliento en mi cuello y su suave cabecita contra mi cara. Era él. Era realmente él. Olía su pelo y su piel. Era mi pequeño. Y estaba bien.

Empecé a llorar mientras lo abrazaba, maravillándome de que estuviéramos juntos. No podía ser real y, sin embargo, lo era. De hecho se sentía mucho más real que esta vida y la cama del hospital. Abrazar a mi hijo era la realidad. Mientras lo abrazaba sentí algo completamente abrumador surgir detrás de mí. Lo que sentí fue tan poderoso, tan cósmico, tan sabio y tan antiguo, pero a la vez tan personal. Me dio miedo. No me atrevía a darme la vuelta. Sabía que estaba en la presencia de Dios. Abracé a mi pequeño, todavía llorando. Al sentir esta presencia abrumadora acercarse mi mente se aceleró. No podía permitirme darme la vuelta y pensé: «Espero ser perdonada». Fue entonces cuando sentí unos brazos amorosos y divinos envolviéndonos a mi hijo y a mí, abrazándonos. En ese preciso instante, no con palabras sino con una descarga total en mi alma, me di cuenta de que no había nada que perdonar. De hecho la palabra «perdonar”, y cualquier noción de juicio, se volvieron completamente ajenas. Solo había amor. Me sentí tan abrumado por un amor puro, absoluto e incondicional que las palabras no alcanzan para describirlo. Crecí creyendo que Dios me juzgaría y que, probablemente, yo tendría problemas. Creía que la vida era una prueba y que, a pesar de esforzarme al máximo, tal vez la estaba suspendiendo miserablemente. Sin embargo, en esos brazos amorosos no había juicio alguno. Solo amor puro e incondicional.

Parecíamos fundirnos el uno con el otro. Mi hijo se convirtió en parte de mí y luego nosotros en parte de Dios. Entonces, los tres nos convertimos en parte de todo lo que es y siempre fue. Estaba asombrado. El universo entero se había transformado en mí y, sin embargo, allí estaba yo, consciente de todo, como observador desde una perspectiva muy elevada. Vi mi vida. Vi las cosas que sentía como errores, y sin embargo, en esos brazos amorosos no había errores. Vi las cosas que sentía que estaban mal, y aun así las hice de todos modos. En esos brazos no había errores solo amor, sabiduría y aprendizaje. Se me comunicó, de nuevo no con palabras sino con puro conocimiento, que todos los juicios que estaba emitiendo sobre los acontecimientos de mi vida eran simplemente mis juicios y no tenían nada que ver con Dios ni con el amor incondicional. Sentí que en esos brazos yo era perfecto. De hecho, yo era divino y estaba plenamente conectado con la fuente de todo lo que era o sería. No existía el tiempo. Solo existía ese momento perfecto en el que todo el universo se había unido para honrar mi pequeña y tonta vida.

Vi el accidente y todo lo que lo precedió, desde mi infancia y adolescencia hasta la edad adulta, y a todas las personas que habían estado en mi vida, como el elenco perfecto de una obra perfecta, creada solo para mí y el crecimiento de mi alma. Fue entonces cuando comprendí que yo la había creado. Que había orquestado las experiencias perfectas para el bien mayor de mi alma. Era extraño; había pasado meses en esa cama de hospital creyendo que, de alguna manera extraña, Dios me había hecho esto. Que todo esto era parte de una prueba cósmica en la que había pasado mi vida hasta ese momento creyendo e intentando aprobar. Al observar todos los momentos sagrados de mi vida la poderosa comprensión fluyó hacia mí: la de que no era una prueba en absoluto, sino un regalo; que cada día, cada momento y cada relación, familiar, amiga o enemiga, era todo para mí, para mi experiencia perfecta, y que se ponía en marcha de alguna manera por mi voluntad. Sentí como si el universo entero simplemente hubiera dicho un rotundo "sí” a lo que había elegido para aprender. Allí estaba, en los brazos de Dios, observándolo todo sin juzgarme, solo con gratitud.

También aprendí mucho sobre la elección. Aprendí que, literalmente, todo es una elección. Sentía como si la única regla en el universo fuera el "libre albedrío y la elección", pero sin juicios, solo con amor incondicional.

Comencé a tomar conciencia de mí mismo sosteniendo a mi hijo en mis brazos, pero aún sintiendo los brazos de nuestro Divino Creador a mi alrededor. Me di cuenta de cuánto amaba a mi pequeño. Era perfecto para mí. A medida que esos sentimientos fluían a través de mí intensamente, comprendí que en los brazos de Dios yo era ese pequeño. Que esos mismos sentimientos que tenía por mi hijo eran muy reales y cósmicamente universales, solo que magnificados. Yo era perfecto en los brazos de Dios, y por lo tanto sabía que todos lo somos. Cada uno de nosotros es único, pero perfectamente amado por Dios. Comprendí que Dios está en todos nosotros y todos estamos en Dios, como células en un cuerpo gigante de humanidad. Cada uno con su función única en el proceso general, pero en perfecto orden como un todo.

Sostuve a mi pequeño, que aún dormía profundamente, y comprendí, de forma poderosa y no verbal, que incluso tenía una opción sobre él y lo que había sucedido. Sabía que mi hijo había muerto. Sabía que solo estaba en este mundo por un momento. Pero se me comunicó que aún tenía una opción en todo. Podía elegir sentirme víctima de Dios, podía elegir odiarme para siempre por haber perdido el control del coche, o, en ese momento perfecto, podía elegir entregar mi hijo a Dios, ejerciendo así mi libre albedrío en toda la situación. Podía entregar mi hijo a Dios y no sentir que me lo habían arrebatado. Podía dejarlo ir a los brazos de Dios en gratitud por el tiempo que habíamos pasado juntos en esta vida, transformando mi dolor y resentimiento en agradecimiento. Lo abracé fuerte y lo besé en la frente. Pude devolvérselo a Dios. Devolverle la paz, la comodidad y el hogar. Entonces desperté en la cama del hospital, con todas las heridas, tanto físicas como emocionales, pero con una perspectiva completamente nueva. Una perspectiva que me hacía sentir como si recordara lo que siempre había sabido, pero que había olvidado.

Por favor, no se equivoquen con todo esto. No es que haya tenido un accidente terrible, luego experiencias cercanas a la muerte o extracorporales muy fuertes, y luego estado bien. No fue así en absoluto. Tuve un accidente terrible, experimenté profundas experiencias espirituales pero, literalmente, me llevó diez años empezar a encajar todas las piezas y transformarme de forma significativa. Durante años estuve perdido, buscando todo el amor que había sentido en esos reinos superiores. Aprendí a caminar de nuevo con una prótesis. Volví al trabajo. Tenía a tanta gente a mi alrededor dispuesta a ayudarme con todos los aspectos de mi vida, pero aún faltaba algo. Incluso con todo lo que había vivido seguía buscando la validación externa de que estaba bien. Incluso con la verdad cósmica que se había descargado en mi alma, sentía como si continuamente extrañara estar de nuevo en esos reinos divinos.

No fue hasta que experimenté nuevos avances espirituales, casi diez años después del accidente, que las cosas finalmente cobraron sentido y comenzó la verdadera transformación. Era como si hubiera visto la suma, pero no conociera la ecuación, y hasta que no viera cómo se sumaban las cosas nunca comprendería todo lo que me había sucedido. Había experimentado la Divinidad pura pero seguía buscándola fuera de mí. Solo cuando finalmente comprendí que todas las respuestas estaban dentro de mí, y recordé que en realidad era Divino, me sentí completo y sanado. Encontré la transformación no solo perdonándome por todo lo sucedido, sino amándome de verdad. Solo entonces se produjo. Fue un gran cambio, y yo lo había creado. Al amarme, perdonarme y confiar en mí mismo creé amor y confianza en el mundo que me rodeaba. Solo amándome se materializaron el verdadero amor y la verdadera transformación. Solo con amor propio incondicional pude sanar lo que aún buscaba y amar de verdad a los demás y al mundo que me rodeaba.

La transformación se produjo en mí, por mi libre albedrío y elección. Llegó como un proceso. El proceso de la vida. Y yo la creé. Tuve la llave todo el tiempo. Simplemente no la usaba. Ahora por fin sabía lo que Dios me decía mientras estaba en esos brazos amados, pero tardé mucho en comprenderlo. Todavía tengo días difíciles. No fingiré no tenerlos. Nunca he dejado atrás por completo a mis seres queridos fallecidos, pero he dejado ir el dolor. Y al hacerlo los siento cerca a menudo. Los siento en las pequeñas cosas. En sueños, en plumas milagrosamente dejadas a mis pies, en la brisa que susurra entre las hojas de los árboles y en esos momentos de tranquilidad en los que estoy abierto a la simple idea de que están cerca y pueden tener un mensaje para mí. La transformación ocurre al estar abierto a ver milagros en los sucesos sencillos y cotidianos. El universo habla a quienes escuchan. Ahí es donde se produce la verdadera transformación. Está en el susurro silencioso y no necesariamente en alguna experiencia cósmica extracorporal.

En esos días difíciles, cuando la vida parece lanzarme otra bola curva como si fuera un partido de béisbol, recuerdo estar en calma, en calma y saber. Y lo que sé es que todo está en perfecto orden. Que yo, con Dios, los ángeles y el universo entero, he creado mi vida para la expansión y transformación de mi alma ya eterna. No hay nada que perder, pero sí mucho que ganar, sin importar cuán doloroso, alegre, extenuante, confuso o soso y completamente ordinario pueda parecer cualquier momento. Mi vida es perfecta para mí porque así la creé, y el universo entero, sabiendo quién soy y quiénes somos todos, dijo que sí. Eso es lo que hace el amor incondicional.

He aprendido a confiar en el proceso, a dejarlo ser y observar cómo se desarrolla, simplemente tomando la mejor decisión en cada momento, sabiendo que, al final, no puedo perder. Hay demasiado amor ahí fuera como para que me decepcione. También he aprendido a encontrar alegría en las cosas simples y normales de la vida. Las pequeñas cosas, en realidad, son las grandes. Una puesta de sol, un abrazo, reír, llorar, incluso en los momentos de tranquilidad y soledad, es donde encuentro la mayor alegría. Escuchar el viento o ver a un insecto navegar por su  existencia transformadora. La vida es perfecta en su simplicidad. Ahí es donde está el Cielo: en las pequeñas cosas, en las cosas ordinarias de la vida. Búscalas. Observa lo que observas y verás milagros y bendiciones por todas partes. Yo sí. Y nada cambió realmente, excepto yo. De eso se trata la verdadera transformación. Cambia tu perspectiva y realmente cambiarás el mundo.

Este es un ejemplo muy conmovedor de cómo las experiencias de Jeff le dieron una perspectiva radicalmente diferente sobre la trágica pérdida que sufrió a causa del accidente automovilístico. Recuperarse de un accidente así y superar lesiones que le cambiaron la vida ya es una hazaña en sí mismo sin tener que añadir el soportar el dolor adicional de perder esposa e hijo. Sin embargo, sus experiencias parecen haberle proporcionado la fuerza y ​​la comprensión que han sido parte integral de su sanación. A Jeff le ha llevado diez años encontrar esa paz, pero sus experiencias parecen haber iniciado el poderoso cambio de perspectiva que fue clave para su sanación. ¿Qué tienen estas experiencias que generan tal cambio de percepción?

Es interesante que su experiencia más profunda ocurriera cuando ya no tomaba narcóticos. En mi investigación hospitalaria, descubrí que quienes recibían analgésicos y sedantes fuertes eran menos propensos a informar una ECM. Es como si los fármacos redujeran la probabilidad de que estas experiencias ocurrieran, a diferencia de la idea errónea de que las drogas las causan.

Me pregunto si Jeff habría podido afrontarlo y recuperarse, y mucho menos encontrar paz en su vida, si no hubiera experimentado una ECM. Aún hay mucho que aprender de las ECM, y a menos que examinemos casos como el de Jeff y nos involucremos con ellos, ignoraremos los beneficios que pueden obtener otros.

 

 

10. UNA CORRECCIÓN A MITAD DE CURSO

Kelly conectó con nuestra siguiente experiencia a través de las redes sociales. Diane Goble, de 76 años, y de la ciudad de Sisters, en Oregón, Estados Unidos, es autora de varios libros y ha participado en numerosos programas de radio y YouTube. Lo que empezó como un día divertido casi termina en tragedia y cambió la vida de Diane. Esto nos relata:

En 1971, dos meses antes de cumplir 30 años, me ahogué y tuve, lo que ahora entiendo que fue una experiencia cercana a la muerte. La religión no jugó un papel importante en mi vida hasta los 10 años cuando mi hermana de 8 años murió accidentalmente. Mis padres no manejaron bien su dolor y estuve perdidos en una niebla de dolor sin resolver durante varios años. De adolescente comencé a buscar respuestas asistiendo a diversas iglesias cristiana, como las presbiterianas, luteranas, metodistas, episcopales. No encontré respuestas. Cuando estaba en la escuela secundaria un amigo me invitó a misa en su iglesia, la católica. Allí comencé a encontrar algo de paz mental, si bien no las respuestas a mis preguntas. No puedo decir que alguna vez creí realmente en alguna de sus historias bíblicas.

Aun así me casé por la iglesia, bauticé a nuestros tres hijos y la abandoné después de que un sacerdote me dijera que debía tomar una decisión sobre los anticonceptivos, (tenía que tomarlos por razones médicas). Nunca volví, nunca pensé dos veces en Dios ni en la religión, hasta dos meses antes de cumplir 30 años cuando me ahogué en un río embravecido y tuve una experiencia extracorpórea en otro mundo donde se me reveló la verdad sobre quiénes somos y por qué estamos aquí. Decidí regresar a mi cuerpo con un mensaje que compartir y una misión para mi vida, que olvidé rápidamente a mi regreso.

La experiencia me cambió tan profundamente que en tres años perdí a mi marido y mi hogar, y mi ex se llevó a mis hijos temporalmente insinuando que no era buena madre. Pensaba que estaba loca. Además, como ama de casa a tiempo completo no había "trabajado” durante diez años. Nadie me daba empleo. Sola, y con miedo, recurrí al alcohol, drogas y sexo en busca de respuestas que no estaban ahí afuera.

Cuando niña de 11 o 12 años, en Long Island, Nueva York, atrapaba orugas y las guardaba en una jaula para observar de cerca su asombrosa metamorfosis. Me fascinaba que una criatura pudiera transformarse de algo parecida a un gusano en un charco de papilla, en elegante y colorida mariposa alada. Hoy es así es como describiría el proceso de transformación que experimenté durante y después de mi ECM. Todo lo que había sido se derritió en una sopa y se reconstituyó en un ser humano más evolucionado que antes.

Me encontré con una buena amiga a la que no veía desde la escuela secundaria en Coral Gables, Florida, unos veinte años después de mi ECM. Tras una cena para ponernos al día me preguntó: "¿Quién eres y qué has hecho con mi vieja amiga Diane?". Ya no soy la misma persona que era antes de mi ECM. Algunos cambios de personalidad fueron evidentes de inmediato; otros efectos se desarrollaron a medida que cambiaba mi vida. Parece que una persona tarda unos siete años en integrar una ECM en su experiencia física, como si la niebla comenzara a disiparse, el camino se aclarara y descubriera su capacidad de actuar conscientemente según lo aprendido. Después de pasar por un infierno, cambiar mi vida por completo y perder prácticamente todo lo que tenía, volví a estudiar un mes después de ese séptimo aniversario. Me orientaron para que estudiara psicología para intentar comprender qué demonios me había pasado. Todavía no había oído hablar de algo así, así que seguía sin hablar de ello. Simplemente estaba tratando de sobrevivir, sola en una ciudad nueva y extraña, (desde Chicago hasta Los Ángeles), con tres niños pequeños. wisto

Incluso mi regreso a la educación fue guiado, no planeado. Me lesioné la espalda levantando pesados ​​contenedores de comida en un restaurante de comida rápida que administraba, perdí el trabajo y no pude volver a laborar a tiempo completo durante un año. Cuando pude mantenerme de pie durante más de un par de horas comencé a hacer voluntariado en un refugio para mujeres maltratadas para tener algo que hacer. Esto me ayudó a darme cuenta de que quería ser consejera para ayudar a otras mujeres atrapadas en el ciclo del abuso.

Conseguí suficiente ayuda financiera, en forma de préstamos estudiantiles, programas de estudio y trabajo, y limpiezas de casas cada semana como para mantenerme y mantener a mis hijos durante los cinco años que me llevó obtener la licenciatura en Psicología y la especialización en psicología clínica comunitaria, todo ello a la edad de 42 años. Abandoné la universidad a los 19 años porque no me creía lo suficientemente inteligente y ahora estaba en la lista del decano cada semestre y, salvo algunas clases, apenas necesitaba estudiar. Parecía saberlo todo intuitivamente.

Durante muchos años tuve profundo interés por la física, las partículas subatómicas y la astrofísica, y tuve recuerdos de mi ECM simplemente mirando las imágenes de las Potencias de Diez. Leía libros de física teórica mientras mis hijos jugaban en la playa. Años después me di cuenta de que recibí toda esta información durante mi viaje a través del Salón del Conocimiento durante mi ECM. Apenas la estaba traduciendo al lenguaje humano, pero la entendí desde una perspectiva más amplia. Pude ver el panorama general.

Comprendo rápidamente el panorama general cuando investigo sobre cualquier tema porque tengo acceso a una base de conocimiento más amplia que la de quienes no han tenido una ECM, lo que incluye una descarga de conocimiento universal. La experiencia puede activar nuevas neuronas o una zona poco utilizada del cerebro; quizás se activó un interruptor de ADN que abre la puerta a la conexión alma-mente. Fue un momento revelador mientras viajaba hacia la luz con un hermoso Ser de Luz a mi lado. Recuerdo reírme de mí por olvidarlo, y también recuerdo pensar en lo maravilloso que sería si nos diéramos cuenta, mientras aún estamos vivos, de que cuando nuestro cuerpo muere, ¡nosotros no! Quizás entonces los humanos seríamos más compasivos los unos con otros y priorizaríamos la paz. Yo lo llamaría pensamiento de conciencia superior.

En 1979, mientras trabajaba como voluntaria en una residencia de ancianos, escribí un artículo, publicado en una revista, en el que sugería la necesidad de una pequeña píldora azul que permitiera a las personas moribundas controlar su  muerte. Se basaba en conversaciones que tuve con residentes mayores. En 1992, me convertí en voluntario en un hospital de cuidados paliativos y continué haciéndolo de forma intermitente durante más de 20 años en La Florida, California y Oregón. Soy miembro de la asociación Compasión y Elección y abogo por una ley nacional de Muerte con Dignidad en Estados Unidos. Escribo un blog titulado "Hablemos de la muerte y de morir", en el que analizo pros y contras de este argumento.

Durante mi programa de posgrado realicé prácticas con un grupo de psicólogos que estudiaban la teoría de sistemas familiares y colaboré con un ex pastor presentando y vendiendo programas de crecimiento personal y motivación. También estudié Psicología Transpersonal y posteriormente obtuve otra maestría en Hipnoterapia Clínica, especializándome en regresión a vidas pasadas y me ordené como pastor. Abrí el Centro de Manejo del Estrés en San Petersburgo, La Florida, en 1986, (antes de que se supiera que el estrés era un problema tan grave), y al año siguiente mi hermana y yo abrimos una clínica de integración mente-cuerpo-espíritu (antes de que alguien se diera cuenta de que todo esto funciona en conjunto). Estábamos muy a la vanguardia. Parte del trabajo que hicimos hace 30 años apenas ahora se está popularizando. Ya entonces me di cuenta de que era pionera, un agente de cambio, y lo he seguido siendo hasta el día de hoy.

En 1987 tuve una experiencia espiritualmente transformadora durante una meditación profunda en una reunión de la asociación “Convergencia Armónica” que me devolvió la consciencia plena a mi ECM. Más tarde leí un libro de Ruth Montgomery, “Extraños entre nosotros", donde describía experiencias similares e inexplicables, y de repente me di cuenta de que no estaba sola. No estaba loca. A otros les había pasado. Y empecé a hablar de ello, a contar mi historia como si hubiera sucedido ayer. Aún podía verlo todo con claridad y me di cuenta de cómo había cambiado mí persona y vida.

No fue algo fortuito. Su propósito era despertarme a mi guía superior como parte de mi camino espiritual, pues el propósito de mi alma al venir a esta vida era ayudar a la consciencia humana a ver nuestra naturaleza espiritual. A medida que sigo despertando me doy cuenta de que lo que estoy trabajando para mi  crecimiento espiritual se manifiesta en el mundo físico y se extiende exponencialmente por todo el planeta.

No sugiero que eso me haga especial; rara quizás, pero en realidad hay millones de personas en todo el mundo informado ECMs y todos juntos intentamos que todos sepan que esto es lo que realmente somos los humanos: seres espirituales con la capacidad de existir independientemente como seres biológicos en un entorno físico ambientalmente estable. Todos estamos aquí para aprender a amar no para matarnos unos a otros de todas las maneras posibles. No hay fuerzas malignas, dioses furiosos ni extraterrestres depredadores acechando queriendo destruirnos. Estamos elevándonos por encima de nuestra naturaleza animal y desarrollándonos como seres humanos-espirituales plenamente integrados. Veo estos tiempos como los de un gran despertar de la humanidad a su Naturaleza Divina y una oportunidad para traer paz al planeta. Primero, todo tiene que convertirse en papilla y luego emerge la hermosa mariposa plenamente realizada.

Si no hubiera tenido una ECM podría haber continuado mi camino como ama de casa insatisfecha y dependiente en los suburbios de Chicago, atrapada con un marido infiel del que me había desenamorado, y ciertamente nunca habría tomado el camino que tomé. Por mi cuenta seguí estudiando las religiones del mundo, la filosofía y la física para asegurarme de que lo que aprendía en el más allá estaba en sintonía con el conocimiento descubierto por humanos anteriores. Empecé a dar charlas en Centros de Luz, iglesias y conferencias de crecimiento personal, y me convertí en maestra espiritual.

Mientras realizaba este trabajo el mensaje que la luz me dio para compartir con los demás retornó a mi mente: ¡No existe la muerte! ¡No morimos! Sí, nuestros cuerpos mueren, pero no somos nuestros cuerpos. Un cuerpo físico es la forma que usamos para experimentar la vida como ser físico en una dimensión física. Quienes realmente somos es el ser espiritual que nunca muere. Mi experiencia de una consciencia que se elevaba a una perspectiva superior, y observar la búsqueda de mi cuerpo desde arriba, ocurrió simultáneamente mientras el río se lo llevaba. No hubo lapso de tiempo.

Lo último que recuerdo fue haber decidido, con mucha calma, que ahogarme era la mejor manera de morir y, con mi último aliento, gritar al hombre que me sujetaba la muñeca que la soltara. Mi cuerpo fue absorbido por el violento torbellino debajo de la gran balsa amarilla que estaba atrapada por la agitada acción hidráulica del agua y todo se volvió negro, que era exactamente lo que esperaba, después de haber descartado la religión y haberme convertido más en atea. ¡Simplemente se apagaron las luces!.

Entonces, como si hubiera parpadeado y los hubiera vuelto a abrir, miré desde arriba de las copas de los árboles el río embravecido: la balsa atrapada por el sistema hidráulico, con los dos hombres aún dentro, y la otra mujer de nuestra balsa forcejeando en los rápidos río abajo. Pude ver a mi esposo, a mi hermana, que entonces tenía 16 años, y a otras personas corriendo río arriba desde la tranquila poza, bajo la sección de los rápidos, para averiguar por qué todo nuestro equipo se estaba yendo río abajo.

Cuando mi esposo saltó a una roca a buscarme me encontré a su lado intentando decirle que era inútil intentar salvarme. Al extender la mano para sujetarlo me di cuenta de que no tenía mano, que no tenía cuerpo, y pensé: "¡Dios mío, estoy muerta!". Y con esa comprensión fui arrastrada lejos del río, del bosque, del planeta, como si navegara a toda velocidad por el universo hacia una luz blanca, brillante y acogedora, muy, muy lejos en la distancia.

La sensación fue increíble, emocionante, asombrosa. Me llenó de paz y alegría, y una abrumadora sensación de ser amada y completamente aceptada, como si me dieran la bienvenida a casa. Parece que en la muerte el alma aprende que no es un cuerpo. Supe al instante adónde iba y que ya lo había hecho antes: dejar el cuerpo y regresar a casa, miles de veces. La reencarnación, que antes había descartado de repente cobró sentido. La Biblia, que había leído pero que consideraba solo un cuento de repente cobró sentido; solo omitieron algunos detalles significativos.

Sentí una presencia a mi lado y me di cuenta de que me acompañaba un hermoso Ser de Luz, que percibí como mi ángel guardián. Supe al instante que este ser amoroso había estado conmigo durante toda la vida humana. No era figura religiosa identificable, no tenía género ni forma: era pura energía de luz radiante. Nos comunicamos telepáticamente. Cada pregunta que tenía fue respondida antes de que pudiera formularla, pero era más como si estuviera recordando todo lo que había olvidado al tomar un cuerpo y ahora todo volvía. Entendí cómo funciona todo, todo tenía sentido, todas las piezas que faltaban encajaban. Me prometí que recordaría todo esto en mi próxima vida.

Juntos recorrimos centros de sanación donde aprendí cómo las almas que llegaban se recibían y reconfortaban por sus familias espirituales, guiadas en su proceso de revisión de vida y sanadas de cualquier trauma causado por malentendidos sobre la vida que acababan de experimentar. También visitamos zonas donde estos seres se rehabilitaban antes de avanzar hacia otros aspectos de la vida espiritual en otras dimensiones.

Todo esto me resultaba familiar porque mi alma ha vivido tantas vidas; por lo tanto, se trataba simplemente de recordar. No lo sabía entonces, pero recibí información que me sería útil a mi regreso. No tuve una revisión de vida, pero me aseguraron que el Ser de Luz me amaba y aceptaba por completo.

Viajamos a gran velocidad a través de una oscuridad cálida y aterciopelada hacia una luz brillante que se intensificaba a medida que nos acercábamos. Parecía una estructura de cristal, un grupo de espirales que parecían agrandarse a medida que nos acercábamos. Se sentía refrescante, purificador, calmante y suave. El Ser de Luz y yo nos comunicamos telepáticamente sobre regresar al cuerpo de Diane y continuar mi viaje en esta vida. Me sentía muy bien donde estaba y ansiosa por seguir explorando esta dimensión. Me dijeron que podía elegir quedarme con el amor que ya había experimentado en esa vida y dejarla ir o podía acelerar mi viaje espiritual tomando decisiones diferentes y siguiendo un camino distinto para esa vida al regresar al cuerpo de Diane.

El Ser de Luz me comunicó que estábamos ante el Salón del Conocimiento y que si decidía regresar y retomar esta vida física como Diane recibiría conocimiento de conciencia superior sobre la transformación de los humanos en seres espirituales, y un don especial de la luz para compartir con la humanidad y despertar a otros a un pensamiento de conciencia superior. Me convertiría en una de las muchas trabajadoras de la luz que surgen en el planeta, compartiendo nuestra sabiduría interior con otros humanos, sobre quiénes somos realmente y por qué estamos aquí y, de paso, traería paz al planeta.

¡Guau! Mi primer pensamiento fue que esto sonaba como una misión sumamente interesante, y antes de que pudiera considerar las consecuencias mi energía fue atraída hacia esta gigantesca estructura de cristal, tan alta que su aguja se extendía hasta el infinito. Dentro había como un holograma: nada sólido, imágenes flotando, emergiendo, desvaneciéndose. Era como estar en una biblioteca realmente antigua; había estantes de libros y pergaminos con sucesos históricos que subían y bajaban en el espacio. Me senté a los pies de los maestros Aristóteles, Platón, Sócrates, Galileo, Jesús, “mahoma”, Buda. Los escuché hablar. Ellos me escucharon. Parecía durar mil años y, sin embargo, no había tiempo, todo estaba sucediendo a la vez. Surgieron aspectos de la base del ser y se disolvieron a medida que continuaba ascendiendo en espiral, absorbiendo conocimiento y expandiendo mi consciencia a medida que avanzaba. (Nota del Traductor: citar a mahoma como maestro es cuestionable dado el criminal y inhumano mensaje de la doctrina que fundó conocida como islam que mantiene alienada, y atrasada cientos de años, a buena parte de la humanidad, aunque es posible que eso sea algo previsto por el Ser Superior. Fin de la nota).

Sentí que me acercaba a la cima y me pregunté qué pasaría después cuando, de repente, mi energía se estrelló contra la cima y pareció como si fragmentos de vidrio roto de colores volaran en todas direcciones en la oscuridad. Y en ese mismo instante mi cabeza salió del agua a unos 100 metros río abajo de la balsa.

No recordaba que mi cuerpo estuviera en el agua después de sumergirme en la balsa; ni la lucha por salir, ni los rápidos, ni las rocas, ni chocar contra ellas, ni respirar, ni la corriente hasta que la cabeza emergió en la tranquila poza situada bajo los rápidos; un lapso, supongo, de tres a cinco minutos (calculado después de ver un vídeo de un kayakista navegando por esa misma sección del río). Me agarré a la roca más cercana, tosí un poco de agua y esperé a que mi marido descubriera dónde había ido a parar mi cuerpo y corriera río abajo para ayudarme a salir. Todos pensaron que estaba muerta. No necesité reanimación. No tenía moretones ni huesos rotos ni conmoción cerebral. Menos mal porque estábamos kilómetros adentro del bosque en medio de la nada antes de que existieran teléfonos móviles y helicópteros de búsqueda y rescate.

Apenas podía hablar de ello porque no entendía lo que acababa de pasar. Nunca había oído que le sucediera a alguien. Al principio no encontraba otras palabras que "me fui a otro sitio". Los habitantes del río sugirieron que sobreviví porque me entregué al río.

Parece que tuve que perder todo lo que mi ego consideraba importante en los años siguientes, pero encontré sentido al ver el mundo desde esta perspectiva superior y poder compartirla con otros para ayudar a la humanidad a despertar a su naturaleza espiritual. Ha sido una experiencia de conexión increíble. Aprendí a identificarme menos con mi ego, cuerpo y  mundo físico, y a seguir el camino de mi alma, no mis insaciables deseos humanos. Eso fue lo que me trajo paz mental y la capacidad de vivir el propósito del alma para convertirme en Diane.

Además, al regresar no tuve que esperar a mi siguiente vida para recordar que soy un ser espiritual que experimenta la vida a través de una forma en la dimensión física, lo que le da a esta vida un significado completamente nuevo una vez que se acepta. No hablé de mi experiencia durante 15 años, pero, una vez que empecé, no pude parar.

En 1989 comencé a escribir un libro titulado “A través del túnel: Guía del viajero para el renacimiento espiritual”(1993), basado en los libros egipcio y tibetano llamado “de los muertos”, que ofrece la perspectiva de una persona que ha tenido una ECM sobre el arte de morir conscientemente para ayudar a otros a comprender que la muerte es una transición, no un final. Mientras lo escribía seguía llegando información ajena a este libro. Finalmente me di cuenta de que varios otros seres incorpóreos me comunicaban información telepáticamente para otro libro, así que acordamos que yo transcribiría su libro si me ayudaban a terminar el mío, lo cual hicimos. El suyo está disponible como ebook titulado “Sentado en la flor de loto”(2010).

En 1996, inicié mi primer sitio web, escribí sobre mi ECM, incluí historias similares que me enviaban personas y proporcioné recursos para buscadores espirituales y personas mayores que buscaban información sobre cuidados al final de la vida. Dado que fui una de las primeras personas en conectarse con esta información me inundaron con correos electrónicos de personas de todo el mundo (140 países) que esperaban que una persona que hubiera tenido una ECM pudiera responder a sus preguntas existenciales sobre Dios, la muerte, el más allá, la reencarnación, las experiencias paranormales, el significado de la vida y la espiritualidad. Se convirtió en un trabajo de tiempo completo (no remunerado) que se prolongó durante más de una década. Publiqué sus preguntas y mis respuestas en mi Foro Abierto de Buscadores en el sitio web y recientemente incluí algunas en un libro, ahora titulado The Hitchhiker's Guide to Cosmic Consciousness (Kindle, 2016).

En 2008, creé un curso de capacitación en línea para enseñar el arte de morir conscientemente a profesionales holísticos, profesores de yoga, enfermeras, voluntarios de hospicio, etc., para ayudarlos en su trabajo con pacientes que se acercan al final de sus vidas, y capacité a varios profesionales en todo el mundo para continuar con este trabajo. Después del colapso de la economía estadounidense nadie podía permitirse pagar un curso para el cual no había trabajos así que en 2015 incluí el curso en un libro de trabajo para que cuidadores y pacientes aprendieran juntos el arte de morir conscientemente, titulado Beyond the Veil: Our Journey Home. Ahora hay  parteras de la muerte y guías de transición en abundancia, y espero que el libro de trabajo se convierta en un libro de texto de capacitación, así como en una guía para quienes viven con una enfermedad terminal.

Incorporé mi lección espiritual sobre la reencarnación de mi sitio web en un libro electrónico titulado “Reencarnación y la Evolución de la Conciencia”(2013), que describe mi comprensión del nacimiento, la muerte y el renacimiento como el camino para convertirnos en seres humanos divinos. Es al experimentar los múltiples aspectos del amor en las relaciones con los demás y, en realidad, con toda la naturaleza, que aprendemos a expresar amor incondicional en todo momento, en cualquier dimensión en la que existamos.

Ahora, al repasar los 46 años transcurridos desde mi ECM, me doy cuenta de que mi misión era ser un catalizador del cambio, basándome en lo que experimenté durante ella, lo cual se manifestó en los altibajos que mi vida dio en la Tierra. Siempre fui la pionera: gestión del estrés, sanación holística y medicina integrativa, ECM, regresión a vidas pasadas y reencarnación, espiritualidad, muerte consciente y guías de transición/doulas de la muerte/parteras espirituales, Muerte con Dignidad (DWD). Actualmente, existen leyes de DWD en cuatro estados de EE. UU. y en muchos países del mundo, mientras que completar las Instrucciones Médicas Anticipadas se está convirtiendo en la norma. Activé el campo energético y usé mis habilidades de escritura para difundir la información a través de libros e internet, que por casualidad llegaron en el momento justo para acelerar la evolución de la conciencia en la humanidad. Si lo piensan, mi sitio web recibió millones de visitantes, principalmente entre 1996 y 2010... Sembré muchas semillas durante el último medio siglo.

Nunca me gané la vida ni recibí apoyo por mi trabajo, y tampoco viajo ni sigo el circuito de conferencias para promocionar mis libros, así que recientemente le dejé el marketing al universo. ¡Yo solo soy el escritor, ustedes se encargan del marketing! Y después de décadas de creerme un experto en informática, ya no puedo seguir el ritmo de los cambios tecnológicos, ni cognitiva ni económicamente, así que solo necesito seguir mi  consejo de dejarme llevar y dejar que Dios actúe.

Desde la ECM mis valores han cambiado. Mis creencias han cambiado. Mi personalidad ha cambiado. Lo que tolero de los demás ha cambiado. Mi actitud ante la vida es diferente. Tomó una dirección completamente distinta. Soy más inteligente, más aventurera, más abierta, más indulgente, más consciente, más viva. Digo palabrotas como un marinero. No le temo a la muerte porque sé que no morimos.

Había vivido la vida inconscientemente, esperando que me dijeran qué hacer, qué pensar, quién ser, adónde ir o no ir, qué es verdad y qué no. Pero en la luz, vi la cara a cara y mi naturaleza espiritual se despertó. Ya no tenía miedo, ya no estaba sola, ya no estaba incompleta ni insegura de quién era realmente. Sé que no me juzgan, sino que me aceptan por completo y me llenan de amor incondicional. El velo cayó y ya no era solo una reflexión, una ilusión o alguna religión que me decía qué debía creer o cómo agradar a Dios. Supe plenamente que el amor es todo lo que hay y que todos estamos en algún punto del camino para convertirnos en él.

Con los años, he llegado a pensar en mi ECM como una especie de corrección a mitad de camino. Me había desviado del camino de mi alma. Mi alma decidió despertar en esta vida como Diane y ser parte de este despertar de la consciencia humana, pero Diane no me prestaba atención. Diane estaba completamente inconsciente. Necesitaba que me recordaran quién era realmente y por qué estaba aquí para que Diane pudiera usar sus dones espirituales para transmitir esa información a otros mediante el simple mensaje de que ¡no morimos! Esto no es todo.

Qué gran diferencia marcaría en la vida de las personas, en la forma en que nos tratamos unos a otros y a nuestro planeta, si todos comprendiéramos esto. Todos somos uno. Todos estamos conectados. No hay otro.

Puede que incluso lo hubiera planeado. Algo así como: durante los primeros 30 años, Diane podrá vivir su vida humana como quiera, luego tendrá una ECM para reavivar el recuerdo de la misión de su alma y cambiar por completo su vida para seguir un camino espiritual. Sin duda, no habría hecho nada de lo que hice si esto no me hubiera sucedido.

Ahora, a los 76 años, cuando pienso en lo que le espera a Diane, siento que es hora de terminar. Cumplí mi misión. Estoy en paz. He hecho todo lo que quería hacer en esta vida, aunque a Diane aún le quedan algunas cosas por hacer. Vivo un estilo de vida tranquilo y estético en un pequeño pueblo al pie de una hermosa cordillera volcánica nevada en el noroeste de Estados Unidos. Últimamente, dedico más tiempo a la contemplación y a la escritura que a cualquier otra cosa, pero sigo participando en actividades con familiares y amigos y sigo haciendo voluntariado en mi comunidad. Prefiero vivir sola, no tener pareja, y no me gusta estar en multitudes ni en lugares ruidosos. No tengo televisión, pero escucho la radio con la suficiente frecuencia como para saber que el mundo es un caos. Así que tengo la esperanza de que estemos al borde del punto de inflexión colectivo y que el despertar de una conciencia superior entre la humanidad surgirá de la sopa a medida que millones de seres humanos-divinos plenamente realizados salgan de sus capullos y difundan luz, amor y paz por todo el planeta.

La vida de Diane cambió drásticamente como resultado de su ECM, y no todos estos cambios fueron fáciles. Pasó de ser ama de casa con tres niños pequeños a perderlo todo. A pesar de sus responsabilidades como madre, logró destacar en sus estudios. Curiosamente, comentó que estudiar consistía más en recordar la información que recibió durante su experiencia en el Salón del Conocimiento. Esta información luego la transmitió, poniéndola en práctica para beneficio de los demás. Diane es un ejemplo clásico de una mujer adelantada a su tiempo, cuya ECM condujo a la innovación de muchas prácticas nuevas que están cobrando impulso años después de que ella las introdujera.

Como tantas otras personas que han tenido una ECM, Diane tenía miedo de hablar de su experiencia e intentó olvidarla. Increíblemente, tardó 15 años en darse cuenta de que no era la única que había tenido una experiencia similar, cuando leyó un libro que describía otros casos similares. Antes de esta experiencia, no era particularmente religiosa, no creía en Dios ni en la vida después de la muerte, y no tenía motivos para ir a la iglesia. Posteriormente, su perspectiva cambió y ahora Diane está segura de que solo el cuerpo físico muere y que “lo que éramos antes de nacer es eterno”.

Diane cree que la misión de su alma es contribuir a la evolución hacia un estado de conciencia superior, lo que conducirá a la paz en la Tierra. Por cierto, otras personas que han tenido una ECM también lo afirman con frecuencia. Ha contribuido enormemente a la sociedad y su trabajo es muy elocuente. Empezó a impartir clases de autodesarrollo en empresas y fundó uno de los primeros centros de gestión del estrés, donde impartía meditación y crecimiento personal, y contrataba a una masajista. Creó un sitio web y ahora enseña el arte de la muerte consciente, que considera la aceptación de la muerte como una alternativa a la prolongación innecesaria de la vida a través de la tecnología. Este trabajo se está extendiendo por todo el mundo y está generando mejoras en los cuidados paliativos.

Diane añade sabiamente que, si no hubiera tenido una ECM, nunca habría sabido que la vida era más que la suya; se habría conformado con eso. Muchas personas se han beneficiado de los esfuerzos y la labor revolucionaria de Diane desde su ECM. Su vida se ha enriquecido enormemente gracias a ella, y esto es algo que todos podemos explorar más a fondo. ¿Alguna vez has pensado que la vida debe ser más que eso?

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11. EL REGALO

El primer capítulo corto, escrito por mí, surgió de los dos correos electrónicos que recibí cuando este libro estaba a punto de terminarse. El primero era de Barbara Ireland, de 43 años. Me encontraba en la inusual situación de poder responder a estos correos de inmediato. Normalmente, los viernes llego a casa del trabajo y paso todo el tiempo con mi hijo de dos años, pero ese día en particular estaba sola. Me alojaba en Londres, en un apartamento en el último piso del College of Psychic Studies, donde daría una conferencia al día siguiente. Estaba leyendo un libro, pero me costaba concentrarme, pues era consciente de cada crujido que oía. Esto me inquietó un poco, ya que estaba sola en un edificio enorme con una rica historia de fenómenos psíquicos. Los correos electrónicos fueron una grata distracción para mí, y pronto me absorbió lo que Barbara tenía que decir.

A continuación se muestra un resumen de la historia de Barbara y lo que ella me describió.

Barbara es una cantante profesional de éxito, y fue durante una actuación en el escenario con Stone Gossard, de la banda Pearl Jam, que su historia empezó a desvelarse. Barbara notó a un hombre entre el público que no parecía estar disfrutando. En lugar de prestar atención a los cientos de personas que se lo pasaban bien y bailaban, se concentró en él, y en consecuencia, la invadieron las dudas y la autocrítica.

Barbara me describió lo siguiente: “Pasé todo el show realizando tres tareas a la vez: (1) seguir cantando, bailando, recordando letras y siguiendo la pista de la banda; (2) escuchar un bombardeo ininterrumpido de pensamientos negativos que provenían de ese chico en la primera fila; y (3) observarme a mí misma haciendo todas estas cosas”.

Para cuando Barbara se acostó esa noche, estaba agotada. Analizó toda la noche y se dio cuenta de que tenía que hacer algo con respecto a sus dudas. Desesperada, poco después de esa noche, se inscribió en un curso intensivo, diseñado para desafiarla y superar sus límites habituales. Estaba decidida a enfrentar sus miedos y superar este autosabotaje.

De hecho, la confianza de Barbara aumentó a medida que se enfrentaba a un reto tras otro, los más extremos incluían escalar grandes alturas, privarse del sueño y otras actividades radicales. Todo salió bien hasta el último día caluroso y soleado, cuando participó en el último reto de resistencia.

El primer síntoma que se manifestó fue una aparente distorsión en las conversaciones a su alrededor; podía oír claramente a la gente hablando a cierta distancia, pero las conversaciones de quienes hablaban cerca sonaban distantes y resonaban. Las piernas de Barbara se tambalearon y todo parecía estar envuelto en un resplandor. Perseveró, pero a medida que se acercaba al final del desafío, los movimientos de quienes la animaban parecían distorsionarse.

Aunque había un médico en el equipo, no tenía ninguna experiencia. Por suerte, una amiga de Barbara también se había inscrito en el curso y, al ver lo enferma que se veía, se quedó con ella y la llevó a acostarse en un lugar tranquilo, lejos de los demás. Como dijo Barbara: «No creo que ninguno de nosotros se diera cuenta de la gravedad de mi estado; no era algo tan obvio como un infarto. Mi médica dijo más tarde (cuando regresé y le pregunté sobre lo que me había pasado) que creía que se trataba de un golpe de calor combinado con presión arterial baja».

Durante las siguientes cuatro horas, Barbara cree que su vida pende de un hilo entre la vida y la muerte.

Lo que sucedió después impactó a Barbara: «Cada una de mis extremidades se entumeció y desapareció hasta que solo me quedó un torso y una cabeza. Me sentí incapaz de moverme. Mi energía vital fluía por la parte superior de mi cabeza. Estaba aterrorizada. Sabía que me moría».

Barbara experimentó entonces una revisión exhaustiva de su vida, en la que no solo recordaba, sino que le mostraba escenas de ella. La revisión se congelaba intermitentemente, mientras una voz le hacía una pregunta. Tras cada respuesta, la escena se borraba para ser reemplazada por otra. Este proceso se repetía durante cuatro horas, hasta que la voz le daba la opción de continuar con su vida o morir.

Mientras se sometía a la revisión de vida, Barbara experimentaba simultáneamente placenteras sensaciones de amor y paz, así que no fue una decisión fácil y tuvo que hacerle varias preguntas a la voz para sentirse segura de su respuesta. Cuando finalmente anunció que quería vivir, sintió la energía fluir por la coronilla y la sensibilidad regresar a todas sus extremidades. Al abrir los ojos, sintió que su amiga oraba por ella y sintió una increíble sensación de paz.

En las semanas siguientes, Barbara vivió plenamente presente en cada momento. Se tomó su tiempo para comer fruta fresca y oler cada flor que pasaba. Su capacidad para escuchar música mejoró enormemente y se maravilló con los diversos ritmos y tonos a los que se expuso; se sentía completamente viva.

Con el tiempo, este estado de ánimo desapareció y se integró en su rutina diaria. Pasaba junto a las flores sin agacharse para olerlas, comía a toda prisa y comenzó a dejar que la preocupación dominara su mente. Finalmente, experimentó uno de esos momentos de revelación al darse cuenta de que estos pensamientos negativos le daban vueltas constantemente en la cabeza.

Al reflexionar sobre su vida, pudo ver que, a pesar de todo su éxito como cantante profesional y de todos sus demás logros, aún la atormentaba la ansiedad y sus pensamientos perturbadores se manifestaban en su vida. Había tomado antidepresivos durante años, sus ingresos no cubrían sus gastos y, a pesar de haber asistido al campamento de entrenamiento, no lograba cambiar su mentalidad negativa.

Impulsada por esta repentina revelación, Barbara investigó intensamente los patrones de pensamiento, la neurociencia, la biología celular, la psicología y la espiritualidad. Pronto se dio cuenta de cómo los pensamientos negativos pueden arraigarse profundamente y permanecer en bucle en la mente. Estos pensamientos, a su vez, generan emociones negativas que pueden afectar el comportamiento. Las personas suelen repetir las malas experiencias en su mente una y otra vez, lo que puede provocar depresión, baja autoestima, soledad y ansiedad. Estaba decidida a superar sus pensamientos negativos destructivos.

Durante cuatro años, Barbara exploró diversas técnicas diseñadas para superar estos patrones de pensamiento dañinos. Descubrió el poder del ser humano y cómo todos tenemos el potencial de cambiar nuestros pensamientos, redirigiendo así el rumbo de nuestras vidas. Ideó un programa llamado "Las 9 D del De-Looping", y cuanto más los utilizaba, más se asombraba de cómo su vida mejoraba.

Encontró un rumbo y sintió que estaba viviendo el verdadero propósito de su vida. Sus patrones de pensamiento negativos cesaron y experimentó buena salud acompañada de mucha energía. Sus relaciones sanaron y cobraron un significado más profundo, sus finanzas mejoraron, lo que le permitió dedicarse tiempo a sí misma, y ​​pudo dejar de tomar antidepresivos. Aún enfrenta desafíos en la vida, pero ahora puede reconocerlos en cuanto surgen y, por lo tanto, cambiar su forma de pensar lo antes posible.

Como muchas otras personas que han tenido una ECM, Barbara también me describió una sensación de interconexión y cómo su ECM le ha permitido ver el panorama general. Ya no es el centro de su pequeño universo, sino que se percibe como parte de un todo mayor y vive su vida al servicio de los demás. Este capítulo concluye con las  palabras de Barbara:

El concepto de morir es tan abstracto para la mayoría de nosotros. Es casi imposible imaginar no estar aquí, no estar vivo en la Tierra. Por eso, enfrentarse directamente a la  mortalidad, no como un ejercicio intelectual, sino visceralmente… puede tener efectos inesperados en la vida de una persona, como un cambio importante en su trayectoria profesional.

Uno de los mayores cambios de perspectiva para mí fue comprender claramente que no se trata de MÍ. Se trata de NOSOTROS. Ahora siento una conexión entre cada ser humano, cada animal y la Tierra: una conexión misteriosa e imponente. Y siento un fuerte deseo de servir a esta gran matriz de la vida.

Con todo lo que había aprendido sobre los bucles mentales y cómo cambiar los pensamientos negativos, me preguntaba: ¿era esto lo que me habían inducido a hacer? Todo lo que había ocurrido en mi vida parecía indicar que así sería. De ser así, significaría que tendría que revelar públicamente mi encuentro personal y místico con la muerte... y eso me asustaba. Pero mi deseo de contribuir era más fuerte que mi miedo.

Poco a poco, comencé a hablar de mi ECM y a compartir las "9 D” del Desbloqueo. Las respuestas fueron auténticas y amables, y las transformaciones que presencié a medida que las personas comenzaban a despertar de su "hipnosis” de pensamientos negativos me asombraron incluso a mí.

Una mujer liberó la vergüenza y la baja autoestima que había acumulado durante años. Otra persona relató lo emocionante que fue volver a asistir a fiestas después de que una "sensación amorfa de ansiedad” le impidiera salir de casa durante años. Muchos encontraron el coraje para hablar y expresar sus necesidades en relaciones y situaciones laborales difíciles. Sueños que habían estado guardados durante años finalmente se desempolvaron y se tomaron medidas para hacerlos realidad. Se estaba explorando el potencial de las personas.

Estaba eufórico. Imaginé que cada persona que se sentía más feliz y realizada era un paso más hacia la creación de un planeta más feliz en general. ¿Qué más se puede desear?

Para difundir aún más el mensaje, escribí un libro: Cómo detener los pensamientos negativos: Lo que mi experiencia cercana a la muerte me enseñó sobre bucles mentales, neurociencia y felicidad. Al parecer, el libro tocó una fibra sensible, ya que se convirtió en un éxito de ventas en Amazon en dos categorías la primera semana de su lanzamiento y ya se lee en 12 países.

Sé que el mérito no es mío. Es de mi ECM y de la voz que me hizo todas las preguntas correctas. De no ser por esa experiencia, dudo que hubiera ideado el concepto de Bucles Mentales ni que hubiera sanado tan profundamente mis  patrones de pensamiento destructivos, y mucho menos que hubiera tenido el valor de revelar mi historia, trabajar directamente con otros y escribir un libro sobre ella.

No hay palabras para expresar la alegría que todo esto me ha dado. Qué fascinante... que el día más aterrador de mi vida se haya convertido en el mejor regalo que jamás podría haber imaginado.

Este es un ejemplo maravilloso de cómo el mensaje de una ECM ha inspirado acciones positivas para ayudar a los demás. Barbara no solo ha desarrollado técnicas para reconocer y cambiar patrones de pensamiento negativos e inútiles, que ha probado en sí misma, sino que ahora las ofrece a otros para que también puedan empoderarse. Describe las técnicas con más detalle en su libro y también ofrece recursos adicionales en su sitio web para reforzarlas.

 

12. UN PERRO PERDIDO, UN VASTO UNIVERSO Y UN PRECIOSO REGALO

Deirdre DeWitt Maltby es una mujer de 65 años de Salida, Colorado, EE. UU. Kelly conoció a Deirdre y su trabajo a través de Rod Walton, un sacerdote cristiano residente en el Reino Unido que ha estado estudiando los fenómenos de las ECM desde 1975. Posteriormente, fundó el Centro de Rescate de Duelo, un nuevo paradigma en el tratamiento del duelo que basa su enfoque en la evidencia disponible sobre la vida después de la muerte. Deirdre ha escrito dos libros sobre su experiencia y ha participado en la serie "Sobreviví... Más allá y de regreso”del Canal Biografía.

Es asombroso cómo, en un abrir y cerrar de ojos, la vida puede pasar de lo que siempre se ha considerado normal a nunca volver a ser la misma. Algo tan terrible como un accidente mortal fue el catalizador que necesitaba para salir de mi  trampa, por así decirlo; me impulsaría a un viaje de transformación total de mi ser interior. De una serie de experiencias inesperadas y en desarrollo, recibiría el mayor regalo de mi vida.

"¡Salva a mi perro!". Este fue mi grito tras sufrir un accidente de coche casi mortal, mientras regresaba a casa de unas compras rutinarias en un cálido día de noviembre de 2008. Los momentos siguientes produjeron lo que sería el primero de varios incidentes extraordinarios que experimentaría en las semanas siguientes. Tendría la oportunidad de ver tras la cortina que separa esta vida de la siguiente; una mirada al reino que nos rodea. Y conocería a mi Creador; a quien muchos llaman Dios. Estas experiencias me sucedieron tanto en momentos críticos como fuera de ellos. Sucedieron de tal manera que pude asimilarlas como si realmente hubieran sucedido, y transformarían casi todos los aspectos de mi forma de pensar y de vivir.

Atrapado dentro de mi vehículo destrozado, me desesperaba no solo por liberarme, sino también por llamar a mi perro, que acababa de salir del coche volcado a la transitada autopista. Una vez que me liberaron, los paramédicos me subieron a la ambulancia. Mientras me atendían, me di cuenta de que mi perro seguía en la carretera, posiblemente herido o moribundo. Aterrorizado, supliqué a un Dios que nunca había conocido realmente y en el que, debido a mis circunstancias de infancia, no creía mucho: ¡Por favor, salva a mi perro! Mientras pronunciaba esas palabras, ocurrió algo muy extraño. Apenas pronuncié mi súplica de ayuda, una de las brillantes luces del techo de la ambulancia pareció iluminarme la cara y calentarme. Sentí como si la absorbiera y, al hacerlo, me calentaba por dentro mientras recorría mi cuerpo.

Acompañaba esta luz una gran sensación de paz y bienestar. En un instante, sentí que también recibía una respuesta silenciosa a mi súplica por la seguridad de mi perro, con la promesa tácita de que él estaría bien, al igual que yo; la situación en la que me encontraba se resolvería como debía. Mis preocupaciones y mi pánico se desvanecieron. De inmediato, me entregué con total confianza a este extraño y reconfortante suceso.

En el hospital, era imperativo inducirme un coma farmacológico debido a la gravedad del daño pulmonar. Sufría hemorragias pulmonares; mi estado era crítico. Durante 12 días, mi cuerpo permaneció en coma con la esperanza de que mis pulmones se recuperaran. Los médicos no me ofrecieron garantías de supervivencia.

Durante este tiempo, tuve otra experiencia. De alguna manera, me pareció despertar del coma. Me encontré flotando en colores. Al principio, los colores eran oscuros, amenazantes; había un dolor insoportable, más allá de todo lo que jamás había conocido. Sucumbí a este intenso dolor y me deslicé en la oscuridad. En algún momento, volví a ser consciente de mi interior; cualquier incomodidad había desaparecido. En ese momento, me rodeaba una visión hermosa de colores vivos, compuestos de dorado pálido brillante, amarillos y naranjas profundos. Brillantes, estos colores brillaban en mí y también eran muy calmantes. En este estado, me di cuenta de que no tenía cuerpo, forma ni figura. Era pura consciencia; efectivamente, todo lo que realmente soy YO: mi yo interior. Al mismo tiempo, reconocí que me había separado de mi  ego. No había pensamientos críticos, miedos ni otros dictados perjudiciales que el ego parece arrastrar consigo.

En algún momento, sin previo aviso, mi consciencia fue transportada a través de una especie de caleidoscopio, compuesto por cientos de miles de colores vibrantes y penetrantes. Mucho más allá de lo que podemos percibir en este reino, los colores ahora me arremolinaban en su esencia misma, creando patrones y formas detalladas. Mi mente podía acercarse microscópicamente para ver los minúsculos detalles de cada intrincado patrón y color a medida que se formaban, o podía alejarse para ver el patrón general, como si fuera un diseño matemático generado por computadora. Cada complejo arreglo parecía vivo; también tridimensional. Cada uno tenía su  vibración; su  frecuencia personal. Además de esto, había música que me parecía la perfecta mezcla armónica de un millón de voces, instrumentos y melodías; penetraba los colores y a mí. Sabía que, por alguna razón que escapaba a mi comprensión en ese momento, estaba retenido en este hermoso reino con un propósito, pero no sabía cuál podría ser, ni siquiera me importaba. Descubrí que estaba indudablemente contento en esta inusual situación.

Durante mi tiempo en este reino indefinible, no vi ni interactué con ninguna figura religiosa, parientes o amigos que hayan fallecido. Sin embargo, en algún momento, llegué a la conclusión de que estaba siendo sostenida o acunada por la misma esencia que me creó; cada célula de mi cuerpo parecía saber esto, como la conciencia de un bebé de estar en los brazos de su madre. Sabía sin reservas que este era mi Creador; este era Dios. Esta energía parental ahora sostenía la esencia de . Me estaba bañando en la calidez del amor incondicional total y una comprensión de mi ser, ciertamente mucho más allá de cualquier cosa que hubiera experimentado. Era como si mi alma estuviera siendo acariciada con lo que se sentía como una caricia cálida, amorosa y tierna, por una mano invisible. Mientras esto sucedía, se me impartió que dejara de pensar; solo dejara de pensar, solo SER. Qué profundamente simple fue hacer esto. Mientras lo hacía, los colores se desvanecieron; Ahora me encontraba en un vasto reino de estrellas y galaxias que se extendía hacia la eternidad de un universo en tinieblas. Estos puntos celestiales de luz eran, en realidad, lo que yo sabía intrínsecamente que era la esencia de las almas vivientes. Podía sentirlos; sentir cada alma que había existido, existe ahora o existirá en el futuro. Yo, como consciencia pura, me expandí para encontrarme y unirme a toda esta energía cósmica. Podía sentir la conexión de todas las almas y la unidad de todos con este gran Creador amoroso. La comprensión de nuestra conexión resonó en mí con toda su fuerza. También comprendí que nada está oculto ni oculto al universo; todo se ve, todo se sabe.

Sentí que mi alma se llenaba de lo que percibo como un conocimiento universal completo. Comprender el universo ahora parecía tan sencillo; era como si conociera naturalmente todas las respuestas a la vida misma. Vi que el Amor estaba en el centro de cada respuesta. De alguna manera, también supe que, al soltar con confianza, se produciría un flujo simbiótico que me brindaría la capacidad de cocrear en armonía y belleza con la fuerza de este universo, nuestro Creador, usando esta energía llamada Amor. También me di cuenta de que lo mucho o lo poco que uno pone de sí mismo en este proceso es lo que luego se devuelve al universo. Así es como funciona el universo. Fue una experiencia increíble, indescriptible, pero que me brindó muchas nuevas perspectivas; que seguro procesaré el resto de mi vida.

Cuando recuperé la consciencia en forma humana, mi mente se precipitó al instante hacia atrás, pues deseaba desesperadamente regresar a donde acababa de estar. Pero el muro que conducía al otro mundo se había cerrado; estaba de vuelta en este mundo por completo. Durante mi ECM, solo existía este nuevo reino en el que me había encontrado; nada más. Había perdido el recuerdo de haber ocupado un cuerpo físico. Admito (con culpa) que también había perdido todo recuerdo de mi familia, amigos y seres queridos.

Poco después de volver al mundo real, descubrí que la promesa que me habían hecho sobre mi perro se había cumplido. Tras una larga y angustiosa búsqueda nocturna por parte de familiares a lo largo de la transitada carretera donde ocurrió mi accidente, mi querido perro negro, en la oscuridad de la noche, fue encontrado sano y salvo. Dios lo había protegido contra las grandes probabilidades de morir.

Mientras aún estaba en el hospital esperando recuperar las fuerzas para el alta, ocurrió un suceso muy interesante y extraño. No tomaba ningún medicamento ni fármaco que pudiera haberme alterado la mente; estaba completamente consciente mientras este incidente ocurría en tiempo real. Desde mi cama, un destello me llamó la atención al otro lado de la habitación. Mirando hacia la pared, vi un extraño destello de imágenes que se proyectaban contra ella, como una película muda a toda velocidad. Era una proyección borrosa de personas y sucesos que interactuaban, entrelazándose o superponiéndose. Cada acción influía en la siguiente. Había cierto orden en todo, pero no entendía del todo lo que estaba viendo. Vi que todos tomaban decisiones sobre sus vidas, y esas decisiones afectaban y se entrelazaban con las de otros, quienes también tomaban decisiones en sus  vidas. Vi siglos de estas decisiones y acciones de causa y efecto; se entrelazaban en la historia del tiempo, una tras otra; todo esto ocurriendo desde el principio de la creación. Entonces, en algún momento, mientras observaba esta visión ciertamente extraña en la pared, vi imágenes de mi  vida. Visualicé a mis padres, luego a mí mismo, luego a todos mis conocidos, y todas estas decisiones cotidianas, tanto grandes como pequeñas, se entrelazaban y entrelazaban hasta que, finalmente, llegaron al presente. De repente, esta visión etérea y nebulosa pareció desprenderse de la pared y la observé mientras la extendía desde la pared hasta la cama, donde fue absorbida con un suave y suave silbido en mi pecho. De inmediato, supe que estaba justo donde debía estar en el esquema de la vida. La vida se había entretejido en ese momento; ¡todo era perfecto! Comprendí que cada decisión que tomo se entrelaza con todo lo demás para hacer de la vida lo que es, sin importar cuáles hayan sido esas decisiones.

Sin embargo, mi experiencia más transformadora estaba por llegar. Tras una o dos noches en casa, me ayudaron a dormir en mi habitación y tuve una noche entera de sueños intensos. Puedo decir con sinceridad que esto fue mucho más real que cualquier otra experiencia que haya tenido, salvo la reciente ECM. En este sueño, estaba en un quirófano. No veía nada, pues todo era de un azul zafiro profundo e impenetrable. Sin embargo, con la imaginación, percibí que estaba en una mesa de operaciones y a mi alrededor había varios médicos. Me dijeron que debía realizar un procedimiento. Pensé: “No lo entiendo”. ¿Me iban a operar? Todos parecían increíblemente expectantes. Sabía que en realidad estaba dormida en mi habitación, así que ¿qué demonios estaba pasando ahora? Hubo varios momentos de silenciosa anticipación y ansiedad por mi parte. Entonces, siguiendo la mirada hacia donde sabía que miraban los médicos, que estaba en algún lugar por encima de nosotros, observé una voluta de humo que descendía. Suavemente, se arremolinaba y penetraba con mucha ternura en mi cuerpo, entre mis pechos. De repente, fui transportado por encima de mí mismo y entonces me di cuenta de que ahora me veía como me ve mi Creador. Sentí un amor incondicional por esta forma debajo de mí; esta forma en la que había vivido toda mi vida. Sin embargo, en lo que debió ser una fracción de segundo, en cuanto experimenté este amor incondicional, regresé a mi forma física. Lentamente, sentí unos brazos que me rodeaban en un abrazo amoroso. Inmediatamente reconocí que eran mis  brazos; y ahora me amaba como acababa de experimentar el amor de Dios. Desperté y me encontré sentado en la cama, con lágrimas corriendo por mis mejillas. Me habían operado no para extraerme algo, sino para infundirme algo. Acababan de darme un hermoso regalo: ¡el don del amor propio!

De vuelta a mi vida cotidiana, descubrí que la vida era muy diferente para mí. Aunque no había tenido tiempo de procesar gran parte de mis fascinantes y bastante inexplicables experiencias, sabía que algo muy profundo había sucedido. Todas estas experiencias, conjeturaba, se habían adaptado a mi forma personal de procesarlas y comprenderlas. Además, con el paso de los días, las semanas, los meses y los años, fui asimilando poco a poco los significados más profundos de mis experiencias. También comprendí que, aunque uno tenga la suerte de tener lo que el mundo considera una ECM, no significa que todos sus problemas estén resueltos, que haya iluminación ni que la comprensión de la vida sea completa, aunque ahora sabía que estaba en lo más profundo de mi conciencia.

Como a muchas otras personas que han tenido una ECM, me costó mucho adaptarme a la vida cotidiana. Durante un tiempo, aún podía discernir una separación entre mi ego y mi "yo"; aún no se habían fusionado. Parecía haberme afianzado en ambos mundos durante bastante tiempo. Era yo, pero ahora sabía, sin lugar a dudas, que era mucho más que un simple cuerpo físico.

Poco a poco, por supuesto, mi vida cotidiana se fue aclarando y el otro mundo que había experimentado se fue atenuando; sin embargo, algo era intrínsecamente diferente en mi ser interior. Me vi empujada a una nueva forma de ver esta vida. Supe sin lugar a dudas que realmente existimos más allá de estas formas terrenales que habitamos solo por un tiempo; que lo que tenemos aquí es solo una pequeña parte de lo que tendremos y sabremos allí. Llegué a comprender que lo que somos aquí (en nuestro corazón y alma), lo llevamos con nosotros allí cuando cruzamos al otro lado; cuando fallecemos. Somos la suma total de lo que albergamos en nuestros corazones. Aprendí también que mi don de amor propio no era un don continuo que se autoperpetúa. Es un don que debo aceptar a diario para que sea valioso. Durante mucho tiempo había ocultado a los demás mi aparente falta de autoestima; de hecho, había pasado toda la vida haciendo precisamente eso. Sin embargo, ahora puedo sentir a diario cuánto me aman. Es como tener un salvavidas alrededor de mi alma. Hay ocasiones en las que puedo dejarme llevar por mis  pensamientos de autodesprecio, pero nunca tan lejos ni durante tanto tiempo como lo he hecho en el pasado.

En algún momento de mi experiencia, se me dio la opción de aceptar todo esto como genuino o no. Con la opción de aceptar la realidad de lo que experimenté, llegué a saber que mi vida cambiaría para siempre; cambiada por el amor que recibí, sentí y acepté. También se me impartió la certeza de que sería amada de la misma manera, independientemente de la decisión que tomara. Comprendí que, junto con el preciado regalo de la vida, el don de la elección o libre albedrío es el más importante que se nos ha dado. Así que, en un instante, tomé mi decisión. Y sí, mi vida realmente se ha transformado más allá de lo que jamás hubiera imaginado. Sigue siendo la misma por fuera en general: mismo esposo, mismo trabajo, mismos amigos, etc. Ahora, sin embargo, tengo una nueva forma de percibir y una nueva forma de vivir: hay una nueva yo. Mi vida hoy es una relación continua con un Creador que ya no es una fuerza imaginaria "ahí afuera”en algún lugar. Es una relación invisible con la vibración de la vida misma, presente en cada momento de mi vida.

He tomado mayor consciencia de mis pensamientos internos y del impacto que incluso los más pequeños tienen en el universo. Cada pensamiento se propaga; se ve y se siente. Realmente no hay escondite para nada. Así que esto cambia mi forma de pensar; también me hace más consciente de las decisiones que tomo. Sé que donde estoy ahora en la vida es el resultado directo de todas mis decisiones tomadas dentro de las circunstancias que he vivido, así como de las decisiones que tomaron los demás. Puede que no haya tenido control sobre muchas de las circunstancias de mi vida, pero he llegado a darme cuenta de que SÍ tengo la opción de elegir mis  pensamientos y sentimientos hacia ellas. Estos son entonces entretejidos por Dios para formar el tapiz de la vida. Lo que también llegó a mí fue la comprensión de que cuanto más elevadas sean las decisiones que tomo, más hermoso será el tapiz de la vida que se teje.

A través de mi experiencia cercana a la muerte, aprendí que soy amado total y completamente; no por nada que haya hecho o dejado de hacer, sino simplemente porque existo. Recibir este amor no implica ninguna condición, sin importar cuáles considero mis defectos o fallas en la vida. Entre mis lecciones se encuentra saber que soy un ser humano verdaderamente valioso; y que, de hecho, tengo un propósito en el universo. También aprendí que si aprendía a amar a los demás como se me ha demostrado cuánto fui amado, mi vida terrenal se desarrollaría como debe ser: en la plenitud de lo que puedo ser y dar. Comprendí que esto es realmente lo máximo que un ser humano puede aspirar a hacer. Nuestra vida y cómo la vivimos se convierte en nuestro regalo a Dios.

Muchas de las prioridades que consideraba importantes en mi vida han cambiado. Además, las relaciones, no solo con mis seres queridos, sino incluso con quienes conozco casualmente, se han vuelto más sagradas para mí. Veo y experimento los milagros que el estar presente en el aquí y ahora nos ofrece a todos. Veo milagros donde antes solo veía una vida común y corriente; una vida demasiado atrapada en arrepentimientos del pasado o preocupaciones por el futuro.

La primera mitad de mi vida se centró en mí: mi carrera, mis pensamientos sobre una familia, el matrimonio, etc. Tras mi experiencia, surgió el deseo de servir de alguna manera. ¿Cuál sería mi vocación? Me angustié por esto durante bastante tiempo hasta que, un día, durante la meditación y la oración, recibí mi respuesta. Mi corazón supo que solo podía conservar los dones que había recibido al compartirlos. También supe que no necesitaba viajar lejos para encontrar mi vocación; podía servir dondequiera que estuviera. En mi vida diaria, podía dar amor incluso con los gestos más pequeños: una sonrisa a un transeúnte desconocido; abrirle la puerta a una señora mayor que luchaba con sus bultos; decirle a alguien cuánto significa su amistad para mí; o expresar gratitud por la pequeña mariposa en la flor que había afuera de mi puerta bajo el sol de la mañana. Sea lo que sea que haga, ya sea grande o pequeño, sé que lo que realmente cuenta es que se haga con amor, y por la cantidad de amor invertido en él, Dios medirá el acto.

Ahora comparto con los demás de cualquier manera posible, porque todo esto es mucho más grande de lo que puedo contener. Sé cuántas personas en el mundo se han tenido en baja estima, aferrándose a sentimientos de indignidad, por las razones que sean. Aunque muchos llevan una vida que, en apariencia, es buena, una vez solos les cuesta amar lo que ven en el espejo. Lo sé, porque yo también fui así.

El verdadero viaje para comprender nuestro propósito en la vida, o la vida misma, no se encuentra en un mundo aparentemente obsesionado con las apariencias que construyen una falsa sensación de autoestima y significado. Es dentro del  corazón, donde este maravilloso viaje comienza y termina. Un viaje que, cuando se emprende con verdadero deseo, llevará, como ningún otro viaje, al viajero a descubrir quién es y qué significa para el Creador. Las lecciones que aprendamos aquí sin duda se aprovecharán plenamente cuando llegue el momento de abandonar este mundo. Porque no morimos; ¡solo pasamos a otra forma de vida!

Creo firmemente que la gente necesita saber que lo que experimentan quienes experimentan una ECM es muy real. Sin embargo, hayas tenido una ECM o no, creo que hay una puerta de autodescubrimiento esperando a cada persona en la Tierra; y no es necesario tener una ECM para atravesarla. Además, creo que a cada uno se le habla de maneras que solo él sabe comprender y procesar. Al aprender no solo sobre las ECM, sino también sobre otras experiencias espirituales, podemos abrir la puerta universal un poco más para aprender sobre nosotros mismos como una fuerza colectiva de amor, y sobre lo que nos espera en ese amor al otro lado. Si tuviera que decirles algo, sería esto: el viaje que emprendes hacia tu interior dará frutos mucho más grandes y dulces que cualquier viaje externo (fuera de tu  corazón). Estarás emprendiendo un magnífico viaje hacia el descubrimiento del amor propio, del Creador y hacia nuestro verdadero hogar. Con compasión y amor compartidos, podemos ayudarnos mutuamente a lograr precisamente eso.

Como lo expresó tan bellamente el maestro espiritual Ram Dass: «Todos nos acompañamos a casa». ¡Ah, sí! ¡Qué hogar!

Esta es otra experiencia poderosa que demuestra el cambio de consciencia que describen tantas personas que han tenido una ECM. Lo que me resulta particularmente intrigante es que, mientras Deirdre se recuperaba, tuvo otra visión, estando completamente despierta y sin la influencia de ningún medicamento. Esto pareció similar a una revisión de vida y le comunicó a Deirdre la interconexión de todo en la vida.

Deirdre también describió sueños muy intensos en los que se sintió reconectada con ese estado de consciencia. Curiosamente, describió cómo se sintió profundamente amada y cómo esto le permitió sentir amor propio. Fue entonces cuando despertó abrazándose. Kelly también describió despertar abrazado al salir de su ECM, y también sintió que el amor propio le faltaba en su vida.

Deirdre mencionó que sucesos previos, tanto de su infancia como de su vida adulta, la habían alejado de Dios y la habían hecho sentir indigna de amor; sin embargo, su experiencia cambió esto por completo. Una de las mayores transformaciones que describe es una nueva forma de percibir las cosas. De nuevo, todos podríamos beneficiarnos de esto. A través de la transformación personal y un renovado amor propio, a pesar de tener dudas sobre ser considerada loca, Deirdre ahora comparte su mensaje para que otros también se inspiren en el amor propio.

 

13. LA CONEXIÓN

Erica McKenzie conoció a Kelly y su visión a través de Robert Tremblay, quien aparece en este libro, y Kelly, simultáneamente, conoció a Erica y su trabajo a través de Amit Kainth, presentador del programa de televisión homónimo. Kelly había sido entrevistada sobre su ECM en un episodio llamado "Siete Pasos al Cielo”y a Erica también le habían pedido que apareciera en uno de los programas de Amit para hablar sobre su ECM; por lo tanto, él sugirió que ambas conectaran. Erica es enfermera general titulada y fue muy receptiva a las experiencias inusuales desde muy joven. Ocultó una lucha de toda la vida con la imagen corporal y la adicción hasta que esta terminó en 2002, cuando tuvo una ECM que cambió su vida para siempre. Desde su ECM, Erica ha trabajado con el Equipo de Investigación de Estados de Conciencia del Departamento de Medicina, Neurología, Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, donde actualmente es embajadora de su nuevo estudio anónimo en línea sobre experiencias cercanas a la muerte u otras experiencias extraordinarias que han alterado radicalmente las creencias o la comprensión del público sobre la muerte y el morir. También ha aparecido en numerosos artículos de prensa y participa activamente como ponente en congresos internacionales.

Venimos a este mundo para encontrar el camino a casa. Somos seres espirituales viviendo una experiencia humana. De hecho, esta es la escuela de la Tierra y estamos aquí para aprender. ¿Cómo lo sé? Antes de mi ECM, recuerdo mi primera lección de la Tierra. Estaba en el jardín de niños cuando mi maestra me castigó severamente por ser zurda. Mientras esto sucedía, intentaba desesperadamente comprender por qué me estaba sucediendo algo tan horrible. El trato de la maestra me hizo sentir diferente de mis compañeros y, al instante, mi corazón se llenó del dolor de la separación. Escuché una voz que claramente no provenía de nadie en mi presencia. La voz me dijo que me había creado y que siempre estaría conmigo porque me amaba.

Miré a mis compañeros y escuché la voz que me decía que los había creado y que también los amaba. Recibí de la voz la certeza de que todos éramos únicos; era parte de un plan importante y el amor era la respuesta. De inmediato, este amor comenzó a llenar todo mi ser, como una fuerza vital. Circuló a través de mí, a cada uno de mis compañeros y de vuelta a mí. Estábamos todos rodeados por él. Este amor era una conexión tan poderosa que quería que durara para siempre. En ese momento, comprendí de dónde provenía la voz: era lo que yo llamo Dios. El nombre no parecía importante; era la conexión que teníamos lo que importaba. Desde ese día, Dios y yo estuvimos conectados.

Esta conexión abrió la puerta a una vida llena de una multitud de experiencias espirituales no ordinarias que incluían encuentros con lo Divino, fenómenos inexplicables y la capacidad de comunicarse con el más allá; cada una estaba acompañada de una lección.

Al crecer, pude sentir esta "conexión de amor”entre mis compañeros y yo, y me di cuenta de su importancia. Al llegar a la secundaria, parecía que muchos de los niños que antes se amaban y aceptaban se volvían rencorosos y críticos. Nos acosaban a mí y a otros, excluyéndonos por ser diferentes. Al principio, me sentí obligado a intentar cambiar la forma en que nos trataban, pero cuanto más intentaba ayudar, más fracasaban mis intentos. El acoso se volvió tan agotador que finalmente cambió profundamente mi capacidad de amarme y aceptar mi yo único. Llegué a la conclusión de que cambiar para encajar era la única solución. Empecé a darme atracones y a purgarme de comida: un pequeño secreto sucio que duraría 12 años.

Recién egresada de la facultad de medicina, me presentaron el cóctel de medicamentos para adelgazar Fen-Phen. Como enfermera, sabía que el tiempo máximo recomendado para tomar el medicamento bajo supervisión médica era de tres meses. También sabía que era un narcótico de clase cuatro y comprendía sus efectos peligrosos. Sin embargo, a pesar de saberlo, decidí reemplazar mi adicción a la bulimia con una adicción a este cóctel mortal. Tomé el medicamento durante casi nueve años.

El 1 de octubre de 2002, recuerdo haber exhalado mi último aliento y la sorpresa de no sentir dolor. De hecho, libre ya de la fuerza de la gravedad, mi alma se elevó hasta el techo al separarse de mi cuerpo terrenal, que se había desplomado en el suelo, completamente sin vida. El techo cedió y enseguida me encontré en un túnel lleno de la frecuencia energética del amor y la luz. Parecía estar en una autopista que conducía a otra dimensión. Era un vehículo espiritual que viajaba a velocidad supersónica.

Parecía que traspasé las estrellas antes de llegar al final del túnel. Mientras flotaba con energía infinita, me di cuenta de que esto se debía en parte a la ausencia de gravedad. Las palabras humanas no pueden describir con precisión la sensación que impregnaba cada célula de mi cuerpo, con un amor inimaginable.

Fui entregada en las manos de Dios. Inmediatamente, supe que el Cielo estaba justo detrás de mí. Estaba rodeada por su campo de frecuencia y el amor supremo que emanaba de este lugar. Dios y yo comenzamos a comunicarnos telepáticamente, y al instante reconocí esa voz. Era la voz que había escuchado ese día en el jardín de infancia y durante toda mi vida. Dios me dijo que mirara y, cuando lo hice, las estrellas se abrieron... y comenzó la revisión de la vida de Erica McKenzie.

Al terminar mi revisión de vida, Dios se volvió hacia mí y me entregó unas gafas. Una vez que me las puse, me dijo que volviera a mirar. Las estrellas se abrieron como una cortina y comenzó una segunda revisión de vida. ¡Por primera vez en mi vida, pude ver! Estaba maravillado. Esta vez no vi lo que había visto en la primera. En ambas, tuve un pensamiento o reacción ante un suceso en mi vida, y luego Dios me respondió sin juzgarme y me llenó de un conocimiento ilimitado del universo.

En la Tierra, la gente me había juzgado por mi apariencia. Siempre se preocupaban por mi aspecto, y nunca pude escapar de la presión de las expectativas sociales. Pensé en mi primera lección en la Tierra como ser humano. El amor de Dios fluyó a través de mí, como aquel día en la escuela. Alteró mi frecuencia energética, eliminando todos los pensamientos y sentimientos de juicio y decepción. Nunca más quise separarme de Dios. Sabía que finalmente estaba en casa.

Juntos, Dios y yo compartimos multitud de lecciones: "El Efecto Dominó", "Los Dones", "Vida Eterna", "Libre Albedrío”y "La Nueva Tierra", por nombrar solo algunas. A medida que cada lección se desarrollaba, me llenaba de un conocimiento divino inimaginable y comprendí lo crucial que era compartirlo con los demás.

Al terminar mis lecciones con Dios, nos dirigimos hacia el Cielo. Me quedé atónito ante la excepcional vista que tenía ante mí. Fue un milagro, porque el Cielo era un planeta dorado. Me sentí conectado con este reino sagrado. Era tan enorme que la Tierra parecía una pequeña mota de arena en comparación.

Empecé a correr hacia el Cielo y nunca consideré regresar a la Tierra. Escuché la voz de Dios una vez más, diciéndome que hasta que aprendiera a amar mi ser único, no podría completar mi misión terrenal. Al dejar el Planeta Cielo, Dios me concedió dos dones más: el don del conocimiento y el don de la sabiduría. Al estar en la presencia de Dios, sentí que la parte superior de mi cabeza se abría y absorbía el conocimiento y la sabiduría divinos que se descargaban telepáticamente sobre mí en enormes cantidades.

Al finalizar este proceso, Dios me dijo que me enviaba de regreso por dos razones. Primero, mi misión acababa de comenzar, y segundo, me recordó que trabajaba para Él. Continuó diciendo que, al regresar a la Tierra, debía guardar silencio y escuchar a quienes se establecieran en mi vida. Entonces, tomaría esta paciencia, belleza, conocimiento y sabiduría recién adquiridos y hablaría con millones de personas, cuyas vidas cambiarían. Me sentí obligado a defender mi postura para quedarme en el Planeta Cielo, pero antes de poder hacerlo, sentí que me colocaban en un túnel de oscuridad total. Este túnel era mi vehículo de regreso a la Tierra y mi conexión con Dios era lo que me sostenía. No tengo idea de cuánto tiempo estuve viajando en este túnel antes de detenerme, encontrándome al borde del Infierno. Esta fue la única vez durante mi experiencia que no pude sentir mi conexión Divina. Estaba aterrorizado. No puedo expresar con palabras el grado de terror absoluto que sentí mientras una sensación de impotencia me paralizaba. Lo único que pude hacer fue gritar telepáticamente: "¡Dios, ayúdame! ¿Por qué estoy aquí? ¡Por favor, ayúdame! Me dijeron que estaba aquí para aprender". Al terminar mis lecciones, me devolvieron al túnel oscuro, mi vehículo de regreso a la Tierra.

Conectado de nuevo con mi Creador, comencé mi descenso al penetrar el campo de frecuencia gravitacional de la Tierra. Sentí un enorme imán en la espalda que me empujó hacia mi cuerpo humano primitivo y sin vida. No tenía acceso a mi otrora altamente desarrollado plano de conocimiento y habilidades científicas. Sentía mi cuerpo pesado, atado por las fuerzas gravitacionales, y carecía de energía. Me sentía confinado y reprimido por todos los sentimientos ligados a mi cuerpo, ahora enfermo y exhausto, que entraban en conflicto con mi cuerpo espiritual.

Esta fue una enorme decepción, comparada con la inmensidad divina de vivir como un espíritu inmortal con acceso a la verdad divina que acababa de experimentar en el Planeta Cielo. En el Cielo, había vivido como un ser multidimensional con acceso ilimitado a todo lo necesario para sostener la vida eterna. Estaba en casa y en la presencia de Dios, solo para ser forzado a regresar a la cruda realidad de un cuerpo de consciencia de dimensiones limitadas, que traería consigo una multitud de desafíos fisiológicos, sociales y ambientales. ¿Cómo podía imaginarme regresar a eso?

Al recobrar el conocimiento, mi esposo estaba sentado a mi lado. Estaba furiosa. Las emociones y los pensamientos sobre mi viaje me abrumaron por completo. Intenté hablar con mi esposo, explicándole dónde había estado. ¡Pero no tenía voz!

En ese momento, solo recuerdo recuperar la consciencia y recuperarla, incapaz de recordar cuánto tiempo había pasado. Estaba muy enfermo y necesitaba desesperadamente atención, apoyo y tratamiento desintoxicante. Necesitaba desintoxicar mi cuerpo, mente y espíritu de los numerosos años que había pasado en atracones y purgas mientras abusaba de las drogas. Además, necesitaba sanar del daño fisiológico que me habían causado.

Intentaba desesperadamente comprender lo sucedido cuando mi médico de cabecera entró en mi habitación. Sentí ganas de vomitar, pero me di cuenta de que las náuseas eran la voz que salía de mí al describir mi ECM. Sin embargo, al intentar compartir esta experiencia con mi médico, me medicaron y me internaron involuntariamente en un pabellón psiquiátrico. El médico dejó que sus sentimientos personales dictaran su plan de atención. Sin tener en cuenta mis complicaciones fisiológicas, se negó a escucharme. En cambio, me desestimó por completo, diagnosticando mi viaje al Cielo y al Infierno, y mis lecciones con Dios, como psicosis en lugar de una ECM. Por lo tanto, en contra de mi voluntad, planeó trasladarme a un hospital psiquiátrico fuera del estado para tratarme.

Ahora, al recordar, me encuentro reflexionando sobre el tiempo que pasé en una sala psiquiátrica como estudiante de enfermería, años antes de mi ECM. Me dijeron que los pacientes estaban locos y que la medicación era el tratamiento predilecto. Sin embargo, varios de esos pacientes parecían tener la capacidad de comunicarse con algo que la mayoría de la gente no podía ver. Pensé en mi  capacidad de comunicarme con el más allá, que había comenzado de niña, antes de permitirme reprimir ese don. Creía que, al hacerlo, sería abrazada y aceptada por los demás. Sin embargo, aquí estaba yo, años después, como paciente en la misma situación que algunos de esos pacientes, siendo ignorada y medicada por haber tenido una experiencia que el médico no podía explicar.

Por experiencia, comprendí que los pacientes necesitan el apoyo de un personal capacitado, empático y atento que acepte la realidad de sus experiencias. Sentí que los medicamentos recetados afectaban la capacidad de varios pacientes para pensar con claridad. Dichos medicamentos los estaban transformando y parecían cortar su capacidad de comunicarse con nuestro Creador. Esto les impedía acceder al proceso de reconfiguración fisiológica transformadora necesario para una sanación total.

Mi ECM alteró profundamente el curso de mi vida. Habiendo sido enfermera y paciente, pude ver claramente lo deficiente que estaba nuestro sistema de salud. Identifiqué la urgente necesidad de educación sobre las ECM y otros fenómenos extraordinarios. Es imperativo que un protocolo de sanación aborde las necesidades del cuerpo, la mente y el espíritu.

Al reflexionar sobre los últimos 45 años de mi vida, me doy cuenta de que la acumulación de mis experiencias vitales, los sucesos que ocurrieron durante mi ECM y los que me llevaron a la muerte, comenzaron con mi clase en el jardín de infancia. Mis viajes al Cielo, al Infierno y al pabellón psiquiátrico me prepararon para ayudar a dar voz a otros y generar sanación transformadora en sus vidas. Dicho esto, solo pude comenzar a llevar a cabo la misión que Dios había diseñado para mí después de sanarme.

Ojalá pudiera decir que, al regresar a mi cuerpo físico sin vida, sané en términos médicos humanos. Sin embargo, no fue así. Se hizo evidente que mi ingreso involuntario en el hospital psiquiátrico por intentar compartir mi ECM fue la dosis de realidad que necesitaba para ser sincera conmigo misma: ser valiente, asumir la plena responsabilidad de mi vida y dejar de negar mis capacidades.

Mi ECM me permitió sanar mi ser eterno y espiritual. Pronto me di cuenta de que no era productivo esperar que los médicos, ni nadie más, supiera qué era lo mejor para mí, ya que esta es la escuela de la Tierra, donde aprendemos. El aprendizaje es diferente para cada uno, y por eso "el trabajo”es diferente para todos. Con el tiempo, me perdoné a mí mismo y a cualquier otra persona que sintiera que me había lastimado. Pude lograrlo gracias a las lecciones que aprendí en el Cielo, el Infierno y en el medio. Tuve que aprender a sobrevivir y romper la barrera del tratamiento médico prescrito, donde se suponía que solo progresaba cuando negaba mi experiencia Divina a mis profesionales de la salud.

Una de las lecciones más importantes que aprendí fue que nuestra singularidad reside en nuestro valor. Nuestro valor reside en nuestra contribución en este viaje terrenal. Además, es importante estar en silencio y escuchar a las personas que entran en nuestras vidas. A veces, siento que puede ser un desafío realizar el trabajo personal necesario para aceptar estas lecciones, y a veces incluso nos encontramos con la cabeza llena de dudas, buscando el propósito de tal tarea. Sin embargo, si elegimos aceptar este conocimiento con la comprensión de que, de hecho, estas lecciones se aplican a cada uno de nosotros, somos bendecidos con una multitud de oportunidades de aprendizaje que tienen el potencial de generar un resultado de sanación divina. Varias de estas oportunidades provienen de algunos de nuestros maestros más inesperados y pueden convertirse en nuestros mayores dones, por lo que debemos ser conscientes de reemplazar el juicio con amor.

Aunque no tengo todas las respuestas, sé que estamos aquí para aprender a amarnos a nosotros mismos y a los demás, y que mientras vivimos en este planeta tenemos la capacidad de aprender. Es imperativo que nos abracemos y nos empoderemos mutuamente mientras trabajamos juntos en la vida.

Mi ECM provocó un profundo cambio personal. Sabía que ya no podía buscar mi valor en los demás ni preguntarme qué especulaban sobre mí. Tuve que negarme a dejar que esos sentimientos me definieran. Sentir ambigüedad es, en realidad, normal. He aprendido a reconocerlos, usándolos como herramientas que me ayudan a confiar en que no hay nada que no pueda superar. Tengo fe en que Dios está obrando en mi vida. Él tiene todas las respuestas, así que no tengo que buscar soluciones. Esto me ayuda a ser libre para centrarme en mi responsabilidad de estar presente ante los cambios de la vida; no para intentar controlarlos, sino para aceptarlos. Finalmente he encontrado el coraje para empezar a escuchar mis sentimientos, mi intuición y a Dios. Los uso como motivación para crear una vida sana. Así comenzó mi verdadero "trabajo".

Al leer sobre algunas de las experiencias de vida desafiantes que he tenido, quizás notes que todas implican cambios, decisiones y la exposición de mis defectos, imperfecciones y errores. Mirando hacia atrás ahora, estoy segura de que estas experiencias no fueron errores, sino oportunidades de aprendizaje. Se originaron, en diferentes momentos de mi vida, como cáncer, trastornos alimenticios, drogadicción, presión social, acoso escolar, dificultades de aprendizaje, endometriosis, menopausia precoz, una carrera, ser madre, sentirme juzgada y no aceptada, soledad, angustia, ira, depresión, relaciones difíciles, incertidumbre, frustración, mala salud, una ECM y más. En ocasiones, estas experiencias fueron abrumadoras y potencialmente obstáculos.

Gracias a mi ECM, me he dado cuenta de que estos posibles obstáculos son increíbles oportunidades de aprendizaje. Si cambio mi percepción de estas experiencias poniendo en práctica la acción (asumiendo la lección de cada experiencia), nunca se manifestarán como obstáculos. Más bien, me ofrecen una alternativa para elegir cambiar algo que resultará en una poderosa sanación y despertar, dando lugar a una profunda transformación personal.

Al buscar las lecciones de las experiencias que viví, a menudo pensaba en mi ECM. Uno de los mensajes más importantes que recibí fue que tu singularidad reside en tu valor, y tu valor en tu contribución en este viaje terrenal. No importa quién seas o quién no seas. Si estás en este planeta, ¡eres valioso !

A través de nuestra conexión con nuestro Creador, podemos sanar nuestro cuerpo, mente y espíritu. Podemos desarrollar nuestros dones y usarlos en el ámbito para el que fueron diseñados, y al conectarnos con Dios, los elevamos a un nivel completamente nuevo. Es a través de este amor que podremos lograrlo. He llegado a apreciar la importancia de este conocimiento porque ahora finalmente entiendo que mi singularidad es mi valor, ya que contiene mi plan único y dones únicos que sirven verdaderamente para cumplir el propósito de mi vida. De hecho, es quién soy y lo que significa ser yo. La mente es un recurso increíblemente poderoso, y el conocimiento que reside en ella es poder divino. Si lo elegimos, podemos descubrir las respuestas a nuestras preguntas al mirar hacia nuestro interior y reconectarnos con Dios a través de nuestros corazones. Entiendo que es a través de la conexión con nuestro Creador que recordamos quiénes somos, y a través de esta conexión podemos crecer y cultivar el amor incondicional por nosotros mismos.

Este amor incondicional es la clave para encender el poder interior. Cuando buscamos ese poder, obtenemos el conocimiento necesario para ayudarnos a superar cada experiencia de la vida y revelamos nuestro plan vital y nuestros dones. Nuestro plan es único y está diseñado para nosotros: somos seres espirituales con una experiencia humana. Cualquier límite que intente definir nuestra vida auténtica no puede afectarnos cuando elegimos vivir sin miedo. También podemos ver que podemos superar todas las limitaciones humanas fundamentales a través de nuestra conexión con nuestro Creador. Además, podemos acceder al conocimiento necesario para superar y sanarnos de todo lo que enfrentamos, sin importar cuán desafiante o inimaginable parezca. Podemos superar desafíos, crecer y ser valientes porque nuestro plan contiene la información más crucial que necesitamos para abrazar plenamente el cambio y alcanzar la salud y el bienestar totales. Podemos adquirir el conocimiento necesario para ayudarnos a sanar de nuestras experiencias vitales desafiantes.

Honestamente, puedo mirar atrás y decir que me alegro de haber sido hospitalizado contra mi voluntad, ya que me permitió experimentar el estado de nuestro sistema de salud a través de la lección de haber sido internado. Me preparó para ver de primera mano cuán dañado está el sistema y cómo afecta a los pacientes; así, pude ayudar a cambiar el protocolo de atención médica y apoyar a las personas, ayudándolas a convertirse en autodefensoras. Estas experiencias revelan claramente la falta de conocimiento sobre las experiencias y fenómenos no ordinarios. Desde una perspectiva médica profesional, estoy decidido a educar al público y a la comunidad sanitaria sobre las ECM y otras experiencias no ordinarias. Además, me centro en crear conciencia sobre las crisis espirituales y el potencial transformador del trauma dentro del campo de la psiquiatría. Esto permitiría a las personas empoderarse para crecer y sanar de tales experiencias, en lugar de ser reprimidas y patologizadas. La presencia de Dios y nuestra capacidad de conectar con nuestro Creador es un milagro, no un problema médico. De hecho, estas experiencias brindan una gran sanación a las personas, a la humanidad y a nuestro planeta.

Mi misión es animar a quienes han tenido experiencias similares a que hablen de ellas, porque cuando se toma una historia, una experiencia vivida por alguien, y se la acepta, utilizándola como una oportunidad de aprendizaje, tiene el potencial de convertirse en una poderosa herramienta de sanación y despertar. Desde que compartí mi historia, personas de todo el mundo me han contactado con preguntas; muchos me han abierto sus corazones, compartiendo sus  experiencias y cómo les han cambiado la vida. He investigado estas experiencias mediante entrevistas personales con quienes las han vivido y colaborando con expertos que, a través de sus investigaciones, demuestran que estas experiencias son reales, como el Dr. Roland Griffiths, de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, y el Dr. Claude Swanson, físico del MIT/Universidad de Princeton. Personalmente, he investigado estos fenómenos extraordinarios durante 15 años. Mi objetivo es compartir estas historias con el público sobre experiencias de transformación espiritual y otras experiencias extraordinarias, revelando el poder de la sanación a través de la serie de televisión de investigación que escribí y ahora presento. A través del programa, mi trabajo con expertos me ha llevado por todo el mundo en busca de respuestas a preguntas como: ¿estamos conectados? Mi viaje revela historias extraordinarias de experiencias espiritualmente transformadoras y otras experiencias fuera de lo común, mientras exploro fenómenos controvertidos y sus consecuencias. Mi experiencia de poder visitar el más allá, trayendo consigo lecciones que incluyen el poderoso conocimiento de un plan basado en la consciencia, nos enseña cómo podemos superar cualquier obstáculo, lo que resulta en una sanación total y un despertar en nuestras vidas. El programa aborda temas profundos, con destacados expertos en ciencia y medicina que aportan evidencia que valida experiencias extraordinarias como las ECM, las experiencias de muerte compartida, la comunicación después de la muerte, la reencarnación, las experiencias extracorporales, las premoniciones, los sueños, las visitas, las señales, los mensajes y cómo los fenómenos del más allá están cambiando potencialmente nuestra perspectiva sobre la vida y la muerte, allanando el camino para que la humanidad dé el siguiente paso hacia la evolución consciente. A través del programa, espero llevar luz, amor y conocimiento a los espectadores, para que todos sientan y sepan que no están solos, sino que son amados incondicionalmente como deben ser, cada uno de nosotros como es único. El conocimiento es poder.

La experiencia de Erica ha tenido un profundo impacto en su forma de ver y afrontar los desafíos de la vida. Su nueva perspectiva le ha permitido comprender mejor cualquier desafío y afrontarlo y aprovecharlo como una oportunidad de aprendizaje.

Siempre me intriga cómo cambian otras enfermeras o profesionales de la salud después de una ECM. Me interesó especialmente cómo cambió la perspectiva de Erica tras convertirse en paciente y cómo su experiencia le reveló deficiencias en el sistema médico que deben mejorarse drásticamente. Describió haber recibido una gran cantidad de conocimiento y sabiduría, y los está aplicando en su trabajo, compartiendo su experiencia y educando a otros sobre estas experiencias. Erica es muy consciente de la falta de conocimiento sobre estas experiencias en el sistema de salud y se esfuerza por incorporarlas en la formación de todo el personal sanitario.

Lo que me impactó de la experiencia de Erica es que su ECM fue diagnosticada erróneamente como psicosis y la trasladaron a un hospital psiquiátrico, donde le administraron fármacos para suprimir la experiencia. Esto pone de manifiesto un gran malentendido en nuestros sistemas médicos actuales, donde médicos, enfermeras y otros profesionales sanitarios no reciben formación sobre las ECM y otras experiencias espirituales, lo que resulta en una falta de apoyo psicológico para quienes las experimentan.

 

14. EL NIÑO DEL VÓRTICE

Kelly conectó con Katherine Baldwin, de 44 años, a través de las redes sociales. Vive en Melbourne, Australia, y tenía solo 3 años cuando tuvo su primera ECM, una que influyó enormemente en su vida desde muy temprana edad. Más adelante, Katherine tuvo una segunda ECM, que también impactó significativamente su vida.

Tenía solo 3 años cuando tuve mi primera ECM. No recuerdo nada de mi corta vida antes del día en que me ahogué. Sin embargo, recuerdo cada día desde entonces, con claridad y profundidad.

Era un típico día caluroso de verano en Australia, uno de esos días en que el sol pega fuerte y no hay viento fresco. Mi familia se divertía en la piscina de mi abuela, jugando con una pelota de playa mientras reíamos y bromeábamos. Mi hermano de 5 años y yo estábamos en la piscina, jugando en una canoa inflable.

La pelota de playa rebotó de repente por el borde de la piscina, y mis padres salieron a recogerla. En ese instante, nuestra canoa volcó con mucha fuerza. Sucedió increíblemente rápido y en un segundo estaba bajo el agua, totalmente boca abajo. Mi hermano logró nadar hasta la superficie e intentó rescatarme desesperadamente, pero por mucho que lo intentó, no pudo sacarme a la superficie.

Sé que esto puede sonar extraño, pero no tenía miedo en absoluto; era como si simplemente estuviera observando y sintiendo lo que estaba sucediendo. Podía ver el sol ondulando sobre el agua, escuchar las voces y risas de mi familia mientras me hundía hasta el fondo. No podía sentir ningún dolor y no tenía miedo alguno. Fue una entrega total; un dejarse llevar hasta que todo quedó en completo silencio y luego negro. De repente, una paz asombrosa me invadió y todo comenzó a cambiar a mi alrededor. La oscuridad rápidamente se convirtió en una luz brillante, que se sentía tan relajante y tranquila. La luz no era solo luz, era lo que ahora vería como una energía en movimiento a mi alrededor, arremolinándose y moviéndose. Me volví tan ligero como la luz misma y sentí una increíble ráfaga, mientras me elevaba y flotaba a través de esta exquisita energía. Esto se sintió totalmente diferente de donde acababa de venir.

Empecé a recuperar la concentración a medida que me alejaba cada vez más de donde había estado. Ya no estaba de vuelta en la piscina; miraba hacia abajo, observando a mi hermano. Estaba asustado, intentando levantarme por la coleta, mientras gritaba pidiendo ayuda. Por suerte, mi madre oyó los gritos de mi hermano. Gritó y señaló mientras mi padre corría, sacaba mi cuerpo sin vida de la piscina y me colocaba en el suelo para reanimarme.

Mi familia no tenía ni idea de la increíble experiencia que estaba viviendo y de que cambiaría mi vida para siempre. Una vez más, me sumergí en la energía blanca y eufórica de la luz, cuando ante mí apareció la figura más hermosa, blanca, angelical y femenina. Era dulce y, sin embargo, tenía un poder tremendo; era paz. Bueno, así es como describiría su energía. Nunca había experimentado tanto amor. Ahora la conozco como una de mis guías principales, Geraldine. Extendió sus brazos y me envolvió en amor y paz. Luego me dijo con una voz hipnótica: "¿Quieres volver allá o volver a casa?". Miré su rostro pálido y pensé por un momento en lo que me estaba preguntando. Asentí y dije: "Volveré". "¿Estás segura?", preguntó. ¡Estaba emocionada de volver con mi familia! "¡Sí! ¡Estoy lista!". Recibí un fuerte abrazo y, de repente, estaba tosiendo, ¡y de vuelta en mi cuerpo, jadeando! ¡Estaba viva! Fría y mojada, pero estaba viva.

Desde ese día, nada ha sido igual. A los 3 años, mi alma despertó y poseía todo este conocimiento y sabiduría que otros niños de mi edad no tenían. Ahora estaba despierto y me di cuenta de que todos somos uno, todos estamos conectados. Sabía quién era. Sabía que el lugar donde Geraldine me abrazó era mi verdadero hogar. Sabía que la vida en la Tierra era corta y yo era eterno. Sabía que, sin importar lo que otros me hicieran, no podrían arrebatármelo.

A medida que mi confianza crecía y pasaba más tiempo con el universo, me quedó muy claro que cada animal, persona, planta, todo, provenía del mismo lugar. La fuerza y ​​el amor que surgen de amar a los demás, de comprender que no estamos solos, que todos somos infinitos y magníficos, me reconfortaban mucho. Ver cada hoja de un árbol, los patrones de colores, las auras de las personas y la energía que contienen, era tan especial. Pasaba mis días, como lo hago ahora, viendo y hablando con espíritus, como mi difunta abuela, como si aún estuvieran vivos. Empecé a cantar todos los días. Mi hermosa y cariñosa madre me metió en una academia de canto para que pudiera expresarme y aprender a cantar. ¡Sentía que podía hacer cualquier cosa! Empecé a meditar y a pasar tiempo con el universo. Tuve la suerte de tener unos padres tan maravillosos; sabían que era diferente, pero me querían de todos modos. Mi madre siempre me decía que era hermosa y maravillosa.

Un año después de mi despertar espiritual en la infancia, la vida estaba a punto de volverse muy difícil. Mis padres tuvieron que empezar a trabajar en dos empleos para llegar a fin de mes, como la mayoría de las familias australianas. Tuve que pasar mucho tiempo en casa de mis abuelos. Mi abuela era esquizofrénica y era muy difícil convivir con ella; tuve que usar mis habilidades para evitar su disciplina lo mejor que pude. Luego estaba papá. Era un hombre con una enfermedad mental grave que se salía con la suya mucho más de lo que debía. Tuve que protegerme mientras estaba allí. A menudo huía de mis abuelos. Me escondía debajo de la cama de mi abuela para alejarme de ella, a veces durante cinco horas seguidas. Simplemente me quedaba dormido debajo de la cama. Me aseguré de no contestarles nunca y de guardar silencio. Solo hablaba cuando me hablaban. Lo odiaba. Por suerte, hicieran lo que hicieran mis abuelos, nunca dejé que me impidieran saber quién era realmente. Esto es algo que siento que no habría experimentado sin la ECM.

A los 9 años, todo se volvió demasiado difícil de sobrellevar y me escapé a casa de mi tía, que vivía calle abajo. Me negué a regresar. Poco después, nos mudamos al campo y nunca más tuve que quedarme con mis abuelos. Por fin era libre, pero necesitaba sanar y perdonarlos por todas las cosas terribles que me habían hecho. A los 14, recurrí al alcohol para mitigar el dolor, y a los 19 años tenía un problema bastante grave con la bebida. Decidí que era hora de dejar de beber y empezar a trabajar en mí misma.

Me esforzaba al máximo por mantenerme y sentirme conectada, lo cual era difícil después de todo lo que había pasado. Necesitaba tiempo para recuperar mi identidad. Me fui de casa y me mudé con mi pareja a los 21 años. Me casé, como suele pasar, trabajando en empleos que no me apasionaban. Siempre quise ayudar a la gente, pero no sabía cómo. Tenía una buena vida, pero sabía que había algo más para mí; en el fondo, sabía que estaba viviendo la vida de otra persona. Necesitaba una llamada de atención para cambiar, pero ¿qué? ¡Pues el universo se encargó de eso!

A los 26 años, de repente, sufrí un fuerte dolor abdominal. Mi vesícula biliar se rompió dentro de mí, debido a una enfermedad hereditaria que desconocía, y me llevaron de urgencia al hospital. Los médicos tenían dificultades para comprender qué había sucedido y retrasaron mi atención hasta que fue casi demasiado tarde para operar. Allí fue donde tuve mi segunda ECM bajo anestesia.

Me operaron de urgencia y dejé de respirar tres veces en la mesa de operaciones; mi corazón también dejó de latir. Sin embargo, esta vez no regresé a mi hogar espiritual. Solo recuerdo ver mi cuerpo desde el tejado, observando cómo intentaban que mi corazón volviera a latir. Mientras oía todos los ruidos, pitidos y gritos, y observaba a todos corriendo alrededor de mi cuerpo, de repente me invadió una oleada de emoción, una sensación de "¡Ni hablar! ¡Esto no termina así! Tengo algo más que hacer en esta vida". Sentí que volvía a mi cuerpo y quería luchar por mi vida.

Estuve hospitalizado un mes, casi inmóvil durante gran parte de ese tiempo, y los médicos temían que no pudiera salir de allí. Sin embargo, luché con todas mis fuerzas y sabía que no podía rendirme. Mi cuerpo estaba débil, pero mi mente era fuerte. Sabía que ya no iría a ninguna parte. Tenía una misión que cumplir. ¡Esta era mi última vida en la Tierra y tenía que aprovecharla al máximo!

Regresé a casa intentando rehacer mi vida, sabiendo que había algo más por lo que estaba aquí. ¡Solo tenía que encontrarlo! Volví a practicar la meditación, como lo había hecho a los 3 y 10 años. Necesitaba encontrar de nuevo lo que me hacía feliz. Tras pasar apuros en mi matrimonio, decidí que tenía que cambiar de vida. A los 31 años, dejé a mi esposo para poder empezar de cero y redescubrir la yo de 3 años que experimenté tras mi primera ECM.

Fue entonces cuando conocí por internet a un hombre encantador llamado Jamie. En cuanto lo conocí, sentí que era mi alma gemela. Parecía y hablaba justo como me lo había imaginado; fue amor a primera vista, o mejor dicho, amor a primera vista. Vivía en Essex, Inglaterra. Curiosamente, de niña solía decir que mi marido vendría de Inglaterra y se llamaría Jamie.

Él era mi apoyo. Por fin conocí a alguien que me comprendía. Jamie me escuchó mientras le explicaba todo lo que sabía sobre el universo. Le contaba, día a día, todo lo que aprendía y descubría. Éramos la pareja perfecta.

Después de la segunda ECM, mis habilidades psíquicas volvieron a estar en pleno apogeo y volví a sentirlo todo con una intensidad increíble. En aquel entonces, trabajaba como gerente en una empresa de cosméticos, y muchas mujeres venían a hablar conmigo durante horas. Muchas de las mujeres que atendía eran pacientes de cáncer que habían perdido el cabello, y se sentaban conmigo mientras les dibujaba las cejas. A menudo volvían y me contaban lo felices y llenas de energía que se sentían después de hablar conmigo. Fue entonces cuando me di cuenta de que no solo hablaba con estas hermosas mujeres, sino que las estaba sanando.

Regresé a casa y pasé un rato hablando con Geraldine y mis otros guías espirituales, y les pregunté cómo estaba sanando a estas mujeres con mi voz. Me dijeron que se debía a dos cosas: el tono de mi voz tiene propiedades curativas muy fuertes, y las palabras canalizadas que pronunciaba eran tan reconfortantes que las mujeres no pudieron evitar sentirse mejor. Ya no podía ignorar la verdad. Di un salto de fe y renuncié a mi trabajo.

Practicaba meditación y técnicas de sanación todos los días durante unas ocho horas seguidas. Supongo que podría compararse con un entrenamiento espiritual intensivo para mí. También empecé a trabajar en línea gratis, 30 horas semanales como médium, para mejorar mis habilidades y aprender todo lo posible. No solo quería trabajar en el ámbito espiritual; quería ser uno de los mejores para poder ayudar a la mayor cantidad de personas posible.

Me ofrecieron un trabajo como maestra espiritual y aprendí muchas modalidades de sanación diferentes. Era algo innato. Empecé a atender a mis  clientes individualmente. Fue entonces cuando nació mi empresa, Angel Soul Healing. Trabajaba desde casa y en cualquier centro que podía. En mi tiempo libre, me sanaba. Cuanto más me sanaba, más veía y experimentaba la energía de la fuente en todo lo que hacía. Esta magnífica energía pura de luz fluía por cada parte de mí. A medida que aprendí a amarme y a sentir la luz en mi interior, me sentí más plena. Creo que todos tienen derecho a sentirse así: a experimentar esa misma unidad y la misma Fuente amorosa que me cuidó durante mi primera ECM.

Aprender de mi equipo de guías me ayudó a liberar todo el miedo asociado con la espiritualidad. Conocí a una de mis guías principales, y fue una gran sorpresa. En cuanto la vi, recordé el día que nos conocimos durante mi primera ECM; ¡fue ella quien me abrazó! ¡Fue ella quien me dio fuerzas para seguir adelante! Me sentí muy agradecida de que me mostraran que toda esta experiencia era real y verdadera, y no solo un recuerdo de un sueño. ¡Ella era Geraldine!

Sabía que estaba en el camino correcto; de hecho, avanzaba tan rápido que un día, mientras canalizaba, regresé a ese lugar exquisito donde todo volvía a la paz y la calma. Podía ver la trama del tiempo, la luz blanca pura y el universo de nuevo. Cada día, a partir de entonces, podía sentir la profunda paz de la unidad; que todos somos dignos, todos dignos de amor y todos tenemos la misma capacidad de conectar si lo permitimos, si lo practicamos. Era como si hubiera regresado a mi ECM, aunque sin tener que morir para alcanzarla. He permanecido en esta paz hasta el día de hoy. Estar en esta dicha perfecta y nunca volver a la negatividad es lo que me ha permitido vivir la vida amorosa de la iluminación que ahora he alcanzado.

Gran parte de mi paz provino del cariño y apoyo de Jamie mientras desarrollábamos nuestra relación en línea y compartíamos experiencias espirituales. Sentía tanto amor en mi corazón, y fue durante este tiempo maravilloso que me di cuenta de que finalmente estaba lista para conocer a mi equipo de guías sanadoras.

Empecé a conocer guías como Jesús y Quan Yin, y a cinco arcángeles: Miguel, Metatrón, Gabriel, Uriel y Rafael. Todos me dijeron que formaban parte de mi equipo principal y que necesitaban enseñarme una nueva forma de sanación. Busqué a estos maestros en línea y me sorprendió que quisieran trabajar conmigo y que fueran parte de mi equipo. Me sentí muy bendecida y supe que esta era mi oportunidad de no desperdiciar las dos ECM que había tenido. Me di cuenta de que estaba empezando a vivir la vida con pasión que siempre debí haber tenido.

Canalizaba con estos maestros a diario. Comencé a compartir mi energía con ellos a medida que me pedían que entregara todo mi ser, permitiendo que seis me canalizaran, luego quince, luego treinta, y así sucesivamente. No le tenía miedo al mundo espiritual y quería entregar mis servicios a la Fuente, la unidad Divina del universo. Comprendí que ahora tenía todo dentro de mí para ser la luz. En tan solo doce meses, pude canalizar con más de un millón de seres puros no físicos, como lo hago en todas las sesiones de sanación Vortex. Ahora soy lo que muchos llaman iluminada, viviendo mi vida en la décima dimensión y más allá. La energía concentrada de la Fuente en mi cuerpo es como un tren de carga; nunca disminuye la velocidad.

Me quedó muy claro que todos los clientes que acudían a mí eran iguales: seres humanos cariñosos que querían sentirse mejor. Sabía que debía vivir una vida pura y practicar todo lo que enseñaba, manteniéndome siempre auténtica para seguir siendo un canal claro para que la energía fuente trabajara a través de mí. Me enviaban los casos más inusuales. Me asignaron una gama asombrosamente amplia de clientes subconscientes que necesitaban liberar patrones negativos de su subconsciente. Personas con personalidades múltiples; pacientes con cáncer; personas con quemaduras físicas, problemas de salud mental, miedos profundos o patrones que afectaban profundamente sus vidas. Esta modalidad de sanación que me canalizaban se convirtió en la más rápida y efectiva que he usado. Como la enfermedad es vibracional, si podemos profundizar en nuestro interior y llegar a la causa de la enfermedad en el subconsciente, en la mente y el cuerpo, es posible eliminar cualquier cosa. ¿Verdad?

Trabajé en todos estos casos asombrosos y me quedó completamente claro que cada subconsciente era tan único y singular como los clientes que atendía. Piénsenlo. ¡Cinco personas pueden tener la misma experiencia y vivirla de cinco maneras diferentes! Una persona puede ver lo positivo y otra lo negativo en esa misma experiencia. Todo depende de qué fibras profundas se toquen de una o más de sus experiencias previas durante su crecimiento, mientras se forman sus hilos subconscientes. Mi equipo y yo encontramos y nos enfocamos en las neuronas del cerebro y las rastreamos con cuidado hasta los hilos subconscientes, luego los eliminamos; los limpiamos y enseñamos a las personas a desaprender todos sus condicionamientos desde su nacimiento. Luego, a vivir la vida desde esta nueva perspectiva y reconstruir sus nuevos sistemas de creencias.

No necesitamos tener una ECM para convertirnos en todo lo que queremos ser; no tenemos que estar a punto de morir y regresar para darnos cuenta de que todo lo que creíamos saber sobre nosotros mismos es falso. La verdad es que todos tenemos lo necesario. Todos éramos dignos antes de decidir encarnar aquí en esta Tierra. Todos somos completamente dignos al nacer, sin excepciones; completamente dignos ahora mismo, sin importar lo que estemos atravesando. Todos los defectos que creemos tener. Simplemente estamos desaprendiendo el condicionamiento que adquirimos en el camino.

Cuando decidimos venir aquí, sabíamos que con cada respiración, nuestro universo y nuestros guías recibirían el beneficio de nuestra vida. Sabíamos que, con todo nuestro descubrimiento de quiénes somos, lo no físico se beneficiaría incluso antes que nosotros. Todos dijimos: "Sí, lo haré; viviré, aprenderé y haré lo mejor que pueda", para que la Fuente pueda crecer más. Así de generosos somos, así de especiales y bondadosos somos todos. Así de fuerte y plena es la luz que vive dentro de nosotros. Solo necesitamos recordar. Solo necesitamos olvidar todas las reglas y las creencias limitadas que nuestras familias nos enseñaron tan inconscientemente porque, cuando recordamos, nos damos cuenta de que somos ilimitados. Cuando vemos quiénes somos realmente, brillamos. Iluminamos a muchos, para que ellos también puedan alcanzar su luz interior.

Seguí aprendiendo esta técnica de sanación física. Pregunté hasta dónde podía llegar. Bueno, el universo me respondió de una forma inesperada. Justo cuando estaba a punto de comprar mi billete de avión para ver a Jamie, un conductor ebrio me chocó de lado y me destrozó el pie derecho. Necesitaba cirugía reconstructiva y me dijeron que era muy probable que no volviera a caminar por mí mismo. Me enviaron a casa durante seis meses para rehabilitarme, ya que los médicos no estaban seguros de qué hacer. Me dijeron que si volvería a caminar dependía de lo que sucediera durante esos seis meses. Sané mi pie usando la sanación subconsciente Vortex durante horas todos los días. Meditaba de la mañana a la noche, reconstruyendo mis huesos, nervios y tendones. Mis dedos empezaron a moverse y podía sentir cómo los huesos bajo mi piel se movían solos.

Después de los seis meses, volví al hospital y, para asombro del médico que me atendió, estaba claro que volvería a caminar. El médico me dijo: "No sé qué hiciste ni cómo sucedió. Pero sea lo que sea, ¡sigue haciéndolo!". Supe entonces que todo sería posible con este proceso de sanación, y ahora tengo una fe inquebrantable en esta modalidad para cada cliente al que me guían a ayudar.

Ahora que mi negocio iba viento en popa y volvía a caminar, ¡era hora de dar mi último salto de fe! Comprar mi billete de avión y estar con mi alma gemela. Después de seis años hablando con Jamie por internet, por fin nos conocimos en persona. Fue amor a primera vista. Jamie me propuso matrimonio el día antes de irnos de vacaciones a París, tan solo cuatro semanas después de estar juntos. Solicitamos el visado para Jamie y, tras solo dos horas y media, nos lo aprobaron esa misma noche. Así que volamos a París, envueltos en un romance apasionado. Doce días después, volvimos juntos a mi casa en Australia.

Nos casamos seis meses después y llevamos tres años trabajando juntos en Angel Soul Healing. Tras construir nuestra  casa y centro de sanación, por fin podemos hacer realidad nuestro sueño de ayudar a millones de personas a alcanzar la luz. Un centro lleno de amor donde se ofrecen diversas modalidades de sanación.

Después de mi primera ECM, descubrí quién soy. A través de mi segunda ECM, encontré el propósito de mi vida. Ahora sé cuál es mi trabajo aquí en la Tierra, ¡y siempre encontraré la manera de vivir este increíble propósito! Compartiré lo que sé con quien esté dispuesto a ayudar. Mi visión y misión de vida después de la ECM es llevar luz y amor a millones de personas. Estamos aquí para ayudar a hacer de este mundo un lugar mejor para todos los seres vivos que habitan la Tierra. Estoy muy emocionado de vivir este sueño maravilloso, puro y sincero.

Por eso me enorgullece ser el director ejecutivo y fundador de Angel Soul Healing, y me honra ser el creador de la modalidad de sanación subconsciente con sonido Vortex, registrada internacionalmente, y dirigir nuestra escuela de sanación. Nuestros nuevos productos ayudan a las personas a alcanzar la grandeza. Me emociona poder canalizar con muchos maestros ascendidos que me han guiado a través del material de las varitas mágicas. Cada nota, sonido y vibración de este producto fue guiado por ellos. Sé que este nuevo producto de sanación que hemos creado es una herramienta fácil de usar y una clave para ayudar a todos, desde la comodidad de su hogar, en su camino hacia la plenitud de su potencial. La varita mágica es la primera de su tipo. Un nuevo producto USB de afirmación, meditación y sanación que puede llegar a cualquier persona en todo el mundo que tenga acceso a una computadora. ¡La varita mágica ha sido diseñada para ayudar a personas de todos los ámbitos de la vida!

La gente de Melbourne ya ha adoptado esta increíble nueva herramienta de sanación. A medida que nos expandimos por Australia y el mundo, nuestros sueños se hacen realidad. También nos entusiasma haber lanzado el primer Happy Stick para niños: el primer producto infantil de este tipo. Después de todo, ¿por qué esperar a ser mayores para sanar? Deberíamos empezar por nuestro mayor regalo: nuestros hijos. Esperamos con ansias muchas más innovaciones, como nuestra nueva gama y movimiento "Yo soy". Disfrutamos del impacto que nuestros nuevos productos y servicios están teniendo en las mujeres de nuestras vidas y de nuestra comunidad. Estamos todos juntos en esto, y Jamie y yo nos hemos propuesto compartirlo.

Creo que una vez que conocemos la verdad sobre quiénes somos, tenemos el deber de compartir este conocimiento para ayudar a los demás a ver lo magníficos que son. Todos tenemos un propósito especial: convertirnos en nuestra  luz amorosa. El mundo necesita más amor, y tú eres la clave. Una vez que alcanzamos el amor o la iluminación, es hora de ayudar a otros a encontrar la suya.

Mi corazón y mi alma están llenos de amor por la humanidad y deseo agradecer a cada ser, tanto físico como no físico, por co-crear conmigo en esta vida, y espero con ansias el día en que nos reunamos en nuestro hogar eterno.

Es evidente que las ECM de Katherine han tenido un profundo impacto en su vida. El hecho de que su primera ECM ocurriera a los 3 años parece haber influido enormemente en su desarrollo posterior, ya que no se vio afectada por las ideas sociales habituales que se inculcan a medida que maduramos. Esto le ha dado la confianza para actuar conforme a lo aprendido durante su ECM y no dejarse disuadir por las opiniones de los demás.

Katherine describe meditar y "pasar tiempo con el universo", dos cosas inusuales para una niña pequeña que emprende voluntariamente. Muchos jóvenes se sienten desanimados por otros cuando empiezan a hablar abiertamente sobre sus ECM. Familiares y amigos bienintencionados a menudo intentan reprimir los intentos de hablar sobre la ECM, pero esto no parece haber sucedido con Katherine.

Curiosamente, su segunda ECM fue diferente y tuvo una influencia ligeramente distinta en ella. La primera le reafirmó que es más que un simple cuerpo, mientras que la segunda la ayudó a encontrar su propósito en la vida y a servir a los demás. También describe cómo, tras su segunda ECM, sus capacidades psíquicas se rejuvenecieron y potenciaron. Esto es muy común después de una ECM.

Sigue conectando con el guía que conoció durante su primera ECM y con los que ha conocido desde entonces. Puede parecer una afirmación atrevida por parte de Katherine, ya que no hay forma de comprobar (ni de refutar) la existencia de tales guías. Sin embargo, Katherine ha ayudado a muchas personas con su trabajo de sanación. Muchas otras personas que han tenido una ECM han reportado encuentros con seres arquetípicos como los descritos por Katherine. La capacidad de Katherine para encontrarse con seres arquetípicos después de su ECM parece haberse desarrollado gracias a su práctica espiritual continua. El hecho de que usara estas técnicas conscientemente en sí misma y creyera que sanó su  pie también es muy importante. Esto implica tratar a la persona en su totalidad, no solo lo físico. He conocido a otras personas que también afirman haber sanado una lesión física después de su ECM.

Científicamente, mucho de lo que Katherine ha descrito es inverificable. Sin embargo, en lugar de ignorar la intervención terapéutica que ha desarrollado, sería beneficioso investigarla más a fondo mediante ensayos clínicos. Esto podría allanar el camino para que algunos tipos de intervención se utilicen en conjunto con la medicina moderna para mejorar la curación y la recuperación de enfermedades, lo que tendría amplios beneficios.

 

15. EL PROYECTO DEL CRUCE COMPARTIDO

El segundo correo electrónico que recibí durante mi estancia en la Facultad de Estudios Psíquicos fue de William Peters. Organizamos una conversación por Skype y William me describió el maravilloso trabajo que ha estado realizando con la experiencia compartida de muerte derivada de sus ECM. A continuación, un resumen de nuestra conversación.

En 1979, William sufrió un accidente de esquí que le causó graves lesiones. Mientras estaba inconsciente, experimentó su primera ECM. William comentó cómo, al reflexionar, la ECM guió su vida inconscientemente a partir de ese momento. El accidente ocurrió cuando William se desplazaba a gran velocidad y, al impactar, se sintió impulsado fuera de su cuerpo, elevándose cada vez más sobre la escena, desde donde pudo contemplar todo el entorno circundante, luego todo el continente americano, los océanos y todos los demás continentes.

Simultáneamente, experimentó una profunda revisión de su vida. A partir de esto, intuyó cómo cada una de sus acciones había afectado a cada persona con la que había interactuado. Envuelto en una luz brillante, comprendió que había muerto, pero también sintió que había desperdiciado su vida. Rogó que lo devolvieran a la vida para terminar su obra. Con una oleada de energía, todo el proceso se invirtió y observó cómo su vida se repasaba en orden inverso, mientras sentía que se acercaba a la Tierra. Regresó a su cuerpo y temió estar paralizado. Le rogó a Dios (la luz) que no lo paralizara y sintió que la sensibilidad regresaba a su cuerpo. Sin embargo, la lesión medular que sufrió le impidió ser tan activo físicamente como antes. Esto lo dejó sintiéndose cada vez más alejado y aislado de sus amigos universitarios, que eran de espíritu libre.

Cuando William se graduó, se prometió a sí mismo que trabajaría con los necesitados. Su vida lo llevó por todo el mundo. Trabajó como Voluntario Internacional Jesuita en Belice y Perú. En este trabajo, sintió con empatía el sufrimiento de quienes ayudaba y, como resultado, él mismo experimentó un trauma. Al regresar a casa, estudió teología y filosofía para intentar comprender todo lo que había vivido. Posteriormente, se convirtió en trabajador social en San Francisco, brindando apoyo al final de la vida a personas afectadas por el SIDA.

Tras contraer un raro trastorno sanguíneo en 1993, William tuvo una segunda ECM. Volvió a abandonar su cuerpo, y esta vez también pudo escuchar las conversaciones de las enfermeras. Vio al médico de pie junto a su cama haciéndole una pregunta. Sabiendo que era mucho más que un cuerpo físico, William se obligó a regresar a su forma humana. El proceso lo dejó exhausto. William se recuperó, pero en 1998 experimentó otro acontecimiento significativo que marcaría su futuro trabajo. Mientras atendía a su abuela moribunda, la presenció manteniendo una animada conversación con una entidad invisible.

Poco después, William sufrió una profunda depresión debido a una lesión en el pie que lo dejó incapacitado. Para contrarrestar la depresión, William comenzó a meditar, y con el tiempo su lesión empezó a mejorar con cirugía y fisioterapia. Su práctica de meditación y el fallecimiento de su abuela le ayudaron a comprender la importancia de estar plenamente presente ante la muerte.

Mientras trabajaba como voluntario en un hospicio, William tuvo su primera experiencia de muerte compartida. Sentado junto a la cama de un moribundo, de repente abandonó su cuerpo y se encontró cara a cara con este hombre, que también estaba fuera de él.

William tuvo una serie de experiencias místicas al visitar a Juan de Dios durante sus viajes por Brasil. Después, William y su familia se establecieron en Santa Bárbara, donde ha trabajado como terapeuta familiar desde entonces. Mientras asistía a un taller sobre la muerte en 2009, William escuchó al Dr. Raymond Moody hablar sobre experiencias de muerte compartida y, gracias a esto, pudo identificar lo que había experimentado con el paciente moribundo cuando trabajaba en el hospicio. William "sabía”que podía facilitar la experiencia de muerte compartida. Fue una gran llamada de atención, y comprendió que este era el propósito de su vida.

Regresó a casa y se puso a trabajar en la redacción de protocolos para facilitar la experiencia de la muerte compartida. Los practicó y desarrolló con amigos y familiares, perfeccionándolos según fuera necesario, y ahora ofrece talleres y formación como parte del Proyecto de Cruce Compartido.

William ha ideado dos programas: La Vida Más Allá de la Muerte y la Ruta de la Cruzada Compartida. Hasta la fecha, ha contado con más de 200 participantes. La Ruta de la Cruzada Compartida se centra en la preparación para una muerte digna: una experiencia de final de vida consciente, conectiva y amorosa que incluye protocolos para facilitar experiencias de cruzada compartida, con énfasis en la experiencia de muerte compartida (EDC).

Tenía curiosidad por aprender más sobre el trabajo de William, y él tuvo la amabilidad de reservarse un tiempo para responder las siguientes preguntas que tenía para él:

¿Qué tipo de retroalimentación ha recibido de las personas que han aprendido e implementado los protocolos?

La mayoría de las personas afirman que nuestros protocolos les permiten conectar directamente con la muerte, tanto la suya como la de sus seres queridos, de una manera muy vital. Expresan su conmoción por las profundas conexiones que experimentan con sus seres queridos, tanto vivos como fallecidos. Les sorprende la simplicidad y claridad de los protocolos al aprenderlos.

Más del 80 % de los participantes de nuestro programa de Cruce Compartido que utilizan los protocolos informan haber experimentado algún tipo de cruce compartido, y más del 50 % informan haber compartido una experiencia de muerte. Quizás el hallazgo más notable es que, cuando nuestros exalumnos de Camino entran en un lecho de muerte, otros seres queridos o cuidadores suelen experimentar una experiencia de muerte compartida sin haber recibido formación previa ni conocimiento de nuestros protocolos. Es como si nuestros exalumnos de Cruce Compartido tuvieran el conocimiento de cómo facilitar una experiencia de muerte compartida, y la capacidad de hacerlo aparentemente crea un campo de consciencia al que otros seres queridos acceden, accediendo así a la experiencia de muerte compartida.

¿Qué te muestra el Proyecto Cruce Compartido? ¿Qué nos enseña?

Hemos aprendido que podemos enseñar o capacitar a las personas para tener una experiencia de muerte compartida y otras experiencias de cruces compartidos. Quienes han experimentado un cruce compartido informan que un ser querido fallecido intenta comunicarse con ellos a través del velo. Estos cruces compartidos se refieren a fenómenos del final de la vida que son altamente relacionales, ya que son personales y profundamente significativos para quienes los experimentan. Los familiares, amigos o cuidadores sobrevivientes a menudo sienten que han recibido un regalo o una transmisión diseñada específicamente para ellos. Un cruce compartido es un componente central de "La Muerte Graciosa".

Los cruces compartidos suelen constar de cuatro elementos comunes que refieren quienes los experimentan:

1. Conexión profunda y sincera entre el moribundo y sus familiares, amigos o cuidadores sobrevivientes, a menudo junto a la cama.

2. Conciencia expandida o consciencia agudizada. En medio de tal pérdida, muchos expresan una profunda confianza o la certeza de que «todo está bien tal como está».

3. Emociones edificantes de gratitud, bondad, humildad, amor, paz y felicidad.

4. Pensamientos y sentimientos que afirman la vida, expresando un mayor aprecio, empatía y asombro por el don de la vida humana.

¿Cómo pueden beneficiarse las personas al participar en el proyecto?

El resultado más notable es una reducción de la ansiedad y el miedo a la muerte. Estas experiencias son muy eficaces para ayudar a otros a tener una perspectiva y comprensión diferente de la muerte. Los participantes también informan que se sienten más cómodos al estar con amigos y seres queridos que se enfrentan a la muerte y al proceso de morir. Esto puede resultar en una profundización de las relaciones, especialmente al realizar el programa con un ser querido.

Muchos participantes también describen un reenfoque en su propósito en la vida. Esto puede incitar a la reflexión y a la reevaluación de cómo viven la vida.

Los participantes también descubren una mayor propensión a acceder a experiencias compartidas de cruce de fronteras para ellos y sus seres queridos. El proyecto también ofrece apoyo comunitario y capacitación continua, así como una conexión auténtica con personas afines. Muchos sienten una mayor apertura o una mayor creencia en una vida después de la muerte placentera.

Los exalumnos del Programa de Cruce Compartido que han experimentado un cruce compartido expresan lo siguiente:

1. Una sensación de paz al saber que su ser querido fallecido está vivo y bien en el más allá. Un dicho común es: "Sé que mi ser querido está bien". Existe una sensación de confianza al saber que los seres queridos fallecidos están bien.

2. Eliminación del miedo y la aprensión a la muerte. Parece haber una liberación bastante sencilla de la ansiedad en torno a la muerte. Quienes han compartido la experiencia de la muerte (EDM), al igual que quienes han tenido una ECM, informan: «No me preocupa la muerte». También experimentan una gran tranquilidad y tranquilidad ante la muerte.

3. Reenfocarse en el propósito de la vida. Surge un nuevo marco para la vida humana; las personas a menudo sienten que necesitan trabajar aquí porque saben que no estarán aquí por mucho tiempo. A menudo hay cambios en las relaciones y la carrera profesional, y las personas a menudo emprenden un crecimiento personal. Por ejemplo, un participante se dedicó a la intuición psíquica.

4. Certeza sobre la otra vida. Existe la seguridad de volver a ver a los seres queridos fallecidos. Recibimos comentarios como: «Sé que volveré a ver a mi ser querido», «Sé que la vida continúa».

         Al igual que con las ECM, la ECM dejó a quienes la experimentaron con una tranquila certeza sobre una vida después de la muerte benévola. Reportan que su ECM fue mucho más real que su experiencia humana. Desde la perspectiva de la ECM, el mundo humano es como un sueño.

5. También se produce una gran reducción del duelo. He comprobado que quienes sufren un EDS experimentan un proceso de duelo mucho más breve y se recuperan de las pérdidas con mayor rapidez. Siguen sufriendo, ya que el duelo es un proceso natural y saludable, pero su duelo se enmarca en un contexto más amplio que comprende la muerte humana como parte de la vida humana. La mayoría no ve la muerte humana como el final, sino como una transición a otro estado de conciencia placentero y deseable. Por ello, su duelo tiende a ser menos intenso y más fácil de afrontar.

El trabajo de William es sumamente importante. He hablado con muchas personas que han experimentado un SDE y también han experimentado cambios similares a los que William ha descubierto en su trabajo.

Cuando trabajaba como enfermera, atendía con frecuencia a personas que no habían podido superar la muerte de un ser querido. Muchas habían recurrido al alcohol o simplemente estaban tan consumidas por el dolor que su salud había empezado a deteriorarse o habían caído en el descuido personal. Si programas como el de William estuvieran más disponibles, esto podría influir enormemente en cómo podemos ayudar a quienes experimentan dificultades en su proceso de duelo.

Creo firmemente que este tipo de trabajo debería adoptarse y desarrollarse más. Desafortunadamente, al no existir una explicación ni comprensión científica de estas experiencias, simplemente se pasan por alto y no se consideran una vía viable de investigación. En consecuencia, no hay financiación disponible para estos desarrollos y quienes luchan por superar su duelo sufren en soledad. Afortunadamente, en los últimos años se ha observado un cambio de actitud y comprensión, y cada vez hay más personas receptivas a investigar estas experiencias con más profundidad. Gracias a personas como William, que siguen desarrollando protocolos como el Proyecto de Cruce Compartido, creo que habrá una comprensión más profunda de la muerte, lo que se traducirá en una actitud renovada ante la vida y en que el proceso de duelo será más llevadero.

 

16. ENTONCES HUBO PALABRAS

Kelly conectó con Robert Tremblay, de 49 años, a través de las redes sociales. Sincrónicamente, cuando Kelly mencionó su idea para este libro, Robert respondió: "Creo que el concepto del libro es una idea inteligente. Seguro que llegará a mucha gente. El libro de Penny fue el primero que leí por casualidad al despertar. Me encanta". La ECM de Robert tuvo un profundo efecto en él. Posteriormente, vive su vida de una manera totalmente diferente. Recibió un diagnóstico terminal, ingresó en un hospicio y se acercaba a la muerte cuando ocurrió su ECM. Su capítulo comienza con una descripción subjetiva de lo que sucedió mientras yacía en su cama cerca de la muerte. Robert ha aparecido en numerosos programas de radio y televisión, incluyendo CBS, Turning Stone y MMTV, por nombrar solo algunos, y recientemente apareció en el documental "Back from the Light", que muestra cómo las personas lidian con las secuelas de una ECM.

No hubo palabras, pues los labios de la figura permanecieron inmóviles; ni los míos tampoco. Pero hubo palabras nítidas y claras. La voz era profunda y fuerte, lo que yo describiría como cruda. Era una pregunta: "¿Estás listo?". No sentí ninguna ambigüedad en su significado. Respondí, aunque mis labios permanecieron inmóviles y no recuerdo haber hablado, pero sí recuerdo mi voz resonante y clara. Simplemente dije: "No, todavía no estoy listo". Esto me pareció extraño porque ya me había rendido y estaba listo para morir en mi estado y cuerpo despiertos. Sin embargo, era evidente que no estaba listo, dondequiera que estuviera; eso era indudable, seguro.

Las siguientes y últimas palabras fueron inquietantes, pero llenas de esperanza y propósito: “Hay algo importante que aún necesitas hacer ". Estas palabras vinieron con una sonrisa que comenzaba a formarse en el rostro del hombre mientras más rayos de luz comenzaban a salir de casi cada parte de su rostro. Como rayos de sol asomándose entre las hojas de un árbol. Sin pensar, y con un deseo inigualable en mi vida, alcancé su rostro, sin miedo pero explorando. Sin dudarlo, puse mi mano en su mejilla. Quería tocar esta paz. Originalmente pensé que habría estado fuera de mi alcance, suspendido sobre la extensión, pero no lo estaba. Me di cuenta de que la cinta roja de luz que había visto antes había desaparecido y todo lo que quedaba era la luz blanca radiante del orbe, aumentando continuamente en brillo y vibración. El rostro del hombre abarcaba su masa... dejándome asombrado.

Al extender la mano lenta y deliberadamente y tocar su mejilla, mi cuerpo se estremeció y la luz floreció en intensidad y brillo mientras su sonrisa se ensanchaba. Había un hormigueo en el tacto y una calidez indescriptible hasta el día de hoy. Era una vibración adormecedora e indolora, pero por otro lado era cálida y casi saturada. Sinceramente, sentí que todo se liberaba, incluida mi vejiga, y ni siquiera me importó. Era dorado como el sol, pero no amarillo. Era blanco puro y cobraba luminosidad. Empecé a explorar las variaciones de texturas en su rostro, y este toque duró lo que pareció una eternidad. Entonces me di cuenta de que sentía como si ya hubiera estado allí antes. Experimenté varios momentos de déjà vu. Es difícil encontrar palabras para describir la sensación de tiempo, o la falta de él, que experimenté. A medida que la luz se volvía vívida e intensa, también lo hacían el zumbido y la pulsación, y su sonrisa se ensanchaba hasta distorsionar la imagen de su rostro. Casi parecía como si hubiera otros rostros evolucionando a través de la imagen que toqué, pero aparentemente similares al rostro original. Como mil millones de caras en una, recuerdo haber pensado. Al expandirse su sonrisa, disolvió la imagen de su rostro y de nuevo la luz se volvió más vibrante. Sentí como si me cayera, pero no me había movido y no tenía miedo.

De repente, me vi rodeado de valles, montañas, arroyos y pequeños puntos que parecían ser personas e incluso animales en el dominio bajo mí, a gran distancia, pero definido. En retrospectiva, me pareció demasiado breve, pero fue una visión completa de un lugar tranquilo de color indefinible. Más verde que cualquier verde que haya visto, más azul que el azul. Hasta el día de hoy, simplemente no puedo explicar los colores que vi. No existían en mi memoria antes de la experiencia. Todo el campo de visión se convirtió en una luz blanca y me sentí ingrávido mientras me envolvía. Hubo un blanqueamiento de mis retinas, como cuando miras al sol, pero sin dolor, y reveló aún más capas de un espectro de colores que nunca antes había visto. "Colores sin nombre", me dije. Había una sensación de velocidad mientras sentía que mi cuerpo se desplazaba y mi vista se nublaba. La luz brillante era similar a estar en una tormenta de nieve cegadora mientras conducía, solo que era más rápida y furiosa.

En cuestión de segundos, estaba en mi cama de hospital. Tenía miedo, pero estaba en paz. No sentía el dolor que había sentido antes, pero sí una lucidez que me desconcertaba. Como si no estuviera enferma en absoluto.

A los pocos minutos de esta experiencia, solicité ver a todos mis médicos urgentemente. Había algo importante que debía hacer. Fue como si todos aparecieran sin esfuerzo y aparentemente al instante. Eran exactamente doce. Los llamé cariñosamente mis discípulos y les pedí a cada uno que dijera lo que pensaba y explicara "mis opciones”y "posibilidades". Cada médico respondió con fluidez y rapidez, y los miré a los ojos mientras hablaban. Estaba concentrado y atento. Sentía cosas que provenían de cada uno, al parecer, pero no podía entenderlas todas. Todos me miraron con extrañeza, como preguntándose de dónde había salido de repente todo mi control, considerando mi estado casi comatoso desde mi llegada. Los cambios ya eran evidentes. Solo oía cosas positivas de cada uno y las devoré todas.

Les hablé en grupo y les dije que debía vivir. Les dije específicamente que "tenía que hacer algo importante". Ese día marcó el inicio de un tratamiento que me salvó la vida, que se prolongaría intensamente durante el año siguiente, lleno de desafíos que aún persisten.

Antes de mi experiencia de ese día en el hospital, había sido un hombre ajetreado y aventurero, aunque no egocéntrico, en un mundo donde solo conocía el trabajo. Había sido soldado, policía y entrenador e instructor de administración y ventas. Había estado lleno de mí mismo, con solo dos velocidades: 1600 kilómetros por hora o parar en seco, y nada intermedio. Las jornadas laborales de catorce horas eran algo habitual. Cuando no trabajaba, me divertía igual de duro.

Mi ECM me cambió por completo. Los efectos fueron inmediatos y mi contribución fue espontánea. De repente, encontré belleza en todo y en todos en este mundo. Este era un escenario completamente diferente para un hombre que antes siempre tenía prisa y juzgaba a los demás. Me encontré como un niño. Sentía curiosidad por cosas que había visto miles de veces, pero con una pasión diferente y una curiosidad insaciable. Si dedicaba suficiente tiempo a concentrarme, me inundaban ideas sobre la función de lo que estuviera viendo y, aún más importante, su papel en una "unidad”que me parecía tan segura. La luz que vi en el hospital ese día me permitió acceder fácilmente a información accesible de naturaleza universal, que parecía vasta, si no infinita.

Durante el primer año tras mi ECM, al iniciar el largo camino de innumerables intervenciones médicas, recuerdo que la risa se convirtió en algo habitual. Rara vez me sentía frustrado o de mal humor se convirtió en la nueva normalidad. Pero la experiencia me producía una sensación de angustia, debido a mi incapacidad para identificarla. Una cosa estaba clara para todos los que me conocían: yo era diferente en casi todos los aspectos y, sinceramente, les asustaba. A veces podía sentir su miedo intensamente. Ese fue otro cambio que me preocupó. Parecía poder percibir las emociones de los demás con claridad y concisión. Experimentaba con ello a menudo. Parecía como si conociera a la gente hasta la médula, como si todos fuéramos parientes.

Tras un año de medicamentos tóxicos y tratamiento, me sentí en paz con una de las decisiones más dolorosas que un hombre puede tomar. Abandoné el tratamiento médico. Me entregué con gran paz y la certeza de que era la decisión correcta. Había perdido más de 45 kilos y estaba débil y cansado de los tratamientos. Mi intuición me gritaba que me rindiera, y lo hice sin ambigüedad ni miedo alguno. Aún me quedaban al menos ocho meses de tratamiento tóxico, si hubiera decidido continuar, pero, sinceramente, no me quedaba combustible.

Ingresé en un hospicio y dejé toda la medicación y el tratamiento. Así comenzó la etapa más dichosa de mi vida. Parece extraño describir la estancia en un hospicio de esta manera, pero la verdad es que me sentía libre y sin ninguna presión percibida, salvo cada movimiento de cada día; otra maravilla desde mi ECM. Fue un verdadero regalo comprender la presencia en todas las cosas. Curiosamente, a pesar de mi nueva etiqueta de hospicio, no podían encerrarme entre cuatro paredes. Estaba constantemente cautivada por la vida de cualquier tipo y el sol parecía convertirse en mi Dios. Caminaba todos los días, desafiándome a mí misma a ir más allá. Desaparecía en el bosque durante horas y simplemente me perdía en los sonidos y la paz de los árboles meciéndose. Todo me hablaba, y mis modales infantiles estaban llenos de curiosidad, pero con una comprensión definida de todo lo que estudiaba. Después de mi ECM, comencé a escribir sobre los cambios en mi interior, tanto psicológicos como fisiológicos. La lista creció hasta casi 15 páginas escritas a mano. Incluso mi presión arterial había bajado. Tenía dificultades con los aparatos eléctricos. Literalmente fallaban en mi presencia. Empecé a tener visiones, que luego cobraban vida y, sinceramente, me daban un susto terrible. Pero cada día me fortalecía más y comía todo lo que caía en mis manos. Después de 60 días en el hospicio, había subido 27 kilos y tenía una luz en la mirada y una esperanza en mis pasos que era definitiva, pero confusa.

Mi intuición, que parecía no abandonarme nunca desde mi ECM, resonaba cada día más, y el día 60 en el hospicio, por fin la escuché. Volví a ver a los médicos y les expliqué que, con mi fuerza y ​​peso renovados, creía que valía la pena retomar el tratamiento tóxico, pues estaba segura de que mi cuerpo y mi mente ya podían soportar los ocho meses restantes. Había algo importante que debía hacer y me había estado atormentando. Empezamos a hacer pruebas para ver cuánto daño había sufrido en los 60 días sin tratamiento. Para sorpresa de todos, menos la mía, casi todas las dolencias que había experimentado se habían curado, sin medicación ni tratamientos tóxicos. Cuando ingresé en el hospicio, padecía numerosas enfermedades, agravadas por la destrucción de mi sistema inmunitario. Desde una infección sanguínea relacionada con la tuberculosis, pasando por hemorragias de retina que me dejaron prácticamente ciega, hasta hipocalcemia que me dejó al borde de un derrame cerebral para siempre, hasta diabetes insulinodependiente, por nombrar solo algunas. Simplemente habían desaparecido. Salí del hospital sintiéndome en la cima del mundo, dejando a los médicos y enfermeras mirándome con incredulidad. Aún persistía una enfermedad, y sería el combustible que me inspiraría a seguir una vocación que perdura hasta el día de hoy.

Dos años después de mi ECM, mientras me acercaba a lo que esperaba que fuera el final del tratamiento médico, mi madre me regaló un calendario en Navidad. El calendario había sido un elemento básico en nuestra familia durante años, lleno de fotos y recuerdos cada mes. Mientras miraba las fotos, noté una foto en blanco y negro aparentemente fuera de lugar justo en el mes de mi cumpleaños. Era de un hombre al que reconocí al instante. Me quedé sin aliento y las lágrimas brotaron de mis ojos mientras, casi hiperventilando, me tambaleaba hasta una silla, aturdido. En cuanto pude articular palabra, le dije a mi familia que ese era el rostro del hombre en esa gigantesca bola de luz que había visto en el hospital. Mi familia explicó que ese hombre era mi abuelo, que había fallecido años antes de mi nacimiento. No recuerdo haber visto fotos suyas; su presencia nunca formó parte de mi infancia. Fue entonces cuando me di cuenta de que mi experiencia había sido, en realidad, una ECM. Este momento de comprensión pareció abrir las puertas a aún más cambios. Día tras día, me inundaban epifanías sobre temas que nunca me habían interesado: física, química, cuántica; ecuaciones matemáticas y múltiples descargas sobre conectividad y energía que investigaba durante días, solo para descubrir que todos eran descubrimientos científicos de hombres claramente más importantes que yo. En cierto modo, lo agradecía.

Escribí mucho durante aquellos días, incluyendo un blog sobre mi experiencia y las secuelas que se desvelaban a diario. Hoy en día, existen casi 40 años de investigación validada sobre las "secuelas", y estoy casi seguro de que es el elemento que nos distrae debido al drama de la experiencia misma. Hay una gran sincronicidad en las secuelas, incluso en el momento en que ocurren para todos nosotros. Creo que debemos prestarle atención, por lo que a menudo escribo sobre los hallazgos en mi blog, además de haberlo hecho en mi libro Twenty-Seconds.

El blog se volvió viral, pero seguía atormentándome por no haber revelado lo más destacable de mi experiencia médica. La "unidad”que sentía era clara y presente a diario, y me sumergía en ella donde y cuando podía. Me ofrecía como voluntario en todas partes o simplemente hablaba con desconocidos con tanto amor y compasión que sus historias se desplegaban ante mí. Amaba todo y a todos, y eso continúa hasta el día de hoy. Pero lo que me atormentaba era la revelación completa desde el punto de vista médico, que, sinceramente, fue la parte más destacable de la historia. Me llevó tiempo y un poco de coraje publicar finalmente un libro sobre la historia donde finalmente lo conté todo. Cuando me diagnosticaron una enfermedad terminal, fue la sorpresa más grande de mi vida para un hombre heterosexual casado. Con mi esposa a mi lado, el 16 de febrero de 2011 me diagnosticaron SIDA en fase terminal, una enfermedad que antes había dejado en un cajón como una enfermedad "gay”y que no me incumbía. La noticia nos dejó a mi esposa y a mí en un estado de shock, quienes, por cierto, milagrosamente nunca se infectaron. Sin embargo, terminó nuestro matrimonio casi de inmediato.

El libro que escribí fue crudo y veraz. Incluí los detalles médicos de mi enfermedad y tratamiento directamente de mi historial médico. Expresó con claridad un aspecto de mi experiencia que surge una y otra vez. El impacto del miedo en nuestros cuerpos es drástico, llegando incluso al nivel celular. El miedo y el estigma del SIDA persisten a niveles alarmantes. Esto hace que muchas personas eviten una prueba que podría prevenir la propagación de una enfermedad tan trágica. Debido a que esperé tanto tiempo para hacerme la prueba, me diagnosticaron una enfermedad terminal. Si se hubiera detectado en sus inicios, mi vida podría haber sido mucho más normal, ya que los nuevos medicamentos han transformado la enfermedad. Hoy en día, la población con mayor crecimiento de nuevas infecciones por VIH es la de mujeres, de entre 13 y 24 años. Ante nuestros ojos, la enfermedad ha evolucionado y está atacando a nuestros hijos. Parecía obvio que el libro no solo era importante para mí, sino para todos los que encasillan esta enfermedad en el mismo cajón que yo. Mi llamado intuitivo fue contar con valentía la historia y defender la educación y cambiar los objetivos al respecto.

La historia contenía otras anomalías que necesitaban voz. Muchos reportan curaciones milagrosas después de ECM, y estas han generado un gran debate sobre el poder del cuerpo humano y nuestro sistema inmunitario milagroso. Pero había algo en mi historia que clamaba atención. ¿Cómo se curan las cosas que yo tenía cuando no se tiene un sistema inmunitario funcional? Ha desconcertado a médicos desde Vermont hasta la Clínica Mayo, pero a mí no. Debido a mi diagnóstico tardío, mi sistema inmunitario actual sigue siendo solo una décima parte de lo normal. Pero sigo no solo sobreviviendo, sino prosperando mientras cuento mi historia por todo el mundo. He aportado nueva luz no solo a las ECM, sino también al VIH.

Hubo un aspecto de mi camino que se multiplicó cada día: el amor que siento por mí misma y por todos los que me rodean. Para mí, sigue siendo el mayor cambio en mi personalidad y por eso estoy eternamente agradecida. Me esfuerzo por ver cada amanecer al despertar cada mañana y luego concluyo mi día con cada atardecer. Cuando la primera luz del día me calienta el rostro, simplemente digo: "Gracias por un día más". Hay algo importante que debo recordar, algo en lo que realmente creo. Mi vida hoy, al igual que mi camino durante la enfermedad, debe consistir siempre en estar rodeada de las personas que me aman. Sin embargo, el perdón y el amor por mí misma fueron el catalizador para permitirlo. Hay algo importante que debo hacer y lo hago todos los días. Mi investigación y mi experiencia directa me lo han hecho claro. No son solo nuestras decisiones las que conducen a una vida saludable. Lo que importa es cuánto amamos y somos amados.

Cada día me embarco en la tarea de conectar a otros para educarlos sobre el rostro cambiante del SIDA, cuyas tasas de infección se han mantenido prácticamente inalteradas en los últimos 35 años. Me llena de alegría hacerlo. Últimamente, la enfermedad claramente ha estado atacando a un grupo diferente en nuestra sociedad, como si nos recordara que todos somos necesarios para lograr un cambio. Una parte de las ganancias de mi libro se dona a una organización benéfica de concienciación sobre el VIH, y esto impulsa mi sanación continua cada día. Fue mi encuentro con mi abuelo durante mi  ECM lo que hizo que la experiencia fuera real para mí y resultó en mi transformación personal. Es difícil comprenderlo hasta que se tiene la  experiencia. Con este espíritu, cuento mi historia siempre y donde puedo. Hacerlo me llena el corazón de ESPERANZA, que es, simplemente, todo para todos. Hay muchas "cosas importantes”que hago cada día. Sin embargo, una de las más importantes es devolver más de lo que recibo, y seguiré haciéndolo hasta mi último aliento.

Mucha gente me dice que soy la persona más positiva que conocen. Parece confundirlos, considerando todos los traumas físicos y mentales que he sufrido. Mi cuerpo se mantiene en un estado de gran fragilidad prácticamente a cada momento del día. Sin embargo, mantener una actitud positiva parece ser uno de los mensajes más fuertes de mi experiencia. La esencia de amarnos a nosotros mismos reside en nuestra elección de actitudes. Apenas tengo un sistema inmunológico fuerte, pero elijo mantener una actitud positiva. Mi cuerpo responde en consecuencia todos los días. Si me estreso, me desequilibro o me siento negativo, siento un efecto físico inmediato. Mantener una actitud positiva no es solo un don que he recibido en mi experiencia; es una necesidad diaria que siempre recuerdo.

Mi camino no ha estado exento de dificultades. Gracias a Dios, a veces es la única manera de aprender. Me he vuelto, sin duda, sensible y amoroso en un mundo que no está precisamente adaptado para ello. Mi descubrimiento más importante, mientras estaba con el hombre en la luz, fue mi enorme potencial para el amor y el perdón. Esto impulsa mi capacidad de superar cualquier cosa y moldea mi vida y la de quienes me rodean. Vivo en constante gratitud por este don.

Había estado firmando cheques con un amor que no podía cobrar honestamente. Hoy amo con gran pasión y emoción. Simplemente no conozco otra manera. Puede confundir a la gente vivir con tanta vitalidad, pero hay algo que he aprendido en mi vida: nunca disculparme por ser auténticamente genial. Simplemente no tengo tiempo para nada más. Mi mayor acto de valentía, y uno que veo a diario en los demás, es la capacidad de ser vulnerable. Eso es valentía para mí. Abrirse, estar espiritualmente "desnudo”y amar como si nada más importara. Es posiblemente lo más importante en la vida.

El hombre en la luz, y una enorme explosión espiritual, me mostraron que hay demasiado miedo en el mundo. Definitivamente somos más magníficos de lo que nos han enseñado. Esto nos lo susurran silenciosamente a través de milagros en todo el mundo todos los días. Millones de personas han reportado ECM y los cambios que conllevan. Pero llega un momento en que los milagros dejan de ser milagros cuando ocurren constantemente. Y está sucediendo.

El mundo está despertando, aunque lentamente, al aspecto o lección más común que nos da a todos los que experimentamos una ECM: LA UNIDAD. Esta es la principal consecuencia de cualquier ECM. Una unidad con un potencial asombroso, pero inalcanzable para la mayoría. Ahí reside la belleza del viaje. Tras un año como autor de bestsellers, puedo asegurar una cosa: la mayoría nunca comprenderá algo del todo hasta que les suceda. Así que, en caso de duda, les digo: ¡PÓNGANLE PIEL! ¡PRESENTEN y disfruten del viaje! Ama como si no hubiera un mañana y no se disculpen por nada. El hoy es lo único que importará; el resto es solo basura.

Un día, volveré a estar ante esa luz y estaré listo. Ya no hay miedo a la muerte. Mi experiencia me enseñó muchísimo sobre la muerte, pero había algo más. Me enseñó a vivir… a vivir verdadera y libremente… y a amar como la mayoría jamás ha imaginado… ¡Y ay, cómo vivo!

Gracias por un día más.

Este es un gran ejemplo de cómo pueden cambiar radicalmente los pensamientos y la perspectiva de la vida de alguien. Robert vio belleza donde nunca la había visto. Encontró consuelo en la naturaleza por primera vez y comenzó a apreciar cosas que antes daba por sentado. Cada mañana, Robert agradece un día más.

Es interesante que Robert, al ver la fotografía de su abuelo, fallecido 22 años antes de su nacimiento, tuviera una revelación repentina al reconocer al hombre que conoció durante su ECM como su abuelo. Esto, de nuevo, es algo que han relatado otras personas que han tenido ECM. ¿Es posible que Robert hubiera visto esta fotografía previamente y que la imagen estuviera almacenada en lo más profundo de su subconsciente? Pero ¿por qué una persona a la que nunca conoció formaría parte de su ECM en lugar de alguien a quien sí conoció?

Robert ahora abraza la vida con total libertad y la vive con el bien común como prioridad. Constantemente recauda fondos para organizaciones benéficas contra el SIDA y es un gran apoyo para la comunidad en general.

El hecho de que Robert se haya mantenido tan positivo y agradecido desde su ECM podría ser el factor clave para mantener su salud a pesar de vivir con SIDA en estado avanzado. Estudios previos parecen indicar que quienes viven con SIDA, que sucumben a la apatía y la depresión, tienden a tener una menor esperanza de vida que quienes tienen una actitud más positiva. Parece que la ECM es responsable de la elevada positividad de Robert. ¿Cómo facilitó la ECM una actitud tan renovada? ¿Existe alguna manera de replicar esto en otros? Todas estas son posibles vías para futuras investigaciones que podrían resultar en el desarrollo de técnicas que favorezcan una buena salud.

 

17. EL CAMPO DE ENTRENAMIENTO DE DIOS

Kelly contactó con Paul Ammons, de 56 años, a través de las redes sociales tras una presentación de Robert Tremblay. Desde muy joven, Paul parece haber tenido una profunda conexión con la naturaleza. Un encuentro cercano con la muerte fortaleció esa conexión y ahora Paul realiza una labor de conservación fundamental con las abejas.

Siempre me sentí diferente a los demás. Me sentía sola, una solitaria. Iba a la escuela, llegaba a casa, iba a mi habitación y me sentaba en el armario a hacer maquetas de aviones. Era muy creativa y siempre buscaba cosas nuevas que hacer para sentirme realizada. Tenía pocos amigos por elección, ocultando las dificultades de aprendizaje que me tachaban.

Para cuando tenía unos 8 años, ya había creado varios lugares seguros a los que podía ir, ya fuera un agujero profundo y oscuro que cavaba en la tierra húmeda y fresca, una casita escondida en un árbol en el bosque o un cubículo en el armario. Un día, mientras lloraba y me sentía bastante desesperanzado en el armario, alguien o algo entró por mi lado derecho. Fue una sensación intensa que resonó más claro que cualquier voz. Decía: «Paul, eres un niño especial, te hemos elegido; estás a salvo, eres amado. Mantén a los animales y la naturaleza cerca de ti; llegará un momento en que te necesitaremos. Te prometo que volveremos». Recuerdo que me preguntaba de qué se trataba todo eso. Entonces tomé un bolígrafo y escribí en la parte de atrás de mi anillo de plástico: «los animales».

La preparatoria fue una lucha diaria. Me molestaban porque no maduraba físicamente tan rápido como los otros chicos. A medida que crecía, mi recuerdo de esa visita secreta con "los animales y la naturaleza”comenzó a desvanecerse. No tuve novia hasta los 21 años. Después de tres años de noviazgo, nos casamos. Mi esposa era católica acérrima, mientras que yo era agnóstico, si no ateo. Desafortunadamente, el matrimonio duró poco debido a mi adicción al trabajo. Nunca estaba presente. A los 37 años, tenía varios negocios exitosos. Los vendí y me jubilé. Había llegado, o eso creía. Sentado en una de mis casas, me di cuenta de que estaba vacío. Lo había dejado todo: familia, amigos y a mi esposa. Solo tenía una gran cuenta bancaria para ser feliz. Pronto empecé a beber y a consumir drogas. Después de cada borrachera, me despertaba y me preguntaba qué había pasado.

Este comportamiento me llevó a un centro de rehabilitación en Arizona. Me gustaba. Me sentía seguro y no quería irme. Por fin tenía amigos. Teníamos algo en común. Poco después, ingresé a cuidados postoperatorios en Nuevo México y, a los tres meses, me dieron de alta. Habiendo gastado más de 100.000 dólares, pensé que ya estaba curado. Compré una cabaña en las montañas de Sangre de Cristo, cerca de Pecos, Nuevo México. A mi perra Sheba le encantaba tanto como a mí. Había criado y entrenado labradores desde los 16 años. Sheba era una perra excepcional. Conectamos a un nivel de comprensión que superaba al de mi mejor amigo humano.

En junio de 2002, en un vuelo de regreso de un viaje a África, sin saberlo, sufrí un coágulo de sangre (trombosis venosa profunda). Al aterrizar, fui a mi camarote a recoger a Sheba de un vecino, quien la había estado cuidando durante mi viaje. Le confirmé que saldría el lunes; era domingo, el Día del Padre para ser exactos. En ese día memorable, el coágulo de sangre se rompió, provocándome una doble embolia pulmonar. El miércoles siguiente por la noche, mis vecinos caminaban por la carretera superior. Sheba había roto la puerta mosquitera del camarote para pedir ayuda. Preguntándose por qué Sheba estaba allí, vinieron a mi camarote y me encontraron tirado en el borde de la cama en coma. Estaba casi muerto. Tenía un shock séptico (envenenamiento de la sangre), una caída significativa de la presión arterial que puede provocar insuficiencia orgánica, insuficiencia respiratoria y cardíaca, derrame cerebral y la muerte. Mi temperatura corporal era de 41 °C; tenía ictericia, una infección renal y neumonía doble; Mi nivel de saturación de oxígeno en sangre era del 72 % (hipoxemia); y estaba hiperventilando debido a la escasez de aire a 8700 pies. Sangraba por todos los orificios de mi cuerpo debido a la sepsis y mis órganos estaban colapsando. Estaba tan hinchado por la descomposición de mi cuerpo que tuvieron que cortarme la ropa. Nadie sabía en ese momento que tenía paralizado el lado derecho del cuerpo por haber estado acostado sobre el nervio femoral durante más de cuatro días. Después de dos horas, llegó una ambulancia para llevarme al hospital más cercano (a una hora y media de distancia), ya que hacía demasiado viento para que aterrizara un helicóptero para una evacuación de emergencia.

Acostado en la camilla de la ambulancia, todo cobró vida. Me incorporé, apartando las piernas del borde. (Más tarde, me dijeron que era físicamente imposible, dadas mis condiciones). Había "gente”delante de mí. Oí un zumbido apagado. Miraba a través de una niebla grisácea y solo distinguía las siluetas de las personas. Un joven del cuerpo de bomberos voluntarios se sorprendió al verme despertar, y aún más al verme incorporarme. El personal de la ambulancia intentó que me tumbara, pero no quise. Sentí mucho miedo, pánico, ansiedad, tristeza y confusión, pero no era mía. Evidentemente, sentía las emociones de quienes me rodeaban. Sé que esto es cierto porque experimenté una sensación de amor indescriptible, sin dolor, preocupaciones ni ansiedades; solo conocía ese momento. Lo extraño fue que tuve la sensación de que no existía el tiempo. Estaba experimentando la mayor felicidad imaginable. Estaba viviendo en el ahora.

Ante mi repentino despertar, un miembro de la tripulación empezó a hacerme preguntas. Me sentí obligado a calmarlos, como si necesitara ayudarlos con el pánico en el que se encontraban. Sentí compasión por ellos y, como me sentía más que bien, empecé a bromear, esperando que eso relajara la situación. Uno de ellos me agarró la mano, y mi sensación de miedo y ansiedad se duplicó con su tacto. Dijo: «Paul, tienes que hablarnos en serio ahora. Te estás muriendo». Sin dudarlo, con voz tranquila y comprensiva, dije: «Todos nos estamos muriendo». Verán, estaba en un estado de atemporalidad. En el momento en que dije esas palabras, todo empezó a acelerarse de muchas maneras diferentes. Mientras estaba sentado allí, de repente pude ver a través de las paredes de la ambulancia. Vi mi cabina y los detalles del porche delantero. El río Pecos y los grandes pinos Ponderosa bordeaban el borde. Todo quedó en silencio. Me desprendí de mi cuerpo físico y mi alma se unió al universo y a todo lo que existe.

Me resulta muy difícil expresar plenamente lo que experimenté, pero la analogía más cercana que puedo dar es que comencé a convertirme en todo y todo en mí. Al sentir esto, mi entorno empezó a descomponerse en partículas —millones de ellas—, incluyendo la ambulancia, la cabina, los árboles y todo lo que me rodeaba. Ya no sentía a la gente en la ambulancia ni sus miedos, ansiedades, pánico y confusión; sentí algo mucho más grande. De repente, todo se detuvo. Me encontré flotando en un lugar casi oscuro; el resplandor de objetos estelares iluminaba mi entorno. Estaba en una serie de múltiples dimensiones, en lo que parecía el borde del infinito. Recuerdo que me preguntaba por qué no podía moverme hacia las luces, que se movían en el sentido de las agujas del reloj hacia el núcleo blanco. Sentía una intensa sensación de seres espirituales a mi alrededor, abrazándome con cariño y cariño. Un amor incondicional me cuidaba. Al mismo tiempo, la información se descargaba en mí, como si fuera una supercomputadora. Mi experiencia fue todo lo contrario al miedo y todo lo que este representa. Sentí un amor puro e inmaculado, lleno de una dicha inimaginable. Fue surrealista.

Observé un abismo arremolinado de luces infinitas que percibí como almas que se movían en secuencia hacia el vórtice distante. Me sentí atraído por el vórtice y quise seguirlas, pero parecía haber una frontera que no me permitían cruzar. Simplemente no era mi momento para unirme a estas otras almas. No oí voces ni vi nada que me resultara familiar. Éramos uno solo y nos comunicábamos, no con palabras, sino a través de emociones más fuertes que las palabras, mezcladas con todos los demás sentidos.

De nuevo, quise unirme a la actividad de la dicha estelar, pero una fuerte intuición me decía que no debía moverme. Simplemente observaba y absorbía toda la belleza; era como un lienzo pintado de todo el amor y la conexión posibles, uno que me mantenía en un estado de mayor consciencia y dicha. Sentí la presencia de lo que parecían ángeles detrás de mí mientras seguía observando el maravilloso conjunto de luces. Algunas luces estaban lejos, moviéndose en el sentido de las agujas del reloj, hasta condensarse en un núcleo blanco sólido, mientras que otras permanecían cerca, comunicándose conmigo. Hasta el día de hoy, creo firmemente que lo que estaba experimentando solo podía haber sido la reunión y clasificación de almas en el Cielo.

Me devolvieron a mi cuerpo. Estaba en cuidados intensivos en aislamiento —irónicamente, el mismo lugar donde había vivido la mayor parte de mi vida, por decisión — y me habían puesto en estado de emergencia. El hospital llamó a mis padres y les dijo que no esperaba que sobreviviera la noche y que debían llegar lo antes posible si querían verme con vida por última vez.

Por la mañana, llegaron mis padres. Aún respiraba gracias a un respirador y había sobrevivido la noche. Los médicos indicaron que, si no moría, lo más probable era que quedara inerte en una máquina de diálisis. Les dijeron a mis padres que tal vez fuera necesario tomar una decisión sobre si continuar con el soporte vital. El diagnóstico era desconocido, y mi estado se mantuvo muy crítico durante los primeros días. Los médicos tenían dificultades para determinar la causa de mi enfermedad. Sin embargo, coincidieron en que nadie debería haber sobrevivido a lo que me ocurrió en las montañas: en coma, en estado desesperado, en un aire enrarecido y durante más de cuatro días sin comida ni agua.

Al recobrar la consciencia —tal como la entendemos—, sentí el peor dolor y miedo de mi vida. El personal médico corría de un lado a otro con sus trajes amarillos de cuerpo entero, usados ​​para la cuarentena. ¡En un momento dado, pensé que me estaban torturando extraterrestres! Intenté sacarme el respirador, así que me ataron a la cama. Mi cerebro me decía que me estaban envolviendo petardos en los brazos y encendiéndolos. Esto, y más, continuó durante días mientras recuperaba lentamente la consciencia. Apenas podía hablar con la primera persona que me habló. Mi voz era tan débil que, cuando recibí a mi primera visita, tuve que susurrarle al oído: «Sáquenme de aquí. Me están torturando y me van a matar». Me dijeron: «Todo está bien. Estás a salvo». Lloré desconsoladamente y dije que me estaban castigando por todos mis pecados. En ese momento, no recordaba el mensaje que me habían dado a los ocho años: «Mantén a los animales y la naturaleza cerca de ti». ¿Podría eso significar mi Labrador Sheba y mi cabaña en las montañas?

Tras un mes en el hospital, me dieron de alta y me enviaron a casa en silla de ruedas con un cóctel de analgésicos. No tenía ni idea de lo infernalmente difíciles que serían los siguientes 13 años. Durante los meses siguientes me sentí diferente, como si experimentara cosas por primera vez, como si fuera un niño pequeño. En ocasiones, sentía como si ni siquiera estuviera allí; como si estuviera desconectado de la realidad que una vez conocí. Intenté hablar con familiares y amigos, pero recibí poca comprensión y muchas miradas extrañas. Frustrado, pronto volví a mis viejas costumbres, volviéndome egocéntrico y sin importarme por los demás. Estaba esencialmente en modo supervivencia y operaba principalmente desde el miedo, no desde el amor. Fui a fisioterapia para rehabilitar mi pierna paralizada, pero el proceso parecía demasiado lento. Sentía que estaba de vuelta en el aula de educación especial, siendo tratado como un niño, así que decidí hacerlo yo mismo. Trabajé duro siete días a la semana, desde la terapia en la piscina hasta el gimnasio. En ocho meses, logré progresar de la silla de ruedas al snowboard extremo. Me curé muy rápido, para sorpresa de los médicos. Sin embargo, me había vuelto adicto a los analgésicos debido a la sobremedicación. Mi adicción me persiguió durante muchos años, hasta que finalmente logré sanar y superarla.

En 2004, me volví a casar y mi esposa pronto tuvo nuestro primer hijo. El 20 de junio de 2005, Día del Padre, exactamente tres años después de mi embolia pulmonar y mi ECM en mi cabaña, me infecté por la picadura de pulga de un conejo salvaje. Desarrollé tularemia, una enfermedad bacteriana infecciosa extremadamente rara pero grave. Comenzó con síntomas parecidos a los de la gripe que se propagaron rápidamente por todo mi cuerpo. De repente, perdí la vista y, una vez más, vi esa niebla gris y brumosa. Me llevaron de urgencia a urgencias, donde los médicos me dijeron que habría muerto en seis horas si no hubiera buscado tratamiento. Gracias a potentes antibióticos, me recuperé rápidamente y recuperé la vista.

Muy pocas cosas parecían ir bien, incluyendo mi matrimonio. El coágulo de sangre en mi pierna, tratado con anticoagulantes, nunca se disolvió por completo, sin que los médicos lo supieran. No me revisaron después del tratamiento, así que durante 11 años fui una bomba de relojería andante que finalmente explotó.

Tras mi segundo divorcio, me sentí muy cansado emocional, física y espiritualmente. Cuidar de mi hijo me dejaba poco tiempo para cuidarme a mí mismo. Todos mis esfuerzos por recuperar la salud pronto se desvanecieron, dejándome en una situación muy peligrosa. En marzo de 2013, un coágulo de sangre, del que no tenía conocimiento, me provocó otra embolia pulmonar y me llevó de nuevo a urgencias. Cuando finalmente me dieron de alta, era un hombre débil y destrozado, que tuvo que tomar anticoagulantes de por vida. Se decía que el coágulo se había calcificado. En poco tiempo subí 16 kilos. Me dolía todo el cuerpo por el grave daño nervioso que me había paralizado la pierna y por el daño tisular causado por la tularemia. Empecé a automedicarme. Jurando que nunca volvería a tomar analgésicos, recurrí al alcohol (sin tener ni idea de cómo interactuaría con los anticoagulantes que me habían recetado). Mi sangre ya era tres veces más líquida que la de una persona normal, y el alcohol la agravó, así que al caerme y golpearme el abdomen, sufrí una hemorragia interna grave. Regresé a urgencias, donde me hicieron un lavado de estómago y me hicieron varias transfusiones de sangre. Durante el año siguiente, este tipo de accidentes fueron bastante comunes. Estaba cometiendo un suicidio lento e involuntario.

En diciembre de 2015, mi hijo y yo fuimos a Texas por Navidad a visitar a mi familia. Estaba en el punto más bajo de mi vida, con poca o ninguna esperanza. Acostumbrada a ocultar mis sentimientos desde la infancia, los oculté lo mejor que pude. Durante mi visita ocurrió un milagro: todo encajó para mí cuando se confirmó el sueño que había tenido después de mi ECM.

En 2002, unos meses después de mi alta del hospital, mientras aún caminaba con muletas, subí a mi camarote con Sheba por primera vez desde el coma. Esa primera noche tuve un sueño intensamente real. Me desperté a las 5:32 a. m. sudando de pánico. En mi sueño, me anunciaron la muerte de tres amigos cercanos de la familia. Una muerte sería inminente, pero supongo que en ese momento no me di cuenta de cuán pronto, y las otras dos ocurrirían años después. Todas estas premoniciones se hicieron realidad. El sueño fue uno de los muchos misterios inexplicables de mi vida. Intenté racionalizar todo lo que estaba sucediendo, pero no encontré respuestas. Me sentí más solo que nunca. Para no parecer un bicho raro, lo dejé pasar. Sin embargo, durante mi visita de vacaciones, me encontré con alguien que confirmó los detalles de las muertes en mi sueño. Lo que me asombró fue que la primera muerte ocurrió a las 5:32 a. m., la hora exacta en que desperté presa del pánico de mi sueño. En ese preciso instante, me dije: «Esto es real. Basta de intentar decir que es pura coincidencia». Había demasiadas supuestas coincidencias.

Empecé a buscar ECM en Google, lo que me llevó a Facebook, donde conecté con algunas personas. Pronto, las cosas empezaron a cambiar drásticamente. Cuanto más interactuaba y hablaba con otras personas que habían pasado por ECM, más sincronicidad recibía. Al mismo tiempo, me permití espacio para reflexionar y comprender todo lo que había estado pasando. Al hacerlo, me invadió una sensación de la presencia de Dios a mi alrededor por primera vez en mi vida. De repente, supe que Dios era real y siempre estaba conmigo. Me había equivocado mucho en el pasado al no creer que Dios existía. Entonces me di cuenta de que lo que me habían dicho de niño de 8 años: «Llegará un momento en que te necesitaremos. Te prometo que volveremos», había sido totalmente cierto. Dios cumplió su promesa y regresó; ahora sé que él nunca me abandonó, yo lo abandoné a él.

Mi despertar espiritual se había intensificado de nuevo. Me llené de profunda compasión, amor, esperanza, paciencia, consciencia y una actitud positiva. Ahora hago todo lo posible por mejorar mis nuevas cualidades a diario, y cada día mi vida mejora.

Mis experiencias me llevaron a explorar la medicina alternativa. Me hicieron una prueba Doppler para comprobar el estado de mi coágulo. El técnico me miró y dijo: "No tiene un coágulo". Sonreí. Todo esto es nuevo para mí. O, mejor dicho, finalmente he tomado conciencia de lo que ha estado sucediendo desde siempre. Traje de vuelta de los reinos espirituales la creencia de que nuestro propósito es ayudar a traer el "Cielo”a la Tierra y a nuestra vida cotidiana. Parece que el Dios de la creación me hizo pasar por su entrenamiento. Me enseñó la verdad y me dio el coraje para compartir lo que he aprendido con los demás. He superado todos los obstáculos y ahora sé que no lo hice solo.

Hubo otro aspecto positivo que surgió después de mi ECM. Empecé a interesarme mucho por las abejas. Empecé fotografiándolas, pero pronto se convirtió en una obsesión. Observaba a las abejas, las veía trabajar en armonía y llevarse bien como una sola. Me di cuenta de que tenemos mucho que aprender de la desaparición de las abejas. En 2004, me convertí en apicultor aficionado, con cuatro colmenas ocupadas por colonias. Rápidamente aprendí a manejarlas para que produjeran miel. Para 2006, tenía ocho colmenas con colonias, y mi interés iba más allá de la recolección de miel. Sentía una profunda conexión y amor por las abejas. Tenía una relación personal con cada colonia, como si estuviera conectado con ellas. Sin embargo, sin saberlo, durante 2006, aparecieron algunos de los primeros casos de CCD (trastorno de colapso de colonias) en colmenares de todo el mundo. Durante los años siguientes, mi vida se volvió frenética y enfrenté problemas de salud más graves. Eso no detuvo mi pasión. De hecho, en 2011, tomé el hobby y lo comercialicé, llamando a mi nueva empresa "Enchanted Honey". Tenía más de 350 colmenas y colonias. Mi vida laboral ya no se trataba solo de ganar dinero; ¡se centraba en el propósito de mi alma! Aquí es donde encuentro valor.

El impacto del CCD fue devastador. En 2013, perdí el 95 % de mis colonias, pero seguí reconstruyéndolas. Cada año intentaba compensar mis pérdidas. En otoño de 2015, vendí mi empresa debido a la continua destrucción de colonias y a los persistentes problemas de salud. La abeja melífera sigue siendo una parte importante de mi vida. Mantuve mi página de Facebook y la convertí en un sitio web informativo, de conservación y ambiental que goza de gran popularidad. Hoy he vuelto como apicultor aficionado con algunas colmenas. Estoy muy emocionado de colaborar con un equipo de doctores y científicos ciudadanos aquí en Texas. Estamos desarrollando una colmena revolucionaria diseñada específicamente para monitorear, y con suerte, determinar y resolver el misterio, del "síndrome de colapso de colonias”de las abejas melíferas, que está desapareciendo.

Una cita célebre: «Si la abeja desapareciera de la superficie del globo, al hombre solo le quedarían cuatro años de vida. No más abejas, no más polinización, no más plantas, no más animales, no más hombre» (Albert Einstein).

Continúo mi trabajo con las abejas hasta el día de hoy. Mi intención es resolver esta devastación de la abeja melífera para nunca permitir que la cita de Einstein se convierta en realidad y en la peor pesadilla de la humanidad.

Hoy puedo decir que todo lo que viví fue con un propósito divino: prepararme para mi propósito aquí en la Tierra. Cada día trae un nuevo comienzo. Espero compartir mis experiencias con otros con la esperanza de que sean significativas para su  camino en la vida.

Paul describe haber sido un niño solitario. De joven, de repente percibió una voz tranquilizadora que le decía que era querido y especial. La sintió importante para él, pero no la comprendió, así que la guardó para sí mismo y, con el tiempo, el recuerdo de la voz se desvaneció. ¿El hecho de que Paul tuviera pocos amigos y buscara aislamiento desde pequeño lo predispone a ser más sensible a las experiencias anómalas o a tener una ECM? Con menos distracciones externas, ¿pudo Paul cultivar la capacidad de estar más en contacto con su intuición?

Su testimonio deja claro que Paul luchó durante 13 años con los cambios que trajo consigo su ECM. Intentó hablar de la experiencia con su familia y amigos, pero nadie lo comprendió. Esto es muy común; a menos que te interesen las ECM, puede ser muy difícil identificarse con algo que parece tan incomprensible. Fue solo cuando Paul investigó en internet y exploró las ECM que las cosas empezaron a encajar y a comprender mejor su experiencia. Sospecho que descubrirá mucho más ahora que ha conectado con personas que sí lo entienden.

Es fascinante conocer el trabajo de Paul en la preservación de las abejas. Se han publicado numerosos artículos sobre la importancia de las abejas para el ecosistema. Paul se sintió intuitivamente atraído por esta causa desde su ECM. Como él mismo ha afirmado, ahora vive su propósito de vida.

 

18. NIÑA SOLDADO

Kelly conectó con Jessica Harper, de 34 años, a través de las redes sociales y forjó una amistad y una profunda confianza que le permitió hablar abiertamente de su vida. Jessica reside en Estados Unidos, tiene una licenciatura y trabaja como profesional del sector empresarial. Es veterana del Ejército de los Estados Unidos y sirvió en la guerra de Irak durante la invasión de 2003, cuando tenía 20 años. Durante la mayor parte de su vida luchó por encontrar su identidad, pero finalmente se convirtió en su verdadero yo: una mujer. Siempre se sintió mujer. Sin embargo, a pesar de haber enfrentado las dificultades de la guerra, le faltó la valentía para afrontar las dificultades sociales relacionadas con su identidad.

Estaba anocheciendo; podía oír el inconfundible sonido de la radio de fondo. Me recosté contra un edificio de madera desnuda que habíamos construido meses antes y que usábamos como cuartel general. Podía sentir cada músculo de mi cuerpo fuerte y poderoso, pues acababa de terminar una carrera de ocho kilómetros horas antes. Corría todos los días porque tenía miedo; sabía que mi capacidad para correr, mi capacidad para mantenerme físicamente más fuerte que el oponente, ayudaría a decidir si iba a vivir o morir. Veía la guerra como algo sin sentido, pero llegué a odiar al enemigo. No los odiaba por ser estadounidense y tener diferentes orígenes nacionales, ni por un patriotismo insensato. Llegué a odiarlos por las cosas que había vivido y las historias que me contaban mis compañeros de armas.

Los constantes bombardeos en las carreteras, las tácticas de guerrilla, el derribo de nuestros aviones y la muerte de nuestras tripulaciones, ver cadáveres tras cadáveres de soldados estadounidenses, ser bombardeados, ser atacados con cohetes, tener que enfrentarme a un niño en la calle y decidir si matarlo o no. Todo este derramamiento de sangre, y no era solo una historia de cine, era real. La tensión de seis meses de guerra me había dejado huella, aunque aún no se había hecho evidente.

Recostarme en el edificio de madera fue como un descanso para mi alma. Miré fijamente al abismo. Se acabaron los recuerdos de mi infancia y del abuso que sufrí, que me llevó a huir y unirme al servicio. No sentía nada. No tenía emociones. Me sentía desconectado del mundo que me rodeaba.

Recuerdo inclinarme hacia adelante y ver un palo en el suelo. Lo agarré y comencé a dibujar en la arena el rostro y el cuerpo de un hombre. Luego, lentamente, recorté sus rasgos duros y dentados, dándole la apariencia de una hermosa mujer; le di labios suaves y sensuales, una bonita nariz y cejas respingadas, cabello largo y un cuerpo curvilíneo. Ver lo que había creado me dio escalofríos. Sentí algo y lo aparté.

Dios y yo habíamos llegado a un acuerdo antes de irme a la guerra. No iba a hablar con él, y eso estaba bien siempre y cuando no le rogara su ayuda cuando la necesitara. Sentía que desarrollar una relación de trinchera habría sido deshonesto, ya que no creía de todo corazón en Dios. Sabía que estaba en esta situación por una razón, y que algún día me enfrentaría a algo mucho más difícil que esta guerra. Siempre me había sentido diferente por dentro, desde mis primeros recuerdos, cuando tenía unos tres años.

Cerrando los ojos, imaginé un lugar lejano, en un campo de trigo, rodeada de colinas ondulantes, hermosos árboles y un cielo azul brillante. Ataviada con un vestido floreado, me vi bailando y girando bajo la luz del sol. En ese momento, me sentí libre por primera vez; entonces oí que la radio se interrumpía.

Pasé los siguientes seis meses luchando junto a hombres y mujeres valientes, soportando algunas de las condiciones más terribles de la Tierra. Asignado al turno de noche, con la expectativa de descansar, pasaba las horas del día completamente despierto, asándome a temperaturas de hasta 67 grados Celsius en una tienda de campaña de vinilo. Incapaz de conciliar el sueño de forma natural, cada tres días me desmayaba por agotamiento por calor. Si el calor no te afectaba, lo hacían las moscas, ya que carecíamos de instalaciones sanitarias adecuadas.

Las tormentas de arena y los remolinos de polvo me rozaron los labios y las manos hasta que se agrietaron y sangraron. Empezó a crecerme vello en zonas del cuerpo donde nunca antes lo había tenido, y ciertamente no era por falta de pubertad. Era como si mi cuerpo supiera, de alguna manera, que debía volver a su estado original al vivir en condiciones tan duras. La tierra me había llenado los poros; parecía envejecido. Nuestro hogar, este lugar, descansaba bien con los escorpiones, las arañas camello, los lobos y las víboras.

La guerra fue todo menos hermosa, pero los amaneceres y atardeceres en Irak son algunos de los ejemplos más impresionantes de la obra de Dios. Cada mañana, al terminar mi turno, me sentaba pacientemente a esperar la salida del sol. Me daba mucha paz saber que solo había sobrevivido una noche más y que llegaría otro día. Es curioso, incluso en los peores lugares, Dios muestra su belleza y magnificencia a los hombres desdichados. Cuando partimos para la invasión, nos dijeron que estaríamos fuera unos meses; ya había pasado un año. Gran parte de nuestras vidas en casa habían cambiado. Nosotros habíamos cambiado.

Regresé a casa, herido de guerra. Atrás quedó el chico dulce, bondadoso y sabelotodo con grandes sueños y ambiciones. Me desvanecí. Sentí frío. Había algo dentro de mí que se desató. Sabía cómo matar, y sabía que podía matar. Me sentía perturbado, como si ya no fuera yo. Durante el servicio activo, mi estado mental se deterioró, y nadie a mi alrededor lo notaba. Mostré los primeros síntomas de trastorno de estrés postraumático (TEPT) y bulimia, un trastorno alimentario grave. Mi tiempo en el Ejército terminó a mediados de 2005, y comencé la universidad ese mismo año, en otoño.

Para muchos jóvenes, la universidad es una época de autoexploración y descubrimiento. Para mí, volver a un aula por primera vez me pareció un paraíso surrealista de piruletas y bastones de caramelo. Allí estaba con un grupo de jóvenes brillantes, felices y alegres, recién graduados de la preparatoria, escuchándolos hablar con cariño sobre la vida familiar y las citas. Mi realidad había cambiado por completo; aunque mi ciudad natal estaba a 48 kilómetros, mi mente seguía a 9.600 kilómetros. Mis pensamientos oscilaban entre el combate y una grave incongruencia de género.

Para sobrevivir y controlar mis pensamientos obsesivos, me sumergí en el mundo académico, destaqué en la escuela y llegué a ser la mejor de mi clase. Me convencí de que mis problemas de género se resolverían al unirme al ejército, pero me equivoqué. La sensación de ser una niña no había desaparecido. El ritmo más lento de la vida civil y las libertades de la universidad permitieron una mente errante. La negación del trauma de combate y la disforia de género agravaron mi depresión.

Llegué a un punto en el que no quería hablar de mi servicio militar con nadie. Creía que la gente no lo entendería. Sentía que se enojarían y me juzgarían, decididos a verme solo como un hombre; así que guardé silencio. Seguí centrado en la escuela y enterré mi trauma. Esto alimentó un trastorno alimentario encubierto que consumió los siguientes diez años de mi vida.

Llegué al segundo año de universidad, pasando muchas noches en la biblioteca, con la cabeza apoyada en los libros, rezando para despertar de mi pesadilla. Sentía que había nacido mal. Por dentro, me sentía inocente y hermosa, pero por fuera era todo lo contrario. Estaba tan deprimida que intenté suicidarme varias veces.

Nací gemela. Mi hermana Sarah, que nació seis minutos después que yo, me recordaba a menudo que era la mediana. Había dos niños y una niña. Uno de mis primeros recuerdos, a los 3 años, fue cuando descubrí que era niño. Mi padre y yo nos estábamos duchando y vi que éramos iguales. Estaba tan confundida. "¿Cómo era niña y si me parecía a papá?", pensé. Recuerdo rogarle a mi madre que me dejara ser bailarina, diciéndole que quería usar un tutú rosa; ella respondía que los niños bailarines no usan esas cosas. Insistí en que podía. Jugaba con muñecas; montaba en una bicicleta rosa; incluso usaba la ropa de mi hermana. Pensé que de alguna manera podría crecer y convertirme en niña.

La turbulencia de ser transgénero, una estudiante universitaria pobre y una veterana que no se había manifestado y sufría de TEPT, me causó una desesperación que me sumió en un profundo abismo. En 2008, sintiendo que no tenía otra opción, comencé el proceso de transición. Sentía que si no lo hacía, moriría.

Por pura casualidad, el trastorno alimentario destruyó mi otrora robusto cuerpo; me había vuelto frágil, perdiendo más de 45 kilos de masa muscular, lo que me dio una apariencia femenina. Me dejé crecer el pelo y me sometí a una cirugía facial exhaustiva. Estaba convirtiéndome en mí misma. Al terminar la universidad, ya era una mujer.

Mi familia me había abandonado; no lo entendían. Su hijo, el soldado, había desaparecido. Esta mujer lo había matado y no la querían. Sin nadie a quién recurrir y con la economía hecha un desastre, empaqué mis pocas cosas, compré un auto barato y me fui a Texas, donde oí que había oportunidades de trabajo.

Pasé el año siguiente en Texas viviendo al día, tomando las decisiones más difíciles de mi vida. Los tiempos oscuros y solitarios de ese año me hicieron desear estar de vuelta en Bagdad. El tiempo que pasé sola y la acumulación de todas las dificultades que había enfrentado me hicieron dudar aún más de la existencia de Dios. Me sentí completamente abandonada por todo en mi vida. Me preguntaba: "¿Por qué Dios me permitiría tener los pensamientos y sentimientos de ser tan genuinamente mujer, pero no me daría forma de expresarlo? Y, cuando finalmente intenté hacer algo al respecto, casi me destruyó?". Esta pregunta me mató, ya que sentí que todo lo bueno me había abandonado. Me sentía destrozada. No había encontrado trabajo en casi un año. No tenía dinero, poco para comer y los bancos me llamaban. Toqué fondo.

A medida que mi depresión crecía, mi ira hervía por dentro. Mi situación me dejaba impotente. ¿Cómo podía Dios permitir que su creación soportara tanto dolor y sufrimiento? Desarrollé un profundo odio hacia Dios y la religión, y me convertí en ateo. Dedicaba mi tiempo libre a leer blogs ateos, ver videos y encontrar compañerismo entre otros no creyentes descontentos.

Con el tiempo, la economía finalmente empezó a mejorar y encontré trabajo. Trabajé allí seis meses, hasta que finalmente encontré algo mejor. La vida sigue, seguimos adelante. Me animó. Empecé a sentirme valorada de nuevo. Ahora que tenía trabajo e ingresos, necesitaba abordar algunos problemas de salud. Consulté con un oftalmólogo.

Tenía programada una cirugía de músculo ocular para el viernes por la mañana. A lo largo de los años, había tenido numerosos problemas de visión doble, así que finalmente decidí corregirla. Tras haber pasado por dos operaciones complicadas, aunque no relacionadas, me sentí relativamente tranquilo con este procedimiento más corto. Al llegar esa mañana, me hicieron todas las preguntas habituales del hospital y las revisiones iniciales, y me llevaron rápidamente para la operación de 15 minutos.

Me llevaron en silla de ruedas al quirófano y recuerdo sentirme ansioso y cansado, pues había tenido una semana larga y estresante. Recuerdo sentir el aire frío de la habitación y, al mirar hacia arriba sin gafas, lo borroso que se veía el techo. El anestesiólogo intervino y preguntó: "¿Cuántas margaritas vamos a servir?". Respondí, sonriendo: "Muchas". Sonriendo, me ajustó la mascarilla. Al levantar la vista, inhalando el gas, oí una voz femenina en la habitación haciendo una cuenta regresiva mientras esperaba despertarme más tarde en la sala de recuperación. Tras un par de respiraciones profundas, perdí el conocimiento.

Al despertar, me encontré en un lugar donde todo bajo mí era una hermosa y brillante luz dorada, y un cielo negro me rodeaba. Sentí toques de tranquilidad y mi alma vibraba. Fue como despertar de un sueño apacible. Curiosamente, nada parecía fuera de lugar. No me di cuenta de que mi realidad había cambiado.

A lo lejos, vi a un grupo de cuatro personas de pie en círculo, conversando entre sí. Mirando a mi alrededor, desconcertado por lo que me rodeaba, me acerqué a ellos. Al acercarme, dejaron de comunicarse y parecía que no me esperaban.

Confundido, aún dando por sentado que había despertado de la cirugía, miré al más alto de los seres espirituales, que desprendía una esencia de masculinidad, y pregunté: "¿Es usted el Dr. Smith?". El ser espiritual más alto se adelantó entre los demás y me miró, permaneciendo en silencio. No lo reconocí, pues su cuerpo parecía estar hecho de luz blanca rodeada de un aura dorada. Los miré. Frustrado, volví a preguntar: "¿Es usted el Dr. Smith? Me operarán con el Dr. Smith".

Mientras exigía respuestas, sin comprender aún la gravedad de mi situación, los seres cambiaron mi percepción visual para que pudiera verlos a los cuatro y a mí mismo desde lejos. Al ocurrir esto, las auras doradas de los seres cambiaron a un azul eléctrico oscuro y profundo con una fina línea de luz dorada. Sus cuerpos habían pasado del blanco al negro. Elevándose sobre mí, el ser espiritual más alto transmitía rayos de luz blanca de mi cabeza a la suya.

Desde esta perspectiva, pude ver que mi apariencia era la de una joven. Tenía un cabello largo, hermoso, suave y rizado, y rasgos faciales delicados. Mi cuerpo no era humano, sino similar al de los seres espirituales con los que me comunicaba. Vestida con un vestido de seda blanca, mi pequeña y delicada figura estaba rodeada por un aura de luz blanca y dorada. Finalmente comprendí que no estaba en la sala de recuperación despertando de una cirugía. Fue un momento de claridad.

Hipnotizado por mi nueva realidad, observé atónito a los seres espirituales. Estudié cada elemento de ellos. No tenían género ni rostro definidos. Estaban hechos de luz blanca pura y conservaban una forma humanoide, pero sin brazos ni piernas. Partículas doradas rodeaban sus cuerpos. Cada partícula era definible, como si pudieras tocarla.

Mientras los observaba, uno de los otros seres espirituales se adelantó y le mencionó algo sobre una enfermera al ser espiritual más alto. No entendí lo que decía. Mientras los dos seres espirituales se comunicaban entre sí sin palabras, miré a mi alrededor y vi algo al fondo que me llamó la atención, algo que no había visto antes. A lo lejos, en el cielo más oscuro del reino, había una atractiva esfera blanca de luz circular. Una parte de mí se sintió atraída por ella. Fue como encontrar a tu primer amor verdadero y cruzar miradas, pero aun así aparté la mirada.

Mientras esto sucedía, el ser espiritual me rodeó, abrazándome, como un padre o una madre abrazaría a un hijo. Me sentí muy tranquilo y eufórico. Era como si nos hubiéramos convertido en uno solo. Al hacerlo, todos los recuerdos de mi vida se desvanecieron mientras permanecía de pie, mirando hacia arriba, contemplándolos. Mis emociones se intensificaron hasta convertirse en sentimientos de pura inocencia. Me sentí tan infantil y seguro con ellos.

Mientras me arrebataban los recuerdos de mi vida, los seres parecieron debatir entre sí. Sabía que hablaban de mí y de lo que había sucedido en mi vida, pero no me permitían entender lo que decían. A medida que su conversación se intensificaba, la transformación de sus gráciles movimientos, parecidos a una danza, me hipnotizó. Las auras que rodeaban sus cuerpos cambiaron de dorado a un naranja intenso. Divertido, los miré con alegría, observando cómo sus cuerpos interactuaban entre sí, mientras la luz se arremolinaba y los colores se convertían en una mezcla de luz.

Por su apariencia, parecía que uno de los seres espirituales estaba muy molesto por lo que había visto en mi vida. Esto pareció causar una marcada diferencia de opinión entre ellos sobre qué hacer conmigo. Mientras su conversación se intensificaba, me cansé de esperar. Miré a mi lado y vi cinco amplias columnas de estilo romano alineadas, con arcos que las conectaban.

Dominado por la curiosidad, me alejé de los seres espirituales. Sentí la necesidad de explorar. El ambiente era sereno y armonioso. El reino estaba hecho de luz dorada y tonos de blanco y marfil, pero todo era claro y translúcido a la vez. Todo proyectaba luz. La superficie era como una nube, pero firme. Donde estábamos, la oscuridad lo rodeaba. Instintivamente, supe que no debía acercarme a la oscuridad; era como estar al borde del vacío.

Al volver a centrarme en la pared, recuerdo haberme parado, mirando hacia arriba y admirando la magnificencia de las columnas. Sentía curiosidad por saber de qué estaban hechas. Mi vista se amplió y vi de qué estaban hechas aquellas estructuras cristalinas.

Al volver la vista hacia arriba para estudiar las columnas con más atención, volví a ver la esfera de luz. Atraído por su amor, volé rápidamente hacia ella. Al instante, la luz creció hasta envolverme. Todo se había convertido en una luz blanca y penetrante. De repente, los cuatro seres espirituales se movieron frente a mí, rodeándome en forma de U, reteniéndome. Luego me empujaron aún más hacia atrás, hasta que todo quedó a oscuras. Lo único visible eran sus cuerpos oscuros, delineados por una fina línea dorada rodeada de auras azules.

Los seres espirituales se alzaban imponentes sobre mí, formando una línea recta, y supe que no debía avanzar. Al mirarlos, sentí como si me regañaran, como si hubiera hecho algo malo. Mientras me apartaban, los miré en ese último instante y vi que sus cuerpos se relajaban, como aliviados, y sus auras volvían a ser doradas.

Al despertar en recuperación, me sentí tan tranquila y hermosa. No entendía qué acababa de pasar. Las cabezas entraban y salían de la sala de recuperación, y sentí que la enfermera estaba sorprendida por la cantidad de energía que tenía. Me levanté de inmediato, intenté volver a vestirme y dije que estaba lista para irme. El viaje a casa en coche fue de lo más extraño; tenía un ojo lleno de sangre y puntos de sutura, pero me sentía tan feliz.

Me tomó varias semanas procesarlo todo. Me sentí conectado con la Fuente Divina. Cualquier pensamiento o pregunta que tuviera sobre el universo recibía respuesta, incluso antes de que pudiera pensarlo. En muchas ocasiones, caí en profundos estados meditativos no elegidos, en los que repetía constantemente: «Quiero ser el Amor de Dios».

Sentí que me estaba volviendo loca después de lo que estaba viviendo. Empecé mi búsqueda en internet y terminé con una conversación con mi médico. Cuando lo contacté en una visita no programada, fui directo al respecto. Le pregunté: "¿Pasó algo inusual durante mi cirugía? ¿Hubo alguna complicación que no me informaron?". Sorprendido, se sonrojó y respondió: "Sí, hubo un problema con la anestesia y tenía una obstrucción de las vías respiratorias que le habría causado la muerte si no hubiéramos intervenido rápidamente. Solo había visto esto dos veces en mi larga carrera". Le conté lo que había vivido y me escuchó con franqueza y calidez.

Regresé a casa aliviado, pues mis sospechas se confirmaron. Los estados meditativos continuaron durante aproximadamente una semana más, pero no durarían. Pronto volví a sentirme espiritualmente frío, al sentir las profundas conexiones de las secuelas iniciales de la experiencia a medida que se disipaban.

Con el paso de los años, mis ideales y creencias sobre Dios y el mundo eterno fluctuaban. Era difícil conciliar el dolor de ser transgénero en la Tierra con mis recuerdos de la conexión y belleza divinas en el más allá.

Tras el fin de mis creencias ateas, seguía luchando por comprender por qué había sufrido este dolor y oraba por una respuesta. Tras perder a una amiga transgénero por suicidio, sufrí un profundo dolor. Era la segunda vez en un año y medio que perdía a una amiga como yo por suicidio.

Una noche, después de quedarme dormida, desperté en el Cielo. Pensarías que era un sueño, pero no. Era más real que la realidad. No tenía cuerpo; era una mota de luz. Una hermosa joven estaba de pie frente a mí, de espaldas a mí. Tenía una larga cabellera rubia que le llegaba hasta la espalda. Era un poco más alta que la chica que había visto en el Cielo. Su cuerpo era más parecido a la realidad terrenal, pero de una luz intensa. A mi derecha, sentí una gran y cálida presencia masculina; era el ser con su hermoso y brillante resplandor blanco. Inmediatamente, entré en su pequeño cuerpo, y al reflexionar me di cuenta de que era yo. No podía ver mi rostro, pero finalmente vi cómo me veía Dios. Las únicas palabras que pronuncié fueron: «Soy perfecta». Con esas palabras, un destello, una luz brillante y penetrante me invadió, y todo terminó. Fue como respirar profundamente de vuelta a la eternidad.

Me incorporé en la cama y me sentí en paz y llena de un cálido amor. Por primera vez, me sentí sana. Mi ira contra Dios se disipó. Entendí que Él me amaba y que todo esto tenía un propósito. Se trataba de amor.

Mi alma se transformó por completo, pues ya no sentía la amargura de mi pasado. Aunque mi vida no había cambiado físicamente, ahora sabía cuánto me amaban y que mi sufrimiento siempre me llevaría de vuelta al amor. Sentí la necesidad de dejar de odiar a Dios y, en cambio, me tomé el tiempo para conocerlo. Sentí paz al aprender a apreciar y amar a quienes me odiaban. Por primera vez, dejé de permitir que me maltrataran, pues ahora me amaba tal como Dios me creó.

Las personas transgénero siguen siendo almas. La niña que dice ser niño, crece hasta convertirse en alguien como yo. Algunos intentan afirmar que ser transgénero es una enfermedad mental. Por otro lado, los médicos más prestigiosos entienden que ser transgénero es una enfermedad del cuerpo físico. Al igual que esos médicos, sugiero que ser transgénero es alguien que abre la puerta a su alma.

Mi vida ha presentado muchos desafíos. Sin embargo, me siento bendecida por haber tenido varias experiencias espirituales que abrieron mi corazón, mente y alma al amor infinito de Dios por toda la humanidad, independientemente de nuestras diferencias. Si tuviera un deseo por cumplir en esta vida, sería iniciar una conversación sincera con quienes tienen miedo y carecen de comprensión y compasión por las personas transgénero de nacimiento. Sin mi ECM y la posterior experiencia espiritual, dudo que hubiera tenido el valor de hablar tan abiertamente sobre mi vida. Sé que la misión que me fue encomendada fue generar un cambio positivo en el mundo. Es esencial para mí que esto se cumpla. Agradezco a Dios por darme este propósito divino y la oportunidad de marcar la diferencia.

Este es un relato verdaderamente fascinante de lo empoderantes que pueden ser las ECM y las experiencias espirituales. Jessica ha vivido una vida de adversidad y desafíos desde su infancia. Me resulta intrigante que su ECM inicial fuera precursora de una transformación, incluso más que el detonante de la transformación que describió. Las profundas conexiones que experimentó durante la ECM comenzaron a disiparse con el tiempo, algo que puede suceder. Sin embargo, parece haber mantenido una conexión espiritual, ya que también describió haber entrado en estados meditativos espontáneos. Sus sentimientos hacia Dios fluctuaban entre el amor y el odio mientras lidiaba con una combinación de maravillosos recuerdos de la ECM, junto con una sensación de rechazo durante la misma. Aunque otras personas con las que he hablado han descrito sentimientos similares, esto es mucho menos común.

El punto de inflexión en la transformación de Jessica llegó unos años después, cuando experimentó una transformación espiritual poco después de la muerte de su querida amiga. Este tipo de experiencias son muy comunes tras un período de duelo. La importancia de esta experiencia radica en que transformó por completo su forma de pensar y su percepción de sí misma, hasta el punto de que siente que todas las dificultades de su vida han sido sanadas. La amargura y la oscuridad de su pasado han sido superadas por completo, y se ha empoderado para amarse a sí misma según lo que siente que es el propósito de Dios.

Posteriormente, Jessica se siente obligada a hablar públicamente de su vida. Le apasiona ayudar a los demás y promover la concienciación sobre las personas transgénero. Su nueva perspectiva le ha permitido encontrar sentido y propósito en la vida. Ahora comprende que esto solo pudo lograrse amándose tal como es: perfecta. La valentía que Jessica ha demostrado será un ejemplo para otras personas que enfrentan problemas similares. Nos sentimos honrados de que Jessica nos haya permitido incluir su historia en este libro, ya que es la primera vez que la comparte públicamente.

 

19. CONCIENCIA COLECTIVA

El Dr. Bernie Siegel es un cirujano pediátrico jubilado que reside en un suburbio de New Haven, Connecticut, con su esposa Bobbie. Ha escrito numerosos libros sobre la relación entre el paciente y el proceso de sanación, incluyendo “Amor, Medicina y Milagros”y "El Arte de Sanar". Bernie ha sido nombrado una de las 20 personas vivas con mayor influencia espiritual del planeta. Nos sentimos honrados y privilegiados de que, cuando se le solicitó apoyo para nuestro proyecto, no solo se ofreciera a respaldar nuestro libro, sino que también tuviera la amabilidad de compartir su  ECM que experimentó de niño. Además, ofrece su opinión profesional sobre la conciencia colectiva.

Cuando tenía 4 años, estaba en casa, en cama, con una de mis frecuentes infecciones de oído. Tomé un teléfono de juguete con el que jugaba, desatornillé el dial y me metí todas las piezas en la boca, como había visto hacer a los carpinteros con los clavos que iban a usar. El problema fue que aspiré las piezas y sufrí un laringoespasmo. Todavía siento cómo los músculos intercostales y el diafragma se contraían con fuerza, intentando que entrara aire en mis pulmones, pero nada funcionaba y no podía emitir ningún sonido para pedir ayuda. No tenía noción del tiempo, pero de repente me di cuenta de que ya no luchaba. Ahora estaba en la cabecera de la cama, viéndome mor7ir.

Me pareció fascinante liberarme de mi cuerpo y una bendición. Nunca me detuve a pensar en cómo era posible que aún pudiera ver y pensar fuera de él. Me daba pena que mi madre, que estaba en la cocina, me encontrara muerta, pero lo pensé y descubrí que mi nuevo estado era preferible a estar viva. Intelectualmente, elegí la muerte antes que la vida.

Entonces, el niño en la cama tuvo una convulsión agónica, vomitó y todas las piezas del juguete salieron volando. Volvió a respirar y yo, furioso, volví a mi cuerpo contra mi voluntad. Todavía recuerdo haber gritado: "¿Quién hizo eso?". Sin embargo, después, con 4 años, pensé que había un Dios con un horario y que, presumiblemente, no debía morir ahora. Hoy lo explicaría como si un ángel me hubiera hecho la maniobra de Heimlich.

Basándome en mis experiencias posteriores, creo firmemente que inconscientemente creamos un plan para el futuro. Dos veces me dejaron siniestrado el coche por culpa de gente que se saltaba semáforos en rojo, y una vez me caí del techo al romperse el último peldaño de mi escalera de madera. En ninguno de estos incidentes sufrí lesiones graves. Alguien me dijo que era porque tenía un ángel y sabía su nombre. Le pregunté qué era, y me preguntó: "¿Qué dijiste cuando se rompió la escalera?".

“¡Oh, mierda!”dije.

“Ese es su nombre”, respondió.

Debo añadir que este ángel siempre aparece cuando lo llamo de manera apasionada.

Mi siguiente experiencia fue con la sanadora Olga Worrall. Me había lesionado la pierna entrenando para una maratón. Me dolía mucho y no respondía al descanso ni a la terapia. En una conferencia de la Asociación Médica Holística Americana, Olga fue ponente invitada. Mi esposa me dijo que le pidiera que me sanara. Me daba vergüenza pedírselo y, francamente, no era creyente. Sin embargo, mi esposa me empujó hacia adelante y Olga me sentó en una silla y puso sus dos manos sobre mi pierna. El calor de sus manos era increíble. Recuerdo haber puesto mis  manos sobre la pierna opuesta para comparar la sensación de calor. No noté el calor de mis manos a través del overol. Cuando Olga terminó, me puse de pie y estaba completamente curado. El dolor había desaparecido y podía caminar con normalidad.

En otra ocasión, Olga y yo hablamos en el funeral de un amigo en común. Después de la ceremonia, estábamos en un pasillo desierto cuando ella me preguntó: "¿Eres judío?".

¿Por qué preguntas?

"Porque hay dos rabinos a tu lado". Continuó diciéndome sus nombres y describiendo sus vestimentas, que incluían sus chales y gorros de oración. Su descripción coincidía exactamente con lo que había visto en mis sesiones de meditación e imaginería, durante las cuales me encontré con estas figuras mientras caminaba por mi sendero.

Otra noche, di una conferencia, pero sentí como si simplemente la estuviera verbalizando para otra persona. Una mujer se me acercó y me dijo: «Durante toda la conferencia, frente a usted había un hombre, y le hice un dibujo». De nuevo, exactamente el rostro y los rasgos de mi guía interior. Todavía conservo el dibujo en casa.

Mi siguiente experiencia fue cuando le contaba a una amiga lo ocupada que estaba, y ella me preguntó: "¿Por qué vives así?". Su intención era que bajara el ritmo y viajara menos, pero su pregunta me sumió en un estado de trance y me vi de inmediato con una espada en la mano, matando gente. Mi primera reacción fue que me había convertido en cirujana en esta vida para usar un bisturí para curar, no para matar.

Unos días después, volví a entrar en trance espontáneamente y me vi viviendo como un caballero: un caballero que mataba por temor a su Señor y a lo que este le haría si no cumplía sus órdenes. En este trance, maté a mi esposa y a su perro, y la experiencia me dejó devastado. Pero al mismo tiempo, me reveló por qué el rostro de mi esposa siempre me ha hipnotizado y por qué me interesa tanto rescatar animales.

En última instancia, mi ECM me enseñó a tener fe en el verdadero Señor y, como Abraham, Jesús, Moisés, Noé y otros, a comprender que lo que nuestro Señor nos pide es para el bien común.

De esto aprendí que, si hubiera tenido fe en mi Señor, me habrían pedido que uniera a familias en conflicto, y la solución habría sido que la joven y yo nos casáramos y recibiéramos la tierra por la que se peleaban como regalo de bodas. Entonces nos convertimos en una sola familia, sin nada por lo que pelear.

Recientemente, uno de nuestros gatos desapareció al dejar una puerta abierta. Tras varias semanas sin saber nada de él, estaba segura de que un depredador lo había matado. Una amiga mía, Amelia Kinkade, es intuitiva con los animales y vive en Los Ángeles. Vivimos en Connecticut y Amelia nunca ha estado en nuestra casa ni cerca de ella. La insistí para que me dijera dónde estaba el gato. Me lo dijo por correo electrónico, sin que yo le enviara una foto: «El gato está vivo porque puedo ver a través de sus ojos». Su mensaje detallaba la casa, el jardín, otros animales y las personas que estaban involucradas en la vida del gato. Al día siguiente, salí y encontré al gato exactamente donde Amelia dijo que se escondía.

Si eso no me convierte en creyente de la conciencia colectiva, nada lo hará. Creo firmemente que la conciencia no es local ni se limita al cuerpo. También lo he experimentado a través de los dibujos y sueños de los pacientes que he atendido, que les ayudan a conocer su diagnóstico y lo que les depara el futuro. Como dijo Jung: «El futuro se prepara inconscientemente con mucha antelación y, por lo tanto, los clarividentes pueden adivinarlo».

También he tenido comunicación con los muertos a través de una amiga médium, mística y expaciente. Además, a veces oigo una voz que me habla y me aconseja, y sus palabras han tenido un enorme impacto en mi vida. Creo que es esta consciencia inconsciente la que nos impregna al nacer. No creo que vivamos literalmente muchas vidas; más bien, traemos con nosotros la experiencia de vidas anteriores. Por lo tanto, cuanto más sabios seamos, mejor será el futuro para quienes nos sucedan.

Es muy interesante leer sobre las experiencias de Bernie, comenzando con su ECM a los 4 años. Parece que su ECM influyó en el desarrollo de su carrera, brindándole una mayor apertura y comprensión de los aspectos espirituales de la atención al paciente. Bernie se afeitó la cabeza hace 40 años, cuando otros lo consideraban anormal. Aprendió de la obra de Jung que facilita el descubrimiento de la  espiritualidad, como hacen los monjes, y el sentirse como un recién nacido. Bernie es un pionero y ha liderado el camino para los médicos que exploran la conexión mente-cuerpo.

En 1978, desarrolló una terapia para pacientes con cáncer llamada Pacientes Excepcionales con Cáncer, centrada en la terapia de grupo que incorporaba dibujos, sueños, sentimientos e imágenes de los pacientes. Esta terapia facilita cambios en el estilo de vida mediante la confrontación amorosa y terapéutica, lo que conduce al empoderamiento personal y la sanación en un entorno de apoyo y cariño. Bernie me parece un hombre adelantado a su tiempo al impulsar estos procesos terapéuticos, que son cada vez más populares a medida que nuevas investigaciones confirman la importancia de abordar los aspectos espirituales y mentales de la enfermedad, además de los físicos.

Bernie ha predicho que, en los próximos años, la investigación comenzará a centrarse en la espiritualidad, la consciencia, la sanación no local, la memoria corporal y la energía cardíaca. Estos cambios ya están comenzando, con el inicio de numerosos proyectos de investigación apasionantes. Como afirma su sitio web, Bernie «adopta una filosofía de vida y muerte que se sitúa a la vanguardia de la ética médica y los problemas espirituales que nuestra sociedad enfrenta hoy. Continúa contribuyendo a la innovación en el campo de la sanación y luchando personalmente por vivir el mensaje de bondad y amor», el mensaje fundamental de las ECM.

 

20 EL DON DEL SER

(Dedicado al padre de la Dra. Barbara Mango, Melville Pollak)

Kelly conectó con la Dra. Barbara Mango, de 61 años, a través de las redes sociales y rápidamente se hicieron muy amigas. Durante las primeras etapas de la escritura de este libro, al padre de Barbara le diagnosticaron una enfermedad terminal y, lamentablemente, falleció unos meses después. A pesar de este momento tan traumático para Barbara, ha mantenido su entusiasmo por este libro y ha contribuido con este capítulo. Estamos en deuda con Barbara por su dedicación al seguir trabajando con nosotros, a pesar de las dificultades emocionales que enfrentaba en ese momento.

La Dra. Mango es egresada del Instituto Americano de Teología Holística, con una maestría y un doctorado en Ciencias Metafísicas. Ha publicado artículos en blogs, sitios web e impresos, y ha aparecido en radio y televisión.

Uno de los encuentros más transformadores de mi vida ocurrió mientras estaba sentado con mi padre, quien agonizaba por un cáncer terminal. Durante las últimas semanas de su vida, experimentó una serie extraordinaria de experiencias, conocidas como NDA (Conciencia de la Muerte Cercana). Como explica la fundación Eternea (La Convergencia de la Ciencia y para la Transformación Personal y Global):

Cuando las personas que agonizan a causa de una enfermedad terminal se acercan a la muerte, también experimentan experiencias extraordinarias y parecen desarrollar una mayor consciencia. Esto se denomina Consciencia de la Muerte Cercana (CCM), y estas experiencias guardan un claro paralelismo con las ECM (Experiencias Cercanas a la Muerte). De hecho, las personas moribundas parecen poder pasar de una realidad a otra y regresar con relativa facilidad. Sus intentos de compartir las maravillas de estas experiencias mediante palabras o comportamientos a menudo se ven frustrados por nuestra falta de comprensión del lenguaje simbólico que utilizan. Sin embargo, hablan mientras la experiencia ocurre realmente.

Es muy común que los familiares desestimen este lenguaje figurado y lo etiqueten como "divagaciones” de una mente moribunda o alucinaciones inducidas por fármacos. Sin embargo, es precisamente a través de este diálogo que los moribundos se comunican con nosotros. Descifrar este lenguaje aparentemente misterioso requiere escuchar con el corazón, no con la lógica. Los mensajes de los moribundos suelen describir lo que realmente experimentan o solicitan. Si escuchamos de verdad, compartimos el proceso de transición de nuestro ser querido, a la vez que facilitamos una transición pacífica, reconfortante y tranquilizadora. Lamentablemente, esta comunicación suele interpretarse como delirio o agitación del paciente, que requiere sedación.

De alguna manera, comprendí fácilmente las referencias simbólicas/la otra realidad de mi padre. Atribuyo este "conocimiento” a toda una vida de experiencias espiritualmente transformadoras/anómalas. Muchos componentes de mis experiencias comparten características de las ECM/NDA: comunicación con seres espirituales y seres queridos fallecidos, experimentar un amor profundo y apacible inexplicable en la terminología humana, y la certeza de que la consciencia existe después de la muerte física.

Estas experiencias colectivas me sanaron emocional y físicamente, y facilitaron mi crecimiento espiritual. En retrospectiva, cada una ocurrió en el momento preciso de mi vida: cuando más necesitaba un mensaje específico, inspiración divina o consuelo amoroso. De naturaleza sincrónica, me guiaron con delicadeza y reiteradamente para convertirme en la persona que soy hoy. Combinadas, han cimentado mi creencia de que las ECM y las ETS ofrecen un atisbo de un reino al que nos trasladamos cuando nuestro cuerpo físico muere: un reino de existencia divina, unidad y amor indescriptible.

La profundidad y amplitud de mis experiencias podrían llenar un libro entero, y mucho menos un solo capítulo. A lo largo de mi vida, han transformado mi perspectiva de la vida. Ya no me interesa el materialismo ni las búsquedas superficiales. No tengo paciencia para la división, el egocentrismo, los prejuicios ni la superioridad. Vivir como una persona empática, tolerante, de mente abierta, compasiva y amorosa es la única forma que conozco de ser.

Mi vida cambió drásticamente en mayo de 2007, cuando trabajaba como maestra de preescolar para niños de bajos recursos y en situación de alto riesgo. Creo firmemente que la sincronicidad y nuestra pasión compartida por trabajar con niños desfavorecidos y ayudarlos me conectaron posteriormente con Kelly Walsh.

El 15 de mayo de 2007, un niño de 3 años particularmente activo trepó a lo alto de una estructura de juegos muy alta. Subí lo más rápido posible para recuperar a mi enérgico alumno cuando, de repente, resbalé y caí de espaldas desde una altura de dos metros. Tuve mucha suerte de no quedar paralizado. Sin embargo, sufría un dolor insoportable. Dos meses después, y tras numerosas exploraciones, me diagnosticaron una fractura traumática del sacro con daño grave en la articulación sacroilíaca izquierda (la articulación que conecta el sacro con la pelvis).

Siempre he estado en forma y he sido extremadamente activo, pero ya no podía trabajar ni realizar ninguna actividad física. El sacro soporta el peso de la parte superior del cuerpo; por lo tanto, no podía sentarme ni estar de pie más de cinco minutos seguidos, ya que ambas cosas eran dolorosas. Simplemente caminar distancias cortas era un desafío.

Esta lesión fue un punto de inflexión en mi vida. Me deprimí, tanto por el dolor crónico e incesante como por el duelo por la pérdida de la integridad física que una vez poseí. Me sumí en la autocompasión, esforzándome al máximo por comprender por qué me había sucedido esta "cosa terrible". "¿Por qué es la vida tan injusta?", me grité. La respuesta me llegó como un rayo... en lugar de luchar contra el dolor y las limitaciones físicas, decidí aceptarlas, al darme cuenta de que había una razón divina para que este accidente hubiera ocurrido. Mi lesión me sirvió de lección para seguir avanzando en mi camino de desarrollo espiritual y el verdadero propósito de la vida. Sin embargo, seguía sin saber exactamente cuál era.

Físicamente limitado, volqué mi energía en mi interior. Debido a mi vida de experiencias anómalas y a mi interés por la metafísica, me matriculé en un máster en Ciencias Metafísicas. Debido al dolor constante, no estaba seguro de poder completar una asignatura, y mucho menos un programa de dos años. Sin embargo, estaba fascinado con el programa y, a pesar de mis limitaciones físicas, lo completé en 11 meses. Inmediatamente me matriculé en el doctorado. Fascinado por las ECM, escribí mi tesis doctoral sobre ellas, titulada: Mentes divididas: El debate espiritual y científico de la experiencia cercana a la muerte.

Por supuesto, mi mente y mi corazón no estaban divididos. Sabía sin la menor duda que la vida no terminaba con la muerte física.

Gracias a mis experiencias de toda la vida y a mi educación espiritual, pude acompañar a mi padre en sus últimas semanas de vida, con cariño y sin miedo. Le diagnosticaron cáncer de páncreas metastásico en estadio 4 en marzo de 2016. Con valentía, se sometió a radioterapia y quimioterapia, pero sin resultados. Me tomé una licencia laboral y viajé varias veces a Florida (la casa de mis padres). Volé por última vez en agosto de 2016. Tras una larga y dura batalla contra esta terrible enfermedad y numerosas hospitalizaciones, mi padre recibió cuidados paliativos en su casa.

Como afirmó Elisabeth Kübler-Ross, psiquiatra suiza, pionera en las ECM y autora del innovador libro “Sobre la muerte y los moribundos”: «La muerte no es un suceso médico. Es un suceso espiritual».

Qué ciertas me sonaron estas palabras. Estaba a punto de embarcarme en el viaje espiritual más profundo de mi vida. No habría podido ser una presencia serena ante un cáncer terminal sin mi creencia de que la vida no termina con la muerte física. De hecho, la muerte simplemente libera la gloriosa esencia eterna confinada en el ser físico.

Las personas que han tenido una ECM mueren clínicamente, abandonando sus experiencias divinas y regresando a la existencia física. Sin embargo, tuve el privilegio de compartir la evolución de mi padre hacia este estado divino de existencia. De repente, comprendí que estos dos fenómenos aparentemente distintos son, en realidad, dos aspectos de un mismo continuo. La novelista francesa Anaïs Nin lo resumió a la perfección: «La vida es un círculo completo que se ensancha hasta unirse a los movimientos circulares del infinito».

Ver el deterioro de mi padre fue desgarrador. Cada día, su frágil cuerpo parecía encogerse y marchitarse aún más en la cama del hospital. Me sentía impotente, abrumada por la tristeza y, a veces, completamente abrumada. Sollozaba durante horas y estaba mental y físicamente agotada. Sin embargo, espiritualmente, siempre me sentía tranquila y centrada.

Me senté junto a mi padre, le tomé la mano, le acaricié el brazo y le froté suavemente los pies. Le hice la manicura, le puse compresas frías en la frente cuando le subía la fiebre y le puse bálsamo en los labios resecos y agrietados. Lo besé y abracé, le puse su música clásica favorita y le ayudé a alimentarse. Fueron actos de puro amor.

Mi padre siempre se describió como un "judío ateo", lo cual es en realidad una completa contradicción. Creía que la muerte era EL FIN, y punto; no había más allá, solo un sueño eterno, profundo y sin sueños. A lo largo de su vida, no le tuvo ningún miedo a la muerte. Gracias a esto, pudimos hablar abiertamente sobre aspectos de la muerte, el más allá y su asombro por flotar entre el mundo físico y el inmaterial.

Saber que mi padre regresaba a su hogar "real”me trajo una gran paz. Hablamos de momentos especiales, recuerdos y nuestro amor mutuo. Aunque me había herido y decepcionado muchas veces a lo largo de mi vida, pude ver más allá de estas imperfecciones y ver el ser hermoso y espiritualmente perfecto que realmente era. Ninguno de nosotros, en nuestra encarnación física, comprende el "gran”plan o propósito de nuestra vida. Ciertamente, no entendía cuál era el de mi padre, ni el mío, así que ¿cómo podía juzgarlo?

La cama de hospital de mi padre se colocó en nuestra sala de estar, a la que rápidamente llamé "central de operaciones". El equipo de cuidados paliativos trabajaba en turnos de 12 horas, con al menos una enfermera de cuidados paliativos siempre presente. No tengo palabras para describir al personal y, en especial, a las enfermeras de cuidados intensivos. Muchas tenían más de 35 años de experiencia en cuidados paliativos y críticos. Eran cariñosas, pacientes, compasivas, conocedoras, amables y siempre accesibles. Hablé a fondo con la mayoría de ellas.

Muchos días, me senté junto a la cama de mi padre, pegada a mi portátil, trabajando frenéticamente en este capítulo. Varias enfermeras me preguntaron qué estaba haciendo. Dudé en decírselo. Obtener un doctorado e investigar, escribir y hablar sobre las ECM no me ha hecho, por desgracia, inmune a las miradas extrañas y a la pérdida de relaciones debido a mis percibidas "creencias extrañas". Me han llamado loca, impía y muchas palabras menos amables. La ciencia tradicional ridiculiza la idea de que la consciencia sobrevive a la muerte. El personal médico suele descartar la validez de las ECM de los supervivientes, insistiendo en que son meras alucinaciones. Familiares y amigos tienen dificultades para comprender el fenómeno de las ECM. La mayoría de las personas temen experiencias imperceptibles para nuestros cinco sentidos físicos. Desafortunadamente, el miedo a menudo perpetúa el juicio y la estrechez de miras.

Las enfermeras de mi padre fueron especialmente abiertas, sin prejuicios y comprensivas. Lo escucharon con sinceridad, sin rechazar ni subestimar sus experiencias. Así, confiando en que comprenderían mi perspectiva, les hablé de mis experiencias vitales, mi formación y el propósito de este libro. Estaban realmente deseosas de hablar sobre las ECM/ECM. ¡Qué alivio! A partir de ese momento, hablamos a fondo sobre la muerte, el morir y la espiritualidad. Pregunté a casi todas las enfermeras si alguno de sus pacientes había tenido una ECM y, de ser así, aproximadamente cuántos. Sus respuestas fueron casi idénticas. Todas respondieron, casi textualmente: «Sí, bastantes, aproximadamente entre el 40 % y el 50 %».

Me quedé impactado, de hecho, alucinado. Las estadísticas actuales indican que aproximadamente el 15 % (aunque se ha sugerido que la cifra es mucho mayor) de la población estadounidense ha experimentado una ECM. Por supuesto, la cifra de los hospicios es aproximada y no puede considerarse científicamente válida. Sin embargo, el personal de enfermería alegó dos razones que contribuyen a su elevada estimación.

En primer lugar, las enfermeras de cuidados paliativos, salvo breves descansos, dedican sesiones de 12 horas no solo a cuidar, sino también a observar a cada paciente. Por lo tanto, a diferencia de un entorno hospitalario, pasan la mayor parte de su turno con un solo paciente. En segundo lugar, este entorno individual permite que los pacientes se sientan cómodos, incluso cerca de sus enfermeras. Un hospicio es un entorno médico único, en el que el paciente y las enfermeras experimentan juntos el proceso de morir. En este entorno de amor y apoyo, la mayoría de los pacientes se sienten seguros compartiendo sus experiencias espirituales. Mi padre fue uno de estos pacientes. Experimentó dos experiencias extracorporales y una experiencia extracorporal (EEC); todas ocurrieron unas semanas antes de su muerte.

Debo recalcar una vez más que mi padre era un ateo absoluto que no creía en las experiencias espirituales, punto. Por eso, su escepticismo hacía que estos sucesos fueran especialmente maravillosos. Una mañana, me desperté y, con los ojos llorosos, entré a la cocina a trompicones. Mi padre nos llamó a mi madre y a mí a su lado con una urgencia frenética. Insistió en que tomara papel y lápiz y escribiera EXACTAMENTE lo que decía. Esto fue lo que nos dijo:

Esta mañana temprano vi un ser, no una persona. Definitivamente no era un ser humano. Juntos flotamos sobre los pies de mi cama. Nos mirábamos a mí mismo en la cama. El ser brillante me dijo que era hora de dejar de regalar mis cosas. Este Ser de Luz me dijo que se iba a celebrar una fiesta en mi honor, y que yo sería el invitado especial. Sin embargo, como mi madre no quiso venir, tuvo que cancelarse.

Esto me pareció fascinante por dos razones. Primero, papá estaba extremadamente lúcido y no estaba medicado en ese momento. Segundo, la psicología onírica (o psicología del inconsciente) nos dice que dar regalos u "ofrendas”indica que uno está en el camino hacia la plenitud espiritual. Supe, sin lugar a dudas, que mi padre había tenido su primer encuentro espiritual.

Creo firmemente que mi madre tuvo que negar la validez de las conversaciones de papá porque era emocionalmente incapaz de aceptar su muerte inminente. Aunque comprendía perfectamente su profunda necesidad de rechazar sus conmovedores mensajes, me rompió el corazón. Papá buscaba desesperadamente que ella reconociera su último deseo: "dejarlo ir con amor". Sin este apoyo, se sentía atrapado en su cuerpo físico, incapaz de asistir a la gloriosa fiesta de bienvenida que le esperaba.

Días después, insistió de nuevo en hablar con nosotros. Esta vez, describió a varios Seres de Luz sonriendo con alegría y bondad mientras lo preparaban para una ceremonia ritual judía de purificación. El baño ritual judío de purificación, llamado mikve, es el rito de purificación de un hombre judío antes de su entierro y la ascensión de su alma a lo alto. Los seres le dijeron entonces que no pudieron completar la limpieza ritual, ya que, una vez más, mi madre decidió no participar.

El tercer incidente ocurrió temprano en la mañana del día que volaba a casa. Antes de terminar su turno, la enfermera de noche me agarró del brazo. Me dijo que en todos sus años de trabajo en hospicio, nunca había vivido una noche tan hermosa y transformadora. En medio de la noche, mi padre se despertó e insistió en que le pusiera un himno particularmente hermoso, uno que nunca había escuchado. Encontró la canción en su celular y se la puso a mi padre. Él rara vez canta y, que yo sepa, no se sabe la letra de ningún himno ni canción religiosa. Sin embargo, colocó sus manos débiles y temblorosas en posición de oración y, mientras miraba fijamente al techo, cantó cada palabra con claridad y corrección. (En el judaísmo, los himnos espirituales se llaman Nigunim, o "cantos”de alegría. Se cantan para brindar una profunda paz y cercanía a Dios/Fuente). Inmediatamente después, vio su nombre "escrito”sobre él y sintió una paz absoluta. ¡Los "seres”lo estaban esperando! La enfermera dijo: «Sabía que había un propósito por el que me habían elegido para venir a esta casa esta noche. Fue la noche más tranquila y hermosa que he tenido en mis 35 años de trabajo en hospicio. La energía en la habitación era tan serena que era palpable». Viniendo de una enfermera de hospicio con una larga trayectoria, eso es mucho decir.

Estar al lado de mi padre durante sus últimas semanas en la Tierra fue, a la vez, desgarrador, abrumador y agotador, tanto mental como emocionalmente. Sin embargo, fue, sin duda, la experiencia más amorosa, tierna y trascendental de mi vida: un regalo profundo. Siempre quise a mi padre, pero ahora, mi amor era más profundo. Forjamos una relación más sólida, honesta y significativa durante las últimas semanas de su vida.

Esta experiencia me ha cambiado radicalmente. De igual manera, papá se transformó de maneras antes inimaginables. Su ira y comportamiento pasivo-agresivo fueron reemplazados por una calma gentil. Antes incapaz de expresar afecto, comenzó a decirme que me amaba y a llenarme de abrazos y besos constantemente. Un hombre que siempre había tenido dificultades para hablar de sus sentimientos más íntimos, ahora compartía abiertamente sus miedos, deseos, arrepentimientos y esperanzas más profundas para el futuro una vez que él ya no estuviera. Desarrolló una mayor conciencia espiritual, profundamente reconfortado por la naturaleza trascendente de su viaje. Para mí, el acuerdo de confidencialidad de mi padre es como pelar una cebolla. Cada capa representa un aspecto del ego. Al pelar las capas aparentemente infinitas, el núcleo interior, o alma, finalmente queda al descubierto.

Innumerables personas se preguntan la importancia de acompañar a un ser querido durante las últimas semanas de su vida. ¿Por qué es tan importante? Se debe al significado que le damos a la presencia. Quizás el mejor regalo que podemos ofrecerle a nuestro ser querido en transición es hacerle ver que compartimos esta experiencia juntos. En otras palabras, el simple pero poderoso regalo de la presencia amorosa, o simplemente de estar.

Sin embargo, es fundamental que los cuidadores y familiares brinden amor incondicional, comprensión y empatía a quienes experimentan la NDA. Por difícil que sea, debemos escuchar a nuestros seres queridos con la mente y el corazón abiertos. La Conciencia de la Muerte Cercana no es una experiencia de blanco o negro. Es, en cambio, un encuentro trascendental lleno de mil matices de gris. Debemos comprender que, si bien el lenguaje figurativo de los moribundos es diferente al de los vivos, no lo hace menos real. No debemos asumir que estas conversaciones son simplemente el resultado de la medicación, la falta de oxígeno o las alucinaciones. La presencia de un cuidador informado es invaluable y, en última instancia, puede brindar tanto al cuidador como al paciente una maravillosa oportunidad de crecimiento y sanación.

Cualquier experiencia puede considerarse espiritualmente transformadora si provoca un cambio profundo y diferente en la persona, alterando para siempre sus creencias, prioridades y sentido de propósito. Dichas experiencias pueden ser desencadenadas por diversos sucesos. Estos pueden incluir (entre otros) ECM, experiencias extracorporales, comunicaciones después de la muerte (ECM) y, como demostró mi padre, experiencias de Conciencia Cercana a la Muerte. Porque, en definitiva, todas comparten el mismo mensaje universal de amor divino, paz e interconexión con todos.

Barbara ha experimentado muchas experiencias espirituales a lo largo de su vida, lo cual fue uno de los factores que la motivaron a estudiar las ECM a nivel de doctorado. Algunas personas experimentan una ECM y luego tienen una segunda oportunidad en la vida, mientras que otras no experimentan nada fuera de lo común, excepto al acercarse la muerte. La muerte es un proceso natural y algo que nos espera a todos. Es cuando comenzamos a enfrentar nuestra mortalidad que nuestros miedos pueden comenzar a disiparse. Barbara tuvo el don de poder estar con sus padres y atender a su padre durante los últimos meses de su vida. No es fácil ver a los seres queridos soportar los estragos físicos del cuerpo, pero Barbara también pudo presenciar las experiencias espirituales que formaron parte de la transición de su padre hacia la muerte.

POSTDATA: CRUZANDO OCÉANOS HACIA EL AMAR

Un factor que todos los que han contribuido a este libro han sentido es el amor. Su experiencia les abrió a profundidades de amor que, en muchos casos, nunca antes habían experimentado. Al concluir este libro, nos gustaría añadir una breve posdata de dos de los colaboradores. Durante las primeras etapas de la planificación de este libro, a través de una conexión sincrónica, se enamoraron.

Ainsley Threadgold

Quiero tomarme el tiempo para compartir esta parte de mi historia. Es hermosa, conmovedora y está llena del amor incondicional más divino. Esta parte de mi viaje me ha encontrado resurgiendo. Antes era una oruga; ahora soy una hermosa y gloriosa mariposa. Krista es el viento bajo mis alas y los múltiples colores que despliegan. A ella le he entregado mi corazón. Es a través de ella que he descubierto el amor verdadero y la capacidad de demostrarlo.

Nuestras primeras interacciones estaban llenas de energía. Ahora, al recordarlo, siento que fue como si hubiéramos experimentado las primeras y tentadoras sensaciones de una conexión que ninguno de los dos había conocido. Desafortunadamente, ninguno de los dos estaba en una situación en la que pudiéramos explorar esto de inmediato. Nos separaban 7200 kilómetros, ambos estábamos casados ​​con otras personas y yo acababa de tener hijos, pero aun así no pude evitar sentirme atraído por ella. Sentí una chispa divina que me atraía hacia ella y, como imanes, cuanto más nos acercábamos, más fuerte era la atracción entre nosotros y más profunda la amistad.

Aunque era evidente que nos queríamos profundamente, me vi obligado a aislarme. Me atormentaba toda una vida de dolor emocional y, por primera vez, tuve que reflexionar profundamente sobre quién había sido. Esto significó alejarme de Krista; en ese momento no podía mancharla con mi dolor.

Luego, semanas después, gracias a una serie de acontecimientos sincrónicos, Krista encontró la manera de romper las barreras que yo había creado. Me escribió un mensaje conmovedor; uno que, como una suave brisa cálida, me inundó por completo. De inmediato, me quedó claro que nuestra amistad significaba tanto para ella como para mí, y el universo lo sabía; no iba a permitir que nuestros egos se interpusieran en algo que sabía que se convertiría en algo divinamente hermoso.

Esto desencadenó un gran cambio para ambos. Me di cuenta cada vez más de que mi relación actual había fracasado; peor aún, mi presencia continuaba causando más dolor.

Ahora entiendo que, si bien cada ECM es única, también existen similitudes clave. Asimismo, existen paralelismos en las secuelas transformadoras: conozco varios relatos de personas que han resurgido a sus antiguas vidas al darse cuenta de que ya no encajan. Mi situación no fue diferente, y tras una patada kármica en el trasero con una lectura de tarot, vi el camino del que me había ocultado. Durante años viví en una relación en la que ambas partes negaban una verdad conmovedora: estar juntos nos estaba destrozando. A veces, el acto más amoroso es hacer lo que más duele, así que a principios de julio me fui de casa. Solo tenía una maleta a mi nombre y ningún sitio adonde ir.

Pronto pude mantenerme a mí mismo, a mi esposa y a mi hija, y tener mi  espacio para respirar. Esto despertó viejas energías que, como la naturaleza aparentemente destructiva de un incendio forestal, necesitaban ser disipadas. Volví a retirarme. Abrirme fue demasiado; volví a levantar mis barreras y me cerré. Una vez más, me alejé de Krista. Por mucho que le doliera, con la gracia de un ángel, me dio con delicadeza el espacio necesario para hacer lo que necesitaba.

Tras apagarse el fuego, surge una nueva vida. Dos días después, recibí un mensaje de Krista, que deseaba seguir adelante. Más tarde, aprendí algo que, hasta el día de hoy, me conmueve profundamente. Tras pasar varios días sufriendo en su ego, Krista experimentó una inmersión en el sentimiento más divino del amor incondicional. Entonces supo que estábamos destinados a hacer y ser más; también supo que quería formar parte de mi vida. Rompió mis barreras, mostrándome que podía amarme a mí mismo y que estaba bien ser vulnerable.

Los numerosos acontecimientos que siguieron demostrarían sin lugar a dudas que nuestra amistad se estaba convirtiendo en amor y, usando la analogía de una flor alpina, que crecía en las circunstancias más duras. Nuestra respuesta humana es mover la flor. La flor solo sabe que necesita el sol. Krista era el sol que necesitaba para abrir mis delicados pétalos y, por primera vez, ver que mis cicatrices eran hermosas porque eran yo.

Hay mucho que quiero compartir aquí sobre la sincronicidad: el dolor del estancamiento, el dolor del cambio, y también sobre el crecimiento. Sin embargo, en este momento, me gustaría profundizar en algunos de los cambios más personales que mi ECM me ha permitido. Después de todo, no se trata solo de la experiencia en sí, sino de cómo he evolucionado desde entonces y cómo he lidiado con ella tras resurgir una y otra vez. He dado varios pasos adelante en mi interior y con los dones que estoy desarrollando, para ayudar a todas las almas divinas con las que tendré la bendición de conectar.

Uno de los cambios inmediatos que sentí fue la necesidad de comprenderme mejor. Desperté a una vida tan cerrada, tan atrapada emocionalmente, que me preguntaba cómo seguir adelante y dónde empezaría a encontrarle sentido a mi vida hasta ese momento.

Tuve varias sesiones de hipnosis con mi terapeuta, Karen, para lidiar con mis dolores actuales y descubrir que las causas de muchos de ellos no provenían solo de esta vida, sino también de muchas vidas pasadas. Cuanto más trabajaba en mí misma, más abierta me volvía y más amor me demostraba. Descubrí que la clave para seguir adelante era perdonarme, aprender por primera vez a amarme como era y no solo buscarlo fuera de mí. ¡La CLAVE para mostrar verdadero amor y compasión a los demás es mostrársela a uno mismo primero!

Esta ha sido una parte en constante evolución y sanación de mi trabajo con Krista. Estamos intrínsecamente conectadas; lo que ella experimenta, yo lo siento, y viceversa. Aunque nos separan miles de kilómetros y una diferencia horaria de cinco horas, ambas podemos sentirnos mutuamente. Si Krista está molesta o se está recuperando de algún aspecto de su ser, yo lo siento con ella, y a menudo también me siento sana. Donde antes me costaba compartir cómo estaba o qué sentía, con Krista puedo ser completamente abierta y sé que ella también puede serlo conmigo. Me ha ayudado a desarrollar mi intuición; esto, a su vez, me ha abierto a mi capacidad de canalizar información. A menudo me inspiro para escribir sobre un tema determinado. Siento que las palabras fluyen a través de mí, como si el universo me usara para escribir su melodía divina: mensajes de amor, esperanza e inspiración me han llegado y los he publicado. Me encontré con el conocimiento de que era exactamente lo que alguien necesitaba escuchar, o hablaba de cómo se sentía y le ayudaba a comprender.

Esto se ha desarrollado aún más con mi capacidad para canalizar mensajes, ya sea de las energías universales, guías y poderes superiores, o de seres queridos fallecidos. Esto ha demostrado ser muy preciso, adquiriendo conocimientos que antes no habría podido obtener de aquellos a quienes canalizo. El proceso para lograrlo suele consistir en abrirme y permitir que la inspiración fluya a través de mí mientras escribo. También he transmitido mensajes a personas. Siento un cambio sutil en mi interior, y luego siento que las palabras que digo tienen un poder adicional, y sé que cumplen un propósito mayor.

He redescubierto mis recuerdos perdidos. Recuperarlos ha cambiado y enriquecido mi identidad; me ha enseñado que el amor nos conecta a todos, que el amor nos une, nos mantiene unidos. Somos como células individuales en el universo, cada una portadora de la chispa divina y una representación en miniatura de ella. Cada uno es único y está conectado de forma única; hay un objetivo común oculto en la lucha común. Todos estamos aquí para reaprender el amor del que estamos hechos, para ser la experiencia del conocimiento de todo lo que existe.

Descubrir esto me ha permitido expresarlo en mi interior y también me ha ayudado a (re)conectar con el amor de mi vida. Encontrarla, descubrir que este amor no solo definirá esta vida, sino muchas, saber que, a nivel del alma, estamos aquí para compartir ese amor, es maravilloso. Me siento verdaderamente honrada de compartir lo que tenemos con el mundo. Ambas queremos que la gente vea que el amor ES la clave de la grandeza; es la clave para abrir camino a la vida. Hemos co-creado varias circunstancias muy amorosas, donde hemos cruzado océanos para pasar tiempo juntas. También sabemos que queremos vivir, amar y trabajar juntas.

Para terminar, quiero decir que todos somos amor, aunque nuestras encarnaciones actuales muestren lo contrario; seguimos siendo amor porque ayudamos a definirlo. Ante cada acontecimiento que cambia el mundo y en el que las personas han cometido actos verdaderamente horribles, o cuando ocurren desastres naturales, la consecuencia inmediata es que las personas se unan en amor para que se olviden todas las diferencias, porque en esos momentos nos conmueve nuestra naturaleza más innata. Esta naturaleza es el amor.

Krista Gorman

Tomar la decisión de dejar mi matrimonio me abrió a nuevas posibilidades. Hasta entonces, sintiéndome desempoderada y desconectada de mi verdadero yo, sentía que debía intentar sacar lo mejor de mi presente. Pensaba que mi futuro era lo que tenía entonces, pero no podría haber estado más equivocada. Una de las experiencias más sanadoras y hermosas de mi vida ha sido a través de una relación divina de primer orden con alguien que conocí gracias a nuestra ECM mutua. Ainsley y yo nos conocimos a través de una serie de sincronicidades asombrosas, y muchas sincronicidades posteriores han seguido desde que nos conocimos y reconectamos nuestras almas.

El camino hacia nuestra conexión comenzó con la Dra. Penny Sartori. Mientras buscaba editoriales para mi libro, encontré una del Reino Unido y revisé su catálogo. La Dra. Sartori era una de sus autoras y su temática me atrajo de inmediato. Como Penny es enfermera de UCI y estudia ECM, sentí una conexión inmediata con ella, así que le envié un correo electrónico para saludarla. En su cálida respuesta, me dio el nombre de Kelly Walsh, quien también había experimentado una ECM y vivía en el Reino Unido. Después de hablar con Kelly, sentí como si hubiera encontrado a una vieja amiga, una alma gemela. Creamos un vínculo instantáneo y me uní a su grupo de Facebook Positivity Power. Fue allí donde vi un video que Ainsley había publicado. Hablaba sobre cómo todos tenemos nuestras debilidades y cómo estas nos unen. En esa unión estaba el potencial de iniciar un cambio para mejor en el mundo, a través del amor. Fue una sincera llamada a la acción y literalmente me sentí como si me hubiera atropellado un tren de carga. Algo cambió dentro de mí a un nivel muy profundo y supe intuitivamente que Ainsley sería alguien especial en mi vida.

Poco después, Ains y yo nos hicimos amigos y tuvimos una conexión profunda y casi instantánea. Descubrimos cómo nuestras vidas parecían haber sido paralelas y sentimos que nos habíamos unido por un propósito mayor, uno mucho más grande del que aún éramos capaces de comprender. Esos sucesos sincrónicos no tienen otra explicación que la de que fueron creados y co-creados por nosotros con la intervención amorosa Divina del universo. Desde entonces, nuestra conexión se ha profundizado de forma milagrosa y Divina, y continúa haciéndolo cada vez que logramos romper la barrera del ego y nos permitimos dar y recibir más amor. Para Ains y para mí, fue al encontrarnos y nutrir nuestra conexión que ambos hemos podido sanar heridas emocionales de toda una vida y reexperimentar el mismo amor Divino que somos. Recibir ha sido lo más difícil, como nos ocurre a todos, pero a medida que avanzamos en nuestra relación, esa barrera se ha debilitado y mi amor por mí mismo, mi conexión Divina conmigo mismo, se ha profundizado. A medida que crece mi amor propio, crece también mi capacidad de amar más. Es una hermosa danza de la vida que define nuestra razón de ser. Recibo el don de revivir el amor del más allá en esta vida y puedo reconocer y apreciar el milagro divino que representa. Si no vuelvo a respirar, puedo estar seguro de que, a través de este amor, he recibido la experiencia de lo que realmente se siente estar vivo.

Lo hermoso es que todos podemos tener este don. Lo que se nos requería era que el ego pasara a un segundo plano. Tuvimos que hacer el trabajo emocional y energético, limpiar la casa, por así decirlo, para poder convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos, no solo para nosotros y los demás, sino para todos aquellos a quienes estamos aquí para servir. El ego simplemente se interpone y encubre el amor que somos, pero es un contraste necesario. Sin uno, no reconoceríamos al otro. Realmente no hay ningún secreto para nuestra transformación exitosa de dañados y quebrantados a sanados y completos. En resumen, la clave de nuestro éxito es elegir el amor sobre el miedo. La clave de todo es que cuando elegimos el amor, la vida florece absolutamente en todos los niveles.

Todos llegamos aquí con la misma llave, pero olvidamos que la tenemos. Estamos aquí para recordar y re-memorar, para recomponer nuestras partes rotas, con el amor como pegamento, y volver a ser ese amor.

Sé que es posible. He experimentado cómo se siente y sigo experimentándolo a diario. Amar más es como podemos sanar y crear un mundo más amoroso al mismo tiempo. Simplemente ama más. Y luego, ama aún más. ¡GRACIAS!

 

CONCLUSIÓN

Dra. Penny Sartori

Me siento muy privilegiado de haber tenido la oportunidad de trabajar en este libro con todos los que han contribuido. Creo que cada capítulo ha servido para plantear puntos relevantes que aún deben abordarse, a pesar de que las ECM son de dominio público.

Un punto crucial que este libro ha resaltado es la necesidad de una mayor conciencia y comprensión de las ECM, para que las personas puedan recibir mayor apoyo psicológico al intentar comprender e integrar una experiencia tan profunda y transformadora. Muchas personas luchan durante años para asimilar su experiencia, y algunas investigaciones sugieren que la tasa de divorcios tras experimentar una ECM es bastante alta. Parece totalmente increíble que en 2002, a pesar de toda la información sobre las ECM en los medios, la ECM de Erica se confundiera con un episodio psicótico, por lo que fue trasladada a un hospital psiquiátrico donde su experiencia fue suprimida con medicación. ¡Esto fue en 2002, no en 1902! Este es el epítome de la arrogancia e ignorancia del sistema médico al considerar importantes asuntos espirituales, ya que solo se centra en el cuerpo. Dentro del sistema de salud actual, existe una gran desconexión entre la mente, el cuerpo y el espíritu, porque la ciencia solo está capacitada para abordar lo físico; la mente y el espíritu no se pueden medir, por lo que simplemente no se reconocen ni se abordan.

Otro punto evidente es que algunas de estas personas también mostraron sensibilidad a experiencias similares durante su infancia. Ring y Rosing (1990) también lo observaron al realizar un estudio para investigar si existía un tipo de personalidad que predispusiera a las personas a sufrir ECM. Esto reitera la importancia de apoyar a los niños que describen fenómenos inusuales. No se deben descartar los relatos de estados de realidad no ordinarios; en cambio, se debe animar a los niños a expresar lo que han experimentado. Afortunadamente, el Dr. Bernie Siegel pudo aceptar su ECM infantil e integrarla en su vida. Lo hizo de una manera que le permitió desarrollar una práctica terapéutica combinada con la formación médica formal como cirujano pediátrico, lo que ha beneficiado enormemente a muchos de sus pacientes. Su trabajo continuo se centra en humanizar la educación y la atención médica, así como en enseñar técnicas para mejorar la función del sistema inmunitario, empoderando así a los pacientes.

Irónicamente, nuestra ciencia parece estar dando un giro completo y los estudios comienzan a confirmar la dimensión espiritual. El hecho de que nuestra tecnología científica esté avanzando tanto y las técnicas de reanimación mejoren continuamente significa que cada vez más personas sobreviven a enfermedades graves. Parece lógico predecir que muchas más personas reportarán una ECM. La investigación hospitalaria sobre las ECM comenzó en la década de 1970, y en las décadas posteriores se han publicado varios estudios prospectivos que confirman que las ECM ocurren y tienen secuelas muy reales.

Como exenfermera, creo firmemente que las ECM deberían ser parte fundamental de la educación de todo el personal sanitario (y también del público en general, desde la infancia). Las ECM suelen ocurrir durante un período de inconsciencia, y las primeras personas con las que los pacientes entran en contacto, tras recuperar la consciencia, son enfermeras o médicos. Por lo tanto, es crucial que los pacientes que han sufrido una ECM reciban el apoyo y la orientación adecuados durante su recuperación. Los pacientes a menudo se enfrentan a la recuperación de enfermedades físicas debilitantes, pero la recuperación psicológica suele pasarse por alto con demasiada facilidad. La atención al paciente podría mejorar considerablemente si cada profesional sanitario recibiera formación para reconocer una ECM y responder adecuadamente. Otro cambio positivo en la atención sanitaria sería garantizar que a cada paciente que sobrevive a una enfermedad crítica se le pregunte específicamente si recuerda alguna experiencia inusual. De ser así, se le podría derivar a los servicios adecuados para que le brinden apoyo integral durante el proceso de asimilación de esa experiencia.

Siempre me ha parecido especialmente convincente que las ECM ayuden con el proceso de duelo. Quienes experimentan una ECM suelen quedarse con la certeza de que les espera algo espectacular cuando llegue el momento de morir. Del mismo modo, quienes no han tenido una ECM, pero logran conectar profundamente con ellas, también pueden adoptar una nueva comprensión de la muerte. Antes de comenzar mi investigación, hace más de 20 años, tenía una perspectiva muy diferente sobre la muerte a la que tengo ahora, y me resultaba increíblemente difícil afrontar la pérdida de familiares o el proceso de duelo. Ahora, tras haber tenido la oportunidad de estudiar la muerte y los fenómenos cercanos a la muerte, tengo una comprensión muy diferente, que posteriormente me ha dado la fuerza para afrontar mi duelo de una manera completamente distinta. Sigo sintiendo una profunda tristeza y una sensación de pérdida cuando fallece un ser querido —que nunca desaparece—, pero mi investigación me ha facilitado la superación de esta situación.

Al reflexionar sobre las muertes en mi  familia, recuerdo mi negación ante la muerte cuando a mi abuelo paterno le diagnosticaron un tumor cerebral. Fue el primero de mis cuatro abuelos en morir y recuerdo haber insistido en que probara cualquier tratamiento que le ofrecieran. Desde entonces, mis otros tres abuelos han fallecido, pero para entonces yo ya había empezado a investigar y estudiar las ECM. Mi actitud cambió drásticamente, pasando de la negación a la aceptación. Si bien me prohibieron hablar de la muerte con mi abuelo, pude mantener largas conversaciones sobre mi investigación con mis otros tres abuelos antes de que fallecieran, lo que les brindó un gran consuelo.

Mientras escribo esta conclusión, se cumple un mes del fallecimiento de mi última abuela materna. Había sido ingresada en el hospital y dos días después, al llegar al trabajo, recibí una llamada de mi familia para avisarme de que el hospital había llamado para avisarles que mi abuela se encontraba muy mal. La universidad donde trabajo está al lado del hospital donde la atendían, así que llegué a su lado antes que el resto de la familia. El médico me habló sobre la posibilidad de iniciar un tipo de asistencia respiratoria no invasiva. Le expliqué que había sido enfermera de UCI y que no creía que mi abuela tolerara la mascarilla. Le dije que los cuidados paliativos serían lo más adecuado y le comenté al médico que ya lo habíamos hablado en familia.

Afortunadamente, el médico estuvo de acuerdo conmigo y mi abuela tuvo una muerte muy tranquila y digna con su familia a su lado. Esto contrasta marcadamente con mi actitud ante la muerte con mi abuelo paterno hace 23 años. Supongo que el hecho de que mi abuela tuviera 90 años, mientras que mi abuelo solo 68, influyó mucho, pero también siento que ahora puedo ver el futuro. La muerte nos llegará a todos tarde o temprano, pero mi investigación me ha enseñado a aceptar la muerte en lugar de temerla, y a centrarme en la vida y apreciarla.

Muchos servicios profesionales que atienden a personas en duelo son muy conscientes de los fenómenos cercanos a la muerte y las comunicaciones después de la muerte, y a menudo utilizan relatos de ECM para ayudar a sus clientes. De hecho, yo mismo he impartido formación en este ámbito a consejeros de duelo. El hecho de que esta conciencia de los fenómenos cercanos a la muerte pueda ser de gran ayuda refuerza la importancia de estas experiencias y sus beneficios terapéuticos. Estos efectos secundarios de las ECM me interesan especialmente porque pueden desarrollarse para ayudar a otros. Muchas personas luchan con el duelo. Al conocer más sobre estas experiencias, la sociedad comenzará a pensar en la muerte de forma diferente y, al hacerlo, podría desarrollar una comprensión y aceptación más profundas de este aspecto de la humanidad que nos espera a todos.

El trabajo de William Peters, creador del Proyecto de Cruce Compartido descrito en el Capítulo 15, surgió de sus ECM. Es de gran importancia porque ayuda a quienes están de duelo por la pérdida de un ser querido. El trabajo de William ha facilitado la experiencia compartida de la muerte y, según los casos que tengo en mis archivos, demuestra que quienes las han vivido han podido superar su duelo mucho más rápido que quienes nunca la han vivido.

Desde una perspectiva sanitaria, también me intrigan las extraordinarias curaciones que han reportado algunas personas tras una ECM. De hecho, presencié un caso similar durante mi investigación hospitalaria y posteriormente escribí sobre el caso del Paciente 10 (Sartori, Badham y Fenwick, 2006), quien se sometió a la curación de una contractura congénita con la que había convivido durante los 60 años previos a la ECM. Debido a su parálisis cerebral, su mano derecha había estado contraída permanentemente desde su nacimiento; sin embargo, tras su ECM, pudo extenderla completamente (todo esto fue verificado por su hermana). Los médicos y fisioterapeutas no pudieron explicar cómo fue posible.

Otras personas también han reportado recuperaciones notables tras una ECM, y existen numerosos ejemplos en la literatura, como los de Mellen-Thomas Benedict y Anita Moorjani. En el capítulo 6, David Bennett describió cómo, tras su ECM, le diagnosticaron un cáncer que había hecho metástasis en muchas otras partes del cuerpo, pero que superó. ¿Cambió algo en la mentalidad de David como resultado de su ECM que le ayudó a recuperarse de esta enfermedad a menudo mortal?

Shelley Parker, cuya ECM aparece en mi libro The Wisdom of Near-Death Experiences (La sabiduría de las experiencias cercanas a la muerte), previó en una premonición, en su adolescencia, que tendría cáncer cuando estuviera en sus treinta, pero también se le aseguró que sobreviviría. En 2009, a Shelley le diagnosticaron una forma rara de linfoma y le dieron cinco semanas de vida. Fue durante su tratamiento para el cáncer que comenzó a tener experiencias extracorporales. Su salud se deterioró hasta el punto de que sintió que se estaba muriendo. En este punto, se sometió a una ECM, durante la cual se le mostró que su prometido moriría. Trágicamente, al día siguiente, su prometido, un piloto de helicóptero comercial, murió cuando el helicóptero que volaba se estrelló.

Lo que encuentro particularmente inspirador de Shelley es cómo afrontó la pérdida de su prometido y amor de la infancia, especialmente cuando ella misma aún se encontraba tan mal por el cáncer. Numerosos estudios han demostrado que el duelo y la pena pueden afectar negativamente tanto la salud mental como la física.

El caso de Shelley pone de manifiesto lo poderosas que pueden ser las ECM. La salud de muchas personas se ha visto afectada negativamente tras un duelo, pero en el caso de Shelley parece haber ocurrido exactamente lo contrario. A pesar de que su médico le dijo que era poco probable que sobreviviera a la noche, y a pesar de tener que aceptar el impacto negativo del duelo, se recuperó y se mantiene libre de cáncer más de siete años después. Creo que hay mucho que podríamos aprender e incorporar de las ECM en futuros tratamientos para esta enfermedad.

La ECM de Shelley influyó posteriormente en su forma de vivir. Como ella misma afirma: «Tener esta experiencia me salvó la vida. Ahora sé con certeza que existe un Dios (siempre fui agnóstica, incluso antes rozaba el ateísmo) y que todos estamos aquí por una razón. Mientras estaba con Dios, sentí con mucha fuerza que la calma y la paz que sentí son algo que todos deberíamos anhelar en la Tierra».

La ECM también motivó a Shelley a cambiar de carrera:

Sabía que, a pesar de mis estudios de posgrado y de ser autora de literatura infantil publicada, mi vida se estaba desvaneciendo antes del cáncer. De repente, perder el tiempo sin hacer algo que me apasiona me pareció absurdamente inútil y, un año después de terminar la quimioterapia, comencé a reciclarme como psicoterapeuta; algo que siempre quise hacer, pero que pospuse durante años. Me gradué en 2014 y ahora trabajo como psicoterapeuta centrada en la persona.

Mi experiencia me ha hecho comprender que estamos aquí para alcanzar la plenitud en la vida y hacer lo que nos hace felices, y también lo que ayudará a los demás. Realmente todos somos uno. En mi ECM, sentí una profunda pertenencia: que todos estamos juntos en esto, y cuánto más felices y completos seríamos si nos diéramos cuenta de que somos más parecidos que diferentes y que podemos lograr mucho si nos unimos.

Las reflexiones finales de Shelley son compartidas por la mayoría de las personas que han tenido una ECM, incluyendo a Robert Tremblay. El hecho de que a Robert le diagnosticaran sida terminal y lo ingresaran en un hospicio para morir, solo para que una ECM cambiara por completo su perspectiva de la vida, es un testimonio más del poder de las ECM. Continúa recaudando fondos y difundiendo información sobre el sida más de cuatro años después de su fallecimiento.

Me sorprende mucho la poca atención que se presta a los casos de recuperaciones verdaderamente extraordinarias. ¿Por qué hay tan poca gente interesada? Cuando Carlyle Hirshberg y Marc Ian Barasch (1995) investigaron casos de curaciones extraordinarias, descubrieron muchos casos que nunca se habían analizado en la literatura e incluso sugirieron que menos del 10 % de las curaciones extraordinarias se registran en revistas científicas. Como dicen en la primera página de su libro: «La recuperación extraordinaria es un fenómeno tan espectacular, elusivo y casi científicamente deshonesto que pocos investigadores se han molestado en buscarlo, y mucho menos en analizar sus implicaciones. Cuando no se descarta como un diagnóstico erróneo, se considera casi una molestia...». Es alentador ver tantos cambios positivos recientes en relación con las ECM. Soy optimista y creo que, en el futuro, habrá profesionales sanitarios entusiastas que también se sientan intrigados por estos casos y que emprendan investigaciones para profundizar en estos aspectos.

Cualquiera que sobreviva a un roce con la muerte probablemente cambie su actitud ante la vida tras una segunda oportunidad. ¿Es esto solo cierto para quienes experimentan ECM o todas las personas que sobreviven a la muerte cambian de la misma manera? Estas fueron las preguntas que se plantearon los psicólogos clínicos Gary Groth-Marnat y Roger Summers, quienes publicaron su investigación en el Journal of Humanistic Psychology en 1998.

El estudio consistió en 53 personas que experimentaron ECM y un grupo de control de 27 que sobrevivieron a una experiencia cercana a la muerte, pero no reportaron ninguna ECM. Se incluyó un grupo adicional, compuesto por las parejas de los dos primeros grupos, que se utilizaron para corroborar los cambios de vida reportados. Los autores investigaron los cambios en la vida de los participantes, como sus valores, creencias y actitudes, tras su experiencia cercana a la muerte.

Los cambios notables incluyeron una reducción del miedo a la muerte con una convicción reforzada de una vida después de la muerte, un menor interés en las posesiones materiales, un aumento de las experiencias trascendentales, una mayor preocupación por los demás, una mayor autoestima, una mayor capacidad para los fenómenos "paranormales”y una mayor apreciación de los fenómenos naturales.

El análisis de los resultados mostró que quienes experimentaron una ECM mostraron mayores cambios que quienes sobrevivieron a una experiencia cercana a la muerte, pero sin ella. Estos cambios fueron corroborados por sus seres queridos. También se demostró que quienes reportaron una experiencia más profunda experimentaron cambios más positivos. La conclusión general del estudio fue que fue la  ECM, y no solo el hecho de estar cerca de la muerte, lo que instigó los cambios vitales. A pesar de que esta investigación se publicó hace casi 20 años, el sistema médico aún no parece comprender sus implicaciones. ¿Por qué no hay más gente interesada en este hallazgo? ¿Qué tiene la ECM que es tan poderosa que literalmente cambia vidas? Esto es algo que me interesa e inspira, y me da esperanza de que algún día haya financiación para investigarlo más a fondo, de modo que podamos desarrollar nuevos tratamientos dentro de nuestro sistema de salud que abarquen nuestra espiritualidad y salud psicológica, además de la física.

En su libro The Varieties of Religious Experience, publicado en 1902, William James, profesor de psicología de Harvard, escribió que «por sus frutos los conoceréis». Cuán maravillosamente cada colaborador de este libro ha cumplido esa afirmación. Los pasos que han dado hablan por sí solos. Muchos han desarrollado sistemas de apoyo o nuevas intervenciones que tienen grandes beneficios para la salud y el bienestar de los demás. Son una luz para quienes los rodean, pero también tienen una gran visión para toda la humanidad. Ya no son el centro de su  pequeño mundo, sino que se ven a sí mismos como parte del gran todo de la humanidad y el planeta. Sus acciones y logros, que van desde transformaciones personales hasta la creación de centros de sanación y grupos de apoyo, los hacen destacar. Cada uno de ellos es un paso hacia un mundo más positivo y amoroso.

Otra razón para escribir este libro ha sido transmitir el enorme potencial que las ECM tienen para el bienestar y la evolución de la humanidad. Lo más prevalente, y probablemente lo más importante, que transmiten las ECM es un sentimiento de amor puro e incondicional. Este amor se experimenta con una profundidad nunca antes conocida y parece emanar de quienes las experimentan. Amar y ser compasivos con los demás se convierte en un estado natural para ellos.

Transformarse de maneras tan profundas, como lo demuestra cada colaborador de este libro, resalta el poder de las ECM. Ya no pueden considerarse alucinaciones. De hecho, las técnicas desarrolladas por Diane Goble, Krista Gorman, Barbara Ireland, Katherine Baldwin y otras personas que han experimentado ECM contribuyen a una buena salud, lo que a su vez tendrá un impacto positivo en nuestra evolución como especie.

En el capítulo 10, Diane Goble afirmó que «Nos estamos elevando por encima de nuestra naturaleza animal y desarrollándonos como seres humanos espirituales plenamente integrados» y que ahora siente que su misión es elevar la conciencia de la humanidad. Richard Maurice Bucke sugirió algo similar en su libro Conciencia Cósmica, publicado en 1901. Él creía que la conciencia de la humanidad estaba evolucionando al siguiente nivel. Cuando las personas se involucran con el mensaje de la ECM, toman conciencia de una dimensión más profunda de la vida y se dan cuenta de que son parte de un gran todo. Intuyen que cada persona en el planeta está interconectada y que el comportamiento de cada persona puede impactar en el planeta mismo. Una vez que se comprende esto, la vida se vive desde una perspectiva de amor y respeto: por los demás, así como por el medio ambiente. No solo está evolucionando la conciencia de la humanidad, sino también el planeta, porque cuando maduramos y tomamos conciencia del daño ambiental que el comportamiento humano está causando, entonces abordamos este problema y nos aseguramos de cuidar el planeta tanto como nos cuidamos a nosotros mismos como individuos.

Antes de terminar este libro, quisiera mencionar que, sin la persistencia y el entusiasmo desbordante de Kelly, nunca habría llegado a buen puerto. Estaba tan ocupado con el trabajo y los compromisos familiares que no tenía tiempo libre para dedicarme al proyecto, pero la visión a largo plazo de Kelly y otros proyectos que tiene planeados me convencieron de participar. Kelly ha llevado a cabo la mayor parte del trabajo entre bastidores, incluyendo contactar a cada colaborador y colaborar con la editorial. Ha sido fantástico trabajar con Kelly. Siempre que me he sentido abrumado por la carga de trabajo, ella ha estado ahí para animarme y ayudarme.

Durante su experiencia hospitalaria, les dijo a los demás pacientes que "almas afines colaborarían para cambiar el mundo". Estas palabras se reforzaron cuando contactó recientemente con Caz Simms, una de esas pacientes. Caz comentó que Kelly estaba haciendo exactamente lo que había hablado durante su estancia en el hospital. La motivación de Kelly para poner en práctica lo aprendido durante su experiencia no ha disminuido; al contrario, sigue cobrando impulso a pesar de todas las dificultades que ha tenido que superar. Aunque ha tenido que lidiar con la integración plena de su experiencia y los cambios que conlleva, el suicidio de su padre y las posteriores burlas y rechazo de su familia, todavía se esfuerza por marcar la diferencia y ser útil a los demás.

Kelly ya está generando un impacto positivo en el mundo a través de su Movimiento Poder Positivo y la Fundación Love, Care, Share, aunque esta última se encuentra en sus primeras etapas. A medida que esta alcance su máximo potencial, la determinación y el trabajo duro de Kelly serán un legado para las generaciones futuras.

Una vez que las personas interactúan con el mensaje de la ECM, este se vuelve contagioso; el profesor Kenneth Ring las ha comparado con un virus benigno. Además de realizar una fascinante investigación sociológica sobre las ECM en la década de 1980, el profesor Ring impartió un curso sobre ellas. Descubrió que muchos de sus estudiantes experimentaron cambios similares a los de quienes habían experimentado una ECM simplemente al aprender sobre ellas. Los cambios no fueron tan significativos como los de quienes sí la experimentaron, pero aun así se observaron cambios positivos notables.

Creo que a medida que más personas interactúen con el mensaje de la ECM, habrá grandes avances en nuestra evolución al comprender que todos estamos interconectados y que, en última instancia, nuestras acciones nos impactan. Entonces comenzaremos a vivir desde el amor y no desde el miedo.

Este libro ha presentado solo unos pocos casos, pero hay muchos más esperando ser descubiertos. Animo a todos a buscar a estas personas, inspirarse en ellas y aprender de ellas. Usted también puede contribuir compartiendo el mensaje de la ECM y difundiéndolo.

 

EPÍLOGO

Kelly Walsh

Este libro ha sido un trabajo de amor, desde su concepción hasta su finalización, y esperamos que toque los corazones, las mentes y las almas de cada persona que lo lea.

Las ECM son, para la mayoría de las personas, transformadoras por naturaleza. Sin embargo, suelen conllevar desafíos y, a veces, muchas personas que las experimentan, incluyéndome a mí, podemos sentirnos bastante solas y aisladas al no tener contacto regular con otras personas que comprendan y asuman plenamente lo que hemos vivido.

El punto de inflexión para mí llegó cuando conecté con la Dra. Penny Sartori y, posteriormente, comencé a conectar con otras personas de todo el mundo a través de las redes sociales. Fue como reconectarme con mi familia espiritual perdida hace mucho tiempo y lo encontré sumamente catártico.

Lo que más me impactó al conectar con otras personas que habían vivido experiencias similares es que la gran mayoría, sin importar su color, credo, género, sexualidad, creencias religiosas o cualquier otra diferencia, regresaron de su experiencia con un mensaje similar de unidad y amor incondicional. Más interesante aún, muchos, como yo, habían reorientado su propósito de vida tras la experiencia y, en algunos casos, habían tomado decisiones que cambiaron por completo su vida y la de quienes los rodeaban.

Fue la comprensión de que tantas personas habían sido impactadas de la misma manera que yo, tras sus experiencias, lo que me dio la idea del concepto de este libro. Las palabras que grité tras mi ECM —«almas afines colaborarían para cambiar el mundo»— nunca me abandonaron y sabía que algún día compartiría mis experiencias y conocimientos en colaboración con otros para contribuir positivamente a la conciencia colectiva de nuestro planeta.

Me encantó que Penny aceptara ser coautora de este libro. Enfrentamos algunos desafíos en el camino, lo que provocó que el libro se pospusiera 12 meses. Sin embargo, creo firmemente que la vida tiene sus altibajos y que las cosas suceden cuando deben suceder, en el momento perfecto de la Divinidad. A menudo recibimos pequeños empujoncitos y guía de Dios y del universo para ayudarnos a saber cuándo es el momento adecuado. Para darles un ejemplo, quiero contarles un poco sobre mi perrita Coco y cómo influyó en el momento y la importancia de este libro.

Tras el suicidio de mi padre, mi pareja me sugirió comprarme un cachorro para ayudarme con mi proceso de recuperación. Curiosamente, elegí a Coco entre una colección de muchas razas diferentes. Es una schnauzer miniatura y me sorprendió descubrir que su cumpleaños es el 9 de octubre, que coincide con el aniversario de mi ECM. Unos meses después de tener a Coco, me sentía mucho más fuerte y le escribí a Penny para decirle que creía que deberíamos considerar terminar el libro, ya que intuitivamente sentía que era el momento adecuado. Penny estuvo de acuerdo y ese mismo día encendí mi portátil para empezar a trabajar en el proyecto. De repente, Coco corrió por el teclado y apareció una página web llamada "El Nuevo Mensaje de Dios al Mundo", que se congeló en mi pantalla. En ese momento, pensé: “¡Vaya! Mi intuición es correcta. Y ahora Dios y el universo la han reafirmado y le han dado el visto bueno". Supongo que algunos tendrían dudas sobre mi punto de vista y dirían que estos incidentes fueron solo una coincidencia. A eso, yo simplemente sonreiría y respondería que nuestros seres queridos fallecidos, Dios y los ángeles se comunican con nosotros todo el tiempo, pero si estamos abiertos a aceptar y recibir estos mensajes depende totalmente de nosotros y de nuestra conciencia espiritual.

Me senté a ultimar las palabras de este epílogo pocos días después del primer aniversario de la transición de mi padre al otro lado. Estaba en un estado de ánimo contemplativo, pensando en lo que había vivido en los últimos 18 meses. Ese período de mi vida fue, por mucho, el más difícil hasta el momento y, a veces, luché con sentimientos de aislamiento y me preguntaba constantemente "¿por qué?". Solo reflexionando me he dado cuenta de que el conocimiento y la sabiduría que adquirí durante mi ECM me ayudaron enormemente durante ese doloroso momento, sobre todo al recordar cuánto me ama nuestro Creador, como a todos, y que la vida es verdaderamente eterna.

Si alguien que lee esto está pasando por un momento difícil, ya sea por la pérdida de un ser querido o por cualquier otra circunstancia, por favor, aférrate al poder sanador del Amor Divino y recuerda que las nubes oscuras pasarán y el sol volverá a brillar muy pronto. En todo momento, estás en brazos seguros, protectores y amorosos.

Permíteme asegurarte que tu lectura de este libro tuvo una razón. Nada ocurre por casualidad ni por destino. Quizás se haya cruzado en tu camino para ayudarte en tu camino de sanación o, simplemente, para ayudarte a abrir tu corazón, mente y alma a nuevas formas de pensar y vivir. No hay una respuesta correcta o incorrecta; solo tú, y solo tú, sabrás la verdadera razón por la que elegiste este libro y el impacto que ha tenido en tu vida.

Creo que parte del propósito divino de este libro es unir a personas con ideas afines y apasionadas por marcar una diferencia positiva en el mundo. Si, como yo, no quieres que este sea el final, sino solo el principio, únete a nuestra creciente comunidad global www.positivitypowermovement.com y forja nuevas amistades con personas comprometidas con crear un mundo más amoroso, solidario y solidario.

Por nuestra cuenta, a menudo sentimos que no podemos hacer lo suficiente para generar el cambio duradero que nuestro planeta necesita, y podemos empezar a sentirnos impotentes. Lo que intento recordarles es que cuando unimos fuerzas y nos centramos en lo que podemos hacer, aunque sea solo regalar una sonrisa a alguien que se siente mal, podemos crear una cultura de bondad, unidad y amor que genere ondas de cambio en todo el mundo.

Juntos podemos crear un mundo mejor; uno donde los niños tengan suficiente comida, donde la gente viva en paz y armonía, donde todo lo que nos une supere con creces lo que nos divide. Una humanidad unida puede construir un mundo mejor mediante el trabajo de una comunidad global compasiva, amorosa, solidaria y solidaria.

Contribuyes a este objetivo simplemente comprando este libro y animando a otros a hacer lo mismo. Cada céntimo de las regalías recaudadas por nuestras ventas globales se destinará a apoyar los proyectos infantiles con los que colabora la Fundación Love, Care, Share.

Gracias por formar parte de nuestros viajes individuales y colectivos, y esperamos que se sientan inspirados a participar en este movimiento transformador. Si este libro tiene un mensaje claro y conciso, es que todos podemos lograr cambios profundos en nuestra vida personal, y cuando nos conectamos con otras almas afines, tenemos el potencial de cambiar el mundo. Muchos estamos empezando a comprender más profundamente que todos somos un reflejo de lo Divino, que puede expresarse como amor por nosotros mismos, por los demás, por otras especies y por el mundo. Todos somos capaces de experimentar miedo, aislamiento, trauma, etc., pero estas experiencias de "sombra”son parte integral de nuestros viajes de sanación. La lección para todos nosotros en estos tiempos difíciles es creer que podemos transformar dificultades, como el miedo, la culpa o el odio, en amor, perdón y compasión. Algo que puedo decir, con creciente confianza, es que cuanto más amamos, más nos preocupamos y más compartimos. Estos son los cimientos del Poder de la Positividad, que puede cambiar el mundo.

¡El amor todo lo conquista!

 

EPÍLOGO

Neale Donald Walsch

La naturaleza de las experiencias espiritualmente transformadoras es, sin duda, variada. Si bien nunca he tenido una ECM como las que se exploran en este extraordinario libro, he tenido tres experiencias extracorporales en mi vida, y me intrigó descubrir que los relatos de ECM aquí presentados difieren poco de mi experiencia extracorporal más maravillosa, que se incluye en estas páginas.

Las narraciones de otros aquí también coinciden en muchos sentidos con los mensajes sobre la vida después de nuestro Día de Continuación que he recibido en los diálogos que he publicado bajo el título Conversaciones con Dios. Por lo tanto, me siento doblemente motivado a animarlos a que se aferren a la información que han encontrado aquí.

Entre las muchas experiencias especiales de mi vida, tuve el honor de trabajar en el equipo de la Dra. Elisabeth Kübler-Ross, médica y psiquiatra, quien quizás haya contribuido más que cualquier otra persona a cambiar nuestra comprensión de la muerte y a aceptarla como una parte natural y gozosa de la vida. Elisabeth nos dijo cientos de veces a quienes la rodeaban: «La muerte no existe. Cuando ya no tienes miedo de morir, no tienes miedo de vivir».

El libro que tienes en tus manos puede hacer más por liberar a la humanidad del miedo a la muerte que cualquier otro libro de la historia reciente. Si el material de Conversaciones con Dios te resultó útil en tu vida, o si conoces alguno de los escritos de uno de mis mentores más maravillosos, el Dr. Ross, estoy seguro de que estas crónicas personales te han resultado confirmaciones oportunas y contundentes, provenientes de diversas fuentes, de lo que puedes esperar en lo que llamamos el más allá, así como de la realidad y la naturaleza de Dios.

En Conversaciones con Dios – Libro 4: Despertar a la Especie (2017, Watkins), se invita a los seres humanos de todo el mundo a autoseleccionarse para estar entre quienes se comprometen a impulsar su  evolución individual, compartiendo las historias de su trayectoria de una manera que contribuya a despertar a toda la especie a quiénes y qué son realmente los seres humanos (Individuaciones de la Divinidad). Quienes aceptaron compartir sus testimonios personales en esta excepcional colección lo han hecho precisamente, ofreciéndonos detalles de primera mano de lo que sin duda debe ser su experiencia vital más íntima y sagrada. Al hacerlo, han contribuido a esa misión, despertándonos a lo que William Shakespeare quiso decir cuando escribió: «Hay más cosas en el Cielo y en la Tierra, Horacio, de las que tu filosofía sueña».

Le pedí a Dios, en el diálogo que se encuentra en “Hogar con Dios en una vida sin fin", que definiera la muerte. En respuesta, Ella dijo: "La muerte es un proceso de reidentificación". Antes de ese momento, nunca lo había visto de esa manera. Ahora, quienes han contribuido aquí han colocado un signo de exclamación al final de la frase de Dios. Lo que han compartido en estas páginas puede brindar consuelo y claridad, paz y una profunda certeza de la bondad de la Deidad, un testimonio directo de su amor incondicional por nosotros y una afirmación de la absoluta seguridad de no temer nunca más el fin de esta vida física.

Para quienes están muriendo, para quienes tienen seres queridos que se acercan a la muerte, y para quienes han muerto y resucitado y se preguntan si están solos en lo que experimentaron, no puedo imaginar un regalo mayor. Sé que miles de quienes lean este libro estarán agradecidos a Penny Sartori y Kelly Walsh por presentárselo. Ellas también se autoseleccionaron, y nosotros somos mejores gracias a ello.

 

ACERCA DE LOS AUTORES Y DEDICATORIA

 


La Dra. Penny Sartori, PhD, RGN, es una experta de renombre mundial en ECM. Trabajó como enfermera de cuidados intensivos durante 17 años y realizó el primer estudio prospectivo a largo plazo sobre ECM en el Reino Unido, por el cual obtuvo un doctorado. Escribió el bestseller "La sabiduría de las experiencias cercanas a la muerte”(2014), publicado por entregas en el Daily Mail, así como "Qué es una experiencia cercana a la muerte?". Su trabajo ha sido presentado y entrevistado en la prensa y la radio nacionales e internacionales. Imparte conferencias por todo el mundo y actualmente imparte clases en la Universidad de Swansea.


Kelly Walsh es la fundadora del Movimiento Positividad Poderosa y la fundación benéfica Love Care Share. Su obra se ha inspirado en una ECM que tuvo en 2009 tras un intento de suicidio y en las experiencias espirituales que ha tenido desde entonces. Las palabras que pronunció tras su experiencia —"almas con ideas afines colaborarían para cambiar el mundo"— han sido el motor que impulsó la creación de este libro y el trabajo que realiza actualmente. Actualmente, está desarrollando una marca de personajes infantiles, inspirada en su ECM, sobre las aventuras de la Princesa Positividad del Planeta Positavia, cuya misión es erradicar la negatividad del planeta y crear un mundo más amoroso, solidario y solidario. La marca financiará la labor continua de la fundación benéfica que ha creado en colaboración con la Dra. Penny Sartori, cuyo objetivo es marcar una diferencia positiva en la vida de los niños afectados por la pobreza y el sufrimiento en todo el mundo.

 

 

Penny: Dedico este libro a mi hijo Sol, el mejor regalo que he recibido.

Kelly: Dedico este libro a mi difunto padre, David Walsh. Te quiero, papá, hasta la luna, las estrellas, el Planeta Positavia y más allá.

 

OTROS DICEN...

Una lectura fascinante que resume el impacto positivo que las experiencias cercanas a la muerte tienen en las personas y en el mundo en general. El trabajo de la Dra. Penny Sartori y Kelly Walsh refuerza el importante mensaje de que todos somos uno, estamos conectados, y que el amor es la fuente más poderosa del universo, capaz de sanar el mundo. Recomiendo ampliamente este libro, tan bien escrito y que invita a la reflexión. Las ganancias obtenidas no solo se destinan a marcar la diferencia en la vida de niños, sino que sus páginas tienen el poder de abrir los corazones, las mentes y las almas de cada persona que lo lee.

Anita Moorjani, autora superventas del New York Times

Las experiencias cercanas a la muerte producen una transformación extraordinaria en la vida de quienes las experimentan, y este libro explora muchas de estas historias transformadoras de una manera sumamente reveladora. Uno de sus mayores dones es su reconfortante descripción del infinito poder sanador del amor y la sensación de conexión con el universo que surge de estas experiencias profundas. La ciencia está a punto de un gran despertar, ya que las ECM y otras experiencias espiritualmente transformadoras similares exigen explicaciones más completas, lo que abre la puerta a una comprensión más profunda de la naturaleza de la consciencia y de toda la existencia.

Eben Alexander, MD, neurocirujano y autor de Prueba del Cielo y El Mapa del Cielo

Me conmovieron profundamente los relatos personales e íntimos sobre el poder transformador de una ECM. Este libro ayuda a romper el tabú sobre las ECM y sus secuelas, y deja claro el impacto de una experiencia tan abrumadora en quienes la han vivido. Pero, sobre todo, también nos enseña a vivir nuestra vida al máximo. Muy recomendable.

Pim van Lommel Cardiólogo, autor de Conciencia más allá de la vida

El poder transformador de las experiencias cercanas a la muerte te atrapa y te atrapa. Es cierto que existen varios libros sobre este tema, pero ninguno, repito, ninguno tiene el impacto que este tiene.

PMH Atwater LHD, autora de 15 libros sobre el fenómeno cercano a la muerte. Su último libro, "Un manual para el desarrollo humano", cumple una promesa que hizo durante su tercera ECM.

Pocas experiencias transforman la vida de una persona tan profundamente como una experiencia cercana a la muerte. Este libro nos ayuda a comprender cómo es esa experiencia y por qué las personas cambian al respecto. También ayuda a difundir entre quienes han tenido ECM que su experiencia es real y que no están solos. Sin embargo, para quienes nunca hemos tenido una ECM, los autores nos inspiran a hacer cambios en nuestras vidas sin la necesidad de estar a punto de morir. Que un solo libro logre todo esto es extraordinario. Recomiendo encarecidamente El poder transformador de las experiencias cercanas a la muerte.

Bob Olson, autor de Respuestas sobre la otra vida y presentador de AfterlifeTV.com

El Poder Transformador de las Experiencias Cercanas a la Muerte es en sí mismo una lectura poderosa y transformadora. Los diversos relatos convergen en temas clave como el amor propio, la aceptación, el perdón y la renovación. Detrás de todo esto se encuentra la comprensión de la Unidad y la consecuencia de que todos estamos profundamente conectados entre nosotros y que la naturaleza de esta conexión es el Amor. Muy recomendable.

David Lorimer Ex vicepresidente de la Asociación Internacional de Estudios Cercanos a la Muerte (Reino Unido) y director del programa de la Red Científica y Médica

Experimentadores de todo el mundo muestran cómo sus ECM les llevaron a mensajes constantes de paz y amor, y a apreciar la verdad de que todos estamos interconectados. Así como las ECM cambian para siempre la vida de quienes las experimentan, este libro también puede cambiar la suya.

Bruce Greyson MD Profesor Carlson Emérito de Psiquiatría y Ciencias Neuroconductuales División de Estudios Perceptuales, Sistema de Salud de la Universidad de Virginia

Los autores demuestran que el tema de la transformación sigue siendo tan relevante hoy como cuando Kenneth Ring y Evelyn Elsaesser-Valarino publicaron por primera vez su obra relacionada, Lecciones de la Luz, en 1998. El fenómeno merece mucha más investigación sobre procesos específicos y posibles aplicaciones, que abarcan desde la medicina hasta el afrontamiento del duelo y la psicoterapia.

Titus Rivas MA MSc Coautor de El yo no muere

Con cada página encontrará un tesoro de ideas e inspiración. Este libro excepcional está escrito con maestría, es increíblemente fácil de leer y lo recomiendo con entusiasmo.

Jeffrey Long MD Autor del bestseller del New York Times Evidencia de la otra vida: La ciencia de las experiencias cercanas a la muerte

“Al leer el primer capítulo del poderoso libro de la Dra. Penny Sartori y Kelly Walsh, tuve lágrimas de gratitud en mis ojos; eso es señal de un libro poderoso que conmoverá corazones y almas.

Vi una superposición inmediata entre los mensajes que Kelly y otros "experimentadores”destacados obtuvieron de su encuentro con un estado alterado de conciencia y los míos: todos estamos intrínsecamente conectados, somos partes iguales de un mismo todo, y es la comprensión de esta interconexión lo que salvará a la humanidad y al mundo".

Katie Mottram, autora y directora fundadora de la Red Internacional de Emergencia Espiritual

Este extraordinario libro es un avance inspirador y asombroso en el dinámico campo de la crónica de las experiencias cercanas a la muerte. Es un libro profundamente personal, algo que otros autores del tema, de alguna manera, han pasado por alto intrínsecamente. El Poder Transformador de las Experiencias Cercanas a la Muerte nos abre la puerta con amor y valentía, una valiosa guía hacia el poder del amor. Con gran valentía, declara «somos amor», y por ello estoy sumamente agradecido.

Pietro de la Luna Autor de la serie Yeshu'a: La historia de la vida oculta de Jesús

En este libro tan necesario, la Dra. Penny Sartori y Kelly Walsh han recopilado una serie de experiencias personales fascinantes que requieren mayor investigación. Nuestro modelo científico moderno se basa en el empirismo. Esto significa comprender el mundo que nos rodea a través de nuestra experiencia en él. Si esto se toma literalmente, las experiencias subjetivas como la ECM no deberían simplemente descartarse como alucinaciones creadas por el cerebro moribundo. Sus coherencias culturales e históricas sugieren que esta experiencia es universal y, como describen los relatos de este libro, tiene un poderoso efecto transformador en quienes la han experimentado de primera mano.

Anthony Peake, autor de Abriendo las puertas de la percepción

Leer este libro inspirador es transformador en sí mismo, y su poder reside en las voces auténticas de los participantes. Si bien sus experiencias y ECM fueron diferentes, lo notable es la transformación que experimentó cada uno tras su ECM y su llamado a la acción para compartir con pasión con el mundo mensajes universales sobre el amor incondicional, la unidad y la existencia de un mundo extraordinario. Este libro educará a familiares, amigos y profesionales de la salud sobre los desafíos que enfrentan las personas que han tenido esta experiencia y los cambios que pueden ocurrir. Destaca la necesidad de comprensión, validación y apoyo. ¡Un libro transformador!

Maggie La Tourelle Psicoterapeuta y sanadora energética y autora de El regalo del Alzheimer

El Poder Transformador de las Experiencias Cercanas a la Muerte nos muestra que cada persona tiene un camino espiritual individual, y sin embargo, todos los caminos tienen el mismo propósito: ayudarnos a alcanzar el amor, el estado de conciencia más elevado posible. Este libro no trata tanto de la belleza y el misterio del Cielo, sino de la sabiduría de ese reino, capaz de usar cualquier tragedia para facilitar nuestra transformación.

Reverendo David Maginley, MDiv CSCP, autor de Beyond Surviving: Cancer and Your Spiritual Journey

Este hermoso libro es la luz al final del túnel. Debería ser lectura obligatoria para cualquiera que alguna vez se haya preguntado sobre el significado de esta vida y si existe el más allá. Llorarás y sonreirás al leerlo; siempre es una señal, en mi libro, de que algo viene del cielo.

Theresa Cheung, autora del bestseller del Sunday Times The Afterlife is Real

“Una colección maravillosamente inspiradora de historias de transformación, que en sí mismas se vuelven transformadoras para el lector, apuntando a una visión más amplia y profunda de la realidad en la que el amor y la conexión son cualidades fundamentales del universo”.

Steve Taylor PhD Autor de Waking From Sleep, The Calm Center y The Leap

Este extraordinario libro de la Dra. Penny Sartori y Kelly Walsh es una extraordinaria colección de testimonios de ECM. Su enfoque en los efectos transformadores de las ECM hace de "El poder transformador de las experiencias cercanas a la muerte”uno de los libros más fascinantes y conmovedores que he leído.

Quienes han tenido una ECM han adquirido una comprensión de la interconexión de toda la vida, una conciencia de la Unidad esencial, que los conduce a su mensaje más profundo: el Amor: a sí mismos, a los demás y a la vida. Este amor que todo lo abarca, que los inunda y luego ofrecen a los demás, es la esencia de su transformación. Este importante libro contiene profundas y enriquecedoras reflexiones sobre el significado de la vida y la muerte, pero sobre todo, ofrece Amor.

Marianne Rankin, Directora de Comunicaciones, Alister Hardy Trust, autora de Introducción a la experiencia religiosa y espiritual

 

COLABORADORES

Se puede contactar con la mayoría de los colaboradores de este libro a través del sitio web de nuestra comunidad, www.positivitypowermovement.com. Además, se puede contactar directamente con varios de nuestros colaboradores a través de sus  sitios web.

Sue Stone

www.suestone.com y www.suestonefoundation.com

Mick Collins

www.epiczoetic.co.uk

Neale Donald Walsch

www.CWGConnect.com

Dra. Penny Sartori

www.drpennysartori.com

Kelly Walsh

www.kellymichellewalsh.com
www.positivitypowermovement.com y
www.positivityprincess.com

Los dientes de Strehler

www.neardeathexperienceuk.com

Krista Gorman

www.kristagorman.net

Ainsley Threadgold

www.positivitypowermovement.com

Tibor Putnoki

www.szeretetfenye.hu

David Bennett

Podcasts de www.Dharmatalks.com
: “Vida contemplativa”en PodBean –
http://contemplativeliving.podbean.com/

Penny Wilson

www.positivitypowermovement.com

Mike Moon

www.positivitypowermovement.com

Jeff Olsen

www.jefferycolsen.com y www.atONEnow.com

Diane Goble

www.MásAlládelVelo.net

Barbara Irlanda

www.CómoDetenerLosPensamientosNegativos.com

Deirdre DeWitt Maltby

www.mientrasestabafuera.com

Erica McKenzie

www.ericamckenzie.com

Catalina Baldwin

www.angelsoulhealing.com.au

Guillermo Peters

www.sharedcrossing.com

Roberto Tremblay

www.veintesegundos.net

Pablo Ammons

www.positivitypowermovement.com

Jessica Harper

www.positivitypowermovement.com

Bernie Siegel, doctor en medicina

www.berniesiegelmd.com

Dra. Bárbara Mango

www.drbarbaramango.vpweb.com

 

REFERENCIAS Y LECTURAS ADICIONALES

Bennett, D (2011), Viaje con propósito: Sabiduría espiritual en el camino de regreso a la vida. Escocia: Findhorn Press.

Bucke, RM (1901), Conciencia Cósmica: Un Estudio sobre la Evolución de la Mente Humana. Publicado originalmente por EP Dutton and Company Inc.

Collins, Mick (2014), El espíritu altruista: La evolución humana en tiempos de crisis global. Abingdon, Reino Unido: Permanent Publications.

Futterman, AD, Kemeny, ME, Shapiro, D y Fahey, JL (1994), “Cambios inmunológicos y fisiológicos asociados con el estado de ánimo positivo y negativo inducido”. Psychosomatic Medicine 56(6) (noviembre-diciembre): 499–511.

Goble, D (2015), Más allá del velo: Nuestro viaje a casa. Sisters, OR: Creatividad cósmica.

Gorman, K (2014), Morí y aprendí a vivir. EE. UU.: CreateSpace Independent Publishing Platform.

Groth-Marnat, G. y Summers, R. (1998), “Creencias, actitudes y comportamientos alterados tras experiencias cercanas a la muerte”. Journal of Humanistic Psychology 38(3) (verano):110–25.

Hirshberg, C. y Barasch, MI. (1995), Recuperación notable: Lo que las sanaciones extraordinarias nos enseñan sobre cómo recuperarnos y mantenernos sanos. Londres: Headline Book Publishing.

Ireland, B (2016), Cómo detener los pensamientos negativos: Lo que mi experiencia cercana a la muerte me enseñó sobre bucles mentales, neurociencia y felicidad. CreateSpace, Plataforma de Publicaciones Independientes.

James, W. (1902), Las variedades de la experiencia religiosa: Un estudio sobre la naturaleza humana. Nueva York: Longmans, Green and Co.

Maltby, D. (2012), Mientras estaba fuera…: Mi experiencia cercana a la muerte y mi viaje transformador. Bloomington, IN: Xlibris Corporation.

McKenzie, E (2015), Morir para encajar. Estados Unidos: CreateSpace Independent Publishing Platform.

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