Como muy bien dice la Wikipedia, la objeción de conciencia es la negativa a acatar órdenes o leyes, o a realizar actos o servicios invocando motivos éticos o religiosos. Desde una ética racional que considera que el individuo debe responder en primer lugar al tribunal de la propia conciencia, la objeción de conciencia se define como un derecho subjetivo a resistir los mandatos de la autoridad cuando contradicen los propios principios morales.
En esta película del 2016, dirigida por Mel Gibson y escrita por Andrew Knight y Robert Schenkka se plantea el límite de la objeción de conciencia en conexión con el valor personal. La pregunta de si merece la pena sostener un principio ético o moral frente a todo y a todos se responde mediante la puesta en práctica del principio que se sostiene. Aquí se trata de un marco bélico, todo muy aparatoso y emocional pero lo que verdaderamente importa es el marco de lucha que miles de personas afrontan cotidianamente cuando deben decidir entre su integridad, ética o moral, y el compromiso social con un medio en el que se desenvuelven y que puede resultar violento o tóxico para esa integridad. Como la decisión siempre será personal, desde fuera solo podemos respetar esa decisión confiando en que todo se realiza por buenas razones que, puntualmente, la mayoría ignora pero que están ahi. Nadie dijo que vivir fuera fácil, aunque hay vidas fáciles, difíciles y, a veces, aparentemente imposibles. El mal existe y se manifiesta. Pero también existe el bien como espejo necesario, y superador, del mal.
La película va en 4 partes por las limitaciones del blog
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