EL PODER TRANSFORMADOR DE LAS EXPERIENCIAS CERCANAS A
LA MUERTE (ECM) -2017-
Cómo los mensajes de las
ECM impactan positivamente al mundo
DRA. PENNY SARTORI y KELLY WALSH
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Traducción Ars-Gratia
de KOS d’ASTUIRES (2025)
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CONTENIDO
Expresiones de
gratitud - Prefacio - Prólogo: Una carta
de amor de Dios - Prólogo - Introducción
- 1 El poder del amor divino - 2 Tocando el Vacío… y el Viaje de Regreso - 3 Más
allá del cielo - 4 Listo cuando tú lo estés - 5 Tibor Putnoki y la Fundación
Luz del Amor - 6 ¿Propósito, propósito, propósito? ¿Qué propósito? - 7 El amor
se abrió paso - 8. La vida sucede, pero tu viaje nunca termina. - 9
Transformación natural a través del don de la vida - 10 Una corrección a mitad
de camino - 11 El regalo - 12 Un perro perdido, un vasto universo y un regalo
precioso - 13 La conexión - 14 El niño del vórtice - 15 El Proyecto del Cruce
Compartido - 16 Entonces hubo palabras - 17 El campo de entrenamiento de Dios -
18 Niña soldado - 19 Conciencia colectiva - 20 El don del ser - Posdata:
Cruzando océanos hacia el amor - Conclusión - Epílogo - Epílogo - Acerca de los
Autores y Dedicatoria - Otros dicen... -
Colaboradores - Referencias y lecturas adicionales
EXPRESIONES DE GRATITUD
Nos gustaría agradecer a todas aquellas personas
que han contribuido a que este libro se haga realidad, lo que contribuirá a
recaudar fondos de sus ventas para proyectos infantiles en todo el mundo.
En
primer lugar, nos gustaría agradecernos mutuamente y a nuestros respectivos
socios, el prometido de Kelly, Neil, y el esposo de Penny, Enrico, por
apoyarnos en los altibajos de completar este libro.
Nuestro
más sincero agradecimiento también a cada uno de los colaboradores: Sue Stone,
Dr. Mick Collins, Neale Donald Walsch, Gigi Strehler, Krista Gorman, Ainsley
Threadgold, Tibor Putnoki, David Bennett, Penny Wilson, Mike Moon, Jeff Olsen,
Diane Goble, Barbara Ireland, Deirdre DeWitt Maltby, Erica McKenzie, Katherine
Baldwin, William Peters, Robert Tremblay, Paul Ammons, Jessica Harper, Dr.
Bernie Siegel, Dra. Barbara Mango y Shelley Parker. Su amor y dedicación al
proyecto siempre han sido importantes.
También
queremos agradecer a Peter Furness de Stratagem por su trabajo de diseño, a
Alex Young de Wish Designs por desarrollar y construir nuestra comunidad en
línea y el sitio web de nuestra fundación benéfica, a Alistair Ruane de
Awakening Media/Voces y Video por producir nuestros videos promocionales y la
princesa animada, a Beth Vizard, de 11 años, del Reino Unido, por la voz de la
princesa, a Joshua Graham de Living in your Truth, coaching y mentoría, a las
colaboradoras Penny Wilson/Barbara Mango por su ayuda con la edición y a Susan
Dolan de Google Expert UK por gestionar y expandir nuestras campañas en redes
sociales. Sus esfuerzos conjuntos, junto con el apoyo de otros voluntarios,
ayudarán a promocionar este libro a nivel mundial y a recaudar fondos
adicionales para marcar una diferencia positiva en la vida de los niños.
Por
último, pero no por ello menos importante, nos gustaría agradecer personalmente
a Michael Mann, Jo Lal y al equipo de Watkins por creer en nosotros y en
nuestra visión para este libro que invita a la reflexión y que tiene el
potencial de cambiar el mundo.
PREFACIO
Por
Sue Stone Fundadora de The Sue Stone Foundation, Sue es coach de felicidad,
empoderamiento y confianza, y es
reconocida como una de las personas más felices y positivas del Reino Unido.
En mi vida “anterior”, no entendía la conciencia
ni la “creación de la realidad”, y mucho menos lo poderosos que son nuestros
pensamientos y emociones y que había formas de ser intencionales en nuestra
experiencia de vida.
Cuando
digo mi vida anterior, me refiero a mi vida anterior a mi "annus
horribilis”en 1999. Fue una época en la que viví profundamente inmerso en el
drama de la vida, considerándola llena de problemas que debía superar; una
época de matrimonio infeliz, deudas crecientes y preocupaciones. Sin duda,
había olvidado lo que se sentía ser feliz y anhelaba esa inocencia infantil de
ir por la vida, libre de las emociones y responsabilidades de los adultos.
Poco
antes de esto, en 1997, mi marido y yo nos habíamos separado, y yo tenía la
creencia en ese momento de que si una cosa salía mal, muchas otras cosas
saldrían mal... ¡qué profecía autocumplida resultó ser aquella!
Las
cosas fueron de mal en peor y en ese momento no tenía ni idea de que
inconscientemente estaba creando lo que experimentaba. El punto de inflexión
llegó un día (lo recuerdo vívidamente) cuando solo me quedaban 10 libras en el
bolso, había alcanzado el límite de crédito en tarjetas y descubiertos, me
enfrentaba a un embargo de mi casa, sin ingresos y con tres niños pequeños que
alimentar, y sintiéndome muy sola.
Me
consumía el miedo y la desesperación, pero en cierto modo sabía que tenía que
hacer algo. Para asumir la plena responsabilidad, empecé a leer libros de
autoayuda y espiritualidad, investigué física cuántica y, como resultado,
empecé a "despertar”a la perspectiva general y me di cuenta rápidamente de
que lo estaba haciendo todo mal; visualizaba y pensaba en todo lo que no quería
que sucediera, lo que intensificó mi miedo y creó más de lo que no quería.
En
resumen, me propuse trabajar en mí mismo y cambiar mi forma de pensar y mi
actitud ante la vida. El resto es historia, y ahora dedico mi vida a ayudar a
otros a vivir una vida plena, a ser el cambio que todos deseamos ver en el
mundo. Comparto un mensaje de paz, amor y respeto: «Trata a los demás como te
gustaría que te trataran».
Es un
honor para mí escribir el prefacio de este libro esclarecedor, que encarna
plenamente este mensaje. Además, me alegra compartir que yo también tuve una
ECM en 2002. Para mí, fue más bien una experiencia extracorpórea. Mi presión
arterial siempre está en un nivel saludable, pero después de una operación de
rutina y anestesia general, bajó peligrosamente. Para mi hija, Natalie, que
entonces tenía 16 años, fue una experiencia traumática, pues, bendita sea,
pensó que sí había muerto. Recuerdo sentirme increíble; esa increíble sensación
de lo que ahora sé que es amor incondicional.
La
gente habla de cómo su vida pasó ante sus ojos, y eso fue exactamente lo que me
pasó. Observaba todo el caos desde arriba, y toda mi vida pasó literalmente
ante mis ojos. No tenía noción del tiempo; parecían años, pero en realidad
fueron solo unos minutos. Después de mi experiencia extracorpórea, la
transformación más notable para mí fue cuando comencé a canalizar la guía
espiritual y la sabiduría ancestral, lo cual me pareció increíble y realmente
humilde.
Lo
que más me encanta es que la ciencia ahora respalda la sabiduría ancestral que
han expresado todos los maestros y sabios a lo largo de los siglos. La ciencia
también reconoce que todo en el universo es energía, y matemáticamente
ha demostrado que cada célula, cada fotón en nuestro universo, está conectado
con todos los demás. ¡Eso sí que es enormemente poderoso! Cuando la gente dice:
«Todos estamos conectados, todos somos UNO», realmente lo somos.
Cada
pensamiento, cada palabra que pronunciamos, nos afecta a nivel cuántico
(energético) y se proyecta al éter circundante, regresando a nuestra realidad.
Cuando se proyecta una realidad colectiva, se convierte en una fuerza muy
poderosa, tanto para fines positivos como negativos.
Como
es arriba es abajo, como es adentro es afuera.
Cuando
se nos presentan situaciones, se nos da la opción inmediata de responder con
amor o miedo. El miedo genera más miedo y el amor genera más amor. El amor es
mucho más poderoso que el miedo, es nuestra esencia natural y la fuerza más
poderosa del universo. Recuerda esto, pues tu corazón tiene la capacidad de
mover montañas.
El
poder transformador de las experiencias cercanas a la muerte es una lectura
poderosa y reveladora. ¡Disfrútala y abrázala!
PRÓLOGO: UNA CARTA DE AMOR DE DIOS
Por
el Dr. Mick Collins, autor de El espíritu altruista: La evolución humana en
tiempos de crisis global
Las sincronicidades tienden a aparecer con una
regularidad asombrosa en momentos significativos de nuestras vidas, trayendo
conexiones significativas o nuevas oportunidades que nos hacen sentarnos y
tomar nota. Fue a través de un suceso tan sincrónico que sucedió la invitación
a escribir el prólogo de este maravilloso libro. Acababa de pasar meses
escribiendo sobre la transformación para una nueva publicación, que también
toca el tema de las ECM. Una hora después de entregar el nuevo manuscrito a mi
editor, recibí un correo electrónico de Penny Sartori diciendo que ella y Kelly
Walsh estaban coescribiendo un libro sobre ECM y preguntándome si consideraría
escribir el prólogo. El momento fue impecable y dije que sí sin dudarlo. Las
sincronicidades revelan un reino sutil de interrelaciones, donde estamos
entrelazados en un mundo de posibilidades cuánticas.
El
Poder Transformador de las Experiencias Cercanas a la Muerte es un libro
verdaderamente inspirador, capaz de abrir nuestros corazones y almas a una
realidad sagrada. Nos invita a vivir en sintonía con nuestro propósito
superior. El conocimiento revelador que comparte es como consultar a un antiguo
oráculo, que transmite sabiduría y perspectivas provenientes de otra dimensión.
Las narrativas se asemejan a los viajes a otros mundos de los chamanes, quienes
son llevados más allá del velo de la existencia terrenal y luego regresan a la
vida cotidiana con información vital que nutre espiritualmente. En las culturas
indígenas, este conocimiento sagrado se comparte para el beneficio colectivo, y
así sucede con este libro, al escuchar los viajes de personas a través de sus
ECM. Aprendemos sobre las experiencias inmersivas de las personas al estar
inmersas en una realidad interconectada, lo que altera profundamente su
comprensión de la vida. De hecho, las historias compartidas en este libro son
ejemplos poderosos que subrayan la importancia de la transformación en este
momento de la evolución espiritual de nuestra especie.
Vivimos
en una época extraordinaria de crisis global y es evidente que los estilos de
vida occidentales, excesivamente centrados en el individualismo, el
materialismo, el consumismo y el hiperracionalismo, han quedado obsoletos para
ayudar a la humanidad a afrontar los desafíos de la transformación colectiva
actual. Las actitudes y comportamientos occidentales dominantes aún no han
comprendido la cruda realidad de que nuestros estilos de vida son devastadores
para las personas y desastrosos para el planeta Tierra. La transformación
colectiva no puede darse en un mundo dominado por el egoísmo, que continúa
fracturando nuestras relaciones con los demás seres humanos, otras especies y
la naturaleza. Por lo tanto, la pregunta es: ¿dónde buscamos inspiración para
impulsar la transformación colectiva en estos momentos? Es una pregunta que
ignoramos bajo nuestra responsabilidad,
especialmente mientras nos adentramos sin rumbo en una era dominada por los
efectos cada vez más graves del cambio climático, el aumento de la extinción de
especies, el crecimiento de la población mundial y la amenaza de la disminución
de los recursos naturales debido a la desertificación de la tierra y la
acidificación de los océanos. Por no hablar de la inestabilidad política y
social que está provocando un mayor caos en el mundo. En esencia, este libro
trata sobre la transformación y la acción del alma, que tienen el potencial de
inspirar a la humanidad a trabajar hacia la co-creación de un futuro mejor.
No
hay respuestas fáciles a los problemas colectivos que enfrentamos en este
momento, pero, como explico en mi libro The Unselfish Spirit: Human
Evolution in a Time of Global Crisis, la humanidad es más que capaz de una
gran cooperación y una colaboración inquebrantable. Es por esta razón que The
Transformative Power of Near-Death Experiences es como una chispa sagrada
que enciende e ilumina nuevas posibilidades para el trabajo del alma interior y
exterior. Este libro es un llamado claro para el despertar de nuestro potencial
psicoespiritual, donde cada uno de nosotros es capaz de manifestar gratitud,
armonía, plenitud y amor en nuestra relación con la vida. La investigación nos
ha demostrado que los encuentros transpersonales que cambian la vida de las
personas, a través de ECM o emergencias espirituales, etc., a menudo actúan
como un catalizador para un renovado sentido de significado y propósito en la
vida. Este libro revela cómo los potenciales de transformación de las personas
se activaron por sus ECM y cómo se animaron a explorar nuevas formas de vida.
Confiar en el proceso de desarrollo espiritual requiere coraje, pero así es
como se siembra la transformación, que crece a través del cultivo de nuestras
formas renovadas de ser y hacer.
Sabemos
que las experiencias de profunda transformación de la conciencia a menudo no se
ajustan a las realidades consensuadas. Por ello, pueden presentarse tensiones
familiares o experiencias de alienación social, especialmente en las primeras
etapas de un proceso de transformación, cuando las personas se sienten
vulnerables. Sin embargo, la atracción hacia la plenitud es como el sistema de
navegación de las aves migratorias, que conocen intrínsecamente la dirección
que deben tomar. De igual manera, el imperativo transformacional es fuerte
cuando las personas se han abierto a nivel del alma, de modo que intuitivamente
"saben”que no hay vuelta atrás. Este libro está repleto de ejemplos
enriquecedores, donde las personas comparten sus experiencias de sanación e
integración, que en algunos casos les llevaron muchos años. Leemos historias
desgarradoras de transformación ante una gran pérdida y trauma. Una persona
superó su ECM y compartió la experiencia con un médico, lo que la llevó a ser
ingresada en una unidad psiquiátrica. Sin embargo, a pesar de las dificultades
que experimentaron, un hilo común que se teje en todas las historias de este
libro es cómo las personas se inspiraron y decidieron a convertir sus
revelaciones espirituales en formas renovadas de vivir en gratitud, amor y
servicio.
Tras
leer las historias de este libro, me resulta evidente que el camino de
transformación tras una ECM se centra en crear una conexión sagrada con la
vida. Por ejemplo, uno de los temas más destacados que emergió en todas las ECM
fue sentir el poder del amor incondicional, que inspiró a las personas a ser
más amorosas al regresar a su existencia terrenal. Otro tema recurrente fue la
experiencia de una revisión de vida, donde se les mostraron a los participantes
los frutos de sus acciones terrenales, tanto buenas como malas, que se
reflejaron en ellos. Curiosamente, los juicios que experimentaron fueron
autogenerados. Experimentaron en primera persona las consecuencias de todos los
pensamientos, intenciones y acciones que habían dirigido hacia los demás a lo
largo de su vida. Esta revisión de vida, con todos sus defectos, expuso a las
personas a la realidad de cómo habían vivido y cómo sus pensamientos,
intenciones y acciones habían impactado en los demás, para bien o para mal.
Afirmo sin reservas que El Poder Transformador de las Experiencias Cercanas
a la Muerte es una enseñanza espiritual esencial para estos tiempos
difíciles. La revisión de vida es un llamado de atención para que la humanidad
comprenda la profunda lección: “lo que hacemos en el mundo a los demás, también
nos lo hacemos a nosotros mismos”.
He
estado involucrado en el trabajo de transformación psicoespiritual, tanto a
nivel personal como profesional, durante cuatro décadas y siempre me he
considerado, ante todo, un estudiante de la vida. Desde esta perspectiva, El
Poder Transformador de las Experiencias Cercanas a la Muerte se ha
convertido en un poderoso recurso didáctico para mí. Leer este libro ha
subrayado la importancia de involucrarme en procesos de profunda reflexión, que
conectan con el arte de vivir en plenitud. Antes de leer este libro, ya
realizaba pequeñas revisiones de vida con regularidad y a menudo reflexionaba
sobre lo bueno y lo malo que he hecho en esta vida. De esta manera, la revisión
de vida es una oportunidad para abrir nuestros corazones y cultivar una actitud
de perdón hacia nosotros mismos y hacia los demás por los errores que hemos
cometido, así como para apreciar el bien que hemos hecho. Este libro me ha
reafirmado la importancia de realizar revisiones de vida con regularidad, que
pueden actuar como una brújula espiritual en nuestra alineación con formas
sagradas de vida. Es a través de esta honesta autorreflexión que podemos
transformar nuestros pensamientos, intenciones y acciones en un camino de
servicio y amor. Con frecuencia me pregunto: ¿por qué debería esperar hasta
morir para hacer una gran revisión de mi vida? Si estamos abiertos a la
sabiduría de "El Poder Transformador de las Experiencias Cercanas a la
Muerte", podría animarnos a participar en una Experiencia de Vida
Plena, donde nuestras renovadas formas de ser y actuar contribuyan al
cambio espiritual evolutivo que está cobrando impulso en estos momentos.
Mientras
la humanidad continúa tambaleándose de crisis en crisis, espero que cada vez
más personas se sientan inspiradas por los mensajes sagrados revelados en este
libro. Cada uno de nosotros puede empoderarse para cambiar radicalmente su
forma de vida, y cuando emprendemos un viaje tan transformador, toda clase de
providencia llega de maneras misteriosas. Cuando reunimos el coraje para vivir
vidas transformadoras al servicio del bien común, como lo han hecho todos los
autores de este libro, se crean poderosas repercusiones en el mundo. Nuestra
participación activa en formas sacramentales de vida nos conecta
sincrónicamente con espíritus afines, lo que puede convertirse en redes de
transformación locales y no locales, como sucede a través de este libro.
Es
imposible compartir todas las reflexiones que rebotan en mi corazón y alma
después de leer este libro, pero quiero mencionar un par de temas adicionales
que me llamaron la atención. Me encantó leer sobre la energía vital que se
percibía alrededor de las plantas tras la ECM de una persona. Me recordó las
sabias palabras de los ancianos indígenas que llevan siglos intentando decirnos
que los mundos mineral, vegetal y animal están llenos de energía sagrada. Otros
temas atípicos del libro hacen referencia al encuentro con personajes de la
sombra capaces de robarnos nuestras valiosas energías vitales. Estas figuras de
la sombra me recordaron el material de sombra repudiado que acecha en cada uno
de nuestros procesos inconscientes, donde nuestras proyecciones y
contraproyecciones negativas agotan nuestras energías vitales, además de causar
más estragos en el mundo. No debemos temer a la sombra en nuestras revisiones
de la vida terrenal, pues, como aprendemos del gran psicólogo Carl Jung, el 80
% de la sombra es oro puro. Simplemente es parte del proceso de transformación.
El
Poder Transformador de las Experiencias Cercanas a la Muerte nos inspira a
vivir en el amor, no en el miedo. Por lo tanto, transformar nuestra relación
con la sombra es parte esencial de nuestro desarrollo espiritual evolutivo en
este momento. Esto nos lleva a otro tema inusual en el libro: cuando una
persona vislumbró los terrores del Infierno en su ECM. Esto me interesó tanto
como las experiencias de luz y amor, que se relatan con mayor frecuencia.
Razoné que estas poderosas experiencias (buenas y malas) nos revelan la realidad
de nuestros pensamientos, intenciones y acciones, capaces de crear el Cielo o
el Infierno en la Tierra. Desde esta perspectiva, El Poder Transformador de
las Experiencias Cercanas a la Muerte es un libro profético, ya que nos
ofrece indicios de las diferentes realidades que somos capaces de crear en la
Tierra con nuestras valiosas energías vitales. Subraya cómo todos tenemos libre
albedrío y elección, que pueden orientarse hacia la cocreación de un mundo
mejor, si nos sentimos inspirados a hacerlo. Y, para todas aquellas personas en
situaciones de vida cuyas libertades han sido erosionadas, es responsabilidad
de nuestro activismo conmovedor y la transformación colectiva incluir trabajar
por un mundo justo y equitativo para todos.
Me
inspiré para titular este prólogo, "Una Carta de Amor de Dios",
simplemente porque todos los capítulos de este libro son revelaciones divinas.
Al leer este libro, te insto a abrirte a sentir las fuerzas sagradas que obran
en tu alma. Observa cómo las palabras o temas de cada capítulo resuenan con el
llamado y el propósito más profundos de tu vida. Este es un libro profundo y
transformador para cualquiera que se tome el tiempo de reflexionar sobre los
"guiones internos”que dirigen sus pensamientos, intenciones y acciones en
la vida diaria. Comprometerse a vivir una vida transformadora también implica
crear un "guión de vida”sobre cómo deseamos vivir. Podemos comenzar este
viaje formulando nuestras intenciones y devolviendo una "Carta de Amor a
Dios". Esta es una forma sencilla de responder a los mensajes sagrados que
emanan de cada página de este inspirador libro. También es una forma de
declarar nuestro compromiso de vivir en sintonía con una conexión divina. Si
leemos El poder transformador de las experiencias cercanas a la muerte
como una «carta de amor de Dios», anuncia un nuevo amanecer para la vida
sacramental en cada uno de nosotros. Significa que nos veremos desafiados a
pensar, sentir y actuar con consciencia.
Hay
mucho trabajo por hacer en estos tiempos de crisis global, pero como nos
informa este maravilloso libro, el activismo conmovedor se inicia cuando
abrazamos la profundidad de "quiénes somos”en nuestros viajes de despertar
espiritual y plenitud. Este es el corazón palpitante de la transformación
colectiva, donde cada uno de nosotros participa en la creación de un mundo de
perdón y amor, que incuba el florecimiento y desarrollo de nuestro potencial
sagrado emergente. A pesar de las numerosas complejidades y desafíos que
acompañan los procesos de cambio profundo, bien ilustrados en este libro, las
trayectorias de nuestras transformaciones personales se fortalecen cuando
conectamos en comunidades de compasión. Es a través de la creación de redes y
centros de bondad amorosa que puede crecer un movimiento de transformación
conmovedora y colectiva. Este libro es un ejemplo brillante del deseo de poner
la transformación en acción. Todas las regalías de este libro se canalizan a
una fundación benéfica que apoya a la infancia. De esta manera, el libro
ejemplifica los valores fundamentales de la fundación que apoya, cuyo lema es: Amar,
Cuidar, Compartir. Es la esencia misma de la vida transformadora y del
servicio, que comienza con nuestros pensamientos, intenciones y acciones, aquí
y ahora.
PRÓLOGO
Por
Neale Donald Walsch, autor internacional de gran éxito de ventas de la serie
Conversaciones con Dios
No puede ser casualidad… no es casualidad… que
recibiera una copia electrónica del manuscrito que estás leyendo ahora mismo.
Me la envió mi agente literario en EE. UU., quien recibió una solicitud de
Watkins Publishing en Londres para enviármela, para ver si estaría dispuesto a
escribir un epílogo.
No
fue casualidad que, al darme cuenta del tema, sintiera la necesidad de
descargar el manuscrito inmediatamente, lo cual hice... y me sumergí en su
lectura de inmediato... y lo leí en cuatro sesiones a lo largo de dos días... y
que, por pura coincidencia, justo cuando terminaba este extraordinario libro de
Penny y Kelly, llegara el ejemplar de la editorial de mi libro. No pude pasar por alto la conexión que
su aparición en mis manos justo en el momento en que la lectura de nueve
palabras del libro de Penny y Kelly vibraba en mi interior. ¿De qué nueve
palabras estoy hablando?
“… almas con ideas
afines colaborarían para cambiar el mundo”.
Como quería que los editores supieran que me
identificaba personalmente con el contenido de este libro, les envié la
narración que aparece a continuación. Pensé en mencionarla brevemente en el
epílogo que me pidieron, pero Penny y Kelly sugirieron que se añadiera el
relato completo, palabra por palabra, al libro. Me alegró que se incluyera,
porque coincido con los autores en que cada vez más necesitamos compartir
públicamente lo que hemos experimentado en nuestros encuentros espirituales más
sagrados. Solo mediante este creciente testimonio personal, lo que antes se
consideraba «paranormal”llegará a comprenderse, por fin, como una ventana a la
naturaleza real de las cosas y, lo más importante, a la verdadera naturaleza de
Dios.
No sé
si una experiencia extracorpórea y una ECM son primas o gemelas, pero sí siento
que, en muchos sentidos, "morí”a quien era, "resucitando”como una
nueva versión de mí mismo tras un suceso extraordinario en mi vida hace casi 30
años. Aquí está mi recuerdo...
La noche del 8 de enero de 1980, mi esposa y yo
estábamos discutiendo. Era una de esas discusiones tontas que suelen tener
muchas parejas. Ni siquiera recuerdo de qué se trataba. Estoy seguro de que no
tenía ninguna importancia. Lo que sí recuerdo es lo que pasó después. Es algo
que nunca olvidaré.
Salí
pisando fuerte de la sala de televisión en el piso inferior de nuestra casa de
dos niveles, dejé a mi esposa en medio de nuestra acalorada discusión,
despidiéndola con un gesto de mi mano y desapareciendo en el dormitorio
principal con un portazo.
Me
tiré en la cama, frustrada, y luego, mirando al techo, empecé a llorar. Dios
mío, pensé, ¿por qué no podemos llevarnos bien? ¿Qué hace falta para que
la gente se lleve bien? ¿Cómo se puede esperar que el mundo viva en paz si la
gente no puede hacerlo ni siquiera en su
casa?
Me
embargó una profunda tristeza. No era solo la pelea con mi esposa, sino toda mi
vida lo que me pesaba mientras yacía allí. Recuerdo pensar: “¿Cómo puede la
gente que dice amarse separarse emocionalmente de forma tan completa en
momentos como ese ?".
Fue
un momento de entrega total a la pregunta, y luego a la comprensión de que no
tenía respuesta; de que simplemente no entendía la vida. Simplemente no la
entendía.
Apoyé
la cabeza en la almohada y gemí: «Por favor, Dios, ayúdame. No quiero que la
vida sea así. Y no quiero ser así... un hombre que discute por nada.
Ayúdame. Ayúdame...».
De
repente me sentí completamente agotada. Mientras yacía en la cama,
completamente vestida, aunque apenas eran las ocho de la noche, me vi sumida en
un sueño profundo. De alguna manera presentía que iba a ser el sueño más
profundo de mi vida. Creo que incluso me lo dije a mí misma. Recuerdo oírme
decir: Este va a ser el sueño más profundo de tu vida.
Y me
fui.
Pero
no por mucho tiempo. De repente, me despertó una sensación impactante, como si
me levantaran de la cama. Sentí como si me hubieran succionado. La sensación
fue... bueno, así es como la he descrito desde entonces. Imagina que hay una
mosca en una mesa. Ahora imagina que tengo una manguera de aspiradora y que
puedo colocarla sobre la mosca y luego digo: "¡Bien, enciéndela!", y
alguien la enciende. Ahora imagina cómo se sentiría esa mosca al ser succionada
por la aspiradora... yendo hacia atrás, simplemente siendo succionada hacia
atrás. Así es exactamente como me sentí. Sentí como si me hubieran succionado,
todo mi cuerpo, todo mi ser, y estuviera flotando cerca del techo.
Miré
hacia abajo y vi mi cuerpo tendido en la cama. Se veía extraño, inerte, como si
estuviera hecho de barro. Y recuerdo que pensé: “¿Soy yo? ¡Dios mío! ¿He
muerto?".
Y en
ese momento tuve una experiencia directa, poderosa e inolvidable. No fue una
intelectualización, fue una experiencia directa de: «Dios mío, no soy eso.
Eso está allá, y yo estoy aquí».
Así
que empecé a reflexionar, ansiosamente: ¿Quién es el "yo”que mira lo que
creía ser? Y miré esta figura en la cama una vez más y la estudié. Qué extraño,
pensé. Qué extraño que una vez me imaginara que era eso...
Seguí
preguntándome, ahora con más ansiedad aún: Bueno, entonces, ¿quién mira ? ¿
Quién soy yo?
Miré
hacia abajo, donde esperaba encontrar el resto de mi cuerpo. Ya sabes, como
mirarías tus zapatos. No miraba mi cuerpo en la cama, miraba desde la cintura
hasta los dedos de los pies. Pero... no había ningún "yo ". No
había... nada. Solo era... consciencia. Sentía como si solo fuera un par de
ojos, flotando solos cerca del techo.
No sé
cómo describirlo de otra manera. Ni siquiera sé qué estaba mirando. No miraba
con ojos físicos. Sentía como si solo la consciencia mirara hacia
afuera. No tenía cuerpo, ni nada. Y ahora recuerdo que me preocupé mucho: ¿ Quién
soy? ¿Qué está pasando?
Con
eso, una fuerza invisible me dio la vuelta y salí disparado de la habitación
como un rayo. Inmediatamente me encontré en un lugar oscuro que parecía —sé que
suena increíblemente predecible, pero sí parecía— un túnel, y entonces sentí
que me empujaban o tiraban por ese pasaje a una velocidad demencial. No sentí
miedo en absoluto, solo una sensación de velocidad increíble.
Pronto,
más adelante, vi una diminuta luz, y era esa luz hacia la que ahora sabía que
me dirigía. La luz se hizo cada vez más grande, hasta que sentí que salía del
túnel y me lanzaba hacia la luz misma.
Ahora
las cosas se pusieron realmente interesantes, porque estaba en la luz, y sin
embargo, también parecía estar fuera de ella, mirándola. Recuerdo (con un
profundo sentimiento que aún me invade) que era casi imposible mirarla, de tan
hermosa que era.
No sé
cómo explicar cómo una luz puede ser hermosa, porque una luz es una luz, ¿no?
Excepto que esta luz era hermosa. Quizás tenía que ver con la sensación que me producía.
No lo sé. Solo sé que su belleza era algo que casi no podía contemplar. Se
sentía demasiado grande, demasiado gloriosa, demasiado cálida y amorosa,
demasiado maravillosamente abarcadora para que la consciencia humana la
experimentara. Me sentí pequeña... avergonzada.
Recuerdo
que deseaba poder cubrirme, esconderme. Quería decir: «No, no, yo no. No me
mires. No merezco estar bajo esta luz. No merezco ver esto. Con todo lo que he
hecho, con todas las marcas negras en mi alma, con todas las veces que he
lastimado a otros y me he fallado a mí mismo... no merezco». Y temblaba
entre lágrimas. ¿Por qué no lo había hecho mejor? ¿Por qué había tomado la peor
decisión tantas veces? Lo sentía profundamente. Más arrepentido de lo que
recuerdo haber estado jamás.
Entonces,
cuando la vergüenza empezó a abrumarme, sentí que me llenaba una energía
indescriptible. Siempre que busco palabras, no encuentro ninguna que encaje.
Al
pensarlo ahora, quiero decir que fue como si los rayos de esa luz me
alcanzaran, como si tuviera brazos. Pero no fue así. Es decir, no había ningún
ser físico allí. Pero la luz simplemente me envolvió, me alcanzó y me abrió,
separando suavemente mis brazos y haciéndome sentir... diría, abrazada,
aunque no había ningún otro ser físico allí.
La
emoción que experimentaba era lo que más tarde llamaría un perdón total.
Sin embargo, en ese mismo instante, supe en lo más profundo de mi ser que lo
que estaba ocurriendo iba más allá del simple perdón. Era una sensación
indescriptible… pero, de todos modos, permítanme intentar expresarla con
palabras. Era la sensación de saber que el «perdón”ni siquiera era
necesario.
Era
saber que estaba en un espacio de tal amor que el perdón ni siquiera entraba en
escena; no formaba parte de la realidad. No existe el perdón envuelto en la
aceptación total y el amor ilimitado, la seguridad absoluta y la protección
completa, la serenidad total y la tranquilidad resonante. La emoción es tal que
solo puedo describirla como una profunda pérdida de soledad.
Estaba
recibiendo paz: paz verdadera, paz total, la paz de saber que no estaba sola,
que no tenía nada de qué preocuparme, que todo estaba bien y era
perfecto. Entonces, sentí como si un dedo gigante me levantara la cabeza
con suavidad, tocándome la barbilla. Y sentí (no «escuché», sino «sentí») que
estas palabras se fundían en mi corazón…
Eres perfecta. Eres
hermosa, indescriptible. Te amo sin condiciones. Eres mi Creación Divina, en
quien me complazco.
Me sentí totalmente… aceptada, tal como
era. Me sentí acunada, abrazada, la luz me rodeaba, me hacía flotar suavemente
en su centro. Era una con Ella ahora, dentro de Ella de alguna
manera. Toda la tristeza me abandonó. Incluso el arrepentimiento desapareció.
Me sentí sanada. No en el sentido de haber sido «perdonada», sino en el de
haber sido «completada». Y recuerdo mi alma llena de gratitud y mi corazón
rebosante de amor.
De
repente, me consumió una consciencia intelectual de lo que había estado
sintiendo. Fue como si mi mente hubiera procesado de repente lo que todo mi ser
había estado —¿cómo decirlo?— absorbiendo: que jamás seré perdonado por
nada de lo que haga. No importa lo triste que esté por cualquier acción o
decisión, no importa lo arrepentido que esté, no seré perdonado. Porque el
perdón no es necesario.
Supe
entonces que era hijo de Dios, descendiente de lo Divino, y que no podía herir
ni dañar lo Divino de ninguna manera, pues lo Divino es absolutamente
invulnerable. Seré aceptado, siempre, en el corazón y el hogar de Dios, se me
permitirá crecer a través de lo que llamaré mis errores, y se me permitirá
convertirme cada vez más en Quien Soy Realmente mediante el proceso que
emprenda. Como un niño que aprende las tablas de multiplicar o un adulto que
aprende un nuevo idioma, mis errores serán vistos como pasos hacia la maestría.
El
impacto de esa revelación fue enorme, porque no era simplemente un concepto o
una teoría, era algo que yo estaba experimentando –lo estaba sabiendo experiencialmente–
en ese mismo momento.
Inmediatamente
después de abrazar esta consciencia, me encontré en otra realidad, rápidamente
rodeado por un millón, no, cien millones, de diminutas… partículas de
energía; es la única forma en que puedo describirlas. Estaban por todas
partes. Delante de mí, a mi izquierda, detrás de mí, a mi derecha. Me parecían
diminutas células maleables, o glóbulos blandos, cada uno con su forma distintiva.
¡Y
los colores! ¡Dios mío! Los colores eran impactantes, asombrosos, de una
belleza impresionante. Los azules más azules, los verdes más verdes y los rojos
más rojos que jamás había visto. Y eso es mucho decir para mí, porque tengo una
grave deficiencia cromática. Así que, para mí, fue una vista espectacular.
Ahora
estas células vibraban frente a mí y a mi alrededor, formando un manto
reluciente de belleza. Sentí que lo que veía era la Esencia de Toda la Vida.
Era la vida en su forma submolecular. En sus partículas más pequeñas. En su
base. En su raíz.
Y
ahora presencié algo fascinante: mientras observaba estas células de magnífico
color danzar y brillar ante mí, noté que estaban cambiando. Parecían absorbidas
por sí mismas y resurgir con una forma y un color diferentes. Y a medida que
cambiaban de forma y color, las células a su alrededor también cambiaban de
forma y color para adaptarse y complementarlas.
Y las
células que las rodeaban hicieron lo mismo, al igual que las células que las
rodeaban, y así sucesivamente... y me di cuenta de que todo era un rompecabezas
en constante cambio, en constante adaptación, siempre interconectado. Un
mosaico pulsante y vibrante de energía pura.
Cuanto
más observaba todo esto, más se desbordaba en mi ser el deseo de tocar estas
partículas de belleza indescriptible, de fundirme con ellas. Quería fundirme.
Quería fundirme con ellas. No sé por qué. Era un deseo interior, que sentía en
lo más profundo de mí.
Intenté
avanzar, acercarme, pero con cada movimiento, el mosaico retrocedía. Pensé en
acercarme sigilosamente, fingir un avance y, de repente, correr hacia un lado.
No funcionó. No pude engañar a la matriz. Parecía anticipar todos mis
movimientos. Simplemente no pude acercarme, y empecé a llorar. La tristeza de
esta negación fue más de lo que creía poder soportar.
Entonces
la tristeza desapareció, abruptamente, cuando una voz suave y dulce dijo:
¿No ves que no puedes
acercarte a esto más de lo que acercas los ojos a tu nariz? Puedes ver la punta de tu nariz, pero no puedes acercarte a ella. Piensa por
qué.
Y entonces me di cuenta de que no podía
acercarme a la energía porque yo era la energía. Cuando me movía,
ella se movía. ¡Claro! ¡Ya estaba fusionado! Me di cuenta de que
era uno con todo.
Y la
voz dijo:
Contempla ahora tu
belleza.
En ese momento lo supe: ¡Madre mía! Nada se
separa de nada. ¿En qué estaba pensando? ¿Cómo no lo sabía?
Al
igual que con las revelaciones anteriores, el impacto de esto fue enorme,
porque no era simplemente un concepto o teoría, era algo que estaba experimentando,
en ese mismo momento.
Una
vez más, en cuanto lo comprendí, me alejé de esa realidad. Parecía que, en
cuanto comprendía algo por completo mediante la experiencia completa, avanzaba.
Era casi como si estuviera siguiendo una especie de currículo. Excepto
que no sentía que estuviera aprendiendo algo, sino más bien recordándolo.
Ahora
me encontraba frente a un libro enorme. Parecía tan grande como el libro más
grande que jamás había visto. No, el doble. El triple. Parecía tan grande como
cien volúmenes o directorios de algún tipo, pegados. Y en cada página —en cada
página— había suficiente letra diminuta para llenar mil enciclopedias.
Mientras
me encontraba ante este volumen imponente, la voz que «escuché» cuando la luz
me abrazó (un pensamiento que «sentí» sería una descripción más precisa)
regresó a mí una vez más. Dijo con la mayor dulzura:
Bien, Neale, bien. Has
buscado respuestas toda tu vida. Has
buscado y buscado, y tu úsqueda ha sido auténtica. Ha sido pura y
sincera. Ha sido una búsqueda honesta de
la verdad. Así que aquí están. Aquí están las respuestas.
Con eso, el libro se abrió de golpe y sus
páginas pasaron ante mí como si las hubiera abanicado un pulgar gigantesco o un
soplo sagrado y poderoso. Pasaron rápidamente, con todo el documento expuesto,
página a página, en un nanosegundo. Y aun así, pude leer y absorber cada
palabra de cada página.
Y
entonces lo supe. Sabía todo lo que había que saber, todo lo que hay que saber
y todo lo que habrá que saber. Comprendí la cosmología del universo y el
secreto de toda la vida.
El
impacto de esa revelación fue enorme, porque no era simplemente un concepto o
una teoría; era algo que estaba experimentando, en ese mismo momento.
Ésta
fue mi cuarta conciencia.
Primero,
recordé que no soy mi cuerpo. Segundo, que soy totalmente amado y absolutamente
perfecto tal como soy. Tercero, que soy uno con todo. Y cuarto, que todo es
realmente simple.
Y
recuerdo haber dicho, mientras la última página del libro pasaba y la pesada
tapa trasera se cerraba…
Por
supuesto.
¡Qué
simple!
¡Qué
elegantemente sencillo!
Y
justo cuando experimenté la plenitud de ese conocimiento, me encontré de nuevo
en la cama, habiendo sido nuevamente trasladado rápidamente desde la última
conciencia.
Ahora
me sentía tan pesado, tan denso. Recuerdo que apenas podía mover la cabeza un
poquito hacia un lado. Logré abrir los ojos. (No fue fácil. Mis párpados
estaban muy pesados. Recuerdo que me impactó el esfuerzo que me costó solo
abrir los ojos). Y no podía levantar la mano. Me impactó que pesara tanto que
no podía levantarla. Por un momento pensé que estaba paralizado, que había
sufrido un derrame cerebral y había perdido la movilidad. Usé toda mi fuerza de
voluntad para mover un solo dedo, para demostrarme a mí mismo que estaba bien.
Pensé
entonces que había estado soñando. Pero al instante siguiente comprendí lo que
debía ser cierto. Había estado en una dimensión diferente, había visitado otro
plano de existencia y acababa de regresar a la fisicalidad. Y entonces
comprendí lo densa y pesada que es la fisicalidad. Y recuerdo
maravillarme de lo diferente que era el lugar del que acababa de venir. Me
sentía tan libre, tan ligero, tan completamente —¿cómo se dice
aquí?— libre de trabas.
Cuando
me di cuenta de que había vuelto a mi forma humana, me quedé allí tumbado un
rato. Entonces pensé: «Bueno, seguro que ya es de día». Miré el reloj y vi que
me había quedado dormido hacía solo unas dos horas. Y recuerdo que pensé: “¿Me
están tomando el pelo? ¿Alguien me está tomando el pelo? Podrías haberme
dicho que estuve en coma un mes y te habría creído».
Entonces
pensé: «Tengo que escribir esto». Me costó alcanzarlo; no te imaginas el
esfuerzo que me costó alcanzar el bolígrafo de la mesita de noche. Y cuando lo
intentaba, mi voz me respondió de nuevo y dijo:
Eso no
es necesario. Tu verdad jamás será olvidada. No se puede probar ni refutar.
Simplemente es.Entonces la voz dijo, con suave y tranquila firmeza, dos
palabras que nunca olvidaré: Nada importa.
Ahora me quedé allí reflexionando. ¿Nada importa?
¿ Cómo puede ser? ¿Nada importa?
Y vi
ese mensaje en términos de la pequeña discusión que me había permitido tener
con mi esposa. ¿En qué estaba pensando? ¿ Qué era tan importante como
para que tuviera que armar tanto lío, para que tuviéramos que hablar de ello;
para que fuera tan malo que saldría de la habitación y le cerraría la puerta en
las narices? ¿ Qué?
O
sea, me sentía tan… inelegante. Inepta. Tan emocionalmente, tan
espiritualmente… evolutivamente… torpe.
Pero
en ese mismo momento en que me recriminaba a mí mismo, me miré con la sabiduría
de alguna Parte de Mí que me veía desde lejos, y pensé: Dada la ilusión en
la que has estado viviendo, es totalmente comprensible.
Con
esa sensación de alivio, volví a dormirme. Y esta vez, dormí toda la noche.
Recuerdo
haberme despertado a la mañana siguiente sintiéndome más fresco que nunca en mi
vida, ni antes ni después. Y simplemente me fui al baño a ducharme.
Al
abrir el grifo, experimenté todo a cámara lenta, como si estuviera en un estado
de consciencia alterado por alguna droga. Vi cómo el agua salía de la ducha gota
a gota.
Luego
miré los azulejos de la ducha y vi la pared en su forma submolecular. La
vi como un patrón de energía, y entonces comprendí que todo era 90 % espacio y
10 % materia.
Supe
entonces que incluso el espacio era físico, compuesto de
elementos de energía que vibran y se mueven tan rápido que son invisibles.
Incluso el aire es energía. Incluso el "espacio”es un campo de energía. Es
la energía más "susurrante”del universo. La más fina, la más ligera —no sé
cómo describirla de otra manera—, la menos sólida, la más permeable de todas.
Tan permeable es este campo que las partículas de energía más pesadas y densas
pueden atravesarlo, como los rayos del sol atraviesan una nube, por usar un
ejemplo simple.
Al
observar atentamente la pared de la ducha, me di cuenta de que nada es lo que
llamamos “sólido”, sino que la energía se mueve tan rápido de aquí para allá
que crea la apariencia de solidez.
Ahora
estoy en la ducha observando este efecto en la pared. Podía ver dónde se
encontraba la materia más pesada en el campo de energía más ligera en cada
momento. Y podía ver lo mismo en mi mano. Entonces podía ver cómo podía colocar
mi mano para colocar sus partículas de energía más densas donde no estaba la
energía más densa de la pared.
Así,
como la luz del sol atravesando una nube, atravesé la pared con la mano.
Me sorprendí de mi habilidad. Dije: "¿Vas a ver eso?". Muy sencillo,
pensé. Qué truco tan sencillo. Tengo que contárselo a todo el mundo. Es muy
fácil. Simplemente hazlo así. ¡Y lo volví a hacer! ¡Atravesé la pared con la
mano! Luego la saqué, sonreí y seguí con la ducha, maravillándome, fijándolo
todo en mi mente.
Mientras
pensaba, intenté recordar lo que había leído en ese libro enorme. Había
regresado a la realidad física sabiéndolo todo, con una explicación que incluso
mi limitada mente humana podía comprender. Y ahora quería recordar lo que había
llegado a saber. Pero de pie en la ducha, no podía recordar nada. Podía
recordar que tuve la experiencia de saber, ¡pero no podía recordar lo
que sabía!
Así
que empecé a llorar de nuevo y grité en mi mente: ¿Por qué no puedo
recordar? ¡Quiero recordar! ¡Quiero contárselo a todo el mundo! ¿Por qué no
puedo recordar lo que leí en ese libro? ¡Vamos!
Estaba
furioso con mi mente por no poder recuperarlo todo. Así que me quedé en la
ducha, con lágrimas corriendo por mi rostro. Y pensé con amargura: ¿De qué
sirve que me muestres esto si no puedo retenerlo? Y la voz me dijo muy
suavemente:
No tienes que saberlo.
Simplemente debes saber que lo sabes.
Entonces recibí una serie de impresiones que
solo puedo interpretar verbalmente, pero no me las dieron verbalmente. Eran
impresiones. Y la mayor impresión fue esta: si te dieran todo esto ahora y lo
depositaran en tu mente finita, sería como intentar absorber el océano con una
esponja. Quemarías todos los conectores de tu cerebro. Porque no puedes meter
lo Infinito en un recipiente finito. Es como enchufar demasiados
electrodomésticos en un solo enchufe. Lo siento. Sobrecarga. Fusible
fundido. Disyuntor disparado.
Entonces,
la voz dijo: “Solo recuerda que cuando necesites saber algo en particular,
puedes acceder a ello. Puedes acceder a los Registros Akáshicos, a la
Eternidad, a la Totalidad. Tú, y todos los demás, pueden acceder a toda la
sabiduría, a toda la comprensión, a toda la verdad, a toda la consciencia, a
toda la comprensión que necesiten cuando la necesiten, invitando a tu mente a
ir al nivel del Alma, que entonces accederá a la Totalidad de Todo y te traerá
de vuelta la información específica que te resulte útil. Y la sabrás claramente
cuando la veas. No habrá problema de reconocimiento”.
Así
que terminé de ducharme, salí y cogí una toalla, cuando ocurrió algo asombroso.
Mi consciencia estaba tan alta que podía sentir los hilos de la toalla.
Me
vestí, me peiné y floté hasta la cocina, en el segundo piso. Entonces mi
esposa, que Dios la bendiga y que Dios la tenga en su gloria (ya ha celebrado
su Día de la Continuación), me miró y sonrió, como si no hubiéramos discutido
la noche anterior. Era un día completamente nuevo y ella vio mi cara.
"¿Qué
te pasó?", dijo. "Pareces diez años más joven". Y le conté lo
que acabo de compartir aquí. Ese día, en el trabajo, la gente notó lo mismo y dijo
lo mismo. Al menos una persona comentó: "¡Guau! Debiste dormir mucho
anoche. De verdad que pareces más joven".
Cuando
mi esposa me preguntó: "¿Cómo te sientes?", le dije que me sentía
como si me hubieran dejado en una esquina en algún lugar... en una vía
transitada del universo. Realmente sentí como si alguien me hubiera bajado de
un coche. El coche siguió su camino y allí estaba yo, parado. Ahí va el coche
de Dios, pensé. Adiós, Dios. Gracias. Un viaje genial. Pero ahora estoy de
nuevo en este mundo, abandonado en medio de la nada, sin mapa, sin
indicaciones, sin pensar en cómo llegar a ningún sitio.
Recuerdo
que me dijeron que sabría todo lo que necesitara saber en cualquier momento,
pero eso no fue suficiente para sentirme seguro. Quería un mapa de ruta.
Si voy a emprender este viaje, quiero un mapa.
¿Cómo
gestiono la vida? ¿Cómo sobrevivo a mi día a día? ¿Cómo consigo siquiera este
desayuno con mi esposa, y mucho menos terminar el trabajo de hoy? ¿Cómo puedo
hacer algo significativo o que valga la pena si nada importa?
Al
reflexionar profundamente sobre esto más tarde, recibí otra impresión: «Es
precisamente porque nada importa que puedes sobrevivir en esta vida.
Como nada importa intrínsecamente, en sí mismo, puedes decidir qué es
lo que te importa. Y mediante las decisiones que tomas, formas y moldeas a
Quién Eliges Ser. ¿No es este el mayor regalo?»
Muy
poco después volví a este mundo. Había estado operando con una parte de mí que
aún flotaba en otra dimensión. Luego me retiré por completo y regresé al
llamado mundo "real". Tenía mi maletín y mi elegante chaqueta
deportiva azul con pantalones grises, y tomaba decisiones, atendía llamadas,
manejaba papeles y hacía, hacía, hacía...
Recuperé
mi poder. Y así continuó hasta que mi vida se derrumbó. Fue como si Dios me
dijera: "Bueno, no te pasó lo contrario, ¿qué tal esto? ¿Qué tal si tienes
un accidente de coche y te rompes el cuello, pero no mueres y, en cambio,
pierdes todo por lo que crees que estás trabajando? ¿Qué tal si pierdes tu
casa, tu coche, hasta el último céntimo, pierdes tu matrimonio, pierdes el
acceso a tus hijos? ¿Qué tal si te quedas en un parque para personas sin hogar,
no una semana ni un mes, sino un año, y entras en razón?"
Así
que me lo quitaron todo. Todo. Tenía dos vaqueros, dos camisas, un par de
zapatos, tres pares de calcetines y una mochila. Eso era todo. Ni un dólar para
pasar el día. Nada. Me vi obligado a pedirle a la gente que me ayudara con algo
de cambio.
Fue
después de que finalmente sané lo suficiente como para encontrar un trabajo y
regresar a una casita detrás de una casa, que tuve mi experiencia de Conversaciones
con Dios. Ahora me doy cuenta de que este fue mi camino de regreso a algo
parecido a aquel lugar que visité el 8 de enero de 1980.
Creé
una manera de acceder a un nivel de conexión con lo Divino, al que todos
podemos acceder. Mi esperanza eterna es que las bendiciones de Dios sean
experimentadas por cada persona viva al ser compartidas con cada persona viva
por cada persona viva. Por eso comparto mi experiencia extracorporal tan
públicamente, y por eso he compartido mis conversaciones con Dios con el mundo.
********************
INTRODUCCIÓN
Dra.
Penny Sartori y Kelly Walsh
Las ECM me han fascinado durante más de 20 años.
Trabajé como enfermera durante 21 años y fue mientras cuidaba a un hombre
moribundo en la unidad de cuidados intensivos que comencé a cuestionarme sobre
la muerte y qué sucede cuando morimos. Mi carrera de enfermería me expuso a
muchas situaciones que de otro modo habría ignorado por completo. Sumado a mi
creciente fascinación por las ECM, pude prestar especial atención a los pacientes
moribundos y observar sus acciones y todo el proceso a medida que se acercaban
a la muerte. En 1997 comencé mi investigación hospitalaria sobre las ECM en la
unidad de cuidados intensivos donde trabajaba. Entrevisté a pacientes y
recopilé datos durante cinco años. Me llevó tres años más analizar y redactar
los hallazgos que había recopilado. En 2005 obtuve un doctorado por mi
investigación.
Mi
investigación no me dejó ninguna duda de que las ECM ocurren, y me llevó a
concluir que nuestra comprensión actual de la conciencia es incompleta y que
tenemos que considerar la conciencia desde una perspectiva distinta a la de
considerarla un mero subproducto del cerebro.
Desde
entonces, he seguido recopilando casos de ECM, experiencias extracorporales
(EEC), visiones en el lecho de muerte, experiencias de muerte
empáticas/compartidas, experiencias espiritualmente transformadoras (EET) y
cualquier otro tipo de experiencia anómala que no pueda explicarse por
completo. He observado un cambio radical en la actitud hacia las ECM, que ha
ido de un extremo a otro. Cuando comencé mi investigación en 1995, era muy
difícil encontrar personas dispuestas a compartir sus ECM conmigo; siempre me
encontraba con dudas. A menudo, mis amigos me contaban de conocidos que habían
tenido recuerdos de una ECM; sin embargo, cuando les preguntaba si querían
hablar conmigo al respecto, muy pocos lo hacían.
Hay
muchas razones para esto. A menudo, las personas no se dan cuenta de que otras
personas también han tenido experiencias similares. En los siguientes
capítulos, se presentan ejemplos de personas que, tras ver una película o leer
un artículo de periódico sobre ECM, se sorprendieron gratamente al descubrir
que otras personas habían experimentado lo mismo. Tras una ECM, algunas
personas pueden cuestionar su cordura y temer compartirla por temor a que se
les considere con problemas de salud mental. A veces, la experiencia puede ser
tan profunda que resulta sagrada para la persona, y simplemente no quieren
compartirla. Muchos saben que les ha sucedido algo profundo, pero carecen de un
marco de referencia, y si intentan hablar de ello con alguien que desconoce las
ECM, esto puede causar mayor confusión al intentar comprenderlo. También
existen muchos conceptos erróneos sobre las ECM, y las personas mal informadas
a menudo las descartan como alucinaciones o un "truco mental",
influenciadas por programas de televisión populares que, a menudo, son
parciales y no presentan una imagen completa de una ECM.
Afortunadamente,
ha habido una renovada comprensión de las ECM y ahora se las toma mucho más en
serio. En consecuencia, las personas se sienten más cómodas compartiendo sus
experiencias públicamente. Esto tiene enormes beneficios. Quienes han tenido
ECM ya no tienen que sufrir en silencio, lo que significa que es más fácil
obtener información sobre sus profundas experiencias. El número de correos
electrónicos que he recibido en los últimos años ha aumentado enormemente.
Responderlos durante los últimos cuatro años ha sido un trabajo de tiempo
completo y actualmente tengo más de 14.000 mensajes esperando respuesta. Esto
demuestra que ahora las personas se sienten más cómodas compartiendo sus
experiencias y enfatiza la importancia de comprenderlas mejor y aprender de
estas personas.
Contrariamente
a la creencia de quienes descartan la ECM como una aberración causada por una
disfunción cerebral, la experiencia no termina tras recuperar la consciencia.
Existen muchos cambios asociados a las ECM que continúan, en numerosos casos,
durante el resto de la vida de la persona. Es literalmente como si la persona
que era antes de la ECM hubiera muerto y hubiera sido reemplazada por alguien
con la misma apariencia, pero con valores muy diferentes. Quiero enfatizar que
estos cambios no siempre son agradables ni bienvenidos por quien los
experimenta, y la renovada perspectiva de la vida puede ser perjudicial para
sus relaciones, su vida laboral y su vida personal. Muchas personas han
reportado consecuencias devastadoras de este cambio de perspectiva y sienten
que ya no encajan; ya no pueden relacionarse con familiares y amigos, y se
sienten alienados de la sociedad.
Por
otro lado, muchas personas que experimentan una ECM encuentran que los cambios
son positivamente transformadores, pero puede llevarles tiempo integrar y comprender
plenamente la experiencia y adaptarse a esta nueva perspectiva de la vida. El
aspecto transformador de la ECM es el enfoque de este libro y me resulta de
gran interés, ya que tiene el potencial de beneficiar a muchas personas.
En
mayo de 2014, recibí un correo electrónico de una señora llamada Kelly Walsh.
Estaba atravesando una etapa particularmente ajetreada en mi vida, ya que mi
libro "La sabiduría de las experiencias cercanas a la muerte”se
había publicado en febrero de 2014 y, desde entonces, parecía que todos querían
hablar conmigo sobre mi investigación sobre las ECM. En los meses previos a mi
contacto con Kelly, había dado numerosas charlas por todo el Reino Unido e
Irlanda del Norte, había aparecido en televisión, concedido cientos de entrevistas
de radio y recibido miles de correos electrónicos de todo el mundo. Para colmo,
estaba embarazada de mi hijo, y para mayo empezaba a sentirme agotada, así que
decidí tomarme un tiempo libre de responder correos electrónicos para
prepararme para su inminente nacimiento.
Sin
embargo, cuando llegó el correo electrónico de Kelly, aunque era breve y no
ofrecía mucha información, por alguna razón me sentí obligado a leerlo de nuevo
y responder de inmediato. Esto es lo que decía:
Hola Penny
Tuve
una ECM en 2009, y el trabajo de mi vida y la visión que estoy desarrollando
están conectados con ella. Vivo en Manchester, Reino Unido, y me encantaría
hablar con ustedes sobre mi ECM. ¿Sería posible organizar una llamada por
Skype? Amar, cuidar, compartir Kelly x
Sentí que la experiencia de Kelly la había
impactado profundamente y que, aunque no era evidente de inmediato, su petición
tenía una urgencia. Organizamos una conversación por Skype y Kelly describió su
experiencia en profundidad, así como el efecto que tuvo en su vida.
Técnicamente, la experiencia de Kelly es una experiencia espiritualmente
transformadora (EET), ya que ocurrió mientras se recuperaba en el hospital,
tras un intento de suicidio, en ausencia (que yo sepa) de circunstancias graves
que amenazaran su vida, aunque su bioquímica se había visto gravemente
afectada. Las ECM son la forma más estudiada de EET y ocurren en circunstancias
graves que amenazan la vida. También pueden ocurrir experiencias muy similares
con secuelas casi idénticas, con la principal diferencia de que ocurren cuando
no hay circunstancias graves inmediatas que amenacen su vida. Este es el tipo
de EET que Kelly reportó.
Durante
nuestra conversación, lo que más me impactó de Kelly fue cómo su percepción de
sí misma y de la vida había cambiado drásticamente, pasando de ser suicida,
ansiosa y deprimida a ser increíblemente positiva y amorosa. Como resultado
directo de su experiencia, pareció amarse y aceptarse tal como era por primera
vez en su vida. Este amor también se extendió a los demás, y se había propuesto
compartir lo aprendido y aprovecharlo para beneficio de los demás.
Kelly
me explicó que estaba desarrollando una comunidad en línea, el Movimiento Positividad Poderosa, que
impulsaría la actividad de la fundación benéfica Love, Care, Share, que estaba creando para marcar la diferencia en
las vidas de las familias afectadas por la pobreza y el sufrimiento. También me
contó que estaba desarrollando una marca de personaje infantil inspirada en su
experiencia. Esperaba que algún día, la Princesa Positiva de Planeta Positavia
se convirtiera en una marca global, empoderando a muchos niños y ayudando a
compartir el importante mensaje de amor y respeto mutuo. Me describió una lista
completa de ideas en torno a la marca de personaje, incluyendo un libro
infantil, una serie animada de televisión y un largometraje. Me impresionó su
enfoque y cómo ya había tomado medidas para poner en práctica su visión del
Movimiento Positividad Poderosa y la fundación benéfica. No estaba postergando
lo que iba a hacer; ¡ya lo estaba haciendo! Todo esto lo hizo en su tiempo
libre y a su costo. Había creado una
marca para su organización, había diseñado vestuario, logotipos y sitios web, y
estaba conectando con personas de todo el mundo. Obviamente el mensaje de Kelly
está resonando ampliamente, porque actualmente tiene miles de seguidores en
Twitter y su grupo de Facebook Positivity Power Movement crece día a día.
Una
de las preguntas más importantes que podemos hacernos es qué hace que las ECM y
las experiencias extracorpóreas sean tan poderosas que cambien la forma en que
las personas perciben y viven sus vidas después. ¿Cómo puede una experiencia
así transformar literalmente los pensamientos suicidas en todo lo contrario?
¿Cómo pudo Kelly cambiar su mentalidad tan drásticamente? No se me ocurre
ninguna terapia ni fármaco que pueda tener efectos tan radicales y prolongados.
Es
muy difícil comprender cómo experimentar un estado alterado de consciencia,
como ocurre en las experiencias extracorpóreas y las experiencias cercanas a la
muerte (ECM), puede facilitar un cambio tan profundo. Parece tan descabellado
que a algunas personas les resulta más fácil pasar por alto este punto clave y
atribuir la experiencia en su conjunto a una anomalía cerebral en fase de muerte.
Creo firmemente que descartar puntos de vista alternativos, simplemente porque
no encajan con la visión materialista actual de la consciencia, es perjudicial
para el desarrollo de intervenciones terapéuticas que podrían beneficiar a
millones de personas a largo plazo, lo cual es una de las razones por las que
escribí este libro.
Cuando
Kelly me contactó por primera vez con la idea de este libro, no estaba segura
de poder comprometerme con el proyecto debido a mis constantes compromisos
laborales y a todo lo que estaba pasando en mi vida. Sin embargo, la visión
definitiva de Kelly, combinada con su amable persistencia, me convenció de
participar.
Kelly
dice:
La visión de este
libro se inspiró en mi experiencia y ahora actúo según lo que siento que es el
propósito de mi alma. Sin embargo, no siempre ha sido así. Como muchas personas
que han tenido una ECM, al principio no me sentía lo suficientemente fuerte
mentalmente para hablar abiertamente sobre lo que me había sucedido por miedo
al rechazo o al posible ridículo. Intenté desesperadamente olvidar lo sucedido
y concentrarme en reconstruir mi vida.
Años
después, me di cuenta de que intentar reprimir lo que me había sucedido ya no
era una opción. Había sucedido, era parte de mi proceso y tenía que afrontar la
montaña rusa emocional relacionada con mi experiencia lo mejor que podía. Mi
vida nunca volvería a ser la misma. Mi principal objetivo era integrar la
experiencia en mi vida diaria, mientras exploraba maneras de transmitir el
mensaje que había recibido.
Durante
mi experiencia, se me demostró que todos somos uno, estamos conectados, somos
una gran familia global. Sin importar el color, el credo, el género, la
sexualidad, las creencias religiosas o cualquier otra diferencia percibida,
todos somos amados por igual e incondicionalmente.
No
importa si te refieres a Dios, al universo, a la Fuente o a cualquier otra
palabra; lo cierto es que la luz nos ama a todos más allá de cualquier amor que
se pueda expresar con palabras, y su simple deseo es que un día todos nos
veamos como el verdadero reflejo de nuestra alma, que es puro Amor Divino. Ese
día nos liberaremos de todo miedo creado por el hombre, nos regocijaremos en la
realidad de que el Cielo ya está aquí y, finalmente, crearemos Paz en la
Tierra.
Lo que
he encontrado más fascinante desde que me conecté con otras personas que han
experimentado algo en todo el mundo es que, aunque la experiencia de cada
persona es única, la comprensión espiritual, el conocimiento y la sabiduría
obtenidos a partir del tiempo que las personas pasan en otras dimensiones son
relativamente los mismos y refuerzan el simple hecho de que realmente todos
somos parte del mismo todo y estamos intrínsecamente vinculados.
Me
alegra mucho que Penny haya aceptado ser coautora de este libro. Desde mi ECM,
ha sido una gran bendición en mi vida y fue la primera persona que me animó a
seguir mi camino espiritual y a hacer oídos sordos a las críticas de quienes no
creen en absoluto en este importante fenómeno y lo descartan como un truco
mental.
Los
estudios sobre las ECM y otros fenómenos relacionados han demostrado
consistentemente que formamos parte de un universo interconectado y que la
consciencia continúa más allá de nuestra existencia terrenal. Esta comprensión
tiene el poder de inspirar un cambio en nuestra comprensión del significado de
la vida. Plantea preguntas que invitan a la reflexión sobre si realmente
morimos o no. Mi experiencia, y la de
mis compañeros colaboradores en este libro, me han hecho preguntarme si nos
enfrentamos a la realidad de una Experiencia de No Muerte. Lo que quiero decir
con esto es que nuestros cuerpos físicos ciertamente mueren al final de
nuestras vidas, pero nuestro viaje continúa como una forma más sutil de
consciencia, que parece conectarse con un alma eterna. Esta comprensión podría
generar un cambio positivo en la comprensión de las personas sobre el propósito
de sus vidas terrenales. En resumen, el mensaje de las Experiencias de No
Muerte es que nuestra vida espiritual importa, ahora y en el futuro.
Independientemente
de si usted es creyente o no, o se encuentra en algún punto intermedio, mi
esperanza, sueño y deseo es que las experiencias compartidas en este libro
abran su corazón, mente y alma a los aspectos poderosamente transformadores de
las ECM y a cómo los mensajes que contienen pueden generar un cambio positivo
en el mundo.
Ambos hemos conectado con numerosas personas
cuyas vidas se han transformado de diversas maneras como resultado de su ECM.
Este libro presentará solo algunas de las personas con las que hemos conectado,
y esperamos que ofrezca una visión general de lo transformadoras que pueden ser
las ECM. Debo reiterar que las transformaciones no siempre son a gran escala.
La
transformación puede ser sutil y personal, pero le da al individuo en cuestión
propósito y significado. Este libro es una colección de casos donde las
personas han sido transformadas por su experiencia. Cada capítulo ha sido
escrito por colaboradores individuales en su
estilo único. Las únicas excepciones son tres capítulos escritos por mí,
debido a la barrera del idioma y las limitaciones de tiempo. Me he inspirado en
todos los colaboradores. Sus historias hablan por sí solas y cada colaborador
ha tenido completa libertad de expresión, por lo que la edición de sus capítulos
ha sido mínima, pero he añadido un breve comentario para resaltar los puntos
más destacados. Después de su ECM, Kelly se entrenó con Sue Stone, por lo que
sugirió pedirle que escribiera el prefacio. Cuando Kelly explicó de qué trataba
el libro, Sue dijo sincrónicamente: "Oh, tuve una de esas experiencias,
pero tiendo a no hablar de ella".
De
igual manera, el año pasado leí uno de los libros más impactantes que he leído
y me dejó una huella imborrable. Recuerdo leerlo y sentir una profunda emoción
cada vez que lo tomaba, porque no solo estaba escrito con el corazón, sino que
también contaba con un sólido respaldo académico y experiencial. El autor
también había sido transformado por un despertar espiritual que había
experimentado hacía muchos años. El libro, del Dr. Mick Collins, se titula El
espíritu altruista: La evolución humana en tiempos de crisis global. Cuando
terminamos el manuscrito de este libro, supe que Mick sería la persona perfecta
para escribir el prólogo. Ni Kelly ni yo conocíamos a Mick, pero cuando le
escribí un correo electrónico para preguntarle si nos apoyaría, respondió al
instante y dijo que sí. Mencionó que el momento era perfecto, ya que acababa de
enviar el manuscrito de su segundo libro a un editor y su edición tardaría
aproximadamente tres semanas, así que tuvo tiempo de dedicarle a nuestro libro
la atención que merecía. Intuía que recibíamos la guía divina por una razón y
que nuestro trabajo colectivo era de vital importancia en este momento crucial
de la evolución de nuestra historia. Kelly y yo estamos encantados de contar
con el apoyo de un hombre tan sincero y amoroso, y sentimos que esto es solo el
comienzo de un futuro muy emocionante.
Kelly
también sugirió contactar a Neale Donald Walsch para ver si consideraría apoyar
nuestro trabajo. Sus enseñanzas de la serie Conversaciones con Dios han
tenido un profundo impacto en Kelly. Cuando me contactó por primera vez para
hablarme del proyecto del libro, recibió un correo electrónico de Humanity's
Team, la organización de Neale, que mencionaba cómo el conocimiento y la
sabiduría adquiridos a través de las ECM cambiarán el mundo. Kelly intuyó que
Neale participaría en nuestro proyecto de alguna manera. Estuve de acuerdo con
Kelly y recuerdo que, poco después de comenzar mi investigación, me invitaron a
una maravillosa conferencia en las montañas Catskill, al norte del estado de
Nueva York, organizada por la Fundación Lifebridge, que financió mis estudios
universitarios mientras cursaba mi doctorado. Durante la conferencia, David
Lorimer, de la Red Científica y Médica, leyó extractos de un libro que
realmente me impactó: Conversaciones con Dios, de Neale Donald Walsch.
De regreso, pasé por la librería del aeropuerto y compré los tres libros de la
serie Conversaciones con Dios, que leí con atención. Estos libros me
abrieron otra perspectiva de la vida y los he vuelto a leer muchas veces,
especialmente en momentos difíciles.
No
tengo palabras para expresar cómo me sentí al final del proceso de edición de
este libro, cuando Kelly me llamó para ver si había abierto un correo
electrónico de Jo Lal, de Watkins (nuestra editorial). Kelly estaba abrumada y
apenas podía pronunciar las palabras. Gracias a una sincronización perfecta,
Neale Donald Walsch recibió nuestro manuscrito, lo descargó de inmediato y lo
leyó en cuatro sesiones, y estaba tan emocionado como nosotros. Aceptó escribir
el epílogo, pero además nos envió el capítulo que acaban de leer, que describe
su experiencia. Nos sentimos honrados y
privilegiados de que Neale haya compartido su
experiencia aquí y de que comprenda a la perfección el espíritu de este
libro. Es muy interesante que la experiencia de Neale fuera precursora de la
escritura de Conversaciones con Dios, ya que estos libros han tenido un
impacto positivo en la vida de millones de personas. Es como si todo se hubiera
cerrado, ya que la edición británica del libro de Neale, Conversaciones con
Dios, Libro 4: El Despertar de la Especie, publicado originalmente por
Rainbow Ridge Books en EE. UU., ha sido publicada y distribuida por la misma
editorial que este libro, y en un momento en que la conclusión de mi investigación es que el mensaje de estas
experiencias es crucial para nuestra evolución como especie. Compartir estas
experiencias es fundamental para difundir este mensaje y despertar al mundo.
Sincrónicamente, una de las primeras personas en respaldar las
Conversaciones con Dios de Neale fue el Dr. Bernie Siegel, quien también
comparte su experiencia en este libro.
Este
libro comienza con la descripción de la experiencia de Kelly, seguida de
capítulos de varios colaboradores. Gigi Strehler describirá cómo su ECM la
motivó a iniciar un grupo de apoyo para ECM en el Reino Unido, lanzado en 2014.
Durante el nacimiento de su hija, la ECM de Krista Gorman la llevó a modificar
su forma de interactuar con los pacientes a través de su trabajo como asistente
médica. La recuperación de los recuerdos de Ainsley Threadgold resultó en la
integración completa de su ECM, que no había recordado conscientemente. El paro
cardíaco de Tibor Putnoki condujo a la creación de la Fundación Luz de Amor. La
supervivencia de David Bennett a un desastre en el mar resultó en una nueva
forma de vida y la superación del cáncer. El shock anafiláctico de Penny Wilson
la impulsó a compartir el mensaje de que todos estamos conectados. Mike Moon
describe cómo una visita al dentista la llevó al trabajo voluntario en un
hospicio. Jeff Olsen pudo sobrellevar la tragedia de un accidente
automovilístico fatal. Un día divertido en los rápidos llevó a Diane Goble a emprender
un nuevo camino en la vida y a fundar uno de los primeros centros de gestión
del estrés. La ECM de Barbara Ireland la impulsó a cambiar su forma de pensar y
a escribir un libro para ayudar a otros a cambiar también la suya. Deirdre
DeWitt Maltby describirá cómo su ECM la llevó a vivir con más compasión y amor.
La lucha de Erica McKenzie con su peso la llevó a ayudar a personas de todo el
mundo e informar al personal sanitario sobre las ECM. La caída de Katherine
Baldwin en una piscina cuando era niña la impulsó a desarrollar técnicas de
sanación que han beneficiado a cientos de personas. La ECM de William Peter lo
impulsó a desarrollar el Proyecto Cruce Compartido, que ayuda a personas de
todo el mundo. La ECM de Robert Tremblay le ha dado la fuerza para vivir con
una enfermedad debilitante durante los últimos cuatro años, a la vez que
difunde el mensaje de amor y paz que quedó tan profundamente grabado en su
psique durante su ECM. El coágulo sanguíneo no diagnosticado de Paul Ammon lo
impulsó a trabajar en la conservación de las abejas, mientras que las
experiencias de Jessica Harper la llevaron a aceptarse plenamente y a sentirse
apasionada por convertirse en la voz de quienes sufren de transgénero y otros
problemas dolorosos. La ECM infantil del Dr. Bernie Siegel influyó enormemente
en su carrera médica como cirujano pediátrico; su objetivo ha sido humanizar la
educación y la atención médica. El capítulo final, escrito por la Dra. Barbara
Mango, describirá cómo sus experiencias infantiles la inspiraron a realizar un
doctorado y escribir su tesis doctoral sobre el debate espiritual y científico
en torno a las ECM.
Al
acercarse el final de este libro, recibí dos correos electrónicos ese mismo día
de personas que inmediatamente pensé que deberían aparecer en él. Uno era de
Barbara Ireland y el otro de William Peters. Ambos capítulos son más cortos que
el resto, ya que quedaba poco tiempo antes de la entrega del manuscrito, así
que los hemos intercalado entre los capítulos más largos.
Los
colaboradores provienen de todo el mundo y han conectado con Kelly o conmigo
durante los últimos años, a veces con notables sincronicidades, que se
describirán en cada capítulo, destacando la interconexión que existe entre
todos nosotros. Agradecemos a todos los colaboradores por aceptar formar parte
de este libro y compartir su historia con el mundo. Todos compartimos la visión
de marcar una diferencia positiva en el mundo y hemos acordado que todas las
regalías se donarán a la fundación benéfica Love, Care, Share, que apoya
pequeños proyectos para niños a nivel mundial.
Como
he dicho en libros anteriores y en todas mis conferencias, las ECM tienen un
mensaje maravilloso para el mundo. Es un mensaje de paz, amor y respeto, y es,
en definitiva, la Regla de Oro descrita por todas las tradiciones de sabiduría
del mundo: «Trata a los demás como te gustaría que te trataran». Todos podemos
beneficiarnos de este mensaje sin tener que morir primero; solo tenemos que
prestar atención a lo que estas personas intentan transmitir. Te invitamos,
lector, a conectar con las ECM y a inspirarte con el mensaje que tienen para
todos nosotros.
1. EL PODER DEL AMOR DIVINO
Kelly Walsh tiene 42 años y vive en
Manchester, Reino Unido. Su experiencia y el mensaje que recibió, —que almas
afines colaborarían para cambiar el mundo—, es uno de los motores de este
libro. Kelly siempre ha insistido en mis conversaciones sobre la importancia de
trabajar juntos para demostrar el poder colectivo del mensaje de las ECM, y
actúa estrictamente según las instrucciones que cree haber recibido.
Tengo pocos recuerdos de mi infancia, pero lo
que sí sé es que siempre me sentí diferente. No sé exactamente por qué, y
quizás nunca lo sepa. Lo que sí puedo decirles es que, como muchos niños, crecí
con profundos problemas emocionales que afectaron mi capacidad de amarme y
aceptarme de verdad. Por fuera, parecía feliz con una gran sonrisa; pero esa
era una máscara que a menudo usaba para ocultar el dolor de mi corazón roto.
Acosada por la inseguridad y una profunda necesidad insatisfecha de ser amada y
aceptada, desarrollé un trastorno alimentario a los 16 años, y a los veinte
sufrí períodos de ansiedad y depresión severos.
A los
33 años mi dolor físico y mental finalmente se volvió demasiado grande de
soportar y el lunes 5 de octubre de 2009 decidí terminar con mi vida tomando
una enorme sobredosis.
No
ingresé en el hospital durante tres días así que, en teoría, debería estar
muerta o tener graves daños en los órganos, pero Dios tenía otros planes. Para
ponerlo en contexto, el médico me dijo que mis enzimas hepáticas estaban tan
altas que podría necesitar un trasplante de hígado. Mi carta de alta médica
indica que tenía más de 20.000 miligramos de paracetamol en el cuerpo; la dosis
máxima recomendada en 24 horas es de 4.000 miligramos.
Era
demasiado tarde para hacerme un lavado de estómago. Me ingresaron en la sala de
aislamiento y me pusieron un suero fisiológico para ayudar a eliminar las
toxinas que destruían lentamente mis órganos. A mis padres no se les permitió
quedarse conmigo, y recuerdo sentir miedo mientras me llevaban en camilla a la
sala de observación. Pensaba una y otra vez en arder en el infierno. Había
cometido el pecado capital de intentar suicidarme y ahora iba a ser castigada.
Cuán equivocado se puede estar.
Vi
una Biblia de Gedeón en la mesita de noche. La acerqué a la cama y comencé a
leerla a lo que parecía una ráfaga de 160 kilómetros por hora. De repente
apareció una señora vestida de enfermera. Tenía un hermoso cabello rubio y una
sonrisa reconfortante. Acercándose a mi cama me tocó el brazo y susurró:
«Cuando salgas de aquí lee el libro “Conversaciones con Dios”. Y, con
eso, desapareció. Pensándolo bien, creo que era un ángel.
Sus
palabras no me tranquilizaron. Aún con mucho miedo, pedí ver al sacerdote del
lugar. Fue amable y atento. Se sentó conmigo durante una hora y oró por mí. Al
irse me dio una cruz de madera tallada que aferré para mi vida y protección.
La
noche siguiente tuve lo que solo puedo describir como una experiencia cercana a
la muerte. Estaba acostada en mi cama, aferrada a mi cruz de madera, mientras
mi cuerpo sudaba a borbotones. Estaba oscuro, tenía los ojos cerrados y me
sentía extremadamente ansiosa. Tenía la consciencia de que había seres
espirituales a mi alrededor intentando calmarme. No podía verlos físicamente
pero sentía su presencia de una manera poderosa y amorosa. Tenían un efecto
calmante y apacible, y creo que estaban allí para ayudarme con lo que estaba a
punto de experimentar. De repente, me sentí transportada en un viaje y pude
sentir cómo atravesaba lo que parecían baches en el universo, comúnmente
llamados dimensiones. Mientras esto ocurría toda mi vida pasó ante mí y pude
ver y sentir las emociones —buenas, malas y feas—, asociadas con mi experiencia
vital hasta entonces.
Esta
no fue una experiencia particularmente agradable; se sintió como una prueba o
una batalla por sobrevivir. Viajaba a una velocidad que parecía supersónica,
teniendo que sujetarme con fuerza mientras enfrentaba sacudidas al atravesar
varias dimensiones del universo. Tras atravesar la séptima dimensión, sentí
como si la batalla hubiera terminado y una oleada de alivio me invadió.
Finalmente estaba en paz, envuelta por un amor incondicional. Fue una sensación
de lo más increíble, alegre y amorosa y quería perderme en ese momento para
siempre. Un amor tan extraordinario que es imposible expresarlo con palabras.
De
repente, alguien o algo me habló: «Eres fuerte y poderosa. No es tu momento».
No puedo decirte quién o qué era, ya que no lo recuerdo. Esto me pareció
irónico considerando que acababa de intentar suicidarme. La voz entonces dijo:
«Aún tienes una misión que llevar a cabo en la Tierra. Los humanos tenemos la
capacidad de sanar física, mental, emocional y espiritualmente... a través del
amor. El amor propio es lo más importante de todo». En ese instante, me di
cuenta de que todos somos uno, todos estamos conectados y, contrariamente a la
creencia común, no hay una Fuente superior que nos juzgue. Cuando nuestras
almas abandonan el cuerpo el único juicio que soportamos es el que nos
imponemos. Evaluamos todo lo que hemos dicho y hecho desde el miedo en vez
desde el amor. En un contexto religioso, esto se consideraría como nuestro
período en el Infierno; prefiero llamarlo un período de reflexión. La duración
y el dolor asociados con nuestro período de reflexión dependen de cómo vivimos
nuestra vida. Estamos aquí simplemente para amar y aprender, y cada uno de
nosotros se encuentra en un nivel diferente de crecimiento y desarrollo
espiritual. Vale la pena recordar que nadie se ha perdido en el perfecto Amor
Divino de Dios. Solo al regresar a casa nos damos cuenta de esto plenamente.
Todos somos imperfecciones perfectas a los ojos de Dios; nos esforzamos al
máximo por vivir en armonía con la verdadera esencia de nuestra alma: el amor.
A la
mañana siguiente, tras lo que me pareció una eternidad pues no tenía
consciencia del tiempo, la recuperé. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho
y, al abrirlos lentamente, como si renaciera, recuerdo haber pensado:
"¿Por qué estoy en una cama de hospital después de lo que acabo de
pasar?". Me sentí poderosa, como si pudiera hacer cualquier cosa, así que
intenté escapar de la sala... desnuda. Mi exsuegra dijo que proclamaba que
había conocido a Dios y a los ángeles. Esa noche tuve una visión del mundo
cambiando y que almas afines colaborarían para que esto sucediera. Estaba tan
eufórica que compartí mi experiencia con cualquiera que quisiera escucharme. No
creo que me tomaran demasiado en serio, ya que estaba en una sala psiquiátrica.
Milagrosamente, salí del hospital una semana después con un certificado de
buena salud.
Mi
cuerpo fue sanado por el Amor Divino, pero aún me quedaba un largo camino por
recorrer emocionalmente. Tenía que volver al mundo real mientras intentaba asimilar
lo que me había sucedido. Después de hablar con un par de personas sobre mi
experiencia, decidí dejarla atrás. Dudando de mí mismo, me preguntaba si me lo
había imaginado todo, pero en el fondo sabía la verdad. Recaí en mis viejos
patrones, preocupándome por lo que pensaran los demás y dejando que esa
preocupación guiara mi vida. Había poco apoyo para quienes habían tenido
experiencias cercanas a la muerte, así que me dejaron solo para que lo
superara. Supongo que no me sentía lo suficientemente fuerte emocionalmente
para afrontarlo, y me preocupaba la opinión de los demás sobre mí. Tenía miedo
de las reacciones negativas porque, con demasiada frecuencia, lo que la gente
no entiende, lo teme o lo ridiculiza.
Después
de la experiencia mi vida fue una mezcla de alegría y períodos de profunda
depresión. Ahora entiendo que esos períodos oscuros seguían atormentándome
debido a traumas profundamente arraigados y sin resolver de mi infancia. Seis
meses después, conocí a mi alma gemela en una página de citas. En cuanto miré
sus preciosos ojos azules sentí en el estómago que era el indicado. Sentí como
si lo hubiera conocido de antes, y la verdad es que probablemente lo había
conocido en vidas anteriores. Tres semanas después de nuestro noviazgo le conté
sobre mi intento de suicidio. Temblé y lloré mientras le abría mi corazón. Al
terminar mi historia esperé, esperando que terminara la relación. Él
simplemente sonrió, me abrazó y dijo: "Es cosa del pasado; sigamos
adelante". Creo firmemente que fue un regalo del cielo para ayudarme en mi
recuperación. Lo que no sabíamos es que la parte más difícil de nuestro viaje
estaba por venir, y que requeriría un período de profunda introspección y
sanación para ambos.
Estar
enamorada era maravilloso, pero el resto de mi vida, bueno, no se estaba
concretando tan fácilmente. Mi trabajo me resultaba insatisfactorio. Sin
importar el trabajo que aceptara, sentía que no vivía según el propósito de mi
alma, fuera el que fuera. ¿Cómo se suponía que iba a tener el corazón y el alma
llenos de alegría si ni siquiera sabía qué hacer con la vida? Estaba en una
montaña rusa emocional, cuestionándolo todo y dando vueltas a la experiencia
que había tenido en el hospital. ¿Por qué Dios me diría que tenía una misión
que cumplir en la Tierra y no me decía cómo debía lograrla?
Fue
necesaria lo que podríamos llamar una "intervención divina”para que
comenzara a actuar según la misión que me habían encomendado. Fui criada como
metodista pero dejé de ir a la iglesia al final de la adolescencia. De repente,
me invitaron a encontrarme con una nueva amiga en una iglesia pentecostal
local. Nos recibió en la entrada un grupo de jóvenes que me preguntaron si
creía en Dios. Respondí que tenía fuerte creencia en el amor de Dios pero que
no aceptaba del todo ciertos aspectos de lo que todavía se enseñaba en varias
organizaciones religiosas, por ejemplo, que hay que temer a Dios y que la
homosexualidad es un pecado. El servicio fue encantador y al final sentí como
si me hubiera caído un rayo y comencé a temblar y a llorar.
Decidí
explorar más a fondo el cristianismo. Durante los tres meses siguientes, pasé
mucho tiempo con un grupo de cristianos devotos que tenían creencias muy firmes
sobre quién iba al cielo y quién no. Esto no me parecía correcto. ¿Cómo podía
Dios amar incondicionalmente y, sin embargo, castigar? Durante ese tiempo
asistí a algunas sesiones de oración y terminé hablando en lo que llaman
lenguas. Sonaba a árabe. No podía controlarlo.
Reflexionando
me di cuenta de que Dios se comunicaba conmigo, reafirmando mi verdadero camino
y el mensaje que debía transmitir al mundo. La iglesia fue la llamada de
atención que necesitaba. Se predicaban sermones sobre el amor y el perdón, a la
vez que me decía que cualquiera que no fuera cristiano practicante perecería en
el infierno. Esto estaba en conflicto directo con el Dios que había
experimentado.
Necesitamos
comprender que algunos de los más grandes maestros espirituales de todos los
tiempos, —Jesús, Moisés y Buda—, enseñaron el amor por la humanidad sin importar
el color, el credo, el género, la sexualidad, las creencias religiosas ni
ninguna otra diferencia. Creo que es el poder de este Amor Divino lo que traerá
paz y armonía a nuestro hermoso planeta y, en última instancia, sanará el
mundo.
Alejarme
de las restricciones de la vida eclesiástica y retomar mi camino espiritual
resultó ser un paso importante en mi recuperación: me ayudó a aceptar
plenamente lo que me había sucedido en el hospital. Emocionalmente no estaba
sana y aún no tenía la fuerza para compartir el mensaje que había sido enviada
a entregar. Me tomaría otros cuatro años, muchas sincronicidades divinas
(demasiadas para mencionarlas en un solo capítulo) y la mayor tragedia de mi
vida, antes de que finalmente tuviera la fuerza suficiente para actuar según el
propósito de mi alma.
Un
año después me invitaron a un fin de semana espiritual en Glasgow, que
coincidió con el tercer aniversario de mi sobredosis. Uno de los oradores fue
Neale Donald Walsch, así que se puede imaginar mi emoción. Sus palabras me
llegaron al alma e hicieron llorar. Un amigo mío, que había viajado conmigo, me
miró y dijo: «Kelly, está diciendo lo mismo que tú cuando subiste». Le
respondí: «Sí, lo sé, pero ¿cómo puedo saberlo?».
Más
tarde ese día, Doreen Virtue, en su conferencia preguntó si alguien tenía algo
que compartir. Tímidamente levanté la mano y, por primera vez, hablé de mi
experiencia. La reacción del público fue increíble. En ese momento supe en mi
corazón y alma que algún día hablaría al mundo de mi experiencia y de lo que
aprendí de ella. Esto se confirmó más tarde cuando recibí un pequeño empujón
del universo. Una señora, con una bolsa llena de tarjetas de ángeles, se me
acercó. Me pidió que eligiera una. Metí la mano en la bolsa y saqué una tarjeta
morada que decía: "Propósito de la vida: Maestro". Mi amiga me miró y
dijo: "Mira, Kelly, este es tu propósito". Cinco minutos después Dios
es testigo de que una segunda tarjeta de ángel se desprendió del reverso de la
morada. Era dorada y tenía impresas las palabras "Gracia y Espíritu
Santo". No tenía ni idea de la importancia que los colores morado y dorado
adquirirían en mi camino.
A
principios de 2014, luchando contra el aislamiento y dudando de mi camino,
decidí buscar en internet a otras personas que hubieran tenido una experiencia
similar a la mía. Di con la Dra. Penny Sartori —o mejor dicho, fui guiada
divinamente hacia ella—. Le envié un correo electrónico de dos líneas, al que
respondió de inmediato, y quedamos en hablar por Skype al día siguiente. Penny
estaba embarazada en ese momento y no respondía a los correos pero
intuitivamente sintió que necesitábamos hablar. Compartí mi experiencia y mi
profundo deseo de crear un movimiento basado en unir a la humanidad en una
amistad global. Su ideología es amar, cuidar y compartir. También le conté
sobre un concepto de marca infantil en el que estaba trabajando, que esperaba
que algún día financiara la labor continua de mi fundación benéfica. El
objetivo de la fundación es marcar una diferencia positiva a nivel mundial para
los niños afectados por pobreza y sufrimiento. Fue una experiencia catártica
poder hablar finalmente con alguien que creía en mi verdad, sin pensar que me
había vuelto loca. Penny amaba y creyó en mi visión, y desde entonces la magia
comenzó a desarrollarse.
Varios
meses después de nuestra conexión concerté una cita con una terapeuta de
regresión a vidas pasadas. Antes de la sesión, la terapeuta me comentó que a
menudo recibía mensajes canalizados durante y después de las sesiones. Entré en
un estado meditativo, pero en lugar de retroceder vi el color púrpura y luego
lo que parecía un corazón dorado surgiendo en mi consciencia. Lloré de alegría.
La terapeuta me sacó de mi estado meditativo y me dijo que lo que me había
sucedido era muy inusual. En su opinión, la razón por la que no había
retrocedido era la gran importancia de esta encarnación.
Había
dibujado una corona en un papel y me preguntó si los colores morado y dorado
tenían algún significado para mí. Le respondí que antes de mi experiencia no,
pero que desde entonces sí. La corona que había dibujado era la imagen exacta
del logo que había diseñado para el movimiento: morado y dorado, con un corazón
de amor incluido. Me sugirió conectarme con mi guía espiritual y me dijo que
gritara el primer nombre que oyera: Peter. Siendo sincera, la sesión me
decepcionó un poco y no confiaba del todo en lo que acababa de ocurrir. No
estaba convencida de que Peter fuera mi guía; quizá mi mente consciente había
elegido ese nombre al azar.
Esa
noche, la terapeuta me envió un mensaje diciéndome que buscara a Pedro, la
Roca, uno de los discípulos de Jesús. Me reí y le escribí que no conocía bien
la Biblia, pero que lo investigaría. Al día siguiente, me encontré con una
señora que recientemente se había convertido en mi mentora. Me preguntó qué
había estado haciendo. Le conté sobre la regresión y la referencia a Pedro. La
mujer me miró sorprendida y dijo: «Sabía que había una razón por la que elegí
este libro para leer en el tren. Era para ti». Me entregó el libro, El Plan Crístico:
13 Claves para la Conciencia Crística, de Padma Aon Prakasha, que tenía un
capítulo titulado «El Ancla, Pedro la Roca».
Un
pasaje del capítulo habla de una civilización cristiana, construida sobre un
corazón sencillo que reconoce el amor, se esfuerza al máximo y vive una vida
buena, pero que lucha y tiene defectos. Sonreí al leer esas palabras; me
recordaron a mí y ahora entendía por qué Pedro era el guía perfecto, no solo
para mí sino, sin duda, para muchos otros. Él tenía sus debilidades, como todos,
pero Dios puede ver más allá de nuestros defectos lo que realmente reside en el
corazón y el alma de cada uno.
Las
palabras de ese pasaje me serían de gran ayuda ya que pronto enfrentaría el
momento más angustioso y desafiante de mi vida. Desde mi ECM había avanzado
mucho en mi proceso de sanación. Sin embargo aún persistían problemas
profundamente arraigados y reprimidos de mi infancia que necesitaban sanación.
En
junio de 2015 hablé con una amiga sobre su crianza y cómo tanto ella como su
hermana se habían visto afectadas negativamente por cosas que les habían
sucedido en la infancia. Se me llenaron los ojos de lágrimas al escuchar su
historia. Sentí su dolor como si fuera el mío. Me di cuenta de que no solo
lloraba por mi amiga y su hermana, sino también por mí misma y por mi niña
interior. Fue una experiencia rarísima; como si supiera que algo me había
afectado profundamente, pero no tuviera recuerdos claros a los que anclar los
sentimientos. Fui al baño de mi amiga y recé en voz alta a mis abuelos fallecidos.
«No sé qué necesito saber, pero necesito saberlo. Por favor, ayúdenme a
entender por qué me siento así».
Al
día siguiente hablaba con una mujer con un don espiritual. Era la primera vez
que hablábamos, y sin saber más que mi nombre, me dijo: «Tu intuición sobre tu
infancia es correcta. Esto está saliendo a la luz ahora porque por fin eres lo
suficientemente fuerte como para afrontarlo. Es hora de sanar». Lo que no
sabíamos es que al día siguiente tendría una retrospectiva del pasado severa y
me ingresarían en el hospital. Nunca había sentido tanto miedo; me provocó una
crisis nerviosa y psicosis total. La paranoia me invadió, haciéndome desconfiar
de todos. Mi pareja y mis padres se quedaron conmigo hasta que les pidieron que
se fueran. Mi pareja se inclinó sobre la cama para darme un beso de buenas
noches, y yo agarré el crucifijo que llevaba al cuello y se lo arranqué. Estaba
aterrorizada y el crucifijo parecía mi única protección. Más tarde esa noche,
les di al personal de enfermería la sorpresa de sus vidas cuando salté de la
cama y empecé a cantar y predicar sobre Jesús y varios arcángeles que iban a
erradicar la oscuridad de nuestro planeta. Canté y prediqué durante horas. Las
enfermeras me dijeron después que tenía una hermosa voz. Pero, como había
cantado durante horas, finalmente me internaron y pusieron una inyección para
que dejara de cantar y me calmara. Cuando mi pareja llegó al hospital, las
enfermeras lo llevaron aparte: "¿Kelly es religiosa? ¿Canta en un
coro?". Él respondió: "No, normalmente no tiene oído musical".
Afortunadamente, en un par de días el equipo de salud mental me evaluó, revocó la
reclusión y me permitió ir a casa. Es difícil comprender todo lo que ocurrió en
el hospital y todavía nos cuesta entender por qué sucedió. Sin embargo una cosa
es segura: estaba en un estado de consciencia intensificada provocado por un
trauma profundamente reprimido. Parecía que finalmente estaba lista para
enfrentar, procesar, sanar y liberar ese dolor. También estoy segura de que fue
una parte importante de mi continuo despertar espiritual, que continúa en la
escritura de este libro y la obra benéfica relacionada con él.
Tuve
la suerte de contar con el apoyo de un personal médico amable y compasivo.
Vieron más allá de mi comportamiento aparentemente extraño y reconocieron que
lo que necesitaba era apoyo para superar los posibles síntomas de estrés
postraumático.
Lamentablemente,
este no siempre es el caso de los pacientes que muestran señales de conexión
espiritual. Muchos terminan internados bajo la Ley de Salud Mental, obligados a
tomar una mezcla de drogas psicoactivas que suprimen sus verdaderos
sentimientos e identidad.
Creo
que se debe hacer mucho más dentro del sistema de salud para comprender los
síntomas del despertar espiritual. Se debe centrar la atención en identificar
las causas y efectos potencialmente profundos de los problemas de salud mental
percibidos por las personas. Mi experiencia me enseñó que se debe considerar un
enfoque holístico y centrado en la persona dentro del sistema de salud, enfocándose
en la sanación conjunta de mente, cuerpo y alma.
Por
amor y respeto a mi familia he optado por omitir detalles personales sobre mi
ingreso hospitalario y mis continuos problemas de pareja. Sin embargo, lo que
sí compartiré es que, en septiembre de 2015 mi padre falleció. Trágicamente, se
suicidó. Cuando recibimos la llamada telefónica informando que se había
ahorcado la conmoción y la pérdida fueron insoportables. Las repercusiones de
su fallecimiento han sido desgarradoras. La familia materna me responsabilizó
del suicidio de mi padre, rechazándome, cuestionando mi carácter y
ridiculizando mis experiencias y creencias.
No
puedo decir que no haya dolido, sí. Sin embargo, el conocimiento y la sabiduría
adquiridos durante mi experiencia cercana a la muerte, y el camino espiritual y
sanador que he recorrido desde entonces, me han ayudado a afrontar esta
tragedia de una manera más pacífica y digna que antes. No me malinterpreten,
todavía tengo dificultades periódicas para lidiar con la enormidad y el dolor
de todo esto, y he buscado terapia alternativa para ayudarme a procesar y sanar
el trauma. Sin embargo, tengo la suerte de saber que la vida continúa y que
algún día me reuniré con mi padre. Reconozco que, desde la infancia, he buscado
amor y aceptación fuera de mí cuando la persona en la que realmente necesitaba
buscarlos era yo misma. Mis experiencias de vida me han hecho quien soy, y no
cambiaría nada. Creo que elegí este camino al venir a este mundo para, algún
día, poder ayudar a otros en su camino de sanación hacia el amor propio y la
aceptación. En última instancia somos seres espirituales viviendo una
experiencia terrenal. A veces, nuestras vidas pueden ser muy dolorosas, pero
creo firmemente que todas nuestras experiencias, incluyendo dolor y
sufrimiento, están perfectamente orquestadas para ayudarnos a aprender, crecer
y desarrollarnos. Solo cuando volvemos a casa todo cobra sentido. Vale la pena
recordar siempre que, sin importar los desafíos que enfrentes, eres amor, y
eres amado incondicionalmente: todos lo somos.
Me
apasiona crear conciencia sobre el suicidio y hablar abierta y honradamente
sobre mi experiencia en ambos extremos del espectro. Creo que se podrían
prevenir más suicidios si la gente comprendiera que es imposible terminar con
la vida. Nuestras almas y espíritus continúan después de la muerte física
enfrentándose a los mismos problemas que tuvimos en el plano terrenal. En algún
momento todo debe abordarse; ya sea mediante la sanación continua en las
diversas dimensiones o durante nuestra próxima encarnación. Sin duda, es mejor
permanecer en el cuerpo físico, con tus seres queridos a tu alrededor, y
resolver los problemas percibidos para sanar lo que necesita sanación en lugar
de terminar con la vida física. Quizás si hubiera hablado con mi padre sobre
esto con más detalle él todavía estaría con nosotros hoy. Quién sabe, pero
estoy 100% segura del amor incondicional de Dios y de que mi padre continúa
creciendo y sanando espiritualmente. Hazel Angeni, una médium espiritual con
talento, me ha confirmado que mi padre está bien. Ha tenido una revisión de su
vida y ahora entiende todo lo que le digo. ¡Esto me hizo sonreír!
Espero
que mis palabras ayuden a aliviar el dolor y el sufrimiento de quienes han
perdido a un ser querido por suicidio permitiéndoles comprender que ellos no
están condenados a una vida en el purgatorio y que algún día los volverán a
ver. Ha llegado el momento de acabar con el estigma asociado a los problemas de
salud mental y al suicidio. Debemos animar a las personas a hablar abierta y francamente
sobre sus sentimientos en lugar de ocultarlos, como muchos hacen, como un
oscuro secreto culpable.
Creo
que los problemas de la mayoría de las personas se deben a una baja autoestima
que generalmente proviene de experiencias de la infancia. Los adultos con
problemas a menudo crean niños con problemas, y el ciclo continúa. Es necesario
hacer más para ayudar a todos los niños a darse cuenta de lo especiales,
hermosos e increíbles que son. Tenemos el deber de cuidarlos y ayudarlos a
desarrollar mentes sanas y felices, y una actitud positiva. La educación no
debería centrarse únicamente en lo académico, debería ser más holística,
abordando habilidades para la vida, la creatividad y cómo ser fieles a nuestro
yo auténtico.
Desde
mi experiencia, en 2009, he estudiado el poder de la positividad y he tenido el
privilegio de capacitarme con la Fundación
Sue Stone. Durante el curso, hablamos sobre la proliferación de la
negatividad en el mundo y el impacto que tendrá en el futuro de nuestros
queridos hijos. En un instante, lo que viví durante mi experiencia cercana a la
muerte me inundó, y nació mi álter ego, la Princesa de la Positividad de
Planeta Positavia. Positavia es
esencialmente el lugar al que fui durante mi ECM y, a través de este personaje,
quiero empoderar a los niños para que despierten sus poderes de positividad y
sean el cambio positivo que queremos ver en el mundo.
Mi
mayor sueño es crear una marca de personajes infantiles que ayude a financiar
la labor continua de la fundación benéfica Love,
Care, Share que he creado. Visualizo a familias yendo al cine a ver una
película animada sobre las aventuras de la Princesa Positividad del Planeta
Positavia. Al final de la película se proyecta un tráiler que muestra la labor
de la fundación y los rostros del público se iluminan al ver el impacto que las
ganancias de la película y las posteriores ventas de productos están teniendo
en ayudar a los niños menos privilegiados de todo el mundo. ¡Qué mejor manera
de hacer que el Poder de la Positividad (amabilidad, compasión y aceptación de
todos) se vuelva popular! Ya tengas 1 o 101 años, nunca es tarde para
convertirte en un Príncipe o Princesa de la Positividad que realmente ama, se
preocupa y comparte.
Mi
ECM y las experiencias espirituales posteriores han impactado mi vida de
maneras que jamás imaginé. La han llenado de amor y belleza, y me han guiado
por un camino que me ha conectado con personas verdaderamente increíbles. Sin
embargo, ha habido momentos fugaces en los que he deseado que nunca hubieran
sucedido, para poder vivir una vida relativamente normal... sea lo que sea. A
veces, es difícil reajustarse a la existencia terrenal después de haber tocado
el otro lado. Estoy aprendiendo a entregarme por completo y a dejar que Dios,
el universo y los ángeles me guíen. Sé que la visión en mi corazón y en mi alma
está siendo guiada divinamente, y mis oraciones están siendo respondidas.
Una
de las sincronicidades, casi demasiado conmovedoras para mencionarla, se
relaciona con un video profesional que necesitaba para la página web de Positivity Power Movement. No tenía
presupuesto para cubrirlo. Lo que tenía, y sigo teniendo, es confianza y fe en
que la visión final se manifestará. Estaba sentado charlando con Dios y los
ángeles, como suelo hacer, pidiéndoles ayuda y guía. Una o dos horas después,
navegando por Facebook, descubrí un concurso para ganar la grabación y edición
de un video profesional. Enseguida participé y, unos días después, me enteré de
que había ganado. Cuando busqué la empresa que iba a grabar el video, me
sorprendió ver que se llamaba Awakening Media, con sede en Angel Wings, Leeds.
No pude evitar sonreír. Cuando finalmente conocí al encantador Alistair Ruane,
que iba a grabar mi video, me informó que también era animador y locutor.
Compartí mi visión global de crear la primera marca infantil de este tipo,
destinada a ayudar a los jóvenes menos afortunados; lo que sucedió después me
dio escalofríos. Alistair se ofreció amablemente a producir más de un video.
Además, ayudó a crear una Princesa Positiva animada; así, tendría un producto
para mostrar a posibles socios mediáticos interesados en la producción. Me
dijo que estaba dispuesto a ayudarme, porque un año antes, el 9 de octubre,
coincidiendo con el aniversario de mi ECM, casi murió, lo que cambió su actitud
ante la vida. Ahora quería servir a los demás. Supe en ese instante que
Alistair sería una de las muchas personas con ideas afines con las que seguiría
trabajando en el futuro.
Mientras
escribía mi capítulo, me sentí impulsado a contactar con una joven de Wigan,
Caz Simms. Fue paciente al mismo tiempo que yo, en la misma sala donde tuve mi
ECM. Le envié un mensaje por Facebook preguntándole si recordaba algo de lo que
dije en el hospital. Casi esperaba que dijera: "No sé de qué hablas",
pero me respondió: "Sí, lo sé, y es increíble ver que estás logrando lo
que te propusiste. Dijiste que querías cambiar la negatividad del mundo y
prevenirla en los jóvenes. Les decías a todos que todos somos uno, todos
conectados, todos iguales. Estabas tan llena de amor, como si tuvieras un
mensaje de Dios para compartir". Esto me dejó atónita y supe en ese
instante que había sido guiada a reconectar con Caz para reafirmar lo que había
experimentado y recordarme la importancia del trabajo que estaba haciendo.
Lo
que me impulsa a trabajar por un cambio transformador en el mundo es que las
futuras generaciones de niños crezcan amándose a sí mismos y a los demás.
Utilizo mi historia personal como ejemplo del profundo cambio que es posible.
Aprender a amarme me ha llevado más de 41 años, y aunque todavía tengo
vacilaciones emocionales de vez en cuando cuando surgen problemas e
inseguridades sin sanar, estoy muy orgullosa de lo lejos que he llegado.
Durante años he visto el amor y la belleza en los demás, pero me ha costado
verlos en mí misma. Esta falta de amor por mí misma me ha llevado, en
ocasiones, por un camino autodestructivo, y he dicho y hecho cosas de las que
ahora me arrepiento. Sin embargo, me di cuenta de que aferrarme a los errores
percibidos del pasado no sirve de nada. El pasado es pasado, y todo lo que hice
en mi vida anterior fue parte de mi despertar. He aprendido que todos hacemos
cosas que no sirven a nuestro propósito superior, y estas se convierten en
lecciones para nuestro crecimiento. Juzgarnos a nosotros mismos y a los demás
es contraproducente, porque la realidad del amor de Dios es Divina e
incondicional.
Imagina
cómo sería el mundo si nos apoyáramos mutuamente. Soltando la culpa y la
vergüenza de nuestro pasado, y aprendiendo a amarnos a nosotros mismos y a los demás
como Dios ama a toda la creación. Cada momento es una oportunidad para
replantear y redefinir nuestra vida. Por ejemplo, yo uso un método sencillo
para lograrlo: pararme frente a un espejo. Mientras me miro, digo: «Como me amo
y me perdono de verdad, puedo amar y perdonar de verdad a los demás». Este
sencillo ejercicio puede ayudarnos a comenzar el camino de la liberación de
nuestros corazones, mentes y almas. Cuando vivimos en amor y perdón, las ondas
positivas resuenan con fuerza en el mundo. De esta manera, el camino hacia una
sanación profunda comienza cuando nuestros corazones y almas se redimen al
servicio del amor, por nosotros mismos, por los demás y por el mundo.
Quién
sabe adónde me llevará la siguiente etapa de mi viaje, pero una cosa es segura:
será un viaje basado en el amor, no en el miedo. Sé que mi destino es compartir
mi verdad y trabajar en colaboración con otros para lograr un cambio hermoso y
duradero en nuestro planeta. Nunca olvidaré las palabras canalizadas que leí de
una princesa de la vida real, la difunta Su Alteza Real la Princesa Diana. Ella
dijo: «No se trata solo de amarnos y cambiar el mundo; se trata de amarlo todo
para cambiar el mundo». No siempre es fácil, lo sé, pero es algo por lo que
todos podemos trabajar. Ella fue, y sigue siendo, una inspiración para
muchísimas personas, incluyéndome a mí. Su luz brillante sigue viva y continúa
tocando el mundo de una manera tan positiva y vital. A través del trabajo de
nuestra fundación benéfica, planeamos llevar amor, alegría, felicidad y
positividad a la vida de los niños de todo el mundo y dejar un hermoso legado,
tal como ella lo hizo.
Desde que comencé mi investigación, muchas
personas me han contactado después de su ECM. Me han descrito las numerosas
sincronicidades que comenzaron a manifestarse en sus vidas. A menudo, estas
sincronicidades parecen increíbles, pero tienen un gran significado para cada
persona. Kelly no es la excepción, y este capítulo solo ha abordado algunas de
las muchas sincronicidades de su vida. Kelly se ha transformado por completo
gracias a su experiencia y está completamente comprometida a poner en práctica
lo aprendido durante ella. Ha sido una fuerza impulsora para que este libro se
haga realidad, y sus ideas van mucho más allá de la simple coautoría. Ha creado
el personaje infantil Princesa Positiva, ha creado el Movimiento Poder Positivo
(que impulsa la actividad de la fundación benéfica Love, Care, Share) y
continúa conectando con personas de todo el mundo para difundir el mensaje de
interconexión, paz, amor, cuidado y servicio a los demás.
2. TOCANDO EL VACÍO… Y EL VIAJE DE REGRESO
Conocí por primera vez a la actriz Gigi
Strehler, de 37 años, cuando me contactó a través de mi sitio web en 2011 pidiendo
ayuda para comprender su ECM. Estaba en las primeras etapas de entender su
experiencia. Intercambiamos algunos correos electrónicos pero pasaron un par de
años antes de que volviera a contactarme. Esto no es inusual; puede llevar
muchos años antes de que alguien pueda revelarme completamente su experiencia.
Quedamos en tener una breve charla por Skype que duró unas tres horas. Me
fascinó escuchar lo que Gigi tenía que decir y cómo interpretó su experiencia.
Son las conversaciones con personas que han tenido ECM las que profundizan mi
comprensión de este fenómeno multifacético. En nuestra conversación inicia, me
resultó muy evidente que los cambios en la vida de Gigi después de su ECM eran
difíciles de conciliar con su vida anterior ya que experimentó una de las ECM
menos frecuentes: una experiencia de vacío. Más tarde conecté a Gigi con Kelly,
quien a su vez la conectó con otras personas que aparecen en este libro.
El proceso de venir a este mundo lleva mucho más
tiempo que el de partir. En algunos casos la vida termina en un abrir y cerrar
de ojos, y en otros es una salida prolongada y duradera. Yo era de los
primeros; mi encuentro con la muerte fue tan repentino e inesperado. Me fascina
que la gente a menudo sienta más curiosidad por los detalles que conducen a la
muerte que por el hecho mismo de morir. Tuve un amigo que se suicidó y me
impactó la cantidad de gente que se preguntaba cómo se había quitado la vida en
lugar de reconocer de inmediato la ausencia de esa vida. Es cierto que tenemos
fascinación morbosa por la muerte y el morir. Seré breve.
Era un
día normal de exámenes en la escuela de teatro donde daba clases. Superé el
exhaustivo proceso de valorar a los alumnos y enviarlos a que realizaran pruebas individuales. Sintiéndome extrañamente
débil y cansada —sin saber que sufría una hemorragia interna—, fui al baño y me
desplomé. Más tarde me enteraría de que la afección que padecía se llamaba divertículo de Meckel, que tenía una
úlcera perforada y que la sangre brotaba por todos los orificios posibles.
Conseguí agarrarme al lavabo y abrir la puerta con la fortuna de que la
directora del centro caminaba por el pasillo. Logré llamar su atención.
Sabiendo que algo iba muy mal le pedí que llamara a una ambulancia y me
desmayé. Recuperé la consciencia en la ambulancia y llegué a Urgencias. Tenía
fe total en los médicos, el hospital y el diagnóstico pendiente, y en que
cualquier problema se corregiría pronto. De alguna manera, logré racionalizar
el hecho de que me salía sangre a borbotones y que me hacían transfusiones de
sangre de emergencia para reponer una vitalidad que se agotaba rápidamente. Los
médicos hicieron todo lo posible por investigar, pero a pesar de que me
introdujeron tubos por todas partes no encontraron nada. El flujo sanguíneo era
tan intenso que obstruía las imágenes de la cámara. Pero aún tenía fe. Y seguía
creyendo, con cierta ingenuidad, en la suerte.
Las
vueltas del destino pueden cambiar en un instante se dice. Desafortunadamente,
y al final catastróficamente, todo esto ocurrió justo cuando enfermeras y
médicos debían hacer huelga contra los cambios gubernamentales en sus salarios
y pensiones. En circunstancias normales, yo habría estado allí, en el piquete
con ellos. Su huelga iba a ser mi perdición. Sigo teniendo sentimientos al
respecto. Sin embargo, con el paso de los años reajusto mi relación con
palabras como caos, casualidad, suerte, destino, coincidencia, serendipia,
accidente y percance.. Las enfermeras que servían en mi sala eran enfermeras que
reemplazaban a las que protestaban afuera. Me acercaba a mi quinto día en el
hospital y la hemorragia no daba señales de cesar. Recuerdo a mi madre sostener
mi cuerpo convulsionante mientras un río rojo brotaba de él. Obviamente, algo
salió mal porque no me hicieron una transfusión de sangre esa noche. A la
mañana siguiente me tocaba una tomografía para intentar determinar el origen de
la sangre. Iba a ser un procedimiento largo, así que me llevaron al baño para
tener la última oportunidad de orinar antes de empezar. Una vez en el baño me
desmayé al instante, golpeando la cabeza contra la pared de azulejos. Eso era
todo. La muerte se acercaba.
Es
cierto lo que dicen: el último sentido en desaparecer es el oído; todos los
demás dejan de funcionar lentamente a medida que la muerte se acerca desde los
pies, pero el último en desaparecer es el oído. Este es un fenómeno milenario.
Quizás hayas oído relatos de Sócrates al que obligaron a ingerir la cicuta, una
planta altamente venenosa, como método de ejecución; una ejecución que
implicaba una parálisis muscular ascendente que produce la muerte. O quizás
hayas visto imágenes grabadas con una cámara termográfica de alguien
falleciendo: todo el cuerpo brilla rojo al principio cuando la cámara detecta
calor (vida), luego comienza a transformarse a través de varios colores
intermedios hasta el azul (muerte), extendiéndose desde los pies hacia arriba.
Básicamente, abandonas tu forma física a través de la coronilla y, por lo
tanto, tu audición permanece intacta durante más tiempo.
Y
escuché mucho durante mi experiencia. Oí a los médicos llamar al equipo de
urgencias. Los oí admitir su culpa por haber omitido la última transfusión de
sangre. Oí el caos cuando se dieron cuenta de que la unidad de urgencias estaba
al otro lado del hospital. Oí los gritos mientras se tomaban decisiones
rápidas. Oí miedo, pánico, confusión, determinación y adrenalina. Y luego todo
se volvió negro.
La
muerte es un proceso muy hermoso y relajante. Es una sensación deliciosa, una
que ya no me perturba. No hay experiencia más dichosa, por muchas drogas o
sustancias psicoactivas que tomes. Y hay tanta gracia y misericordia
en el proceso. Ahora, ante cualquier situación, siempre me recuerdo que todo
pasa, incluso el dolor, y esa es la maravillosa salvación que trae la
muerte.
¿Cómo
es morir? Bueno, para mí fue como hundirme en una hamaca. Es como si la
"muerte”fuera una trayectoria hacia atrás, y la "vida”una
voluntad/intención/enfoque, hacia adelante. Años después, todavía tenía
momentos, en terapia, en los que no podía perdonarme por sucumbir tan
fácilmente a la muerte. Todos tenemos la idealización de que lucharemos hasta
el final por ese avance hacia la vida y la existencia, cueste lo que cueste
pero no fue así para mí. Me separé del cuerpo con la misma facilidad con la que
una hoja cae del árbol caducifolio. Sabía que mi forma física se había rendido.
Aunque sabía que mi única esperanza era concentrar toda mi fuerza mental,
consciencia e intención en luchar hacia adelante, de vuelta a la
"vida", elegí hundirme más profundamente en esa maravillosa hamaca de
misericordia y gracia. Elegí la muerte.
Limbo.
Esa es la frase que acuñé en terapia para describir el espacio/lugar al que
fui. Muchas personas ven un túnel de luz, se encuentran con seres queridos
fallecidos o incluso con una energía, fuente, entidad de luz o deidad. No tuve
una experiencia que confirmara otro reino de consciencia. Esta es una
característica maravillosa y positivamente afirmativa de una ECM común. Incluso
una ECM "negativa", como sentir o encontrarse con una presencia
demoníaca o fuerzas destructivas, puede tener resultados positivos. Ambas
experiencias dejan a las personas regresando a este reino físico con una
sensación segura y arraigada de otro continuo espacio-temporal o existencia del
yo. Quienes tienen una ECM positiva regresan y disfrutan de su experiencia
celestial. Quienes la tienen negativa a menudo regresan y se reforman. De
cualquier manera, tienen un concepto inquebrantable de la conciencia continua
del yo. Yo iba a tener un concepto inquebrantable de algo muy diferente. Algo
que solo se informa en aproximadamente el 5% de las ECM. Fui al
"vacío". Oscuridad, silencio, la nada total. Cero. Nada de nada. Y
esto era la nada como experiencia, no solo como concepto con el que jugamos en
vida. Lo dejaré reposar un momento, y entonces quizá lo que intento articular
realmente tenga sentido... Experimenté la verdadera atemporalidad. El
tiempo no es lineal; de hecho, es un concepto creado por el hombre. Es
flexible, enroscado; gira en espiral. En un instante simultáneo experimentas
todo lo que fue, es y será; todo aquello de lo que formas parte y con lo que
estás en armonía. Meses después, mi mente analítica, al regresar al mundo
físico, sufriría un colapso severo, luchando por comprender el concepto,
por no hablar de la experiencia. Al esforzarme por comprender qué era ese
lugar —el limbo—, empecé a pensar que si no había tenido una experiencia
celestial o infernal, de alguna manera había ido a un espacio/lugar intermedio.
Una puerta entre la vida y la muerte (o mejor dicho, una existencia y un estado
de ser continuos, aunque alterados); una especie de purgatorio, por así
decirlo. Esta idea dio origen a lo que desde entonces, quizás, se ha convertido
en una obsesión de toda la vida: investigar los conceptos de la humanidad sobre
el más allá. Llevé mis preguntas al rabino, al sacerdote, al imán, al monje;
ninguno tenía respuestas concretas, y por concretas me refiero a una filosofía,
ideología o concepto que coincidiera al 100 % con mi experiencia,
realidad y verdad. En mi desesperación, mi psique comenzó a desmoronarse.
¿Quién soy realmente?, me pregunté, dado que mi autoconciencia se ha
desprendido de mi forma física. ¿Qué es ese limbo? ¿ Adónde fui?
La
terapia me permitió, poco a poco, soltar la necesidad de definir ese lugar con
otras palabras o términos. En cambio, cuando deseo regresar a ese espacio,
recuerdo la sensación y la plenitud de la experiencia. La sensación de amor
absoluto, misericordia absoluta y ausencia total de juicios mecerá
mi conciencia para siempre. No me importa describir o articular ese lugar; lo
vital, sin embargo, es asimilar las tres profundas revelaciones que tuve allí.
Las
revelaciones, por naturaleza, son instantáneas. No son procesos ni viajes hacia
un despertar determinado; son inmediatas, completas y profundas. La única forma
en que puedo expresarlo es así: fue como si tres revelaciones, tres comprensiones,
se descargaran instantáneamente en mi cerebro, aunque es discutible si el
cerebro sigue funcionando como tal durante un paro cardíaco. Sea cual sea el
término que se les quiera dar, esencialmente conecté con tres verdades
pertinentes que eventualmente influirían en cada instante de mi regreso a la
vida.
Revelación
Uno: el mundo material no es la realidad. Es muy fácil decirlo, sin
juego de palabras como declaración dada, pero cuando sucede, sacude todo tu
mundo y existencia. Es profundamente impactante. De repente distorsiona la
noción de nosotros mismos. No nos llevamos nada con nosotros. Nada. Ni siquiera
la forma física. No soy mi cuerpo ni mi mente. No soy mis órganos, ni siquiera el
aliento. ¿Qué soy entonces? Yo. Solo, simplemente, Soy. Es una
gran noción y una realidad aún mayor e impactante cuando sucede. Debido a esto
me resultó muy difícil, al regresar al mundo físico, crear apegos a cosas,
dinero o posesiones. Me volví enormemente intensa en mi comunicación con las
personas: miraba profundamente a sus ojos, buscando conectar con su yo más
profundo y verdadero en lugar de su manifestación física. Ya no podía registrar
rostros y cuerpos en ninguna escala móvil. Tampoco podía diferenciar más entre
belleza y fealdad. Perdí toda objetividad. Solo podía descifrar subjetivamente
la energía luminosa y oscura que las personas llevan dentro, y todo el espectro
intermedio. Con todos nuestros avances como especie hemos sofocado cierto instinto
animal o sexto sentido. Y mi instinto animal se había magnificado. Simplemente
percibía la energía vibratoria de alguien y reconocía mi respuesta individual. Podía "olfatear”a
la gente al instante, casi leer sus pensamientos internos; sin importar lo que
se suponía que debía pensar de su forma exterior, hermosa o no. Se volvió muy
intrusivo tanto para la persona como para mi
energía. Podía "olfatear”sus pensamientos más íntimos, miedos y
amores más profundos. La verdad es la que es. No hay escapatoria, no importa
cómo se presente. En los primeros años, después de mi experiencia, llamaba a
las cosas por su nombre. Decía a las personas lo que realmente pensaban y
sentían. Les asustaba, les enojaba o abrumaba. Con el tiempo dejé de decir
cosas. Pero la capacidad de ver directamente a través de la forma física sigue
siendo una bendición y una maldición.
Revelación
Dos: el juicio es un proceso interno. Muchas religiones, filosofías e
ideologías del mundo hablan de un día del juicio, de un equilibrio de la balanza,
de una retribución kármica o de un día de ajuste de cuentas: una evaluación de
las acciones, palabras y sentimientos de una persona. Pero no es nada
como te lo imaginas. Muchas personas que han tenido una ECM hablan de una
"revisión de vida”en la que les muestra su vida una entidad neutral, que
no juzga, o reviven partes de ella. A menudo esto se hace desde la perspectiva
del yo superior o a través de los "ojos”de la persona a la que su
comportamiento, acciones o palabras afectaron. Para mí, también, el juicio no
fue un proceso externo. No había una entidad separada que determinara que las
personas buenas tomen el ascensor que sube al Cielo y las malas la escalera
mecánica que baja al Infierno. Ese es un punto de vista demasiado simplista. El
juicio es un proceso completamente interno. No ocurre de afuera hacia adentro,
sino de adentro hacia afuera. Para mí, estar en el limbo, sin forma física, era
como ser completamente transparente. Podía "ver”todo dentro de mí, y yo
era parte de todo. Quizás de aquí provienen las ideas de "Dios está en
todas partes", y, "Dios todo lo ve". No puedes huir de ti en el
lecho de muerte. Sabes la verdad detrás de cada acción, palabra, pensamiento. Así es.
Cada intención que hayas tenido es conocida por ti y por todo lo que es.
Y como el "tiempo”en el reino físico es finito, una vez que pasas al reino
eterno no puedes volver atrás y cambiar las ondas y vibraciones creadas en tu
vida física. No puedes deshacer ninguna acción, palabra, pensamiento o
sentimiento. Es simplemente lo que es, y ahora en el limbo, será para
siempre. Eso es para mí lo que creó mi
infierno personal. Cada encuentro, cada suceso, cada palabra, cada
acción, cada interacción energética con cualquier otra persona, animal o
entidad natural se contabiliza porque sucedió: surgió, y no se puede
deshacer lo que está entretejido en la trama de la vida. Eso duele. Cuando
regresé sentí una necesidad imperiosa de rectificar y resolver cada suceso
pasado que causó, a mí o a otros, alguna incomodidad o dolor emocional.
Revelación
Tres: son nuestras acciones, no nuestro credo, lo que importa. Son las
acciones que realizamos y las cosas que hacemos las que determinan nuestro
estado vibratorio en el reino venidero. La religión, los sistemas de creencias
tradicionales o las ideologías no son importantes. No es cómo llegas
allí sino que llegas allí: a un estado de ser, conciencia, más elevado
que cuando comenzaste. Llegué a comprender que tu creencia profesada (o
incredulidad, para el caso) no tiene ninguna relación con el resultado. ¡Lo que
piensas, dices y haces tiene infinitamente más importancia que lo que
"crees"! Como resultado, simultáneamente tengo todo el tiempo del
mundo para la religión y, sin embargo, ¡absolutamente ninguno! Me llevó a
querer estudiar profundamente cada fe principal del mundo para aprender cómo
los diferentes textos sagrados, profetas y sabios, culturas y procesos
espirituales nos ayudan en nuestro viaje y búsqueda para alejarnos gradualmente
de la oscuridad hacia la luz. Tengo un vívido recuerdo de mirar un libro grande
de Educación Religiosa en la escuela primaria a la edad de ocho o nueve años, y
recordar solo una cosa: "La religión no es más que una linterna
multicolor; todos miramos a través de los diferentes colores, pero la vela
siempre está ahí". Encapsula exactamente mis sentimientos en torno a esta
revelación final. Tenía la sensación de que es casi como si Dios, la Fuente, la
Luz, Om, Yahvé, el Universo o Todo Lo Que Es, fuera mucho más grande que esas
complicaciones triviales de necesitar definir la expresión espiritual. La
energía de Todo Lo Que Es realmente no tiene el tiempo o, me imagino, la
inclinación para lidiar con los detalles de la búsqueda de la humanidad para
encontrar la iluminación a través de doctrinas establecidas, reglas creadas por
el hombre, regulación de rituales o la perfección de las prácticas. Evolucionas
y te elevas, o no. Simple.
Regresar
a mi forma física fue como un aterrizaje forzoso. Sospecho que se debió a una
intervención médica agresiva, pero de repente sentí la conmoción de mis
sentidos al despertar. Podía oler el desinfectante abrumador del ambiente
estéril. Estaba cegado por las luces artificiales. Podía saborear la sequedad
árida de mi boca. Oí al médico en prácticas exhalar un profundo suspiro de alivio
mientras se secaba el sudor de la frente fruncida, preso del pánico. El dolor
de las agujas clavándose en mis venas me recorrió todo el cuerpo. Fue, en
efecto, un aterrizaje forzoso, pero estaba aquí. Estaba ahora. Había vuelto.
Las
primeras palabras que le dije a mi madre cuando la llevaron a la habitación
fueron: “J'étais près de Dieu» (estuve cerca de Dios). Debo señalar que
mi lengua materna es el inglés al cien por cien. Aunque mi madre habla cuatro
idiomas, el francés el tercero, y aunque cursé francés como asignatura en el
colegio, a día de hoy me sigue pareciendo extraño y fuera de lugar decirlo. En
cualquier caso, comoquiera que saliera, en cualquier idioma, reconozco que, de
alguna manera, había comprendido profundamente la realidad de lo sucedido.
Había tocado el vacío y regresado. Sabía que no me iría pronto. Y mientras los
médicos me llevaban rápidamente al quirófano para una cirugía de emergencia,
(decidieron que tendrían que entrar y ver qué podían encontrar), y las luces
del techo pasaban rápidamente junto a mí mientras me llevaban apresuradamente
por los pasillos, mi madre corrió a mi lado y dijo "Pide perdón", lo
cual admiro de ella por ser un consejo muy esperanzador y práctico en medio de
la histeria y el caos.
El
perdón es la mejor descripción del sentimiento abrumador que sentí en el limbo.
Una fusión perfecta de misericordia, compasión y amor. Sin
embargo, recuerdo haber pensado: "¿Perdón por qué?”en respuesta a la
bienintencionada oración-esperanza de mi madre. ¿De verdad había vivido una
vida tan mala? Sí y no. Pero en ese momento quizá ya me reconfortaba la
serenidad total que había sentido en el otro espacio y que se aferraba a mí
como un residuo brillante de rocío. No tenía miedo. Y fui perdonada.
Cuando
recuperé la consciencia tras la anestesia y la operación, las enfermeras
llamaron a mi madre aunque normalmente no se permitía la entrada a familiares
en la sala de recuperación. Esta vez mis primeras palabras fueron: «He vuelto
por ti, mami», y más tarde supe que me habían abierto el estómago y descubierto
y extirpado el divertículo de Meckel, la úlcera perforada y parte del
intestino. También supe después que le habían dicho a mi madre que no creían
que tuviera muchas posibilidades de sobrevivir. Esto explica su comentario de
«pide perdón» como último consejo de despedida y como indicio del posible
final. Pero, de hecho, iba a ser el comienzo de una lenta y ardua recuperación:
física, mental y emocional. Una recuperación que comenzó con mi madre,
literalmente, alimentándome y bañándome, mientras yo rehabilitaba lentamente
mis músculos centrales y volvía a caminar. Era como si recorriera a toda
velocidad las experiencias de la infancia. Como si se hubiera activado un botón
de reinicio en mi vida. Me maravillé al ver lo brillantes y coloridos que eran
flores y árboles cuando salí del hospital, unos días después. Los sonidos eran
completamente abrumadores. Estaba aprendiendo a sentarme cómodamente y a
sentirme acogida por mi cuerpo por primera vez.
Me
estaban sucediendo cosas extraordinarias. Algo debía de haber cambiado en mi
composición electromagnética porque notaba que esta vez tenía forma física
ligeramente distinta. Las luces parecían zumbar o parpadear al acercarme, ¡y he
fundido algunos fusibles! También me volví muy fotosensible y tuve que conducir
con gafas de sol de noche durante mucho tiempo. Todavía me cuesta, en nuestra
era tecnológicamente avanzada, usar televisores, ordenadores y teléfonos: la
luz artificial me quema la retina y parezco causar más interferencias que cualquier
otra persona que use dispositivos. También sabía que algo había cambiado en mi
energía. Al haber crecido sin mascotas no tenía afinidad con los animales, (los
amaba y respetaba, pero mantenía una postura neutral respecto a ellos), pero
ahora se acercaban constantemente a mí como seres sintientes que son. Vivo en
un pequeño piso en el corazón de Londres. Las ardillas entraban con gusto en mi
salón y los zorros adornaban mi porche. Supongo que su "instinto más puro”podía
olfatear ese residuo húmedo del otro espacio. Ocurría algo parecido con los
niños pequeños: se me acercaban con toda su pureza, inocencia y amor, y yo
sabía que algo dentro de mí había cambiado. No por elección. Nunca lo pedí.
Simplemente fue un efecto secundario de la ECM.
Son
las secuelas de una ECM las que realmente impactan tu vida, más que la ECM en
sí. En mi caso sucedieron todo tipo de cosas. Mi sueño se alteró: tuve que
dormir con mi madre porque el corazón me despertaba con un temblor justo cuando
me quedaba dormida como si recordara el momento en que se detuvo e intentara
sacarme del estado de paz en el que me
sumergía para evitar que volviera a morir. Mi vida onírica se disparó:
los sueños "significativos”alcanzaron su punto máximo de intensidad y
frecuencia. Ahora siempre puedo distinguir entre un sueño en el que la mente
simplemente ordena su basura y uno en el que una conexión con la Fuente me ha
traído un mensaje, como que me presentaran a mis dos ángeles guardianes, (me
desperté llorando, sin creerme del todo digna de uno, y mucho menos de dos, de
estas increíbles entidades), o sueños de profecía, (empecé a soñar con sucesos
antes de que ocurrieran en la vida real), o de guía, señales o presagios. Como
resultado, me fascina nuestro estado de sueño, nuestra relación con él y lo que
sucede durante él. Pasamos gran parte de la vida, al menos un tercio en esta
existencia alterada, casi comatosa, con diferentes patrones cerebrales,
consciencia y consciencia alterada. Se establece algún canal o conexión con
algo, en algún lugar. Estoy convencida de ello, y solo estamos investigando la
punta del iceberg.
En
algún punto entre lo espiritual y lo físico se encuentra lo mental y lo
emocional. Puedo decir con certeza que hubo un momento en que perdí por
completo la cabeza y el corazón. Creo que, en parte, mi experiencia del
"vacío”me llevó a un colapso existencial total, y mi experiencia de
"la paz que sobrepasa todo entendimiento”hizo que cualquier encuentro
emocional en este mundo palideciera en comparación. Casi me suicidé, deseando
solo regresar a ese estado de euforia dichosa que era el limbo. Mi forma de
sentir y pensar sobre todo cambió por completo. Como si me hubieran sometido a
un trasplante de cerebro y corazón; una transformación de personalidad e
identidad. Fue abrumador. Tenía una perspectiva diferente sobre mí misma, mi
lugar en el cosmos, mi familia, amigos, entorno, elecciones, actitudes, moral,
valores, ideas sobre el amor, los niños, los animales y la naturaleza, en el
espectro más amplio de las cosas, hasta la política, la carrera, el dinero, los
activos, las relaciones, el matrimonio, la religión, la fe, el sexo, la
oración, la meditación, directamente de vuelta a conceptos enormes que tienen
que ver con el tiempo, la energía y la conciencia. Como puedes imaginar, es
mucho para reflexionar y mucho para resolver si, como yo, estás drogado con
medicamentos para amortiguar los efectos de los efectos secundarios de
la ECM y el trastorno de estrés postraumático, (TEP).
Fue
durante esta época cuando nació Near Death Experience UK. Había dedicado un par
de años a leer extensamente sobre el tema y me sentí muy reconfortada al saber
que, si bien las ECM difieren mucho en su manifestación, existen algunos rasgos
que son válidos y trascienden la edad, sexo, idioma, cultura, credo y color de
piel de quien las experimenta. Comprendí que estas verdades universales nos
conectaban a todos. Supuse que si yo sufría terriblemente al intentar adaptarme
a la vida en el planeta Tierra, debía de haber miles de personas que
experimentaban el mismo dolor, confusión, desafíos y obstáculos. Creé Near
Death Experience UK como el primer grupo de apoyo del Reino Unido para personas
con experiencias cercanas a la muerte. No tenía ni idea de cómo iba a ayudar a
nadie más que decir: "Lo sé. Lo entiendo". Pero sabía que sería una
excelente manera de unir a la comunidad de ECM para ofrecer apoyo, amor
y ánimo. Gracias a los increíbles avances médicos, cada vez más personas
regresan del borde de la muerte tras haber vivido experiencias extraordinarias,
y cuanto más las compartimos, más podemos aprender de ellas. Mi ECM me ha
moldeado y cambiado de maneras que jamás habría podido concebir. Estoy muy
agradecida. No me arrepentiré. Y espero que la luz llene tu "Segunda
Toma", dondequiera y quienquiera que seas.
Durante nuestra primera conversación por
Skype, recuerdo que Gigi me contó lo difícil que fue encontrar a alguien que
comprendiera su experiencia. Se sentía como una carga para su familia y amigos
por hablar tanto de su experiencia. Esto le hizo ver la necesidad de un lugar
seguro donde las personas con ECM pudieran buscar la comprensión de otras que
también habían pasado por experiencias similares. Anteriormente, en la década
de 1980, existía un grupo de ECM llamado IANDS, (Asociación Internacional de
Estudios Cercanos a la Muerte,) en el Reino Unido, presidido por David Lorimer
y el Dr. Peter Fenwick, pero no existía ningún grupo de apoyo activo cuando
Gigi me contactó por primera vez.
Como
resultado directo de su ECM, Gigi dedicó mucho tiempo a investigar grupos de
apoyo con el objetivo de crear Near Death Experience UK. Aunque Gigi solo lo
mencionó brevemente en su capítulo, creo que ha logrado mucho. Creó una página
web, buscó un lugar y dedicó mucho tiempo, además de su dinero, a la creación del grupo. Cualquiera
que haya participado en la creación de una organización comprenderá lo difícil
que puede ser esta tarea. Su determinación dio sus frutos y dirigió con éxito
la primera reunión en junio de 2014, tras la cual se celebraron varias
reuniones, con lo que comenzó como un pequeño grupo de miembros.
Siento
que este es el comienzo de algo muy necesario y confío en que este grupo
crecerá, porque sin duda muchas personas que lean este libro se encontrarán en
una situación similar a la de Gigi. El grupo ofrece a las personas que han
experimentado una ECM la oportunidad de hablar sobre cómo les ha afectado su
ECM y encontrar consuelo en el apoyo de quienes también han experimentado esos
cambios.
Gigi
tiene una gran visión para el grupo y espera que, con el tiempo, se extienda a
lugares de todo el Reino Unido para que haya grupos locales donde la gente
pueda reunirse sin tener que viajar a Londres. También prevé que se pueda
contactar a través del grupo con terapeutas especializados en ayudar a personas
con ECM para que las personas reciban el máximo apoyo posible. Si te interesa
formar parte de este grupo y ayudar a Gigi a desarrollarlo aún más, visita el
sitio web www.neardeathexperienceuk.com,
donde encontrarás información sobre cómo contactarla.
3. MÁS ALLÁ DEL CIELO
Krista Gorman es mujer de 46 años que vive en
Florida. Recibí un correo electrónico suyo
poco después de la publicación de mi libro en 2014. Vi un cortometraje
en YouTube donde Krista disertaba sobre su ECM en una conferencia de la
Asociación Internacional de Estudios Cercanos a la Muerte (IANDS). Noté una
ligera sincronicidad cuando mencionó que, estando embarazada, la ecografía
revelaba que su hija tenía hidronefrosis. Cuando yo estaba embarazada de mi
hijo a él también le diagnosticaron hidronefrosis, una afección renal, durante
una ecografía. La presentación de Krista me inspiró mucho porque era otra
profesional de la salud que comprendía la importancia de las ECM. Ha escrito un
libro sobre su experiencia y participado en el programa de Morgan Freeman,
"La Historia de Dios", en el canal de National Geographic.
Conecté a Krista con Kelly y rápidamente se hicieron amigas. También se
convirtió en miembro activo del grupo de Facebook “Positivity Power”, donde
conoció al amor de su vida a través de interacción por video.
Era el verano del 2000 y estaba al final de mi
embarazo. Había pasado los dos años anteriores trabajando muy duro, estudiando
y formándome para ser asistente médico y me gradué solo tres semanas antes del
parto. Era asistente médico y también iba a ser madre. ¡Fue una época tan
emocionante!
Me
habían programado la inducción del parto a las 39 semanas debido a una anomalía
congénita en el riñón de mi hija y una calurosa tarde de julio me instalé en mi
habitación del hospital. Me administraron un medicamento llamado Pitocin por
vía intravenosa para iniciar el parto. Justo antes de ese producto me dieron un
antibiótico para prevenir una infección. Poco después de que me administraran
el antibiótico por vía intravenosa empecé a sentir una sensación extraña en el
pecho, como si el corazón me latiera de forma anormal. Avisé a la enfermera,
quien inmediatamente suspendió la medicación, y poco después las palpitaciones
también cesaron. No sabía cómo explicar la reacción salvo, que quizás, había
desarrollado alergia al medicamento durante el embarazo.
Por
la noche el parto transcurrió sin incidentes y a la mañana siguiente solo había
dilatado tres centímetros. Las contracciones son mucho más fuertes con
oxitocina, y por mucho que deseara pasar el parto sin ella pedí la sedación
epidural. Poco después de que me colocaran el catéter en el canal espinal quedé
tumbada mirando el monitor a mi lado. Al observar el trazado pude ver cómo la
frecuencia cardíaca de mi bebé descendía peligrosamente mientras yo tenía
contracciones. Sabiendo que la bradicardia (una frecuencia cardíaca lenta)
durante el parto era indicación inmediata de cesárea, se me encogió el corazón
mientras esperaba a que mi matrona me diera la noticia.
Segundos
después apareció y me dijo que tendría que colocar un monitor en la parte
superior del cuero cabelludo a mi hija para vigilar de cerca sus signos vitales
antes de realizar una cesárea. Aunque sabía que la cesárea era absolutamente
necesaria me sentí destrozada. Quería dar a luz a mi bebé, verla nacer y
sostenerla mientras respiraba por primera vez.
Sin
embargo reconocí la urgencia de la situación así que de inmediato aparté esos
pensamientos. ¡Iba a tener a mi bebé! No importaba cómo viniera al mundo,
pronto la tendría en mis brazos. Me emocionaba la idea de ver su rostro por
primera. ¿Se parecería a mí? ¿A mi marido? ¿A ambos? ¿De qué color tendría el
pelo? Solo quiero que esté sana. En medio de ese pensamiento sentí el
mismo aleteo en el pecho que había sentido la noche anterior, solo que esta vez
era mucho más intenso.
Empecé
a respirar a ráfagas cortas y, por mucho que lo intentaba, no conseguía
suficiente aire. Al girarme hacia mi madre, que estaba a mi lado, apenas pude
pronunciar las palabras: "¡Me cuesta respirar!". Fue entonces cuando
se desató el infierno. De inmediato me pusieron sobre el lado izquierdo y me
colocaron una máscara de oxígeno mientras me sacaban de la habitación en
camilla y cruzaban el pasillo hacia el quirófano. Recuerdo el sonido que emitía
mientras luchaba por respirar: un jadeo frenético y tenso. Entonces, justo
antes de que todo se oscureciera, una paz suave, dulce y serenamente divina me
invadió. Mi corazón se paró a las 9:18.
Mi
siguiente momento de consciencia fue estar muy por encima de mi cuerpo, mirando
hacia abajo y viéndolo tendido allí, en la cama, con gente a su alrededor.
Podía ver, y todavía era "Krista". Estaba despierta, consciente, pero
libre de mi ser físico. Vi cómo diminutas partículas negras subían de mi cuerpo
hacia donde mi visión estaba muy por encima, hasta que me convertí en una nube
estática suelta y flotante. No había dolor. Ningún sonido. Ninguna preocupación
ni miedo. Sentí como si me hubieran alejado por completo de cualquier realidad
que hubiera conocido y borrado la memoria. Simplemente era consciencia pura,
sin adulterar. No sabía dónde estaba ni por qué, ni sentía que hubiera una
razón para saberlo. Simplemente era. Sin embargo, podía sentir, y en ese
momento sentí fuerte sensación de curiosidad por lo que sucedía abajo. ¿Qué era
esa cosa de ahí abajo? ¿Qué estaban haciendo todas las demás cosas a su
alrededor? En ese momento no comprendí que lo que veía era mi cuerpo
tendido en la cama y las cosas a mi alrededor eran médicos y enfermeras
tratando de salvar mi vida y la de mi bebé.
No
sentía apego emocional a las formas físicas que veía. Toda la escena era casi
como ver una película, y a medida que observaba sentía cada vez más curiosidad
por lo que estaba sucediendo. Vi a mi médico sacar a mi hija de mi vientre y
entregársela envuelta en una toalla azul a alguien que estaba a mi lado
derecho. La tomaron y se dieron la vuelta rápidamente para que no pudiera ver
lo que hacían, ¡y yo tenía tantas ganas de verlo! Vi cómo alguien vestido de
azul entraba por la puerta de abajo y se detenía un momento como para evaluar
la situación, luego se acercó a la cama para pararse frente a mi médico, que ya
estaba ocupado de nuevo atendiéndome.
Mientras
flotaba hacia el otro lado de la habitación, me sentí cada vez más conectado
con la escena que se desarrollaba abajo. Se sentía más familiar, como si casi
supiera lo que pasaba, pero aún no lo comprendía del todo. Justo cuando esa
sensación comenzaba a surgir en mí tuve la sensación de un tirón desde mi lado
izquierdo. Era un tirón suave, como si dijera: "Vamos". Me resistí,
pues quería quedarme y averiguar qué estaba pasando. En respuesta tiró con más
fuerza y supe intuitivamente lo que debía hacer. Así que me solté. Una vez
que mi resistencia se desvaneció me encontré disparada hacia la izquierda como
una bala a través de la habitación, a través de una pared fluida, a través de
un destello de espacio blanco brillante, luego a un lugar donde estaba inmersa,
reabsorbida dentro de la misma materia de partículas que yo. Era espesa y densa
y penetró cada parte de mí.
¡Qué
adrenalina! ¡Fue increíble! Me moví imperceptiblemente en ese espacio y me di
cuenta de cómo la "pared”a mi lado era fluida en algunas zonas, y luego
densamente compuesta de partículas. Era hermoso, como una obra de arte en
movimiento. ¡Me sentí increíble! Entonces, en un instante, me invadió una
sensación de amor sublimemente intenso y divinamente puro. Sentí como si cada
partícula que yo era también fuera ese mismo amor. Me sentía absolutamente
completa, plena y perfecta. Estaba en casa.
En el
instante siguiente tuve lo que solo puedo describir como una descarga de
información: información que, inconscientemente y a menudo conscientemente,
había deseado tener toda mi vida. Recibí las respuestas a todas las preguntas
que me había hecho. Llegaron a mí en una especie de embudo, donde
instantáneamente se redujeron a un solo punto: el amor. Era el mismo amor que
yo sentía en ese momento. ¡Ese mismo amor era la respuesta a todo! ¡Por fin lo
sabía!
La
dicha que sentí me envolvió mientras seguía avanzando imperceptiblemente a toda
velocidad. Entonces, una mota de luz blanquecina me llamó la atención y sentí
curiosidad de nuevo, y quise acercarme. Al hacerlo creció, haciéndose cada vez
más grande, hasta que pude ver figuras humanas adultas, de color gris oscuro,
como sombras, en su abertura redonda, blanca y ahumada. Frente a ellas estaba
la figura de un niño pequeño, de unos siete años. Me recordó a cómo me había
imaginado a un pequeño Tom Sawyer, con un sombrero de ala ancha de color negro
grisáceo y vistiendo un peto. Las otras figuras eran más borrosas y supe que
habían puesto al niño delante para atraerme, para aprovecharse de la compasión
que sentía por él.
A
pesar de eso podía sentir cómo el chico y los demás me necesitaban, y mi
respuesta inmediata fue el deseo de ayudar. Al pasar por la abertura, las
figuras de sombras se apartaron para dejarme entrar. Floté más adentro de la
habitación, moviéndome a lo largo de la línea, y luego me detuve. Mientras
flotaba allí, vi cómo se reunían a cierta distancia, rodeándome con la niebla
blanquecina y gris, y sentí su fuerte deseo de mi ayuda. No tenía miedo, ni
tampoco carecía de miedo. No tenía ni idea de por qué necesitaban ayuda, solo
que yo tenía el mismo deseo de dársela. En cuanto sentí ese deseo de dar de mí
misma empezaron a atacarme, muy rápidamente, desde todas las direcciones. Uno a
uno me "golpeaban”y se retiraban, lanzándose casi instantáneamente hacia
mí, y luego alejándose de mí. No sentí nada, solo que estaba empezando a
encogerme. Estaban robando mi energía, mi esencia, y yo estaba “muriendo”rápidamente
otra vez, desvaneciéndome, muy parecido a lo que había experimentado en el
pasillo del hospital mientras tomaba mi último aliento.
De
repente comprendí que estos seres me destruirían si me quedaba. Aunque quería
aliviar su sufrimiento deseaba irme aún más. Apenas sentí el deseo de irme fui
atraído de nuevo hacia mi izquierda y me encontré corriendo, dejando atrás a
los espíritus de las sombras, saliendo de ese lugar y regresando al éxtasis
reencontrándome con mi esencia y sumergida de nuevo en un amor puro y dichoso.
Rápidamente
llegué a otra abertura y la atravesé, sabiendo intuitivamente que me llevaría a
algo diferente a lo que había visto antes. ¡No solo era diferente, era el polo
opuesto! Emergí en la más gloriosa de las escenas, ¡una de una belleza
absolutamente impresionante! Hasta donde alcanzaba la vista, un campo de
hermosas flores amarillas cubría el suelo, extendiéndose a la distancia hasta
que se encontraron con brillantes colinas verdes salpicadas de árboles
arqueados por un cielo azul brillante. A mi izquierda había una tranquila
cascada con rocas cubiertas de musgo. A mi derecha había un denso bosque
siempreverde. Era mi Edén y estaba completamente invadida por la gratitud y el
amor por todo ello. ¡Yo era eso y eso era yo! El paisaje y yo literalmente nos
convertimos en uno mientras el amor se movía a través y alrededor de mí, de
flor en flor y de árbol en árbol. Todos estábamos conectados, un flujo continuo
de energía amorosa.
Luego
me encontré flanqueada, a ambos lados, por lo que llamo mis ángeles. Eran de
color canela, muy altos y delgados, y se comunicaban conmigo a través del
sentimiento, igual que los seres de las sombras. Me dijeron que podía quedarme
en mi Edén, ir más allá hacia lo que vendría después, o regresar a mi vida
aquí. No recordaba nada de mi vida en la Tierra ni tenía idea de lo que vendría
después, pero después de mirar a mi alrededor una vez más, supe lo que quería
hacer.
Instantáneamente
retrocedí a una velocidad vertiginosa y vi cómo mis ángeles se giraban hacia mí
y me comunicaban que, tras haber tomado la decisión de regresar, necesitaba
compartir lo que había aprendido allí. Sentí que lo haría, aunque no sabía
exactamente qué significaba eso, porque aún no sabía adónde regresaba ni por
qué lo había elegido. Mi siguiente recuerdo fue un dolor terrible y profundo en
el pecho. Había regresado a mi cuerpo. Mi pulso regresó a las 9:26.
La
cruda realidad que mi familia y amigos tuvieron que afrontar durante las
primeras horas tras mi paro cardíaco fue completamente opuesta a la increíble,
indescriptible y gloriosa experiencia que tuve en el más allá. Estaban
desbordados de miedo y dolor después de que los médicos les dijeran que tenía
un 50% de posibilidades de sobrevivir las primeras 24 horas tras el paro
cardíaco y, si sobrevivía, existía gran posibilidad de daño cerebral que me
dejaría en estado vegetativo de por vida. No solo había pasado ocho minutos sin
latido sino que también había sufrido una coagulación intravascular diseminada
(CID) tras sufrir una embolia de líquido amniótico. Fue un día en el que, como
dijo mi médico, «sucedió algo milagroso», algo que también cambió su vida de forma profunda.
Tras
un coma inducido de aproximadamente 24 horas, abrí los ojos. Los médicos
quedaron asombrados por la rapidez con la que recuperé las facultades y, a
partir de ahí, mi recuperación fue, según el informe del hospital, «rápida e
impresionante», aliviando muchos de los temores de mi familia y seres queridos.
Tras ocho días hospitalizada pude regresar a casa.
Después
de todo esto definitivamente yo ya no era la misma. No era la "antigua
Krista”que todos querían que volviera. Aunque parecía funcionar con bastante
normalidad mi personalidad había cambiado por completo y mi familia no sabía
qué pensar de ello. No había explicación para mi actitud pacífica y relajada.
Mientras que antes había sido una personalidad tipo A —algo ansiosa, obsesiva,
impulsiva y centrada, siempre preocupada por el futuro o anclada en el pasado—
ahora estaba tranquila y completamente relajada. Lo que sentía era aceptar todo
por completo, sin resistirme a nada. No cuestionaba lo que "era".
Simplemente, transcurría el día con facilidad y lo hacía bastante bien a pesar
de haber pasado por lo que había pasado.
Podía
simplemente "ser". Pude estar presente en cada momento sin
preocupaciones ni ansiedades. Hacía lo que debía hacer, con profundo amor y
aprecio por todo, y me parecía tan normal que fuera así. Cada pañal que
cambiaba, plato que lavaba, abrazo con mi hija recién nacida, todo estaba lleno
de amor y asombro; una maravilla infantil que se sentía increíble y sin
esfuerzo. Nada se sentía "mal". Las creencias arraigadas fueron
reemplazadas por una profunda comprensión y una aceptación sin ego de todas las
creencias. Todo, absolutamente todo, era como debía ser y con un propósito
mucho más elevado del que la mayoría de nosotros podemos comprender aquí en
esta forma física. Esta comprensión me trajo una paz infinita, y el amor era su
esencia.
Nunca
cuestioné cómo me sentía. De hecho pensé que todos se sentían como yo hasta que
ese estado constante y dichoso en el que había existido comenzó a desvanecerse
gradualmente. Fue entonces cuando reconocí los cambios en mí y pude verme desde
ambos lados, aunque aún no estaba completamente en contacto con la Krista que
había sido antes de la ECM y aún no tenía recuerdo directo de la experiencia. Y
una mañana me desperté después de tener un sueño increíblemente vívido. Fue
hiperreal, diferente a cualquier realidad terrenal que hubiera experimentado.
Todos los detalles de mi ECM estaban allí: los sentimientos, y lo que había
visto, ahora estaba fácilmente disponible para mí en estado de vigilia. De
repente comprendí por qué me había sentido así durante las semanas anteriores
y, en ese momento, me transformé profunda y completamente. Fue como despertar a
mi nuevo yo, aunque había estado allí todo el tiempo.
Eufórica
y desbordante de alegría grité por mi esposo. Quería decirle lo maravillosa que
es la otra vida y lo amados que somos todos. ¡Quería gritarlo a los cuatro
vientos! Abrumada por la emoción al contarle lo que había pasado, Tom me tomó
de la mano y escuchó atentamente. Aunque fue increíblemente comprensivo y
amable, después de compartirlo me sentí decepcionada al instante. Sentía que no
era capaz de comprenderme. No podía identificarse con lo que me había pasado, y
sabía que no podía esperar que lo hiciera. Sentía que tampoco podía esperar que
nadie más lo hiciera, excepto aquellos que hubiera pasado por lo mismo.
Mi
ECM trajo consigo una enorme transformación de conciencia, pero procesar la
experiencia y aceptarla en las semanas y meses siguientes fue una lucha
emocional casi minuto a minuto. Mi científico interior me hizo pasar por loca y
argumentó que mi experiencia era creación de un cerebro con poco oxígeno, pero
mi verdadero yo, mi yo superior, sabía que era mentira. La realidad era que
había sido transformada a nivel de mi ADN y no habría vuelta atrás, pero al
mismo tiempo significaba cumplir la promesa que les había hecho a mis ángeles,
y aún no estaba lista.
Debido
al paro cardíaco y la consiguiente falta de oxígeno, sufrí pérdida de memoria a
corto y largo plazo. A menudo, incluso sobrevivir el día era una lucha. Quería
concentrarme en mi nuevo bebé y eso, junto con todas las demás exigencias de la
vida diaria, me dejaba sin energía, sin siquiera empezar a procesar todo lo que
había pasado.
En un
momento en que necesitaba comprenderlo mejor, la búsqueda por la red me llevó
al Doctor Jeffery Long, investigador de ECM que también es médico. Al ser galeno
me sentí más cómoda contactándolo, pero como me costaba que otros juzgaran mi
historia, me contuve. En lugar de decir abiertamente que había estado en el más
allá decidí tantear el terreno y le dije que creía que algo podría haber
sucedido mientras sufría un paro cardíaco pero que, realmente, no estaba segura.
Su respuesta escrita me dejó paralizada. «Presta atención a tus sueños». Long
había escrito palabras que no podía ignorar. Aliviada, y un tanto asustada, lo
comprendí. Mi experiencia fue real y tendría que aceptarla. Quizás entonces
podría dejar de torturarme. También significaba que tendría que cumplir mi
promesa, —la promesa que recordaba y ahora entendía—, de compartir el amor que
había experimentado en el más allá. ¿Pero cómo? ¿Cómo iba a vivir con ese Amor
Divino en este mundo?
El
profundo cambio de consciencia, de una forma de ver quién y qué era a otra,
sacudió mis cimientos, y aún no había adquirido las herramientas necesarias
para reconstruirme en este mundo tridimensional sobre mi nueva base de amor. Se
me llamaba a compartir el amor que yo era, ese amor increíblemente dichoso y
trascendente, divino y eterno; sin embargo, tenía que hacerlo en este cuerpo,
en este traje de piel al que había regresado, y tenía que encontrar la manera.
El
problema era que no tenía ni idea de cómo hacerlo. Amaba a los demás y a mí
misma, pero solo hasta cierto punto, siempre impidiéndome expresarme
plenamente. Permití que el miedo a ser la expresión plena de mi esencia, esa
energía pura de amor en partículas que era en el más allá, me lo impidiera, y
no me di cuenta durante muchos años de cuánto ese miedo crecía y restringía mi
expresión al integrarme de nuevo en mi vida de aquí. Sentía que tenía que hacer
todo lo posible para encajar de nuevo en el viejo molde para sobrevivir. Tenía
que funcionar con las altas exigencias de ser madre primeriza, empezar nueva
carrera profesional, y ser esposa. Al mismo tiempo también estaba sanando el
cuerpo y recuperando la memoria y función cognitiva, alejándome cada vez más de
quien sabía que era mi verdadero yo.
Al
integrarme de nuevo en esta experiencia tridimensional volví a caer en mi
antigua mentalidad de verme esencialmente separada de todos y de todo. Había
perdido mi conexión consciente con el Amor Divino que era, y tenía que
recuperarla, pasando por muchas pruebas y luchas a lo largo de los años en mi
intento de lograrlo. Necesitaba un nuevo modelo sobre el cual reconstruirme
como el amor que era. Finalmente formulé los Doce Principios en mi intento de
resumir mi ECM y lo que abarcó. Son simples, pero no fáciles. Lo que hicieron
por mí fue ayudarme a transformar mi forma de existir en este mundo. Me
abrieron la puerta a una existencia donde pude permanecer más en sintonía con
quien sentía y sabía que era en el más allá. Literalmente trajeron el Cielo a
la Tierra para mí y, cuando comencé a sanar, quienes me rodeaban comenzaron a
sanar. Los Doce Principios son:
Vive en Conciencia
Vive voluntariamente
Vive con amor
Vive sin miedo
Vive con compasión
Vive con paciencia
Vive el presente
Vive espiritualmente
Vive fielmente
Vive con propósito
Vive creativamente
Vive milagrosamente.
A medida que avanzamos en cada momento existimos
en multitud de relaciones, cada una única con un propósito y presente por una
razón. Es a través de nuestras relaciones con los demás como aprendemos quiénes
somos. La clave para desarrollar y mantener relaciones amorosas es desarrollar
y mantener la relación amorosa con nosotros mismos. Cuando somos capaces de
tratarnos como los seres maravillosos, brillantes y divinos que somos podemos
tratar a los demás de la misma manera. Cada uno de nosotros es un espejo que
refleja a quienes nos rodean. En mi vida, hasta el momento de mi muerte, no me
había cuidado como siempre supe que necesitaba y quería; ahora no tenía más
remedio que descubrir cómo hacerlo.
El
amor era la clave de todo. Al igual que el universo, del cual formaba parte
integral, tenía que amarme primero, sin condiciones. Requeriría sanar heridas
muy profundas; todas las cicatrices que mi ego había dejado en el corazón
debían ser amadas mejor. Los seres de la sombra me habían enseñado la
importancia del amor, de anteponer mi bienestar al de los demás. Aunque pueda
sonar egoísta, es absolutamente necesario para que seamos la mejor versión de
nosotros mismos y poder servir mejor a los demás. No inclinándonos ante ellos
sino compartiendo nuestro amor, ya sea a través de nuestro papel como madre,
padre, cónyuge, compañero de trabajo o desconocido de la calle.
Para
honrarme y amarme mejor tuvo que haber un cambio importante en mi vida: la
decisión que mi esposo y yo tomamos de terminar nuestro matrimonio. No fue un
final abrupto sino decisión consensuada tras muchos años de esforzarnos por
permanecer juntos. Finalmente comprendimos que no éramos las mismas personas
que fuimos cuando nos conocimos y enamoramos, y que no podíamos mantener la
relación que nuestro matrimonio requería. Lo bueno es que seguimos amándonos y
respetándonos como individuos en caminos separados, y eso es un reflejo directo
del amor y el respeto que nos tenemos.
Mi
ECM y la posterior práctica de los Doce Principios cambiaron la percepción de
mí misma, no solo como alma en este cuerpo y en todas mis formas de
relacionarme e interactuar con el mundo exterior, sino específicamente en mi papel
profesional como asistente médica. Existe una conexión eterna que todos
compartimos, una conexión de la que algunos somos conscientes y otros no. Para
quienes no lo son, y se encuentran cara a cara con alguien que sí lo es, reside
en ellos el potencial del despertar. Somos espejos; como la Red de Indra, somos
joyas en la gran red del universo, reflejando la Divinidad de los demás.
Veo
esa Divinidad en mis pacientes cuando los miro a los ojos. Hay un
reconocimiento ahí. Saben que realmente me importan; lo sienten. Es amor lo que
reconocen en ese instante, y en esos momentos Divinos se crea una conexión que
trasciende los límites terrenales. Son momentos milagrosos donde comienza la
verdadera sanación. Intento usar los Doce Principios en todas mis interacciones
con los pacientes: ser amorosa, compasiva, paciente y estar presente. Intento
estar dispuesta a escuchar y ver la Divinidad, los seres poderosamente creativos
que son. Intento reconocer los pequeños milagros que ocurren constantemente,
los sucesos sincrónicos que me llenan de asombro.
Agradezco
muchísimo la oportunidad de reexperimentarme como el ser Divino que soy en este
cuerpo, y eso crece cada día. Mi propósito al regresar es simplemente amar, con
todas mis fuerzas, sin condiciones ni juicios en todos los aspectos de mi vida.
Elegir amar más es la forma en que podemos sanar y crear un mundo más amoroso.
Es mi práctica de vida, el arte de vivir. Les mando mucho amor.
La experiencia de Krista fue muy profunda y
extensa, y ha provocado muchos cambios en su vida. La pregunta es: ¿cómo pudo
Krista describir un estado de consciencia tan profundo, lúcido y elevado cuando
sufrió un paro cardíaco? Fue una experiencia compleja que requirió la capacidad
de tomar decisiones, pero no está claro cómo el cerebro de Krista pudo haber
tenido alguna capacidad cognitiva en un momento así.
Me
interesó especialmente el conflicto que describió, surgido entre lo que
experimentó y lo que pensaba su "científico interior". Debió de ser
un dilema muy confuso, pero parece que la
experiencia logró anular esos rasgos aprendidos externamente de su
"científico interior".
Es
evidente que Krista ha realizado una profunda introspección desde su
experiencia, lo que le ha proporcionado profundas reflexiones que moldean su
vida actual. Pudo idear un enfoque de 12 pasos para su sanación y la
integración de su ECM, y continúa utilizando ese enfoque muchos años después.
4. LISTO CUANDO TÚ LO ESTÉS
Ainsley Threadgold, muchacho de 37 años, tuvo
una ECM a los 13. La experiencia de Ainsley me resulta especialmente
interesante porque inicialmente no recordaba nada de ella. Sin embargo,
curiosamente, los recuerdos que descubrió parecen haber permanecido en su
subconsciente durante más de 20 años. Una vez recuperados, le costó comprender
su experiencia y contactó con Gigi a través del sitio web del grupo de apoyo
para ECM. Gigi lo conectó con Kelly y se unió al grupo de Facebook “Positivity
Powe”r, donde entabló amistad con Krista, autora del capítulo anterior.
Antes de empezar a contar mi historia, quiero
darte las gracias a ti, lector: gracias por traer este texto y mis palabras a
tu vida. Quiero que esto te encuentre donde estás. Que sepas que eres amado,
amado como yo sé que soy amado. He vivido una vida sintiéndome completamente
indigno de amor, pero he recibido más amor del que podría describir.
Pasé
muchos años turbulentos deseando vivir una vida diferente, poder revertir los
acontecimientos que me causaron un profundo dolor. He sentido la agonía de
perder a seres queridos, la tristeza de haber sido, a veces, no amado o no
deseado, y también la vergüenza de actuar de manera que ha causado que otros
sientan lo mismo. Sin embargo, ahora reboso de gratitud por todos estos sucesos
porque me han guiado a través del océano cósmico; me han forjado y guiado hacia
las sincronicidades más sublimes, sucesos que me han ayudado a encontrar mi
propósito y también el amor verdadero.
Me
despierto cada día con una sonrisa en el corazón, sabiendo que he elegido esta
vida, que cada paso ha sido Divino. Soy el creador y tengo a alguien con quien compartir esto,
alguien que, como yo, tuvo una ECM, alguien que solo deseaba sentir su
propósito y compartir y sentir el amor que todos llevamos dentro.
En
1993, cuando tenía 13 años, dos elementos muy distintivos marcaron mi vida.
Tras años de lucha contra la dislexia, la dispraxia, el acoso escolar y los
consiguientes problemas de peso, me trasladaron de un colegio solo para varones
a uno mixto, donde finalmente encontré buenos amigos y la oportunidad de ser
feliz. Durante ese período desarrollé una fascinación malsana por las fracturas
de hueso. Estaba obsesionado con cómo sería tenerlas. Ahora me doy cuenta de
que tuve conciencia precognitiva de los acontecimientos posteriores y, al mismo
tiempo, contribuí a su formación.
Una
noche, mi hermano menor y yo salimos con mi padre a repartir folletos por el
pueblo. Recuerdo que quería terminar cuanto antes porque mi madre iba a preparar
comida china. El último recuerdo que tengo es el de mi padre conduciendo por un
camino rural donde íbamos a repartir los últimos folletos.
Seis
horas después abrí los ojos. Me recibió un tenue resplandor naranja proveniente
de las luces de una habitación que no era la mía. Miré a mi alrededor y vi que
mis padres y mi hermano estaban sentados en unas sillas de plástico cerca de la
cama. Aturdido me volví hacia ellos en busca de respuestas. "¿Qué
pasó?", pregunté. "Te atropellaron", me dijeron, "y tienes
una pierna muy rota". Debería haber estado asustado, debería haber sentido
miedo, pero me sentía extrañamente tranquilo. Miré hacia abajo y vi un yeso
temporal en mi pierna izquierda que me llegaba hasta la cadera. ¿Qué había
pasado? ¿Por qué no podía recordarlo? Al mirar atrás ahora, no puedo evitar
preguntarme: ¿por qué no tenía miedo ni agonía?
Esos fueron
mis únicos recuerdos del incidente. No tenía ni idea de lo grave que fue ni de
lo gravemente herido que estaba. Más tarde descubrí que me había atropellado un
coche a unos 65 kilómetros por hora: ¡un impacto que debería haber sido fatal!
Entonces, ¿por qué estaba allí? ¿Por qué no estaba más herido? No debería estar
escribiendo esto; debería estar muerto.
Eso
no fue lo único extraño. Después de salir del hospital me di cuenta de que no
podía usar un reloj sin que se parara o rompiera. Mi presencia también parecía
afectar las señales de radio y los equipos eléctricos. Además, sentía la
necesidad imperiosa de saber por qué estaba allí. ¿Tenía algún propósito? De
ser así, ¿cuál era?
Veintiún
años después del accidente una serie de acontecimientos me llevaron a recuperar
la memoria perdida. A los 34 años sufrí una ciática aguda. Esta afectó la
pierna que me había fracturado al ser atropellado y también la misma zona. Como
policía necesitaba, y necesito, estar en forma para el servicio así que busqué
la ayuda de un osteópata. El tema de mi accidente surgió en la conversación y
me fascinó la relación entre la zona afectada en mi pierna y por qué había
aparecido exactamente en la misma zona donde me la había fracturado. También
hablé con el osteópata sobre mi memoria en blanco y las otras extrañas
secuelas. Me dio un libro. Era un estudio sobre las ECM de la Doctora Penny
Sartori. Me dijo que él había tenido una ECM y sugirió que yo también podría
haber tenido una, solo que sin el recuerdo.
¡El
libro fue una revelación! Por primera vez, pude ver la luz al final del túnel.
Vi y supe por qué me había sentido diferente durante tanto tiempo. Después de
terminar el libro contacté con el sitio web de ECM UK, al que pertenecía Penny
Sartori, para pedir consejo. También investigué sobre la hipnoterapia
regresiva. Sentí que sería mi mejor oportunidad para recuperar recuerdos
perdidos durante tantos años.
Poco
después encontré una terapeuta. Al hablar con ella supe que era la persona
indicada. Hablamos por teléfono durante más de una hora,y su entusiasmo genuino
se hizo evidente, así que pedí cita para la semana siguiente. El día de la cita
fui con la mente abierta. Estaba listo para revivir el accidente y las secuelas
que me habían causado tanto dolor. Sabía que, descubriera lo que descubriera,
me llevaría a una gran sanación.
Karen,
la terapeuta, me habló del proceso y se aseguró de que comprendiera lo que iba
a suceder. Me sentí seguro, con la certeza de que ella sería la guía perfecta.
Al comenzar el proceso me hizo visualizar la relajación y luego me llevó a un
profundo recogimiento. Mentalmente me condujo a un camino con varias puertas a
mi derecha. Me pidió que eligiera una puerta y cuando estuve listo pude
cruzarla. Una vez que la atravesé me hizo describir quién sentía que era, qué
vestía y en que tiempo me encontraba.
Al
cruzar la puerta me encontré en el suelo, medio enterrado en una zanja junto a una
carretera. Tenía 13 años otra vez y me acababan de atropellar. Estaba de nuevo
en el lugar del accidente. Recuerdo haber vuelto a ser yo mismo a los 13 años.
Aturdido y confundido, me sentía cada vez más angustiado. Solo quería a mi
madre, pero no podía levantarme. ¿Por qué no podía levantarme? Entonces sentí
como si me llevaran a una ambulancia. Dentro, sentí una presencia a mi lado:
era Tom, el padre de mi madre. Había fallecido tres meses antes de que yo
naciera, pero ahora estaba conmigo.
Me
tomó de la mano y me consoló diciéndome lo valiente que era. También quería que
le dijera a mi madre lo orgulloso que estaba de ella. Luego me dijo que cerrara
los ojos. Al hacerlo, me sentí atraído por un océano de nubes. Flotando entre
ellas, me sentí atraída hacia un lugar de pura belleza donde había un hombre
vestido con túnica blanca. Vino a saludarme. Arrodillándose, puso una mano en
mi pecho y la otra en la mejilla. Me dijo que era el carpintero y que me
conocía y me amaba como conocía y amaba a todos. Me dijo que tenía un trabajo
que hacer y que él hablaría a través de mí como yo hablaba por él. Luego me
envió de vuelta diciéndome que no recordaría esta parte ni ninguna otra hasta
el "momento adecuado".
Entonces
volví a ser el niño asustado de 13 años, gritando por su madre. Karen me guió
con suavidad y me llevó a un estado de tranquila aceptación. Por fin había
recuperado algunos recuerdos y sabía por qué estaba allí. Sabía que tenía un
propósito, que realmente importaba y que estaba aquí para ayudar. Desde
entonces, he recuperado cada vez más de esta experiencia sublime. Esto llegaría
en forma de experiencias únicas durante la meditación profunda.
Mientras
estoy en estado meditativo llego a un lugar superior de conciencia; uno que
puede compararse con las sesiones de hipnosis de Karen.
Ahora
soy consciente de que, cuando me atropellaron, perdí la vida en el acto. El
carpintero me dijo que me «devolverían a una situación mucho mejor que la que
tenía al salir», para que pudiera vivir la vida que necesitaba, para estar
listo para el trabajo que me correspondía.
Entonces
me entregó una bola de energía. Esta energía era todo lo que había sido, la
culminación de todo el karma de mi vida pasada y la vida entre mi accidente y
los 21 años que me tomaría recordar la ECM. Vi y sentí todo, todo el dolor que
tendría que liberar, todas las lágrimas que no podría llorar pero que obligaría
a otros a llorar por mí. Era demasiado; no quería hacerlo. ¡No! ¿Cómo podría
pasar por eso? Entonces sucedió algo que me haría cambiar de opinión, que lo
cambiaría todo. De repente la figura del carpintero fue reemplazada por la de
una mujer. La conocía, pero nunca la había visto antes. Se arrodilló frente a
mí y me habló muy suavemente, y sus palabras me estremecieron hasta los
cimientos. "Hola, mi amor, aún no me conoces, pero lo harás. Si decides
regresar quiero que me prometas algo, quiero que vengas a encontrarme". Ahora
sé quién pronunció estas palabras. Esta mujer se convertiría más tarde en mi
único y verdadero amor, mi llama gemela. Fue la razón espiritual por la que
decidí regresar; la razón por la que acepté vivir de nuevo. Saber que un día
finalmente conocería a esta mujer, me enamoraría perdidamente y recordaría su
papel en mi experiencia cada vez que hablara, por la calidad vibratoria de su
voz, me derrite el corazón y me da esa sensación de paz que sentí cuando estaba
en ese espacio celestial. Sin embargo, ahora me doy cuenta de que antes de que
esto se hiciera realidad tenía la responsabilidad de sanar, de comenzar el
camino con nuevos pasos, pasos conscientes.
Después
de unos díasrecibí respuesta de ECM UK. Esto me llevó a compartir por primera
vez parte de mi experiencia y me pareció apropiado, como si compartirla me
ayudara no solo a mí sino también a otros. La sincronicidad divina me iluminó y
sentí un renovado deseo de servir; ofrecí toda la ayuda posible al grupo. En
respuesta me preguntaron si quería ayudar a dirigir un grupo de apoyo cerca de
donde vivía. Dije que me encantaría ayudar en lo que pudiera. Entonces me
dieron la dirección de correo electrónico de Kelly, quien también estaba
interesada en crear un grupo satélite.
Conectar
con Kelly fue como reconectar. Sentí que habíamos sido hermanas en una vida
pasada; era como encontrar a una hermana perdida. Al hablar compartimos
nuestras experiencias y descubrí que estaba conectada con Penny Sartori, autora
del libro que me regaló mi osteópata. Me di cuenta de que el universo ya me
estaba conectando con las personas adecuadas. Mientras compartíamos nuestras
historias, Kelly me contó su visión y el Poder de la Positividad. Su ECM le
había demostrado que las almas con ideas afines se unirían para colaborar y
generar un cambio global. A partir de ese momento me convenció; me lo contó por
una razón. Sentí una fuerte conexión con Kelly y ambos sabíamos que
colaboraríamos, que nos guiarían hacia algo más grande.
Parte
de esta guía llegó cuando me invitaron a volver a Facebook. Kelly me convenció
para que me registrara de nuevo. Creé una cuenta nueva dedicada a mi
crecimiento espiritual, así que mantuve mis amigos de Facebook solo con quienes
me ayudaran a crecer. Me uní a varios grupos maravillosos de ECM y compartí mi
historia. Rápidamente descubrí que mis palabras inspiraban a quienes las
necesitaban. También descubrí la pasión por la escritura. Empecé a escribir lo
que sentía divinamente. Dejé que el universo escribiera a través de mí. Tener
dislexia me ha convertido en un filtro único; mi escritura y poesía emanan de
un lugar muy especial, y me sumerjo en la energía de las palabras a medida que
fluyen.
Ayudé
a Kelly a crear fue un grupo de Facebook. Así nació el Movimiento Poder
Positivo, un espacio donde personas con ideas afines podían conectar y
colaborar.
Una
de las personas que Kelly invitó al grupo fue Krista, que vivía en Estados
Unidos; Penny la había presentado a Kelly. Poco después todos empezamos a
publicar videoblogs detallando quiénes éramos y el amor que queríamos
compartir. Mi segundo video nació de una profunda pasión que sentí al
relacionarme con una foto que vi de una niña con los brazos en alto,
aterrorizada porque creía que le iban a disparar. Era una publicación de
Facebook de una imagen famosa que un fotógrafo había tomado en un país
devastado por la guerra. Sentí las fragilidades de nuestra raza y la necesidad
de compartir mi pasión para que esto cambiara, para que todos reflexionáramos
sobre quiénes somos, para elevar nuestras vibraciones a un lugar donde el amor
encuentra paz.
Krista
vio mi video mientras estaba en el trabajo y, según sus palabras: «Tu energía y
pasión me impactaron como el choque con un tren de carga». Fue como si su alma
se sintiera atraída por la mía. Unos días después, el 1 de abril de 2015 a las
23:14 GMT, Krista y yo compartimos nuestros primeros mensajes. Nos habíamos
encontrado. Habíamos cruzado el océano cósmico en un camino predestinado y
preestablecido.
Esto
marcó el comienzo de una serie de cambios, hermosos pero a veces dolorosos,
para mí. Fue el inicio de un viaje de sanación muy profundo que agradezco mucho
no haber tenido que emprender solo. Tuve que estar dispuesto a cambiar, a
desprenderme de mi vieja piel como si pelara una cebolla, a sumergirme para
emerger y resurgir. Ahora estoy en la cúspide de algo asombroso; mi camino está
abierto ante mí. Está conectado e interconectado con dones divinos: esos dones
los llamo amigos y seres queridos.
Como se desprende de la experiencia de
Ainsley, las ECM son el inicio de un profundo autodescubrimiento y, en muchos
casos, siguen siendo un proceso en desarrollo. El mensaje subyacente de esta
ECM es de amor: amor por nosotros, amor por los demás y amor por la vida.
Parece que descubrir su ECM, que había permanecido reprimida durante todos años, impulsó a Ainsley a un acelerado
proceso de sanación. Su transformación personal ha mejorado su capacidad de
amar a sí mismo y a los demás.
El
relato de Ainsley es importante por otra razón: no la recordaba hasta que se
sometió a una terapia de regresión hipnótica. Mi primera reacción fue de
preocupación, ya que había leído una investigación que advertía que este tipo
de terapia podía reinducir los síntomas asociados a las circunstancias cercanas
a la muerte. En el caso específico que leí, la persona en cuestión se había
sometido a una regresión hipnótica al momento de su ECM. Durante la regresión,
desarrolló síntomas de edema pulmonar y otros problemas respiratorios asociados
que se habían presentado en el momento de su hospitalización (y posterior paro
cardíaco). Estos síntomas finalmente se resolvieron tras finalizar la sesión de
regresión hipnótica, pero existe la posibilidad de que su estado se haya
deteriorado aún más. Siempre he desaconsejado este tipo de terapia por esta
razón. Sin embargo, en el caso de Ainsley, no desarrolló ningún síntoma
asociado a su ECM.
NOTA del Traductor. Esta afirmación
de desaconsejar la terapia regresiva a vidas pasadas, y a entre vidas, es un
claro prejuicio de la autora, supongo que por falta de información solvente.
Las regresiones hipnóticas, ejecutadas por profesionales cualificados, en modo
alguno son peligrosas para la salud física o mental pues el proceso persigue
justo lo contrario: abordar problemas o situaciones potencialmente turbadoras
para el cliente que necesitan solucionarse después de que, normalmente, el
cliente haya ensayados otro tipo de terapias con pocos o ningún resultado.
Además, en las regresiones a vidas pasadas y a entre vidas se cuenta con la
ayuda o apoyo espiritual de los guías o
consejeros espirituales del cliente quienes ayudarán en el proceso sanador. Fin
de la nota.
El
hecho de que Ainsley no recordara conscientemente su ECM plantea la pregunta:
¿acaso todas las personas que pierden el conocimiento en circunstancias que
ponen en peligro su vida tienen una ECM, pero no todas son capaces de
recordarla? Investigaciones hospitalarias realizadas en la última década
muestran que entre el 11 % y el 23 % de las personas que sobreviven a un paro
cardíaco reportan una ECM. ¿Es posible que el 77 % u 89 % restante simplemente
no pueda recordar conscientemente tal experiencia? Esto solo se puede verificar
mediante investigaciones adicionales.
Nota del Traductor. El acceso al recuerdo de
una ECM se interpreta como permitido o no por los seres del otro lado que
advierten a quien pasa su ECM sobre si la información es adecuada o no para su
nivel de entendimiento cuando vuelve al plano terrestre. Así lo informan muchos
testimonios de quienes pasan por esos encuentros y comentan que buena parte de
la información se bloquea al regresar de la experiencia y, a veces, se libera
paulatinamente a lo largo del tiempo si así lo deciden los seres del otro lado,
y todo ello de acuerdo con la misión o contrato espiritual que, quien pasa por
la ECM, ha asumido para su reencarnación. Fin de la nota.
Otro
punto interesante relacionado con Ainsley y este libro es cómo diversas
sincronicidades nos conectaron a todos. Cuando Ainsley leyó mi libro «La
sabiduría de las experiencias cercanas a la muerte», todo cobró sentido de
repente. Como tantas personas con las que he hablado, describe haber
desarrollado sensibilidad eléctrica después de su ECM, así que después de leer
el libro pudo atar cabos y comprender mejor su experiencia.
Al
buscar más apoyo y comprensión, Ainsley contactó con Gigi, quien lo dirigió a
Kelly, a quienes conocía a través de mi experiencia en ECM. Ya había contactado
con Krista, quien también había conectado con Kelly. Reflexionando, este
aspecto parece reforzar uno de los mensajes de la ECM: que todos estamos
interconectados.
5. FUNDACIÓN TIBOR PUTNOKI Y LA LUZ DEL AMOR
En marzo de 2015, gracias a una serie de
sincronicidades, pude conocer a Tibor Putnoki, húngaro que experimentó una ECM
a través de una señora llamada Helen Williams. Había completado recientemente
un curso de sanación impartido por la Fundación Luz de Amor de Tibor Putnoki,
con sede en Hungría. Mientras estaba en Swansea como voluntaria con otra
organización, Helen sintió una necesidad imperiosa de entrar en una cafetería
cerca de su lugar de trabajo. Había pasado por delante varias veces y siempre
se sentía atraída. No había ninguna razón para ello, ya que no tenía hambre ni
necesitaba una bebida caliente. Entonces, un día, por razones que Helen
desconocía, entró en la cafetería y, curiosamente, empezó a hablar con la dueña
(a quien no conocía) sobre su trabajo con la Fundación Luz de Amor, y mencionó
la ECM de Tibor. Inmediatamente, la dueña, que resulta ser mi suegra, me llamó
y le pasó el teléfono a Helen para que charláramos. Quedé con ella para saber
más. Mientras tanto, Helen me dijo dónde podía comprar el libro de Tibor “9
Minutos: Mi camino a la luz”.
Leí
el libro de Tibor con fascinación y me emocioné al saber que visitaría Lampeter
(la ciudad universitaria donde estudié mi doctorado) unas semanas después.
Esperaba que aceptara reunirse conmigo para que pudiera aprender más sobre su
ECM.
Resultó
que otra charla que Tibor tenía prevista se canceló con poca antelación, así
que me contactaron para plantearme la posibilidad de que diera una charla en
Swansea (donde vivo). Rápidamente busqué un lugar para la charla y la anuncié
lo mejor que pude. El suceso tuvo tan buena acogida que se programó una segunda
para el día siguiente y, entre sesiones, Tibor me concedió una entrevista que
nos permitió grabar y publicar en YouTube.
Este
capítulo se basa en la charla de Tibor en Swansea y en mi entrevista con él.
Resumirá su ECM y analizará los profundos cambios de vida que se produjeron.
Esta es probablemente una de las ECM más extensas que he conocido desde que
comencé mi investigación hace más de 20 años, y mi breve resumen no le hace
justicia. Desde entonces, Tibor ha dedicado su vida al servicio de los demás y
viaja por el mundo dando charlas. Puede encontrar más detalles sobre su vida,
su ECM y la Fundación Luz del Amor en su libro. Esto es lo que Tibor describió
a través de su intérprete.
Tibor era un huérfano que, desde pequeño, estaba
decidido a triunfar en la vida. Estudió mucho y aprendió a pilotar aviones. Sin
embargo enfrentó muchos desafíos a lo largo de su vida, incluyendo esclerosis
múltiple y parálisis parcial debido a una lesión medular. Posteriormente su salud
general comenzó a deteriorarse aún más.
En
1994, Tibor desarrolló hipertensión arterial y estuvo hospitalizado
intermitentemente varias veces durante meses hasta que un día su estado empeoró
notablemente. Para cuando llegó al hospital en ambulancia era evidente que su
estado era grave y fue ingresado en la unidad de cuidados intensivos pero su
pronóstico no era alentador. Estuvo en observación durante unos días hasta que
una mañana se despertó con un dolor terrible en pecho y cabeza.
El
dolor se intensificó repentinamente y Tibor oyó un fuerte chasquido, seguido de
silencio y oscuridad. El dolor desapareció y abandonó lentamente su cuerpo.
Observó a médicos y enfermeras haciendo todo lo posible por reanimar a un
paciente, (que era él), y estaba rodeado de luz. Pudo observar a una enfermera
preparando medicamentos en otra habitación e incluso notó las marcas en el
envase de la aguja de inyección.
Mientras
aún estaba fuera de su cuerpo se dio cuenta de que se activaba el botón de
llamada de un paciente y lo observó solicitar la ayuda de una enfermera en una
parte diferente de la sala que no había visto antes. Siguió a la enfermera a
una habitación donde una colega, que hablaba por teléfono con su esposo; que estaba
muy preocupada porque su hijo estaba enfermo y el número del pediatra no aparecía
por ninguna parte. Tibor se encontró entonces en medio de una niebla, y luego
en un lugar diferente: el apartamento de la enfermera y su esposo. Tanto en su
entrevista como en su libro, describió las acciones del hombre, lo que vestía,
los muebles y la alfombra del apartamento, e incluso los libros en la
estantería. A Tibor le atrajeron especialmente los calcetines del hombre. Eran
blancos pero cubiertos de motivos animales, lo que parecía un poco excéntrico
para un adulto.
Tibor
regresó a la cama, donde sus intentos de comunicarse con la enfermera y el
médico fueron inútiles. Miró el rostro del paciente y se sorprendió al verse a
sí mismo; no podía comprender cómo podía estar tumbado en la cama y mirarse al
mismo tiempo. Se dio cuenta de que no tenía peso y, de repente, que estaba
muerto. La enfermera le levantó el brazo, que colgaba del borde de la cama, y
al tocarlo, Tibor se encontró medio dentro y medio fuera de la pared junto a la
cama. Sintió pánico por su situación pero el miedo pronto fue reemplazado por
una luz brillante y una abrumadora sensación de amor y felicidad. Envuelto en
luz, aún fuera de su cuerpo, se encontró contemplando la unidad de cuidados
intensivos quirúrgicos. Esta estaba situada en el piso superior a la sala de
Tibor. Aprendió sobre todos los pacientes allí, incluso supo cuánto tiempo les
quedaba de vida.
Flotó
más alto y vio toda la ciudad desde arriba, desde una perspectiva que le permitía
ver mucho más que cuando la había sobrevolado como piloto de avión. Se elevó
aún más y pudo contemplar todo el planeta. Se convirtió en parte de la luz que
se elevaba sobre la Tierra y escuchó lo que describió como «música de las
esferas».
Experimentó
una profunda revisión de vida en la que vio sus buenas y malas acciones, así
como las consecuencias de estas. Durante este proceso comprendió cómo su
comportamiento le había impedido experimentar muchas cosas buenas y se dio
cuenta de cuánto lo amaban. Aunque estuvo acompañado por un Ser de Luz durante
toda la revisión de vida, Tibor fue el único que juzgó sus acciones terrenales;
este ser actuó como una fuente de consuelo, asegurándole que podía enmendar sus
acciones.
Tibor
fue elevado a mayor altura y, a lo lejos, vio las puertas que se abrían hacia
una ciudad de luces. Estaba rodeado de seres que le comunicaron que lo habían
estado esperando. Al abrirse aún más las puertas, Tibor percibió un umbral
donde apareció la palma de una mano con un triángulo en el centro que contenía
un ojo que todo lo ve, pero una voz potente le impidió entrar. Finalmente, tras
el umbral, vio algo indescriptible e incomprensible. Rodeado de otros seres,
fue envuelto por la increíble luz y se llenó de una sensación de amor abrumador
e incondicional. Los seres en la luz rodearon a Tibor y abrieron las manos para
mostrarle las palmas, impartiéndole un gran conocimiento, transmitiéndole que
este conocimiento está dentro de cada uno de nosotros. Tibor se percató del
conocimiento del "inconsciente colectivo”y se asombró de no haber sido
consciente de ello en vida. Durante todo este proceso, el tiempo carecía de
significado, pero finalmente fue devuelto a la vida.
Una
vez más, se percató de su cuerpo tendido en la cama de abajo y se dio cuenta de
que estaba viéndolo. Se dio cuenta de que el médico anunciaba que estaba vivo
y, una vez más, estaba completamente en su cuerpo. Unas horas después el médico
habló con Tibor, le preguntó qué recordaba y tomó notas. Estaba tan interesado
que se propuso comprobar la experiencia de Tibor verificando los detalles que
le habían dado.
Este es un caso fascinante, ya que parece que
Tibor estaba muy al tanto de lo que ocurría en otras partes del hospital, que
no estaban a su alcance ni de vista. Resulta curioso que incluso describiera
los calcetines del marido de la enfermera, aunque este se encontraba en su casa
a varios kilómetros del hospital donde se encontraba Tibor. Tibor no conocía al
hombre y, desde luego, desconocía qué tipo de calcetines usaba. Entonces, ¿cómo
pudo describir con tanta precisión la conversación, el interior de su casa,
incluyendo una descripción de los muebles, la alfombra, los libros en la
estantería y lo que llevaba puesto?
Podría
argumentarse que pudo escuchar la conversación telefónica, pero su cama de
hospital estaba en una habitación diferente a la de la enfermera y, en ese
momento, había mucho ruido y conmoción alrededor de la cama de Tibor mientras
el personal intentaba reanimarlo. Desde mi experiencia como enfermera, puedo
asegurarles que estas no son condiciones propicias para escuchar a escondidas
conversaciones que ocurren en las inmediaciones, y mucho menos en otra
habitación. ¿Qué explicación hay para la descripción de Tibor de la casa del
hombre y el tipo de calcetines que llevaba? ¿Podría haber escuchado previamente
a la enfermera hablar sobre el aspecto de su casa y el tipo de calcetines que
llevaba su esposo? Incluso si así fuera, ¿cuáles son las probabilidades de que
su esposo usara esos calcetines en el preciso momento en que Tibor los vio?
Tibor
también pudo deducir, a partir de los libros en los estantes del hombre, que
era ingeniero eléctrico. ¿Cómo podía su cerebro ser capaz de tal procesamiento
cognitivo mientras se encontraba en estado de paro cardíaco?
Tibor
describió haber estado en la unidad de cuidados intensivos quirúrgicos, en el
piso superior de donde se encontraba, por lo que le habría sido imposible
escuchar las conversaciones sobre los detalles de los pacientes. Conocía los
nombres y diagnósticos de estos pacientes, pero su ubicación física no estaba
cerca de ellos. Según Tibor, el médico que lo reanimó verificó sus
declaraciones con un médico de la unidad de cuidados intensivos quirúrgicos y
los detalles fueron verificados. ¿Cómo pudo Tibor obtener esta información?
El
médico investigador también habló con la enfermera cuyo apartamento había
visitado Tibor durante su ECM. La enfermera confirmó que no conocía a Tibor y
que él nunca había estado en su apartamento. ¿Cómo era posible, entonces, que
lo describiera con tanto detalle? Según Tibor, el médico incluso acompañó a la
enfermera a su apartamento para comprobarlo él mismo. Regresó al hospital con
los calcetines inusuales en la mano.
Lo
que me pareció particularmente conmovedor durante su charla fue cuando Tibor
habló sobre tres preguntas que le habían hecho durante su ECM:
1.
¿Tuviste una vida antes de morir?
2. ¿Viviste una vida digna de un ser humano?
3. ¿Podrías mirar a los ojos de otras personas con
corazón puro y cabeza en alto?
Al reflexionar sobre estos temas en
profundidad, me impactaron profundamente y me hicieron reconsiderar y
reflexionar sobre mi vida. Experimentarlos en primera persona influyó
significativamente en cómo Tibor se adaptó a la vida después de su ECM. Fundó
la Fundación Luz de Amor, una organización sin fines de lucro que enseña
técnicas de autoayuda, habilidades para la vida y empoderamiento. La comunidad
cuenta con miles de voluntarios y se estima que ha ayudado a más de 100,000
personas hasta la fecha. Como resultado de su ECM, Tibor desarrolló una técnica
de sanación similar al Reiki y la enseña a su comunidad para que pueda ser utilizada
en beneficio de otros. También ha desarrollado un tratamiento de masaje que ha
compartido con la comunidad. Este masaje ayuda enormemente a aliviar el estrés
y a proporcionar relajación. Cada año se celebra la ceremonia de la Olla en
Hungría, y personas de todo el mundo la visitan y participan en las
celebraciones de la vida.
Tibor
trabaja incansablemente, dando conferencias por todo el mundo para difundir el
mensaje de lo que aprendió durante su ECM. Ha impartido más de 500 charlas y ha
reforzado la filosofía de la Fundación Luz del Amor, cuyo mensaje se centra en
vivir en amor y ayudar al prójimo. Enseña sus técnicas de sanación y masaje en
todo el mundo. Las conclusiones a las que llegó Tibor gracias a su experiencia
han sido su motivación para ayudar a los demás.
6. PROPÓSITO, PROPÓSITO, Y MÁS PROPÓSITO. PERO ¿QUÉ PROPÓSITO?
Kelly conectó con David Bennett, de 61 años,
a través de Facebook en enero de 2015. Ella le envió un mensaje privado y
acordaron hablar por Skype. David recuerda que compartieron sus ideas sobre
cómo elevar la conciencia colectiva del planeta y hablaron de la soledad que
ambos habían sentido en ocasiones después de sus ECM. Kelly estaba en proceso
de crear el grupo Positivity Power Movement y David la animó a hacer lo que su
alma la llamaba a hacer. Ella mencionó el libro y trabajar conmigo, y aunque
David nunca me había conocido, estaba al tanto de mi investigación a través de
IANDS (Asociación Internacional de Estudios Cercanos a la Muerte). David ha aparecido en The Story of God con Morgan
Freeman, Doctor Oz, Angels Among Us, NBC National News y PBS Documentaries:
“Back From The Light: After-effects of Surviving a Near Death Experience”. La
ECM de David ocurrió mientras estaba en el mar, tiempo durante el cual casi se
ahoga. David ha escrito dos libros sobre su experiencia.
Una noche de marzo de 1983 trabajaba como jefe
de máquinas en el buque de investigación Aloha. El capitán del puerto
nos comunicó por radio que el puerto estaba cerrado a la llegada de buques de
nuestro tamaño debido a la mala mar. El capitán decidió enviar a parte de la
tripulación en una Zodiac (embarcación de caucho vulcanizado que usábamos para
recuperar material sumergido). El tiempo era tan malo que el capitán me indicó
que acompañara al grupo, ya que yo conocía el puerto.
Al ir
hacia el puerto no podíamos ver la costa porque navegábamos en el seno de una
ola. Cuando subimos a la cresta de la misma pudimos vislumbrar las tenues luces
del puerto. Me quedé de pie en la proa agarrándome una bolina para
estabilizarme mientras localizaba la boya de entrada al puerto. Cuanto más nos
acercábamos a la costa más difícil se volvía la navegación. De repente oímos
olas rugientes, una rompió por debajo de la lancha y caímos. Todos aguantamos
y, por suerte pudimos permanecer en el bote mientras nos deslizábamos ola abajo
durante unos 9 metros. Al levantar la vista pude ver una cresta de espuma
blanca sobre nuestras cabezas mientras la siguiente se estrellaba contra
nosotros. Tenía una fuerza increíble y dobló el bote por la mitad como si fuera
una tierna rebanada de mantequilla de cacahuete. Salí catapultado desde la proa
al agua con la fuerza más violenta que he sentido. Mientras me golpeaban una
tras otras las olas, perdí el sentido de la orientación y me sentí zarandeado como muñeco de trapo.
Cuando abrí los ojos estaba todo tan negro que no podía ver nada hacia arriba.
Mis años de experiencia como buceador me habían enseñado a no entrar en pánico
pero me ardían los pulmones, el mar embravecido seguía golpeándome y ansiaba
respirar. Tenía mucho frío. Esperaba que el chaleco salvavidas me llevara a la
superficie, pero no lo hizo. No pude contener la respiración por más tiempo. La
desesperación por la falta de oxígeno me dominó y finalmente respiré el agua
salada. La agonía se desvaneció rápidamente en la oscuridad.
No
tenía miedo. Me sorprendió la oscuridad total y la impactante ausencia de
ruido. El mar había pasado de rugido violento a completa ausencia de sonido.
Era como si el estruendo de las olas no existiera donde ahora me encontraba.
Estaba en la más absoluta oscuridad, sin mi cuerpo físico. Mi última
experiencia en la vida fue un ahogamiento violento pero la situación se sentía
tranquil, silencios y en paz. Estaba cálido, como si mi conciencia estuviera
envuelta en una gruesa manta y eso m dio sensación de tranquilidad total.
Sentía curiosidad y pensé: "¿ Dónde estoy?". Aún no me había
dado cuenta de que había muerto porque mi conciencia estaba intacta. Y me
pregunté si esta situación era una etapa más del ahogamiento ya que no la había
experimentado anteriormente.
La
oscuridad era vacío y no era ni bueno ni malo. Carecía de emoción, pero me
sentía cómodo y ya no sentía dolor. Empecé a sentir una conexión con esta
fértil negrura que parecía infinita. Sin embargo había algo que me apoyaba y
sabía que el estado en el que me encontraba era lo más natural del mundo.
Empecé a sentir una alegría y felicidad reconfortantes. Aunque no podía
comprender del todo el significado de esta percepción presentí que algo más sucedería
a mi alrededor; algo más grande, más grande que yo, más que yo. Sentí
que debía comunicarme con esta oscuridad. Había una inteligencia omnipresente y
sabía que debía seguir adelante. Lentamente, muy lentamente, la luz empezó a
aparecer en la oscuridad. Pude ver una luz más brillante a lo lejos. Todo se
volvía más brillante. Al mismo tiempo sentí como si me acercara a la luz
brillante en la distancia. A medida que esta se acercaba mis sentimientos se
intensificaron. Me elevé emocionalmente, como si me envolviera la luz
llevándome hacia lo que solo podía llamar Amor. Me estaba convirtiendo en parte
de su Amor.
Me
encontré moviéndome en los márgenes de esta luz ahora brillante, continuamente
atraída hacia una zona más densa. Parecía lo más natural y, sin embargo,
también me resultaba especialmente familiar. Estaba feliz y lleno de alegría.
Me sentí tan cómodo y amado. Empecé a darme cuenta de que no tenía cuerpo. Era
un solo fragmento de esta luz. Mi cuerpo físico había desaparecido; yo no tenía
forma, yo era una brizna de luz como la que me rodeaba. A medida que la intensidad
del resplandor aumentó la intensidad de mi fragmento de luz también aumentó. No
juzgué esta transformación, simplemente la acepté. Admiré el cambio que
experimentaba. El amor era increíblemente empoderador; formaba parte de todo.
La luz parecía estar compuesta de miles y miles de millones de fragmentos de
luz multicolor que pulsaban y fluían. La luz estaba en constante movimiento;
aunque permanecía inmóvil, se movía en unidad con una atención plena conectada.
Estaba asombrado por la vida rebosante que emanaba de la luz; Estaba llena de
consciencia, como si las almas de todos los seres vivos, pasados, presentes y
futuros, estuvieran interconectadas, compartiendo y proyectando su Amor. Bailaban
y vibraban con sus luces para combinarse en una espectacular iluminación de
Amor y Conocimiento Divinos.
Tres
fragmentos de luz se volvieron más brillantes, se desprendieron y acercaron.
Reconocí estas formas como otros seres. A medida que se acercaban, pude sentir
que proyectaban pensamientos de "Bienvenido a Casa", como si
fuéramos familia y hubiera una inmensa alegría en nuestro reencuentro. Supe de
inmediato quiénes eran estos seres. Reconocí su energía y percibí su
individualidad a través de lo que parecían ser ojos cálidos, profundos y
expresivos. Esto lo sentí más fuerte y afectivo que cualquier otra experiencia
en mi vida. Estaban tan emocionados por estar allí conmigo y verme de vuelta en
casa. Sabía inequívocamente que estaba en casa, y se sentía extraordinariamente
magnífico. Me apoyaron y ayudaron proyectando oleadas de amor y compasión. Me
invadió la alegría de pertenecer a algún lugar: mi vida, desde la infancia
hasta entonces, había carecido de un profundo sentido de familia. Más seres de
luz vinieron y se unieron a nosotros. Su forma de comunicarse consistía en
proyectar una energía de conocimiento y consuelo que contenía más información
en una milésima de segundo que la que nuestros pensamientos mortales podían
reunir en un día. Una docena de miembros en total se unieron a nuestro círculo.
Viajamos
a otra área de luz que era un globo translúcido. Una vez que esta esfera nos
rodeó por completo comencé a experimentar mi vida. Era como si la viviera desde
la perspectiva de los demás y, al mismo tiempo, la reviviera desde la mía. Esta
visión era asombrosa y maravillosa, y la profundidad de esta revisión de vida
era más que abarcadora. Era inefable. Podía ver los efectos y las consecuencias
de mis acciones y, o, reacciones extendiéndose más allá del área de la esfera,
como ondas en un estanque multidimensional. No solo había imágenes para ver,
sino que también experimenté los sentimientos de los demás y cómo mis acciones
les afectó. Podía sentir su alegría, felicidad, angustias, decepciones y amor;
todas sus emociones con respecto a mis acciones. También era consciente de la
emoción y el júbilo de mi familia espiritual por estar aquí experimentando esto
conmigo.
Algunas
partes tuvieron un significado mayor, y hubo ciertos aspectos de mi revisión de
vida que hubiera preferido que mi familia del alma no viera. No quería admitir
lo que había hecho. Me avergonzaba que mi familia tuviera que vivir esos
momentos. Sorprendentemente no me juzgaron por mis experiencias, ni siquiera
por los sucesos de los que no me sentía orgulloso. Fueron meros observadores
viviendo mi vida conmigo. No expresaron juicio a favor o en contra. Parecían
disfrutar de mis experiencias. Más allá del apoyo de mi familia del alma,
también era consciente de la Conciencia de la Luz. Cuando pienso en Dios hoy lo
veo como una Conciencia de la Luz, con miles de millones de almas unidas. La
luz parecía estar observando, actuando como una constante de apoyo e
increíblemente amorosa durante mi muerte.
Dios
me conocía mejor que yo mismo. Experimenté mi verdadera naturaleza. Sentí que
esta revisión de mi vida tenía como objetivo ayudarme a crecer y evolucionar.
Sorprendentemente algunos de los pequeños incidentes de mi vida cobraron mayor
importancia durante la revisión. En aquel momento estos incidentes eran
olvidables, apenas dignos de mención. Pero una vez que vi las consecuencias,
especialmente cómo mis acciones afectaron a los demás, me di cuenta del
panorama general. Siempre pensamos en dejar huella y en intentar que nuestras
vidas importen. Los logros que consideramos importantes, como construir algo
que perdure tras nosotros o conseguir un ascenso, no son necesariamente los más
importantes en la revisión. Aprendí que es más importante vivir la vida día a
día y hacer lo mejor que podamos. Atesorar nuestras experiencias, buenas y
malas, grandes y pequeñas. Intentar ser lo más serviciales, compasivos y
amorosos posible. Vivir la vida con amor genera el impacto más poderoso en la
revisión. Esas acciones crean las mayores olas de efectos positivos.
Las
experiencias y los sentimientos cambiaron. Me mostraron imágenes que no eran de
mi vida. No tenía referencias de ellas. Interactuaba directamente con personas
que no reconocía. Estaba en lugares donde nunca había estado. Mi familia del
alma seguía apoyándome, animándome, no con palabras sino con pensamientos de
amor y compasión inconmensurables. Entonces escuché una voz clara y distinta
que no emanaba solo de mi grupo. Sentí que provenía de la luz misma. Escuché
atentamente esta voz profunda, amorosa y resonante, que me decía: «Este no
es tu momento; tienes que regresar». Mi primera respuesta fue: ¡No!
¡Quiero quedarme aquí! Me gusta estar aquí. He encontrado el amor y una familia
que nunca supe que existían; no quiero regresar y seguir viviendo una vida
físicamente dolorosa. Me resistí, suplicando y argumentando contra la
petición. Entonces escuché la voz de nuevo. Esta vez, la luz dijo: «Tienes
que regresar; tienes un PROPÓSITO». La palabra «propósito” seguía
resonando en mi esencia, a través de mí. Cuando escuché la segunda instrucción
no pude discutir porque comprendí la verdad que contenía. Cuando formas parte
de la Conciencia de la Luz formas parte de la omnisciencia. Comprendí que debía
regresar a mi cuerpo y seguir viviendo.
Tomé
consciencia de mi cuerpo sin vida y suspendido en el agua zarandeado por la
mar. Lo observé sin emoción, anhelando ya volver a la luz. Mi ser se sentía
mucho más grande que mi cuerpo, más libre y completo. Regresar significaba
perder mi sentido de conexión. Separarme de la luz y volver a al cuerpo fue lo
más difícil que me habían pedido hacer. Fue más doloroso que ahogarme.
Las
cuerdas del bote Zodiac se agitaban entre los restos. De alguna manera mi
brazo, por la violencia del golpe de mar, se había enredado en el cabo, la
bolina. Una ola me golpeó y la cuerda se enredó en mi brazo y mano; me dislocó
el hombro y el pulgar al tirar de mi cuerpo hacia la superficie. Vi cómo otra
me golpeaba el cuerpo. Me golpearon contra el pontón con tanta fuerza que
expulsé parte del agua de los pulmones. Simultáneamente, mi Familia de Luz me
dio un empujón. Experimenté una vibración rápida y palpitante, y regresé al
cuerpo. Al entrar, mi familia del alma proyectó dentro de mí la certeza de que
siempre estarían a mi lado. Instintivamente inhalé mi primera bocanada de aire
en mucho tiempo. Mi primer pensamiento consciente después de volver fue: ¿Por
qué tengo que vivir la vida? Al mismo tiempo, la comprensión de que
necesitaba sobrevivir me atormentó. Resonaba en mi interior la pregunta:
¿Propósito, propósito, propósito? ¿Qué propósito? Solo por esas palabras supe
que necesitaba sobrevivir. Sabía que mi vida tenía un propósito.
Una
vez que me recuperé y volví a la vida pude ver la energía vital a mi alrededor.
Un aura de luz rodeaba todas las plantas y rocas de los jardines ornamentales.
Podía sentirlas y tocarlas sin necesidad de palparlas. Mi mente de ingeniero
intentaba comprenderlo. ¿Cómo era posible? Sin saber nada de auras no tenía
palabras para describirlo. Las palmeras eran la experiencia más majestuosa.
Todas estaban tan vivas. Esta nueva forma de percibir las fuerzas vitales me
llevó a examinar todo lo que sucedía a mi alrededor. Como ingeniero necesitaba
comprenderlo. ¿Por qué había cambiado la vida de repente? ¿Cómo es que ahora
podía ver esto? ¿Cómo es posible que pueda ver y oír lo que antes no podía
sentir? Bajé al océano. También pude percibir una visión más amplia de las
energías de la Tierra: los patrones rítmicos de las olas con las mareas y la
luna. Pude ver la Tierra como un planeta vivo y palpitante. Durante mi juventud
en Arizona algunas abuelas indígenas (Nota del Traductor: gracias a ser antiguo
territorio español en el que se respetó la existencia de los indios, no como en
el territorio inglés y luego norteamericano que los masacró y eliminó), me
habían contado historias sobre la Madre Tierra. Realmente no me tomaba en serio
sus lecciones sobre cómo la Tierra crece, se expande y contrae. Decían: «Está
respirando». Ahora, después de mi tiempo en la Conciencia de la Luz, pude
comprender su significado.
Instintivamente
supe que lo que había experimentado era difícil de entender para cualquiera. Y
mucho menos para mí. Yo era viejo marino, y hasta ahora había mantenido los
pies en la tierra o en la cubierta de un barco. Era el ingeniero que solo veía
las cosas en blanco y negro. Tenía miedo de hablar de lo que había
experimentado; temía que mis compañeros pensaran que estaba completamente ido.
Esta nueva forma de vivir, de poder sentir la energía vital, me dejó aturdido.
No creo que nadie supiera la magnitud de mi confusión interior. No quería decir
nada porque nadie más parecía notar mi nueva perspectiva. Si hablaba de ello
pensarían que tal vez me había dado un fuerte golpe en la cabeza durante la
tormenta y eso me habría vuelto un poco loco. De hecho pensaba que me estaba
volviendo loco. Tenía que encontrar la manera de lidiar con esto. Quería
recuperar mi antigua vida, pero eso no iba a suceder.
Volver
de la muerte fue increíblemente complicado. Me movía a menos de la mitad de
velocidad comparado con cuando estaba en la luz. La nueva apreciación por la
vida era mucho mayor que yo. Una parte de mí seguía conectada a la luz y eso me
asustaba así que hice lo que pensé que era mejor: concentrarme en el momento.
Haciendo eso pude superar los primeros tres días de vivir en una nueva realidad
y procesar ese cambio radical en mi vida. Siempre había sido persona que se
abría camino en la vida para sobrevivir. Tener una experiencia en la luz fue un
regalo en sí mismo pero la exposición a la Luz de la Conciencia deja una
percepción clara y nueva. Después de la experiencia recibí tres regalos: aceptación,
tolerancia y verdad. Parecen conceptos muy simples pero pueden llevar
vidas comprenderlos realmente, y mucho más dominarlos.
El
primer regalo fue la aceptación. De repente aprendí cómo mi vida podía influir
en los demás sin yo saberlo. Ahora sé que estoy en el lugar perfecto en todo
momento y que debería vivir el presente. Al experimentar la revisión de vida
con amor y sin juzgar supe quién era. Pude aceptar mis defectos y fortalezas, empezar
a trabajar en mí para convertirme en mejor persona. Ya no necesitaba castigarme
por los fracasos. Pude empezar a aprender de los errores, aceptarlos y seguir
adelante.
La
tolerancia permite ver que los demás tienen sus
metas y caminos. De repente descubrí una forma de reconocer y respetar
las creencias y prácticas de los demás. Al observar mi vida reconocí que cada uno también está en su
lugar ideal; experimentando lo que su camino le indica para su crecimiento. Eso
me permitió evitar descartar las opiniones de otras almas. Podía aceptar y
tolerar el camino de alguien sin sentir que lo aprobaba. Incluso las opiniones
contradictorias dejaron de amenazarme y pude distanciarme cuando era necesario.
El amor incondicional por todos los seres genera reverencia por toda vida y
elimina el deseo de que los demás sean algo que no son.
Y el
tercer regalo recibido fue la Verdad. Incluso de pequeño percibía cuándo iba en
contra de mi verdadera naturaleza o si me comportaba de una manera que creía
más aceptable para quienes me rodeaban. Sabía que esa no era mi verdadera
naturaleza. Esta ficción autocreada se convertiría poco a poco en mí, aunque
fuera falsa. Con el tiempo me perdí en el falso yo que había construido. El
amor de la luz y la Conciencia de la Luz me mostraron mi verdadero yo, sin la
ficción. La luz me conocía mejor que yo. Es difícil desprenderse, de la noche a
la mañana, de una falsa personalidad. Seguí intentando vestir mi antiguo yo
después de la ECM pero ya no encajaba. Me llevó algunos años aceptar mi
auténtico yo, tal como lo había experimentado en la luz. Ahora, cuando trabajo
con mi verdadero yo, lo llamo mi verdad.
Después
de la ECM mi verdad y filosofía siguieron cambiando a medida que crecía. Me iba
convirtiendo en persona más tolerante y receptiva, pero también intenté
aferrarme a lo que conocía como mi verdad personal. Entonces me di cuenta de
que lo que era real para mí había cambiado porque había cambiado mi filosofía,
aunque solo fuera una fracción. Tu verdad fluctúa con el crecimiento y la
dirección de tu camino vital. No será un camino recto, y dará muchas vueltas.
Necesitamos experimentar cada momento. Dediqué mucho tiempo a un ministerio
silencioso. Lo que quiero decir con "ministerio silencioso” es intentar
ser un ejemplo vivo para los demás. Sé que mi existencia va a causar
repercusiones; lo vi en la revisión de vida, así que decidí seguir adelante
conociendo y aceptando la guía universal. Mi experiencia cambió mi rumbo; llegó
en el momento perfecto, mostrándome el camino que debía tomar. Y lo más
importante, ahora entiendo que no morimos en el momento de la muerte física.
Vivimos con un nivel de conciencia superior. Así que con esta comprensión ya no
temo a la muerte.
Dejar
de temer a la muerte ofrece una libertad increíble, la de vivir sin límites y
al máximo, llenos de alegría y gratitud en cada encuentro y experiencia. No
temer a la muerte también da una sensación de calma que permite relajarnos sin
dejase llevar por la rutina. Cuando logro algo positivo siento una sensación de
plenitud, a menudo acompañada de una señal que me indica la dirección de un
nuevo camino. Si algo he aprendido de mis experiencias es a seguir esos sucesos
sincrónicos de la vida. Aunque no pueda ver el panorama general cuando sucede
sé que se revelará en el momento y lugar adecuados. Mi vida se ha transformado
a través de este viaje. Recibo perspectivas que me permiten visualizar mis
posibles caminos. Creo que estas perspectivas me alertan sobre el propósito de
mi alma, actuando como indicadores. Puedo tomar las decisiones correctas en mi
camino, lo que a menudo me ayuda a estar en el lugar correcto para ayudar a los
demás. De esta manera, puedo ser más servicial, que es el propósito de mi vida.
En
noviembre de 2000 me diagnosticaron cáncer en el pulmón derecho, que se
expandió con metástasis erosionando tres huesos de la columna. Finalmente la
columna colapsó porque el hueso torácico T2 ya no estaba y el tumor no
soportaba el peso. Tras numerosas pruebas los médicos también encontraron
lesiones en la cadera, riñones y cerebro. Consideraron que la solución más
compasiva sería brindar comodidad y permitir fallecer en paz. En mi ECM vi que
iba a tener cáncer y también que sobreviviría. Así que con la guía del espíritu
busqué tratamientos holísticos y tradicionales. Mis médicos estuvieron de
acuerdo con mis deseos y en seis meses ya no tenía cáncer. Me llevó un año más
convencerlos de que sobreviviría antes de que finalmente aceptaran realizarme
tres cirugías correctivas de columna. Reconozco que la curación del cáncer
también formaba parte de mi propósito mayor, por lo que ahora puedo ayudar a
pacientes con cáncer terminal, y a otros pacientes, en la integración.
Siempre
tengo presente el poder inherente a nuestra interconexión, especialmente cuando
las pasiones están en su apogeo. Recuerdo mi análisis de vida y cómo mis
pasiones generaron algunas de las mayores repercusiones tanto positivas como
negativas. Las experiencias nos hacen crecer. Hacen crecer nuestro espíritu. La
forma en que afrontamos las responsabilidades, las experiencias y las
oportunidades es de gran importancia. Como todos provenimos de la luz no
tenemos que buscar el espíritu. El espíritu está en todos nosotros, y solo
tenemos que ser conscientes y escuchar. Cuando logramos hacerlo obtenemos
claridad y comprensión de dónde debemos estar para que cada uno pueda vivir su
vida un poco mejor.
David tuvo una experiencia muy intensa, y su
revisión de vida, en particular, parece haber transformado profundamente su
autopercepción, lo que también se ha traducido en una perspectiva más amplia de
servicio a los demás. Ahora vive su vida de acuerdo con lo que aprendió durante
su ECM. ¡Qué perspectiva tan refrescante! ¿Qué pasaría si todos tomáramos
nuestras decisiones de vida basándonos en lo que enfrentaremos en la revisión
de vida en lugar de preocuparnos por lo que impresionará a los demás? ¿Qué
pasaría si todos nos preocupáramos más por vivir la vida para nosotros mismos
haciendo las cosas que nos hacen felices en lugar de tomar decisiones basadas
en lo que piensen los demás?
Es
importante destacar que a David le diagnosticaron posteriormente un cáncer que
hizo metástasis en la columna vertebral y otras partes del cuerpo. Existen
numerosos ejemplos de personas que han padecido enfermedades físicas que
posteriormente se resolvieron o remitieron tras una ECM. Como exenfermera me
fascina la conexión mente-cuerpo y cada vez más investigaciones confirman la
importancia de mente y pensamientos para nuestra salud. Quienes han tenido una
ECM experimentan una transformación radical en su forma de pensar y percibir
las cosas. Esta es otra área de enfoque para una posible investigación que
podría empoderar enormemente a todas las personas diagnosticadas con una
enfermedad debilitante.
7. EL AMOR SE ABRIÓ PASO
Penny Wilson es enfermera jubilada de 47 años
de Kentucky, EE. UU. Robert Tremblay (quien también aparece en este libro)
sugirió a Penny que contactara con Kelly en Facebook para hablar sobre su
historia. Durante su conversación inicial, Kelly mencionó a la Dra. Barbara
Mango, otra persona que aparece en este libro, y Penny dijo: «Pregúntale si me
recuerda de la conferencia en California. Nos conocimos allí y hablamos largo y
tendido». Esto reafirma una vez más la interconexión entre nosotros y cómo
todos hemos sido guiados juntos. La ECM de Penny ocurrió durante un shock
anafiláctico.
Soy madre de maravillosos tres hijos, abuela de
dos preciosos nietos, y estoy comprometida con mi dulce novio, Don. Jubilada de
mi trabajo como enfermera vivo en Kentucky. Hace tres años, desarrollé un
trastorno autoinmune llamado anafilaxia idiopática que es una forma elegante de
decir que sufro anafilaxia y shock anafiláctico sin ser alérgica a nada. Es una
especie de fallo en el sistema inmunitario. Esta situación me causó
enfermedades graves en numerosas ocasiones. Durante tres episodios de shock
anafiláctico en 2014 sentí que mi espíritu abandonaba el cuerpo y
posteriormente tuve tres ECM: cada una continuación de la anterior. Mi historia
comienza cuando dejo de respirar, me inducen el coma y me conectan a un
respirador. Despierto en un lugar profundo y oscuro.
Mi
mente empieza a despertar, impulsándome desde la oscuridad hacia la plena
consciencia. Al abrir los ojos la oscuridad es total. Percibo que lo que yace
delante, detrás, encima y debajo de mí es un vacío profundo e infinito a través
del cual parezco incapaz de navegar. Una sensación aplastante me empuja a mi
alrededor y contra mí, aunque al mover los brazos no siento ningún contacto
físico. ¿De dónde viene esta terrible presión?, me pregunto. El ambiente
opresivo me desgarra la existencia como un trapo húmedo, haciendo que cada
respiración sea un esfuerzo tremendo; cada músculo de mi cuerpo aspira aire
hacia los pulmones y luego lo expulsa.
Completamente
sola en este lugar, era como si nadie más existiera y me hice preguntas. ¿He
estado en este purgatorio que oprime el alma todo este tiempo? Quizás todo fue
un sueño: mi vida y mi familia, el mundo. ¿Podría ser un lugar y tiempo creado
en la mente para aliviarme de esta oscuridad? Era demasiado terrible
considerarlo. Agotada, sentí que un sueño profundo me invadía. Le rogué que me
tragara y me mantuviera allí para no volver a conocer ese horrible lugar. Al
escuchar mis súplicas el sueño profundo aquietó la mente consciente en la
oscuridad, dejándome misericordiosa y completamente inconsciente.
El
respirar en el vacío parece breve y despierto en el temido lugar. No es el
infierno, de eso estoy segura, pero saberlo no disminuye mi desesperanza.
¿Cuánto tiempo he permanecido en este abismo sin fin? Cada momento aquí es un
segundo y una eternidad a la vez. Si la vida que recuerdo fue real, y si alguna
vez puedo volver a ella, viviré de otra manera. Abrazaré los días con pasión y
alegría; no los dejaré pasar, como si cada uno fuera un regalo.
Cada
vez que salgo de las arenas movedizas dormidas, me hago las mismas preguntas.
¿Dónde estoy y por qué estoy aquí? ¿Adónde se han ido todos y todo? Me
pregunto, buscando en la mente, tratando de dar sentido a mi estado. Tal vez
debería intentar moverme, pero ¿cómo y adónde? Luchando por avanzar cada
intento es un esfuerzo tremendo, como si intentara avanzar a través de hormigón
cada vez más denso. El trabajo es agotador y tan exigente que el sueño profundo,
en su compasión, me acoge en sus brazos y me da descanso.
Finalmente,
tras lo que parece una eternidad, algo cambia. He atravesado el vacío y ahora
me encuentro a un lado de lo que parece una pared de cristal. Flotando, me
acerco a la barrera y miro a través de ella. Al otro lado veo mi cuerpo físico
tendido en una cama de hospital. ¿Cómo puedo estar aquí y allá al mismo tiempo?
La pared no cede pero, al acercarme, la escena al otro lado se vuelve más
clara. Mi cuerpo está conectado a cables y tubos.
¡Ah,
debo estar muy enferma! Darme cuenta me llena de esperanza. No era una
fantasía; ¡no lo había soñado! Simplemente estoy enferma, terriblemente
enferma por lo que parece. Entrecerrando los ojos distingo a mi hija de pie
junto a la cama. A la derecha, un respirador bombea y se agita detrás de ella.
Debo estar en serios problemas para necesitar un respirador. ¿Qué me ha llevado
a este estado?
Mi
hija está de pie frente a la máquina de soporte vital, y un anhelo profundo me
invade. Necesito tocarla, abrazarla y hacer que todo esto desaparezca.
Instintivamente me inclino hacia adelante pero mi mano se detiene ante el cruel
muro que divide el vacío del hospital. La golpeo con los puños pero se niega a
ceder. Entonces lo entiendo: ¡sé qué hacer! Mi mente se llena de esperanza por
primera vez. Debo intentar despertar mi cuerpo. ¡Claro! ¿Por qué no se me
ocurrió antes?
Concentrando
toda mi energía en la cama intento despertarlo, obligarlo a abrir los ojos,
pero nada, yace allí inmóvil, ignorando mis esfuerzos. ¡Vamos! ¿Por qué no
funciona? Quizás necesito empezar con algo más pequeño, hacer que mueva el
dedo. Decidida, redirijo la atención a su mano. ¡Vamos, Penny, solo un pequeño
tic, puedes hacerlo! Dejo escapar un suspiro exasperado. ¡Maldición! Sigue sin hacer
nada. ¿Por qué es tan difícil? Lo intento una y otra vez, cada intento
desesperado tropieza de plano contra la obstinada pared. Siento que me
succionan hacia atrás con gran fuerza; como si todos los vientos de la Tierra
me empujaran lejos de mí en la cama del hospital, lejos de mi cuerpo terrenal
que yacía como una piedra, a solo centímetros de mi hija. Revolverme y luchar
para permanecer cerca de la pare resulta inútil; mi lucha contra el vacío
invisible no es más que un vano esfuerzo. Soy succionada de vuelta al vacío
despiadado e impasible.
El
tiempo pasa sin dejar rastro. ¿Cuánto tiempo llevo aquí? ¿Un día? ¿Una semana?
El cruel vacío me aprieta sin piedad. Cierro los ojos con fuerza, luego los
abro lentamente y me encuentro de nuevo cerca de la frontera que separa el
vacío de la habitación del hospital. Estar cerca del mundo físico es un
profundo alivio. Esta vez es diferente; la pared late casi como si respirara.
Atravieso la ahora frágil barrera y encuentro a mi yo espiritual flotando sobre
mi cuerpo físico. Me veo allí tumbada, inmóvil, conectada a los monitores y al
respirador. El cuerpo no muestra más vida que las mantas que lo cubren.
Tras
solo unos segundos la escena en la habitación del hospital se oscurece al ser
absorbida por la oscuridad. El vacío se siente más pesado; la presión en el
pecho dificulta la entrada de aire a los pulmones. Recuerdo que no necesito
respirar; el respirador lo hace por mi. Aun así, algo me impulsa a inhalar y
exhalar, a reconectar con el yo que yace en el hospital. El esfuerzo es
agotador, como intentar nadar con bloques de cemento atados a las extremidades.
Sigo adelante, forcejeando, intentando encontrar la pared. No quiero estar en
este lugar oscuro y desesperanzado. Tampoco quiero estar en la habitación del
hospital, observando impotente desde mi puesto en la esquina superior. Por
favor, déjame despertar en mi cuerpo, o mantenme en un sueño profundo para
siempre, para que nunca más conozca el vacío. ¿Cuánto tiempo debe durar este
ciclo?
Lamentando
mi situación caigo en la cuenta de que el vacío no es un lugar real. ¡Es
simbólico! Representa mi apatía; un símbolo del muro que construí durante toda
mi vida, los ladrillos que apilé para mantener a la gente fuera y mis
sentimientos dentro. Una barrera que construí con cada dolor que sufrí. Mis
esfuerzos por protegerme me habían hecho menos real, menos vulnerable, menos
alegre y tan impenetrable como el coma en el que yacía. Mi yo físico en la UCI
no tenía ni idea de lo cerca que estaba de perderlo todo.
Comprender
que había construido esta prisión a mi alrededor hizo que el vacío se rompiera
con estruendo atronador. Una luz brillante refulgió ante mí y alejó la
oscuridad hasta que quedó detrás y debajo de mí. Sentí que un imán me atraía
hacia los brazos de un espíritu glorioso. ¿Por fin me rescatan de este terrible
lugar? ¡Que así sea!
Ese
espíritu es audaz y está adornado de luz. Ella me abraza con fuerza, contra su
pecho, y su energía se arremolina como una gran nube con forma de embudo,
sosteniéndome sin esfuerzo en el centro. Me acerca con un brazo y extiende el
otro. Su puño zumba a mi lado, hacia la oscuridad, asestando un golpe al lugar
sin alma. El vacío explota y los fragmentos vuelan a nuestro alrededor
intentando entrar en su embudo de energía, pero incapaces de penetrarlo. Su luz
brilla con más fuerza al chocar los fragmentos con ella. El resplandor radiante
los repele y los envía a un lugar del que me alegro no saber nada. La presión
nauseabunda del vacío se desliza sobre mí como el rocío de una brizna de hierba;
cada gota me hace sentir más ligera al ser consumida por el glorioso espíritu
rescatador. Al levantar la vista veo el rostro de mi campeona: sus rasgos,
suaves y femeninos, sus ojos de un verde brillante, devolviéndome la mirada y
conociéndome por completo. Nuestros espíritus se funden, como dos ríos que se
encuentran y convergen en el mar.
Me
resulta familiar, pero cuando intento recordar cómo la conozco se desvanece
como un sueño que se esconde en las curvas de tu cerebro, evadiendo
juguetonamente el descubrimiento. Presiono más, consumida por la profunda
necesidad de recordar cómo conozco a este espíritu. Mis ojos se dirigen hacia
arriba, a su cabello, su brillante
cabello rojo, como nada que haya visto antes. Llamarlo rojo es describirlo con
una palabra lastimosamente inepta, similar a llamar al sol destello de luz. Su
cabello es como fuego en su cabeza. Tiene una energía que la define, poderosa y
audaz, y en un instante la recuerdo. ¡Lovetta Patrias, mi abuela materna! Las
lágrimas brotan de mis ojos y mi corazón salta en mi pecho.
Fue
una mujer increíble en vida y, claramente, ese espíritu la había seguido hasta
donde me encontró. Riendo y llorando mis lágrimas brotaron a raudales
purgándome del dolor por su pérdida que, sin saberlo, aún albergaba. ¡No había
muerto! No, está más viva aquí que en su cuerpo. Comprenderlo me dejó sin
aliento.
Su
mirada, suave y dulce, me relaja por completo y me derrito en sus brazos. Por
primera vez en mucho tiempo me siento segura. ¡Ah, segura! ¿Cuándo fue la
última vez que me sentí intocable? Es como un bálsamo para mi alma. Descansando
en su abrazo permito que mi resonancia se fusione con la suya, nuestras
energías se entrelazan y nos rodean; sin embargo, de alguna manera, cada
espíritu sigue siendo identificable como propio. ¿Cómo es posible sentir tal
unidad y al mismo tiempo sentir la singularidad de todo lo que soy? Su energía
no consume ni disminuye la mía. De hecho, mientras nuestras fuerzas danzan a
nuestro alrededor puedo sentir mi energía, mi plenitud, crecer hasta
convertirse en algo tan poderoso y profundo que escapa a toda definición
terrenal.
Finalmente
me habla, pero no como hablamos aquí en el plano terrenal. No hay sonido pero
es audible; hay palabras, pero no pasan de sus labios a mis oídos, las dice con
su espíritu, directamente al mío. «Tranquilízate, querida». Mi espíritu
envuelve su instrucción y la descompone en moléculas.
La
energía de sus palabras se digiere; cada sílaba transmite el efecto deseado. Me
siento tranquila y fluida. La palabra "querida” se difunden hasta sus más
mínimos componentes, pero no se fractura ni se destruye. Las palabras conservan
todo su significado en cada pequeño fragmento y me recorren como la sangre por
las venas. Siento sus palabras física, emocional y espiritualmente. En ese
momento la conozco y siento su amor, mostrándome que realmente le tengo cariño.
Me infunde y me hace más. Por fin, veo quién soy realmente y me queda claro que
soy mucho más de lo que jamás creí que podría ser.
Mi
comprensión se manifiesta de una manera profunda y nueva para mí. A nivel
celular, siento y sé lo que significa ser querida por alguien. Saber esto, con
tanta plenitud, me invade y lloro en sus brazos. Lloro por el dolor, la pena y
la alegría. Lloro por todo el sufrimiento que conocí en vida, y todo el que vi
y sentí que no podía cambiar. Lloro por el muro que construí, el aislamiento
que me impuse voluntariamente mientras estaba en mi cuerpo. Lloro por aquellos
en el reino terrenal que no tienen esperanza y creen que no hay nada más que lo
que llaman "el aquí y el ahora". Mi corazón se deshace al pensarlo.
¿Y si hubieran tenido razón y el vacío hubiera sido mi existencia eterna?
¿Yaciendo para siempre en un estado de nada? Grito, temblando al pensar que me
consumiría el sueño que una vez consideré un indulto. "Calla, querida,
todo está bien". Sus palabras me apartan del horrible recuerdo del lugar
desierto que, hasta hace poco, había sido mi construida prisión.
Descansando
en sus brazos, una pregunta me viene a la mente y me dispongo a hacerla, a
pronunciar las palabras, pero en cuanto el pensamiento se forma la respuesta
aparece, de su conciencia a la mía. «No estás muerta, no hay muerte excepto que
el cuerpo se vuelve inútil y es desechado. Estás viva en el cuerpo, en el reino
terrenal, o súper viva aquí, o una mezcla de ambas, como ahora, parte de ti
allí y parte de ti aquí, en el Lado de los Espíritus. Tu cuerpo yace cerca de
la muerte en ese lugar, y tu espíritu lo ha abandonado, pero no del todo. Una
especie de cordón te ata a él todavía. Si no fuera así, estarías plenamente
aquí».
Me
viene a la mente otra pregunta y, como antes, se responde sin necesidad de
hablar. «Tu consciencia existe fuera del cuerpo. No está contenida ni albergada
en el cerebro. Es eterna y no puede retenerse dentro de algo. Existe
independientemente de si tu cuerpo físico existe o no. Puedes acceder a ella
con tu cerebro, pero no se mantiene ahí como un componente. La consciencia
perdura a pesar del cuerpo. Has oído decir, querida, que la energía no se crea
ni se destruye, simplemente cambia de forma. Es cierto en el plano terrestre y
es cierto aquí. Es ley».
¿Mi
consciencia es eterna? ¿No depende de si mi cuerpo está vivo o muerto? Nunca
imaginé algo así. Pensé que al morir aún tendría algún tipo de estructura física
que me definiera. Es difícil comprender que mi cuerpo no soy yo. La información
me recorre, aflorando en plenitud, y me doy cuenta de que esto, así como estoy
aquí, esto es más real, más verdadero, más fiel a mí misma, que la persona que
se mantiene viva en un hospital, al otro lado. Por fin comprendo quién debo
ser. Reflexiono tan profundamente sobre su complejidad y simplicidad que no me
doy cuenta de que mi abuela se ha ido dejándome flotar en la brillante luz
blanca.
De
repente, una poderosa energía me sacó de mis pensamientos y todo se detuvo.
Cuando digo "se detuvo", necesito que entiendan exactamente a qué me
refiero, así que prepárense, aquí vienen las variaciones: cesó, se fue, se
evaporó, se fue de la ciudad, se subió a un avión, salió disparada como gato
con la cola en llamas. ¿Lo entienden? Fue sorprendentemente extraño tener mi
voz mental silenciada y todas mis reflexiones alejadas. Mi cerebro dejó de
pensar y cesó su trabajo habitual. Al silenciarse supe con quién estaba. Dos
palabras se formaron en mi mente: YO SOY.
Estaba
con el Espíritu de Dios y lo conocía. Lo conocía en un sentido físico,
espiritual y mental. Era indescriptible. No tenía forma, no había encarnación,
pues ¿qué podría contenerlo? ¿Qué podría contener lo eterno? La luz blanca de
su energía penetrante era imparable. No podía ser atenuada. Me tocó y penetró
aún más profundamente; más allá de mi ser físico, del cual solo quedaba una
percepción. Su vasta presencia blanca me inundó, penetrando profundamente y
robándome el aliento, del cual no tenía necesidad pues me llenaba su luz. Me
entregué a esta energía dejando que llenara cada vacío, cada dolor y cada
anhelo. Ocupaba todos esos espacios sin disminuirme en absoluto porque la
energía blanca de Dios no nos quita, solo da llenándonos hasta rebosar. La luz
radiante se movía con poderosa intención hacia todas mis partes; rodeaba e
impregnaba cada célula, llenando mi cuerpo con una intensa calidez y vibración
que era una alegría indescriptible para mis oídos, mi piel y mi espíritu.
Permanecí intacta, conservando lo que me era útil mientras que lo que no me era
útil parecía no haber existido jamás. Era incapaz de recordar esas partes y no
tenía deseos de traerlas a mi entendimiento.
Flotando
sentí la luz blanca llenándome y permeando hasta mis células más pequeñas.
Relajé la cabeza hacia atrás, sin querer sentirme agobiada por su peso, y en
ese momento la luz blanca se deslizó hacia mi cuello. Era tan cálida que me
hizo encorvar el cuerpo hacia adentro para poder experimentarla aún más. Desde el
cuello subió por la mandíbula hasta la boca, iluminando la lengua con la más placentera de las melodías.
Quise mantener los ojos cerrados, intentar contener la luz para que no se
escapara, pero era una locura. Mis párpados no podían contener el poder del
Creador. Brillaba directamente a través de ellos hacia afuera, reflejándose en
la luz que me rodeaba y regresando rápidamente.
El
resplandor blanco me calentó el rostro y se derramó en la cabeza, zumbando
alrededor del cerebro, iluminándolo con sensaciones de hormigueo y creando la
sensación de flotar y de ingravidez. Luego, la luz procedió a penetrar cada
curva del cerebro, fluyendo como si recorriera un río extenso y sinuoso;
despertando partes de mi intelecto que antes no utilizaba y creando dentro de
mí un "conocimiento” que lo aclaraba todo.
Situaciones
que me habían atormentado en el mundo terrenal volvieron a mi memoria. El temor
y la tristeza que me atenazaban al dolor de esas transgresiones se disiparon.
Cada verdad se apaciguó y clarificó en la mente. No se pronunciaron palabras ni
se dieron explicaciones para borrar las heridas y las decepciones. Solo una
profunda certeza interior de que la realidad de esos asuntos no había sido la
que yo creía.
Había
intentado, durante tanto tiempo, encuadrar mis pruebas, comprenderlas. No sabía
que mi comprensión no provendría de mis
creencias o ideas, sino de la poderosa energía de Dios que me llenaba de
este lado, el "Lado de los Espíritus". El peso de mi dolor me
abandonó, reemplazado por Su paz; como el tierno abrazo de padre a hijo,
asegurándome que todo está bien.
Me
entregué por completo a Dios. Él sostenía mi existencia entera, su luz fluía de
mí: emanaba de mis huesos, se derramaba en de cabello, incluso mis pestañas
brillaban con su luz y vibración.
El
amor de Dios me atraía de vuelta a su esencia, donde siempre había pertenecido.
Me permití acercarme cada vez más a su centro. De repente ya no era externo,
sino interno, la fuente de luz brillante que habitaba en lo más profundo de mi
ser. ¡El Espíritu Santo vivía en mí, residiendo en mi corazón, mi espíritu, mi
alma! Por primera vez comprendí que Dios era vasto y personal, y que, por
invitación mía de hacía mucho tiempo, había establecido su morada en mí. Sentí
que iba a estallar de alegría y explotar en luz, cuyos rayos alcanzaron los
confines del universo. Me sumergí en la luz, deseando no volver jamás al reino
terrenal.
Entonces,
de repente, me detuve. Sabía que no podía seguir por ese camino, todavía no.
Anhelaba quedarme, alcanzar la chispa de mi existencia, pero no iba a ser.
Recordé que ya había tomado esta decisión; antes de siquiera llegar al punto de
tomarla, como si estuviera predestinada, aunque esa no es la palabra correcta,
pues la decisión fue mía.
La
luz se atenuó y se disipó, y me inquieté clamando a Dios: "¡Por favor!
¡Concédeme al menos el recuerdo de esto! Permíteme atesorar este tiempo contigo
para que nunca lo olvide. Perderé toda esperanza si no puedo tenerlo".
Desperté en la cama de hospital: el recuerdo de la experiencia se aferraba
profundamente a mi ser.
He
experimentado cambios significativos desde mis ECM y veo la vida de una manera
completamente nueva. Lo más importante que he aprendido desde esa experiencia,
el mensaje que quiero compartir con el mundo, es que todos estamos conectados.
La vida, al menos en la cultura occidental, nos enseña a ser independientes.
Desde el momento en que respiramos por primera vez nos vemos inmersos en la
sociedad del individualismo. Construimos vallas y muros, tanto literal como
figurativamente, para mantener a los demás fuera. A medida que nos hacemos
adultos esas separaciones se convierten en campos de batalla dividiéndonos aún
más, incluso de la Fuente que nos creó.
Esta
independencia es confusa y contraria a lo que nuestro espíritu necesita y
desea. Nos enreda en una lucha constante con nuestra esencia y se convierte en la fuente de todo
conflicto. Si nosotros, como hijos de Dios, queremos marcar una verdadera
diferencia primero debemos reconocer que todos estamos unidos por el Creador.
Estoy unido espiritualmente con el criminal, el mendigo, el enfermo. Al
reconocer esta verdad me doy cuenta de que yo también podría haber seguido el
camino del ladrón, el pobre o el afligido.
Regresé
de mi ECM con verdadera comprensión de la fuerza y el poder que cada uno de
nosotros posee para ayudar a los desesperados y cansados. No tenemos por qué
quedarnos de brazos cruzados mirando al cielo esperando que Dios resuelva los
problemas aquí, en la Tierra. Él está aquí con nosotros, equipándonos con su
amor para que podamos lograrlo.
Este
conocimiento me ha dado sensación de paz. La preocupación ya no tiene sentido,
pues sé que todo obra para bien si elegimos amar a Dios. La ira está tan lejos
de mí como el dolor. ¿Por qué debería estar enojada o herida? Cuando alguien me
hace daño siento compasión. Entiendo que una vez viví una vida consumida por mí
misma y que, sin querer, lastimé a otros por ello. Camino más erguida y mi
sonrisa por fin es genuina, no solo máscara. Recuerdo el amor de Dios cuando me
muevo para hablar y calculo mis palabras para no causar dolor a los demás.
Doy
gracias a Dios por mi tiempo en el vacío y en la luz. Ahora me siento real.
Siento la conexión y no la temo. ¡Los muros se han derrumbado! Con el Espíritu
del Altísimo me paro sobre los escombros, lista para cumplir el gran y glorioso
propósito de Dios en mi vida.
Esta es una ECM bastante extensa que ha
abarcado muchos aspectos. Penny experimentó el vacío, pero lo superó. Después de
su ECM experimenta el mundo de manera diferente. Me parece interesante que haya
comentado que su anterior forma de vida era una prisión autoconstruida. Supongo
que esto se aplica a muchas personas (¡sé que se aplica a algunos aspectos de
mi vida!), por lo que puede ser una gran revelación cuando se experimenta
realmente en lugar de simplemente intelectualizarse o considerarse de forma
abstracta.
Lovetta
comunicó a Penny que su cuerpo estaba a punto de morir pero que su espíritu
seguía conectado a él por un cordón. Existen numerosos informes de personas que
vieron este cordón durante su ECM, o su EFC,
(Encuentro Fuera del Cuerpo), por lo que quizás no es raro que no lo vieran en
este caso pero que se le informara al respecto. La comunicación de Lovetta
también parece reforzar muchos aspectos de las experiencias de otros. De hecho,
otros también han mencionado muchas otras cosas que Lovetta comunicó, como la
explicación de que la consciencia no muere sino que cambia de forma.
Particularmente
intrigante fue la descripción de Penny de cuando su cerebro aparentemente dejó
de pensar y se quedó con la conciencia de YO SOY, lo cual se ha descrito en
muchos textos sagrados.
Quizás
el aspecto más impactante de la experiencia fue cuando reflexionó sobre
situaciones anteriores que la habían entristecido y angustiado. De repente le
invadió una profunda certeza de que esas situaciones no se parecían en nada a
cómo las había percibido. La pregunta es: ¿existen maneras de desarrollar
técnicas que puedan tener un efecto tan positivo? Estoy segura de que todos
hemos tenido experiencias que nos dejan con un sentimiento de culpa o tormento.
Imaginemos si existiera una manera tan instantánea de replantear esas
experiencias. ¿No viviríamos todos una vida mucho más feliz?
Sigamos
con la idea de Penny de que todos estamos conectados, aunque no veamos las
conexiones. La implicación más profunda es que todo lo que hacemos a los demás,
en última instancia, nos afecta. ¿No viviríamos todos de manera muy diferente
si esto se nos hubiera inculcado desde pequeños?
8. LA VIDA PASA PERO TU VIAJE NUNCA TERMINA
Michael Moon, de 64 años y residente de
Florida, EE. UU., contactó con Kelly a través de redes sociales. Ambos eran
miembros de un foro de internet sobre ECM y Mike había leído las publicaciones
de Kelly. La contactó en privado pues sintió que podía compartir su historia
con ella. La experiencia de Mike ocurrió en la consulta del dentista. He
recopilado cientos de casos de ECM ocurridas durante tratamientos dentales bajo
la influencia de gas anestésico. La mayoría de las experiencias se produjeron
en niños; es menos frecuente encontrar casos de adultos. El óxido nitroso, como
anestésico, se usaba comúnmente en odontología pero su popularidad parece haber
disminuido en las últimas décadas.
En mayo de 1979 tenía 26 años y mi vida era un
caos. Estaba en el tercer trabajo desde que me dieron de baja del ejército y me
separaba de mi esposa. Por aquel entonces estaba desilusionado con la religión
y carecía de verdaderas creencias religiosas o espirituales.
Esa
primavera fui al dentista y me dijo que los
dientes se estaban torciendo. Me sugirió dos opciones: poner correctores o
extraer cuatro muelas. En ese momento no podía permitirme el tratamiento de
correctores, así que me decidí por la extracción. Me sacarían dos muelas de
arriba en la primera cita y las otras dos de abajo en la segunda. Llegué a la
primera cita a última hora de la tarde y creo que fui el último paciente del
día. La asistente dental me condujo a una habitación y me dijo que me sentara
en un viejo sillón verde que parecía tener unos 50 años. Me aflojó la ropa y me
envolvió los hombros con un paño. El sillón estaba reclinado y me pusieron una
mascarilla sobre la nariz. Me indicó que respirara profundamente mientras abría
el gas. Sentí que mi cuerpo se entumecía y mis ojos se volvieron muy pesados.
Intenté mantenerlos abiertos y despierto el mayor tiempo posible pero
finalmente no pudieron permanecer abiertos por más tiempo. Los ojos se cerraron
lentamente y comencé a hundirme en la sedación. Cuando el dentista entró en la
consulta aún estaba completamente consciente de lo que ocurría a mi alrededor.
Aunque lo oía hablar con la asistente no podía abrir los ojos y, por suerte, no
sentía nada de lo que hacía.
Empezó
a bromear con la asistente sobre su novio y su vida sexual, lo cual me pareció
bastante inapropiado. Me pregunté qué pensarían si supieran que podía oír todo
lo que decían. Sentí que el dentista me abría la boca de par en par y me ponía
una especie de pinza para mantenerla abierta. Sentí, sin dolor, un par de
pinchazos de aguja inyectando algo y procedió a poner un algodón o gasa en la
boca para absorber la sangre. Luego me introdujo un instrumento y empezó a
hacer palanca y a tirar del primer diente. Estaba consciente de todo lo que
hacía, pero por suerte no sentía dolor. Sentía que me subían y bajaban la
cabeza mientras él hacía palanca y giraba. De repente oí un fuerte chasquido y
el primer diente salió. Empecé a sentir que me hundía cada vez más en mí y ni
siquiera recuerdo la extracción del segundo diente. Después del chasquido del
primer diente sentí que los músculos de la mandíbula se contraían y oí un
fuerte zumbido oscilante. Recuerdo que me preguntaba por qué mis mandíbulas se
contraían y qué causaba el ruido.
Seguí
hundiéndome cada vez más en mí y pensé que mi consciencia debía de haberse
hundido hasta el fondo del pecho. Vi una luz a lo lejos y supuse que la veía a
través de los ojos. Sentí una ráfaga hacia la luz y me encontré en otra
habitación de la casa. Parecía estar apoyado contra el techo, en un rincón de
la habitación, mirando al dentista, a su asistente y a otras dos parejas
sentadas bebiendo y riendo.
No me
notaron mientras los observaba. La habitación era de un color beige verdoso
claro, con dos sofás, una silla y dos lámparas poco iluminadas. No podía
entender por qué estaban bebiendo y socializando mientras yo estaba en la silla
de la otra habitación. La secuencia exacta de los sucesos en este punto se
volvió un poco borrosa y, en un momento, estaba caminando con alguien por una
calle hacia una ciudad, el cielo era rojo oscuro. Los edificios estaban muy
oscuros y recuerdo haber tenido algo de miedo. Supuse que era un mal lugar y no
entendía por qué estaba allí. Sin embargo entramos en uno de los edificios
oscuros; no recuerdo por qué ni qué más sucedió mientras estuve allí. Solo
sabía que estaba oscuro y tenía miedo.
Lo
siguiente que supe fue que me encontré frente a una pared gris y brumosa. Miré
en todas direcciones y la pared era lo único que podía ver. Por instinto,
supongo, entré y la atravesé. Sentí como un velo fresco al rozarme la punta de
la nariz, luego se deslizó por mi cara y detrás de mis orejas. Una vez que la
niebla se disipó, al instante estuve al otro lado. Estaba de pie en las sombras
y podía ver una suave luz horizontal en la distancia. El suelo parecía de
baldosas pulidas, reflejando suavemente la luz amarilla. Alguien me tomó la
mano izquierda y me dijo: «Se acabó, estás en casa, no te preocupes por nada;
se acabó, estás en casa».
No
reconocí a la persona o ente pero siempre he tenido la impresión de que era
algo femenino. Repetía esas palabras una y otra vez. Sentí a otros en las
sombras, y un hombre en particular esperaba a mi derecha. Estaba frente a mí y
parecía observar. No pude olvidarlo porque llevaba un sombrero fedora, popular
en los años 40 y principios de los 60. El sombrero se parecía al que usaba mi
abuelo cuando yo era niño, y él murió en 1963. Sin embargo, no recuerdo quién
era.
Una
sensación de paz, amor y alegría extremas me invadió al comprender que mi viaje
terrenal había terminado y que estaba de vuelta en casa. Estaba donde
pertenecía y no me interesaba regresar. Mi mente se aclaró y fue como si se me
quitara un velo. Finalmente, comprendí todo lo que siempre me había preguntado.
Todas las respuestas a los misterios del mundo estaban ahí, en mi mente. No
pregunté ni me dijeron nada, ¡simplemente recordé! Pensé: «Bueno, simplemente
lo olvidé todo mientras estuve allí», (aquí, en la Tierra).
Me
giré y miré hacia atrás para ver un gran círculo, y dentro de él había círculos
más pequeños o burbujas. Las pequeñas burbujas contenían los rostros de todas
las personas que habían estado en mi vida. Miré cada rostro y sentí una oleada
de emociones y experiencias con cada uno. No recuerdo nada específico, solo la
oleada de experiencias. Los círculos más pequeños no llenaban todo el espacio
dentro del círculo más grande; solo ocupaban aproximadamente un tercio del
espacio. Años después, tras aprender sobre las ECM, concluí que esto
probablemente era un indicio de que habría más personas en mi vida antes de
dejar este mundo.
Mientras
tanto, mi amiga seguía tomándome de la mano y me repetía una y otra vez que no
me preocupara, que todo había terminado y que estaba en casa. Volví a mirar a
mi alrededor y fue como si estuviera en la Luna, o en algún lugar del espacio,
mirando hacia la Tierra. Podía ver nubes blancas dispersas cubriendo el azul
profundo de la Tierra. Era muy hermoso y me sentía feliz y en paz. Estaba en
casa de nuevo y era amado, a pesar de las cosas malas que me habían pasado en
la vida. Fue en ese momento cuando que me di cuenta de que había desperdiciado
mi tiempo en la Tierra. No recuerdo por qué me sentí así, pero fue una
sensación intensa. Aun así, ¡estaba contento de estar en casa!
Siempre
he sido muy protector con mis seres queridos, especialmente con mis hijos. Pero
en ese momento no me preocupaba nadie. Sabía que estaban bien y que pronto
estarían conmigo. Curiosamente, sabía que "pronto” no era un momento, sino
la certeza de que ellos también volverían a casa una vez que su viaje
terminara. Con mi amiga a mi lado giramos y comenzamos a caminar hacia la luz,
de vuelta a casa. Sin embargo, tras solo unos pasos, sentí que me arrastraban
hacia atrás, y mi amiga me soltó la mano. Me arrastraron hacia atrás a través de
la pared de niebla y, de repente, me desperté en la silla del dentista, solo y
confundido. El dentista nunca mencionó nada de lo ocurrido ese día, y yo nunca
pregunté.
Sabía
que algo profundo había sucedido, ¡pero en ese momento no me di cuenta de lo
profundo que era! No tenía ni idea de las experiencias cercanas a la muerte,
ECM, ni de las experiencias extracorporales, EEC. Unos meses después, mi esposa
y yo nos divorciamos y los niños siguieron viviendo con ella. Sin embargo, a
pesar del divorcio, siempre mantuvimos una buena relación y trabajamos juntos
por el bien de los niños. Durante algunos años después de la cita con el
dentista, mi vida seguía siendo un caos y seguía confundido sobre lo sucedido y
su significado. Me preguntaba cómo entenderlo, pero no tenía un marco de
referencia.
Y
esto fue así hasta que un par de años después de aquello vi una película basada
en la historia real de una mujer y su esposo que sufrieron un accidente
automovilístico y, desafortunadamente, su esposo falleció. La mujer resultó
gravemente herida y fue trasladada de urgencia al hospital, donde fue declarada
clínicamente muerta en la mesa de operaciones durante varios minutos.
Afortunadamente, y para sorpresa de todos, volvió a respirar y fue reanimada.
La película retrató su experiencia con gran detalle durante los varios minutos
que estuvo clínicamente muerta. Al verla atravesar el túnel que conducía al
otro lado fue como revivir mi
experiencia de un par de años atrás. ¡Fue realmente emocionante! Fue
como si alguien hubiera hecho una película sobre mi experiencia.
En
1998 tuve una reacción alérgica a la anestesia durante una cirugía menor. El
médico dijo que los músculos de mi cuerpo y mandíbula se pusieron rígidos y se
contrajeron. Luchó para insertarme un tubo de oxígeno por la garganta para que
pudiera respirar y dijo que temió perderme. Después de pasar el día en
recuperación el médico sugirió que me hicieran pruebas para detectar una
afección médica llamada hipertermia maligna (HM). (Nota del Traductor. La HM
causa una reacción a ciertos anestésicos inhalados e inyectados y es una
enfermedad hereditaria que ocasiona rápida elevación de la temperatura corporal
y contracciones musculares intensas cuando alguien recibe anestesia general con
uno o más de los siguientes medicamentos: halotano, isoflurano, sevoflurano,
desflurano o succinilcolina. La HM es un trastorno genético que se transmite de
padres a hijos. Fin de la nota)
En
2001, finalmente me hicieron una biopsia muscular en la Universidad de Wake
Forest y todos los resultados fueron anormales o mórbidamente anormales. Tras
revisar los síntomas relacionados con la HM quedó claro que había tenido al
menos tres reacciones previas a la anestesia, incluyendo mi visita al dentista
que provocó mi ECM. La HM provoca la contracción de los músculos, incluidos los
de la mandíbula. No tuve otra ECM como resultado de las otras reacciones a la
HM, pero siempre he deseado tener una. ¡Al menos para refrescar la memoria!
Desde
mi ECM me ha fascinado la historia antigua y sus teorías, y amo la naturaleza
en todos los sentidos, incluyendo a todos los seres vivos. Toda vida es energía
y toda energía está conectada a través del amor y el cuidado mutuo. Mi viaje
espiritual ha sido como una montaña rusa, con altibajos espirituales extremos.
Todavía temo el proceso y el dolor asociado con la muerte pero no a la muerte
en sí. Gran parte de mi vida desde entonces la he dedicado a buscar mi
propósito y a asegurarme de no desperdiciar el resto de la vida. Ahora estoy
jubilado pero tuve un buen trabajo, gané un salario justo y ayudé a mucha
gente. Sin embargo no era el tipo de ayuda que realmente quería o necesitaba
brindar. En los años posteriores a la experiencia comencé a trabajar como
voluntario en el hospicio local, dondequiera que haya tenido la residencia.
Hablo sobre las ECM con cualquier paciente, familiar u persona que esté
dispuesta a escucharme. No recuerdo con certeza cómo comencé con el
voluntariado pero probablemente surgió de los libros inspiradores que leí años
después de la experiencia. Sé que los pacientes de cuidados paliativos van a
morir y siento la necesidad de ayudar a aliviar sus miedos, así como los de sus
familias. He visitado a muchos pacientes de cuidados paliativos a lo largo de
los años y tengo recuerdos muy significativos de cada uno, pero un par de ellos
destacan especialmente. Había un niño de 12 años, —por razones de privacidad,
lo llamaré, "Guti"—, que había vivido con tumores cerebrales desde
los cuatro años. Empecé a trabajar con él durante los últimos meses de su vida.
Tras conocerlo mejor, a menudo con mucha dificultad para comunicarme, logré
hacerle saber que hay vida después de esto. A petición de sus padres no
hablamos de la muerte en sí, pero pareció entender lo que le decía.
Cuando
su estado empeoró su madre me pidió que fuera a su casa a despedirme. Estaba en
coma en ese momento y me senté a solas con él en la cama, contándole una vez
más sobre el lugar de paz y amor adonde iba. Lo animé a ir a la luz y le
aseguré que volvería a casa. Falleció pocas horas después. Su familia me honró
invitándome a llevar el féretro en su funeral. La gran iglesia estaba llena con
cientos de personas que acudieron a despedirse.
"Pepe”
fue otro paciente de cuidados paliativos que me dejó huella imborrable. Sufría
de la enfermedad de la neurona motora (también conocida como enfermedad de Lou
Gehrig). Cuando me asignaron visitarlo en su casa por primera vez me dijeron
que era hombre brusco y duro, con quien podía ser difícil tratar.
Era
corpulento y robusto, pero para cuando me involucré estaba en silla de ruedas y
tenía movilidad limitada por debajo del cuello. Tras ganarme su confianza
compartí mi ECM y me escuchó atentamente. Pepe no era religioso pero le alegró
escuchar mi historia y comprender qué esperar cuando hiciera la transición. Me
agradeció que la compartiera, y durante el resto de la visita se mantuvo
tranquilo y contemplativo.
Más
tarde ingresó en un hospital para enfermos terminales, y una noche me llamaron
para avisarme que estaba en coma y a punto de morir. Estuve con él un par de
horas, secándole la frente y tomándole la mano. Le dije que podía soltarlo y le
recordé que estaba a punto de volver a casa. Unos minutos después se fue.
Aunque
han pasado muchos años desde mi experiencia todavía lucho por crecer
interiormente y comprender el significado de la vida. A veces ha sido un camino
difícil. La vida sucede y, a veces, ha sido una terrible distracción. Sigo
siendo una persona normal, con problemas cotidianos, y mi experiencia no me
hace mejor que nadie. Sin embargo haber podido ver el otro lado ha sido un gran
regalo. Sé que hay vida más allá de la que vivimos en la Tierra, y me esfuerzo
por recordar que nada aquí es tan significativo como creemos.
En
los últimos años, a través de internet, he conectado con muchas personas que
también han tenido ECM. Si bien cada una es ligeramente diferente, los
elementos centrales son básicamente los mismos. Así como hay ligeras
diferencias en cada experiencia, he aprendido que hay ligeras diferencias en la
vida posterior de cada persona. Algunos comparten su ECM y el impacto que tuvo
en sus vidas en todos los medios disponibles. Otros, como yo, intentan llevar
vidas sencillas y reflexivas, con la esperanza de servir de ejemplo de cómo la
ECM les ha afectado. Ninguna de las dos cosas está mal; es simplemente lo que
cada uno necesita en su camino.
Creo
que, por encima de todo, el regalo más importante que recibí de mi ECM ha sido
la compasión por quienes lo necesitan en tiempos de crisis, especialmente tras
la pérdida de vidas o seres queridos. Como ya he dicho, usamos nuestras
experiencias de diferentes maneras y según nuestras capacidades. Lo principal
es que todos salimos con nuestras
habilidades únicas.
Mi
roce con la muerte me ha servido de consuelo en los últimos años, cuando he tenido
problemas de salud. Sé lo que hay al otro lado del velo y que cuando deje esta
Tierra volveré a casa. Vivo el día a día e intento ser la mejor persona
posible. No siempre lo logro, pero sigo intentándolo. Sigo colaborando como
voluntario y soy mejor persona gracias a ello.
Mucha gente concluiría que el óxido nitroso
utilizado en el procedimiento dental de Mike provocó que su cerebro generara la
ECM. Sin embargo, a la luz de otros casos de ECM y estados alterados de
consciencia, sería mejor considerar la posibilidad de que el óxido nitroso
pueda, de alguna manera, facilitar el acceso a un estado alterado de
consciencia en lugar de crear algún tipo de experiencia alucinatoria. (Nota del Traductor. Ya se indicó antes que
el gas anestésico no provocó directamente la supuesta ECM sino la combinación
de la genética del paciente con la administración simultánea de diversos
componentes anestésicos. Fin de la nota)
Mike
no había oído hablar de las ECM antes de su experiencia. Pasaron años antes de
que se diera cuenta de lo que había pasado, cuando, por casualidad, vio una
película que mostraba una ECM. A día de hoy, sigue luchando por adaptarse a su
desarrollo personal. Integrar la experiencia en la vida después de una ECM no
es fácil, por eso creo que es esencial que, como sociedad, tengamos una
comprensión más profunda de las ECM.
Tras
su experiencia, Mike desarrolló un amor por la naturaleza y una comprensión de
la interconexión de la vida. A pesar de su anterior trabajo bien remunerado, su
ECM lo condujo hacia lo que él considera el trabajo más satisfactorio: ser
voluntario en hospicios locales y ayudar a los moribundos. Tras una ECM, muchas
personas sienten que su interés por las posesiones materiales y el dinero
desaparece. Esto es reemplazado por un profundo deseo de servir a los demás.
Mike no es la excepción: sintió que podía usar su ECM para ayudar a quienes
temían a la muerte. Los ejemplos que Mike describe en este capítulo demuestran
que su trabajo con estos pacientes les ha ayudado enormemente al final de sus
vidas. Su ECM también le ha dado la fuerza y la capacidad para afrontar
sus problemas de salud recientes. ¿Qué
motiva a las personas a ser consideradas con los demás? Si pudiéramos
comprender cómo se produce este cambio, podríamos desarrollar intervenciones
terapéuticas altamente efectivas.
9. TRANSFORMACIÓN NATURAL A TRAVÉS DEL DON DE LA VIDA
Kelly estaba vacación grupal en Machu Picchu,
Perú y conversó con una de las mujeres
que estaba asignada al grupo. Cuando Kelly mencionó su experiencia la
mujer le preguntó si conocía a Jeff Olsen, un orador que ha escrito libros
sobre su ECM. Poco después Kelly contactó con Jeff, de 53 años entonces, por
correo electrónico y Skype. La ECM de Jeff ocurrió tras un accidente mortal. Sin
embargo, a pesar de la tragedia que vivió ha logrado encontrar la paz. Jeff ha
aparecido en numerosos vídeos de YouTube y participado muchas conferencias.
En 1997 sufrí un terrible accidente de coche. Me
dormí al volante, a gran velocidad y perdí el control del vehículo a unos 120 kilómetros
por hora. El coche empezó a dar trompicones mientras rodaba por el duro
hormigón de la carretera.
El
accidente me aplastó las piernas y como consecuencia la izquierda la tuvieron
que amputar por encima de la rodilla. La caja torácica también quedó aplastada,
los pulmones colapsaron y el brazo derecho casi se arranca. El cinturón de
seguridad atravesó la parte baja del abdomen rompiendo intestinos y desgarrando
la cadera. Lo más devastador de toda la experiencia fue la pérdida de mi esposa
y mi hijo menor, que murieron en el acto. Toda la familia viajaba en el coche.
Mi hijo mayor no sufrió heridas graves pero tuvo que soportar el trauma
emocional de perder a su madre, hermano pequeño y, en muchos sentidos, también
a su padre. Pasé casi seis meses en el hospital y me sometieron a 18
operaciones antes de recuperarme físicamente, pero la recuperación emocional
años.
Me
desmayé durante la mayor parte del trayecto pero cuando el coche se detuvo
estaba completamente consciente. Lo primero que oí fue a mi hijo mayor, que
entonces tenía 7 años, llorando en el asiento trasero. Mi primera reacción como
padre fue que tenía que llegar hasta él. Quería consolarlo y ver si estaba
bien. Fue entonces cuando me di cuenta de que no podía moverme. Estaba atrapado.
No podía ver y me costaba respirar. Lo único que sabía era que quería llegar
hasta mi histérico hijo de 7 años. Fue entonces cuando me golpeó la brutal
realidad de que nadie más lloraba. No podía oír a mi hijo menor, que era apenas
un bebé, y en ese momento supe que tanto él como mi amada esposa se habían ido.
Lo sentí profundamente, todo en su silencio, con la abrumadora sensación de la
partida.
Es el
peor infierno en el que un hombre podría estar. Quedarse inmóvil, oír a uno de
tus hijos llorar desconsoladamente y no poder llegar hasta él sabiendo también
que la mitad de tu familia ya se había ido, muerto en el acto, y que tú eres
responsable porque, en este caso, conducías el coche. No hay palabras para
describir lo que sentí. Fue la peor pesadilla que jamás podría imaginar. Me
quedé allí tumbado, intentando respirar y mantener la consciencia, consciente
de lo que acababa de pasar. Quería consolar a mi hijo y salir del coche pero no
podía moverme.
Me
invadió un pánico intenso, pensando que todo se desmoronaba y no podía hacer
nada para controlarlo, pero fue en ese momento cuando las cosas cambiaron
drásticamente. En esos instantes de horror ocurrió algo extraño. En completo
contraste con la pesadilla que experimentaba me invadió una calma peculiar. Fue
el momento más oscuro de mi vida pero sentí un abrazo reconfortante. Sentí como
si una cálida manta de luz me envolviera creando una burbuja de puro amor.
Empecé a elevarme por encima de toda la escena y me maravillé al sentir que
todo estaba realmente bien. O al menos lo sentía como si estuviera en esta
hermosa y brillante burbuja de consuelo y amor. Empecé a darme cuenta de que
realmente estaba bien. Al hacerlo me di cuenta de que mi esposa, que sabía que
había fallecido en el lugar de los hechos, estaba milagrosamente allí conmigo,
en la burbuja de luz, y que ella también estaba bien pero insistía en que no
podía quedarme, que no podía acompañarla y que debía regresar para cuidar de
nuestro hijo.
Aprendí
mucho sobre la elección en ese momento. Allí estaba, mirando a los ojos a la
mujer que amaba más que a mi vida, tan aliviado y feliz de que estuviera bien,
pero sabiendo que tenía solo a un hijo llorando en el asiento trasero del coche
accidentado. "Tienes que volver", insistió mi esposa. La miré hasta
el fondo de su alma y supe que no estaba destinado a ir con ella. En ese
momento elegí volver y fue tan simple como pensarlo. Me di cuenta del poder de
nuestros pensamientos. En cuanto la miré, sabiendo que sería nuestro último
adiós, tomé la decisión de volver. Me separé de su lado en esa burbuja de luz
y, de repente, me transporté a la escena de un concurrido hospital.
No
tenía noción del tiempo mientras estuve en esa burbuja de luz. Más tarde me
enteré de que llegaron al lugar del accidente varias personas, uno de ellas un
médico. No pudieron hacer nada por mi esposa y mi hijo menor, pero nos llevaron
rápidamente a mí y a mi hijo de 7 años a un pequeño hospital local. Luego
llamaron a Life Flight para que nos
transportaran a un hospital grande, equipado para atender mi situación crítica.
Mi hijo fue enviado a uno infantil para que pasara la noche en observación,
mientras que a mí me trasladaron a un centro de traumatología cercano.
No
tenía ni idea de nada de eso. Solo sabía que había destrozado el coche y que me
había despedido de la mi esposa de la forma más emotiva posible. Fue entonces
cuando me encontré deambulando por el hospital, encontrándome con pacientes,
médicos, enfermeras y familiares de los pacientes de la manera más profunda. Pero
esto era diferente. Vagaba en espíritu,
no físicamente. Me movía libremente de una habitación a otra sin ningún
esfuerzo. No era consciente de dolor físico. Simplemente me movía adonde me
llevaban mis pensamientos, mientras estaba muy cerca de los médicos,
enfermeras, pacientes y familiares que me rodeaban en la concurrida sala de
urgencias. Cuando me acercaba a una persona parecía saberlo todo sobre ella.
Conocía el amor, odio, alegrías y
dificultades de cada persona que veía. Las conocía como si fueran yo. Sentía
una conexión literal y una unidad con ellas de una manera que nunca antes había
experimentado pero que me resultaba intensamente familiar. A todos los que veía
amaba incondicionalmente, sin importar quiénes eran, qué hubieran hecho o qué
sucedía en sus vidas. Sentí sus sentimientos. Experimentaba sus experiencias de
vida y sabía por qué habían tomado cada decisión. Los conocía tan bien como a
mí mismo, y los amaba. Quería abrazarlos. Me sentía, en muchos sentidos, como
si fuera ellos. Éramos verdaderamente uno.
Fue
en ese momento cuando me encontré con un hombre acostado en una cama del que no
sentí nada, lo cual me pareció muy extraño. Me acerqué para echar un vistazo y
al observar ese cuerpo me di cuenta de que era yo. O al menos era mi cuerpo. Era
yo teniendo esta experiencia profunda y conectiva, pero ahora miraba lo que
solía ser yo mi cuerpo. En ese momento tuve la profunda comprensión de que no
soy mi cuerpo. Era simplemente el vehículo que había estado conduciendo a
través de la vida. Literalmente un traje de piel. Sentí una tristeza abrumadora
al mirarlo y ver lo roto que estaba. Siempre lo había dado por sentado. Había
sido un atleta de primera división. Mi cuerpo siempre había estado a mi
disposición. Me había enorgullecido de mi físico y ahora era todo menos físico.
Era espíritu, era luz, era una parte profunda de todo y de todos a mi
alrededor. Era el verdadero yo, pero fuera de mi cuerpo.
Sabía
que debía regresar al caos destrozado que era mi carne. De nuevo el simple
pensamiento fue suficiente. Elegí estar en el cuerpo y allí estaba, de vuelta.
De vuelta al dolor, al horror, a la confusión y a la culpa. Atrapado en la
pesadez desgarradora de todas las consecuencias, tanto físicas como
emocionales, del accidente. Estaba respirando y no podía hablar. Mis piernas
estaban inmóviles debido a las aplastantes lesiones del choque. Mi brazo
derecho estaba inmóvil, completamente desgarrado por el manguito rotador, y mi
abdomen inferior estaba completamente abierto desde el vientre hasta la cadera.
Sufría infecciones intensas de los intestinos que se habían roto y que se
extendían a todas las heridas abiertas. La única parte del cuerpo que podía
mover era mi brazo izquierdo, que finalmente me ataron porque seguía intentando
tirar del respirador, de la sonda de alimentación, de la de infusión
intravenosa (IV), y otros dispositivos médicos.
Estuve
en la Unidad de Cuidados Intensivos, (UCI), durante meses y pasé casi seis en
el hospital. El personal médico hacía todo lo posible por salvarme la vida pero
durante gran parte de ese tiempo parecía tener un pie en este mundo y otro en
el otro. Era como una pesadilla desquiciada que no terminaba. Solo encontraba
alivio cuando salía del cuerpo para breves retiros, que parecían sueños lúcidos
y eran infinitamente mejores que el dolor, la culpa, la pena y el
arrepentimiento que experimentaba en mi cuerpo.
Aprendí
muchísimo en esos largos meses hospitalizado. Aprendí lo que es el verdadero
amor. Vi a mis hermanos casi perder sus trabajos para pasar tiempo conmigo. Vi
a otros familiares, amigos y compañeros de trabajo hacer tanto por mí. Sentí el
cariño del personal médico mientras hacían todo lo posible por sanarme y
hacerme sentir mejor. Conecté con mi hijo superviviente de maneras que jamás
pensé que podría hacer desde una cama de hospital.
También
aprendí mucho sobre mí mismo. Aprendí sobre el miedo, la duda, la fe y la
esperanza. De hecho, mi fe y mi esperanza se transformaron en confianza
absoluta. La confianza era más poderosa y real. La fe y la esperanza parecían
un deseo. La confianza era conocimiento. Transformé todo lo que sabía, e
incluso lo que no, en confianza simplemente para sobrevivir.
Decidí
dejar de preguntarme el "por qué” y centrarme en el "qué". ¿Qué
estaba aprendiendo de todo esto y qué haría para superarlo? ¿Qué haría con mi
vida y cómo podría honrar a mi difunta esposa e hijo? Sentía un gran dolor.
Algo que aprendí de forma muy poderosa es que la vida es tan preciosa y puede
ser tan fugaz. Sabía mejor que nadie que tal vez no siempre tendría un mañana,
así que decidí hacer lo que debía hacer hoy. No lo pospongas. Si tenía que
escribir una carta, tener una conversación, enviar un mensaje o recibir el
perdón, ahora es el momento de hacerlo. El ayer ya pasó, y puede que mañana no
esté aquí, así que hazlo ahora.
Finalmente
me trasladaron a rehabilitación. Fue allí donde tuve la que quizás fue la
experiencia más profunda de todas. Para entonces ya no tomaba narcóticos
fuertes. Mi cuerpo mejoraba cada día pero mi corazón seguía destrozado por la
realidad de perder a mi esposa y a mi hijo menor. Me quedé profundamente
anestesiado, agobiado por la certeza de que nada volvería a ser igual.
Mientras
me quedaba dormido, aún con el miedo a lo que se había convertido mi vida,
sentí una sensación extraña pero familiar. Era la misma burbuja de luz que
había experimentado en el lugar del accidente. Sentí sus efectos calmantes.
Sentí el amor que hacía que la luz pareciera casi tangible. Sentí la atracción
familiar, la elevación sobre mí mismo que ahora parecía elevarme cada vez más
por encima de mi cama de hospital. Me deleité en la sensación, libre del dolor
y la pena, solo que esta vez la burbuja pareció dispersarse y me encontré en el
lugar más hermoso imaginable. La sensación era la de estar en casa. Era tan
acogedor y agradable. Estaba solo allí, pero sentí una abrumadora sensación de
que recordaba este lugar, y me recordaba
a mí. Empecé a correr, transitando alegremente en este hermoso lugar al que
solo podía llamar hogar.
Fue
una experiencia muy física. Podía sentir el suelo cálido y suave bajo mis pies.
Sentir la energía subiendo por pantorrillas y muslos. Podía sentir la alegría
de mi capacidad atlética mientras corría sin cansarme ni quedar sin aliento. Mi
cuerpo estaba perfecto. Mi mente despejada. No había dolor ni pena, solo
alegría y gloria. Estaba eufórico y fue entonces cuando me llegó la señal de
que no iba a quedarme allí. En ese mismo instante vi un pasillo a mi izquierda
y supe, intuitivamente, que debía bajar por él. Empecé a caminar y vi que
terminaba. Al final del pasillo había una cuna. Me dirigí hacia ella y miré
dentro. Para mi alegría allí, acostado en la cuna, estaba mi hijo menor que
había perdido en el accidente, durmiendo. Dormía maravillosa y plácidamente. Lo
tomé y lo abracé, lo cual fue una experiencia muy física. Podía sentir el calor
de su cuerpecito. Sentir su caja torácica expandirse con su respiración. Podía
sentir su aliento en mi cuello y su suave cabecita contra mi cara. Era él. Era
realmente él. Olía su pelo y su piel. Era mi pequeño. Y estaba bien.
Empecé
a llorar mientras lo abrazaba, maravillándome de que estuviéramos juntos. No
podía ser real y, sin embargo, lo era. De hecho se sentía mucho más real que
esta vida y la cama del hospital. Abrazar a mi hijo era la realidad. Mientras
lo abrazaba sentí algo completamente abrumador surgir detrás de mí. Lo que
sentí fue tan poderoso, tan cósmico, tan sabio y tan antiguo, pero a la vez tan
personal. Me dio miedo. No me atrevía a darme la vuelta. Sabía que estaba en la
presencia de Dios. Abracé a mi pequeño, todavía llorando. Al sentir esta
presencia abrumadora acercarse mi mente se aceleró. No podía permitirme darme
la vuelta y pensé: «Espero ser perdonada». Fue entonces cuando sentí unos
brazos amorosos y divinos envolviéndonos a mi hijo y a mí, abrazándonos. En ese
preciso instante, no con palabras sino con una descarga total en mi alma, me di
cuenta de que no había nada que perdonar. De hecho la palabra «perdonar”, y
cualquier noción de juicio, se volvieron completamente ajenas. Solo había amor.
Me sentí tan abrumado por un amor puro, absoluto e incondicional que las
palabras no alcanzan para describirlo. Crecí creyendo que Dios me juzgaría y
que, probablemente, yo tendría problemas. Creía que la vida era una prueba y
que, a pesar de esforzarme al máximo, tal vez la estaba suspendiendo
miserablemente. Sin embargo, en esos brazos amorosos no había juicio alguno.
Solo amor puro e incondicional.
Parecíamos
fundirnos el uno con el otro. Mi hijo se convirtió en parte de mí y luego
nosotros en parte de Dios. Entonces, los tres nos convertimos en parte de todo
lo que es y siempre fue. Estaba asombrado. El universo entero se había
transformado en mí y, sin embargo, allí estaba yo, consciente de todo, como
observador desde una perspectiva muy elevada. Vi mi vida. Vi las cosas que
sentía como errores, y sin embargo, en esos brazos amorosos no había errores.
Vi las cosas que sentía que estaban mal, y aun así las hice de todos modos. En
esos brazos no había errores solo amor, sabiduría y aprendizaje. Se me comunicó,
de nuevo no con palabras sino con puro conocimiento, que todos los juicios que
estaba emitiendo sobre los acontecimientos de mi vida eran simplemente mis
juicios y no tenían nada que ver con Dios ni con el amor incondicional. Sentí
que en esos brazos yo era perfecto. De hecho, yo era divino y estaba plenamente
conectado con la fuente de todo lo que era o sería. No existía el tiempo. Solo
existía ese momento perfecto en el que todo el universo se había unido para
honrar mi pequeña y tonta vida.
Vi el
accidente y todo lo que lo precedió, desde mi infancia y adolescencia hasta la
edad adulta, y a todas las personas que habían estado en mi vida, como el
elenco perfecto de una obra perfecta, creada solo para mí y el crecimiento de
mi alma. Fue entonces cuando comprendí que yo la había creado. Que había
orquestado las experiencias perfectas para el bien mayor de mi alma. Era
extraño; había pasado meses en esa cama de hospital creyendo que, de alguna
manera extraña, Dios me había hecho esto. Que todo esto era parte de una prueba
cósmica en la que había pasado mi vida hasta ese momento creyendo e intentando
aprobar. Al observar todos los momentos sagrados de mi vida la poderosa
comprensión fluyó hacia mí: la de que no era una prueba en absoluto, sino un
regalo; que cada día, cada momento y cada relación, familiar, amiga o enemiga,
era todo para mí, para mi experiencia perfecta, y que se ponía en marcha de
alguna manera por mi voluntad. Sentí como si el universo entero simplemente
hubiera dicho un rotundo "sí” a lo que había elegido para aprender. Allí
estaba, en los brazos de Dios, observándolo todo sin juzgarme, solo con
gratitud.
También
aprendí mucho sobre la elección. Aprendí que, literalmente, todo es una
elección. Sentía como si la única regla en el universo fuera el "libre
albedrío y la elección", pero sin juicios, solo con amor incondicional.
Comencé
a tomar conciencia de mí mismo sosteniendo a mi hijo en mis brazos, pero aún
sintiendo los brazos de nuestro Divino Creador a mi alrededor. Me di cuenta de
cuánto amaba a mi pequeño. Era perfecto para mí. A medida que esos sentimientos
fluían a través de mí intensamente, comprendí que en los brazos de Dios yo era
ese pequeño. Que esos mismos sentimientos que tenía por mi hijo eran muy reales
y cósmicamente universales, solo que magnificados. Yo era perfecto en los
brazos de Dios, y por lo tanto sabía que todos lo somos. Cada uno de nosotros
es único, pero perfectamente amado por Dios. Comprendí que Dios está en todos
nosotros y todos estamos en Dios, como células en un cuerpo gigante de
humanidad. Cada uno con su función única en el proceso general, pero en
perfecto orden como un todo.
Sostuve
a mi pequeño, que aún dormía profundamente, y comprendí, de forma poderosa y no
verbal, que incluso tenía una opción sobre él y lo que había sucedido. Sabía
que mi hijo había muerto. Sabía que solo estaba en este mundo por un momento.
Pero se me comunicó que aún tenía una opción en todo. Podía elegir sentirme
víctima de Dios, podía elegir odiarme para siempre por haber perdido el control
del coche, o, en ese momento perfecto, podía elegir entregar mi hijo a Dios,
ejerciendo así mi libre albedrío en toda la situación. Podía entregar mi hijo a
Dios y no sentir que me lo habían arrebatado. Podía dejarlo ir a los brazos de
Dios en gratitud por el tiempo que habíamos pasado juntos en esta vida,
transformando mi dolor y resentimiento en agradecimiento. Lo abracé fuerte y lo
besé en la frente. Pude devolvérselo a Dios. Devolverle la paz, la comodidad y
el hogar. Entonces desperté en la cama del hospital, con todas las heridas,
tanto físicas como emocionales, pero con una perspectiva completamente nueva.
Una perspectiva que me hacía sentir como si recordara lo que siempre había
sabido, pero que había olvidado.
Por
favor, no se equivoquen con todo esto. No es que haya tenido un accidente
terrible, luego experiencias cercanas a la muerte o extracorporales muy
fuertes, y luego estado bien. No fue así en absoluto. Tuve un accidente
terrible, experimenté profundas experiencias espirituales pero, literalmente,
me llevó diez años empezar a encajar todas las piezas y transformarme de forma
significativa. Durante años estuve perdido, buscando todo el amor que había
sentido en esos reinos superiores. Aprendí a caminar de nuevo con una prótesis.
Volví al trabajo. Tenía a tanta gente a mi alrededor dispuesta a ayudarme con
todos los aspectos de mi vida, pero aún faltaba algo. Incluso con todo lo que
había vivido seguía buscando la validación externa de que estaba bien. Incluso
con la verdad cósmica que se había descargado en mi alma, sentía como si
continuamente extrañara estar de nuevo en esos reinos divinos.
No
fue hasta que experimenté nuevos avances espirituales, casi diez años después
del accidente, que las cosas finalmente cobraron sentido y comenzó la verdadera
transformación. Era como si hubiera visto la suma, pero no conociera la
ecuación, y hasta que no viera cómo se sumaban las cosas nunca comprendería
todo lo que me había sucedido. Había experimentado la Divinidad pura pero
seguía buscándola fuera de mí. Solo cuando finalmente comprendí que todas las
respuestas estaban dentro de mí, y recordé que en realidad era Divino, me sentí
completo y sanado. Encontré la transformación no solo perdonándome por todo lo
sucedido, sino amándome de verdad. Solo entonces se produjo. Fue un gran
cambio, y yo lo había creado. Al amarme, perdonarme y confiar en mí mismo creé
amor y confianza en el mundo que me rodeaba. Solo amándome se materializaron el
verdadero amor y la verdadera transformación. Solo con amor propio
incondicional pude sanar lo que aún buscaba y amar de verdad a los demás y al
mundo que me rodeaba.
La
transformación se produjo en mí, por mi libre albedrío y elección. Llegó como
un proceso. El proceso de la vida. Y yo la creé. Tuve la llave todo el tiempo.
Simplemente no la usaba. Ahora por fin sabía lo que Dios me decía mientras
estaba en esos brazos amados, pero tardé mucho en comprenderlo. Todavía tengo
días difíciles. No fingiré no tenerlos. Nunca he dejado atrás por completo a
mis seres queridos fallecidos, pero he dejado ir el dolor. Y al hacerlo los
siento cerca a menudo. Los siento en las pequeñas cosas. En sueños, en plumas
milagrosamente dejadas a mis pies, en la brisa que susurra entre las hojas de
los árboles y en esos momentos de tranquilidad en los que estoy abierto a la
simple idea de que están cerca y pueden tener un mensaje para mí. La
transformación ocurre al estar abierto a ver milagros en los sucesos sencillos
y cotidianos. El universo habla a quienes escuchan. Ahí es donde se produce la
verdadera transformación. Está en el susurro silencioso y no necesariamente en
alguna experiencia cósmica extracorporal.
En
esos días difíciles, cuando la vida parece lanzarme otra bola curva como si
fuera un partido de béisbol, recuerdo estar en calma, en calma y saber. Y lo
que sé es que todo está en perfecto orden. Que yo, con Dios, los ángeles y el
universo entero, he creado mi vida para la expansión y transformación de mi
alma ya eterna. No hay nada que perder, pero sí mucho que ganar, sin importar
cuán doloroso, alegre, extenuante, confuso o soso y completamente ordinario
pueda parecer cualquier momento. Mi vida es perfecta para mí porque así la
creé, y el universo entero, sabiendo quién soy y quiénes somos todos, dijo que
sí. Eso es lo que hace el amor incondicional.
He
aprendido a confiar en el proceso, a dejarlo ser y observar cómo se desarrolla,
simplemente tomando la mejor decisión en cada momento, sabiendo que, al final,
no puedo perder. Hay demasiado amor ahí fuera como para que me decepcione.
También he aprendido a encontrar alegría en las cosas simples y normales de la
vida. Las pequeñas cosas, en realidad, son las grandes. Una puesta de sol, un
abrazo, reír, llorar, incluso en los momentos de tranquilidad y soledad, es
donde encuentro la mayor alegría. Escuchar el viento o ver a un insecto navegar
por su existencia transformadora. La
vida es perfecta en su simplicidad. Ahí es donde está el Cielo: en las pequeñas
cosas, en las cosas ordinarias de la vida. Búscalas. Observa lo que observas y
verás milagros y bendiciones por todas partes. Yo sí. Y nada cambió realmente,
excepto yo. De eso se trata la verdadera transformación. Cambia tu perspectiva
y realmente cambiarás el mundo.
Este es un ejemplo muy conmovedor de cómo las
experiencias de Jeff le dieron una perspectiva radicalmente diferente sobre la
trágica pérdida que sufrió a causa del accidente automovilístico. Recuperarse
de un accidente así y superar lesiones que le cambiaron la vida ya es una
hazaña en sí mismo sin tener que añadir el soportar el dolor adicional de
perder esposa e hijo. Sin embargo, sus experiencias parecen haberle
proporcionado la fuerza y la comprensión que han sido parte integral de su
sanación. A Jeff le ha llevado diez años encontrar esa paz, pero sus experiencias
parecen haber iniciado el poderoso cambio de perspectiva que fue clave para su
sanación. ¿Qué tienen estas experiencias que generan tal cambio de percepción?
Es
interesante que su experiencia más profunda ocurriera cuando ya no tomaba
narcóticos. En mi investigación hospitalaria, descubrí que quienes recibían
analgésicos y sedantes fuertes eran menos propensos a informar una ECM. Es como
si los fármacos redujeran la probabilidad de que estas experiencias ocurrieran,
a diferencia de la idea errónea de que las drogas las causan.
Me
pregunto si Jeff habría podido afrontarlo y recuperarse, y mucho menos
encontrar paz en su vida, si no hubiera experimentado una ECM. Aún hay mucho
que aprender de las ECM, y a menos que examinemos casos como el de Jeff y nos
involucremos con ellos, ignoraremos los beneficios que pueden obtener otros.
10. UNA CORRECCIÓN A MITAD DE CURSO
Kelly conectó con nuestra siguiente
experiencia a través de las redes sociales. Diane Goble, de 76 años, y de la
ciudad de Sisters, en Oregón, Estados Unidos, es autora de varios libros y ha
participado en numerosos programas de radio y YouTube. Lo que empezó como un
día divertido casi termina en tragedia y cambió la vida de Diane. Esto nos
relata:
En 1971, dos meses antes de cumplir 30 años, me
ahogué y tuve, lo que ahora entiendo que fue una experiencia cercana a la
muerte. La religión no jugó un papel importante en mi vida hasta los 10 años
cuando mi hermana de 8 años murió accidentalmente. Mis padres no manejaron bien
su dolor y estuve perdidos en una niebla de dolor sin resolver durante varios
años. De adolescente comencé a buscar respuestas asistiendo a diversas iglesias
cristiana, como las presbiterianas, luteranas, metodistas, episcopales. No
encontré respuestas. Cuando estaba en la escuela secundaria un amigo me invitó
a misa en su iglesia, la católica. Allí comencé a encontrar algo de paz mental,
si bien no las respuestas a mis preguntas. No puedo decir que alguna vez creí
realmente en alguna de sus historias bíblicas.
Aun
así me casé por la iglesia, bauticé a nuestros tres hijos y la abandoné después
de que un sacerdote me dijera que debía tomar una decisión sobre los
anticonceptivos, (tenía que tomarlos por razones médicas). Nunca volví, nunca
pensé dos veces en Dios ni en la religión, hasta dos meses antes de cumplir 30
años cuando me ahogué en un río embravecido y tuve una experiencia
extracorpórea en otro mundo donde se me reveló la verdad sobre quiénes somos y
por qué estamos aquí. Decidí regresar a mi cuerpo con un mensaje que compartir
y una misión para mi vida, que olvidé rápidamente a mi regreso.
La
experiencia me cambió tan profundamente que en tres años perdí a mi marido y mi
hogar, y mi ex se llevó a mis hijos temporalmente insinuando que no era buena
madre. Pensaba que estaba loca. Además, como ama de casa a tiempo completo no
había "trabajado” durante diez años. Nadie me daba empleo. Sola, y con
miedo, recurrí al alcohol, drogas y sexo en busca de respuestas que no estaban
ahí afuera.
Cuando
niña de 11 o 12 años, en Long Island, Nueva York, atrapaba orugas y las
guardaba en una jaula para observar de cerca su asombrosa metamorfosis. Me
fascinaba que una criatura pudiera transformarse de algo parecida a un gusano
en un charco de papilla, en elegante y colorida mariposa alada. Hoy es así es
como describiría el proceso de transformación que experimenté durante y después
de mi ECM. Todo lo que había sido se derritió en una sopa y se reconstituyó en
un ser humano más evolucionado que antes.
Me
encontré con una buena amiga a la que no veía desde la escuela secundaria en
Coral Gables, Florida, unos veinte años después de mi ECM. Tras una cena para
ponernos al día me preguntó: "¿Quién eres y qué has hecho con mi vieja
amiga Diane?". Ya no soy la misma persona que era antes de mi ECM. Algunos
cambios de personalidad fueron evidentes de inmediato; otros efectos se
desarrollaron a medida que cambiaba mi vida. Parece que una persona tarda unos
siete años en integrar una ECM en su experiencia física, como si la niebla
comenzara a disiparse, el camino se aclarara y descubriera su capacidad de
actuar conscientemente según lo aprendido. Después de pasar por un infierno,
cambiar mi vida por completo y perder prácticamente todo lo que tenía, volví a
estudiar un mes después de ese séptimo aniversario. Me orientaron para que
estudiara psicología para intentar comprender qué demonios me había pasado.
Todavía no había oído hablar de algo así, así que seguía sin hablar de ello.
Simplemente estaba tratando de sobrevivir, sola en una ciudad nueva y extraña,
(desde Chicago hasta Los Ángeles), con tres niños pequeños. wisto
Incluso
mi regreso a la educación fue guiado, no planeado. Me lesioné la espalda
levantando pesados contenedores de comida en un restaurante de comida rápida
que administraba, perdí el trabajo y no pude volver a laborar a tiempo completo
durante un año. Cuando pude mantenerme de pie durante más de un par de horas
comencé a hacer voluntariado en un refugio para mujeres maltratadas para tener
algo que hacer. Esto me ayudó a darme cuenta de que quería ser consejera para
ayudar a otras mujeres atrapadas en el ciclo del abuso.
Conseguí
suficiente ayuda financiera, en forma de préstamos estudiantiles, programas de
estudio y trabajo, y limpiezas de casas cada semana como para mantenerme y
mantener a mis hijos durante los cinco años que me llevó obtener la
licenciatura en Psicología y la especialización en psicología clínica comunitaria,
todo ello a la edad de 42 años. Abandoné la universidad a los 19 años porque no
me creía lo suficientemente inteligente y ahora estaba en la lista del decano
cada semestre y, salvo algunas clases, apenas necesitaba estudiar. Parecía
saberlo todo intuitivamente.
Durante
muchos años tuve profundo interés por la física, las partículas subatómicas y
la astrofísica, y tuve recuerdos de mi ECM simplemente mirando las imágenes de
las Potencias de Diez. Leía libros de física teórica mientras mis hijos
jugaban en la playa. Años después me di cuenta de que recibí toda esta
información durante mi viaje a través del Salón del Conocimiento durante mi
ECM. Apenas la estaba traduciendo al lenguaje humano, pero la entendí desde una
perspectiva más amplia. Pude ver el panorama general.
Comprendo
rápidamente el panorama general cuando investigo sobre cualquier tema porque
tengo acceso a una base de conocimiento más amplia que la de quienes no han
tenido una ECM, lo que incluye una descarga de conocimiento universal. La
experiencia puede activar nuevas neuronas o una zona poco utilizada del
cerebro; quizás se activó un interruptor de ADN que abre la puerta a la
conexión alma-mente. Fue un momento revelador mientras viajaba hacia la luz con
un hermoso Ser de Luz a mi lado. Recuerdo reírme de mí por olvidarlo, y también
recuerdo pensar en lo maravilloso que sería si nos diéramos cuenta, mientras
aún estamos vivos, de que cuando nuestro cuerpo muere, ¡nosotros no! Quizás
entonces los humanos seríamos más compasivos los unos con otros y
priorizaríamos la paz. Yo lo llamaría pensamiento de conciencia superior.
En
1979, mientras trabajaba como voluntaria en una residencia de ancianos, escribí
un artículo, publicado en una revista, en el que sugería la necesidad de una
pequeña píldora azul que permitiera a las personas moribundas controlar su muerte. Se basaba en conversaciones que tuve
con residentes mayores. En 1992, me convertí en voluntario en un hospital de
cuidados paliativos y continué haciéndolo de forma intermitente durante más de
20 años en La Florida, California y Oregón. Soy miembro de la asociación Compasión
y Elección y abogo por una ley nacional de Muerte con Dignidad en Estados
Unidos. Escribo un blog titulado "Hablemos de la muerte y de morir",
en el que analizo pros y contras de este argumento.
Durante
mi programa de posgrado realicé prácticas con un grupo de psicólogos que
estudiaban la teoría de sistemas familiares y colaboré con un ex pastor
presentando y vendiendo programas de crecimiento personal y motivación. También
estudié Psicología Transpersonal y posteriormente obtuve otra maestría en
Hipnoterapia Clínica, especializándome en regresión a vidas pasadas y me ordené
como pastor. Abrí el Centro de Manejo del Estrés en San Petersburgo, La Florida,
en 1986, (antes de que se supiera que el estrés era un problema tan grave), y
al año siguiente mi hermana y yo abrimos una clínica de integración
mente-cuerpo-espíritu (antes de que alguien se diera cuenta de que todo esto
funciona en conjunto). Estábamos muy a la vanguardia. Parte del trabajo que
hicimos hace 30 años apenas ahora se está popularizando. Ya entonces me di
cuenta de que era pionera, un agente de cambio, y lo he seguido siendo hasta el
día de hoy.
En
1987 tuve una experiencia espiritualmente transformadora durante una meditación
profunda en una reunión de la asociación “Convergencia Armónica” que me
devolvió la consciencia plena a mi ECM. Más tarde leí un libro de Ruth
Montgomery, “Extraños entre nosotros", donde describía experiencias
similares e inexplicables, y de repente me di cuenta de que no estaba sola. No
estaba loca. A otros les había pasado. Y empecé a hablar de ello, a contar mi
historia como si hubiera sucedido ayer. Aún podía verlo todo con claridad y me
di cuenta de cómo había cambiado mí persona y vida.
No
fue algo fortuito. Su propósito era despertarme a mi guía superior como parte
de mi camino espiritual, pues el propósito de mi alma al venir a esta vida era
ayudar a la consciencia humana a ver nuestra naturaleza espiritual. A medida
que sigo despertando me doy cuenta de que lo que estoy trabajando para mi crecimiento espiritual se manifiesta en el
mundo físico y se extiende exponencialmente por todo el planeta.
No
sugiero que eso me haga especial; rara quizás, pero en realidad hay millones de
personas en todo el mundo informado ECMs y todos juntos intentamos que todos
sepan que esto es lo que realmente somos los humanos: seres espirituales con la
capacidad de existir independientemente como seres biológicos en un entorno
físico ambientalmente estable. Todos estamos aquí para aprender a amar no para
matarnos unos a otros de todas las maneras posibles. No hay fuerzas malignas,
dioses furiosos ni extraterrestres depredadores acechando queriendo
destruirnos. Estamos elevándonos por encima de nuestra naturaleza animal y
desarrollándonos como seres humanos-espirituales plenamente integrados. Veo
estos tiempos como los de un gran despertar de la humanidad a su Naturaleza
Divina y una oportunidad para traer paz al planeta. Primero, todo tiene que
convertirse en papilla y luego emerge la hermosa mariposa plenamente realizada.
Si no
hubiera tenido una ECM podría haber continuado mi camino como ama de casa
insatisfecha y dependiente en los suburbios de Chicago, atrapada con un marido
infiel del que me había desenamorado, y ciertamente nunca habría tomado el
camino que tomé. Por mi cuenta seguí estudiando las religiones del mundo, la
filosofía y la física para asegurarme de que lo que aprendía en el más allá
estaba en sintonía con el conocimiento descubierto por humanos anteriores.
Empecé a dar charlas en Centros de Luz, iglesias y conferencias de crecimiento
personal, y me convertí en maestra espiritual.
Mientras
realizaba este trabajo el mensaje que la luz me dio para compartir con los
demás retornó a mi mente: ¡No existe la muerte! ¡No morimos! Sí,
nuestros cuerpos mueren, pero no somos nuestros cuerpos. Un cuerpo físico es la
forma que usamos para experimentar la vida como ser físico en una dimensión
física. Quienes realmente somos es el ser espiritual que nunca muere. Mi
experiencia de una consciencia que se elevaba a una perspectiva superior, y
observar la búsqueda de mi cuerpo desde arriba, ocurrió simultáneamente
mientras el río se lo llevaba. No hubo lapso de tiempo.
Lo
último que recuerdo fue haber decidido, con mucha calma, que ahogarme era la
mejor manera de morir y, con mi último aliento, gritar al hombre que me sujetaba
la muñeca que la soltara. Mi cuerpo fue absorbido por el violento torbellino
debajo de la gran balsa amarilla que estaba atrapada por la agitada acción
hidráulica del agua y todo se volvió negro, que era exactamente lo que
esperaba, después de haber descartado la religión y haberme convertido más en
atea. ¡Simplemente se apagaron las luces!.
Entonces,
como si hubiera parpadeado y los hubiera vuelto a abrir, miré desde arriba de
las copas de los árboles el río embravecido: la balsa atrapada por el sistema
hidráulico, con los dos hombres aún dentro, y la otra mujer de nuestra balsa
forcejeando en los rápidos río abajo. Pude ver a mi esposo, a mi hermana, que
entonces tenía 16 años, y a otras personas corriendo río arriba desde la
tranquila poza, bajo la sección de los rápidos, para averiguar por qué todo
nuestro equipo se estaba yendo río abajo.
Cuando
mi esposo saltó a una roca a buscarme me encontré a su lado intentando decirle
que era inútil intentar salvarme. Al extender la mano para sujetarlo me di cuenta
de que no tenía mano, que no tenía cuerpo, y pensé: "¡Dios mío, estoy
muerta!". Y con esa comprensión fui arrastrada lejos del río, del bosque, del
planeta, como si navegara a toda velocidad por el universo hacia una luz
blanca, brillante y acogedora, muy, muy lejos en la distancia.
La
sensación fue increíble, emocionante, asombrosa. Me llenó de paz y alegría, y
una abrumadora sensación de ser amada y completamente aceptada, como si me
dieran la bienvenida a casa. Parece que en la muerte el alma aprende que no es
un cuerpo. Supe al instante adónde iba y que ya lo había hecho antes: dejar el cuerpo
y regresar a casa, miles de veces. La reencarnación, que antes había descartado
de repente cobró sentido. La Biblia, que había leído pero que consideraba solo
un cuento de repente cobró sentido; solo omitieron algunos detalles
significativos.
Sentí
una presencia a mi lado y me di cuenta de que me acompañaba un hermoso Ser de
Luz, que percibí como mi ángel guardián. Supe al instante que este ser amoroso
había estado conmigo durante toda la vida humana. No era figura religiosa
identificable, no tenía género ni forma: era pura energía de luz radiante. Nos
comunicamos telepáticamente. Cada pregunta que tenía fue respondida antes de
que pudiera formularla, pero era más como si estuviera recordando todo lo que
había olvidado al tomar un cuerpo y ahora todo volvía. Entendí cómo funciona
todo, todo tenía sentido, todas las piezas que faltaban encajaban. Me prometí
que recordaría todo esto en mi próxima vida.
Juntos
recorrimos centros de sanación donde aprendí cómo las almas que llegaban se
recibían y reconfortaban por sus familias espirituales, guiadas en su proceso
de revisión de vida y sanadas de cualquier trauma causado por malentendidos
sobre la vida que acababan de experimentar. También visitamos zonas donde estos
seres se rehabilitaban antes de avanzar hacia otros aspectos de la vida
espiritual en otras dimensiones.
Todo
esto me resultaba familiar porque mi alma ha vivido tantas vidas; por lo tanto,
se trataba simplemente de recordar. No lo sabía entonces, pero recibí
información que me sería útil a mi regreso. No tuve una revisión de vida, pero
me aseguraron que el Ser de Luz me amaba y aceptaba por completo.
Viajamos
a gran velocidad a través de una oscuridad cálida y aterciopelada hacia una luz
brillante que se intensificaba a medida que nos acercábamos. Parecía una
estructura de cristal, un grupo de espirales que parecían agrandarse a medida
que nos acercábamos. Se sentía refrescante, purificador, calmante y suave. El
Ser de Luz y yo nos comunicamos telepáticamente sobre regresar al cuerpo de
Diane y continuar mi viaje en esta vida. Me sentía muy bien donde estaba y
ansiosa por seguir explorando esta dimensión. Me dijeron que podía elegir
quedarme con el amor que ya había experimentado en esa vida y dejarla ir o
podía acelerar mi viaje espiritual tomando decisiones diferentes y siguiendo un
camino distinto para esa vida al regresar al cuerpo de Diane.
El
Ser de Luz me comunicó que estábamos ante el Salón del Conocimiento y que si
decidía regresar y retomar esta vida física como Diane recibiría conocimiento
de conciencia superior sobre la transformación de los humanos en seres
espirituales, y un don especial de la luz para compartir con la humanidad y
despertar a otros a un pensamiento de conciencia superior. Me convertiría en
una de las muchas trabajadoras de la luz que surgen en el planeta, compartiendo
nuestra sabiduría interior con otros humanos, sobre quiénes somos realmente y
por qué estamos aquí y, de paso, traería paz al planeta.
¡Guau!
Mi primer pensamiento fue que esto sonaba como una misión sumamente
interesante, y antes de que pudiera considerar las consecuencias mi energía fue
atraída hacia esta gigantesca estructura de cristal, tan alta que su aguja se
extendía hasta el infinito. Dentro había como un holograma: nada sólido,
imágenes flotando, emergiendo, desvaneciéndose. Era como estar en una
biblioteca realmente antigua; había estantes de libros y pergaminos con sucesos
históricos que subían y bajaban en el espacio. Me senté a los pies de los
maestros Aristóteles, Platón, Sócrates, Galileo, Jesús, “mahoma”, Buda. Los
escuché hablar. Ellos me escucharon. Parecía durar mil años y, sin embargo, no
había tiempo, todo estaba sucediendo a la vez. Surgieron aspectos de la base
del ser y se disolvieron a medida que continuaba ascendiendo en espiral,
absorbiendo conocimiento y expandiendo mi consciencia a medida que avanzaba. (Nota
del Traductor: citar a mahoma como maestro es cuestionable dado el criminal y
inhumano mensaje de la doctrina que fundó conocida como islam que mantiene
alienada, y atrasada cientos de años, a buena parte de la humanidad, aunque es
posible que eso sea algo previsto por el Ser Superior. Fin de la nota).
Sentí
que me acercaba a la cima y me pregunté qué pasaría después cuando, de repente,
mi energía se estrelló contra la cima y pareció como si fragmentos de vidrio
roto de colores volaran en todas direcciones en la oscuridad. Y en ese mismo
instante mi cabeza salió del agua a unos 100 metros río abajo de la balsa.
No
recordaba que mi cuerpo estuviera en el agua después de sumergirme en la balsa;
ni la lucha por salir, ni los rápidos, ni las rocas, ni chocar contra ellas, ni
respirar, ni la corriente hasta que la cabeza emergió en la tranquila poza
situada bajo los rápidos; un lapso, supongo, de tres a cinco minutos (calculado
después de ver un vídeo de un kayakista navegando por esa misma sección del río).
Me agarré a la roca más cercana, tosí un poco de agua y esperé a que mi marido descubriera
dónde había ido a parar mi cuerpo y corriera río abajo para ayudarme a salir.
Todos pensaron que estaba muerta. No necesité reanimación. No tenía moretones
ni huesos rotos ni conmoción cerebral. Menos mal porque estábamos kilómetros
adentro del bosque en medio de la nada antes de que existieran teléfonos
móviles y helicópteros de búsqueda y rescate.
Apenas
podía hablar de ello porque no entendía lo que acababa de pasar. Nunca había oído
que le sucediera a alguien. Al principio no encontraba otras palabras que
"me fui a otro sitio". Los habitantes del río sugirieron que
sobreviví porque me entregué al río.
Parece
que tuve que perder todo lo que mi ego consideraba importante en los años
siguientes, pero encontré sentido al ver el mundo desde esta perspectiva
superior y poder compartirla con otros para ayudar a la humanidad a despertar a
su naturaleza espiritual. Ha sido una experiencia de conexión increíble.
Aprendí a identificarme menos con mi ego, cuerpo y mundo físico, y a seguir el camino de mi alma,
no mis insaciables deseos humanos. Eso fue lo que me trajo paz mental y la
capacidad de vivir el propósito del alma para convertirme en Diane.
Además,
al regresar no tuve que esperar a mi siguiente vida para recordar que soy un
ser espiritual que experimenta la vida a través de una forma en la dimensión
física, lo que le da a esta vida un significado completamente nuevo una vez que
se acepta. No hablé de mi experiencia durante 15 años, pero, una vez que
empecé, no pude parar.
En
1989 comencé a escribir un libro titulado “A través del túnel: Guía del
viajero para el renacimiento espiritual”(1993), basado en los libros
egipcio y tibetano llamado “de los muertos”, que ofrece la perspectiva de una
persona que ha tenido una ECM sobre el arte de morir conscientemente para
ayudar a otros a comprender que la muerte es una transición, no un final.
Mientras lo escribía seguía llegando información ajena a este libro. Finalmente
me di cuenta de que varios otros seres incorpóreos me comunicaban información
telepáticamente para otro libro, así que acordamos que yo transcribiría su
libro si me ayudaban a terminar el mío, lo cual hicimos. El suyo está
disponible como ebook titulado “Sentado en la flor de loto”(2010).
En
1996, inicié mi primer sitio web, escribí sobre mi ECM, incluí historias
similares que me enviaban personas y proporcioné recursos para buscadores
espirituales y personas mayores que buscaban información sobre cuidados al
final de la vida. Dado que fui una de las primeras personas en conectarse con
esta información me inundaron con correos electrónicos de personas de todo el
mundo (140 países) que esperaban que una persona que hubiera tenido una ECM
pudiera responder a sus preguntas existenciales sobre Dios, la muerte, el más
allá, la reencarnación, las experiencias paranormales, el significado de la
vida y la espiritualidad. Se convirtió en un trabajo de tiempo completo (no
remunerado) que se prolongó durante más de una década. Publiqué sus preguntas y
mis respuestas en mi Foro Abierto de Buscadores en el sitio web y recientemente
incluí algunas en un libro, ahora titulado The Hitchhiker's Guide to Cosmic
Consciousness (Kindle, 2016).
En
2008, creé un curso de capacitación en línea para enseñar el arte de morir
conscientemente a profesionales holísticos, profesores de yoga, enfermeras,
voluntarios de hospicio, etc., para ayudarlos en su trabajo con pacientes que
se acercan al final de sus vidas, y capacité a varios profesionales en todo el
mundo para continuar con este trabajo. Después del colapso de la economía
estadounidense nadie podía permitirse pagar un curso para el cual no había
trabajos así que en 2015 incluí el curso en un libro de trabajo para que
cuidadores y pacientes aprendieran juntos el arte de morir conscientemente,
titulado Beyond the Veil: Our Journey Home. Ahora hay parteras de la muerte y guías de transición en
abundancia, y espero que el libro de trabajo se convierta en un libro de texto
de capacitación, así como en una guía para quienes viven con una enfermedad
terminal.
Incorporé
mi lección espiritual sobre la reencarnación de mi sitio web en un libro
electrónico titulado “Reencarnación y la Evolución de la Conciencia”(2013),
que describe mi comprensión del nacimiento, la muerte y el renacimiento como el
camino para convertirnos en seres humanos divinos. Es al experimentar los
múltiples aspectos del amor en las relaciones con los demás y, en realidad, con
toda la naturaleza, que aprendemos a expresar amor incondicional en todo
momento, en cualquier dimensión en la que existamos.
Ahora,
al repasar los 46 años transcurridos desde mi ECM, me doy cuenta de que mi
misión era ser un catalizador del cambio, basándome en lo que experimenté
durante ella, lo cual se manifestó en los altibajos que mi vida dio en la
Tierra. Siempre fui la pionera: gestión del estrés, sanación holística y
medicina integrativa, ECM, regresión a vidas pasadas y reencarnación,
espiritualidad, muerte consciente y guías de transición/doulas de la
muerte/parteras espirituales, Muerte con Dignidad (DWD). Actualmente, existen
leyes de DWD en cuatro estados de EE. UU. y en muchos países del mundo, mientras
que completar las Instrucciones Médicas Anticipadas se está convirtiendo en la
norma. Activé el campo energético y usé mis habilidades de escritura para
difundir la información a través de libros e internet, que por casualidad
llegaron en el momento justo para acelerar la evolución de la conciencia en la
humanidad. Si lo piensan, mi sitio web recibió millones de visitantes,
principalmente entre 1996 y 2010... Sembré muchas semillas durante el último
medio siglo.
Nunca
me gané la vida ni recibí apoyo por mi trabajo, y tampoco viajo ni sigo el
circuito de conferencias para promocionar mis libros, así que recientemente le
dejé el marketing al universo. ¡Yo solo soy el escritor, ustedes se encargan
del marketing! Y después de décadas de creerme un experto en informática, ya no
puedo seguir el ritmo de los cambios tecnológicos, ni cognitiva ni
económicamente, así que solo necesito seguir mi
consejo de dejarme llevar y dejar que Dios actúe.
Desde
la ECM mis valores han cambiado. Mis creencias han cambiado. Mi personalidad ha
cambiado. Lo que tolero de los demás ha cambiado. Mi actitud ante la vida es
diferente. Tomó una dirección completamente distinta. Soy más inteligente, más
aventurera, más abierta, más indulgente, más consciente, más viva. Digo
palabrotas como un marinero. No le temo a la muerte porque sé que no morimos.
Había
vivido la vida inconscientemente, esperando que me dijeran qué hacer, qué
pensar, quién ser, adónde ir o no ir, qué es verdad y qué no. Pero en la luz,
vi la cara a cara y mi naturaleza espiritual se despertó. Ya no tenía miedo, ya
no estaba sola, ya no estaba incompleta ni insegura de quién era realmente. Sé
que no me juzgan, sino que me aceptan por completo y me llenan de amor
incondicional. El velo cayó y ya no era solo una reflexión, una ilusión o
alguna religión que me decía qué debía creer o cómo agradar a Dios. Supe
plenamente que el amor es todo lo que hay y que todos estamos en algún punto
del camino para convertirnos en él.
Con
los años, he llegado a pensar en mi ECM como una especie de corrección a mitad
de camino. Me había desviado del camino de mi alma. Mi alma decidió despertar
en esta vida como Diane y ser parte de este despertar de la consciencia humana,
pero Diane no me prestaba atención. Diane estaba completamente inconsciente.
Necesitaba que me recordaran quién era realmente y por qué estaba aquí para que
Diane pudiera usar sus dones espirituales para transmitir esa información a
otros mediante el simple mensaje de que ¡no morimos! Esto no es todo.
Qué
gran diferencia marcaría en la vida de las personas, en la forma en que nos
tratamos unos a otros y a nuestro planeta, si todos comprendiéramos esto. Todos
somos uno. Todos estamos conectados. No hay otro.
Puede
que incluso lo hubiera planeado. Algo así como: durante los primeros 30 años,
Diane podrá vivir su vida humana como quiera, luego tendrá una ECM para
reavivar el recuerdo de la misión de su alma y cambiar por completo su vida
para seguir un camino espiritual. Sin duda, no habría hecho nada de lo que hice
si esto no me hubiera sucedido.
Ahora,
a los 76 años, cuando pienso en lo que le espera a Diane, siento que es hora de
terminar. Cumplí mi misión. Estoy en paz. He hecho todo lo que quería hacer en
esta vida, aunque a Diane aún le quedan algunas cosas por hacer. Vivo un estilo
de vida tranquilo y estético en un pequeño pueblo al pie de una hermosa
cordillera volcánica nevada en el noroeste de Estados Unidos. Últimamente,
dedico más tiempo a la contemplación y a la escritura que a cualquier otra
cosa, pero sigo participando en actividades con familiares y amigos y sigo
haciendo voluntariado en mi comunidad. Prefiero vivir sola, no tener pareja, y
no me gusta estar en multitudes ni en lugares ruidosos. No tengo televisión,
pero escucho la radio con la suficiente frecuencia como para saber que el mundo
es un caos. Así que tengo la esperanza de que estemos al borde del punto de
inflexión colectivo y que el despertar de una conciencia superior entre la
humanidad surgirá de la sopa a medida que millones de seres humanos-divinos plenamente
realizados salgan de sus capullos y difundan luz, amor y paz por todo el
planeta.
La vida de Diane cambió drásticamente como
resultado de su ECM, y no todos estos cambios fueron fáciles. Pasó de ser ama
de casa con tres niños pequeños a perderlo todo. A pesar de sus
responsabilidades como madre, logró destacar en sus estudios. Curiosamente,
comentó que estudiar consistía más en recordar la información que recibió
durante su experiencia en el Salón del Conocimiento. Esta información luego la
transmitió, poniéndola en práctica para beneficio de los demás. Diane es un
ejemplo clásico de una mujer adelantada a su tiempo, cuya ECM condujo a la
innovación de muchas prácticas nuevas que están cobrando impulso años después
de que ella las introdujera.
Como
tantas otras personas que han tenido una ECM, Diane tenía miedo de hablar de su
experiencia e intentó olvidarla. Increíblemente, tardó 15 años en darse cuenta
de que no era la única que había tenido una experiencia similar, cuando leyó un
libro que describía otros casos similares. Antes de esta experiencia, no era
particularmente religiosa, no creía en Dios ni en la vida después de la muerte,
y no tenía motivos para ir a la iglesia. Posteriormente, su perspectiva cambió
y ahora Diane está segura de que solo el cuerpo físico muere y que “lo que
éramos antes de nacer es eterno”.
Diane
cree que la misión de su alma es contribuir a la evolución hacia un estado de
conciencia superior, lo que conducirá a la paz en la Tierra. Por cierto, otras
personas que han tenido una ECM también lo afirman con frecuencia. Ha
contribuido enormemente a la sociedad y su trabajo es muy elocuente. Empezó a
impartir clases de autodesarrollo en empresas y fundó uno de los primeros
centros de gestión del estrés, donde impartía meditación y crecimiento
personal, y contrataba a una masajista. Creó un sitio web y ahora enseña el
arte de la muerte consciente, que considera la aceptación de la muerte como una
alternativa a la prolongación innecesaria de la vida a través de la tecnología.
Este trabajo se está extendiendo por todo el mundo y está generando mejoras en
los cuidados paliativos.
Diane
añade sabiamente que, si no hubiera tenido una ECM, nunca habría sabido que la
vida era más que la suya; se habría conformado con eso. Muchas personas se han
beneficiado de los esfuerzos y la labor revolucionaria de Diane desde su ECM.
Su vida se ha enriquecido enormemente gracias a ella, y esto es algo que todos
podemos explorar más a fondo. ¿Alguna vez has pensado que la vida debe ser más
que eso?
wisto
11. EL REGALO
El primer capítulo corto, escrito por mí,
surgió de los dos correos electrónicos que recibí cuando este libro estaba a
punto de terminarse. El primero era de Barbara Ireland, de 43 años. Me
encontraba en la inusual situación de poder responder a estos correos de
inmediato. Normalmente, los viernes llego a casa del trabajo y paso todo el
tiempo con mi hijo de dos años, pero ese día en particular estaba sola. Me
alojaba en Londres, en un apartamento en el último piso del College of Psychic
Studies, donde daría una conferencia al día siguiente. Estaba leyendo un libro,
pero me costaba concentrarme, pues era consciente de cada crujido que oía. Esto
me inquietó un poco, ya que estaba sola en un edificio enorme con una rica
historia de fenómenos psíquicos. Los correos electrónicos fueron una grata
distracción para mí, y pronto me absorbió lo que Barbara tenía que decir.
A
continuación se muestra un resumen de la historia de Barbara y lo que ella me
describió.
Barbara es una cantante profesional de éxito, y
fue durante una actuación en el escenario con Stone Gossard, de la banda Pearl
Jam, que su historia empezó a desvelarse. Barbara notó a un hombre entre el
público que no parecía estar disfrutando. En lugar de prestar atención a los
cientos de personas que se lo pasaban bien y bailaban, se concentró en él, y en
consecuencia, la invadieron las dudas y la autocrítica.
Barbara
me describió lo siguiente: “Pasé todo el show realizando tres tareas a la vez:
(1) seguir cantando, bailando, recordando letras y siguiendo la pista de la
banda; (2) escuchar un bombardeo ininterrumpido de pensamientos negativos que
provenían de ese chico en la primera fila; y (3) observarme a mí misma haciendo
todas estas cosas”.
Para
cuando Barbara se acostó esa noche, estaba agotada. Analizó toda la noche y se
dio cuenta de que tenía que hacer algo con respecto a sus dudas. Desesperada,
poco después de esa noche, se inscribió en un curso intensivo, diseñado para
desafiarla y superar sus límites habituales. Estaba decidida a enfrentar sus
miedos y superar este autosabotaje.
De
hecho, la confianza de Barbara aumentó a medida que se enfrentaba a un reto
tras otro, los más extremos incluían escalar grandes alturas, privarse del
sueño y otras actividades radicales. Todo salió bien hasta el último día
caluroso y soleado, cuando participó en el último reto de resistencia.
El
primer síntoma que se manifestó fue una aparente distorsión en las
conversaciones a su alrededor; podía oír claramente a la gente hablando a
cierta distancia, pero las conversaciones de quienes hablaban cerca sonaban
distantes y resonaban. Las piernas de Barbara se tambalearon y todo parecía
estar envuelto en un resplandor. Perseveró, pero a medida que se acercaba al
final del desafío, los movimientos de quienes la animaban parecían
distorsionarse.
Aunque
había un médico en el equipo, no tenía ninguna experiencia. Por suerte, una
amiga de Barbara también se había inscrito en el curso y, al ver lo enferma que
se veía, se quedó con ella y la llevó a acostarse en un lugar tranquilo, lejos
de los demás. Como dijo Barbara: «No creo que ninguno de nosotros se diera
cuenta de la gravedad de mi estado; no era algo tan obvio como un infarto. Mi
médica dijo más tarde (cuando regresé y le pregunté sobre lo que me había
pasado) que creía que se trataba de un golpe de calor combinado con presión
arterial baja».
Durante
las siguientes cuatro horas, Barbara cree que su vida pende de un hilo entre la
vida y la muerte.
Lo
que sucedió después impactó a Barbara: «Cada una de mis extremidades se
entumeció y desapareció hasta que solo me quedó un torso y una cabeza. Me sentí
incapaz de moverme. Mi energía vital fluía por la parte superior de mi cabeza.
Estaba aterrorizada. Sabía que me moría».
Barbara
experimentó entonces una revisión exhaustiva de su vida, en la que no solo
recordaba, sino que le mostraba escenas de ella. La revisión se congelaba
intermitentemente, mientras una voz le hacía una pregunta. Tras cada respuesta,
la escena se borraba para ser reemplazada por otra. Este proceso se repetía
durante cuatro horas, hasta que la voz le daba la opción de continuar con su
vida o morir.
Mientras
se sometía a la revisión de vida, Barbara experimentaba simultáneamente
placenteras sensaciones de amor y paz, así que no fue una decisión fácil y tuvo
que hacerle varias preguntas a la voz para sentirse segura de su respuesta.
Cuando finalmente anunció que quería vivir, sintió la energía fluir por la
coronilla y la sensibilidad regresar a todas sus extremidades. Al abrir los
ojos, sintió que su amiga oraba por ella y sintió una increíble sensación de
paz.
En
las semanas siguientes, Barbara vivió plenamente presente en cada momento. Se
tomó su tiempo para comer fruta fresca y oler cada flor que pasaba. Su
capacidad para escuchar música mejoró enormemente y se maravilló con los
diversos ritmos y tonos a los que se expuso; se sentía completamente viva.
Con
el tiempo, este estado de ánimo desapareció y se integró en su rutina diaria.
Pasaba junto a las flores sin agacharse para olerlas, comía a toda prisa y
comenzó a dejar que la preocupación dominara su mente. Finalmente, experimentó
uno de esos momentos de revelación al darse cuenta de que estos pensamientos
negativos le daban vueltas constantemente en la cabeza.
Al
reflexionar sobre su vida, pudo ver que, a pesar de todo su éxito como cantante
profesional y de todos sus demás logros, aún la atormentaba la ansiedad y sus
pensamientos perturbadores se manifestaban en su vida. Había tomado
antidepresivos durante años, sus ingresos no cubrían sus gastos y, a pesar de
haber asistido al campamento de entrenamiento, no lograba cambiar su mentalidad
negativa.
Impulsada
por esta repentina revelación, Barbara investigó intensamente los patrones de
pensamiento, la neurociencia, la biología celular, la psicología y la espiritualidad.
Pronto se dio cuenta de cómo los pensamientos negativos pueden arraigarse
profundamente y permanecer en bucle en la mente. Estos pensamientos, a su vez,
generan emociones negativas que pueden afectar el comportamiento. Las personas
suelen repetir las malas experiencias en su mente una y otra vez, lo que puede
provocar depresión, baja autoestima, soledad y ansiedad. Estaba decidida a
superar sus pensamientos negativos destructivos.
Durante
cuatro años, Barbara exploró diversas técnicas diseñadas para superar estos
patrones de pensamiento dañinos. Descubrió el poder del ser humano y cómo todos
tenemos el potencial de cambiar nuestros pensamientos, redirigiendo así el
rumbo de nuestras vidas. Ideó un programa llamado "Las 9 D del De-Looping",
y cuanto más los utilizaba, más se asombraba de cómo su vida mejoraba.
Encontró
un rumbo y sintió que estaba viviendo el verdadero propósito de su vida. Sus
patrones de pensamiento negativos cesaron y experimentó buena salud acompañada
de mucha energía. Sus relaciones sanaron y cobraron un significado más
profundo, sus finanzas mejoraron, lo que le permitió dedicarse tiempo a sí
misma, y pudo dejar de tomar antidepresivos. Aún enfrenta desafíos en la
vida, pero ahora puede reconocerlos en cuanto surgen y, por lo tanto, cambiar
su forma de pensar lo antes posible.
Como
muchas otras personas que han tenido una ECM, Barbara también me describió una
sensación de interconexión y cómo su ECM le ha permitido ver el panorama
general. Ya no es el centro de su pequeño universo, sino que se percibe como
parte de un todo mayor y vive su vida al servicio de los demás. Este capítulo
concluye con las palabras de Barbara:
El concepto de morir es tan abstracto para la
mayoría de nosotros. Es casi imposible imaginar no estar aquí, no estar vivo en
la Tierra. Por eso, enfrentarse directamente a la mortalidad, no como un ejercicio intelectual,
sino visceralmente… puede tener efectos inesperados en la vida de una persona,
como un cambio importante en su trayectoria profesional.
Uno
de los mayores cambios de perspectiva para mí fue comprender claramente que no
se trata de MÍ. Se trata de NOSOTROS. Ahora siento una conexión entre cada ser
humano, cada animal y la Tierra: una conexión misteriosa e imponente. Y siento
un fuerte deseo de servir a esta gran matriz de la vida.
Con
todo lo que había aprendido sobre los bucles mentales y cómo cambiar los
pensamientos negativos, me preguntaba: ¿era esto lo que me habían inducido a
hacer? Todo lo que había ocurrido en mi vida parecía indicar que así sería. De
ser así, significaría que tendría que revelar públicamente mi encuentro
personal y místico con la muerte... y eso me asustaba. Pero mi deseo de
contribuir era más fuerte que mi miedo.
Poco
a poco, comencé a hablar de mi ECM y a compartir las "9 D” del Desbloqueo.
Las respuestas fueron auténticas y amables, y las transformaciones que
presencié a medida que las personas comenzaban a despertar de su "hipnosis”
de pensamientos negativos me asombraron incluso a mí.
Una
mujer liberó la vergüenza y la baja autoestima que había acumulado durante
años. Otra persona relató lo emocionante que fue volver a asistir a fiestas
después de que una "sensación amorfa de ansiedad” le impidiera salir de
casa durante años. Muchos encontraron el coraje para hablar y expresar sus
necesidades en relaciones y situaciones laborales difíciles. Sueños que habían
estado guardados durante años finalmente se desempolvaron y se tomaron medidas
para hacerlos realidad. Se estaba explorando el potencial de las personas.
Estaba
eufórico. Imaginé que cada persona que se sentía más feliz y realizada era un
paso más hacia la creación de un planeta más feliz en general. ¿Qué más se
puede desear?
Para
difundir aún más el mensaje, escribí un libro: Cómo detener los pensamientos
negativos: Lo que mi experiencia cercana a la muerte me enseñó sobre bucles
mentales, neurociencia y felicidad. Al parecer, el libro tocó una fibra
sensible, ya que se convirtió en un éxito de ventas en Amazon en dos categorías
la primera semana de su lanzamiento y ya se lee en 12 países.
Sé
que el mérito no es mío. Es de mi ECM y de la voz que me hizo todas las
preguntas correctas. De no ser por esa experiencia, dudo que hubiera ideado el
concepto de Bucles Mentales ni que hubiera sanado tan profundamente mis patrones de pensamiento destructivos, y mucho
menos que hubiera tenido el valor de revelar mi historia, trabajar directamente
con otros y escribir un libro sobre ella.
No
hay palabras para expresar la alegría que todo esto me ha dado. Qué
fascinante... que el día más aterrador de mi vida se haya convertido en el
mejor regalo que jamás podría haber imaginado.
Este es un ejemplo maravilloso de cómo el
mensaje de una ECM ha inspirado acciones positivas para ayudar a los demás.
Barbara no solo ha desarrollado técnicas para reconocer y cambiar patrones de
pensamiento negativos e inútiles, que ha probado en sí misma, sino que ahora
las ofrece a otros para que también puedan empoderarse. Describe las técnicas
con más detalle en su libro y también ofrece recursos adicionales en su sitio
web para reforzarlas.
12. UN PERRO PERDIDO, UN VASTO UNIVERSO Y UN PRECIOSO REGALO
Deirdre DeWitt Maltby es una mujer de 65 años
de Salida, Colorado, EE. UU. Kelly conoció a Deirdre y su trabajo a través de
Rod Walton, un sacerdote cristiano residente en el Reino Unido que ha estado
estudiando los fenómenos de las ECM desde 1975. Posteriormente, fundó el Centro
de Rescate de Duelo, un nuevo paradigma en el tratamiento del duelo que basa su
enfoque en la evidencia disponible sobre la vida después de la muerte. Deirdre
ha escrito dos libros sobre su experiencia y ha participado en la serie
"Sobreviví... Más allá y de regreso”del Canal Biografía.
Es asombroso cómo, en un abrir y cerrar de ojos,
la vida puede pasar de lo que siempre se ha considerado normal a nunca volver a
ser la misma. Algo tan terrible como un accidente mortal fue el catalizador que
necesitaba para salir de mi trampa, por
así decirlo; me impulsaría a un viaje de transformación total de mi ser
interior. De una serie de experiencias inesperadas y en desarrollo, recibiría
el mayor regalo de mi vida.
"¡Salva
a mi perro!". Este fue mi grito tras sufrir un accidente de coche casi
mortal, mientras regresaba a casa de unas compras rutinarias en un cálido día
de noviembre de 2008. Los momentos siguientes produjeron lo que sería el
primero de varios incidentes extraordinarios que experimentaría en las semanas
siguientes. Tendría la oportunidad de ver tras la cortina que separa esta vida
de la siguiente; una mirada al reino que nos rodea. Y conocería a mi
Creador; a quien muchos llaman Dios. Estas experiencias me sucedieron tanto en
momentos críticos como fuera de ellos. Sucedieron de tal manera que pude
asimilarlas como si realmente hubieran sucedido, y transformarían casi todos
los aspectos de mi forma de pensar y de vivir.
Atrapado
dentro de mi vehículo destrozado, me desesperaba no solo por liberarme, sino
también por llamar a mi perro, que acababa de salir del coche volcado a la
transitada autopista. Una vez que me liberaron, los paramédicos me subieron a
la ambulancia. Mientras me atendían, me di cuenta de que mi perro seguía en la
carretera, posiblemente herido o moribundo. Aterrorizado, supliqué a un Dios
que nunca había conocido realmente y en el que, debido a mis circunstancias de
infancia, no creía mucho: ¡Por favor, salva a mi perro! Mientras
pronunciaba esas palabras, ocurrió algo muy extraño. Apenas pronuncié mi
súplica de ayuda, una de las brillantes luces del techo de la ambulancia
pareció iluminarme la cara y calentarme. Sentí como si la absorbiera y, al
hacerlo, me calentaba por dentro mientras recorría mi cuerpo.
Acompañaba
esta luz una gran sensación de paz y bienestar. En un instante, sentí que
también recibía una respuesta silenciosa a mi súplica por la seguridad de mi
perro, con la promesa tácita de que él estaría bien, al igual que yo; la
situación en la que me encontraba se resolvería como debía. Mis preocupaciones
y mi pánico se desvanecieron. De inmediato, me entregué con total confianza a
este extraño y reconfortante suceso.
En el
hospital, era imperativo inducirme un coma farmacológico debido a la gravedad
del daño pulmonar. Sufría hemorragias pulmonares; mi estado era crítico.
Durante 12 días, mi cuerpo permaneció en coma con la esperanza de que mis
pulmones se recuperaran. Los médicos no me ofrecieron garantías de
supervivencia.
Durante
este tiempo, tuve otra experiencia. De alguna manera, me pareció despertar del
coma. Me encontré flotando en colores. Al principio, los colores eran oscuros,
amenazantes; había un dolor insoportable, más allá de todo lo que jamás había
conocido. Sucumbí a este intenso dolor y me deslicé en la oscuridad. En algún
momento, volví a ser consciente de mi interior; cualquier incomodidad había
desaparecido. En ese momento, me rodeaba una visión hermosa de colores vivos,
compuestos de dorado pálido brillante, amarillos y naranjas profundos.
Brillantes, estos colores brillaban en mí y también eran muy calmantes. En este
estado, me di cuenta de que no tenía cuerpo, forma ni figura. Era pura consciencia;
efectivamente, todo lo que realmente soy YO: mi yo interior. Al mismo tiempo,
reconocí que me había separado de mi
ego. No había pensamientos críticos, miedos ni otros dictados
perjudiciales que el ego parece arrastrar consigo.
En
algún momento, sin previo aviso, mi consciencia fue transportada a través de
una especie de caleidoscopio, compuesto por cientos de miles de colores
vibrantes y penetrantes. Mucho más allá de lo que podemos percibir en este
reino, los colores ahora me arremolinaban en su esencia misma, creando patrones
y formas detalladas. Mi mente podía acercarse microscópicamente para ver los
minúsculos detalles de cada intrincado patrón y color a medida que se formaban,
o podía alejarse para ver el patrón general, como si fuera un diseño matemático
generado por computadora. Cada complejo arreglo parecía vivo; también
tridimensional. Cada uno tenía su
vibración; su frecuencia
personal. Además de esto, había música que me parecía la perfecta mezcla
armónica de un millón de voces, instrumentos y melodías; penetraba los colores
y a mí. Sabía que, por alguna razón que escapaba a mi comprensión en ese
momento, estaba retenido en este hermoso reino con un propósito, pero no sabía
cuál podría ser, ni siquiera me importaba. Descubrí que estaba indudablemente
contento en esta inusual situación.
Durante
mi tiempo en este reino indefinible, no vi ni interactué con ninguna figura
religiosa, parientes o amigos que hayan fallecido. Sin embargo, en algún
momento, llegué a la conclusión de que estaba siendo sostenida o acunada por la
misma esencia que me creó; cada célula de mi cuerpo parecía saber esto, como la
conciencia de un bebé de estar en los brazos de su madre. Sabía sin
reservas que este era mi Creador; este era Dios. Esta energía parental
ahora sostenía la esencia de Mí. Me estaba bañando en la calidez del
amor incondicional total y una comprensión de mi ser, ciertamente mucho más
allá de cualquier cosa que hubiera experimentado. Era como si mi alma estuviera
siendo acariciada con lo que se sentía como una caricia cálida, amorosa y
tierna, por una mano invisible. Mientras esto sucedía, se me impartió que dejara
de pensar; solo dejara de pensar, solo SER. Qué profundamente simple fue
hacer esto. Mientras lo hacía, los colores se desvanecieron; Ahora me
encontraba en un vasto reino de estrellas y galaxias que se extendía hacia la
eternidad de un universo en tinieblas. Estos puntos celestiales de luz eran, en
realidad, lo que yo sabía intrínsecamente que era la esencia de las almas
vivientes. Podía sentirlos; sentir cada alma que había existido, existe ahora o
existirá en el futuro. Yo, como consciencia pura, me expandí para encontrarme y
unirme a toda esta energía cósmica. Podía sentir la conexión de todas
las almas y la unidad de todos con este gran Creador amoroso. La comprensión de
nuestra conexión resonó en mí con toda su fuerza. También comprendí que nada
está oculto ni oculto al universo; todo se ve, todo se sabe.
Sentí
que mi alma se llenaba de lo que percibo como un conocimiento universal completo.
Comprender el universo ahora parecía tan sencillo; era como si conociera
naturalmente todas las respuestas a la vida misma. Vi que el Amor estaba en el
centro de cada respuesta. De alguna manera, también supe que, al soltar con
confianza, se produciría un flujo simbiótico que me brindaría la capacidad de
cocrear en armonía y belleza con la fuerza de este universo, nuestro Creador,
usando esta energía llamada Amor. También me di cuenta de que lo mucho o lo
poco que uno pone de sí mismo en este proceso es lo que luego se devuelve al
universo. Así es como funciona el universo. Fue una experiencia increíble,
indescriptible, pero que me brindó muchas nuevas perspectivas; que seguro
procesaré el resto de mi vida.
Cuando
recuperé la consciencia en forma humana, mi mente se precipitó al instante
hacia atrás, pues deseaba desesperadamente regresar a donde acababa de estar.
Pero el muro que conducía al otro mundo se había cerrado; estaba de vuelta en
este mundo por completo. Durante mi ECM, solo existía este nuevo reino en el
que me había encontrado; nada más. Había perdido el recuerdo de haber ocupado
un cuerpo físico. Admito (con culpa) que también había perdido todo recuerdo de
mi familia, amigos y seres queridos.
Poco
después de volver al mundo real, descubrí que la promesa que me habían hecho
sobre mi perro se había cumplido. Tras una larga y angustiosa búsqueda nocturna
por parte de familiares a lo largo de la transitada carretera donde ocurrió mi
accidente, mi querido perro negro, en la oscuridad de la noche, fue encontrado
sano y salvo. Dios lo había protegido contra las grandes probabilidades de
morir.
Mientras
aún estaba en el hospital esperando recuperar las fuerzas para el alta, ocurrió
un suceso muy interesante y extraño. No tomaba ningún medicamento ni fármaco
que pudiera haberme alterado la mente; estaba completamente consciente mientras
este incidente ocurría en tiempo real. Desde mi cama, un destello me llamó la
atención al otro lado de la habitación. Mirando hacia la pared, vi un extraño
destello de imágenes que se proyectaban contra ella, como una película muda a
toda velocidad. Era una proyección borrosa de personas y sucesos que
interactuaban, entrelazándose o superponiéndose. Cada acción influía en la
siguiente. Había cierto orden en todo, pero no entendía del todo lo que estaba
viendo. Vi que todos tomaban decisiones sobre sus vidas, y esas decisiones
afectaban y se entrelazaban con las de otros, quienes también tomaban
decisiones en sus vidas. Vi siglos de
estas decisiones y acciones de causa y efecto; se entrelazaban en la historia
del tiempo, una tras otra; todo esto ocurriendo desde el principio de la
creación. Entonces, en algún momento, mientras observaba esta visión
ciertamente extraña en la pared, vi imágenes de mi vida. Visualicé a mis padres, luego a mí
mismo, luego a todos mis conocidos, y todas estas decisiones cotidianas, tanto
grandes como pequeñas, se entrelazaban y entrelazaban hasta que, finalmente,
llegaron al presente. De repente, esta visión etérea y nebulosa pareció desprenderse
de la pared y la observé mientras la extendía desde la pared hasta la cama,
donde fue absorbida con un suave y suave silbido en mi pecho. De
inmediato, supe que estaba justo donde debía estar en el esquema de la vida. La
vida se había entretejido en ese momento; ¡todo era perfecto! Comprendí que
cada decisión que tomo se entrelaza con todo lo demás para hacer de la vida lo
que es, sin importar cuáles hayan sido esas decisiones.
Sin
embargo, mi experiencia más transformadora estaba por llegar. Tras una o dos
noches en casa, me ayudaron a dormir en mi habitación y tuve una noche entera
de sueños intensos. Puedo decir con sinceridad que esto fue mucho más real que
cualquier otra experiencia que haya tenido, salvo la reciente ECM. En este
sueño, estaba en un quirófano. No veía nada, pues todo era de un azul zafiro
profundo e impenetrable. Sin embargo, con la imaginación, percibí que estaba en
una mesa de operaciones y a mi alrededor había varios médicos. Me dijeron que
debía realizar un procedimiento. Pensé: “No lo entiendo”. ¿Me iban a
operar? Todos parecían increíblemente expectantes. Sabía que en realidad estaba
dormida en mi habitación, así que ¿qué demonios estaba pasando ahora? Hubo
varios momentos de silenciosa anticipación y ansiedad por mi parte. Entonces,
siguiendo la mirada hacia donde sabía que miraban los médicos, que estaba en
algún lugar por encima de nosotros, observé una voluta de humo que descendía.
Suavemente, se arremolinaba y penetraba con mucha ternura en mi cuerpo, entre
mis pechos. De repente, fui transportado por encima de mí mismo y entonces me
di cuenta de que ahora me veía como me ve mi Creador. Sentí un amor
incondicional por esta forma debajo de mí; esta forma en la que había vivido
toda mi vida. Sin embargo, en lo que debió ser una fracción de segundo, en
cuanto experimenté este amor incondicional, regresé a mi forma física.
Lentamente, sentí unos brazos que me rodeaban en un abrazo amoroso.
Inmediatamente reconocí que eran mis
brazos; y ahora me amaba como acababa de experimentar el amor de Dios.
Desperté y me encontré sentado en la cama, con lágrimas corriendo por mis
mejillas. Me habían operado no para extraerme algo, sino para infundirme algo.
Acababan de darme un hermoso regalo: ¡el don del amor propio!
De
vuelta a mi vida cotidiana, descubrí que la vida era muy diferente para mí.
Aunque no había tenido tiempo de procesar gran parte de mis fascinantes y
bastante inexplicables experiencias, sabía que algo muy profundo había
sucedido. Todas estas experiencias, conjeturaba, se habían adaptado a mi forma
personal de procesarlas y comprenderlas. Además, con el paso de los días, las
semanas, los meses y los años, fui asimilando poco a poco los significados más
profundos de mis experiencias. También comprendí que, aunque uno tenga la
suerte de tener lo que el mundo considera una ECM, no significa que todos sus
problemas estén resueltos, que haya iluminación ni que la comprensión de la
vida sea completa, aunque ahora sabía que estaba en lo más profundo de mi
conciencia.
Como
a muchas otras personas que han tenido una ECM, me costó mucho adaptarme a la
vida cotidiana. Durante un tiempo, aún podía discernir una separación entre mi
ego y mi "yo"; aún no se habían fusionado. Parecía haberme afianzado
en ambos mundos durante bastante tiempo. Era yo, pero ahora sabía, sin lugar a
dudas, que era mucho más que un simple cuerpo físico.
Poco
a poco, por supuesto, mi vida cotidiana se fue aclarando y el otro mundo que
había experimentado se fue atenuando; sin embargo, algo era intrínsecamente diferente
en mi ser interior. Me vi empujada a una nueva forma de ver esta vida. Supe sin
lugar a dudas que realmente existimos más allá de estas formas terrenales que
habitamos solo por un tiempo; que lo que tenemos aquí es solo una pequeña parte
de lo que tendremos y sabremos allí. Llegué a comprender que lo que
somos aquí (en nuestro corazón y alma), lo llevamos con nosotros allí cuando
cruzamos al otro lado; cuando fallecemos. Somos la suma total de lo que
albergamos en nuestros corazones. Aprendí también que mi don de amor propio no
era un don continuo que se autoperpetúa. Es un don que debo aceptar a diario
para que sea valioso. Durante mucho tiempo había ocultado a los demás mi
aparente falta de autoestima; de hecho, había pasado toda la vida haciendo precisamente
eso. Sin embargo, ahora puedo sentir a diario cuánto me aman. Es como tener un
salvavidas alrededor de mi alma. Hay ocasiones en las que puedo dejarme llevar
por mis pensamientos de autodesprecio,
pero nunca tan lejos ni durante tanto tiempo como lo he hecho en el pasado.
En
algún momento de mi experiencia, se me dio la opción de aceptar todo esto como
genuino o no. Con la opción de aceptar la realidad de lo que experimenté,
llegué a saber que mi vida cambiaría para siempre; cambiada por el amor que
recibí, sentí y acepté. También se me impartió la certeza de que sería amada de
la misma manera, independientemente de la decisión que tomara. Comprendí que,
junto con el preciado regalo de la vida, el don de la elección o libre albedrío
es el más importante que se nos ha dado. Así que, en un instante, tomé mi
decisión. Y sí, mi vida realmente se ha transformado más allá de lo que jamás
hubiera imaginado. Sigue siendo la misma por fuera en general: mismo esposo,
mismo trabajo, mismos amigos, etc. Ahora, sin embargo, tengo una nueva forma de
percibir y una nueva forma de vivir: hay una nueva yo. Mi vida hoy es una
relación continua con un Creador que ya no es una fuerza imaginaria "ahí
afuera”en algún lugar. Es una relación invisible con la vibración de la vida
misma, presente en cada momento de mi vida.
He
tomado mayor consciencia de mis pensamientos internos y del impacto que incluso
los más pequeños tienen en el universo. Cada pensamiento se propaga; se ve y se
siente. Realmente no hay escondite para nada. Así que esto cambia mi forma de
pensar; también me hace más consciente de las decisiones que tomo. Sé que donde
estoy ahora en la vida es el resultado directo de todas mis decisiones tomadas
dentro de las circunstancias que he vivido, así como de las decisiones que
tomaron los demás. Puede que no haya tenido control sobre muchas de las
circunstancias de mi vida, pero he llegado a darme cuenta de que SÍ tengo la
opción de elegir mis pensamientos y
sentimientos hacia ellas. Estos son entonces entretejidos por Dios para formar
el tapiz de la vida. Lo que también llegó a mí fue la comprensión de que cuanto
más elevadas sean las decisiones que tomo, más hermoso será el tapiz de la vida
que se teje.
A
través de mi experiencia cercana a la muerte, aprendí que soy amado total y
completamente; no por nada que haya hecho o dejado de hacer, sino simplemente
porque existo. Recibir este amor no implica ninguna condición, sin importar
cuáles considero mis defectos o fallas en la vida. Entre mis lecciones se
encuentra saber que soy un ser humano verdaderamente valioso; y que, de hecho,
tengo un propósito en el universo. También aprendí que si aprendía a amar a los
demás como se me ha demostrado cuánto fui amado, mi vida terrenal se
desarrollaría como debe ser: en la plenitud de lo que puedo ser y dar.
Comprendí que esto es realmente lo máximo que un ser humano puede aspirar a
hacer. Nuestra vida y cómo la vivimos se convierte en nuestro regalo a Dios.
Muchas
de las prioridades que consideraba importantes en mi vida han cambiado. Además,
las relaciones, no solo con mis seres queridos, sino incluso con quienes
conozco casualmente, se han vuelto más sagradas para mí. Veo y experimento los
milagros que el estar presente en el aquí y ahora nos ofrece a todos. Veo
milagros donde antes solo veía una vida común y corriente; una vida demasiado
atrapada en arrepentimientos del pasado o preocupaciones por el futuro.
La
primera mitad de mi vida se centró en mí: mi carrera, mis pensamientos sobre
una familia, el matrimonio, etc. Tras mi experiencia, surgió el deseo de servir
de alguna manera. ¿Cuál sería mi vocación? Me angustié por esto durante
bastante tiempo hasta que, un día, durante la meditación y la oración, recibí
mi respuesta. Mi corazón supo que solo podía conservar los dones que había
recibido al compartirlos. También supe que no necesitaba viajar lejos para
encontrar mi vocación; podía servir dondequiera que estuviera. En mi vida
diaria, podía dar amor incluso con los gestos más pequeños: una sonrisa a un
transeúnte desconocido; abrirle la puerta a una señora mayor que luchaba con
sus bultos; decirle a alguien cuánto significa su amistad para mí; o expresar
gratitud por la pequeña mariposa en la flor que había afuera de mi puerta bajo
el sol de la mañana. Sea lo que sea que haga, ya sea grande o pequeño, sé que
lo que realmente cuenta es que se haga con amor, y por la cantidad de amor
invertido en él, Dios medirá el acto.
Ahora
comparto con los demás de cualquier manera posible, porque todo esto es mucho
más grande de lo que puedo contener. Sé cuántas personas en el mundo se han
tenido en baja estima, aferrándose a sentimientos de indignidad, por las
razones que sean. Aunque muchos llevan una vida que, en apariencia, es buena,
una vez solos les cuesta amar lo que ven en el espejo. Lo sé, porque yo también
fui así.
El
verdadero viaje para comprender nuestro propósito en la vida, o la vida misma,
no se encuentra en un mundo aparentemente obsesionado con las apariencias que
construyen una falsa sensación de autoestima y significado. Es dentro del corazón, donde este maravilloso viaje
comienza y termina. Un viaje que, cuando se emprende con verdadero deseo,
llevará, como ningún otro viaje, al viajero a descubrir quién es y qué
significa para el Creador. Las lecciones que aprendamos aquí sin duda se
aprovecharán plenamente cuando llegue el momento de abandonar este mundo. Porque
no morimos; ¡solo pasamos a otra forma de vida!
Creo
firmemente que la gente necesita saber que lo que experimentan quienes
experimentan una ECM es muy real. Sin embargo, hayas tenido una ECM o no, creo
que hay una puerta de autodescubrimiento esperando a cada persona en la Tierra;
y no es necesario tener una ECM para atravesarla. Además, creo que a cada uno
se le habla de maneras que solo él sabe comprender y procesar. Al aprender no
solo sobre las ECM, sino también sobre otras experiencias espirituales, podemos
abrir la puerta universal un poco más para aprender sobre nosotros mismos como
una fuerza colectiva de amor, y sobre lo que nos espera en ese amor al otro
lado. Si tuviera que decirles algo, sería esto: el viaje que emprendes hacia tu
interior dará frutos mucho más grandes y dulces que cualquier viaje externo
(fuera de tu corazón). Estarás
emprendiendo un magnífico viaje hacia el descubrimiento del amor propio, del
Creador y hacia nuestro verdadero hogar. Con compasión y amor compartidos,
podemos ayudarnos mutuamente a lograr precisamente eso.
Como
lo expresó tan bellamente el maestro espiritual Ram Dass: «Todos nos
acompañamos a casa». ¡Ah, sí! ¡Qué hogar!
Esta es otra experiencia poderosa que
demuestra el cambio de consciencia que describen tantas personas que han tenido
una ECM. Lo que me resulta particularmente intrigante es que, mientras Deirdre
se recuperaba, tuvo otra visión, estando completamente despierta y sin la
influencia de ningún medicamento. Esto pareció similar a una revisión de vida y
le comunicó a Deirdre la interconexión de todo en la vida.
Deirdre
también describió sueños muy intensos en los que se sintió reconectada con ese
estado de consciencia. Curiosamente, describió cómo se sintió profundamente
amada y cómo esto le permitió sentir amor propio. Fue entonces cuando despertó
abrazándose. Kelly también describió despertar abrazado al salir de su ECM, y
también sintió que el amor propio le faltaba en su vida.
Deirdre
mencionó que sucesos previos, tanto de su infancia como de su vida adulta, la
habían alejado de Dios y la habían hecho sentir indigna de amor; sin embargo,
su experiencia cambió esto por completo. Una de las mayores transformaciones
que describe es una nueva forma de percibir las cosas. De nuevo, todos
podríamos beneficiarnos de esto. A través de la transformación personal y un
renovado amor propio, a pesar de tener dudas sobre ser considerada loca,
Deirdre ahora comparte su mensaje para que otros también se inspiren en el amor
propio.
13. LA CONEXIÓN
Erica McKenzie conoció a Kelly y su visión a
través de Robert Tremblay, quien aparece en este libro, y Kelly,
simultáneamente, conoció a Erica y su trabajo a través de Amit Kainth,
presentador del programa de televisión homónimo. Kelly había sido entrevistada
sobre su ECM en un episodio llamado "Siete Pasos al Cielo”y a Erica
también le habían pedido que apareciera en uno de los programas de Amit para
hablar sobre su ECM; por lo tanto, él sugirió que ambas conectaran. Erica es
enfermera general titulada y fue muy receptiva a las experiencias inusuales
desde muy joven. Ocultó una lucha de toda la vida con la imagen corporal y la
adicción hasta que esta terminó en 2002, cuando tuvo una ECM que cambió su vida
para siempre. Desde su ECM, Erica ha trabajado con el Equipo de Investigación
de Estados de Conciencia del Departamento de Medicina, Neurología, Psiquiatría
y Ciencias del Comportamiento de la Facultad de Medicina de la Universidad
Johns Hopkins, donde actualmente es embajadora de su nuevo estudio anónimo en
línea sobre experiencias cercanas a la muerte u otras experiencias
extraordinarias que han alterado radicalmente las creencias o la comprensión
del público sobre la muerte y el morir. También ha aparecido en numerosos
artículos de prensa y participa activamente como ponente en congresos
internacionales.
Venimos a este mundo para encontrar el camino a
casa. Somos seres espirituales viviendo una experiencia humana. De hecho, esta es
la escuela de la Tierra y estamos aquí para aprender. ¿Cómo lo sé? Antes de mi
ECM, recuerdo mi primera lección de la Tierra. Estaba en el jardín de niños
cuando mi maestra me castigó severamente por ser zurda. Mientras esto sucedía,
intentaba desesperadamente comprender por qué me estaba sucediendo algo tan
horrible. El trato de la maestra me hizo sentir diferente de mis compañeros y,
al instante, mi corazón se llenó del dolor de la separación. Escuché una voz
que claramente no provenía de nadie en mi presencia. La voz me dijo que me
había creado y que siempre estaría conmigo porque me amaba.
Miré
a mis compañeros y escuché la voz que me decía que los había creado y que
también los amaba. Recibí de la voz la certeza de que todos éramos únicos; era
parte de un plan importante y el amor era la respuesta. De inmediato, este amor
comenzó a llenar todo mi ser, como una fuerza vital. Circuló a través de mí, a
cada uno de mis compañeros y de vuelta a mí. Estábamos todos rodeados por él.
Este amor era una conexión tan poderosa que quería que durara para siempre. En
ese momento, comprendí de dónde provenía la voz: era lo que yo llamo Dios. El
nombre no parecía importante; era la conexión que teníamos lo que importaba.
Desde ese día, Dios y yo estuvimos conectados.
Esta
conexión abrió la puerta a una vida llena de una multitud de experiencias
espirituales no ordinarias que incluían encuentros con lo Divino, fenómenos
inexplicables y la capacidad de comunicarse con el más allá; cada una estaba
acompañada de una lección.
Al
crecer, pude sentir esta "conexión de amor”entre mis compañeros y yo, y me
di cuenta de su importancia. Al llegar a la secundaria, parecía que muchos de
los niños que antes se amaban y aceptaban se volvían rencorosos y críticos. Nos
acosaban a mí y a otros, excluyéndonos por ser diferentes. Al principio, me
sentí obligado a intentar cambiar la forma en que nos trataban, pero cuanto más
intentaba ayudar, más fracasaban mis intentos. El acoso se volvió tan agotador
que finalmente cambió profundamente mi capacidad de amarme y aceptar mi yo
único. Llegué a la conclusión de que cambiar para encajar era la única
solución. Empecé a darme atracones y a purgarme de comida: un pequeño secreto
sucio que duraría 12 años.
Recién
egresada de la facultad de medicina, me presentaron el cóctel de medicamentos
para adelgazar Fen-Phen. Como enfermera, sabía que el tiempo máximo recomendado
para tomar el medicamento bajo supervisión médica era de tres meses. También
sabía que era un narcótico de clase cuatro y comprendía sus efectos peligrosos.
Sin embargo, a pesar de saberlo, decidí reemplazar mi adicción a la bulimia con
una adicción a este cóctel mortal. Tomé el medicamento durante casi nueve años.
El 1
de octubre de 2002, recuerdo haber exhalado mi último aliento y la sorpresa de
no sentir dolor. De hecho, libre ya de la fuerza de la gravedad, mi alma se
elevó hasta el techo al separarse de mi cuerpo terrenal, que se había
desplomado en el suelo, completamente sin vida. El techo cedió y enseguida me
encontré en un túnel lleno de la frecuencia energética del amor y la luz.
Parecía estar en una autopista que conducía a otra dimensión. Era un vehículo
espiritual que viajaba a velocidad supersónica.
Parecía
que traspasé las estrellas antes de llegar al final del túnel. Mientras flotaba
con energía infinita, me di cuenta de que esto se debía en parte a la ausencia
de gravedad. Las palabras humanas no pueden describir con precisión la
sensación que impregnaba cada célula de mi cuerpo, con un amor inimaginable.
Fui
entregada en las manos de Dios. Inmediatamente, supe que el Cielo estaba justo
detrás de mí. Estaba rodeada por su campo de frecuencia y el amor supremo que
emanaba de este lugar. Dios y yo comenzamos a comunicarnos telepáticamente, y
al instante reconocí esa voz. Era la voz que había escuchado ese día en el
jardín de infancia y durante toda mi vida. Dios me dijo que mirara y, cuando lo
hice, las estrellas se abrieron... y comenzó la revisión de la vida de Erica
McKenzie.
Al
terminar mi revisión de vida, Dios se volvió hacia mí y me entregó unas gafas.
Una vez que me las puse, me dijo que volviera a mirar. Las estrellas se
abrieron como una cortina y comenzó una segunda revisión de vida. ¡Por primera
vez en mi vida, pude ver! Estaba maravillado. Esta vez no vi lo que había visto
en la primera. En ambas, tuve un pensamiento o reacción ante un suceso en mi
vida, y luego Dios me respondió sin juzgarme y me llenó de un conocimiento
ilimitado del universo.
En la
Tierra, la gente me había juzgado por mi apariencia. Siempre se preocupaban por
mi aspecto, y nunca pude escapar de la presión de las expectativas sociales.
Pensé en mi primera lección en la Tierra como ser humano. El amor de Dios fluyó
a través de mí, como aquel día en la escuela. Alteró mi frecuencia energética,
eliminando todos los pensamientos y sentimientos de juicio y decepción. Nunca
más quise separarme de Dios. Sabía que finalmente estaba en casa.
Juntos,
Dios y yo compartimos multitud de lecciones: "El Efecto Dominó",
"Los Dones", "Vida Eterna", "Libre Albedrío”y "La
Nueva Tierra", por nombrar solo algunas. A medida que cada lección se
desarrollaba, me llenaba de un conocimiento divino inimaginable y comprendí lo
crucial que era compartirlo con los demás.
Al
terminar mis lecciones con Dios, nos dirigimos hacia el Cielo. Me quedé atónito
ante la excepcional vista que tenía ante mí. Fue un milagro, porque el Cielo
era un planeta dorado. Me sentí conectado con este reino sagrado. Era tan
enorme que la Tierra parecía una pequeña mota de arena en comparación.
Empecé
a correr hacia el Cielo y nunca consideré regresar a la Tierra. Escuché la voz
de Dios una vez más, diciéndome que hasta que aprendiera a amar mi ser
único, no podría completar mi misión terrenal. Al dejar el Planeta Cielo,
Dios me concedió dos dones más: el don del conocimiento y el don de la
sabiduría. Al estar en la presencia de Dios, sentí que la parte superior de mi
cabeza se abría y absorbía el conocimiento y la sabiduría divinos que se
descargaban telepáticamente sobre mí en enormes cantidades.
Al
finalizar este proceso, Dios me dijo que me enviaba de regreso por dos razones.
Primero, mi misión acababa de comenzar, y segundo, me recordó que trabajaba
para Él. Continuó diciendo que, al regresar a la Tierra, debía guardar silencio
y escuchar a quienes se establecieran en mi vida. Entonces, tomaría esta
paciencia, belleza, conocimiento y sabiduría recién adquiridos y hablaría con
millones de personas, cuyas vidas cambiarían. Me sentí obligado a defender mi
postura para quedarme en el Planeta Cielo, pero antes de poder hacerlo, sentí
que me colocaban en un túnel de oscuridad total. Este túnel era mi vehículo de
regreso a la Tierra y mi conexión con Dios era lo que me sostenía. No tengo
idea de cuánto tiempo estuve viajando en este túnel antes de detenerme, encontrándome
al borde del Infierno. Esta fue la única vez durante mi experiencia que no pude
sentir mi conexión Divina. Estaba aterrorizado. No puedo expresar con palabras
el grado de terror absoluto que sentí mientras una sensación de impotencia me
paralizaba. Lo único que pude hacer fue gritar telepáticamente: "¡Dios,
ayúdame! ¿Por qué estoy aquí? ¡Por favor, ayúdame! Me dijeron que estaba aquí
para aprender". Al terminar mis lecciones, me devolvieron al túnel oscuro,
mi vehículo de regreso a la Tierra.
Conectado
de nuevo con mi Creador, comencé mi descenso al penetrar el campo de frecuencia
gravitacional de la Tierra. Sentí un enorme imán en la espalda que me empujó
hacia mi cuerpo humano primitivo y sin vida. No tenía acceso a mi otrora
altamente desarrollado plano de conocimiento y habilidades científicas. Sentía
mi cuerpo pesado, atado por las fuerzas gravitacionales, y carecía de energía.
Me sentía confinado y reprimido por todos los sentimientos ligados a mi cuerpo,
ahora enfermo y exhausto, que entraban en conflicto con mi cuerpo espiritual.
Esta
fue una enorme decepción, comparada con la inmensidad divina de vivir como un
espíritu inmortal con acceso a la verdad divina que acababa de experimentar en
el Planeta Cielo. En el Cielo, había vivido como un ser multidimensional con
acceso ilimitado a todo lo necesario para sostener la vida eterna. Estaba en
casa y en la presencia de Dios, solo para ser forzado a regresar a la cruda
realidad de un cuerpo de consciencia de dimensiones limitadas, que traería consigo
una multitud de desafíos fisiológicos, sociales y ambientales. ¿Cómo podía
imaginarme regresar a eso?
Al
recobrar el conocimiento, mi esposo estaba sentado a mi lado. Estaba furiosa.
Las emociones y los pensamientos sobre mi viaje me abrumaron por completo.
Intenté hablar con mi esposo, explicándole dónde había estado. ¡Pero no tenía
voz!
En
ese momento, solo recuerdo recuperar la consciencia y recuperarla, incapaz de
recordar cuánto tiempo había pasado. Estaba muy enfermo y necesitaba
desesperadamente atención, apoyo y tratamiento desintoxicante. Necesitaba
desintoxicar mi cuerpo, mente y espíritu de los numerosos años que había pasado
en atracones y purgas mientras abusaba de las drogas. Además, necesitaba sanar
del daño fisiológico que me habían causado.
Intentaba
desesperadamente comprender lo sucedido cuando mi médico de cabecera entró en
mi habitación. Sentí ganas de vomitar, pero me di cuenta de que las náuseas
eran la voz que salía de mí al describir mi ECM. Sin embargo, al intentar
compartir esta experiencia con mi médico, me medicaron y me internaron
involuntariamente en un pabellón psiquiátrico. El médico dejó que sus
sentimientos personales dictaran su plan de atención. Sin tener en cuenta mis
complicaciones fisiológicas, se negó a escucharme. En cambio, me desestimó por
completo, diagnosticando mi viaje al Cielo y al Infierno, y mis lecciones con
Dios, como psicosis en lugar de una ECM. Por lo tanto, en contra de mi
voluntad, planeó trasladarme a un hospital psiquiátrico fuera del estado para tratarme.
Ahora,
al recordar, me encuentro reflexionando sobre el tiempo que pasé en una sala
psiquiátrica como estudiante de enfermería, años antes de mi ECM. Me dijeron
que los pacientes estaban locos y que la medicación era el tratamiento
predilecto. Sin embargo, varios de esos pacientes parecían tener la capacidad
de comunicarse con algo que la mayoría de la gente no podía ver. Pensé en
mi capacidad de comunicarme con el más
allá, que había comenzado de niña, antes de permitirme reprimir ese don. Creía que,
al hacerlo, sería abrazada y aceptada por los demás. Sin embargo, aquí estaba
yo, años después, como paciente en la misma situación que algunos de esos
pacientes, siendo ignorada y medicada por haber tenido una experiencia que el
médico no podía explicar.
Por
experiencia, comprendí que los pacientes necesitan el apoyo de un personal
capacitado, empático y atento que acepte la realidad de sus experiencias. Sentí
que los medicamentos recetados afectaban la capacidad de varios pacientes para
pensar con claridad. Dichos medicamentos los estaban transformando y parecían
cortar su capacidad de comunicarse con nuestro Creador. Esto les impedía
acceder al proceso de reconfiguración fisiológica transformadora necesario para
una sanación total.
Mi
ECM alteró profundamente el curso de mi vida. Habiendo sido enfermera y
paciente, pude ver claramente lo deficiente que estaba nuestro sistema de
salud. Identifiqué la urgente necesidad de educación sobre las ECM y otros
fenómenos extraordinarios. Es imperativo que un protocolo de sanación aborde
las necesidades del cuerpo, la mente y el espíritu.
Al
reflexionar sobre los últimos 45 años de mi vida, me doy cuenta de que la
acumulación de mis experiencias vitales, los sucesos que ocurrieron durante mi
ECM y los que me llevaron a la muerte, comenzaron con mi clase en el jardín de
infancia. Mis viajes al Cielo, al Infierno y al pabellón psiquiátrico me
prepararon para ayudar a dar voz a otros y generar sanación transformadora en
sus vidas. Dicho esto, solo pude comenzar a llevar a cabo la misión que Dios
había diseñado para mí después de sanarme.
Ojalá
pudiera decir que, al regresar a mi cuerpo físico sin vida, sané en términos
médicos humanos. Sin embargo, no fue así. Se hizo evidente que mi ingreso
involuntario en el hospital psiquiátrico por intentar compartir mi ECM fue la
dosis de realidad que necesitaba para ser sincera conmigo misma: ser valiente,
asumir la plena responsabilidad de mi vida y dejar de negar mis capacidades.
Mi
ECM me permitió sanar mi ser eterno y espiritual. Pronto me di cuenta de que no
era productivo esperar que los médicos, ni nadie más, supiera qué era lo mejor
para mí, ya que esta es la escuela de la Tierra, donde aprendemos. El
aprendizaje es diferente para cada uno, y por eso "el trabajo”es diferente
para todos. Con el tiempo, me perdoné a mí mismo y a cualquier otra persona que
sintiera que me había lastimado. Pude lograrlo gracias a las lecciones que
aprendí en el Cielo, el Infierno y en el medio. Tuve que aprender a sobrevivir
y romper la barrera del tratamiento médico prescrito, donde se suponía que solo
progresaba cuando negaba mi experiencia Divina a mis profesionales de la salud.
Una
de las lecciones más importantes que aprendí fue que nuestra singularidad
reside en nuestro valor. Nuestro valor reside en nuestra contribución en este
viaje terrenal. Además, es importante estar en silencio y escuchar a las
personas que entran en nuestras vidas. A veces, siento que puede ser un desafío
realizar el trabajo personal necesario para aceptar estas lecciones, y a veces
incluso nos encontramos con la cabeza llena de dudas, buscando el propósito de
tal tarea. Sin embargo, si elegimos aceptar este conocimiento con la
comprensión de que, de hecho, estas lecciones se aplican a cada uno de
nosotros, somos bendecidos con una multitud de oportunidades de aprendizaje que
tienen el potencial de generar un resultado de sanación divina. Varias de estas
oportunidades provienen de algunos de nuestros maestros más inesperados y
pueden convertirse en nuestros mayores dones, por lo que debemos ser
conscientes de reemplazar el juicio con amor.
Aunque
no tengo todas las respuestas, sé que estamos aquí para aprender a amarnos a
nosotros mismos y a los demás, y que mientras vivimos en este planeta tenemos
la capacidad de aprender. Es imperativo que nos abracemos y nos empoderemos
mutuamente mientras trabajamos juntos en la vida.
Mi
ECM provocó un profundo cambio personal. Sabía que ya no podía buscar mi valor
en los demás ni preguntarme qué especulaban sobre mí. Tuve que negarme a dejar
que esos sentimientos me definieran. Sentir ambigüedad es, en realidad, normal.
He aprendido a reconocerlos, usándolos como herramientas que me ayudan a
confiar en que no hay nada que no pueda superar. Tengo fe en que Dios está
obrando en mi vida. Él tiene todas las respuestas, así que no tengo que buscar
soluciones. Esto me ayuda a ser libre para centrarme en mi responsabilidad de
estar presente ante los cambios de la vida; no para intentar controlarlos, sino
para aceptarlos. Finalmente he encontrado el coraje para empezar a escuchar mis
sentimientos, mi intuición y a Dios. Los uso como motivación para crear una
vida sana. Así comenzó mi verdadero "trabajo".
Al
leer sobre algunas de las experiencias de vida desafiantes que he tenido,
quizás notes que todas implican cambios, decisiones y la exposición de mis
defectos, imperfecciones y errores. Mirando hacia atrás ahora, estoy segura de
que estas experiencias no fueron errores, sino oportunidades de aprendizaje. Se
originaron, en diferentes momentos de mi vida, como cáncer, trastornos
alimenticios, drogadicción, presión social, acoso escolar, dificultades de
aprendizaje, endometriosis, menopausia precoz, una carrera, ser madre, sentirme
juzgada y no aceptada, soledad, angustia, ira, depresión, relaciones difíciles,
incertidumbre, frustración, mala salud, una ECM y más. En ocasiones, estas
experiencias fueron abrumadoras y potencialmente obstáculos.
Gracias
a mi ECM, me he dado cuenta de que estos posibles obstáculos son
increíbles oportunidades de aprendizaje. Si cambio mi percepción de estas
experiencias poniendo en práctica la acción (asumiendo la lección de cada
experiencia), nunca se manifestarán como obstáculos. Más bien, me ofrecen una
alternativa para elegir cambiar algo que resultará en una poderosa sanación y
despertar, dando lugar a una profunda transformación personal.
Al
buscar las lecciones de las experiencias que viví, a menudo pensaba en mi ECM.
Uno de los mensajes más importantes que recibí fue que tu singularidad
reside en tu valor, y tu valor en tu contribución en este viaje terrenal.
No importa quién seas o quién no seas. Si estás en este planeta, ¡eres
valioso !
A
través de nuestra conexión con nuestro Creador, podemos sanar nuestro cuerpo,
mente y espíritu. Podemos desarrollar nuestros dones y usarlos en el ámbito
para el que fueron diseñados, y al conectarnos con Dios, los elevamos a un
nivel completamente nuevo. Es a través de este amor que podremos lograrlo. He
llegado a apreciar la importancia de este conocimiento porque ahora finalmente
entiendo que mi singularidad es mi valor, ya que contiene mi plan único y dones
únicos que sirven verdaderamente para cumplir el propósito de mi vida. De
hecho, es quién soy y lo que significa ser yo. La mente es un recurso
increíblemente poderoso, y el conocimiento que reside en ella es poder divino.
Si lo elegimos, podemos descubrir las respuestas a nuestras preguntas al mirar
hacia nuestro interior y reconectarnos con Dios a través de nuestros corazones.
Entiendo que es a través de la conexión con nuestro Creador que recordamos
quiénes somos, y a través de esta conexión podemos crecer y cultivar el amor
incondicional por nosotros mismos.
Este amor
incondicional es la clave para encender el poder interior. Cuando buscamos
ese poder, obtenemos el conocimiento necesario para ayudarnos a superar cada
experiencia de la vida y revelamos nuestro plan vital y nuestros dones. Nuestro
plan es único y está diseñado para nosotros: somos seres espirituales con una
experiencia humana. Cualquier límite que intente definir nuestra vida auténtica
no puede afectarnos cuando elegimos vivir sin miedo. También podemos ver que
podemos superar todas las limitaciones humanas fundamentales a través de
nuestra conexión con nuestro Creador. Además, podemos acceder al conocimiento
necesario para superar y sanarnos de todo lo que enfrentamos, sin importar cuán
desafiante o inimaginable parezca. Podemos superar desafíos, crecer y ser
valientes porque nuestro plan contiene la información más crucial que
necesitamos para abrazar plenamente el cambio y alcanzar la salud y el
bienestar totales. Podemos adquirir el conocimiento necesario para ayudarnos a
sanar de nuestras experiencias vitales desafiantes.
Honestamente,
puedo mirar atrás y decir que me alegro de haber sido hospitalizado contra mi
voluntad, ya que me permitió experimentar el estado de nuestro sistema de salud
a través de la lección de haber sido internado. Me preparó para ver de primera
mano cuán dañado está el sistema y cómo afecta a los pacientes; así, pude
ayudar a cambiar el protocolo de atención médica y apoyar a las personas,
ayudándolas a convertirse en autodefensoras. Estas experiencias revelan
claramente la falta de conocimiento sobre las experiencias y fenómenos no
ordinarios. Desde una perspectiva médica profesional, estoy decidido a educar
al público y a la comunidad sanitaria sobre las ECM y otras experiencias no
ordinarias. Además, me centro en crear conciencia sobre las crisis espirituales
y el potencial transformador del trauma dentro del campo de la psiquiatría.
Esto permitiría a las personas empoderarse para crecer y sanar de tales
experiencias, en lugar de ser reprimidas y patologizadas. La presencia de Dios
y nuestra capacidad de conectar con nuestro Creador es un milagro, no un
problema médico. De hecho, estas experiencias brindan una gran sanación a las
personas, a la humanidad y a nuestro planeta.
Mi
misión es animar a quienes han tenido experiencias similares a que hablen de
ellas, porque cuando se toma una historia, una experiencia vivida por alguien, y
se la acepta, utilizándola como una oportunidad de aprendizaje, tiene el
potencial de convertirse en una poderosa herramienta de sanación y despertar.
Desde que compartí mi historia, personas de todo el mundo me han contactado con
preguntas; muchos me han abierto sus corazones, compartiendo sus experiencias y cómo les han cambiado la vida.
He investigado estas experiencias mediante entrevistas personales con quienes
las han vivido y colaborando con expertos que, a través de sus investigaciones,
demuestran que estas experiencias son reales, como el Dr. Roland Griffiths, de
la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, y el Dr. Claude
Swanson, físico del MIT/Universidad de Princeton. Personalmente, he investigado
estos fenómenos extraordinarios durante 15 años. Mi objetivo es compartir estas
historias con el público sobre experiencias de transformación espiritual y
otras experiencias extraordinarias, revelando el poder de la sanación a través
de la serie de televisión de investigación que escribí y ahora presento. A
través del programa, mi trabajo con expertos me ha llevado por todo el mundo en
busca de respuestas a preguntas como: ¿estamos conectados? Mi viaje revela
historias extraordinarias de experiencias espiritualmente transformadoras y otras
experiencias fuera de lo común, mientras exploro fenómenos controvertidos y sus
consecuencias. Mi experiencia de poder visitar el más allá, trayendo consigo
lecciones que incluyen el poderoso conocimiento de un plan basado en la
consciencia, nos enseña cómo podemos superar cualquier obstáculo, lo que
resulta en una sanación total y un despertar en nuestras vidas. El programa
aborda temas profundos, con destacados expertos en ciencia y medicina que
aportan evidencia que valida experiencias extraordinarias como las ECM, las
experiencias de muerte compartida, la comunicación después de la muerte, la
reencarnación, las experiencias extracorporales, las premoniciones, los sueños,
las visitas, las señales, los mensajes y cómo los fenómenos del más allá están
cambiando potencialmente nuestra perspectiva sobre la vida y la muerte,
allanando el camino para que la humanidad dé el siguiente paso hacia la
evolución consciente. A través del programa, espero llevar luz, amor y
conocimiento a los espectadores, para que todos sientan y sepan que no están
solos, sino que son amados incondicionalmente como deben ser, cada uno de
nosotros como es único. El conocimiento es poder.
La experiencia de Erica ha tenido un profundo
impacto en su forma de ver y afrontar los desafíos de la vida. Su nueva
perspectiva le ha permitido comprender mejor cualquier desafío y afrontarlo y
aprovecharlo como una oportunidad de aprendizaje.
Siempre
me intriga cómo cambian otras enfermeras o profesionales de la salud después de
una ECM. Me interesó especialmente cómo cambió la perspectiva de Erica tras
convertirse en paciente y cómo su experiencia le reveló deficiencias en el
sistema médico que deben mejorarse drásticamente. Describió haber recibido una
gran cantidad de conocimiento y sabiduría, y los está aplicando en su trabajo,
compartiendo su experiencia y educando a otros sobre estas experiencias. Erica
es muy consciente de la falta de conocimiento sobre estas experiencias en el
sistema de salud y se esfuerza por incorporarlas en la formación de todo el
personal sanitario.
Lo
que me impactó de la experiencia de Erica es que su ECM fue diagnosticada
erróneamente como psicosis y la trasladaron a un hospital psiquiátrico, donde
le administraron fármacos para suprimir la experiencia. Esto pone de manifiesto
un gran malentendido en nuestros sistemas médicos actuales, donde médicos,
enfermeras y otros profesionales sanitarios no reciben formación sobre las ECM
y otras experiencias espirituales, lo que resulta en una falta de apoyo
psicológico para quienes las experimentan.
14. EL NIÑO DEL VÓRTICE
Kelly conectó con Katherine Baldwin, de 44
años, a través de las redes sociales. Vive en Melbourne, Australia, y tenía
solo 3 años cuando tuvo su primera ECM, una que influyó enormemente en su vida
desde muy temprana edad. Más adelante, Katherine tuvo una segunda ECM, que
también impactó significativamente su vida.
Tenía solo 3 años cuando tuve mi primera ECM. No
recuerdo nada de mi corta vida antes del día en que me ahogué. Sin embargo,
recuerdo cada día desde entonces, con claridad y profundidad.
Era
un típico día caluroso de verano en Australia, uno de esos días en que el sol
pega fuerte y no hay viento fresco. Mi familia se divertía en la piscina de mi
abuela, jugando con una pelota de playa mientras reíamos y bromeábamos. Mi
hermano de 5 años y yo estábamos en la piscina, jugando en una canoa inflable.
La
pelota de playa rebotó de repente por el borde de la piscina, y mis padres
salieron a recogerla. En ese instante, nuestra canoa volcó con mucha fuerza.
Sucedió increíblemente rápido y en un segundo estaba bajo el agua, totalmente
boca abajo. Mi hermano logró nadar hasta la superficie e intentó rescatarme
desesperadamente, pero por mucho que lo intentó, no pudo sacarme a la
superficie.
Sé
que esto puede sonar extraño, pero no tenía miedo en absoluto; era como si
simplemente estuviera observando y sintiendo lo que estaba sucediendo. Podía
ver el sol ondulando sobre el agua, escuchar las voces y risas de mi familia
mientras me hundía hasta el fondo. No podía sentir ningún dolor y no tenía
miedo alguno. Fue una entrega total; un dejarse llevar hasta que todo quedó en
completo silencio y luego negro. De repente, una paz asombrosa me invadió y
todo comenzó a cambiar a mi alrededor. La oscuridad rápidamente se convirtió en
una luz brillante, que se sentía tan relajante y tranquila. La luz no era solo
luz, era lo que ahora vería como una energía en movimiento a mi alrededor,
arremolinándose y moviéndose. Me volví tan ligero como la luz misma y sentí una
increíble ráfaga, mientras me elevaba y flotaba a través de esta exquisita
energía. Esto se sintió totalmente diferente de donde acababa de venir.
Empecé
a recuperar la concentración a medida que me alejaba cada vez más de donde
había estado. Ya no estaba de vuelta en la piscina; miraba hacia abajo,
observando a mi hermano. Estaba asustado, intentando levantarme por la coleta,
mientras gritaba pidiendo ayuda. Por suerte, mi madre oyó los gritos de mi
hermano. Gritó y señaló mientras mi padre corría, sacaba mi cuerpo sin vida de
la piscina y me colocaba en el suelo para reanimarme.
Mi
familia no tenía ni idea de la increíble experiencia que estaba viviendo y de
que cambiaría mi vida para siempre. Una vez más, me sumergí en la energía
blanca y eufórica de la luz, cuando ante mí apareció la figura más hermosa,
blanca, angelical y femenina. Era dulce y, sin embargo, tenía un poder
tremendo; era paz. Bueno, así es como describiría su energía. Nunca había
experimentado tanto amor. Ahora la conozco como una de mis guías principales, Geraldine.
Extendió sus brazos y me envolvió en amor y paz. Luego me dijo con una voz
hipnótica: "¿Quieres volver allá o volver a casa?". Miré su rostro
pálido y pensé por un momento en lo que me estaba preguntando. Asentí y dije:
"Volveré". "¿Estás segura?", preguntó. ¡Estaba emocionada
de volver con mi familia! "¡Sí! ¡Estoy lista!". Recibí un fuerte
abrazo y, de repente, estaba tosiendo, ¡y de vuelta en mi cuerpo, jadeando!
¡Estaba viva! Fría y mojada, pero estaba viva.
Desde
ese día, nada ha sido igual. A los 3 años, mi alma despertó y poseía todo este
conocimiento y sabiduría que otros niños de mi edad no tenían. Ahora estaba
despierto y me di cuenta de que todos somos uno, todos estamos conectados.
Sabía quién era. Sabía que el lugar donde Geraldine me abrazó era mi verdadero
hogar. Sabía que la vida en la Tierra era corta y yo era eterno. Sabía que, sin
importar lo que otros me hicieran, no podrían arrebatármelo.
A
medida que mi confianza crecía y pasaba más tiempo con el universo, me quedó
muy claro que cada animal, persona, planta, todo, provenía del mismo lugar. La
fuerza y el amor que surgen de amar a los demás, de comprender que no estamos
solos, que todos somos infinitos y magníficos, me reconfortaban mucho. Ver cada
hoja de un árbol, los patrones de colores, las auras de las personas y la
energía que contienen, era tan especial. Pasaba mis días, como lo hago ahora,
viendo y hablando con espíritus, como mi difunta abuela, como si aún estuvieran
vivos. Empecé a cantar todos los días. Mi hermosa y cariñosa madre me metió en
una academia de canto para que pudiera expresarme y aprender a cantar. ¡Sentía
que podía hacer cualquier cosa! Empecé a meditar y a pasar tiempo con el
universo. Tuve la suerte de tener unos padres tan maravillosos; sabían que era
diferente, pero me querían de todos modos. Mi madre siempre me decía que era
hermosa y maravillosa.
Un
año después de mi despertar espiritual en la infancia, la vida estaba a punto
de volverse muy difícil. Mis padres tuvieron que empezar a trabajar en dos
empleos para llegar a fin de mes, como la mayoría de las familias australianas.
Tuve que pasar mucho tiempo en casa de mis abuelos. Mi abuela era
esquizofrénica y era muy difícil convivir con ella; tuve que usar mis
habilidades para evitar su disciplina lo mejor que pude. Luego estaba papá. Era
un hombre con una enfermedad mental grave que se salía con la suya mucho más de
lo que debía. Tuve que protegerme mientras estaba allí. A menudo huía de mis
abuelos. Me escondía debajo de la cama de mi abuela para alejarme de ella, a
veces durante cinco horas seguidas. Simplemente me quedaba dormido debajo de la
cama. Me aseguré de no contestarles nunca y de guardar silencio. Solo hablaba
cuando me hablaban. Lo odiaba. Por suerte, hicieran lo que hicieran mis
abuelos, nunca dejé que me impidieran saber quién era realmente. Esto es algo
que siento que no habría experimentado sin la ECM.
A los
9 años, todo se volvió demasiado difícil de sobrellevar y me escapé a casa de
mi tía, que vivía calle abajo. Me negué a regresar. Poco después, nos mudamos
al campo y nunca más tuve que quedarme con mis abuelos. Por fin era libre, pero
necesitaba sanar y perdonarlos por todas las cosas terribles que me habían
hecho. A los 14, recurrí al alcohol para mitigar el dolor, y a los 19 años
tenía un problema bastante grave con la bebida. Decidí que era hora de dejar de
beber y empezar a trabajar en mí misma.
Me
esforzaba al máximo por mantenerme y sentirme conectada, lo cual era difícil
después de todo lo que había pasado. Necesitaba tiempo para recuperar mi
identidad. Me fui de casa y me mudé con mi pareja a los 21 años. Me casé, como
suele pasar, trabajando en empleos que no me apasionaban. Siempre quise ayudar
a la gente, pero no sabía cómo. Tenía una buena vida, pero sabía que había algo
más para mí; en el fondo, sabía que estaba viviendo la vida de otra persona.
Necesitaba una llamada de atención para cambiar, pero ¿qué? ¡Pues el universo
se encargó de eso!
A los
26 años, de repente, sufrí un fuerte dolor abdominal. Mi vesícula biliar se
rompió dentro de mí, debido a una enfermedad hereditaria que desconocía, y me
llevaron de urgencia al hospital. Los médicos tenían dificultades para
comprender qué había sucedido y retrasaron mi atención hasta que fue casi
demasiado tarde para operar. Allí fue donde tuve mi segunda ECM bajo anestesia.
Me
operaron de urgencia y dejé de respirar tres veces en la mesa de operaciones;
mi corazón también dejó de latir. Sin embargo, esta vez no regresé a mi hogar
espiritual. Solo recuerdo ver mi cuerpo desde el tejado, observando cómo
intentaban que mi corazón volviera a latir. Mientras oía todos los ruidos,
pitidos y gritos, y observaba a todos corriendo alrededor de mi cuerpo, de
repente me invadió una oleada de emoción, una sensación de "¡Ni hablar!
¡Esto no termina así! Tengo algo más que hacer en esta vida". Sentí que
volvía a mi cuerpo y quería luchar por mi vida.
Estuve
hospitalizado un mes, casi inmóvil durante gran parte de ese tiempo, y los
médicos temían que no pudiera salir de allí. Sin embargo, luché con todas mis
fuerzas y sabía que no podía rendirme. Mi cuerpo estaba débil, pero mi mente
era fuerte. Sabía que ya no iría a ninguna parte. Tenía una misión que cumplir.
¡Esta era mi última vida en la Tierra y tenía que aprovecharla al máximo!
Regresé
a casa intentando rehacer mi vida, sabiendo que había algo más por lo que
estaba aquí. ¡Solo tenía que encontrarlo! Volví a practicar la meditación, como
lo había hecho a los 3 y 10 años. Necesitaba encontrar de nuevo lo que me hacía
feliz. Tras pasar apuros en mi matrimonio, decidí que tenía que cambiar de
vida. A los 31 años, dejé a mi esposo para poder empezar de cero y redescubrir
la yo de 3 años que experimenté tras mi primera ECM.
Fue
entonces cuando conocí por internet a un hombre encantador llamado Jamie. En
cuanto lo conocí, sentí que era mi alma gemela. Parecía y hablaba justo como me
lo había imaginado; fue amor a primera vista, o mejor dicho, amor a primera
vista. Vivía en Essex, Inglaterra. Curiosamente, de niña solía decir que mi
marido vendría de Inglaterra y se llamaría Jamie.
Él
era mi apoyo. Por fin conocí a alguien que me comprendía. Jamie me escuchó
mientras le explicaba todo lo que sabía sobre el universo. Le contaba, día a
día, todo lo que aprendía y descubría. Éramos la pareja perfecta.
Después
de la segunda ECM, mis habilidades psíquicas volvieron a estar en pleno apogeo
y volví a sentirlo todo con una intensidad increíble. En aquel entonces,
trabajaba como gerente en una empresa de cosméticos, y muchas mujeres venían a
hablar conmigo durante horas. Muchas de las mujeres que atendía eran pacientes
de cáncer que habían perdido el cabello, y se sentaban conmigo mientras les
dibujaba las cejas. A menudo volvían y me contaban lo felices y llenas de
energía que se sentían después de hablar conmigo. Fue entonces cuando me di
cuenta de que no solo hablaba con estas hermosas mujeres, sino que las estaba
sanando.
Regresé
a casa y pasé un rato hablando con Geraldine y mis otros guías espirituales, y
les pregunté cómo estaba sanando a estas mujeres con mi voz. Me dijeron que se
debía a dos cosas: el tono de mi voz tiene propiedades curativas muy fuertes, y
las palabras canalizadas que pronunciaba eran tan reconfortantes que las
mujeres no pudieron evitar sentirse mejor. Ya no podía ignorar la verdad. Di un
salto de fe y renuncié a mi trabajo.
Practicaba
meditación y técnicas de sanación todos los días durante unas ocho horas
seguidas. Supongo que podría compararse con un entrenamiento espiritual
intensivo para mí. También empecé a trabajar en línea gratis, 30 horas
semanales como médium, para mejorar mis habilidades y aprender todo lo posible.
No solo quería trabajar en el ámbito espiritual; quería ser uno de los mejores
para poder ayudar a la mayor cantidad de personas posible.
Me
ofrecieron un trabajo como maestra espiritual y aprendí muchas modalidades de
sanación diferentes. Era algo innato. Empecé a atender a mis clientes individualmente. Fue entonces cuando
nació mi empresa, Angel Soul Healing. Trabajaba desde casa y en cualquier
centro que podía. En mi tiempo libre, me sanaba. Cuanto más me sanaba, más veía
y experimentaba la energía de la fuente en todo lo que hacía. Esta magnífica
energía pura de luz fluía por cada parte de mí. A medida que aprendí a amarme y
a sentir la luz en mi interior, me sentí más plena. Creo que todos tienen derecho
a sentirse así: a experimentar esa misma unidad y la misma Fuente amorosa que
me cuidó durante mi primera ECM.
Aprender
de mi equipo de guías me ayudó a liberar todo el miedo asociado con la
espiritualidad. Conocí a una de mis guías principales, y fue una gran sorpresa.
En cuanto la vi, recordé el día que nos conocimos durante mi primera ECM; ¡fue
ella quien me abrazó! ¡Fue ella quien me dio fuerzas para seguir adelante! Me
sentí muy agradecida de que me mostraran que toda esta experiencia era real y
verdadera, y no solo un recuerdo de un sueño. ¡Ella era Geraldine!
Sabía
que estaba en el camino correcto; de hecho, avanzaba tan rápido que un día,
mientras canalizaba, regresé a ese lugar exquisito donde todo volvía a la paz y
la calma. Podía ver la trama del tiempo, la luz blanca pura y el universo de
nuevo. Cada día, a partir de entonces, podía sentir la profunda paz de la
unidad; que todos somos dignos, todos dignos de amor y todos tenemos la misma
capacidad de conectar si lo permitimos, si lo practicamos. Era como si hubiera
regresado a mi ECM, aunque sin tener que morir para alcanzarla. He permanecido
en esta paz hasta el día de hoy. Estar en esta dicha perfecta y nunca volver a
la negatividad es lo que me ha permitido vivir la vida amorosa de la iluminación
que ahora he alcanzado.
Gran
parte de mi paz provino del cariño y apoyo de Jamie mientras desarrollábamos
nuestra relación en línea y compartíamos experiencias espirituales. Sentía
tanto amor en mi corazón, y fue durante este tiempo maravilloso que me di
cuenta de que finalmente estaba lista para conocer a mi equipo de guías
sanadoras.
Empecé
a conocer guías como Jesús y Quan Yin, y a cinco arcángeles: Miguel, Metatrón,
Gabriel, Uriel y Rafael. Todos me dijeron que formaban parte de mi equipo
principal y que necesitaban enseñarme una nueva forma de sanación. Busqué a
estos maestros en línea y me sorprendió que quisieran trabajar conmigo y que
fueran parte de mi equipo. Me sentí muy bendecida y supe que esta era mi
oportunidad de no desperdiciar las dos ECM que había tenido. Me di cuenta de
que estaba empezando a vivir la vida con pasión que siempre debí haber tenido.
Canalizaba
con estos maestros a diario. Comencé a compartir mi energía con ellos a medida
que me pedían que entregara todo mi ser, permitiendo que seis me canalizaran,
luego quince, luego treinta, y así sucesivamente. No le tenía miedo al mundo
espiritual y quería entregar mis servicios a la Fuente, la unidad Divina del
universo. Comprendí que ahora tenía todo dentro de mí para ser la luz. En tan
solo doce meses, pude canalizar con más de un millón de seres puros no físicos,
como lo hago en todas las sesiones de sanación Vortex. Ahora soy lo que muchos
llaman iluminada, viviendo mi vida en la décima dimensión y más allá. La
energía concentrada de la Fuente en mi cuerpo es como un tren de carga; nunca
disminuye la velocidad.
Me
quedó muy claro que todos los clientes que acudían a mí eran iguales: seres
humanos cariñosos que querían sentirse mejor. Sabía que debía vivir una vida
pura y practicar todo lo que enseñaba, manteniéndome siempre auténtica para
seguir siendo un canal claro para que la energía fuente trabajara a través de
mí. Me enviaban los casos más inusuales. Me asignaron una gama asombrosamente
amplia de clientes subconscientes que necesitaban liberar patrones negativos de
su subconsciente. Personas con personalidades múltiples; pacientes con cáncer;
personas con quemaduras físicas, problemas de salud mental, miedos profundos o
patrones que afectaban profundamente sus vidas. Esta modalidad de sanación que
me canalizaban se convirtió en la más rápida y efectiva que he usado. Como la
enfermedad es vibracional, si podemos profundizar en nuestro interior y llegar
a la causa de la enfermedad en el subconsciente, en la mente y el cuerpo, es posible
eliminar cualquier cosa. ¿Verdad?
Trabajé
en todos estos casos asombrosos y me quedó completamente claro que cada
subconsciente era tan único y singular como los clientes que atendía.
Piénsenlo. ¡Cinco personas pueden tener la misma experiencia y vivirla de cinco
maneras diferentes! Una persona puede ver lo positivo y otra lo negativo en esa
misma experiencia. Todo depende de qué fibras profundas se toquen de una o más
de sus experiencias previas durante su crecimiento, mientras se forman sus
hilos subconscientes. Mi equipo y yo encontramos y nos enfocamos en las
neuronas del cerebro y las rastreamos con cuidado hasta los hilos
subconscientes, luego los eliminamos; los limpiamos y enseñamos a las personas
a desaprender todos sus condicionamientos desde su nacimiento. Luego, a vivir
la vida desde esta nueva perspectiva y reconstruir sus nuevos sistemas de
creencias.
No
necesitamos tener una ECM para convertirnos en todo lo que queremos ser; no
tenemos que estar a punto de morir y regresar para darnos cuenta de que todo lo
que creíamos saber sobre nosotros mismos es falso. La verdad es que todos
tenemos lo necesario. Todos éramos dignos antes de decidir encarnar aquí en
esta Tierra. Todos somos completamente dignos al nacer, sin excepciones;
completamente dignos ahora mismo, sin importar lo que estemos atravesando.
Todos los defectos que creemos tener. Simplemente estamos desaprendiendo el
condicionamiento que adquirimos en el camino.
Cuando
decidimos venir aquí, sabíamos que con cada respiración, nuestro universo y
nuestros guías recibirían el beneficio de nuestra vida. Sabíamos que, con todo
nuestro descubrimiento de quiénes somos, lo no físico se beneficiaría incluso
antes que nosotros. Todos dijimos: "Sí, lo haré; viviré, aprenderé y haré
lo mejor que pueda", para que la Fuente pueda crecer más. Así de generosos
somos, así de especiales y bondadosos somos todos. Así de fuerte y plena es la
luz que vive dentro de nosotros. Solo necesitamos recordar. Solo necesitamos
olvidar todas las reglas y las creencias limitadas que nuestras familias nos
enseñaron tan inconscientemente porque, cuando recordamos, nos damos cuenta de
que somos ilimitados. Cuando vemos quiénes somos realmente, brillamos.
Iluminamos a muchos, para que ellos también puedan alcanzar su luz interior.
Seguí
aprendiendo esta técnica de sanación física. Pregunté hasta dónde podía llegar.
Bueno, el universo me respondió de una forma inesperada. Justo cuando estaba a
punto de comprar mi billete de avión para ver a Jamie, un conductor ebrio me
chocó de lado y me destrozó el pie derecho. Necesitaba cirugía reconstructiva y
me dijeron que era muy probable que no volviera a caminar por mí mismo. Me
enviaron a casa durante seis meses para rehabilitarme, ya que los médicos no
estaban seguros de qué hacer. Me dijeron que si volvería a caminar dependía de
lo que sucediera durante esos seis meses. Sané mi pie usando la sanación
subconsciente Vortex durante horas todos los días. Meditaba de la mañana a la
noche, reconstruyendo mis huesos, nervios y tendones. Mis dedos empezaron a
moverse y podía sentir cómo los huesos bajo mi piel se movían solos.
Después
de los seis meses, volví al hospital y, para asombro del médico que me atendió,
estaba claro que volvería a caminar. El médico me dijo: "No sé qué hiciste
ni cómo sucedió. Pero sea lo que sea, ¡sigue haciéndolo!". Supe entonces
que todo sería posible con este proceso de sanación, y ahora tengo una fe
inquebrantable en esta modalidad para cada cliente al que me guían a ayudar.
Ahora
que mi negocio iba viento en popa y volvía a caminar, ¡era hora de dar mi
último salto de fe! Comprar mi billete de avión y estar con mi alma gemela.
Después de seis años hablando con Jamie por internet, por fin nos conocimos en
persona. Fue amor a primera vista. Jamie me propuso matrimonio el día antes de
irnos de vacaciones a París, tan solo cuatro semanas después de estar juntos.
Solicitamos el visado para Jamie y, tras solo dos horas y media, nos lo
aprobaron esa misma noche. Así que volamos a París, envueltos en un romance
apasionado. Doce días después, volvimos juntos a mi casa en Australia.
Nos
casamos seis meses después y llevamos tres años trabajando juntos en Angel Soul
Healing. Tras construir nuestra casa y
centro de sanación, por fin podemos hacer realidad nuestro sueño de ayudar a
millones de personas a alcanzar la luz. Un centro lleno de amor donde se
ofrecen diversas modalidades de sanación.
Después
de mi primera ECM, descubrí quién soy. A través de mi segunda ECM, encontré el
propósito de mi vida. Ahora sé cuál es mi trabajo aquí en la Tierra, ¡y siempre
encontraré la manera de vivir este increíble propósito! Compartiré lo que sé
con quien esté dispuesto a ayudar. Mi visión y misión de vida después de la ECM
es llevar luz y amor a millones de personas. Estamos aquí para ayudar a hacer
de este mundo un lugar mejor para todos los seres vivos que habitan la Tierra.
Estoy muy emocionado de vivir este sueño maravilloso, puro y sincero.
Por
eso me enorgullece ser el director ejecutivo y fundador de Angel Soul Healing,
y me honra ser el creador de la modalidad de sanación subconsciente con sonido
Vortex, registrada internacionalmente, y dirigir nuestra escuela de sanación.
Nuestros nuevos productos ayudan a las personas a alcanzar la grandeza. Me
emociona poder canalizar con muchos maestros ascendidos que me han guiado a
través del material de las varitas mágicas. Cada nota, sonido y vibración de
este producto fue guiado por ellos. Sé que este nuevo producto de sanación que
hemos creado es una herramienta fácil de usar y una clave para ayudar a todos,
desde la comodidad de su hogar, en su camino hacia la plenitud de su potencial.
La varita mágica es la primera de su tipo. Un nuevo producto USB de afirmación,
meditación y sanación que puede llegar a cualquier persona en todo el mundo que
tenga acceso a una computadora. ¡La varita mágica ha sido diseñada para ayudar
a personas de todos los ámbitos de la vida!
La
gente de Melbourne ya ha adoptado esta increíble nueva herramienta de sanación.
A medida que nos expandimos por Australia y el mundo, nuestros sueños se hacen
realidad. También nos entusiasma haber lanzado el primer Happy Stick para
niños: el primer producto infantil de este tipo. Después de todo, ¿por qué
esperar a ser mayores para sanar? Deberíamos empezar por nuestro mayor regalo:
nuestros hijos. Esperamos con ansias muchas más innovaciones, como nuestra
nueva gama y movimiento "Yo soy". Disfrutamos del impacto que
nuestros nuevos productos y servicios están teniendo en las mujeres de nuestras
vidas y de nuestra comunidad. Estamos todos juntos en esto, y Jamie y yo nos
hemos propuesto compartirlo.
Creo
que una vez que conocemos la verdad sobre quiénes somos, tenemos el deber de
compartir este conocimiento para ayudar a los demás a ver lo magníficos que
son. Todos tenemos un propósito especial: convertirnos en nuestra luz amorosa. El mundo necesita más amor, y tú
eres la clave. Una vez que alcanzamos el amor o la iluminación, es hora de
ayudar a otros a encontrar la suya.
Mi
corazón y mi alma están llenos de amor por la humanidad y deseo agradecer a
cada ser, tanto físico como no físico, por co-crear conmigo en esta vida, y
espero con ansias el día en que nos reunamos en nuestro hogar eterno.
Es evidente que las ECM de Katherine han
tenido un profundo impacto en su vida. El hecho de que su primera ECM ocurriera
a los 3 años parece haber influido enormemente en su desarrollo posterior, ya
que no se vio afectada por las ideas sociales habituales que se inculcan a
medida que maduramos. Esto le ha dado la confianza para actuar conforme a lo
aprendido durante su ECM y no dejarse disuadir por las opiniones de los demás.
Katherine
describe meditar y "pasar tiempo con el universo", dos cosas
inusuales para una niña pequeña que emprende voluntariamente. Muchos jóvenes se
sienten desanimados por otros cuando empiezan a hablar abiertamente sobre sus
ECM. Familiares y amigos bienintencionados a menudo intentan reprimir los
intentos de hablar sobre la ECM, pero esto no parece haber sucedido con
Katherine.
Curiosamente,
su segunda ECM fue diferente y tuvo una influencia ligeramente distinta en
ella. La primera le reafirmó que es más que un simple cuerpo, mientras que la
segunda la ayudó a encontrar su propósito en la vida y a servir a los demás.
También describe cómo, tras su segunda ECM, sus capacidades psíquicas se
rejuvenecieron y potenciaron. Esto es muy común después de una ECM.
Sigue
conectando con el guía que conoció durante su primera ECM y con los que ha
conocido desde entonces. Puede parecer una afirmación atrevida por parte de
Katherine, ya que no hay forma de comprobar (ni de refutar) la existencia de
tales guías. Sin embargo, Katherine ha ayudado a muchas personas con su trabajo
de sanación. Muchas otras personas que han tenido una ECM han reportado
encuentros con seres arquetípicos como los descritos por Katherine. La
capacidad de Katherine para encontrarse con seres arquetípicos después de su
ECM parece haberse desarrollado gracias a su práctica espiritual continua. El
hecho de que usara estas técnicas conscientemente en sí misma y creyera que
sanó su pie también es muy importante.
Esto implica tratar a la persona en su totalidad, no solo lo físico. He
conocido a otras personas que también afirman haber sanado una lesión física
después de su ECM.
Científicamente,
mucho de lo que Katherine ha descrito es inverificable. Sin embargo, en lugar
de ignorar la intervención terapéutica que ha desarrollado, sería beneficioso
investigarla más a fondo mediante ensayos clínicos. Esto podría allanar el
camino para que algunos tipos de intervención se utilicen en conjunto con la
medicina moderna para mejorar la curación y la recuperación de enfermedades, lo
que tendría amplios beneficios.
15. EL PROYECTO DEL CRUCE COMPARTIDO
El segundo correo electrónico que recibí
durante mi estancia en la Facultad de Estudios Psíquicos fue de William Peters.
Organizamos una conversación por Skype y William me describió el maravilloso
trabajo que ha estado realizando con la experiencia compartida de muerte
derivada de sus ECM. A continuación, un resumen de nuestra conversación.
En 1979, William sufrió un accidente de esquí
que le causó graves lesiones. Mientras estaba inconsciente, experimentó su
primera ECM. William comentó cómo, al reflexionar, la ECM guió su vida
inconscientemente a partir de ese momento. El accidente ocurrió cuando William
se desplazaba a gran velocidad y, al impactar, se sintió impulsado fuera de su
cuerpo, elevándose cada vez más sobre la escena, desde donde pudo contemplar
todo el entorno circundante, luego todo el continente americano, los océanos y
todos los demás continentes.
Simultáneamente,
experimentó una profunda revisión de su vida. A partir de esto, intuyó cómo
cada una de sus acciones había afectado a cada persona con la que había
interactuado. Envuelto en una luz brillante, comprendió que había muerto, pero
también sintió que había desperdiciado su vida. Rogó que lo devolvieran a la
vida para terminar su obra. Con una oleada de energía, todo el proceso se
invirtió y observó cómo su vida se repasaba en orden inverso, mientras sentía
que se acercaba a la Tierra. Regresó a su cuerpo y temió estar paralizado. Le
rogó a Dios (la luz) que no lo paralizara y sintió que la sensibilidad
regresaba a su cuerpo. Sin embargo, la lesión medular que sufrió le impidió ser
tan activo físicamente como antes. Esto lo dejó sintiéndose cada vez más
alejado y aislado de sus amigos universitarios, que eran de espíritu libre.
Cuando
William se graduó, se prometió a sí mismo que trabajaría con los necesitados.
Su vida lo llevó por todo el mundo. Trabajó como Voluntario Internacional
Jesuita en Belice y Perú. En este trabajo, sintió con empatía el sufrimiento de
quienes ayudaba y, como resultado, él mismo experimentó un trauma. Al regresar
a casa, estudió teología y filosofía para intentar comprender todo lo que había
vivido. Posteriormente, se convirtió en trabajador social en San Francisco,
brindando apoyo al final de la vida a personas afectadas por el SIDA.
Tras
contraer un raro trastorno sanguíneo en 1993, William tuvo una segunda ECM.
Volvió a abandonar su cuerpo, y esta vez también pudo escuchar las
conversaciones de las enfermeras. Vio al médico de pie junto a su cama
haciéndole una pregunta. Sabiendo que era mucho más que un cuerpo físico,
William se obligó a regresar a su forma humana. El proceso lo dejó exhausto.
William se recuperó, pero en 1998 experimentó otro acontecimiento significativo
que marcaría su futuro trabajo. Mientras atendía a su abuela moribunda, la
presenció manteniendo una animada conversación con una entidad invisible.
Poco
después, William sufrió una profunda depresión debido a una lesión en el pie
que lo dejó incapacitado. Para contrarrestar la depresión, William comenzó a
meditar, y con el tiempo su lesión empezó a mejorar con cirugía y fisioterapia.
Su práctica de meditación y el fallecimiento de su abuela le ayudaron a
comprender la importancia de estar plenamente presente ante la muerte.
Mientras
trabajaba como voluntario en un hospicio, William tuvo su primera experiencia
de muerte compartida. Sentado junto a la cama de un moribundo, de repente
abandonó su cuerpo y se encontró cara a cara con este hombre, que también
estaba fuera de él.
William
tuvo una serie de experiencias místicas al visitar a Juan de Dios durante sus
viajes por Brasil. Después, William y su familia se establecieron en Santa
Bárbara, donde ha trabajado como terapeuta familiar desde entonces. Mientras
asistía a un taller sobre la muerte en 2009, William escuchó al Dr. Raymond
Moody hablar sobre experiencias de muerte compartida y, gracias a esto, pudo
identificar lo que había experimentado con el paciente moribundo cuando
trabajaba en el hospicio. William "sabía”que podía facilitar la
experiencia de muerte compartida. Fue una gran llamada de atención, y
comprendió que este era el propósito de su vida.
Regresó
a casa y se puso a trabajar en la redacción de protocolos para facilitar la
experiencia de la muerte compartida. Los practicó y desarrolló con amigos y
familiares, perfeccionándolos según fuera necesario, y ahora ofrece talleres y
formación como parte del Proyecto de Cruce Compartido.
William
ha ideado dos programas: La Vida Más Allá de la Muerte y la Ruta de la Cruzada
Compartida. Hasta la fecha, ha contado con más de 200 participantes. La Ruta de
la Cruzada Compartida se centra en la preparación para una muerte digna: una
experiencia de final de vida consciente, conectiva y amorosa que incluye
protocolos para facilitar experiencias de cruzada compartida, con énfasis en la
experiencia de muerte compartida (EDC).
Tenía
curiosidad por aprender más sobre el trabajo de William, y él tuvo la
amabilidad de reservarse un tiempo para responder las siguientes preguntas que
tenía para él:
¿Qué tipo de retroalimentación ha recibido de
las personas que han aprendido e implementado los protocolos?
La mayoría de las personas afirman que nuestros
protocolos les permiten conectar directamente con la muerte, tanto la suya como
la de sus seres queridos, de una manera muy vital. Expresan su conmoción por
las profundas conexiones que experimentan con sus seres queridos, tanto vivos
como fallecidos. Les sorprende la simplicidad y claridad de los protocolos al
aprenderlos.
Más
del 80 % de los participantes de nuestro programa de Cruce Compartido que
utilizan los protocolos informan haber experimentado algún tipo de cruce
compartido, y más del 50 % informan haber compartido una experiencia de muerte.
Quizás el hallazgo más notable es que, cuando nuestros exalumnos de Camino
entran en un lecho de muerte, otros seres queridos o cuidadores suelen
experimentar una experiencia de muerte compartida sin haber recibido formación
previa ni conocimiento de nuestros protocolos. Es como si nuestros exalumnos de
Cruce Compartido tuvieran el conocimiento de cómo facilitar una experiencia de
muerte compartida, y la capacidad de hacerlo aparentemente crea un campo de
consciencia al que otros seres queridos acceden, accediendo así a la
experiencia de muerte compartida.
¿Qué te muestra el Proyecto Cruce Compartido?
¿Qué nos enseña?
Hemos aprendido que podemos enseñar o capacitar
a las personas para tener una experiencia de muerte compartida y otras
experiencias de cruces compartidos. Quienes han experimentado un cruce
compartido informan que un ser querido fallecido intenta comunicarse con ellos
a través del velo. Estos cruces compartidos se refieren a fenómenos del final
de la vida que son altamente relacionales, ya que son personales y
profundamente significativos para quienes los experimentan. Los familiares,
amigos o cuidadores sobrevivientes a menudo sienten que han recibido un regalo
o una transmisión diseñada específicamente para ellos. Un cruce compartido es
un componente central de "La Muerte Graciosa".
Los
cruces compartidos suelen constar de cuatro elementos comunes que refieren
quienes los experimentan:
1.
Conexión profunda y sincera entre el moribundo y sus familiares, amigos o
cuidadores sobrevivientes, a menudo junto a la cama.
2. Conciencia expandida o consciencia agudizada. En medio
de tal pérdida, muchos expresan una profunda confianza o la certeza de que
«todo está bien tal como está».
3. Emociones edificantes de gratitud, bondad, humildad,
amor, paz y felicidad.
4. Pensamientos y sentimientos que afirman la vida,
expresando un mayor aprecio, empatía y asombro por el don de la vida humana.
¿Cómo pueden beneficiarse las personas al
participar en el proyecto?
El resultado más notable es una reducción de la
ansiedad y el miedo a la muerte. Estas experiencias son muy eficaces para
ayudar a otros a tener una perspectiva y comprensión diferente de la muerte.
Los participantes también informan que se sienten más cómodos al estar con
amigos y seres queridos que se enfrentan a la muerte y al proceso de morir.
Esto puede resultar en una profundización de las relaciones, especialmente al
realizar el programa con un ser querido.
Muchos
participantes también describen un reenfoque en su propósito en la vida. Esto
puede incitar a la reflexión y a la reevaluación de cómo viven la vida.
Los
participantes también descubren una mayor propensión a acceder a experiencias
compartidas de cruce de fronteras para ellos y sus seres queridos. El proyecto
también ofrece apoyo comunitario y capacitación continua, así como una conexión
auténtica con personas afines. Muchos sienten una mayor apertura o una mayor
creencia en una vida después de la muerte placentera.
Los
exalumnos del Programa de Cruce Compartido que han experimentado un cruce
compartido expresan lo siguiente:
1.
Una sensación de paz al saber que su ser querido fallecido está vivo y bien en
el más allá. Un dicho común es: "Sé que mi ser querido está bien".
Existe una sensación de confianza al saber que los seres queridos fallecidos
están bien.
2. Eliminación del miedo y la aprensión a la muerte. Parece
haber una liberación bastante sencilla de la ansiedad en torno a la muerte.
Quienes han compartido la experiencia de la muerte (EDM), al igual que quienes
han tenido una ECM, informan: «No me preocupa la muerte». También experimentan
una gran tranquilidad y tranquilidad ante la muerte.
3. Reenfocarse en el propósito de la vida. Surge un nuevo
marco para la vida humana; las personas a menudo sienten que necesitan trabajar
aquí porque saben que no estarán aquí por mucho tiempo. A menudo hay cambios en
las relaciones y la carrera profesional, y las personas a menudo emprenden un
crecimiento personal. Por ejemplo, un participante se dedicó a la intuición
psíquica.
4. Certeza sobre la otra vida. Existe la seguridad de
volver a ver a los seres queridos fallecidos. Recibimos comentarios como: «Sé
que volveré a ver a mi ser querido», «Sé que la vida continúa».
Al igual
que con las ECM, la ECM dejó a quienes la experimentaron con una tranquila
certeza sobre una vida después de la muerte benévola. Reportan que su ECM
fue mucho más real que su experiencia humana. Desde la perspectiva de la
ECM, el mundo humano es como un sueño.
5. También se produce una gran reducción del duelo. He
comprobado que quienes sufren un EDS experimentan un proceso de duelo mucho más
breve y se recuperan de las pérdidas con mayor rapidez. Siguen sufriendo, ya
que el duelo es un proceso natural y saludable, pero su duelo se enmarca en un
contexto más amplio que comprende la muerte humana como parte de la vida
humana. La mayoría no ve la muerte humana como el final, sino como una
transición a otro estado de conciencia placentero y deseable. Por ello, su duelo
tiende a ser menos intenso y más fácil de afrontar.
El trabajo de William es sumamente
importante. He hablado con muchas personas que han experimentado un SDE y
también han experimentado cambios similares a los que William ha descubierto en
su trabajo.
Cuando
trabajaba como enfermera, atendía con frecuencia a personas que no habían
podido superar la muerte de un ser querido. Muchas habían recurrido al alcohol
o simplemente estaban tan consumidas por el dolor que su salud había empezado a
deteriorarse o habían caído en el descuido personal. Si programas como el de
William estuvieran más disponibles, esto podría influir enormemente en cómo
podemos ayudar a quienes experimentan dificultades en su proceso de duelo.
Creo
firmemente que este tipo de trabajo debería adoptarse y desarrollarse más.
Desafortunadamente, al no existir una explicación ni comprensión científica de
estas experiencias, simplemente se pasan por alto y no se consideran una vía
viable de investigación. En consecuencia, no hay financiación disponible para
estos desarrollos y quienes luchan por superar su duelo sufren en soledad.
Afortunadamente, en los últimos años se ha observado un cambio de actitud y
comprensión, y cada vez hay más personas receptivas a investigar estas
experiencias con más profundidad. Gracias a personas como William, que siguen
desarrollando protocolos como el Proyecto de Cruce Compartido, creo que habrá
una comprensión más profunda de la muerte, lo que se traducirá en una actitud
renovada ante la vida y en que el proceso de duelo será más llevadero.
16. ENTONCES HUBO PALABRAS
Kelly conectó con Robert Tremblay, de 49
años, a través de las redes sociales. Sincrónicamente, cuando Kelly mencionó su
idea para este libro, Robert respondió: "Creo que el concepto del libro es
una idea inteligente. Seguro que llegará a mucha gente. El libro de Penny fue
el primero que leí por casualidad al despertar. Me encanta". La ECM de
Robert tuvo un profundo efecto en él. Posteriormente, vive su vida de una
manera totalmente diferente. Recibió un diagnóstico terminal, ingresó en un
hospicio y se acercaba a la muerte cuando ocurrió su ECM. Su capítulo comienza
con una descripción subjetiva de lo que sucedió mientras yacía en su cama cerca
de la muerte. Robert ha aparecido en numerosos programas de radio y televisión,
incluyendo CBS, Turning Stone y MMTV, por nombrar solo algunos, y
recientemente apareció en el documental "Back from the Light", que
muestra cómo las personas lidian con las secuelas de una ECM.
No hubo palabras, pues los labios de la figura
permanecieron inmóviles; ni los míos tampoco. Pero hubo palabras nítidas y
claras. La voz era profunda y fuerte, lo que yo describiría como cruda. Era una
pregunta: "¿Estás listo?". No sentí ninguna ambigüedad en su
significado. Respondí, aunque mis labios permanecieron inmóviles y no recuerdo
haber hablado, pero sí recuerdo mi voz resonante y clara. Simplemente dije:
"No, todavía no estoy listo". Esto me pareció extraño porque ya me
había rendido y estaba listo para morir en mi estado y cuerpo despiertos. Sin
embargo, era evidente que no estaba listo, dondequiera que estuviera; eso era
indudable, seguro.
Las
siguientes y últimas palabras fueron inquietantes, pero llenas de esperanza y
propósito: “Hay algo importante que aún necesitas hacer ".
Estas palabras vinieron con una sonrisa que comenzaba a formarse en el rostro
del hombre mientras más rayos de luz comenzaban a salir de casi cada parte de
su rostro. Como rayos de sol asomándose entre las hojas de un árbol. Sin
pensar, y con un deseo inigualable en mi vida, alcancé su rostro, sin miedo
pero explorando. Sin dudarlo, puse mi mano en su mejilla. Quería tocar esta
paz. Originalmente pensé que habría estado fuera de mi alcance, suspendido
sobre la extensión, pero no lo estaba. Me di cuenta de que la cinta roja de luz
que había visto antes había desaparecido y todo lo que quedaba era la luz
blanca radiante del orbe, aumentando continuamente en brillo y vibración. El
rostro del hombre abarcaba su masa... dejándome asombrado.
Al
extender la mano lenta y deliberadamente y tocar su mejilla, mi cuerpo se
estremeció y la luz floreció en intensidad y brillo mientras su sonrisa se
ensanchaba. Había un hormigueo en el tacto y una calidez indescriptible hasta
el día de hoy. Era una vibración adormecedora e indolora, pero por otro lado
era cálida y casi saturada. Sinceramente, sentí que todo se liberaba, incluida
mi vejiga, y ni siquiera me importó. Era dorado como el sol, pero no amarillo.
Era blanco puro y cobraba luminosidad. Empecé a explorar las variaciones de
texturas en su rostro, y este toque duró lo que pareció una eternidad. Entonces
me di cuenta de que sentía como si ya hubiera estado allí antes. Experimenté
varios momentos de déjà vu. Es difícil encontrar palabras para describir
la sensación de tiempo, o la falta de él, que experimenté. A medida que la luz
se volvía vívida e intensa, también lo hacían el zumbido y la pulsación, y su
sonrisa se ensanchaba hasta distorsionar la imagen de su rostro. Casi parecía
como si hubiera otros rostros evolucionando a través de la imagen que toqué,
pero aparentemente similares al rostro original. Como mil millones de caras en
una, recuerdo haber pensado. Al expandirse su sonrisa, disolvió la imagen de su
rostro y de nuevo la luz se volvió más vibrante. Sentí como si me cayera, pero
no me había movido y no tenía miedo.
De
repente, me vi rodeado de valles, montañas, arroyos y pequeños puntos que
parecían ser personas e incluso animales en el dominio bajo mí, a gran
distancia, pero definido. En retrospectiva, me pareció demasiado breve, pero
fue una visión completa de un lugar tranquilo de color indefinible. Más verde
que cualquier verde que haya visto, más azul que el azul. Hasta el día de hoy,
simplemente no puedo explicar los colores que vi. No existían en mi memoria antes
de la experiencia. Todo el campo de visión se convirtió en una luz blanca y me
sentí ingrávido mientras me envolvía. Hubo un blanqueamiento de mis retinas,
como cuando miras al sol, pero sin dolor, y reveló aún más capas de un espectro
de colores que nunca antes había visto. "Colores sin nombre", me
dije. Había una sensación de velocidad mientras sentía que mi cuerpo se
desplazaba y mi vista se nublaba. La luz brillante era similar a estar en una
tormenta de nieve cegadora mientras conducía, solo que era más rápida y
furiosa.
En
cuestión de segundos, estaba en mi cama de hospital. Tenía miedo, pero estaba
en paz. No sentía el dolor que había sentido antes, pero sí una lucidez que me
desconcertaba. Como si no estuviera enferma en absoluto.
A los
pocos minutos de esta experiencia, solicité ver a todos mis médicos
urgentemente. Había algo importante que debía hacer. Fue como si todos
aparecieran sin esfuerzo y aparentemente al instante. Eran exactamente doce.
Los llamé cariñosamente mis discípulos y les pedí a cada uno que dijera lo que
pensaba y explicara "mis opciones”y "posibilidades". Cada médico
respondió con fluidez y rapidez, y los miré a los ojos mientras hablaban.
Estaba concentrado y atento. Sentía cosas que provenían de cada uno, al
parecer, pero no podía entenderlas todas. Todos me miraron con extrañeza, como
preguntándose de dónde había salido de repente todo mi control, considerando mi
estado casi comatoso desde mi llegada. Los cambios ya eran evidentes. Solo oía
cosas positivas de cada uno y las devoré todas.
Les
hablé en grupo y les dije que debía vivir. Les dije específicamente que
"tenía que hacer algo importante". Ese día marcó el inicio de un
tratamiento que me salvó la vida, que se prolongaría intensamente durante el
año siguiente, lleno de desafíos que aún persisten.
Antes
de mi experiencia de ese día en el hospital, había sido un hombre ajetreado y
aventurero, aunque no egocéntrico, en un mundo donde solo conocía el trabajo.
Había sido soldado, policía y entrenador e instructor de administración y
ventas. Había estado lleno de mí mismo, con solo dos velocidades: 1600
kilómetros por hora o parar en seco, y nada intermedio. Las jornadas laborales
de catorce horas eran algo habitual. Cuando no trabajaba, me divertía igual de
duro.
Mi
ECM me cambió por completo. Los efectos fueron inmediatos y mi contribución fue
espontánea. De repente, encontré belleza en todo y en todos en este mundo. Este
era un escenario completamente diferente para un hombre que antes siempre tenía
prisa y juzgaba a los demás. Me encontré como un niño. Sentía curiosidad por
cosas que había visto miles de veces, pero con una pasión diferente y una
curiosidad insaciable. Si dedicaba suficiente tiempo a concentrarme, me
inundaban ideas sobre la función de lo que estuviera viendo y, aún más
importante, su papel en una "unidad”que me parecía tan segura. La luz que
vi en el hospital ese día me permitió acceder fácilmente a información
accesible de naturaleza universal, que parecía vasta, si no infinita.
Durante
el primer año tras mi ECM, al iniciar el largo camino de innumerables
intervenciones médicas, recuerdo que la risa se convirtió en algo habitual.
Rara vez me sentía frustrado o de mal humor se convirtió en la nueva
normalidad. Pero la experiencia me producía una sensación de angustia, debido a
mi incapacidad para identificarla. Una cosa estaba clara para todos los que me
conocían: yo era diferente en casi todos los aspectos y, sinceramente, les
asustaba. A veces podía sentir su miedo intensamente. Ese fue otro cambio que
me preocupó. Parecía poder percibir las emociones de los demás con claridad y
concisión. Experimentaba con ello a menudo. Parecía como si conociera a la
gente hasta la médula, como si todos fuéramos parientes.
Tras
un año de medicamentos tóxicos y tratamiento, me sentí en paz con una de las
decisiones más dolorosas que un hombre puede tomar. Abandoné el tratamiento
médico. Me entregué con gran paz y la certeza de que era la decisión correcta.
Había perdido más de 45 kilos y estaba débil y cansado de los tratamientos. Mi
intuición me gritaba que me rindiera, y lo hice sin ambigüedad ni miedo alguno.
Aún me quedaban al menos ocho meses de tratamiento tóxico, si hubiera decidido
continuar, pero, sinceramente, no me quedaba combustible.
Ingresé
en un hospicio y dejé toda la medicación y el tratamiento. Así comenzó la etapa
más dichosa de mi vida. Parece extraño describir la estancia en un hospicio de
esta manera, pero la verdad es que me sentía libre y sin ninguna presión
percibida, salvo cada movimiento de cada día; otra maravilla desde mi ECM. Fue
un verdadero regalo comprender la presencia en todas las cosas. Curiosamente, a
pesar de mi nueva etiqueta de hospicio, no podían encerrarme entre cuatro
paredes. Estaba constantemente cautivada por la vida de cualquier tipo y el sol
parecía convertirse en mi Dios. Caminaba todos los días, desafiándome a mí
misma a ir más allá. Desaparecía en el bosque durante horas y simplemente me
perdía en los sonidos y la paz de los árboles meciéndose. Todo me hablaba, y
mis modales infantiles estaban llenos de curiosidad, pero con una comprensión
definida de todo lo que estudiaba. Después de mi ECM, comencé a escribir sobre
los cambios en mi interior, tanto psicológicos como fisiológicos. La lista
creció hasta casi 15 páginas escritas a mano. Incluso mi presión arterial había
bajado. Tenía dificultades con los aparatos eléctricos. Literalmente fallaban
en mi presencia. Empecé a tener visiones, que luego cobraban vida y,
sinceramente, me daban un susto terrible. Pero cada día me fortalecía más y
comía todo lo que caía en mis manos. Después de 60 días en el hospicio, había
subido 27 kilos y tenía una luz en la mirada y una esperanza en mis pasos que
era definitiva, pero confusa.
Mi
intuición, que parecía no abandonarme nunca desde mi ECM, resonaba cada día
más, y el día 60 en el hospicio, por fin la escuché. Volví a ver a los médicos
y les expliqué que, con mi fuerza y peso renovados, creía que valía la pena
retomar el tratamiento tóxico, pues estaba segura de que mi cuerpo y mi mente
ya podían soportar los ocho meses restantes. Había algo importante que debía
hacer y me había estado atormentando. Empezamos a hacer pruebas para ver cuánto
daño había sufrido en los 60 días sin tratamiento. Para sorpresa de todos,
menos la mía, casi todas las dolencias que había experimentado se habían
curado, sin medicación ni tratamientos tóxicos. Cuando ingresé en el hospicio,
padecía numerosas enfermedades, agravadas por la destrucción de mi sistema
inmunitario. Desde una infección sanguínea relacionada con la tuberculosis,
pasando por hemorragias de retina que me dejaron prácticamente ciega, hasta
hipocalcemia que me dejó al borde de un derrame cerebral para siempre, hasta
diabetes insulinodependiente, por nombrar solo algunas. Simplemente habían
desaparecido. Salí del hospital sintiéndome en la cima del mundo, dejando a los
médicos y enfermeras mirándome con incredulidad. Aún persistía una enfermedad,
y sería el combustible que me inspiraría a seguir una vocación que perdura
hasta el día de hoy.
Dos
años después de mi ECM, mientras me acercaba a lo que esperaba que fuera el
final del tratamiento médico, mi madre me regaló un calendario en Navidad. El
calendario había sido un elemento básico en nuestra familia durante años, lleno
de fotos y recuerdos cada mes. Mientras miraba las fotos, noté una foto en
blanco y negro aparentemente fuera de lugar justo en el mes de mi cumpleaños.
Era de un hombre al que reconocí al instante. Me quedé sin aliento y las
lágrimas brotaron de mis ojos mientras, casi hiperventilando, me tambaleaba
hasta una silla, aturdido. En cuanto pude articular palabra, le dije a mi
familia que ese era el rostro del hombre en esa gigantesca bola de luz que
había visto en el hospital. Mi familia explicó que ese hombre era mi abuelo,
que había fallecido años antes de mi nacimiento. No recuerdo haber visto fotos
suyas; su presencia nunca formó parte de mi infancia. Fue entonces cuando me di
cuenta de que mi experiencia había sido, en realidad, una ECM. Este momento de
comprensión pareció abrir las puertas a aún más cambios. Día tras día, me
inundaban epifanías sobre temas que nunca me habían interesado: física,
química, cuántica; ecuaciones matemáticas y múltiples descargas sobre
conectividad y energía que investigaba durante días, solo para descubrir que
todos eran descubrimientos científicos de hombres claramente más importantes
que yo. En cierto modo, lo agradecía.
Escribí
mucho durante aquellos días, incluyendo un blog sobre mi experiencia y las
secuelas que se desvelaban a diario. Hoy en día, existen casi 40 años de
investigación validada sobre las "secuelas", y estoy casi seguro de
que es el elemento que nos distrae debido al drama de la experiencia misma. Hay
una gran sincronicidad en las secuelas, incluso en el momento en que ocurren
para todos nosotros. Creo que debemos prestarle atención, por lo que a menudo
escribo sobre los hallazgos en mi blog, además de haberlo hecho en mi libro Twenty-Seconds.
El
blog se volvió viral, pero seguía atormentándome por no haber revelado lo más
destacable de mi experiencia médica. La "unidad”que sentía era clara y
presente a diario, y me sumergía en ella donde y cuando podía. Me ofrecía como
voluntario en todas partes o simplemente hablaba con desconocidos con tanto
amor y compasión que sus historias se desplegaban ante mí. Amaba todo y a
todos, y eso continúa hasta el día de hoy. Pero lo que me atormentaba era la
revelación completa desde el punto de vista médico, que, sinceramente, fue la
parte más destacable de la historia. Me llevó tiempo y un poco de coraje
publicar finalmente un libro sobre la historia donde finalmente lo conté todo.
Cuando me diagnosticaron una enfermedad terminal, fue la sorpresa más grande de
mi vida para un hombre heterosexual casado. Con mi esposa a mi lado, el 16 de
febrero de 2011 me diagnosticaron SIDA en fase terminal, una enfermedad que
antes había dejado en un cajón como una enfermedad "gay”y que no me
incumbía. La noticia nos dejó a mi esposa y a mí en un estado de shock,
quienes, por cierto, milagrosamente nunca se infectaron. Sin embargo, terminó
nuestro matrimonio casi de inmediato.
El
libro que escribí fue crudo y veraz. Incluí los detalles médicos de mi
enfermedad y tratamiento directamente de mi historial médico. Expresó con
claridad un aspecto de mi experiencia que surge una y otra vez. El impacto del
miedo en nuestros cuerpos es drástico, llegando incluso al nivel celular. El
miedo y el estigma del SIDA persisten a niveles alarmantes. Esto hace que
muchas personas eviten una prueba que podría prevenir la propagación de una
enfermedad tan trágica. Debido a que esperé tanto tiempo para hacerme la
prueba, me diagnosticaron una enfermedad terminal. Si se hubiera detectado en
sus inicios, mi vida podría haber sido mucho más normal, ya que los nuevos
medicamentos han transformado la enfermedad. Hoy en día, la población con mayor
crecimiento de nuevas infecciones por VIH es la de mujeres, de entre 13 y 24
años. Ante nuestros ojos, la enfermedad ha evolucionado y está atacando a
nuestros hijos. Parecía obvio que el libro no solo era importante para mí, sino
para todos los que encasillan esta enfermedad en el mismo cajón que yo. Mi
llamado intuitivo fue contar con valentía la historia y defender la educación y
cambiar los objetivos al respecto.
La
historia contenía otras anomalías que necesitaban voz. Muchos reportan
curaciones milagrosas después de ECM, y estas han generado un gran debate sobre
el poder del cuerpo humano y nuestro sistema inmunitario milagroso. Pero había
algo en mi historia que clamaba atención. ¿Cómo se curan las cosas que yo tenía
cuando no se tiene un sistema inmunitario funcional? Ha desconcertado a médicos
desde Vermont hasta la Clínica Mayo, pero a mí no. Debido a mi diagnóstico
tardío, mi sistema inmunitario actual sigue siendo solo una décima parte de lo
normal. Pero sigo no solo sobreviviendo, sino prosperando mientras cuento mi
historia por todo el mundo. He aportado nueva luz no solo a las ECM, sino
también al VIH.
Hubo
un aspecto de mi camino que se multiplicó cada día: el amor que siento por mí
misma y por todos los que me rodean. Para mí, sigue siendo el mayor cambio en
mi personalidad y por eso estoy eternamente agradecida. Me esfuerzo por ver
cada amanecer al despertar cada mañana y luego concluyo mi día con cada
atardecer. Cuando la primera luz del día me calienta el rostro, simplemente
digo: "Gracias por un día más". Hay algo importante que debo
recordar, algo en lo que realmente creo. Mi vida hoy, al igual que mi camino
durante la enfermedad, debe consistir siempre en estar rodeada de las personas
que me aman. Sin embargo, el perdón y el amor por mí misma fueron el
catalizador para permitirlo. Hay algo importante que debo hacer y lo hago todos
los días. Mi investigación y mi experiencia directa me lo han hecho claro. No
son solo nuestras decisiones las que conducen a una vida saludable. Lo que
importa es cuánto amamos y somos amados.
Cada
día me embarco en la tarea de conectar a otros para educarlos sobre el rostro
cambiante del SIDA, cuyas tasas de infección se han mantenido prácticamente
inalteradas en los últimos 35 años. Me llena de alegría hacerlo. Últimamente,
la enfermedad claramente ha estado atacando a un grupo diferente en nuestra
sociedad, como si nos recordara que todos somos necesarios para lograr un
cambio. Una parte de las ganancias de mi libro se dona a una organización
benéfica de concienciación sobre el VIH, y esto impulsa mi sanación continua
cada día. Fue mi encuentro con mi abuelo durante mi ECM lo que hizo que la experiencia fuera real
para mí y resultó en mi transformación personal. Es difícil comprenderlo hasta
que se tiene la experiencia. Con este
espíritu, cuento mi historia siempre y donde puedo. Hacerlo me llena el corazón
de ESPERANZA, que es, simplemente, todo para todos. Hay muchas "cosas
importantes”que hago cada día. Sin embargo, una de las más importantes es
devolver más de lo que recibo, y seguiré haciéndolo hasta mi último aliento.
Mucha
gente me dice que soy la persona más positiva que conocen. Parece confundirlos,
considerando todos los traumas físicos y mentales que he sufrido. Mi cuerpo se
mantiene en un estado de gran fragilidad prácticamente a cada momento del día.
Sin embargo, mantener una actitud positiva parece ser uno de los mensajes más
fuertes de mi experiencia. La esencia de amarnos a nosotros mismos reside en
nuestra elección de actitudes. Apenas tengo un sistema inmunológico fuerte,
pero elijo mantener una actitud positiva. Mi cuerpo responde en consecuencia
todos los días. Si me estreso, me desequilibro o me siento negativo, siento un
efecto físico inmediato. Mantener una actitud positiva no es solo un don que he
recibido en mi experiencia; es una necesidad diaria que siempre recuerdo.
Mi
camino no ha estado exento de dificultades. Gracias a Dios, a veces es la única
manera de aprender. Me he vuelto, sin duda, sensible y amoroso en un mundo que
no está precisamente adaptado para ello. Mi descubrimiento más importante,
mientras estaba con el hombre en la luz, fue mi enorme potencial para el amor y
el perdón. Esto impulsa mi capacidad de superar cualquier cosa y moldea mi vida
y la de quienes me rodean. Vivo en constante gratitud por este don.
Había
estado firmando cheques con un amor que no podía cobrar honestamente. Hoy amo
con gran pasión y emoción. Simplemente no conozco otra manera. Puede confundir
a la gente vivir con tanta vitalidad, pero hay algo que he aprendido en mi
vida: nunca disculparme por ser auténticamente genial. Simplemente no tengo
tiempo para nada más. Mi mayor acto de valentía, y uno que veo a diario en los
demás, es la capacidad de ser vulnerable. Eso es valentía para mí. Abrirse,
estar espiritualmente "desnudo”y amar como si nada más importara. Es
posiblemente lo más importante en la vida.
El
hombre en la luz, y una enorme explosión espiritual, me mostraron que hay
demasiado miedo en el mundo. Definitivamente somos más magníficos de lo que nos
han enseñado. Esto nos lo susurran silenciosamente a través de milagros en todo
el mundo todos los días. Millones de personas han reportado ECM y los cambios
que conllevan. Pero llega un momento en que los milagros dejan de ser milagros
cuando ocurren constantemente. Y está sucediendo.
El
mundo está despertando, aunque lentamente, al aspecto o lección más común que
nos da a todos los que experimentamos una ECM: LA UNIDAD. Esta es la principal
consecuencia de cualquier ECM. Una unidad con un potencial asombroso, pero
inalcanzable para la mayoría. Ahí reside la belleza del viaje. Tras un año como
autor de bestsellers, puedo asegurar una cosa: la mayoría nunca comprenderá
algo del todo hasta que les suceda. Así que, en caso de duda, les digo:
¡PÓNGANLE PIEL! ¡PRESENTEN y disfruten del viaje! Ama como si no hubiera un
mañana y no se disculpen por nada. El hoy es lo único que importará; el resto
es solo basura.
Un
día, volveré a estar ante esa luz y estaré listo. Ya no hay miedo a la muerte.
Mi experiencia me enseñó muchísimo sobre la muerte, pero había algo más. Me
enseñó a vivir… a vivir verdadera y libremente… y a amar como la mayoría jamás
ha imaginado… ¡Y ay, cómo vivo!
Gracias
por un día más.
Este es un gran ejemplo de cómo pueden
cambiar radicalmente los pensamientos y la perspectiva de la vida de alguien.
Robert vio belleza donde nunca la había visto. Encontró consuelo en la
naturaleza por primera vez y comenzó a apreciar cosas que antes daba por sentado.
Cada mañana, Robert agradece un día más.
Es
interesante que Robert, al ver la fotografía de su abuelo, fallecido 22 años
antes de su nacimiento, tuviera una revelación repentina al reconocer al hombre
que conoció durante su ECM como su abuelo. Esto, de nuevo, es algo que han
relatado otras personas que han tenido ECM. ¿Es posible que Robert hubiera
visto esta fotografía previamente y que la imagen estuviera almacenada en lo
más profundo de su subconsciente? Pero ¿por qué una persona a la que nunca
conoció formaría parte de su ECM en lugar de alguien a quien sí conoció?
Robert
ahora abraza la vida con total libertad y la vive con el bien común como
prioridad. Constantemente recauda fondos para organizaciones benéficas contra
el SIDA y es un gran apoyo para la comunidad en general.
El
hecho de que Robert se haya mantenido tan positivo y agradecido desde su ECM
podría ser el factor clave para mantener su salud a pesar de vivir con SIDA en
estado avanzado. Estudios previos parecen indicar que quienes viven con SIDA,
que sucumben a la apatía y la depresión, tienden a tener una menor esperanza de
vida que quienes tienen una actitud más positiva. Parece que la ECM es
responsable de la elevada positividad de Robert. ¿Cómo facilitó la ECM una
actitud tan renovada? ¿Existe alguna manera de replicar esto en otros? Todas
estas son posibles vías para futuras investigaciones que podrían resultar en el
desarrollo de técnicas que favorezcan una buena salud.
17. EL CAMPO DE ENTRENAMIENTO DE DIOS
Kelly contactó con Paul Ammons, de 56 años, a
través de las redes sociales tras una presentación de Robert Tremblay. Desde
muy joven, Paul parece haber tenido una profunda conexión con la naturaleza. Un
encuentro cercano con la muerte fortaleció esa conexión y ahora Paul realiza
una labor de conservación fundamental con las abejas.
Siempre me sentí diferente a los demás. Me
sentía sola, una solitaria. Iba a la escuela, llegaba a casa, iba a mi
habitación y me sentaba en el armario a hacer maquetas de aviones. Era muy
creativa y siempre buscaba cosas nuevas que hacer para sentirme realizada.
Tenía pocos amigos por elección, ocultando las dificultades de aprendizaje que
me tachaban.
Para
cuando tenía unos 8 años, ya había creado varios lugares seguros a los que
podía ir, ya fuera un agujero profundo y oscuro que cavaba en la tierra húmeda
y fresca, una casita escondida en un árbol en el bosque o un cubículo en el
armario. Un día, mientras lloraba y me sentía bastante desesperanzado en el
armario, alguien o algo entró por mi lado derecho. Fue una sensación intensa
que resonó más claro que cualquier voz. Decía: «Paul, eres un niño especial, te
hemos elegido; estás a salvo, eres amado. Mantén a los animales y la naturaleza
cerca de ti; llegará un momento en que te necesitaremos. Te prometo que
volveremos». Recuerdo que me preguntaba de qué se trataba todo eso. Entonces
tomé un bolígrafo y escribí en la parte de atrás de mi anillo de plástico: «los
animales».
La
preparatoria fue una lucha diaria. Me molestaban porque no maduraba físicamente
tan rápido como los otros chicos. A medida que crecía, mi recuerdo de esa
visita secreta con "los animales y la naturaleza”comenzó a desvanecerse.
No tuve novia hasta los 21 años. Después de tres años de noviazgo, nos casamos.
Mi esposa era católica acérrima, mientras que yo era agnóstico, si no ateo.
Desafortunadamente, el matrimonio duró poco debido a mi adicción al trabajo.
Nunca estaba presente. A los 37 años, tenía varios negocios exitosos. Los vendí
y me jubilé. Había llegado, o eso creía. Sentado en una de mis casas, me di
cuenta de que estaba vacío. Lo había dejado todo: familia, amigos y a mi
esposa. Solo tenía una gran cuenta bancaria para ser feliz. Pronto empecé a
beber y a consumir drogas. Después de cada borrachera, me despertaba y me
preguntaba qué había pasado.
Este
comportamiento me llevó a un centro de rehabilitación en Arizona. Me gustaba.
Me sentía seguro y no quería irme. Por fin tenía amigos. Teníamos algo en
común. Poco después, ingresé a cuidados postoperatorios en Nuevo México y, a
los tres meses, me dieron de alta. Habiendo gastado más de 100.000 dólares,
pensé que ya estaba curado. Compré una cabaña en las montañas de Sangre de
Cristo, cerca de Pecos, Nuevo México. A mi perra Sheba le encantaba tanto como
a mí. Había criado y entrenado labradores desde los 16 años. Sheba era una
perra excepcional. Conectamos a un nivel de comprensión que superaba al de mi
mejor amigo humano.
En
junio de 2002, en un vuelo de regreso de un viaje a África, sin saberlo, sufrí
un coágulo de sangre (trombosis venosa profunda). Al aterrizar, fui a mi
camarote a recoger a Sheba de un vecino, quien la había estado cuidando durante
mi viaje. Le confirmé que saldría el lunes; era domingo, el Día del Padre para
ser exactos. En ese día memorable, el coágulo de sangre se rompió, provocándome
una doble embolia pulmonar. El miércoles siguiente por la noche, mis vecinos
caminaban por la carretera superior. Sheba había roto la puerta mosquitera del
camarote para pedir ayuda. Preguntándose por qué Sheba estaba allí, vinieron a
mi camarote y me encontraron tirado en el borde de la cama en coma. Estaba casi
muerto. Tenía un shock séptico (envenenamiento de la sangre), una caída
significativa de la presión arterial que puede provocar insuficiencia orgánica,
insuficiencia respiratoria y cardíaca, derrame cerebral y la muerte. Mi
temperatura corporal era de 41 °C; tenía ictericia, una infección renal y
neumonía doble; Mi nivel de saturación de oxígeno en sangre era del 72 %
(hipoxemia); y estaba hiperventilando debido a la escasez de aire a 8700 pies.
Sangraba por todos los orificios de mi cuerpo debido a la sepsis y mis órganos
estaban colapsando. Estaba tan hinchado por la descomposición de mi cuerpo que
tuvieron que cortarme la ropa. Nadie sabía en ese momento que tenía paralizado
el lado derecho del cuerpo por haber estado acostado sobre el nervio femoral
durante más de cuatro días. Después de dos horas, llegó una ambulancia para
llevarme al hospital más cercano (a una hora y media de distancia), ya que
hacía demasiado viento para que aterrizara un helicóptero para una evacuación
de emergencia.
Acostado
en la camilla de la ambulancia, todo cobró vida. Me incorporé, apartando las
piernas del borde. (Más tarde, me dijeron que era físicamente imposible, dadas
mis condiciones). Había "gente”delante de mí. Oí un zumbido apagado.
Miraba a través de una niebla grisácea y solo distinguía las siluetas de las
personas. Un joven del cuerpo de bomberos voluntarios se sorprendió al verme
despertar, y aún más al verme incorporarme. El personal de la ambulancia
intentó que me tumbara, pero no quise. Sentí mucho miedo, pánico, ansiedad,
tristeza y confusión, pero no era mía. Evidentemente, sentía las emociones de
quienes me rodeaban. Sé que esto es cierto porque experimenté una sensación de
amor indescriptible, sin dolor, preocupaciones ni ansiedades; solo conocía ese
momento. Lo extraño fue que tuve la sensación de que no existía el tiempo.
Estaba experimentando la mayor felicidad imaginable. Estaba viviendo en el
ahora.
Ante
mi repentino despertar, un miembro de la tripulación empezó a hacerme
preguntas. Me sentí obligado a calmarlos, como si necesitara ayudarlos con el
pánico en el que se encontraban. Sentí compasión por ellos y, como me sentía
más que bien, empecé a bromear, esperando que eso relajara la situación. Uno de
ellos me agarró la mano, y mi sensación de miedo y ansiedad se duplicó con su
tacto. Dijo: «Paul, tienes que hablarnos en serio ahora. Te estás muriendo».
Sin dudarlo, con voz tranquila y comprensiva, dije: «Todos nos estamos muriendo».
Verán, estaba en un estado de atemporalidad. En el momento en que dije esas
palabras, todo empezó a acelerarse de muchas maneras diferentes. Mientras
estaba sentado allí, de repente pude ver a través de las paredes de la
ambulancia. Vi mi cabina y los detalles del porche delantero. El río Pecos y
los grandes pinos Ponderosa bordeaban el borde. Todo quedó en silencio. Me
desprendí de mi cuerpo físico y mi alma se unió al universo y a todo lo que
existe.
Me
resulta muy difícil expresar plenamente lo que experimenté, pero la analogía
más cercana que puedo dar es que comencé a convertirme en todo y todo en mí. Al
sentir esto, mi entorno empezó a descomponerse en partículas —millones de
ellas—, incluyendo la ambulancia, la cabina, los árboles y todo lo que me
rodeaba. Ya no sentía a la gente en la ambulancia ni sus miedos, ansiedades,
pánico y confusión; sentí algo mucho más grande. De repente, todo se detuvo. Me
encontré flotando en un lugar casi oscuro; el resplandor de objetos estelares
iluminaba mi entorno. Estaba en una serie de múltiples dimensiones, en lo que
parecía el borde del infinito. Recuerdo que me preguntaba por qué no podía
moverme hacia las luces, que se movían en el sentido de las agujas del reloj
hacia el núcleo blanco. Sentía una intensa sensación de seres espirituales a mi
alrededor, abrazándome con cariño y cariño. Un amor incondicional me cuidaba.
Al mismo tiempo, la información se descargaba en mí, como si fuera una
supercomputadora. Mi experiencia fue todo lo contrario al miedo y todo lo que
este representa. Sentí un amor puro e inmaculado, lleno de una dicha
inimaginable. Fue surrealista.
Observé
un abismo arremolinado de luces infinitas que percibí como almas que se movían
en secuencia hacia el vórtice distante. Me sentí atraído por el vórtice y quise
seguirlas, pero parecía haber una frontera que no me permitían cruzar.
Simplemente no era mi momento para unirme a estas otras almas. No oí voces ni
vi nada que me resultara familiar. Éramos uno solo y nos comunicábamos, no con
palabras, sino a través de emociones más fuertes que las palabras, mezcladas
con todos los demás sentidos.
De
nuevo, quise unirme a la actividad de la dicha estelar, pero una fuerte
intuición me decía que no debía moverme. Simplemente observaba y absorbía toda
la belleza; era como un lienzo pintado de todo el amor y la conexión posibles,
uno que me mantenía en un estado de mayor consciencia y dicha. Sentí la
presencia de lo que parecían ángeles detrás de mí mientras seguía observando el
maravilloso conjunto de luces. Algunas luces estaban lejos, moviéndose en el
sentido de las agujas del reloj, hasta condensarse en un núcleo blanco sólido,
mientras que otras permanecían cerca, comunicándose conmigo. Hasta el día de
hoy, creo firmemente que lo que estaba experimentando solo podía haber sido la
reunión y clasificación de almas en el Cielo.
Me
devolvieron a mi cuerpo. Estaba en cuidados intensivos en aislamiento
—irónicamente, el mismo lugar donde había vivido la mayor parte de mi vida, por
decisión — y me habían puesto en estado de emergencia. El hospital llamó a mis
padres y les dijo que no esperaba que sobreviviera la noche y que debían llegar
lo antes posible si querían verme con vida por última vez.
Por
la mañana, llegaron mis padres. Aún respiraba gracias a un respirador y había
sobrevivido la noche. Los médicos indicaron que, si no moría, lo más probable
era que quedara inerte en una máquina de diálisis. Les dijeron a mis padres que
tal vez fuera necesario tomar una decisión sobre si continuar con el soporte
vital. El diagnóstico era desconocido, y mi estado se mantuvo muy crítico
durante los primeros días. Los médicos tenían dificultades para determinar la
causa de mi enfermedad. Sin embargo, coincidieron en que nadie debería haber
sobrevivido a lo que me ocurrió en las montañas: en coma, en estado
desesperado, en un aire enrarecido y durante más de cuatro días sin comida ni
agua.
Al
recobrar la consciencia —tal como la entendemos—, sentí el peor dolor y miedo
de mi vida. El personal médico corría de un lado a otro con sus trajes
amarillos de cuerpo entero, usados para la cuarentena. ¡En un momento dado,
pensé que me estaban torturando extraterrestres! Intenté sacarme el respirador,
así que me ataron a la cama. Mi cerebro me decía que me estaban envolviendo
petardos en los brazos y encendiéndolos. Esto, y más, continuó durante días
mientras recuperaba lentamente la consciencia. Apenas podía hablar con la
primera persona que me habló. Mi voz era tan débil que, cuando recibí a mi
primera visita, tuve que susurrarle al oído: «Sáquenme de aquí. Me están
torturando y me van a matar». Me dijeron: «Todo está bien. Estás a salvo».
Lloré desconsoladamente y dije que me estaban castigando por todos mis pecados.
En ese momento, no recordaba el mensaje que me habían dado a los ocho años:
«Mantén a los animales y la naturaleza cerca de ti». ¿Podría eso significar mi
Labrador Sheba y mi cabaña en las montañas?
Tras
un mes en el hospital, me dieron de alta y me enviaron a casa en silla de
ruedas con un cóctel de analgésicos. No tenía ni idea de lo infernalmente
difíciles que serían los siguientes 13 años. Durante los meses siguientes me
sentí diferente, como si experimentara cosas por primera vez, como si fuera un
niño pequeño. En ocasiones, sentía como si ni siquiera estuviera allí; como si
estuviera desconectado de la realidad que una vez conocí. Intenté hablar con
familiares y amigos, pero recibí poca comprensión y muchas miradas extrañas.
Frustrado, pronto volví a mis viejas costumbres, volviéndome egocéntrico y sin
importarme por los demás. Estaba esencialmente en modo supervivencia y operaba
principalmente desde el miedo, no desde el amor. Fui a fisioterapia para
rehabilitar mi pierna paralizada, pero el proceso parecía demasiado lento.
Sentía que estaba de vuelta en el aula de educación especial, siendo tratado
como un niño, así que decidí hacerlo yo mismo. Trabajé duro siete días a la
semana, desde la terapia en la piscina hasta el gimnasio. En ocho meses, logré
progresar de la silla de ruedas al snowboard extremo. Me curé muy rápido, para
sorpresa de los médicos. Sin embargo, me había vuelto adicto a los analgésicos
debido a la sobremedicación. Mi adicción me persiguió durante muchos años,
hasta que finalmente logré sanar y superarla.
En
2004, me volví a casar y mi esposa pronto tuvo nuestro primer hijo. El 20 de
junio de 2005, Día del Padre, exactamente tres años después de mi embolia
pulmonar y mi ECM en mi cabaña, me infecté por la picadura de pulga de un
conejo salvaje. Desarrollé tularemia, una enfermedad bacteriana infecciosa
extremadamente rara pero grave. Comenzó con síntomas parecidos a los de la
gripe que se propagaron rápidamente por todo mi cuerpo. De repente, perdí la
vista y, una vez más, vi esa niebla gris y brumosa. Me llevaron de urgencia a
urgencias, donde los médicos me dijeron que habría muerto en seis horas si no
hubiera buscado tratamiento. Gracias a potentes antibióticos, me recuperé
rápidamente y recuperé la vista.
Muy
pocas cosas parecían ir bien, incluyendo mi matrimonio. El coágulo de sangre en
mi pierna, tratado con anticoagulantes, nunca se disolvió por completo, sin que
los médicos lo supieran. No me revisaron después del tratamiento, así que
durante 11 años fui una bomba de relojería andante que finalmente explotó.
Tras
mi segundo divorcio, me sentí muy cansado emocional, física y espiritualmente.
Cuidar de mi hijo me dejaba poco tiempo para cuidarme a mí mismo. Todos mis
esfuerzos por recuperar la salud pronto se desvanecieron, dejándome en una
situación muy peligrosa. En marzo de 2013, un coágulo de sangre, del que no
tenía conocimiento, me provocó otra embolia pulmonar y me llevó de nuevo a
urgencias. Cuando finalmente me dieron de alta, era un hombre débil y
destrozado, que tuvo que tomar anticoagulantes de por vida. Se decía que el
coágulo se había calcificado. En poco tiempo subí 16 kilos. Me dolía todo el
cuerpo por el grave daño nervioso que me había paralizado la pierna y por el
daño tisular causado por la tularemia. Empecé a automedicarme. Jurando que
nunca volvería a tomar analgésicos, recurrí al alcohol (sin tener ni idea de
cómo interactuaría con los anticoagulantes que me habían recetado). Mi sangre
ya era tres veces más líquida que la de una persona normal, y el alcohol la
agravó, así que al caerme y golpearme el abdomen, sufrí una hemorragia interna
grave. Regresé a urgencias, donde me hicieron un lavado de estómago y me
hicieron varias transfusiones de sangre. Durante el año siguiente, este tipo de
accidentes fueron bastante comunes. Estaba cometiendo un suicidio lento e
involuntario.
En
diciembre de 2015, mi hijo y yo fuimos a Texas por Navidad a visitar a mi
familia. Estaba en el punto más bajo de mi vida, con poca o ninguna esperanza.
Acostumbrada a ocultar mis sentimientos desde la infancia, los oculté lo mejor
que pude. Durante mi visita ocurrió un milagro: todo encajó para mí cuando se
confirmó el sueño que había tenido después de mi ECM.
En
2002, unos meses después de mi alta del hospital, mientras aún caminaba con
muletas, subí a mi camarote con Sheba por primera vez desde el coma. Esa
primera noche tuve un sueño intensamente real. Me desperté a las 5:32 a. m.
sudando de pánico. En mi sueño, me anunciaron la muerte de tres amigos cercanos
de la familia. Una muerte sería inminente, pero supongo que en ese momento no
me di cuenta de cuán pronto, y las otras dos ocurrirían años después. Todas
estas premoniciones se hicieron realidad. El sueño fue uno de los muchos
misterios inexplicables de mi vida. Intenté racionalizar todo lo que estaba
sucediendo, pero no encontré respuestas. Me sentí más solo que nunca. Para no
parecer un bicho raro, lo dejé pasar. Sin embargo, durante mi visita de
vacaciones, me encontré con alguien que confirmó los detalles de las muertes en
mi sueño. Lo que me asombró fue que la primera muerte ocurrió a las 5:32 a. m.,
la hora exacta en que desperté presa del pánico de mi sueño. En ese preciso
instante, me dije: «Esto es real. Basta de intentar decir que es pura
coincidencia». Había demasiadas supuestas coincidencias.
Empecé
a buscar ECM en Google, lo que me llevó a Facebook, donde conecté con algunas
personas. Pronto, las cosas empezaron a cambiar drásticamente. Cuanto más
interactuaba y hablaba con otras personas que habían pasado por ECM, más
sincronicidad recibía. Al mismo tiempo, me permití espacio para reflexionar y
comprender todo lo que había estado pasando. Al hacerlo, me invadió una
sensación de la presencia de Dios a mi alrededor por primera vez en mi vida. De
repente, supe que Dios era real y siempre estaba conmigo. Me había equivocado
mucho en el pasado al no creer que Dios existía. Entonces me di cuenta de que
lo que me habían dicho de niño de 8 años: «Llegará un momento en que te
necesitaremos. Te prometo que volveremos», había sido totalmente cierto. Dios
cumplió su promesa y regresó; ahora sé que él nunca me abandonó, yo lo abandoné
a él.
Mi
despertar espiritual se había intensificado de nuevo. Me llené de profunda
compasión, amor, esperanza, paciencia, consciencia y una actitud positiva.
Ahora hago todo lo posible por mejorar mis nuevas cualidades a diario, y cada
día mi vida mejora.
Mis
experiencias me llevaron a explorar la medicina alternativa. Me hicieron una
prueba Doppler para comprobar el estado de mi coágulo. El técnico me miró y
dijo: "No tiene un coágulo". Sonreí. Todo esto es nuevo para mí. O, mejor
dicho, finalmente he tomado conciencia de lo que ha estado sucediendo desde
siempre. Traje de vuelta de los reinos espirituales la creencia de que nuestro
propósito es ayudar a traer el "Cielo”a la Tierra y a nuestra vida
cotidiana. Parece que el Dios de la creación me hizo pasar por su
entrenamiento. Me enseñó la verdad y me dio el coraje para compartir lo que he
aprendido con los demás. He superado todos los obstáculos y ahora sé que no lo
hice solo.
Hubo
otro aspecto positivo que surgió después de mi ECM. Empecé a interesarme mucho
por las abejas. Empecé fotografiándolas, pero pronto se convirtió en una
obsesión. Observaba a las abejas, las veía trabajar en armonía y llevarse bien
como una sola. Me di cuenta de que tenemos mucho que aprender de la desaparición
de las abejas. En 2004, me convertí en apicultor aficionado, con cuatro
colmenas ocupadas por colonias. Rápidamente aprendí a manejarlas para que
produjeran miel. Para 2006, tenía ocho colmenas con colonias, y mi interés iba
más allá de la recolección de miel. Sentía una profunda conexión y amor por las
abejas. Tenía una relación personal con cada colonia, como si estuviera
conectado con ellas. Sin embargo, sin saberlo, durante 2006, aparecieron
algunos de los primeros casos de CCD (trastorno de colapso de colonias) en
colmenares de todo el mundo. Durante los años siguientes, mi vida se volvió
frenética y enfrenté problemas de salud más graves. Eso no detuvo mi pasión. De
hecho, en 2011, tomé el hobby y lo comercialicé, llamando a mi nueva empresa
"Enchanted Honey". Tenía más de 350 colmenas y colonias. Mi vida
laboral ya no se trataba solo de ganar dinero; ¡se centraba en el propósito de
mi alma! Aquí es donde encuentro valor.
El
impacto del CCD fue devastador. En 2013, perdí el 95 % de mis colonias, pero
seguí reconstruyéndolas. Cada año intentaba compensar mis pérdidas. En otoño de
2015, vendí mi empresa debido a la continua destrucción de colonias y a los
persistentes problemas de salud. La abeja melífera sigue siendo una parte
importante de mi vida. Mantuve mi página de Facebook y la convertí en un sitio
web informativo, de conservación y ambiental que goza de gran popularidad. Hoy
he vuelto como apicultor aficionado con algunas colmenas. Estoy muy emocionado
de colaborar con un equipo de doctores y científicos ciudadanos aquí en Texas.
Estamos desarrollando una colmena revolucionaria diseñada específicamente para
monitorear, y con suerte, determinar y resolver el misterio, del "síndrome
de colapso de colonias”de las abejas melíferas, que está desapareciendo.
Una
cita célebre: «Si la abeja desapareciera de la superficie del globo, al hombre
solo le quedarían cuatro años de vida. No más abejas, no más polinización, no
más plantas, no más animales, no más hombre» (Albert Einstein).
Continúo
mi trabajo con las abejas hasta el día de hoy. Mi intención es resolver esta
devastación de la abeja melífera para nunca permitir que la cita de Einstein se
convierta en realidad y en la peor pesadilla de la humanidad.
Hoy
puedo decir que todo lo que viví fue con un propósito divino: prepararme para
mi propósito aquí en la Tierra. Cada día trae un nuevo comienzo. Espero
compartir mis experiencias con otros con la esperanza de que sean
significativas para su camino en la vida.
Paul describe haber sido un niño solitario.
De joven, de repente percibió una voz tranquilizadora que le decía que era
querido y especial. La sintió importante para él, pero no la comprendió, así
que la guardó para sí mismo y, con el tiempo, el recuerdo de la voz se
desvaneció. ¿El hecho de que Paul tuviera pocos amigos y buscara aislamiento
desde pequeño lo predispone a ser más sensible a las experiencias anómalas o a
tener una ECM? Con menos distracciones externas, ¿pudo Paul cultivar la
capacidad de estar más en contacto con su intuición?
Su
testimonio deja claro que Paul luchó durante 13 años con los cambios que trajo
consigo su ECM. Intentó hablar de la experiencia con su familia y amigos, pero
nadie lo comprendió. Esto es muy común; a menos que te interesen las ECM, puede
ser muy difícil identificarse con algo que parece tan incomprensible. Fue solo
cuando Paul investigó en internet y exploró las ECM que las cosas empezaron a
encajar y a comprender mejor su experiencia. Sospecho que descubrirá mucho más
ahora que ha conectado con personas que sí lo entienden.
Es
fascinante conocer el trabajo de Paul en la preservación de las abejas. Se han
publicado numerosos artículos sobre la importancia de las abejas para el
ecosistema. Paul se sintió intuitivamente atraído por esta causa desde su ECM.
Como él mismo ha afirmado, ahora vive su propósito de vida.
18. NIÑA SOLDADO
Kelly conectó con Jessica Harper, de 34 años,
a través de las redes sociales y forjó una amistad y una profunda confianza que
le permitió hablar abiertamente de su vida. Jessica reside en Estados Unidos,
tiene una licenciatura y trabaja como profesional del sector empresarial. Es
veterana del Ejército de los Estados Unidos y sirvió en la guerra de Irak
durante la invasión de 2003, cuando tenía 20 años. Durante la mayor parte de su
vida luchó por encontrar su identidad, pero finalmente se convirtió en su
verdadero yo: una mujer. Siempre se sintió mujer. Sin embargo, a pesar de haber
enfrentado las dificultades de la guerra, le faltó la valentía para afrontar
las dificultades sociales relacionadas con su identidad.
Estaba anocheciendo; podía oír el inconfundible
sonido de la radio de fondo. Me recosté contra un edificio de madera desnuda
que habíamos construido meses antes y que usábamos como cuartel general. Podía
sentir cada músculo de mi cuerpo fuerte y poderoso, pues acababa de terminar
una carrera de ocho kilómetros horas antes. Corría todos los días porque tenía
miedo; sabía que mi capacidad para correr, mi capacidad para mantenerme
físicamente más fuerte que el oponente, ayudaría a decidir si iba a vivir o
morir. Veía la guerra como algo sin sentido, pero llegué a odiar al enemigo. No
los odiaba por ser estadounidense y tener diferentes orígenes nacionales, ni
por un patriotismo insensato. Llegué a odiarlos por las cosas que había vivido
y las historias que me contaban mis compañeros de armas.
Los
constantes bombardeos en las carreteras, las tácticas de guerrilla, el derribo
de nuestros aviones y la muerte de nuestras tripulaciones, ver cadáveres tras
cadáveres de soldados estadounidenses, ser bombardeados, ser atacados con
cohetes, tener que enfrentarme a un niño en la calle y decidir si matarlo o no.
Todo este derramamiento de sangre, y no era solo una historia de cine, era
real. La tensión de seis meses de guerra me había dejado huella, aunque aún no
se había hecho evidente.
Recostarme
en el edificio de madera fue como un descanso para mi alma. Miré fijamente al
abismo. Se acabaron los recuerdos de mi infancia y del abuso que sufrí, que me
llevó a huir y unirme al servicio. No sentía nada. No tenía emociones. Me
sentía desconectado del mundo que me rodeaba.
Recuerdo
inclinarme hacia adelante y ver un palo en el suelo. Lo agarré y comencé a
dibujar en la arena el rostro y el cuerpo de un hombre. Luego, lentamente,
recorté sus rasgos duros y dentados, dándole la apariencia de una hermosa
mujer; le di labios suaves y sensuales, una bonita nariz y cejas respingadas,
cabello largo y un cuerpo curvilíneo. Ver lo que había creado me dio
escalofríos. Sentí algo y lo aparté.
Dios
y yo habíamos llegado a un acuerdo antes de irme a la guerra. No iba a hablar
con él, y eso estaba bien siempre y cuando no le rogara su ayuda cuando la
necesitara. Sentía que desarrollar una relación de trinchera habría sido
deshonesto, ya que no creía de todo corazón en Dios. Sabía que estaba en esta
situación por una razón, y que algún día me enfrentaría a algo mucho más
difícil que esta guerra. Siempre me había sentido diferente por dentro, desde
mis primeros recuerdos, cuando tenía unos tres años.
Cerrando
los ojos, imaginé un lugar lejano, en un campo de trigo, rodeada de colinas
ondulantes, hermosos árboles y un cielo azul brillante. Ataviada con un vestido
floreado, me vi bailando y girando bajo la luz del sol. En ese momento, me
sentí libre por primera vez; entonces oí que la radio se interrumpía.
Pasé
los siguientes seis meses luchando junto a hombres y mujeres valientes,
soportando algunas de las condiciones más terribles de la Tierra. Asignado al
turno de noche, con la expectativa de descansar, pasaba las horas del día
completamente despierto, asándome a temperaturas de hasta 67 grados Celsius en
una tienda de campaña de vinilo. Incapaz de conciliar el sueño de forma
natural, cada tres días me desmayaba por agotamiento por calor. Si el calor no
te afectaba, lo hacían las moscas, ya que carecíamos de instalaciones
sanitarias adecuadas.
Las
tormentas de arena y los remolinos de polvo me rozaron los labios y las manos
hasta que se agrietaron y sangraron. Empezó a crecerme vello en zonas del
cuerpo donde nunca antes lo había tenido, y ciertamente no era por falta de
pubertad. Era como si mi cuerpo supiera, de alguna manera, que debía volver a
su estado original al vivir en condiciones tan duras. La tierra me había
llenado los poros; parecía envejecido. Nuestro hogar, este lugar, descansaba
bien con los escorpiones, las arañas camello, los lobos y las víboras.
La
guerra fue todo menos hermosa, pero los amaneceres y atardeceres en Irak son
algunos de los ejemplos más impresionantes de la obra de Dios. Cada mañana, al
terminar mi turno, me sentaba pacientemente a esperar la salida del sol. Me
daba mucha paz saber que solo había sobrevivido una noche más y que llegaría
otro día. Es curioso, incluso en los peores lugares, Dios muestra su belleza y
magnificencia a los hombres desdichados. Cuando partimos para la invasión, nos
dijeron que estaríamos fuera unos meses; ya había pasado un año. Gran parte de
nuestras vidas en casa habían cambiado. Nosotros habíamos cambiado.
Regresé
a casa, herido de guerra. Atrás quedó el chico dulce, bondadoso y sabelotodo
con grandes sueños y ambiciones. Me desvanecí. Sentí frío. Había algo dentro de
mí que se desató. Sabía cómo matar, y sabía que podía matar. Me sentía
perturbado, como si ya no fuera yo. Durante el servicio activo, mi estado mental
se deterioró, y nadie a mi alrededor lo notaba. Mostré los primeros síntomas de
trastorno de estrés postraumático (TEPT) y bulimia, un trastorno alimentario
grave. Mi tiempo en el Ejército terminó a mediados de 2005, y comencé la
universidad ese mismo año, en otoño.
Para
muchos jóvenes, la universidad es una época de autoexploración y
descubrimiento. Para mí, volver a un aula por primera vez me pareció un paraíso
surrealista de piruletas y bastones de caramelo. Allí estaba con un grupo de
jóvenes brillantes, felices y alegres, recién graduados de la preparatoria,
escuchándolos hablar con cariño sobre la vida familiar y las citas. Mi realidad
había cambiado por completo; aunque mi ciudad natal estaba a 48 kilómetros, mi
mente seguía a 9.600 kilómetros. Mis pensamientos oscilaban entre el combate y
una grave incongruencia de género.
Para
sobrevivir y controlar mis pensamientos obsesivos, me sumergí en el mundo
académico, destaqué en la escuela y llegué a ser la mejor de mi clase. Me
convencí de que mis problemas de género se resolverían al unirme al ejército,
pero me equivoqué. La sensación de ser una niña no había desaparecido. El ritmo
más lento de la vida civil y las libertades de la universidad permitieron una
mente errante. La negación del trauma de combate y la disforia de género
agravaron mi depresión.
Llegué
a un punto en el que no quería hablar de mi servicio militar con nadie. Creía
que la gente no lo entendería. Sentía que se enojarían y me juzgarían,
decididos a verme solo como un hombre; así que guardé silencio. Seguí centrado
en la escuela y enterré mi trauma. Esto alimentó un trastorno alimentario
encubierto que consumió los siguientes diez años de mi vida.
Llegué
al segundo año de universidad, pasando muchas noches en la biblioteca, con la
cabeza apoyada en los libros, rezando para despertar de mi pesadilla. Sentía
que había nacido mal. Por dentro, me sentía inocente y hermosa, pero por fuera
era todo lo contrario. Estaba tan deprimida que intenté suicidarme varias
veces.
Nací
gemela. Mi hermana Sarah, que nació seis minutos después que yo, me recordaba a
menudo que era la mediana. Había dos niños y una niña. Uno de mis primeros
recuerdos, a los 3 años, fue cuando descubrí que era niño. Mi padre y yo nos
estábamos duchando y vi que éramos iguales. Estaba tan confundida. "¿Cómo
era niña y si me parecía a papá?", pensé. Recuerdo rogarle a mi madre que
me dejara ser bailarina, diciéndole que quería usar un tutú rosa; ella
respondía que los niños bailarines no usan esas cosas. Insistí en que podía. Jugaba
con muñecas; montaba en una bicicleta rosa; incluso usaba la ropa de mi
hermana. Pensé que de alguna manera podría crecer y convertirme en niña.
La
turbulencia de ser transgénero, una estudiante universitaria pobre y una
veterana que no se había manifestado y sufría de TEPT, me causó una
desesperación que me sumió en un profundo abismo. En 2008, sintiendo que no
tenía otra opción, comencé el proceso de transición. Sentía que si no lo hacía,
moriría.
Por
pura casualidad, el trastorno alimentario destruyó mi otrora robusto cuerpo; me
había vuelto frágil, perdiendo más de 45 kilos de masa muscular, lo que me dio
una apariencia femenina. Me dejé crecer el pelo y me sometí a una cirugía
facial exhaustiva. Estaba convirtiéndome en mí misma. Al terminar la universidad,
ya era una mujer.
Mi
familia me había abandonado; no lo entendían. Su hijo, el soldado, había
desaparecido. Esta mujer lo había matado y no la querían. Sin nadie a quién
recurrir y con la economía hecha un desastre, empaqué mis pocas cosas, compré
un auto barato y me fui a Texas, donde oí que había oportunidades de trabajo.
Pasé
el año siguiente en Texas viviendo al día, tomando las decisiones más difíciles
de mi vida. Los tiempos oscuros y solitarios de ese año me hicieron desear
estar de vuelta en Bagdad. El tiempo que pasé sola y la acumulación de todas
las dificultades que había enfrentado me hicieron dudar aún más de la
existencia de Dios. Me sentí completamente abandonada por todo en mi vida. Me
preguntaba: "¿Por qué Dios me permitiría tener los pensamientos y
sentimientos de ser tan genuinamente mujer, pero no me daría forma de
expresarlo? Y, cuando finalmente intenté hacer algo al respecto, casi me
destruyó?". Esta pregunta me mató, ya que sentí que todo lo bueno me había
abandonado. Me sentía destrozada. No había encontrado trabajo en casi un año.
No tenía dinero, poco para comer y los bancos me llamaban. Toqué fondo.
A
medida que mi depresión crecía, mi ira hervía por dentro. Mi situación me
dejaba impotente. ¿Cómo podía Dios permitir que su creación soportara tanto
dolor y sufrimiento? Desarrollé un profundo odio hacia Dios y la religión, y me
convertí en ateo. Dedicaba mi tiempo libre a leer blogs ateos, ver videos y
encontrar compañerismo entre otros no creyentes descontentos.
Con
el tiempo, la economía finalmente empezó a mejorar y encontré trabajo. Trabajé
allí seis meses, hasta que finalmente encontré algo mejor. La vida sigue,
seguimos adelante. Me animó. Empecé a sentirme valorada de nuevo. Ahora que
tenía trabajo e ingresos, necesitaba abordar algunos problemas de salud.
Consulté con un oftalmólogo.
Tenía
programada una cirugía de músculo ocular para el viernes por la mañana. A lo
largo de los años, había tenido numerosos problemas de visión doble, así que
finalmente decidí corregirla. Tras haber pasado por dos operaciones
complicadas, aunque no relacionadas, me sentí relativamente tranquilo con este
procedimiento más corto. Al llegar esa mañana, me hicieron todas las preguntas
habituales del hospital y las revisiones iniciales, y me llevaron rápidamente
para la operación de 15 minutos.
Me
llevaron en silla de ruedas al quirófano y recuerdo sentirme ansioso y cansado,
pues había tenido una semana larga y estresante. Recuerdo sentir el aire frío
de la habitación y, al mirar hacia arriba sin gafas, lo borroso que se veía el
techo. El anestesiólogo intervino y preguntó: "¿Cuántas margaritas vamos a
servir?". Respondí, sonriendo: "Muchas". Sonriendo, me ajustó la
mascarilla. Al levantar la vista, inhalando el gas, oí una voz femenina en la
habitación haciendo una cuenta regresiva mientras esperaba despertarme más
tarde en la sala de recuperación. Tras un par de respiraciones profundas, perdí
el conocimiento.
Al
despertar, me encontré en un lugar donde todo bajo mí era una hermosa y
brillante luz dorada, y un cielo negro me rodeaba. Sentí toques de tranquilidad
y mi alma vibraba. Fue como despertar de un sueño apacible. Curiosamente, nada
parecía fuera de lugar. No me di cuenta de que mi realidad había cambiado.
A lo
lejos, vi a un grupo de cuatro personas de pie en círculo, conversando entre
sí. Mirando a mi alrededor, desconcertado por lo que me rodeaba, me acerqué a
ellos. Al acercarme, dejaron de comunicarse y parecía que no me esperaban.
Confundido,
aún dando por sentado que había despertado de la cirugía, miré al más alto de
los seres espirituales, que desprendía una esencia de masculinidad, y pregunté:
"¿Es usted el Dr. Smith?". El ser espiritual más alto se adelantó
entre los demás y me miró, permaneciendo en silencio. No lo reconocí, pues su
cuerpo parecía estar hecho de luz blanca rodeada de un aura dorada. Los miré.
Frustrado, volví a preguntar: "¿Es usted el Dr. Smith? Me operarán con el
Dr. Smith".
Mientras
exigía respuestas, sin comprender aún la gravedad de mi situación, los seres
cambiaron mi percepción visual para que pudiera verlos a los cuatro y a mí
mismo desde lejos. Al ocurrir esto, las auras doradas de los seres cambiaron a
un azul eléctrico oscuro y profundo con una fina línea de luz dorada. Sus
cuerpos habían pasado del blanco al negro. Elevándose sobre mí, el ser
espiritual más alto transmitía rayos de luz blanca de mi cabeza a la suya.
Desde
esta perspectiva, pude ver que mi apariencia era la de una joven. Tenía un
cabello largo, hermoso, suave y rizado, y rasgos faciales delicados. Mi cuerpo
no era humano, sino similar al de los seres espirituales con los que me
comunicaba. Vestida con un vestido de seda blanca, mi pequeña y delicada figura
estaba rodeada por un aura de luz blanca y dorada. Finalmente comprendí que no estaba
en la sala de recuperación despertando de una cirugía. Fue un momento de
claridad.
Hipnotizado
por mi nueva realidad, observé atónito a los seres espirituales. Estudié cada
elemento de ellos. No tenían género ni rostro definidos. Estaban hechos de luz
blanca pura y conservaban una forma humanoide, pero sin brazos ni piernas.
Partículas doradas rodeaban sus cuerpos. Cada partícula era definible, como si
pudieras tocarla.
Mientras
los observaba, uno de los otros seres espirituales se adelantó y le mencionó
algo sobre una enfermera al ser espiritual más alto. No entendí lo que decía.
Mientras los dos seres espirituales se comunicaban entre sí sin palabras, miré
a mi alrededor y vi algo al fondo que me llamó la atención, algo que no había
visto antes. A lo lejos, en el cielo más oscuro del reino, había una atractiva
esfera blanca de luz circular. Una parte de mí se sintió atraída por ella. Fue
como encontrar a tu primer amor verdadero y cruzar miradas, pero aun así aparté
la mirada.
Mientras
esto sucedía, el ser espiritual me rodeó, abrazándome, como un padre o una
madre abrazaría a un hijo. Me sentí muy tranquilo y eufórico. Era como si nos
hubiéramos convertido en uno solo. Al hacerlo, todos los recuerdos de mi vida
se desvanecieron mientras permanecía de pie, mirando hacia arriba,
contemplándolos. Mis emociones se intensificaron hasta convertirse en
sentimientos de pura inocencia. Me sentí tan infantil y seguro con ellos.
Mientras
me arrebataban los recuerdos de mi vida, los seres parecieron debatir entre sí.
Sabía que hablaban de mí y de lo que había sucedido en mi vida, pero no me
permitían entender lo que decían. A medida que su conversación se
intensificaba, la transformación de sus gráciles movimientos, parecidos a una
danza, me hipnotizó. Las auras que rodeaban sus cuerpos cambiaron de dorado a
un naranja intenso. Divertido, los miré con alegría, observando cómo sus
cuerpos interactuaban entre sí, mientras la luz se arremolinaba y los colores
se convertían en una mezcla de luz.
Por
su apariencia, parecía que uno de los seres espirituales estaba muy molesto por
lo que había visto en mi vida. Esto pareció causar una marcada diferencia de
opinión entre ellos sobre qué hacer conmigo. Mientras su conversación se
intensificaba, me cansé de esperar. Miré a mi lado y vi cinco amplias columnas
de estilo romano alineadas, con arcos que las conectaban.
Dominado
por la curiosidad, me alejé de los seres espirituales. Sentí la necesidad de
explorar. El ambiente era sereno y armonioso. El reino estaba hecho de luz
dorada y tonos de blanco y marfil, pero todo era claro y translúcido a la vez.
Todo proyectaba luz. La superficie era como una nube, pero firme. Donde
estábamos, la oscuridad lo rodeaba. Instintivamente, supe que no debía
acercarme a la oscuridad; era como estar al borde del vacío.
Al
volver a centrarme en la pared, recuerdo haberme parado, mirando hacia arriba y
admirando la magnificencia de las columnas. Sentía curiosidad por saber de qué
estaban hechas. Mi vista se amplió y vi de qué estaban hechas aquellas estructuras
cristalinas.
Al
volver la vista hacia arriba para estudiar las columnas con más atención, volví
a ver la esfera de luz. Atraído por su amor, volé rápidamente hacia ella. Al
instante, la luz creció hasta envolverme. Todo se había convertido en una luz
blanca y penetrante. De repente, los cuatro seres espirituales se movieron
frente a mí, rodeándome en forma de U, reteniéndome. Luego me empujaron aún más
hacia atrás, hasta que todo quedó a oscuras. Lo único visible eran sus cuerpos
oscuros, delineados por una fina línea dorada rodeada de auras azules.
Los
seres espirituales se alzaban imponentes sobre mí, formando una línea recta, y
supe que no debía avanzar. Al mirarlos, sentí como si me regañaran, como si
hubiera hecho algo malo. Mientras me apartaban, los miré en ese último instante
y vi que sus cuerpos se relajaban, como aliviados, y sus auras volvían a ser
doradas.
Al
despertar en recuperación, me sentí tan tranquila y hermosa. No entendía qué
acababa de pasar. Las cabezas entraban y salían de la sala de recuperación, y
sentí que la enfermera estaba sorprendida por la cantidad de energía que tenía.
Me levanté de inmediato, intenté volver a vestirme y dije que estaba lista para
irme. El viaje a casa en coche fue de lo más extraño; tenía un ojo lleno de
sangre y puntos de sutura, pero me sentía tan feliz.
Me
tomó varias semanas procesarlo todo. Me sentí conectado con la Fuente Divina.
Cualquier pensamiento o pregunta que tuviera sobre el universo recibía
respuesta, incluso antes de que pudiera pensarlo. En muchas ocasiones, caí en
profundos estados meditativos no elegidos, en los que repetía constantemente:
«Quiero ser el Amor de Dios».
Sentí
que me estaba volviendo loca después de lo que estaba viviendo. Empecé mi
búsqueda en internet y terminé con una conversación con mi médico. Cuando lo
contacté en una visita no programada, fui directo al respecto. Le pregunté:
"¿Pasó algo inusual durante mi cirugía? ¿Hubo alguna complicación que no
me informaron?". Sorprendido, se sonrojó y respondió: "Sí, hubo un
problema con la anestesia y tenía una obstrucción de las vías respiratorias que
le habría causado la muerte si no hubiéramos intervenido rápidamente. Solo
había visto esto dos veces en mi larga carrera". Le conté lo que había
vivido y me escuchó con franqueza y calidez.
Regresé
a casa aliviado, pues mis sospechas se confirmaron. Los estados meditativos
continuaron durante aproximadamente una semana más, pero no durarían. Pronto
volví a sentirme espiritualmente frío, al sentir las profundas conexiones de las
secuelas iniciales de la experiencia a medida que se disipaban.
Con
el paso de los años, mis ideales y creencias sobre Dios y el mundo eterno
fluctuaban. Era difícil conciliar el dolor de ser transgénero en la Tierra con
mis recuerdos de la conexión y belleza divinas en el más allá.
Tras
el fin de mis creencias ateas, seguía luchando por comprender por qué había
sufrido este dolor y oraba por una respuesta. Tras perder a una amiga
transgénero por suicidio, sufrí un profundo dolor. Era la segunda vez en un año
y medio que perdía a una amiga como yo por suicidio.
Una
noche, después de quedarme dormida, desperté en el Cielo. Pensarías que era un
sueño, pero no. Era más real que la realidad. No tenía cuerpo; era una mota de
luz. Una hermosa joven estaba de pie frente a mí, de espaldas a mí. Tenía una
larga cabellera rubia que le llegaba hasta la espalda. Era un poco más alta que
la chica que había visto en el Cielo. Su cuerpo era más parecido a la realidad
terrenal, pero de una luz intensa. A mi derecha, sentí una gran y cálida
presencia masculina; era el ser con su hermoso y brillante resplandor blanco.
Inmediatamente, entré en su pequeño cuerpo, y al reflexionar me di cuenta de
que era yo. No podía ver mi rostro, pero finalmente vi cómo me veía Dios. Las
únicas palabras que pronuncié fueron: «Soy perfecta». Con esas palabras, un
destello, una luz brillante y penetrante me invadió, y todo terminó. Fue como
respirar profundamente de vuelta a la eternidad.
Me
incorporé en la cama y me sentí en paz y llena de un cálido amor. Por primera
vez, me sentí sana. Mi ira contra Dios se disipó. Entendí que Él me amaba y que
todo esto tenía un propósito. Se trataba de amor.
Mi
alma se transformó por completo, pues ya no sentía la amargura de mi pasado.
Aunque mi vida no había cambiado físicamente, ahora sabía cuánto me amaban y
que mi sufrimiento siempre me llevaría de vuelta al amor. Sentí la necesidad de
dejar de odiar a Dios y, en cambio, me tomé el tiempo para conocerlo. Sentí paz
al aprender a apreciar y amar a quienes me odiaban. Por primera vez, dejé de
permitir que me maltrataran, pues ahora me amaba tal como Dios me creó.
Las
personas transgénero siguen siendo almas. La niña que dice ser niño, crece
hasta convertirse en alguien como yo. Algunos intentan afirmar que ser
transgénero es una enfermedad mental. Por otro lado, los médicos más
prestigiosos entienden que ser transgénero es una enfermedad del cuerpo físico.
Al igual que esos médicos, sugiero que ser transgénero es alguien que abre la
puerta a su alma.
Mi
vida ha presentado muchos desafíos. Sin embargo, me siento bendecida por haber
tenido varias experiencias espirituales que abrieron mi corazón, mente y alma
al amor infinito de Dios por toda la humanidad, independientemente de nuestras
diferencias. Si tuviera un deseo por cumplir en esta vida, sería iniciar una
conversación sincera con quienes tienen miedo y carecen de comprensión y
compasión por las personas transgénero de nacimiento. Sin mi ECM y la posterior
experiencia espiritual, dudo que hubiera tenido el valor de hablar tan
abiertamente sobre mi vida. Sé que la misión que me fue encomendada fue generar
un cambio positivo en el mundo. Es esencial para mí que esto se cumpla.
Agradezco a Dios por darme este propósito divino y la oportunidad de marcar la
diferencia.
Este es un relato verdaderamente fascinante
de lo empoderantes que pueden ser las ECM y las experiencias espirituales.
Jessica ha vivido una vida de adversidad y desafíos desde su infancia. Me
resulta intrigante que su ECM inicial fuera precursora de una transformación,
incluso más que el detonante de la transformación que describió. Las profundas
conexiones que experimentó durante la ECM comenzaron a disiparse con el tiempo,
algo que puede suceder. Sin embargo, parece haber mantenido una conexión espiritual,
ya que también describió haber entrado en estados meditativos espontáneos. Sus
sentimientos hacia Dios fluctuaban entre el amor y el odio mientras lidiaba con
una combinación de maravillosos recuerdos de la ECM, junto con una sensación de
rechazo durante la misma. Aunque otras personas con las que he hablado han
descrito sentimientos similares, esto es mucho menos común.
El
punto de inflexión en la transformación de Jessica llegó unos años después,
cuando experimentó una transformación espiritual poco después de la muerte de
su querida amiga. Este tipo de experiencias son muy comunes tras un período de
duelo. La importancia de esta experiencia radica en que transformó por completo
su forma de pensar y su percepción de sí misma, hasta el punto de que siente
que todas las dificultades de su vida han sido sanadas. La amargura y la
oscuridad de su pasado han sido superadas por completo, y se ha empoderado para
amarse a sí misma según lo que siente que es el propósito de Dios.
Posteriormente,
Jessica se siente obligada a hablar públicamente de su vida. Le apasiona ayudar
a los demás y promover la concienciación sobre las personas transgénero. Su
nueva perspectiva le ha permitido encontrar sentido y propósito en la vida.
Ahora comprende que esto solo pudo lograrse amándose tal como es: perfecta. La
valentía que Jessica ha demostrado será un ejemplo para otras personas que
enfrentan problemas similares. Nos sentimos honrados de que Jessica nos haya
permitido incluir su historia en este libro, ya que es la primera vez que la
comparte públicamente.
19. CONCIENCIA COLECTIVA
El Dr. Bernie Siegel es un cirujano
pediátrico jubilado que reside en un suburbio de New Haven, Connecticut, con su
esposa Bobbie. Ha escrito numerosos libros sobre la relación entre el paciente
y el proceso de sanación, incluyendo “Amor, Medicina y Milagros”y
"El Arte de Sanar". Bernie ha sido nombrado una de las 20 personas
vivas con mayor influencia espiritual del planeta. Nos sentimos honrados y
privilegiados de que, cuando se le solicitó apoyo para nuestro proyecto, no
solo se ofreciera a respaldar nuestro libro, sino que también tuviera la
amabilidad de compartir su ECM que
experimentó de niño. Además, ofrece su opinión profesional sobre la conciencia
colectiva.
Cuando tenía 4 años, estaba en casa, en cama,
con una de mis frecuentes infecciones de oído. Tomé un teléfono de juguete con
el que jugaba, desatornillé el dial y me metí todas las piezas en la boca, como
había visto hacer a los carpinteros con los clavos que iban a usar. El problema
fue que aspiré las piezas y sufrí un laringoespasmo. Todavía siento cómo los
músculos intercostales y el diafragma se contraían con fuerza, intentando que
entrara aire en mis pulmones, pero nada funcionaba y no podía emitir ningún
sonido para pedir ayuda. No tenía noción del tiempo, pero de repente me di
cuenta de que ya no luchaba. Ahora estaba en la cabecera de la cama, viéndome
mor7ir.
Me
pareció fascinante liberarme de mi cuerpo y una bendición. Nunca me detuve a
pensar en cómo era posible que aún pudiera ver y pensar fuera de él. Me daba
pena que mi madre, que estaba en la cocina, me encontrara muerta, pero lo pensé
y descubrí que mi nuevo estado era preferible a estar viva. Intelectualmente,
elegí la muerte antes que la vida.
Entonces,
el niño en la cama tuvo una convulsión agónica, vomitó y todas las piezas del
juguete salieron volando. Volvió a respirar y yo, furioso, volví a mi cuerpo
contra mi voluntad. Todavía recuerdo haber gritado: "¿Quién hizo
eso?". Sin embargo, después, con 4 años, pensé que había un Dios con un
horario y que, presumiblemente, no debía morir ahora. Hoy lo explicaría como si
un ángel me hubiera hecho la maniobra de Heimlich.
Basándome
en mis experiencias posteriores, creo firmemente que inconscientemente creamos
un plan para el futuro. Dos veces me dejaron siniestrado el coche por culpa de
gente que se saltaba semáforos en rojo, y una vez me caí del techo al romperse
el último peldaño de mi escalera de madera. En ninguno de estos incidentes
sufrí lesiones graves. Alguien me dijo que era porque tenía un ángel y sabía su
nombre. Le pregunté qué era, y me preguntó: "¿Qué dijiste cuando se rompió
la escalera?".
“¡Oh,
mierda!”dije.
“Ese
es su nombre”, respondió.
Debo
añadir que este ángel siempre aparece cuando lo llamo de manera apasionada.
Mi
siguiente experiencia fue con la sanadora Olga Worrall. Me había lesionado la
pierna entrenando para una maratón. Me dolía mucho y no respondía al descanso
ni a la terapia. En una conferencia de la Asociación Médica Holística
Americana, Olga fue ponente invitada. Mi esposa me dijo que le pidiera que me
sanara. Me daba vergüenza pedírselo y, francamente, no era creyente. Sin
embargo, mi esposa me empujó hacia adelante y Olga me sentó en una silla y puso
sus dos manos sobre mi pierna. El calor de sus manos era increíble. Recuerdo
haber puesto mis manos sobre la pierna
opuesta para comparar la sensación de calor. No noté el calor de mis manos a
través del overol. Cuando Olga terminó, me puse de pie y estaba completamente
curado. El dolor había desaparecido y podía caminar con normalidad.
En
otra ocasión, Olga y yo hablamos en el funeral de un amigo en común. Después de
la ceremonia, estábamos en un pasillo desierto cuando ella me preguntó:
"¿Eres judío?".
¿Por
qué preguntas?
"Porque
hay dos rabinos a tu lado". Continuó diciéndome sus nombres y describiendo
sus vestimentas, que incluían sus chales y gorros de oración. Su descripción
coincidía exactamente con lo que había visto en mis sesiones de meditación e
imaginería, durante las cuales me encontré con estas figuras mientras caminaba
por mi sendero.
Otra
noche, di una conferencia, pero sentí como si simplemente la estuviera
verbalizando para otra persona. Una mujer se me acercó y me dijo: «Durante toda
la conferencia, frente a usted había un hombre, y le hice un dibujo». De nuevo,
exactamente el rostro y los rasgos de mi guía interior. Todavía conservo el
dibujo en casa.
Mi
siguiente experiencia fue cuando le contaba a una amiga lo ocupada que estaba,
y ella me preguntó: "¿Por qué vives así?". Su intención era que
bajara el ritmo y viajara menos, pero su pregunta me sumió en un estado de
trance y me vi de inmediato con una espada en la mano, matando gente. Mi
primera reacción fue que me había convertido en cirujana en esta vida para usar
un bisturí para curar, no para matar.
Unos
días después, volví a entrar en trance espontáneamente y me vi viviendo como un
caballero: un caballero que mataba por temor a su Señor y a lo que este le
haría si no cumplía sus órdenes. En este trance, maté a mi esposa y a su perro,
y la experiencia me dejó devastado. Pero al mismo tiempo, me reveló por qué el
rostro de mi esposa siempre me ha hipnotizado y por qué me interesa tanto
rescatar animales.
En
última instancia, mi ECM me enseñó a tener fe en el verdadero Señor y, como
Abraham, Jesús, Moisés, Noé y otros, a comprender que lo que nuestro Señor nos
pide es para el bien común.
De
esto aprendí que, si hubiera tenido fe en mi Señor, me habrían pedido que
uniera a familias en conflicto, y la solución habría sido que la joven y yo nos
casáramos y recibiéramos la tierra por la que se peleaban como regalo de bodas.
Entonces nos convertimos en una sola familia, sin nada por lo que pelear.
Recientemente,
uno de nuestros gatos desapareció al dejar una puerta abierta. Tras varias
semanas sin saber nada de él, estaba segura de que un depredador lo había
matado. Una amiga mía, Amelia Kinkade, es intuitiva con los animales y vive en
Los Ángeles. Vivimos en Connecticut y Amelia nunca ha estado en nuestra casa ni
cerca de ella. La insistí para que me dijera dónde estaba el gato. Me lo dijo
por correo electrónico, sin que yo le enviara una foto: «El gato está vivo
porque puedo ver a través de sus ojos». Su mensaje detallaba la casa, el
jardín, otros animales y las personas que estaban involucradas en la vida del
gato. Al día siguiente, salí y encontré al gato exactamente donde Amelia dijo
que se escondía.
Si
eso no me convierte en creyente de la conciencia colectiva, nada lo hará. Creo
firmemente que la conciencia no es local ni se limita al cuerpo. También lo he
experimentado a través de los dibujos y sueños de los pacientes que he
atendido, que les ayudan a conocer su diagnóstico y lo que les depara el
futuro. Como dijo Jung: «El futuro se prepara inconscientemente con mucha
antelación y, por lo tanto, los clarividentes pueden adivinarlo».
También
he tenido comunicación con los muertos a través de una amiga médium, mística y
expaciente. Además, a veces oigo una voz que me habla y me aconseja, y sus
palabras han tenido un enorme impacto en mi vida. Creo que es esta consciencia
inconsciente la que nos impregna al nacer. No creo que vivamos literalmente
muchas vidas; más bien, traemos con nosotros la experiencia de vidas
anteriores. Por lo tanto, cuanto más sabios seamos, mejor será el futuro para
quienes nos sucedan.
Es muy interesante leer sobre las
experiencias de Bernie, comenzando con su ECM a los 4 años. Parece que su ECM
influyó en el desarrollo de su carrera, brindándole una mayor apertura y
comprensión de los aspectos espirituales de la atención al paciente. Bernie se
afeitó la cabeza hace 40 años, cuando otros lo consideraban anormal. Aprendió
de la obra de Jung que facilita el descubrimiento de la espiritualidad, como hacen los monjes, y el sentirse
como un recién nacido. Bernie es un pionero y ha liderado el camino para los
médicos que exploran la conexión mente-cuerpo.
En
1978, desarrolló una terapia para pacientes con cáncer llamada Pacientes
Excepcionales con Cáncer, centrada en la terapia de grupo que incorporaba
dibujos, sueños, sentimientos e imágenes de los pacientes. Esta terapia
facilita cambios en el estilo de vida mediante la confrontación amorosa y
terapéutica, lo que conduce al empoderamiento personal y la sanación en un
entorno de apoyo y cariño. Bernie me parece un hombre adelantado a su tiempo al
impulsar estos procesos terapéuticos, que son cada vez más populares a medida
que nuevas investigaciones confirman la importancia de abordar los aspectos
espirituales y mentales de la enfermedad, además de los físicos.
Bernie
ha predicho que, en los próximos años, la investigación comenzará a centrarse
en la espiritualidad, la consciencia, la sanación no local, la memoria corporal
y la energía cardíaca. Estos cambios ya están comenzando, con el inicio de
numerosos proyectos de investigación apasionantes. Como afirma su sitio web,
Bernie «adopta una filosofía de vida y muerte que se sitúa a la vanguardia de
la ética médica y los problemas espirituales que nuestra sociedad enfrenta hoy.
Continúa contribuyendo a la innovación en el campo de la sanación y luchando
personalmente por vivir el mensaje de bondad y amor», el mensaje fundamental de
las ECM.
20 EL DON DEL SER
(Dedicado
al padre de la Dra. Barbara Mango, Melville Pollak)
Kelly conectó con la Dra. Barbara Mango, de
61 años, a través de las redes sociales y rápidamente se hicieron muy amigas.
Durante las primeras etapas de la escritura de este libro, al padre de Barbara
le diagnosticaron una enfermedad terminal y, lamentablemente, falleció unos
meses después. A pesar de este momento tan traumático para Barbara, ha
mantenido su entusiasmo por este libro y ha contribuido con este capítulo.
Estamos en deuda con Barbara por su dedicación al seguir trabajando con
nosotros, a pesar de las dificultades emocionales que enfrentaba en ese
momento.
La
Dra. Mango es egresada del Instituto Americano de Teología Holística, con una
maestría y un doctorado en Ciencias Metafísicas. Ha publicado artículos en
blogs, sitios web e impresos, y ha aparecido en radio y televisión.
Uno de los encuentros más transformadores de mi
vida ocurrió mientras estaba sentado con mi padre, quien agonizaba por un
cáncer terminal. Durante las últimas semanas de su vida, experimentó una serie
extraordinaria de experiencias, conocidas como NDA (Conciencia de la Muerte
Cercana). Como explica la fundación Eternea (La Convergencia de la Ciencia y
para la Transformación Personal y Global):
Cuando las personas
que agonizan a causa de una enfermedad terminal se acercan a la muerte, también
experimentan experiencias extraordinarias y parecen desarrollar una mayor
consciencia. Esto se denomina Consciencia de la Muerte Cercana (CCM), y estas
experiencias guardan un claro paralelismo con las ECM (Experiencias Cercanas a
la Muerte). De hecho, las personas moribundas parecen poder pasar de una
realidad a otra y regresar con relativa facilidad. Sus intentos de compartir
las maravillas de estas experiencias mediante palabras o comportamientos a
menudo se ven frustrados por nuestra falta de comprensión del lenguaje
simbólico que utilizan. Sin embargo, hablan mientras la experiencia ocurre
realmente.
Es muy común que los familiares desestimen este
lenguaje figurado y lo etiqueten como "divagaciones” de una mente
moribunda o alucinaciones inducidas por fármacos. Sin embargo, es precisamente a
través de este diálogo que los moribundos se comunican con nosotros.
Descifrar este lenguaje aparentemente misterioso requiere escuchar con el
corazón, no con la lógica. Los mensajes de los moribundos suelen describir lo
que realmente experimentan o solicitan. Si escuchamos de verdad, compartimos el
proceso de transición de nuestro ser querido, a la vez que facilitamos una
transición pacífica, reconfortante y tranquilizadora. Lamentablemente, esta
comunicación suele interpretarse como delirio o agitación del paciente, que
requiere sedación.
De
alguna manera, comprendí fácilmente las referencias simbólicas/la otra realidad
de mi padre. Atribuyo este "conocimiento” a toda una vida de experiencias
espiritualmente transformadoras/anómalas. Muchos componentes de mis
experiencias comparten características de las ECM/NDA: comunicación con seres
espirituales y seres queridos fallecidos, experimentar un amor profundo y
apacible inexplicable en la terminología humana, y la certeza de que la
consciencia existe después de la muerte física.
Estas
experiencias colectivas me sanaron emocional y físicamente, y facilitaron mi
crecimiento espiritual. En retrospectiva, cada una ocurrió en el momento
preciso de mi vida: cuando más necesitaba un mensaje específico, inspiración
divina o consuelo amoroso. De naturaleza sincrónica, me guiaron con delicadeza
y reiteradamente para convertirme en la persona que soy hoy. Combinadas, han
cimentado mi creencia de que las ECM y las ETS ofrecen un atisbo de un reino al
que nos trasladamos cuando nuestro cuerpo físico muere: un reino de existencia
divina, unidad y amor indescriptible.
La
profundidad y amplitud de mis experiencias podrían llenar un libro entero, y
mucho menos un solo capítulo. A lo largo de mi vida, han transformado mi perspectiva
de la vida. Ya no me interesa el materialismo ni las búsquedas superficiales.
No tengo paciencia para la división, el egocentrismo, los prejuicios ni la
superioridad. Vivir como una persona empática, tolerante, de mente abierta,
compasiva y amorosa es la única forma que conozco de ser.
Mi
vida cambió drásticamente en mayo de 2007, cuando trabajaba como maestra de
preescolar para niños de bajos recursos y en situación de alto riesgo. Creo
firmemente que la sincronicidad y nuestra pasión compartida por trabajar con
niños desfavorecidos y ayudarlos me conectaron posteriormente con Kelly Walsh.
El 15
de mayo de 2007, un niño de 3 años particularmente activo trepó a lo alto de
una estructura de juegos muy alta. Subí lo más rápido posible para recuperar a
mi enérgico alumno cuando, de repente, resbalé y caí de espaldas desde una
altura de dos metros. Tuve mucha suerte de no quedar paralizado. Sin embargo,
sufría un dolor insoportable. Dos meses después, y tras numerosas
exploraciones, me diagnosticaron una fractura traumática del sacro con daño
grave en la articulación sacroilíaca izquierda (la articulación que conecta el
sacro con la pelvis).
Siempre
he estado en forma y he sido extremadamente activo, pero ya no podía trabajar
ni realizar ninguna actividad física. El sacro soporta el peso de la parte
superior del cuerpo; por lo tanto, no podía sentarme ni estar de pie más de
cinco minutos seguidos, ya que ambas cosas eran dolorosas. Simplemente caminar
distancias cortas era un desafío.
Esta
lesión fue un punto de inflexión en mi vida. Me deprimí, tanto por el dolor
crónico e incesante como por el duelo por la pérdida de la integridad física
que una vez poseí. Me sumí en la autocompasión, esforzándome al máximo por
comprender por qué me había sucedido esta "cosa terrible". "¿Por
qué es la vida tan injusta?", me grité. La respuesta me llegó como un
rayo... en lugar de luchar contra el dolor y las limitaciones físicas, decidí
aceptarlas, al darme cuenta de que había una razón divina para que este accidente
hubiera ocurrido. Mi lesión me sirvió de lección para seguir avanzando en mi
camino de desarrollo espiritual y el verdadero propósito de la vida. Sin
embargo, seguía sin saber exactamente cuál era.
Físicamente
limitado, volqué mi energía en mi interior. Debido a mi vida de experiencias
anómalas y a mi interés por la metafísica, me matriculé en un máster en
Ciencias Metafísicas. Debido al dolor constante, no estaba seguro de poder
completar una asignatura, y mucho menos un programa de dos años. Sin embargo,
estaba fascinado con el programa y, a pesar de mis limitaciones físicas, lo
completé en 11 meses. Inmediatamente me matriculé en el doctorado. Fascinado
por las ECM, escribí mi tesis doctoral sobre ellas, titulada: Mentes
divididas: El debate espiritual y científico de la experiencia cercana a la
muerte.
Por
supuesto, mi mente y mi corazón no estaban divididos. Sabía sin la menor duda
que la vida no terminaba con la muerte física.
Gracias
a mis experiencias de toda la vida y a mi educación espiritual, pude acompañar
a mi padre en sus últimas semanas de vida, con cariño y sin miedo. Le
diagnosticaron cáncer de páncreas metastásico en estadio 4 en marzo de 2016.
Con valentía, se sometió a radioterapia y quimioterapia, pero sin resultados.
Me tomé una licencia laboral y viajé varias veces a Florida (la casa de mis
padres). Volé por última vez en agosto de 2016. Tras una larga y dura batalla
contra esta terrible enfermedad y numerosas hospitalizaciones, mi padre recibió
cuidados paliativos en su casa.
Como
afirmó Elisabeth Kübler-Ross, psiquiatra suiza, pionera en las ECM y autora del
innovador libro “Sobre la muerte y los moribundos”: «La muerte no es un
suceso médico. Es un suceso espiritual».
Qué
ciertas me sonaron estas palabras. Estaba a punto de embarcarme en el viaje
espiritual más profundo de mi vida. No habría podido ser una presencia serena
ante un cáncer terminal sin mi creencia de que la vida no termina con la muerte
física. De hecho, la muerte simplemente libera la gloriosa esencia eterna
confinada en el ser físico.
Las
personas que han tenido una ECM mueren clínicamente, abandonando
sus experiencias divinas y regresando a la existencia física. Sin embargo, tuve
el privilegio de compartir la evolución de mi padre hacia este
estado divino de existencia. De repente, comprendí que estos dos fenómenos
aparentemente distintos son, en realidad, dos aspectos de un mismo continuo. La
novelista francesa Anaïs Nin lo resumió a la perfección: «La vida es un círculo
completo que se ensancha hasta unirse a los movimientos circulares del
infinito».
Ver
el deterioro de mi padre fue desgarrador. Cada día, su frágil cuerpo parecía
encogerse y marchitarse aún más en la cama del hospital. Me sentía impotente,
abrumada por la tristeza y, a veces, completamente abrumada. Sollozaba durante
horas y estaba mental y físicamente agotada. Sin embargo, espiritualmente,
siempre me sentía tranquila y centrada.
Me
senté junto a mi padre, le tomé la mano, le acaricié el brazo y le froté
suavemente los pies. Le hice la manicura, le puse compresas frías en la frente
cuando le subía la fiebre y le puse bálsamo en los labios resecos y agrietados.
Lo besé y abracé, le puse su música clásica favorita y le ayudé a alimentarse.
Fueron actos de puro amor.
Mi
padre siempre se describió como un "judío ateo", lo cual es en
realidad una completa contradicción. Creía que la muerte era EL FIN, y punto;
no había más allá, solo un sueño eterno, profundo y sin sueños. A lo largo de
su vida, no le tuvo ningún miedo a la muerte. Gracias a esto, pudimos hablar
abiertamente sobre aspectos de la muerte, el más allá y su asombro por flotar
entre el mundo físico y el inmaterial.
Saber
que mi padre regresaba a su hogar "real”me trajo una gran paz. Hablamos de
momentos especiales, recuerdos y nuestro amor mutuo. Aunque me había herido y
decepcionado muchas veces a lo largo de mi vida, pude ver más allá de estas
imperfecciones y ver el ser hermoso y espiritualmente perfecto que realmente
era. Ninguno de nosotros, en nuestra encarnación física, comprende el
"gran”plan o propósito de nuestra vida. Ciertamente, no entendía cuál era
el de mi padre, ni el mío, así que ¿cómo podía juzgarlo?
La
cama de hospital de mi padre se colocó en nuestra sala de estar, a la que
rápidamente llamé "central de operaciones". El equipo de cuidados
paliativos trabajaba en turnos de 12 horas, con al menos una enfermera de
cuidados paliativos siempre presente. No tengo palabras para describir al
personal y, en especial, a las enfermeras de cuidados intensivos. Muchas tenían
más de 35 años de experiencia en cuidados paliativos y críticos. Eran
cariñosas, pacientes, compasivas, conocedoras, amables y siempre accesibles.
Hablé a fondo con la mayoría de ellas.
Muchos
días, me senté junto a la cama de mi padre, pegada a mi portátil, trabajando
frenéticamente en este capítulo. Varias enfermeras me preguntaron qué estaba
haciendo. Dudé en decírselo. Obtener un doctorado e investigar, escribir y
hablar sobre las ECM no me ha hecho, por desgracia, inmune a las miradas
extrañas y a la pérdida de relaciones debido a mis percibidas "creencias
extrañas". Me han llamado loca, impía y muchas palabras menos amables. La
ciencia tradicional ridiculiza la idea de que la consciencia sobrevive a la
muerte. El personal médico suele descartar la validez de las ECM de los supervivientes,
insistiendo en que son meras alucinaciones. Familiares y amigos tienen
dificultades para comprender el fenómeno de las ECM. La mayoría de las personas
temen experiencias imperceptibles para nuestros cinco sentidos físicos.
Desafortunadamente, el miedo a menudo perpetúa el juicio y la estrechez de
miras.
Las
enfermeras de mi padre fueron especialmente abiertas, sin prejuicios y
comprensivas. Lo escucharon con sinceridad, sin rechazar ni subestimar
sus experiencias. Así, confiando en que comprenderían mi perspectiva, les hablé
de mis experiencias vitales, mi formación y el propósito de este libro. Estaban
realmente deseosas de hablar sobre las ECM/ECM. ¡Qué alivio! A partir de ese
momento, hablamos a fondo sobre la muerte, el morir y la espiritualidad.
Pregunté a casi todas las enfermeras si alguno de sus pacientes había tenido
una ECM y, de ser así, aproximadamente cuántos. Sus respuestas fueron casi
idénticas. Todas respondieron, casi textualmente: «Sí, bastantes,
aproximadamente entre el 40 % y el 50 %».
Me
quedé impactado, de hecho, alucinado. Las estadísticas actuales indican que
aproximadamente el 15 % (aunque se ha sugerido que la cifra es mucho mayor) de
la población estadounidense ha experimentado una ECM. Por supuesto, la cifra de
los hospicios es aproximada y no puede considerarse científicamente válida. Sin
embargo, el personal de enfermería alegó dos razones que contribuyen a su
elevada estimación.
En
primer lugar, las enfermeras de cuidados paliativos, salvo breves descansos,
dedican sesiones de 12 horas no solo a cuidar, sino también a observar a
cada paciente. Por lo tanto, a diferencia de un entorno hospitalario, pasan la
mayor parte de su turno con un solo paciente. En segundo lugar, este entorno
individual permite que los pacientes se sientan cómodos, incluso cerca de sus
enfermeras. Un hospicio es un entorno médico único, en el que el paciente y las
enfermeras experimentan juntos el proceso de morir. En este entorno de amor y
apoyo, la mayoría de los pacientes se sienten seguros compartiendo sus
experiencias espirituales. Mi padre fue uno de estos pacientes. Experimentó dos
experiencias extracorporales y una experiencia extracorporal (EEC); todas
ocurrieron unas semanas antes de su muerte.
Debo
recalcar una vez más que mi padre era un ateo absoluto que no creía en las
experiencias espirituales, punto. Por eso, su escepticismo hacía que estos
sucesos fueran especialmente maravillosos. Una mañana, me desperté y, con los
ojos llorosos, entré a la cocina a trompicones. Mi padre nos llamó a mi madre y
a mí a su lado con una urgencia frenética. Insistió en que tomara papel y lápiz
y escribiera EXACTAMENTE lo que decía. Esto fue lo que nos dijo:
Esta mañana
temprano vi un ser, no una persona. Definitivamente no era un ser humano.
Juntos flotamos sobre los pies de mi cama. Nos mirábamos a mí mismo en la cama.
El ser brillante me dijo que era hora de dejar de regalar mis cosas. Este Ser
de Luz me dijo que se iba a celebrar una fiesta en mi honor, y que yo sería el
invitado especial. Sin embargo, como mi madre no quiso venir, tuvo que
cancelarse.
Esto me pareció fascinante por dos razones.
Primero, papá estaba extremadamente lúcido y no estaba medicado en ese momento.
Segundo, la psicología onírica (o psicología del inconsciente) nos dice que dar
regalos u "ofrendas”indica que uno está en el camino hacia la plenitud
espiritual. Supe, sin lugar a dudas, que mi padre había tenido su primer
encuentro espiritual.
Creo
firmemente que mi madre tuvo que negar la validez de las conversaciones
de papá porque era emocionalmente incapaz de aceptar su muerte inminente.
Aunque comprendía perfectamente su profunda necesidad de rechazar sus
conmovedores mensajes, me rompió el corazón. Papá buscaba desesperadamente que
ella reconociera su último deseo: "dejarlo ir con amor". Sin este
apoyo, se sentía atrapado en su cuerpo físico, incapaz de asistir a la gloriosa
fiesta de bienvenida que le esperaba.
Días
después, insistió de nuevo en hablar con nosotros. Esta vez, describió a varios
Seres de Luz sonriendo con alegría y bondad mientras lo preparaban para una
ceremonia ritual judía de purificación. El baño ritual judío de purificación,
llamado mikve, es el rito de purificación de un hombre judío antes de su
entierro y la ascensión de su alma a lo alto. Los seres le dijeron entonces que
no pudieron completar la limpieza ritual, ya que, una vez más, mi madre decidió
no participar.
El
tercer incidente ocurrió temprano en la mañana del día que volaba a casa. Antes
de terminar su turno, la enfermera de noche me agarró del brazo. Me dijo que en
todos sus años de trabajo en hospicio, nunca había vivido una noche tan hermosa
y transformadora. En medio de la noche, mi padre se despertó e insistió en que
le pusiera un himno particularmente hermoso, uno que nunca había escuchado. Encontró
la canción en su celular y se la puso a mi padre. Él rara vez canta y, que yo
sepa, no se sabe la letra de ningún himno ni canción religiosa. Sin embargo,
colocó sus manos débiles y temblorosas en posición de oración y, mientras
miraba fijamente al techo, cantó cada palabra con claridad y corrección. (En el
judaísmo, los himnos espirituales se llaman Nigunim, o "cantos”de
alegría. Se cantan para brindar una profunda paz y cercanía a Dios/Fuente).
Inmediatamente después, vio su nombre "escrito”sobre él y sintió una paz
absoluta. ¡Los "seres”lo estaban esperando! La enfermera dijo: «Sabía que
había un propósito por el que me habían elegido para venir a esta casa esta
noche. Fue la noche más tranquila y hermosa que he tenido en mis 35 años de
trabajo en hospicio. La energía en la habitación era tan serena que era
palpable». Viniendo de una enfermera de hospicio con una larga trayectoria, eso
es mucho decir.
Estar
al lado de mi padre durante sus últimas semanas en la Tierra fue, a la vez,
desgarrador, abrumador y agotador, tanto mental como emocionalmente. Sin
embargo, fue, sin duda, la experiencia más amorosa, tierna y trascendental de
mi vida: un regalo profundo. Siempre quise a mi padre, pero ahora, mi amor era
más profundo. Forjamos una relación más sólida, honesta y significativa durante
las últimas semanas de su vida.
Esta
experiencia me ha cambiado radicalmente. De igual manera, papá se transformó de
maneras antes inimaginables. Su ira y comportamiento pasivo-agresivo fueron
reemplazados por una calma gentil. Antes incapaz de expresar afecto, comenzó a
decirme que me amaba y a llenarme de abrazos y besos constantemente. Un hombre
que siempre había tenido dificultades para hablar de sus sentimientos más
íntimos, ahora compartía abiertamente sus miedos, deseos, arrepentimientos y
esperanzas más profundas para el futuro una vez que él ya no estuviera.
Desarrolló una mayor conciencia espiritual, profundamente reconfortado por la
naturaleza trascendente de su viaje. Para mí, el acuerdo de confidencialidad de
mi padre es como pelar una cebolla. Cada capa representa un aspecto del ego. Al
pelar las capas aparentemente infinitas, el núcleo interior, o alma, finalmente
queda al descubierto.
Innumerables
personas se preguntan la importancia de acompañar a un ser querido durante las
últimas semanas de su vida. ¿Por qué es tan importante? Se debe al significado
que le damos a la presencia. Quizás el mejor regalo que podemos ofrecerle a
nuestro ser querido en transición es hacerle ver que compartimos esta
experiencia juntos. En otras palabras, el simple pero poderoso regalo de
la presencia amorosa, o simplemente de estar.
Sin
embargo, es fundamental que los cuidadores y familiares brinden amor
incondicional, comprensión y empatía a quienes experimentan la NDA. Por difícil
que sea, debemos escuchar a nuestros seres queridos con la mente y el corazón
abiertos. La Conciencia de la Muerte Cercana no es una experiencia de blanco o
negro. Es, en cambio, un encuentro trascendental lleno de mil matices de gris.
Debemos comprender que, si bien el lenguaje figurativo de los moribundos es
diferente al de los vivos, no lo hace menos real. No debemos asumir que estas
conversaciones son simplemente el resultado de la medicación, la falta de
oxígeno o las alucinaciones. La presencia de un cuidador informado es
invaluable y, en última instancia, puede brindar tanto al cuidador como al
paciente una maravillosa oportunidad de crecimiento y sanación.
Cualquier
experiencia puede considerarse espiritualmente transformadora si provoca un
cambio profundo y diferente en la persona, alterando para siempre sus
creencias, prioridades y sentido de propósito. Dichas experiencias pueden ser
desencadenadas por diversos sucesos. Estos pueden incluir (entre otros) ECM,
experiencias extracorporales, comunicaciones después de la muerte (ECM) y, como
demostró mi padre, experiencias de Conciencia Cercana a la Muerte. Porque, en
definitiva, todas comparten el mismo mensaje universal de amor divino, paz e
interconexión con todos.
Barbara ha experimentado muchas experiencias
espirituales a lo largo de su vida, lo cual fue uno de los factores que la
motivaron a estudiar las ECM a nivel de doctorado. Algunas personas
experimentan una ECM y luego tienen una segunda oportunidad en la vida,
mientras que otras no experimentan nada fuera de lo común, excepto al acercarse
la muerte. La muerte es un proceso natural y algo que nos espera a todos. Es
cuando comenzamos a enfrentar nuestra mortalidad que nuestros miedos pueden
comenzar a disiparse. Barbara tuvo el don de poder estar con sus padres y
atender a su padre durante los últimos meses de su vida. No es fácil ver a los
seres queridos soportar los estragos físicos del cuerpo, pero Barbara también
pudo presenciar las experiencias espirituales que formaron parte de la transición
de su padre hacia la muerte.
POSTDATA: CRUZANDO OCÉANOS HACIA EL
AMAR
Un factor que todos los que han contribuido a
este libro han sentido es el amor. Su experiencia les abrió a profundidades de
amor que, en muchos casos, nunca antes habían experimentado. Al concluir este
libro, nos gustaría añadir una breve posdata de dos de los colaboradores.
Durante las primeras etapas de la planificación de este libro, a través de una
conexión sincrónica, se enamoraron.
Ainsley Threadgold
Quiero tomarme el tiempo para compartir esta
parte de mi historia. Es hermosa, conmovedora y está llena del amor
incondicional más divino. Esta parte de mi viaje me ha encontrado resurgiendo.
Antes era una oruga; ahora soy una hermosa y gloriosa mariposa. Krista es el
viento bajo mis alas y los múltiples colores que despliegan. A ella le he
entregado mi corazón. Es a través de ella que he descubierto el amor verdadero
y la capacidad de demostrarlo.
Nuestras
primeras interacciones estaban llenas de energía. Ahora, al recordarlo, siento
que fue como si hubiéramos experimentado las primeras y tentadoras sensaciones
de una conexión que ninguno de los dos había conocido. Desafortunadamente,
ninguno de los dos estaba en una situación en la que pudiéramos explorar esto
de inmediato. Nos separaban 7200 kilómetros, ambos estábamos casados con
otras personas y yo acababa de tener hijos, pero aun así no pude evitar
sentirme atraído por ella. Sentí una chispa divina que me atraía hacia ella y,
como imanes, cuanto más nos acercábamos, más fuerte era la atracción entre
nosotros y más profunda la amistad.
Aunque
era evidente que nos queríamos profundamente, me vi obligado a aislarme. Me
atormentaba toda una vida de dolor emocional y, por primera vez, tuve que
reflexionar profundamente sobre quién había sido. Esto significó alejarme de
Krista; en ese momento no podía mancharla con mi dolor.
Luego,
semanas después, gracias a una serie de acontecimientos sincrónicos, Krista
encontró la manera de romper las barreras que yo había creado. Me escribió un mensaje
conmovedor; uno que, como una suave brisa cálida, me inundó por completo. De
inmediato, me quedó claro que nuestra amistad significaba tanto para ella como
para mí, y el universo lo sabía; no iba a permitir que nuestros egos se
interpusieran en algo que sabía que se convertiría en algo divinamente hermoso.
Esto
desencadenó un gran cambio para ambos. Me di cuenta cada vez más de que mi
relación actual había fracasado; peor aún, mi presencia continuaba causando más
dolor.
Ahora
entiendo que, si bien cada ECM es única, también existen similitudes clave.
Asimismo, existen paralelismos en las secuelas transformadoras: conozco varios
relatos de personas que han resurgido a sus antiguas vidas al darse cuenta de
que ya no encajan. Mi situación no fue diferente, y tras una patada kármica en
el trasero con una lectura de tarot, vi el camino del que me había ocultado.
Durante años viví en una relación en la que ambas partes negaban una verdad
conmovedora: estar juntos nos estaba destrozando. A veces, el acto más amoroso
es hacer lo que más duele, así que a principios de julio me fui de casa. Solo
tenía una maleta a mi nombre y ningún sitio adonde ir.
Pronto
pude mantenerme a mí mismo, a mi esposa y a mi hija, y tener mi espacio para respirar. Esto despertó viejas
energías que, como la naturaleza aparentemente destructiva de un incendio
forestal, necesitaban ser disipadas. Volví a retirarme. Abrirme fue demasiado;
volví a levantar mis barreras y me cerré. Una vez más, me alejé de Krista. Por
mucho que le doliera, con la gracia de un ángel, me dio con delicadeza el
espacio necesario para hacer lo que necesitaba.
Tras
apagarse el fuego, surge una nueva vida. Dos días después, recibí un mensaje de
Krista, que deseaba seguir adelante. Más tarde, aprendí algo que, hasta el día
de hoy, me conmueve profundamente. Tras pasar varios días sufriendo en su ego,
Krista experimentó una inmersión en el sentimiento más divino del amor
incondicional. Entonces supo que estábamos destinados a hacer y ser más;
también supo que quería formar parte de mi vida. Rompió mis barreras,
mostrándome que podía amarme a mí mismo y que estaba bien ser vulnerable.
Los
numerosos acontecimientos que siguieron demostrarían sin lugar a dudas que
nuestra amistad se estaba convirtiendo en amor y, usando la analogía de una
flor alpina, que crecía en las circunstancias más duras. Nuestra respuesta
humana es mover la flor. La flor solo sabe que necesita el sol. Krista era el
sol que necesitaba para abrir mis delicados pétalos y, por primera vez, ver que
mis cicatrices eran hermosas porque eran yo.
Hay
mucho que quiero compartir aquí sobre la sincronicidad: el dolor del
estancamiento, el dolor del cambio, y también sobre el crecimiento. Sin
embargo, en este momento, me gustaría profundizar en algunos de los cambios más
personales que mi ECM me ha permitido. Después de todo, no se trata solo de la
experiencia en sí, sino de cómo he evolucionado desde entonces y cómo he
lidiado con ella tras resurgir una y otra vez. He dado varios pasos adelante en
mi interior y con los dones que estoy desarrollando, para ayudar a todas las
almas divinas con las que tendré la bendición de conectar.
Uno
de los cambios inmediatos que sentí fue la necesidad de comprenderme mejor.
Desperté a una vida tan cerrada, tan atrapada emocionalmente, que me preguntaba
cómo seguir adelante y dónde empezaría a encontrarle sentido a mi vida hasta
ese momento.
Tuve
varias sesiones de hipnosis con mi terapeuta, Karen, para lidiar con mis
dolores actuales y descubrir que las causas de muchos de ellos no provenían
solo de esta vida, sino también de muchas vidas pasadas. Cuanto más trabajaba
en mí misma, más abierta me volvía y más amor me demostraba. Descubrí que la
clave para seguir adelante era perdonarme, aprender por primera vez a amarme
como era y no solo buscarlo fuera de mí. ¡La CLAVE para mostrar verdadero amor
y compasión a los demás es mostrársela a uno mismo primero!
Esta
ha sido una parte en constante evolución y sanación de mi trabajo con Krista.
Estamos intrínsecamente conectadas; lo que ella experimenta, yo lo siento, y
viceversa. Aunque nos separan miles de kilómetros y una diferencia horaria de
cinco horas, ambas podemos sentirnos mutuamente. Si Krista está molesta o se
está recuperando de algún aspecto de su ser, yo lo siento con ella, y a menudo
también me siento sana. Donde antes me costaba compartir cómo estaba o qué
sentía, con Krista puedo ser completamente abierta y sé que ella también puede
serlo conmigo. Me ha ayudado a desarrollar mi intuición; esto, a su vez, me ha
abierto a mi capacidad de canalizar información. A menudo me inspiro para
escribir sobre un tema determinado. Siento que las palabras fluyen a través de
mí, como si el universo me usara para escribir su melodía divina: mensajes de
amor, esperanza e inspiración me han llegado y los he publicado. Me encontré
con el conocimiento de que era exactamente lo que alguien necesitaba escuchar,
o hablaba de cómo se sentía y le ayudaba a comprender.
Esto
se ha desarrollado aún más con mi capacidad para canalizar mensajes, ya sea de las
energías universales, guías y poderes superiores, o de seres queridos
fallecidos. Esto ha demostrado ser muy preciso, adquiriendo conocimientos que
antes no habría podido obtener de aquellos a quienes canalizo. El proceso para
lograrlo suele consistir en abrirme y permitir que la inspiración fluya a
través de mí mientras escribo. También he transmitido mensajes a personas.
Siento un cambio sutil en mi interior, y luego siento que las palabras que digo
tienen un poder adicional, y sé que cumplen un propósito mayor.
He
redescubierto mis recuerdos perdidos. Recuperarlos ha cambiado y enriquecido mi
identidad; me ha enseñado que el amor nos conecta a todos, que el amor nos une,
nos mantiene unidos. Somos como células individuales en el universo, cada una
portadora de la chispa divina y una representación en miniatura de ella. Cada
uno es único y está conectado de forma única; hay un objetivo común oculto en
la lucha común. Todos estamos aquí para reaprender el amor del que estamos
hechos, para ser la experiencia del conocimiento de todo lo que existe.
Descubrir
esto me ha permitido expresarlo en mi interior y también me ha ayudado a
(re)conectar con el amor de mi vida. Encontrarla, descubrir que este amor no
solo definirá esta vida, sino muchas, saber que, a nivel del alma, estamos aquí
para compartir ese amor, es maravilloso. Me siento verdaderamente honrada de
compartir lo que tenemos con el mundo. Ambas queremos que la gente vea que el
amor ES la clave de la grandeza; es la clave para abrir camino a la vida. Hemos
co-creado varias circunstancias muy amorosas, donde hemos cruzado océanos para
pasar tiempo juntas. También sabemos que queremos vivir, amar y trabajar
juntas.
Para
terminar, quiero decir que todos somos amor, aunque nuestras encarnaciones
actuales muestren lo contrario; seguimos siendo amor porque ayudamos a
definirlo. Ante cada acontecimiento que cambia el mundo y en el que las
personas han cometido actos verdaderamente horribles, o cuando ocurren
desastres naturales, la consecuencia inmediata es que las personas se unan en
amor para que se olviden todas las diferencias, porque en esos momentos nos
conmueve nuestra naturaleza más innata. Esta naturaleza es el amor.
Krista Gorman
Tomar la decisión de dejar mi matrimonio me
abrió a nuevas posibilidades. Hasta entonces, sintiéndome desempoderada y
desconectada de mi verdadero yo, sentía que debía intentar sacar lo mejor de mi
presente. Pensaba que mi futuro era lo que tenía entonces, pero no podría haber
estado más equivocada. Una de las experiencias más sanadoras y hermosas de mi
vida ha sido a través de una relación divina de primer orden con alguien que
conocí gracias a nuestra ECM mutua. Ainsley y yo nos conocimos a través de una
serie de sincronicidades asombrosas, y muchas sincronicidades posteriores han
seguido desde que nos conocimos y reconectamos nuestras almas.
El
camino hacia nuestra conexión comenzó con la Dra. Penny Sartori. Mientras
buscaba editoriales para mi libro, encontré una del Reino Unido y revisé su
catálogo. La Dra. Sartori era una de sus autoras y su temática me atrajo de
inmediato. Como Penny es enfermera de UCI y estudia ECM, sentí una conexión
inmediata con ella, así que le envié un correo electrónico para saludarla. En
su cálida respuesta, me dio el nombre de Kelly Walsh, quien también había
experimentado una ECM y vivía en el Reino Unido. Después de hablar con Kelly,
sentí como si hubiera encontrado a una vieja amiga, una alma gemela. Creamos un
vínculo instantáneo y me uní a su grupo de Facebook Positivity Power. Fue allí
donde vi un video que Ainsley había publicado. Hablaba sobre cómo todos tenemos
nuestras debilidades y cómo estas nos unen. En esa unión estaba el potencial de
iniciar un cambio para mejor en el mundo, a través del amor. Fue una sincera
llamada a la acción y literalmente me sentí como si me hubiera atropellado un
tren de carga. Algo cambió dentro de mí a un nivel muy profundo y supe
intuitivamente que Ainsley sería alguien especial en mi vida.
Poco
después, Ains y yo nos hicimos amigos y tuvimos una conexión profunda y casi
instantánea. Descubrimos cómo nuestras vidas parecían haber sido paralelas y
sentimos que nos habíamos unido por un propósito mayor, uno mucho más grande
del que aún éramos capaces de comprender. Esos sucesos sincrónicos no tienen
otra explicación que la de que fueron creados y co-creados por nosotros con la
intervención amorosa Divina del universo. Desde entonces, nuestra conexión se
ha profundizado de forma milagrosa y Divina, y continúa haciéndolo cada vez que
logramos romper la barrera del ego y nos permitimos dar y recibir más amor.
Para Ains y para mí, fue al encontrarnos y nutrir nuestra conexión que ambos
hemos podido sanar heridas emocionales de toda una vida y reexperimentar el
mismo amor Divino que somos. Recibir ha sido lo más difícil, como nos ocurre a
todos, pero a medida que avanzamos en nuestra relación, esa barrera se ha
debilitado y mi amor por mí mismo, mi conexión Divina conmigo mismo, se ha
profundizado. A medida que crece mi amor propio, crece también mi capacidad de
amar más. Es una hermosa danza de la vida que define nuestra razón de ser.
Recibo el don de revivir el amor del más allá en esta vida y puedo reconocer y
apreciar el milagro divino que representa. Si no vuelvo a respirar, puedo estar
seguro de que, a través de este amor, he recibido la experiencia de lo que
realmente se siente estar vivo.
Lo
hermoso es que todos podemos tener este don. Lo que se nos requería era que el
ego pasara a un segundo plano. Tuvimos que hacer el trabajo emocional y
energético, limpiar la casa, por así decirlo, para poder convertirnos en la
mejor versión de nosotros mismos, no solo para nosotros y los demás, sino para
todos aquellos a quienes estamos aquí para servir. El ego simplemente se
interpone y encubre el amor que somos, pero es un contraste necesario. Sin uno,
no reconoceríamos al otro. Realmente no hay ningún secreto para nuestra
transformación exitosa de dañados y quebrantados a sanados y completos. En
resumen, la clave de nuestro éxito es elegir el amor sobre el miedo. La clave de
todo es que cuando elegimos el amor, la vida florece absolutamente en todos los
niveles.
Todos
llegamos aquí con la misma llave, pero olvidamos que la tenemos. Estamos aquí
para recordar y re-memorar, para recomponer nuestras partes rotas, con el amor
como pegamento, y volver a ser ese amor.
Sé
que es posible. He experimentado cómo se siente y sigo experimentándolo a
diario. Amar más es como podemos sanar y crear un mundo más amoroso al mismo
tiempo. Simplemente ama más. Y luego, ama aún más. ¡GRACIAS!
CONCLUSIÓN
Dra.
Penny Sartori
Me siento muy privilegiado de haber tenido la
oportunidad de trabajar en este libro con todos los que han contribuido. Creo
que cada capítulo ha servido para plantear puntos relevantes que aún deben
abordarse, a pesar de que las ECM son de dominio público.
Un
punto crucial que este libro ha resaltado es la necesidad de una mayor
conciencia y comprensión de las ECM, para que las personas puedan recibir mayor
apoyo psicológico al intentar comprender e integrar una experiencia tan profunda
y transformadora. Muchas personas luchan durante años para asimilar su
experiencia, y algunas investigaciones sugieren que la tasa de divorcios tras
experimentar una ECM es bastante alta. Parece totalmente increíble que en 2002,
a pesar de toda la información sobre las ECM en los medios, la ECM de Erica se
confundiera con un episodio psicótico, por lo que fue trasladada a un hospital
psiquiátrico donde su experiencia fue suprimida con medicación. ¡Esto fue en
2002, no en 1902! Este es el epítome de la arrogancia e ignorancia del sistema
médico al considerar importantes asuntos espirituales, ya que solo se centra en
el cuerpo. Dentro del sistema de salud actual, existe una gran desconexión
entre la mente, el cuerpo y el espíritu, porque la ciencia solo está capacitada
para abordar lo físico; la mente y el espíritu no se pueden medir, por lo que
simplemente no se reconocen ni se abordan.
Otro
punto evidente es que algunas de estas personas también mostraron sensibilidad
a experiencias similares durante su infancia. Ring y Rosing (1990) también lo
observaron al realizar un estudio para investigar si existía un tipo de
personalidad que predispusiera a las personas a sufrir ECM. Esto reitera la
importancia de apoyar a los niños que describen fenómenos inusuales. No se
deben descartar los relatos de estados de realidad no ordinarios; en cambio, se
debe animar a los niños a expresar lo que han experimentado. Afortunadamente,
el Dr. Bernie Siegel pudo aceptar su ECM infantil e integrarla en su vida. Lo
hizo de una manera que le permitió desarrollar una práctica terapéutica
combinada con la formación médica formal como cirujano pediátrico, lo que ha
beneficiado enormemente a muchos de sus pacientes. Su trabajo continuo se
centra en humanizar la educación y la atención médica, así como en enseñar
técnicas para mejorar la función del sistema inmunitario, empoderando así a los
pacientes.
Irónicamente,
nuestra ciencia parece estar dando un giro completo y los estudios comienzan a
confirmar la dimensión espiritual. El hecho de que nuestra tecnología
científica esté avanzando tanto y las técnicas de reanimación mejoren
continuamente significa que cada vez más personas sobreviven a enfermedades
graves. Parece lógico predecir que muchas más personas reportarán una ECM. La investigación
hospitalaria sobre las ECM comenzó en la década de 1970, y en las décadas
posteriores se han publicado varios estudios prospectivos que confirman que las
ECM ocurren y tienen secuelas muy reales.
Como
exenfermera, creo firmemente que las ECM deberían ser parte fundamental de la
educación de todo el personal sanitario (y también del público en general,
desde la infancia). Las ECM suelen ocurrir durante un período de inconsciencia,
y las primeras personas con las que los pacientes entran en contacto, tras
recuperar la consciencia, son enfermeras o médicos. Por lo tanto, es crucial
que los pacientes que han sufrido una ECM reciban el apoyo y la orientación
adecuados durante su recuperación. Los pacientes a menudo se enfrentan a la
recuperación de enfermedades físicas debilitantes, pero la recuperación
psicológica suele pasarse por alto con demasiada facilidad. La atención al
paciente podría mejorar considerablemente si cada profesional sanitario
recibiera formación para reconocer una ECM y responder adecuadamente. Otro
cambio positivo en la atención sanitaria sería garantizar que a cada paciente
que sobrevive a una enfermedad crítica se le pregunte específicamente si
recuerda alguna experiencia inusual. De ser así, se le podría derivar a los
servicios adecuados para que le brinden apoyo integral durante el proceso de
asimilación de esa experiencia.
Siempre
me ha parecido especialmente convincente que las ECM ayuden con el proceso de
duelo. Quienes experimentan una ECM suelen quedarse con la certeza de que les
espera algo espectacular cuando llegue el momento de morir. Del mismo modo,
quienes no han tenido una ECM, pero logran conectar profundamente con ellas,
también pueden adoptar una nueva comprensión de la muerte. Antes de comenzar mi
investigación, hace más de 20 años, tenía una perspectiva muy diferente sobre
la muerte a la que tengo ahora, y me resultaba increíblemente difícil afrontar
la pérdida de familiares o el proceso de duelo. Ahora, tras haber tenido la
oportunidad de estudiar la muerte y los fenómenos cercanos a la muerte, tengo
una comprensión muy diferente, que posteriormente me ha dado la fuerza para
afrontar mi duelo de una manera completamente distinta. Sigo sintiendo una
profunda tristeza y una sensación de pérdida cuando fallece un ser querido —que
nunca desaparece—, pero mi investigación me ha facilitado la superación de esta
situación.
Al
reflexionar sobre las muertes en mi
familia, recuerdo mi negación ante la muerte cuando a mi abuelo paterno
le diagnosticaron un tumor cerebral. Fue el primero de mis cuatro abuelos en
morir y recuerdo haber insistido en que probara cualquier tratamiento que le
ofrecieran. Desde entonces, mis otros tres abuelos han fallecido, pero para
entonces yo ya había empezado a investigar y estudiar las ECM. Mi actitud
cambió drásticamente, pasando de la negación a la aceptación. Si bien me
prohibieron hablar de la muerte con mi abuelo, pude mantener largas
conversaciones sobre mi investigación con mis otros tres abuelos antes de que
fallecieran, lo que les brindó un gran consuelo.
Mientras
escribo esta conclusión, se cumple un mes del fallecimiento de mi última abuela
materna. Había sido ingresada en el hospital y dos días después, al llegar al
trabajo, recibí una llamada de mi familia para avisarme de que el hospital
había llamado para avisarles que mi abuela se encontraba muy mal. La
universidad donde trabajo está al lado del hospital donde la atendían, así que
llegué a su lado antes que el resto de la familia. El médico me habló sobre la
posibilidad de iniciar un tipo de asistencia respiratoria no invasiva. Le
expliqué que había sido enfermera de UCI y que no creía que mi abuela tolerara
la mascarilla. Le dije que los cuidados paliativos serían lo más adecuado y le
comenté al médico que ya lo habíamos hablado en familia.
Afortunadamente,
el médico estuvo de acuerdo conmigo y mi abuela tuvo una muerte muy tranquila y
digna con su familia a su lado. Esto contrasta marcadamente con mi actitud ante
la muerte con mi abuelo paterno hace 23 años. Supongo que el hecho de que mi
abuela tuviera 90 años, mientras que mi abuelo solo 68, influyó mucho, pero
también siento que ahora puedo ver el futuro. La muerte nos llegará a todos
tarde o temprano, pero mi investigación me ha enseñado a aceptar la muerte en
lugar de temerla, y a centrarme en la vida y apreciarla.
Muchos
servicios profesionales que atienden a personas en duelo son muy conscientes de
los fenómenos cercanos a la muerte y las comunicaciones después de la muerte, y
a menudo utilizan relatos de ECM para ayudar a sus clientes. De hecho, yo mismo
he impartido formación en este ámbito a consejeros de duelo. El hecho de que
esta conciencia de los fenómenos cercanos a la muerte pueda ser de gran ayuda
refuerza la importancia de estas experiencias y sus beneficios terapéuticos.
Estos efectos secundarios de las ECM me interesan especialmente porque pueden
desarrollarse para ayudar a otros. Muchas personas luchan con el duelo. Al
conocer más sobre estas experiencias, la sociedad comenzará a pensar en la
muerte de forma diferente y, al hacerlo, podría desarrollar una comprensión y
aceptación más profundas de este aspecto de la humanidad que nos espera a
todos.
El
trabajo de William Peters, creador del Proyecto de Cruce Compartido descrito en
el Capítulo 15, surgió de sus ECM. Es de gran importancia porque ayuda a
quienes están de duelo por la pérdida de un ser querido. El trabajo de William
ha facilitado la experiencia compartida de la muerte y, según los casos que
tengo en mis archivos, demuestra que quienes las han vivido han podido superar
su duelo mucho más rápido que quienes nunca la han vivido.
Desde
una perspectiva sanitaria, también me intrigan las extraordinarias curaciones
que han reportado algunas personas tras una ECM. De hecho, presencié un caso
similar durante mi investigación hospitalaria y posteriormente escribí sobre el
caso del Paciente 10 (Sartori, Badham y Fenwick, 2006), quien se sometió a la
curación de una contractura congénita con la que había convivido durante los 60
años previos a la ECM. Debido a su parálisis cerebral, su mano derecha había
estado contraída permanentemente desde su nacimiento; sin embargo, tras su ECM,
pudo extenderla completamente (todo esto fue verificado por su hermana). Los
médicos y fisioterapeutas no pudieron explicar cómo fue posible.
Otras
personas también han reportado recuperaciones notables tras una ECM, y existen
numerosos ejemplos en la literatura, como los de Mellen-Thomas Benedict y Anita
Moorjani. En el capítulo 6, David Bennett describió cómo, tras su ECM, le
diagnosticaron un cáncer que había hecho metástasis en muchas otras partes del
cuerpo, pero que superó. ¿Cambió algo en la mentalidad de David como resultado
de su ECM que le ayudó a recuperarse de esta enfermedad a menudo mortal?
Shelley
Parker, cuya ECM aparece en mi libro The Wisdom of Near-Death Experiences
(La sabiduría de las experiencias cercanas a la muerte), previó en una
premonición, en su adolescencia, que tendría cáncer cuando estuviera en sus
treinta, pero también se le aseguró que sobreviviría. En 2009, a Shelley le
diagnosticaron una forma rara de linfoma y le dieron cinco semanas de vida. Fue
durante su tratamiento para el cáncer que comenzó a tener experiencias
extracorporales. Su salud se deterioró hasta el punto de que sintió que se
estaba muriendo. En este punto, se sometió a una ECM, durante la cual se le
mostró que su prometido moriría. Trágicamente, al día siguiente, su prometido,
un piloto de helicóptero comercial, murió cuando el helicóptero que volaba se
estrelló.
Lo
que encuentro particularmente inspirador de Shelley es cómo afrontó la pérdida
de su prometido y amor de la infancia, especialmente cuando ella misma aún se
encontraba tan mal por el cáncer. Numerosos estudios han demostrado que el
duelo y la pena pueden afectar negativamente tanto la salud mental como la
física.
El
caso de Shelley pone de manifiesto lo poderosas que pueden ser las ECM. La
salud de muchas personas se ha visto afectada negativamente tras un duelo, pero
en el caso de Shelley parece haber ocurrido exactamente lo contrario. A pesar
de que su médico le dijo que era poco probable que sobreviviera a la noche, y a
pesar de tener que aceptar el impacto negativo del duelo, se recuperó y se
mantiene libre de cáncer más de siete años después. Creo que hay mucho que
podríamos aprender e incorporar de las ECM en futuros tratamientos para esta
enfermedad.
La
ECM de Shelley influyó posteriormente en su forma de vivir. Como ella misma
afirma: «Tener esta experiencia me salvó la vida. Ahora sé con certeza que
existe un Dios (siempre fui agnóstica, incluso antes rozaba el ateísmo) y que
todos estamos aquí por una razón. Mientras estaba con Dios, sentí con mucha
fuerza que la calma y la paz que sentí son algo que todos deberíamos anhelar en
la Tierra».
La
ECM también motivó a Shelley a cambiar de carrera:
Sabía que, a pesar
de mis estudios de posgrado y de ser autora de literatura infantil publicada,
mi vida se estaba desvaneciendo antes del cáncer. De repente, perder el tiempo
sin hacer algo que me apasiona me pareció absurdamente inútil y, un año después
de terminar la quimioterapia, comencé a reciclarme como psicoterapeuta; algo
que siempre quise hacer, pero que pospuse durante años. Me gradué en 2014 y
ahora trabajo como psicoterapeuta centrada en la persona.
Mi
experiencia me ha hecho comprender que estamos aquí para alcanzar la plenitud
en la vida y hacer lo que nos hace felices, y también lo que ayudará a los
demás. Realmente todos somos uno. En mi ECM, sentí una profunda pertenencia:
que todos estamos juntos en esto, y cuánto más felices y completos seríamos si
nos diéramos cuenta de que somos más parecidos que diferentes y que podemos
lograr mucho si nos unimos.
Las reflexiones finales de Shelley son compartidas
por la mayoría de las personas que han tenido una ECM, incluyendo a Robert
Tremblay. El hecho de que a Robert le diagnosticaran sida terminal y lo
ingresaran en un hospicio para morir, solo para que una ECM cambiara por
completo su perspectiva de la vida, es un testimonio más del poder de las ECM.
Continúa recaudando fondos y difundiendo información sobre el sida más de
cuatro años después de su fallecimiento.
Me
sorprende mucho la poca atención que se presta a los casos de recuperaciones
verdaderamente extraordinarias. ¿Por qué hay tan poca gente interesada? Cuando
Carlyle Hirshberg y Marc Ian Barasch (1995) investigaron casos de curaciones
extraordinarias, descubrieron muchos casos que nunca se habían analizado en la
literatura e incluso sugirieron que menos del 10 % de las curaciones
extraordinarias se registran en revistas científicas. Como dicen en la primera
página de su libro: «La recuperación extraordinaria es un fenómeno tan
espectacular, elusivo y casi científicamente deshonesto que pocos investigadores
se han molestado en buscarlo, y mucho menos en analizar sus implicaciones.
Cuando no se descarta como un diagnóstico erróneo, se considera casi una
molestia...». Es alentador ver tantos cambios positivos recientes en relación
con las ECM. Soy optimista y creo que, en el futuro, habrá profesionales
sanitarios entusiastas que también se sientan intrigados por estos casos y que
emprendan investigaciones para profundizar en estos aspectos.
Cualquiera
que sobreviva a un roce con la muerte probablemente cambie su actitud ante la
vida tras una segunda oportunidad. ¿Es esto solo cierto para quienes
experimentan ECM o todas las personas que sobreviven a la muerte cambian
de la misma manera? Estas fueron las preguntas que se plantearon los psicólogos
clínicos Gary Groth-Marnat y Roger Summers, quienes publicaron su investigación
en el Journal of Humanistic Psychology en 1998.
El
estudio consistió en 53 personas que experimentaron ECM y un grupo de control
de 27 que sobrevivieron a una experiencia cercana a la muerte, pero no
reportaron ninguna ECM. Se incluyó un grupo adicional, compuesto por las
parejas de los dos primeros grupos, que se utilizaron para corroborar los
cambios de vida reportados. Los autores investigaron los cambios en la vida de
los participantes, como sus valores, creencias y actitudes, tras su experiencia
cercana a la muerte.
Los
cambios notables incluyeron una reducción del miedo a la muerte con una
convicción reforzada de una vida después de la muerte, un menor interés en las
posesiones materiales, un aumento de las experiencias trascendentales, una
mayor preocupación por los demás, una mayor autoestima, una mayor capacidad
para los fenómenos "paranormales”y una mayor apreciación de los fenómenos
naturales.
El
análisis de los resultados mostró que quienes experimentaron una ECM mostraron
mayores cambios que quienes sobrevivieron a una experiencia cercana a la
muerte, pero sin ella. Estos cambios fueron corroborados por sus seres
queridos. También se demostró que quienes reportaron una experiencia más
profunda experimentaron cambios más positivos. La conclusión general del
estudio fue que fue la ECM, y no solo el
hecho de estar cerca de la muerte, lo que instigó los cambios vitales. A pesar
de que esta investigación se publicó hace casi 20 años, el sistema médico aún
no parece comprender sus implicaciones. ¿Por qué no hay más gente interesada en
este hallazgo? ¿Qué tiene la ECM que es tan poderosa que literalmente cambia
vidas? Esto es algo que me interesa e inspira, y me da esperanza de que algún
día haya financiación para investigarlo más a fondo, de modo que podamos
desarrollar nuevos tratamientos dentro de nuestro sistema de salud que abarquen
nuestra espiritualidad y salud psicológica, además de la física.
En su
libro The Varieties of Religious Experience, publicado en 1902, William
James, profesor de psicología de Harvard, escribió que «por sus frutos los
conoceréis». Cuán maravillosamente cada colaborador de este libro ha cumplido
esa afirmación. Los pasos que han dado hablan por sí solos. Muchos han
desarrollado sistemas de apoyo o nuevas intervenciones que tienen grandes
beneficios para la salud y el bienestar de los demás. Son una luz para quienes
los rodean, pero también tienen una gran visión para toda la humanidad. Ya no
son el centro de su pequeño mundo, sino
que se ven a sí mismos como parte del gran todo de la humanidad y el planeta.
Sus acciones y logros, que van desde transformaciones personales hasta la
creación de centros de sanación y grupos de apoyo, los hacen destacar. Cada uno
de ellos es un paso hacia un mundo más positivo y amoroso.
Otra
razón para escribir este libro ha sido transmitir el enorme potencial que las
ECM tienen para el bienestar y la evolución de la humanidad. Lo más prevalente,
y probablemente lo más importante, que transmiten las ECM es un sentimiento de
amor puro e incondicional. Este amor se experimenta con una profundidad nunca
antes conocida y parece emanar de quienes las experimentan. Amar y ser
compasivos con los demás se convierte en un estado natural para ellos.
Transformarse
de maneras tan profundas, como lo demuestra cada colaborador de este libro,
resalta el poder de las ECM. Ya no pueden considerarse alucinaciones. De hecho,
las técnicas desarrolladas por Diane Goble, Krista Gorman, Barbara Ireland,
Katherine Baldwin y otras personas que han experimentado ECM contribuyen a una
buena salud, lo que a su vez tendrá un impacto positivo en nuestra evolución
como especie.
En el
capítulo 10, Diane Goble afirmó que «Nos estamos elevando por encima de nuestra
naturaleza animal y desarrollándonos como seres humanos espirituales plenamente
integrados» y que ahora siente que su misión es elevar la conciencia de la
humanidad. Richard Maurice Bucke sugirió algo similar en su libro Conciencia
Cósmica, publicado en 1901. Él creía que la conciencia de la humanidad
estaba evolucionando al siguiente nivel. Cuando las personas se involucran con
el mensaje de la ECM, toman conciencia de una dimensión más profunda de la vida
y se dan cuenta de que son parte de un gran todo. Intuyen que cada persona en
el planeta está interconectada y que el comportamiento de cada persona puede
impactar en el planeta mismo. Una vez que se comprende esto, la vida se vive
desde una perspectiva de amor y respeto: por los demás, así como por el medio
ambiente. No solo está evolucionando la conciencia de la humanidad, sino
también el planeta, porque cuando maduramos y tomamos conciencia del daño
ambiental que el comportamiento humano está causando, entonces abordamos este
problema y nos aseguramos de cuidar el planeta tanto como nos cuidamos a
nosotros mismos como individuos.
Antes
de terminar este libro, quisiera mencionar que, sin la persistencia y el
entusiasmo desbordante de Kelly, nunca habría llegado a buen puerto. Estaba tan
ocupado con el trabajo y los compromisos familiares que no tenía tiempo libre
para dedicarme al proyecto, pero la visión a largo plazo de Kelly y otros
proyectos que tiene planeados me convencieron de participar. Kelly ha llevado a
cabo la mayor parte del trabajo entre bastidores, incluyendo contactar a cada
colaborador y colaborar con la editorial. Ha sido fantástico trabajar con
Kelly. Siempre que me he sentido abrumado por la carga de trabajo, ella ha
estado ahí para animarme y ayudarme.
Durante
su experiencia hospitalaria, les dijo a los demás pacientes que "almas
afines colaborarían para cambiar el mundo". Estas palabras se reforzaron
cuando contactó recientemente con Caz Simms, una de esas pacientes. Caz comentó
que Kelly estaba haciendo exactamente lo que había hablado durante su estancia
en el hospital. La motivación de Kelly para poner en práctica lo aprendido
durante su experiencia no ha disminuido; al contrario, sigue cobrando impulso a
pesar de todas las dificultades que ha tenido que superar. Aunque ha tenido que
lidiar con la integración plena de su experiencia y los cambios que conlleva,
el suicidio de su padre y las posteriores burlas y rechazo de su familia,
todavía se esfuerza por marcar la diferencia y ser útil a los demás.
Kelly
ya está generando un impacto positivo en el mundo a través de su Movimiento
Poder Positivo y la Fundación Love, Care, Share, aunque esta última se
encuentra en sus primeras etapas. A medida que esta alcance su máximo
potencial, la determinación y el trabajo duro de Kelly serán un legado para las
generaciones futuras.
Una
vez que las personas interactúan con el mensaje de la ECM, este se vuelve
contagioso; el profesor Kenneth Ring las ha comparado con un virus benigno.
Además de realizar una fascinante investigación sociológica sobre las ECM en la
década de 1980, el profesor Ring impartió un curso sobre ellas. Descubrió que
muchos de sus estudiantes experimentaron cambios similares a los de quienes
habían experimentado una ECM simplemente al aprender sobre ellas. Los cambios
no fueron tan significativos como los de quienes sí la experimentaron, pero aun
así se observaron cambios positivos notables.
Creo
que a medida que más personas interactúen con el mensaje de la ECM, habrá
grandes avances en nuestra evolución al comprender que todos estamos
interconectados y que, en última instancia, nuestras acciones nos impactan.
Entonces comenzaremos a vivir desde el amor y no desde el miedo.
Este
libro ha presentado solo unos pocos casos, pero hay muchos más esperando ser
descubiertos. Animo a todos a buscar a estas personas, inspirarse en ellas y
aprender de ellas. Usted también puede contribuir compartiendo el mensaje de la
ECM y difundiéndolo.
EPÍLOGO
Kelly
Walsh
Este libro ha sido un trabajo de amor, desde su
concepción hasta su finalización, y esperamos que toque los corazones, las
mentes y las almas de cada persona que lo lea.
Las
ECM son, para la mayoría de las personas, transformadoras por naturaleza. Sin
embargo, suelen conllevar desafíos y, a veces, muchas personas que las
experimentan, incluyéndome a mí, podemos sentirnos bastante solas y aisladas al
no tener contacto regular con otras personas que comprendan y asuman plenamente
lo que hemos vivido.
El
punto de inflexión para mí llegó cuando conecté con la Dra. Penny Sartori y,
posteriormente, comencé a conectar con otras personas de todo el mundo a través
de las redes sociales. Fue como reconectarme con mi familia espiritual perdida
hace mucho tiempo y lo encontré sumamente catártico.
Lo
que más me impactó al conectar con otras personas que habían vivido
experiencias similares es que la gran mayoría, sin importar su color, credo,
género, sexualidad, creencias religiosas o cualquier otra diferencia,
regresaron de su experiencia con un mensaje similar de unidad y amor
incondicional. Más interesante aún, muchos, como yo, habían reorientado su
propósito de vida tras la experiencia y, en algunos casos, habían tomado
decisiones que cambiaron por completo su vida y la de quienes los rodeaban.
Fue
la comprensión de que tantas personas habían sido impactadas de la misma manera
que yo, tras sus experiencias, lo que me dio la idea del concepto de este
libro. Las palabras que grité tras mi ECM —«almas afines colaborarían para
cambiar el mundo»— nunca me abandonaron y sabía que algún día compartiría mis
experiencias y conocimientos en colaboración con otros para contribuir
positivamente a la conciencia colectiva de nuestro planeta.
Me
encantó que Penny aceptara ser coautora de este libro. Enfrentamos algunos
desafíos en el camino, lo que provocó que el libro se pospusiera 12 meses. Sin
embargo, creo firmemente que la vida tiene sus altibajos y que las cosas
suceden cuando deben suceder, en el momento perfecto de la Divinidad. A menudo
recibimos pequeños empujoncitos y guía de Dios y del universo para ayudarnos a
saber cuándo es el momento adecuado. Para darles un ejemplo, quiero contarles
un poco sobre mi perrita Coco y cómo influyó en el momento y la importancia de
este libro.
Tras
el suicidio de mi padre, mi pareja me sugirió comprarme un cachorro para
ayudarme con mi proceso de recuperación. Curiosamente, elegí a Coco entre una
colección de muchas razas diferentes. Es una schnauzer miniatura y me
sorprendió descubrir que su cumpleaños es el 9 de octubre, que coincide con el
aniversario de mi ECM. Unos meses después de tener a Coco, me sentía mucho más
fuerte y le escribí a Penny para decirle que creía que deberíamos considerar
terminar el libro, ya que intuitivamente sentía que era el momento adecuado.
Penny estuvo de acuerdo y ese mismo día encendí mi portátil para empezar a
trabajar en el proyecto. De repente, Coco corrió por el teclado y apareció una
página web llamada "El Nuevo Mensaje de Dios al Mundo", que se
congeló en mi pantalla. En ese momento, pensé: “¡Vaya! Mi intuición es
correcta. Y ahora Dios y el universo la han reafirmado y le han dado el visto
bueno". Supongo que algunos tendrían dudas sobre mi punto de vista y
dirían que estos incidentes fueron solo una coincidencia. A eso, yo simplemente
sonreiría y respondería que nuestros seres queridos fallecidos, Dios y los
ángeles se comunican con nosotros todo el tiempo, pero si estamos abiertos a
aceptar y recibir estos mensajes depende totalmente de nosotros y de nuestra
conciencia espiritual.
Me
senté a ultimar las palabras de este epílogo pocos días después del primer
aniversario de la transición de mi padre al otro lado. Estaba en un estado de
ánimo contemplativo, pensando en lo que había vivido en los últimos 18 meses.
Ese período de mi vida fue, por mucho, el más difícil hasta el momento y, a
veces, luché con sentimientos de aislamiento y me preguntaba constantemente
"¿por qué?". Solo reflexionando me he dado cuenta de que el
conocimiento y la sabiduría que adquirí durante mi ECM me ayudaron enormemente
durante ese doloroso momento, sobre todo al recordar cuánto me ama nuestro
Creador, como a todos, y que la vida es verdaderamente eterna.
Si
alguien que lee esto está pasando por un momento difícil, ya sea por la pérdida
de un ser querido o por cualquier otra circunstancia, por favor, aférrate al
poder sanador del Amor Divino y recuerda que las nubes oscuras pasarán y el sol
volverá a brillar muy pronto. En todo momento, estás en brazos seguros,
protectores y amorosos.
Permíteme
asegurarte que tu lectura de este libro tuvo una razón. Nada ocurre por
casualidad ni por destino. Quizás se haya cruzado en tu camino para ayudarte en
tu camino de sanación o, simplemente, para ayudarte a abrir tu corazón, mente y
alma a nuevas formas de pensar y vivir. No hay una respuesta correcta o
incorrecta; solo tú, y solo tú, sabrás la verdadera razón por la que elegiste
este libro y el impacto que ha tenido en tu vida.
Creo
que parte del propósito divino de este libro es unir a personas con ideas
afines y apasionadas por marcar una diferencia positiva en el mundo. Si, como
yo, no quieres que este sea el final, sino solo el principio, únete a nuestra
creciente comunidad global www.positivitypowermovement.com
y forja nuevas amistades con personas comprometidas con crear un mundo más
amoroso, solidario y solidario.
Por
nuestra cuenta, a menudo sentimos que no podemos hacer lo suficiente para
generar el cambio duradero que nuestro planeta necesita, y podemos empezar a
sentirnos impotentes. Lo que intento recordarles es que cuando unimos fuerzas y
nos centramos en lo que podemos hacer, aunque sea solo regalar una
sonrisa a alguien que se siente mal, podemos crear una cultura de bondad,
unidad y amor que genere ondas de cambio en todo el mundo.
Juntos
podemos crear un mundo mejor; uno donde los niños tengan suficiente comida,
donde la gente viva en paz y armonía, donde todo lo que nos une supere con
creces lo que nos divide. Una humanidad unida puede construir un mundo mejor
mediante el trabajo de una comunidad global compasiva, amorosa, solidaria y
solidaria.
Contribuyes
a este objetivo simplemente comprando este libro y animando a otros a hacer lo
mismo. Cada céntimo de las regalías recaudadas por nuestras ventas globales se
destinará a apoyar los proyectos infantiles con los que colabora la Fundación
Love, Care, Share.
Gracias
por formar parte de nuestros viajes individuales y colectivos, y esperamos que
se sientan inspirados a participar en este movimiento transformador. Si este
libro tiene un mensaje claro y conciso, es que todos podemos lograr cambios
profundos en nuestra vida personal, y cuando nos conectamos con otras almas
afines, tenemos el potencial de cambiar el mundo. Muchos estamos empezando a
comprender más profundamente que todos somos un reflejo de lo Divino, que puede
expresarse como amor por nosotros mismos, por los demás, por otras especies y por
el mundo. Todos somos capaces de experimentar miedo, aislamiento, trauma, etc.,
pero estas experiencias de "sombra”son parte integral de nuestros viajes
de sanación. La lección para todos nosotros en estos tiempos difíciles es creer
que podemos transformar dificultades, como el miedo, la culpa o el odio, en
amor, perdón y compasión. Algo que puedo decir, con creciente confianza, es que
cuanto más amamos, más nos preocupamos y más compartimos. Estos son los
cimientos del Poder de la Positividad, que puede cambiar el mundo.
¡El
amor todo lo conquista!
EPÍLOGO
Neale
Donald Walsch
La naturaleza de las experiencias
espiritualmente transformadoras es, sin duda, variada. Si bien nunca he tenido
una ECM como las que se exploran en este extraordinario libro, he tenido tres
experiencias extracorporales en mi vida, y me intrigó descubrir que los relatos
de ECM aquí presentados difieren poco de mi experiencia extracorporal más
maravillosa, que se incluye en estas páginas.
Las
narraciones de otros aquí también coinciden en muchos sentidos con los mensajes
sobre la vida después de nuestro Día de Continuación que he recibido en los
diálogos que he publicado bajo el título Conversaciones con Dios. Por lo
tanto, me siento doblemente motivado a animarlos a que se aferren a la
información que han encontrado aquí.
Entre
las muchas experiencias especiales de mi vida, tuve el honor de trabajar en el
equipo de la Dra. Elisabeth Kübler-Ross, médica y psiquiatra, quien quizás haya
contribuido más que cualquier otra persona a cambiar nuestra comprensión de la
muerte y a aceptarla como una parte natural y gozosa de la vida. Elisabeth nos
dijo cientos de veces a quienes la rodeaban: «La muerte no existe. Cuando ya no
tienes miedo de morir, no tienes miedo de vivir».
El
libro que tienes en tus manos puede hacer más por liberar a la humanidad del
miedo a la muerte que cualquier otro libro de la historia reciente. Si el
material de Conversaciones con Dios te resultó útil en tu vida, o si
conoces alguno de los escritos de uno de mis mentores más maravillosos, el Dr.
Ross, estoy seguro de que estas crónicas personales te han resultado
confirmaciones oportunas y contundentes, provenientes de diversas fuentes, de
lo que puedes esperar en lo que llamamos el más allá, así como de la realidad y
la naturaleza de Dios.
En Conversaciones
con Dios – Libro 4: Despertar a la Especie (2017, Watkins), se invita a los
seres humanos de todo el mundo a autoseleccionarse para estar entre quienes se
comprometen a impulsar su evolución
individual, compartiendo las historias de su trayectoria de una manera que
contribuya a despertar a toda la especie a quiénes y qué son realmente los
seres humanos (Individuaciones de la Divinidad). Quienes aceptaron compartir
sus testimonios personales en esta excepcional colección lo han hecho
precisamente, ofreciéndonos detalles de primera mano de lo que sin duda debe
ser su experiencia vital más íntima y sagrada. Al hacerlo, han contribuido a
esa misión, despertándonos a lo que William Shakespeare quiso decir cuando
escribió: «Hay más cosas en el Cielo y en la Tierra, Horacio, de las que tu
filosofía sueña».
Le
pedí a Dios, en el diálogo que se encuentra en “Hogar con Dios en una vida
sin fin", que definiera la muerte. En respuesta, Ella dijo: "La
muerte es un proceso de reidentificación". Antes de ese momento, nunca lo
había visto de esa manera. Ahora, quienes han contribuido aquí han colocado un
signo de exclamación al final de la frase de Dios. Lo que han compartido en
estas páginas puede brindar consuelo y claridad, paz y una profunda certeza de
la bondad de la Deidad, un testimonio directo de su amor incondicional por
nosotros y una afirmación de la absoluta seguridad de no temer nunca más el fin
de esta vida física.
Para
quienes están muriendo, para quienes tienen seres queridos que se acercan a la
muerte, y para quienes han muerto y resucitado y se preguntan si están solos en
lo que experimentaron, no puedo imaginar un regalo mayor. Sé que miles de
quienes lean este libro estarán agradecidos a Penny Sartori y Kelly Walsh por
presentárselo. Ellas también se autoseleccionaron, y nosotros somos mejores
gracias a ello.
ACERCA DE LOS AUTORES Y DEDICATORIA
La Dra. Penny Sartori, PhD, RGN, es una
experta de renombre mundial en ECM. Trabajó como enfermera de cuidados
intensivos durante 17 años y realizó el primer estudio prospectivo a largo
plazo sobre ECM en el Reino Unido, por el cual obtuvo un doctorado. Escribió el
bestseller "La sabiduría de las experiencias cercanas a la muerte”(2014),
publicado por entregas en el Daily Mail, así como "Qué es una
experiencia cercana a la muerte?". Su trabajo ha sido presentado y
entrevistado en la prensa y la radio nacionales e internacionales. Imparte
conferencias por todo el mundo y actualmente imparte clases en la Universidad
de Swansea.
Kelly Walsh es la fundadora del Movimiento Positividad Poderosa y la fundación benéfica Love Care Share. Su obra se ha inspirado en una ECM que tuvo en 2009 tras un intento de suicidio y en las experiencias espirituales que ha tenido desde entonces. Las palabras que pronunció tras su experiencia —"almas con ideas afines colaborarían para cambiar el mundo"— han sido el motor que impulsó la creación de este libro y el trabajo que realiza actualmente. Actualmente, está desarrollando una marca de personajes infantiles, inspirada en su ECM, sobre las aventuras de la Princesa Positividad del Planeta Positavia, cuya misión es erradicar la negatividad del planeta y crear un mundo más amoroso, solidario y solidario. La marca financiará la labor continua de la fundación benéfica que ha creado en colaboración con la Dra. Penny Sartori, cuyo objetivo es marcar una diferencia positiva en la vida de los niños afectados por la pobreza y el sufrimiento en todo el mundo.
Penny: Dedico este libro a
mi hijo Sol, el mejor regalo que he recibido.
Kelly: Dedico este libro a
mi difunto padre, David Walsh. Te quiero, papá, hasta la luna, las estrellas,
el Planeta Positavia y más allá.
OTROS DICEN...
Una lectura fascinante que resume el impacto
positivo que las experiencias cercanas a la muerte tienen en las personas y en
el mundo en general. El trabajo de la Dra. Penny Sartori y Kelly Walsh refuerza
el importante mensaje de que todos somos uno, estamos conectados, y que el amor
es la fuente más poderosa del universo, capaz de sanar el mundo. Recomiendo
ampliamente este libro, tan bien escrito y que invita a la reflexión. Las
ganancias obtenidas no solo se destinan a marcar la diferencia en la vida de
niños, sino que sus páginas tienen el poder de abrir los corazones, las mentes
y las almas de cada persona que lo lee.
Anita Moorjani, autora
superventas del New York Times
Las experiencias cercanas a la muerte producen
una transformación extraordinaria en la vida de quienes las experimentan, y
este libro explora muchas de estas historias transformadoras de una manera
sumamente reveladora. Uno de sus mayores dones es su reconfortante descripción
del infinito poder sanador del amor y la sensación de conexión con el universo
que surge de estas experiencias profundas. La ciencia está a punto de un gran
despertar, ya que las ECM y otras experiencias espiritualmente transformadoras
similares exigen explicaciones más completas, lo que abre la puerta a una
comprensión más profunda de la naturaleza de la consciencia y de toda la
existencia.
Eben Alexander, MD,
neurocirujano y autor de Prueba del Cielo y El Mapa del Cielo
Me conmovieron profundamente los relatos
personales e íntimos sobre el poder transformador de una ECM. Este libro ayuda
a romper el tabú sobre las ECM y sus secuelas, y deja claro el impacto de una
experiencia tan abrumadora en quienes la han vivido. Pero, sobre todo, también
nos enseña a vivir nuestra vida al máximo. Muy recomendable.
Pim van Lommel Cardiólogo,
autor de Conciencia más allá de la vida
El poder transformador de las experiencias
cercanas a la muerte te atrapa y te atrapa. Es cierto que existen varios
libros sobre este tema, pero ninguno, repito, ninguno tiene el impacto
que este tiene.
PMH Atwater LHD, autora de 15
libros sobre el fenómeno cercano a la muerte. Su último libro, "Un
manual para el desarrollo humano", cumple una promesa que hizo durante
su tercera ECM.
Pocas experiencias transforman la vida de una
persona tan profundamente como una experiencia cercana a la muerte. Este libro
nos ayuda a comprender cómo es esa experiencia y por qué las personas cambian
al respecto. También ayuda a difundir entre quienes han tenido ECM que su
experiencia es real y que no están solos. Sin embargo, para quienes nunca hemos
tenido una ECM, los autores nos inspiran a hacer cambios en nuestras vidas sin
la necesidad de estar a punto de morir. Que un solo libro logre todo esto es
extraordinario. Recomiendo encarecidamente El poder transformador de las
experiencias cercanas a la muerte.
Bob Olson, autor de Respuestas
sobre la otra vida y presentador de AfterlifeTV.com
El Poder Transformador de las Experiencias
Cercanas a la Muerte es en sí mismo una lectura poderosa y transformadora.
Los diversos relatos convergen en temas clave como el amor propio, la
aceptación, el perdón y la renovación. Detrás de todo esto se encuentra la
comprensión de la Unidad y la consecuencia de que todos estamos profundamente
conectados entre nosotros y que la naturaleza de esta conexión es el Amor. Muy
recomendable.
David Lorimer Ex
vicepresidente de la Asociación Internacional de Estudios Cercanos a la Muerte
(Reino Unido) y director del programa de la Red Científica y Médica
Experimentadores de todo el mundo muestran cómo
sus ECM les llevaron a mensajes constantes de paz y amor, y a apreciar la
verdad de que todos estamos interconectados. Así como las ECM cambian para
siempre la vida de quienes las experimentan, este libro también puede cambiar
la suya.
Bruce Greyson MD Profesor
Carlson Emérito de Psiquiatría y Ciencias Neuroconductuales División de Estudios
Perceptuales, Sistema de Salud de la Universidad de Virginia
Los autores demuestran que el tema de la
transformación sigue siendo tan relevante hoy como cuando Kenneth Ring y Evelyn
Elsaesser-Valarino publicaron por primera vez su obra relacionada, Lecciones
de la Luz, en 1998. El fenómeno merece mucha más investigación sobre
procesos específicos y posibles aplicaciones, que abarcan desde la medicina
hasta el afrontamiento del duelo y la psicoterapia.
Titus Rivas MA MSc Coautor de
El yo no muere
Con cada página encontrará un tesoro de ideas e
inspiración. Este libro excepcional está escrito con maestría, es
increíblemente fácil de leer y lo recomiendo con entusiasmo.
Jeffrey Long MD Autor del
bestseller del New York Times Evidencia de la otra vida: La ciencia de las
experiencias cercanas a la muerte
“Al leer el primer capítulo del poderoso libro
de la Dra. Penny Sartori y Kelly Walsh, tuve lágrimas de gratitud en mis ojos;
eso es señal de un libro poderoso que conmoverá corazones y almas.
Vi
una superposición inmediata entre los mensajes que Kelly y otros
"experimentadores”destacados obtuvieron de su encuentro con un estado
alterado de conciencia y los míos: todos estamos intrínsecamente conectados,
somos partes iguales de un mismo todo, y es la comprensión de esta
interconexión lo que salvará a la humanidad y al mundo".
Katie Mottram, autora y
directora fundadora de la Red Internacional de Emergencia Espiritual
Este extraordinario libro es un avance
inspirador y asombroso en el dinámico campo de la crónica de las experiencias
cercanas a la muerte. Es un libro profundamente personal, algo que otros
autores del tema, de alguna manera, han pasado por alto intrínsecamente. El
Poder Transformador de las Experiencias Cercanas a la Muerte nos abre la
puerta con amor y valentía, una valiosa guía hacia el poder del amor. Con gran
valentía, declara «somos amor», y por ello estoy sumamente agradecido.
Pietro de la Luna Autor de la
serie Yeshu'a: La historia de la vida oculta de Jesús
En este libro tan necesario, la Dra. Penny
Sartori y Kelly Walsh han recopilado una serie de experiencias personales
fascinantes que requieren mayor investigación. Nuestro modelo científico
moderno se basa en el empirismo. Esto significa comprender el mundo que nos
rodea a través de nuestra experiencia en él. Si esto se toma literalmente, las
experiencias subjetivas como la ECM no deberían simplemente descartarse como
alucinaciones creadas por el cerebro moribundo. Sus coherencias culturales e
históricas sugieren que esta experiencia es universal y, como describen los
relatos de este libro, tiene un poderoso efecto transformador en quienes la han
experimentado de primera mano.
Anthony Peake, autor de Abriendo
las puertas de la percepción
Leer este libro inspirador es transformador en
sí mismo, y su poder reside en las voces auténticas de los participantes. Si
bien sus experiencias y ECM fueron diferentes, lo notable es la transformación
que experimentó cada uno tras su ECM y su llamado a la acción para compartir
con pasión con el mundo mensajes universales sobre el amor incondicional, la
unidad y la existencia de un mundo extraordinario. Este libro educará a
familiares, amigos y profesionales de la salud sobre los desafíos que enfrentan
las personas que han tenido esta experiencia y los cambios que pueden ocurrir.
Destaca la necesidad de comprensión, validación y apoyo. ¡Un libro
transformador!
Maggie La Tourelle
Psicoterapeuta y sanadora energética y autora de El regalo del Alzheimer
El Poder Transformador de las Experiencias
Cercanas a la Muerte nos muestra que cada persona tiene un camino
espiritual individual, y sin embargo, todos los caminos tienen el mismo
propósito: ayudarnos a alcanzar el amor, el estado de conciencia más elevado
posible. Este libro no trata tanto de la belleza y el misterio del Cielo, sino
de la sabiduría de ese reino, capaz de usar cualquier tragedia para facilitar
nuestra transformación.
Reverendo David Maginley, MDiv CSCP, autor de Beyond
Surviving: Cancer and Your Spiritual Journey
Este hermoso libro es la luz al final del túnel.
Debería ser lectura obligatoria para cualquiera que alguna vez se haya
preguntado sobre el significado de esta vida y si existe el más allá. Llorarás
y sonreirás al leerlo; siempre es una señal, en mi libro, de que algo viene del
cielo.
Theresa Cheung, autora del bestseller del Sunday
Times The Afterlife is Real
“Una colección maravillosamente inspiradora de
historias de transformación, que en sí mismas se vuelven transformadoras para
el lector, apuntando a una visión más amplia y profunda de la realidad en la
que el amor y la conexión son cualidades fundamentales del universo”.
Steve Taylor PhD Autor de Waking From Sleep,
The Calm Center y The Leap
Este extraordinario libro de la Dra. Penny
Sartori y Kelly Walsh es una extraordinaria colección de testimonios de ECM. Su
enfoque en los efectos transformadores de las ECM hace de "El poder
transformador de las experiencias cercanas a la muerte”uno de los libros
más fascinantes y conmovedores que he leído.
Quienes
han tenido una ECM han adquirido una comprensión de la interconexión de toda la
vida, una conciencia de la Unidad esencial, que los conduce a su mensaje más
profundo: el Amor: a sí mismos, a los demás y a la vida. Este amor que todo lo
abarca, que los inunda y luego ofrecen a los demás, es la esencia de su
transformación. Este importante libro contiene profundas y enriquecedoras
reflexiones sobre el significado de la vida y la muerte, pero sobre todo,
ofrece Amor.
Marianne Rankin, Directora de
Comunicaciones, Alister Hardy Trust, autora de Introducción a la experiencia
religiosa y espiritual
COLABORADORES
Se puede contactar con la mayoría de los
colaboradores de este libro a través del sitio web de nuestra comunidad, www.positivitypowermovement.com.
Además, se puede contactar directamente con varios de nuestros colaboradores a
través de sus sitios web.
Sue Stone
www.suestone.com y www.suestonefoundation.com
Mick Collins
Neale Donald Walsch
Dra. Penny Sartori
Kelly Walsh
www.kellymichellewalsh.com
www.positivitypowermovement.com
y
www.positivityprincess.com
Los dientes de Strehler
Krista Gorman
Ainsley Threadgold
www.positivitypowermovement.com
Tibor Putnoki
David Bennett
Podcasts de www.Dharmatalks.com
: “Vida contemplativa”en PodBean –
http://contemplativeliving.podbean.com/
Penny Wilson
www.positivitypowermovement.com
Mike Moon
www.positivitypowermovement.com
Jeff Olsen
www.jefferycolsen.com y www.atONEnow.com
Diane Goble
Barbara Irlanda
www.CómoDetenerLosPensamientosNegativos.com
Deirdre DeWitt Maltby
Erica McKenzie
Catalina Baldwin
Guillermo Peters
Roberto Tremblay
Pablo Ammons
www.positivitypowermovement.com
Jessica Harper
www.positivitypowermovement.com
Bernie Siegel, doctor en medicina
Dra. Bárbara Mango
REFERENCIAS Y LECTURAS ADICIONALES
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espiritual en el camino de regreso a la vida. Escocia: Findhorn Press.
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evolución humana en tiempos de crisis global. Abingdon, Reino Unido:
Permanent Publications.
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y negativo inducido”. Psychosomatic Medicine 56(6)
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Sisters, OR: Creatividad cósmica.
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negativos: Lo que mi experiencia cercana a la muerte me enseñó sobre bucles
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