¡HOLA DESDE EL CIELO! La comunicación después de la muerte. Por Bill y Judy Guggenheim



¡HOLA DESDE EL CIELO!

Por Bill y Judy Guggenheim

Traducido Ars Gratia por Kos d’Astuires - 2025

 

Contenido.

Prefacio - 1. El Proyecto CDM: Un salto de fe - 2. Detectando una presencia: CDM sensibles o conscientes - 3. Escuchar  voz: CDM auditivas - 4. Sentir el tacto: CDM táctiles - 5. Oler una fragancia: CDM olfativos - 6. Apariciones parciales: CDM visuales - 7. Apariencia completa: CDM visuales - 8. Una mirada más allá: Visiones de CDM - 9. Encuentros en Alfa: CDM de Crepúsculo - 10. Más que un sueño: CDM en estado de sueño - 11. De regreso a casa: CDM extracorporales - 12. Persona a persona: CDM telefónicos - 13. Asuntos materiales: CDM de fenómenos físicos - 14. Mariposas y arcoíris: CDM simbólicos - 15. Excepciones a la regla y otras CDM - 16. El tiempo lo es todo: CDM previas al suceso - 17. Espere lo inesperado: CDM años después - 18. Validación: CDM evidenciales 19. Entrega especial: CDM para protección - 20. Gracia salvadora: CDM en casos de suicidio - 21. Confirmación: CDM con Testigo - 22. Un collar de perlas: Las mejores CDM - 23. El amor es para siempre: Reflexiones sobre las CDM - Alegría: una promesa - ¡Ahora es tu turno! – Recursos - Expresiones de gratitud -  Fuentes de citas - Acerca de los autores.

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PREFACIO. Paz: una invitación.

"¿Cómo se convierte uno en mariposa?", preguntó pensativa. "Debes tener tantas ganas de volar que estás dispuesto a dejar de ser oruga".  —Trina Paulus.

Hay vida después de la muerte? ¿Entramos en otro estado de existencia después de morir? Aunque mucha gente cree que la muerte es un final, descubrirás un nuevo y emocionante campo de investigación que podría convencerte de que la muerte es simplemente una transición de este mundo físico a la vida en un reino espiritual. Te invitamos a evaluar estos inspiradores relatos de primera mano y a determinar por ti mismo si son comunicaciones auténticas de familiares y amigos fallecidos. Si llegas a la conclusión de que lo son, sabrás con una nueva certeza que tú y todos tus seres queridos siguen vivos después de la muerte. Entonces podrás esperar reunirte con ellos en una dimensión espiritual que superará tus más altas expectativas. Si estás dispuesto a leer este libro con la mente y el corazón abiertos, podrías reducir significativamente o incluso eliminar por completo tu miedo a la muerte. Como una oruga que antes estaba confinada al suelo, podrías experimentar una transformación interior y convertirte en una mariposa libre para remontar el vuelo. Esta nueva libertad te permitirá vivir tu vida con mayor plenitud y alegría, con una mayor sensación de paz. Cuando una oruga muere nace una mariposa.

 

CAPÍTULO 1. El Proyecto CDM: Un salto de fe.

 La muerte es simplemente el desprendimiento del cuerpo físico, como la mariposa que se deshace de su capullo. Es una transición a un estado superior de conciencia donde continúas percibiendo, comprendiendo, riendo y siendo capaz de crecer. —Elisabeth Kübler-Ross.

Como una oruga dormida en su capullo, estaba a punto de transformarme, pero nunca lo sospeché en ese momento. Era el verano de 1976, y mi esposa, Judy, y yo vivíamos en Sarasota, La Florida.

—¡Bill, entra! Elisabeth Kübler-Ross va a aparecer en “Donahue” —gritó desde la sala.

NOTA del Traductor.. Se cita programa televisivo del presentador Phil Donahue conocido como The Phil Donahue Show, también conocido simplemente como Donahue. Fin de la nota

Creo haber oído su nombre. ¿Quién es? ¿A qué se dedica? —pregunté desde mi oficina.

“Es la famosa doctora europea que trabaja con personas moribundas”, respondió Judy.

Esta respuesta no me emocionó. ¿Por qué querría ver un programa sobre un tema en el que ni siquiera quería pensar? Ex corredor de bolsa y analista de valores, con experiencia en dos firmas de Wall Street, era un materialista declarado. Mis principales intereses eran el índice Dow Jones de Industriales y ganar dinero con las inversiones. Mis creencias sobre la muerte y la vida después de la muerte se podían resumir en pocas palabras: «Las personas son como las pilas de una linterna. Cuando se les acaba la batería, simplemente las tiras. ¡Cuando estás muerto, estás muerto!».

Judy volvió a llamar: "Vamos, Bill. El espectáculo está a punto de comenzar. No te pierdas a Elisabeth. ¡Es una persona muy especial!”

"De acuerdo, voy enseguida", dije, aunque me uní a Judy con poco entusiasmo. Para mi sorpresa, el programa resultó ser una de las horas de televisión más apasionantes que jamás había visto.

Me enteré de que la Dra. Elisabeth Kübler-Ross es una psiquiatra suiza de renombre mundial. Su trabajo pionero con enfermos terminales ayudó a millones de estadounidenses a superar el miedo a la muerte y a morir.

En este programa, Elisabeth habló sobre las experiencias cercanas a la muerte que sus pacientes habían compartido con ella y sobre su creencia en la vida después de la muerte. Habló con tanta compasión, sinceridad y convicción sobre estos temas que me impresionó inesperadamente.

Dos semanas después, vimos el mismo programa en otro canal de cable. Esta vez me sentí inspirado a enviarle a Elisabeth una pequeña donación para ayudarla a continuar su labor humanitaria.

A las pocas semanas, llegó por correo un paquete con una carta y unas cintas de audio que Elisabeth había grabado. Sorprendentemente, me invitó a su "Taller de Vida, Muerte y Transición" de cinco días, que se celebraría en La Florida a principios del año siguiente. Al principio me sentí muy halagado al recibir su invitación, pero poco a poco fui teniendo miedo de participar en un taller así. Desde que mi padre falleció en 1947, cuando yo tenía solo ocho años, la muerte me había sido un tema morboso y desagradable.

Judy creía que tenía algunos asuntos pendientes con respecto a la muerte de mi padre. Aunque lo negué en ese momento, una parte de mí sabía que probablemente era cierto. Soy hijo único y nunca había hablado de su muerte ni expresado mis sentimientos sobre mi pérdida a nadie. En aquel entonces, la actitud predominante era: "¡Los niños grandes no lloran!".

En noviembre, el último día de inscripción al taller, llamé a la oficina de Elisabeth en Illinois para rechazar su oferta. Esperaba hablar con alguien de su equipo, pero ese día nevaba mucho en el Medio Oeste y su secretaria no había podido ir al trabajo. Elisabeth contestó el teléfono y reconocí su voz al instante. Le agradecí las cintas y rápidamente di una excusa falsa para no poder asistir a su taller.

Elisabeth se acordó de mí y me escuchó atentamente. Luego dijo con su encantador acento suizo-alemán: «Bill, creo que deberías estar allí». Hubo algo en su forma de decir esas palabras que me hizo responder: «Si así lo crees, lo haré».

Sintiendo una mezcla de curiosidad y aprensión, me dirigí al centro de retiros de North Palm Beach en febrero de 1977. Todos mis temores resultaron ser infundados, porque el taller de Elisabeth era realmente sobre la vida y vivir, no sobre la muerte y morir.

Setenta desconocidos se unieron rápidamente y pronto se convirtieron en una familia amorosa. Nos apoyábamos mutuamente al compartir nuestras historias de pérdida y dolor, y comíamos, cantábamos, jugábamos juntos y nos abrazábamos con libertad. Experimentamos una sanación emocional extraordinaria a medida que empezábamos a liberar el dolor acumulado durante toda una vida. El amor incondicional que compartíamos era tan tangible que las lágrimas de tristeza dieron paso a lágrimas de alegría, y casi todos se sintieron lo suficientemente seguros como para revelar su yo más profundo.

Aunque no me di cuenta en ese momento, las semillas de este libro se estaban sembrando en mí durante el taller de Elisabeth. Este proceso comenzó en una sesión de intercambio grupal cuando Maggie, una enfermera de Illinois, nos contó que era una madre en duelo. Su hija de 15 años, Joy, había muerto atropellada por un automóvil mientras caminaba.

Maggie nos contó que había tenido un sueño después de la muerte de Joy, pero añadió: «No era un sueño cualquiera. ¡Era tan real!».

Esto fue justo después de Navidad, unos trece meses después del asesinato de mi hija. Lo estaba pasando mal, y esa noche en particular, lloré hasta quedarme dormida. Mientras dormía, soñé que Joy venía a mí. Estábamos sentados en un árbol, en una rama baja y colgante. El paisaje estaba lleno de luz y todo estaba en uUn color extremadamente vivo. El árbol, el verde de la hierba y el azul del cielo eran muy intensos.

Joy parecía muy feliz. Llevaba un vestido rosa pastel vaporoso, diáfano. Era muy transparente y suelto, con mangas largas y una faja alrededor de la cintura. No se parecía a nada que hubiera tenido antes. Se sentó conmigo, me abrazó y apoyó la cabeza en mi pecho izquierdo. Podía sentir su peso y su sustancia. Entonces Joy me dijo que tenía que irse, pero que podía volver. Para demostrármelo se alejó flotando, luego regresó y se sentó conmigo en la rama. Me estaba demostrando que mi tristeza no era necesaria porque en realidad no íbamos a estar separadas. Joy me consolaba. Estaba feliz y quería que yo también lo estuviera. Luego nos abrazamos de nuevo y nos quedamos allí sentadas un rato. Pero al poco rato, tuvo que irse.

Me desperté muy reconfortada porque sentí que Joy realmente había estado conmigo. Fue entonces cuando empecé a mejorar y pude soltar. Era hora de que mi hija siguiera adelante y yo pudiera hacer otras cosas con mi vida.

Todos quedamos muy contentos de que Maggie hubiera tenido una experiencia tan positiva y alentadora con respecto a su hija fallecida, y era evidente que había sanado mucho desde su trágica pérdida. Como ella había llamado a su experiencia un "sueño", así es como yo lo interpreté. Sabía que la gente tenía sueños vívidos, pero para mí los sueños eran producto de nuestro subconsciente y nada más.

Pero Maggie tenía más que decir cuando continuó describiendo una experiencia que su hijo Bob, de 17 años, tuvo con su hermana:

Esto ocurrió antes de mi experiencia, unos seis u ocho meses después de la muerte de Joy. Si alguien estaba sufriendo, era mi hijo Bob, que era solo veinte meses mayor que su hermana.

La extrañaba mucho y estaba sufriendo mucho. Pasó de ser uno de los niños más populares de la escuela a ser un solitario, con solo uno o dos amigos. Llegaba a casa y decía: «Hoy fue terrible».

Una noche, él estudiaba en su habitación, y mi esposo y yo estábamos en la sala viendo la televisión. De repente Bob gritó y vino corriendo hacia nosotros, diciendo: "¡Mamá! ¡Acabo de ver a Joy!". Luego nos contó su experiencia.

Bob dijo leía pero que no podía concentrarse. Entonces levantó la vista y vio a Joy parada frente a su armario. Nos dijo que el pelo de Joy estaba como siempre y que llevaba vaqueros y una camiseta de rayas que nunca antes le había visto. No le dijo nada pero su expresión era la de que estaba bien, todo perfecto.

Bob quedó tan asustado que no pudo moverse ni hablar durante un par de minutos. Luego saltó, pero Joy ya no estaba. Fue entonces cuando gritó y vino corriendo hacia nosotros.

¿Podría ser real la experiencia de este chico? ¿Era siquiera posible? ¿Podría realmente aparecerse una adolescente a su hermano en el Medio Oeste de Estados Unidos en el siglo XX, tras ser atropellada? Lo pensé brevemente, pero rápidamente descarté la experiencia de Bob atribuyéndola a su dolor, sus ilusiones o imaginación desbordante. Me recordé a mí mismo: «Cuando estás muerto, estás muerto».

Elisabeth reconoció que había escuchado experiencias similares antes, y dos días después compartió una propia:

Estaba en una encrucijada. Sentía que debía dejar mi trabajo con pacientes terminales. Ese día decidí dar el aviso y dejar el hospital y la Universidad de Chicago. No fue una decisión fácil porque quería mucho a mis pacientes.

Salí de mi último seminario, sobre la muerte y la agonía, hacia el ascensor. En ese momento una mujer se me acercó. Tenía una sonrisa increíble, como si supiera cada pensamiento que yo tenía. Me dijo: «Dr. Ross, solo le voy a quitar dos minutos. Si no le importa, la acompaño a su consultorio». Fue la caminata más larga que he dado en mi vida. Una parte de mí sabía que era la Sra. Johnson, una paciente mía que había fallecido y sido enterrada hacía casi un año. ¡Pero soy científica y no creo en fantasmas ni espectros!

Hice la prueba de realidad más increíble que jamás haya hecho. Intenté tocarla porque parecía transparente, como si fuera cera. No es que se vieran muebles detrás de ella, pero tampoco era del todo real. Sé que la toqué y que tenía sensibilidad.

Llegamos a mi oficina y ella abrió la puerta. Entramos y dijo: «Tenía que volver por dos razones. Primero, quería agradecerles a usted y al reverendo Smith una vez más por lo que han hecho por mí. Pero la verdadera razón por la que tuve que volver es para decirles que no abandonen su trabajo sobre la muerte y la agonía. Todavía no».

Me di cuenta, conscientemente, de que tal vez sí era la Sra. Johnson pero pensé que nadie me creería si se lo contaba a alguien. ¡Pensarían que me había vuelto loca!

Así que mi lado científico la miró con astucia y dijo: «Sabes, al reverendo Smith le encantaría recibir una nota tuya. ¿Te importaría mucho?». Entiendes que mi lado científico necesita pruebas. Necesitaría una hoja de papel con cualquier cosa escrita a mano por ella, y con suerte, su firma.

Esta mujer conocía mis pensamientos y sabía que no tenía intención de entregarle su nota al reverendo Smith. Sin embargo, tomó un papel, escribió un mensaje y lo firmó con su nombre completo. Luego, con una enorme sonrisa de amor, compasión y comprensión, me dijo: "¿Estás satisfecha ahora?".

Una vez más, dijo: "No puedes abandonar tu trabajo sobre la muerte y el morir. Todavía no. No es el momento adecuado. Te ayudaremos. Lo sabrás cuando sea el momento adecuado. ¿Quieres hacerlo?¿Lo prometes? Lo último que le dije fue: "Lo prometo". Y con eso, se fue.

Apenas se cerró la puerta, tuve que ir a ver si era real. Abrí la puerta, ¡y no había ni un alma en ese largo pasillo!

Cuando Elisabeth terminó de hablar, todos en el taller quedaron atónitos. La sala estaba tan silenciosa que, si se hubiera caído un alfiler, habría sonado como un tubo de hierro al caer sobre el suelo de cemento.

Pensé: "¿Podrían suceder estas cosas nada menos que a una científica de renombre? ¿Podría ser real la experiencia de Elisabeth? ¿Habria contactado a otras personas alguien muerto y supuestamente desaparecido para siempre?". De ser así, ¡las implicaciones eran enormes!

La historia de Elisabeth desafió todo lo que sabía, entendía y asumía sobre la muerte y la vida después de la muerte, y me obligó a reexaminar todas mis creencias. Mi mente se llenó de cientos de preguntas sin respuesta mientras buscaba explicaciones lógicas. Al no encontrar ninguna, finalmente se descontroló.

El Dr. Raymond Moody había escrito recientemente su exitoso libro sobre experiencias cercanas a la muerte, (ECM), " Vida después de la vida", y Elisabeth lo invitó a hablar en nuestro taller el jueves por la noche. Después de su charla, varias personas compartieron sus ECM, y a todos nos conmovió, profundamente sus relatos.

Para cuando el taller terminó el viernes, mis creencias sobre lo "real" y lo "irreal" se habían desmoronado. Las metas y objetivos materialistas que me habían enseñado y valorado durante treinta y ocho años de repente me parecieron superficiales al vislumbrar y saborear un universo mucho más grande, más amoroso y maravilloso. Me di cuenta de que la dimensión espiritual me había tocado. Ahora que mis ojos, oídos, corazón y mente se abrían, sentía un hambre insaciable de entrar en ella, explorarla y permitir que se convirtiera en parte permanente de mi vida.

Al regresar a casa le conté a Judy todo lo que pude sobre el taller. Ella ya había tenido un despertar espiritual por su cuenta, por lo que me apoyó mucho a mí y a los cambios que había experimentado.

Inmediatamente decidí buscar respuestas a algunas de las preguntas más antiguas y profundas de la humanidad: ¿Hay vida después de la muerte? ¿Entramos en una nueva dimensión o nivel de existencia al terminar nuestra vida física? ¿Nos reuniremos con nuestros familiares y amigos que ya han fallecido? ¿Es posible que nuestros seres queridos fallecidos se comuniquen ahora con nosotros?

Judy aceptó ayudarme y empezamos a leer docenas de libros sobre la vida después de la muerte. Algunos contenían experiencias similares a las que Maggie y su hijo tuvieron con Joy, y Elisabeth con la Sra. Johnson. Pero nadie había investigado este campo a fondo ni escrito un libro sobre el tema. Como ni siquiera existía un nombre para estos sucesos inusuales, creamos uno y empezamos a llamarlo "comunicaciones después de la muerte" o "CDM" para abreviar.

NOTA del Traductor. El acrónimo ingles de ADC referido a “After Death Communication” que aquí se traduce como CDM se podría traducir también como “Comunicación Post Mortem”, o “Comunicación Posvida”. Fin de la nota.

Aprendimos que las CDM son probablemente tan antiguas como la humanidad misma y que existen registros sobre ellas hace más de 2000 años. Por ejemplo, la siguiente es una traducción editada de uno que aparece en el ensayo «Sobre la adivinación», de Marco Tulio Cicerón, el destacado estadista y autor romano que vivió entre el año 106 y el 43 antes de Cristo:

Había dos compañeros de Arcadia que viajaban juntos, y cuando llegaron a Megara uno de ellos fue a la posada, mientras que el otro aceptó la hospitalidad de un amigo.

Él y su amigo terminaron de cenar y se retiraron. Mientras dormía, nuestro huésped soñó que su compañero de viaje se le aparecía y le decía: «El posadero me ha asesinado, ha arrojado mi cuerpo en una carreta y lo ha cubierto de estiércol. Por favor, te ruego que estés en la puerta temprano por la mañana antes de que la carreta pueda salir del pueblo».

Conmovido profundamente por este sueño, se enfrentó al amanecer con el campesino, que conducía la carreta fuera de la puerta. El desgraciado huyó consternado y asustado. Nuestro amigo recuperó entonces el cuerpo e informó. El asesino fue entregado a las autoridades competentes y debidamente castigado.

Gracias a la visita de su amigo fallecido supo cuatro cosas que antes no podía saber: que su amigo había sido asesinado, dónde y cuándo se podía encontrar su cuerpo y quién había cometido el crimen.

Quizás le sorprenda saber que la trama de una de las obras más importantes de la literatura inglesa se basa en una experiencia de una CDM. En Hamlet, de William Shakespeare, el joven príncipe Hamlet llora la muerte de su padre, rey de Dinamarca, quien falle tras ser mordido, según se dice, por una serpiente venenosa. El difunto rey se presenta ante Hamlet y le explica que su hermano, Claudio, lo asesinó para poder casarse con mujer, ahora viuda, la reina Gertrudis, convirtiéndose así en el nuevo rey de Dinamarca. El difunto padre de Hamlet también revela que Claudio le echó veneno en el oído mientras dormía la siesta en su huerto para simular que lo había matado una serpiente. Exige que su hijo pequeño «vengue su vil y antinatural asesinato». Hamlet jura vengar la muerte de su padre, y el cumplimiento de su promesa constituye el resto de la obra.

Otra CDM aparece en uno de los cuentos más conocidos de la literatura inglesa, Cuento de Navidad, de Charles Dickens. En este relato, el difunto socio de Ebenezer Scrooge, Jacob Marley, regresa para advertirle sobre su destino si no cambia sus valores materialistas y los reemplaza por otros más caritativos. Scrooge se muestra incrédulo al principio, pero finalmente presta atención a la advertencia.

¿Es mera coincidencia que estas dos grandes obras de ficción contengan comunicaciones después de la muerte? ¿O es posible que Shakespeare y Dickens conocieran relatos contemporáneos sobre las CDM y simplemente las adaptaran para uso literario?

Por supuesto, las comunicaciones después de la muerte más conocidas son las diversas apariciones de Jesús, registradas en la Biblia, y las múltiples apariciones de María, la Santísima Madre, incluidas en los escritos de la Iglesia Católica Romana. Los cristianos creen que Jesús y María son únicos y tienen vastos poderes espirituales, y creemos que sería inapropiado comparar sus apariciones después de la muerte con las de los seres humanos comunes.

Seis meses después del taller, quise volver a escuchar a Elisabeth, así que volé a Georgia para asistir a una conferencia que impartía. Después de su charla, conocí a John Audette entre el público. John estaba investigando las experiencias cercanas a la muerte, y con el tiempo nos hicimos muy amigos.

Al año siguiente, John fundó una asociación para investigadores, personas con experiencias y otras personas interesadas en el estudio de las ECM. Esta se convirtió en la Asociación Internacional para Estudios Cercanos a la Muerte (IANDS) en 1981, de la que soy miembro desde entonces.

Durante los años siguientes, mi afiliación a IANDS y otras organizaciones nos permitió a Judy y a mí conocer a muchos investigadores y estudiar sus trabajos. También conversamos con cientos de personas que reportaron haber tenido ECM, viajes extracorpóreos, CDM y otros tipos de experiencias espirituales.

Muchos nos comentaron que contar con una CDM les había brindado mucho consuelo y sanación emocional. Esto fue especialmente cierto para quienes habían sufrido un duelo reciente y para quienes experimentaron la comunicación verbal. Algunos también afirmaron haber sido contactados más de una vez por el mismo ser querido fallecido.

Tras escuchar tantos relatos de primera mano, queríamos saber con qué frecuencia se producen las comunicaciones después de la muerte en nuestra cultura. ¿Una entre un millón de personas? ¿Una entre mil? ¿Una entre cien? Independientemente de la cantidad, supusimos que debían ser bastante raras.

La revista American Health publicó los resultados de una encuesta realizada por el Centro Nacional de Investigación de Opinión en su edición de enero-febrero de 1987. La encuesta fue dirigida por Andrew Greeley, reconocido sacerdote católico y escritor. Los resultados indican que el 42 % de los adultos estadounidenses cree haber estado en contacto con alguien fallecido. Y el 67 % de las viudas cree tener una experiencia similar. Estas cifras nos sorprendieron porque eran mucho más altas de lo que sospechábamos.

Suponiendo que esta encuesta sea precisa, ¿por qué tantas personas sienten que deben comenzar sus relatos con descargos de responsabilidad tales como: "No espero que me creas" o "Probablemente pensarás que estoy loco cuando te cuente mi experiencia", o, "Esto va a sonar muy extraño"?

¿Por qué tienen tanto miedo de compartir momentos tan importantes de sus vidas? ¿Por qué no se pueden hablar abierta y libremente de las comunicaciones después de la muerte? ¿Por qué no se investigan como posible prueba de la vida después de la muerte? ¿No cumplirían la promesa de las grandes religiones del mundo de que todos sobreviviremos a la muerte física y tendremos conmovedores reencuentros con nuestros seres queridos fallecidos?

¿Qué sería más reconfortante para los padres en duelo que saber que podrían reunirse con sus hijos fallecidos? ¿Que las viudas y los viudos que compartieron toda una vida de amor con su esposo o esposa podrían estar juntos de nuevo? ¿Que todas las personas podrían reencontrarse con sus seres queridos aquí en la Tierra?

Por supuesto, esto tiene una explicación lógica. Aunque la mayoría de los profesionales de la salud han oído hablar de las comunicaciones después de la muerte, muchos están convencidos de que las CDM no son auténticas. Históricamente, psicólogos, psiquiatras, terapeutas de duelo, clérigos y otros profesionales han descartado estas experiencias como alucinaciones, delirios o fantasías. La perspectiva tradicional ha sido que las CDM son el resultado del cumplimiento de deseos, la imaginación, el pensamiento mágico o los recuerdos causados por el duelo. De hecho, se las suele llamar "alucinaciones inducidas por el duelo".

Entonces, una tarde de la primavera de 1988, once años después del taller de Elisabeth, escuché una "voz" que me hablaba mentalmente. Con fuerza y cariño, me dijo: "Investiga y escribe tu  libro. Este es tu trabajo espiritual". Esta "voz" me resultaba familiar porque ya me había hablado una vez:

Era una tarde gris y húmeda de domingo de marzo de 1980, y Judy y yo acabábamos de terminar de conversar en la sala de estar de la entrada de nuestra casa. Al levantarnos para salir, oí claramente una voz en mi cabeza que me decía con calma: «Sal a ver la piscina». Aunque no sentía ninguna urgencia, me sentí definitivamente desconcertado al oír esa voz y recibir un mensaje tan extraño.

Así que volví a la sala y miré por la puerta corrediza de cristal. Nuestra piscina estaba separada de la casa por un patio de 4,5 metros, y noté que la reja de la valla de seguridad de hierro forjado estaba abierta. Pero esto no era raro, ya que nuestros dos hijos mayores usaban la zona de la piscina como atajo al patio trasero y a veces olvidaban cerrar la reja.

Crucé el patio para cerrar la puerta y, al hacerlo, miré con indiferencia la piscina. De repente, se me paró el corazón y todo pareció suceder a cámara lenta. Allí, en medio de la piscina profunda, ¡vi a nuestro hijo menor, Jonathan! Tenía menos de dos años y no sabía nadar.

Corrí al borde de la piscina y vi a nuestro pequeño flotando boca arriba, ¡unos dos o tres centímetros bajo el agua! Estaba muy quieto y tenía los ojos muy abiertos.

Grité "¡Judy!" mientras saltaba al agua con los pies por delante. Rebotando en el fondo y pateando con furia, me coloqué debajo de Jonathan y lo empujé hacia el borde de la piscina. Judy había oído mi grito de terror y vino corriendo. Frenéticamente, luché por mantener su cabeza fuera del agua hasta que ella lo agarró de los brazos y lo sacó de la piscina.

Jonathan empezó a llorar y a temblar de inmediato mientras tosía un poco de agua. Milagrosamente, estaba bien. Probablemente estábamos más asustados que él cuando lo envolvimos en una toalla grande y lo abrazamos.

Poco después, nos enteramos de que Jonathan había salido por una puerta de baño que daba al exterior.El patio desde el otro lado de la casa, pues también se había dejado abierto accidentalmente. Cuando le conté a Judy mi experiencia, nos dimos cuenta de que nuestro pequeño debió de haberse resbalado en la piscina momentos antes de que la voz me alertara.

Estábamos inmensamente agradecidos por haber recibido este mensaje crucial, ya que nos permitió salvar a nuestro hijo menor de ahogarse. Y nos evitó el increíble dolor que deben soportar los padres en duelo.

Cuando la "voz" me habló por segunda vez en 1988 y me dijo: "Investiga y escribe tu  libro", confié en ella, pero sentí que se me estaba pidiendo que lograra algo mucho más grande de lo que era capaz. Me sentí abrumado por la magnitud y complejidad de semejante proyecto. Poco a poco, comprendí que me había estado preparando para esta tarea durante muchos años y que tenía el tiempo, los medios y un interés apasionado por el tema. Poco a poco, una nueva confianza me infundió confianza, y en ese preciso instante me comprometí a seguir la guía de la "voz" con la mayor fidelidad posible.

Pero al cabo de un par de semanas, mi determinación empezó a flaquear al surgir una duda persistente. Mi preocupación era: "¿Cómo puedo demostrar, a mí mismo y a los demás, que las CDM no son meras fantasías de duelo como creen tantos profesionales? ¿Qué pruebas, si las hay, puedo encontrar para demostrar que tales experiencias podrían ser reales?".

Para entonces, Judy y yo llevábamos casi cuatro años divorciados, tras diecisiete años de matrimonio. Más tarde, al darnos cuenta de que aún teníamos una relación para toda la vida gracias a nuestros tres hijos, decidimos superar nuestras diferencias personales y volver a ser amigos. No fue fácil, pero las recompensas sin duda hicieron que valiera la pena.

Así que llamé a Judy y la invité a mi apartamento una tarde para hablar de mi dilema. Mientras le contaba cómo la "voz" me había hablado por segunda vez y la misión que me habían encomendado, sonó el teléfono. Una amiga, Darcie Miller, que conocía mi interés por las comunicaciones después de la muerte, me llamó para contarme una experiencia inusual.

La madre de Darcie, que recibía quimioterapia contra el cáncer, falleció inesperadamente en el hospital. Media hora después, Darcie fue en persona a informar a Rose, su amiga de toda la vida, sobre el fallecimiento de su madre. Al llegar, y antes de que pudiera decir nada, Rose dijo: «Pasó algo rarísimo. Tu madre atravesó la pared de mi apartamento y me dijo: 'Siempre te he querido y siempre te querré'. Luego se fue». Nadie había llamado ni le había dicho a Rose que la madre de Darcie había fallecido. Rose tuvo esta CDM antes de recibir la noticia del fallecimiento de su amiga.

La llamada de Darcie llegó en el momento perfecto. Mi entusiasmo creció, y el de Judy también. Nos dimos cuenta de que, como Rose no sabía que había ocurrido una muerte, no habría estado en estado de duelo cuando tuvo su CDM con la madre de Darcie. Si esto le había pasado a una persona, era muy probable que otras hubieran tenido experiencias similares. Por fin, allí estaba la primera prueba que podría refutar la teoría de que las CDM eran alucinaciones inducidas por el duelo. Esta era la confirmación que buscaba. Entonces Judy y yo nos sentimos listas para comenzar este trabajo.

Nuestro primer paso fue definir los límites de este campo para determinar qué experiencias podrían incluirse en nuestra investigación. Esta es nuestra definición: Una comunicación después de la muerte (CDM) es una experiencia espiritual que ocurre cuando un familiar o amigo fallecido contacta directa y espontáneamente a alguien.

Una CDM es una experiencia directa porque no interviene ningún intermediario ni tercero, como un psíquico, un médium o un hipnotizador. El familiar o amigo fallecido contacta directamente con la persona viva, de forma individual.

Una CDM es un suceso espontáneo porque el ser querido fallecido siempre inicia el contacto eligiendo cuándo, dónde y cómo se comunicará con la persona viva. Dado que muchas religiones y otras fuentes advierten específicamente contra la invocación de espíritus, excluimos de nuestra investigación todas las experiencias que implicaron rituales, como sesiones espiritistas, o que utilizaron tablas de ouija, bolas de cristal o dispositivos similares.

El Proyecto CDM comenzó en Orlando en mayo de 1988 con 1000 volantes, 1000 tarjetas de presentación, una línea telefónica, un apartado de correos y una cuenta corriente. Diane Silkey, quien previamente había tenido su  programa de entrevistas en la televisión local, fue nuestra primera entrevistadora.

Los folletos preguntaban: "¿Ha sido contactado por alguien que ha fallecido?" y describían el tipo de experiencias que buscábamos. Pero ¿cuántas personas responderían "Sí", y estarían dispuestas a participar en nuestra investigación? ¿Podríamos encontrar cincuenta personas para entrevistar el primer año? ¿Quizás cien? ¿Cuánto tiempo nos llevaría alcanzar nuestra meta de quinientas entrevistas? ¡El Proyecto CDM fue sin duda un acto de fe!

Encontramos personas para entrevistar prácticamente en todos los lugares a los que fuimos. Esto incluía grupos de apoyo para el duelo, iglesias, hospicios, clases de crecimiento personal, grupos de apoyo, conferencias, organizaciones sociales y librerías espirituales. Entrevistamos a más de quinientas personas durante el primer año. Nuestra investigación estaba demostrando ser un éxito rotundo que superó con creces nuestras expectativas. Siguió creciendo con fuerza, a medida que muchas personas nuevas se ofrecían a apoyar nuestros esfuerzos.

Para nuestra sorpresa, algunas de nuestras suposiciones iniciales sobre este campo de estudio eran demasiado limitadas. Tuvimos que ampliarlas o reemplazarlas para adaptarnos a la cantidad y diversidad de los relatos que recibíamos. Por ello, aumentamos repetidamente el número de entrevistas a medida que descubríamos nuevos tipos de CDM que no se habían catalogado previamente.

Sorprendentemente, se nos abrieron puertas que jamás habíamos imaginado. Los líderes de grupos locales de duelo empezaron a pedirnos charlas breves sobre nuestra investigación para sus miembros, que pronto se convirtieron en conferencias y talleres completos.

Los Amigos Compasivos, la mayor organización de autoayuda para padres y hermanos en duelo del mundo, nos invitaron a presentar dos talleres en su conferencia nacional de 1989 en Tampa. Diane Mason, redactora del St. Petersburg Times, asistió a nuestros talleres y escribió un artículo muy informativo sobre ellos. Como resultado, las comunicaciones después de la muerte...ganó reconocimiento favorable y credibilidad ante los ojos del público y los medios de comunicación de nuestra área local.

Posteriormente, artículos de fondo sobre nuestra investigación sobre la CDM aparecieron en The Seattle Times, The Orlando Sentinel y el Deseret News de Salt Lake City. Estas historias se publicaron en otros veintiséis periódicos de Estados Unidos y Canadá. Dado que la mayoría incluían nuestra dirección y número de teléfono, cientos de personas nos escribieron o llamaron desde toda Norteamérica. Incluso recibimos cartas de países tan lejanos como Ucrania, Japón y Australia. Nuestro entusiasmo aumentó al darnos cuenta de que habíamos aceptado la responsabilidad no solo de explorar un campo inexplorado de la experiencia humana, sino también de cartografiarlo a fondo para lectores de todo el mundo.

Judy y yo participamos en dieciséis programas de televisión y radio en Estados Unidos y Canadá, y cada programa generó más entrevistas. Numerosos grupos de apoyo a personas en duelo y otras organizaciones publicaron anuncios de nuestro trabajo en más de cien boletines y revistas. Varias, como Madres Contra la Conducción en Estado de Ebriedad (MADD) e IANDS, también nos invitaron a impartir talleres en sus congresos anuales, lo cual hicimos con mucho gusto. Finalmente, decenas de personas promocionaron nuestra investigación con entusiasmo de boca en boca, y entrevistamos a numerosos familiares y amigos.

Nuestra emoción aumentó al saber de personas cuyas vidas habían sido protegidas o quizás salvadas gracias a una CDM. Algunos que habían contemplado el suicidio nos contaron que se habían abstenido de quitarse la vida cuando intervino un familiar o amigo fallecido. Muchos informaron haber tenido noticias de un ser querido antes de ser informados de su fallecimiento, mientras que otros declararon haber sido contactados diez o veinte años después. También recibimos testimonios de personas que habían compartido una experiencia de CDM estando juntos en el mismo momento y lugar. Cada día llegaban más pruebas de la realidad de las comunicaciones después de la muerte, por teléfono y correo.

Para Judy y para mí era obvio que casi todos los que habían tenido la experiencia, incluidos algunos que habían sido escépticos devotos, estaban transformados emocional y espiritualmente. Para 1993, también nos convencimos de que los relatos que recibíamos representaban contactos auténticos con seres queridos fallecidos.

El Proyecto CDM tardó siete años en cumplir su propósito. Durante este tiempo, recopilamos más de 3300 testimonios de primera mano sobre comunicaciones después de la muerte mediante entrevistas a 2000 personas residentes en los cincuenta estados de Estados Unidos y las diez provincias canadienses. Estas personas provienen de diversos estratos sociales, educativos, ocupacionales y económicos. Sus edades van desde un niño de ocho años hasta un viudo de noventa y dos.

Casi todas las personas que entrevistamos tuvieron una formación religiosa cristiana o judía, y la mayoría aún mantiene una afiliación protestante, católica o judía. Durante sus entrevistas, algunos hablaron del cielo en su contexto cristiano tradicional, mientras que otros lo usaron para describir el más allá en general. En este libro, usamos el término «cielo» para referirnos a los reinos espirituales superiores de la vida después de la muerte.

La duración promedio de una entrevista telefónica fue de cuarenta y cinco minutos, aunque muchas duraron más de una hora. A todos se les formuló un conjunto de preguntas estándar, además de otras relacionadas específicamente con el tipo de experiencia relatada. Dado que una CDM es un suceso extremadamente vívido y memorable, las personas entrevistadas pudieron recordar los detalles de sus contactos con gran claridad incluso muchos años después.

Nuestro estudio solo incluye relatos de primera mano sobre comunicaciones después de la muerte. Si bien escuchamos varias historias de segunda mano impresionantes, siempre las pasamos por alto a menos que pudiéramos entrevistar a la persona que tuvo la experiencia original. Además, para que un relato fuera incluido en este libro, necesitábamos tener al menos otros dos en nuestros archivos que fueran muy similares.

Prácticamente todas las personas que participaron en nuestra investigación gozaban de buena salud cuando tuvieron sus experiencias. Hicimos una excepción con algunas que tuvieron su CDM durante una crisis de salud, y esto se refleja en sus relatos. Excluimos a todas las personas que admitieron estar bajo los efectos del alcohol o drogas ilegales, con la excepción de dos relatos en el Capítulo 20, Gracia Salvadora.

Muchos hombres y mujeres que entrevistamos expresaron la esperanza de que los lectores se beneficiaran de sus CDM. Querían evitarles la confusión y  dolor que habían padecido cuando pocos familiares o amigos estaban dispuestos a creer sus historias.

Los entrevistadores, los transcriptores, Judy y yo nos sentimos honrados y, a menudo, profundamente conmovidos por las experiencias tan personales y sagradas que nos confiaron. En numerosas ocasiones, las entrevistas se tornaron sumamente emotivas, y fueron interrumpidas por lágrimas de uno o ambos extremos de la línea telefónica.

Las transcripciones de las entrevistas suman más de 10.000 páginas. Nuestra tarea más difícil fue seleccionar las CDM que mejor representaran el alcance y la profundidad de nuestra investigación y presentarlos de forma clara y fácil de entender. El formato de este libro, que sirve como guía en este complejo campo, se eligió para mostrar la mayor cantidad de relatos de primera mano. Cada uno es una historia corta y completa, contada en las propias palabras de quien la experimentó, y la mayoría también incluye los efectos emocionales y espirituales. Todas contienen una vitalidad que solo se puede obtener leyendo experiencias completas. Dado que hablan por sí solas, decidimos añadir una cantidad mínima de comentarios, lo que le permite disfrutar de una amplia gama de relatos. Creemos que este enfoque le ayudará a evaluar las comunicaciones después de la muerte y a formarse un juicio bien informado sobre su credibilidad.

A lo largo de esta presentación informal de investigación, generalmente hemos escrito breves comentarios tras cada relato de CDM. La mayoría destaca, examina o amplía la importancia de una experiencia específica, mientras que otros contienen observaciones sobre el duelo y el proceso de duelo. En algunos casos, observarán que nuestros comentarios van mucho más allá de un relato en particular. En esos casos, generalmente nos basamos en las numerosas entrevistas de nuestros archivos. También incorporamos información de numerosas fuentes adicionales, como experiencias cercanas a la muerte, viajes extracorpóreas y los diversos tipos de...fenómenos espirituales que hemos estudiado durante los últimos dieciocho años. Por ello, puede que encuentres partes de nuestro comentario bastante desafiantes o provocativas.

No esperamos que esté necesariamente de acuerdo con todas nuestras conclusiones. De hecho, puede llegar a interpretaciones muy diferentes de estas experiencias y formarse opiniones igualmente válidas. Lo respetamos por ello y esperamos recibir sus cartas y conocer sus puntos de vista.

Con frecuencia nos preguntan: "¿Cuántas personas han tenido una experiencia de CDM?". Según nuestra investigación estimamos, de forma conservadora, que al menos 50 millones de estadounidenses, o el 20 % de la población de Estados Unidos, han tenido una o más comunicaciones después de la muerte. Los porcentajes aumentan drásticamente entre padres en duelo, viudos, hijos en duelo y todas las demás personas que han sufrido la pérdida de un ser querido.

Para poner las experiencias de comunicación después de la muerte en perspectiva, las encuestas estiman que 10 millones de estadounidenses, o el 4% de la población, han tenido una experiencia cercana a la muerte. Esto significa que el número de CDM es, al menos, cinco veces mayor que el de ECM. wisto

Quienes experimentaron experiencias cercanas a la muerte  afirman haber visitado un mundo espiritual antes de regresar a su cuerpo físico. En cambio, todas las comunicaciones de este libro provienen de personas que realmente fallecieron y completaron su viaje hacia la luz. Presumiblemente, poseen una comprensión más profunda y una perspectiva más amplia de la vida en la Tierra y de nuestro propósito de estar aquí.

Las comunicaciones después de la muerte son muy comunes en fuera de EE.UU, donde se aceptan socialmente como comunicaciones reales de seres queridos fallecidos. Quienes viven estas experiencias pueden compartirlas con libertad y alegría, y todos se benefician al hablar abiertamente de estos sucesos. Creemos que las comunicaciones después de la muerte merecen el mismo grado de concienciación pública y aceptación en nuestra cultura.

Nuestra presentación comienza con un estudio a fondo de los doce tipos más comunes de contactos después de la muerte, incluyendo el consuelo y la sanación emocional que brindan. A continuación, examinaremos las CDM "temibles" y otros dos temas especiales. Los siguientes seis capítulos ofrecerán prueba convincente de que estas experiencias son comunicaciones genuinas de familiares y amigos fallecidos. El capítulo 22, «Un collar de perlas», presenta relatos que constituyen lo mejor de lo mejor de nuestros archivos, y el capítulo final explora algunas de las numerosas implicaciones sociales y espirituales de gran alcance de nuestra investigación.

CAPÍTULO 2. Detectando una presencia: CDM sensibles o conscientes.

No somos seres humanos teniendo una experiencia espiritual, somos seres espirituales teniendo una experiencia humana. —Dr. Wayne W. Dyer.

Según nuestra investigación existen doce tipos o formas principales de comunicación tras la muerte. Sentir la presencia de un familiar o amigo fallecido es uno de los tipos de contacto más comunes. A estas las llamamos “CDM sensibles”.

Las personas informaron tener la intuición o conocimiento interno de que su ser querido fallecido estaba con ellas en la misma habitación o espacio. Era una sensación distintiva, casi física, de su cercanía. Su presencia resultaba familiar y transmitía la identidad y personalidad del fallecido. Como explicó una psicóloga: «Cada persona tiene una esencia o un patrón energético tan único e individual como sus huellas dactilares».

Muchas personas afirman percibir las emociones y el estado de ánimo general de su ser querido fallecido durante una CDM consciente. Algunas pueden recibir mensajes no verbales de esta manera.

Aunque sentir la presencia de alguien es la forma menos tangible y más sutil de contacto en la CDM, cada experiencia tiene un principio y un final definidos. Quienes la experimentan son conscientes de la llegada y la partida de familiares y amigos fallecidos. Los primeros cinco relatos de este capítulo son descripciones típicas de cómo se siente la presencia de un ser querido fallecido.

Diane, de 53 años, es enfermera de cuidados paliativos en Ohio. Recibió una visita cariñosa 18 meses después de que su abuela falleciera de cáncer. Mientras estaba de pie junto al fregadero de la cocina sentí una calidez, una presencia. No era física sino, más bien, una presencia que me rodeaba, envolviéndome. ¡Sabía que era mi abuela! Así lo contó:

No pasaba nada especial en mi vida en ese momento, y no había estado pensando en ella. No sonaron campanas ni nada. Solo presentía que mi abuela estaba allí conmigo. Luego, en menos de un minuto, se detuvo. Recuerdo sentirme muy querida y apreciada. Fue algo muy bonito.

Nuestra investigación indica que no se requieren preparaciones especiales para tener una CDM consciente o de otro tipo. Cuando las personas tienen este tipo de experiencias suelen estar ocupadas en actividades cotidianas y mundanas, sin siquiera pensar en el fallecido.

Marjorie, ama de casa de 59 años de La Florida, tuvo esta CDM sensible aproximadamente 2 años después de que su madre muriera de neumonía:

Estaba sentado en el sofá leyendo un libro de misterio. De repente sentí a mi madre sentada a mi lado izquierdo. No podía verla ni oírla, pero sabía que estaba allí. Su individualidad era tan real como cuando estaba viva. Se contentó con sentarse a mi lado. No tuvo que decir nada; fue simplemente una unión de espíritus. Fue una sensación cálida, muy agradable y amistosa. Duró unos tres o cuatro minutos, y luego se fue. Estuve muy agradecido por el tiempo que pasamos juntos.

Las CDM conscientes pueden ser breves o durar varios minutos. Independientemente de su duración, quienes los experimentan a menudo sienten una cálida bienvenida y amor.

Jeffrey, de 36 años, es profesor y escritor por cuenta propia en California. Su abuela lo contactó pocas horas después de fallecer por insuficiencia cardíaca congestiva:

Estaba sentado en mi sala mirando un cuadro que siempre había sido el favorito de mi abuela. Es el titulado “El Buen Pastor”, en el que se ve a Jesús sostener un cordero. De repente, sentí una verdadera dulzura, una paz extrema inexplicable. Sentí que mi abuela estaba en la habitación. Era una sensación muy natural y cálida su presencia. Podía sentir su espíritu, como si me asegurara que estaba feliz y en paz. Fue casi como si se despidiera por última vez antes de seguir adelante. Esto duró unos veinte minutos y luego la paz se desvaneció poco a poco. Fue un consuelo y una garantía de que la abuela estaba bien.

A lo largo de nuestra investigación, numerosas personas informaron sentir una paz total y un profundo consuelo durante su experiencia con la CDM. Algunos, incluyendo a quienes habían sufrido un duelo recientemente, compararon esta sensación con «la paz que sobrepasa todo entendimiento».

Lynn, peluquera de 38 años de La Florida, tuvo una experiencia alegre con su novio, Fred, después de que él muriera de un ataque cardíaco:

Una tarde, estaba regando plantas en el porche. A Fred y a mí nos encantaban las plantas; era algo que compartíamos. Mientras las regaba me topé con una planta que significaba mucho para él. Se veía muy descuidada, y no me gustaba. Mientras estaba allí pensando en lo mal que se veía la planta, tuve la sensación de que Fred estaba conmigo. Lo sentí con mucha intensidad. Sabía que Fred estaba detrás de mí. Sentí que si retrocedía y subía dos escalones chocaría con él. Me dio una sensación agradable, me reí un poco y seguí adelante.

La presencia de un ser querido fallecido suele sentirse clara y su identidad es fácilmente reconocible. Esto se debe a que, aparentemente, regresa con todos los aspectos de su ser, excepto el cuerpo físico.

Ken es ejecutivo publicitario de 58 años de La Florida. Tuvo un encuentro sorprendente después de que su amigo Oscar falleciera de derrame cerebral:

Siempre sentí gran admiración por Oscar, aunque no lo veía muy a menudo. La verdad es que no pensaba mucho en su muerte. Solo en que se había ido y que lo iba a extrañar porque no podría hablar con él, y cosas así. Un par de meses después de su muerte caminaba por el pasillo de mi oficina como hacía mil veces al día. ¡De repente, sentí a Oscar! No estaba en un ensueño, ni siquiera pensaba en él. De hecho, me dirigía a la recepción para reunirme con un cliente. Sentí su presencia; me rodeaba por todas partes. Era como si me hubiera sumergido en una burbuja de su energía. Sentí una gran alegría. ¡Fue como volver a ver a Oscar! Pero seguí caminando mientras le decía algo en silencio, y luego se fue.

Las comunicaciones después de la muerte pueden ocurrir en cualquier lugar,  en casa o en el trabajo, en interiores o exteriores, y cuando estamos solos o rodeados de otras personas.

Como se muestra en los cinco relatos siguientes, las CDM sensibles o conscientes pueden aparecer inmediatamente o mucho después de la muerte del ser querido.

Edith, consejera de duelo en La Florida, disfrutó de un momento especial con su paciente de 65 años, Howard, que tenía ELA, enfermedad también conocida como “de Lou Gehrig”:

Estaba en casa cuando la enfermera del hospicio me llamó para decir que Howard estaba muriendo, un proceso que puede durar horas. Su esposa lo estaba pasando muy mal y quería que fuera a su casa para acompañarla. Dije: «Claro», y fui a cambiarme. Estaba en mi vestidor cuando, de repente, sentí la presencia de Howard. Estaba allí, a mi derecha. Sentí una gran ligereza, alegría y una sensación de libertad. Fue como si escuchara en mi corazón su despedida y un agradecimiento por haber estado ahí cuando lo necesitó. No permaneció allí mucho tiempo, probablemente unos treinta segundos. Al salir del cuarto ropero miré  el reloj digital: eran las cuatro y 23 de la madrugada. Me vestí y conduje hasta la casa de Howard. Al entrar me dijeron que había fallecido a esa hora.

Edith tuvo esta visita antes de enterarse del fallecimiento de su paciente. La hora de su experiencia con Howard y de su fallecimiento coinciden con precisión, lo que aporta prueba adicional de la veracidad de su CDM. Más adelante en este libro, se dedica un capítulo entero a las comunicaciones posteriores a la muerte que tuvieron lugar antes de que la persona viva fuera informada del fallecimiento del ser querido.

Lori es una joven ama de casa en Texas. Tuvo esta conmovedora experiencia unos tres meses después de que su hijo Kevin, de dos años, muriera de SIDA:

Iba en mi camioneta a una reunión del Ayuntamiento para pedir más fondos para los servicios contra el SIDA. Era la primera vez que hablaba ante semejante público y tenía un poco de miedo. Encendí la radio y escuché por primera vez la canción "Tears in Heaven", de Eric Clapton, quien la escribió para su fallecido hijo de cuatro años. Mientras escuchaba la letra sentí la presencia de Kevin. Se me llenaron los ojos de lágrimas y empecé a llorar. Sentí su presencia mientras sonaba la canción y experimenté una paz abrumadora. Luego, la presencia de Kevin desapareció. Después de esto pude reunir fuerzas para hacer la presentación porque sabía que no estaba sola. ¡Y todo lo que le pedí al Ayuntamiento se ha cumplido!

Desde que tuvo esta CDM con su pequeño hijo, Lori se ha inspirado para hablar sobre el SIDA en muchas escuelas secundarias y clubes. Su ministerio personal le da mayor significado a la corta vida de Kevin.

Irene es artesana por cuenta propia  en Virginia. Tuvo este jubiloso reencuentro seis meses después de que su hija de 22 años, Tracy, falleciera en un accidente de tránsito:

Sobre las cinco y media de la tarde mi esposo y yo estábamos en el campo. Habíamos estado trabajando muy duro y permanecíamos junto al estanque. Yo caminaba rápido, como siempre, de vuelta al tractor para recoger algo. De repente, ¡supe que Tracy estaba a mi lado! Caminaba a mi lado; caminábamos juntas, rápidas y fuertes. Me invadió una inmensa sensación de amor y alegría. ¡Fue increíble! Fue como una profunda bocanada de felicidad. Es como caminar con alguien y mirar al frente. Sabes que está ahí. Sientes y tu cuerpo sientes su presencia a tu lado. Eso es lo que sentí. Y me di cuenta de que estaba sola en el campo. Sentí una alegría increíble por esta experiencia, pero también tristeza por no poder volver a tomar la mano de Tracy y correr con ella.

La maravilla y el deleite de una CDM es que podemos tener uno completamente "de la nada", sin razón aparente ni ocasión especial. Estos momentos espontáneos de reencuentro espiritual conUn ser querido fallecido puede llenarnos de alegría inmediata y dejarnos un conocimiento interior que dura toda la vida.

Betty, una ama de casa de 56 años de La Florida, no esperaba que su madre regresara 3 años después de morir de policitemia:

Iba conduciendo por la carretera siguiendo el trayecto habitual de casa al trabajo. ¡De repente, mi madre estaba conmigo en el coche! Estaba allí, a mi lado. Sentí su presencia, la esencia de mi madre, como si realmente estuviera allí. ¡Era casi como que si extendiera la mano la podría tocar! Sentí una tremenda calidez, calidez amorosa y reconfortante. Era como si mi madre quisiera que supiera que siempre estará ahí para mí. Fue una experiencia hermosa. Duró poco y me dejó flotando, sintiéndome muy feliz.

Nota del Traductor. La policitemia, también conocida como plétora o poliglobulia, es un trastorno en el que aumenta el hematocrito, es decir, la proporción de eritrocitos o glóbulos rojos, por volumen de sangre  debido a un aumento del número de esas células o a una disminución del plasma sanguíneo.​​ Es lo opuesto a la anemia. Fin de la nota

Quizás le sorprenda, al igual que a nosotros, que algunas personas hayan tenido CDM al conducir un vehículo. Puede parecer un momento y lugar raro para una experiencia así, pero leerá varios relatos similares a lo largo de este libro.

Lawrence es ministro episcopal en Virginia. Tenía solo 28 años cuando se dio cuenta de la devoción de su abuela por él, ocho años después de que ella falleciera de derrame cerebral.

Esta experiencia se remonta al nacimiento de nuestro hijo mayor. Mi esposa llevaba mucho tiempo de parto. Al final tuvieron que hacerle una cesárea. La enfermera bajó a decirme que todo estaba bien. Al subir al ascensor para ver a mi esposa en el quinto piso, agradecí que todo hubiera salido bien. Subir en el ascensor era muy tranquilo y silencioso. Estaba solo, ¡o al menos eso creía! De repente, sentí una presencia y pude sentir que mi abuela, Anna, estaba allí, conmigo. Fue bastante raro. Me tranquilizó. Sentí que ella estaba pendiente de lo que pasaba. Le dije: «Está bien, abuela. Ambos están bien. ¡Es un niño!». Este era su primer bisnieto en perpetuar el apellido. Es muy reconfortante saber que existe una conexión inquebrantable. La iglesia cristiana habla de la vida después de la muerte, y esta experiencia me reafirmó que es así. Lo que dijo el Señor es cierto.

Reconforta pensar en la posibilidad de que nuestros seres queridos fallecidos puedan participar en nuestras celebraciones de vida. Esta CDM consciente implica que tienen interés constante en nuestros asuntos y continúan cuidándonos con cariño y preocupación.

Tener varios CDM es bastante común. Los siguientes tres relatos son ejemplos de personas que han tenido más de una experiencia consciente con el mismo familiar fallecido. wisto

Susan, una ama de casa de 48 años de La Florida, comenzó a sentir la presencia de su suegro poco después de que muriera de cáncer:

Era muy tarde por la noche, y estaba sentada a la mesa del comedor gestionando cuentas. De repente, tuve la sensación de que no estaba sola. Sentí con mucha fuerza la presencia de mi suegro. Al principio, me sentí sorprendida y un poco confundida. Pero eso se disipó enseguida porque llegó con tanta paz y calidez. ¡Me emocionó mucho que estuviera allí! Esto ocurrió unas tres veces, siempre a altas horas de la noche. Parecía curioso y preocupado por nuestro bienestar, y sentí que sus visitas eran para ver cómo estábamos. Luego dejó de venir. Sentí que sus preguntas habían sido respondidas y que estaba muy feliz al darse cuenta de que la familia estaba junta y unida.

Generalmente son los sobrevivientes en duelo quienes necesitan consuelo tras la muerte de un ser querido, pero en este caso parece que el difunto suegro de Susan realizó visitas amistosas para asegurarse de que la familia estuviera bien.

Tom, de 48 años, es dueño de una cadena de peluquerías en el sureste de norteamérica. Recibió el apoyo constante de su madre fallecida durante un período muy estresante de su vida:

Mi esposa, Marilyn, estaba muriendo de cáncer. Durante la enfermedad sentí la presencia de mi madre acercarse una y otra vez para darme comprensión y consuelo. Sentí su presencia. No era más que una sensación, pero sabía que estaba allí. Sentí el amor de mi madre y supe que no estaba solo.

El día que murió mi esposa quedé atontado. Estaba paralizado. Me desplomé. Desperté unas dieciséis horas después y sentí de nuevo la presencia de mi madre, con tanta fuerza, como si estuviera de luto conmigo. Y, en cierto sentido, como si estuviera dando la bienvenida a Marilyn.

Parece que nuestros seres queridos fallecidos aún pueden estar ahí cuando más los necesitamos. A menudo pueden ser una fuente de consuelo y fortaleza a la que recurrir en situaciones más difíciles de la vida. CDM como estas nos reafirman su amor eterno.

Eleanor es psicoterapeuta en Washington capital. Recibió una serie de visitas de su padre después de que él muriera de un ataque cardíaco cuando ella estaba en el último año de la escuela secundaria:

Mi padre era un hombre muy amable, sensible e inteligente. Lo quise mucho, pero sufrió mucho en su vida. Durante algunos años, tras su fallecimiento, me percaté de su presencia. Sentía la profundidad de su presencia, toda su esencia. Era la misma sensación que tenía cuando estaba vivo y sano. Su esencia era muy clara, muy cálida y muy comprensiva. Mi padre me animaba a seguir adelante con mi vida y a no sentirme triste por su muerte.

Tener varias CDM con el mismo ser querido fallecido puede ser una verdadera bendición. Generalmente reducen el dolor y aceleran drásticamente el proceso de recuperación.

Algunos relatos de CDM informaron haber sentido la presencia de dos o más seres queridos fallecidos al mismo tiempo. Cuando esto ocurrió, la persona que experimentó la presencia pudo identificar a cada uno de ellos.

Nancy es enfermera en Alabama. Necesitaba ánimo e inspiración dos años después de que su hijo Jason, de 9 años, falleciera porleucemia.

Recibí una llamada urgente de mi hermana diciéndome que Brandon, mi sobrino de 8 años, había muerto atropellado mientras montaba en bicicleta. Así que al día siguiente partí para Carolina del Norte para asistir a su funeral. Llevé un poema que me regalaron cuando falleció mi hijo Jason que me ayudó en los momentos más difíciles. Mi familia quería que lo leyera junto a la tumba de Brandon. Pero me sentía muy inquieta porque no sabía si podría aguantar el servicio religioso. Hice mucha introspección y recé, pidiendo guía y fortaleza. Mientras leía el poema, de repente sentí la presencia de Jason y Brandon. Jason estaba a mi izquierda y Brandon a mi derecha. ¡Sabía que estaban allí! Sentí una inmensa sensación de amor y cariño, y una profunda calma y serenidad. Intuitivamente, sentí que me estaban ayudando a superar este momento difícil.

El apoyo de los chicos no solo animó a Nancy y le permitió cumplir con su compromiso en el funeral, sino que más tarde pudo compartir su experiencia con los padres de Brandon. Una CDM, cuando se comparte con otros, puede convertirse en una fuente de sanación emocional y espiritual para muchas personas.

El relato final de este capítulo sugiere que el tiempo, el espacio y la muerte no son limitaciones para la expresión de amor y compasión por parte de un familiar o amigo fallecido.

Sandy es enfermera de 49 años de Washington. Su vida cambió para siempre 5 años después de que su padre falleciera de cáncer.

Yo era enfermera de quirófano en Vietnam. Esto ocurrió dos o tres semanas después de mi llegada, en 1968. Poco después de acostarme, el hospital fue atacado por una lluvia de cohetes. ¡La tierra temblaba y el ruido era ensordecedor! Me arrastré debajo de la cama hasta el suelo de cemento. Tenía mucho frío, estaba incómoda y asustada. ¡De repente, mi padre estaba conmigo! Sentí su presencia y su calidez emocional; su cariño y amor me envolvieron. Me sentí envuelta por la seguridad de su fuerza y experimenté una paz abrumadora. Me aseguró que todo iba a estar bien. Estuvo allí varios minutos y luego se fue. Esta experiencia fortaleció mi espiritualidad y me quitó el miedo a la muerte. A lo largo de mi servicio militar atendí a muchos jóvenes gravemente heridos y a otros que fallecieron. La guerra no se detuvo; las bajas seguían aumentando. Me senté con muchos moribundos porque no podía imaginarlos muriendo solos, en un país extranjero. La experiencia con mi padre contribuyó a mi capacidad para hacerlo.

Aunque Sandy recibió esta comunicación de su padre sin la ayuda de palabras, su mensaje fue claro. No solo le dio a su hija lo que necesitaba en ese momento, sino que también un regalo para toda la vida, uno que pudo compartir con un sinfín de jóvenes heridos y moribundos que sirvieron con ella en la guerra de Vietnam.

Como ya has visto, una experiencia consciente de CDM a menudo nos brinda sentimientos de amor, consuelo y calidez. Estos pueden ser el fruto de experimentar directamente lo personal, la.esencia y la conciencia espiritual de un ser querido fallecido.

¿Cómo te sentirías si escucharas la voz de un ser querido fallecido y recibieras un mensaje verbal durante una CDM? Esto y más se discutirá en el siguiente capítulo.

 

CAPÍTULO 3. Escuchar voz: CDM auditivas.

No debería haber temor a la muerte porque la muerte del cuerpo no es más que un suave paso a una vida mucho más libre. —Helen Greaves.

Recibir un mensaje verbal, al escuchar la voz de un familiar o amigo fallecido, también es un tipo muy común de comunicación después de la muerte. A estas las llamamos CDM auditivas.

Algunas personas informaron haber oído una voz proveniente de una fuente externa. La percibieron a través de sus oídos, igual que oirían a cualquier persona que les hablara.

Pero la mayoría de las personas afirmaron haber escuchado una voz interna, dentro de su cabeza o mente, y estaban igualmente seguras de que la voz provenía de una fuente externa. Esto se llama comunicación telepática. La telepatía también se conoce como contacto mente a mente, comunicación mental y transferencia de pensamientos.

Ya sea que escucharan a su ser querido fallecido externa o internamente, el patrón de habla y otras características de su voz les resultaban familiares. En cualquier caso, reconocían fácilmente a quien les hablaba. Generalmente, los mensajes que se reciben durante las comunicaciones auditivas de CDM son breves y concisos. Pueden compararse con los telegramas, que suelen contener veinticinco palabras o menos.

Los primeros tres ejemplos de este capítulo son CDM auditivas externas en los que las personas informaron haber escuchado voz a través de los oídos.

Alfred es granjero jubilado y trabajador de una fábrica en Nueva Escocia, Canadá. Se convirtió en un padre desconsolado cuando su hijo de 11 años, Trevor, falleció de cáncer.

Trevor falleció a las 4 de la mañana. Mientras mi esposa y yo salíamos del hospital y volvíamos a casa, el sol asomaba por el horizonte. Mi hermana estaba con nosotros en el coche y dijo: «Nunca he visto un amanecer tan bonito en mi vida». Justo cuando miraba al sol oí la voz de Trevor diciendo: «Está bien, papá». Era su voz, nítida como un rayo. Me llegó a los oídos como si estuviera sentado en el asiento trasero. Al instante, experimenté una sensación de paz que nunca antes había experimentado, que duró probablemente diez o quince segundos. Entonces supe que Trevor estaba con Dios, y esa debía ser la paz que sentía.

Aunque solo recibió un breve mensaje: «Está bien, papá», Alfred se sintió inmediatamente reconfortado por la experiencia. Escuchar esas palabras tan pronto, después de la muerte de su hijo, marcó una gran diferencia.

Philip es psiquiatra en Kentucky. Quedó sorprendido cuando su hija de 15 años, Tina, le contó lo siguiente tras su fallecimiento en accidente automovilístico:

Tina tenía amigos por toda la ciudad. No nos dimos cuenta de lo involucrada que estaba con tantos niños. Era una gran influencia en la comunidad. Le había dicho a una amiga de la escuela dominical que, si fallecía, le gustaría que todos le hicieran una fiesta y no que la lloraran. Su amiga nos recordó esta declaración. Así que la noche del funeral de Tina tuvimos una reunión enorme en casa con entre 200 y 300 niños, algunos con sus padres. ¡Había muchísima gente!

Estaba pasando por el pasillo de abajo cuando escuché a Tina decir: "¡Te amo, papá!" Me di la vuelta porque era una voz externa audible. Soy psiquiatra colegiado y no suelo escuchar cosas que no existen. Habiendo vivido mi carrera profesional como científico bastante pragmático, realmente no me esperaba esto. Sin embargo, esta experiencia alivió en gran medida el dolor de la pérdida porque sabes que realmente no los has perdido.

Philip reconoció la voz de Tina a pesar de la gran cantidad de gente que había en su casa en ese momento. ¿Qué palabras podrían ser más significativas para un padre en duelo que las que eligió su hija: «¡Te quiero, papi!»?

Sherrie, reclutadora corporativa de 31 años de Washington, quedó viuda cuando su esposo, Scott, murió de un aneurisma cerebral a los 37 años:

Unas tres semanas después, el día de Navidad, dormía en la sala de estar de casa de un amigo. Eran alrededor de las 3 ó 4 de la madrugada. Un ruido me despertó. Era la voz de Scott, ¡tan clara como siempre! Reconocí su voz y su forma de hablar. Era una comunicación externa, totalmente ajena a mí. Dijo: «Nunca tengas miedo. Siempre tendrás a tu alrededor a las personas que necesitas». Lo dijo con tanta convicción que parecía saber más que yo. Esta afirmación me hizo sentir que todo iba a estar bien, aunque Scott ya no estuviera. Esta experiencia realmente cambió mi vida. Me quité un gran peso de encima.

La voz de Scott era tan fuerte y real que literalmente despertó a Sherrie. Y habló con tanta autoridad que su mensaje le brindó el apoyo emocional que necesitaba para seguir adelante con su vida.

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Los siguientes tres relatos son de personas que informaron tener un CDM auditiva interna. Es decir, escucharon la voz de su ser querido fallecido por telepatía. Observe cómo todos recibieron el mensaje mentalmente en lugar de a través de los oídos.

Donald es profesor de inglés en una universidad de Nueva Jersey. Tuvo esta divertida experiencia con su hijo Jeff, de 27 años, quien falleció casi tres semanas después de ser atropellado por un conductor ebrio:

Una mañana, dos o tres meses después de su muerte, estaba acostado en la oscuridad, pensando en las últimas horas y minutos de consciencia de Jeff. Yo hablaba en voz alta: "¿Cómo te ha ido? ¿Cómo te fue?". Era mi naturaleza paternal hablándole.

Hubo un largo silencio. Entonces oí muy claramente la voz de mi hijo en mi cabeza, respondiendo con acento de Minnesota: «Ooo-key». ¡Sentí un alivio inmenso! ¡Aquella mínima verbalización de Jeff fue directa al grano! Durante mi carrera académica, viajamos un poco por el país. Los dialectos locales se habían convertido en un tema de humor para nuestra familia durante años. Todos escuchábamos "A Prairie Home Companion" de Garrison Keillor y nos divertíamos mucho con el acento de Minnesota.

El espíritu, la alegría y el recuerdo de viejos tiempos hicieron que escuchar lo que me dijo Jeff me alegrara mucho. El hecho de que tuviera la libertad de bromear de  forma que se pudiera compartir al instante hizo que el contacto con él fuera aún más valioso.

Esta CDM ilustra el poder que puede transmitir un mensaje breve. Jeff eligió astutamente para su padre las palabras y el estilo de expresión perfectos para dar el mayor significado. Debió saber que su padre reconocería su sentido del humor, plenamente recuperado, y lo asociaría con sus muchos momentos divertidos juntos.

Karen es profesora adjunta en una universidad de Hawái. Su dolor se alivió al escuchar la voz de su hermano de 41 años, Walt, después de morir por, causa de un conductor ebrio, en una colisión frontal:

Cinco meses después de la muerte de mi hermano volvía a casa en coche tras dar una clase nocturna. Ni siquiera pensaba en él. De repente oí la voz de Walt en mi cabeza. Era telepática: era su tono de voz. Dijo: "¡Oye, hermanita! Deja de preocuparte por mí. Todo está bien". Mi respuesta inmediata fue: "¡Walt! Walt, ¿eres tú?". Fue tan rápido que pensé que lo había imaginado. Luego, quizás un minuto o dos después, recibí el mensaje: «Mi accidente no importa. No es importante. Deja de preocuparte». Esta fue la respuesta a muchos de mis temores. Estaba preocupado por Walt porque su muerte fue repentina y violenta.

Quizás te preguntes por qué las CDM ocurren con tanta frecuencia en los automóviles. Probablemente se deba a que nos relajamos mucho al conducir, sobre todo si el tráfico es relativamente ligero y estamos solos en el vehículo. Mentalmente operamos en piloto automático mientras realizamos una actividad familiar y repetitiva, lo que nos permite entrar en un estado de consciencia semimeditativo. En esos momentos, es más probable que estemos abiertos y receptivos a tener una experiencia de CDM.

Carla es maestra de escuela en Carolina del Norte. Tuvo esta CDM telepática 18 meses después de que su hija Amy, de 5 años, falleciera por un tumor cerebral.

Normalmente me detengo en la tumba de mi hija al pasar en coche. Era San Valentín y me sentía un poco mal porque no había traído nada para poner en su tumba. Así que decidí no parar; simplemente intenté olvidarlo y volver a casa. Pero al pasar, percibí una voz muy fuerte. Aunque no se oía desde fuera, definitivamente la oí. Amy dijo: «No te preocupes, mamá. No estoy aquí. Estoy bien, con el abuelo y con las demás personas que murieron antes que yo». Mi hija no quería que me sintiera culpable por cosas triviales como poner flores en la tumba. Me hizo saber que estaba bien y que no tenía que preocuparme por ella. Esta experiencia me dio mucha paz.

Aunque Carla lamentaba no tener nada que ofrecerle a su hija en San Valentín, fue ella quien recibió un regalo valioso de Amy. Muchos padres y otras personas en duelo reciben el mismo mensaje básico. Se les dice que su ser querido fallecido sigue existiendo en una nueva vida y que solo un cuerpo físico vacío y desechado se entierra en un cementerio. También reciben el consuelo de saber que su ser querido ahora está con otros que fallecieron antes, tal como Amy dijo que estaba con su abuelo.

A partir de este punto, muchos de los relatos del libro serán más complejos, ya que se experimentaron simultáneamente dos o más tipos de comunicación después de la muerte. A estas las llamamos CDM combinadas. Por ejemplo, en los siguientes seis relatos, se combinó una CDM auditiva con una CDM consciente. Quienes las experimentaron no solo recibieron un mensaje de su ser querido fallecido, sino que también sintieron su presencia.

Patricia es representante de atención al cliente en un banco de Nueva York. Su esposo, Herbert, se puso en contacto con ella tras su fallecimiento por enfisema a los 59 años:

Cuando Herb falleció, lloré todos los días durante un año porque lo extrañaba mucho y me preocupaba por él. No solo era mi esposo, también era mi mejor amigo. Poco después del primer aniversario de su muerte estaba durmiendo y la voz de Herb me despertó. Me llamó: «Patsy, Patsy». Lo oí con los oídos. Cuando estuve completamente despierta, le oí decir: “Estoy bien. Estoy bien. Me siento bien”. Tenía la clara sensación de que intentaba decirme que no me preocupara por él. Sentí que Herb estaba ahí y que, por alguna gracia, podía comunicarse. Escuché su voz con claridad. No respiraba con dificultad, solo su voz normal y sana, como antes de enfermar. No hay palabras para describir la tranquilidad que me invadió. Fue una bendición, y me sentí muy bien.

Quienes escuchan la voz y sienten la presencia de su ser querido fallecido durante la misma experiencia de CDM obtienen información adicional sobre su bienestar. Gracias a que Patricia escuchó la voz de Herb, supo que estaba libre del enfisema.

Vicki, de 36 años, es gerente de oficina en La Florida. Su padre la consoló yrenovó tras su repentina muerte por infarto a los 66 años:

No pude ver a mi padre cuando falleció, así que supongo que lo pasé peor que los demás. Me dieron dos semanas de baja laboral para recuperarme. Después de mi primer día de vuelta al trabajo, iba conduciendo a casa colapsé. Empecé a llorar sin parar y tuve que aparcar a un lado de la carretera. Apoyé la cabeza entre los brazos, en el volante, y lloré desconsoladamente. Unos dos minutos después sentí una presencia, allí mismo, en el coche. Me sentí envuelta en una nube de amor y escuché la voz de mi padre, nítida como una campana. Parecía eufórico y dijo: "¡Estoy bien! ¡Estoy feliz! Solo cuida de tu madre". Lo oí con mis oídos. ¡Fue un milagro, una bendición! En ese instante, me llené de tanto amor y alegría que todo mi dolor desapareció por completo. Sabía que mi padre estaba en paz, y fui una persona diferente a partir de ese momento.

El padre de Vicki respondió a las necesidades de su hija cuando estaba muy angustiada emocionalmente. Su CDM refleja el amor y la devoción que nuestros seres queridos fallecidos continúan teniendo por familiares y amigos que aún están vivos en la Tierra.

Warren es entrenador de natación de 55 años en Texas. Tuvo esta experiencia tranquilizadora con su padre:

Mi rutina durante treinta años ha sido levantarme a las 4 y media de la mañana para ir a nadar. Estaba haciendo mis largos en la piscina y al llegar al final de la calle por la que nadaba sentí que mi padre me decía: «Estoy en el cielo. No te preocupes por mí. Me siento bien. Soy muy feliz. Todas las cargas y problemas que tenía sobre los hombros se han ido». Me di cuenta de que papá me hablaba. Me dejé flotar en el agua y me detuve unos cinco minutos. Era como si mi padre me envolviera por completo con su espíritu. Fue una experiencia tan pacífica y positiva que ni siquiera puedo describirla. Cuando regresé a casa mi hermana llamó para avisarme de que papá había muerto a las 3 y:44 de esa mañana, por insuficiencia respiratoria.

El relato de Warren es otro ejemplo de alguien que realizaba una actividad rutinaria y repetitiva, como nadar en una piscina. Esto le permitió entrar en un estado semimeditativo y ser más receptivo a escuchar a su padre, de quien desconocía que ya había fallecido.

Peggy, de 50 años, es reportera de un periódico en Arkansas. Le pidieron que diera un mensaje tras el fallecimiento de su abuela por vejez:

Mi abuela insistió en vivir con su hermana, y ambas tenían más de noventa años. Cuando ya no pudieron valerse por sí mismas mi madre las trasladó a su casa. Mi madre hizo todo lo posible por ellas, pero los últimos seis meses de la vida de mi abuela estuvieron llenos de quejas. Nada le sentaba bien, ni la comida, ni la ropa, nada. Mi madre estaba agotada y ya no podía cuidar de mi abuela así que, a regañadientes, la internó en una residencia de ancianos, donde falleció aproximadamente un mes después. Mi abuela vino a verme al día siguiente de su muerte. Estaba sentada en mi sala cuando, de repente, me rodeó por completo, como una nube rosa de amor. ¡Fue tan hermoso! Dijo, telepáticamente: «Quiero que le digas a tu madre cuánto aprecio todo lo que hizo por mí. Quiero que sepa lo agradecida que estuve, aunque no pude expresarlo en vida. Quiero que se lo digas».

¡La abuela era tan encantadora! Era una personalidad totalmente distinta a la que conocíamos: la anciana con dolores y molestias que nada le agradaba. Esta era una faceta completamente distinta de mi abuela, una vez que salió de su cuerpo. Así que le di el mensaje a mi madre, tal como me lo había dicho mi abuela. Y se le saltaron las lágrimas.

La CDM de Peggy es un ejemplo de alguien que terminó asuntos pendientes tras su fallecimiento. En nuestros archivos, tenemos varios relatos de familiares y amigos fallecidos que regresaron para expresar su gratitud u ofrecer una disculpa sincera por no haber resuelto sus asuntos antes del fallecimiento.

Mario, de 87 años, es comerciante de azúcar jubilado en La Florida. Su amada esposa, Nina, regresó con él tras fallecer por enfisema.

Nina y yo llevábamos cincuenta y siete años de casados. Nos conocimos de forma muy romántica, y dos horas después estábamos irremediable y completamente enamorados, para siempre. Una noche después de su muerte, yo dormía profundamente en nuestra habitación. De repente sentí a mi Nina de pie, junto a la cama. Entonces oí su voz dentro de mi cabeza: «Ahora estoy en el cielo, lo merezca o no. Mi gran amor.. Por los niños pequeños, toda mi vida compensó mis otros pecados. Me dieron permiso para regresar y deciros que os espero pacientemente. El tiempo aquí no importa, así que no tengas prisa. Tómate el que quieras antes de irte de este mundo. Esperaré pacientemente hasta que llegue el día en que te unas a mí. Entonces nos fundirnos en un abrazo eterno». Y con eso, desapareció de mi conciencia. Sentí un vínculo, la satisfactoria confirmación de que la muerte no nos separa, que Nina y yo volveremos a estar unidos.

La alegre promesa de Nina es una de las muchas que aparecen en este libro y que implican que nos reuniremos con nuestros seres queridos fallecidos al morir. Este parece ser el mensaje subyacente, la esencia de casi todas las CDM.

Rhoda es músico de clásica y es de Texas. Tenía 19 años cuando tuvo este encuentro transformador con su abuelo, quien había fallecido por infarto:

Apenas cuarenta y ocho horas después de su muerte me desperté. Miré el reloj y eran las 2 y10 de la mañana. ¡Sabía que mi abuelo estaba allí! Sentí que estaba de pie, a los pies de la cama. Empezó a hablarme y me dijo: «Quiero que sepas que todo está bien aquí. Por favor, diles a todos que no se preocupen por mí. Estoy feliz. Hice todo lo que tenía que hacer en la Tierra, y quiero que se lo digas a todos. Y que los amo». No era una voz lo que oía, sino ideas y pensamientos. Era algo telepático y simplemente lo dejé fluir. Era una sensación de paz inmensa; me inundó una paz profunda. El abuelo realmente se estaba despidiendo. Siento que necesitaba hacerlo tanto como yo necesitaba oírlo. Fue el mensaje más poderoso que jamás pude haber recibido sobre la vida después de la muerte. Me catapultó a una búsqueda más profunda del significado de la vida.

El relato de Rhoda muestra que algunas personas no oyen realmente una voz, ni externa ni interna. En cambio, reciben mentalmente pensamientos que, con certeza, se originan fuera de su mente y de forma independiente. Esto se conoce como transferencia de pensamiento.

Los siguientes dos relatos de CDM incluyen comunicación bidireccional. Parece que nuestros familiares y amigos fallecidos pueden leernos la mente y responder telepáticamente a nuestros pensamientos más íntimos.

Beth, escritora de 56 años de La Florida, tuvo esta CDM informativa después de que su padre, Norman, muriera por insuficiencia cardíaca congestiva:

La noche que murió mi padre, estaba en la cama y, ¡qué sorpresa!, sentí su presencia. Me dijo: "¡Hola, cariño!". Le dije: "¡Papá! ¡Estás bien!". Me dijo: "¡Cariño, no hay problema! ¡Morir es tan fácil como caerse de un tronco!". Estaba tan abrumada que no sabía qué decir. Mi padre continuó: "¡Me levanté y allí estaba Carl! Me dio la mano y me dijo: 'Hola, Norman. Me alegro de verte'. Carl y yo jugábamos juntos de pequeños, pero hacía años que no le veía. Había mucha gente a la que no veía desde hacía años, y Carl me presentó". Yo estaba allí, tumbada, llorando de alegría y dije: «¡Oh, es maravilloso!». Entonces mi padre dijo: "Sólo quería que lo supieras. No te preocupes por mí". Le dije: «Gracias, papá». Fue todo telepático y ahí terminó todo. Me dormí muy, muy feliz. Quería compartir todo esto con mi familia, pero sabía que pensarían que estaba loca. Así que simplemente lo utilicé como apoyo personal  y dejé que me hiciera bien por dentro".

El relato de Beth indica que la «muerte» puede ser el comienzo de un viaje de «vuelta a casa». Si esto es así, al llegar podemos esperar reencontrarnos con los seres queridos fallecidos de nuestra vida.

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Sam, escritor y artista de 90 años de Idaho, ha mantenido múltiples comunicaciones con su esposa, Grace, fallecida a causa de un aneurisma:

Mi mujer, Grace, se ha puesto en contacto conmigo muchas veces. He mantenido largas conversaciones con ella. Le hago preguntas y sus palabras vienen a mi cabeza. Por ejemplo, un día estaba junto a la estufa y la sentí a mi lado. Le pregunté: «¿Tienes algún consejo?». Y ella me dijo: «¡Limpia la casa ahora!». Era como una orden. Así que le dije: «Vale, lo haré». Empecé a recoger cosas y justo cuando terminé, sonó el timbre. Tres de sus hermanas de la hermandad Delta Kappa Gamma vinieron a visitarme. ¡Una era la presidenta de la organización!  Sé muy bien que Grace sabía que iban a venir y me lo advirtió. Me quedé asombrado cuando sucedió.

Como Sam, algunas personas son capaces de mantener conversaciones telepáticas continuas con un familiar o amigo fallecido. Gracias a ello, a menudo pueden recibir consejos, no sólo para las ocasiones importantes de la vida, sino también para las situaciones ordinarias del día a día.

Los cinco relatos restantes sugieren que nuestros seres queridos fallecidos siguen interesándose por nuestras vidas y pueden ayudarnos de diversas maneras.

Norma es directora de una oficina en Kansas. Recibió esta contundente visita de su marido, Earl, poco después de que éste muriera de un ataque al corazón a los 54 años:

Vivíamos en una pequeña finca a las afueras de la ciudad. Mi madre y mi padre habían estado viviendo con nosotros cuando murió mi marido, y luego se marcharon y volvieron a Nebraska. Yo nunca había vivido sola. Esa noche tuvimos una tormenta de nieve muy fuerte. El viejo viento aullaba de verdad. Algo golpeó la casa y me quedé petrificada. Estaba muy asustada, hecha un ovillo. De repente parecía que mi marido, Earl, estaba de pie, junto a mi cama. No lo vi, pero lo sentí. Me dijo: «Es inútil que tengas miedo porque nada va a hacerte daño». Le oí con mis oídos. Entonces me tranquilicé y me relajé. Me fui a dormir y nunca más volví a tener miedo.

Norma recuperó la compostura inmediatamente después de la intervención de su difunto esposo. Esta historia demuestra, una vez más, el poder sanador duradero de una CDM.

Lois, ama de casa de Nebraska, tuvo la suerte de recibir noticias de su marido, Ray, después de que falleciera inesperadamente de un derrame cerebral a los 33 años:

A la mañana siguiente de la muerte de Ray oí su voz decir: "¡Olvidé guardar ese dinero! Está en el bolsillo de mi abrigo. Será mejor que lo tomes y lo guardes en tu bolso ahora mismo". Parecía que estaba de pie, detrás de mi hombro derecho. Fui a mirar en el bolsillo de su abrigo, ¡y allí estaba el dinero! ¡Eran más de trescientos dólares en efectivo! Me vino muy bien en ese momento. Habíamos vendido mi camioneta la tarde antes de la muerte. Ray se había guardado el dinero e iba a depositarlo en el banco. Pero yo no sabía que aún no había ido al banco.

Este relato es ejemplo de una CDM probatoria. Es decir, Lois descubrió algo que desconocía y que no podía saber hasta que su difunto esposo le indicó dónde encontrar el dinero que tanto necesitaba.

Martha es médica en el sureste. Recibió consejos importantes de su esposo, Alan, quien había sido oftalmólogo antes de fallecer de cáncer a los 56 años:

Unos dos años después de la muerte de Alan sufría fuertes dolores de cabeza casi a diario, algo muy raro en mí. No estaba enferma, solo tenía dolores de cabeza frecuentes. Un día, estaba sentada en el sofá, leyendo. Sentí con mucha claridad la voz de Alan decir: «Con razón tienes dolores de cabeza. ¡Tienes las gafas torcidas! Ve a ver a Dan King y que te las arregle». Dan King es un óptico muy bueno y competente, además de un amigo. Al día siguiente fui a su consultorio y le conté mis dolores de cabeza. Me miró y dijo que una lente estaba más alta que la otra porque la montura estaba doblada. Me ajustó las gafas y se me pasó el dolor de cabeza. ¡Me sentí aliviado de que Alan tuviera una respuesta a mi problema!

La intervención de Alan es la primera de varias CDM en las que el fallecido realizó un diagnóstico preciso y recomendó el tratamiento médico adecuado. Se presentarán más ejemplos en el libro.

Ruth es ama de casa en La Florida. Con gusto cumplió los deseos de su nieto de 18 años, Thomas, casi 11 meses después de su fallecimiento en accidente automovilístico:

Un día, mi hija Sally me dijo: «Mamá, no quiero nada para mi cumpleaños. Por favor, no me hagas nada. Solo quiero a Thomas, y no puedo tenerlo». A las 7 y 45 de la mañana de su cumpleaños, pensé en ir a la oficina de Sally y, al menos, darle una tarjeta. A pocas manzanas de su oficina oí la voz de Thomas en mi cabeza: «Abuela, ¿podrías regalarle una rosa roja a mamá por su cumpleaños?». Dije: "¡Ay, Tommy!". Entonces empecé a llorar y dije: "Claro que le compraré una rosa". Él dijo: "Y dile a mamá que la quiero". Así que fui a una floristería, pero no abría hasta las 9.. Fui a otra, luego a otra y a otra. Ninguna estaba abierta todavía. Eran apenas las 8 y cuarto y Thomas volvió a hablar: “¡Por favor, abuela, llévale la rosa roja a mamá!”.

Empecé a conducir hacia el sur. Me dijo: «Da la vuelta. Ve hacia el norte». Lo hice, y a diez manzanas encontré un letrero que decía: «Floristería». Ni siquiera sabía de su existencia porque estaba fuera de la carretera principal. Para entonces eran las 8 y 25, y una señora estaba metiendo la llave en la puerta, aunque la tienda no abría hasta las 9. La puerta principal tenía un gran cartel: "¡Especial! ¡Rosas rojas! 1 dólar cada una". Compré la rosa roja, y Thomas se fue. Al fin entré en la oficina de Sally y le entregué la rosa. Había escrito "Thomas" en la tarjeta. Me miró y ambas lloramos. Le dije: "Thomas me pidió que lo hiciera. Incluso me enseñó dónde comprarla". ¡Mi hija estaba encantada!

De vez en cuando, se nos pide que hagamos un favor personal a un ser querido fallecido. Gracias a que Ruth tuvo la valentía de actuar conforme al mensaje que recibió de su nieto no solo cumplió su petición sino que también pudo entregar un regalo especial a su madre en su cumpleaños.

El último relato de este capítulo es el de Debbie, azafata de 36 años de La Florida. Recibió una advertencia crucial apenas una semana después de que su madre falleciera de cáncer:

Estaba en Virginia con mi mejor amiga, Donna, que tenía una hija de seis meses llamada Chelsea. Donna había dejado a su hija dormir la siesta, y yo iba a ir corriendo a la tienda a comprar comida. Cuando empecé a caminar hacia la puerta principal escuché, telepáticamente, la voz de mi madre que decía muy claramente: "¡Tienes que ver cómo está el bebé!". Me dije a mí misma que aquello era producto de estar de duelo y, simplemente, ignoré el mensaje. Cuando empecé a salir de nuevo por la puerta oí a mi madre repetir: "¡Tienes que revisar al bebé!". Su voz era nítida y clara.

Me di la vuelta, volví a la habitación de Chelsea y abrí la puerta. ¡Casi me desmayo! ¡La bebé empezaba a ponerse morada! De alguna manera estaba envuelta en la manta que la cubría y en otra manta que había quitado del borde de la cuna. Cargué a Chelsea y pensé que tendría que hacerle respiración artificial. ¡Pero simplemente jadeó y soltó un grito espeluznante! Recuerdo sentarme en el suelo con ella y llorar, diciendo: "¡Dios mío! ¡Muchísimas gracias, mamá!".

Afortunadamente, la madre de Debbie insistió en alertar a su hija sobre la situación. Más adelante, se dedica un capítulo a las CDM de protección, en las que se protegió o incluso salvó la vida de una persona al tener una experiencia de comunicación después de la muerte.

Las CDM auditivas nos ayudan a mantener una conexión con nuestros seres queridos fallecidos. Ya sea que recibamos un mensaje de apoyo emocional, un consejo práctico o una advertencia de peligro, escuchar su voz nos confirma su constante preocupación por nuestro bienestar.

¿Qué se siente al recibir una caricia, un beso o incluso el abrazo de un ser querido fallecido? El siguiente capítulo se centra en el consuelo que experimentan las personas al sentir el roce de un ser querido fallecido.

 

CAPÍTULO 4. Sentir el contacto: CDM táctiles

CAPÍTULO 4. Sentir contacto: CDM táctiles.

La muerte es solo un cambio en el estilo de vida. —Stephen Levine.

Este capítulo contiene relatos de personas que informaron haber sentido el contacto físico de un familiar o amigo fallecido. En general, se trata de un tipo de comunicación después de la muerte relativamente poco común. Las llamamos CDM táctiles.

Estas experiencias solían percibirse como un ligero toque, un suave roce, caricia suave,  beso tierno, un brazo reconfortante sobre el hombro o un abrazo envolvente. Cada una era una forma cariñosa de expresar apoyo emocional y consuelo. Independientemente de la forma, quienes las experimentaron reconocieron fácilmente a sus seres queridos fallecidos por lo distintivo del contacto.

Sentir el tacto es un tipo de contacto muy íntimo tras la muerte, y parece que las CDM táctiles solo ocurren entre personas con una relación muy cercana. El familiar o amigo fallecido regresa para expresar afecto y animar a quien lo experimenta.

Si bien las CDM táctiles pueden experimentarse por sí solas, ocurren con mayor frecuencia en combinación con otros tipos de contacto después de la muerte, como sentir una presencia, escuchar una voz o ambas cosas.

Los primeros cuatro relatos de este capítulo son ejemplos típicos de CDM táctiles.

Joyce es ama de casa en Nuevo Brunswick, Canadá. Su hija pequeña, Megan, tenía casi 4 años cuando falleció tras una cirugía a corazón abierto.

Varias semanas después del funeral de Megan, una noche, estaba muy triste y me acosté temprano. Estaba tumbada, llorando. De repente sentí una manita que me rozaba suavemente la mejilla. Pensé: "¡Dios mío, es Megan!". Sentí sus deditos suaves y tersos en mi cara. Una inmensa sensación de paz y tranquilidad me invadió. Sentí que Megan me decía que estaba bien.

A veces, una mano pequeña puede brindar el mayor consuelo. ¿Habrá alguna manera distinta para que una niña pueda consolar a su madre afligida de forma más sencilla y directa a como hizo Megan?

Bárbara trabaja en relaciones comunitarias para una gran corporación en Illinois. Tuvo esta amable visita después de que su amigo Brian, de 19 años, falleciera en un accidente automovilístico:

Una noche, unas dos semanas después de la muerte de Brian, me sentí muy triste al pensar en él. Había sido como un hermano para mí. De repente, sentí una mano que me despeinaba, como solía hacer Brian en vida. Esto me sobresaltó, pues estaba sola en casa; no había nadie más. Sentí que Brian intentaba consolarme y sacarme del dolor. Sonreí y dije: «Está bien, Brian. Intentaré sobreponerme». Y lo hice.

Como Brian eligió una expresión de cariño familiar y juguetona, acorde con su relación, Bárbara comprendió intuitivamente su mensaje. Le dio la señal perfecta para animarla a superar el dolor y seguir adelante con su vida.

Mike, ejecutivo de una constructora en California, es un padre desconsolado. Su hija de 15 años, Laura, falleció en accidente automovilístico.

Dos días después de que mataran a mi hija, me acosté en el sofá de la sala y me quedé dormido. Unos diez o quince minutos después me despertó el beso de Laura. Sabía que estaba allí. Me besó en los labios. ¡La sentí! Sabía sin duda alguna que mi hija me estaba dando un beso para asegurarme que estaba bien. Todo lo que Laura necesitaba decir estaba en ese beso. Fue un verdadero consuelo para mí. ¡Sentí una alegría inmensa! Fue sin duda lo más maravilloso que me ha pasado en la vida.

El beso cariñoso de Laura llegó directamente al corazón afligido de su padre. Esta experiencia ilustra que incluso un breve gesto de CDM puede generar una profunda sanación emocional.

Dot, de 57 años, es terapeuta familiar y educadora en Washington. Recibió la visita inesperada de su padre cinco años después de su fallecimiento por cáncer.

Estaba sentado en mi escritorio de la oficina. Era un momento normal de mi jornada laboral y estaba muy concentrado. De repente, pensé: "¿Qué fue eso?". Y me di cuenta: "¡Era papá!". Su mejilla se había apretado contra la mía, era su forma característica de besar a sus hijos, sobre todo cuando éramos pequeños. ¡Era tan real que no había duda de que era él! Recuerdo reírme y decir: "¡Ah, eso es para saber con seguridad que eres tú!". Fue una experiencia muy agradable, muy tierna y dulce. ¡Fue maravilloso y lo disfruté muchísimo!

Nuestros seres queridos fallecidos son muy prácticos al elegir la mejor manera de expresarnos sus sentimientos. El padre de Dot eligió una forma que ya había usado repetidamente con sus hijos, lo que hizo que su contacto fuera inconfundible para su hija, incluso cinco años después de su muerte.

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Al leer los próximos dos relatos de CDM táctiles, observe que cada una de las mujeres describió sentir una calidez emocional que era casi tangible.

Carol es cosmetóloga de 43 años de La Florida. Tuvo esta inspiradora experiencia con su madre, quien falleció de cáncer:

Nueve años después de la muerte de mi madre reflexionaba sobre la relación con mi hijo, mi trabajo y mi vida como soltera. Además, sufría estrés financiero. Me sentía extremadamente sola, como si llevara el peso del mundo sobre mí. En ese momento sentí el familiar toque de mi madre en el hombro. Me giré esperando verla, pero no había nadie. No me cabía duda de que fue ella. Fue solo un toquecito cariñoso y suave en el hombro para llamar mi atención. Entonces sentí una sensación cálida y reconfortante. En ese momento las presiones del mundo se liberaron. Sabía que solo tenía que pedir ayuda a suficientes personas, y la ayuda llegaría. Sabía que no estaba solo con mis problemas; sabía que me amaban.

La CDM táctil de Carol le dejó una sensación cálida y reconfortante. Este punto se abordará con más detalle en el siguiente relato.

Rosemary, enfermera de Ontario, Canadá, sintió un toque distintivo después de que su hijo, Mark, de 12 años, muriera en un accidente en el patio de juegos:

El verano después de la muerte de mi hijo estaba de pie, junto a la puerta del patio, mirando nuestro jardín trasero. Reflexionaba sobre una época en la que Mark era muy joven. De repente, Mark me puso la mano en el hombro izquierdo. Fue un toque muy suave y delicado. Sentí una sensación cálida y reconfortante. Sentí una gran serenidad. Fue la primera vez que casi sentí paz desde su muerte. La sensación duró unos cinco o diez minutos. Me quedé parada porque no quería soltar la sensación. Sabía que Mark estaba bien y me cuidaba. Me confirmó que mi hijo todavía existe, en algún lugar.

Al igual que Carol, Rosemary se sintió "envuelta en algo cálido y reconfortante" en cuanto su hijo le puso la mano en el hombro. Parece que ambas mujeres recibieron una infusión directa de energía espiritual que perduró más allá del contacto inicial con su ser querido fallecido.

Los siguientes cuatro relatos combinan CDM táctiles y sensibles. Quienes los experimentaron informaron haber sentido contacto físico al percibir la presencia de su familiar fallecido.

Evelyn, ex maestra de jardín de infantes en La Florida, tenía dificultades para sobrellevar la situación después de que su esposo de 35 años, Charles, muriera de una enfermedad cardíaca reumática:

Un año después de la muerte de mi esposo fui al cementerio. Estaba muy triste y me quedé allí llorando, absorta en mis  sentimientos. Me sentía tan sola y desamparada, con tres hijos que criar. De repente sentí a Charles de pie, junto a mí, a mi izquierda. Sentí su presencia, su cercanía. Me sobresalté porque sentía su brazo alrededor de mi espalda y su mano sobre mi hombro derecho. Sentía su presencia, consolándome. Esto duró cinco segundos, como máximo, pero me hizo sentir mucho mejor. Me tranquilizó y pude ir a casa.

Muchas viudas se sienten abandonadas, abrumadas e incluso enojadas tras la muerte de su esposo, especialmente cuando tienen hijos pequeños a su cargo. Aunque la CDM de Evelyn duró solo unos segundos, el abrazo de apoyo de Charles transmitió el importante mensaje no verbal: «No estás sola. Estoy aquí para ti». Esta fue la comprensión emocional que necesitaba en ese momento.

Cathy trabaja en un centro de salud mental en New Hampshire. Tuvo este momento reconfortante con su hija de 15 años, Theresa, quien falleció en accidente automovilístico:

Durante los meses siguientes, me dolía el corazón y el cuerpo; no sabía cómo seguir adelante. Un día estaba tumbada en la cama, mirando hacia la pared. Deseaba morir. De repente sentí a Theresa sentada detrás de mí, en el borde de la cama. Empezó a acariciarme la frente y el pelo, como yo solía hacer con ella. Sentía claramente su presencia allí, sentada; sentía su energía. Esto duró un minuto más o menos, y luego se fue marchando poco a poco. Fue una alegría enorme haber tenido ese contacto y realmente me mantuvo en marcha.

Esta CDM provocó un cambio de papeless para Cathy cuando el dolor casi la destruye. Así como había demostrado su cariño por Theresa tantas veces, ahora recibía la misma expresión de cariño de su hija.

Paul, ex sargento del Ejército de los Estados Unidos, vive en La Florida. Recibió un cariñoso consuelo después de que su hijo, Keith, de 14 años, falleciera en accidente automovilístico:

Después del funeral de mi hijo nos dispusimos a salir del cementerio. Mi madre conducía el coche y mi esposa iba sentada a su lado. Yo iba solo, en el asiento trasero. Sentí la presencia de Keith a mi izquierda. Me rodeó el hombro con el brazo y lo mantuvo así durante todo el camino de regreso a casa. Sentí su cuerpo apretado contra mí y su calor a mi lado. Sentí que todo estaba bien. Sentí una sensación de paz, tranquilidad y consuelo. Esto duró unos veinte minutos, hasta que llegamos a la entrada de casa, y entonces se fue. No tengo ninguna duda. ¡Estoy completamente seguro de que esto sucedió!

No hay viaje más solitario para los padres en duelo que el largo viaje a casa tras el funeral de su hijo. Para algunos, existe un sentimiento de fin y desolación porque creen que su hijo ha quedado solo y desprotegido en una tumba. Vivir una experiencia de CDM puede suavizar la agudeza de un dolor tan profundo.

Linda, de 45 años, es trabajadora social de un hospicio en Nueva York. Tuvo esta reconfortante conversación con su madre, quien falleció de cáncer:

Mi madre y yo tuvimos dificultades para llevarnos bien, y siempre sentí ese dolor. Solo durante los últimos meses de su vida nos entendimos bien. Cuando falleció sentí mucha tristeza por no haber tenido una buena relación con ella durante todos esos años. Después de su funeral, me encontré en la sala hecha un ovillo, lamentando profundamente su pérdida. De repente, sentí a mi madre rondando en la habitación, a mi derecha. Al principio, pensé que estaba alucinando. Pero entonces sentí que me rodeaba con sus brazos, consolándome. Se envolvió en mí como una nube grande, mullida y cálida, meciéndome como si fuera una niña asustada. Había estado llorando mucho tiempo, y ella me calmó. Había una sensación en su abrazo, una energía reconfortante, y pareció durar unos quince minutos. Sabía que era mi madre. ¡Simplemente lo sabía! Y estoy muy agradecida de que estuviera ahí para ayudarme con mi dolor.

El duelo por la pérdida de algo que nunca tuvimos, como una relación paternofilial satisfactoria para ambas partes, es extremadamente difícil de resolver tras una muerte. Una experiencia de CDM puede brindarnos la oportunidad de reconciliarnos finalmente con la persona fallecida. A lo largo de este libro aparecen otros ejemplos de este tipo de sanación, algunos de los cuales tuvieron lugar muchos años después del fallecimiento de un padre u otro familiar.

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Los dos relatos siguientes son combinaciones de comunicaciones táctiles y auditivas después de la muerte, en las que quien la experimentó sintió tacto y voz de un ser querido fallecido.

Janice, consejera espiritual de 38 años de La Florida, sintió una expresión de ternura por parte de su abuelo 10 años después de su fallecimiento por insuficiencia cardíaca:

Me levanté en mitad de la noche y fui a la sala. Eran alrededor de las 3 de la mañana, me tumbé en el sofá y empecé a llorar porque estaba indecisa sobre mi vida. Cuestionaba mis metas y algunas de las cosas que hacía. Tenía dudas y confusión. Mientras lloraba, sentí que me tocaban el lado izquierdo de la cara. ¡Sentí que me pellizcaban la mejilla! Fue un gesto cariñoso que me recordó de inmediato a mi abuelo. De niña, mi abuelo se acercaba con frecuencia y me pellizcaba las mejillas. Era un gesto muy típico y cariñoso suyo. Al mismo tiempo, me dijo: «Todo va a estar bien. Vuelve a la cama». Esto fue muy real para mí. No era algo que dudara ni que esperara que sucediera. En ese momento, me sentí muy tranquila y reconfortada. Sentí una confianza renovada y volví a la cama de inmediato.

Solo una persona en la vida de Janice le dio ese pellizco tan especial. Incluso diez años después de la muerte de su abuelo, reconoció de inmediato su inconfundible y afectuoso comportamiento.

Sarah es higienista dental en Colorado. Ella y su familia vivieron un conmovedor reencuentro poco después de que su hijo Andrew, de 24 años, falleciera en accidente de motocicleta.

Estaba en la cocina antes de ir al funeral de Andrew. Kyle, nuestro otro hijo, se acercó y me abrazó. Luego, mi esposo, Doug, se acercó y nos dimos un abrazo a tres bandas. Mientras permanecíamos allí, en silencio, con lágrimas rodando por las mejillas, sentimos una ligera presión, una ligera caricia en los hombros. En mi corazón supe que era Andrew, y Doug y Kyle también lo supieron. Todos sentimos la calidez de su abrazo y su amor. Y mentalmente escuché a Andrew decir: «Hola, chicos, todo bien». Esto no duró más de treinta segundos, y luego el calor y la presión desaparecieron. Pero el abrazo de Andrew nos había convertido en una familia completa por última vez.

Este es un ejemplo de tres personas que participaron en la misma experiencia de comunicación después de la muerte. Más adelante en el libro hay un capítulo completo de relatos en los que dos o más personas compartieron una CDM cuando estuvieron el el mismo tiempo y lugar.

Los siguientes dos relatos son combinaciones de CDM táctiles, sensibles y auditivas.

Ellen es ama de casa en Oklahoma. Quedó viuda cuando su esposo, Harry, falleció por infarto a los 60 años.

Apenas una semana después de la muerte de Harry, cuando me iba a dormir, creí sentir a nuestra perra collie subir a la cama. Así que extendí la mano para empujarla. Pero de repente me di cuenta de que no era la perra. Entonces pregunté: "¿Harry?". Sentí que mi esposo se acostaba en la cama a mi lado y me abrazaba. Luego, apoyó la cabeza en mi hombro. Me invadió una paz indescriptible, como nunca antes. Él me leía la mente, y yo leía sus pensamientos y los comprendía. Harry me tranquilizaba. Sentí que me decía: «Estoy bien. Recuerdo todo lo que fui, supe y sentí. Seguiré siendo yo, aprendiendo y construyendo mi vida. Aun así, estaré aquí esperándote cuando llegues». ¡Fue maravilloso! ¡No me esperaba nada parecido! Me preguntaba cómo estaría y qué estaría haciendo. Ahora me bastaba con saber que Harry estaba bien en algún lugar, y me dormí tranquila.

Las palabras reconfortantes y cariñosas de Harry aseguraron a su viuda que espera reunirse con ella cuando haga su transición. Esta experiencia confirmó a Ellen que sí existe una vida después de la muerte que puede disfrutar con su difunto esposo.

Gail es enfermera en Pensilvania. Se llenó de esperanza seis semanas después de que sus dos hijos, Matt, de 26 años, y Eric, de 24, fallecieran juntos en accidente de automóvil.

Todas las noches salía, me sentaba en las escaleras de mi porche y lloraba sin parar. Lo estaba pasando muy mal, y llevaba así tanto tiempo. Una noche de mediados de octubre estaba mirando la luna cuando, de repente, sentí un calor intenso. Sentí a Matt a mi izquierda y a Eric a mi derecha, abrazándome. Sabía que Matt estaba a mi izquierda porque era mucho más alto: Matt medía 1,93 metros y Eric, unos 1,80. Los oí decir: «Mamá, todo está bien. Estamos bien. No te preocupes. Todo va a salir bien». Sentí una paz que no había sentido desde sus muertes. Me alegró muchísimo. Sentí un gran alivio cuando me dijeron que estaban bien y que no debía lamentarme tanto. Ese fue un punto de inflexión para mí, y poco a poco empecé a dormir mejor.

Pocas personas pueden imaginar la desesperación absoluta de un padre o madre en duelo tras la muerte de dos o más hijos. Gail recibió una triple bendición al enterarse de que sus dos hijos habían sobrevivido a la muerte física, seguían juntos y estaban bien. Esta CDM le brindó paz interior porque muchas de sus preguntas encontraron respuesta.

El relato final de este capítulo ilustra que la edad no es un impedimento para contactar con una persona viva después de la muerte. Mary es terapeuta respiratoria de 30 años, de La Florida. Su pequeña paciente, Nicole, le brindó una nueva vida.

Trabajaba en la unidad de cuidados intensivos neonatales y Nicole estuvo con nosotros nueve meses. Tenía una enfermedad pulmonar crónica y muchas necesidades especiales. Me encariñé mucho con ella. Yo también había pasado por una pérdida así que me centré mucho en Nicole y me convertí en su cuidadora principal. También me hice muy amiga de su madre. Nicole padecía una serie de enfermedades crónicas, y cuanto más buscaban, más encontraban. Su madre me permitió estar muy cerca de ella y de Nicole durante todo ese tiempo. Ambas la abrazamos la noche que murió.

Cuando llegué a casa, me sentí muy alterada. Estaba en la cama, dando vueltas, completamente despierta. De repente, sentí una paz inmensa y la presencia de Nicole; la sentí en mi corazón. Sentí que Nicole me tocaba, me abrazaba, como un abrazo enorme. Me decía que sabía quién era y que sabía que había estado ahí para ella. Y que también me quería. Nicole me dio esa paz. Siento que me reconfortaba, aunque era solo un bebé. Me sentí animada y me aseguró que está en un lugar mejor.

Los cuidadores profesionales y los voluntarios pueden involucrarse emocionalmente con sus pacientes terminales. Un cuidador de apoyo puede brindar una sensación de plenitud, renovándolos en su devoto servicio a los demás.

El contacto familiar con nuestros seres queridos fallecidos es más tangible e íntimo que otras formas de comunicación después de la muerte. Las CDM táctiles sirven como recordatorios perdurables de su amor y afecto.

¿Alguna vez has percibido una fragancia que asociaste con alguien fallecido? El siguiente capítulo contiene relatos de personas que percibieron un aroma y supieron intuitivamente que un ser querido fallecido se comunicaba con ellas.

 

CAPÍTULO 5. Oler una fragancia: CDM olfativas.

Una rosa seguirá siendo una rosa en el cielo, pero olerá diez veces más dulce. —Meg Woodson.

Los relatos de este capítulo implican oler una fragancia asociada con un familiar o amigo fallecido. Son un tipo de comunicación relativamente común y la llamamos CDM olfativa.

Los aromas típicos incluyen la fragancia de un perfume, colonia o loción para después del afeitado; la esencia de rosas u otras flores; y el aroma de un alimento, bebida, tabaco o producto comercial. La variedad de olores que se pueden identificar es prácticamente ilimitada.

Durante una experiencia olfativa de CDM las personas informaron percibir una fragancia claramente fuera de contexto con respecto a su entorno. La habitación o área en la que se encontraban se llenó, repentinamente, de un aroma particular pero sin una fuente física que lo justificara.

Ocasionalmente, dos o más personas que se encuentran en el mismo lugar y tiempo pueden percibir el aroma. De hecho, una CDM olfativa es el tipo de comunicación después de la muerte que más se comparte entre un grupo de personas y cualquiera puede tener la experiencia olfativa, bien en sí misma o asociada con otra CDM, que puede ser del tipo sensible, auditiva o táctil.

En los primeros cuatro relatos quienes las experimentaron percibieron una fragancia familiar y la asociaron intuitivamente con un ser querido fallecido.

Kathryn, ama de casa de Virginia, recibió una demostración de cariño de su madre, quien murió de cáncer a los 75 años:

Una tarde, apenas un par de semanas después de la muerte de mi madre, estaba tumbada en la cama, sollozando. De repente la habitación se llenó de aroma a manzanas verdes. Dejé de llorar al instante y me incorporé olfateando el aire como un perro de caza. No era algo trivial. ¡Toda la habitación estaba impregnada de un aroma maravilloso! El olor a manzana verde la inundó y no desapareció. Duró un minuto, o quizás más. Mi madre tenía un ambientador maravilloso, que usaba en casa, con aroma a manzana verde. Nunca lo he olido en  otro sitio. Me encanta y siempre armaba alboroto por lo maravilloso que es. Es el único aroma que identifico con mi madre, y con nadie más. Sabía que era una señal suya para ayudarme a ponerme las pilas. Agradecí mucho el contacto, pues me ayudó muchísimo.

Los aromas tienen un fuerte efecto en nuestras emociones y pueden producir un cambio notable en el estado de ánimo. La madre de Kathryn eligió el aroma que su hija asociaba exclusivamente con ella, y rápidamente logró el resultado deseado.

En otro caso, Brenda trabaja para una agencia de servicios sociales en Virginia. Su esposo, Russell, tenía 42 años cuando falleció por infarto.

Russell y yo siempre habíamos dicho que quien se marchara primero encontraría la manera de comunicarse con el otro. ¡Y lo hizo! Tres o cuatro semanas después de la muerte de Russell estaba sentada en mi escritorio del trabajo. ¡De repente, sentí un aroma fantástico a rosas! Era tan intenso como si tuviera un ramo de rosas en el escritorio, justo debajo de mi nariz. ¡Sabía que era de Russell! Miré alrededor de la oficina y no había rosas por ningún lado. Nadie más las olía, solo yo. El aroma perduró un buen rato y sentí una paz total y profunda. A Russell le encantaba enviarme ramos de rosas al trabajo para mi cumpleaños, mi aniversario o, a veces, simplemente porque sí. Intuitivamente sabía que me enviaba el aroma a rosas para demostrarme su cariño.

El relato de Brenda menciona un acuerdo con su esposo hecho antes de su fallecimiento: quien lo hiciera primero intentaría regresar para contactar al sobreviviente. Esto se llama "pacto", y se celebra frecuentemente entre esposos, así como entre otros familiares y amigos cercanos.

Doris tiene un negocio en su casa de La Florida. Quedó viuda cuando su esposo, Nadeem, falleció por infarto a los 40 años. wisto

Cuando mi esposo y yo llegamos a La Florida mi gran decisión fue qué hacer ya que había sido una secretaria bien pagada en Nueva York. Después de comprar la casa nueva le dije a mi esposo, Nadeem: "¿Sabes qué sería un negocio muy rentable para mí? ¡Cuidar niños pequeños en casa!". Nadeem se enojó mucho. Dijo: "¡No, no, no! Me imagino pintadas en la pared y jugo de manzana derramado en la alfombra". Insistió en ello con firmeza. Pero después de su muerte tenía que complementar mis ingresos de alguna manera porque él había dejado caducar su seguro de vida. Así que, aproximadamente un año después, abrí una guardería en casa. La primera mañana en que iniciaba el negocio, algo me despertó: ¡un aroma a café fortísimo! Caminé por la casa porque pensé que quizás había dejado la cafetera encendida pero al entrar en la cocina estaba apagada. Aun así, el aroma a café perduró un buen rato. Cuando Nadeem estaba vivo, como libanés realmente le encantaba el café fuerte, tanto que te revolvía la nariz por la mañana. Cuando olí ese aroma, ¡supe que Nadeem por fin me daba su aprobación!

Parece que Nadeem cambió de opinión tras su muerte respecto al nuevo negocio de su esposa. ¿Qué mejor manera de expresar su aprobación que contactarla el día de su inauguración con un aroma que ella identificara inmediatamente con él?

Muchas personas pueden ser bastante cerradas y controladoras durante su vida, especialmente en lo que respecta a los planes de su cónyuge e hijos. Con suerte, adquirirán una perspectiva más amplia después de morir y desarrollarán mayor aceptación de opiniones, valores y objetivos de los demás. Esta nueva consciencia podría ayudarles a alcanzar mayor tolerancia y compasión hacia todos, incluso hacia sí mismos.

Pat es agente inmobiliaria en la Columbia Británica, Canadá. Se convirtió en madre desconsolada cuando su hijo de 21 años, Bryce, murió atropellado por un conductor ebrio mientras caminaba.

Unos seis meses después de la muerte de Bryce, estaba sentada en la cocina leyendo el periódico. ¡De repente, sentí un aroma a flores increíblemente intenso! Mi primer pensamiento fue que alguien había traído flores a la casa. Miré a mi alrededor pero no había nadie, y supe que no tenía flores en ese momento. El aroma de las flores a mi alrededor perduró durante unos buenos cinco minutos. No podía identificar la fuente, pero dondequiera que iba podía olerlas. Era la fragancia del lirio de los valles. Entonces me di cuenta: "¡Soy Bryce!". Era el Día de las Madres y este era un regalo de mi hijo. Era su forma de decir: "Mamá, sigo aquí. Estoy cerca de ti. Me acuerdo de ti, sobre todo en el Día de la Madre".

Este es uno de los muchos ejemplos de tener una CDM olfativa, o de otro tipo, en una fecha especial. Estas experiencias demuestran el amor y la preocupación constante que nuestros seres queridos fallecidos .tienen por nosotros, particularmente en aquellos días en los que nos sentimos más tristes y los extrañamos más.

Otros días importantes pueden ser nuestro cumpleaños y aniversario de bodas, el cumpleaños y  fallecimiento del ser querido fallecido, el Día de San Valentín, la Pascua, el Día del Padre, el Día de Acción de Gracias, Navidad y otras festividades y fechas especiales. ¡Claro que cualquier día que tengamos una experiencia CDM será motivo de celebración!

En los siguientes cuatro relatos los afectados afirmaron haber percibido un aroma y haber sentido que su ser querido fallecido estaba cerca.

Cheryl, consejera laboral en Georgia, tuvo este alegre CDM después de que su hijo, Derek, muriera en un accidente automovilístico a los 21 años:

Habían pasado unos ocho meses de la muerte de Derek, y yo acababa de llegar a casa de compras. Al abrir la puerta olía la loción para después del afeitado de Derek, y era muy fuerte. Usaba Old Spice, que tiene un aroma muy característico; ¡era inconfundible! La fragancia llegaba hasta la puerta, como si me estuviera esperando. Supe al instante que era Derek. Pero para asegurarme de no estar alucinando, entré en su habitación y abrí una botella de Old Spice que aún conservaba, ¡y olía exactamente igual! También quería asegurarme de que la botella no se hubiera caído ni roto y de que la tapa estuviera sellada, y así era. No podía verlo ni tocarlo, pero sabía que Derek estaba allí. Tenía la fuerte sensación de que mi hijo me enviaba cariño.

Durante una CDM olfativa los hombres se identifican con mayor frecuencia por su loción para después del afeitado, o se colonia favorita. Si bien se informaron diversas marcas de fragancias masculinas, "el frasco con el barco" se especificó con mayor frecuencia que todas las demás.

Elizabeth es inversora  por cuenta propia. Tuvo este interesante encuentro ocho años después de que su abuela falleciera a los 98 años por causas naturales:

Estaba sentada en una silla amamantando a mi bebé. De repente sentí una brisa fresca. Mi abuela siempre usaba un perfume llamado Blue Waltz, una marca de perfume muy antigua. La habitación se llenó de esa fragancia, y supe que estaba allí. Sentí con fuerza su amor. Mi pequeño dejó de mamar y abrió los ojos. Se giró para mirar hacia donde sentí que estaba mi abuela y emitió pequeños arrullos. Estuvo allí unos quince minutos. Le dije que estaba feliz y sana, y cuánto agradecía su visita. Sabía que estaba muy emocionada porque era su primer bisnieto.

Muchas mujeres usan su perfume o colonia favorita durante años, lo que podríamos llamar su "aroma característico". Esto facilita mucho reconocerlas cuando regresan, tal como ocurrió con Elizabeth cuando su abuela la visitó brevemente.

Es posible que el hijo pequeño de Elizabeth también haya detectado la presencia de su bisabuela. Si bien no podemos saberlo con certeza, varios relatos de nuestros archivos sugieren firmemente que los niños muy pequeños son conscientes de mucho más de lo que generalmente se considera posible.

Sharon, de 34 años, trabaja en relaciones comunitarias en La Florida. Recibió esta encantadora visita de su abuela, fallecida con avanzada edad:

Mi abuela tenía un aroma muy particular; era muy suyo. A veces, las personas mayores simplemente tienen su  aroma. El suyo era encantador, no ofendía en absoluto. Era un olor agradable, reconfortante, como el de una abuela, y también tenía un toque a lavanda. Siempre usaba jabón de lavanda para bañarse y guardaba pastillas en los cajones de su ropa. No había percibido ese aroma desde la última vez que la vi. La primavera siguiente, casi un año después de su muerte, subía las escaleras de mi casa. ¡Su aroma estaba por todas partes! Era muy claro y muy real para mí. Me senté en las escaleras y empecé a reírme. Dije: "¿Qué haces aquí, abuela?". Había un toque de humor en el ambiente y una especie de "¡Hola!".

La mayoría de las personas tienen un aroma agradable que se puede realzar con la fragancia de jabones, polvos de baño, champús, lociones y diversos productos de tocador y cosméticos. Su ropa también puede conservar el olor a baúles de cedro, bolas de naftalina o bolsitas de hierbas. Casi todas las madres pueden identificar el olor de su  hijo. Y muchos padres en duelo  informan oler diversos productos para bebés cuando realizan una prueba de aromaterapia con su bebé.

Vera es peluquera en Arizona. Su padre le dio una nueva y profunda perspectiva de vida unos 15 años después de que falleciera de cáncer, a los 40 años:

Estaba en el hospital esperando a nuestro primer hijo. Estábamos emocionados porque habíamos deseado un bebé y esperado tanto tiempo para finalmente tenerlo. De repente, ¡estaba en serios problemas! Mis contracciones eran fuertes pero dejé de dilatar y no pasaba nada. El médico dijo que tenían que hacerme una cesárea de emergencia. De camino al quirófano paramos en el laboratorio de sangre. Estaba sola en el pasillo cuando, de repente, ¡pude oler el aroma de mi padre! Había sido peletero de profesión. Su aroma era la combinación de piel de animal y del ácido tánico que usaba para curtir pieles. Es un olor muy característico; no hay otro igual. Es una fragancia muy limpia y era muy característico de mi padre. Pude sentir que mi papá estaba allí conmigo y me relajé. Me invadió una sensación de paz y supe que todo iba a estar bien. Mi hijo nació sin problemas; ¡todo fue pan comido!

Quienes trabajan con alimentos y productos químicos absorben muchos olores industriales y ocupacionales durante largos periodos. El padre de Vera adquirió un aroma personal inusual pero agradable, relacionado con su profesión. Incluso quince años después, Vera reconocía fácilmente esta fragancia familiar e inconfundible. En el capítulo 17, «Espera lo inesperado», se analizan otros casos de CDM ocurridos cinco o más años después del fallecimiento de un ser querido.

Las siguientes dos experiencias son CDM combinadas que incluyen oler una fragancia y sentir una presencia.

Kenneth es gerente de crédito jubilado en Washington. Recibió una serie de contactos alentadores de su esposa, Roberta, tras su fallecimiento de cáncer a los 69 años:

Una noche, aproximadamente un mes después del fallecimiento de Roberta, fui a nuestro dormitorio para prepararme para ir a dormir. De repente sentí su presencia y olí su loción para después de la ducha, de la marca Jean Naté. Era lo que siempre usaba. Era muy, muy fuerte y duró de siete a diez minutos, y luego el aroma desapareció. Me pasó exactamente lo mismo tres veces en el último año y medio. No había Jean Naté en casa porque hice que mis hijas revisaran las fragancias de Roberta y las regalaran. Cada una de estas experiencias alivió mi dolor por ella. Creo que intentaba decirme que estaba bien y que me esperaba cuando falleciera.

El valor inicial de tener una experiencia de CDM es que casi siempre reduce la intensidad y acorta la duración de nuestro duelo si estamos de luto. Estos resultados confirman el extraordinario poder sanador de la comunicación después de la muerte.

Tara es artista y diseñadora de 39 años en Rhode Island. Su primo, Larry, cumplió su promesa tras morir de cáncer:

Mi primo Larry y yo crecimos juntos y nos conocíamos de toda la vida. Acordamos que, si podíamos, quien muriera primero se comunicaría con el superviviente. No sabíamos cómo lo haríamos, pero lo intentaríamos de alguna manera. Tres días después de su muerte entré en mi habitación. ¡De repente, sentí la presencia de Larry! La habitación se llenó del aroma de English Leather, que era su colonia favorita; la única que usaba. No tengo perfumes porque tengo alergias, y mi marido no usa colonia. Dije: "¡Dios mío, es Larry!". Sentía muchísimas emociones a la vez. ¡Larry estaba cumpliendo su pacto! Sabía que me estaba diciendo que hay algo después de la muerte. Y entonces el olor y la sensación de su presencia desaparecieron por completo. Pero sabía que había estado allí. Me di cuenta: "¡Lo logramos! ¡Me contactó! ¡De verdad lo logramos!"

Muchos pactos se cumplen entre quienes hacen estos acuerdos antes de morir. Imagine la emoción que sentiría si su ser querido fallecido pudiera cumplir su promesa de comunicarse con usted después de su muerte. Esto confirmaría su fe en la otra vida o le desafiaría a reconsiderar seriamente su negación de la posibilidad de la vida después de la muerte.

Los siguientes dos relatos CDM olfativas contienen la característica adicional de escuchar una voz.

Natalie, consejera de 40 años de La Florida, tuvo esta notable experiencia con su madre, que padecía la enfermedad de Alzheimer:

Estaba en Japón durmiendo en mi habitación de hotel. Alrededor de las 3 de la mañana me desperté sobresaltado y olí un  delicioso aroma a lilas. El aroma me inundó; ¡llenó la habitación! Una sensación de gran amor y calidez me invadió, y luego volví a dormirme. Tres horas después sonó el teléfono: era mi esposo llamando desde Estados Unidos. Dijo que la residencia de ancianos acababa de llamar porque mi madre había fallecido tres horas antes. Calculé la diferencia horaria: las 3 en Japón coincidieron con el momento exacto de su fallecimiento en Estados Unidos. Mientras lloraba, ¡regresó el olor a lilas! Las lilas habían sido la flor favorita de mi madre. Entonces me di cuenta de que estaba allí y dije: "¡Mamá, eres tú! Siento mucho no haber estado contigo cuando moriste". Me dijo: "Lo entiendo. Todo está bien. No llores por mí. Se está mejor en el otro lado".

Un elemento inusual de la CDM de Natalie es que su madre fue persistente y vino una segunda vez esa misma noche. Esta experiencia implica que nuestros seres queridos fallecidos pueden localizarnos al instante, en cualquier momento y en cualquier lugar del mundo.

Hazel es ama de casa en La Florida. Necesitaba ayuda con un doloroso problema emocional 12 años después de que su padre falleciera, de hemorragia cerebral, a los 57 años.

Mi sobrino Brett, de veintitrés años, falleció repentinamente por infarto. Era un joven dedicado, estudiante de medicina, que llevaba apenas once días casado. Fue muy difícil de aceptar, y tenía mucho resentimiento y amargura para con Dios. Tres semanas después, estaba trabajando en el jardín, plantando flores un sábado por la tarde. ¡De repente pude oler el tabaco de la pipa de mi padre! Era una mezcla especial hecha para él en una tabaquería; tenía un aroma muy dulce y picante. Mi padre dijo: “Has sido terriblemente infeliz y  vengo a aclarar algo. No te preocupes por Brett, está aquí con nosotros, está feliz y bien. No te preocupes. Déjalo pasar”. Fue como si alguien me hubiera bañado con un cálido sol. Sentí una paz absoluta y pude dejarme llevar.

Un solo mensaje de CDM puede sanar nuestro resentimiento, ira y amargura. Esto le pasó a Hazel cuando supo que Brett estaba vivo y feliz en su nueva vida.

Los tres relatos restantes son ejemplos de CDM olfativas compartidos por dos o más personas que se encontraban juntas en el mismo lugar y tiempo. Las llamamos CDM con testigo.

Peter es vendedor en La Florida. Él y su esposa, Vivian, recibieron una serie de CDM olfativas poco después de que su hija de 20 años, April, falleciera a causa por una hemorragia cerebral tras un accidente automovilístico.

Vivian me contó que había estado en la habitación de April y que olía a rosas de forma abrumadora. Mientras me lo contaba pensé: «Bueno, cariño, lo que sea que te ayude a superar esto, genial». Pero sabía que ni nosotros, ni nuestros vecinos, ni nadie a nuestro alrededor tenía rosas. Al día siguiente estábamos en la habitación de April. Vivian estaba de pie a un lado de la cama y yo al otro. Hablábamos, lamentándonos, llorando y preguntándonos: "¿Por qué? ¿Por qué pasó? ¿Cómo vamos a superarlo?". ¡Entonces sentí la fragancia de rosas más intensa que puedas imaginar! No puedes meter la nariz en un capullo de rosa y oler esa intensidad. Lo interpreté como una señal de April: "¡Oid, estoy en un lugar mejor!". Durante las siguientes seis a ocho semanas aunque la fragancia no estaba allí constantemente, a veces, cuando entrábamos en el dormitorio de April, olíamos un poderoso aroma a rosas. En esos momentos le decíamos a nuestra hija: «Hola, April. Lo entendemos. Ambos estamos contentas. Gracias por hacernos saber que estás en un mejor momento».

Algunas personas en nuestra cultura tienden a ser incrédulas respecto a la experiencia ajena hasta que pasan por una similar. Y muchos hombres que ya han tenido una CDM significativo se resisten a revelarlo por temor a lo que otros puedan decir de ellos. Parece que, dondequiera que presentábamos nuestros talleres, al menos un hombre se acercaba discretamente a nosotros después. Empieza tímidamente diciendo: «Probablemente piensen que estoy loco, pero...» o «Puede que esto no sea lo que buscan, pero..». Luego, invariablemente, comparten una CDM detallada y conmovedora, a menudo concluyendo con «Nunca he contado esta historia a nadie más».

Emory, de 36 años, es secretario legal en Nueva York. Tuvo esta impresionante experiencia grupal tras la muerte de su padre adoptivo por cáncer:

Existe la tradición judía de recitar el Kadish en el aniversario de la muerte de una persona. Es una oración que recitan los dolientes tras el fallecimiento de un familiar cercano. Como mi padre adoptivo no dejó hijos de su  sangre yo me encargué de recitar el Kadish por él todos los años. Como no soy judía, no pertenezco a ninguna sinagoga. Sin embargo, puedo ir el día del aniversario de la muerte de mi padre y rezar la oración. En esta ocasión, mi esposa y un amigo me acompañaron. Al bajar del santuario todos olíamos a tabaco de pipa en el ascensor. Olía como un pastel de manzana enfriándose en el alféizar de una ventana. Más tarde le pregunté a mi madre adoptiva sobre eso. Sabía que papá había dejado de fumar cigarrillos pero no sabía que se había convertido en fumador de pipa antes de morir. Cuando ella me dijo que su tabaco olía a pastel de manzana. ¡estuve a punto de caer de bruces al suelo!

Como Emory tenía dos testigos que también percibieron el aroma a tabaco de pipa en el ascensor  pudo estar seguro de que su experiencia fue real. Este relato también constituye una prueba, ya que Emory se enteró de que su padre había sido fumador de pipa posteriormente a su fallecimiento.

El último relato es de Lorraine, empleada de un optometrista en Nueva York. Su hija, Tammy, tenía 25 años cuando falleció en un accidente automovilístico:

Cuando mi hija Tammy fue a las Bahamas me compró una pulsera y un collar. La noche que murió, llevaba la pulsera puesta y quedó destrozada. Durante más de dos años desde el accidente estuve buscando una pulsera nueva que combinara con el collar que me regaló. ¡Habría pagado lo que fuera por ella! Era de noche y salíamos de una de las atracciones del  Walt Disney World. Mi otra  hija, su amiga y mi esposo estaban conmigo. Mi hija se giró hacia mí y me preguntó: «Mamá, ¿hueles eso?». Le dije: «¡Ah, sí!». Olíamos el perfume de la marca Gloria Vanderbilt que Tammy siempre usaba. Pero al mirar a nuestro alrededor no había nadie cerca. La amiga también lo olió y dijo: "¿Por qué no entramos aquí?". Así que entramos todos a la tienda y empecé a curiosear por la entrada. Mi hija gritó: "¡Mamá! ¡Mamá! ¡Vení!". Fui a la parte de atrás, donde vendían joyas. Y allí estaba la pulsera, ¡justo igual que el collar que me regaló Tammy! ¡Era increíble!

Parece razonable suponer que Tammy quería reemplazar la pulsera de su madre y encontró una forma inteligente de proporcionar orientación a la familia. La elección del momento y lugar para contactarlos indica que probablemente sabía de antemano que podrían encontrar el brazalete valioso en la tienda de regalos cercana.

Oler una fragancia que asocias con un ser querido fallecido puede despertar una oleada de recuerdos cálidos y cariñosos de esa persona. Y tener una CDM olfativa en un momento o lugar especial puede brindar mucho consuelo y apoyo al darte cuenta de que aún se presente en los pensamientos y el corazón de la persona fallecida.

¿Cuál sería su reacción si viera a un ser querido fallecido regresar a visitarlo? Los dos capítulos siguientes examinan relatos de apariciones parciales y totales de familiares y amigos fallecidos.

 

CAPÍTULO 6. Apariciones parciales: CDM visuales

Estoy bastante seguro de que la parte más importante de un ser humano no es su cuerpo físico, sino su esencia no física que algunos llaman alma, y otros personalidad. La parte no física no puede morir ni descomponerse porque no es física. —Rabino Harold Kushner.

Ver a un ser querido fallecido que ha regresado de visita es una forma de comunicación post mortem muy dramática, pero bastante común. Estos relatos son tan emocionantes y numerosos que los dividimos en dos capítulos: Apariciones Parciales, y Apariciones Completas. A ambas formas de contacto las llamamos CDM visuales.

Este capítulo contiene relatos de personas que percibieron una apariencia parcial de su ser querido fallecido. Es decir, solo pudieron ver una parte del cuerpo o, si lo vieron completo, este no parecía ser sólido.

Estos relatos describen ver al familiar o amigo fallecido de una de las siguientes maneras: como luz brillante, como rostro bajo una luz brillante, solo la parte superior de un cuerpo, o como cuerpo completo cuya solidez varia desde una neblina transparente hasta algo casi sólido. Independientemente de la forma en que se vea, quienes lo experimentaron reciben un gran consuelo de estos encuentros visuales.

Las apariciones parciales pueden incluir cualquiera de los tipos de CDM que se presentaron anteriormente: es decir, sentir la presencia, escuchar la voz, sentir un tacto u oler una fragancia.

En los primeros cinco relatos, los experimentadores describieron haber visto al ser querido fallecido como luz muy brillante, pero brillo e intensidad de la luz no dañaban sus ojos.

Phyllis, de 40 años, es maestra en Texas. Tuvo esta extraordinaria comunicación visual con Joshua, un niño de 9 años que nació con síndrome de Down:

Había estado cuidando a Joshua en su casa durante el verano mientras estudiaba. Tenía un retraso mental grave y una discapacidad física. Luego lo enviaron a una escuela para niños con discapacidad, y unos nueve meses después fallecía inesperadamente mientras dormía. Tres días después del óbito estaba en mi habitación y, de repente, percibí una luz azul y dorada muy brillante, un brillo tremendo. No hay palabras en el idioma para describir estos colores. La magnitud y belleza de este ser se me quedaron grabadas en la mente como esta luz. Quedó muy claro que era Joshua y que quería enviar un mensaje a su madre. Su mensaje era, simplemente, que estaba muy feliz y libre. ¡Ahora podía reír, podía bailar y cantar! Cuando Joshua estuvo seguro de que había recibido el mensaje de forma telepática, se fue.

Este relato demuestra claramente la transformación de un niño, con discapacidad física y un grave retraso mental, en un ser de magnificencia y belleza. ¿Será que, durante la vida de Josué, su cuerpo físico deteriorado fue un disfraz de su verdadera identidad espiritual?

A veces, quien ha fallecido no puede contactar directamente con una persona en particular. Entonces, busca a alguien conocido, alguien en quien pueda confiar para transmitir el mensaje. Esto le ocurrió a Joshua, quien le pidió a Phyllis que diera el mensaje a su madre, lo cual ella aceptó con gusto. ¡Qué mensaje tan feliz recibió la madre de Joshua! "¡Ahora podía reír, bailar y cantar!". Por fin la madre tuvo la oportunidad de visualizar a su hijo completamente sanado, completo y libre de todas las limitaciones de su vida terrenal.

Edna es coordinadora de sucesos especiales, en Carolina del Sur. También vio una luz muy brillante poco después de que su madre falleciera de cáncer a los 66 años:

Dos o tres horas después de la muerte de mi madre quise estar sola. Fui al jardín y, de repente, vi una luz intensa y brillante. Estaba a un metro y medio del suelo y tenía un diámetro de metro y medio. La luz no tenía una forma específica, pero supe que era mi madre. Me dijo: «Hola, Edna. Te quiero. Estoy bien y tú estarás bien. Es hermoso donde estoy ahora, y estoy feliz. Estoy en casa». Le dije: «Me alegro mucho por ti». Y ella me respondió: «Cuida a tu papá». Mi padre también tenía cáncer terminal en ese momento. Dije: «Papá ya no pertenece a este mundo,  pertenece a ese lugar maravilloso para estar contigo. De hecho, yo tampoco quiero estar aquí, quiero estar donde tú estás, en esa dicha extraordinaria». Mamá dijo: «No es tu momento. Tu tarea aún no ha terminado. Quédate y vive cada momento al máximo. Disfruta del regalo de vivir en esta hermosa Tierra. Este es mi legado para ti. Contempla cada atardecer, cada flor y cada relación con alegría. Deja que los demás vean esa alegría y deja que el amor fluya a través de ti. Porque el amor es lo más importante que existe». Entonces, mi madre dijo: «Siempre estaré contigo». Y en ese momento, simplemente, se desvaneció. ¡Fue la experiencia más increíble que he tenido!

El legado perdurable que Edna recibió de su madre fue una receta para vivir la vida plenamente, una mucho más valiosa que cualquier herencia material. Al igual que muchas religiones del mundo, este relato nos recuerda que «el amor es lo más importante que existe».

Marie es secretaria en Quebec, Canadá. Vivió algo más que una luz brillante durante un momento feliz casi ocho años después de que su madre falleciera por infarto a los 57 años:

Era el día de mi boda. Mientras estaba arrodillada ante el altar, al pronunciar mis votos, sentí el impulso de girar la cabeza hacia la izquierda. Vi una luz muy brillante, como una nube luminosa. Sabía que mi madre estaba allí; lo sentí. No vi su rostro perfectamente, pero vi su sonrisa y sus ojos. Creo que estaba en paz. Me sorprendió mucho ver a mi madre. Sentí su calidez y ternura, y me alegré mucho de que viniera. Fueron solo unos segundos, y terminaron como una nube que se va con el viento.

Este es otro ejemplo de una CDM en un día especial. Aunque Marie apenas pudo ver el rostro de su madre durante la boda, su sonrisa fue suficiente para expresar sus bendiciones.

Pam, secretaria de La Florida, se convirtió en madre desconsolada cuando su hijo de 20 años, Brad, murió en accidente de motocicleta:

Diez días después de la muerte de mi hijo una luz apareció en mi habitación. Vi el rostro de Brad con sus ojos y su sonrisa, y esa luz lo envolvía. Quise acercarme a él y extendí los brazos. Brad dijo: «Mamá, estoy bien». Sabía lo que decía porque fue como si me hubiera llegado directamente a la cabeza. Dije: «Hijo, quiero estar contigo». Él negó con la cabeza y sonrió, diciendo: «No, no es tu hora, mamá». Tenía una mirada de paz y felicidad al irse. Luego me di la vuelta con sensación de paz y tuve el mejor sueño desde que Brad murió.

Es comprensible que los padres en duelo a menudo estén tan devastados por la muerte de su hijo que su mayor deseo sea reunirse con ellos de inmediato. Pero, como muchos que han tenido una experiencia cercana a la muerte, es posible que les digan: "Aún no es tu momento". Esto indica que cada uno de nosotros puede tener un propósito para su vida y tiempo suficiente para cumplirlo. En pocas palabras, si aún estamos aquí, debemos tener algo pendiente que lograr.

"Aún no es tu momento" también implica que existe un objetivo mayor y un significado más profundo para la existencia de todos, más allá de la mera supervivencia física cotidiana. Sugiere que todos somos estudiantes en una enorme escuela o universidad que ofrece posibilidades ilimitadas para nuestro crecimiento espiritual.

Wayne es redactor técnico en La Florida. Su padre tenía neumonía a los 66 años.

Estaba trabajando en La Florida cuando mi padre enfermó gravemente. Vivía en Chicago. Me llamaron al trabajo y me dijeron que fácilmente podría fallecer así que me tomé un tiempo libre y conduje hasta Illinois. Iba conduciendo por algún lugar de Tennessee y ya había anochecido, o casi. De repente, un puntito de luz explotó en un gran círculo de luz, ¡justo frente a mí! Al abrirse la luz vi el rostro de mi padre y un poco de sus hombros, y había un brillo detrás de él. Su rostro era natural y tridimensional. Lo que me impresionó fue su sonrisa. Mi padre no era muy amable pero esa sonrisa era la más dulce que jamás le había visto. Al instante supe que mi padre había muerto. También supe que estaba inmensamente feliz. Todo pasó tan rápido: la luz se encendió, luego se apagó y desapareció. Así se despedía mi padre. Lo supe.

Quizás hayas asumido que tener una CDM visual sería un suceso alarmante. Pero como demuestra el relato de Wayne, incluso si alguien tiene una experiencia así mientras conduce puede mantener el control total de su vehículo sin esfuerzo y con seguridad. Esta historia es otro ejemplo de aprendizaje a través de la comunicación después de la muerte de un ser querido recientemente fallecido.

En los dos relatos siguientes los implicados vivieron y pudieron ver la parte superior completa del cuerpo de su ser querido fallecido.

Consuelo es ama de casa en Washington. Tuvo este encuentro amoroso con su padre, quien falleció de lupus a los 62 años. Su familia y ella son originarias de Puerto Rico, antigua provincia española arrebatada por los Estados Unidos tras la guerra colonial de este país con España. Ese territorio colonial tiene la consideración eufemística de “estado libre asociado” y su lengua oficial es el español, además del inglés. Esto nos cuenta Consuelo:

Aproximadamente una semana y media después de la muerte de mi padre estaba sentada en la cama. Me había costado mucho aceptar su muerte y estaba llorando. Sentía que mi mundo se derrumbaba. Miré hacia arriba y vi a mi padre, de pecho hasta arriba, ¡justo al lado de mi cama! Estaba a unos dos pies de distancia y se veía muy nítido y sólido. Llevaba una camisa blanca, traje oscuro y corbata gris con motas. Ya no parecía estar destruido por la enfermedad. Parpadeé, y seguía allí. Tenía el ceño fruncido y parecía muy preocupado. Parecía molesto por mi angustia. Dije: "¡Papi!". Hablamos en español, nuestra lengua materna. Dijo: "¡Mi hija! No te preocupes, no estás sola". Escuché sus palabras, como si me hablara en la cabeza. En ese momento su rostro se relajó y su mirada se enterneció. Se giró y sonrió levemente, como si me dijera que me amaba. Me sentí muy reconfortada; ¡me sentí maravillosamente bien! Fue como si me hubieran quitado veinticinco kilos de encima. Entonces parpadeé y mi padre se había ido. Su visita me hizo sentir que no estaba sola y que todo iba a estar bien. Alivió mi duelo. Fue como si se abriera un mundo nuevo ante mí. Los hispanos creemos que la gente no muere simplemente, que existe una continuidad del espíritu. Es muy normal que aparezcan y te consuelen. Cuando les conté a mis hijos mi experiencia, se alegraron muchísimo.

Este es uno de los numerosos relatos en los que los experimentadores vieron a sus seres queridos fallecidos sanar de la enfermedad que les causó la muerte. El padre de Consuelo también transmitió sentimientos de gran cariño a su hija, lo que le alivió un gran peso emocional, ilustrando una vez más el gran poder sanador de las CDM.

El relato de Consuelo también es ejemplo de un ser querido fallecido hablando en su lengua materna. Contamos con otros CDM en nuestros archivos que incluyen los siguientes idiomas, además del español: francés, alemán, italiano, polaco, ruso y yidis.

Cindy es administradora de una residencia de ancianos en La Florida. Recibió una cálida visita unos dos años después de que su abuela materna falleciera por insuficiencia cardíaca a los 82 años:

Acababa de acostarme y me relajaba pensando en el día. Aún estaba despierta cuando apareció una nube justo al lado de la cama. La nube estaba iluminada y el resto de la habitación estaba completamente a oscuras. ¡Mi abuela estaba en una nube! Podía verla desde la cintura hasta la coronilla. Era muy nítida y sólida; podía verla por completo. ¡Era hermosa! Se veía radiante y feliz. Nunca había visto a mi abuela tan hermosa, pues siempre fue mujer muy trabajadora. Tenía el pelo canoso pero parecía recién salida de la peluquería, y parecía años más joven. Dije: "¡Abuela!". No dijo nada, pero me sonreía, irradiando amor y paz. Era como si hubiera venido a decirme que estaba bien, que todo estaba bien y en un lugar maravilloso. Llevaba una blusa de seda rosa que le había regalado por Navidad hacía muchos años pero  nunca la había visto llevar esa blusa. ¡Me quedé atónita! Entonces desapareció y me quedé dormida. A la mañana siguiente, llamé a mi madre en Nueva York y le dije: "Vi a tu madre anoche. La abuela vino a verme, ¡a mí! Cuando le conté lo sucedido se quedó atónita pero parecía consolarse al saber que su madre estaba bien.

¡La apariencia de la abuela de Cindy lo decía todo! Este es el primero de varios relatos del libro en los que una persona mayor parecía años más joven que cuando falleció.

En los siete relatos siguientes el experimentador vio el cuerpo entero del ser querido fallecido, que parecía transparente.

Kurt, un consejero de 44 años de La Florida, adquirió una perspectiva vital poco después de que su padre falleciera tras una serie de ataques cardíacos:

Siempre me había preguntado: "¿Por qué me odia mi padre?". No fue un hombre cariñoso. Era muy abusivo al corregir físicamente y disciplinar a sus hijos. Incluso lo vi a veces maltratar a mi madre. Al tercer día de su muerte se me apareció. Era igual que antes de su transición, solo que podía ver a través de él. Su forma era como una niebla gris, pero era muy fácil de reconocer. Y pude ver una luz blanca brillante refulgir detrás de él. Mi padre lloraba y pedía perdón. Me dijo que lamentaba todo lo que había hecho a mí, a cualquier miembro de la familia, o a cualquier otra persona. Ahora comprendía que se había equivocado. Necesitábamos entender que de niño había sido víctima de abuso y que así le habían enseñado. Mi padre también dijo que sí que me quería, que siempre me había querido pero que no podía demostrarlo debido a su pasado y educación. Y luego se fue. Inmediatamente después de que desapareciera lloré porque sentí como si me hubieran quitado un gran peso de encima.

Al parecer, nunca es tarde para ofrecer una disculpa sincera o pedir perdón. Esta CDM afirma que algunas personas pueden experimentar una transformación drástica poco después de morir, como evidentemente le ocurrió al padre de Kurt en tan solo tres días. Quizás pudo ver su vida desde una perspectiva más amplia, lo que le provocó profundo remordimiento por su comportamiento abusivo.

Rita es maestra de escuela en La Florida. Agradeció profundamente la consideración de su suegro tras su fallecimiento por infarto:

Mi suegro falleció a las cuatro de la mañana y nos llamaron poco después. Él y yo estábamos muy unidos; de hecho, más unidos que yo con mi esposo Llevé a mi esposo al aeropuerto para ir al funeral y lo subió  al un avión. Yo también quería ir desesperadamente, pero estaba embarazada de nuestro primer bebé y mi médico no me lo permitió. Cuando volví a casa, estaba muy cansada y me tumbé en la cama, intentando recomponerme. En la esquina, justo frente a la puerta del armario, ¡apareció mi suegro! Era el contorno completo de su cuerpo, y había un resplandor a su alrededor. Llevaba pantalones y camisa blanca abierta en el cuello, pero era transparente. Mi suegro dijo: «Estoy bien. No pasa nada por que no puedas ir a mi funeral». Era como si quisiera que supiera que estaba muy feliz y muy vivo. Sentí un amor inmenso; ese sentimiento de amor era muy fuerte. Nunca me había pasado algo parecido antes, pero no tuve miedo alguno.

Quizás sintamos remordimiento por no habernos despedido de alguien antes de su muerte. O quizás lamentemos no haber estado presentes en su fallecimiento, creyendo que lo descuidamos en ese momento tan sagrado. O quizás nos sintamos culpables por no haber asistido al funeral de nuestro ser querido.

La experiencia de Rita con su suegro es uno de los varios relatos de CDM en los que seres queridos fallecidos nos aseguran que son conscientes de nuestro amor por ellos, hayamos estado presentes o no durante su transición. Según nuestra investigación, generalmente tienden a restarle importancia a estas ocasiones, incluido su  funeral.

Ben es agente de libertad condicional en La Florida. Contó con el apoyo de esta CDM 16 años después de que su padre falleciera de cáncer a los 75 años:

Mi segundo matrimonio fue un verdadero error y solo duró unos cuatro meses. Estaba muy deprimido por lo que estaba pasando. Estaba sumido en la depresión , tumbado en la cama cuando mi padre vino a ayudarme. Era una figura transparente, así que la habitación se veía a través de él. Tenía una leve sonrisa en el rostro y vestía un pantalón oscuro y camisa deportiva informal, color crema. Llevaba tirantes rojos brillantes y los metió por los pulgares, dándoles la vuelta. Mi padre no había sido una persona especialmente cariñosa. No decía cosas cariñosas pero sabíamos que nos quería. Así que su sola presencia, con una sonrisa, significaba mucho para mí. No tenía que decir nada; bastaba estar allí. La presencia de mi padre, en mi momento de necesidad, fue una verdadera muestra de su amor. Esto pareció ser el punto de inflexión para que pudiera salir de la depresión, recuperarme un poco y encontrar paz mental.

El padre de Ben intervino cuando más lo necesitaban. Algunos nos sentimos inseguros o incluso aprensivos sobre qué decir a alguien que está deprimido, con una enfermedad terminal o en duelo. Esta CDM ilustra que simplemente "estar ahí" a menudo es suficiente. Es una forma de transmitir: "Eres importante para mí. Me importas". Tomar la mano de alguien, darle un abrazo, estar dispuesto a escuchar sus sentimientos sin juzgarlo, o dejarlo llorar, son formas de decir lo correcto.

Hal, de 55 años, trabaja en el sector inmobiliario en Nueva Jersey. Su suegro, Vincent, lo visitó sin previo aviso al día siguiente de su muerte por cáncer.

Sobre las 2 y media de la tarde estaba revisando el correo en el comedor. Tuve la extraña sensación de que alguien me acompañaba y, al levantar la vista, ¡vi a mi suegro! Estaba de pie en la cocina, mirándome. ¡Se me erizaron los pelos de la nuca! Vestía pantalones de pana y la camisa holgada de lana que usaba mucho. Lo vi con claridad: era tridimensional, pero podía ver a través de él hasta la pared de la cocina. Mi suegro estaba extremadamente sano ahora y para nada afectado por el cáncer. Me miraba con esa mirada maravillosa que tenía. Mis sentidos se rebelaron ante lo que veía, pero sabía que era un real. Recibí un mensaje telepático suyo que decía: «Quiero que sepas que estoy bien. Diles que no se preocupen». Supuse que se refería a mi suegra, mi esposa y su otra hija. No duró más de treinta segundos, y luego desapareció. Esto está tan vívido en mi memoria como si hubiera sucedido hace diez minutos. Fue una experiencia muy profunda, un regalo maravilloso.

La esposa y las dos hijas de Vincent quizá se hayan preguntado por qué solo se le apareció a Hal. Desafortunadamente, se puede herir la sensibilidad cuando se contacta a un familiar y no a los demás. Dado que algunas personas son más receptivas a las CDM que otras, el fallecido probablemente contacta a la persona más abierta y con más probabilidades de transmitir un mensaje a toda la familia.

John es coordinador de comunicaciones en Terranova, Canadá. Tenía tan solo 24 años cuando tuvo esta experiencia memorable con su abuela, quien había fallecido de cáncer:

Sentía un profundo apego por mi abuela. Crecí en la misma casa que ella durante mis años de formación y la amaba profundamente. Al día siguiente de su entierro, ya anochecía y yo estaba acostado en la cama de mi habitación. Lloraba un poco, y me sentía fatal, cuando mi abuela llegó al borde de la cama. Estaba completamente iluminada por la luz: luz blanca y dorada emanaba de ella. La rodeaba y se extendía unos veinte centímetros por todo su cuerpo. La abuela parecía un poco más sólida que un holograma. Llevaba su vestido favorito, verde con rosas. También llevaba aretes verdes, un collar, un anillo y un reloj de oro. ¡Parecía gozar de buena salud! Tenía la misma edad que cuando murió, pero su maquillaje y peinado estaban impecables. Se veía hermosa y radiante de felicidad. Tenía una sonrisa resplandeciente mientras decía: «John, tienes que dejar de preocuparte por mí. ¡Me siento de maravilla! Estoy bien ahora, y en un lugar maravilloso». Luego se dio la vuelta, se alejó un metro y medio, o dos metros, de la cama y desapareció de repente. Sé que esto sucedió porque estaba completamente despierto y en pleno uso de mis facultades. Fue una comunicación visual absolutamente impactante de la vida después de la muerte; ¡fue milagroso! Una vez que tuve esa seguridad, ya no tuve necesidad de llorar a mi abuela.

Incluso de noche y en habitación oscura, nuestros seres queridos fallecidos suelen verse con todo detalle. En algunos casos se ve una luz brillante detrás de ellos. En otros, pueden ser la fuente de la luz que se extiende más allá de su cuerpo e ilumina toda la habitación.

La persona que experimenta suele describir haber visto una luz blanca y clara, aunque a veces puede tener un matiz dorado, amarillo o azul. Esto recuerda a las auras coloridas que algunas personas afirman ver alrededor de aquellas que están físicamente vivas.

Trudy trabaja en una lavandería en Connecticut. Tenía solo 19 años cuando su padre adoptivo alivió su dolor tras su repentina muerte por una reacción alérgica a la penicilina.

Mi madre y mi tío vinieron a decirme que mi padre había muerto. Después de que se fueran empecé a llorar, subí las escaleras y me acosté en la cama. Estaba muy, muy triste porque sentía que papá nunca vería a mi hijo, su primer nieto, que debía nacer en tres meses. De repente la habitación se sintió muy tranquila y abrí los ojos. ¡A los pies de la cama estaba mi padre! Llevaba muerto menos de seis horas. Papá no era muy sólido. Podía ver lo que llevaba puesto, pero también podía ver detrás de él. Llevaba unos pantalones grises de trabajo y camisa roja de franela a cuadros. Me pareció extraño y le pregunté: "¿Qué haces aquí, papá?". Estaba muy tranquilo y sonriente, y me habló con mucha dulzura. Me dijo: "Estoy aquí porque estás disgustada". Le dije: «Estoy muy triste porque sé que no vas a ver a tu nieto». Y él dijo: «No te preocupes, ¡veré a todos mis nietos!». Después de eso, simplemente se desvaneció y se fue. Me incorporé y me di cuenta: "¡Todavía está conmigo!". Ya no me sentía molesta y no lloraba; me sentía muy bien, muy tranquila.

Así como Trudy suponía que su padre no podría ver a su bebé, la mayoría de la gente asume que sus familiares y amigos fallecidos no pueden estar presentes para participar en los acontecimientos especiales de sus vidas. Pero, como indica el siguiente relato, quizás sea lo contrario.

Billie, que trabaja en una gasolinera de La Florida, recordó un momento dulce después de que su madre muriera de cáncer a los 52 años:

Después de ir a la funeraria volvimos a casa de mi madre. Acosté a mi hija de cinco semanas, Kelly, en el sillón reclinable de la sala, y yo me acosté en el sofá. Estaba a punto de posar la cabeza cuando vi un resplandor entrar por la puerta principal. ¡Tomó forma y se convirtió en mi madre! Caminaba a unos quince centímetros del suelo. Apenas podía ver a través de la figura pero no era del todo sólida. Irradiaba luz blanca pura y llevaba un vestido blanco largo y vaporoso. ¡Nunca había visto a mi madre tan hermosa! Se acercó a Kelly y la miró. Mamá sonreía de oreja a oreja. Extendió la mano y le acarició la barbilla, diciendo: «Eres tan linda». Lo dijo dos veces, y la oí con mis  oídos. Entonces mamá me miró, sonrió y desapareció lentamente. Se fue antes de que pudiera decir nada. Creo que vino a ver a su nieta porque mamá estaba demasiado enferma de cáncer y no la pudo ver antes de morir.

¿Con qué frecuencia vienen nuestros padres, abuelos u otros familiares fallecidos a visitarnos con cariño a nosotros o a nuestros hijos? Probablemente con mucha más frecuencia de la que creemos. Después de que la madre de Billie dejó de estar confinada en su cuerpo enfermo pudo ver y acariciar a su nieta. Pero si Billie no hubiera estado presente y consciente, quizá no se habría enterado de que su madre había regresado para admirar a la recién nacida. wisto

En los cuatro relatos restantes se informó que el ser querido fallecido tenía una apariencia más densa o más sustancial, pero aún menos que completamente sólida.

Anita, una enfermera de La Florida, recibió una noticia inesperada de su abuelo después de que falleciera de insuficiencia cardíaca a los 87 años:

Esto ocurrió el día del funeral de mi abuelo. Estaba acostada en la cama esa noche cuando, de repente, sentí su presencia. Abrí los ojos y mi abuelo estaba de pie, a mi lado. Parecía opaco, no una persona sólida. Se veía muy saludable y tenía un resplandor como si una luz dorada brillante emanara de su cuerpo. Se inclinó hacia mi cabeza, como si fuera a contarme un secreto. Dijo: «Seré bisabuelo en primavera. ¡Tendré un bisnieto!». Mi abuelo nació en Hungría y tenía un acento muy marcado. Sentí una inmensa sensación de consuelo y calidez, y entonces se fue. Me levanté de inmediato y fui a la sala a contarle a mi esposo lo que acababa de pasar. Al día siguiente me hice una prueba de embarazo, ¡y sí que estaba embarazada! Cuando nació nuestro hijo Tyler, en mayo del año siguiente, no dejaba de repetir: "¡Abuelo, tenías razón!".

Este es uno de los varios relatos de CDM que recibimos y en los que un ser querido fallecido informa a una mujer que está embarazada sin que ésta lo sepa todavía. Algunos de estos anuncios celestiales de nacimiento también revelaron el sexo del feto, información que posteriormente se confirmó como correcta.

Marcia, de 44 años, es gerente de un banco en Luisiana. Su hijo de 7 años, Elliott, falleció poco después de ser atropellado por un automóvil.

Uno dos meses después de su muerte estaba acostada en la habitación. Miré hacia la puerta y ¡vi a Elliott! Estaba allí de pie, sonriendo, y me saludó. Llevaba una camisa de manga corta y pantalones. No parecía sólido pero no podía ver a través de él. No hubo palabras ni cosa alguna pero supe que había venido a despedirse y a decirme que me amaba. Fue una sensación muy amorosa y tranquila, y no me asusté en absoluto. No me sorprendió verlo allí; simplemente lo acepté. Me quedé tumbada unos instantes luego me levanté y empecé a caminar hacia él, pero desapareció. Volví y me acosté en la cama, y dije en voz alta: «Te amo, Elliott». Apareció unos segundos más y luego desapareció. Sentí paz y amor y, después, lloré. La experiencia me dio la capacidad de cerrar la puerta porque sentí que era su último adiós.

El relato de Marcia es muy interesante porque su hijo apareció, desapareció y luego se le apareció por segunda vez, lo cual es bastante inusual. Más importante aún, se le dio la oportunidad de oro que los padres en duelo tanto anhelan: la oportunidad  de decirle, cara a cara al hijo fallecido: «Te amo».

Deil es diseñador de interiores en Ohio. Tuvo esta profunda reunión más de un año después de que su pareja, Robert, falleciera de SIDA a los 38 años:

Eran alrededor de la una o las dos de la madrugada, y estaba profundamente dormido en mi habitación. Tenía los ojos cerrados cuando, de repente, lo que me despertó fue una luz intensa. Fue como si me hubieran puesto una linterna delante de la cara: ¡era tan brillante! Cuando abrí los ojos, Robert estaba de pie, junto a mi cama, a menos de medio metro. Había una luz blanca intensa y brillante alrededor de él, que provenía de su interior y que no me hacía daño en los ojos. El resto de la habitación estaba completamente oscura, pero no tuve miedo. Entonces sucedieron muchas cosas a la vez. No podía ver a través de él, pero tampoco era sólido. Había remolinos de vapor que rodeaban por completo su cuerpo, y estas ondas de vapor se movían. Su ropa era como una túnica, tal vez con capucha. Robert irradiaba un amor intenso que me penetraba por completo, como una fusión de energías. Cada fibra de mi ser sentía amor. Había un amor, comprensión y compasión totales, totalmente diferentes a lo que experimentamos aquí. ¡Fue algo cósmico! Tenía unos ojos preciosos, impactantes. Le toqué el brazo derecho con la mano izquierda y sentí un calor intenso que emanaba de su cuerpo. También sentí una vibración intensa, como si se pusiera la mano sobre un masajeador. Entonces Robert me tomó el brazo izquierdo, lo bajó a mi lado y simplemente desapareció. La luz se fue con él; fue repentino, como si apagaras una luz. De todos los regalos que Robert me ha dado, este fue el más hermoso. Fue sanador, y ahora no le temo a la muerte. Confirmó todo lo que había leído de Elisabeth Kübler-Ross sobre este tema. Me opondré a cualquier escéptico que diga que este fue un incidente irreal.

Es bien sabido que quienes tienen una experiencia cercana a la muerte casi siempre pierden el miedo a ella, lo que les permite abrazar la vida y vivirla con más alegría.

El último relato es de Carolyn, gerente de relaciones laborales en La Florida. Tuvo este reencuentro sentimental con su padre dos meses después de que falleciera repentinamente por infarto. a los 63 años:

Vivía en Colorado. Estaba en mi jardín, alrededor de las 10 y media de la mañana, arrancando la maleza del huerto, donde estaban los pimientos verdes. Escuché claramente a mi padre decir telepáticamente: "¡Hola, Grillo!". Solo dos personas en el mundo me llamaban Grillo: mi papá y mi mamá. Me giré y mi papá estaba allí, sentado en un tronco con las piernas cruzadas, a un metro de distancia. Casi podía extender la mano y tocarlo, pero sabía que no debía hacerlo. No era del todo sólido; su densidad era suave, como algodón de azúcar. ¡Papá parecía un millonario! Tenía una sonrisa maravillosa, y podía ver las arrugas alrededor de sus ojos. Vestía sus viejos pantalones chinos, una camisa oxford azul claro y sus náuticos blancos. Parecía un poco más joven, y se le notaba toda su salud. Me dijo: "¿Cómo estás, cariño?". Le dije: "¡Papá! ¡Me alegro mucho de verte! Estoy bien". Y él dijo: "Solo quiero que sepas que estoy bien y que os estoy cuidando". Luego dijo: "Nos vemos, cariño", y se fue. Esta experiencia fue maravillosa porque papá no tuvo la oportunidad de despedirse de mí antes de morir. Me enseñó que el amor perdura y que el amor de mi padre por mí, continúa. Esta fue la manera en que Dios me mostró que la muerte no detiene el amor ni destruye las relaciones.

Una muerte repentina suele negarnos la oportunidad de estar con alguien cuando fallece, lo que a menudo causa un duelo prolongado e inconcluso. Una de las cualidades curativas más importantes de una CDM es que brinda una segunda oportunidad para despedirse y alcanzar la plenitud emocional, tal como Carolyn hizo con su padre.

¿Cómo te sentirías si un familiar o amigo fallecido te visitara y pareciera tan real y vívido como cualquier otro ser humano? El siguiente capítulo es una continuación de este, solo que presenta ejemplos de apariencias visuales completas.

 

CAPÍTULO 7. Apariciones completas: CDM visuales.

La muerte no es más que pasar de una habitación a otra. Pero para mí hay una diferencia, ¿sabes? Porque en esa otra habitación podré ver. —Helen Keller.

Este es el segundo de los dos capítulos dedicados a las CDM visuales. Estos relatos provienen de personas que informaron que un familiar o amigo fallecido se les había aparecido de cuerpo entero. Vieron su cuerpo completo, que parecía absolutamente sólido y real.

Los seres queridos fallecidos demostraron estar sanados e íntegros, independientemente de su edad al fallecer o la causa de su fallecimiento. Casi todos se sentían mucho más felices y libres que cuando llevaban cuerpo físico. Muchos también irradiaban una serenidad espiritual que rara vez se encuentra en la Tierra, y con frecuencia expresaban mucho más amor, compasión y sabiduría que antes.

La aparición completa de un ser querido fallecido suele ser un suceso muy sanador. Quienes lo experimentan obtienen un nuevo y dinámico retrato mental y emocional, una actualización que puede reemplazar cualquier recuerdo antiguo y doloroso que puedan tener. De hecho, estos relatos son tan cálidos y reconfortantes de leer que puede ser difícil recordar que son descripciones de familiares y amigos que ya han fallecido.

Las apariciones completas son bastante comunes y pueden experimentarse en combinación con cualquiera de los otros tipos de CDM ya vistos. Los primeros cuatro relatos de este capítulo son ejemplos típicos de apariciones completas realizadas por seres queridos fallecidos.

Joanna es bibliotecaria en Wyoming. Quedó viuda cuando su esposo Ted, de 25 años, falleció a causa de un tumor cerebral.

Era la noche, después del funeral de Ted, y me quedaba con unos amigos durante unos días. Me tumbé en el sofá-cama de la sala, junto a la chimenea, y empecé a dormirme. No sé por qué pero abrí los ojos y miré a mi alrededor. Allí, en una mecedora junto a la chimenea, ¡vi a Ted! Llevaba vaqueros y camisa vaquera, como era habitual. Parecía sano y fuerte. Ted parecía increíblemente tranquilo y tranquilizador. Quería hacerme saber que estaba bien y que yo también lo estaría. Duró unos instantes, y luego desapareció. Sentí que Ted me estaba cuidando y tratando de consolarme un poco.

Una aparición completa puede responder tantas preguntas sobre el ser querido fallecido que, a menudo, no se necesitan palabras. El poder sanador de esta CDM reside en su simplicidad y franqueza. El simple hecho de poder ver a Ted le dio a Joanna la tranquilidad de saber que él seguiría estando ahí para ella.

Eileen es consejera de abuso de sustancias en La Florida. Tuvo esta emocionante visita la noche en que su hermana, Leslie, falleció por complicaciones de la diabetes a los 50 años:

Me acosté en la cama y lloré. De repente presentí que había alguien en la habitación, alguien de pie. Me incorporé a medias y miré a los pies de la cama, ¡y allí estaba Leslie! ¡Se veía preciosa! Estaba vestida de blanco y llevaba el cabello recogido en un hermoso y suave peinado de estilo griego. Su piel era tan suave como el alabastro. ¡Me quedé atónita! Parecía muy serena y tenía media sonrisa. Se veía mejor que nunca y era muy sólida y real. Parecía a punto de inclinarse y decirme algo para consolarme y tranquilizarme. Entonces oí un silbido y se fue. No me asustó, me dejó con una sensación como "¡Ay, Leslie está bien! Ha vuelto para decirme que está bien". Me volví a acostar, sintiéndome muy reconfortado, y me dormí. Cuando le cuento a la gente esta experiencia, dicen: «Oh, estabas dormida, lo soñaste». Pero sé que no lo estaba; sé que estaba despierta. Es tan real para mí ahora como lo fue entonces.

¡Con qué rapidez algunas personas intentan descalificar y justificar las experiencias de otros! Dado que muchos escépticos insisten en que «no hay prueba científica de la vida después de la muerte», su evaluación de las experiencias de CAD suele ser: «No pueden ser reales, por lo tanto, no lo son». En cambio ofrecen explicaciones psicológicas y fisiológicas para las CAD, las ECM y otros tipos de experiencias espirituales. Sin embargo varias personas que entrevistamos admitieron haber sido fervientes escépticas hasta que tuvieron su  experiencia de comunicación después de la muerte.

Anne es gerente de una tienda en la Isla del Príncipe Eduardo, en Canadá. Su hijo, Justin de 18 años, intentó rescatar a su hermano menor, Bobby de 17, mientras nadaban, y ambos se ahogaron.

Eran las 9 de un sábado, aproximadamente un año después de las muertes. Estaba en la cocina metiendo platos en el lavavajillas. De repente sentí que había alguien en la habitación conmigo. Cuando me giré, ¡Bobby estaba allí, apoyado en el refrigerador! Se veía muy sano y feliz. Vestía una camisa a cuadros marrón y blanca y un pantalón de pana marrón. Solía usar esa vestimenta. Parecía tan sólido y real que que podría haberlo tocado. Había una luz brillante donde estaba.

Los ojos azules de Bobby brillaban con una expresión de complicidad. Me dedicó la sonrisa más maravillosa que jamás había visto. Sabía que su sonrisa decía: «Estamos bien. Todo bien. Sigue adelante y siéntete en paz contigo misma». Me di cuenta de que su mensaje también era de Justin. ¡Grité y se me cayó el vaso! Corrí e intenté abrazarlo pero simplemente desapareció. Sabía que Bobby había estado allí y empecé a llorar.

Muchas personas lloran de alegría al tener una CDM, pero para otras puede ser una experiencia agridulce. Por ejemplo, algunos padres en duelo nos comentaron que, si bien atesoran la comunicación después de la muerte, lloraron de tristeza después porque les resultó difícil despedirse de su hijo una vez más.

Molly es taquígrafa forense en Misuri. Se emocionó al ver a su abuela, quien había fallecido de vejez a los 87 años:

Mi abuela y yo estábamos muy unidas; viví gran parte de mi vida con ella. Lisiada desde los veinte años, nunca la vi erguida. La segunda noche después de su muerte estaba en la cama, pero no dormía. Tenía los ojos bien abiertos, ¡y la vi! Estaba de pie, erguida, y parecía tener unos treinta o treinta y cinco años. Era sólida y parecía viva. Llevaba el pelo corto y muy rizado por toda la cara. Tenía una sonrisa dulce. No dijo nada, pero me pareció que me estaba mostrando: "¡Mira, ahora estoy erguida!". Llevaba un vestido de estilo antiguo con un detalle inusual. Un patrón  —un fondo blanco con una raya roja—  que no recordaba haber visto nunca. Solo se quedó allí, de pie, y sonrió. Me levanté de la cama y encendí las luces, pero ya no estaba. Se lo conté a mi tía a la mañana siguiente. Le describí el vestido de mi abuela y me llevó al sótano y sacó unos baúles viejos. Encontró una colcha que mi abuela había hecho. ¡Y la misma tela, con un fondo blanco y una raya roja, estaba cosida a la colcha!

Este es otro ejemplo de una CDM probatoria, ya que Molly pudo validar su  experiencia al ver posteriormente la colcha de su abuela. Inmediatamente reconoció que el trozo de tela cosido era un retal del mismo material que se había usado para confeccionar el vestido de su abuela.

Una aparición completa a menudo incluye comunicación verbal, como lo ilustran el resto de las experiencias de este capítulo.

Stuart, de 85 años, es agente de patentes jubilado en Pensilvania. Tuvo este encuentro tan dinámico 11 años después del fallecimiento de su esposa, Gladys, tras una larga y debilitante enfermedad:

Estaba sentado en una silla en mi sala cuando de repente me di cuenta de que Gladys bajaba por las escaleras. ¡Me quedé atónito al verla! Su apariencia no era la misma que cuando estaba enferma; era hermosa. ¡La brillante iluminación y su intensidad eran casi increíbles! Es imposible describir su luminosidad, absolutamente imposible. Gladys sonreía. Era sólida; no había nada etéreo en ella. Tras esta intensa escena y una breve comunicación, desapareció. No tengo duda de que fue una aparición de otro mundo. No puedo explicar por qué Gladys vino a mí, pero fue un contacto sumamente agradable. Aunque cuando has tenido una relación maravillosa e increíble con tu esposa durante más de cincuenta años, esa es razón suficiente. wisto

¡Qué reencuentro tan feliz e inesperado para un viudo con su difunta esposa tras más de cincuenta años de matrimonio! Es posible que Gladys quisiera mostrarle a Stuart, ya en sus últimos años, que la muerte no es más que una puerta a otra dimensión de la vida.

Virginia es enfermera en Massachusetts. Sintió un alivio inmediato cuando su hija de 17 años, Erica, regresó con ella tras morir en accidente de coche.

Casi un año después, me desperté una noche y Erica estaba de pie, al pie de la cama. Me miró y parecía estar de buen humor, en perfecto estado de salud, sin lesiones ni nada. ¡Era Erica en persona! ¡Parecía estar viva y sana! Era muy vívida la imagen. Vestía falda y un suéter azul marino que solía usar mucho. Parecía sólida y se veía muy, muy tranquila. Sonrió levemente y dijo: «Estoy bien, mamá. Estoy bien. No te preocupes por mí». Solo duró unos veinte segundos, y luego desapareció de repente. En ese momento me invadió una paz profunda y volví a dormirme.

Más que cualquier otro tipo de CDM, las apariciones de persona completa aseguran que nuestros seres queridos fallecidos siguen existiendo. Quizás por primera vez en meses, o incluso años, nos invade una profunda sensación de paz al saber que su bienestar está asegurado.

Gordon, arquitecto de Nuevo México, fue contactado por una vieja amiga de la familia, la Señora Tinsley, que había muerto a los 93 años: wisto

Entré a la sala de velatorios de la funeraria para presentarle mis últimos respetos a la Señora Tinsley. Era la única persona allí. Mientras contemplaba su cuerpo, oí: «Gordon, no pasa nada si lloras». Miré a mi alrededor porque ¡era la voz de la abuela Tinsley! Cuando levanté la vista estaba al otro lado de la habitación, a unos tres metros. Era como si realmente estuviera allí; podía verla completa. Tenía las manos ligeramente levantadas y llevaba un vestido diferente al que llevaba en el ataúd. De repente  solté un sollozo explosivo. ¡Fue realmente desgarrador! Me dolía muchísimo, pero no lo sabía. Miré hacia otro lado y lloré, y cuando volví a mirar, ya no estaba. No creo que hubiera llorado si no me lo hubiera dicho. Sabía que la extrañaba, pero me lo habría guardado. Desde entonces, a veces he recordado que está bien llorar porque la Señora Tinsley me dio permiso.

La Señora Tinsley enseñó a Gordon la importantísima lección de que «no pasa nada si los niños grandes lloran». Probablemente sabía que cualquier tipo de dolor o trauma que no se resuelva por completo puede resurgir más adelante en la vida de forma inesperada y destructiva.

Paula es abogada en Virginia. Sintió una profunda paz cuando su hijo Jimmy se le apareció unas dos semanas después de que falleciera de leucemia a los 12 años.

Cuando sufres una pérdida enorme, tienes unos quince segundos aproximadamente, mientras te despiertas, antes de que la realidad regrese a tu conciencia. El sol de la mañana entraba a raudales en mi habitación. Al despertar, recordé, y el dolor me golpeó como una cosa enorme, fría y peluda. De repente, ¡Jimmy estaba de pie, junto a la cama, con una gran sonrisa! Lo vi de cuerpo entero. No tenía nada de efímero. Llevaba una camiseta a rayas y pantalones cortos azules. ¡No tenía ningún signo de leucemia! Tenía mucho pelo, lo cual era extraño porque no tuvo mucho durante la última etapa de su vida. Y no tenía la cicatriz en el lado de la cabeza donde se había hecho cirugía. Jimmy habló, ¡lo oí! Dijo: «Mamá, estoy muerto, pero no pasa nada. ¡Estoy bien!». Se veía exactamente igual que cuando estaba vivo. Se movía con gracia y se veía feliz y bien. Luego, desapareció. Me alegré muchísimo de verlo y saber que estaba bien. Estaba bastante segura de que sí, pero fue muy bonito que viniera a contármelo. ¡Estaba eufórica! Fue algo tan maravillosamente especial, y sonrío cada vez que lo recuerdo.

Cuando somos los principales cuidadores de un ser querido que fallece tras una enfermedad prolongada, puede ser difícil recordar un momento en que estaba sano y sin dolor. Y, lamentablemente, puede que así sea como lo sigamos recordando. Pero imaginemos el alivio que sentiremos al volver a ver a un ser querido fallecido en una CDM visual,  completo, sanado, y feliz. Ahora, nuestros viejos recuerdos dolorosos pueden reemplazarse por alegres cada vez que recordemos su nueva apariencia y estado de ánimo.

George es consejero de salud mental. Tenía 24 años cuando recibió un mensaje de su abuela, unos 4 años después de que falleciera por insuficiencia renal:

En medio de la noche me desperté cuando mi abuela entró en mi habitación desde el pasillo. Estaba de pie, a la derecha de la cama. La habitación estaba lo suficientemente iluminada como para verla, pero desconozco la fuente de la luz. Parecía sólida y real, más o menos de la misma edad que tenía cuando murió. Pude ver su rostro, y estaba muy feliz y sonriente. Estaba de un humor cariñoso y tierno, y me habló directamente. Me dijo: «He venido a hacerte saber que te amo. Quién eres, y lo que eres, es lo correcto para ti. Quiero que sepas que te apruebo. Tu vida es lo correcto para ti». Sentí una felicidad y alegría intensas, y recuerdo haberle dicho que apreciaba lo que me decía. Luego, fue como si se disipara. Me desperté a la mañana siguiente sintiéndome seguro y libre. Sentí que me habían quitado un gran peso de encima. Para ser sincero, soy homosexual. Mi abuela llegó en un momento de profunda transición para mí. Estaba luchando con mi identidad gay y autoaceptación. Esta experiencia me ayudó a seguir adelante con mi vida.

Las CDM no necesariamente ocurren porque las deseemos o por estar profundamente afligidos. Muchas ocurren en un momento posterior, como cuando lidiamos con un problema difícil y podríamos beneficiarnos de recibir un mensaje de cariño y apoyo.

Eve es secretaria jubilada. Su esposo, Pete, fue sargento mayor en el Cuerpo de Marines de los Estados Unidos antes de morir de cáncer, a los 59 años, por exposición al Agente Naranja, el herbicida que se usó en Vietnam para defoliar selvas ocupadas por la guerrilla de Vietcong..

Tras la muerte de su padre, nuestra hija, Merri Beth, se derrumbó por completo: bebía durante semanas, desaparecía durante horas y conducía ebria. Aproximadamente un mes después la interné en un centro de recuperación de alcoholismo. No fue fácil hacer eso. Regresé a casa agotada, física y mentalmente, y me acosté a las once de la noche. Me desperté sobre las 3 de la mañana y ¡mi esposo estaba en mi habitación! Había una luz muy brillante detrás de él, pero podía verlo perfectamente. Era casi como si pudiera tocarlo con la mano; estaba tan cerca y se veía tan nítido. Pete vestía su uniforme de gala, con sus medallas y su sombrero. Parecía al menos veinte años más joven, como antes de enfermar. Se veía maravilloso, fuerte y saludable, ¡como si nunca hubiera estado enfermo! Fue un milagro, y estuve en shock por un segundo, más o menos. Entonces Pete sonrió y dijo: «Hiciste lo correcto, cariño. No tenías opción. Merri Beth estará bien ahora». Parecía tan tranquilo y en paz, y luego simplemente desapareció. Sentí un gran alivio por haber hecho lo correcto. Merri Beth no ha bebido en más de siete años. Ha aceptado la muerte de su padre y le va bien en su trabajo. Mi hija y yo estamos más unidas que nunca en nuestras vidas.

Una vez más, una CDM sugiere que nuestros seres queridos fallecidos están al tanto y se interesan activamente en sucesos y situaciones de nuestra vida. Esos momentos difíciles, cuando nos vemos obligados a ejercer un amor firme con nuestros hijos, pueden ser momentos muy solitarios e inciertos para los padres. El mensaje de Pete a Eve le brindó fuerza y consuelo, dándole el valor para seguir adelante con lo mejor para su hija.

Helen es ama de casa en Alabama. Su hijo, Adam, murió en un accidente de helicóptero a los 27 años mientras servía en la Guardia Costera, y su sobrina, Jessica, falleció en accidente automovilístico cinco meses después, a los 20 años.

Tras la muerte de Adam, hice cosas porque sentía que debía hacerlas, no porque me diera placer. Lavaba los platos y hacía las camas; fingía llevar una vida normal. Pero por dentro había un vacío, un desierto presente en todo momento.

Una tarde, unos diez meses después de la muerte de mi hijo, tomé un café caliente y me acosté a escuchar la radio. De repente, ¡Adam y mi sobrina, Jessica, aparecieron juntos ante mí, tomados de la mano! Gozaban de perfecta salud y sus rostros resplandecían. Parecían completamente sólidos y vestían túnicas blancas que los cubrían por completo. Una luz tenue los envolvía. Se veían tan tranquilos y felices, ¡estaban radiantes! Adán dijo: «Hola, Madre. Te quiero. Estoy bien. Estoy feliz, y algún día estarás conmigo. Por favor, no te aflijas por mí,. Libérame. Déjame ir». Entonces Jessica dijo: «Hola, tía Helen. Quiero que le digas a mi madre que deje de llorarme. Estoy feliz, y esto estaba destinado a ser así». Y se fueron. Fue entonces cuando pude liberar a mi hijo. Dejé que Adam se fuera, pero no en mis recuerdos, ni en mi amor. Esta experiencia me permitió aceptar que Adán ya no está en esta Tierra, pero sí  a un paso de distancia. Aprendí a tener plena fe en Dios, y ahora mi actitud y mi salud en general son mejores en todos los sentidos.

Cuando fallece un ser querido, es natural sentir profundo dolor. Pero parece que nuestros seres queridos fallecidos quieren que sepamos que no es necesario llorar su pérdida. Esta puede ser una de las razones por las que están tan ansiosos por demostrarnos que están en paz en su nueva vida.

Los siguientes tres relatos visuales incluyen la sensación del tacto de un ser querido fallecido.

Sonia es auxiliar de salud a domicilio en Washington. Algunas de sus muchas preguntas fueron respondidas unas seis semanas después de que su hija, Valerie, falleciera a causa de una hemorragia cerebral a los 9 años:

Valerie murió repentinamente; fue una experiencia muy traumática. Yo estaba desesperada, hundida. Me preguntaba: "¿Cómo sabemos que existe Dios? ¿Cómo sabemos que existe el cielo? ¿Y dónde está Valerie ahora?". Me acosté bastante temprano porque estaba agotada, pero sé que estaba despierta. Estaba acostada sobre mi lado derecho y sentí que alguien me tocaba el hombro. Me di la vuelta y ¡Valerie estaba allí, de pie! Me pareció real. Era exactamente igual a ella y gozaba de buena salud. Era radiante, casi resplandeciente, y llevaba un vestido blanco resplandeciente y deslumbrante. Dijo: «Mami, te quiero. Ya no tengo dolor de cabeza. Estoy bien y no quiero que te preocupes por mí». Estaba muy tranquila, feliz y muy hermosa. De repente, desapareció. Creo que hay momentos en los que Dios considera oportuno enviar a alguien para darte un mensaje. Creo que eso fue lo que me pasó. Dios envió a Valerie para disipar esta nube oscura, para quitarme esa terrible roca que pesaba sobre mis hombros.

Parece que nuestros seres queridos fallecidos pueden elegir su  vestimenta cuando se nos aparecen. Mientras que algunos regresan con túnicas blancas o de diversos colores, muchos optan por sus atuendos terrenales más familiares. Quizás un abuelo regresa con su viejo abrigo para que se le reconozca fácilmente. Otros, al parecer, se sienten más cómodos vestidos con su mejor atuendo, un uniforme militar o la ropa con la que fueron enterrados. Sin importar lo que lleven, las prendas suelen transmitir algo significativo a quienes los ven.

Hannah, ama de casa de Utah, tuvo este tierno encuentro unas seis semanas después de que su madre muriera de derrame cerebral a los 82 años:

Una noche no podía dormir, así que me levanté e hice un par de tareas de la casa. Luego me senté en la silla de la sala. Pensaba en mi madre y sentía la pérdida de no poder cuidarla ya. De repente, ¡la vi entrar en la habitación! Lo primero que noté fue que caminaba con normalidad. Diez años antes de morir le tuvieron que amputar ambas piernas por encima de la rodilla. Mamá recuperó sus dos piernas, caminó directamente hacia mí y se sentó en el brazo del mullido sillón. Me rodeó los hombros con el brazo y dijo: «Hannah, querida, has sido como un ángel para mí. No estés triste. No te aflijas por mí». Había un resplandor a su alrededor, y se veía tan feliz. Entonces mi madre se levantó y caminó hacia el otro lado de la silla. Dijo: «No te preocupes por mí. Solo recuerda que soy feliz». Luego me besó en la mejilla y se fue. Fue tan real: sentí el roce del brazo de mi madre en mi hombro y la presión de sus labios en mi mejilla. Sentí el amor y la cercanía tan especiales que siempre existieron entre nosotras. Esta fue una ocasión muy especial y llena de amor para mí, algo que he mantenido como sagrado.

Evidentemente, nuestros familiares y amigos no quieren que suframos por su muerte. Ahora que están libres del dolor y las limitaciones de su cuerpo físico, saben que no es necesario que nos preocupemos por ellos. Esta podría ser otra razón por la que regresan: para asegurarnos que aún existen y que han recuperado la salud y la integridad.

Richard es agente inmobiliario en Carolina del Norte. Tuvo esta convincente conversación con su padre, quien falleció de derrame cerebral a los 66 años:

Tres días después de su entierro alguien me despertó. Me incorporé para ver quién era, ¡y era mi padre! Las luces de la calle, que entraban por la ventana que estaba detrás de mí, le iluminaban la cara. Podía verlo perfectamente; no había duda de que era él. Dijo: «Richard». Reconocí la voz de mi padre y me levanté de la cama. Me estrechó la mano inmediatamente; su mano era muy familiar y cálida. Entonces dijo: «Me alegro mucho de verte, Richard. No te preocupes por nada. Te quiero». Lo oí externamente, directamente de sus labios. Su voz sonaba más clara que nunca. No podía apartar la vista de su rostro. Nunca lo había visto tan bien. En lugar de canas, tenía el pelo negro. Y su piel era suave. ¡Mi padre se veía absolutamente genial! Tenía una sonrisa en el rostro, y parecía contento y feliz, como si hubiera algo mucho mejor de lo que jamás podría soñar. Y luego se fue. Me sentí profundamente asombrado y emocionado. Había estado en un profundo duelo, y esa experiencia me confirmó que hay vida después de la muerte. Fue real; no tengo ninguna duda, ninguna.

No es de extrañar que Richard no dudara de su experiencia como CDM. ¿Qué podría ser más tangible y real que ver a tu padre después de su muerte  y estrecharle la mano? Aunque su padre le habló, fue su apariencia visual la que comunicaba un mensaje aún más poderoso: que era mucho más joven, más feliz y más pacífico que antes de morir.

Los cuatro relatos restantes de este capítulo se encuentran entre las experiencias de comunicación después de la muerte más completas de nuestros archivos. Son ejemplos de apariciones visuales de cuerpo entero que incluyen oír voz, sentir tacto y oler fragancia.

Deborah, investigadora médica en Kentucky, se sintió agradecida cuando su hermano, Joseph, regresó después de morir de cáncer a los 44 años:

Antes de esta experiencia, era una escéptica convencida. Había soñado con mi hermano, pero esto no era un sueño. Unos tres meses después de la muerte de Joseph dormía en la cama con mi esposo. Sentí que alguien me sacudía la pierna para despertarme. Miré, y allí estaba Joseph, sentado en el borde de la cama con la mano sobre mi pierna. Parecía real, como cualquier persona viva sentada allí. ¡Se veía genial! Irradiaba una cálida luz blanca amarillenta, como un aura. Se veía muy tranquilo y en paz. Me abrazó; sentí su abrazo; fue maravilloso, cálido y cariñoso. Y también olí su colonia. Joseph me dijo: «Estoy bien, y no deberías estar triste. Todo está bien. Es hermoso donde estoy». Le hablé con el pensamiento y le dije que lo amaba. Luego, poco a poco, se fue apagando. Sentí alivio porque ya no tenía que preocuparme por si mi hermano estaba bien.

Varias entrevistas que llevamos a cabo comenzaron con una declaración similar a la de Deborah: “Yo era una escéptica convencida antes de tener esta experiencia”. Nuestra investigación reveló que la creencia previa en las CDM no es requisito para tener comunicación con un fallecido, como se indica claramente en el encuentro de Deborah con su hermano.

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Edward, entrenador deportivo de Alberta, Canadá, tuvo esta colorida reunión después de que su padre muriera, repentinamente, de un ataque cardíaco a los 73 años:

La noche después del funeral de mi padre dormía profundamente, y lo que me despertó fue una sensación cálida en la cadera derecha. Al abrir los ojos, me di cuenta de que mi padre estaba sentado en el marco de mi cama de agua. Era tan tangible como tú y yo. Tenía la mano en mi cadera, como dándome una palmadita. Lo vi todo: sus ojos azules, su barba canosa y blanca, y su ropa. Llevaba la chaqueta de motociclista Can-Am naranja y blanca que le había regalado. Llevaba su sombrero de gamuza, que siempre usaba cuando acampaba, una camisa blanca a cuadros y sus pantalones de trabajo verdes favoritos. Mi padre era un amante de la naturaleza; su olor era evidente, una mezcla de humo de leña y olor corporal. Le pregunté: "¿Qué pasa?". Me respondió: "Solo quiero que sepas que estoy bien y que nos vemos. Siento no poder quedarme más tiempo". Parecía muy relajado, feliz y en paz. Luego se levantó, se alejó un paso de la cama y se fue en un abrir y cerrar de ojos. No volví a dormirme en toda la noche, pero me sentí mucho mejor y supe que todo estaba bien. Sentí que había atado todos los cabos sueltos y seguí con mi vida.

Tras la muerte de nuestros seres queridos, nada disipa la ansiedad, la preocupación y la inquietud que podamos sentir por ellos con mayor rapidez y profundidad que una CDM visual completa. Poder verlos y saber que están bien nos libera para avanzar en nuestro proceso de duelo y centrarnos por completo en sanar nuestra sensación de pérdida.

Tanya es supervisora de sistemas informáticos en Texas. Tuvo esta experiencia espectacular aproximadamente un año después de que su amiga de toda la vida, Gina, falleciera en accidente de coche a los 30 años:

Estaba haciendo escala en el aeropuerto de Atlanta, camino a San Francisco. Leía en la sala de espera del aeropuerto cuando olí el perfume White Shoulders, la colonia que Gina siempre usaba. Levanté la vista y allí estaba, sentada a la mesa conmigo. Se veía relajada y tan guapa como siempre, igual que la última vez que la vi. Llevaba la camisa a cuadros roja y gris carbón que le había regalado hacía unos años. Le dije: «Gina, ¿qué haces aquí?». Sonrió y dijo: «Vine a verte». Cuando bajé la vista su mano estuvo sobre la mía por un instante. Era firme y muy cálida. Me quedé sin palabras, y ella dijo: «Relájate. Quiero que seas feliz y que dejes de preocuparte y sentirte tan mal por mi muerte. Estoy bien. No volveré a visitarte así que quiero que te asegures de poner todos tus asuntos en orden». En un abrir y cerrar de ojos, se fue, y me quedé allí sentada, completamente atónita. Como Gina murió tan repentinamente, sus asuntos quedaron en completo caos. Quizás esa era la lección que quería que aprendiera. Por eso, desde entonces, me he esforzado mucho para asegurarme de que mis finanzas y mi vida estén en orden.

Independientemente de cuándo muramos, nuestro mejor legado a nuestros seres queridos será mantener nuestros asuntos personales y profesionales en orden. Nuestra consideración se puede expresar redactando un testamento vital, autorizando la donación de órganos, dejando instrucciones para nuestro funeral o servicio conmemorativo y la cremación o entierro de nuestro cuerpo, presentando un testamento y guardando los documentos importantes en un lugar seguro. También debemos designar a una persona responsable para que cumpla todos nuestros deseos.

El último relato de este capítulo es el de Leonard, mecánico certificado de 44 años de la Columbia Británica. Fue bendecido con esta visita de su madre, fallecida tras una larga enfermedad:

Unos seis meses después de la muerte de mamá me acosté una noche. Me despertó una voz que decía: "¡Mira!". Miré, y había luz en mi habitación. A los pies de mi cama había una niebla blanca y tenue, como un vapor brillante. Parecía la tenue silueta de una persona, y se hacía más clara y nítida a medida que se acercaba. Entonces reconocí la forma, tamaño y el andar: ¡reconocí a mamá! Dio tres pasos más hacia mí, saliendo completamente de la neblina, y me levanté y caminé hacia ella. Nos encontramos a mitad de camino y dije un "¡Ay, mamá!", muy feliz. Susurró: «Hola, hijo». Su rostro tenía una mirada hermosa, sana, amorosa y serena. Sus ojos irradiaban calidez y amor. Sus mejillas eran angelicales y sonrosadas. Parecía mucho más joven y su cabello era un poco más oscuro. Nos abrazamos y sentí una alegría inmensa. ¡Fue una calidez y una unidad envolventes que me elevaron el corazón! Igual que lo que sentí cuando nacieron mis hijos, solo que más. Fue el mejor abrazo y el mejor intercambio de amor que he tenido. Mamá era sólida, firme y real. Tenía su mismo tamaño, altura y peso. Seguía siendo una mujer grande, muy cálida, acogedora y protectora. Mi madre hacía todas las cosas que una madre suele hacer en la familia: me frotaba la nuca mientras me sostenía en brazos, me acariciaba la mejilla y me ponía su mano sobre el pelo. Siempre tuvo un aroma muy neutro, así que no olía nada diferente. Luego se apartó un poco, aún con los brazos alrededor de mí, y dijo: «Sé feliz, Leonard. Sé feliz». Mamá siempre quiso la felicidad para todos. Luego me sonrió y desapareció rápidamente, dejándome  plantado. Fue una experiencia muy amorosa y gratificante, y sé que no fue un sueño ni producto de mi imaginación. Creo que mamá regresó para decirme que todo estaba bien y para transmitir este mensaje a quien lo necesitara.

Ningún reencuentro con alguien físicamente vivo podría ser más tangible y real que el encuentro espiritual que Leonard tuvo con su madre fallecida. Pudo saborear esa experiencia como recordatorio del amor y devoción de su madre.

Las CDM visuales son experiencias sumamente poderosas porque confirman que nuestros seres queridos sobreviven a la transición llamada muerte, y están plenamente vivos en otra dimensión. Nos brindan un retrato mental vívido y duradero de nuestros fallecidos, sanados y completos, sin importar su edad al fallecer o la causa de su deceso. Y, finalmente, brindan prueba convincente de que nosotros también podemos esperar una nueva vida emocionante y feliz después de palmar físicamente.

¿Qué se siente al ver la imagen de un ser querido fallecido con los ojos abiertos o cerrados? El siguiente capítulo analiza las visiones de la CDM, experiencias de ver a un familiar o amigo fallecido que reside en otra dimensión de la vida.

 

CAPÍTULO 8. Una mirada más allá: Visiones de CDM

 Creo firmemente que al morir entrarás inmediatamente en otra vida. Quienes nos precedieron viven en una forma de vida, y nosotros en otra. —Doctor Norman Vincent Peale.

Perciba la imagen de un ser querido fallecido en una "imagen" bidimensional y plana, o tridimensional como un holograma. Esta es una descripción general de las visiones de CDM, que pueden ocurrir externa o internamente. Son un tipo de comunicación post mortem relativamente menos común.

Las visiones externas de la CDM se ven con los ojos abiertos y pueden compararse con mirar la proyección de una diapositiva de 35 mm, o una película proyectada en el aire. Las visiones internas de la CDM se ven en la mente con los ojos abiertos o cerrados.

Estas visiones suelen estar compuestas de colores brillantes y vívidos que irradian su  luz interior, similar a un vitral iluminado desde atrás. Tener una visión CDM es como mirar a través de una abertura hacia otra dimensión y saber, intuitivamente, que estás viendo más allá de este mundo, hacia uno espiritual.

Una visión de CDM puede incluir mensajes telepáticos unidireccionales o bidireccionales. Dicha comunicación se reporta con mayor frecuencia durante visiones internas, que pueden experimentarse durante la relajación profunda, la meditación, o la oración.

Los primeros ocho relatos son ejemplos de visiones externas en las que los participantes vieron las imágenes con los ojos abiertos. Es posible que hayan observado la imagen del rostro, una parte del cuerpo o el cuerpo entero de su ser querido fallecido. Después de cada visión externa, señalaremos sus diferencias con las CDM visuales descritas en los dos capítulos anteriores.

Patty, de 44 años, es auxiliar de contabilidad en Georgia. Necesitaba aliento tras la muerte de su hijo Todd, de 15 años, en accidente de vehículo.

Aproximadamente un mes y medio después del óbito, recuerdo estar sentada en el sofá del estudio leyendo un libro sobre una madre que había perdido a su hijo. Hablaba de entrar en una meditación profunda. Cuando llegué a esa parte, simplemente dejé el libro y cerré los ojos. Pensaba: «Dios mío, avísame si Todd está bien». Abrí los ojos y, al hacerlo, vi el rostro de Todd sobre mí. Tenía una sonrisa hermosa y radiante. Me sonreía como diciendo: «Todo está bien. No te preocupes más por mí. Estoy bien. Soy completamente feliz». Su cara estaba en un círculo; parecía una diapositiva; no era tridimensional ni nada. Estuvo ahí un minuto, ¡y zas!, desapareció. Sentí un gran alivio al ver a Todd sonriéndome. Mi esposo estaba en el patio, recuerdo haber salido a contarle mi experiencia, y él también se sintió aliviado.

La petición de Patty se cumplió rápidamente al ver el rostro de su hijo en un círculo, suspendido en el aire como una diapositiva proyectada en una pantalla invisible. Con solo ver el rostro y la expresión de Todd, la preocupación de que estuviera bien se apaciguó.

Rachael es gerente de oficina en una residencia de ancianos en Minnesota. Se llenó de alegría y gratitud cuando tuvo esta visión de CDM cuatro meses después del asesinato de su hija de 17 años, Dawn:

Una noche, alrededor de las 11 y media, escuchaba la radio cristiana y leía un libro. Sonó una versión para piano de la canción "El Shaddai". Levanté la vista y vi a Dawn, como si la estuviera viendo a través de una ventana. Estaba descalza y bailaba una danza litúrgica al ritmo de esta canción. Era como si flotara. Su cabello ondeaba y movía los brazos al ritmo de la música. Vestía una túnica blanca larga que le llegaba hasta los tobillos, con una faja de cuerda trenzada. Todo era muy brillante, muy luminoso. Ella estaba muy feliz, con una hermosa sonrisa como siempre. Dawn expresaba su alegría espiritual a través del baile. Al final de la canción, desapareció. Me sentí muy agradecida y comencé a llorar. Le había rezado al Señor para saber que Dawn estaba bien. Estoy seguro de haberla visto en el cielo, y esto me convenció de que está en paz.

La oración de Rachael fue escuchada cuando vio a su hija en una visión, como si mirara "a través de una ventana" hacia el reino espiritual. Al demostrar su completa alegría y libertad bailando, Dawn le dio a su madre un regalo increíblemente amoroso.

Creer que tu hijo fallecido ha sobrevivido a la muerte es sin duda muy reconfortante. Pero saberlo de verdad porque lo has visto vivo y sano en el cielo es sin duda una bendición espiritual que atesorarás toda la vida.

Clara trabaja en un centro para ciegos en Alberta. Tuvo esta memorable experiencia unos tres meses después de que su hermano, Glenn, falleciera en accidente al aire libren a los 38 años:

Estaba sentada en mi escritorio de la oficina, mirando la pared. De repente, tuve una visión. Vi a mi hermano Glenn corriendo de un lado a otro, como un niño presumiendo. Era como si lo estuviera viendo en otra dimensión. No formaba parte de ella, pero podía verla. Su salud era perfecta. No había nada malo con él en sus extremidades a pesar de que habían quedado lisiadas por la esclerosis múltiple. ¡Ahora podía correr! Lucía radiante y estaba en buena forma física, rebosante de salud. Glenn estaba feliz y me sonreía. Dijo: «Ahora puedo hacer todo lo que antes quería y no podía». Era como si dijera: «¡Mírame, hermanita! Esto es lo que puedo hacer, y soy muy feliz». Luego, la visión se desvaneció poco a poco. ¡Qué suerte tuve de volver a ver a mi hermano! Me sentí muy animada. Fue como si Glenn hubiera dicho: «Estoy feliz. Ahora alégrate tú también por mí».

En este relato, Clara era la observadora,  viendo y escuchando a su hermano «en otra dimensión». Desde ese momento, pudo recordarlo como hombre recuperado y completo, libre ya de la limitación de una enfermedad incapacitante.

Ver a un ser querido fallecido libre de las severas limitaciones de su cuerpo terrenal es, sin duda, motivo de celebración. También nos promete que, si alguna vez sufrimos alguna discapacidad a causa de un accidente o enfermedad, también recuperaremos la salud después de morir.

Allen es masajista en Washington. Tuvo esta vívida visión externa de su madre, quien falleció de cáncer de pulmón a los 53 años, y de su abuelo paterno, quien falleció por infarto a los 76 años:

Alrededor de las 3 de la mañana el hospital llamó para decir que mi madre había fallecido. Me acerqué a la ventana de la sala y miré hacia las montañas. En ese momento, se abrió un agujero y vi otra dimensión. Vi a mi madre con mi abuelo, que había fallecido hacía unos diez años. Era como si yo estuviera a un lado del cristal y ellos al otro. Eran muy sólidos y muy reales. Mi abuelo parecía joven y saludable, rejuvenecido y lleno de fuerza. Simplemente sonrió y dio un paso aparte. Mi mamá llevaba puesto el vestido blanco con el que se casó en el templo. Estaba llena de energía, sana y llena de vida. Me dijo que estaba bien y que ya no le dolía; que se sentía de maravilla. Le dije que la amaba. Empecé a llorar y giré la cabeza. Y cuando miré hacia atrás, ya no estaban. Me arrepentí de haberme dado la vuelta, porque al hacerlo, la ventana a esa dimensión se cerró.

Allen pudo ver y oír a su madre a los pocos minutos de su muerte, cuando se abrió un agujero en otra dimensión. También le tranquilizó saber que su abuelo estuvo disponible de inmediato para ayudarla tras su fallecimiento.

Edie es capellana y facilitadora de duelo en un hospicio norteamericano. Adquirió una nueva comprensión después de que su hijastro de 14 años, Michael, muriera en su bicicleta atropellado por un conductor que se dio a la fuga:

Llegamos al velatorio y nos paramos frente al ataúd de Michael. Recé en silencio. De repente, con los ojos bien abiertos, vi algo parecido a una película frente a mí, justo por encima de mi vista. Vi un hermoso campo verde y ondulado con flores, pájaros y mariposas. Estaba muy iluminado y los colores eran claros y vivos. ¡Vi a Michael saltando y corriendo! Se detuvo, me miró y tenía una hermosa sonrisa. Sus ojos brillaban y su rostro lucía una sonrisa radiante. Estaba sano, alegre y no sufría. Estaba rodeado de amor y no albergaba ira ni amargura. Michael dijo: «Estoy bien. No te preocupes por mí». Y con su lenguaje corporal, añadió: «No te sientas triste. No soy yo a quien ves en el ataúd. ¡Estoy aquí!». Parpadeé, y él seguía allí, de pie. Y entonces la visión se desvaneció. Cuando volví a mirar su cuerpo en el ataúd, me di cuenta de que sólo era un templo vacío, el lugar donde había vivido durante un tiempo, y él ya no estaba allí. Al darme la vuelta sentí una ligereza en mis pasos, como si me hubieran quitado un peso de encima. Sabía que Michael estaba bien, no había ninguna duda al respecto. Al principio, esta experiencia interrumpió parte de mi duelo. Mi dolor desapareció, pero no mi pena, ni la ausencia de mi hijastro como persona.

Ver a Michael en una película le aseguró a Edie que su hijastro había sobrevivido a la muerte física. Y como capellana de hospicio recibió un don espiritual valioso para compartir con sus pacientes moribundos.

¿Qué contraste más dramático puede haber que observar a nuestro ser querido fallecido durante una CDM y, al mismo tiempo, ver su cuerpo vacío en el ataúd? Varios relatos de nuestros archivos contienen experiencias similares ocurridas durante un funeral, un servicio conmemorativo o un entierro.

Edie hizo una distinción muy importante cuando afirmó: «Mi dolor se fue, pero no mi pena, ni la ausencia de mi hijastro como persona». Haber vivido una o más experiencias de CDM puede disipar la preocupación por el bienestar de nuestro ser querido fallecido pero seguiremos extrañando su presencia en nuestra vida y tendremos una necesidad constante de lamentar el vacío que nadie más podrá llenar.

Trish, de 55 años, es reclutadora ejecutiva para una corporación en La Florida. Tuvo esta alegre visión poco después del fallecimiento de su amiga íntima, Ginny:

Tenía una amiga que vivía en las Islas Vírgenes. La última vez que vi a Ginny sufría de cáncer. Estaba muy, muy enferma, con un aspecto demacrado y angustiado. Recibí un telegrama de su esposo diciendo que había fallecido. Pensé: "¡Qué horror!". Me sentí muy deprimida por su muerte. Más tarde, cuando estaba en mi auto conduciendo a casa desde el trabajo, me costaba mucho contener las lágrimas. Me recorrían la cara. ¡De repente, vi esta maravillosa foto de Ginny frente a mí! Sonreía de oreja a oreja y su rostro estaba muy animado. Sus ojos brillaban, su piel resplandecía y sus dientes relucían. Sentí que venía a decirme: "¡No llores! ¡Mírame! ¡Estoy tan feliz!". Ginny me hizo sentir que todo estaba bien. La sensación de paz que sentí fue maravillosa.

Cuando Trish vio una "maravillosa foto" de Ginny suspendida frente a ella supo al instante que ya no tenía por qué compadecerse de su amiga. La mayoría de las personas se sienten fatal tras la muerte de un ser querido y piensan: "Pobrecita, se le acabó la vida". Si tuvo una enfermedad larga y dolorosa, se consuelan diciendo: "Al menos ya no le duele". Esta CDM implica que no solo ha terminado el sufrimiento de Ginny, sino que también ha entrado en una nueva vida más feliz, libre y maravillosa.

Katie es ama de casa en el sureste. Quedó viuda cuando su esposo Dick, de 30 años, fue asesinado por un intruso que irrumpió en su casa.

Al día siguiente del funeral de Dick la policía me llevó de vuelta a la comisaría para interrogarme. Me dejaron sola en una habitación durante unos quince minutos. Me quedé allí sentada, preguntándome dónde estaba y diciendo: «Por favor, Dick, avísame. Haz algo para que sepa que estás bien». Mientras miraba por la ventana, con mirada perdida e intentando comprenderlo todo, de repente vi esa imagen. Era del tamaño de un cuadro, unos 30 por 30 centímetros. No podía creer lo que veía: ¡vi a mi marido! Llevaba exactamente la misma ropa con la que lo habían enterrado. Había tres personas a un lado y dos al otro, todas de frente. Distinguí que dos eran hombres y dos mujeres, y el quinto no estaba bien definido. Los brazos de Dick estaban extendidos, abrazando a estas personas. Su expresión y la sensación que experimenté fueron: «Katie, mira, ¡estoy completo de nuevo! ¡Estoy feliz! Voy a estar bien, y tú vas a estar bien». Sabía lo que decía, aunque no hablara. Estaba increíblemente feliz, con la sonrisa más feliz que jamás le había visto. Estaba en su mejor momento. Sus emociones eran tan intensas que podía sentir los sentimientos que irradiaba. Entonces, la imagen se desvaneció. Más tarde esa noche, los padres de Dick y yo estábamos sentados a la mesa conversando. Por alguna razón, hablamos de mi experiencia. De repente, como si se me hubiera encendido una bombilla, la imagen volvió a mí. Supe al instante que esas cuatro personas con Dick eran sus abuelos, y se los describí a sus padres. Todavía no sé quién era la quinta persona. Ahora ya no tengo miedo a la muerte. Sé que cuando llegue mi hora, Dick estará ahí para mí.

Aunque Katie se sintió reconfortada al ver la "imagen" de su esposo, nada puede borrar por completo el traumático recuerdo de la muerte violenta de un ser querido. Esto es especialmente cierto para los sobrevivientes de un asesinato, quienes se ven obligados a renunciar a su privacidad y soportar muchos años dolorosos de interacción con el sistema judicial y los medios de comunicación.

Gay es estudiante universitaria de 36 años, de Luisiana. Tuvo esta magnífica visión de su sobrino de 5 meses, Luke, quien falleció de fibrosis quística:

Mi hermana quedó muy angustiada cuando murió su bebé. Lo había pasado muy mal viendo sufrir a Luke y culpándose. No dejaba de repetir: «Me pregunto si estará triste por todo lo que pasó. Me pregunto si sabía que siempre estuve con él». Más tarde, mientras me maquillaba antes de ir a la funeraria, escuché una vocecita que me llamaba: "¡Tía Gay! ¡Tía Gay!". Mis ojos estaban muy abiertos cuando me giré y vi una visión justo delante de mí, la de Lucas en un entorno celestial. Estaba sentado en el regazo de una mujer. No podía verle el rostro, pero en mi corazón sentí que era María, la Santísima Madre. Vestía una larga túnica blanca que le llegaba hasta los pies, y su pequeña mano femenina lo rodeaba por las nalgas para sujetarlo. Luke vestía un traje azul de bebé, con cuello y botones al frente. Estaba peinado, todo en su lugar, y se veía perfectamente saludable. Su rostro estaba radiante, y sonreía. Era solo un bebé, pero habló con una inteligencia que me asombró. Dijo: «Quiero que le digas a mi madre que sabía que estaba ahí. Sabía que hizo lo mejor que pudo por mí. Dile que estoy bien y que la quiero». Y siguió diciendo: «Tienes que decírselo a mi madre hoy porque será la única manera de que sobreviva al funeral mañana. ¡Te creerá!». Me hizo prometerlo, y dije que lo haría. Después de que terminó esta visión, dudé de mí misma. Se lo conté a mi mejor amiga y me dijo: "¡Creo que sí! Tienes que contárselo a tu hermana porque le prometiste a Luke que lo harías". Así que fui a la funeraria y le conté a mi hermana mi experiencia con Luke y Santa María ¡Y me creyó enseguida! ¡Era justo lo que necesitaba oír! Ahora sabía que Luke estaba feliz y que ya no estaba enfermo. Sabía que su bebé estaba en el cielo y tenía un poco de paz.

Esta hermosa visión de CDM permitió a Gay ver a su sobrino en un ambiente celestial. Y, afortunadamente, tuvo el valor de entregarle el mensaje urgente de Luke con prontitud, lo que consoló a su madre justo antes de enfrentarse a la cruda realidad de su funeral.

Puede parecer sorprendente que un bebé de 5 meses pudiera hablar como hizo Lucas, y da un mensaje tan elaborado a su tía. Si bien esto no se puede explicar en términos terrenales, el caso de Gay es uno de las varias CDM de nuestros archivos en los que bebés o niños pequeños fallecidos demostraron una conciencia y habilidades muy superiores a su edad cronológica.

Este relato es también el primero de varias experiencias del libro que involucran a una figura religiosa conocida como María. Los otros relatos incluyen a Jesús o a un ángel.

Los demás relatos de este capítulo son ejemplos de visiones internas de CDM que surgieron repentinamente en la mente de quienes las experimentaron y que percibieron con los ojos abiertos o cerrados. Quizás estas "imágenes" o "películas" nos las transmitan nuestros seres queridos fallecidos mediante telepatía o un proceso similar aún desconocido.

En cada uno de los cuatro relatos siguientes, los que experimentaron el suceso tenían los ojos abiertos.

Ross, quiropráctico de Virginia, tuvo esta visión interna de su suegra unos seis meses después de que muriera de cáncer a los 58 años:

Estaba en casa de mi suegra, en su cocina, donde pasaba gran parte de su tiempo. Abrí los ojos cuando una imagen muy clara e inequívoca de ella me vino a la mente. Me acompañó una sensación de absoluto deleite. Era una mujer muy digna en vida. Ahora vestía como una animadora, con una falda a cuadros y una blusa blanca, y parecía unos treinta años más joven que cuando murió. Tenía una sonrisa radiante, con ese tipo de optimismo que tiene la gente cuando está realmente emocionada y realmente feliz por algo. Mi suegra estaba literalmente dando saltos, saludando y sonriendo. Asentía con la cabeza, como para asegurarme que todo estaba bien y que la estaban cuidando.

Tras ver a su suegra en una "imagen" interna, Ross pudo informar que parecía treinta años más joven que cuando murió. Como probablemente habrá notado, muchos seres queridos fallecidos parecen años más jóvenes durante una CDM que al momento de su muerte. Si nuestro cuerpo terrenal alguna vez se enferma, imagine la alegría que sentiremos después de morir al descubrir que tenemos un cuerpo no físico perfecto, que refleja nuestra verdadera identidad espiritual.

Toni trabaja para una asociación de desarrollo económico en La Florida. Su padre falleció de una enfermedad cardíaca a los 70 años.

Mientras conducía de regreso a casa desde la casa de mi madre, mi padre apareció ante mí en una visión, tres semanas después de su fallecimiento. Fue algo que vi en la mente. Al principio parecía tener la misma edad que cuando murió. Luego se animó considerablemente y mostró una gran sonrisa. Al sonreír, adquirió una apariencia muy juvenil. Estaba muy sano y feliz, irradiando paz. Su mensaje parecía ser: «Estoy bien. Así es como debes recordarme». Entonces vi a todos mis parientes fallecidos acercarse a él, como si lo estuvieran saludando. Tenían el mismo aspecto que cuando aún vivían. Estaban muy sanos, muy felices y muy cariñosos. Esta experiencia me dio paz y me hizo más fácil aceptar la muerte de mi padre.

Las CDM suelen ser notablemente similares. Comparen este relato de la visión interna de Toni sobre su padre con el siguiente, la visión interna de Gary sobre su hija.

Gary es asistente de compras en una universidad de Washington. Tuvo esta conmovedora experiencia con su hija de tres meses, Lauren, quien falleció por el síndrome de muerte súbita del lactante,  y con su padre, quien falleció por infarto a los 40 años:

Esta visión interna se me ocurrió mientras conducía unos cinco días después de la muerte de Lauren. Tenía los ojos abiertos y la vista fija en la carretera. De repente, ¡me imaginé a mi hija sentada en las rodillas de mi padre! Él la rodeaba con un brazo por la cintura. Lauren llevaba un vestido rosa con pechera y estaba feliz y sonriente. Mi abuela estaba de pie, junto a ellos, y mi tío estaba detrás de mi padre. Al fondo estaban algunos de mis otros familiares fallecidos. Era un lugar muy tranquilo, y todos estaban felices. Por la expresión de mi padre noté que estaba muy orgulloso de Lauren. La visión terminó con mi padre diciendo: «Está bien». Sonreí, y poco a poco se fue desvaneciendo. Me sentí totalmente aliviada, como si me hubieran quitado un peso de encima. Lauren estaba feliz y todo iba a estar bien. Sabía que estaba con mi familia y me sentí en paz.

Como se indica en el relato de Gary y otras CDM de este libro, los hijos fallecidos son recibidos con prontitud, y cuidados con cariño, por una multitud de familiares que los reciben con los brazos y el corazón abiertos. Con su guía cariñosa y sabia, podemos esperar que nuestros hijos sigan creciendo emocional, mental y espiritualmente hasta que nos reunamos con ellos.

Elaine, ama de casa en una zona rural de Canadá, tuvo esta exquisita visión de CDM unos 10 días después de que sus dos hijas, Noelle, de 17 años, y Christie, de 10, murieran en un accidente agrícola:

Mi esposo y yo estábamos sentados en el sofá de la sala abriendo tarjetas de condolencias. Tenía los ojos abiertos cuando, de repente, vi a las niñas dentro de mi cabeza. Parecía como si estuviera viendo una imagen a color en una pantalla de televisión. Era muy realista, pero no completamente tridimensional. Noelle y Christie estaban allí, de pie, cogidas de la mano, como si miraran hacia arriba. Estaban bañadas por una luz blanca muy brillante y clara. ¡La luz era indescriptible! Era más brillante que cualquier cosa que haya visto antes, y debería haberme lastimado los ojos, pero no lo hizo. Las chicas estaban rodeadas de luz y se veían muy claras, pero todo a su alrededor estaba borroso. Sus rostros estaban eufóricos. ¡Estaban tan felices y en paz! Di un suspiro de alivio al saber que Noelle y Christie estaban bien. Lo que me había estado preocupando era: "¿Estaban bien? ¿Extrañaban a mamá y papá? ¿Echaban de menos su hogar?". Y cosas así. Entonces supe que ya no tenía que preocuparme por ellas. Solo tenía que afrontar mi  dolor y retomar el rumbo de mi vida. Antes, era bastante escéptica. Siempre dudaba al escuchar una historia como esta. Pero esta experiencia renovó mi fe. Dios sabía lo que sentía, y fue su manera de consolarme y permitirme continuar con el resto de mi duelo.

¿Qué mayor consuelo puede recibir una madre de luto reciente que saber que sus dos hijas fallecidas están juntas en la luz? Sin duda, esta es la misma luz espiritual brillante que tantos niños y adultos han visto al tener una experiencia cercana a la muerte.

Los relatos restantes de este capítulo son ejemplos de visiones internas de CDM que los participantes vieron con los ojos cerrados.

Wendy, enfermera de Massachusetts, recibió esta visión interior después de que su hijo Dean, de 19 años, muriera en accidente de motocicleta:

Dean cursaba segundo año en Harvard cuando lo mataron. Esto ocurrió tres años después, y habría sido el día de su graduación. Salí de mi oficina a fumar un cigarrillo. Estaba sentada sola, en la silla de una habitación, y cerré los ojos. De repente, vi una imagen de mi hijo con un hombre que parecía ser Jesús. Fue una visión interna, y la imagen era tan clara que era casi como si estuvieran frente a mí. Dean llevaba toga y birrete negros de graduación, y Jesús llevaba una larga túnica blanca, cabello largo y barba. Ambos sonreían, y Jesús parecía complacido. Dean estaba muy feliz, y pensé que estaba en el cielo. La visión no duró más de un minuto, solo ese breve instante que me hizo saber que todo estaba bien. Ahora sé dónde está mi hijo y me alegro mucho por él.

Evidentemente, Wendy entró espontáneamente en un estado de meditación que le permitió ver a Jesús con su hijo. Las dos siguientes CDM también ocurrieron durante la meditación.

Faith es psicóloga que trabaja con niños con enfermedades terminales en La Florida. Recibió una importante tarea unas dos semanas después de que su paciente de 13 años, Suzie, falleciera de leucemia:

Estaba en un círculo de meditación y, de repente, Suzie se me apareció en una visión. Me dijo: «Llama a mi madre y dile que no se preocupe por mi edredón». Estaba muy feliz, muy alegre, y había mucha luz alrededor de su rostro y cabeza. Sabía que si llamaba su madre me enredaría en una larga conversación. En segundo lugar, ¿qué era eso de la colcha? Así que, de nuevo, la niña se me apareció y me dijo: «Llama a mi madre para hablar de la colcha». Al día siguiente, llamé a la madre de Suzie. Me dijo: «Me alegra mucho que hayas llamado porque ayer fue el peor día desde que murió Suzie. Estaba tan triste que cogí la colcha de Suzie y salí. Me acosté bajo el árbol y lloré sin parar». Dije: "¡Espera, necesito decirte algo! Ayer, en un grupo de oración, Suzie se me apareció y me pidió que te dijera: 'No hay problema con mi edredón'. ¿Te parece bien?" La madre de Suzie estalló en llanto y dijo: “No lo creerás, pero cuando estaba llorando bajo el árbol, me sentí mal porque Suzie había tenido esta colcha desde que era bebé, la llevaba consigo a todas partes, a todos lados, y nunca se paraba de ella. Cuando la enterramos, no pude soportar separarme de su colcha. Me sentía muy culpable por guardarla. No sabes lo bien que me siento al oír esto. ¡Me alegra tanto que hayas llamado!”.

Por temor a parecer ingenuos o a ser rechazados, podemos dudar en entregar un mensaje de CDM, especialmente si tiene poco o ningún significado para nosotros. Pero, como ilustra claramente el relato de Faith, dicho mensaje puede tener un gran significado para su destinatario.

El relato final es de Claire, psicóloga de Nueva Jersey. Tuvo una CDM meditativa después de que su padre falleciera de insuficiencia cardíaca a los 87 años:

Tras la muerte de mi padre, sentí una enorme pérdida. Aunque no tenía ninguna afiliación religiosa sentí la necesidad de orar por él. Fui a una iglesia presbiteriana, el servicio me resultó muy conmovedor, y me invitaron a unirme a su grupo cristiano de oración y meditación. Empecé a meditar con el único propósito de encontrar fe. Pero la primera vez que lo intenté, me quedé dormida. La segunda vez no pasó nada. La tercera vez tuve esta experiencia. Estaba sentada en la sala, relajándome, y mi esposo tocaba al piano el "Canon en Re", de Pachelbel. La música tenía una cualidad relajante y repetitiva que parecía facilitar el estado meditativo. Tenía los ojos cerrados y las manos con las palmas hacia arriba, símbolo de permitir que algo de Dios se manifieste. De repente, vi una imagen vívida de mi padre, pero solo de cintura para arriba. Estaba en la flor de la vida, alrededor de los cincuenta. Tenía una apariencia sólida y su rostro estaba relajado, parecía restaurado y saludable. Sentí una conexión muy intensa, una profunda sensación de la presencia de mi padre. La experiencia fue muy sencilla, y cuando abrí los ojos, todo había terminado. Tuve una intensidad sin precedentes en mi vida. Sentí como si hubiera estado en comunicación con mi padre y hubiera establecido una conexión con algo más allá de este mundo.

Cuando meditamos con los ojos cerrados, podemos ver una imagen o película vívida en nuestra pantalla visual interna. Y a veces puede ser la imagen de un ser querido fallecido que podría aprovechar esta oportunidad para comunicarse con nosotros, como lo hizo el padre de Claire.

Ya sea que se observen externa o internamente, con los ojos abiertos o cerrados, todas las visiones de la CDM son básicamente iguales y transmiten información similar. Estas vívidas imágenes invariablemente revelan que nuestros seres queridos fallecidos están llenos de paz y alegría en su nueva vida.

¿Recuerdas esa sensación, cálida y relajada, que experimentas al dormirte o al despertar? El siguiente capítulo presenta relatos de personas que experimentaron la CDM en este estado crepuscular.

 

CAPÍTULO 9. Encuentros en Alpha: CDM de Crepúsculo

  Así como un pajarito rompe su cascarón y sale volando, nosotros también salimos volando de este cascarón, del cuerpo. A eso lo llamamos muerte, pero, en realidad, la muerte no es más que un cambio de forma. —Swami Satchidananda.

Varios CDM ocurren justo cuando las personas se quedan dormidas o al despertar. Este nivel de consciencia, semidespierto y semidormido, suele denominarse estado crepuscular o estado alfa. A estas experiencias las llamamos CDM crepusculares, un tipo bastante común de comunicación después de la muerte.

El estado alfa es un nivel de consciencia que se puede alcanzar mediante diversas técnicas de relajación, ejercicios de meditación, hipnosis y oración profunda. Puedes entrar en este estado de consciencia espontáneamente cuando sueñas despierto o te sientes creativo. Según nuestra investigación, un ser querido fallecido puede contactarte con mayor facilidad si te encuentras en un estado mental relajado, abierto y receptivo.

Durante el estado alfa, puede ocurrir cualquier combinación de los siguientes tipos de CDM: percibir una presencia, oír una voz, sentir un tacto, oler una fragancia, apariciones parciales o totales, y visiones. El propósito de este capítulo y del siguiente, dedicado íntegramente a las experiencias del sueño, es demostrar que las CDM que las personas reportan son esencialmente los mismos, ya sea que estén completamente despiertas, en estado crepuscular o profundamente dormidas.

Los relatos de este capítulo se presentan de forma progresiva, una secuencia que va desde sentir la presencia de familiares o amigos fallecidos hasta verlos durante la CDM.

Gene, de 27 años, trabaja en un cementerio de Oklahoma. Recibió un mensaje muy necesario de su hermano, Roger, quien falleció en un accidente de helicóptero del Ejército en Corea a los 24 años:

Esperábamos la llamada de Roger en Nochebuena, pero nunca llegó. Más tarde, esa noche, un oficial del ejército llegó a casa. Leyó un telegrama y le dijo a mamá que el ejército lamentaba informarle que su hijo había muerto sirviendo a la patria. Cuando recibimos la noticia, ¡no podíamos creerlo!

La tarde del día de Navidad estaba cansado y me acosté. ¿Sabes cómo te sientes cuando estás entre la vigilia y el sueño y aún oyes todo lo que pasa pero no eres consciente de ello? Y Roger vino a mí. Sentí su presencia, pero no podía verlo. Sentí que decía: «Todo está bien. Todo está bien. Dile a mamá que estoy bien y que no se preocupe por mí. Dile que la quiero». Me dijo que consolara a mamá lo mejor que pudiera y me asegurara de que lo llevara bien. Duró unos tres minutos. En cuanto me desperté del todo, fui a contárselo a mamá, y eso nos hizo sentir mejor a ambos. Desde que llegó Roger, se me ha demostrado que debe haber vida después de la muerte. Y ahora creo que está en el cielo.

Gene ofrece una buena descripción de lo que se siente al estar en duermevela al quedarse dormido. En este nivel somos conscientes de nuestro entorno inmediato, pero podemos estar desconectados de él.

Otro caso es el de Cora. Es granjera y partera o comadrona de 31 años, de Tennessee. Su padre regresó a ella poco después de morir de infarto y así lo cuenta:

Recibí la llamada de mi madre diciéndome que mi padre había muerto. Todo el día siguiente estuve terriblemente disgustada y llorosa. Por la tarde me acosté a dormir la siesta y me dormí bastante rápido. Lo siguiente que recuerdo es que me desperté semiconsciente. Me oí decir: «¡Hola, papá! ¿Cómo estás? ¿Estás bien? ¿Te gusta dónde estás? ¿Eres feliz?». Entonces oí a mi padre decir telepáticamente: «Sí, estoy bien. Todo va a salir bien. No te preocupes. ¡Sí, se está genial aquí!».

Una clara sensación de paz pareció invadir mi ser y toda la habitación. Fue un gran cambio con respecto a lo que había estado sintiendo. De repente, sentí que todo en el universo estaba en su lugar. Supe que podría afrontar toda la situación: volver a casa con mamá y ocuparme del funeral de papá. Me sentí muy agradecida con Dios y mi papá por esta experiencia.

Cora atravesó el estado de duermevela al despertar. La paz mental que recibió de esta CDM le dio la fuerza y la confianza que necesitaba para afrontar el funeral  y los demás días emocionalmente difíciles que le esperaban.

Jack, un policía retirado de la ciudad de Nueva York, vive en Florida. Su amada esposa, Kitty, con quien estuvo casado durante 49 años, falleció de cáncer a los 68 años.

Soy realista. He sido muy realista toda mi vida. Nunca me he dejado llevar por estas experiencias extrañas. Pero aproximadamente un mes después de la muerte de mi esposa, una noche empecé a dormirme. Estaba medio dormido y medio despierto. Estaba acostado en el lado derecho de nuestra cama tamaño enorme, y tenía el brazo izquierdo extendido sobre lo que Kitty llamaba su "almohada de los abrazos". De repente, juré que Kitty me apretaba la mano izquierda con ternura. ¡Sabía que era ella! Sentí la presión de su mano suave y cálida.

Sentí que toda la habitación se llenaba de un aura de paz y amor. Era como si intentara tranquilizarme y asegurarme que no me preocupara, que todo estaba bien. Tuve la sensación de que Kitty intentaba decirme: «No te apresures. Ya tengo un sitio reservado para ti y estaré aquí arriba esperándote». Y me he sentido mucho mejor desde entonces.

Tanto Cora como Jack informaron que una paz profunda invadió las habitación durante la visita del difunto. Esto implica que nuestros seres queridos fallecidos irradian una energía espiritual que puede perdurar incluso después de la visita.

Lisa, que administra un centro de recreación en el noroeste de Norteamérica, tuvo este afectuoso encuentro dos meses después de que su pareja, Julie, muriera de cáncer a los 40 años:

Había llevado a mi gato a sacrificar por estar terminal a causa de leucemia felina. Al llegar a casa estaba bastante agotada emocionalmente. Así que me acosté sobre las cuatro de la tarde. De repente, pude oler el perfume “Shalimar” que Julie siempre usaba. Entonces sentí que la cama se hundía cuando se sentó junto a mis piernas y la sentí inclinarse y besarme en la mejilla. Fue una sensación cálida y amorosa.

Intenté con todas mis fuerzas abrir los ojos para verla y tocarla, pero no pude. Entonces oí su voz y me relajé. Me dijo: «Cariño, todo va a estar bien. Yo estoy bien, y tú vas a estar bien». Me consoló mucho.

La sensación duró varios minutos, y luego sentí que su peso se levantaba de la cama y su olor se desvanecía. A medida que la cálida sensación se disipaba, pude abrir los ojos y desperté por completo. Me sentí muy bendecida y di las gracias a Julie y a Dios por su regreso. Esto reafirmó el amor que sabía que nos teníamos.

Julie claramente programó su visita para consolar a Lisa justo en un día en que realmente necesitaba consuelo. El duelo por la pérdida de la compañía de una mascota querida puede ser un proceso muy solitario, ya que los dueños de mascotas en duelo rara vez reciben el apoyo emocional que merecen.

Otro ejemplo es el de Helga, exsecretaria en La Florida, que tuvo una reunión significativa con su madre fallecida de un derrame cerebral a los 78 años:

Era muy temprano por la mañana, tres semanas después del fallecimiento de mi madre. Intentaba despertarme en medio de un duermevela cuando vi a mi madre junto a mi cama, entre ésta y la pared, de cintura para arriba. Era una imagen consistente y estaba a unos sesenta centímetros de distancia.

La vi con mucha claridad. Parecía de unos cincuenta años, de cuando llevaba el pelo con pequeños rizos castaños. Vestía un atuendo que le encantaba, con estampado floral marrón y lila.

Mi madre parecía muy preocupada porque estaba inquieta por mí. Me dijo en alemán: «Helga, no me llores más. Estoy bien. Me he liberado de todo». Me quería tanto que necesitaba comunicarme que estaba bien. Con eso me levanté y desperté por completo, buscándola, pero ya no estaba. Quedé atónita por esta experiencia. Fue hermoso, pero en ese momento no supe qué pensar.

Un relato como el de Helga puede hacer que te preguntes sobre quienes han sufrido un duelo pero nunca han tenido una experiencia de CDM. ¿Acaso es que esas personas son menos dignas de tener la experiencia? ¿Han sido abandonadas? ¿Deberían asumir que a sus seres queridos fallecidos no les importa su pérdida y sufrimiento? Este tema se abordará a fondo en el capítulo final del libro.

Bruce, de 43 años, es consultor de una empresa contratista de defensa en La Florida. Descubrió una nueva perspectiva de la vida poco después de que su padre falleciera a causa de una enfermedad cardíaca.

Esto ocurrió una semana después de la muerte de papá. Estaba medio despierto y a la vez medio dormido cuando me di cuenta de que mi padre estaba a los pies de la cama. No me asusté, pero despertó mi curiosidad. Parecía mucho más joven y estaba muy saludable, como si tuviera unos cuarenta años.

Papá flotaba a un metro del suelo con lo que parecía un mono blanco brillante. No era del todo sólido, pero tampoco transparente; no podía ver a través de él. Era como un resplandor, casi radiante. Se le veía muy tranquilo y decidido.

Al tomar consciencia de él, pasé de ese período de duermevela a estar completamente despierto. Lo observé durante varios segundos. Escuché claramente decir con su voz: «No te preocupes por mí. Todo va a estar bien». Luego comenzó a desmaterializarse y se desvaneció. Eso fue todo.

Personalmente, no me importa convencer a nadie más porque sé que ocurrió. Sé lo que vi: mi padre estaba allí, ¡no me cabe la menor duda! Después de eso, empecé a sentir que la vida es un continuo, y que esta vida es solo un paso. La muerte es solo cruzar una puerta.

A medida que Bruce pasaba del estado de duermevela al de vigilia plena se convenció de que su encuentro con su padre fue real. Su idea de que "la vida es un continuo" es otra forma de expresar el concepto de inmortalidad. Las CDM sugieren que la vida se extiende más allá de la puerta que llamamos muerte. Al atravesar este cambio y entrar en la siguiente etapa de la vida, evidentemente conservamos nuestra identidad, personalidad y memoria. Es decir, parece que lo llevamos todo con nosotros, excepto nuestro cuerpo físico y posesiones materiales.

Por otro lado, tenemos a Sandra, ama de casa en Ohio. Tenía solo 21 años cuando su padre, que había fallecido de un infarto a los 56 años, la contactó:

Siete u ocho meses después de la muerte de mi padre yo seguía sufriendo mucho y no era capaz de seguir adelante con mi vida. Me costaba mucho aceptar su pérdida y me ahogaba en el dolor.

Esta experiencia parecía un sueño, pero fue más como, digamos un estado alfa. Sentí la presencia de mi padre y lo oí decir: "¡Quiero que dejes esto atrás! Te quiero y quiero a tu madre, pero es hora de que sigas adelante con tu vida. Estoy feliz donde estoy. Por favor, deja de desear que vuelva, tengo otras cosas que hacer. ¡Tienes que dejarme ir!.

Después de eso, estuve muy alerta, muy despierta. Vi a mi padre de pie, en la esquina de la habitación. Podía verlo con bastante claridad, de la cabeza a la cintura. Tenía una mirada de satisfacción, como si quisiera demostrarme que estaba bien. Sentí su cariño, y luego se fue. Esto me cambió casi al instante. Sentí como si me hubieran quitado un peso de encima. Sentí tanta paz y aceptación por la muerte de mi padre que pude seguir adelante con mi vida y no seguir en una espiral descendente de destrucción.

A veces, nuestros seres queridos fallecidos ejercen un amor severo para obtener toda nuestra atención, tal como fue necesario hacer con esta fuerte reprimenda del padre de Sandra para que ella pudiera superar el abatimiento. Su cambio inmediato de perspectiva le permitió, finalmente, aceptar su muerte y salir de su espiral descendente lo que, probablemente, liberó a su padre para seguir adelante también con su vida.

A lo largo de nuestra investigación descubrimos que muchos relatos de CDM contienen súplicas apasionadas de seres queridos fallecidos, como la de: «Déjame ir». Al parecer, nuestras emociones de tristeza prolongada y profundo dolor pueden frenarlos, casi magnéticamente, y evitar que progresen en su nueva vida. Quizás también tengan la obligación espiritual de ayudarnos con nuestro dolor antes de que puedan seguir adelante.

He aquí una analogía que podría aclarar esto. Imagina que eres un estudiante universitario que ha ganado una beca y se ha ido al extranjero para asistir a una universidad prestigiosa. ¿Cómo te sentirías si cada día recibieras llamadas y cartas de tus familiares y amigos diciéndote cuánto te extrañan y que no pueden vivir sin ti, deseando que vuelvas a casa lo antes posible?

Imaginemos cómo nos liberaríamos si supiéramos, sin lugar a dudas, que nuestros difuntos y seres queridos disfrutan de una nueva vida más feliz. Sería mucho más fácil dejarlos ir con la certeza de que todos nos reuniremos de nuevo.

Marge es agente inmobiliaria en La Florida. Recibió esta sorprendente visita de la primera esposa de su esposo, Emily, quien tenía 38 años cuando falleció de cáncer y dejó a sus dos hijos pequeños:

Nunca me presentaron a Emily; solo la conocí por fotografías. Esto ocurrió unos tres meses después de que Stephen y yo nos casáramos. Fue de madrugada, cuando estaba medio dormida y despierta.

¡Allí estaba Emily, de pie junto, a nuestra cama! Era igualita a sus fotos. Llevaba un vestido blanco suelto y se veía tan tranquila, pacífica y cariñosa. Me incorporé a medias un poco aturdida.

Era como si Emily estuviera allí en persona. ¡Brillaba! Un aura blanca y brillante, un gran círculo de luz la rodeaba. ¡Era hermosa, absolutamente hermosa! Y dijo: «Está bien. No te alarmes. Será bueno para los niños y tu matrimonio estará bien. Vas a ayudar mucho a mis hijos». Y luego se fue.

Siempre estaba nerviosa y tensa por la situación hasta esa noche. Después de la experiencia con Emily me sentí más tranquila al saber que ella aprobaba que yo ayudara a criar a sus hijos.

Es probable que Emily alcanzara una lucidez excepcional tras morir, lo que le permitió aceptar plenamente a Marge y expresar su amorosa aprobación. Ojalá todos los padres y madres fueran tan generosos con los padrastros que cuidan de sus hijos.

Louise, de 40 años, es recepcionista en Carolina del Norte. Ryan, un amigo de la familia, le pidió que le hiciera un favor justo antes de su funeral. Ryan tenía veintitantos años cuando se ahogó.

Me fui a la cama y Ryan se me apareció. Estaba entre medio dormida pero tenía los ojos abiertos. ¡Lo vi de pie a los pies de mi cama! Se veía muy sano y fuerte. Estaba muy tranquilo y tenía una expresión de paz en su rostro.

Dijo: «Louise, quiero que hagas algo por mí. Quiero que le digas a mi madre que haga un “llamado al altar” en mi funeral. He perdido a seres queridos que quiero salvar». Cuando me incorporé, Ryan desapareció.

Un “llamado al altar” es cuando se toca música suave y el predicador pregunta si hay alguien que no haya sido salvo y entregado su corazón al Señor. Luego les pide que, por favor, se acerquen al altar, oren y entreguen su vida a Dios.

Dudé mucho en contárselo a la madre de Ryan porque sabía que su familia no asistía a la iglesia con regularidad. Así que no sabía cómo manejaría esto. Pero a la mañana siguiente le conté lo sucedido. Dijo que creía que su hijo había acudido a mí, y que si eso era lo que él quería, eso haría.

Así que hubo un llamado al altar en el funeral de Ryan, y su hermano, Eddie, se salvó. Esto marcó un gran cambio en la vida de Eddie, pues había sido un poco salvaje, ¡y ahora es policía!

Afortunadamente, Louise tuvo la valentía de correr el riesgo de transmitir el mensaje de Ryan. A su vez, su madre estuvo dispuesta a aceptar su petición y actuar en consecuencia. Quizás Ryan sabía de antemano que un llamado al altar en su funeral brindaría a su hermano la oportunidad espiritual de reorientar su vida.

María trabaja para el gobierno federal y vive en Maryland. Estaba en el estado alfa cuando tuvo esta conmovedora experiencia con su suegra, Angelina, quien había fallecido a los 80 años:

Mi suegra vivió en nuestra casa durante unos cinco años antes de morir. Tenía doble amputación de miembros y ceguera por la diabetes. Estábamos muy unidas, casi como madre e hija.

Dos días después de la muerte de Angelina, mi nieto Tony, de dos años, estaba acostado a mi lado en la cama, y yo esperaba a que se durmiera. No sé si estaba medio traspuesta pero, de repente, levanté la vista y ¡Angelina estaba de pie junto a la cama! Mentalmente, pensé: "¡Dios mío! ¡Ha recuperado las piernas!". Me asombró que estuviera de pie. Ya no parecía vieja; era veinte años más joven. Su piel estaba perfectamente tersa, como cuando me casé con su hijo. Llevaba un precioso vestido blanco brillante. Pero Angelina no me miraba a mí, sino a Tony, que yacía horizontalmente en la cama. Él había sido la alegría de su vida. Dijo, con tanto amor en la voz: «Mi querido amor». Su rostro irradiaba una luz refulgente. Sonreía y sus ojos brillaban de amor.

Me incliné y dije: "¡Ay, Angelina! ¡Has vuelto! ¡Has vuelto!". Entonces se giró, me miró y dijo: "No, cariño. Solo vine a despedirme". Dicho esto, volvió a mirar a Tony y dijo: "Mi querido, te quiero muchísimo".

Inclinó su rostro hacia abajo, casi tocándome la cara, y dijo: «También te quiero, María. Adiós». Luego desapareció rápidamente y me desperté por completo.

Pensé: «Oh, fue un sueño». Pero cuando miré a Tony, estaba acostado exactamente en la misma posición en la que lo había visto en el duermevela. Así que supe en ese momento que no era un sueño: ¡era una verdadera visita de Angelina!

Es emocionante saber que Angelina, que era ciega, por fin pudo ver a su querido bisnieto. Quizás algún día María le cuente a Tony sobre la vez en que su bisabuela hizo una visita muy especial para despedirse de él tras su muerte.

Faye es taquígrafa judicial en el sureste de Estados Unidos de Norteamérica. Le abrumaba el dolor tras la muerte de su hijo, Chris, de 16 años, a causa de una enfermedad cardíaca no diagnosticada. El padre de Chris se quitó la vida justo después de su muerte, lo cual fue doble tragedia para todos nosotros. Me sentí profundamente desconsolada.

Mi experiencia ocurrió poco después de la muerte de su padre. Era justo antes del amanecer, y yo estaba entre despierta y dormida. Supongo que lo llamaríamos sueño crepuscular.

¡Sentí que Chris se sentaba en mi cama! Era muy sólido y muy real. Podía sentir su presencia y olerlo. Podía mirarlo a los ojos y ver su sonrisa. Incluso ver el pequeño lunar debajo de su ojo y la pequeña hendidura en su barbilla. ¡Se veía tranquilo, dorado y hermoso! Parecía de su misma edad y gozaba de muy buena salud. Dijo: «Mamá, quería venir a decirte que estoy bien. Te quiero. No te preocupes por mí». También dijo que su papá estaba bien, pero que tendría que superar sus problemas.

Me quedé allí tumbada media hora, disfrutando de la sencilla dicha que a veces se siente de niña. Solo podía pensar: "¡Esto es un regalo! ¡Chris sí que vino!". Y estaba eufórica.

El relato de Faye es inusual porque es uno de los pocos en nuestros archivos en los que la persona que lo experimenta la comunicación obtiene información sobre otra persona fallecida. La noticia que recibió sobre el padre de Chris implica que terminar con nuestra vida antes de la hora natural de morir puede tener consecuencias que tendremos que resolver después de palmar. El tema del suicidio se explora con más profundidad en capítulos posteriores.

Claude, un dentista de 60 años de Washington, tuvo la visión de las dos hermanas fallecidas de su madre, su tía Pearl y su tía Stella:

Una noche, recostado en la cama, casi despierto pero también somnoliento, tuve lo que la mayoría describiría como una visión. Vi los rostros de mis tías Pearl y Stella.

Parecían muy felices. Estaban bien arregladas y con el pelo bien peinado. Tenían expresiones faciales agradables, como si fueran sonrisas. Me indicaban un estado de bienestar, felicidad y bienestar general. Si viera a dos personas así, en la calle, pensaría: "¡Caramba! Llevan una vida bastante agradable. Les va bien. Son felices y deben estar haciendo algo bueno, algo que vale la pena".

Temprano a la mañana siguiente, diría que sobre las 6 de la mañana mi padre, que vivía en otro estado, me llamó. Me dijo que mi madre había fallecido la noche anterior. ¡Fue realmente impactante! Sabía que no se sentía muy bien, pero no creía que estuviera a punto de morir.

Fue entonces cuando comprendí el propósito de la aparición de mis dos tías. Esta visión me ayudó a reconocer que mi madre estaba en sus buenas manos.

Las tías de Claude decidieron aparecer antes de que se enterara de la muerte de su madre, pero él no comprendió la importancia de su visita hasta que su padre lo llamó por teléfono. Esta experiencia le evitó preocupaciones innecesarias por el bienestar de su madre al saber que estaba en la compañía segura de sus dos hermanas, quienes la cuidarían con cariño.

El último relato es de Mitch, un mecánico de automóviles de La Florida. Tuvo esta CDM que le cambió la vida poco después de que su hija de 23 años, Becky, falleciera en un accidente automovilístico:

No vivía para el Señor cuando mi hija murió. Mi resistencia a Dios era tremenda. La muerte de Becky fue tan impactante que estaba a punto de rendirme y morir. Mi espíritu estaba completamente destrozado.

Esa noche, mi sobrino me ayudó a acostarme y finalmente me quedé dormido. Sobre las dos de la tarde me desperté semiconsciente y tuve una visión. Vi a Becky y a otras dos jóvenes que habían muerto en accidentes automovilísticos similares. Ella las conocía desde la escuela. Estaban todas sentadas en un banco y el fondo había una luz muy brillante.

Pude ver a un hombre allí, de pie, ¡igual que Jesús! Vestía una túnica púrpura y tenía los brazos cruzados. Miraba a las tres niñas y sonreía como si estuviera muy complacido con ellas.

Becky me miró y sonrió, diciendo: «Papá, estoy bien. Solo asegúrate de venir a verme». Estaba muy, muy feliz. Se veía muy bien de salud, exactamente igual que antes de que muriera. Después de la visión desperté por completo. Desperté a mi esposa y le dije: "¡Ya no tenemos que preocuparnos por Becky! ¡La he visto! Está con Dios y en el cielo. No tenemos que llorar porque está bien".

Aunque estaba muy triste pude vivir el funeral sin temor. Sentí una paz inmensa en el corazón y en el alma. Sabía, sin lugar a dudas, que algún día volvería a ver a Becky.

Creo que Dios dijo: “Te di una señal de que tu hija está bien y ahora vas a trabajar para Mí”. ¡Dios me transformó tan rápido que fue increíble! Inmediatamente, vi mi vida de una manera completamente diferente y supe que había cambiado. Fue como una regeneración. Empecé a vivir para el Señor, a ir a la iglesia y a trabajar con adolescentes lo mejor que podía. Y sigo haciéndolo hoy, ocho años después.

Esta historia ilustra el potencial poder transformador de una experiencia de comunicación después de la muerte. A pesar de estar profundamente afligido, Mitch experimentó un renacimiento espiritual y descubrió una nueva dirección y propósito para su vida. Los relatos de este libro demuestran que muchas personas consiguen un crecimiento personal espectacular como resultado de tener una CDM.

Las experiencias crepusculares de este capítulo son prácticamente iguales a las que las personas reportaron tener cuando están completamente despiertas. La única diferencia es que nuestros familiares y amigos fallecidos pueden contactarnos con mayor facilidad cuando nos encontramos en un estado de conciencia relajado, abierto y receptivo.

¿Es posible tener experiencias de CDM mientras se duerme? El siguiente capítulo está dedicado a los relatos de CDM en estado de sueño y responderá a esta y muchas otras preguntas.

 

CAPÍTULO 10. Más que un sueño: CDM en estado de sueño.

Seis semanas después de su muerte, mi padre se me apareció en un sueño. Fue una experiencia inolvidable y me obligó por primera vez a pensar en la vida después de la muerte. —Carl G. Jung.

Muchas personas informaron haber sido contactadas por un ser querido fallecido mientras dormían profundamente. Como no tenían otro nombre para su experiencia, solían llamarla "sueño". Sin embargo, la mayoría añadió rápidamente: "Pero no fue como un sueño cualquiera". Estas experiencias se denominan CDM del sueño y son un tipo muy común de comunicación después de la muerte.

Existen muchas diferencias significativas entre un sueño común y un sueño digamos especial. Un sueño suele ser fragmentado, confuso, lleno de simbolismo e incompleto en diversos aspectos. Aunque algunos son muy intensos emocionalmente, suelen tener un aire de irrealidad y olvidarse pronto.

En cambio, las CDM durante el sueño se sienten como visitas cara a cara con seres queridos fallecidos. Son mucho más ordenados, coloridos, vívidos y memorables que la mayoría de los sueños. De hecho, algunos pueden ser visiones de CDM que ocurren durante el sueño.

A medida que lea estos relatos de CDM en estado de sueño, observe que son básicamente muy similares a las CDM que ocurren cuando las personas están completamente despiertas o en el estado crepuscular o de duermevela.

Por supuesto, muchas experiencias del estado de sueño que incluyen familiares o amigos fallecidos no son CDM. La mayoría son simplemente sueños comunes basados en recuerdos y otras emociones del subconsciente. Para quienes están de duelo, estos sueños son una parte normal y beneficiosa de su proceso de duelo. Quienes han soñado con sus seres queridos fallecidos y han tenido CDM durante el sueño con ellos afirman que pueden distinguir fácilmente entre estos dos tipos de experiencias.

Un ser querido fallecido puede contactarte con mayor facilidad si estás muy relajado, abierto y receptivo, como cuando estás en estado alfa o dormido. Este es el momento en el que es más probable que dejes de lado las distracciones del mundo material y sintonices tu corazón y mente con la dimensión espiritual.

Los primeros tres relatos son ejemplos de CDM en estado de sueño en los que un ser querido fallecido “interrumpió” un sueño normal.

Empecemos con Robin. Es directora de una guardería en La Florida. Recibió esta oportuna visita de su abuelo varios años después de que falleciera de un infarto a los 70 años:

Estaba en el primer año de universidad, durmiendo en mi dormitorio. Soñaba con algo cuando mi abuelo irrumpió el sueño. Estaba justo ahí, y podía oler su colonia, su tabaco, y sentir su calor.

Parecía preocupado y protector. Dijo: "¡Cierra las ventanas! ¡Se supone que debes recordar cuidarte! ¡Cierra las ventanas!". Era una advertencia clara.

Me desperté sobresaltada, me incorporé y miré a mi alrededor. Mi habitación tenía un juego de ventanas que daban a un patio y otro estaba junto a la escalera de incendios. Así que me levanté y cerré todas las ventanas.

Como media hora después se oyó un grito de la chica que estaba en la habitación del fondo del pasillo. Un hombre había subido por la escalera de incendios y, al parecer, había intentado entrar en mis ventanas, y luego había ido a las de ella. ¡Más tarde lo atraparon!

El abuelo apareció cuando más lo necesitaba. Me demostró que estaría conmigo para siempre.

Cuando un ser querido fallecido irrumpe en un sueño, es como esas veces que estamos viendo un programa de televisión y una voz de repente dice: "¡Interrumpimos este programa para traerles un anuncio especial!". El abuelo de Robin indicó que la estaba cuidando al expresar su mensaje urgente "¡Cierra las ventanas!" cuando ella realmente necesitaba protección.

Jay es un abogado de 45 años de Montana. Tuvo este emocionante encuentro con su amigo y cliente, Neil, quien falleció repentinamente a los 70 años:

Estaba tramitando la herencia de Neil, valorada en más de un millón de dólares. Él mismo redactó su testamento el día antes de morir. Era extenso y contenía numerosos errores. Era literalmente una pesadilla legal, el tipo de lío que podía acabar en los tribunales durante años.

Me había quedado dormido y soñaba algo agradable cuando Neil irrumpió en mi sueño con la misma prisa que tenía en vida. Se veía igual que en vida: activo, alegre y vivaz.

Lo miré y le dije: "¡Espera, estás muerto! ¡Pero aquí estás vivo!". Me preguntaba cómo Neil podía estar vivo y entrar en mi sueño.

Me dijo: «No te preocupes, todo va a salir bien». Pensé de inmediato: «Con todos los problemas legales que veo, tengo dudas». Me respondió: «No, todo va a salir bien». Quería hablar con él un poco más, pero estaba tan ocupado como en la Tierra, y desapareció de mi sueño.

Tal como Neil predijo, todo salió de maravilla. Considerando el tamaño del patrimonio, la cantidad de trabajo y las posibilidades de conflictos y confusión, fue una predicción asombrosa.

Neil irrumpió en el sueño de Jay, entregó su mensaje y salió rápidamente, todo acorde con su personalidad. Al parecer, algunas personas cambian muy poco después de morir, al menos al principio, ya que continúan viviendo en su personaje en su nueva vida.

Otro caso es el de Gayle. Es una artista de Carolina del Norte. El sueño que tenía fue interrumpido por su hijo de 21 años, Alex, quien se ahogó en un accidente de barco.

Estaba muy angustiada, como cualquier madre tras la pérdida de su hijo. Dos días después de su entierro me desperté, sobre las 5:00 de la mañana. No podía dormir, así que fui a la sala y me senté. No dejaba de rezar: "¡Dios, por favor! Necesito saber dónde está mi hijo. Necesito saber si está bien".

Sentí la necesidad de volver a la cama, así que me acosté y me quedé dormida. Empecé a soñar que estaba en la cocina preparando el desayuno para mis dos hijos pequeños, ¡y Alex entró!

Me di cuenta de que no debía estar allí. Así que hablé en voz alta y dije: "¡Alex está aquí!". Sus hermanos me miraron como diciendo: "¿De qué estás hablando?". Entonces me di cuenta de que no podían verlo; yo era la única que podía hacerlo.

Alex tenía una sonrisa gloriosa en su rostro. Tenía un brillo celestial. Su expresión era de completa paz, felicidad y satisfacción. Me acerqué y le dije: “Alex, estás con Jesús, ¿verdad?”. Puso sus manos sobre mis hombros y yo puse mis manos alrededor de su cintura y me dijo: “Sí, mamá”.

Entonces me desperté con una sensación de paz inmensa porque sabía que Alex estaba bien. Sé que su espíritu está con Dios y que espera el momento en que todos estemos con él.

Es bastante común tener una CDM en estado de sueño que involucra a varias personas físicamente vivas, así como a un ser querido fallecido. Curiosamente, en casi todos los casos, quien experimenta es el único capaz de percibir y comunicarse con la persona fallecida, mientras los demás permanecen completamente inconscientes de esa presencia. Por ejemplo, Gayle estaba teniendo un sueño común que incluía a sus dos hijos menores cuando Alex apareció repentinamente en respuesta a su oración. Sin embargo ninguno de sus hermanos pudo verlo ni oírlo, ni tuvieron conciencia de su presencia.

Los siguientes son cuatro relatos de CDM típicos en estado de sueño que tuvieron lugar en un entorno familiar.

Nos encontramos con Henry, arreglista musical jubilado de La Florida, quien tuvo esta emocionante CDM un mes después de que su padre muriera, de enfermedad crónica, a los 89 años:

Me refiero a esta experiencia como un sueño. Allí estaba papá, a todo color, de pie junto a la puerta principal. Aparentaba entre setenta y setenta y cinco años, y en lugar de ser calvo tenía el pelo blanco. Vestía pantalones y corbata azul oscuro y camisa azul claro. Estaba muy entusiasmado, muy feliz, y me dijo: «Sal afuera». Recuerdo abrir la puerta y salir, apretándole el brazo derecho. Era como tocar mi brazo o el tuyo, así de real era. Le pregunté: «¿De verdad eres tú, papá?». Me respondió: «Sí, de verdad soy yo». Entonces dio un paso atrás y dijo: "¡Mira, ya puedo caminar! ¡Ya puedo ver!". Tenía un gran sentido del humor y dio un pequeño paso con saltito. En vida no podía caminar sin su andador, y falleció completamente ciego. Al despertar, me llené de alegría. Esto me confirmó que hay vida después de la muerte. No hay muerte, solo vida.

No es de extrañar que Henry se emocionara con su experiencia. Ya sea que estemos despiertos o dormidos durante una CDM, siempre es una alegría saber que los cojos pueden caminar y los ciegos pueden ver en su nueva vida.

Y aquí tenemos a Ethel. Es maestra de jardín de infancia en Georgia. Tuvo este vívido reencuentro con su hermano, Vern, quien falleció de cáncer a los 60 años:

Mi hermano, Vern, era teniente primero del ejército estadounidense. Resultó herido en Vietnam. Finalmente, perdió la capacidad de caminar y, en sus últimos años, estuvo confinado a una silla de ruedas.

Me costó mucho aceptar su muerte porque intenté ser muy valiente por él. Cuando murió, contuve mis emociones tanto tiempo que no pude llorar.

Unas seis semanas después de su muerte, soñé que Vern estaba en la puerta de mi habitación. ¡Y aa no estaba lisiado por la guerra! Vestía su uniforme de gala, el azul, con el que lo habíamos enterrado. Estaba muy elegante y reluciente, vestido a la perfección.

Me levanté de la cama y le dije: "¡Vern!". Sonreía , me extendió los brazos, y corrí hacia él. Me abrazó y pude sentir sus brazos rodeándome. Lo miré y fue maravilloso. Le dije: "¡Estás bien! ¡Puedes caminar!".

Vern dijo: "¡Sí, estoy bien!". Luego me besó y me dijo que me amaba y que siempre estaría conmigo. Me consoló como nadie más, y empecé a llorar de alegría. Le puse la mano en la cara y me dijo: «No llores. Siempre estaremos juntos». Nos abrazamos, muy cerca, y entonces empezó a desaparecer muy lentamente. Me desperté cuando se fue y lloré durante horas esa noche. Antes de morir, habíamos acordado que encontraría la manera de volver si podía. ¡Vern cumplió su promesa!

Si Ethel no nos hubiera dicho que estaba dormida cuando tuvo esta CDM con su hermano, podríamos haber asumido que se le apareció completamente despierta. Este es otro ejemplo de alguien que hizo un pacto antes de morir y luego cumplió su promesa.

Otro caso es el de Ann. Es enmarcadora de arte, en Maryland. Tenía 21 años cuando su hermano Barry, de 18 años, quien había fallecido en un accidente de motocicleta, la contactó.

Después de que Barry murió me sentía muy enojada y amargada con el mundo. Como un mes después, tuve lo que llamo un sueño, pero no era un sueño. Era como si estuviera hablando con él cara a cara. Estaba en el patio trasero de la casa de mis padres y Barry se acercó caminando. Llevaba vaqueros y una camisa de franela, su atuendo habitual. Su cabello rubio y rizado brillaba intensamente. ¡Se veía precioso! Parecía muy feliz, contento y lleno de amor. Parecía mundano, como si lo supiera todo: sin dudas ni preguntas, simplemente lleno de confianza. Una hermosa luz lo envolvía, una luz preciosa y cálida. Le dije: «Barry, ¿qué haces aquí?». Me miró y respondió: «Vine a decirte que todo está bien». Le pregunté: «¿Qué quieres decir? ¿No te dolió cuando moriste?». Barry dijo: «Lo fue por un minuto. Sentí una opresión, luego, fui por un túnel oscuro y, de repente, me encontré con una hermosa y brillante luz blanca». No dejaba de sonreírme, y yo también me sentía llena de amor y luz. ¡Fue tan intenso! Dijo: «Solo quiero decirte que te amo, Ann». Luego se dio la vuelta y se fue.

Desperté de inmediato y toda la ira y frustración que sentía desaparecieron. De verdad creo que Barry vino a decirme que estaba bien para que yo también estuviera bien. Lo llamo sueño por no poder darle otro nombre. ¡Pero realmente sucedió!

A muchas personas les angustia el sufrimiento que pudo haber sufrido un ser querido al morir. Esto es especialmente cierto en el caso de una muerte repentina y violenta debido a un accidente, un asesinato o una guerra. Ann le hizo a su hermano una pregunta que casi todos quieren saber sobre una muerte así: "¿No te dolió cuando moriste?". La respuesta de Barry es muy tranquilizadora. También es representativa de varios relatos similares en nuestros archivos. Constantemente, nuestros seres queridos fallecidos quieren que sepamos que dejaron su cuerpo muy rápidamente y sintieron poco o ningún dolor físico al momento de su muerte. De hecho existe prueba, basada en nuestra investigación y otras fuentes, de que en caso de muerte inminente y segura nuestros seres queridos abandonan su cuerpo justo antes o en el momento del impacto. Esto se aplica a situaciones como colisiones de automóviles, accidentes aéreos, accidentes industriales, explosiones, desastres naturales, incendios, asesinatos y guerras.

Quienes han tenido experiencias cercanas a la muerte nos aseguran que esto es cierto. Aunque al principio solían sentir algo de dolor, la mayoría se elevaba rápidamente y flotaba sobre la escena del accidente o el campo de batalla, o flotaba cerca del techo de la habitación del hospital, o comenzaba a moverse por un túnel hacia una luz brillante. Por supuesto, todos los que sufrieron una ECM regresaban a su cuerpo físico lesionado y, por lo general, tenían que soportar más sufrimiento al terminar la experiencia. Barry también mencionó que había atravesado un "túnel oscuro" y emergió en una "hermosa y brillante luz blanca". En el próximo capítulo se presentarán varios relatos de CDM muy similares a descripciones de experiencias cercanas a la muerte.

Veamos el caso de Greg. Greg es estudiante universitario de 20 años de Virginia Occidental. Tuvo esta cita de CDM con su amigo Evan, quien murió electrocutado en un accidente industrial, en una obra, a los 20 años, y así lo cuenta:

Evan y yo fuimos los mejores amigos durante nueve años. Hacíamos todo juntos, excepto cuando estábamos en la escuela, trabajando o saliendo con chicas. Dos noches después de la muerte de Evan tuve un sueño. Estaba donde el camino se bifurca para ir a mi casa y a la suya. Estábamos de pie, uno frente al otro, y todo parecía real. Estábamos muy emocionados por vernos. Evan estaba muy feliz y alegre. Parecía el mismo de siempre y con buena salud. Tenía una gran sonrisa en el rostro. Le pregunté: “¿Qué pasó?”. Él dijo: “Estaba colocando una lámpara en un poste de seis metros cuando choqué con unos cables eléctricos. Algo pasó y empecé a caer. Puso una mano en vertical y la otra en horizontal para mostrarme cómo se cayó.

Evan dijo que sintió miedo en ese momento, y luego no sintió nada más. Dijo: «Te lo prometo, no quise que esto pasara». También quiso asegurarme que no sufrió nada en absoluto durante esa experiencia. Me dijo que no quería que nos preocupáramos por él ni que estuviéramos tristes por su partida porque estaba en un lugar maravilloso. Estaba bien cuidado y muy feliz, esperando que nos uniéramos a él algún día. Entonces me desperté.

Nunca había tenido un sueño así. Fue muy especial para mí poder comunicarme con Evan después de su muerte. Fue como si nos despidiéramos sabiendo que algún día volveríamos a estar juntos.

Evan le aseguró a Greg que no sufrió al morir y describió detalles sobre la muerte que desconocía Greg y que solo Evan podía saber. Esta información a veces proviene de quienes fallecieron en un accidente, por suicidio accidental o fueron asesinados. Pero, en general, la mayoría de los seres queridos fallecidos parecen reacios a dar detalles sobre su muerte, salvo decir: «No fue doloroso».

Los siguientes cinco relatos son ejemplos de CDM en estado de sueño en los que el sujeto y el ser querido fallecido se encontraron en un entorno nuevo y desconocido.

Dee es una ama de casa de 31 años del sureste norteamericano. Tuvo esta esperanzadora experiencia con su hijo de un año, Joey, quien nació con síndrome de Down y falleció por cardiopatía congénita. Asi lo cuenta:

Joey estuvo enfermo desde que nació. Pasó la mitad de su vida en el hospital y falleció repentinamente el día después de Navidad. Nunca pude imaginar volver a ser feliz. Cuatro meses después, tuve lo que parecía un sueño. Joey estaba en un carrusel, de esos que vemos en los parques de atracciones. Tenía una sonrisa enorme y se veía más feliz y saludable que nunca. Estaba lleno de paz, alegría y amor. Joey me mostraba que estaba en un lugar maravilloso y que el dolor que soportó en la tierra ya había desaparecido. Se acabaron los problemas cardíacos, el dolor de las operaciones a las que se sometió y los medicamentos. ¡Me alegré muchísimo por él! Y desperté enseguida. Sentí que Joey había vuelto a visitarme desde el cielo. Fue como si viniera a darme el mensaje de que estaba feliz y que no me preocupara más por él. Me sentí de maravilla porque pude ver a mi bebé una vez más. ¡Recordaré ese sueño toda mi vida!

¿Qué mayor bendición podrían recibir unos padres en duelo que el ver a sus hijos, con enfermedades crónicas o discapacidades, completamente sanados, íntergros  y sin dolor? Al igual que Dee, ahora tienen un nuevo recuerdo para toda la vida que los sostendrá hasta que finalmente se reencuentren con su hijo cuando les llegue la hora de partir.

Una vez que nos damos cuenta de que nuestros seres queridos fallecidos se encuentran en un estado de existencia más feliz y libre, podemos alegrarnos de verdad por ellos. Y, sabiendo esto, nosotros también podemos sanar emocionalmente aquí y ahora, seguros de que esto es lo que desean que hagamos tanto por nosotros como por ellos.

Maureen, de 57 años, es gerente de oficina jubilada en La Florida. Disfrutó de un hermoso momento con su hija Jill, de 33 años, quien había padecido asma crónica toda su vida:

Un par de meses después de la muerte de Jill, soñé que venía a visitarme una noche. Había un arcoíris de fondo y nubes blancas y ondulantes. Vestía hermosa túnica blanca y suelta. Tenía mangas muy anchas en los puños, como una toga de graduación. Su cabello era precioso y desprendía un aura que iluminaba toda la zona. Se veía tan serena y tan feliz; más feliz de lo que la había visto en toda su vida. Le dijel: "¿Por qué te alejaron de mí? Te quiero tanto y no lo entiendo". Ella contestó: "No llores más por mí, mamá. ¡Soy feliz! ¡Ahora soy libre y puedo volar con los pájaros!".

Mientras hablaba, el entusiasmo por su situación actual y la felicidad que experimentaba eran evidentes. Sentí que Jill me hablaba directamente desde el cielo. Entonces extendió el brazo y sus dedos rozaron los míos. Dijo: «No llores más por mí. Algún día volveremos a estar juntas».

Al despertar, sentí alivio porque ella había alcanzado la paz que anhelaba. ¡Por fin disfrutaba de la vida! Estoy segura de que cuando yo muera, las manos de Jill estarán ahí para mí.

Maureen finalmente pudo liberar los dolorosos recuerdos de su hija joven con enfermedad crónica. Se enteró de que Jill había superado este nivel de existencia y entrado en otra en la que ahora es un espíritu libre que puede "volar con los pájaros". ¿Qué más podemos desear para nuestros seres queridos fallecidos?

Janet es enfermera en Dakota del Norte. Se convirtió en madre desconsolada cuando su hijo de 4 años, Toby, falleció de una hemorragia cerebral.

Esto ocurrió aproximadamente un año después de la muerte de mi hijo. Recuerdo el sueño como si lo hubiera tenido la noche anterior. Estaba de pie, en la orilla de un río, mirando a Toby al otro lado. Su orilla era de un verde exuberante, con hermosos árboles. El agua era de un azul precioso y se oían pájaros. Era un paraíso, como el Jardín del Edén. Todo era tan tranquilo y pacífico.  Estaba parado en el pasto y las flores llegaban hasta su cintura, cerca de la orilla del río. Era un niño pequeño, el mismo que perdí. Llevaba una camiseta a rayas y vaqueros azules, y era tan real y feliz.

Seguí intentando acercarme a Toby, pero no pude. Me miró y me habló con tanta calma. Dijo: «No, mamá, no puedes venir. Estoy bien. Estoy bien. Pero tú no puedes venir». Tuvo que repetirme eso varias veces porque quería cruzar el río para estar con él.

Toby me tranquilizaba como lo haría un adulto. Casi me sentía como una niña en comparación, como si una persona mayor y más sabia me hablara. Me decía que me tranquilizara y me diera cuenta de que ahora su vida es buena. Me dio la sensación de que está en paz y que está donde debe estar. El sueño parecía tan real como la vida misma. Al despertar, me sentí destrozada porque el sueño había terminado. Y, sin embargo, me reconfortó mucho.

Janet tiene el recuerdo imborrable de haber visto a su hijo en un entorno celestial. La sabiduría y la autoridad de Toby, más allá de su edad, le permitieron aceptar que "él está donde debe estar".

Este es uno de varios casos de CDM en estado de sueño en nuestros archivos en los que existía una barrera entre el ser querido fallecido y quien la experimenta,  que ninguno de los dos pudo superar. Barreras similares también se  informan en algunos relatos de experiencias cercanas a la muerte.

Rosemarie es asistente administrativa en Carolina del Norte. Tuvo esta enriquecedora experiencia de CDM unos cuatro meses después de que su abuela falleciera de cáncer, a los 66 años:

Una noche, mientras dormía, vi a mi abuela; fue como un sueño hermoso. Estaba allí, conmigo. Sentí que estábamos en otro plano o en otra dimensión. Solo vi su rostro y sus hombros; era muy joven y hermosa. La abuela parecía una niña con veintipocos años. Me sorprendió que fuera tan joven, pero la reconocí al instante como mi abuela. Era como si pudiera elegir la edad que le conviniera. Al acercarse, brillaba e irradiaba amor. Sentí una energía y calidez que me envolvían. Fue como un masaje muy agradable y estimulante. Me invadió una sensación de amor incondicional, como si nada de lo que hubiera hecho estuviera mal. Le repetía una y otra vez: «Te amo, te amo, te amo». Ella respondía: «Lo sé. Soy feliz y estoy bien. Ya no tienes que preocuparte por mí. Estoy en el cielo».

Mi abuela afirmó que existe el cielo y que, sin importar lo que hayas hecho, a los ojos de Dios estás perdonado. Eres puro y amado como solo Él podría amarte. Me conmovió tan profundamente que supe que era cierto. Y, de repente, me di cuenta de que estaba sentada en la cama y que mi abuela ya no estaba. Pero después de eso, no la lloré en absoluto.

Pocos experimentamos en la Tierra el grado de amor incondicional que experimentó Rosemarie. Esto nos recuerda el amor incondicional que muchas personas dicen haber sentido al tener una experiencia cercana a la muerte y viajar a los reinos espirituales superiores.

Vickie, administradora de una universidad en Utah, tenía 39 años cuando tuvo  una CDM con su padre, quien había fallecido a los 69 años por infección de estafilococos que se desarrolló en el hospital tras una cirugía a corazón abierto.

Cuando murió mi padre, yo estaba furiosa ¡Quería demandar al hospital! Pensaba que si no hubiera contraído esa infección tobo habría estado y habríamos seguido siendo una familia.

Mi sueño ocurrió la noche de mi cumpleaños, casi tres semanas después de la muerte de mi padre. El fondo era uUna especie de niebla gris, un espacio y tiempo completamente diferentes. Papá y yo estábamos uno frente al otro, y él parecía sano. ¡Era como si estuviéramos juntos en persona!

Me sostenía del brazo mientras le decía: «Papá, no estuvo bien que te fueras». Respondió con mucha intensidad: «No deberías enojarte. Estaba listo para irme. Era mi hora». Me atrajo hacia él y me abrazó. En ese momento supe que papá tenía razón. Había venido a decírmelo y a consolarme. Fue maravilloso volver a verlo y me sentí muy agradecida. Le repetí una y otra vez: "¡Gracias, papá!".

Al despertar, sentí una intensa alegría: alegría en medio del dolor. Me di cuenta de que papá acudió a mí porque yo tenía una ira mal dirigida que me impedía resolver mi dolor. A pesar de los errores cometidos en su atención médica, había vivido una vida plena. Se había preparado para la muerte y estaba listo para partir; realmente era su hora.

Siento que papá me dio el mejor regalo de su vida. Fue un gran consuelo saber que no me había abandonado, que espiritualmente seguíamos unidos. Los lazos que nos unen como padre e hija y el amor que compartimos perdurarán para siempre.

Hoy en día, tenemos expectativas tan altas sobre la tecnología médica que es casi impensable que un ser querido muera en un hospital por una infección común, especialmente después de una cirugía a corazón abierto exitosa. Cuando esto le ocurrió a Vickie, su conmoción, indignación y confusión fueron comprensiblemente abrumadoras.

El poder sanador de una CDM se ilustra una vez más con el cambio radical que experimentó Vickie cuando su difunto padre la contactó el día de su cumpleaños. Su explicación: «Estaba listo para irme. Era mi momento», y su cálido abrazo expresaron mucho con pocas palabras. Como resultado, Vickie pudo liberar su ira y aceptar la muerte, sabiendo que su amor es eterno.

Los dos relatos siguientes son ejemplos de CDM en estado de sueño en los que un ser querido fallecido regresó para brindar consuelo y apoyo a quien lo experimentó durante un período de incertidumbre.

Jean, de 32 años, trabaja en el departamento que gestionaba las reservas que hacían los clientes de un parque temático familiar en La Florida, y agradeció el apoyo emocional de su madrina, Miriam, quien falleció de cáncer, y esto nos dijo:

Cinco años después, necesité una histerectomía. Esta era la primera cirugía a la que me sometía. Aproximadamente una semana antes de la operación me estaba preocupando porque nunca había estado bajo anestesia. Una noche, antes de acostarme, estaba muy alterada. Entonces soñé que Miriam venía a mí. Era diferente a un sueño normal: parecía real. Estábamos juntas en un espacio agradable y tranquilo. Ella estaba muy serena y gozaba de buena salud. Miriam dijo que todo iría bien y que estaría conmigo durante la operación. No estaría sola. Luego, me dio un abrazo. Cuando desperté, sentí como si todavía me estuviera abrazando.

Nunca me había despertado así: estaba completamente relajada y en paz. El nerviosismo y la preocupación habían desaparecido. Era como si alguien hubiera agitado una varita mágica y se hubieran ido. Estuve tranquila cuando me pusieron la anestesia porque sabía que Miriam estaría allí y que no tendría que pasar por eso sola. ¡Incluso salí del hospital dos días antes!

Enfrentar una operación que requiere anestesia general puede revelar los miedos ocultos que tenemos sobre la muerte. En esos momentos podemos sentirnos asustados y muy vulnerables, muy solos. La promesa de Miriam de asistir a la operación fue un gran consuelo para Jean. Además, en lugar de dar vueltas y tomar café sola, en la sala de espera del hospital, su difunta madrina pudo tomarle la mano en el quirófano sin que la vieran médicos ni enfermeras.

En otro caso, Kaye, desconsolada madre del estado de Indiana, se inspiró en su hijo de 12 años, Bryan, que había muerdo de fibrosis quística:

He tenido cinco hijos: tres varones y dos hembras. Todos mis hijos tuvieron fibrosis quística y los perdimos en quince años. Como resultado de pasar tantos años en el hospital con mis hijos, me interesé en ayudar a los niños moribundos y a sus familias. Quería hacer por los demás lo que habían hecho por mí. Así que, un año después de la muerte de mi último hijo, Bryan, presenté mi examen de admisión a la escuela de enfermería. Pero habían pasado veinticinco años desde que había estudiado, y empecé a dudar sobre esta decisión. Y luego me preocupé al no haber recibido mi carta de admisión.

Una noche tuve un sueño. Estaba en un restaurante en el que preparaban una gran fiesta. Me acerqué a la mesa de las comidas, ¡y Bryan estaba allí! Ya no era mi niño delgado y pálido de doce años. ¡Medía más de un metro ochenta y parecía tener unos veinticinco! ¡Se veía sano y robusto! Se veía muy feliz, tranquilo y seguro de sí mismo. Bryan me sonreía, extendió las manos y me dio un fuerte abrazo. Pude sentirlo; ¡era totalmente real! Lo agarré con fuerza y me dejó llorar sobre su chaqueta. Le dije: «Bryan, ¿qué haces aquí? ¡Te ves tan bien!». Él respondió: «Estoy bien, mamá. Tenía que volver para recordarte lo que me enseñaste». Le pregunté: "¿Qué es eso que te enseñé, Bryan?". Me respondió: "Mamá, necesitas seguir tus sueños. Haz lo que creas que debes hacer y logra lo que sientas que debes lograr. Muchas veces esto es lo que Dios quiere que hagamos". Así terminó el sueño, y me desperté llorando porque fue una conversación tan vívida. El correo llegó al mediodía del día siguiente y supe que me aceptaban en la escuela de enfermería! En ese momento supe que, definitivamente, debía ser enfermera. Ahora soy enfermera titulada y trabajo en pediatría y con padres de niños con fibrosis quística. Siento que es mi destino.

Es profundamente conmovedor saber que una madre que perdió a tres hijos por la misma enfermedad eligió ser enfermera, específicamente, para ayudar a otros que enfrentan dificultades similares. ¿Quién podría atender mejor a estos pacientes y sus familias que alguien que ha pasado por lo mismo tantas veces? Esta es la filosofía de todos los grupos de apoyo exitosos, incluidos los de duelo.

Tan solo un año después de que el hijo de Kaye, Bryan, falleciera a los doce años, regresó a ella siendo un joven de veintitantos. Esta CDM es una de los varios relatos, que obran en nuestros archivos, en los que un bebé o un niño pequeño parecía notablemente mayor que cuando falleció. Al principio, puede parecer sorprendente que un niño pueda envejecer tan rápido. Pero, así como las personas mayores pueden optar por regresar a la plenitud de su vida después de morir, los niños fallecidos pueden alcanzar una edad que les resulte apropiada.

Los dos relatos siguientes son ejemplos de CDM en estado de sueño durante los cuales los experimentadores se encontraron con dos seres queridos fallecidos que regresaron juntos con un propósito muy especial.

Margo es ama de casa en La Florida. Tuvo esta visita compasiva con su bebé muerta, Ann Marie, y su suegra, Nadine, quien falleció de cáncer a los 45 años:

Cuando llevaba seis meses de embarazo, mi bebé murió. Nació muerta porque el cordón umbilical tenía un defecto en la zona donde se unía a ella. Solo vi a Ann Marie una vez, cuando nació.

Un mes después mi suegra, Nadine, se me apareció en un sueño. Nunca la había conocido porque había fallecido unos diez años antes de que yo conociera a mi marido. Pero la reconocí por fotos que había visto. Parecía tener más o menos mi edad, vestía falda oscura y blusa blanca. Era de día, una mañana radiante, y al fondo se veía un cochecito de bebé grande y antiguo. Nadine sonreía y sostenía a nuestro bebé. Ann Marie parecía viva, pero era diminuta, como una muñeca. Llevaba una manta de punto rosa y un gorrito rosa. Mi suegra dijo: «Todo está bien ahora. Tengo a tu bebé. Voy a cuidarla hasta que vengas con nosotros».

Al despertar, me sentí aliviada porque sabía que la corta vida de Ann Marie no había terminado. Sabía que mi bebé estaba con su abuela y seguía viva allá arriba, en el cielo.

Un padre o madre en duelo por un aborto espontáneo, o un bebé nacido muerto, conoce muy bien lo que Elisabeth Kübler-Ross describe como "el dolor de la pérdida de algo que nunca tuvimos". El dolor y el sufrimiento de Margo son tan reales y merecedores de apoyo como los de cualquier madre o padre en duelo que haya amado y cuidado a un hijo nacido vivo y sano pero falleció posteriormente.

Ahora veamos el caso de Alana. Alana es dueña de un negocio en Ohio. Su primer esposo, Craig, falleció en un accidente a los 21 años y su hija de 18 meses, Amber, fruto de su segundo matrimonio, falleció por aspiración.

Aproximadamente seis meses después de la muerte de Amber, tuve un sueño. ¡Fue el sueño más vívido, colorido y apacible que he tenido en mi vida! Era un día soleado y luminoso de verano, y contemplaba un camino rural. Había grandes arces alineados a ambos lados del camino. Podía ver el sol filtrándose entre las hojas y oía el canto de los pájaros. Justo frente a mí, alejándose por este camino, estaba mi primer esposo, Craig. Iba de la mano de Amber, mi pequeña. Se giraron lentamente el uno hacia el otro y luego hicieron un giro de 90 grados hacia mí. Amber sonreía. Miró a Craig y luego me miró a mí. Craig dijo: «Alana, no te preocupes. Amber estará bien. Voy a vigilarla». Craig sonreía y se alegraba de que Amber caminara por este camino con él, como si se conocieran de toda la vida. Entonces Amber volvió a sonreír, se dieron la vuelta y siguieron caminando. En ese momento me desperté, pero sabía que no era un sueño. ¡Sabía que era real! La paz que me invadió fue increíble.

Siento que Craig quería darme un poco de paz porque estaba muy angustiada tras la muerte de Amber. Quería hacerme saber que mi pequeña estaba bien. Así supe que no estaba sola en un lugar sin nadie que la cuidara.

Muchos padres en duelo se preguntan con ansiedad: "¿Quién cuidará de mi hijo en el cielo, si nadie de mi familia inmediata ha fallecido?". Los dos relatos anteriores sugieren que siempre habrá cuidadores amorosos para recibir a nuestros hijos fallecidos. De hecho, parece que todos pueden estar seguros de que hay innumerables ayudantes espirituales para recibir y asistir a todos nuestros seres queridos cuando fallezcan.

Algunas personas tienen más de una CDM en estado de sueño con la misma persona. Lynette es la directora de la sección estatal de una organización benéfica nacional en el sureste de Estados Unidos. Su hermano, Jerry, falleció a los 36 años por neumonía causado por el hongo Pneumocystis, a consecuencia del SIDA. Jerry medía 1,85 m y había pasado de pesar más de 90 kilos a 53 antes de morir. Su delgadez lo hacía parecer mayor. Después de su muerte, estaba tan angustiada por mi hermano, tan triste, que me dolía constantemente su ausencia y la pérdida.

Unas ocho semanas después me encontré hablándole en un sueño. Sentí como si estuviéramos sentados en mi sala y Jerry sentado en una mecedora, frente a mí. Yo tenía la mano sobre su rodilla, lo cual se sentía extremadamente real y tangible. Dije: «Estoy muy dolida y te extraño muchísimo». ¡Y entonces lo comprendí! «Pero no puedo hablar contigo. ¡Estás muerto!». Jerry sonrió mientras decía: «Lo sé. Quería volver para decirte que estoy bien. Todo está bien y quiero que tú también estés bien».Parecía saludable. Pesaba unos 82 kilos y parecía un poco más joven. Vestía su ropa habitual: una camisa de franela y pantalones de pana. ¡Jerry estaba bien de nuevo! ¡Era divertido y lleno de vida!

Esto no fue algo que soñé; fue totalmente diferente. ¡Creo que Jerry realmente vino a mí! Fue algo muy apacible y me sentí muy bien. Me ayudó a entender que mi hermano estaba bien.

Aproximadamente un mes después, me sentía muy deprimida porque aún extrañaba a mi hermano. Volví a soñar, y esta vez, mirando al cielo por una ventana, vi un arcoíris. Para mí, los arcoíris son señal de algo maravilloso y bueno. Sentí que alguien se acercaba por detrás y supe que era Jerry. Me abrazó con fuerza y me dio un fuerte abrazo. Sentí su presencia y el calor de su cuerpo; era muy tangible. Jerry supo que lo necesitaba en ese momento. Fue como si me dijera: «Estoy contigo y todo irá bien». ¡Su abrazo fue tan real que me despertó! Sabía que había estado ahí; no había sido solo un sueño. Estas dos experiencias me han resultado muy reconfortantes a lo largo del tiempo. No han disminuido en absoluto después de casi seis años.

Es bastante común tener dos o más CDM con un ser querido fallecido. Pueden ser del mismo tipo, como las dos experiencias de sueño que Lynette tuvo con su hermano, o de tipos diferentes. Tener múltiples contactos nos asegura que recibimos amor y apoyo constantes en nuestra vida y que no tenemos por qué sentirnos solos.

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El último relato es de Julia, ama de casa de 31 años de Georgia. Seguramente nunca esperó tener noticias de Patrick, el hijo de 6 años de sus vecinos, Debra y Jim. Patrick murió atropellado mientras montaba en bicicleta.

La noche después del entierro de Patrick me dormí y soñé como siempre. De repente oí la voz de un niño pequeño irrumpiendo en mi sueño. Definitivamente oí una voz que llamaba: «Mamá». Parecía venir de lejos.

¡Entonces me di cuenta de que era Patrick! Era como si realmente estuviera ahí, aunque no lo viera. Me dio la impresión de que decía: «Te estoy dando un mensaje. Dile a mis padres que estoy bien. Quiero que sepan que estoy a salvo. Sé que están sufriendo pero, por favor, diles que no lloren por mí». Fue como si todo el pensamiento se hubiera grabado en mi cabeza. ¡Desperté y me levanté de golpe en la cama! ¡Mi corazón latía a mil por hora! Era tan real que todavía puedo oír la voz de Patrick. Poco después, salí de la ciudad unas semanas, pero el sueño no desapareció. Seguía tan vívido seis semanas después como aquella noche.

Un día, su madre, Debra, vino a mi casa. Le conté que Patrick había venido a verme y se mostró muy receptiva. Dijo que necesitaba escuchar eso, aunque no le alivió el dolor ni le quitó el duelo. Pero fue algo a lo que aferrarse y sigue reconfortando a los padres de Patrick.

Aunque antes solo éramos conocidas, Debra y yo nos hemos convertido en mejores amigas desde entonces. Siempre tendremos un vínculo en común gracias a Patrick.

Este es un excelente ejemplo de cómo recibir un mensaje de alguien fallecido, saber a quién dárselo y tener el valor de entregarlo. Julia no se imaginaba en ese momento lo importante que sería para los padres de Patrick escuchar sus palabras de consuelo y aliento.

También entrevistamos a la madre y al padre de Patrick. Esto es lo que nos contó Debra, la madre de Patrick:

Me dio escalofríos cuando Julia me lo contó. Le creí al instante. Me hizo sentir muy bien que Patrick fuera con Julia, porque sabía que yo le creería. Nos ayudó saber que está bien. ¡Ojalá todos los padres en duelo pudieran tener una Julia!

Y Jim, el padre de Patrick, afirmó: No conocía muy bien a Julia en ese momento, pero cuando nos lo contó me quedé allí con total convicción. No dudé en absoluto de ella. Sentí que se me había quitado un peso de encima y experimenté un gran alivio. Me alegré muchísimo de que Patrick acudiera a ella. Desde entonces, nuestra vida ha dado un giro espiritual muy positivo.

La experiencia de Julia tuvo resultados muy positivos. Todos nos beneficiamos cuando superamos el miedo a ser etiquetados como "raros", "extraños" o "locos" y nos arriesgamos a compartir un mensaje de CDM. Hasta que lo hagamos, nunca sabremos cuánto bien puede producir, ni a cuántas personas podemos ayudar.

Si tienes una CDM y recibes un mensaje para otra persona, anota tu experiencia palabra por palabra con prontitud para no olvidarla. Detalles que a ti te parezcan insignificantes pueden tener un gran significado para otra persona. Si te sientes incómodo al entregar el mensaje, siempre puedes empezar diciéndole al destinatario algo como: «Anoche tuve un sueño de lo más extraño…».

Los relatos de este capítulo han demostrado que las CDM del sueño son sustancialmente diferentes de los sueños comunes. Pueden brindar tanta información y consuelo como las experiencias que las personas tienen cuando están despiertas o en el estado alfa.

¿Conoces las experiencias extracorpóreas? ¿Has oído hablar de encuentros con un ser querido fallecido durante una experiencia extracorpórea? Este es el fascinante tema del siguiente capítulo.

 

CAPÍTULO 11. De regreso a casa: CDM extracorpóreas.

Experimenté la realidad del cuerpo espiritual y aprendí que tiene todas las facultades del cuerpo físico, aunque con mayor sensibilidad y algunas dimensiones añadidas. No habrá nada impactante en la transición, sólo una continuación de quién soy ahora. —Catherine Marshall.

Este capítulo contiene relatos de personas que afirmaron haber tenido contacto con un familiar o amigo fallecido durante una experiencia extracorpórea. A estos extraordinarios encuentros los llamamos experiencias extracorpóreas (EEC). Son un tipo de comunicación después de la muerte relativamente poco común.

Las experiencias extracorpóreas no son un fenómeno nuevo. Se han reportado de forma constante a lo largo de la historia, y se han investigado y escrito relatos sobre ellas durante más de un siglo. Diversos libros ofrecen instrucciones detalladas para lograr experiencias extracorpóreas.

La premisa básica es que eres un ser espiritual que lleva o habita un cuerpo físico durante tu vida en la Tierra. Puedes abandonar tu cuerpo temporalmente y viajar una corta distancia o viajar a las estrellas. Algunas personas afirman poder visitar otras dimensiones, incluyendo los reinos espirituales.

Las CDM espontáneas extracorpóreas pueden ocurrir mientras estás despierto, en estado alfa, o dormido. Son experiencias extremadamente vívidas, intensas, coloridas y vibrantes que, según se suele decir, son «más reales que la vida misma».

Muchos de quienes han tenido una experiencia extracorpórea, o las han estudiado, afirman que hay prueba suficiente para creer que son auténticas. Millones de personas que han abandonado su cuerpo físico y lo han visto debajo de ellos durante una experiencia cercana a la muerte están seguras de haber tenido una experiencia extracorpórea.

No está dentro del alcance de nuestra investigación explicar ni defender la realidad de estas experiencias. En lugar de eso presentaremos relatos de personas que creen haber tenido una experiencia de este tipo, e invitamos al lector u oyente a formarse su  opinión al respecto.

Los dos primeros relatos son ejemplos durante la CDM en los que los participantes viajaron estando dentro de su casa.

Shirley, una enfermera de Wisconsin, tuvo este encuentro místico con su hija de 5 meses, Amanda, que había muerto por defecto cardíaco congénito:

Unas tres o cuatro semanas después de la muerte de Amanda, estaba acostado en la cama, pero no dormía. De repente sentí que me sacaban del cuerpo. Sentí que estaba más arriba, en el dormitorio, cerca del techo, mirando por la ventana. ¡Toda la ventana se llenó de la luz dorada más brillante que jamás hubiera imaginado! Era como si alguien viniera hacia ti en un coche con las luces altas encendidas. Me sentí absorbida por la luz y sentí la presencia de mi hija. ¡Entonces vi a Amanda! ¡Vi su espíritu en esa luz! Y la escuché; fue una comunicación telepática. Me dijo: «Muchas gracias por todo lo que me diste. Te quiero mucho».

De repente, sentí una presencia muy poderosa: la presencia de Dios. Sentí la sensación de amor y comprensión más increíble que jamás haya experimentado. ¡Y en ese momento, lo comprendí todo!

Recuerdo sentirme abrumada por todo aquello. Era como estar en un estado de asombro. Sentía una aceptación total y un amor absoluto por quien soy. Era un amor espiritual sin ataduras. Y después, caí en un sueño profundo. Esto fue mucho más que un sueño. Realmente siento que fue una comunicación con mi hija. Y siento que fue un regalo que me dieron.

La increíblemente hermosa y transformadora CDM de Shirley se convirtió en una experiencia sagrada para ella. Una vez más, una niña muy pequeña comunicó un mensaje maduro y amoroso que superaba con creces su edad cronológica.

Peter, un vendedor de La Florida, tuvo esta reunión unos 6 meses después de que su hija, April, muriera de hemorragia cerebral tras accidente automovilístico, a los 20 años. Una serie de CDM olfativas que él y su esposa tuvieron con April se presentó en el Capítulo 5:

Una noche, mientras estaba sentado en la cama, tuve una experiencia extracorpórea. De repente, me encontré en el pasillo de casa. ¡Mi hija, April, estaba allí!

Llevaba una túnica blanca. Podía verle manos, antebrazos, el cuello,  hombros y rostro. Su tono de piel era perfecto y su cabello precioso. ¡April estaba absolutamente impecable!

Le repetí una y otra vez: "¡April, te quiero! ¡Te quiero!". Y ella respondía: "Papá, lo sé. No pasa nada". Quería tocarla, abrazarla y besarla. Pero al acercarme, ella se apartó y dijo: "Papá, todavía no puedes tocarme". Y lo comprendí. Entonces le pregunté: «April, ¿estás en el cielo?». Me dijo: «¡Sí!». Le pregunté: «¿Cómo es el cielo?». Mi hija, que tenía un gran sentido del humor, me dijo: «¿Sabes cómo es el estilo de vida de los ricos y famosos? ¡Pues eso es como vivir en la pobreza comparado con el cielo!».

Entonces dijo: «Tengo que irme». Yo repetía: «Te quiero, April, te quiero». Ella dijo: «Sí, lo sé, papá», mientras retrocedía por la puerta y salía de casa. Volví a la cama y dormí bien.

A la mañana siguiente le conté esta experiencia a mi esposa y ella pensó que estaba un poco loco.

Si bien relatos anteriores en este libro incluyen abrazos y besos a un familiar fallecido, a Peter aún no se le permitía tocar a su hija. También se  informan declaraciones similares en algunas CDM visuales, del sueño y extracorpóreas.

En cada uno de los siguientes cuatro relatos el sujeto realizó un viaje fuera del cuerpo considerablemente más largo mientras tenía contacto con un familiar fallecido.

Nora es ama de casa de 44 años que vive cerca de Orlando, La Florida. Tuvo esta experiencia extracorpórea con su madre, quien falleció de una enfermedad cardíaca a los 72 años:

Mi madre falleció en junio y me fui de vacaciones a la isla de Sanibel en agosto. Estaba acostada en la cama cuando, de repente, sentí algo que me invadía.

¡Salí del cuerpo! Fue una sensación muy, muy extraña. Pude verlo tendido en la cama, y luego, con la misma rapidez, me encontré de pie en la cocina de mi casa.

Estaba pensando: "¿Qué hago aquí?", cuando oí una voz que decía: "Hola, Nora". Me di la vuelta, ¡y allí estaba mi madre! ¡No podía creerlo! Me quedé tan sorprendida al verla que simplemente dije: "¡Mamá!". Se veía tan hermosa. Su rostro resplandecía y la rodeaba una luz radiante. Parecía tener cincuenta años y jamás había visto a nadie tan feliz.

Mi madre me tomó de la mano y salimos de la cocina. Al llegar a la puerta me dio una palmadita en la mano y dijo: «Vine a despedirme. Te quiero y siempre cuidaré de ti y de tus hijos». Mamá irradiaba una sonrisa maravillosa y angelical al decir esto. Luego se fue. Me quedé allí sola, pero en cuestión de segundos me sentí descender hacia mi cuerpo, de nuevo en la cama de la Isla Sanibel. Me quedé allí, completamente despierta, sintiéndome tan segura y protegida, como cuando era niña. No tengo ninguna duda de que esto realmente me pasó. Me demostró que hay vida después de la muerte y que no debo temerle.

Es fácil reconocer una descripción clásica de una experiencia extracorpórea al leer un relato como el de Nora. Al elevarse en el aire pudo mirar hacia abajo y ver su cuerpo físico durmiendo en la cama. Y cuando Nora regresó, reingresó a él, a salvo.

Cada tramo del viaje de ida y vuelta de 480 kilómetros de Nora, desde la isla de Sanibel en el Golfo de México hasta su hogar en el centro de La Florida, ocurrió casi instantáneamente. Parece que el tiempo y la distancia no son factores limitantes durante las experiencias extracorpóreas, ya que el viaje se realiza evidentemente a velocidades enormes.

Jonathan es un estudiante universitario de 20 años, en Massachusetts. Su hermana, Erica, falleció en un accidente automovilístico a los 17 años. Unos meses después de la muerte de su hermana, Jonathan dormía profundamente en su habitación, y esto cuenta:

 De repente, estaba flotando sobre el centro de Stockbridge, mi pueblo natal, a una milla y media de mi casa. Me sentí muy vivo y muy real. Miré y vi a mi hermana. Erica estaba a mi lado, tomándome la mano. Podía sentir su mano en la mía con muchísima claridad. Flotábamos sobre los tejados. Podía ver los colores de los edificios con claridad, e incluso los semáforos. Erica vestía de blanco: llevaba una túnica blanca brillante que resplandecía. Parecía muy suave, como la túnica de un ángel. La parte inferior ondeaba al viento. Tenía su típica sonrisa: brillante, radiante y feliz Ella apareció como el último día que la vi, en perfecto estado de salud. Me decía que todo estaba bien y que no me preocupara. Luego se levantó lentamente hacia la luz y se despidió con la mano. Cuando desperté estaba muy feliz. Pensé: "¡Guau! ¡Erica es mi ángel, y me cuida!".

Aunque muchas personas recuerdan claramente haber salido de su cuerpo y haber regresado a él durante una experiencia extracorpórea, algunas, como Jonathan, simplemente no recuerdan esta parte de su aventura. Las experiencias extracorpóreas espontáneas pueden ser impredecibles, especialmente para un principiante. Si bien no es raro que alguien se encuentre viajando por una zona cercana y conocida, como le ocurrió a Jonathan, otros tienen la misma probabilidad de llegar a un destino totalmente desconocido, posiblemente a miles de kilómetros de su punto de partida.

Ron es un agente inmobiliario de 46 años en California. Tuvo esta experiencia cósmica un año después de que su hermana, Bobbie, falleciera a los 53 años por complicaciones durante una hospitalización:

Antes de acostarme, estaba boca abajo, descansando en estado semimeditativo. De repente, sentí la presencia de mi hermana, Bobbie. Voló hasta mi ser y me agarró la mano derecha. Podía sentir su tacto: ¡era real! Bobbie llevaba una bata blanca de una tela ligera, vaporosa y etérea. Era mucho más joven y estaba en perfectas condiciones físicas. Estaba más feliz que nunca, sonriendo y riendo todo el tiempo. Tenía los ojos brillantes y relucientes y estaba muy contenta. Bobbie me dijo, telepáticamente: "¡Vamos a divertirnos, Ron!". Y yo dije: "De acuerdo".

Así que mi hermana y yo salimos repentinamente al espacio. ¡Fue una experiencia emocionante! Pude ver estrellas, planetas y todo tipo de constelaciones estelares. Todo era muy vívido, muy intenso y muy brillante. No miré atrás, aunque sentí una luz brillante rodeándonos y arrastrándonos como una corriente en chorro. A medida que íbamos más rápido, Bobbie se dio la vuelta y dijo: "¡Qué experiencia tan maravillosa!". Dije: "¡Sí, vamos a intentarlo un poco más!". Ambos nos reímos y continuamos ascendiendo. Estoy seguro de que viajábamos a la velocidad de la luz, o incluso más rápido.

Entonces empecé a pensar: "¡Un momento! ¿Adónde me llevas? ¿Hasta dónde voy? ¿Cómo voy a volver al planeta Tierra?". Bobbie sintió mi miedo y mi resistencia y, en cuestión de segundos, volví a la Tierra, boca abajo en la cama. Todavía sentía un hormigueo, y todo mi ser estaba lleno de energía. Abrí los ojos y dije: "¡Guau!".

Algunas personas informaron haber sido invitadas por un ser querido fallecido con un "Ven conmigo", y luego tuvieron una encantadora experiencia extracorpórea . Otras recibieron la misma invitación, pero la rechazaron por temor. Esto probablemente se debió a que no estaban familiarizadas con las experiencias extracorpóreas o asumieron, erróneamente, que tal solicitud significaba que se les pedía morir y unirse a su ser querido para siempre.

Maryann, ama de casa en La Florida, emprendió un largo viaje aproximadamente un año después de que su hijo de 18 años, Shawn, fuera atropellado y muerto por un automóvil:

Dormía profundamente, y era como si hubiera dos personas. Una estaba acostada en la cama. La otra, mi yo real, subía y subía. Podía mirar hacia abajo y ver que mi cuerpo dormía.

Me sentía atraído hacia arriba; estaba sobre la casa, mirando los árboles. Subí cada vez más alto, muy arriba, ¡y de repente Shawn estaba allí! ¡Me sorprendió mucho verlo! Había mucha luz, pero no había entorno terrenal. Tenía la sensación de flotar, como si estuviera suspendida en el espacio.

Mi hijo y yo nos abrazamos. ¡Fue una alegría tan intensa, simplemente abrumadora! No había palabras, solo inmensa alegría y el hecho de que Shawn estuviera realmente vivo. Había comprensión, como una comunión, un conocimiento, una aceptación.

Sabía que mi hijo estaba bien y que aún se preocupaba por mí. Estaba al tanto de mi vida, pero también tenía una vida propia. La suya era una vida sin (aparentes )restricciones, con una libertad sin límites y un conocimiento mucho mayor del que tenemos aquí, en la Tierra.

Luego volví a mi cuerpo, a la cama, y desperté. Pensé: «Esta existencia parece más un sueño. ¡Esa otra existencia parece más real que la vida!». Fue la experiencia más reconfortante y real que haya tenido. Sé que volveré a ver a Shawn algún día y que él me estará esperando. Simplemente sé estas cosas. Todavía lloro porque extraño a mi hijo. Pero no lloro porque creo que no esté vivo. No lloro porque creo que lo volveré a ver.

Tras dejar su cuerpo físico, Maryann viajó en su cuerpo espiritual una distancia desconocida para visitar a su hijo fallecido. Al parecer, en esa existencia, que "parece más real que la vida", podemos encontrarnos como seres eternos y alcanzar un estado de comunión con nuestros seres queridos fallecidos que puede ser más íntimo, más completo y más gratificante que las reuniones que tenemos aquí,  en la Tierra.

Las siguientes dos CDM extracorpóreas se experimentaron en otra dimensión de la existencia.

Betsy es gerente de una tienda minorista en el sureste de Estados Unidos. Iba al volante de un automóvil cuando ella y sus hijos, Nathan, de 6 años, y Travis, de 4, sufrieron un accidente. Aunque Betsy no sufrió heridas graves, sus dos hijos murieron en el acto.

Mientras estuve en el hospital, no quería vivir. Nada tenía sentido, y solo quería rendirme y morir. No quería vivir sin mis hijos. Un ángel se acercó y me tomó firmemente de la mano. Sentí un amor que nunca antes había sentido. Me llevó a esta hermosa pradera. Era de un verde esmeralda precioso, con un cielo azul claro y vibrante. Los colores son difíciles de describir porque no son como los que vemos aquí. Había una luz blanca y lavanda brillante alrededor de este prado, pero no me hacía daño a la vista. Era una atmósfera muy relajante y amorosa.

Mientras el ángel y yo sobrevolábamos el prado, oí muchas risas. Escuché a mis hijos: ¡Nathan y Travis! Miré hacia abajo para ver qué hacían. Mi visión era realmente buena; podía acercarme a ellos con la vista. Nathan y Travis estaban con otros niños y niñas. Estaban muy animados y sanos; todos felices, corriendo y jugando. Había tanta belleza, tanto amor llenaba el aire. El ángel me dijo: «Tus hijos están bien y los volverás a ver. No te preocupes». Cuando iba a buscar a Nathan y Travis, me empujaron de repente de vuelta a mi cama en el hospital. Y ese fue el final de mi experiencia. El ángel sabía que tenía que asegurarme de que mis hijos estuvieran bien. Nunca he conocido un amor más grande que este.

Los ángeles participan ocasionalmente en las experiencias de CDM. A menudo sirven como acompañantes compasivos que pueden guiarnos directamente hacia nuestros seres queridos fallecidos. Ya sea que actúen por cuenta propia o sean enviados como mensajeros divinos, presumiblemente pueden ayudarnos de múltiples maneras.

Al igual que Betsy, quienes experimentan estos suceso pueden adquirir habilidades mejoradas al visitar la dimensión espiritual. Si las personas u objetos parecen lejanos, podemos ajustar fácilmente nuestra vista para percibirlos con mayor claridad. Esto se llama "visión telescópica". Otro informe indica que la ventaja de este reino es que la mayor parte de la comunicación se realiza por telepatía. Incluso personas que hablaban idiomas muy diferentes en la Tierra parecen entenderse y conversar entre sí. Y aunque sus habitantes pueden caminar de un lugar a otro, evidentemente existe un método de transporte más eficiente, especialmente para distancias más largas. Basta con visualizar a la persona o el lugar que desean visitar, y casi al instante estarán allí.

Ginger es una enfermera de 41 años de Nueva Jersey. Tuvo este reencuentro celestial con un anterior paciente fallecido unos seis meses antes:

Corey era un bebé bajo mi cuidado en la unidad de cuidados intensivos neonatales. Tenía defectos congénitos muy graves, como paladar hendido y labio hendido, deformidades faciales y problemas cardíacos graves. Me había encariñado mucho con su madre, y desde su nacimiento supimos que moriría. Corey vivió aproximadamente cinco meses y falleció el día de Navidad.

Poco después, fundé un grupo de apoyo para padres que sufrieran la muerte de su bebé. Una noche, la madre de Corey se quedó y se reunió conmigo a solas porque estaba pasando un momento muy difícil con su muerte. Más tarde esa noche, tuve una experiencia extracorpórea y fui a otro plano, a otra dimensión de la realidad. Este es un plano espiritual donde se reúnen los niños: grupos de pequeños seres altamente evolucionados.

Había muchísimas flores alrededor, y colores preciosos. Todo se veía nítido y claro, más brillante de lo habitual, y más vivo que en nuestra dimensión.

Corey llegó a mí de un grupo de bebés con los que jugaba. Estaba absolutamente precioso y radiante. Ya no tenía discapacidades ni malformaciones; estaba curado y completo, ¡sin ningún defecto! ¡Era un bebé precioso! Se comunicó conmigo por telepatía y me dijo: «Gracias por cuidar de mi madre. De verdad que la estás ayudando. Quiero que le digas que estoy bien y que todo está bien. Ahora soy feliz». No recuerdo haber regresado a mi cuerpo, pero esta experiencia fue muy, muy clara cuando desperté. Compartí este suceso con la madre de Corey y le brindó un gran consuelo y paz. Se sintió especialmente aliviada al saber que su bebé había sanado.

Una enfermera como Ginger, con su merecida credibilidad, fue la intermediaria perfecta para transmitir el mensaje de Corey a su madre con humildad y convicción. Según nuestra investigación, las enfermeras tienen más experiencias de CDM que los miembros de cualquier otra profesión. Esto no es sorprendente, ya que desarrollan una gran sensibilidad emocional y espiritual al cuidar a sus pacientes, especialmente a los enfermos terminales.

Los cinco informes restantes de experiencias extracorpóreas se parecen mucho a las experiencias cercanas a la muerte, pero hay una diferencia fundamental. Todas las personas que experimentaron estas experiencias extracorpóreas gozaban de buena salud y no corrían peligro físico ni estaban cerca de morir cuando realizaron el viaje. Al leer estos relatos similares a ECM, observe que quienes experimentaron viajaron en su cuerpo espiritual a través de un túnel hacia una luz brillante y se encontraron con uno o más familiares y amigos fallecidos. Al finalizar la visita, regresaron por el túnel y reingresaron a su cuerpo físico.

Pauline, de 55 años, es ama de casa discapacitada en Georgia. Tuvo esta emocionante excursión de ida y vuelta con su esposo, Art, después de su asesinato:

Tuve el sueño varios meses después de la muerte de mi esposo. Art vino, me tomó de la mano y atravesamos un túnel. Era como atravesar una espiral, con una luz blanca al final. Art estaba perfectamente sano y vestía con normalidad. Me mostró una pequeña casa, de dos habitaciones, en la que se estaba quedando. Dijo que iba a un centro de rehabilitación para ayudarlo a superar el shock de cruzar tan repentinamente cuando lo mataron. Me mostró lo que estaba haciendo: trabajar con flores. Nunca había visto flores tan hermosas en mi vida. No tengo palabras para describir sus colores. ¡Había rosas del tamaño de platos! Y también mariposas. ¡Era todo tan bonito! Entonces, Art me trajo de vuelta por el túnel. Al despertar estaba llorando; las lágrimas me corrían por la cara. ¡Mi experiencia fue realmente hermosa!

Algunas personas que tuvieron una experiencia extracorpórea la llamaron "sueño" porque desconocían estas experiencias. Si bien la mayoría había oído el término, pocos habían leído relatos sobre ellas.

Según nuestra investigación y otras fuentes, uno de los propósitos de un centro de rehabilitación es ayudar a las personas que han sufrido una muerte repentina y violenta a causa de un accidente, asesinato o guerra. Estos centros de rehabilitación parecen brindar orientación, educación y sanación emocional y espiritual a quienes han sido traumatizados por un suceso de este tipo. Aparentemente, facilitan la transición de quienes necesitan descansar tras sufrir una enfermedad prolongada y espiritualmente debilitante. Además, se dice que estas instalaciones también sirven como centros de acogida para quienes han negado la posibilidad de una vida después de la muerte y deben pasar por un período de adaptación a su nueva e inesperada existencia.

Ellie es procesadora de datos en Michigan. Adquirió una nueva perspectiva de la vida cuatro meses después de que su hijo, Don, falleciera en un accidente automovilístico a los 26 años:

Me había acostado y tenía los ojos cerrados, pero sé que no estaba dormida. Entonces noté que me dirigía hacia un pequeño punto de luz. Estaba en un túnel y la luz era cada vez más grande y brillante, pero no me hacía daño a los ojos. ¡Sabía que no era una experiencia cercana a la muerte porque ni siquiera estaba enferma!

Esta luz intensamente brillante era apacible y reconfortante; no podía apartar la vista de ella. Parecía atraerme hacia ella, y pude ver la silueta de una figura con una túnica ondeante y las manos extendidas como si me diera la bienvenida. Al acercarme, supe que era mi hijo, Don. Estaba en esa luz.

Oí la voz de Don en mi cabeza, muy firme: "¡Alto! ¡Aún no es tu hora, mamá! ¡Vuelve! Estoy bien y tienes mucho que hacer". No recuerdo haber vuelto al túnel. La luz simplemente se alejó y desapareció, y entonces desperté por completo. Nunca antes había pensado en mi  mortalidad, pero ahora no temo a la muerte. Sé que algún día, cuando termine mi trabajo aquí, volveré a estar con Don.

Esto sin duda suena como el relato típico de una experiencia cercana a la muerte, y al igual que a muchas personas que han tenido una ECM, a Ellie le dijeron enfáticamente: «Aún no es tu momento». Esto respalda la teoría de que la vida física en la Tierra es una escuela, y que no estamos listos para graduarnos hasta que hayamos completado todos nuestros cursos. Nuestras principales lecciones espirituales parecen ser aprender a amarnos y servirnos unos a otros.

Rosalind, ama de casa de Missouri, tuvo una visita excepcional con su hijo de 19 años, Charlie, unos 3 años después de que muriera en un accidente de motocicleta en 1985:

Era una tarde normal y había hecho lo que hago todas las noches: ducharme y acostarme sobre las 10. No sé cuándo empezó el sueño pero caminaba por un túnel muy luminoso. Había un olor dulce y fresco, como de flores. El túnel era larguísimo, y no creía que llegara nunca al final.

Cuando lo hice, ¡Charlie estaba allí parado! Vestía unos vaqueros azules, camiseta de un grupo de rock que siempre usaba y zapatillas deportivas. Estaba tan feliz como en vida, riendo y bromeando. Parecía de la misma edad y gozaba de muy buena salud. ¡Entonces vi a mi mamá y a mi papá! Papá murió en 1966 y mamá en 1980; se veían idénticos. ¡Sentí como si hubiera muerto e ido al cielo!

Charlie me agarró y me dijo: "¡Mamá! ¿Qué haces aquí?". Le dije: "He venido para estar contigo y tus abuelos". Él dijo: "Todavía no es hora de que vengas".

Me acerqué a mis padres y les dije: «He venido para estar con vosotros». Me respondieron: «No, tienes dos hijos en casa. Tienes un esposo y una nieta, y necesitan que estés allí. Aún no estás lista para venir». Seguí diciéndoles: «Quiero estar con vosotros». Mis padres me decían: «¡No! No, no puedes. Tienes que volver. Estamos cuidando de Charlie y está en buenas manos». No quería irme pero, de repente, estaba volviendo por el túnel y desperté. ¡Fue una experiencia maravillosa! Aún no era mi momento para estar con ellos, pero algún día lo estaré. Me alegró poder verlos y hablar con ellos de nuevo. Sé que Charlie está bien y que mis padres lo están cuidando.

Cuando aún no nos corresponde estar en el cielo, parece que el asunto es innegociable. A pesar del deseo de Rosalind de permanecer con sus padres e hijo fallecidos, como a muchas otras personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte se le recordó, con fuerza, que debía regresar para cumplir con sus responsabilidades con su familia de la Tierra.

Dottie, ama de casa de 44 años de Michigan, recibió un glorioso recorrido por un reino espiritual:

En un sueño flotaba por un túnel largo y oscuro que parecía interminable. Parecía estar hecho de piedra o ladrillo oscuro. Había una luz blanca, cálida y muy brillante al final del túnel, con un toque dorado que emanaba de ella. Algo me impulsaba hacia adelante: ¡tenía que ir hacia esa luz! Sentí una presencia muy amorosa y supe que esa luz no me haría daño. Entonces me fundí con la luz como si caminara en la niebla. Me recibió una señora con ambas manos extendidas hacia mí. Sentí que era María, la Santísima Madre. Nunca dijo quién era, pero la conocía y la amaba. Me tomó la mano con mucha ternura, y pude sentir su calidez y su amor. Sentí alivio y mucha paz estando con ella. Llevaba una túnica blanca, tan brillante que relucía. Sabía que me quería y me amaba.

La Santísima Madre me guió a un hermoso jardín con un arroyo cristalino que lo atravesaba. Toqué el agua y era real. La hierba y los árboles eran de un verde brillante, y había flores de todo tipo. Estaba en un entorno parecido a un parque y podía ver grandes edificios de cristal a lo lejos. Había una luz brillante proveniente de algún lugar, y todos los colores eran muy vívidos. Vi a mi padre, a mi padrastro y a mi suegro sentados en la orilla de un río. Me saludaban y decían: "¡Hola, Dottie!". Estaban pescando con caña y carrete; todos habían sido pescadores en su vida. Pero nunca se habían conocido en la Tierra. Era un ambiente muy relajado. Me sentí muy feliz, muy tranquila, muy descansada. Una vez allí, no quería irme. Todos estaban felices y no vi a nadie trabajando. Me encontré con una amiga que había fallecido hacía mucho tiempo y me dijo: «No te preocupes. Ahora estoy muy feliz». Y también vi a mi prima pequeña.

La Santísima Madre dijo: «Es hora de irnos», y me condujo de vuelta a la entrada del túnel. Sentí que se quedó hasta que supo que había atravesado esa luz. Pero no recuerdo haber regresado por el túnel. Siento que se me ha confiado un conocimiento que la mayoría de la gente no tiene. Siempre fui muy religiosa, pero ahora me siento mucho más cerca de Dios.

Acompañada gentilmente por la Santísima Madre, ¡Dottie debió haber visitado el cielo! La luz radiante, el amor que todo lo abarca, la belleza inefable y la vibrante sensación de vitalidad que allí se respiraban se mencionan con frecuencia en relatos de experiencias cercanas a la muerte prolongadas. También resulta bastante interesante que tres hombres que habían sido miembros de la misma familia, pero que nunca se conocieron en la Tierra, se conocieran y forjaran amistad después de su muerte. Quizás algún día todos descubramos que pertenecemos a una familia espiritual mucho más grande.

El último relato es de Michelle, recepcionista de un quiropráctico en California. Tuvo esta feliz CDM dos años después de que su hija de 11 años, Ángela, falleciera en accidente automovilístico:

Una noche, poco después de quedarme dormido sentí un tirón y luego me vi atravesando un túnel a toda velocidad. Observé una luz más adelante y me asusté.

Una voz me dijo: «No te preocupes. No te alarmes. No te harán daño. No vas a morir. Si quieres retroceder, puedes. Si quieres avanzar, puedes». Decidí avanzar y seguí adelante a toda velocidad. Sentía el viento en las mejillas y el pelo al viento. Sentía una euforia increíble.

Miré a mi alrededor y vi árboles hermosos, un cielo azul, flores preciosas y césped verde. Los colores eran vibrantes y todo era muy vívido. Incluso podía oír el canto de los pájaros. Pensé: "¡Bueno, dondequiera que esté, es maravilloso!".

Caminé y vi a unos niños. Cuatro niñas estaban sentadas sobre una manta, jugando y tomando el té. Me acerqué y pregunté: "¿Conoces a mi hija, Ángela?". Nos comunicamos telepáticamente. Una de las niñas me dijo que estaba en la casita de juegos y me la señaló.

Fui a la casita de juegos y miré por la ventana. Vi a Ángela sentada en una mesa jugando a las cartas. ¡Me puse tan contenta! Al tocar el cristal, oí el sonido y lo sentí.

Ángela levantó la vista, me vio y luego salió. Nos abrazamos y balbuceé: «Siento mucho que te haya pasado». La idea de que mi hija muriera en accidente de coche me había costado mucho, así que no paraba de llorar.

Ángela era muy cariñosa, tranquila y serena. Dijo: «Mamá, todo está bien. No me duele. Estoy bien. Tienes que dejar de preocuparte por mí. Estoy bien y soy feliz aquí».

Me tranquilicé y la observé atentamente. ¡Se veía hermosa! No tenía cicatrices. Llevaba un vestido blanco, algo brillante, con detalles dorados. Y cuando se movía, su ropa parecía brillar.

Me relajé por completo y luego sentí que me faltaba energía. Ella dijo: «Mamá, sé que no puedes quedarte. Pero no pasará mucho y estaremos juntas. ¡Ya verás!». Nos abrazamos y Ángela dijo: «Tienes que regresar, mamá». Seguí el mismo camino por el que vine, de espaldas por ese túnel. Para cuando regresé, estaba completamente despierta. Puedo recordar con todo detalle esa experiencia. ¡Fue maravillosa! Aunque la escribí, no tengo que leerla; quedó grabada en mi mente para siempre.

Al igual que Michelle, innumerables personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte han realizado un viaje extracorpóreo a través de un túnel, han visto una luz muy brillante y han visitado un reino celestial. También se han encontrado con frecuencia con seres queridos fallecidos o seres celestiales, y su extraordinario testimonio ha reconfortado e inspirado a millones de personas que han respondido a la verdad espiritual de sus relatos de ECM.

Como has leído en este capítulo, nuestra investigación reveló que no es necesario que alguien esté cerca de la muerte para tener una experiencia extracorpórea que implica viajar a través de un túnel y encontrarse en la luz con familiares y amigos fallecidos. Los últimos cinco relatos de experiencia extracorpórea demuestran que cualquier persona puede tener una "experiencia de túnel" con muy buena salud.

Existe otro tipo de experiencia similar a una ECM que no incluye contacto con alguien. Una mujer que entrevistamos se encontraba en buen estado de salud y completamente despierta, de pie junto al fregadero de su cocina. Dejó su cuerpo espontáneamente, atravesó un túnel y se encontró con una luz muy brillante que transformó su vida. Nuestros archivos contienen varias experiencias similares que ocurrieron cuando los participantes estaban en estado alfa o dormidos.

Durante nuestra investigación sobre el CDM, descubrimos que existe un amplio espectro de "experiencias de túnel" que las personas pueden experimentar incluso con buena salud. Estas suelen implicar ver una luz brillante y también pueden incluir encuentros con seres queridos fallecidos o figuras religiosas, y recorrer un plano espiritual. Estudios futuros de estas experiencias similares a las ECM podrían aportar prueba adicional de la vida después de la muerte.

Por cierto¿alguna vez has escuchado el teléfono sonar y, al contestar, has escuchado la voz de un ser querido fallecido hablándote?  Esto puede ocurrir tanto dormido como despierto, y las CDM telefónicas se analizarán a fondo en el siguiente capítulo.

CAPÍTULO 12. De persona a persona: CDM telefónicos

 Vivís en la Tierra sólo unos pocos años a los que llamáis encarnación, y luego dejáis vuestro cuerpo como un vestido gastado y vais en busca de refrescaros a vuestro verdadero hogar en el espíritu. —Águila Blanca.

Imagina que oyes sonar un teléfono. Al contestar, oyes la voz de un ser querido fallecido y recibes un breve mensaje. O puedes tener una conversación bidireccional. Estas experiencias se denominan llamadas telefónicas de comunicación después de la muerte (CDM), que pueden ocurrir mientras duermes profundamente o estás completamente despierto. Son las menos comunes de los doce tipos principales de comunicación después de la muerte.

Recibir una llamada telefónica y conversar con un familiar o amigo fallecido mientras duermes es como cualquier otro CDM en estado de sueño. La única diferencia es que hablan por teléfono en lugar de encontrarse cara a cara.

Un teléfono con CDM activo tiene algunas características interesantes. El teléfono suena. Al descolgarlo y decir "Hola", se escucha a un ser querido fallecido en la línea. Su voz puede sonar fuerte y clara, o parecer provenir de lejos. Una vez finalizada la llamada, no se oirá que se cuelga el auricular. De hecho, no se oirá ningún sonido de desconexión ni siquiera tono de marcado. En cambio, el teléfono permanecerá en silencio, como si se hubiera cortado la línea.

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Los primeros cuatro relatos son ejemplos de CDM telefónicos que ocurrieron mientras los participantes dormían. Como no tenían otras palabras para describir estos inusuales eventos, solían decir que su experiencia ocurrió en un "sueño".

Alice es gerente de cuentas por pagar en Massachusetts. Recibió esta llamada de CDM después de que su hijo Trey, de 16 años, muriera ahogado:

Trey era el chico al que siempre le daban puntos y todo eso. Cuando se ahogó, no fui a urgencias a verlo. Entrar allí y no poder curarlo... simplemente no podía. Me sentí muy mal después y no dejaba de decir: «Ni siquiera pude ir a despedirme de mi propio hijo».

Poco después de su muerte, el teléfono sonaba en mi sueño. Lo contesté y era la voz de Trey. Dijo «Mamá», rapidísimo, como si algo hubiera pasado. Siempre hablaba así.

Dije: «Trey, ¿eres tú? ¿Dónde estás?». Me respondió: «Solo llamé para decirte que estoy bien y que te quiero». Habló más despacio y con más serenidad que de costumbre, pero sin duda era su voz. Estaba tranquilo, como si no quisiera preocuparme. Todo parecía muy real. Entonces, se cortó la llamada.

Trey tuvo que decirme que estaba bien porque sabía cuánto me preocupaba por él. Este sueño también me convenció de que no importaba que no me hubiera despedido.

Casi todas las personas sienten arrepentimiento después de no haber tenido la oportunidad de despedirse de un ser querido que estaba muriendo. Al igual que Alice, otras también pueden sentir culpa si tuvieron la oportunidad de estar presentes, pero no pudieron hacerlo emocionalmente.

Nuestros seres queridos fallecidos parecen comprender y aceptar fácilmente nuestras limitaciones humanas. Evidentemente, desean que nos liberemos de la culpa y la autoinculpa innecesarias para que podamos seguir adelante con nuestras vidas. Esto reafirma el mensaje sanador de amor que contienen tantas experiencias de CDM.

Carole, una hipnoterapeuta de 43 años de Michigan, tuvo esta conversación telefónica unas 12 semanas después de la muerte de su madre:

Mi madre murió en una explosión de gas. Fue muy repentino y no había cuerpo físico a la vista. Así que me costaba mucho aceptar su muerte. Pensaba que no había sido real. Simplemente no aceptaba su partida; estaba en total negación.

Mientras dormía, sonó un teléfono en mi sueño. Contesté y oí a mi madre decir: «Carole, soy mamá». Sentí una oleada de energía al decir eso. ¡Y supe que era ella!

Empecé a llorar desconsoladamente, diciendo: "¡Mamá! ¡Mamá! ¡Mamá!". No recuerdo bien nuestra conversación, pero creo que me dijo: "Carole, estoy en el otro lado. Ya no estoy en el plano terrenal. No voy a volver".

Al despertar, mi almohada estaba empapada, mi cara estaba mojada y mi camisón estaba mojado. Me sentía emocionalmente agotada, pero por fin estaba en paz.

Esta llamada me ayudó a superar el momento crítico. Por fin superé la negación y pude continuar con el duelo por mi madre.

Cuando un ser querido fallece repentinamente y no es posible ver su cuerpo, a menudo nos cuesta aceptar la realidad de la muerte y podemos quedar en un limbo emocional. Esto aplica especialmente cuando alguien se pierde en el mar, muere en un accidente masivo como el de un avión comercial o muere durante una guerra.

Tener una experiencia de CDM tras una muerte así es especialmente valioso, ya que a menudo ayuda a quienes la experimentan a superar la etapa de negación del duelo y a avanzar hacia la aceptación plena. Esto también aplica a quienes se encuentran en la etapa de ira de su duelo durante un tiempo prolongado, lo que suele ocurrir cuando su ser querido ha sido asesinado, se ha suicidado o ha sido atropellado por un conductor ebrio.

Sheila, de 46 años, es enfermera en Iowa. Recibió un mensaje de apoyo siete meses después de que su padre falleciera de enfisema:

Mi esposo y yo teníamos muchos problemas y yo estaba muy angustiada. Había sufrido mucho abuso psicológico y quería terminar con el matrimonio. Pero aún no podía; llevaba tres o cuatro años posponiendo esta decisión.

Cuando murió mi padre, sentí que el único hombre importante en mi vida se había ido. Mi esposo ni siquiera me dio un abrazo para decirme que lamentaba su muerte. No recibí ningún apoyo emocional y estaba muy deprimida.

En un sueño, poco antes de despertarme por la mañana, recibí una llamada. Cuando me acerqué el teléfono al oído, mi papá estaba al teléfono; ¡definitivamente era su voz! Me dijo: "¡No te preocupes! Estaré contigo todo el tiempo que me necesites. Decidas lo que decidas, estoy aquí para ti".

Necesitaba saber que mi padre me amaba y que me apoyaría pase lo que pasara. Era una afirmación que no recibí de él cuando estaba vivo.

A la mañana siguiente, sentí una paz maravillosa, más paz de la que había sentido en años. La agitación ya no existía. Fue un punto de inflexión, y de repente supe que podía hacer lo que tenía que hacer.

Unos cinco meses después, por fin puse las cosas en marcha y solicité el divorcio. No creo que hubiera podido hacerlo entonces si no hubiera sido por esa llamada de mi padre.

Observe que el padre de Sheila no le dio ningún consejo específico, pero le aseguró que contaría con su apoyo constante independientemente de lo que decidiera hacer. Este es un verdadero ejemplo de amor incondicional. Si tan solo más pudiéramos expresar ese "amor sin ataduras" o "amor sin ataduras", como lo llama Elisabeth Kübler-Ross, el mundo sería un lugar mucho más feliz y emocionalmente sano.

Terry es agente de viajes en Florida. Mantuvo varias conversaciones telefónicas con su madre, quien falleció de cáncer a los 76 años:

Mi madre había comprado dos pares de zapatos nuevos, pero no pudo usarlos cuando enfermó gravemente. Era una persona muy ahorrativa y frugal, y antes de morir me pidió que los devolviera y que me diera el dinero. Pero no lo hice.

Seis semanas después de su muerte, recibí tres llamadas mientras dormía. Cada vez, sonaba un teléfono mientras dormía, y cuando contestaba, ¡era mi madre!

La primera vez que me habló, le pregunté cómo estaba. Me dijo que todo estaba bien y le dije que la extrañaba. Me preguntó: "¿Ya devolviste los zapatos?". Eso pareció preocuparla. Le dije que no y me puse a llorar. Luego, la llamada se cortó cuando dijo: "Me tengo que ir. Adiós".

Como una semana después, la segunda llamada fue prácticamente igual. De nuevo, me preguntó si había devuelto los zapatos. Y le dije: «No, todavía no. Pero lo haré».

La tercera vez que me llamó y me preguntó por los zapatos, me puse a llorar. Entonces me dijo: «Terry, si no dejas de llorar, no te llamaré más». Y nunca más volví a recibir su llamada.

Un par de semanas después de la tercera llamada, finalmente devolví los zapatos y me devolvieron el dinero. Sabía que ella quería que lo hiciera, y así lo hice.

Algunas personas aparentemente tienen la necesidad de atar cabos sueltos tras su fallecimiento. En otros relatos de CDM en nuestros archivos, seres queridos fallecidos han pedido a sus familiares que devuelvan libros de la biblioteca, artículos de investigación científica o sumas de dinero que habían tomado prestadas.

Muchas personas que han tenido experiencias similares informaron que un ser querido fallecido les había dicho el lugar exacto donde se habían escondido dinero, valores, documentos comerciales importantes y objetos de valor similares. Este tipo de relatos se abordarán en un capítulo posterior.

A Beverly, una camarera de 45 años de Luisiana, le pidieron que cumpliera una petición después de que la madre de su novio, Jane, falleciera de un infarto masivo. Pero Beverly no sabe si estaba despierta o dormida cuando recibió esta CDM:

Esto fue aproximadamente un mes después de su muerte. Mi novio, Roy, y yo vivíamos juntos. No teníamos teléfono en la habitación, solo en la sala.

Estaba dormida cuando sonó el teléfono y me despertó. Me levanté, fui a la sala y contesté. ¡La madre de Roy, Jane, estaba al teléfono! Me preguntó: "¿Podrías cuidar de mi hijo?". Fue una petición tierna, y cuando me pidió que me comprometiera, le dije que lo haría.

Entonces me desperté en la cama. Pero no estaba seguro de si realmente me había levantado y contestado el teléfono en la sala o si todo había sido un sueño.

Conocí muy bien a la madre de Roy. Éramos confidentes y amigos cercanos antes de su muerte. Roy era un hombre dependiente en muchos sentidos, y Jane me pedía que fuera el apoyo emocional de su hijo en su ausencia.

Me quedé con Roy tres años más y luego terminé esa relación. Sentía cierta culpa por no haber cumplido mi promesa a Jane. Aunque me había comprometido con ella, tenía un compromiso primordial conmigo mismo.

Tras su fallecimiento, parece que la mayoría de las personas se preocupan mucho por el bienestar de sus seres queridos supervivientes. En ocasiones, como hizo Jane, pueden regresar para pedirle a alguien que cuide de algún familiar en su nombre.

Todos los demás relatos de este capítulo son ejemplos de CDM telefónicos que ocurrieron mientras los experimentadores estaban despiertos.

Ramona, ama de casa de California, se quedó atónita al recibir una llamada de su marido, Stanley, que tenía 43 años cuando murió de un aneurisma:

Esto ocurrió pocas semanas después de la muerte de Stanley. Era de mañana y estaba limpiando después del desayuno. Sonó el teléfono y lo contesté. Mi esposo me dijo: "¡Hola, cariño!". Era Stanley; ¡la voz era suya!

Sonaba con la mayor claridad posible, como si me hubiera llamado del trabajo. Eso fue todo lo que dijo y el teléfono se cortó; no hubo desconexión.

Por un momento, pensé que me estaba volviendo loca. Pero sé que sonó el teléfono. Lo tenía en la mano, ¡y sé que escuché la voz de mi esposo!

Si suena el teléfono mientras realizas una actividad rutinaria y al contestar escuchas hablar a un ser querido fallecido, podrías llevarte una gran sorpresa o incluso un shock. Es probable que cuestiones tu cordura, como le pasó a Ramona. Sin embargo, ¿qué hay más tangible que sostener el auricular en la mano después de terminar la llamada?

Mónica, de 52 años, es dueña de una librería en Misuri. Tres meses después de su muerte por un infarto, supo de su padre de una forma inusual:

Mi padre falleció en junio, y esto fue en septiembre. Un día, estaba en casa y llamé a una empresa por un asunto muy rutinario. La operadora se puso al teléfono y me dijo que esperara, y entonces empezó la música del ascensor.

De repente, la música se cortó y oí a mi padre decir: "¡Hola, Dolly!". Así me llamaba siempre. Luego dijo: "¡Sabes quién es!". Reconocí su voz, pero no dije nada porque estaba atónita.

Pasaron unos segundos y entonces dijo: «Soy tu papi». Su voz era muy suave y sonaba exactamente igual que siempre. Era como una conexión a larga distancia, pero sin estática y la línea estaba perfectamente despejada.

Entonces la operadora volvió a la línea para decirme que la persona a la que llamaba no estaba, y colgué. Naturalmente, intenté llamar de nuevo a ese número para ver si pasaba algo, pero no pasó nada.

Esta experiencia única fue tan real que no puedo cuestionarla. Destruyó mi escepticismo sobre tales comunicaciones. Quizás mi padre eligió este método para que yo no pudiera dudar de su realidad.

Como ilustran estos dos primeros CDM telefónicos despiertos, a veces el mensaje de nuestro ser querido fallecido es simplemente un gran "¡Hola!" que confirma que sigue vivo y bien y que se preocupa por nosotros. Esta parece ser la intención principal de casi todos los CDM, aunque la mayoría contiene sentimientos adicionales o tiene un propósito más específico.

Debido a que la comunicación telefónica es una actividad tan rutinaria, ya no dudamos en escuchar la voz de alguien sin ver también a la persona que nos habla. Muchas personas afirman que escuchar la voz de un ser querido fallecido por teléfono es mucho más tangible que recibir un mensaje telepático. La ventaja adicional de un teléfono físico a menudo proporciona un mayor grado de certeza sobre la realidad de su experiencia. Quizás por eso nuestros familiares y amigos fallecidos optan por contactarnos de esta manera.

Ellyn, gerente de recursos humanos en Nevada, tuvo este teléfono CDM después de que su hija de 12 años, Ashley, muriera de leucemia:

Esto ocurrió más de tres años después de la muerte de Ashley. Yo estaba pasando por un grave problema de salud. Me habían diagnosticado una enfermedad pulmonar y temía morir también.

Esa noche, estaba haciendo espaguetis en la estufa cuando sonó el teléfono. Lo contesté y oí una vocecita que decía: "¡Mami!". Pensé: "¿Qué? ¿Quién me está gastando esta broma tan terrible?". Así que pregunté: "Por favor, ¿quién es?".

Dijo: «Soy Ashley. ¿Qué estás haciendo, mami?». Le dije: «¿Ashley? Estoy cocinando». Y ella dijo: «Estás preparando mi plato favorito. ¡Estás haciendo espaguetis!».

Era la voz de Ashley; sonaba fuerte y sana, y nadie podía imitar su voz. En ese momentoEn un momento dado pensé que estaba loca, pero nadie sabía lo que estaba cocinando para la cena porque fue una decisión espontánea hacer espaguetis.

Entonces le pregunté: «Ashley, ¿estás bien?». Y me dijo: «Mami, estoy bien. Solo te llamé para decirte que tú también vas a estar bien». Entonces se cortó la llamada. No hubo tono. Ningún ruido. Nada. Me quedé allí sentada con el teléfono en la mano un buen rato.

Me operaron de pulmón seis meses después. Hace un mes fui al médico. Mi hemograma salió normal por primera vez en tres años, y el mes que viene empezará a retirarme la medicación. Ashley tenía razón: ¡me dijo que iba a estar bien!

¡Con razón Ellyn se quedó atónita! No solo escuchó la voz de Ashley por teléfono tres años después de su muerte, sino que no encontraba explicación racional para que alguien supiera que estaba cocinando espaguetis en ese preciso instante.

Sylvia es una higienista dental jubilada de Indiana. Recibió dos mensajes de su hijo Joe, de 36 años, tras su asesinato:

Fue cuatro o cinco semanas después de la muerte de Joe. En algún momento de la noche, mientras dormía profundamente, oí sonar el teléfono. Levanté el auricular, que está en la mesita de noche junto a mi cama, y me incorporé.

Dije: "¿Hola?". Y la respuesta fue: "Hola, mamá. Soy yo". Así era como Joe siempre empezaba sus conversaciones cuando nos llamaba. Decía: "Por favor, dejen de llorar por mí. Por favor, dejen de llorar. Quiero que sepan que estoy feliz y en paz".

Antes de que pudiera decir nada, se fue, como si el teléfono se hubiera quedado sin habla. Fue como una conversación telefónica normal, pero no lo oí colgar. Estaba completamente despierto en ese momento y sé que oí la voz de Joe. Pero por un momento no podía creerlo.

Finalmente desperté a mi marido y se lo dije y él...Dijo: “Debes haber estado soñando”. No quería contárselo a nadie más porque pensé que se reirían de mí y dirían: “¡Oh, eso no pudo haber pasado!”.

Unas tres semanas después de la primera llamada, ¡volvió a ocurrir! Durante la noche sonó el teléfono. Lo contesté y me incorporé en la cama.

Esta vez, Joe ni siquiera se identificó, pero dijo: «Mamá, no me dejas ir. Sigues llorando y sufriendo. Por favor, para. No puedo estar en paz». Lo oí con total claridad. Abrí la boca para decir algo, pero mi hijo ya no estaba, y eso fue todo.

He querido volver a saber de Joe. He esperado algo, y sin embargo, no he tenido ninguna comunicación en todo este tiempo, que son más de diez años. Pero sé que no se puede desear y lograr.

Imagina que eres quien ha fallecido. ¿Qué te gustaría que supieran tus seres queridos supervivientes? ¿Cómo te sentirías si estuvieran muy tristes y profundamente afligidos por ti? ¿Qué les dirías si pudieras comunicarles?

Una vez que nos demos cuenta de que hemos sobrevivido al cambio llamado muerte, sabremos que la vida es continua y que la separación de nuestros seres queridos es solo temporal. Tendremos una visión de la vida y la muerte que quienes aún están en la tierra solo pueden imaginar. Desde esta perspectiva superior, podríamos sentirnos obligados a decirles: «No se aflijan por mí. Por favor, déjenme continuar con mi nueva vida», seguros de que todos nos reuniremos en el futuro.

Penny era una exagente de préstamos de un banco en Florida. Cuando tenía solo 16 años, su madre de 35 falleció en la sala de recuperación tras una operación de emergencia. Como resultado, Penny y sus dos hermanas nunca tuvieron la oportunidad de despedirse.

Unos meses después, una noche estaba en la cama, sin dormir del todo, simplemente pensando. Oí el teléfono sonar dos o tres veces sobre las 11:30. Salté de la cama y contesté. ¡Al otro lado estaba mi madre!

Ella dijo: "¿Cómo están, chicas? Lo siento, no pude...Ten la oportunidad de despedirte. Chicas, pórtense bien y cuídense. Las quiero y las cuidaré.

Era como si estuviera feliz y quisiera que siguiéramos con nuestras vidas. Me alegré mucho de saber de ella. Sin embargo, seguía pensando: «Esto no puede estar pasando. Sé que mi madre ha muerto».

En ese momento, mi padre apareció en la puerta y preguntó: "¿Con quién estabas hablando?". Le dije: "Sé que no vas a creer esto, papá, pero estaba hablando con mamá".

Entonces dijo: «Penny, sabes que mamá falleció. Debes estar alterada o habrás estado soñando». Le dije: «¡No, papá, estoy completamente despierto!».

Se acercó y me quitó el teléfono. Al otro lado, se hizo un silencio sepulcral, como si alguien estuviera escuchando. Nos miramos y dije: «No entiendo cómo pasó esto, pero sé por qué. Mamá quería despedirse».

Más tarde, mi padre y yo nos sentamos y lo hablamos todo. Dijo que sabía que estaba triste por el fallecimiento de mi madre. Le pareció que me costaba aceptar su muerte y pensó que tal vez necesitaba ayuda profesional.

Así que hablé con el pastor de nuestra iglesia y le conté mi experiencia. Después de esta conversación, le dijo a papá que creía que esto realmente me había pasado porque era tan sincero, tanto mental como emocionalmente. Después de eso, papá simplemente dejó el tema.

Nadie me convencerá jamás de que no fue mi madre la que llamó esa noche. Siempre supe que tenía que escuchar a mi corazón y a mi conciencia y decir: «Sí, esto realmente me pasó».

Penny tuvo la suerte de que el pastor de su iglesia estuviera dispuesto a escucharla con una mente abierta y a aceptar su ayuda telefónica. Pero, lo más importante, confió en sí misma y nunca dudó de que la conversación que tuvo con su madre fuera real. Una de las lecciones más empoderadoras que podemos aprender enLa vida consiste en confiar en la validez de nuestras experiencias intuitivas y, cuando sea apropiado, actuar en consecuencia.

El último relato de este capítulo es de Hilda, quien fue contactada por su padre de 82 años unas dos semanas después de su fallecimiento por cáncer. Casualmente, actualmente trabaja como telefonista en Florida.

Estuvimos dos días sin servicio telefónico porque estaban ampliando una calle de dos carriles a una carretera de cuatro carriles detrás de nuestra casa. Teníamos un equipo de telefonistas en el patio trasero, y todos los cables estaban desconectados y tirados en el suelo.

Mi hija de diecisiete años, Greta, y yo estábamos en casa viendo la tele cuando sonó el teléfono. Tengo tres extensiones telefónicas en casa, y Greta contestó el teléfono de la cocina, el único que sonó.

Ella seguía diciendo: "¿Hola? ¿Hola?". Pero solo oía un sonido como el del océano, como cuando te llevas una concha grande al oído. Así que mi hija colgó.

Unos diez minutos después, el teléfono volvió a sonar, solo ese. Greta lo contestó y dijo: "¿Hola?", y volvió a oír el mismo ruido.

Diez minutos después, el teléfono de la cocina sonó por tercera vez, y esta vez lo contesté. Al principio oí el mismo sonido, como olas del mar, pero luego oí una voz que se acercaba cada vez más.

Escuché a mi padre decir: “Hilda, Hilda, te amo”. Él solo hablaba polaco y me dijo cuánto me amaba.

Seguí llamándolo: "¡Papá! ¡Papá! ¡Papá! ¡Yo también te quiero!". Pero en cuanto habló, su voz se fue apagando hasta desaparecer. Solo quedó el sonido del océano, y entonces la comunicación se cortó.

Miré a Greta y me preguntó: «Mamá, ¿qué te pasa? ¡Estás pálida como una sábana!». Le dije: «¡Acabo de oír al abuelo hablándome!».

Salí corriendo y hablé con el ingeniero a cargo del equipo telefónico. Le pregunté: "¿Tenemos servicio telefónico de nuevo?". Me respondió: "No, señora. Los cables siguen aquí y no tendrán servicio hasta mañana".

Le dije: "¿Está seguro? Acabo de recibir una llamada. ¿Es posible que hayan hecho algo desde la oficina principal?". Él dijo: "No, señora. Es imposible". Me miró con extrañeza, y pensé que era mejor volver a casa antes de que pensara que estaba loco.

Mi hija estaba conmigo cuando el teléfono sonó tres veces. Así que tengo un testigo de que recibí una llamada de mi padre, cuando no había señal. No sé qué pensar de todo esto, pero sé que no fue algo imaginario.

¿Qué pudo provocar que un teléfono sonara tres veces cuando todos los cables estaban caídos y supuestamente fuera de servicio? Este no es el único relato desconcertante de una llamada telefónica de CDM. Una mujer en Michigan informó haber escuchado claramente la voz de su madre fallecida en un teléfono que había desenchufado mientras su hijo pequeño jugaba con él.

Estos son algunos de los casi cincuenta CDM telefónicos que recopilamos durante nuestra investigación. Dado que los teléfonos son dispositivos eléctricos simples, algunos de nuestros seres queridos fallecidos parecen poder manipular la energía eléctrica para lograr este tipo de comunicación. Otras personas describieron haber recibido mensajes CDM en sus contestadores automáticos, buscapersonas, grabadoras, radios, televisores o computadoras. Sin embargo, estos relatos no cumplieron con los requisitos para ser incluidos en este libro porque no contamos con suficientes en nuestros archivos.

¿Has notado alguna vez algún evento físico inusual tras la muerte de un ser querido? El siguiente capítulo explora diferentes formas de CDM que involucran fenómenos físicos que quienes los experimentan creen que fueron mensajes de sus familiares y amigos fallecidos.

 

CAPÍTULO 13. Materias materiales: CDM de fenómenos físicos

  La muerte no es el fin, es simplemente abandonar la forma física y entrar en el reino espiritual, que es nuestro verdadero hogar. Es regresar a casa. —Stephen Christopher.

Muchas personas entrevistadas informaron haber experimentado un suceso físico inusual tras la muerte de un familiar o amigo. Consideran estos sucesos como mensajes de sus seres queridos fallecidos. Los llamamos CDM de fenómenos físicos, que son un tipo bastante común de comunicación después de la muerte.

Algunos ejemplos de fenómenos físicos incluyen el encendido y apagado de luces, encendido de radios, equipos de música, televisores y otros dispositivos eléctricos, la activación de objetos mecánicos, el movimiento de imágenes y otros elementos, y una larga lista de sucesos similares.

Al principio, éramos muy escépticos con estos relatos. Parecía que cada vez que una puerta se abría o cerraba sola, o una persiana se subía sin que nadie la tocara, alguien decía invariablemente: «La abuela murió hace un par de meses. Debe ser su forma de hacernos saber que sigue aquí».

Sin embargo, la calidad de los informes que recibíamos hacía imposible descartarlos como meras coincidencias o producto de una imaginación desbordante. Finalmente, nos convencimos de que algunos fenómenos físicos son auténticos contactos después de la muerte.

Todos los fenómenos físicos descritos en este capítulo ocurrieron mientras los participantes estaban completamente despiertos. Los primeros siete relatos involucran el encendido y apagado de luces y otros dispositivos eléctricos.

Gloria, de 45 años, es directora de una residencia de cuidados paliativos en Maine. Recibió esta visita completamente inesperada la misma noche en que su paciente, Duane, falleció por complicaciones relacionadas con el SIDA:

Apagué la luz para meterme en la cama y empecé a sentir que alguien estaba allí. ¡Supe al instante que era Duane! Fue una experiencia de reconocimiento total. En ese momento de shock, tomé aire con fuerza. Justo cuando lo hice, la luz se encendió, se apagó, ¡y se encendió y se apagó de nuevo! No fue solo un parpadeo, fue como si alguien hubiera accionado el interruptor. Entonces percibí una sensación de euforia por parte de Duane y la noticia de que estaba bien. ¡Pasó! Lo que experimenté fue tan real para mí como salir y subirme al coche.

Gloria no solo experimentó que la luz se encendía y apagaba dos veces, sino que también percibió la presencia de Duane y su estado de ánimo. Las luces y otros aparatos eléctricos pueden dejar de funcionar en cualquier momento debido a un corte de luz, un disyuntor defectuoso o un fusible fundido. Pero no hay razón para que se enciendan solos cuando el interruptor está apagado.

Dorothy es una secretaria médica de 37 años de Virginia. Tuvo una serie de episodios juguetones poco después de que su padre falleciera de cáncer:

Una noche, estaba en la cama leyendo un libro. Dije: «Bueno, papá, si de verdad hay otra vida, avísame». ¡Y la luz de mi habitación se apagó!

Pensé: «Está bien, yo pedí esto». Así que dije: «Está bien, papá, si todavía estás ahí, házmelo saber», y la luz volvió a encenderse.

Unas noches después, estaba acostada pensando en papá otra vez. ¡Y la luz se apagó de nuevo! Lo hizo dos o tres veces. Había noches en las que pensaba en él y la luz se apagaba si estaba encendida, o se encendía si estaba apagada. ¡Entonces supe que papá estaba allí de verdad!

Dorothy y su padre presumiblemente lograron una comunicación bidireccional continua cuando él respondió a sus pensamientos encendiendo y apagando la luz de la habitación varias veces. Algunas personas nos hablaron de CDM con sucesos de lámparas. Mentalmente establecían un código con el ser querido fallecido que respondía a preguntas haciendo parpadear la lámpara, una vez para decir "sí" y dos para "no", o viceversa.

Carole, de 43 años, es hipnoterapeuta. Recibió esta oportuna respuesta de su padre 13 años después de su fallecimiento por cáncer. En el capítulo 12 se describe una conversación telefónica con su madre:

Mi hermano, Kenny, vivía solo en Las Vegas. Estaba gravemente enfermo y no esperaban que sobreviviera más allá de una noche. Sin saber si estaría vivo cuando volviera a verlo me debatía entre irme o no. Tenía que tomar una decisión inmediata. Sentada en una silla, llorando, pedí a Dios: «Por favor, ayúdame con esta decisión. ¿Me quedo o me voy?». De repente vi a mi difunto padre. Apareció brevemente, y tan rápido como apareció, desapareció. Entonces la lámpara de la mesa se encendió y apagó tres veces. Y oí a mi padre decir, por telepatía: «Tienes que ir para enviar a tu hermano a la luz. Tiene mucho miedo de morir». Me dije: "¡Supongo que eso lo resuelve! ¡Me voy!". Me puse en camino de inmediato, metí mis cosas en una bolsa y salí rumbo al aeropuerto.

Como el padre de Carole quería que ella ayudara a su hermano moribundo a ir "a la luz", evidentemente hizo que la lámpara de mesa parpadeara tres veces para acentuar su petición. Carole confió completamente en su advertencia y estuvo junto a su hermano cuando murió.

Rebecca, consejera de salud mental de 48 años de Alberta, en Canadá, tuvo este contacto seis meses después de que su abuela muriera por insuficiencia cardíaca:

Era bastante tarde y mi esposo y yo ya habíamos hecho nuestra rutina habitual. Revisados a los niños, cerrado las puertas delantera y trasera, y apagado todas las luces. Luego nos acostamos. Algo me despertó de un sueño profundo sin sueños. Me incorporé y di cuenta de que la abuela estaba sentada a los pies de mi cama. Sentí su presencia con más fuerza que la visión, pero pude ver que me sonreía. Desperté a mi marido y le dije: "¡La abuela está aquí! ¡Mira, está sentada a mis pies!". No vio nada y dijo que estaba loca. Entonces oímos algo en la sala. Nos miramos, nos levantamos y dirigimos hacia allá. ¡El estéreo y todas las luces de la habitación estaban encendidas! El comedor también estaba iluminado. Incluso la luz de la cocina y la del horno estaban encendidas. ¡Enloquecidos!

Al pasar por la puerta trasera vimos que estaba abierta y la luz exterior encendida. Bajamos a la sala de estar, en el sótano ¡y estaba la televisión encendida, y todas las luces también! Mi esposo recorrió la casa por fuera y encontró la luz de la puerta principal encendida. No había nada que no estuviera encendido. ¡Todo funcionaba! ¡Todo! Desde entonces, sentí paz por la abuela. En lo más profundo de mi corazón sabía que había regresado para despedirse de nosotros. Sé que nunca está lejos; simplemente está en otro mundo.

¡No había nada sutil en esta extravagante exhibición de fenómenos físicos! Al parecer, cuando la abuela se dio cuenta de que el esposo de Rebecca era un ferviente incrédulo, organizó al instante una espectacular demostración eléctrica que ni siquiera él pudo negar.

Katherine, enfermera de 47 años de Nueva Jersey, tuvo motivos para alegrarse mucho después de que su esposo, Steve, falleciera de infarto masivo a bordo de su velero:

Unos cinco años después de la muerte de mi esposo, todavía lo extrañaba mucho. Me acosté en mi habitación con una lucecita encendida y puse música suave. Dije: «Steve, me gustaría mucho saber si estás bien. Pero no me asustes ni hagas ninguna locura. Solo necesito saber que estás bien dondequiera que estés». Había una radio meteorológica que una vez tuvo en su velero que estuvo en mi habitación casi un año y para que suene hay que pulsar un botón. De repente, ¡se encendió sola! Sonó y sonó hasta que la apagué. Entonces supe que Steve me decía que estaba bien.

Algunas personas desean tener una CDM, pero temen ver o escuchar a un ser querido fallecido mientras están despiertos. Por eso, suelen solicitar una forma indirecta de contacto, como hizo Katherine, y suelen recibir una recompensa no amenazante.

Alexis, analista de sistemas en Washington cuenta que su esposo y ella experimentaron estos fenómenos físicos aproximadamente tres semanas después de que su hija, Jeanne, falleciera de cáncer a los 31 años:

Eran alrededor de las 11 y media de la noche y mi esposo, Rick, y yo estábamos en la cama. Él dormía y yo hojeaba una revista. De repente la lámpara halógena junto a la cama parpadeó. Luego, una segunda vez, casi se apagó y volvió a encenderse. ¡Las lámparas halógenas nunca parpadean, jamás!

Dejé de leer y oí música. La música despertó a Rick, y me preguntó: "¿Hay algún coche ahí fuera con la radio encendida?". Sonreí un poco, pensando: "No, no es eso". Me levanté de la cama y bajé a la sala. Nuestro estéreo estaba sonando con la canción "¿Cómo le hablas a un ángel?". ¡Es imposible que se haya encendido solo! Mi esposo es muy quisquilloso y por la noche lo revisa todo. Supe entonces que todo tenía algo que ver con Jeanne. Fue reconfortante saber que se comunicaba de esa manera.

Más tarde pregunté a Rick: "¿Me habrías creído si no hubieras escuchado la canción en el estéreo también?" Él dijo: "Sí, ¡pero probablemente nadie más nos creerá!"

Experimentar fenómenos físicos inusuales sin duda nos abre el camino ya que estos sucesos parecen desafiar las leyes conocidas de la física. Pero lo que hoy es desconocido puede ser comprendido y común mañana, como lo demuestra continuamente la ciencia. Hasta entonces, siempre será reconfortante contar con un testigo presente durante una CDM, alguien que comparta la misma experiencia y pueda validar su realidad. Así, será menos probable que nos cuestionemos si nos encontramos con el escepticismo de los demás.

Laurie, masajista en Virginia cuenta eso sobre Bert, el padre de uno de sus mejores amigos, quien  cumplió su palabra poco después de morir de un derrame cerebral, a los 67 años:

Antes de morir, Bert manifestó que tenía mucho miedo a la muerte aAsí que hablamos de ello a fondo y poco a poco fue liberando de ese temor. Le pedí que, tras su fallecimiento, me avisara si todo estaba como habíamos conversado. Lo pedí no solo por mí sino también por mi madre, quien también tenía mucho miedo a morir.

Durante un tiempo estuve poniendo a Bert una cinta musical de la película “Memorias de África”, y se convirtió en música favorita. Me prometió que esta música volvería a mí de tal manera que sabría que no era mi imaginación.

Unas dos semanas después de la muerte de Bert, mi madre me visitó. De repente, de madrugada, me encontraba en el pasillo del piso de arriba junto con mi madre también que había salido de su habitación. Nos mirábamos fijamente, preguntándonos: "¿Qué demonios está pasando?". Nos dimos cuenta de que el estéreo del piso de abajo de casa estaba soando al máximo. ¡Y sonaba la música de “Memorias de África” ! No había nadie más en casa que pudiera haberlo encendido. Y mamá lo había comprobado todo antes de acostarse. Bert había esperado hasta que mamá y yo estuviéramos juntas y, desde entonces, sus miedos a la muerte desaparecieron.

Seguimos maravillándonos ante la creatividad demostrada en tantas comunicaciones posteriores a la muerte. Bert, sin duda, diseñó una forma original de cumplir con su pacto. La oportuna interpretación de su selección musical no solo proporcionó una señal física convincente para Laurie, sino que también le dio a su madre la prueba que necesitaba para superar el miedo a la muerte.

Los siguientes cinco relatos son ejemplos de CDM que involucran dispositivos mecánicos y otros objetos físicos.

Nos encontramos con Esther. Es enfermera en La Florida y tuvo esta encantadora experiencia unos tres meses después de que su esposo, Víctor, falleciera de cáncer a los 66 años:

Tengo que contarles sobre esta caja de música. Mi hija mayor me la regaló hace años después de uno de sus viajes a Europa. Se suponía que debía tocar el "Tema de Lara", de la película Doctor Zhivago, pero llevaba muchísimo tiempo sin funcionar. Le habían dado cuerda pero no sonaba al abrir la tapa.

Un día, mientras descansaba por la tarde, me desperté unos treinta minutos después de haberme dormido porque oí la caja de música sonando ¡pero la tapa estaba cerrada! Sentí mucha paz y pensé: «Cariño, si estás cerca, es una buena forma de decírmelo». Sonó hasta que se desenrolló por completo el muelle de arrastre del cilindro con la canción. Busqué la letra de la canción y la última parte habla de reencontrarnos algún día. Pensé: "¡Qué genial! ¡Me encanta!". Hablamos mucho durante la última enfermedad de Víctor, y le dije: “Si hay alguna manera en la que puedas hacerme saber que hay algo más allá de esta vida, me gustaría escucharlo”. Definitivamente él no creía en ese tipo de cosas. Así que me siento muy cómoda con esta comunicación, podría considerarse como el cumplimiento de un contrato.

Varias personas informaron haber oído una caja de música que empezaba a sonar repentinamente, incluso cuando antes no funcionaban. Cada vez que esto ocurría, intuitivamente sentían que la había activado un ser querido fallecido.

Maryellen es abogada especializada en víctimas. Ella y su esposo compartieron este significativo momento con otras cuatro personas tras la muerte de su hija Bonnie, de 26 años:

En nuestro trigésimo aniversario mi esposo, Rob, y yo renovamos nuestros votos matrimoniales con una hermosa boda en nuestra iglesia. Al regresar a casa, Rob y nuestra hija Bonnie me organizaron una gran fiesta sorpresa. ¡Nunca supe cómo lo lograron! Cinco meses después, Bonnie fue asesinada en La Florida. En nuestro siguiente aniversario mi hermana, su esposo, mi mejor amiga y su esposo nos invitaron a Rob y a mí a cenar. Todos eran muy conscientes de que ese había sido un momento especial para nosotros tan solo un año antes. Había un pequeño reloj en la pared de nuestra casa que Bonnie nos había dejado cuando se mudó a La Florida. Cuando entramos a la casa, aproximadamente a las doce menos cuarto, ¡ese reloj en la pared estaba corriendo como loco!

Todos nos quedamos  parados, mirando el reloj de Bonnie, atónitos porque no funcionaba; ¡nunca le habían dado cuerda ni tocado!

Una característica común en las CDM de fenómenos físicos es la sincronización perfecta, y muchos involucran relojes. Evidentemente, los seres queridos fallecidos crean intencionalmente sucesos en un momento específico que serán observados por quienes los experimentan y tendrán un significado personal para ellos.

Cecilia es ama de casa de 44 años de Terranova. Tuvo esta conmovedora conversación después de que su hija de 8 años, Holly, falleciera de leucemia:

Holly estuvo enferma diecinueve mese, y yo la atendía día y noche. Todas las noches me despertaba para tomar un refrigerio a medianoche. Una noche, unas dos semanas antes de morir, dijo: «Mami, en lugar de merendar a medianoche, ¿por qué no tomamos una bebida? ¿Me das un poco de “patito”?». Así que dije: "Sí". Y todas las noches después de eso, Holly me despertaba para tomarme su trago de medianoche de Baby Duck, el patito, una bebida espumosa.

Después de vaciarse la botella una amiga le trajo una nueva. Holly jugueteaba con el papel de aluminio y el alambre que tenía el tapón, pero estaba demasiado débil para abrir la botella. Le pregunté: "¿Quieres que mami te la abra?". Y ella dijo: "No. La abriré yo misma cuando tenga fuerzas".

Al día siguiente, Holly falleció y la botella sin abrir fue colocada en nuestro aparador, en la sala de estar. Tres días después, exactamente a medianoche, se oyó un ruido. Cuando revisamos la botella de Baby Duck, el corcho se había salido, golpeado el techo y caído junto a ella. La botella no había sido manipulada y no había un calor excesivo que pudiera provocar que eso ocurriera. Entonces, sentí la presencia de Holly y supe que estaba aquí, con nosotros. Me di cuenta de que me decía: «Sí, ahora soy lo suficientemente fuerte. ¡Abrí la botella de Patito yo misma!».

Baby Duck es un vino espumoso ligero producido en Canadá. Al igual que algunos champanes y bebidas espumosas la botella está sellada con corcho de plástico sujeto con alambre al cabezal de la botella,  cubierto todo ello con papel de aluminio. Sería prácticamente imposible que una de estas botellas se abriera sola. Como Holly quería que su familia supiera que había recuperado salud y  fuerzas tras la muerte, aparentemente encontró la manera de abrir la botella, tal como había prometido a su madre.

Por otro lado, tenemos James. Es profesor de música en una universidad de Missouri. Tuvo este entrañable momento con su esposa, Christina, quien falleció de cáncer a los 43 años:

La noche después del funeral de Christina me desperté sobre las cuatro de la mañana y fui a la cocina a preparar café. Había unos vasos en la encimera, cerca de la cafetera. De repente, uno de esos vasos sonó tres veces muy fuerte y de forma regular regular, tan fuerte que me sobresaltó. Me quedé quieto y luego cambié mi peso de un lado a otro para ver si podía hacer que algo en la cocina se moviera, sonara o hiciera ruido. Pero no lo logré. Al mismo tiempo sentí una gran calidez y recibí una comunicación de Christina: «Gracias, con cariño. Ya estoy bien». Y entonces supe que estaba bien y que se había liberado de mucho dolor y tristeza.

Creo que Christina quería agradecerle el cariño que le había brindado durante varios años. Me demostró que su mente seguía funcionando bien. Podía pensar, provocar cosas y aún conservaba su sentido del humor. Me gusta el hecho de que esta experiencia haya tratado sobre el sonido, porque soy músico, y Christina también. Estoy absolutamente seguro de que no fue una alucinación y de que ocurrió realmente. Me dio una gran sensación de paz, asombro y deleite.

La personalidad familiar y el sentido del humor de Christina se hicieron evidentes para James cuando creó un sonido musical o "nota de amor" para captar su atención. Su breve mensaje verbal fue el broche de oro que le aseguró su completo bienestar.

El siguiente caso es el de Madeline, ama de casa en Delaware. Su esposo, Alec, su amiga, Lilly, y ella observaron un gratificante espectáculo físico dos años después de que su hija, Sue, falleciera de pancreatitis a los 36 años:

Cuando Sue murió, fui a ver a mi pastor y le pregunté: "¿Por qué Dios me quitó a mi hija?". Y él respondió: "Madeline, Dios no se llevó a Sue. La recibió".

Un par de años después estaba en la cocina preparando café a mi amiga Lilly. En la sala tenemos una fotografía en blanco y negro de 13por 18 cm de Sue y su hermana mayor de cuando eran niñas.

Al entrar en la sala miré el cuadro y ¡vi que estaba radiante! Había una luz amarillenta alrededor del rostro de Sue, como el halo que se ve en las pinturas alrededor de las cabezas de los santos. ¡Era precioso! Me quedé tan sorprendida que grité: "¡Dios mío!". Lilly se giró y ¡también lo vio! Mi esposo, Alec, entró corriendo desde el pasillo y también vio la imagen brillar. ¡Los tres la vimos! Era un día gris y el sol no brillaba. Así que Alec echó un vistazo a su alrededor para ver si algo más podía haber causado esto, pero no encontró nada. El resplandor duró tres o cuatro minutos. Creo que la luz vino de Dios y de Sue, haciéndome saber que estaba bien. Fue como si Sue me dijera: «No te preocupes más por mí. Ahora te cuido». Cuando volví a ver a mi pastor, me dijo: «Si sientes que quieres contar esta historia, cuéntala. ¡Porque viste un milagro!».

La luz desempeña un papel fundamental en varios tipos de CDM. Así como a menudo se observa luz radiante alrededor de nuestros seres queridos fallecidos, a veces también puede percibirse emanando de objetos físicos.

Los cinco relatos restantes de este capítulo incluyen una variedad de elementos que fueron trasladados o aparecieron espontáneamente.

Iris es dietista jubilada de un hospital de Nueva York. Tras 38 años de matrimonio, recibió ayuda de su esposo, Jacob, quien falleció de cáncer a los 76 años.

Tras el fallecimiento de mi esposo, un vecino me llamó para avisarme que la factura de impuestos locales vencía en diciembre. Jacob siempre se había encargado de pagar los impuestos. Era abogado y tenía una oficina en casa donde guardaba todos sus documentos y archivos legales. Mantenía registros muy precisos y no permitía que nadie los tocara. Así que no tenía ni idea de dónde buscar la factura de impuestos, ni siquiera de cómo era. Pasé todo el día buscándola y no la encontré. ¡Estaba tan frustrada y enojada! ¡Aquí estaba, con la responsabilidad de ocuparme de algo de lo que no sabía nada! Me quedé en medio de su oficina y empecé a llorar. Grité: "¿Cómo pudiste hacerme esto, Jacob? ¿Cómo pudiste irte? ¿Cómo pudiste dejarme con todo esto por hacer?".

De repente, mientras decía aquello ¡se abrió la agenda de Jacob! Era un libro bastante grueso, de tapa dura. Estaba cerrado sobre su escritorio y ¡lo vi abierto! ¡No podía creer lo que acababa de ver! Así que me acerqué y miré. El libro estaba abierto en una página de diciembre, ¡y allí estaba la factura de impuestos! Y, simplemente dije: «Gracias, Jacob».

Dado que muchos esposos tienen a su cargo las finanzas familiares, sus viudas suelen sentirse abrumadas al tener que asumir esta responsabilidad. Jacob no solo le mostró a Iris dónde había presentado la declaración de impuestos, sino que también le reveló su sistema para pagar las futuras facturas.

Joan es de casa en La Florida. Enviudó cuando su esposo, Frank, falleció de insuficiencia renal a los 56 años.

Mi esposo, Frank, siempre estaba en la cocina porque le encantaba cocinar. Antes de morir me dijo: «Si algún día vuelvo, me encontrarás en la cocina». Justo antes de su funeral mi hijo y yo estábamos charlando en la cocina. Tengo una taza medidora de hojalata en la que a Frank le gustaba beber porque el agua se mantenía fría. ¡De repente ese vaso se descolgó! ¡Voló entre nosotros y aterrizó en el suelo! Mi hijo y yo nos miramos y dije: "¡Papá está aquí!". ¡Sabía que era Frank porque ese vaso no se descolgó solo!

Una CDM puede ser tan drástica que la mente no pueda creer lo que los ojos ven. Si el hijo de Joan no hubiera presenciado este impactante suceso, podría haber dudado de su cordura.

Patti, empleada postal de Kansas, tuvo esta provocativa CDM después de que su madre muriera de síndrome de dificultad respiratoria a los 46 años:

Mi hermana, Rachel, y yo fuimos a casa de mamá a comprar ropa para su funeral. Nuestros esposos nos acompañaron y se quedaron abajo, en la cocina. Estábamos arriba, en la habitación de mamá, y de repente ambas sentimos su presencia, como una sensación de energía eléctrica. En ese preciso instante, su pesado espejo con marco, de un metro y veinte de alto y 60 centímetros de ancho ¡salió volando de la pared! Simplemente salió volando por encima de la cómoda y cayó al suelo alfombrado.

Rachel y yo bajamos corriendo a ver a nuestros maridos y les dijimos: "¡Mamá está en el dormitorio!". Cuando les contamos lo sucedido intentaron tranquilizarnos diciendo que había una explicación lógica. Así que subimos todos y mi esposo, Len, que era carpintero, revisó el espejo. El alambre de atrás estaba muy resistente y seguía intacto. Luego revisó el clavo: no solo seguía en la pared, ¡sino que estaba firmemente fijado a un montante! Len quedó muy desconcertado y dijo que no había ninguna explicación lógica para lo que había pasado. ¡Pero mi hermana y yo sabíamos que era mamá intentando comunicarse!

No podemos explicar cómo un ser querido fallecido puede hacer que una taza de hojalata vuele por los aires en una cocina o que un espejo pesado haga lo mismo en un dormitorio. Pero algo que sí podemos decir con certeza es que quienes presenciaron fenómenos físicos con CDM probablemente no los olvidarán en mucho tiempo.

Glenda es ama de casa en Ohio. Una serie de sucesos la animaron cuatro meses después de que su hijo Randy se ahogara a los 19 años:

Era un día lluvioso y estaba planchando en una de las habitaciones del piso de arriba. Mientras planchaba una camisa de Randy, me puse a llorar. Había una pequeña cesta con tapa sobre un escritorio cercano. Cuando miré, ¡la foto de mi hijo estaba encima! No sé cómo llegó ahí. Sé que no estaba porque la había movido y no había nada. Era una foto de Randy de cuando tenía unos nueve años. No era de los que se reían en sus fotos; solo sonreía un poco. Pero en esta se reía. De hecho, es la única foto que tengo de él riendo.

Al principio me sobresalté porque no había visto esa foto en mucho tiempo. Luego me tranquilicé porque sentí que Randy intentaba decirme que era feliz. Así que puse esta foto en la mesa junto a mi cama. Unos días después, mientras sacaba dinero, ¡esta foto estaba en mi billetera! ¡La misma foto! Esta vez la dejé en mi billetera. Y entonces, unas semanas después, ¡la foto estaba en mi tocador! ¡Era la misma foto otra vez! Y cuando la revisé, ya no estaba en mi billetera. Esto parecía pasar cuando estaba muy, muy deprimida, cuando lo estaba pasando muy mal. Siento que Randy intentaba decirme que estaba bien.

Al principio, una serie de CDM puede parecer un suceso aleatorio e inconexo. Pero, tras reflexionar, solemos identificar un patrón y darnos cuenta de que ocurrieron justo cuando más necesitábamos el apoyo emocional que nos brindaron.

El último relato de este capítulo es de Mildred, una agente inmobiliaria jubilada de La Florida. Ella relató estos cariñosos incidentes después de que su esposo, Albert, falleciera de cáncer a los 70 años:

Una vez, cuando Albert aún vivía estábamos riendo, bromeando. Le dije: «Si mueres antes que yo, regresa y haz algo para que sepa que eres tú».

Teníamos dos perritos de cerámica. Los teníamos sentados en el alféizar de la ventana de la cocina. Todos los que nos conocían sabían que cuando estábamos enojados, los alejábamos. Y cuando estábamos contentos, se besaban, se acurrucaban. Incluso los niños, al llegar a casa, se asomaban a la ventana de la cocina para ver cómo se llevaban los perritos.

Unos días después de la muerte de Albert yo estaba de pie, junto al fregadero de la cocina, mirando el alféizar de la ventana. Su perrito estaba caido. Como vivo sola pensé: "¿Cómo es que está así?". Así que lo recogí y lo volví a poner con las caras juntas. Y dejé de pensar en ello.

Unos tres días después, su perrito estaba de espaldas, alejándose del mío. ¡Estaban a unos quince centímetros de distancia! Entonces comprendí que Albert quería que supiera que tenía que dejarme. ¡Esto sí que pasó! Pero a veces te da miedo contarle cosas así a la gente por miedo a que piensen que estás loco.

Albert eligió un método muy familiar y confiable para transmitir su mensaje. Su forma tradicional de comunicación no verbal le permitió a Mildred comprender fácilmente lo que quería decir: «Ahora es el momento de despedirme».

Estos son algunos de los mejores relatos de fenómenos físicos que hemos escuchado. Describen algunas de las muchas maneras imaginativas que nuestros seres queridos pueden usar para comunicarse con nosotros después de su muerte.

¿Alguna vez has deseado recibir una señal que te asegure que un ser querido fallecido sigue existiendo? El siguiente capítulo contiene diversas señales simbólicas que las personas experimentaron espontáneamente o en respuesta a sus oraciones.

 

CAPÍTULO 14. Mariposas y arcoíris: CDM simbólicas.

Pedid, y se os dará; / Buscad, y hallaréis; / llamad, y se os abrirá. —Jesús de Nazaret.

Muchas personas informaron haber recibido una señal que confirmaba que su familiar o amigo fallecido había sobrevivido a la muerte física y seguía viviendo en otra dimensión de la existencia. A estas señales las llamamos CDM simbólicas o señales CDM. Son un tipo de comunicación después de la muerte relativamente común.

Algunas personas reciben una señal espontáneamente como regalo, mientras que otras la piden o rezan para recibirla. Dependiendo de sus creencias, pueden pedir a su ser querido fallecido que les dé una señal, o rezar a Dios o al universo para que la dé.

Las CDM simbólicas típicas incluyen mariposas, arcoíris, flores, diversas especies de aves y otros animales, y cualquier cantidad de objetos inanimados. Ya sea que una señal llegue de inmediato o tarde días o semanas en llegar, la mayoría de las personas la reconocen intuitivamente al instante y sienten que fue diseñada exclusivamente para ellas.

Las señales CDM brindan mucha esperanza a quienes sufren un profundo duelo, especialmente a los padres en duelo y a las personas viudas. Sin embargo, al ser una forma simbólica de comunicación, quien las recibe debe interpretar su  experiencia y asignarle un significado personal.

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En los primeros cuatro relatos de CDM simbólicas los experimentadores recibieron una mariposa como signo personal.

Caroline es secretaria en Illinois. Tuvo esta reveladora experiencia después de que su hija de 24 años, Lindsey, muriera atropellada por un conductor borracho mientras ella iba en bicicleta:

Después del funeral católico de mi hija fuimos al cementerio. Mientras papá rezaba las últimas oraciones una gran mariposa blanca se posó en el ataúd blanco de Lindsey y permaneció allí todo el tiempo.

Al terminar el servicio, la Hermana Teresa me abrazó y me dijo: «Oh, Caroline, ¿viste también la mariposa blanca? ¡Una mariposa simboliza la Resurrección!». Nunca antes había sabido de ese significado, y eso me tranquilizó.

La mariposa es el signo CDM más mencionado. Es un símbolo espiritual de la vida después de la muerte debido a la metamorfosis, o transformación, de la oruga que se arrastra por el suelo para convertirse en una criatura hermosa, casi etérea, que vuela, que surca el aire. También se ha convertido en símbolo de crecimiento personal y renacimiento espiritual.

Margot, de 31 años, trabaja como dependienta en una tienda de antigüedades en Washington. Tras la muerte de su tío por cáncer, tuvo este encantador CDM:

Estábamos en el funeral de mi tío Teddy, en nuestra iglesia católica. Estaba rezando durante la misa y pensando en él. De repente una mariposa pasó revoloteando por el pasillo y se detuvo justo a nuestro lado. Era una mariposa muy bonita, de color naranja y marrón. Revoloteó a nuestro alrededor, luego giró y subió hasta donde mi hermana tocaba el piano. Dio una vuelta, pasó junto al ataúd y subió hasta el altar. Entonces, la mariposa simplemente salió volando. ¡Fue maravilloso! ¡Un milagro! Desde que voy a esa iglesia es la única vez que he visto una mariposa dentro. De todas las iglesias del mundo, ¿cuántas creen que tenían mariposas en ese momento?

Elisabeth Kübler-Ross a menudo hablaba de los numerosos dibujos de mariposas que vio en los barracones de los campos de concentración europeos. Estos perdurables símbolos de esperanza fueron grabados en las paredes de madera por valientes niños y adultos durante el Holocausto. Hoy en día, se pueden encontrar imágenes de mariposas en casi todos los establecimientos que atienden a enfermos moribundos o con cuidados paliativos, conocidos como “hospicios” en Estados Unidos de Norteamérica. Este símbolo también lo utilizan ampliamente muchos consejeros de duelo, centros espirituales y grupos de apoyo para personas en duelo.

Veamos el caso de Fran. Es una contable jubilada de Ohio. Se sintió eufórica por este encuentro cinco meses después de que su nieto de 17 años, Johnny, falleciera por complicaciones de la espina bífida. Estaba sentada a la mesa de la cocina mirando por la contrapuerta de cristal. Una gran mariposa monarca voló hacia el centro del cristal. Mientras permanecía allí revoloteando, una extraña sensación me invadió. Llamé a mi esposo y fuimos a la puerta. La mariposa giró y voló hacia una gran jardinera al fondo de nuestra terraza. Revoloteó entre las flores mientras la observamos durante varios minutos. Sentí que mi nieto estaba aquí. Mentalmente, dije: «Johnny, si de verdad estás aquí, por favor, envía la mariposa a la puerta una vez más».

Inmediatamente, la mariposa voló al centro del cristal, justo a mi cara. Revoloteó allí unos segundos más. Entonces recibí un mensaje telepático de Johnny: «Estoy vivo y bien». Las palabras fueron muy claras. Esta experiencia me dejó con la sensación de que volveré a ver a mi nieto, de que hay vida después de la muerte y de que el amor es eterno.

Una CDM simbólica puede distinguirse de un suceso cotidiano por una combinación de sincronización, el entorno y el comportamiento inusual de una mariposa. Sin embargo, quienes experimentan estos sucesos suelen basarse en la intuición para identificar el significado de estas experiencias subjetivas.

El caso de Al es interesante. Es policía retirado de Nueva York y ahora reside en La Florida. Tuvo este inolvidable contacto 10 meses después de que su hija, Diana, falleciera en un accidente automovilístico a los 17 años:

El 4 de julio, estábamos en nuestra casa de verano en Pensilvania. Estaba allí con mi esposa, su tía, su tío y su prima. Estábamos sentados en las tumbonas y yo fumando un puro. Apareció una mariposa que volaba por ahí. La miré y enseguida pensé en mi hija, Diana. Dije para mi: «Si eres tú, Diana, baja y dímelo». ¡Y así fue! ¡Inmediatamente, la mariposa se posó en mi dedo! Caminó arriba y abajo de mi dedo, luego sobre mi mano, de un lado a otro. Incluso podía ver cómo se movían sus antenas. ¡No lo podía creer! Mi esposa me miró fijamente; creo que sabía lo que estaba pensando.

Terminé mi cigarro y me levanté. La mariposa se quedó en mi mano. Caminé hasta la casa, fui al fregadero y me tomé un vaso de agua. La mariposa seguía conmigo. ¡No podía creerlo! Dije: «Bueno, tengo que ducharme. Tienes que salir». Abrí la puerta y salí a la terraza. Empujé a la mariposa con el dedo y salió volando. La vi alejarse por el patio. ¡Fue increíble! Nunca antes se me había posado una mariposa encima. Entonces me di una ducha y lloré. Realmente no sabía que la mariposa tuviera algún significado para los llamados “Amigos Compasivos” una organización de ayuda a dolientes, hasta que asistí a su conferencia anual unos días después. Durante la ceremonia de apertura me di cuenta: "¡Dios mío! ¡Su símbolo es la mariposa!".

Fundada en 1969, la organización llamada “Los Amigos Compasivos”, o  “The Compassionate Friends” por su nombre en inglés, cuenta con más de 650 sucursales en Estados Unidos y Canadá. Es la organización de autoayuda para padres, hermanos y abuelos en duelo más grande del mundo.

June enseña ciencias en una escuela secundaria en Illinois. Ella y su esposo, Lyle, interactuaron con un pariente cercano de la mariposa poco después de que su hijo, Chad, falleciera por infarto a los 16 años:  Unas dos semanas después de la muerte de Chad estaba en la cocina y mi esposo me llamó: "¡June, sal!". Salí y allí, en pleno día, estaba una polilla enorme. Era de color verde amarillento y medía unos 13 centímetros de ancho. ¡Nunca había visto una polilla tan hermosa! Siguió diciendo mi esposo: “Encontré la polilla en el patio trasero, la recogí, puse en la mano y no salió volando. Nunca había visto una polilla actuar así. Luego la dejé en la rama de un arbusto”.

Llamamos a nuestros hijos, Cory y Clay, para que vinieran a verlo también. Todos la observamos un buen rato, y finalmente se alejó revoloteando. Más tarde, busqué en un libro sobre mariposas y polillas, ¡y me quedé atónita! Era una polilla luna, y luna significa luna en latín. La afición de Chad era la astronomía y quería ser astrofísico. La familia de las polillas luna pertenece a la familia de las “ saturnidae”, ¡y sobre el escritorio de Chad hay una imagen de Saturno! La polilla de Luna, también llamada Moth American Moon, es una polilla cercana en la familia Saturniidae, Subfamilia Saturniinae, un grupo comúnmente llamado polillas de seda gigantes.Por lo tanto, todos pensamos que Chad nos envió esta señal para hacernos saber que está en una nueva vida.

La CDM suelen contener múltiples niveles de significado. La curiosidad de June la impulsó a profundizar y a aprender mucho más sobre el mensaje de su hijo de lo que parecía a primera vista.

Las siguientes tres historias contienen arcoíris que es la segunda forma más común de signos relacionados con las CDM.

Ellie es grabadora de datos en Michigan. Recibió un regalo espléndido cinco meses después de que su hijo Don, de 26 años, falleciera en un accidente automovilístico. Su relato de una CDM está en el capítulo 11:

El día de mi cumpleaños, en diciembre, volvía a casa del trabajo en coche. Era un día frío y gris, y me sentía un poco triste porque Don no estaba. Mientras conducía por la calle, miré hacia arriba. Allí, en el cielo, las nubes grises se habían separado un poco y formaban un círculo perfecto. Dentro del círculo vi las franjas de los colores del arcoíris. Ciertamente es raro ver un arcoíris en diciembre en Michigan. Sentí de inmediato que Don me había enviado este arcoíris para mi cumpleaños. ¡Era el regalo de mi hijo! Dije en voz alta: "¡Gracias, Don! ¡Recibí tu mensaje!".

Como todos sabemos, incluso en el día más nublado, el sol brilla con fuerza tras las nubes oscuras. Pero cuando nos sentimos tristes es importante recordar que un arcoíris brillante también puede estar ahí arriba, ¡quizás justo encima de nuestra cabeza!

Mindy es empleada postal en Wisconsin. Su hija, Kimberly, falleció por el síndrome de muerte súbita del lactante a los 7 meses.

Antes de que naciera Kimberly pintamos un mural enorme con un arcoíris y el sol en su pared. Toda su habitación estaba decorada con arcoíris. Y muchos de los regalos que recibió tenían arcoíris. ¡Kimberly era nuestra niña arcoíris!

Desde que murió, tanto en su fecha de fallecimiento como en la de su nacimiento, hay arcoíris aquí. Hace sol, llueve, sale el sol, ¡y entonces hay un gran arcoíris en el cielo! Así es como Kimberly nos dice que hay vida después de la muerte. El año pasado, el día de su fallecimiento, fuimos a su tumba. Al salir del cementerio apareció un gran arcoíris en el cielo del este. Nos dio escalofríos y nos hizo llorar, ¡y también sonreír!

El arcoíris es uno de los símbolos de esperanza y vida eterna más antiguos de la humanidad. Por lo tanto, no sorprende que muchas personas en duelo reporten haber visto un magnífico arcoíris en diversas fechas de aniversario tras la muerte de un ser querido.

Belinda es empleada de banca en el territorio del Yukón, Canadá. Recibió esta CDM simbólica después de que su esposo, Lou, falleciera de cáncer a los 65 años:

Tuve tres hijos, todos casados, y ocho nietos. Lou siempre había querido tener una nietecita pelirroja de ojos azules porque mis tres hijos y yo éramos pelirrojos, pero ninguno de mis nietos lo era.

Una semana antes de que Lou muriera, mi hija menor, Shelley, lo llamó para decirle que su embarazo estaba confirmado y que le pondría su nombre al bebé. Estaba tan emocionado que me dio dinero de inmediato para comprarle un regalo sabiendo que podría no estar vivo cuando naciera. A los pocos días, Lou entró en coma y falleció.

Ocho meses después, nació una nietecita con ojos azules y cabello pelirrojo, igual que su madre. Cuando recibí la llamada, fui al hospital, pero estaba triste y llorosa porque Lou no estaba allí para ver a la bebé. Al acercarme al hospital, ¡apareció un arcoíris! Sentí que era una señal de Dios: Lou sabía que era la nieta pelirroja de ojos azules que tanto había deseado. ¡Fue un milagro!

Incluso ocho meses después, Belinda reconoció intuitivamente la conexión arcoíris entre su amado esposo y su nieto recién nacido. Si bien la mayoría de las personas cree que su signo CDM es una comunicación directa de su ser querido fallecido otros lo consideran un regalo de Dios en favor del fallecido.

Walter, un corredor de bienes raíces de 58 años de Arizona, tuvo este momento trascendental después de que su esposa, Arlene, muriera de cáncer:

Era un día brumoso, lluvioso y totalmente nublado. No se veía cielo azul por ninguna parte. Esparcí las cenizas de Arlene alrededor de un alto pino ponderosa, en las Montañas Blancas, y recé una oración. Luego volví a mi coche, a unos doce metros de distancia, y recé otra oración.

Al ponerme de pie, un rayo de luz dorada y brillante atravesó las nubes y brilló alrededor de la base del árbol. Solo iluminó el lugar donde estaban las cenizas de Arlene. La luz no iluminó nada más. Fue una experiencia increíble, ¡simplemente increíble! Le di gracias a Dios. Sabía que era Dios quien me hacía saber que Arlene estaba con Él de nuevo.

Varias personas informaron haber visto un rayo de luz brillante brillar repentinamente sobre un objeto o lugar específico, como ocurrió en  el caso de Walter. Algunos de estos relatos describen un rayo de luz dorada que iluminó un ataúd durante un funeral o la lápida de un cementerio.

Las flores también suelen desempeñar un papel importante en las CDM simbólicas, como lo reflejan los tres relatos siguientes.

Joanne es secretaria en Missouri. Recibió una señal de consuelo después de que su hijo Matthew, de 28 años, se suicidara:

Justo después del funeral de Matthew, saqué un precioso crisantemo de su ataúd. Los crisantemos duran muchísimo, así que lo llevé a casa, lo puse en agua y lo coloqué en el alféizar de la ventana de mi cocina. Un par de semanas después, el crisantemo estaba totalmente muerta. Recuerdo que pensé: «No soporto separarme de esto». Y me reprendí porque ni siquiera podía tirar una flor. Pero aun así, lo puse en agua fresca. ¡Al día siguiente, la flor estaba viva de nuevo! Lo interpreté como una clara señal de que Matthew intentaba decirme que estaba bien.

Las flores son muy populares no solo por su belleza natural sino también por sus poderosas propiedades curativas emocionales y espirituales. En este caso, el crisantemo revitalizado se convirtió en un símbolo de vida después de la muerte para Joanne.

Raymond es diseñador industrial de 59 años de Illinois. Quedó viudo cuando su esposa, Cynthia, falleció de cáncer.

Cynthia y yo teníamos un cactus de Navidad que estaba un poco abandonado. Nunca había florecido ni mostrado vida. En broma lo llamábamos "la planta de Cynthia". Después de que mi esposa falleciera me fui de viaje y volví a casa el día de su cumpleaños. Cuando abrí la casa y fui a ver las plantas, ¡allí estaba este cactus navideño rebosante de flores! Normalmente, un cactus de Navidad florece durante la fiesta de navidad  ¡pero el cumpleaños de Cynthia es el 14 de junio!

Las CDM simbólicas pueden considerarse saludos no verbales de nuestros seres queridos fallecidos. Es como si dijeran: "¡Hola desde el cielo! Estoy bien, te amo y cuido de ti y de tu vida".

Darlene es maestra de educación especial en Massachusetts. Le emocionó mucho una señal de aliento de su esposo, Martin, quien falleció de infarto a los 40 años:

Martín no sabía nada de trabajos al aire libre ni de jardinería. Conseguía cortar el césped, aunque una vez cortó el cable de la cortadora de césped eléctrica. Una tarde, unos seis años antes de morir, llegó a casa con un palo en la mano. Dijo: «Darlene, este ciruelo va a florecer». Le dije: «¡Debes estar bromeando!». Plantó ese palo justo afuera de la ventana de la cocina. A veces le hablaba, y he aquí que empezó a crecer. Se convirtió en un hermoso y enorme ciruelo, pero nunca produjo brotes ni flores.

Martin murió el Día de Acción de Gracias. La mañana siguiente de Pascua me levanté, fui a la cocina y miré por la ventana. ¡Me quedé totalmente desconcertada! ¡Había millones de flores de un rosa brillante en el árbol de Martin! ¡Se veía magnífico! Mi esposo nunca creyó en la vida después de la muerte ni en Dios. Por eso me pareció interesante que esto sucediera el Domingo de Pascua. Sin duda, el ciruelo en flor simboliza su nuevo nacimiento.

Quienes han tenido experiencias con estos sucesos consideran que sus seres queridos fallecidos están bien, mientras que los escépticos creen que son meras coincidencias. Si la realidad depende de cada uno, quizás ambas perspectivas sean válidas.

Los tres relatos siguientes demuestran cómo diversas especies de aves y mamíferos también pueden desempeñar un papel importante como señales de CDM.

Pamela, de 43 años, es bibliotecaria en Virginia. Experimentó esta conmovedora despedida de su padre tras su fallecimiento por derrame cerebral:

Tras la muerte de mi padre llevamos sus cenizas a la garganta del río Rojo, en Kentucky. Está llena de acebos, árboles de hoja perenne y laurel de montaña. Tocamos una de sus canciones favoritas y arrojamos sus cenizas desde la cima de la montaña.

Justo en ese momento tres halcones de cola roja surgieron del fondo del desfiladero. Volaron en línea recta, uno al lado del otro, casi como una formación de aviones. Cuando llegaron justo encima de nosotros se pararon. Un ave voló a la izquierda, otra a la derecha y la última siguió subiendo. ¡Fue asombroso! He caminado por ese desfiladero durante años y nunca había visto tres halcones de cola roja juntos. Para mí, esta fue la señal de mi padre. Fue un último saludo, el último "¡Hasta luego! ¡Te deseo lo mejor!"

Escuchamos muchos relatos de CDM simbólicas relacionados con aves. Incluían arrendajos azules, gansos canadienses, cardenales, cuervos, palomas, águilas, colibríes, águilas pescadoras, búhos, palomas y petirrojos.

Mary Kate es contable en una empresa de Washington. Su esposo, Stewart, falleció de leucemia a los 48 años.

El sueño de Stewart desde niño era tener su propio avión, y después de descubrir que tenía leucemia compramos uno. Esos cinco años que pasamos con ese avión fueron los más felices de su vida. A Stewart le encantaba volar y la libertad que sentía en el aire, y le encantaba el libro "Juan Salvador Gaviota" .

Unas tres semanas después de su muerte, planeé volver a trabajar, ¡y me daba pavor! Estaba sentada en la mesa del comedor, llorando sin parar. Entonces miré hacia nuestra terraza. La gaviota más grande que he visto en mi vida estaba posada justo en la esquina de la barandilla, mirándome como diciendo: "¡Puedes lograrlo!". Vivo a unos 560 kilómetros de la costa, tierra adentro, y nunca había visto una gaviota en mi jardín ni en mi terraza. ¡Jamás! Así que me subí al coche, ¡y la gaviota me siguió hasta el trabajo! Una y otra vez después de eso, mientras iba a trabajar, miraba hacia arriba y veía a esta gaviota siguiéndome. Tenía muy claro que esta ave había sido enviada del cielo para animarme y darme el valor para seguir adelante. Siento que Stewart estuvo conmigo en ese momento, cuidándome. Me hizo darme cuenta de que está bien, que ya no sufre y que es libre de surcar los cielos como hizo cuando estaba aquí.

El libro “Juan Salvador Gaviota”, de Richard Bach, ha inspirado a millones de lectores a considerar la posibilidad de que la vida sea eterna. Tras la muerte de Juan  y su llegada a un nuevo mundo, conoce a un maestro que lo anima a profundizar en sus lecciones de bondad y amor.

Phillip, gerente jubilado de piscina y cabañas de hotel, reside en La Florida. Tuvo estas dos experiencias simbólicas excepcionales tras la muerte de su hijo, Gregory, por leucemia a los 27 años:

Cuando Gregory y su hermana eran muy pequeños, los llevamos de vacaciones a Cayo Hueso, en  La Florida. Durante este viaje, Gregory pudo nadar con una marsopa en un área recreativa. Esa fue la ayor emoción que vivió de niño.A lo largo de los años, Gregory amó el medio ambiente, el agua y, por supuesto, las marsopas. De hecho, amaba todo en la vida. Antes de morir pidió que sus cenizas fueran depositadas en la Corriente del Golfo, al amanecer, para que pudieran viajar por todo el mundo. Tras su muerte, un amigo nos recogió a mí y a mi esposa muy temprano por la mañana, en su bote. Nos acompañó nuestra hija y un amigo que recitaría el Kadish, la oración judía por los muertos. Salimos de Miami Beach y tardamos aproximadamente una hora y media en llegar a la Corriente del Golfo. Justo al amanecer mi amigo rezó el Kadish y mi esposa depositó las cenizas de Gregory en el agua. Apenas terminamos las oraciones, un banco de al menos seis u ocho marsopas se acercó al barco. Las marsopas se quedaron con nosotros, nadando a ambos lados, mientras nos acompañaban prácticamente todo el camino de regreso a Miami Beach,  pero ese no es el final de la historia.

Unos años después, mi esposa y yo asistimos a una conferencia regional de la organización, ya citada Amigos Compasivos en Clearwater, La Florida. Al final de la conferencia todos ataron mensajes de amor a un globo de helio, para sus hijos. Todos miramos hacia el Golfo de México y soltamos los globos a las 3 de la mañana. Pedí a Gregory que si había alguna manera de que pudiera enviarnos un mensaje de que nos amaba, por favor lo hiciera.

Apenas soltamos el globo una solitaria marsopa se acercó nadando hacia nosotros, a unos doce o quince metros de la orilla. Desapareció en un instante, volvió a la superficie y luego simplemente se alejó nadando. Estas dos experiencias me han regalado momentos deliciosos para reflexionar y guardar en mi corazón para siempre.

Es el comportamiento extraordinario de diversas especies animales lo que resulta tan perceptible en estos hermosos relatos simbólicos del CDM. Estas señales son inconfundibles para quienes las experimentan ya que, a menudo, reflejan drásticamente la afinidad, a largo plazo, del ser querido fallecido por un ave o mamífero en particular.

Con la excepción del último relato, todos los signos del CDM se le aparecieron al experimentador de forma espontánea, sin que ninguno de ellos hubiera sido solicitado con antelación. Cabe destacar que todos involucraban formas de la naturaleza, y su significado simbólico se comprendió de inmediato.

Muchas personas informaron que, instintivamente, supieron pedir una señal para que se les asegurara la existencia de su ser querido fallecido. Posteriormente, la mayoría tuvo una experiencia simbólica de CDM muy similar a los ejemplos ya presentados. Los demás relatos de este capítulo son de personas que pidieron específicamente una señal a Dios o a su ser fallecido.

Lucy, contable de Nueva Jersey, se convirtió en una madre desconsolada cuando su hijo de 9 años, Steven, murió en un accidente automovilístico:

La noche antes del primer mes de la muerte de Steven, yo estaba en su habitación diciendo: "¡Dale una señal a mami! ¡Dale una señal a mami!". Al día siguiente volví a su habitación. Le había comprado un gatito a Steven tres semanas antes de que lo mataran, y el gatito estaba en su escritorio. No quería que nada alterara el escritorio porque quería dejar la habitación de Steven exactamente tal y como la había dejado. ¡Entonces el gatito tiró una botella pintada que Steven había decorado! Rápidamente lo ahuyenté del escritorio y tomé la botella con el dedo índice por el cuello. Sentí un papel dentro, así que la saqué y lo desplegué. Steven había escrito con rotulador: "¡Te quiero, mamá!". ¡Estaba tan feliz de haber recibido mi señal! Me sentí tan eufórica que reí y lloré a la vez.

Las acciones del gatito en ese preciso momento fueron esenciales para que Lucy encontrara el mensaje escrito de su hijo fallecido. ¿Fue casualidad o el gatito se vio impulsado a participar en un plan mayor?

Claudia es profesora de secundaria en Kentucky. Inmediatamente reconoció que la señal era de su hija de 12 años, Jodi, muerta atropellada mientras montaba en bicicleta.

Esto fue unas dos semanas antes del primer aniversario de la muerte de mi hija. Grité: "¡Dios, por favor, que Jodi me dé una señal! Tienes a muchísima gente ahí arriba contigo. Solo pido que una niñita le dé a su madre una señal de que está bien". Repetí esto una y otra vez todo el día, y no pasó nada.

Esa noche tuve que ir a una reunión en mi iglesia. Al salir marcha atrás de la entrada miré hacia abajo. Había un lápiz al lado del camino y algo me dijo que lo recogiera. Así que detuve el auto, me bajé y tomé el lápiz. Lo miré. En el lápiz decía: "Estoy bien". No me cabe duda de que Jodi hizo esto; era un mensaje suyo. Jodi dibujaba constantemente, y creo que sabía que el lápiz era algo con lo que podía identificarme. Me ayudó mucho durante el primer aniversario. ¡Durante días estuve eufórica!

Pedir es una forma de oración que abre la puerta a recibir. Seamos conscientes o no, este principio espiritual se aplica por igual no solo a los signos del CDM, sino también a todos los demás aspectos de la vida.

Peg trabaja en una guardería en Pensilvania. Sus oraciones fueron escuchadas por su hijo de 17 años, Skip, tras morir en accidente automovilístico causado por un conductor borracho.

Skip siempre regalaba rosas. Si ocurría algo especial, regalaba una. Regalaba rosas a su novia todos los lunes desde que la conoció, porque la había conocido un lunes. Si era mi cumpleaños, o si quería caerme bien, me traía una rosa. Un mes después de su muerte estaba hablando con él y le dije: “Por favor, Skip, dame una señal de que estás bien”.

Más tarde, mis tres hermanas estaban conmigo cuando me detuve en el cementerio. Dije: «Ojalá Skip nos hiciera saber que está bien». Una de mis hermanas dijo: «Con el tiempo, lo hará». Después, fuimos a la iglesia, y durante todo el servicio recé pidiendo recibir una señal.

Cuando salimos y subimos al coche, ¡vi que había una rosa pegada bajo del limpiaparabrisas! Era una rosa roja de tallo largo. Supe al instante que era de Skip. ¡Lo supe! Mis hermanas se pusieron a llorar porque también sabían que la rosa era de mi hijo. Todavía tengo esta rosa y sigue tan roja como el día que la pusieron allí para mí!

El poder de la oración sincera es verdaderamente extraordinario. Cuando oramos con sinceridad demostramos activamente nuestra apertura, voluntad y disposición para recibir las CDM y otros dones del reino espiritual.

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Andrea es supervisora de una planta de tratamiento de agua en La Florida. Su hijo, Douglas, falleció en un accidente de motocicleta cuando tenía 25 años.

A Douglas le encantaban los ciervos. Llevaba un precioso prendedor de ciervo en su sombrero, y unos días antes de su accidente le compré una cabeza de ciervo dorada por su cumpleaños para que la llevara en su collar dorado.

Ocho días después del accidente intenté volver al trabajo pensando que quizás eso me ayudaría. Mientras conducía empecé a llorar desconsoladamente. Me detuve y dije: «Dios, por favor, dame una señal de que mi hijo, mi bebé, no sufrió esa noche, de que no conoció el dolor». Al levantar la vista, a quince metros se encontraban la cierva más hermosa que haya visto, acompañada de su pequeño cervatillo. Estaban allí de pie, mirándome fijamente. Mientras los observaba, no se espantaron. Simplemente se alejaron hasta perderse de vista. Dije: «Gracias, Dios, por hacerme saber que Douglas está bien». Muchas veces me ha pasado esto. Empiezo a llorar a mares y a desmoronarme y cuando miro hacia arriba, veo un ciervo. Y siempre siento paz y consuelo después. Casi no pasa una semana sin que vea uno. ¡De hecho, hoy vi tres ciervos!

Muchas personas tuvieron una serie de CDM simbólicas relacionados con una señal de la naturaleza, como Andrea. Otros informaron haber encontrado varios objetos inanimados. En cada caso, la señal en particular tenía asociación personal con el ser querido fallecido.

Sunny es ama de casa en Texas. Tres semanas después de que su hijo de 9 años, Sean, falleciera en un accidente en la escuela, comenzaron una serie de acontecimientos sorprendentes:

Un día, llorando, hablaba con Sean rogándole que me enviara la señal de que seguía con nosotros. Después de estar sentada un rato sentí ganas de levantarme y entrar en su habitación. Solo quería abrir un cajón y tocar su ropa con la esperanza de sentirme mejor. Pero me sentí obligada a abrir el cajón por completo y mirar debajo de la ropa. ¡Había una moneda de diez centavos! Entonces caí en la cuenta: "¡Este es un mensaje tuyo, Sean! ¡Esto viene de ti!"

Cuando vi la moneda recordé una broma que teníamos. Le daba a Sean dos dólares a la semana si mantenía su habitación limpia y hacía lo que le pedía. Al darle los dos dólares le decía: «Esto es por ser buen hijo». Entonces Sean iba a la latita de jugo congelado que había decorado y en la solía guardar todo su cambio, sacaba una moneda de diez centavos y me la daba, diciendo: «Esto es para ti, mamá, ¡Esta es tu paga por ser buena madre!». Así que cuando vi esa moneda me sentí muy bien porque comprendí que ese era el mensaje de Sean para mí.

Nunca encontré una moneda de diez centavos en la vida. Casualmente, después de eso, empecé a encontrar muchas, sobre todo en el trabajo. Luego empecé a encontrarlas en días especiales: el Día de San Valentín y el Día de la Madre. Encontraba monedas de diez centavos cuando realmente las necesitaba: en un restaurante, en un estacionamiento, frente a una tienda de mascotas, paseando a nuestros perros por la noche, en un hospital cuando operaron a mi esposo, en un museo, en una pizzería y al bajar del tren. ¡Un día incluso encontré dos monedas de diez centavos! Mi familia quería saber que Sean también estaba con ellos, así que le pedí que les hiciera una señal. ¡Y pronto también empezaron ellos a encontrar monedas de diez centavos!

Desde que Sunny recibió su primera señal de CDM, hace nueve años, ella y su esposo no han dejado de encontrar "monedas de Sean" por todas partes. ¡Su total actual, a fecha de la publicación de este libro, es de 640 monedas!

El último relato de este capítulo lo narra Kathleen, maestra de preescolar en Illinois. Pidió una señal ocho años después de que su hijo Marc, de siete años, falleciera de leucemia:

Mi mejor amiga veía muchos arcoíris después de que muriera su hijo y siempre sintió que tenían un significado especial. Yo me siento bien por ella, pero también un poco envidiosa. Recuerdo que pensé: «Todos los demás tienen señales. ¿Por qué no me pasa a mí nunca?». Entonces decidí asistir a una conferencia nacional de Los Amigos Compasivos. Uno de los miembros había hecho un vitral precioso para una rifa benéfica. Tenía dos mariposas y era muy colorido. Pasé por delante varias veces durante la conferencia y pensé que teníamos el lugar perfecto para colgarlo en casa.

Cuando compré mis boletos de la rifa, le dije a Marc en mi cabeza: "Durante todos estos años he escuchado historias de personas que han recibido señales o mensajes de sus hijos. Si alguna vez me vas a dar una señal, ¡este sería un buen momento para hacerlo!" No recuerdo haberle preguntado a Marc antes; simplemente surgió de forma espontánea. Así que compré 10 entradas y se vendieron unas 800.

La rifa se celebró el sábado por la noche. Mientras se leía el número ganador, pensé: "¡Dios mío, voy a ganar! ¡Marc sí que lo hizo!". Tenía el boleto ganador. ¡Fue na experiencia increíble! En casa nos referimos a nuestro vitral con mariposas como “Nuestro regalo de Marc”.

El simbólico CDM de Kathleen demuestra que nunca es tarde para pedir una señal, tal como hizo ella ocho años después de la muerte de su hijo. Sin importar el tiempo transcurrido desde el fallecimiento nuestros seres queridos siguen asegurándonos que morir es simplemente una transición a otro estado del ser, o nivel de conciencia.

Con esto concluye la presentación de los doce tipos principales de experiencias de comunicación después de la muerte. El resto de los relatos de este libro consisten en diversas combinaciones de ellas.

El siguiente capítulo cubre tres temas: los relatos “temerosos” de las CDM, la cuestión del suicidio y los niveles más bajos de vida después de la muerte.


CAPÍTULO 15. Excepciones a la regla y otras CDM.

Hay muchas habitaciones en la Casa del Padre, así como muchos grados en la escuela. El tiempo que pasamos en la Tierra es solo un grado de la vida. Es solo el comienzo. —Robert A. Russell.

Este capítulo explora tres temas sobre los cuales nos preguntaron frecuentemente en nuestros talleres: los relatos “temibles” de las CDM, la cuestión del suicidio y los niveles más bajos de vida después de la muerte.

Casos de CDM “temibles”.

Casi todos las CDM son sucesos positivos, alegres y edificantes, y generalmente aceleran el crecimiento espiritual. Sin embargo, por diversas razones, algunas personas pueden sentir miedo cuando ocurre una.

Muchos nunca han oído hablar de las CDM así que si tienen una, podrían pensar que se están volviendo locos o perdiendo la cabeza. Esto es especialmente cierto si están en duelo y no cuentan con un sistema de apoyo que acepte la posibilidad de comunicarse después de la muerte.

Otras personas familiarizadas con las CDM pueden tener miedos irracionales o creencias supersticiosas sobre tales experiencias, lo que puede causar miedo cuando ocurre una. Su reacción emocional suele atribuirse al folclore cultural y a la forma negativa en que estos sucesos suelen representarse en películas, televisión y libros.

Los adultos que han tenido una CDM pueden tener dificultades para conciliarlo con su  filosofía personal o creencias religiosas. Y los niños pequeños pueden confundirse cuando intentan relatar esas experiencias a sus padres, quienes no les creen.

Según nuestra investigación lo que genera miedo no es el contenido de una comunicación después de la muerte sino la reacción de quien la experimenta. Como ilustran claramente los siguientes ejemplos las intenciones de los seres queridos fallecidos parecen tan positivas en estos relatos como en las demás CDM de este libro. Entremos en materia.

Suzanne es gerente en La Florida. Tenía 18 años, y no estaba preparada para este encuentro, 10 meses después de que su abuela falleciera de diabetes a los 64 años. Así lo cuenta:

Me iba a casar y todos preparaban  la casa para la fiesta. Estaba muy cansada así que me sugirieron que subiera a la habitación de arriba y me tumbara un rato. Me eché en la cama, mirando al vacío, pensando en cómo iba a extrañar a mi abuela en la boda. Siempre había contado con su presencia, y ella había dicho que estaría. De repente, a mi izquierda, ¡aparecieron rostro y hombros de mi abuela! Parecía tan sólida y real. Sonrió con un brillo en los ojos y dijo, en tono alegre: «No te preocupes, cariño. Allí estaré». ¡Fue como un rayo! Me sobresaltó tanto que me asusté. ¡Me moría de miedo! Grité y empecé a llorar desconsoladamente, salí corriendo de la habitación y bajé las escaleras. ¡Estaba presa del pánico! Mi madre oyó todo el alboroto y me recibió al pie de las escaleras, pero yo no podía ni hablar.

Más tarde, cuando le conté mi experiencia, ella simplemente me dio una palmadita en el brazo y me abrazó fuerte, diciendo: "Creo que eso es muy dulce, querida".

Sin duda, un caso de "nerviosismo de novia" hizo que Suzanne estuviera más excitable de lo habitual durante esta visita inesperada. La respuesta inmediata de la abuela a su deseo ciertamente da validez al dicho: “¡Ten cuidado con lo que pides porque podrías conseguirlo!”.

Charlotte, enfermera de 43 años de Nueva Jersey, enviudó cuando su esposo, Glen, falleció de cáncer.

La noche que Glen murió necesitaba hablar con alguien. Así que me senté en la sala y llamé a mi amiga, Joni, que vivía al lado. Mientras hablaba con ella por teléfono vi a Glen parado justo frente a mí, ¡a solo unos centímetros! Era sólido como una roca, y no podía ver a través de él. Pero no se veía como cuando estaba enfermo; ¡se veía completamente sano! Glen se inclinó, puso su mano sobre mi rodilla y dijo: «Charlotte, soy yo. Estoy bien. Todo está bien. Ya no tengo dolor. ¡Me siento genial!». ¡Grité! ¡Me dio un susto terrible! Y cuanto más gritaba, más decía: "¡Tranquila, Charlotte! ¡Tranquila! ¡Tranquila! No tienes que preocuparte por mí. ¡Estoy bien!". Eso fue todo, y entonces Glen simplemente se evaporó. Me quedé paralizada en la silla, ¡atónita de incredulidad! Joni se preguntó qué había pasado así que se acercó y hablamos, y poco a poco me fui calmando.

Aunque Charlotte se sorprendió al ver a Glen y sentir su tacto, probablemente él tampoco estaba preparado para su reacción histérica. Si bien podemos sentir asombro, o incluso sorpresa durante una CDM por lo repentino de una aparición parcial o total, nuestros seres queridos fallecidos no tienen la intención de asustarnos.

Melissa es asistente médica certificada en Maryland. Dustin, su hijo de 6 años, fue atropellado por un automóvil mientras montaba en bicicleta y falleció posteriormente a causa de graves lesiones en la cabeza.

Aproximadamente un mes después de la muerte de mi hijo estaba acostada en mi cama. De repente, vi a Dustin sentado en una ladera. Los colores eran vívidos. El cielo era de un azul que nunca había visto en este mundo. Sabía que soplaba el viento porque la hierba alta se mecía. Vi a Dustin de cuerpo entero: ¡era mi hijo! Tenía las piernas recogidas y los brazos a los lados. Llevaba pantalón corto azul, una camiseta, y parecía estar en buen estado de salud. Pero solo vi un lado de la cara de Dustin. Él miraba algo pero no pude ver qué era. Tenía una mirada curiosa, como si tratara de descifrar algo. Esta visión duró unos diez minutos. Recuerdo abrir y cerrar los ojos, pero no desaparecía, simplemente permanecía allí. ¡Entonces me dio miedo! Recuerdo que mi corazón latía a mil por hora. Tenía miedo de que Dustin se volviera hacia mí y lo viera con el mismo aspecto que tenía después del accidente. Así que recé para que la visión desapareciera, y se desvaneció poco a poco. Lo que pudo haber sucedido no sucedió porque mi miedo alejó la visión.

La ansiedad de Melissa durante su visión del CDM es comprensible. Si hubiera estado mejor informada, habría sabido que todos los niños fallecidos están sanados y completos en su nueva vida.

Hope, una enfermera de 35 años de Nueva Jersey, entró en pánico cuando su padre regresó 6 años después de morir de un ataque cardíaco:

Al despertar de la siesta miré hacia la puerta. ¡Mi padre estaba allí, de pie, con una mano en la cadera y la otra apoyada en el marco! Vestía traje negro, camisa blanca y corbata negra. ¡Yo tenía tanto miedo porque sabía que estaba muerto! Simplemente.¡no dejaba de temblar! Intenté gritar, pero no me salía nada. Entonces mi padre dijo en voz alta, con su voz normal: «No tengas miedo. No estoy aquí para hacerte daño. Nunca había visto a mi yerno ni a mis nietos. Solo quería verlos a ellos y a ti». Sonreía y me observaba con cariño. Pero supongo que vio que estaba asustada porque cuando volví a mirar hacia arriba desapareció ante a mis ojos. Ahora sé que mi padre no regresó para hacerme daño. Pero cada vez que lo pienso me pongo nerviosa. ¡Así de real fue!

Varias de las personas que entrevistamos tenían creencias supersticiosas que arruinaron sus CDM. Por ejemplo, algunas creían que si veían a alguien fallecido ellas u otro familiar moriría muy pronto. Otras asumían automáticamente que el ser había regresado para hacerles daño de alguna manera.

Robert es educador en La Florida. Su hijo de 12 años, Robbie, falleció a causa de lesiones sufridas durante una caída.

Esto ocurrió más de un año después de la muerte de mi hijo. Eran alrededor de las 10 de la noche. Acababa de terminar de limpiar la casa y me preparaba para al día siguiente. Estaba en la cocina cuando oí un ruido en la parte trasera de la casa. Entré al pasillo y vi a Robbie sentado encima de un baúl metálico. La tapa de ese mueble resonaba si te sentabas encima, y ese era el sonido que había oído. Robbie llevaba unos vaqueros rojos y una camisa a cuadros. Tenía el pelo rubio, larguísimo y brillante. ¡Se veía genial, de verdad! Me saludó con la mano y dijo: «¡Hola, papá! No te preocupes. Todo está bien». Hablaba con voz audible y muy animado. Era como si Robbie no hubiera muerto; ¡estaba allí de verdad! Me quedé atónito. No sé si me di la vuelta, pero en mi siguiente mirada, Robbie ya no estaba. Entonces me asusté mucho porque sabía que mi hijo estaba muerto y no podía estar allí. La razón me decía que algo andaba mal conmigo. Salí y pensé: "¡No puede ser! ¡Sé que mi hijo está muerto! Lleva muerto más de un año". ¡Pero Robbie parecía tan real! Se veía igual que el día antes de morir.

Por un lado, me sentía muy bien; por otro, tenía miedo. Así que volví a la casa y caminé hasta el baúl, pero no había nada. Pensé: "¡Qué locura! Si le cuento a la gente que pasó esto pensarán que soy un bicho raro". Pasaron meses antes de que le contara esta experiencia a alguien, ni siquiera a mi esposa. Pero le daba vueltas constantemente. Me repetía que todo lo había inventado a partir de las emociones que albergaba y que, en realidad, no había sucedido. He vivido esta experiencia durante mucho tiempo. Ahora estoy convencido de que fue real y no solo producto de mi imaginación. Me he dado cuenta de que fue un momento maravilloso. Fueron solo unos segundos, pero fueron de los más significativos de mi vida.

Muchos hombres cuestionan su cordura tras una experiencia de CDM y se resisten a compartirla con nadie. De hecho, a menudo la descartan por completo, simplemente porque no encaja con su concepto de la realidad. Por otro lado, las mujeres suelen ser más abiertas y receptivas a las experiencias espirituales. Generalmente están más dispuestas a confiar en su intuición y a no necesitar pruebas científicas para demostrar lo que saben que es cierto.

Afortunadamente, la mayoría de las personas entrevistadas que inicialmente tuvieron una CDM “temible” pasaron a tener otras positivas después de aprender más sobre ellas y superar su ansiedad.

La cuestión del suicidio.

Nos preocupa profundamente que algunas personas que lean este libro puedan tener pensamientos suicidas y que a partir de los hermosos relatos de experiencias con la CDM concluyan que pueden escapar de sus problemas emocionales quitándose la vida. Si usted es una de estas personas, por favor, medite con atención el resto de este capítulo y luego lea el Capítulo 20, «Gracia Salvadora» .

Según nuestra investigación, si se suicida para evitar sus problemas terrenales y dolor emocional puede esperar experimentar consecuencias diferentes tras su muerte en comparación con quienes fallecen por otros motivos. No solo traerá consigo todas las lecciones incompletas, sino que su prematura muerte generará sufrimiento adicional para usted y sus sobrevivientes.

Marlene, de 38 años, es técnica de noticias en Maryland. Su novio, Wes, tuvo una sorpresa desagradable tras suicidarse impulsivamente:

Aproximadamente un mes después Wes vino a mí en un sueño totalmente vívido. Pero no fue solo un sueño, fue una experiencia real. Estaba rodeado de niebla en un páramo desértico. Era un lugar solitario, casi oscuro y desolado. Vestía camiseta y pantalones cortos andrajosos. Wes estaba abatido y resignado. Definitivamente no estaba en paz. Dijo: «Me han sentenciado». Le pregunté: «¿A qué?». Él dijo: «¡Me han sentenciado a la vida eterna!». Wes estaba perdido, y lo entendí. No encontró la paz que buscaba, y sentí una inmensa tristeza y dolor. Le dije que rezaría por él. Desperté dándome cuenta de que no sirve de nada suicidarse porque seguirás vivo. No puedes escapar. No va a ser mejor después de la muerte. Tienes que vivir esta vida y asumir la responsabilidad. Siempre eres responsable de tus acciones, ya sean aquí o allá. Si renuncias a tus lecciones quitándote la vida, no puedes esperar que la muerte te quite el dolor ni cambie las lecciones que debes aprender.

Es imposible acabar con tu  vida. El suicidio no es una puerta de salida a la nada. No conduce a un estado de olvido ni a un vacío que acabe con todo tu dolor emocional. Lo único que lograrás destruir es tu cuerpo físico. Traerás todos tus problemas, tu sensación de fracaso y tus lecciones incompletas a tu nueva vida. En resumen, dondequiera que vayas, siempre las llevarás contigo.

Leeanne, una ejecutiva bancaria de Georgia, tuvo una comunicación en estado de sueño con su hermano de 30 años, Chet, quien se suicidó después de la repentina pérdida de su negocio:

Chet no era persona con depresión crónica. Amaba su trabajo y el éxito de su negocio lo era todo para él. ¡Su suicidio fue tan repentino! ¡Fue horrible! Mis padres simplemente no lo soportaron. Yo era la hija mayor y tuve que encargarme de su funeral y de todo. Unos seis meses después se me apareció en un sueño y hablamos cara a cara. Estaba muy triste por lo que le había hecho a su familia. Recuerdo que Chet tenía una mirada melancólica y confusa. Lo sentía mucho porque todos estábamos sufriendo, porque todos pasábamos por ese dolor. No quería que transitáramos por eso. Parecía arrepentido y desconcertado. Bajaba la cabeza y la movía como negando, como si no pudiera creer lo que había hecho. Esto fue más que un sueño, y al despertar yo temblaba. Sentí tristeza por mi hermano porque me di cuenta de que esto no era lo que realmente quería.

Si te suicidas crearás sufrimiento a ti  y a los demás. Al igual que Chet, serás muy consciente de ello y posiblemente incluso sientas todo el dolor, pena, culpa e ira de quienes dejaste atrás. Ningún remordimiento ni disculpa podrá compensar el legado de dolor que infligirás a tus familiares, amigos, compañeros de trabajo y, sobre todo, a tus hijos. Decir "lo siento" no maquillará lo hecho.

Derrick es fotógrafo de noticias en Texas. Su hermano, Kirk, tenía 21 años cuando se suicidó.

Esta era la primera Nochebuena después del suicidio de mi hermano. Me había acostado y llevaba durmiendo unas tres o cuatro horas. Recuerdo que me desperté y me di cuenta de que Kirk estaba en la habitación; podía sentirlo físicamente. Durante un par de segundos sentí mucho miedo y, entonces, pude ver a Kirk, de reojo, a mi izquierda. ¡Sabía que era él! Su rostro estaba oscuro y ensombrecido, pero parecía tan sólido y real. Le dije que me alegraba verlo y que quería hablar con él. Pero Kirk solo dijo: «Lo siento. Siento haberlo hecho. No quería hacer daño a nadie. Lo siento». Empecé a sentir pánico porque no quería que me dejara otra vez después de una visita tan breve. Entonces se fue. Después, caminé por la casa sin sentimientos y con un millón de sentimientos a la vez. Kirk podría disculparse mil veces por hacernos pasar un infierno y, aun así, no lo mejoraría.

Los sobrevivientes del suicidio soportan un dolor inmenso. Sienten el mismo dolor que las personas experimentan tras la muerte de un ser querido junto con sentimientos de rechazo y abandono. Y deben lidiar con problemas adicionales como la culpa, reproches y la interminable pregunta de: "¿Por qué?".

Sin embargo, existen muchos motivos para suicidarse. Por ejemplo, quitarse la vida cuando se sufre un dolor incesante debido a enfermedad terminal. Hay personas que padecen enfermedades mentales o depresión clínica prolongada. Quienes tienen dolor físico crónico también pueden optar por terminar su vida prematuramente. Según nuestra investigación de CDM, parece que estas personas probablemente se libran de las consecuencias espirituales negativas que aguardan a quienes, gozando de buena salud física, se suicidan para intentar escapar de problemas emocionales.

Rhonda es transcriptora médica en Nevada, es decir, transcribía informes médicos orales a soporte escrito. Tenía 21 años cuando tuvo una conversación con Hank, un amigo de la familia que falleció a los 45 años.

La noche antes de que Hank muriera reunió a su familia y a la mía. Yo era la única que no estaba allí. Les contó sobre su cáncer terminal, que nadie conocía. Les dijo que planeaba quitarse la vida y al día siguiente se suicidó. Cuatro días después, Hank vino a mí en un sueño. Llamaron a la puerta y, cuando abrí, él estaba allí de pie. Estaba muy sano, no enfermo en absoluto. Parecía completamente normal; vestía camisa blanca, corbata y pantalón negro. Hank tenía una expresión feliz en el rostro y dijo: «Está bien. Hice esto porque estaba muriendo y ya no podía soportar el dolor. Tú y tu familia estarán bien. Todo estará bien para todos. Sigue con tu vida. Te amo». Ese fue el final del sueño y desperté.

¿Notaron que el estado de ánimo y la apariencia de Hank eran muy diferentes a los de quienes se suicidaron en los relatos anteriores? Su motivación para quitarse la vida también fue distinta ya que padecía una enfermedad terminal con un tipo de cáncer muy doloroso y no buscaba simplemente escapar de un problema emocional pasajero. En capítulos posteriores de este libro se incluyen algunas experiencias similares con CDM.

Dado que la vida de cada persona tiene un gran significado espiritual, desaconsejamos el suicidio bajo cualquier circunstancia. Si tiene pensamientos suicidas, busque ayuda profesional de inmediato.

Niveles inferiores de vida después de la muerte.

"¿Todos van al cielo al morir?" Esta pregunta se planteaba a veces en nuestros talleres. La respuesta parece ser: "No, no todos y, desde luego, no de inmediato. Algunos pueden tardar mucho tiempo, según los estándares terrenales, en llegar allí".

La mayoría de las personas llevan vidas bastante decentes. Están dispuestas a afrontar las lecciones de la vida, a cometer errores, a aprender de ellos y a comprometerse a mejorar en el futuro. Evidentemente, son recibidas con prontitud en el cielo tras su muerte, como atestiguan los relatos de este libro.

Hasta donde sabemos, ninguna de las personas entrevistadas fue contactada por alguien que hubiera cometido crímenes maliciosos o atrocidades, por lo que nuestra investigación sobre la CDM no reveló nada nuevo sobre su estado de existencia. Sin embargo, se dice que algunas personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte o viajeros de experiencias extracorpóreas, han visitado regiones infernales de vida después de la muerte donde vieron innumerables almas humanas.

Entre estas dos situaciones, hay muchas personas que no logran reparar el daño causado a otros antes de morir. Tras la muerte, parecen estar temporalmente confinadas a niveles inferiores de existencia, no como castigo sino para su sanación y crecimiento espiritual. Al parecer, reciben oportunidades constantes para ascender a niveles superiores de la dimensión espiritual a medida que experimentan profundo remordimiento, arrepentimiento sincero y verdadera rehabilitación.

Joel es un representante de ventas de 43 años en La Florida. Tuvo varios encuentros con su padre, quien falleció de cáncer:

Durante los últimos años de su vida mi padre volvió a ser un alcohólico activo. Causó mucha destrucción en la familia y, francamente, fue un alivio su muerte. Tras ella sentí a menudo su presencia a mi alrededor. No podía verlo ni comunicarme con él, pero podía sentir su agonía. Ocho años después, comencé a meditar y mi padre volvió a acudir a mí. Quería perdón. No podía seguir adelante con lo que se suponía que debía estar haciendo debido al horror que había causado antes de irse. Me suplicó que pidiera perdón a toda la familia. Al parecer, yo era el único que sabía por lo que estaba pasando.

Así que empecé a contar a diferentes miembros de mi familia —mi madre, mi hermana, su esposa— sobre su petición de perdón. Me asombró lo bien que todos aceptaron lo que les contaba y cómo empezaron a perdonarlo. Y cuando yo también pude perdonar a mi padre, me quité un peso de encima. De repente fue como si se sintiera aliviado y ya no estuviera. Me sentí muy feliz por mi papá.

Nos convertimos en los principales beneficiarios cuando perdonamos a otro. Al perdonar, nos liberamos de las ataduras del resentimiento, la ira, la amargura, el odio y el deseo de venganza. Esto nos permitirá recibir la mayor bendición espiritual: el don de la paz interior.

Wanda, de 37 años, trabaja en el sector inmobiliario en La Florida. Tuvo esta CDM con su esposo, Norm, quien se suicidó:

Un año después de la muerte de mi esposo, tuve un sueño muy vívido. Norm estaba en un lugar con otras personas. No era un lugar muy alegre; era un poco oscuro y un tanto deprimente. Recuerdo sentirme incómoda allí, y no me sentí muy bien cuando lo vi. Me acerqué le pregunté: "¿Dónde estás? ¿Qué haces aquí?". Me dijo que estaba en un centro de retención. Que tenía que estar allí hasta que su vida terminara en la Tierra. Después de que esto pasó me sentí mucho mejor porque sabía que Norm estaba bien. No estaba feliz ni triste, pero al menos estaba a salvo.

Es probable que Wanda tuviera una experiencia extracorpórea durante la cual experimentó la atmósfera emocional de un "lugar de contención" en un nivel inferior de vida después de la muerte. Estos parecen ser centros de sanación espiritual que ayudan a las personas a procesar las lecciones que quedaron incompletas cuando terminaron prematuramente su vida en la Tierra.

Catherine, de 35 años, es ama de casa en Pensilvania. Su suegro le pidió ayuda tras su fallecimiento por cáncer:

Tuve este sueño unos cuatro meses después de que Pop falleciera. Todo su ser se veía muy claro, aunque no había luz alguna. Había oscuridad total a su alrededor, como si hubieras recortado una imagen y puesto sobre cartulina negra. Pop caminaba de un lado a otro agitado. Parecía muy angustiado y molesto. Al principio ni siquiera se dio cuenta de mi presencia. Simplemente caminaba con las manos a la espalda y la mirada baja. Finalmente le pregunté: "¿Qué te pasa, Pop?". Se giró y me miró fijamente a la cara contestando: "No me gusta dónde estoy. No me gusta nada. Hice lo que hice porque tenía que hacerlo. Tenía hijos que mantener. Pero no quise que esto pasara". Le dije: «No puedo hacer nada por ti». Él respondió: «¡Claro que sí! ¡Puedes orar por mí!». Le dije: «De acuerdo, oraré por ti». Entonces dijo: «¡Que todos oren por mí!». Al desaparecer parecía aliviado y repitió: «¡No lo olviden! ¡Que todos oren por mí!».

Me desperté enseguida y se lo conté a mi esposo. Le pregunté qué había hecho Pop para que se arrepintiera tanto. Me contó que cuando Pop era joven y trataba de mantener a sus hijos hizo algunas cosas ilegales. Yo no sabía nada al respecto. Cuando mi esposo se lo contó a sus hermanos, todos oraron por Pop. Y yo me sentí impulsada a orar por él también.

Ocasionalmente, nuestros seres queridos fallecidos nos piden que oremos por ellos. Esto confirma que nuestras oraciones contribuyen notablemente a su bienestar espiritual y aceleran su avance hacia niveles superiores de vida después de la muerte, tal como afirman muchas religiones del mundo.

Todos los relatos de este capítulo son representativos de otros similares que obran en nuestros archivos.

¿Le ha contactado un ser querido fallecido antes de enterarse de su fallecimiento? El siguiente capítulo presenta relatos de personas que primero experimentaron una CDM y posteriormente recibieron la notificación del fallecimiento de su ser querido.


CAPÍTULO 16. El tiempo lo es todo: las CDM previas al suceso.

La vida es eterna. La muerte no es más que una transición inevitable que cada alma experimenta al abandonar el cuerpo físico. Es un estado de mayor libertad que no limita el alma al tiempo ni al espacio. —Betty Bethards.

Este es el primero de seis capítulos que presentarán prueba convincente de que las experiencias de comunicación después de la muerte son genuinas. Al terminar de leer todos estos relatos, estará de acuerdo en que las experiencias de comunicación después de la muerte, definitivamente, no son alucinaciones, fantasías ni recuerdos causados por el duelo. Tampoco son proyecciones del subconsciente ni producto de una imaginación hiperactiva.

Quizás se convenza de que las personas de este libro, junto con millones de otras, han tenido comunicación directa con un familiar o amigo fallecido, tal como afirman, y que existe una nueva vida después de la muerte que nos espera a todos.

Este capítulo contiene testimonios de primera mano de personas que fueron contactadas por un ser querido fallecido antes de enterarse de su fallecimiento. Es decir, primero tuvieron una experiencia de CDM y posteriormente se les informó del fallecimiento del familiar o amigo.

En caso de una muerte repentina e inesperada no sentirías luto hasta recibir la noticia del fallecimiento del ser querido. Por lo tanto, ¿por qué tendrías una alucinación inducida por el duelo antes de darte cuenta de que se ha producido la muerte?

En estos primeros cinco relatos los fallecidos se pusieron en contacto muy poco después de su muerte.

Melinda, que ahora es ama de casa en Washington, tuvo este encuentro totalmente inesperado con su amigo Tom:

Tom y yo crecimos juntos. Éramos vecinos pero no lo había visto desde que se hizo sacerdote. Perdí todo contacto con él y su familia después de mudarme a Texas. Una noche, más de diez años después, me desperté de un sueño profundo. ¡Vi a Tom de pie junto a mi cama con uniforme de la Marina! Cuando vi su uniforme, no podía creerlo porque pensé que era sacerdote católico. Me dijo: «Adiós, Melinda. Me voy». Y desapareció. Mi esposo se despertó y le conté lo sucedido y me dijo que solo era un sueño.

Tres días después recibí una carta de mi madre informando que Tom acababa de morir en combate. ¡También descubrí que había sido capellán de la Marina!

Este es un excelente ejemplo de CDA previa al suceso y constituye un sólido testimonio. Dado que Melinda no tenía noticias de Tom desde hacía más de diez años, desconocía que se había convertido en oficial de la marina. Así que, sin duda, no tenía motivos para alucinar con la aparición de Tom llevando su uniforme de capellán tres días antes de enterarse de su muerte.

Debi es maestra de escuela en Virginia. Tenía solo 19 años cuando tuvo este encuentro con su amigo Gary:

Gary y yo éramos muy buenos amigos platónicos. Yo estaba en la universidad y hacía tiempo que no lo veía, y él era estudiante de posgrado y vivía en otra ciudad, a 400 kilómetros de distancia. Cuando estábamos juntos, hablábamos mucho de religión porque ambos luchábamos entre cómo nos habían criado y cómo nos sentíamos interiormente.

Una noche, tuve un sueño, muy vívido, en el que Gary vino y se sentó al borde de mi cama. Estaba extremadamente feliz y en paz. Aparentemente gozaba de la mejor salud de su vida, lucía radiante y un resplandor de luz blanca lo rodeaba. Gary parecía comprender mis pensamientos. Me habló de cuánto me amaba y de cuánto comprendía mi amor por él. Luego me dijo: «Pase lo que pase, tienes que seguir adelante porque vas por buen camino». Sentí que estábamos unidos y, entonces, Gary se fue. Me desperté a la mañana siguiente muy preocupada porque no entendía de qué se trataba el sueño. Pero aun así fui a mis clases.

Cuando llegué a casa la noche de ese día empecé a preparar la cena y encendí la tele. ¡Escuché en las noticias de las 6 de la mañana que Gary había muerto la noche anterior en un terrible accidente de coche!

Al igual que Debi, muchas personas aún no están familiarizadas con las CDM y podrían no reconocer una comunicación de este tipo cuando ocurre. Esto es especialmente cierto si no están de luto en ese momento. Aunque no se dio cuenta de que Gary se estaba despidiendo de ella, la experiencia de Debi cumplió la valiosa tarea de prepararla para recibir la noticia de la repentina muerte.

Francine, enfermera de 42 años de La Florida, quedó desconcertada por la visita de su paciente llamado Roland:

Trabajaba en un centro de cuidados para pacientes crónicos. Algunos estaban activos y Roland era uno de ellos. Desarrollamos una relación especial. Me di cuenta de que necesitaba sentirse necesario así que le asigné pequeñas tareas, y siempre parecía encantado de hacerlas. Una mañana, entre las 6 y las 6 y cuarto, me preparaba para ir al trabajo. Me senté en el borde de la cama para ponerme los zapatos. Giré la cabeza y vi vagamente a Roland de pie, a los pies de la cama, ¡sonriendo! Reconocí su rostro al instante. Parecía feliz y relajado. ¡Pensé que me estaba volviendo loca! Le devolví la sonrisa. Lo miré fijamente y luego se fue. Me reí un poco y le dije a mi esposo: "¡Me parto de risa! ¡Todavía no he llegado al trabajo y ya veo a uno de mis pacientes aquí!".

Salí para el trabajo y, al entrar al mismo me dijeron que Roland había muerto de un infarto por la noche. Tuve la sensación de que había venido a decirme que estaba bien.

Francine tampoco estaba familiarizada con las experiencias de CDM y no sabía que estaba viviendo una cuando Roland se le apareció de repente. Por tanto, era natural que dudara de su juicio cuando él apareció en la habitación, a los pies de su cama. Es muy probable que Roland tuviera en tan alta estima a Francine como ella a él, así que probablemente vino a agradecerle su especial amistad y a despedirse.

Sue Ellen es ama de casa en La Florida. Su padre le envió un mensaje cuando tenía 24 años:

Estaba tumbada en el sofá. ¡De repente vi a mi padre con total claridad! Sin duda estaba allí, conmigo; podía ver su rostro sonriente. Lo oí decir: «No te preocupes, cariño. ¡Qué bonito es esto! Estoy muy feliz, así que no te preocupes». Luego se rió y añadió: «Ahora no tengo que pagar todos esos muebles que compraron tu madre y tu hermana». Claramente, no entendía a qué se refería mi padre. Casi al mismo tiempo sonó el teléfono. Podía oír a mi marido de fondo diciendo: "¡Dios mío!". Se había enterado de que mi padre acababa de morir de infarto. Mi padre solo tenía cincuenta y tres años y gozaba de excelente salud.

Después de eso recibimos una carta diciendo que mi madre y mi hermana habían comprado una casa llena de muebles justo antes de que falleciera mi padre. ¡Pero el seguro de mi padre lo pagó todo! Eso me confirmó que mi experiencia con él fue real. Creo que mi padre vino a mí porque quería ser el primero en decirme que había muerto.

Para Sue Ellen, la intuición de su padre fue perfecta, como la de tantos casos de CDM. Llegó justo a tiempo para amortiguar el impacto que su hija habría sentido al enterarse de su inesperada muerte. Y su padre también proporcionó una sutil información sobre los nuevos muebles, quizás anticipando que Sue pediría más detalles a la familia. Y cuando lo hizo, confirmaron todo lo que le había contado, confirmando así la realidad de su experiencia.

Clare es contable titulada y certificada en Oregón. Tuvo esta experiencia inspiradora con su amigo Hugh, de 56 años:

Hugh y yo nos conocíamos y trabajábamos juntos desde hacía quince años. Era alguien muy especial para mí por su comprensión y amistad. Mientras me despertaba temprano un lunes por la mañana, Hugh se me acercó. ¡Me pellizcó para llamar mi atención! ¡Lo vi! Estaba de pie, junto a mi cama, con una camisa blanca arremangada. Su expresión era de tristeza, como si lo hubiera perdido todo. Hugh dijo: «Lo siento, Clare. No sobreviví». Añadió: «Adiós», como si se fuera para siempre. Luego, simplemente, desapareció. Me senté en el borde de la cama, reflexionando sobre su mensaje. Me preguntaba: «¿Qué demonios?». Entonces mi radio despertador se encendió con las noticias de la mañana. Anunciaron que el hidroavión de Hugh se había hundido en el río Columbia el día anterior. No llegó a tierra y se ahogó.

Hugh tuvo la previsión de visitar a Clare antes de que se enterara de su muerte por una fuente impersonal. La consideración con Clare, por sus sentimientos, se refleja en su impecable conducta.

Esta CDM también demuestra que no todas las personas están completamente felices tras morir. Algunas que han fallecido repentinamente pueden sentirse inicialmente desconcertadas, enojadas, tristes o defraudadas  por terminar su vida física. Y la confusión suele ser el estado mental predominante en quienes están completamente convencidos de que no hay vida después de esta. Estas personas pueden desorientarse al morir y asumir que, simplemente, están teniendo un sueño muy peculiar del que despertarán pronto, sanas y salvas, en su  cama, en casa.

En los cuatro relatos siguientes el momento del contacto con la CDM es prácticamente simultáneo a la muerte del ser querido que la propicia.

Lillian es ama de casa de 57 años de la Columbia Británica. Recibió una noticia muy oportuna de su esposo, Arthur:

Mi esposo había sufrido un infarto masivo y estaba hospitalizado. Al regresar a casa, me encontraba sentada sola en la sala a la 1 y :56 de la mañana. ¡De repente pude escuchar la voz de Arthur en mi cabeza con total claridad! Dijo: «Debo continuar. Tengo otras cosas que hacer. Mi trabajo aquí, en la Tierra, ha terminado. El tuyo aún no lo ha hecho». Entonces supe que pronto me llamarían del hospital para comunicarme el fallecimiento de Arthur. Unos quince minutos después, sonó el teléfono. Era la enfermera de la Unidad de Cuidados Intensivos que me informaba que el estado de mi esposo había empeorado, que es lo que suelen decir cuando alguien fallece.

Los niños estaban en casa, así que los desperté y todos fuimos al hospital. La enfermera me recibió en la puerta de la UCI y le dije: «Sí, querida, sé que mi esposo ha fallecido». Se sorprendió cuando le di la hora exacta que constaba en su certificado de defunción: la 1 y 56 de la mañana.

El momento de una CDM antes de la noticia puede coincidir exactamente con la muerte de un ser querido. Esto añadirá un elemento de credibilidad a la experiencia que otros no podrán negar ni descartar fácilmente.

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Vicky es gerente administrativa de 53 años en Ohio. Seguramente nunca imaginó que su abuelo se pondría en contacto con ella:

Recuerdo haberme despertado, y casi al instante, una luz azul blanquecina, increíblemente brillante, flotaba cerca del techo. Era una gran forma ovalada, de un metro y veinte  de alto y 90 centímetros de ancho. Mientras la miraba, me dijeron telepáticamente que era mi abuelo materno que acababa de partir al otro mundo. Recuerdo que pensé que era muy extraño porque no tenía ni idea de que hubiera estado enfermo. De hecho, no tenía relación cercana con este hombre. Era un poco gruñón y no se llevaba bien con los demás miembros de la familia. La luz permaneció allí un rato, y cuando se fue miré el reloj y descubrí que eran las 2 y 17 de la mañana. Luego, volví a dormir.

A la mañana siguiente mi hermana llamó a mi puerta. Sabía por qué venía, y le dije: «Vienes a decirme que el abuelo murió, ¿verdad?». Me miró confundida y contestó: «Mamá llamó para decirnos que murió de un infarto sobre las 2 y media». Le dije: «No, eran las 2 y diecisiete», y le conté lo sucedido.

Claramente, Vicky no se encontraba en un estado de duelo anticipatorio ni preparatorio cuando recibió la visita de su abuelo, persona emocionalmente distante. De hecho, no había nada en su relación que la hiciera alucinar o fantasear con tal experiencia. Sin embargo no es inusual que algunas personas hagan una ronda después de morir en un intento de despedirse de familiares y amigos.

Loretta, de 38 años, es dueña de un hospital veterinario en Arizona. Estaba muy agradecida por la amabilidad de su suegra, Yvonne:

Yvonne necesitaba asistencia médica las 24 horas. Así que dejé mi trabajo para cuidarla. Mientras estuve con ella, por más de tres meses, llegó a quererme como a una hija, y yo a a ella como a una madre. Luego tuvimos que ingresarla en una institución de asistencia a mayores y moribundos, un hospicio en términos estadounidenses.

Al día siguiente estaba acostado en la cama, alrededor de las 8 de la mañana. ¡De repente oí a Yvonne llamarme! ¡No podía creerlo! La oí por segunda vez, más fuerte y con más claridad, decir: "¡Loretta!". Me incorporé y vi claramente a mi suegra de pie, a los pies de mi cama. Lo primero que me impactó fue que tenía el cabello rubio. Con la radio y la quimioterapia se había quedado calva y usaba pelucas. ¡Me quedé impactada! Llevaba una bata blanca, de líneas muy sencillas, como las que se usan en los coros Yvonne pronunció mi nombre por tercera vez, y yo dije: "¿Sí?". Ella respondió: "Quiero despedirme ahora. Te amo". Y, a continuación, no quedó nada más que una voluta de humo blanco en el lugar donde había estado. Supe en ese instante que había muerto.

Varias semanas después obtuvimos el certificado de defunción oficial de Yvonne. La hora de su fallecimiento se registró a las 8 y dos minutos de la mañana. Era ¡la hora y el día exactos en que acudió a mí!

¿Qué mayor honor pueden brindarnos nuestros seres queridos que entregarnos , en persona, un mensaje cariñoso al fallecer? Recibir noticias suyas directamente, antes de que llegue la noticia, satisface muchas de nuestras necesidades emocionales. Además, esto nos asegura que han sobrevivido a la muerte física y que están sanos y completos al comenzar su nueva vida, lo que puede evitarnos cualquier preocupación que pudiéramos tener por ellos.

Dominic es médico de 38 años de La Florida. Adquirió una importante revelación mientras él y un compañer de clase se aislaban, en una casa de campo, preparando sus exámenes de medicina:

Mientras mi amigo y yo estudiábamos experimenté el olor, extremadamente fuerte y distintivo, de un medicamento que mi madre usaba con mi abuela: alcanfor y alcohol. Este remedio casero se usaba como compresa fría que se aplicaba en la frente cuando se sentía débil. Pero, en realidad no había alcohol ni alcanfor en la cabaña en la que estábamos. Y, sin embargo, el olor era tan fuerte que le dije a mi amigo que creía que mi abuela acababa de morir. Él le restó importancia, pero anoté la hora: las 10 y 10 de la mañana. Poco después sentí la presencia, tan apacible, de mi abuela. ¡Me di cuenta de que algo extraordinario estaba sucediendo! La sensación era como si me estuviera diciendo: «Adiós. No te preocupes. Todo está bien». Mi abuela tenía Alzheimer. En los últimos meses de su vida, era incoherente, pero cuando sentí su presencia era la misma persona que había conocido antes de que enfermara. Me dejó una sensación de alivio, serenidad y paz.

Cuando llegué a casa ese día, mi madre me estaba esperando. Me dijo: «Tu abuela ha empeorado». Le dije: «No te preocupes. Sé lo que pasó. Murió a las 10 y 10 de esta mañana». Entonces mi madre confirmó que mi abuela había fallecido exactamente a esa hora.

Cuando la abuela de Dominic lo visitó, recibió una lección valioso que rara vez se enseña en la mayoría de las escuelas de medicina occidentales. Aprendió que su abuela es un ser eterno que simplemente se deshizo del cuerpo terrenal como si fuera una prenda vieja y desgastada. Imaginen un mundo en el que todos los profesionales de la salud tuvieran ese conocimiento.

Esta CDM también ilustra que cuando alguien padece Alzheimer u otra enfermedad debilitante, solo el cuerpo físico se ve afectado mientras que el espiritual, no. Esto explica cómo la abuela de Dominic pudo sanar y recuperarse inmediatamente tras morir, a pesar de haber estado gravemente incapacitada antes de su transición.

Los siguientes cuatro relatos son ejemplos de tener una CDM antes de recibir la noticia del fallecimiento, incluso cuando hay grandes distancias involucradas.

Brian, quiropráctico de Washington, recibió una visita improvisada de su abuelo, que tenía 74 años y vivía en Nueva York:

Estaba en California, alojado en casa de un amigo. Era de noche y estaba tumbado en el sofá de una sala oscura, viendo la televisión.

Entre las 10 y las 11 sentí la presencia de mi abuelo. La imagen de su rostro apareció ante mí: ¡estaba allí, en la habitación! Supe de inmediato que había venido a decirme que había fallecido. Me comunicó telepáticamente que estaba triste porque no había tenido su fiesta de cumplir los 75 años. Era algo que había estado intentando organizar y que le tenía muy preocupado. Después de comunicármelo la imagen desapareció.

A la mañana siguiente recibí la llamada de mi padre. Mi abuelo había fallecido, por fallo cardíaco, entre la 1 y las 2 de la madrugada, en Nueva York. Era la hora del este, lo mismo que entre las 10 y las 11 de la noche, hora del Pacífico, en California.

Contrariamente a lo que algunos creen, es evidente que ni el tiempo ni el espacio son barreras o limitaciones para nuestros seres queridos fallecidos, como se ilustra en la comunicación de Brian con su abuelo. Independientemente de la distancia, al considerar diferentes zonas horarias, el instante en que fallece un ser querido, y el momento en que ocurre una CDM, suelen coincidir.

Fay, psicoterapeuta de 57 años de Nuevo México, recibió la validación de su tía Marion, que vivía en Missouri:

Mi tía Marion y yo siempre tuvimos una conexión muy fuerte, aunque ella vivía en Misuri y yo en California. Cuando le diagnosticaron cáncer volé a Misuri y pasé mucho tiempo con ella. Hablábamos a menudo de lo que había aprendido sobre la muerte y el morir, y le dije lo importante que era ir hacia la luz cuando morimos. Una mañana, en California, me desperté y estaba en ese estado intermedio de duermevela. Escuché la voz de la tía Marion con la misma claridad que si estuviera en su habitación de hospital. Dijo: «Solo quiero que sepas que tenías razón. ¡Veo la luz! Me reconforta. Me voy ahora, y quiero que sepas que te quiero». Abrí los ojos, miré a mi alrededor y pensé: "¡Qué cosa tan increíble! ¿Fue un sueño o imaginación?". Me quedé perpleja y se lo conté a mi esposo cuando despertó.

Más tarde ese mismo día, recibí una llamada diciendo que mi tía había fallecido esa mañana. Estoy segura de que si consiguiera una copia de su certificado de defunción se confirmaría que falleció en el mismo instante en que escuché su voz. Sabía estaba enferma pero no tenía ni idea de que iba a morir tan pronto. ¡Al menos sé que la tía Marion se fue a la luz!

Casi universalmente, los maestros espirituales instruyen a sus alumnos a "ir hacia la luz" al morir. Nos dicen que en el momento de la muerte veremos una luz celestial brillante, clara o blanca dorada. Al acercarnos a esta luz, totalmente amorosa y compasiva, podemos esperar ser guiados a nuestro verdadero hogar celestial.

Kris, de 29 años, es estudiante universitario en La Florida. Se sorprendió al ver a su abuelo, que tenía 73 años y vivía en Alemania:

Mi abuelo me crio hasta que llegué a Estados Unidos. Cuando tuve que irme de Alemania me senté a su lado, en el sofá, y le tomé la mano. Sabía que tenía cáncer y que no estaría con nosotros mucho más tiempo. Dos meses después, en La Florida, la noche del 5 de febrero, estaba durmiendo y me desperté exactamente a las 3 de la mañana. ¡Fue lo más extraño del mundo! Mi abuelo estaba sentado a la derecha de mi cama, mirándome y sonriendo. Se me puso la piel de gallina, claro, aunque no tenía miedo. De hecho, estaba muy relajado y tranquilo.

Llevaba una camisa azul claro de manga corta, su reloj plateado y sus gafas. Tenía el mismo aspecto que a los sesenta años. Estaba lúcido y sereno. Se veía feliz y saludable, como si acabara de salir del médico con una noticia excelente. Mi abuelo siempre fue un hombre muy firme, disciplinario. Pero en ese momento, se alegró de verme, y yo no podía hacer o tener nada mal. Parecía que me aprobaba, que estaba orgulloso de mí, y que todo estaba bien. Experimenté su paz. Cerré los ojos un momento y, al volver a mirar, no había nada. Todo estaba bien, así que volví a dormirme.

Más tarde llamé a mi madre en Alemania. Me dijo que mi abuelo había muerto a las 9 de la mañana, ¡justo a la hora en que vino a verme! La hora en Alemania tiene seis horas de diferencia a la de Estados Unidos.

Este es otro ejemplo de alguien que no solo sanó y se sintió completo tras su muerte, sino que también parecía mucho más joven, feliz y libre. Y su comunicación no verbal con su nieto transmitía más amor y aprobación que antes.

Sherry, examinadora de reclamaciones médicas de 52 años de Washington, tuvo esta reunión con su abuelo, que vivía en Massachusetts:

Nuestra familia planeaba mudarse de California a Minnesota para escapar de la vorágine. Mis dos hijas y yo nos adelantamos a mi esposo y mi hijo. Durante el viaje nos alojamos en un camping, de Minnesota. No le había dicho nada a mi familia, así que nadie sabía dónde estábamos. Esa noche se desató una tormenta, así que no pudimos dormir en nuestra tienda de campaña; tuvimos que quedarnos en la camioneta. No dormía porque era una de esas horrendas tormentas de Minnesota con truenos, relámpagos y lluvia torrencial. Miré por la ventana y ¡vi a mi abuelo allí! Lo vi con claridad, con camisa a cuadros y tirantes. Había una luz blanquecina a su alrededor, casi como si lo iluminara un foco. Sus ojos brillaban como si bromeara. Le pregunté: "¿Qué haces aquí? ¡Sal de la lluvia!". El abuelo sonrió y dijo: "No, estoy bien. Solo quería verte y despedirme". Lo oí como si estuviera dentro del coche conmigo. Y entonces desapareció.

Un mes después, nos instalamos en una casa y conseguimos un teléfono. Llamé a mi madre en Massachusetts y le dije dónde estábamos. Me dijo: «Tengo malas noticias. Mi abuelo murió». Le dije: «Ya lo sé», y le dije la fecha y la hora de su muerte. Me dijo: «¡Tienes razón! ¿Cómo lo supiste?». Le dije: «Bueno, vino a despedirse de mí». Todavía no puedo entender cómo mi abuelo me encontró en el bosque de Minnesota segundos después de su muerte. ¡Está más allá de mi comprensión!

Quizás nuestros seres queridos fallecidos puedan localizarnos en cualquier momento y lugar simplemente aplicando su intuición, y si es apropiado, puedan viajar instantáneamente en su cuerpo espiritual para estar con nosotros. Se dice que estas son dos de las muchas habilidades ampliadas que todos tendremos al alcanzar los niveles superiores de la vida después de la muerte.

Una CDM antes del propio fallecimiento a veces puede prepararnos para un imprevisto. Marilyn, auxiliar de enfermería en La Florida, tenía solo 17 años cuando esta experiencia con su abuela la dejó perpleja:

Cuando mi madre se volvió a casar, mi padrastro me adoptó. Su madre y yo nos hicimos muy unidas. Ella siempre quería que me sintiera como si no fuera una extraña. Lamentablemente, tenía un cáncer de columna que le dolía muchísimo y la obligaba a estar encorvada. Una noche me acosté temprano y me quedé dormida. De repente, toda la habitación se iluminó y ¡mi abuela estaba allí de pie! ¡Estaba de pie! Estaba bajo un enrejado rodeado de hermosas rosas. Había niebla a sus pies y un cielo azul intenso, con nubes blancas y esponjosas, a su espalda. La abuela dijo: «Marilyn, dile a tu mamá que ya estoy en paz. Dile que tiene que entender cómo morí. Estoy aquí con nuestros seres queridos. Algún día compartirás este amor y esta alegría con nosotros». Le pregunté: «Abuela, ¿qué haces ahí?». Me respondió: «Estoy tranquila, Marilyn. Solo díselo a tu mamá. Pídele que entienda mis mensajes». ¡Pero no entendí a qué se refería mi abuela!

Empecé a llorar, y mamá entró corriendo y me preguntó: "¿Qué pasa?". Le dije: "¡Tienes que llamar a la abuela!". Me preguntó: "¿Por qué? Son las diez y cuarto de la noche. ¡Ya se acostó!". Le dije: "¡Tienes que llamarla! ¡Algo pasa!". Mamá llamó a casa de la abuela. Respondió otra nieta, Lucy, que sollozaba. Diez minutos antes Lucy había visto las luces encendidas en casa de la abuela y había pasado por allí. ¡Encontró a la abuela muerta en el dormitorio!

Lo triste es que la abuela se había suicidado. Sufría tanto por el cáncer que ya no podía soportarlo más. Había preparado su ropa para el funeral: su vestido, sus zapatos, todo. Y había dejado mensajes escritos pidiendo perdón a todos.

La abuela de Marilyn se quitó la vida porque no soportaba el dolor del cáncer de columna. Pero parece que no sufrió consecuencias negativas por suicidarse en estas circunstancias.

Es comprensible que la mayoría de las personas con una enfermedad terminal teman el dolor físico que puede acompañarla. Recibir cuidados paliativos puede serles de gran ayuda, ya que el personal está formado por expertos capacitados en todos los aspectos del manejo del dolor. Si usted o alguien que conoce padece una enfermedad terminal, le recomendamos que se ponga en contacto con una institución de cuidados paliativos que le proporcionará el excelente apoyo físico, emocional y espiritual que sus programas brindan a pacientes y familias.

El último relato es de Christine,  administradora inmobiliaria de 37 años de La Florida. La bendición de la compasión le fue otorgada en el preciso instante en que realmente la necesitaba:

Nuestra hija de catorce años, Heather, estaba pasando la noche en casa de su amiga. Mi esposo y yo nos habíamos acostado a las 11 de la noche. Yo estaba dormido cuando sonó el teléfono y me despertó sobre la 1 de la mañana. Un operador al otro lado me dijo: «Señora Baker, la policía está en su puerta. ¿Podría contestar, por favor?». Dije: «De acuerdo», colgué y me quedé sentada al borde de la cama pensando: «¿acaso dejé la luz encendida en el coche o qué?».

Me puse la bata, me subí la cremallera y cuando llegué a la puerta de nuestra habitación, en el pasillo vi a Heather y a su abuelo, con quien siempre había estado muy unida. ¡Pero él llevaba muerto seis años! Estaban de pie, en el aire, y él la rodeaba con el brazo. Eran muy sólidos, y podía verlos con total claridad. ¡Me quedé atónita! Negué con la cabeza y pensé: "¿Por qué veo a papá con Heather?". Entonces papá dijo: «Está bien, nena. La tengo. ¡Está bien!». Era mi suegro y siempre me llamaba «nena». Era su voz; podía oírlo. Papá me sonreía y estaba muy tranquilo. Los dos estaban muy felices. Volví a negar con la cabeza, asombrada.

En cuanto abrí la puerta principal la policía estaba allí y me pidió que me sentara. Dije:—¡Dígame qué pasa! ¡Por favor, dígamelo! Me dijeron que Heather había muerto en un trágico accidente de coche.

Más tarde me di cuenta de que papá intentaba suavizar el golpe, y supe que Heather debía estar con él. Esta experiencia me ha ayudado a aceptar la pérdida de mi única hija.

El momento de la experiencia de Christine fue absolutamente perfecto. Le aseguró que su amada hija estaba sana y completa, y que había sido recibida de inmediato, y sana, en los acogedores brazos de su amoroso abuelo.

Estos son algunos de los numerosos relatos de nuestros archivos sobre CDM antes de conocerse el fallecimiento. Ofrecen prueba convincente para refutar la suposición psicológica común de que las comunicaciones después de la muerte son meras fantasías de duelo causadas por el dolor. Dado que ninguna de las personas que experimentaron la CDM sabían de la pérdida de un ser querido es evidente que no estaban en fase de duelo cuando la tuvieron. Por lo tanto, no tenían razón alguna para alucinar tal experiencia.

Podemos preguntarnos  si las comunicaciones post mortem solo ocurren poco después del fallecimiento de un ser querido El siguiente capítulo examina las comunicaciones post mortem que tuvieron lugar cinco o más años después del fallecimiento. 

 

CAPÍTULO 17. Espere lo inesperado: CDM años después.

 Mi madre y mi hermana deben estar muy felices por estar en casa con Dios, y estoy segura de que su amor y oraciones siempre me acompañan. Cuando regrese a casa con Dios, pues la muerte no es otra cosa que regresar allí, el vínculo de amor permanecerá intacto por toda la eternidad. —Madre Teresa.

La mayoría de las comunicaciones posteriores a la muerte se experimentan durante el primer año tras la muerte del ser querido. Muchas otras ocurren, con menor frecuencia, entre el segundo y el quinto año.

Este capítulo contiene relatos de CDM ocurridos cinco o más años después de la muerte de un familiar o amigo. Si bien son experiencias relativamente comunes, pocas personas las conocen debido a la escasa investigación que se ha realizado en este campo.

Cualquiera de los doce tipos de CDM puede experimentarse cinco, diez, veinte, treinta o más años después de una muerte. Las razones que las motivan, y sus mensajes, suelen tener un propósito más específico que los contactos anteriores.

Este capítulo ofrece prueba de que sus seres queridos fallecidos aún sienten una conexión con usted, incluso muchos años después de la muerte. Evidentemente, están al tanto de su vida diaria y velan por usted con amor y compasión. Y podrían intentar comunicarse con usted por diversas razones, especialmente para brindarle orientación o protección contra cualquier daño.

Los relatos de CDM en este capítulo están organizados según el tiempo en que ocurrieron después de la muerte del ser.

Donna es consejera de dependencias químicas en Maine. La contactaron 5 años después de que su padre falleciera por alcoholismo crónico a los 42 años:

Una noche, completamente despierta, ¡mi padre estaba de pie a los pies de mi cama! Era una figura radiante e iridiscente, de unos dos metros de altura. Era semisólido y gozaba de buena salud. Reconocí sus rasgos faciales: sus pómulos altos y su nariz bastante grande. con un pequeño bigote. Su expresión era de tristeza y arrepentimiento. Oí una voz que decía: «Donna, lo siento mucho. Lo siento muchísimo». Se quedó allí un instante, y desapareció.

Sabía que mi padre se disculpaba por todo el abuso y el incesto que me había infligido. Cuando dijo esas palabras toda mi rabia y odio se disiparon, y una maravillosa sensación de alegría me invadió. Sentí paz por primera, vez en muchos años, una paz total. La disculpa de mi padre cambió mi vida por completo. ¡De verdad! En esa época, nadie hablaba del incesto porque todavía era un tema tabú. Pero a partir de entonces empecé a hablar de ello y comencé mi proceso de sanación. ¡Hay que hablar para ser un superviviente!

Han pasado veinte años y me he convertido en una persona totalmente distinta de lo que habría sido si no hubiera tenido esa experiencia. Hoy puedo mirar a mi padre con amor, compasión y comprensión. ¡Ahora soy una sobreviviente del incesto!

Es comprensible que una mujer víctima de abuso sexual no reciba con agrado la visita de quien la traicionó e infligió tanto horror. Pero en este caso, Donna aceptó las disculpas de su padre, y su breve encuentro marcó un punto de inflexión para que finalmente se convirtiera en una superviviente del incesto. Este relato también indica que alguien que causó tanto sufrimiento en la Tierra aún puede crecer espiritualmente después de la muerte. La disposición de su padre a aceptar la responsabilidad por lo que había hecho, y su sincero remordimiento y arrepentimiento, fueron los primeros pasos necesarios en su propio proceso de rehabilitación a largo plazo.

Jim es editor en La Florida. Tenía 21 años cuando tuvo este emotivo reencuentro con su padre, quien había fallecido seis años antes de un infarto.

Mi familia tenía una cabaña de troncos en Michigan, junto a un río. Siempre me encantó ese lugar y allí pescaba truchas. Fue el mejor lugar de mi infancia. Poco después de mi baja del ejército, subí solo a la cabaña, a mediados de febrero. Habían quitado la nieve del camino, pero tenía un metro y medio de profundidad sobre los campos y el bosque. La cabaña está a una milla del camino.

Salí del coche a la una de la mañana y empecé a cruzar el campo. Podía ver nuestra cabaña a la orilla del río, a la luz de la luna. Daba tres o cuatro pasos y luego abría paso entre la capa de nieve, hundiéndome hasta las rodillas. Tuve que esforzarme para superar la nieve y seguir adelante.

Sentí una presencia conmigo. Una de las veces que me caí, oí claramente una voz que decía: «Bienvenido a casa». Sentí a mi padre, una sensación visual, como si su imagen estuviera entre la cabaña y yo. Tenía una mirada feliz, ¡y me hizo sentir de maravilla! De repente, empecé a caminar sobre la nieve y podía abrirme paso. Llegué a la cabaña, encendí la chimenea y la estufa de aceite.

Era una noche hermosa. Mi padre estaba conmigo y sentí su presencia. Estaba feliz de tenerme allí. Empecé a llorar y a sentir un fuerte contacto con mi padre, probablemente más cerca que nunca en su vida terrenal. Fue una experiencia muy espiritual que recordaré por el resto de mi vida.

A muchos padres e hijos les resulta difícil expresar su amor mientras aún están vivos. Una experiencia de CDM a menudo les brindará la oportunidad de alcanzar finalmente un nivel más profundo de comunión emocional y espiritual.

Lenore, entrenadora de caballos e instructora de equitación en Arizona, tuvo esta emocionante CDM 9 años después de que su padre muriera de cáncer a los 47 años:

Era el día de mi boda. Iba caminando hacia el altar con mi padrastro. Miré a mi derecha porque un rayo de luz me llamó la atención. Al acercarme, la luz se transformó en la figura de un hombre. ¡Sabía que era mi papá! Al llegar a donde estaba sentado, se giró y me miró. Una luz tenue y difusa lo rodeaba. Sus ojos brillaban y sonrió. Luego me guiñó un ojo y asintió con aprobación. ¡Estaba tan abrumada! Me costó mucho contener las lágrimas porque quería correr a abrazarlo. Entonces volví a mirar y ya no estaba.

Me alegré muchísimo de ver a mi papá. Parecía que no quería perderse la boda de su pequeña. ¡No podría haber pedido un mejor regalo de bodas!

Hay abundante prueba de que nuestros seres queridos fallecidos suelen estar presentes para celebrar los sucesos especiales de nuestras vidas. Estas visitas no solo confirman su aprobación y amor, sino que también expresan sus bendiciones espirituales.

A Adeline, ama de casa de Carolina del Norte, le pidieron que transmitiera un mensaje unos 9 años después de que su tío Ned muriera a los 40 años:

El tío Ned era un alcohólico empedernido y cambiaba constantemente de una cosa a otra. Mi familia tenía mucho miedo de que no hubiera pedido perdón a Dios por sus pecados antes de morir.

Una noche, estaba solo en casa, leyendo en la cama, y apagué la luz de la mesilla. Miré a los pies de la cama, ¡y allí estaba el tío Ned! Gozaba de buena salud y parecía bastante sano. Mi madre se llama Millie y su hermana, Belle. El tío Ned estaba muy tranquilo y dijo: «Dile a Millie, y a Belle, que ya estoy bien. Y que dejen de preocuparse por mí». Luego, poco a poco, se fue apagando.

Estaba tan emocionada que no pude pegar ojo esa noche. A la mañana siguiente, temprano, me subí al coche y salí a contárselo a las citadas personas. Una vez allí me acobardé porque mi madre y mi tía son muy, muy ortodoxas en su forma de pensar. Todo el día algo me instaba a decírselo. Pero temía que me hicieran firmar los papeles y me enviaran a un manicomio. Así que conduje de vuelta a mi casa esa tarde.

A la mañana siguiente volví. Al llegar, la tía Belle salió de su habitación y me dijo: «¡Qué alegría que estés aquí! Lo entenderás. Tu madre cree que he tenido un sueño, pero yo sé que estaba despierta». Continuó: “Anoche estaba en mi cama leyendo la Biblia. Apagué la luz y me disponía a rezar. ¡De repente, Ned apareció a los pies de mi cama! Me miró y dijo: “Belle, quiero que tú y Millie dejen de preocuparse por mí. Ya estoy bien”.

Cuando la tía Belle dijo eso, se me puso la piel de gallina. Dije: «¡Mamá, la tía Belle no tuvo un sueño! ¡A mí me pasó lo mismo! Quería decirles que dejen de preocuparse por el tío Ned. Está bien. Dejen de retenerlo. Déjenlo ir y que haga la obra de Dios». Entonces ambas lloraron, y lloraron y lloraron.

El tío Ned padecía alcoholismo crónico sin tratamiento, lo que seguramente destruyó gran parte de su vida adulta y sus relaciones con los demás. Se dice que existen muchos centros de sanación en el ámbito espiritual para personas con estas enfermedades. Allí, con la ayuda de dedicados cuidadores, nuestro difunto o los seres queridos pueden experimentar una recuperación emocional, mental y espiritual para, finalmente, alcanzar la plenitud que no tuvieron en la Tierra.

Roberta es ama de casa en California. Se convirtió en desconsolada madre cuando su hijo Timothy, de 4 años, fue atropellado y muerto. Diez años después tuvo la suerte de recibir esta visita íntima:

Estaba sentada al frente, en la iglesia, porque estaba en el coro. Ni siquiera pensaba en Timothy; solo escuchaba al orador. De repente sentí un abrazo cálido, envolvente e inmersivo que parecía envolverme por completo. Fue definitivamente un abrazo, a mi alrededor y a través de mí; fue interno y externo; una sensación muy cálida. ¡Era Timothy! Me vino como una intuición. Sentí que estaba con él, como si lo experimentara realmente. No era nada parecido a lo que se experimenta con un niño de cuatro años. Sentí que era una persona muy madura, pero seguía siendo mi hijo. Sentí que era una expresión de su aprobación y su amor. Que estaba en sintonía en ese momento para recibir esto, y él pudo comunicarse conmigo. Desde que sucedió esto me he sentido aún más cerca de Timothy. Fue una reafirmación de nuestra relación, de nuestra cercanía. Fue comunicación espiritual sin palabras. Este sentimiento no se ha desvanecido; es una impresión permanente. Siento que mi hijo y yo tenemos una relación eterna. wisto

Algunos padres que han sufrido la pérdida de un hijo pequeño se preguntan si podrán reconocer a su hijo o hija muchos años después. Se preguntan cosas como: "¿Mi hijo seguirá siendo un bebé o seguirá madurando en el cielo? ¿Sabrá que somos su mamá y su papá? ¿Seguirá amándonos?". La CDM de Roberta es útil para responder a estas preguntas. Aunque no vio a su hijo ni escuchó su voz, reconoció de inmediato su esencia espiritual única, incluso diez años después de su muerte. La visita de Timothy también aseguró a su madre que su amor y afecto por ella en realidad habían aumentado a medida que se desarrollaba espiritualmente.

Dana es programadora de computadoras en Maryland cuya hija, Kristen, murió de enfermedad cardíaca a los 14 años. Su suegra, Joanna, quen había fallecido 12 años antes, la tranquilizó:

Unas dos semanas después de la muerte de Kristen llegué a la conclusión de que estaba en el cielo. Pero empecé a preocuparme por quién la cuidaría, ya que no tenía a nadie cercano en mi familia que hubiera fallecido. Entonces soñé con Joanna, mi suegra fallecida. Podía ver su rostro y era como si pudiera tocarla con la mano. Aunque no recuerdo que moviera los labios me dijo: «No te preocupes, Dana, o cuidaré de Kristen». Luego, simplemente, desapareció. Puedo decir con sinceridad que fue la primera vez que soñé con mi suegra. Me hizo sentir muy bien. Me sentí aliviada de que alguien cuidara de mi hija.

Nuestra investigación de la CDM revela que la unidad familiar es muy valorada en los mundos celestiales. Esta afinidad parece abarcar no solo a toda nuestra familia biológica, des bisabuelos hasta  bisnietos, sino también a nuestros suegros y amigos cercanos. Sin duda, el poder del amor es la fuerza que nos une, formando un verdadero "círculo familiar" tanto aquí, en la Tierra, como en la eternidad.

En otro orden de cosas nos encontramos con Shannon. Shannon es de casa de 29 años de La Florida. Su angustia se alivió gracias a su abuelo, fallecido por infarto 12 años antes.

Mi hijo, Bradley, nació prematuro. Tuvo muchos problemas médicos debido a su nacimiento  y los médicos estaban seguros de que no sobreviviría. Estaba yo en la capilla del hospital, orando en voz alta al Señor, diciendo: "¡Necesito ayuda! ¡No quiero que mi hijo muera!". Entonces sentí la mano de mi abuelo fallecido en mi hombro derecho y olí su tabaco de pipa. Era como si estuviera sentado a mi lado. El abuelo Mac tenía una mezcla especial de tabaco, que él mismo se preparaba, con un dulce aroma a nogal. Nunca la había olido, salvo en su casa. Esto me dio una sensación de calma y paz, y supe entonces que mi abuelo no iba a permitir que nada le pasara a Bradley. Después de unos cuarenta y cinco minutos algo me dijo que subiera a ver a mi hijo. Dije: «Gracias, abuelo», y el olor a tabaco desapareció.

Los médicos dijeron: "¡No podemos creerlo! ¡Tu bebé ha cambiado por completo! Sus signos vitales están estables y la presión arterial es buena". Me derrumbé y lloré. Sabía que el abuelo Mac lo había protegido. ¡Bradley tuvo una recuperación milagrosa! Aunque tiene problemas de audición, es un niño de cinco años muy vivaz. Es muy curioso, muy inteligente, y se expresa muy bien al hacer señas con las manos. Él nunca había visto una foto de mi abuelo, pero cuando le enseñé una hace un par de años ¡inmediatamente hizo la seña de "Abuelo Mac"! No sé cómo lo supo, ¡pero lo sabía!

Las oraciones de ayuda pueden ser respondidas de maneras inesperadas. Según nuestra investigación, un familiar o amigo fallecido podría ser enviado como mensajero para consolarnos en momentos de crisis. Quizás el abuelo Mac también visitó a Bradley varias veces a lo largo de los años. Esto podría explicar cómo el niño pudo identificar la fotografía de un bisabuelo al que nunca conoció.

Victoria es ama de casa en Manitoba, Canadá. Ella y su esposo compartieron esta maravillosa y simbólica CDM 15 años después de que su hija, Gail, falleciera en accidente automovilístico a los 19 años:

El año pasado fuimos al picnic de la organización conocida como “Amigos Compasivos”. Era un día soleado y radiante, sin una sola nube en el cielo. Al final del encuentro todos soltamos globos de helio y en el nuestro pegué una nota para Gail, de parte de todos. La última línea decía: «Te deseo muchos arcoíris, cariño». Soltamos el globo y se perdió en la altura.

Al salir del parque miramos al cielo azul despejado, ¡y había un arcoíris de horizonte a horizonte! Mi esposo y yo nos miramos y dije: "¡Gail recibió nuestro mensaje y nos está enviando uno!". El parque del encuentro estaba a unos 35 kilómetros de casa, ¡y ese arcoíris nos acompañó todo el camino! Al volver al pueblo mi marido me dijo: "¡Míralo, cariño!". ¡Se había convertido en un precioso arcoíris doble! Nos quedamos junto al coche, tomados de la mano, mirando al cielo.

Un sentimiento que suelen expresar los padres en duelo es: “Si muere uno de tus padres, pierdes parte de tu pasado; si tu cónyuge, parte de tu presente, y si muere tu hijo, pierdes parte de tu futuro”. Porque si su hijo o hija mueren los padres también lamentan la pérdida de todas las esperanzas y sueños que habían imaginado para su hijo.

Glendalee, ama de casa de 57 años de Georgia, se dio cuenta de que su padre la estaba cuidando 15 años después de morir por ataque cardíaco:

Iba conduciendo mi camioneta por una carretera que tenía una vía férrea a la derecha y calles laterales que se incorporaban a la misma por la. Al acercarme al límite de la ciudad oí que alguien decía: "¡Detén la camioneta!". Me sobresalté, pero no me detuve. Un momento después, alguien volvió a decir: "¡Glendalee, detén el camión!". Entonces supe que era papá, y me asusté. Era como si estuviera sentado a mi lado. Entonces usó un apodo con el que me había llamado toda la vida. Dijo: "¡Cariño! ¡Para!". ¡Y frené a fondo! Mientras lo hacía, un coche salió de la calle lateral a mi izquierda. ¡Pasó justo frente a mí! Luego derrapó en el suelo junto a la vía del tren y se detuvo. ¡Fue una sensación aterradora! Ese coche se había descontrolado por completo y no me habría rozado por más de cinco centímetros. Si mi padre no me hubiera dicho que parara habría chocado contra el lado del conductor de mi camioneta, ¡y me habría matado!

Este es un ejemplo de una CDM para protección. En estos relatos, quien lo experimenta recibe la advertencia de un accidente inminente, una actividad delictiva u otro peligro que podría amenazar su vida.

Jacqueline, recepcionista en Washington, tuvo esta conmovedora experiencia con su padre, 18 años después de que falleciera de cáncer a los 71 años:

Mi esposo y yo recibimos una caja de música como regalo de bodas, pero nunca sonó. Nuestra vecina nos la compró porque era muy bonita. El vendedor le dijo que nunca funcionaría porque estaba rota y solo la habían pegado.

En nuestro primer aniversario de bodas estábamos sentados a la mesa del comedor. De repente, la caja de música empezó a tocar "El Vals del Padrino", de la película “El Padrino”. Y ¡entonces vi a mi papá! ¡Estaba tan claro como el agua, de pie, junto a mí! Parecía más joven, con el pelo oscuro como cuando tenía treinta y cinco o cuarenta años. Estaba radiante, con una enorme sonrisa de oreja a oreja. Estuvo ahí un instante, luego desapareció, y empecé a llorar. ¡Y hasta el día de hoy, la caja de música sigue sonando como si nunca hubiera estado rota!

Sin que nosotros lo sepamos, probablemente haya muchas ocasiones en las que nuestros seres queridos fallecidos están cerca expresando su amoroso apoyo. Si aprendemos a meditar podremos desarrollar más plenamente nuestros sentidos intuitivos y tendremos más probabilidades de detectar su presencia.

Connie, de 45 años, es dueña de una tienda en Misuri. Recibió una motivación de su padre, 19 años después de que falleciera de cáncer.

Me habían diagnosticado una enfermedad de la vesícula biliar y me estaba preparando para la cirugía. A medida que se acercaba la fecha, mi ansiedad aumentaba. Unos tres o cuatro días antes de la cirugía me dormí muy nerviosa y preocupada por todo el asunto. Mientras dormía, mi padre se me apareció en sueños. Llevaba una larga bata blanca de satén y se veía muy sereno y tranquilo. Me tranquilizó diciendo: «Hazte la cirugía. Vas a estar bien. Lo superarás con facilidad. Hazte la operación». Y luego se fue. Al despertar, me sentí tranquila y segura de la cirugía. Después de eso, ni siquiera tuve miedo. ¡Y la operación salió perfecta!

La investigación de CDM y otras fuentes afirman que nuestros seres queridos fallecidos tienen vidas plenas y, por lo general, intentarán contactarnos si tienen algo importante que decir. Es de suponer que tienen cosas mucho mejores que hacer que espiar nuestras vidas o inmiscuirse frívolamente en nuestros asuntos.

Jenny tiene un servicio de limpieza en La Florida. Su padre falleció cuando ella tenía solo 12 años, y más de 20 años después tuvo con él a esta CDM extracorpórea:

Cuando murió mi padre me sentí muy afectada. Me llevó muchos años, pero pensé que lo había superado. Luego, unos veinte años después, me fui a dormir como de costumbre. De repente me encontré en un lugar diferente. No sé dónde estaba, simplemente aparecí allí. Mi padre estaba de pie en un lugar despejado, rodeado de niebla. Él estaba muy sólido y real, y se veía muy saludable. Los colores eran nítidos y claros. Me acerqué a él y, de repente, todos estos sentimientos me abrumaron. ¡Estaba furiosa! Lo odiaba y le dije: "¿Por qué me dejaste?". Le golpeé en el pecho.

Me dejó hablar un par de minutos y luego me abrazó; podía sentir sus brazos rodeándome. Luego me habló con calma, con mucha ternura y cariño. Dijo: «Ya estoy aquí, es hora de que hablemos». Mi padre me dijo que era su hora de partir. Me contó: "¡Cuando morí me sentí mucho mejor!". Había fallecido de cáncer de pulmón y se había consumido durante varios años. Estaba muy feliz de haberse ido y muy feliz con lo que hacía ahora. Me hizo entender que era el momento adecuado para que se fuera y que lamentaba que me hubiera sentido tan dolida y enojada. Luego nos despedimos.

Me desperté al instante y me sentí tan bien, ¡mejor que en veinte años! Me sentí libre, como si me hubieran quitado un gran peso de encima. Creo que era la ira que guardaba, ira que ni siquiera sabía que tenía porque la había reprimido profundamente. Por fin pude decirle a mi padre que lo amaba y pude despedirme.

La experiencia de Jenny refleja la importancia de la sincronización en una CDM de esta naturaleza. Al parecer, nuestros seres queridos fallecidos pueden ver dentro de nuestros corazones y determinar cuándo estamos realmente listos para liberar nuestras emociones reprimidas durante años. Solo entonces estaremos receptivos a tener un encuentro tan sanador con ellos.

María, de 56 años, es administradora de un complejo de apartamentos en el noroeste. Recibió un reconocimiento de su esposo, Jack, 21 años después de que falleciera de infarto:

Antes de morir, mi esposo y yo estábamos en proceso de divorcio debido a su consumo de alcohol y abuso verbal. Tenía la esperanza de que las cosas cambiarían y volveríamos a estar juntos porque teníamos cuatro hijos. También me sentía culpable porque estaba rompiendo el corazón a Jack. ¡Pero también lo hacía su alcoholismo! Siempre lo había querido y tenía buenos recuerdos de él, incluso tras su muerte.

Veintiún años después, Jack se me apareció en un sueño. Fue maravilloso y muy vívido; fue tan real para mí. Tenía una enorme sonrisa en el rostro y me dijo: «Te agradezco por amarme y amar a nuestros hijos. Ahora estoy bien. Todo está bien. Gracias por tu amor. Te amo». Desperté al instante, recordando la gran sonrisa en su dulce rostro. Sentí una increíble sensación de paz y también una gran sonrisa en mi rostro. Caminé en un aura de felicidad durante unos tres días. ¡Me hizo sentir tan bien! Siento que Jack ha llegado a un punto en su nueva vida donde ahora está en paz.

El relato de María revela una vez más la profunda sanación y el crecimiento que nuestros seres queridos fallecidos pueden alcanzar al aplicar la sabiduría de sus maestros espirituales. CDM como esta demuestran que, si así lo deseamos, el tiempo y la muerte no deben percibirse como obstáculos para resolver emocionalmente todas nuestras relaciones distanciadas.

Laurence, de 58 años, está jubilado del Servicio Forestal de los Estados Unidos y reside en Georgia. Agradeció este cálido saludo 27 años después de la muerte de su padre por cáncer:

Era junio y estaba en el patio trasero trabajando en mi huerto. Revisaba frijoles y tomates, y cosas así. Luego me tomé un descanso y me paré bajo el árbol conocido como cornejo. De repente, ¡mi padre estaba justo a mi lado! Su rostro, sus hombros y su pelo oscuro y rizado eran apenas perceptibles, pero tenía una presencia muy, muy fuerte. Supe al instante quién era. Me quedé muy quieto. Entonces escuché a mi padre decir, muy claramente: "Estoy orgulloso de ti". Acababa de terminar algunas cosas en las que había estado trabajando durante diez o quince años, y creo que se refería a eso. Se quedó un rato más, quizá veinte o treinta segundos, y dijo: «Tengo que irme». Luego se fue tan repentinamente como había aparecido. Fue una experiencia corta y muy intensa. ¡me emocioné intensamente!

Entré inmediatamente a casa y se lo conté a mi esposa. La llevé al cornejo y, por supuesto, hubo algunas lágrimas. Estaba eufórico y abrumado; muy feliz de que hubiera sucedido.

Dos afirmaciones que los niños anhelan oír de sus padres con profunda convicción son: "¡Te amo!" y "¡Estoy orgulloso de ti!". Como atestiguan tanto el anterior como el siguiente CDM, nunca es demasiado tarde para recibir el reconocimiento y la aprobación de una madre o un padre.

Ted es un electricista de 41 años de La Florida. Tuvo esta feliz reconciliación 30 años después de que su padre falleciera por infarto:

Mi padre murió justo antes de mi décimo cumpleaños. Mi relación con él no era muy sólida. Nunca recuerdo que me dijera que me amaba. Eso me molestó casi toda mi vida, aunque no me di cuenta de la intensidad. Crecí creyendo que no me amaban, aunque otras personas a mi alrededor me lo aseguraban, especialmente mi esposa y mis hijos.

No lo buscaba, no pensaba en él en ese momento. Pero hace un año soñé que el espíritu de mi padre venía a mí. Estaba sentado a la mesa, y no había nadie más. Parecía muy tranquilo y muy cariñoso. Sentí una aceptación total, como si fuéramos los mejores amigos que no se encontraban desde hacía años. Mi padre no era la persona que conocí en vida; era totalmente diferente, ¡era muy cariñoso! Pareció que conversamos un rato; podrían haber sido segundos u horas. No recuerdo nada de la conversación, excepto el hecho de que me dijo que me amaba. Al despertar, sentí una sensación de alivio, como si se me hubiera quitado un peso de encima. Lloraba, pero no era pena lo que sentía, ¡sino una alegría inmensa! Ahora sé que mi padre me quería de verdad, aunque no pudiera expresarlo. Antes, le tenía mucho odio, mucha rabia. Pero eso se ha ido, ha desaparecido por completo. Y la certeza de que mi padre me quiere de verdad sigue conmigo.

El hecho de que el padre de Ted regresara tantos años después de su muerte para sanar la relación con su hijo indica que nuestros seres queridos fallecidos siguen preocupándose profundamente por nosotros. Este relato confirma una vez más que la vida en la dimensión espiritual ofrece muchas oportunidades para el crecimiento personal continuo. Como Ted declaró con certeza sobre su padre: «Era totalmente diferente; era muy cariñoso».

Marian es una agente inmobiliaria de 71 años de La Florida. Afortunadamente, su padre le advirtió del peligro 33 años después de morir de un aneurisma.

Una noche estaba leyendo en la cama. De repente oí la voz de mi padre que me decía con urgencia: "¡Sal de esa cama! ¡Sal de esa cama!". Me levanté de un salto y me quedé allí temblando. Entré en la sala y me senté, preguntándome qué pasaba. No llevaba ni tres minutos allí cuando oí un crujido horrible. Toda la casa se estremeció, ¡y las cosas se movían en los armarios y se caían de los estantes! Salí y vi que una pesada rama del árbol de mi vecino había caído sobre mi tejado. No había habido viento ni tormenta; era una noche tranquila. Luego volví a la casa y a mi dormitorio. Allí vi tres agujeros enormes en el techo y una rama grande que sobresalía de mi cama. Toda la cama estaba cubierta de madera, yeso y escombros, ¡justo donde había estado acostada!

Es reconfortante saber que nuestros seres queridos siguen cuidándonos y protegiéndonos incluso muchos años después de su muerte. Quizás estén ayudando a nuestros ángeles guardianes en tales labores.

Es evidente que quienes experimentaron estos sucesos del capítulo no estaban en estado de duelo cuando tuvieron sus CDM. Por tanto, es muy improbable que fantasearan con ser contactados por seres queridos fallecidos tantos años antes. Esto ofrece una prueba más de que se trata de comunicaciones genuinas de familiares y amigos fallecidos.

Ahora la pregunta es ¿puede una CDM revelar información que usted desconocía? En el siguiente capítulo se presentan ejemplos de cómo se recibió material probatorio de seres queridos fallecidos.

 

CAPÍTULO 18. Validación: CDM probatorias.

Creo que el Espíritu sigue vivo, que es inmortal y que debemos recurrir a nuestros espíritus ancestrales para que nos guíen. —Susan L. Taylor.

Este capítulo contiene algunas de las experiencias más fascinantes y enriquecedoras de CDM de nuestros archivos. Estos relatos demuestran que sus seres queridos fallecidos aún se interesan por su vida y están dispuestos a brindarle información y consejos valiosos cuando los necesite. Dado que siempre conserva su libre albedrío, puede elegir aceptar o rechazar su guía.

Una experiencia de CDM es probatoria cuando aprendes algo que desconocías y que antes no tenías forma de saber. Por ejemplo, puedes recibir información sobre la ubicación de un objeto perdido y posteriormente confirmar la precisión de la orientación actuando en consecuencia y encontrando el objeto perdido. A su vez, este proceso te asegura la experiencia fue una comunicación genuina después de la muerte de un familiar o amigo.

Como ilustran los relatos de este capítulo, se puede recibir todo tipo de información probatoria de los seres queridos fallecidos. Sin embargo, su verdadera intención al ayudarlos de esta manera parece ser convencer de que hay vida después de la muerte y de que siguen existiendo y velando por nosotros con amor y bondad.

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Los dos primeros relatos son de personas que buscaban objetos valiosos que sabían que existían pero que no podían encontrar.

Ruth, ama de casa de La Florida, tuvo esta experiencia probatoria con su madre, quien murió de un ataque cardíaco a los 64 años. En el Capítulo 3 se describe una CDM auditiva que tuvo con su nieto:

Un día, probablemente una semana después de que muriera mi madre, mi padre me dijo: «Sabes, tu madre tiene 5.000 dólares en bonos de ahorro escondidos en algún lugar del dormitorio». Así que le dije: «¡Los encontraremos!». Empezamos a buscar y debimos estar dos horas en esa tarea. Revisamos cada cajón, cada caja, cada armario. Incluso revisamos debajo de los colchones. Buscamos en todos los sitios posibles del dormitorio. Finalmente me dejé caer en una de las camas individuales, y mi padre se sentó en la otra. Le dije: «Papá, no están. Tienen que estar en otra habitación». Justo entonces oí a mamá reírse entre dientes, diciendo: "¡Ay, tontos! Están en el doble fondo de la bolsa de ropa". Lo que oía lo tenía en la cabeza, pero era su voz, tan clara. Me levanté de inmediato y fui al armario. Dije: «Mamá me acaba de decir que están en el doble fondo de la bolsa de ropa». Me agaché y, efectivamente, había un doble fondo. Y cuando lo levanté, ¡ahí estaban los bonos, que valían 5000 dólares! Papá me miró cuando saqué los bonos y dijo: "Ruth, te digo que tu madre está aquí".

La mayoría de la gente asume que tendrá tiempo de sobra para poner en orden sus asuntos personales antes de morir. Pero si falleciéramos inesperadamente, sin revelar la ubicación de todas nuestras posesiones valiosas, nuestros familiares podrían no encontrarlas jamás. En este caso, si Ruth no hubiera sido contactada por su madre fallecida, ella y su padre podrían haberse deshecho de la bolsa de ropa, sin darse cuenta de que contenía los bonos de ahorro ocultos.

Muriel trabaja en ventas minoristas en Idaho. Su suegra, la abuela Davis, quien falleció de un derrame cerebral a los 89 años, ayudó a resolver un misterio:

Cuando murió el abuelo Davis, mi suegra, la abuela Davis, se quedó sola. Toda su familia vivía lejos de ella. El hermano de mi esposo la visitaba y revisaba las cosas de su padre —sus armas y su equipo de caza y pesca— y las sacaba por la puerta trasera. Pero, por alguna razón, se perdió la pistola que era el orgullo especial del abuelo. Era un viejo rifle militar con la culata tallada a mano para el abuelo un sobrino, un artista de renombre. A mi esposo le encantan las armas y sentía una atracción especial por esa.

Tras la muerte de la abuela Davis, todos buscaron y buscaron esa vieja pistola, pero nadie la encontró. Estábamos tan ocupados sacando cosas de la casa que me quedé exhausta y dormí unas dos horas. En ese momento, la abuela Davis vino a verme. Estaba a los pies de la cama y tenía el mismo aspecto de siempre. Me dijo que el rifle estaba entre el colchón y el somier de la cama donde yo dormía. Sentí que quería que mi esposo lo tuviera. Me desperté y llamé a mi esposo para que entrara a la habitación. Levanté el colchón y le mostré dónde estaba el rifle. Se quedó tan sorprendido que me preguntó cómo lo sabía. Le dije: "¡La abuela Davis me dijo dónde estaba!".

Incluso cuando una reliquia familiar está destinada a ser legada a una persona en particular, a veces el propietario la oculta a todos, incluido al destinatario. Recibir información del ser querido fallecido puede revelar el paradero de un objeto con valor sentimental y, por lo tanto, garantizar su transmisión al heredero legítimo.

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En los dos relatos siguientes, los experimentadores pudieron localizar algo de valor que no sabían que existía antes de tener su CDM.

Bess, de 55 años, es tipógrafa y escritora de La Florida. Unas semanas después de morir de cáncer, su padre la contactó:

Siempre había podido mantener a mi familia, pero perdí el trabajo y escaseaban los empleos. Estaba divorciada y mis hijos y yo no teníamos nada para comer. Pasábamos mucha hambre. Estaba recostada en el sofá y mi papá se acercó. Estaba muy preocupado por mí y los niños y tenía una mirada seria. Me dijo: «Bess, si vas a mi casa y miras en ese viejo baúl que tengo desde hace tantos años, encontrarás algo de dinero. No será mucho, pero te ayudará a alimentar a tus hijos hoy». Era su voz de verdad; podía oírlo hablar. Papá parecía un poco más joven y gozaba de buena salud. Salté y desapareció tan rápido como apareció. Fui a su casa esa tarde y revisé todo lo que tenía en el maletero. ¡Efectivamente, en un sobre blanco encontré 10 dólares! ¡Entonces supe que papá nos estaba cuidando de verdad!

Las CDM probatorioa se validan de forma circular. Por ejemplo, Bess no podría haber sabido buscar dinero en un lugar tan recóndito. Solo su difunto padre lo sabía. Al seguir sus instrucciones y encontrar el dinero, Bess se demostró a sí misma que su experiencia con la CDM fue real. Y lo que es más importante, este proceso le confirmó que su padre sigue existiendo y se preocupa constantemente por el bienestar de su hija y sus nietos.

Gretchen, ama de casa de 63 años de Pensilvania, recibió una visión fortuita después de que su madre muriera de un aneurisma:

Mi madre dejó una maleta en mi casa, antes de morir. Tras la muerte ella estuvo muy presente en mi hogar y me sentí guiada por ella para ir a buscar esa maleta. En la maleta encontré el pareo de mi madre y empecé a enrollarlo para tirarlo a la basura. Pero era pesado y no podía doblarlo fácilmente. En un instante, tuve una visión –era una imagen mental– de cómo la madre de mi madre solía coser un bolsillo dentro de su cinturón para llevar el dinero de forma segura. ¡Y he aquí que, entre las solapas, mi madre había cosido un bolsillo! Había combinado el diseño tan bien que jamás habría imaginado que hubiera algo ahí. Llamé a mi hija y nos sentamos en la cama. Oímos la risa alegre de mamá mientras sacábamos dinero de un sobre que llevaba en el bolsillo de su faja. Contenía treinta y seis billetes nuevos de 100 dólares: ¡un total de 3600 dólares!

Con la alta tasa de criminalidad actual, muchas personas se ven obligadas a esconder objetos de valor en lugares insólitos y recónditos. Pero es mejor no contar con una CDM para que nos ayude a localizar los tesoros escondidos de nuestros seres queridos fallecidos. En cambio, examinar a fondo sus pertenencias más mundanas podría ser muy rentable.

En los tres relatos siguientes, los experimentadores recibieron información que no conocían antes.

Denise es una teleoperadora de La Florida. Tuvo esta CDM en estado de sueño con su esposo, Louis, quien falleció a los 53 años:

Louis había sido soldado profesional durante veintiocho años. Acababa de regresar de un período de servicio en Vietnam cuando falleció repentinamente, una semana después, a causa de una neumonía.

Unos nueve meses después de su muerte, una noche dormía y me di cuenta de que Louis me hablaba. Se reía sin parar, ¡estaba tan feliz! Dijo: "¡Oye, Dee, no adivinarás quién está aquí arriba! ¡No ha cambiado nada!". Así que pregunté: "¿Quién es?". Louis contestó: "¡No lo puedo creer! ¡Es el Padre Antonio, está aquí! Cuando le pregunté que qué hacía alli el padre Antono dijo: ¿Qué te hace pensar que eres el único que puede llegar hasta aquí?'. El Padre Antonio tenía ese tipo de humor, y él y Louis eran muy buenos amigos. Entonces me desperté. Al día siguiente recibí la llamada de otro sacerdote, un querido amigo. Me dijo: «Tengo una muy mala noticia que darte». Le dije: «Ah, ya lo sé. El padre Antonio murió». Me preguntó: «¿Cómo lo  sabes? ¡Murió anoche!». Le dije: «Louis me lo contó en sueños».

Durante una CDM podemos descubrir algo que desconocíamos y que no podemos verificar de inmediato. Más adelante, cuando esta noticia se confirma, confirma que nuestra experiencia fue real.

Tricia es diseñadora de ropa en La Florida. Tenía 18 años cuando intentó contar a su familia que había visto a su madre, fallecida de cáncer.

Justo después de que mi madre falleciera, estaba en mi habitación. De repente sentí una presencia. Tenía una lamparita de noche, así que me di la vuelta y encendí el interruptor.

¡Vi a mi madre allí, de pie! Llevaba un vestido de terciopelo azul que nunca antes le había visto. Cuando murió de cáncer pesaba solo veinticinco kilos, pero cuando la vi, ¡estaba hermosa, sana y feliz! Recuerdo haber saltado y gritado. Luego corrí a la otra habitación para decir a mi familia que mi madre no estaba muerta. Pensaron que estaba histérica y que tenía alucinaciones. Finalmente, me calmaron y empecé a creer que tenían razón. Tiempo después, mi tía y yo estábamos revisando el baúl de mi madre. Encontré un vestido de terciopelo azul y empecé a llorar desconsoladamente. Mi tía me preguntó: “¿Qué te pasa?” Y yo le dije: “¡Este es el vestido que llevaba mi madre cuando la vi!” Mi tía aclaró:, “Ese es el vestido que tu madre hizo para casarse. No tenía suficiente dinero para comprar un vestido de novia así que hizo ella misma este de terciopelo azul”.

Una vez más, un relato de CDM ilustra la importancia de confiar en nuestras experiencias intuitivas. Después de que Tricia se encontrara con tanto desánimo por parte de su familia cabe destacar que un detalle, aparentemente insignificante como el vestido que llevaba su madre, la convenció posteriormente de que su experiencia fue auténtica.

Jeanette, de 41 años, es empresaria en New Hampshire. Un año después de que su padre falleciera a causa de una enfermedad crónica, se encontraba en un dilema:

Mi hermana, Debbie, se drogaba. Vivía en Minnesota y yo en New Hampshire. Me llamaba para decirme que su bebé no tenía comida, me pedía esto y aquello, y yo siempre le enviaba dinero. Me estaba volviendo loca porque sabía lo que realmente hacía con ese dinero. Una noche, Debbie me llamó completamente drogada. ¡Me pidió 500 dólares! Quería ayudarla, pero no quería darle más dinero. ¡No sabía qué hacer! Estaba tan disgustada que me fui a la cama llorando. Dije: «Por favor, papi, ven a mí. No sé qué hacer. ¡Tienes que ayudarme!». Mi padre vino a mí mientras dormía, sonriendo. Recuerdo haberle dicho: "¡Papá, esto no es motivo de alegría!". Él dijo: "Pero tú tienes la solución. Cuando despiertes, la sabrás". Luego me abrazó y me sostuvo en brazos un buen rato.

A la mañana siguiente me di cuenta: "¡Ay, ya lo sé! Voy a decirle a mi hermana que me envíe todas sus facturas. Las pagaré yo". ¡La solución estaba ahí! Sé que mi padre me la dio, solo que me hizo creer que se me había ocurrido. ¡Jamás se me habría ocurrido! ¡De ninguna manera!

Así que Debbie me envió sus facturas y las pagué. Luego se enojó mucho conmigo y nunca más volvió a pedir.

Una CDM puede ofrecer una solución creativa a un viejo problema, al igual que Jeanette recibió un método eficaz para lidiar con el abuso de drogas de su hermana. Su estrategia también puede aplicarse con éxito a cualquier persona con adicción al alcohol, al juego o a otras adicciones, o a quienes tienen dificultades para administrar sus finanzas personales con prudencia.

En cada uno de los cuatro relatos siguientes, el sujeto de la experiencia recibió información que estaba destinada principalmente a beneficiar a otra persona.

Lydia, de 70 años, es enfermera jubilada en La Florida. Su cuñado, Graham, le dio un mensaje preciso tras fallecer de insuficiencia cardíaca:

Graham falleció a los ochenta y nueve años. Supongo que su corazón simplemente se agotó. Tuve esta experiencia con él antes de saber que había muerto.

Sentí su presencia en mi cocina. Me dijo: «Dile a Vera», que es mi hermana, «que busque bien en el aparador de su sala de estar. Saca los cajones y mira por atrás». Le escribí una carta a Vera y le conté la experiencia. Luego, mi sobrina me llamó. Me contó que habían revisado el aparador y encontrado unos 3000 dólares, en billetes de 50, que estaban escondidos. Obviamente, Graham quería que Vera encontrara el dinero para que no se desperdiciara accidentalmente. A lo largo de su vida, su principal interés parecía ser el dinero, pero creo que le preocupaba más la seguridad de su esposa.

¿Cuántas herencias se han desechado porque nadie sabía de su existencia? Pero este relato contiene un legado mucho mayor que el hallazgo de 3000 dólares. Graham hizo un regalo valioso a tres personas: a su cuñada, su esposa y su hija, y es el conocimiento de que la vida es eterna y que él continúa existiendo y preocupándose por ellos después de su muerte.

Kitty, ama de casa de 65 años de Alabama, le hizo un favor a Leland, un amigo de la familia que había muerto en un accidente:

Leland era nuestro amigo y le compramos nuestra casa. Era cartero y murió una mañana en su camión de correos. ¡A la mañana siguiente apareció en mi habitación! Mientras estaba allí, me pidió que le dijera a Frances, su esposa ahora viuda, que tenía una póliza de seguro que ella desconocía. Dijo: «Está en nuestra habitación, en el cajón de arriba de la cómoda, debajo del papel. Dile a Frances dónde está». Y luego desapareció. Mi esposo, Cliff, entró en la habitación y le conté lo sucedido. Me dijo: «Bueno, llamemos a Frances para contárselo». Le dije: «¡Pensará que estoy loca!».

Así que mi esposo bajó y le dijo al hermano de Leland, Reed, que mirara en el cajón superior de la cómoda, debajo del papel, para que pudiera encontrar una póliza de seguro. Pero Cliff no le explicó de dónde venía la información. Efectivamente, buscaron y ¡sí que había una póliza de seguro, tal como me había dicho Leland! Reed llamó y dio las gracias a mi esposo, pero nunca le dijimos cómo lo supimos. Simplemente no lo habría entendido.

Kitty y su esposo demostraron que vale la pena arriesgarse a enviar un mensaje de CDM, y encontraron una forma ingeniosa de hacerlo. Sin darse cuenta, usted también podría haber recibido un mensaje de un ser querido fallecido a través de un buen vecino.

Becky, secretaria titulada y escritora, de 36 años, en Virginia, fue miembro del personal de una Casa Ronald McDonald. Allí se hizo amiga de Amira, niña afroamericana de 10 años que estaba muriendo por cáncer de huesos.

Dos meses después de la muerte de Amira soñé que estaba con ella en un parque. Era un día muy hermoso y soleado. Amira llevaba un traje ceremonial africano, violeta y blanco, con turbante y todo. Estaba extasiada por verme. Soltó una risita y recogió su vestido, diciendo: "¡Mira, recuperé mi pierna!". Le habían amputado la pierna derecha antes de morir. ¡Amira estaba radiante! Quería demostrar al mundo que estaba completa de nuevo. Amira me pidió que le dijera a su madre que estaba feliz y aprendiendo muchas cosas nuevas. Dijo que me volvería a ver algún día. Luego me dio el adiós con la mano, y ahí terminó la experiencia.

Llamé a su madre por teléfono y le conté mi sueño. Le conté lo que llevaba puesta su hija. Al parecer, Amira tenía un traje idéntico en casa, uno que yo nunca había visto. Era un vestido ceremonial violeta y blanco de África que alguien le había regalado. ¡Su madre dijo que era el favorito de Amira!

Algunos CDM solo se validan si se comparten con otras personas. Cuando Becky entregó el mensaje a la madre de Amira, como le había prometido, comprendió la importancia del hermoso atuendo que llevaba su joven amiga. Esto, a su vez, demostró a Becky que su experiencia había sido real. Y su descripción del vestido dio a la madre de Amira aún más confianza en la CDM de Becky.

Debra es  psicóloga de 48 años de La Florida. Ayudó a su abuelo con unos asuntos pendientes tras su repentina muerte por infarto.

Después de que mi madre me llamara para decirme que mi abuelo había fallecido, me acosté para orar por él y despedirme. Con los ojos cerrados, recibí un mensaje telepático suyo muy fuerte y específico. El abuelo dijo: "En mi apartamento hay un aparador. En el cajón superior izquierdo hay una libreta amarilla que contiene una lista de acciones y bonos. Algunos deben venderse de inmediato. ¡Es imperativo que tu padre obtenga esta información! Esta información era  muy intensa y estaba muy deseoso de transmitir ese conocimiento. No había ningún tipo de cariño; era estrictamente profesional. Esto era muy característico de mi abuelo.

Me levanté, llamé a mi madre y le conté mi experiencia. Unos días después, me enteré de que mi padre había ido al apartamento del abuelo y había mirado en el aparador. El bloc de notas estaba exactamente donde el abuelo dijo que estaría. Contenía una lista de valores, tal como me había dicho. No sé qué hizo mi padre con esas acciones y bonos; nunca lo hablamos. Lo único que dijo fue: «Debra, algo tiene que haber, porque no tenías forma de saber de esa lista».

Es probable que Debra entrara en un estado semimeditativo mientras oraba por su abuelo. Esta puede ser una forma muy efectiva de tener una experiencia de CDM, y se analizará con más detalle en el último capítulo.

Cada uno de los relatos restantes contiene material probatorio más complejo.

Kelly es enfermera en el suroeste de Estados Unidos de Norteamérica. Su hijo de 2 años, Cody, le proporcionó información detallada tan solo seis semanas después de que falleciera por una herida de bala mientras jugaba con la pistola de su padre:

Cody vino a mí en un sueño. Parecía feliz y sano. Lo vi de niño, pero parecía mayor. Me hablaba y se relacionaba conmigo casi como si fuera un adulto. Dijo que algo andaba mal con su lápida: estaba sobre la tumba de una niña que había muerto dos semanas antes que él. Y me dijo que su nombre estaba al revés.

Al día siguiente fui al cementerio y allí no estaba la lápida donde enterraron a Cody. Llamé a la empresa de ornatos fúnebres  y pregunté cuándo iban a colocar la lápida en la tumba de mi hijo. Me dijeron que la habían colocado dos semanas antes. Fui a ver al cuidador del cementerio y le pregunté dónde estaban las lápidas más recientes. Me llevó a una tumba, y allí estaba la lápida de Cody. Pregunté al cuidador de quién era la tumba. Miró su historial y dijo que era la de una niña que había fallecido el 1 de octubre. Cody había fallecido el 14 de octubre. Todas las demás lápidas miraban en una dirección, pero esta estaba al revés. ¡A Cody le debió parecer que su nombre estaba al revés! Finalmente, la compañía  de ornato funerario llegó al cementerio y colocó correctamente la lápida en la tumba de Cody.

Es asombroso que un niño pequeño pudiera comunicar un mensaje tan complejo. Sin embargo, cuando su madre descubrió los errores cometidos en el cementerio, todas las declaraciones de Cody resultaron ser correctas.

Lucille, de 39 años, es camarera de pisos de un hotel de La Florida. Una experiencia en CDM la inspiró a embarcarse en un proceso de autodescubrimiento:

Una noche, un hombre se acercó a los pies de mi cama. Me asusté porque no lo reconocí. Me dijo: «Mary, tu madre te quiere». Yo fui adoptada  y «Mary» era mi nombre al nacer. Mis padres adoptivos lo cambiaron por «Lucille». El hombre continuó diciendo: «Tu madre te busca. Empieza a buscarla. ¡Encuentra a tu madre! Te quiero». Recuerdo haberle preguntado quién era justo antes de perderlo de vista. Y me dijo: «Ya lo sabrás». Y, de repente, se había ido. Seguía asustada, pero se me saltaron las lágrimas de felicidad. Me alegró saber que mi madre biológica me buscaba. Esto me dio el incentivo necesario para encontrarla. Siempre soñaba con localizarla, pero no quería lastimar a mis padres adoptivos.

Más tarde fui a una asociación para adoptados y ¡encontré a mi madre con solo una llamada! Me preguntó: "¿Cómo me encontraste?". Le conté que un hombre mayor se acercó a los pies de mi cama. Le describí su aspecto y me dijo: "¡Ese es tu abuelo!". Supe que cuando mi abuelo estaba muriendo le pidió a mi madre: «Encuentra a tu hija. Encuentra a tu bebé». Quería descansar en paz sabiendo que volveríamos a estar juntos. Mi madre y yo quedamos en vernos al día siguiente.

Cuando nos conocimos, me mostró una foto de mi abuelo y ese era el hombre que había estado a los pies de mi cama. El abuelo llevaba el mismo traje que vi cuando vino a verme. ¡Entonces supe que mi experiencia era real!

Parece que nuestros seres queridos fallecidos pueden ver mucho más allá de nuestra limitada perspectiva terrenal y vislumbrar posibilidades que no son evidentes para nosotros. Nuestra disposición a seguir su amorosa guía puede abrir puertas y crear oportunidades que jamás soñamos que existieran.

Ann Marie, de 39 años, es secretaria y contable en Oklahoma. Quedó desconsolada cuando su hija, Brittany, nació muerta.

Estaba a término y llevaba una semana de parto intermitente. Fui al médico y no me detectó el latido del feto. Y cuando fui al hospital, declararon muerta a Brittany. Era mi única hija. La esperé durante diez años y me costó mucho dejarla ir. Me preguntaba quién la cuidaba tras su muerte, y si estaría bien.

Este sueño ocurrió unos tres meses después de la muerte de Brittany. Lo primero que recuerdo fue una luz brillante. Había mucha gente y cantaban. De repente, vi a una señora llevando a mi hija. Brittany parecía tener al menos entre seis y nueve meses. Me extendió los brazos y me llamó: "¡Mami!". No reconocí a la mujer que la sostenía. Era una señora mayor, bastante corpulenta, y llevaba el pelo trenzado. Le pregunté que quién era y me dijo que era mi abuela Robinson. Entonces terminó la experiencia.

Después, hablé con mi madre y le conté lo sucedido. Mi abuela Robinson falleció cuando yo tenía solo uno o dos años. Nunca la conocí y jamás había visto una foto suya. Entonces mi tía vino de visita y me trajo algunas fotos familiares para que pudiera verlas. ¡Reconocí a la abuela Robinson enseguida! Estaba exactamente igual que la había visto un par de semanas antes: el mismo vestido, la misma talla, el mismo pelo. ¡Nunca había visto esa foto! Esta fue la manera en que Dios me dijo que mi hija estaba bien. Siempre lo he tomado como un regalo de Dios.

La elección de apariencia física y vestimenta de la abuela Robinson aparentemente no fue casual. Esta CDM sugiere que conocía la fotografía, lo que posteriormente permitiría a su nieta confirmar su identidad.

El relato final de este capítulo lo relata Mitchell, un investigador privado de 45 años de Vermont. Tuvo un encuentro muy convincente 26 años después de que su padre falleciera de neumonía:

La mañana del 14 de marzo de 1989, a las 2 y media de la mañana, me desperté de un sueño profundo y vi a mi difunto padre de pie, a los pies de mi cama. Mi padre y yo nos comunicábamos por telepatía. ¡Parecía tan real como la última vez que lo vi! Le pregunté: "¿Estás bien, papá?". Respondió: "Sí, hijo". Volví a preguntar: "¿Estás seguro de que estás bien?". Respondió asintiendo con la cabeza. Durante años estuve confundido y disgustado porque mi padre me había abandonado cuando tenía dieciocho años. Su repentina muerte por neumonía me dejó con muchas preguntas sin respuesta.

Entonces pregunté: "¿Por qué moriste y me dejaste solo? ¿Por qué no te despediste?". Mi padre respondió: "Hijo, tuviste que crecer para ser fuerte e independiente, para afrontar la vida y los desafíos que te presentaba. Sentía que estaba obstaculizando ese proceso".

Dije: «Papá, te quiero». Mi padre empezó a darse la vuelta y dijo: «Sí, hijo, lo sé». Le pregunté: «¿Adónde vas? ¿Por qué me dejas otra vez?». Él dijo: «Hijo mío, debo irme ya». Tras detenerse un momento, se giró, me miró con una hermosa sonrisa y dijo: «Cuenta los días». Luego se perdió de vista.

Varios días después de la experiencia, comencé a pensar en mi padre e intenté analizar sus palabras: «Cuenta los días». Me vino a la mente la cantidad de días que mi padre había vivido en la Tierra. Así que encendí mi computadora y busqué en el calendario la fecha de nacimiento de mi padre. Conté los días que vivió en la Tierra hasta su muerte. El total fueron 16.305 días. Mi padre murió a los 44 años, y yo también tenía 44. Así que me pregunté si había vivido más que él. Por pura diversión, conté los días desde mi nacimiento hasta la mañana de la visión. El total fue de 16.305 días, ¡la misma cantidad de días que vivió mi padre! Hace mucho tiempo pedí una señal, ¡y vaya si mi papá me la mostró! Me sentí muy querido. Esto me confirmó que definitivamente vive después de la muerte. Ya no tengo miedo a la muerte porque sé que hay algo más allá.

Fue solo cuando Mitchell usó su intuición que descubrió el significado de la misteriosa pista que recibió de su padre. Esta fue la tarea perfecta para apelar a su naturaleza analítica, y le proporcionó una pieza clave de información sobre la similitud de las vidas de los dos hombres.

Estos son solo algunos ejemplos de los numerosos testimonios que figuran en nuestros archivos. Quienes más se benefician de este tipo de CDM son quienes lo experimentan. Cuando descubren algo que desconocían, y que antes no tenían forma de saber, reciben pruebas irrefutables de que fueron contactados por alguien fallecido. Estos testimonios también proporcionan documentación convincente para otros de que las CDM son comunicaciones reales de seres queridos fallecidos, tal como afirmaron las más de 2000 personas entrevistadas.

Y podemos preguntarnos: ¿Puedes recibir de una CDM algo más que información u orientación? ¿Recibes atención y cuidado de otras maneras? El siguiente capítulo ilustra cómo muchas personas han sido protegidas gracias a la oportuna intervención de un ser querido fallecido.

 

CAPÍTULO 19. Entrega especial: CDM para protección.

El cuerpo es solo una prenda. Cuántas veces has cambiado de ropa en esta vida y, sin embargo, por ello no dirías que has cambiado. De igual manera, al abandonar este atuendo corporal al morir no cambias. Eres el mismo, un alma inmortal, un hijo de Dios. —Paramahansa Yogananda.

Casi todos las CDM se inspiran en el amor y la preocupación constantes que sus familiares y amigos fallecidos sienten por usted. Por lo tanto, es comprensible que intenten protegerlo de vez en cuando, especialmente si enfrenta un peligro físico inminente o alguna otra amenaza para su bienestar.

Este capítulo contiene relatos de personas cuyas vidas fueron protegidas, e incluso salvadas, por la intervención de un ser querido fallecido. Es decir, vivieron una experiencia de CDM justo cuando se requirió dicha asistencia amorosa y fueron salvadas de una situación grave o posiblemente fatal.

En cada caso recibieron advertencias que los protegieron de accidentes automovilísticos o de otro tipo, daños causados por delincuentes, incendios domésticos, lesiones industriales, problemas de salud no diagnosticados y emergencias que involucraran a bebés y niños pequeños.

No hay prueba personal más contundente de la existencia de una CDM que ver tu vida protegida o salvada por un familiar o amigo fallecido. Y puedes imaginar la satisfacción que deben sentir tus familiares y amigos fallecidos al lograr el éxito en una intervención exitosa.

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Con excepción de los dos últimos relatos, las CDM de este capítulo están ordenados según el tiempo transcurrido desde la muerte del ser querido hasta la ocurrencia del suceso.

Wilma, de 54 años, es dueña de una tienda minorista en Kansas. Afortunadamente tuvo esta CDM con su padre un mes después de éste que falleciera por infarto:

Mi esposo se había roto la pierna. Como somos granjeros con hijos, tenía un montón de tareas que hacer. Una noche, después de cenar, fui presurosa al pueblo a comprar comida. Estaba sola en el coche y tenía mil cosas en la cabeza.

Bajaba una colina a buen ritmo cuando mi padre me dijo: "¡Wilma, rápido! ¡Gira aquí!". Era como si estuviera sentado a mi lado, ¡y su voz era tan clara como una campana! Doblé la esquina y seguí al sur, luego de vuelta al este, y más tarde al norte, pensando constantemente: "¿Qué estoy haciendo? ¡Tengo prisa y me estoy desviando cinco kilómetros!". No tenía sentido, ¡ me sentía como una completa idiota!

Más tarde, de regreso, vi a una vecina. Pensé que tenía problemas con el coche, así que me detuve. Me dijo: "¡Me sentí tan aliviada cuando te vi girar! ¡El puente está destrozado!". Se trata de un puente plano, de madera, con dos grandes álamos que lo cubren y muchos arbustos. Se derrumbó sin que sobresalieran las tablas ni nada. ¡Sé que no lo habría visto hasta que estuviera pasándolo! Estaba a solo 400 metros del puente cuando mi padre me dijo que girara. ¡Iba a 96 kilómetros por hora para chocar, o caer, en ese espacio vacío! Si mi padre no me hubiera avisado, probablemente me habría matado.

Es interesante que el padre de Wilma le indicara que condujera todo el camino rodeando el puente sin revelar el motivo para hacerlo así. Este método, sutil e indirecto, se utiliza a veces en las CDM para protección cuando hay tiempo suficiente para alejar a los afectados del peligro sin alarmarlos excesivamente.

Pattie, de 33 años, es aseguradora en Nebraska. Se enteró de que su padre seguía interesado en su seguridad cinco meses después de su fallecimiento por párkinson.

Conducía a casa del trabajo, con mucho tráfico. Íbamos por la autopista a 88 kilómetros por hora, pegados los unos a los otros por  los parachoques. Iba sentada en mi asiento, con solo un dedo en la parte inferior del volante, y mi mente divagaba. De repente oí la voz de mi padre en mi cabeza, diciendo con severidad: "¡Siéntate! ¡Pon ambas manos al volante! ¡Abróchate el cinturón porque vas a tener un reventón de neumáticos!". Lo oí con total claridad.

Me incorporé de golpe en mi asiento, abroché el cinturón rápidamente y puse ambas manos en el volante. Probablemente había recorrido casi un kilómetro cuando ¡buuuuum! La rueda explotó en pedazos. Pero estaba preparada y pude detenerme en el arcén sin problemas. ¡Odio pensar qué habría pasado si no hubiera estado preparada para esa explosión!

El padre de Pattie utilizó un enfoque más directo al advertirle que se preparara para una emergencia inminente. Notarás un marcado contraste en las diversas maneras en que un ser querido fallecido alerta a las personas en los demás relatos de este capítulo.

Alicia, de 39 años, es enfermera en California. Su madre le dio instrucciones cruciales 9 meses después de morir de cáncer:

Me desperté durante la noche y, al levantar la vista, ¡mi madre estaba en la puerta! Su expresión reflejaba urgencia y preocupación, lo que indicaba que algo iba muy mal. Entró en la habitación de mi hija y salió. Me hizo señas para que entrara y luego, simplemente, desapareció. Me levanté y fui a la habitación de mi hija. Cuando llegué a su cuna ¡no respiraba y tenía los labios morados! Tiffany solo tenía nueve meses y se había acostado esa noche con un biberón. ¡Había mordido la punta de la tetina de goma y se estaba ahogando! Pero, por suerte, logré sacarle el trozo de goma de la garganta. Si no hubiera entrado en la habitación de mi hija en ese momento, ¡probablemente habría muerto! No me cabe duda de que mi madre vino a advertirme.

¿Cuántas tragedias se podrían evitar si más personas fueran receptivas a las experiencias con la CDM y confiaran en ellas? Durante nuestra investigación, hablamos con varias personas que, lamentablemente, no siguieron la guía recibida y luego se arrepintieron profundamente. Instamos a todos, especialmente a los padres de niños pequeños, a que respondan de inmediato a sus intuiciones y CDM cuando las experimenten.

Jeff, reparador de teléfonos de 23 años de La Florida, tuvo este encuentro que le salvó la vida tras la muerte de su amigo Phil, de 19 años:

Phil murió el día después de Acción de Gracias. Se quedó dormido al volante y chocó contra un poste de teléfono. Aproximadamente dos años después, yo volvía a casa sobre las 12 y media de la noche después de trabajar todo el día. Estaba conduciendo por unas curvas en forma de S y me quedé dormido. De repente oí un grito: "¡Despierta!". Abrí los ojos y miré hacia el asiento del copiloto. ¡Phil estaba allí sentado, sonriendo! Brillaba, —una luz irradiaba de su cuerpo—, y podía ver a través de él. Me sobresalté mucho al verlo. Entonces miré hacia adelante, justo cuando estaba entrando en otra curva. ¡Me acercaba a 72 kilómetros por hora directo a un lago! Giré lo justo para pasar la curva y detuve el coche. ¡Esta experiencia fue totalmente increíble! No esperaba nada igual, ¡me dejó alucinado! Phil me salvó de vivir la misma experiencia que él. ¡Me salvó la vida!

Muchas personas que han fallecido en algún tipo de accidente parecen tener el deseo, o quizás la misión, de proteger a sus seres queridos de una muerte similar. Quizás su intervención sea una forma de enmendar el haber tratado su vida por la borda con demasiada ligereza, o descuido, mientras estaban físicamente vivas.

Ella es profesora de música, en Virginia. Su esposo, Rusty, la rescató de una situación peligrosa unos tres años después de que él falleciera en un accidente de paracaídas, a los 29 años.

Estaba volando en mi avión rumbo a Columbia, Carolina del Sur. Mi bebé dormía en el asiento trasero. Me encontré con una zona de hielo y tuve una emergencia. El motor se estaba sobrecargando demasiado y tenía que aterrizar en cinco minutos. ¡Pero no encontraba un aeropuerto! Estaba a solo 150 metros del suelo y apenas podía sostenerme. De repente, sentí que Rusty me agarraba y me decía: "¡Mira por la ventana del asiento derecho! ¡Ven aquí y mira por la ventana!". Dije: "¡Está bien, está bien, está bien!". Tuve que arrastrarme hasta el asiento derecho sin que las alas se movieran.

Miré por la ventana y pensé: «No hay nada ahí fuera». Rusty me gritó de nuevo: «¡Detrás de ti, muy atrás de ti!». Miré por debajo de la cola del avión y apenas pude ver el aeropuerto. ¡Lo había pasado! Cuando aterricé en la pista lo hice con suavidad. Ni siquiera  hubo ondulaciones ni pequeños golpes. Detuve la avioneta, la estacioné, abrí la puerta y me caí; mis rodillas no aguantaron. ¡Ahí fue cuando me derrumbé!

Puede ser extremadamente difícil encontrar un aeropuerto pequeño al volar a tan baja altitud con mal tiempo. Sin la ayuda de Rusty, Ella podría haberse visto obligada a realizar un aterrizaje forzoso.

Noreen, una enfermera de Wisconsin, recibió una comunicación seria de su madre, que tenía 83 años cuando murió de vejez:

Estaba en la cocina revolviendo el pudín. La casa estaba en silencio porque los niños aún no habían llegado. De repente me di cuenta de que estaba conversando con mi madre, quien había fallecido hacía tres años. Estaba de pie, junto a mí, con un vestido de cuadros azules y blancos que me resultaba familiar. Me pidió que le dijera a Louise, mi hermana, que fuera al médico de inmediato; era imperativo que lo hiciera. Mi madre dijo: «Te lo digo porque podrás convencer a tu hermana». Fui inmediatamente al teléfono y llamé a Louise, que estaba en su lugar de trabajo. Le dije: "¡Mamá me acaba de decir que deberías ir al médico enseguida! ¡Por favor, hazlo! ¡Debe ser importante!". Mi hermana dijo: "Estoy bien, solo que tengo la garganta irritada".

Louise fue al médico y la internaron inmediatamente en el hospital para hacerle pruebas. Descubrieron que tenía úlceras en el esófago que estaban cerca de la etapa cancerosa. Cuando el médico le preguntó por qué había venido, ella dijo: “Mi madre me lo contó”. ¡Pero no le dijo que su madre había muerto hacía tres años!

A veces, un ser querido fallecido parece no poder contactar directamente con la persona en peligro inminente. En tales casos podría avisar a otro familiar o amigo quien, con suerte, entregará el mensaje urgente con prontitud.

Bernice es escritora en el noroeste de los Estados Unidos de Norteamérica. Su hijo, Gene, le dio un consejo contundente unos tres años después de quitarse la vida, a los 32 años, siendo un enfermo terminal de Hodgkin:

El capitán del yate de lujo “Golden Odyssey” nos había envidado una invitación para ir a su crucero por el Mediterráneo en la primavera de 1977. Mi marido quería ir y me pidió que hiciera las reservas. A la mañana siguiente me vestí elegante para ir a la agencia de viajes. A mitad del camino en coche, oí a mi hijo, Gene, decir: «Mamá, no debes tomar ese avión a Atenas». La voz de mi hijo era muy tranquila, pero me hizo sentir que no debíamos ir. Así que di media vuelta y volví a casa. Esa noche le conté a mi esposo lo sucedido. Lo aceptó y no hicimos las reservas. La noche en que íbamos a tomar el avión de Los Ángeles a Atenas me senté en la sala de estar y me sentí triste porque no ir. Al día siguiente, el mismo avión despegó de Tenerife, en las Islas Canarias, y colisionó con un avión de pasajeros holandés de KLM. Fue el mayor accidente aéreo de la historia: ¡581 personas murieron!

Este relato sugiere que nuestros seres queridos fallecidos podrían tener conocimiento previo de algunos sucesos humanos y, si procede, alertarnos sobre situaciones que amenazan nuestra vida. Quizás nos estén diciendo indirectamente que aún no es nuestro momento de morir, como se les dice con frecuencia a quienes han tenido experiencias cercanas a la muerte. Las implicaciones de esta teoría son trascendentales, ya que respaldan la creencia de que cada uno de nosotros tiene un propósito espiritual para su vida y tiempo suficiente para cumplirlo.

Andrew, de 42 años, ahora es ingeniero en Washington. Tuvo esta CDM auditiva con su madre tres años después de que falleciera por insuficiencia cardíaca:

Iba de camino a casa después del trabajo. Había muy poco tráfico y conducía por la autopista de Chicago a unos 88 o 96 kilómetros por hora. Había un camión delante de mí y me disponía a ponerme en el carril izquierdo para adelantarlo. De repente oí una voz que me llamaba "¡Andy!". Sonaba urgente, muy fuerte y clara. Miré a mi alrededor, pero no vi a nadie. Entonces oí la voz por segunda vez. Así que solté el pie del acelerador y dejé que el coche redujera la velocidad. Volví a mirar a mi alrededor, pero seguía sin ver nada. Cuando me giré y miré hacia adelante el camión que iba a adelantar  volcaba hacia la izquierda. Naturalmente, pisé el freno mientras el camión volcaba de lado y se deslizaba por la carretera. Si no hubiera oído esa voz y disminuido la velocidad, ¡habría estado justo al lado del camión cuando volcaba! Era un semirremolque de quince metros, y no habría podido evitarlo a tiempo. ¡Sin duda habría quedado debajo! Después, al pensarlo, supe que era la voz de mi madre. Era evidente que mi madre estaba allí para protegerme, velando por mí como la luz de un faro.

Un número considerable de comunicaciones posteriores a la muerte para protección involucran posibles accidentes automovilísticos. Sin embargo esto no sorprende si consideramos que la persona media tiene mayor probabilidad de estar en riesgo al viajar en automóvil o camión, o especialmente al conducir una motocicleta.

Marsha, de 35 años, es dueña de una imprenta en Missouri. Su amigo Josh le salvó la vida cinco años después de que él falleciera al ser atropellado por un tren.

Una noche, volvía al hogar a toda prisa desde la casa de mis padres. Llegué al paso a nivel y bajaron las barreras. Pensé: "¡Genial! ¡Ahora voy a estar aquí sentado veinte minutos!". Esperé unos buenos tres minutos y seguía sin pasar el tren. Finalmente, decidí que debía ser uno de esos vagones de mantenimiento, pequeños y molestos, que a veces hacen que las barreras suban y bajen una y otra vez. Así que miré en la dirección de donde normalmente venían esos vehículos y no vi nada. La radio estaba muy alta y tampoco oí un tren. Así que empecé a conducir para sortear las barreras. Acababa de cruzar la primera cuando vi la luz. ¡Un tren estaba justo ahí, a no más de 6 o 9 metros de mí! ¡El faro parecía tan grande como mi coche! El tiempo se detuvo; quedé paralizada y no podía moverme. Me quedé allí sentada viéndolo venir. Entonces oí a Josh gritarme, muy alto y claro: "¡Arranca el coche!". Sabía que era él; reconocí su voz. Parecía que gritaba desde el asiento del copiloto. Pero no respondí. Entonces, físicamente, sentí un pisotón sobre el pie que yo tenía sobre el acelerador. ¡De hecho, sentí presión en mi pie, y el acelerador se hundió a fondo! ¡Oí chirriar los neumáticos y la camioneta salió disparada hacia adelante! Miré por el retrovisor y vi pasar el tren rugiendo. Dije en voz alta: "¡Gracias, Josh!". Y empecé a temblar, así que tuve que detenerme por un par de minutos. ¡Al día siguiente tenía un gran moretón en el pie derecho!

Así como Josh murió cuando un tren chocó su camión, Marsha podría haber muerto de la misma manera si no hubiera tenido su ayuda. Si bien es inusual tener prueba física después de una CDM, como un moretón en el pie, no es caso único. Esto también lo reportó una mujer que tropezó y comenzó a caer y luego descubrió moretones en los brazos donde las manos de su difunto esposo la habían atrapado por detrás.

Vivian, ama de casa en California, no dudó en seguir el consejo de su padre 6 años después de que falleciera de insuficiencia cardíaca a los 72 años:

Era por la mañana y estaba lista para levantarme y empezar el día. Entonces oí la voz de mi padre decir: "¡Vivian, tu mamá está en serios problemas!". Le pregunté: "¿De qué tipo, papá?". Y él respondió: "Finanzas". Podía oírlo como si hablara en voz alta. Sabía que si mi papá me lo decía tenía que ser verdad. Caí en la cuenta de que el joven que vivía al lado de mi madre era muy atento con ella. Bud, así se llamaba tenía veintipocos años, y mi madre, setenta y tantos. Llamé a mi madre y le pregunté si Bud alguna vez le había pedido dinero. ¡Se puso furiosa conmigo! Así que llamé a mi hermana y empezamos a revisar la cuenta bancaria de mamá. Descubrimos que Bud alteraba sus cheques. Le daba un cheque de 5 dólares y él le añadía uno o dos ceros, ¡y lo convertía en 50 o 500 dólares. O le daba cheques sin firmar y él firmaba con su nombre. ¡Había estafado a mi madre unos 4500 dólares! Llamé a la policía y descubrí que Bud estaba en libertad condicional y que ya había tenido problemas. Así que hice que lo arrestaran y volvió a prisión.

Las CDM a veces nos alertan sobre diversas actividades delictivas que podrían amenazarnos física o financieramente. Si bien la madre de Vivian fue víctima de un estafador común, otras personas que han sufrido este tipo de situaciones afirman haber sido protegidas de delitos más violentos.

Jan es enfermera pediátrica en Arizona. Recibió instrucciones muy específicas de su esposo, Ronny, quien tenía 20 años cuando falleció en un accidente automovilístico:

Esto ocurrió unos ocho años después de la muerte de mi esposo. Nuestro hijo, Wally, enfermó gravemente. Lo tuve bajo atención médica, pero no mejoraba. Me desperté en medio de la noche y sentí la presencia de mi difunto esposo a los pies de la cama. Por telepatía, Ronny dijo: "¡Lleva a Wally al dentista o morirá!". Al saber que había entendido su mensaje, se fue. Al día siguiente llamé a un dentista y revisó a Wally. Le diagnosticó una infección sistémica, septicemia, porque se había lesionado algunos dientes en un accidente. Después de que mi hijo recibiera la atención adecuada, se recuperó por completo.

La precisión de los mensajes que reciben las personas durante las CDM es realmente asombrosa. ¿Cuántos padres considerarían llevar a su hijo enfermo al dentista para recibir tratamiento médico cuando un médico no puede diagnosticar la causa de la enfermedad?

Rosemarie, asistente administrativa de 42 años de Carolina del Norte, recibió una orden directa 11 años después de que su abuela falleciera de cáncer. Otra experiencia que tuvo poco después de la muerte de su abuela aparece en el capítulo sobre las CDM en estado de sueño:

Acababa de empezar un nuevo trabajo. Una mañana, sentada en mi escritorio, oí a mi abuela decir: "¡Vete a casa!". Miré el reloj y eran solo las 10 de la mañana. Pensé: "No puedo irme a casa porque aún no es la hora de comer. ¡No puedo irme ahora!". Pasó un minuto y volvió a decir: "¡Vete a casa!". Solo que esta vez lo hizo más fuerte. Lo repitió durante unos cinco minutos. ¡La abuela no me dejaba en paz! Así que agarré mi bolso, salí corriendo y conduje a casa a toda velocidad.

Mi hija, Michelle, tenía diez años y estaba sola en casa, ya que era verano y no había escuela. Me recibió en la puerta y me dijo: «Mamá, intentaba llamarte. Dijeron que te habías ido. ¡Un hombre trataba de entrar por la puerta trasera!». Michelle había corrido a su habitación y se había escondido hasta que me oyó entrar por la puerta. ¡Estaba muerta de miedo y temblando! Al parecer, el hombre huyó cuando llegué. Inmediatamente, subí a mi coche y conduje por la calle. Vi al hombre, llamé a la policía y les di la descripción. Lo localizaron más tarde y lo detuvieron.

Algunas CDM de protección son tan urgentes que exigen nuestra atención inmediata. Al parecer, nuestros seres queridos fallecidos tienen una visión general de nuestra vida y pueden detectar una situación de emergencia de la que no somos conscientes. Es vital que aprendamos a confiar en ellos, en sus .advertencias, y actuar de inmediato. Hacerlo podría salvar la vida de alguien, posiblemente la nuestra.

Audrey, consultora de negocios en La Florida, se libró de posibles daños 13 años después de que su abuela muriera de cáncer a los 80 años:

Vivía sola en un estudio en Queens, Nueva York. Vivía en un cuarto piso y mis ventanas daban a la escalera de incendios. Tenía miedo de que alguien entrara por una de esas ventanas, pero era una noche calurosa de verano y el aire acondicionado no funcionaba. Así que tenía las ventanas abiertas. Me fui a dormir y alrededor de las 4 de la mañana escuché a mi abuela decir: "¡Levántate y cierra las ventanas!". No era suave ni delicada, ¡era como un sargento de instrucción! Me levanté de un salto y cerré las ventanas. Al hacerlo, mi hombro golpeó una pesada talla de madera que cayó y se estrelló contra el suelo del piso de abajo. Pensé: "¡Dios mío! ¡Pobre vecina! ¡Se va a enfadar mucho conmigo!". Luego volví a dormirme. A la mañana siguiente fui de compras. Al doblar la esquina vi a mi vecina de abajo. Le dije: «Quiero disculparme contigo. Anoche tiré algo». Ella dijo: "¡No! ¡No! ¡Qué bueno que me despertaste! ¡Había un hombre en la escalera de incendios! ¡Podría haber entrado en mi apartamento!"

Una CDM puede proteger a más personas que a quien la experimenta. Esta intervención fue inusual porque un ser querido fallecido era consciente de un peligro potencial y dio una advertencia que desencadenó una serie de sucesos que potencialmente salvó la vida de dos mujeres.

Catharine, ama de casa de 48 años de Nuevo Brunswick, fue alertada de una emergencia por su bisabuela, quien había fallecido de enfermedad cardíaca:

Alrededor de las 2 y media de la madrugada, oí que alguien me llamaba: "¡Catharine!". Me desperté y olía un poco a humo. Extendí la mano, me puse las gafas y miré hacia la ventana. Veía un color naranja a través de la cortina y pensé: "Es demasiado temprano para que salga el sol". Me levanté de la cama y descorrí la cortina. ¡El granero estaba en llamas! ¡Y el fondo de nuestra casa también empezaba a incendiarse! ¡Solo veía llamas por la ventana! Grité a mis hijos: "¡La casa se quema! ¡Rápido! ¡Tenemos que salir!". Mi hijo mayor agarró un extintor y salió corriendo en ropa interior para intentar apagarlo pero dijo que era inútil. Salimos con la ropa puesta. No se salvó nada. Unos días después, me llegó la voz de quién me había llamado aquella noche. ¡Era la de mi bisabuela, fallecida hacía veinticuatro años!

La mayoría de las CDM de protección son breves y concisas, y solo ofrecen información esencial. A veces, simplemente oiremos nuestro nombre o apodo para llamar nuestra atención o advertirnos de un peligro.

Ed es fabricante de herramientas y matrices, jubilado en Arizona. Tenía 44 años cuando su madre interrumpió su trabajo 27 años después de que falleciera de neumonía.

Era capataz en una fábrica de Los Ángeles en la que operaba una máquina para cortar sobres. Ese día, coloqué el troquel en una resma de papel y la metí debajo de la prensa para hacer el corte. Entonces vi que estaba demasiado cerca del borde y se resbalaba. Así que empecé a meter la mano debajo de la prensa para recolocar el troquel y oí que alguien decía: "¡Edmund, no!". Mi madre era la única que me había llamado "Edmund". En el trabajo siempre me conocían como "Ed". Miré a mi derecha, ¡y allí estaba mi madre! De pie, mirándome. Era sólida, pero yo solo la veía de cintura para arriba. Tenía un aura a su alrededor; era muy brillante. Mi madre parecía preocupada por mí y tenía cara de ansiedad. Entonces miré la máquina y me di cuenta de que si hubiera hecho lo que empecé a hacer, ¡me habrían aplastado los brazos, hasta debajo del codo, 22800 kilos de presión! Volví a mirar a mi madre pero ya no estaba. Cuando me di cuenta de lo que podría haber ocurrido si mi madre no me hubiera avisado, me dieron tantos temblores que tuve que descansar un buen rato para tranquilizarme.

Imaginen la gratitud de Ed tras su CDM. En un momento de gracia, fue protegido de lesiones graves y recordó que su madre seguía formando parte de su vida tantos años después de su muerte.

Florence es ama de casa de 61 años de La Florida. Supo de su padre no solo una, sino dos veces, mucho después de que falleciera de enfermedad cardíaca:

Esto ocurrió ocho años después de la muerte de mi padre. Acababa de llevar mi coche a la revisión del concesionario y mi hijo de diez años y yo íbamos de camino a casa. Normalmente habría tomado la autopista estatal de Nueva York a una velocidad de 112 kilómetros por hora. Sin embargo, de repente sentí que mi padre estaba en el asiento trasero. Sentí con mucha fuerza su amorosa presencia. Mi padre dijo: «Por favor, quiero que vayas a casa por caminos secundarios. No vayas a más de veinte kilómetros por hora. Ve muy despacio para que pueda disfrutar de las plantas». El pasatiempo de mi padre era la jardinería. Era un día hermoso y todas las flores de primavera estaban relucientes.

Cuando estaba a unas tres o cuatro manzanas de casa pensé que se me estaba pinchando una rueda. Salí y miré, pero todos parecían estar bien. Así que volví al coche. Cuando comencé a conducir de nuevo, había un anciano caminando por la acera que, muy nervioso y emocionado me gritó: "¡Por favor, no te muevas! ¡Se te están saliendo las ruedas!". Estábamos a solo unas manzanas de una gasolinera. Mi hijo corrió hasta allá y regresaron con una grúa. Descubrieron que las ruedas rotaban pero al volver a colocarlas en los ejes no se habían apretado. ¡Las cuatro ruedas estaban muy flojas!

Más tarde me di cuenta de que si hubiera conducido por la autopista a 112 km/h, ¡se me podían haber salido las ruedas y ocurrido un accidente grave que habría involucrado tanto a mí como, posiblemente, a muchas otras personas. ¡Obviamente mi padre nos salvó de una catástrofe!

Este es otro ejemplo del uso de una técnica de distracción para evitar asustar a alguien. El mismo método se empleó en el siguiente CDM de Florence, que constituye el relato final de este capítulo:

Dieciséis años después de la muerte de mi padre, estaba en Nueva York, camino de visitar a un amigo en el Hospital de Nueva York. Andaba por la calle, acercándome a una casa de piedra rojiza que estaban demoliendo. Mi mirada se dirigió a un obrero que estaba usando un mazo en el tejado. Pero lo ignoré y seguí caminando. Entonces sentí la presencia de mi padre y lo oí decir: "¡Alto! ¡Mira esa escalera!". Los escalones de la entrada eran iguales a los que teníamos en nuestra casa en el bajo Manhattan cuando era pequeña. Añadió: «Piensa en cómo te hacía rebotar en mis rodillas cuando eras niña. ¡Para!». Esta vez fue una orden muy fuerte. Dicho esto, me detuve. Había gente caminando detrás de mí, y al detenerme, impedí que siguieran adelante y me rodearan.

De repente, la pesada pieza metálica del mazo del obrero cayó justo a mis pies y rompió la acera de hormigón. Había dos niñas detrás de mí .¡Grité! ¡Me asusté al darme cuenta de que podría haberme roto el cráneo!

Un hombre mayor detrás de mí me dijo: "¡Dios mío! ¿Por qué te detuviste? ¡No tenías por qué!". Le dije: "Presentí que mi difunto padre estaba conmigo y me dijo que parara". Él respondió: "¡Bueno, tu padre sin duda te salvó la vida y quizás también a esas dos niñas que estaban detrás de ti!".

Una vez más, el padre de Florence distrajo astutamente a su hija para evitar una grave amenaza física sin alarmarla excesivamente. Y, como en el caso anterior,  más de una persona se benefició de la intervención.

Es una gran expresión de amor proteger la vida de otra persona del dolor y la tragedia de un accidente o, posiblemente, de la muerte misma. Esta intervención sin duda cumple la promesa de un ser querido fallecido de: «Siempre estaré contigo».

Podemos preguntarnos si un ser querido fallecido puede convencer a algunas personas de no suicidarse. El siguiente capítulo presenta a las CDM que salvaron a adultos y niños de quitarse la vida.

 


CAPÍTULO 20. Gracia salvadora: CDM en casos de suicidio.

Bienaventurados los que lloran, porque recibirán consuelo. —Jesús de Nazaret.

Es natural lamentar diversas pérdidas a lo largo de la vida, lo que puede provocar sentimientos muy dolorosos de tristeza, depresión y miedo. Desafortunadamente, si caes en una espiral descendente de conciencia y te dejas abrumar por la desesperación, hasta el punto de sentirte desesperanzado e impotente, podrías considerar quitarte la vida.

En esos momentos un familiar o amigo fallecido podría regresar para convencerte de que el suicidio no es una opción apropiada ni aceptable. Podría recordarte que «esto también pasará» y afirmar con pasión que vale la pena vivir.

Estas intervenciones de familiares o conocidos fallecidos ante potenciales comportamientos suicidas son una forma especializada de CDM como protección, que ocurren en el momento crítico en que alguien realmente necesita apoyo. Parecen ser experiencias bastante comunes, y cada persona que las ha experimentado está segura de que un familiar o amigo fallecido fue directamente responsable de salvarle la vida.

Esta es la categoría más profunda de experiencias de CDM en nuestros archivos. Estos conmovedores relatos pueden servir para animar e inspirar a quienes estén considerando el suicidio,  y para disuadirlos de actuar según sus sentimientos de autodestrucción.

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En los primeros cuatro relatos, los sujetos tenían fuertes sentimientos  de tristeza constante y pérdida de interés producidos por la depresión. que les llevaron a contemplar el suicidio como forma de eliminar  dolor emocional.

Danielle, estudiante de secundaria de 16 años, de Nueva York, informó haber tenido esta influyente CDM más de tres años después de que su abuela falleciera de cáncer:

Tenía trece años ese verano. Estaba muy deprimida. Sentada en la cama lloraba pensando en suicidarme. Grité a mi abuela: "¡Necesito ayuda ya! ¡Te necesito ya!". ¡Mi abuela apareció a mi lado, justo al pie de la cama! Parecía un ángel con túnica blanca preciosa. Vi bonitos colores pastel a su alrededor. Los colores pastel siempre me recuerdan al cielo y al Señor. Me dijo: «Todo va a estar bien. Reza antes de dormir. Te quiero». Me apoyó mucho, y cuando me tranquilizó, sentí una sensación cálida en todo el cuerpo. Le dije que la quería y le di las gracias. Mi instinto me decía: "¡Todo va a estar bien!". Luego recé, y quedé dormida. Desde entonces me he sentido muy bien conmigo misma. Me he vuelto mental y emocionalmente más fuerte gracias a mi abuela.

Seleccionamos la experiencia de una joven para este primer relato del capítulo con el fin de enfatizar el alarmante aumento de suicidios entre adolescentes en nuestra sociedad. Muchos intentan suicidarse para escapar de sentimientos de depresión e inutilidad, cumpliendo trágicamente el dicho de que: «El suicidio es una solución permanente a un problema temporal».

Marcie, de 30 años, trabaja de dependiente en Washington. Tenía 18 años cuando la bondad amorosa de su padre la tranquilizó, unos cinco años después de que este se suicidara.

Estaba pasando por un momento emocional muy difícil, muy, muy deprimida. Estaba desanimada, probablemente como lo estuvo mi padre antes de suicidarse. Me sentía completamente sola y abandonada, en realidad quería estar con él. Un día estaba sentada en el suelo llorando desconsoladamente. De repente sentí como si alguien me abrazara, pero no había nadie más en la habitación. Entonces oí un tintineo en el suelo de madera. Me acerqué y recogí una moneda que tenía escrito el Padrenuestro. Sonreí y dije: “Gracias, papá”. Le había dado ese mismo centavo a mi padre antes de morir para que lo guardara en su bolsillo, para que supiera que siempre pensaba en él.

Creo, en el fondo de mi corazón, que mi papá quería demostrarme que seguía ahí, que todavía yo le importaba. De verdad siento que puso la moneda allí porque quería que supiera que no estaba sola.

Marcie, era solo una adolescente en ese momento, y su profunda depresión fácilmente podría haberla llevado a seguir los pasos de su padre. Dado que enseñamos con el ejemplo, la lección del suicidio puede, lamentablemente, convertirse en un legado familiar que se transmite a generaciones futuras. Una vez que un ser querido se quita la vida para escapar del sufrimiento esa opción también puede parecer deseable a otros miembros de la familia, especialmente a los niños.

Holly, de 34 años, es contable en la Columbia Británica. Recuperó las ganas de vivir durante una serie de encuentros con su padre, 13 años después de que aquél falleciera por infarto.

Tenía treinta y dos años y estaba en un momento muy, muy difícil de mi vida. Había decidido que no valía la pena seguir adelante. Llegado a un punto en el que intentaba encontrar la salida más rápida y sencilla. Solía llorar mucho al acostarme. Una noche, sentí que me abrazaban. Pero lo ignoré, simplemente pasé de ello. Sin embargo eso siguió ocurriendo durante tres o cuatro noches. Llegué a un punto en el que esperaba que eso sucediera queriendo ver si era solo mi imaginación.

Entonces, una noche, mientras estaba en la cama con los ojos cerrados, ¡apareció de repente la cara de papá! Estaba tal y como lo recordaba la última vez que lo vi. Me dijo: "¡No hagas esto! Tienes un propósito mayor en tu vida. Tienes que dejar de pensar cómo estás ahora mismo. Estás yendo por mal camino y tienes que cambiar".

No tenía experiencia previa con algo así. ¡Fue un golpe! Dije: "¿Eres tú? ¿Eres mi papá? ¿Qué está pasando?". Entonces sentí que su mano tomaba la mía y dijo: "Estoy aquí y he venido a ayudarte". Ahora, cada vez que necesito ánimo simplemente cierro los ojos y puedo oír a mi papá decir: "¡Anímate! ¡Tú puedes!".

A veces es necesario estar a punto de suicidarse para darse cuenta de que la vida es un regalo muy preciado que no debe desperdiciarse. Al principio, la intervención amorosa de su padre y su contundente mensaje, brindaron a Holly el apoyo que necesitaba. Pero, en última instancia, fue su  cambio de perspectiva lo que marcó la diferencia definitiva al elegir la vida en lugar de la muerte.

Walt es actor, escritor, y camionero de 42 años de La Florida. Experimentó una renovación espiritual tres años después de que su abuelo falleciera de enfisema.

Trabajaba en un periódico en condiciones de mucho estrés. Me deprimí mucho y pensé en suicidarme. Una noche, creí estar despierto cuando mi abuelo entró y se sentó en mi cama; incluso sentí que la cama se movía. Puso su mano sobre mi pierna, ¡y lo sentí! Nunca lo había visto tan feliz, y vestía un traje verde oliva. El abuelo dijo: "¿Qué te pasa, Walt?. No eres así. Siempre has sido muy feliz, muy seguro de ti mismo”.

Era la voz de mi abuelo; tenía acento de Nueva Inglaterra. Me sorprendió que estuviera allí; ¡se suponía que estaba muerto! Cuando me di cuenta de que era mi abuelo desperté por completo, pero ya no estaba. Fue como: "¡Guau! ¡Mi abuelo vino desde el otro lado para animarme!". Nadie de mi entorno hizo eso, al menos nadie con vida. Me sentí cuidado; alguien se preocupaba por mi bienestar. Sabía que mi abuelo vino a mí porque me quería. Me quería lo suficiente como para comunicarse en un momento en el que realmente necesitaba a alguien. Me recordó una actitud que había olvidado, y su llegada me devolvió a mi estado anterior.

Si nos permitimos aislarnos y llenarnos de estrés como Walt, corremos el riesgo de caer presa de nuestros miedos y negatividad. Su relato demuestra el sutil poder de una CDM para sanar nuestros pensamientos autodestructivos e inspirar una sana voluntad de vivir. ¿Qué mejor regalo puede dar un ser querido fallecido que cruzar el tiempo y el espacio para recordarnos que nuestra vida tiene un valor inmenso?

Los siguientes tres relatos involucran a personas que tenían pensamientos suicidas porque estaban de duelo por una relación rota.

Sally, de 33 años, es enfermera en California. Su vida cambió radicalmente 15 meses después de la muerte de su madre:

Había recibido tratamiento para la depresión, de forma intermitente, desde los dieciocho años. La depresión clínica y el alcoholismo son hereditarios en mi familia, especialmente entre las mujeres. Mi hermana, Peggy, había recibido tratamiento para la depresión desde los dieciséis años, era alcohólica y murió de sobredosis de medicamentos recetados a los veintiuno. Mi madre, que era alcohólica en recuperación, siempre estuvo extremadamente deprimida toda su vida. Y finalmente, a los cincuenta, también se suicidó.

Después de terminar con mi novio me sentí abrumada y no pude seguir con el dolor que sentía. Estaba sumida en profunda depresión y decidí que quería morir. Así que bebí un montón de alcohol, me despedí de mis gatos y escribí una nota a mi familia antes de dormirme. Justo antes de despertarme por la mañana soñé que mi madre me llamaba. Reconocí su voz cuando dijo: "¡Sally, no lo hagas! ¡No lo hagas!". Era voz cariñosa, pero suplicante. Eso fue todo lo que me dijo, ¡pero fue realmente conmovedor! Aproveché esta experiencia para darle un giro a mi vida. Me levanté de inmediato y esa misma mañana me inscribí en un programa ambulatorio de rehabilitación del alcoholismo. Ahora, un año después, tengo una actitud positiva ante la vida y veo lo buena que puede ser.

El legado del suicidio casi se cobra otra víctima. Cuando la depresión y el alcoholismo se transmiten a toda una familia sus miembros corren un mayor riesgo de autodestrucción. La CDM de Sally y su valentía para cambiar le permitieron romper este patrón familiar letal.

Michael, de 30 años, es gerente de una licorería en Georgia. Encontró un nuevo propósito en la vida cuando su abuela acudió a él:

Mi novia me dejó y estuve muy deprimido durante tres semanas. Pensé en suicidarme y estaba al límite de mis fuerzas. Intentaba decidir qué hacer conmigo mismo. Estaba tan cansado de sentirme deprimido; me dolía muchísimo. Esa noche, justo antes de despertar, tuve un sueño. Estaba completamente solo en un lugar muy vacío. Era como un gran salón sin principio ni fin, sin puertas ni ventanas. Era un vacío total. Mi abuela se me acercó. Me abrazó y me besó en la mejilla. Me dijo: “Tu vida vale la pena. No la abandones por nadie más. Tienes todo por vivir y mucho que hacer. Sal y sé tú mismo. Volverás a amar, así que vive y disfruta”.

Me desperté y me sentí mejor que en las tres semanas anteriores. Esta experiencia me hizo mucho bien. Ya no sentía el dolor interior. Nunca había conocido a mi abuela. Solo había visto dos fotos suyas en mi vida. Pero conocía sus logros y sabía cómo había muerto. ¡Se había suicidado unos cuarenta años antes! Quitarme la vida no valía la pena por el dolor y  sufrimiento que me habría impuesto a mí mismo y a todos los que me rodeaban. Mi abuela vino porque necesitaba que alguien me lo dijera. Ella sabía lo que su muerte les había hecho a mis padres. En cierto modo, me decía: «No hagas lo que yo hice. Vive tu vida porque vale la pena. Aprovecha las oportunidades mientras puedas. Si yo tuviera la oportunidad de volver a empezar, no me habría suicidado».

¿Quién sabría más sobre la importancia de la vida física, y las consecuencias del suicidio, que la abuela de Michael que se quitó la vida cuarenta años antes? Es sumamente significativo que tantas personas que se suicidaron hayan regresado para motivar a otros a tomar decisiones más sabias.

Deirdre, de 31 años, es especialista informática en Virginia. Tenía solo 21 años cuando recibió la confirmación de lo importante que es vivir de la abuela de su novio, quien se había suicidado seis meses antes tras larga lucha contra el cáncer.

Me deprimí mucho por mi relación con mi novio, Terry. Empecé a cuestionarme el propósito de mi vida y me sentí incapaz de lidiar con mis pensamientos y sentimientos confusos. Estaba en la cama y me sentía como si hubiera tocado fondo. Emocionalmente estaba en mi punto más bajo. Lloré desconsoladamente un rato, pensando en suicidarme. Lloré y lloré hasta que no pude llorar más.

Sobre las cinco de la mañana una luz azul celeste y tenue apareció en el pasillo y se instaló en mi habitación. Tenía forma ovalada, de unos noventa centímetros de alto y treinta centímetros de ancho, y estaba a un metro del suelo. Cerré los ojos y la abuela de Terry empezó a hablarme mentalmente. Era igual a las conversaciones que teníamos cuando ella vivía. Dijo que mi familia y la de Terry no entenderían por qué habría terminado con mi vida, y que mi vida era demasiado valiosa como para renunciar a ella. Me aseguró que me amaban y que me extrañarían de verdad si me suicidara. Me dijo que el suicidio no era la solución. Ella misma había cometido ese error, pero yo no debía cometerlo también. Fue como si me envolviera y me rodeara. Sentí una calidez interior que nunca antes sentí. Me dio fuerza interior y supe que podía hacer lo que quisiera en ese momento. Entonces, la luz se apagó.

La pérdida de una relación amorosa nunca justificará el suicidio por mucho dolor que sintamos en ese momento. El suicidio es una negación de nuestra identidad espiritual y de nuestro propósito de estar aquí. Es un rechazo total a nuestro futuro, a  las personas, experiencias y lecciones que nos depara la vida. La historia de Deirdre tiene otro desenlace positivo. Ella y Terry reconciliaron sus diferencias y llevan más de diez años casados.

En los dos relatos siguientes, los sujetos atravesaban graves dificultades en su matrimonio que les hacían considerar el suicidio como una solución a sus problemas.

Katharine, artista de joyería de 43 años y de La Florida. recibió una reprimenda muy fuerte unos 19 años después de que su tía abuela, Mildred, muriera de vejez:

Tenía veinticuatro años y estudiaba en Londres. Llevaba dos años casada y descubrí que mi marido me era infiel. ¡Quedé hecha polvo! Dudaba sobre seguir estudiando, y  la situación me tenía muy, pero que muy deprimida. Fui a la estación de metro y porque sentía que la vida no merecía la pena. Pensé que sería fácil, rápido y factible arrojarme a un tren. Recuerdo que me acerqué al borde del andén. Oí venir el tren y me dispuse a saltar. De repente, alguien me tocó el hombro izquierdo y una voz dijo claramente: "¡Piensa en tu madre, niña!". La voz era severa y cortante. Entonces vi de reojo el rostro de mi tía Mildred, solo le vi cabeza y hombros. Frunció el ceño y me regañó. En ese instante un tren viejo y destartalado pasó por el túnel. Pensé: "¡Dios mío, qué tontería!". Subí corriendo las escaleras de la estación y tomé un autobús a casa.

Me sentí abrumado por lo estúpida que había sido. Mi madre acababa de ser operada, y mi muerte  habría retrasado su sanación considerablemente. Me avergonzaba haber pensado en suicidarme. ¡Jamás lo volveré a pensar, ni por casualidad!

Sentimientos intensos de rechazo, abandono y soledad son comunes durante la ruptura de un matrimonio y pueden provocar pensamientos suicidas. Pero cuando estamos inmersos en el dolor rara vez consideramos cómo afectaría nuestra muerte a quienes nos aman. En esos momentos nuestro egocentrismo puede fácilmente hacernos olvidar que cada uno de nosotros es un ser espiritual con un propósito o misión especial para la vida.

• • • wisto

Tony es guardabosques de 46 años de La Florida. Recibió varias visitas de su padre, fallecido por paro cardíaco:

Unos dos meses después de su muerte aún no me había divorciado pero estaba separado de mi esposa. En aquel entonces mi depresión era bastante grave y llegué a pensar en el suicidio. La depresión es hereditaria y corre por mi familia. Mi tío se suicidó. Mi padre y mi tío se habían ido y yo pensé ir con ellos. Barrunté hacerlo con una escopeta que tenía.

Varias veces, durante tres meses, en medio de la noche, mi papá me llamó: "¡Tony! ¡Tony!". Sonaba exactamente como él: era su voz. Cada vez que olía su colonia, de la marca “Mennen After Shave”, (que era prácticamente señal de identidad de papá) sentía como si me hubiera visitado, pero nunca lo vi. Y cada vez que ocurría,  en ese instante había una sensación de calma, como si todo estuviera bien. Era como si intentara decirme: «Sigo aquí para ayudarte si tienes algún problema».

Estas experiencias me hicieron cambiar de opinión porque me di cuenta de lo tonto que era. Mi padre me dio un empujoncito, y creo que eso fue todo lo que necesité. Vendí la escopeta y empecé a hacer cosas más positivas con mi vida. Regresé a la escuela y comencé a ir a la iglesia todos los domingos. Ahora participo activamente en mi congregación y colaboro en la ayuda a personas en duelo.

Todos sentimos compasión por un niño pequeño cuando su madre o padre fallece, pero a veces pasamos por alto que cuando un adulto pierde a un progenitor también se convierte en un niño desconsolado. Algunos problemas pueden ser diferentes, pero la sensación de pérdida y el dolor pueden ser igual de abrumadores.

Al igual que Tony, muchas personas deben lamentar más de una pérdida a la vez. Somos más vulnerables a que nos abrumen sentimientos de desesperación que pueden llevarnos a pensamientos suicidas, pero no debemos contar con que una CDM nos proteja de nosotros mismos. Nuestra única verdadera protección contra el suicidio es comprometernos interiormente, sin reservas, a vivir la vida hasta su culminación natural.

En los dos relatos siguientes las personas que vivieron la experiencia luchaban con el dolor de la viudedad cuando tuvieron la experiencia de CDM.

Bobbie, de 29 años, es suboficial de la Fuerza Aérea en Virginia. Su esposo, Scotty, también lo fue antes de fallecer a causa de un tumor cerebral.

Sentía un dolor terrible por la muerte de Scotty y la pérdida de todos nuestros sueños. Sentía que nos habían engañado a ambos. Sentía como si me hubieran partido en dos, y ninguna droga de este mundo iba a calmar el dolor. En un par de ocasiones pensé seriamente en suicidarme porque estaba sufriendo muchísimo. A veces, cuando estaba en medio de un ataque de llanto intenso, Scotty me consolaba. Me decía: "¡No te preocupes! ¡Llora, te hace bien!". Su actitud era de cariño y preocupación y, normalmente, al terminar de llorar sentía que me abrazaba. Y cuando empezaba a pensar en maneras de suicidarme era casi como si me diera un severo sermón. Decía: "¡Eso no va a resolver el problema! ¡Eso no va a eliminar tu dolor!".

Cuando estaba sumida en el pozo, Scotty me decía: "¡Ponte las pilas! ¡No te quedes ahí sentada, hundiéndote en la autocompasión! ¡No te quedes sin hacer nada!" Yo discutía con él diciéndole: "¡Es fácil para ti decirlo ya que estás muerto!". Él respondía: "¡Sí, ¿y qué?! ¡Estás viva! ¿Por qué no empiezas a actuar como si fueras parte de los vivos y no de los muertos?".

Scotty siempre creyó que la vida era para vivirla. Creo que estas experiencias son ejemplos de cómo él estuvo ahí para mí cuando más lo necesitaba. Ahora, mientras sigo sanando y enfrento la vida, puedo dejarlo ir.

Al parecer, Scotty supo distinguir entre el dolor normal de Bobbie y sus emociones suicidas. Por tanto, sabiamente le brindó equilibrio entre suave cuidado y severo amor, según sus necesidades.

El duelo profundo es un proceso natural y saludable cuando perdemos un ser querido. Pero si nuestros pensamientos se tornan autodestructivos debemos recordar, como dijo Scotty, que el suicidio no resolverá los problemas ni eliminará el dolor emocional. Una opción mucho mejor es unirse a un grupo de apoyo para el duelo o buscar asesoramiento profesional.

Leigh reside en Mississippi. Quedó viuda cuando su esposo, Ralph, falleció por infarto a los 50 años.

Aproximadamente un año después de la muerte de Ralph estaba tumbada llorando en el sofá. Nos habíamos separado un par de veces el año de su muerte y me sentía muy culpable porque pensaba que la muerte de Ralph había sido culpa mía. Sentía aquellas separaciones le había generado más estrés y quizás fueron la causa de su muerte.

Había decidido cómo me suicidaría; lo tenía todo planeado. Tras la muerte de Ralph mi médico me recomendó tomar un tranquilizante y pastillas para dormir. Tenía muchas a mano. Pero justo antes de hacerlo fui a la funeraria e hice los arreglos para el funeral, incluso los referidos a los portadores del féretro y lo que quería vestir. Ya había escrito un par de cartas, una a una amiga y otra a mi hijastra, disculpándome por el suicidio. También había escrito una carta a una amiga sobre lo que quería que hiciera mi perro y el gato que tenía en ese momento. Todo esto yacía en la mesa, a mi lado.

Había estado bebiendo cerveza y intentando emborracharme lo suficiente para hacerlo. Lloraba a mares, sollozando, cuando oí la voz de Ralph decir con claridad algo así como: «Esto no se hace así. ¡No hagas eso! ¡Espera! Todo va a salir bien». Entonces dijo que me quería. No me importa si alguien lo cree, pero esa era la voz de Ralph Taylor, ¡y es la pura verdad! Era tan real que casi sentí su aliento en la oreja. Inmediatamente, me levanté de un salto, encendí las luces y miré cada habitación de la casa. Dejé de planear el suicidio y rompí las cartas. Aunque no dejé de pensar en suicidarme, hasta quizás un año después, no hice nada más al respecto.

De todos los suicidios planeados que hemos escuchado, el de Leigh estuvo a punto de producirse cuando tuvo su CDM. Pero ¿y si Ralph no hubiera intervenido en el momento justo? Hoy, once años después, Leigh es feliz y exitosa enfermera titulada.

Los siguientes tres relatos son de padres en duelo que sintieron que la vida no valía la pena tras la muerte de su hijo.

Sondra es enfermera en Saskatchewan, Canadá. Su hijo, Greg, regresó tras morir en un accidente automovilístico a los 16 años.

Esto ocurrió exactamente tres meses después de la muerte de Greg. Ya no podía soportarlo más; tenía que estar con mi hijo. Planeé quitarme la vida. Me acosté y, en mis oraciones, pedí a Dios que me permitiera ir y estar con Greg. Más tarde esa noche, me desperté y sentí un calor intenso en la mejilla derecha, como un beso. Entonces, el intenso olor de la colonia “Polo”, de Greg, me inundó. El mensaje que recibí fue: «Mamá, estoy bien. ¡Tranquila, mamá!». Me quedé allí un rato, ¡y no podía creerlo! No dejaba de inhalar el perfume de la colonia de Greg. Duró unos dos minutos, y luego desapareció.

Por la mañana, contacté a mi pastor. Me dijo que Dios había permitido a Greg regresar para decirme que me necesitaban aquí, y que él estaba a salvo. Después de esta experiencia, mis pensamientos suicidas desaparecieron. Ese fue un punto de inflexión en mi lenta recuperación, porque ahora sé que mi hijo está bien.

La muerte de un hijo se ha calificado como "la mayor tragedia de la vida". Muchos padres que lo pierden quedan tan abrumados por el dolor que pueden contemplar el suicidio como una forma inmediata de reencontrarse con el hijo fallecido.

Kate es ama de casa en Nueva York. Una comunicación indirecta le salvó la vida tras la muerte de su hijo Darryl, de 19 años:

Mientras estaba en la Marina, Darryl desarrolló leucemia y pasó once meses ingresando, entrando y saliendo de hospitales antes de morir. Su muerte me deprimió muchísimo. Estaba guardando pastillas, para el suicidio, pensando que ya no podía más con la pena y dolor. ¡Tenía suficientes como para matar a un elefante! No tenía creencias religiosas, pero había pedido una señal muchísimas veces. Deseaba desesperadamente creer que mi hijo aún existía.

Una tarde mi esposo se echaba una siesta. Al levantarse, dijo: «Soñé con Darryl». Le pregunté: «¿Qué pasó?». Me respondió: «Nada, en realidad. Solo nos abrazamos». Pregunté a mi esposo: «¿Dijo algo?». Y me contesto: «Sí. Darryl dijo: "¡Vale la pena vivir!"».

¡Estaba tan abrumada y tan feliz de haber tenido noticias de Darryl! Esa fue mi señal de que estaba bien. Por fin, tenía la esperanza de que hay algo más en la vida. Y con eso, ¡tomé todas las pastillas y las tiré por el inodoro! La experiencia de mi esposo me dio la esperanza que necesitaba y la voluntad de seguir adelante, a pesar de todo mi dolor. Siento que Dios me ayudó a salir de toda esa miseria y comenzó mi proceso de sanación.

La oportunidad y el poder sanador de los mensajes de CDM, incluso los transmitidos a través de otros, son verdaderamente asombrosos. Una y otra vez indican que vivimos en un universo espiritual mucho más compasivo y amoroso de lo que podamos imaginar.

El último relato es de Gwen, artista de Maryland. Tuvo esta experiencia extracorpórea con su hijo de 22 años, Christopher, quien murió al romperse el cuello en un accidente de motocicleta:

El día después del funeral de Christopher me sentía fatal. ¡Estaba hecha polvol! Al día siguiente, mientras todos estaban fuera, iba a tomar pastillas de dormir para estar con mi hijo. Así de mal estaba. Pero esa noche tuve un sueño. Estaba en un lugar muy iluminado y se oía una música suave en el ambiente. Nunca había escuchado instrumentos ni música semejantes. ¡Era precioso!

Extendiéndose hasta donde alcanzaba la vista, había una gran mesa cubierta con un mantel blanco. Sobre ella había platos dorados con comida. Todo estaba dispuesto de forma muy atractiva, como en el comedor de un transatlántico. Había mucha gente caminando muy despacio. Algunos se servía comida, y todos parecían muy felices. Vestían largas túnicas de diferentes colores. ¡Era una escena tan hermosa, tranquila y feliz!

Entonces oí a Christopher decir «Mamá», y cuando me giré, ¡estaba allí, de pie! Llevaba una túnica blanca y una gran cruz dorada en el pecho. Brillaba de luz y parecía muy feliz. ¡Fue una alegría enorme estar de nuevo con mi hijo! Christopher tenía un plato grande con comida y me lo ofreció mientras decía: «Mamá, esto es para ti». Parecía muy orgulloso de darme esta comida. Entonces Christopher sonrió y giró la cabeza a ambos lados para mostrarme que ya no tenía el cuello roto.

Desperté sabiendo, en lo más profundo de mi corazón, que sí había estado con mi hijo. ¡Y tiré las pastillas para dormir de inmediato! Christopher me salvó la vida, ¡lo juro! Lo creeré hasta el día de la muerte. Y siento que cuando llegue mi hora él estará ahí para mí. Siempre que me siento mal, pienso en esta experiencia y me levanta de nuevo.

Gwen fue verdaderamente bendecida por haber tenido este momento de gracia con su hijo. Es muy probable que su visita a Christopher haya tenido lugar en el cielo, donde celebraron con alegría la fiesta de la vida eterna.

Las implicaciones de las intervenciones, frente a potenciales suicidios, son de gran alcance. Todas las personas de este capítulo que las experimentaron,  y miles más que no se citan, siguen vivas hoy porque creen haber sido contactadas por un ser querido fallecido y estuvieron dispuestas a escuchar su mensaje salvador. Sin embargo, ¿cuántas otras, que también sintieron deseos de suicidarse y experimentaron una CDM similar, las descartaron por alguna razón y decidieron quitarse la vida de todos modos?

Imaginen la alegría que deben sentir nuestros familiares y amigos fallecidos al poder salvarnos la vida gracias a su intervención. Nos dicen que la vida física es un regalo, una oportunidad valiosa para aprender nuestras lecciones espirituales de amor incondicional. Y enfatizan que las mismas enseñanzas que elegimos rechazar durante nuestra existencia terrenal por suicidarnos las tendremos que aprender, aunque con mucha más dificultad, después de morir.

La pregunta es ¿son las CDM experiencias exclusivamente personales o pueden ser compartidas por otros? El siguiente capítulo contiene relatos de dos o más personas que fueron contactadas por un ser querido fallecido mientras estaban juntas en el mismo momento y lugar.

 

CAPÍTULO 21. Confirmación: CDM con Testigo.

Creo que la muerte es una aventura tremenda: una puerta a una nueva vida en la que tienes mayores poderes, alegrías más profundas y horizontes maravillosos. —Dra. Leslie D. Weatherhead.

Casi todos los contactos después de la muerte se realizan con una sola persona, ya sea sola o rodeada de otras. Sin embargo, en algunas ocasiones dos o más personas, reunidas en el mismo lugar y a la vez, perciben a su ser querido fallecido simultáneamente. Las llamamos CDM con testigo o CDM compartidas.

Las descripciones de estos encuentros compartidos pueden ser casi idénticas o muy diferentes, dependiendo de la percepción individual de quienes los experimentan. El valor de contar con una CDM en presencia de un testigo reside en que se puede recibir confirmación inmediata y directa de otra persona de la autenticidad de la experiencia. Esta validación es especialmente importante si se duda de la  cordura o se cuestiona la sanidad mental en ese momento.

Los informes de CDM compartidas proporcionan prueba creíble de que las comunicaciones después de la muerte son experiencias genuinas con seres fallecidos y no producto de una imaginación desbordante. Estos encuentros proporcionan un testimonio convincente de que las CDM son sucesos objetivos y reales que dos o más personas pueden percibir y atestiguar, independientemente.

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En los primeros cuatro relatos, los experimentadores y los testigos tuvieron CDM idénticas que relacionaron entre sí inmediatamente.

Christina es recepcionista en un restaurante de Michigan. Sus únicos hijos, Jon de 10 años, y Kelsey de 7, fueron asesinados por su padre, quien luego se quitó la vida.

Aproximadamente tres meses después de la muerte de Jon y Kelsey, mi madre y yo volábamos de Detroit a La Florida para asistir a la conferencia nacional de la organización “Amigos Compasivos” en la ciudad de Tampa. Iba sentada junto a mi madre, en el asiento de la ventana, profundamente desconsolada y llorando. Al pasar entre las nubes vi el sol radiante y una atmósfera celestial. Me sentí muy unida a mis hijos en ese momento. De repente, mi mamá me dijo: "¡Christina, mira por encima de tu cabeza!". Cuando miré hacia arriba, ¡un arcoíris en miniatura perfecto se arqueaba sobre mi cabeza! Era igual a un arcoíris normal que se ve al aire libre. Se extendía de oreja a oreja, unos quince centímetros por encima de mí. ¡Era magnífico! Permaneció allí durante cinco minutos.

Mamá y yo llorábamos porque era una señal definitiva. Estábamos convencidas de que el arcoíris era un homenaje simbólico de mis hijos, ya que mi pequeña Kelsey dibujaba arcoíris todo el tiempo. Ambas sentíamos que Jon y Kelsey nos enviaban el mensaje de que estaban bien.

En este caso, la madre de Christina fue la primer testigo que vio el hermoso arcoíris y se lo mostró a su hija. Este regalo especial de sus hijos fallecidos fue oportuno y profético ya que la asistencia a la conferencia de los Amigos Compasivos marcó un punto de inflexión en el duelo.

Lloyd es químico jubilado de Vermont. Participó con entusiasmo en este saludo de la madre de su amigo, Anne, quien falleció de insuficiencia cardíaca a los 80 años:

La hija de Anne, Shirley, nuestra amiga May y yo volvíamos a casa después del funeral de Anne. Al entrar por la puerta de la cocina, Shirley dijo: "¡Qué curioso! ¡Me siento como si mi madre estuviera aquí!". De repente, la cocina se llenó de una fragancia que parecía la de un millón de rosas floreciendo a la vez. Los tres nos quedamos paralizados. El tiempo se detuvo y yo, simplemente, viví el momento. ¡Fue glorioso! Fue una sensación maravillosa y edificante. ¡Pero no hay rosas en Vermont en septiembre! Y, desconfiado, me puse a husmear por todos lados. No había ningún lugar de donde pudiera provenir ese aroma maravilloso y envolvente. Después de unos minutos, el aroma se desvaneció gradualmente. Nos preguntamos si habíamos experimentado lo mismo. ¡Y efectivamente, todos habíamos olido las rosas al mismo tiempo!

Shirley dijo: «Justo al entrar, pensé: 'Espero haber cumplido con lo que mamá quería'». Por lo que pudimos ver, ya había dado su respuesta. Fue como si Anne hubiera dicho: «Sí, Shirley, y aquí les dejo un regalo a todos por lo amables que han sido conmigo».

Esa es mi historia. Soy básicamente científico y busco respuestas. No encontré otra explicación que encajara, y quedé convencido intelectualmente. Después de eso, mi alma dijo: "¡Sí, es un hecho!".

Como las tres personas percibieron simultáneamente un aroma a rosas en la cocina, cada una pudo validar la experiencia de las demás. De hecho, de los doce tipos de comunicación después de la muerte, las CDM conscientes y olfativas son los más comunes.

Emma es consejera en Alaska. Ella y su esposo, Gerald, se convirtieron en desconsolados padres cuando su hijo de 19 años, Stan, falleció en un accidente automovilístico.

Durante los días posteriores al entierro de Stan, mi esposo, Gerald, y yo tuvimos sentimientos que no compartimos el uno con el otro porque no estábamos muy seguros de cuáles eran. Al cuarto día, me dijo: «Siento como si me estuvieran arrastrando, como si necesitara ir al cementerio». Así me sentí yo exactamente. Pero me daba un poco de miedo ir porque significaría que realmente había sucedido el entierro y que todo esto era cierto.

Gerald y yo nos miramos y subimos al coche inmediatamente. Fuimos al cementerio, a unos cuarenta kilómetros de donde vivimos. Caminábamos hacia la tumba de Stan y, al acercarnos, sentí los brazos de nuestro hijo rodeándome. Sentí el amor de Stan. Miré a Gerald y me dijo: "¡Stan está aquí! ¡Lo siento, lo percibo, siento su amor!". ¡Eso era exactamente lo que yo, también, sentía en ese momento!

Mi esposo y yo nos abrazamos, y fue como si Stan nos abrazara a los dos. ¡Su amor era tan fuerte que nos contagiaba! Estábamos muy agradecidos de poder sentir eso. En el fondo, sabíamos que era el abrazo de nuestro hijo y una despedida. Creo que Stan regresó para hacernos saber que nos ama tanto como nosotros a él. Sé que nuestro hijo no se ha ido; sé que sigue vivo. Esta experiencia me lo hizo saber en lo más profundo de mi ser.

Este relato demuestra lo valioso que es escuchar a alguien hablar sobre su CDM en el momento preciso en que ocurre. Gracias a que Gerald tuvo la valentía de admitir que percibía la presencia de su hijo, Emma recibió la confirmación inmediata de que su  experiencia con Stan fue real y no solo resultado de su dolor.

Tammy es operadora de computadoras en Washington. Recibió nuevas esperanzas después de que su hija de 9 semanas, Melanie, falleciera por síndrome de muerte súbita del lactante.

La muerte de Melanie me rompió el corazón. Estaba tan amargada y enojada que no podía creer que hubiera sucedido. No entendía por qué; ¡era tan injusto! Y tenía mucho miedo de que no fuera al cielo porque su bautizo iba a ser el 9 de junio y murió el 6 de junio. La enterramos el 8 de junio.

Al volver del cementerio fui la primera en entrar a la casa. En cuanto abrí la puerta la casa olía a rosas, un aroma muy fuerte. No dije nada por miedo a que los demás pensaran que me estaba volviendo loca. Cuando entraron los demás, —unas diez personas—, ¡todos empezaron a oler las rosas! Alguien dijo: "¡Ay, llegó Melanie! ¡La casa huele a rosas!". Solo una persona no las olió, y era la persona que nunca había visto a Melanie en vida. El aroma permaneció allí unos segundos, y luego desapareció. Esta experiencia me aseguró que mi precioso bebé está bien y con Dios en el cielo.

Un testigo independiente habló primero y confirmó el mismo aroma que Tammy percibía. Es muy significativo que solo las diez personas que conocieron a Melanie en vida compartieran esta experiencia olfativa, mientras que la única que nunca había visto a la bebé no pudo percibir la fragancia de rosas.

Muchos padres desconsolados por bebés que fallecieron antes de ser bautizados temen que a su hijo no se le conceda la entrada al cielo. Este relato, y otros en nuestros archivos, sugieren que sus preocupaciones son completamente innecesarias.

En cada uno de los siguientes cuatro relatos dos personas participaron en la misma experiencia de CDM, pero no se dieron cuenta de ello hasta que hablaron entre sí después de que terminó.

Lauren es terapeuta conductual en La Florida. Su hermano Donald, de 53 años, se suicidó.

Donald tenía una lesión lumbar y cojeaba, y su cuerpo siempre estaba contorsionado. Había sido operado dos veces y sufrió un dolor insoportable, durante tres años, antes de morir.

Durante su funeral, miré por la ventana y vi a Donald caminando hacia la iglesia. Su cuerpo no era sólido y podía ver los árboles detrás de él. Parecía un poco más joven y completo, ¡y ya no cojeaba! Llevaba una camisa a cuadros que le gustaba, y un pantalón. Parecía muy tranquilo y feliz, como si hubiera salido a dar un paseo. Donald se acercó a la ventana como para invitarme a acompañarlo. Luego, simplemente, desapareció.

Después del servicio religioso mi cuñada, Joyce, me preguntó: "¿Viste a Donald?". Me sorprendí mucho a oir esto, y respondí: "¡Sí!". Ella confirmó: "¡Yo también lo vi!". Probablemente esta fue la manera en que mi hermano se despidió. Fue una experiencia impactante que dio un cierre natural a mi dolor.

¿Cómo sabremos que no somos los únicos que tienen una CDM si no nos arriesgamos a contar a alguien más nuestra experiencia? Por suerte, tanto Lauren como Joyce tuvieron el coraje de revelarse de inmediato que habían visto a Donald. Y quizás otros en su funeral también lo vieron, pero se resistieron a admitirlo.

Blair, de 45 años, es ejecutiva de negocios en La Florida. Obtuvo la confirmación de una fuente inesperada tras reunirse con su padre, quien falleció tras varios derrames cerebrales.

Me sentía muy mal y muy solo en el mundo. Recuerdo estar sentado en una silla, en la habitación del hotel, rezando por mi padre la noche antes de su funeral. Había otras dos personas en la habitación: mi hijo, de cinco años, y un amigo que me apoyaba moralmente. Mientras lo hacía, las luces de la habitación parecieron atenuarse y, de repente, ¡ahí estaba mi padre! Parecía muy, muy sólido. Aunque tenía ochenta años cuando murió, ahora parecía más bien un hombre de sesenta.

Había colores que irradiaban de él y lo rodeaban: una combinación de blanco azulado, rosa y dorado. Se quedó allí y me dijo: «Sé fuerte y cuida de tu madre. Recuerda, te quiero. Adiós». La expresión de papá se suavizó considerablemente al decir: «Recuerda, te quiero». Duró solo unos segundos, y luego se fue. Mi pequeño, que estaba en la cama, se levantó. Pensé que estaba dormido. Corrió hacia mí y me dijo: "¡Abuelo! ¡Abuelo!". Le dije: "Tu abuelo se ha ido". Y él dijo: "¡No! ¡Mi abuelo estaba aquí!". ¡Así que mi hijo también lo vio!

Nuestras investigaciones indican que los niños pequeños son mucho más abiertos y receptivos que los adultos a las CDM. Por lo tanto, es mejor no discutir con un niño que insiste en haber visto, oído o incluso hablado con un ser querido fallecido, ya que hacerlo podría hacerle dudar de todas sus futuras experiencias intuitivas.

Wells, psicoterapeuta de 42 años de La Florida, estuvo presente cuando su amiga, Jean, le hizo una generosa visita después de morir de cáncer:

Como psicoterapeuta me esfuerzo mucho por mantenerme psicológicamente limpio. Me dedico a ayudar a las personas a mantener esa actitud o a recuperarla. Me esfuerzo por no dejarme llevar por fantasías.

Una noche, unos tres meses después de la muerte de Jean, estaba en un grupo de apoyo. Alice, una amiga de Jean, estaba trabajando intensamente su dolor. Sufría profundo dolor emocional y luchaba para afrontar algunos problemas. Mientras escuchaba a Alice sentí que se me erizaba el pelo de la nuca. De repente una presencia apareció en la habitación. Levanté la vista y vi a Jean sentada en el suelo, junto a Alice. ¡Quedé atónito!

Jean tenía expresión de preocupación, como la que se tendría ante una amiga que estuviera sufriendo y angustiada. Escuchaba atentamente a Alice.

Me pareció muy apropiado, dada la intensidad del dolor de Alice, que Jean apareciera para asegurarse de que todo saliera bien. Estuvo ahí para Alice. Simplemente se sentó y escuchó, cambió de postura un par de veces y luego se fue.

Cuando el grupo terminó, uno de los chicos, que también era muy amigo de Jean, se quedó por allí. Nos miramos y le pregunté: "¿Te pasó algo esta noche?". Y él dijo: "¡Sí!". Comparamos historias y él también dijo haber visto a Jean y experimentado su presencia al mismo tiempo que yo. Ella estaba sentada en el suelo para él, en el mismo lugar que para mí. Ver a Jean fue una experiencia completamente espontánea, y sé que ocurrió. ¡Fue tan impactante! No es algo que hubiera imaginado ni soñado.

Wells y su amigo no solo fueron testigos de su CDM sino que también tuvieron el privilegio de observar el amor que Jean demostraba a Alice. ¿Con qué frecuencia regresa un ser querido fallecido para ayudarnos si necesitamos apoyo emocional y espiritual? ¡Probablemente con mucha más frecuencia de la que creemos!

Leslie, de 39 años, es voluntaria en Virginia. Tuvo este feliz reencuentro con su padre cuatro meses después de su fallecimiento por cáncer:

Acababa de acostarme y apagué la luz cuando vi a mi padre en la puerta. Todas las luces de la casa estaban apagadas pero podía verlo con claridad porque había resplandor a su alrededor. No dejaba de pensar: "¡Este sí es papá! ¡Este sí es él!". Estaba tan emocionada que me incorporé y dije: "¡Papá!". Quería acercarme a tocarlo y empecé a levantarme de la cama. Él sonrió y dijo: «No, no puedes tocarme ahora». Empecé a llorar y seguí diciendo: «Déjame ir contigo». Él dijo: «No, no puedes hacer eso. Pero quiero que sepas que estoy bien. Todo está bien. Siempre estoy contigo». Entonces hizo una pausa y dijo: «Tengo que ir a ver a tu madre y a Curtis». Curtis es mi hijo, y él y mi madre estaban en la habitación de al lado. Me levanté y seguí a mi padre al pasillo. Pero desapareció; simplemente se desvaneció. Así que volví a la cama y repitiéndome: «Es solo tu dolor. Papá no estuvo aquí». Finalmente me dormí después de dar vueltas en la cama un buen rato.

A la mañana siguiente me levanté, y Curtis, que tenía tres o casi cuatro años en ese momento, salió al pasillo. Dijo: "¡Mami, vi al abuelo anoche!". Me quedé boquiabierta y le pregunté: "¿De verdad lo viste?". Dijo: "¡Sí! Entró en la habitación. Estaba de pie, junto a la cama".

¿Cómo podría un niño de tres años inventarse eso? Le pregunté: "¿Estabas soñando?". Me respondió: "No, mami. Tenía los ojos abiertos. Estaba despierto. ¡Lo vi!".

Entonces supe que papá tenía que haber estado allí. No había forma de refutar lo sucedido. Fue una experiencia maravillosa para mí porque aprendí que el amor continúa.

Una vez más, un niño validó la experiencia de su madre y la convenció de que fue real. Este relato es ligeramente diferente al de una CDM típica con un testigo, ya que el padre de Leslie la visitó primero y luego fue a ver a su nieto en una habitación aparte.

Cuando dos o más personas participan juntas en una CDM no necesariamente tendrán experiencias idénticas. Estas variaciones pueden atribuirse a una combinación de sus habilidades intuitivas, receptividad y percepciones individuales. Los siguientes cuatro relatos provienen de personas que compartieron una comunicación después de la muerte en el mismo momento y lugar, pero cuyas experiencias fueron significativamente diferentes entre sí.

Ginny es higienista dental en Georgia. Recibió la aprobación de una feliz CDM que tuvo con sus hijos, Mike, ahogado a los 17 años, y Philip, fallecido al nacer 13 años antes.

Tres semanas después de la muerte de Mike asistía a un bautizo en la iglesia. De repente, sentí una mano deslizarse por mis hombros, de derecha a izquierda, y oí la voz de mi hijo: «Aquí estoy, mamá». Sabía que era Mike, ¡y pensé que había perdido la cabeza!

Casi al mismo tiempo, sentí una mano muy firme en mi hombro izquierdo. Entonces, una voz que nunca había oído, un poco más madura que la de Mike, dijo: «Aquí estamos los dos, mamá». Y pensé: «¡Madre mía! ¡Me he pasado de la raya y estoy lista para el manicomio!».

Miré a mi hija de catorce años, Mandy, sentada a mi lado, y ella me miró. Tenía lágrimas en los ojos. Mandy dijo: «Mamá, ¿sientes a Mike?». Dijo que no lo oyó ni lo vio, pero sintió su presencia. Esa fue la confirmación de que no lo había imaginado. De verdad, mis dos hijos me habían tocado y hablado. ¡Lo creo con todo mi corazón!

Justo cuando Ginny estaba a punto de descartar su experiencia como una fantasía su hija pudo confirmar que fue real. Y lo que es más importante, esta desconsolada madre se enteró de que sus dos hijos, que nunca se habían conocido en la vida física, se habían encontrado en la dimensión espiritual.

Deanna es consejera de 35 años de La Florida. Ella y su madre estuvieron juntas unas horas después de que su hermano, Charley, falleciera en un accidente de motocicleta a los 32 años.

A eso de las seis de la mañana siguiente mi madre y yo estábamos sentadas en la cocina hablando de mi hermano. Mi madre me miró y dijo: «Sé que Charley está aquí. ¡Acabo de sentir que me tocaba la mejilla!». Entonces mamá se puso la mano en la mejilla, como si la acabaran de besar. Y de repente vi a Charley de pie, frente a mí, ¡riendo y sonriendo! Era un poco transparente, pero pude ver que llevaba un polo a rayas, pantalones cortos y sandalias. Me miró con expresión avergonzada,  —su sonrisita tímida— y tenía las manos en los bolsillos. Le oí decir: «Por favor, di a todos cuánto os quiero. Sobre todo di a mamá que la quiero». Luego nos pidió que nos quedáramos cerca de sus hijos, que entonces tenían tres y cinco años. Dijo: «Los niños os quieren mucho y sabéis que confío en vosotros. Por favor, cuídadlos por mí. Os van a necesitar a todos». Recuerdo que se me abrió el corazón y una oleada de emoción me inundó y llenó. Entonces, Charley se fue.

Este es un excelente ejemplo de dos personas que tuvieron experiencias distintas y muy diferentes durante una CDM compartido. Mientras la madre de Charley sintió la mano de su hijo tocar su mejilla con ternura, su hermana, Deanna, lo vio y recibió su importante mensaje telepáticamente.

Lois, ama de casa de Nebraska, presenció un momento muy enriquecedor poco después de que su esposo, Ray, falleciera de un derrame cerebral a los 33 años. Una experiencia anterior suya se encuentra en el capítulo sobre las CDM auditivas:

Cuando mi esposo, Ray, falleció nuestros cuatro hijos tenían entre ocho y trece años. Los tres mayores sabían que su padre no se encontraba bien y comprendieron lo sucedido. Pero nuestro hijo menor, Jesse, de ocho años, estaba asustado y desorientado. Ray siempre fue muy compasivo con los chicos y siempre les hablaba de todo lo que pasaba. Iba de campamento con ellos y conversaba los problemas con ellos. Pasó mucho tiempo con sus hijos.

Dos mañanas después de la muerte de Ray caminaba por el pasillo de nuestra casa. Al acercarme al dormitorio principal vi a Jesse sentado al borde de la cama con su padre. Ray lo rodeaba con el brazo y le hablaba, y parecía tan natural como siempre. Parecía tranquilo y reconfortador. Ray sabía que yo también estaba allí. Me miró y me sonrió, luego me indicó que regresara al pasillo. Así que doblé la esquina y esperé unos quince minutos. Jesse finalmente salió del dormitorio. Al parecer, Ray le había explicado lo sucedido y parecía sentirse mucho mejor. Jesse dijo: «Papá me dijo que se fue y que no volverá, y que no me preocupe por él. Todo estará bien». Jesse parecía mucho más feliz que antes. Que esto sucediera no me sorprendió mucho. Después de eso nuestro hijo pudo aceptar la muerte de su padre y seguir adelante.

Como Lois presenció la conversación íntima de su hijo con su difunto padre, pudo brindarle apoyo inmediato cuando él compartió la experiencia con ella. Desafortunadamente, con demasiada frecuencia en nuestra sociedad los niños ven invalidadas sus CDM cuando se arriesgan a contarlas.

Andrea y su exesposo, Oliver, son afligidos padres en La Florida. Su hijo Douglas, de 25 años, los consoló profundamente tras su fallecimiento en accidente de motocicleta. Otro relato suyo aparece en el capítulo sobre las CDM simbólicas:

Douglas era nuestro único hijo, y su padre, Oliver y yo estábamos divorciados desde que él tenía doce años. Después del funeral me derrumbé por completo. Mientras Oliver me cogía de la mano llorábamos en el coche fúnebre camino del cementerio. De repente, me invadió una calma tal que dejé de llorar. ¡Era Douglas! Estaba arrodillado frente a nosotros, con la mano derecha sobre mi rodilla y la izquierda sobre la de su padre. Sentía la presión y el calor en la pierna. Era como si pudiera tocar a Douglas, pero no lo hice. Llevaba la ropa que había elegido para enterrarlo: una camisa azul claro y pantalones blanquecinos. Había tanta paz en él que me transmitió esa misma paz, ese mismo consuelo. Vi una luz alrededor de todo su ser: un suave resplandor blanco. Tenía una sonrisa en el rostro y estaba muy contento, muy en paz. Le dije a su padre: "¡Douglas está aquí! ¡Lo veo!". Miré a Oliver, y él me miró y se le saltaron las lágrimas. Oliver echó la cabeza hacia atrás y dijo: "Lo sé, Andrea. Yo también lo siento. ¡Douglas está aquí!". Entonces, nuestro hijo nos miró  y dijo: «Estoy bien. Te quiero, mamá. Te quiero, papá». Fue telepático y con la máxima claridad. Luego, poco a poco, se fue. Qué hermosa y tranquila sensación sentí mientras presenciaba el resto del servicio religioso en el cementerio. Sabía que Douglas estaba bien y ya no lloré. ¡Nunca olvidaré esa experiencia! Puedo cerrar los ojos y seguir viéndolo perfectamente. Sé que hay vida después de la muerte; ¡mi hijo me lo demostró!

Douglas demostró una sincronización perfecta al contactar a sus padres justo el día que más lo necesitaban. Aunque Andrea vio y escuchó a su hijo, e incluso sintió su tacto, Oliver también se tranquilizó al sentir su presencia. ¡Qué gran diferencia marcaría en nuestro proceso de duelo si cada uno de nosotros pudiera tener una experiencia tan enriquecedora, y tan pronto, después de la muerte de un ser querido!

Muchos animales tienen sentidos físicos que van mucho más allá del alcance de las capacidades humanas. Esto es particularmente cierto en el caso de los gatos y perros, cuyos sentidos de vista, oído y olfato son mucho más agudos. No sorprende, por lo tanto, que los animales detecten a nuestros seres queridos fallecidos con mayor facilidad que nosotros. En los siguientes tres relatos las mascotas fueron testigos de una CDM.

René, de 39 años, es secretaria legal en las Islas Vírgenes Estadounidenses. No fue la única en reconocer a su padre, quien regresó tras su muerte de cáncer.

Un mes después de la muerte de mi padre, una noche estaba a bordo de mi velero, sola con mi perra, Heidi. Leía un libro cuando, de repente, tuve la fuerte sensación de que mi padre estaba allí. Era una sensación cálida, amorosa y muy pacífica. No podía verlo, pero sentía su presencia con mucha intensidad. Intuí que venía a decirme que estaba bien y que me amaba más que a nada en el mundo. De alguna manera me transmitió todos esos sentimientos maravillosos. Mi padre se despedía y sentí una profunda liberación.

Esto, definitivamente, no fue producto de mi imaginación porque mientras todo esto sucedía Heidi empezó a correr y a mirar hacia donde aparentemente estaba mi padre. Heidi estaba muy contenta y emocionada, ladrando y meneando la cola como si pudiera ver a mi papá. Luego saltó y se sentó muy cerca de mí.

Aunque René percibió la presencia de su difunto padre y percibió su estado de ánimo, es posible que Heidi lo haya visto. El comportamiento anormal de la perra confirmó la CDM de René y despejó cualquier duda que pudiera tener sobre su realidad.

Tina es profesora de formación profesional en Washington. Estuvo involucrada en este episodio bastante gracioso aproximadamente un año después de que su hermano Rudy, de 47 años, falleciera en un accidente laboral:

Estaba en la cocina, limpiando la casa. ¡De repente nuestra gata salió disparada de la sala! Tenía el pelo erizado y bufaba. ¡Iba tan rápida que no podía conseguir tracción en el piso de linóleo y corría sin moverse del mismo lugar.

Al mismo tiempo, nuestro perrito salía de la sala de estar, ladrando y gruñendo, ¡con el pelo erizado! Me hicieron mirar hacia la sala  y,  cuando lo hice, ¡vi a mi hermano, Rudy, sentado en la mecedora! Me sonreía. ¡Me alegré tanto de verlo! Estaba sentado con vaqueros azules y camisa roja a cuadros, como vestía tantas veces. Sentí una sensación de calma y tranquilidad al saber que Rudy estaba bien. Luego se desvaneció ante mis ojos. Yo era un incrédula empedernida hasta que tuve esta experiencia. No pensé que algo así pudiera pasar. De no haber sido por las reacciones de los animales habría pensado que la mente me jugaba una mala pasada.

En este, y el siguiente relato, los animales parecieron reaccionar con miedo al ver o percibir la presencia del difunto. Quizás se sobresaltaron por lo repentino de su llegada o por algún aspecto de su apariencia.

Jackie, de 47 años, es joven analista de sistemas en Tennessee. Ella, su esposo, Dwight, y sus dos mascotas respondieron a este encuentro con su tío Leonard cuatro días después de su fallecimiento por cáncer:

Mi esposo y yo estábamos en la cocina viendo la televisión. De repente nuestro gato salió corriendo de la habitación y nuestro perro pastor alemán se metió en un rincón de la cocina y empezó a temblar. Dwight me miró y dijo: "¡Tenemos compañía!".

Ambos podíamos sentir la presencia de mi tío. Era como estar cerca de un cable de alta tensión: una carga eléctrica flotaba en el aire. Dwight y yo sabíamos que estaba allí y hablamos con él. Le dijimos que todo estaba bien y que podía seguir adelante. Sabíamos que tío Leonard solo estaba pendiente de nosotros. Más que decirnos que estaba bien, intentaba ver cómo estábamos. Su presencia duró aproximadamente 20 minutos, y luego pudimos sentir que la carga en el aire disminuía. En ese momento el perro se levantó y vino hacia nosotros, y el gato regresó a la cocina.

Las mascotas suelen percibir a una persona fallecida antes que sus dueños, lo que las convierte en testigos muy fiables y objetivos. En otro relato, una mujer contó haber visto a su gran perro parado sobre sus patas traseras, aparentemente apoyándose con las delanteras en su padre fallecido a quien no veía, aunque sentía su presencia.

Mucha gente nos ha preguntado si las mascotas fallecidas vuelven a visitar a sus dueños. ¡Sí, lo hacen! Hemos escuchado varios informes de CDM que involucran animales queridos, como perros, gatos, un conejo e incluso un caballo. Con gusto dedicaremos un capítulo entero en nuestro próximo libro a este tema si recibimos suficientes testimonios válidos.

En varias ocasiones pudimos entrevistar a dos personas que habían compartido la misma CDM. Como observarán en los dos últimos relatos de este capítulo, el testimonio de una persona es esencialmente un reflejo del de la otra.

Benjamin, de 21 años, trabaja en el sector editorial en Iowa. Él y su esposa, Mollie, de 20 años, informaron haber tenido experiencias de CDM prácticamente idénticas con su madre apenas unos días después de que ella muriera de cáncer. Aquí está el relato de Mollie:

La noche del funeral de su madre, mi esposo, Ben, y yo fuimos a su casa a visitar a su familia. Llegamos bastante tarde. Al volver al coche miré hacia la puerta principal. ¡Vi a su madre de pie, en el umbral, despidiéndose con la mano! Tenía el mismo aspecto de siempre: ¡sin duda era ella! Se veía muy tranquila, muy sana y más joven. Cuando la visitábamos ella siempre. se paraba  junto a esa puerta y daba el adiós con la mano. Era como había hecho muchas veces antes.

Miré a Ben y le pregunté: "¿La viste?". Y empezó a llorar a mares. Me di cuenta de que ambos habíamos visto a su madre al mismo tiempo, pero Ben no podía hablar. Cuanto volvía mirar dónde estaba había desaparecido. Creo que me permitieron ver a su madre para que Ben confirmara y supiera que no era producto de su imaginación.

Y este es el relato de Benjamin:

El día del funeral de mi madre mi esposa, Mollie, y yo visitamos a mi prima y a su esposo en casa de mi madre. Nos quedamos allí hasta bien entrada la noche, y luego Mollie y yo nos subimos al coche de regreso a casa. Metí la llave en el contacto y, al hacerlo, miré hacia arriba.

A unos diez metros vi a mi madre parada en el umbral de acceso a casa, tras la contrapuerta de cristal transparente. Siempre se quedaba allí, por amabilidad y cortesía, para asegurarse de que llegáramos sanos y salvos al coche. Era una práctica habitual suya; la había visto mil veces.

La puerta interior estaba abierta, así que la luz de la casa iluminaba a mi madre desde atrás, y la del porche desde adelante. Parecía gozar de buena salud y estaba muy sólida. Estaba allí, despidiéndose con la mano. Parecía aliviada, menos cansada, menos estresada. Tuve la clara impresión de que era un mensaje de "no te preocupes". Al instante, tuve una sensación física tremenda, casi como si me hubieran clavado al suelo. Fue como si una ola me invadiera y me recorriera de pies a cabeza. Pareció una eternidad, pero también una fracción de segundo. Intenté hablar, pero no pude.

Al mismo tiempo, Mollie dijo: "¡acabo de ver a tu madre en la puerta!". Bajé la cabeza y dije: "Yo también", y empecé a llorar. Esa fue la primera vez que lo hice desde su muerte. No lloré ni una lágrima por la muerte de mi madre. Nunca había llorado tanto en la vida. Y sentí alivio, como un "adiós por ahora".

La CDM de Benjamin le permitió desahogar su dolor y liberar las lágrimas contenidas. Pero aún más importante, como Mollie estaba presente y también había visto a su madre, pudo confirmar de inmediato que su experiencia fue auténtica. Si hubiera estado solo en ese momento tal vez habría desestimado ese instante sagrado como simple reacción al estrés causado por la reciente muerte de su madre.

Los relatos de este capítulo demuestran, claramente, que las CDM con testigo, o compartidas, son experiencias objetivas, no subjetivas. Es decir, el familiar o amigo fallecido proporcionó una realidad objetiva percibida simultáneamente por dos o más personas que se encontraban juntas en el mismo momento y lugar. Los testimonios independientes proporcionan la prueba más convincente, hasta la fecha, de que las CDM son contactos genuinos con seres queridos fallecidos, tal como afirman los 2000 hombres, mujeres y niños que participaron en nuestra investigación.

El siguiente capítulo es una colección de relatos más extensos que se encuentran entre las mejores experiencias de comunicación después de la muerte que conservamos en nuestros archivos. Los invitamos a leerlos con los ojos del corazón y escucharlos con los oídos del alma.

 

CAPÍTULO 22. Un collar de perlas: Las mejores CDMs.

La muerte es una transición. Juan Pérez Martínez volverá a caminar y correr. Elena Álvarez Lachica verá y oirá. El niño que murió de cáncer tendrá mejillas sonrosadas y cuerpo fuerte. El hombre lisiado por la artritis se mantendrá erguido. La mujer que quedó desfigurada en un accidente automovilístico en llamas tendrá un rostro sin mancha. —Doctor Guille Graham.

Hemos dejado lo mejor de lo mejor para el final. Cada relato de CDM de este capítulo se asemeja a una perla perfecta y brillante que resplandece con su  luz interior. Y al ensartarlas juntas se revela un magnífico collar de valor incomparable.

Todas las personas que pasaron por  la experiencia se fortalecieron al ser contactadas por su ser querido fallecido, lo que les produjo una sanación emocional y espiritual duradera. Cada relato es una historia corta y completa que no requiere comentarios adicionales.

Relatos tan conmovedores como estos a menudo nos llenaron los ojos de lágrimas, nos inspiraron y transformaron nuestra investigación en una obra celestial durante los siete años que realizamos las entrevistas. Nos sentimos honrados de que tantas personas nos hayan confiado experiencias tan íntimas y sagradas.

Quizás quieras leer este capítulo lentamente para saborear plenamente cada CDM. Todas las historias contienen un poder sanador, tanto dentro como fuera de las simples palabras escritas. Deja que su esencia espiritual te nutra e inspire, pues cada una contiene una perla de gran sabiduría que puede hablarte directamente al corazón.

Laura trabaja en un colegio comunitario en Washington. Quedó devastada cuando su hijo Anthony, de seis semanas, falleció por muerte súbita del lactante.

Había sido un año traumático. Mi madre falleció en marzo y su pérdida me resultó muy difícil. Fue un invierno muy duro. Vivía en Montana en ese entonces, y mi esposo y yo estuvimos separados durante las seis semanas que Anthony vivió. En aquel tiempo nada sabía del síndrome de muerte súbita del lactante. Nunca me lo explicaron, ni siquiera tras la muerte de mi bebé. Sentía un vacío, como una pesadilla.

Parte de mi desesperación se debía a que Anthony no había sido bautizado. Alguien me había inculcado la idea de que todos los bebés sin bautizar arderían en el infierno para siempre. Me angustiaba profundamente, y era horrible. Estaba desesperada porque la culpa era insoportable.

Cuando regresé del cementerio después del funeral entré en mi habitación y apagué las luces. Me senté en la cama un buen rato y vacié mi mente de todo pensamiento. Fui a un lugar muy tranquilo. Era como estar en una balsa sobre aguas tranquilas, y el agua se convirtió en un espejo y comencé a sentir paz. Entonces, hermosos rayos de luz descendieron hacia mí, y una escalera se hizo visible. De repente, ¡Cristo apareció en una forma y un tamaño impresionantes! Había asistido a la iglesia toda mi vida y había estado cerca de Dios y de Cristo, y supe que era Él. Era sólido y real; ¡era magnífico! Tenía el pelo largo y vestía una túnica blanca y larga. Cristo empezó a bajar las escaleras y llegó a la base. Extendió su brazo y acunó a Anthony en él. ¡Anthony estaba completo de nuevo! ¡Era perfecto! ¡Era mi bebé! El mensaje que recibí fue: «Anthony está bien. Está en casa y a salvo». ¡Ahora sabía que mi bebé estaba con Cristo! Luego se desvanecieron y desaparecieron.

Esto respondió a la gran pregunta que me desgarraba. Alivió mi agonía de no tenerlo. Desde entonces, nunca me he preocupado por dónde está Anthony; sé que tiene un lugar especial con Cristo.

Stewart es instructor de diseño en el sureste de los Estados Unidos de Norteamérica. Le costó aceptar la muerte de su hijo de dos años, Danny:

Danny tenía el pañal mojado cuando se sentó en un respiradero metálico del suelo de nuestra sala. Tocó una lámpara, que tenía una derivación eléctrica con lo que cerró el circuito, y se electrocutó.

Me llamaron al trabajo y fui rápidamente al hospital. En urgencias me pidieron que esperara en una pequeña habitación privada. Habían estado trabajando a mi hijo con mucha intensidad desde que lo trajeron y lo habían intentado todo, sin resultado alguno. Entró una enfermera y pude ver la preocupación en su rostro. Era su deber darme la noticia de que Danny había muerto. Cuando salió de la habitación rompí a llorar de forma descontrolada, desde lo más profundo de mi ser, como nunca antes hice. Finalmente, recuperé la compostura y la enfermera me preguntó si quería volver a ver a mi hijo. Fueron muy amables conmigo. Fui a urgencias y me dejaron sola con el cuerpo de mi pequeño. Estaba perfecto, salvo por una heridita en la frente. La sensación de finitud era devastadora.

¡Quería actuar y hacer algo! ¡Quería que volviera! Y se me ocurrió esta idea: «Esto no tiene por qué ser definitivo. Conozco muchos casos de personas que han sido revividas; he escuchado esas historias. ¡Esto no tiene por qué serlo! No tengo por qué aceptarlo. ¡Voy a llamar a Danny de vuelta!».

Justo en ese momento, tuve la impresión intuitiva de que Danny me hablaba. Esa impresión fue: «Papá, no hagas eso. Estoy bien. No pasa nada». Era tan claro como si hubiera sido una voz. Pero hablaba con más madurez de la que habría tenido a los dos años.

Me quedé quieto por un momento. No entendía por qué tenía que estar "bien" porque para mí no lo estaba. Sin embargo, tomé esa comunicación como auténtica y la acepté. Pensé: "Bueno, Danny sabe más. Es su cuerpo. Si él dice que está bien, está bien". Y después me relajé. Sé que si no hubiera sido por esa comunicación, el dolor habría sido aún más difícil de soportar. Me ayudó a superar el momento. Me dio paz, toda la paz posible en ese momento.

Johanna es maestra de primaria en Massachusetts. Ella y su familia tuvieron motivos de celebración ocho años después de que su hija, Margaret, (es decir, Margarita en español), falleciera en un accidente automovilístico a los 20 años.

Mi esposo y yo planeábamos ir a Nueva York para el fin de semana de Pascua. Queríamos visitar a nuestra hija, Robyn, que estudiaba en la Universidad de Nueva York, y también asistir a la misa del Domingo de Pascua en la Catedral de San Patricio, que celebraría el cardenal. Le pedimos a Robyn que preguntara si necesitábamos entradas. Ella dijo que había llamado y le dijeron que no.

Cuando estábamos en Nueva York la Pascua fue un día sorprendentemente agradable y radiante, así que todos caminamos desde el hotel a San Patricio. Al acercarnos a la Catedral vimos una gran multitud; ¡ni siquiera pude calcular la cantidad de gente! Me acerqué al policía más cercano y le pregunté si necesitábamos entradas para la misa de las 10 y cuarto. Me dijo: "¿Entradas? ¡Claro que se necesitan! La gente ha esperado meses para conseguirlas. ¡Es imposible entrar a esta misa sin ellas!". Por supuesto, quedamos bastante consternados.

En cuestión de un minuto un hombre se adelantó de entre la multitud y me dijo: «Tome mis entradas», y me entregó un sobre. Tan pronto como apareció, desapareció. La multitud estaba asombrada. Abrí el sobre, miré dentro y ¡habían cuatro entradas! Una era blanca y los otras tres amarillas.

Nos hicimos a un lado y esperamos una buena media hora. Finalmente nos dejaron entrar por la puerta principal. El billete blanco era para un asiento en el centro de la Catedral. Usamos las tres entradas amarillas y nos escoltaron por el pasillo hasta nuestros asientos asignados en el banco 39. ¡Y directamente, a nuestra derecha, cerca de allí, estaba el altar de Santa Margarita! Me sentí inmensamente feliz al saber que nuestra hija Margaret, Margarita, nos había enviado un mensaje tan fuerte en Pascua: “Hay vida después de la muerte, hay un cielo y os volveré a ver”.

Randall es profesor universitario en California. Su visión de la vida cambió para siempre dos semanas después de que su hijo Timothy, de 4 años, falleciera en accidente automovilístico.

Cada día estaba lleno de terrible ansiedad, depresión y conmoción. Me debatía entre la negación y el miedo a aceptar la realidad de que mi hijo se había ido. No podía soportar la idea de que ya no estaría aquí.

Regresé al trabajo lo antes posible después del funeral de Timothy. Cada día, al llegar a casa, me daba pavor entrar al jardín sabiendo que no estaba allí y que tendría que afrontar esa realidad.

Un día, al llegar a casa, entré y me senté en la silla junto a la chimenea, mirando hacia la puerta principal. Sabía que estaba despierto. Justo entonces, ¡Timothy entró por la puerta! La puerta no se abrió, ¡simplemente entró!

Parecía muy tangible, muy real. Se veía exactamente igual que antes de ser asesinado. Pero vestía de blanco y tenía un aura de luminosidad. Estaba muy alegre y sumamente feliz. Estaba revestido de luz; la luz parecía impregnar toda la zona. No era un halo; simplemente parecía emitir gran luminosidad y blancura. Timothy vino, se paró frente a mí y dijo: «No voy a volver. Me he ido y debes saberlo». Fue muy enfático. El tono de su voz y su inflexión eran auténticos. Me incliné hacia delante en la silla y Timothy dijo: «Estoy bien y todo está bien». Y luego desapareció; simplemente se desvaneció de donde estaba parado.

Desde entonces, no hubo más negación. Sabía que mi hijo se había ido y no iba a volver. Aunque ya no podía verlo, podía afrontarlo porque Timothy me aseguró que, en efecto, estaba vivo. La tristeza estaba ahí, el dolor estaba ahí, pero también había un sentimiento de alegría y esperanza mezclado con mi tristeza. Y comencé a sanar.

Mary Lou, de 57 años, es consejera espiritual en Dakota del Sur. Logró resolver muchos problemas de largo recorrido, gracias a esta reveladora experiencia, 21 años después de la muerte de su padre por cáncer:

Mis seis hijos volvieron a casa ese verano con sus parejas e hijos. Una noche estábamos sentados charlando en la mesa de la cocina. A eso de la medianoche estaba cansada y subí a la cama, pero ellos dijeron que se quedarían despiertos un rato más. Así que subí, me acosté y dormí, pero sobre las 2 y media de la noche sentí que un dedo me tocaba la cabeza. Sabía que era mi papá porque cuando él vivía hacía eso para llamar mi atención. Me incorporé y le oí decir para sus adentros: "¡Baja! ¡Baja!". Y así lo hice.

Estaba en la cocina escuchando a mis hijos hablar de su infancia. Sentí la presencia de mi padre y supe que estaba conmigo. Mis hijos decían que sin duda esperaban que sus hijos se sintieran seguros, cuidados y amados. Entonces alegremente intervine y dije: "¡Espero que todos sepáis que os quería cuando erais pequeños!".

Hubo silencio, un silencio sepulcral. Un par de ellos se sonrojaron. Pensé: «Bueno, papá, para esto tenía que estar aquí». Si mi padre no hubiera estado probablemente me habría quedado destrozada. Subí inmediatamente las escaleras y volví a la cama. Por la mañana, en estado de somnolencia, oí a mi padre decir: "¡Es hora de soltar la culpa! Te has sentido culpable todos estos años por no haber hecho bien todo lo que creías que deberías haber hecho por tus hijos. ¿Cuánto más podrías haber hecho?".

Luego se me mostraron algunas escenas de cuando mis hijos eran pequeños. Mi esposo, que había sido un alcohólico en recuperación,  un día llegó a casa borracho después de estar sobrio durante diez años. A partir de entonces todo fue cuesta abajo. Perdió el trabajo por beber como un cabrón y yo terminé trabajando en una fábrica destartalada para que los niños pudieran comer.

Tres de mis hijos tuvieron fibrosis quística y yo desarrollé cáncer de mama. No me quedaba mucho cada día pero, de alguna manera, lo aguantaba todo. Aun así me sentía culpable por no estar siempre disponible para mis hijos. La culpa es algo muy insidioso y no me daba cuenta de lo mucho que la había cargado durante todos estos años. Mi padre me recordó que mis tres hijos con fibrosis quística siguen vivos y bien, y que el menor está terminando su segundo título universitario. Y mi exmarido ya está sobrio. Entonces mi padre dijo: «Eres una buena persona. Lo eras entonces y lo eres ahora. ¡Deja atrás la culpa! ¡Hiciste lo mejor que pudiste!».

¡Fue un alivio inmenso! ¡Me sané! Me liberé por completo de la culpa y ya no la siento. Y esta maravillosa y gozosa experiencia nos ayudó a sanar a todos. Por la mañana, un par de mis hijos se disculparon diciendo: «Ay, mamá, no queríamos herirte». Les dije: «No os preocupéis. ¡Fue lo mejor que me ha pasado en la vida!». Luego les conté mi experiencia con mi padre y pudimos hablarlo.

Beatrice es una líder cívica en Oregón. Como a  muchos niños le quedó una pregunta pendiente de responder cuando su madre falleció inesperadamente de cáncer a los 67 años:

Mi madre era una mujer muy decidida durante mi infancia. No fue tan cariñosa conmigo como lo fue con mi hermana, y siempre me preguntaba por qué. A menudo parecía enfadarse conmigo y a veces me hacía llorar muchísimo. Cuando murió repentinamente me sentí muy mal y pensé: "¡Ay, no! ¡Ahora no podré volver a hablar con mi madre!".

Aproximadamente un mes después del fallecimiento me desperté de repente y me incorporé. ¡Mi madre estaba de pie, a los pies de la cama! Era muy real y muy sólida. Estaba bien y parecía de unos treinta años. Era tan bonita y tan joven, con un rostro absolutamente hermoso. ¡Mamá era pura felicidad! Extendía los brazos a ambos lados, expresando alegría. Me sonreía con todo el amor que podía dar. Me dijo: «Te amé de verdad, y ojalá lo hubieras sabido». ¡Era amor, amor, amor! ¡Fue una gran reconciliación!

Neil es cartero jubilado de Mississippi. Su hijo Ken, de 19 años, falleció repentinamente mientras dormía debido a una arritmia cardíaca.

Durante casi año y medio no pude soltar a Ken porque no podía creer que se hubiera ido. Pensé que si podía aferrarme a él de alguna manera, podría traerlo de vuelta. Siempre plantaba flores hermosas en la tumba de mi hijo, y las regaba. Un día estaba en el cementerio quitándoles la maleza. Estaba arrodillado cuando, de repente, escuché la voz de Ken. Estaba feliz y muy alegre. Lo escuché desde afuera, tan alto y claro, como si estuviera allí de pie, y sentí su presencia. Me levanté sobre las arrodillas y miré a mi alrededor, pero no había nadie más en el cementerio.

Ken dijo: "¡Papá, soy yo! Ojalá me dejaras libre para poder disfrutar de donde estoy. Tú y mamá siempre me educasteis y criasteis para estar con Dios. Ahora me alejáis de Él y me impedís disfrutar del cielo". No puedo alcanzar la plenitud que Dios quiere para mí porque me estás frenando. Te agradecería que me dejaras disfrutar de este lugar”. Me dijo que era perfecto a los ojos de Dios. Y describió lo hermoso y tranquilo que era.

De repente empecé a llorar porque no podía creerlo. Y me di cuenta y dije: "¿Quién soy yo para impedirle hacer lo que Dios quiere que haga?". Así que le dije: "Muy bien, Ken. Se acabó. Hijo, te voy a soltar". No digo que fuera fácil, pero sabía que era lo correcto. Antes casi odiaba a Dios pero entonces me senté, lloré y le pedí perdón. Y cuando lo hice, todo el peso de mi corazón se liberó; fue como si me quitara un peso de cinco kilos. Todo el dolor desapareció y sentí una paz inmensa. Esto reafirmó mi fe, y desde ese día me he acercado mucho más a Dios que nunca.

Cuando Ken vino a mí, todo cambió. Esto lo puso todo en perspectiva. Desde ese día, todo ha mejorado. Todavía duele, pero ya no como antes. Ahora puedo mirar la foto de Ken y decirle: "Hijo, te quiero" y seguir con mi día.

Emily, gerente de oficina en Nueva York, estaba profundamente preocupada por su hermano, León, después de que murió de cáncer a los 49 años:

León no era hombre religioso, y cuando se estaba muriendo de cáncer decidí que intentaría que aceptara a Jesús en su vida antes de que falleciera. El Señor me había producido un gran beneficio en mi vida y quería que mi hermano también lo tuviera con Él. Pero cuando murió aún no había aceptado al Señor en su vida, y eso me preocupó mucho. Tenía mucho miedo de que estuviera en el infierno y, simplemente, yo no podía aceptarlo. Oré mucho al respecto y conté a todos lo preocupada que estaba. Había muchísimas personas orando por mi hermano también, y cada día pedía alguna señal de que León finalmente estaba con Jesús.

Unos cinco meses después, una tarde, volvía a casa en coche desde la casa de mi hermana. Había estado lloviendo a cántaros, con truenos y relámpagos, cuando de repente la tormenta empezó a amainar y las nubes se separaron. Un radiante rayo de sol se filtró por entre las nubes y cuando miré hacia mi derecha, ¡mi hermano estaba allí, con Jesús! Eran de tamaño natural, muy reales, sólidos, nítidos y tridimensionales. Estaban muy cerca, hombro con hombro, y solo vi la parte superior. León estaba frente a mí, el Señor vestía una túnica y lo miraba, y ambos sonreían. Mi hermano parecía más joven que cuando murió y se veía muy saludable. No hacía falta decir nada: León estaba con el Señor, y eso era todo lo que quería saber.

¡Fue maravilloso! Me sentí muy aliviada de tener finalmente mi respuesta, y muy agradecida. Fue un alivio total porque supe que León por fin estaba en paz y con Jesús. Había asumido que no se podía salvar una vez muerto. Sugiero que cualquiera que comparta mi opinión no abandone su vigilia de oración. Creo que las oraciones finalmente hicieron posible que mi hermano estuviera con el Señor. Esta experiencia me aportó muchísimo, y mi caminar con el Señor se fortaleció aún más. Todo es posible en el Señor. Antes lo creía, pero ahora sé que no hay nada imposible.

Valerie es gerente administrativo en Massachusetts. Le pidieron que ayudara a otra persona después de que su único hijo, John, falleciera de fibrosis quística a los 18 años.

Seguía yendo al cementerio aunque siempre sentía que John no estaba allí, pero era una vía de escape acudir al camposanto de vez en cuando, y reflexionar.

Nunca interactuaba con otras personas en el lugar; solo iba a poner una flor. Normalmente estaba absorta en mis pensamientos. Pero esta vez sentí que John me hablaba. De repente se acercó a mí y me dijo: «Mamá, alguien te necesita». Un sentimiento intenso me invadió una y otra vez; algo me alejaba de su tumba. Era John, y no dejaba de decir: «Mamá, no necesitas estar aquí. Hay alguien que te necesita». Fue muy breve, fue telepático, y me empujaba y guiaba.

Me alejé de la tumba de mi hijo y me encontré con un hombre arrodillado junto a otra tumba. Guiado por John, le dije: «Disculpe, estoy segura de que  planta flores aquí porque alguien especial en su vida ha fallecido». El hombre se dio la vuelta, levantó y dijo: «Sí, mi hijo». Me miró como diciendo: «¿Quién es usted?». Y yo le dije: «Disculpe la molestia, pero vi las flores tan bonitas y solo quería saludarte, y lo siento mucho».

Todavía podía sentir a John cerca. Y había otra alma con él, pero no supe quién era hasta que el hombre empezó a hablar de su hijo. Dijo: «Asesinaron a mi hijo, Troy. Tenía distrofia muscular y usaba muletas para caminar. Era muy listo e inteligente».

El padre habló de lo enojado y dolido que estaba y del dolor que sentía por la muerte de su hijo. No dejaba de hablar de los hombres que lo habían asesinado. Estaba muy afectado. No estuvo con su hijo cuando murió. Finalmente me abrazó y empezó a llorar.

Entonces oí a John decir: "¡Por eso estás aquí, mamá! Tienes que decirle que cuando esos hombres estrangulaban a su hijo, cuando estaban a punto de matarlo, Troy abandonó su cuerpo. No hubo sufrimiento. El dolor desapareció. Mamá, los únicos que sufren son los que están vivos allá abajo. ¡Vosotros sois los que sufrís! Troy está con nosotros ahora, y está bien. Y siente lástima por los hombres que lo mataron”.

Repetí todo lo que John me había contado. El hombre me miró y me preguntó: "¿Cómo lo sabe?". Le dije: "Porque mi hijo, que también murió, me lo acaba de decir". Y le compartí otras experiencias que John me había dado mostrándome que hay vida después de la muerte. El padre de Troy estaba tan eufórico que me abrazó y besó. ¡John tenía razón! Alguien me necesitaba; alguien nos necesitaba a ambos. Me alegró mucho haber podido ayudar a este padre en duelo.

Cynthia es trabajadora social clínica en La Florida. Recibió una amable ayuda poco después de que su hijo Aaron, de 8 años y con retraso mental profundo, falleciera por insuficiencia renal:

Aaron era mi único hijo. Mi relación con él fue más intensa porque nunca pudo hacer nada por sí mismo en toda su vida. Dos o tres meses después de la muerte de Aaron, intentaba dormir. Mi esposo me pidió que le masajeara la espalda porque había trabajado mucho ese día y estaba extremadamente cansado. Pero yo, simplemente, no quería hacerlo porque estaba un poco enojada con él. La verdad es que estaba enojada con todos en ese momento. Así que le dije: "No".

Mientras estaba acostada allí, oí una vocecita que decía: "¡Hazlo, mami!". Me incorporé en la cama porque la voz era tan clara. Sabía exactamente de quién era: ¡era la de Aaron!¡Me quedé impactada porque mi hijo nunca había aprendido a hablar! Así que le froté la espalda a mi esposo. Gracias a este mensaje me di cuenta de que necesitaba escuchar y comprender mejor lo que estaba pasando mi esposo. Necesitaba ayudarlo con su dolor y su sensación de pérdida.

Scott tiene 18 años y cursa el último año de secundaria en Ohio. Su amigo, Marty, falleció de una cardiopatía congénita a los 17 años.

Hace un par de años, estaba en muy mala situación. Estaba drogado y no me importaba ni yo ni los demás. Después de intentar suicidarme, fui al hospital para aclarar las ideas. Cuando salí del hospital, Marty estuvo conmigo desde el primer día. Estuvo a mi lado para asegurarse de que estuviera bien y de que me mantuviera en la línea correcta. Pero después de su muerte sufrí mucho y empecé a decaer de nuevo.

Unos tres meses después, una noche, estaba tumbado en el sofá de la sala, a oscuras. Miré el reloj y marcaba las 2 y cinco de la mañana. ¡De repente vi a Marty a unos tres metros de mí! ¡Lo veía como si fuera de día! Llevaba una camiseta blanca y vaqueros azules. Me quedé en shock cuando me miró y sonrió. ¡No podía creerlo! Una parte de mí estaba asustada, pero me alegré tanto de verlo que me puse de pie.

Marty se acercó. Todo era luz a nuestro alrededor, pero no sé de dónde venía. Me dijo: «No te preocupes, ¿vale? Estoy feliz. ¡Sigue con tu vida! No te quedes pensando en mí. Me alegra que me recuerdes, pero sigue adelante».

Cuando Marty vivía, no sonreía mucho, pero esta vez sí. Parecía más en paz consigo mismo y más feliz. Lo abracé y pude oler su aroma y sentir su calor corporal: ¡era Marty! Incluso podía sentir su respiración cuando hablaba; era rarísimo. Luego me senté y cerré los ojos. Lo último que recuerdo es quedarme dormido.

Esta experiencia me revitalizó. Me cambió por completo. Sabía que estaba bien y que era feliz. Y ahora podía estar en paz conmigo mismo. Puede que Marty esté muerto pero siempre estará a mi lado; lo sé. Siento que me dice: «Estoy aquí. Siempre estaré aquí para ti». Ahora tengo un amigo que está en la misma situación en la que yo estuve cuando Marty vivía. Hago por este amigo lo que Marty hizo por mí, y ahora está completamente libre de drogas. Quizás algún día mi amigo haga lo mismo por alguien más.

Arlene, ama de casa de Illinois, tuvo esta reunión espiritual casi dos años después de que su hijo Russ, de 27 años, fuera asesinado:

Mi esposo y yo nos convertimos en líderes en funciones de gestión y desarrollo de actividades de la organización llamada “Padres de Niños Asesinados”. Estuvimos muy involucrados con otros padres con hijos también asesinados. Muchas veces en nuestras reuniones decía: «Lo primero que le preguntaré a Dios, cuando lo vea es: '¿Por qué? ¿Por qué tienen que asesinar a estos niños tan buenos y decentes? ¿Por qué lo permites?'». A muchos padres en duelo les pasa lo mismo: siempre preguntan: «¿Por qué?».

Una noche soñé que iba al cielo. El Señor estaba allí. Él lo abarcaba todo, ¡lo era todo! Mi primera pregunta fue: "¿Por qué? ¿Por qué permitiste que asesinaran a Russ?". El Señor dijo: «Arlene,, ahí está tu hijo. Ve y deja que te dé la bienvenida». Así que miré a un lado y ¡vi a mi hijo!

Russ estaba allí de pie, sonriéndome, con los brazos extendidos hacia mí. Vestía una túnica blanca deslumbrante, blanca como la nieve prístina, con destellos. Había felicidad en su expresión; nunca lo había visto así en mi vida. Su rostro estaba radiante, ¡brillaba! Corrí hacia Russ y nos abrazamos. Solo quería abrazarlo y apretarlo. Mi hijo me dijo: "Mamá, bienvenida a este lugar". Entonces, con mi brazo alrededor de su cintura y su brazo alrededor de la mía fuimos a un hermoso paisaje de árboles verdes y cielo azul. No hubo palabras y olvidé por completo mi pregunta: "¿Por qué?". ¡El solo hecho de estar allí con él era pura alegría! Luego subimos una pequeña colina y sentí que iba a ver algo maravilloso al otro lado. Pero no lo vi porque desperté.

Desde esta experiencia ya no me preocupa la pregunta "¿Por qué?". Creo que el Señor me estaba diciendo que no es importante cómo morimos y que no debo preocuparme por el "¿Por qué?". Lo que realmente importa es vivir lo mejor que sepamos con lo que el Señor nos da.

Rob es un contratista mecánico del Medio Oeste norteamericano. Sintió que su vida quedaba destrozada cuando su hija de 26 años, Bonnie, fue asesinada.

La habían asesinado y yo estaba lleno de autocompasión y odio. Sentía que no existían Dios ni justicia. Estaba obsesionado con querer matar a ese tipo, al hombre que mató a mi hija.

Fue el día que enterramos a Bonnie. Regresamos a casa y había mucha gente. Tenía que irme, así que salí al patio trasero. De repente, la presencia de Bonnie era tan fuerte que sentí que si me daba la vuelta la vería. Entonces una idea pareció surgir de mi mente. Casi podía oír la voz de Bonnie.

La oí suplicarme: "¡Papá, por favor! ¡Tienes que orar por ese hombre!". Le dije: "¡No sabes lo que pides! ¡No puedo! Siempre he creído que orar por alguien es casi como perdonarlo. ¡No me atrevo a hacerlo!". Entonces Bonnie dijo: "¡No por él, papá! ¡Es por ti!". Me rogaba que hiciera esto por mi  bien, por mi  cordura. Tenía la sensación de que me lo rogaba porque por el camino que yo iba probablemente habría matado a alguien o vuelto loco. Luego, se fue.

Me quedé allí intentando entenderlo. No me cabía duda de que se trataba de una comunicación entre mi hija y yo; ninguna duda. Así que entré en casa. Mi esposa estaba en el dormitorio con una mujer que conocemos. Las tomé la mano y les dije: «Bonnie me acaba de pedir que rece. Tengo que rezar por él». Y rezamos la Oración de la Serenidad.

Seis u ocho meses después estaba a punto de ponerme una camisa de fuerza pues seguía pensando, constantemente, en maneras de matar a aquel tipo. Finalmente, desesperado, una noche fui a la tumba de Bonnie. Estaba intentando encontrar sentido a todo aquello. De repente un pensamiento surgió de mi cabeza y me invadió por completo. Oí a Bonnie decir: «No estoy aquí, papá. No estoy aquí, bajo tierra. Papá, no te preocupes. Estoy bien». Era una voz muy fuerte, muy tranquila, muy cariñosa; casi como una abuela sabia hablando con su nieto. Y luego dijo: "Ve a casa y ayuda a mamá. ¡Levanta el culo y muévete! ¡Así es como se hacen las cosas! Y recuerda, papá, ¡reza por él!". Bonnie intentaba evitar que me descojonara, y volvió a desaparecer..

Después de eso, algunos amigos del “programa de doce pasos” de Alcohólicos Anónimos me ayudaron. Y mi esposa también. Este fue el comienzo de reconstruir mi vida. Finalmente, el deseo de matar me abandonó y me niego a vivir más en ese mundo de venganza.

Jennifer es ama de casa y madre en duelo en Wisconsin. La tristeza la abrumaba cuando su hijo Allan, de 21 meses, falleció de neumonía.

Después de la muerte de Allan pensaba en él todos los días. Cuando me puse de parto, diez meses después de dar a luz a mi nuevo bebé, Gerry, seguía pensando en mi Allan. Incluso cuando lo llevé a casa, no me sentía feliz. Un día estaba sentada en una silla con Gerry en brazos. Estaba irritable, inquieto y llorando mientras lo mecía. Lo sostuve en mi brazo izquierdo y le di palmaditas en la espalda, pero no sirvió de nada. Entonces sentí una presión en mi pierna derecha. Allan estaba allí de pie, con sus bracitos cruzados sobre mi pierna, mirándome y sonriendo me dijo: «Cántale al bebé, mami. Cántale al bebé».

Así que empecé a tararear, aunque no tenía ganas, y el bebé se tranquilizó. Cuando la presión en mi pierna desapareció, dejé de tararear. Luego volví a sentir la presión de la misma manera, ¡y Allan había vuelto! Me dijo de nuevo: «Cántale al bebé, mami». Así que empecé a cantarle a Gerry, y Allan se fue.

Me estuve preguntando todo ese año si Allan estaba feliz, dónde estaba. Así que cuando regresó para decirme que estaba feliz, yo también me sentí mucho más feliz. Y desde entonces le he estado cantando y tarareando a Gerry.

Diana es instructora de equitación, en Pensilvania, para niños y adultos con discapacidad. Quedó desconsolada cuando su hija de 4 años, Lisa, falleció por causas desconocidas.

Unos días después del funeral de Lisa, estaba despierta y tumbada en la cama, a primera hora de la mañana, preguntándome cómo iba a afrontar el día. Me di cuenta de que había como una neblina, una espesa niebla dorada en la esquina izquierda de la habitación. Poco a poco tomó la forma de un hombre sentado en un taburete, y la imagen completa abarcaba desde el suelo hasta el techo.

Tenía el tamaño de una persona real y vestía una túnica blanca con un cinturón de cáñamo marrón y sandalias. ¡Sabía que era Jesús! Tenía el pelo largo, gris y negro, y era del color de todos los hombres. Era de todos los colores.

Había aspectos de Él que rayaban en lo oriental, otros que parecían escandinavos y otros que transmitían sentimientos africanos. Era muy global, universal. No podía ver a través de Él, pero no era tridimensional.

Pude ver a mi hija sentada de lado en sus rodillas. Lisa llevaba un vestido blanco largo y lo miraba a la cara con una sonrisa absolutamente beatífica. De sus ojos y rostro emanaba luz y alegría, y entre ellos fluía un intercambio de energía. Jesús me miraba fijamente cuando me preguntó: "¿La recuperarías si pudieras?". Lo que vi fue tan hermoso y glorioso que no quise interferir. Recuerdo que pensé: "¿Cómo podría querer a Lisa de vuelta si la veo tan feliz?".

De repente, la puerta de mi habitación se abrió de golpe y mis dos hijos pequeños entraron corriendo. La escena de Jesús y Lisa desapareció; la hermosa imagen simplemente ya no estaba.

Quedé paralizado tras la muerte de Lisa. Esta experiencia me dio la fuerza necesaria para hacer lo que debía hacer. Estoy muy agradecida de haber podido ver otro lugar en el universo, pues comprendí que existen mundos más allá del físico. La muerte dejó de ser una experiencia aterradora y dolorosa, pues supe que el espíritu de Lisa aún existe.

Samuel es funcionario jubilado de Alabama. La muerte de su nieto Dennis, de 19 años, le destrozó el corazón.

Dennis y yo estábamos muy unidos. Puedo recordarlo desde que gateaba y lo llevaba en brazos. Me seguía a todas partes. A veces creo que lo quería demasiado. Quería mucho a mis otros nietos, pero Dennis era mi corazón.

Era un niño muy dulce y no tenía ninguna faceta fea. No era ese tipo de chico. Era más bien callado, y nunca lo oí decir palabrotas. Incluso me regañaba por beber y fumar.

Dennis se metió en problemas con la ley y lo arrestaron por un pequeño delito: tenía unos libros que no le pertenecían. Dijeron que lo encerraron en la cárcel y que intentó ahorcarse, pero no lo logró del todo. Lo encontraron y lo llevaron al hospital sobre las dos de la madrugada. Sobre las cuatro de esa misma madrugada sufrió un infarto y falleció. Me dolió muchísimo.

Fue quizás dos o tres meses después. En mi sueño, Dennis estaba justo frente a mí, caminando directo hacia mí, tan real como siempre. Lo agarré y lo abracé, y él me abrazó. Me dijo exactamente lo mismo: «Abuelo, no quiero que tú y mamá os preocupéis por mí. No os preocupéis por mí porque estoy bien». Escuché su voz; y sonaba igual que la de Dennis.

Estaba agarrando su mano y, de repente, me desperté. Estaba casi en shock; ¡era algo tan palpable! Hasta ese sueño creía que yo estaría mejor muerto.

Este sueño me tranquilizó un poco y he recuperado algo las ganas de vivir. Ahora siento que las cosas mejorarán y puedo seguir adelante. Debe haber vida después de la muerte ya que eso me pasó tan claramente.

Carlita es maestra de primaria en Nuevo México. Tuvo esta maravillosa experiencia extracorpórea de CDM con su hija, Serena, que fue abortada espontáneamente durante el quinto mes de embarazo, y con su hijo, Carlos, quien nació muerto 14 meses después.

Durante unos seis meses, tras perder a mi hijo, sufrí una tristeza profunda. No entendía el porqué. ¿Por qué a mi? Me sentía miserable y a punto de querer acabar con todo.

Una noche, en un sueño, estaba donde imaginé que estaría el cielo. Era en un hermoso prado lleno de hermosas flores. Un ángel vino a mí y me dijo que tenía algo muy especial que mostrarme. El ángel sostenía en su brazo derecho a un bebé de seis meses y en la mano izquierda a una niñita que gateaba como un niño pequeño. La niña era pequeñita, pero podía hablar. Dijo: «Mami, soy Serena y este es mi hermanito, Carlos. Estamos bien. Somos muy felices. Te queremos mucho y no queremos que estés triste nunca más. Algún día estaremos todos juntos».

Ambos vestían túnicas blancas. Serena llevaba unas sandalias diminutas y Carlos estaba descalzo. Tenían un brillo hermoso, una luz perfecta, proveniente del centro de su corazón, los rodeaba. Pregunté al ángel: "¿Puedo acercarme a ellos?", y el ángel asintió. Era como si el ángel fuera su niñera por el momento. Recuerdo estar sentada en el césped y poner a Carlos en mi regazo, mientras Serena se acercaba. Lloraba y los amaba a ambos. Solo quería que los niños supieran que los amaba y que su papá también.

Quería estar allí y observar a los niños todo el tiempo que pudiera. Pude abrazarlos y besarlos una vez más. Luego se fueron con el ángel, y sentí una paz interior al despertar. Lo maravilloso es que descubrí que los niños tienen rasgos tanto míos como de mi esposo. Serena se parece mucho a su padre, y Carlos se parece más a mí.

Dave, de 42 años, vive en Ohio. Recibió ánimos después de que su abuela falleciera por infarto a los 83 años:

Baba, mi abuela, era una católica romana tradicional, de la vieja escuela, que iba a la iglesia todos los días. Era una mujer muy espiritual y devota que rezaba cinco rosarios al día.

A los catorce años ingresé en el seminario para estudiar para el sacerdocio. Mi abuela fue mi mayor apoyo. Estaba tan orgullosa y tan feliz de que fuera a ser sacerdote. Pero nueve años después dejé el seminario. Así que el sueño de Baba no se hizo realidad. Aunque estaba decepcionada me siguió amando y cuidando hasta que falleció al año siguiente.

Dos años después, a los veintiséis, sentí de nuevo el llamado al ministerio y estaba listo para regresar y continuar mis estudios para ser sacerdote. Dos o tres días antes de volver al seminario tuve el sueño más vívido de mi vida.

Me transportaron a la casa donde había vivido mi abuela y vi a Baba en un rincón de la habitación. Aparecía tal como la recordaba, con el pelo recogido en un moño, vestidito de seda y el delantal que siempre usaba. Al acercarse a mí adquirió una apariencia completamente nueva, casi como si su piel fuera translúcida y la luz emanara de su cuerpo. Su apariencia exterior cambió a la de una entidad muy hermosa, joven y vibrante, llena de luz

Baba me abrazó. Nunca olvidaré ese abrazo porque fue tan cálido. Me susurró al oído: «David, he rezado para que seas sacerdote. Siempre rezaré por ti y te ayudaré. Serás un buen sacerdote». Luego me besó en la mejilla izquierda, se alejó y desapareció. Al despertar supe, en lo más profundo de mi ser, que acababa de reencontrarme con mi abuela. Baba atravesó el tiempo, el espacio y el universo para decirme que estaba muy feliz por mí. Sentí paz y no tuve preocupaciones, miedos ni dudas sobre volver al seminario.

Me ordené cuatro años después, en 1981, y he tenido un sacerdocio muy positivo. Sé que mi abuela ha estado conmigo y ha rezado por mí durante todo este tiempo.

Kathryn, de 60 años, es maestra y ama de casa en Virginia. Su suegro le infundió esperanza 12 años después de su fallecimiento de cáncer. Una CDM olfativa que tuvo con su madre se encuentra en el capítulo 5 .

Esta experiencia ocurrió aproximadamente un mes después de la operación de cáncer de mi hija, Krista Krista tenía cáncer de ovario que detectaron apenas dos meses después de graduarse de la universidad.

¡Fue un shock enorme! Su cáncer estaba muy avanzado y había hecho metástasis en otras partes. El pronóstico de Krista era extremadamente malo, y este fue un momento sumamente emotivo para todos nosotros. Krista debía casarse en mayo. Cuando en abril nos enteramos de que estaba enferma se canceló la boda.

La boda de nuestro sobrino fue en mayo. Mi esposo y yo asistimos, nos quedamos unos veinte minutos en la recepción y luego nos fuimos rápidamente a casa. Mientras conducíamos, permanecíamos en silencio. Yo estaba recostada en el reposacabezas con los ojos cerrados, absorta en mis pensamientos, contemplando lo mucho que habían cambiado nuestras vidas en tan solo un mes.

Krista estaba gravemente enferma y nada era como antes. Pensaba: «Es tan difícil de creer. Estas son las cosas que pasan a otras personas, nunca piensas que te van a pasar a ti».

De repente, ¡la presencia de mi suegro me abrumó! Simplemente estaba allí. Me quedé sin aliento, tan sobrecogida por su presencia. Era una presencia poderosa, reconfortante y maravillosa, propia de mi suegro y de nadie más. Se me llenaron los ojos de lágrimas de alegría. Era increíblemente cariñoso y sentí su compasión. ¡Fue impresionante! No sabía que algo así pudiera pasar. Logró traer su esencia a este encuentro para que supiera que estaba allí. Entonces estas palabras se grabaron en mi mente: «Katy, cariño, ya puedes dejar de preocuparte. Krista va a estar bien. ¡De hecho, lo tiene todo bajo control! Hemos logrado mucho aquí».

No oí su voz. Fue como si mi suegro me estuviera enviando un telegrama a la cabeza.

Mi hija se recuperó, ¡tan rápido, tan asombrosamente! Recibió quimioterapia y radioterapia, pero no tuvo las reacciones terribles que suelen tener las personas. Su recuperación fue muy fluida.

Krista salió de esto casi como si volviera a nacer. Quería hacer todo de otra manera. Finalmente se casó, pero con otra persona. En su revisión médica de los diez años, ¡su médico declaró que su recuperación había sido un milagro!

Meredith es una ama de casa de 43 años de Saskatchewan. Su pareja, Vic, le brindó un servicio muy útil 7 años después de su fallecimiento por cáncer:

Un día bajaba las escaleras y tropecé y caí sobre el tobillo. ¡Sentí un dolor terrible! Fui al hospital y me hicieron una radiografía. El médico me dijo: «Tienes una fractura muy fina». Me dio unas muletas y me dijo que no debía ponerme de pie durante seis u ocho semanas.

La noche siguiente, me fui a la cama y tuve un sueño curioso. Estaba en un ambiente muy tranquilo. Levanté la vista y ¡Vic estaba allí! Su expresión parecía muy cariñosa y comprensiva, una especie de cariño silencioso. Vic dijo: «Quiero verte el pie». Le dije: «Bueno, no creo que puedas hacer nada. No eres médico». Me dijo: «Estira la pierna y dame el pie».

Me tomó el pie y lo movió hacia adentro y hacia afuera, y oí un clic. Eso era, pero no me dolía. Entonces Vic dijo: «Cuando te levantes deberías poder caminar. Pero tranquila, porque tiene que sanar».

Me desperté enseguida y tuve que ir al baño. Sin pensarlo me puse de pie sin querer y me di cuenta: "¡No me duele!". Para mi sorpresa, mi pie estaba bien, ¡y podía caminar! Así que dije: "¡Gracias, Vic!". Supongo que Dios envía personas que te importan para ayudarte.

Paulette es enfermera en Alaska. Quedó desconsolada cuando falleció su hijo Nicholas, de 14 años:

Los niños creen que van a vivir para siempre; no piensan en la muerte. Mi hijo, Nicholas, tenía miedo de ir a una escuela secundaria grande. Le dijo a un amigo que tomaría unas pastillas, solo las suficientes para enfermar y no tener que ir a esa escuela. Pero se pasó de la raya y murió. (NOTA del TRADUCTOR. Suponer que el niño sufriera episodios de acoso escolar no es descabellado).

La noche después de la muerte de Nicholas me acosté y oí ruidos en su habitación. Sentí la necesidad de ir allí, así que me levanté, fui a su habitación y me senté en su cama. Le dije: «Bueno, aquí estoy. ¿Qué quieres de mí?». ¡Estaba tan enfadada con él!

Era como si el alma de Nicholas estuviera allí; su presencia dominaba toda la habitación. Dijo: «Mamá, siento mucho lo que hice. No fue mi intención. ¡Tengo mucho miedo!». Le dije: «Nicholas, ve a buscar al abuelo. Él te cuidará. Todo estará bien. Solo encuéntralo». Mi padre y mi hijo murieron el fin de semana del Día del Trabajo, con catorce años de diferencia.

Después de aquello no entendía lo qué había pasado. Me asusté tanto que subí corriendo las escaleras y me metí en la cama, todavía temblando. Cuando me levanté a la mañana siguiente, pensé: "¿Qué he hecho? ¡Nicholas ni siquiera conocía a mi padre!". Tenía mucho miedo de haber dicho algo incorrecto y enojada por ello. Todo ese día no paraba de decir: «Nicholas, tienes que enviarme una señal de que estás bien. ¡Lo necesito desesperadamente! ¿Cómo voy a seguir viviendo si no descubro que estás bien?». Fui a la iglesia y recé para saber que Nicholas había encontrado a mi padre.

La noche siguiente, mi amiga vino a casa y me dijo: «Paulette, ¿has salido? Pues deberías; hay algo que nunca he visto». Salí y vi un arcoíris doble con hermosos colores. Sabía que era mi señal de que Nicholas estaba bien y que él y mi padre estaban juntos. Recibí justo lo que necesitaba, y durante todo el funeral de mi hijo no lloré. ¿Cómo se puede llorar cuando se recibe el mejor regalo que cualquiera podría recibir: saber que tu hijo está en paz?

Lewis, de 42 años, es veterano de Vietnam discapacitado y vive en el Medio Oeste norteamericano. Recibió esta ayuda crucial poco después de que su padre falleciera de derrame cerebral:

Era cabo de la Fuerza de Reconocimiento en una base del Cuerpo de Marines en Vietnam. Nos preparábamos para una misión. Esa noche salí a caminar y a rezar. Noté una neblina a siete metros frente a mí, como una figura humana que se acercaba y se hacía más grande. Me detuve bruscamente y me dejé caer al suelo, listo para disparar. Entonces reconocí la voz de mi padre diciendo: «Lewis, me has hecho sentir muy orgulloso, pero adonde vas en esta misión necesitarás toda tu fuerza de voluntad para regresar. Necesitarás creer en ti mismo». Mi padre estaba muy preocupado. Luego dijo: «Sé que tienes fuerza de voluntad pero si no tienes suficiente, nos vemos aquí». Y, simplemente, desapareció.

Salimos alrededor de las 3 y  media de la mañana. Al segundo día nos tendieron una emboscada. Partimos doce, pero solo tres regresamos. Yo fui herido en el pecho, y el segundo tenía una herida leve en un brazo, y el tercero recibió un disparo en la pierna. Me llevaron, casi 13 kilómetros, hasta una zona de aterrizaje, y luego me evacuaron. Recuerdo haber recuperado la consciencia por unos minutos y al médico decir: «No tiene ninguna posibilidad de vivir», pasando a otros pacientes. Perdí el conocimiento y tuve la sensación de estar entre dos aguas. Entonces oí una voz masculina que decía: «¡No es momento de rendirse!». Quería creer que era mi padre, pero no estaba seguro.

Recuperé la consciencia en un hospital de California muchas semanas después. Todavía llevo siete fragmentos de proyectil en el pecho. Sé que no era mi hora de morir. Para mí esta experiencia significó que mi padre se preocupaba mucho por mí. Me amaba profundamente, y ese amor perduró después de su muerte. Esto me demuestra que, incluso después de morir, uno aún recuerda a sus seres queridos en la Tierra.

Conozco a varios hombres que tuvieron una experiencia similar en el campo de batalla. Al igual que yo, antes eran incrédulos pero aún temen hacerlo público porque muchos se burlarán de ellos y dirán que están locos.

Grace es editora de revistas en Indiana. Varios años después de que su hija, Kim, falleciera en accidente automovilístico a los 17 años, volvió a tener motivos para sonreír.

Unos seis años después de la muerte de mi hija Kim, tuve que volar a Chicago para asistir a una reunión de la organización de ayuda, Amigos Compasivos. ¡Me daba un miedo terrible volar! Decidí que la única razón por la que llegué sana y salva, y el avión no se estrelló, fue porque Dios quería que estuviera en esa reunión.

De camino a casa estábamos sentados en el avión, en la pista del aeropuerto O'Hare. Estaba segura de que no tenía suerte y mi ansiedad aumentaba. Me convencí de que en cuanto el avión despegara se estrellaría. Con creciente miedo, levanté la vista y ¡Kim estaba frente a mí, en el pasillo! Estaba allí de pie, riendo alegremente, como si dijera "¡Ay, mamá!". ¡Me sorprendió mucho! Pude ver el cabello largo, rubio y rizado de Kim, vestida con ropa blanca diáfana, casi como si estuviera bañada en luz. No era tan definida como una persona viva; era más como una presencia translúcida y luminosa. Tenía cierta solidez, pero también una cualidad etérea y flotante. Kim sonrió y dijo: «Esta vez no, mamá. Aún tienes cosas que hacer». Su actitud era que no tenía de qué preocuparme, que todo estaba bien. Y entonces se fue.

Este mensaje era totalmente opuesto a todo lo que estaba dispuesto a creer en ese momento. Si mi mente me hubiera estado jugando una mala pasada el panorama habría sido muy distinto. Si solo hubiera sido mi imaginación, Kim habría tenido un aspecto muy sombrío y habría dicho: «Te veo en unos minutos, mamá», porque eso era exactamente lo que esperaba. Casi de inmediato decidí que probablemente nadie lo creería jamás. Pero no importaba, porque era mi experiencia, y era muy real. Era el momento más preciado con mi hija, momento que me pertenece. He adquirido la certeza absoluta de que hay vida después de la muerte. ¡Y ahora ya no le tengo miedo a volar!

Adele es productora de televisión en el noroeste. Afortunadamente, siguió el consejo de su hijo Jeremy, de 9 años, tras su fallecimiento por leucemia:

Mi hijo Jeremy falleció el día después del Día de la Madre. Tres semanas después, justo antes de despertarme, lo oí preguntar: "¿Qué vas a hacer con mi dinero?". Le pregunté: "¿Qué dinero?". Y él respondió: "Todo el dinero que ahorraste para mí". Me había olvidado, por completo, de la cuenta de ahorros de Jeremy y ni siquiera sabía dónde había escondido su libreta des ahorros. Le pregunté qué quería que hiciera con él porque, obviamente, debía haber sido muy importante para él. Jeremy dijo: «Quiero que vayas a ver a Malcolm». Malcolm es amigo mío y mayorista de diamantes. Le dije: «¡Bueno, lo que haya en esa cuenta no es suficiente para ir a ver a Malcolm!». Y Jeremy respondió: «¡Sí que lo es! Solo ve a ver a Malcolm y entenderás de qué hablo. Cuando lo veas, lo sabrás. Pensarás en mí». Entonces se fue y me desperté. Aunque pensé que esto era una locura, busqué por toda la casa la libreta de ahorros de mi hijo, pero no la pude encontrar.

Varios días después me encontré en el mismo edificio que está la joyería mayorista de Malcolm. Así que entré y empecé a mirar. Vi un hermoso collar de mariposa con un diamante. De repente, me hizo recordar lo que Jeremy había dicho: «Lo reconocerás cuando lo veas. Te recordará a mí».

Mi corazón empezó a latir con fuerza y me puse un poco nerviosa. Le pregunté a Malcolm cuánto costaría el collar. Después de hacer cálculos y bromear un poco, me dijo 200 dólares. Le dije que volvería más tarde.

El corazón seguía latiéndome con fuerza cuando volví a la oficina y llamé al banco. Expliqué que no encontraba la libreta de ahorros de mi hijo y quería saber cuánto dinero tenía en su cuenta. ¡En pocos minutos me dijeron que la cantidad era de $200.47!

Volví a la tienda de Malcolm después del trabajo y compré el collar de mariposa con el dinero de Jeremy. Ahora no voy a ningún lado sin él. Puedo tocarlo y decir: "¡Mi hijo me regaló esto el Día de la Madre!".

Daniel, trabajador social de Minnesota, tuvo esta esclarecedora serie de visiones de CDM durante cuatro noches consecutivas tras la muerte de su esposa. Kathy, de 28 años, a causa de cáncer:

Cuando me acosté la noche después de la muerte de mi esposa estaba muy cansado y agotado. Mientras intentaba relajarme mi mente corría con pensamientos. De repente, la imagen radiante de Kathy apareció en la mente. Su imagen seguía ahí incluso al abrir los ojos. Sentí una paz y una presencia inmensas. Estaba tan hermosa, con rasgos perfectos, luciendo un vestido blanco, brillante y vaporoso. ¡Estaba más radiante que nunca! Tenía de nuevo su hermosa y larga cabellera castaña, como antes de la quimio y la radioterapia. ¡Quedé absorto por su impresionante belleza!

Hablamos telepáticamente, y Kathy dijo que estaba muy, muy feliz y que había conocido a sus abuelos y a otros familiares. Le dije que la quería y que me alegraba mucho que hubiera seguido adelante y no tuviera que sufrir más. Disfrutamos mucho el uno del otro durante un buen rato, y le agradecí que estuviera ahí para mí. Mientras su imagen se desvanecía recordé que Kathy me había prometido estar conmigo cuando la necesitara.

La segunda noche, después del velatorio, me sentí entumecido al acostarme en la cama. Los pensamientos me invadieron sin parar: me preguntaba si todo lo que habíamos hecho por ella estaba bien. De nuevo, sentí su presencia y tuve una hermosa visión de Kathy con un vestido fluido aún más brillante y ligero. La luz irradiaba a su alrededor, detrás de ella y desde ella. Dijo que había conocido a más amigos y familiares y que estaba muy ocupada. Le dije que fuera a ver a San Francisco, ya que había significado mucho para ella, y aceptó. Hablamos de los niños y Kathy me aseguró que estaría cerca y que no me preocupara. Me agradeció por cuidarla y yo le agradecí por confiarme su cuidado. Luego, simplemente, me quedé dormido.

Al día siguiente enterramos a Kathy, y mi mente no podía comprender todo lo que había sucedido. Al dormirme esa noche volví a tener la maravillosa visión de Kathy. Aparecía cada vez más radiante y brillante, casi como si una luz pura se apoderara de su cuerpo. Le pregunté cómo era el cielo y me respondió: «Soy tan feliz aquí. No hay barreras entre nosotras. Podemos experimentar plenamente la bondad que llevamos dentro y la que vemos en los demás. Crecemos al llegar a conocer plenamente la bondad que hay en cada uno de nosotros. Nuestra capacidad de conocer la bondad aumenta y somos aún más libres para conocer una bondad aún mayor en quienes conocemos. ¡Estoy deseando que conozcas este amor y esta libertad!». Seguimos compartiendo nuestros pensamientos hasta que la visión se desvaneció.

La cuarta noche, al acostarme a dormir la visión regresó. Con los ojos abiertos o cerrados, seguía igual que antes solo que Kathy se veía menos y la luz era más brillante. Dijo: «Ven conmigo. Quiero enseñarte algo», y de alguna manera entré en la visión. Bajamos por un pequeño sendero hasta la base de un gran valle, con dos altas y escarpadas cordilleras a cada lado que conducían a una cima lejana del valle. “Así es la vida”, dijo. “Hay muchos caminos por el valle, y conocerás a mucha gente. Cada uno tendrá sus ideas sobre lo que está bien y lo que está mal, así que disfrútalos tal como son. Algunos llegamos al principio de la fila, otros tienen que pasar toda la vida recorriendo los caminos hacia la cima”.

Entonces, los rasgos de Kathy desaparecieron lentamente en una luz blanca y brillante al fondo del valle. Quedó totalmente envuelta en esa luz, y desapareció en luz similar en la de la cima de la montaña. No era como si Kathy me abandonara; era como si estuviera en la luz, ella era la luz, y esa luz no tenía límites. La luz irradiaba de ella hacia mí, y la experiencia de esa luz nunca se iría porque ahora es parte de mí.

No sentí ninguna pérdida cuando las visiones cesaron. Estas experiencias fueron tan vívidas, reales y tranquilizadoras que no tuve dudas ni preguntas sobre ellas. Parecían completas y enteras en sí mismas.

Rosalyn, de 39 años, es consejera en drogodependencias en Washington. El poder sanador de la oración y el perdón le fue revelado de forma dramática:

El tío Mickey vino a vivir con nosotros después del divorcio de mis padres, cuando yo tenía siete años. Era un alcohólico empedernido y mi madre intentaba ayudarlo, pero abusó sexualmente de mí durante los dos años que vivió con nosotros, y esto fue muy traumático para mí.

A los diecisiete, yo era alcohólica activa, y a los dieciocho estaba muy metido en las drogas. Bebí y me drogué durante años, y luego me recuperé.

Para mantenerme sobria tuve que repasar mi pasado y analizar a personas, lugares y cosas que me habían hecho daño. Tenía que ser lo más honrada posible sobre el efecto que esas cosas tuvieron en mi vida. También necesitaba hacer las paces con mi tío porque decidí creer que si hubiera estado sobrio no habría abusado de mí. Así que le escribí una carta al tío Mickey diciéndole lo que sentía y que no le guardaba rencor. Pero no sé si la recibió. Con los años, pedí al Señor que mi amor cubriera ese pecado de mi tío.

En la primavera de este año estaba durmiendo y me desperté. Me di la vuelta y ¡Jesús y el tío Mickey estaban junto a mi cama! Solo veía sus cabezas y hombros  y había una luz detrás de ambos. Había una presencia abrumadora de amor y también de seriedad. El Señor me hizo una pregunta que oí en mi mente. Había autoridad y poder y, a la vez, dulzura en su voz. Jesús preguntó: "¿Tienes algo en contra de este hombre?". Le dije: "No, no tengo nada en contra". Entonces Jesús se volvió, miró a mi tío y dijo: "Yo tampoco tengo nada en contra de él". Supe entonces que el tío Mickey estaba en paz y estaba con el Señor, y que era libre. Un par de días después recibí una carta de mi madre que decía que el tío Mickey había muerto.

Glen es cartero en el suroeste de Estados Unidos. Tuvo esta CDM espiritualmente transformadora con su hijo Ron, de 21 años, quien fue asesinado, y con la madre de Ron, Helen, quien había fallecido de cáncer 16 años antes.

Mi hijo, Ron, fue asesinado un lunes por la noche, pero no me enteré de su muerte hasta la mañana del martes. Al día siguiente, como era un homicidio y yo el familiar más cercano, tuve que ir a identificar su cuerpo. Eso fue, probablemente, lo más difícil que he hecho en mi vida. La imagen de él tendido en la mesa de la morgue me rondaba cada vez que pensaba en mi hijo. Venía a toda velocidad a mi mente, y eso era todo lo que podía ver: esa imagen fea y sucia de mi hijo.

El jueves me desperté sobre las 4 de la mañana, me levanté y miré el despertador. ¡De repente, Ron estaba allí, de pie, frente a mí! Era como si tuviera un foco detrás de él, pero podía verlo con claridad. Vestía una camiseta y vaqueros. ¡Parecía sólido, parecía real! Cuando me sonrió supe que gozaba de perfecta salud. Sus dientes estaban perfectamente formados y totalmente blancos. Antes de que lo mataran tenía los dientes mellados y descoloridos.

Luego me trajo a su madre, Helen. Cuando enterré su cuerpo, dieciséis años antes, también la enterré en mi mente. No creía en Dios, ni en el más allá, ni en el cielo. No creía en nada más que en esta vida.

Ron y Helen estaban tomados de la mano. Se veía perfectamente sana, con todo su cabello. Lo había perdido por la quimio y la radioterapia. Ahora se veía como la recordaba cuando nos casamos. Llevaba un vestido vaporoso y estaba muy guapa. Dije: «Helen, lo siento. Lo olvidé.». Y ella me respondió: «Lo entiendo, Glen». Comprendió que la había olvidado. Luego se fue, y pude oírme sollozar.

Ron volvió a sonreír y me di cuenta de que mi hijo estaba en el cielo, o que iba a ir al cielo. Me llené de una sensación radiante; nunca antes había sentido algo así. Sentí que iba a estallar. ¡Me sentía tan bien!

¡De repente, creí! ¡Sabía que Dios, Jesús, el Espíritu Santo, los santos y todo lo que me habían enseñado era verdad! ¡Simplemente lo supe! Entonces Ron dijo: «Sin odio, sin ira, papá», y lo repitió: «Sin odio, sin ira». Creo que intentaba decirme que no odiaba a nadie ni se enojara con nadie. Y tampoco quería que yo odiara ni estuviera enojado con nadie. Ron también dijo: «No te preocupes por mí. Estoy feliz». Eso me hizo sentir bien, y le pregunté si estaría allí para recibirme cuando muera. Me dijo: «Oye, papá, solo soy un novato aquí. ¡No lo sé!».

Entonces mi actual esposa, Linda, que dormía a mi lado, se despertó y me tocó el brazo. Eso puso fin a mi experiencia con Ron. Aunque ya no podía ver ni comunicarme con mi hijo, me sentía eufórico, en paz.

Más o menos un mes después , pensé: "¿Y si fue el diablo quien hizo todo esto?". Entonces me di una bofetada en la cara y me dije: "Oye, estúpido, ¿por qué el diablo haría algo así para alejarte de él?". Satanás me tuvo en sus garras durante unos cuarenta años. Ahora sé que Dios es mucho más fuerte que el diablo.

Tras el asesinato de Ron iba a eliminar al hombre que lo mató. Iba a asegurarme de terminar con su vida. Ahora ya no siento eso. Lo siento por él porque tiene que vivir cada minuto con el hecho de que asesinó a mi hijo.

¡No puedes creer lo feliz que estoy de que mi hijo esté en el cielo con su madre! Esta experiencia me cambió la vida. Me abrió los ojos. Me hizo saber que hay un Dios y que hay un cielo, y que Él nos creó a todos. 

CAPÍTULO 23. El amor es para siempre: Reflexiones sobre las CDM.

La muerte no es más que una transición de esta vida a otra donde ya no hay dolor ni angustia. Toda la amargura y los desacuerdos desaparecerán, y lo único que perdura para siempre es el amor. —Elisabeth Kübler-Ross.

Hay dos aspectos importantes de nuestro duelo cuando fallece un ser querido. Uno es nuestra preocupación por la continuidad de la existencia y el bienestar de nuestro familiar o amigo fallecido. El otro es nuestra sensación personal de pérdida y el tremendo dolor emocional que sentimos por la ausencia de un ser querido en nuestra vida diaria.

Quienes están de duelo suelen hacerse muchas preguntas sobre su ser querido fallecido, como: "¿Existe realmente una vida después de la muerte? ¿Sigue existiendo? ¿Está bien? ¿Es feliz? ¿Todavía me ama y sabe que la extraño? ¿Lo volveré a ver?".

Los relatos de primera mano de este libro ofrecen respuestas a todas estas preguntas. Una y otra vez, las CDM confirman que hay vida después de la muerte y que nuestros seres queridos fallecidos siguen existiendo. Quienes están en el reino celestial están sanados, completos y felices en su nueva vida. Desde entonces, continúan amándonos y se preocupan genuinamente por nuestro bienestar, mientras nos cuidan con compasión y comprensión. Y podemos confiar en que nuestra separación es solo temporal, sabiendo que eventualmente nos reuniremos con ellos cuando hagamos nuestra propia transición.

Pero quizás te hayas estado preguntando “¿Qué pasa con todas aquellas personas que nunca han tenido una experiencia de CDM con un fallecido?¿Un ser querido? Esta pregunta se planteó con frecuencia en nuestros talleres para padres en duelo. Por ejemplo, una madre en duelo preguntaba con una mirada suplicante: "¿Por qué no he tenido noticias de mi hijo?". Un padre en duelo nos suplicaba con voz angustiada: "¿Por qué nuestra hija no me ha contactado?". Viudas, viudos e hijos en duelo expresaron preocupaciones similares.

¿Implica esto que un hijo, cónyuge, padre o madre fallecido no se preocupa lo suficiente por el dolor y el sufrimiento de su familia como para establecer contacto después de la muerte? ¿Son estas personas en duelo, de alguna manera, menos merecedoras de tener CDM que otras que sí los tienen? ¿Han sido abandonadas cuando más necesitan consuelo y seguridad?

Algunos adultos parecen ser más abiertos y receptivos a tener experiencias de CDM. Quizás tuvieron una de niños y sus padres creyeron su relato, o tal vez estos eventos fueron relatados con libertad y discutidos abiertamente en familia a medida que crecían. En cualquier caso, sus intuiciones fueron reconocidas, validadas y reforzadas, en lugar de ser descartadas. Presumiblemente, estas personas tendrían más probabilidades de tener experiencias espirituales similares a lo largo de su vida, y de hecho, las tienen con frecuencia.

Durante nuestra investigación, observamos que el duelo prolongado y profundo, así como las emociones intensas como la amargura, la ira y el miedo, a menudo parecen impedir que las personas experimenten CDM. Sin embargo, esto no siempre es así, como demuestran algunos relatos de este libro. Tampoco es necesario creer que la comunicación después de la muerte sea posible, ya que muchos escépticos han reportado haberla experimentado. Por lo tanto, ¿por qué no casi todas las personas experimentan CDM?

Entendemos que sus seres queridos fallecidos intentarán comunicarse con usted repetidamente durante meses o incluso años después de su muerte. Es como si llamaran a su puerta o timbre, pero si no escucha sus señales, no podrá responder ni permitirles entrar en su vida. Tarde o temprano, probablemente seguirán adelante y esperarán reunirse con usted cuando haga su transición hacia la luz.

¿Hay algo que pueda hacer ahora para aumentar la probabilidad?¿De tener una experiencia de CDM? De hecho, ya has dado el primer paso al leer este libro y descubrir que millones de personas han reportado haber sido contactadas por un ser querido fallecido. Si has llegado a la conclusión de que sus experiencias son genuinas y que las CDM son una parte natural y normal de la vida, entonces has abierto tu corazón y tu mente a la posibilidad de que tú también puedas tener uno en el futuro.

La manera más rápida y sencilla de tener una experiencia de comunicación después de la muerte parece ser pedir o rezar por una señal de que tu ser querido fallecido aún existe. Se abordaron ejemplos de esto en el capítulo sobre CDM simbólicos, Mariposas y Arcoíris . Si pides una señal, es importante ser observador y paciente, ya que puede tardar un tiempo en recibirla. Aunque algunas señales de CDM son obvias y se comprenden fácilmente, otras son más sutiles. Sobre todo, aprende a confiar en tu intuición, pues solo tú puedes identificar tu señal y encontrarle un significado personal.

Otro método es pedirle o rezar para que su ser querido fallecido se comunique con usted mientras duerme, ya que es entonces cuando se siente más relajado, abierto y receptivo a una visita. Puede visualizar su rostro mientras le envía pensamientos cariñosos antes de dormirse. Pero no se desanime si esta técnica no funciona de inmediato. Si es necesario, repítala con una expectativa positiva durante semanas o meses.

La medida más efectiva que puedes tomar es aprender a meditar. Puedes comprar libros y audiolibros sencillos y fáciles de usar sobre meditación en tu librería local. Para obtener resultados más rápidos, puedes asistir a un curso corto y económico de meditación impartido por un profesor competente en tu zona. Asegúrate de pedir referencias, como lo harías con un médico, un abogado o cualquier otro profesional.

La meditación ofrece muchos beneficios para la salud. Si estás de duelo, te permitirá dormir mejor, mejorar tu apetito y reducir parte de tu depresión y dolor emocional. Además, suavizará la ira, el resentimiento, la desesperación u otros sentimientos fuertes que puedas tener. También te ayudará a aliviar...tu proceso de curación, especialmente si meditas una o dos veces al día durante unos veinte minutos.

Meditar a diario es una forma amorosa de cuidarte. A medida que te sientas más cómodo con estos ejercicios de relajación profunda, tu enfoque se desplazará gradualmente del mundo exterior, material, a la dimensión espiritual. Tanto si estás de duelo como si no, irás abriendo y desarrollando gradualmente tu intuición. Es probable que este proceso aumente tu capacidad para experimentar la CDM, tanto despierto como dormido, y posiblemente, con el tiempo, la experimentes mientras te encuentras en este tranquilo estado de relajación. Dado que las CDM no se pueden forzar ni provocar, simplemente se trata de permitir que ocurran entrenándote para ser más sensible e intuitivo. Para quienes tienen una fe religiosa firme, la oración profunda y la contemplación ofrecen oportunidades similares de crecimiento espiritual.

Si siente la presencia de un ser querido fallecido mientras está despierto, considere la posibilidad de que intente comunicarse con usted verbalmente. Simplemente siéntese, cierre los ojos, relaje el cuerpo, respire lenta y profundamente varias veces, pida que le transmitan un mensaje telepático y abra su mente para recibirlo. Recuerde que es posible mantener una conversación bidireccional completa de esta manera.

Esta misma técnica de comunicación puede utilizarse durante cualquier otro tipo de experiencia de CDM despierto, desde una CDM auditiva hasta una simbólica. Pero asegúrese de aplicar el sentido común si recibe información u orientación que le resulte incómoda. El hecho de que alguien haya fallecido no significa que se haya convertido en un ser plenamente iluminado y omnisciente.

A través de la meditación, muchas personas aprenden, generalmente por primera vez, que tienen una identidad o existencia independiente de su cuerpo físico. Durante meditaciones cada vez más profundas, a menudo descubren que son más que su cuerpo, más que sus sentimientos o emociones, y más que sus pensamientos. Gradualmente, se dan cuenta de que son un ser espiritual eterno o una consciencia, alguien que es mucho más que su anterior y limitado concepto de sí mismo como humano mortal. Este nuevo...La conciencia proporciona una mayor sensación de paz interior y alegría, lo que típicamente transforma su vida de una de privación y competencia a una de cooperación y abundancia.

A lo largo de la historia, hombres, mujeres y niños se han preguntado: "¿Quién soy? ¿Por qué estoy aquí? ¿Y adónde voy?". Innumerables religiones y filosofías, tanto antiguas como modernas, han buscado respuestas a estas profundas preguntas.

La mayoría de las religiones han enseñado que una parte vaga e indefinida de nosotros, generalmente llamada "espíritu" o "alma", abandona nuestro cuerpo al morir y continúa existiendo en otro reino del ser. Nuestra investigación sobre el CDM y la de otros fenómenos similares proporcionan prueba de que cada persona es un ser espiritual que viste o habita temporalmente un cuerpo físico. Cada uno de nosotros es un espíritu o un alma que ocupa un cuerpo mientras está aquí en la tierra para funcionar dentro de esta dimensión de la realidad. Lo que llamamos "muerte" es simplemente el acto de abandonar nuestro cuerpo terrenal para siempre. Esta percepción afirma: "No soy un cuerpo con alma. Soy un alma con cuerpo". Por lo tanto, las personas no mueren; solo mueren los cuerpos físicos.

Podríamos considerar nuestro cuerpo como nuestro "traje terrenal". Sin él, no podríamos sostener este libro, contestar el teléfono ni interactuar con el mundo físico de ninguna manera. Atravesaríamos paredes y cualquier otro objeto sólido y probablemente nadie nos vería ni nos oiría. En resumen, estaríamos en la misma situación que un ser querido fallecido, completo en todos los sentidos, pero que simplemente ya no tiene cuerpo físico.

Nuestro traje terrestre es tan necesario para la vida en este planeta como lo es un traje espacial para los astronautas mientras realizan tareas fuera de sus naves espaciales en las alturas. Desafortunadamente, muchas personas, tras haber usado su traje terrestre durante toda su vida, creen: «Soy mi cuerpo. Sin él, ya no existiría».

Un cuerpo físico también puede compararse con un automóvil, ya que ambos son "vehículos" que usamos para viajar por la vida. Algunos son defectuosos cuando son nuevos y se descomponen rápidamente, mientras que otros reciben un cuidado deficiente por parte de sus dueños y se deterioran rápidamente o se destruyen en un accidente. Sin embargo, la mayoría de los vehículos solo requieren mantenimiento regular y reparaciones menores. Naturalmente,Todos los coches y cuerpos físicos se desgastan con el tiempo y hay que desecharlos. Pero cuando esto ocurre, no tenemos por qué percibir que el conductor de un coche o el portador de un cuerpo también dejan de existir.

La mayoría de nosotros, aunque ya creamos en la realidad de la vida después de la muerte, seguimos expresándonos como si no la creyéramos. Por ejemplo, solemos decir cosas como: «Enterraron a nuestro hijo la semana pasada» o «Incineraron a mi abuela hace tres días». Otros pueden decir: «Mi padre murió de una enfermedad cardíaca» o «Cuando muera, quiero que me entierren con mi marido».

Pero si realmente aceptamos que todos somos seres espirituales eternos, tales pensamientos y lenguaje sobre la muerte niegan por completo el hecho de que solo nuestros cuerpos físicos mueren y solo nuestros cuerpos son enterrados o incinerados. Como dijo Elisabeth Kübler-Ross: «La muerte es como quitarse un pesado abrigo de invierno en primavera, cuando ya no lo necesitamos... Nuestro cuerpo físico es solo la cáscara que encierra nuestro ser inmortal». Por lo tanto, debemos diferenciar entre el ser espiritual, que es eterno, y su cuerpo, que ha muerto.

Nuestra elección de palabras es muy importante porque el lenguaje refuerza cómo pensamos y sentimos sobre un tema. Podríamos afirmar nuestra fe en la vida después de la muerte y ser mejor comprendidos por los demás si estuviéramos dispuestos a expresarnos de forma coherente con nuestras creencias. Por ejemplo, podríamos decir: "El cuerpo de nuestro hijo fue enterrado la semana pasada" o "El cuerpo de mi abuela fue incinerado hace tres días". Y "El cuerpo de mi padre murió de una enfermedad cardíaca" o "Después de mi transición, quiero que mi cuerpo sea enterrado junto al de mi esposo".

Usar expresiones nuevas como estas puede resultar incómodo al principio, pero reflejará con mayor precisión nuestra creencia en el más allá. Estas frases también resultarían mucho menos confusas para los niños pequeños que escucharles decir "Mamá está en el cielo", mientras los adultos a su alrededor lloran y se comportan como si la hubieran enterrado para siempre.

Los velatorios, los funerales y los servicios funerarios y conmemorativos son rituales apropiados para conmemorar la vida de nuestros seres queridos fallecidos. Estos eventos brindan la oportunidad de honrar sus logros y compartir nuestros recuerdos especiales.Son el lugar y el momento perfectos para celebrar con alegría su transición mientras se encaminan hacia la luz en su viaje a casa.

Basándonos en nuestra investigación del CDM y en muchas otras fuentes, es razonable concluir que cada uno de nosotros está inscrito en una enorme universidad que podríamos llamar "la escuela de la vida". Lo sepamos o no, cada uno de nosotros es a la vez estudiante y maestro. Las clases aquí son excepcionalmente diversas, pero el currículo espiritual, que es básicamente el mismo para todos, está diseñado para enseñarnos a amar a todos incondicionalmente, incluyéndonos a nosotros mismos. Cuando alcanzamos un grado suficiente de conciencia espiritual, automáticamente empezamos a sentir un impulso interior para servir a los demás. Las seductoras metas materialistas de riqueza, poder, fama y estatus son gradualmente reemplazadas por los valores espirituales del amor, la compasión, el perdón, la tolerancia, la aceptación, la generosidad y la paz.

Quizás hayas notado que muchas personas espirituales optan por dedicarse a las profesiones de ayuda, aunque otras pueden expresar su espiritualidad en ocupaciones más convencionales. Por ejemplo, muchas personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte se desempeñan como cuidadores profesionales o voluntarios que trabajan con enfermos terminales y personas en duelo. Sin embargo, su forma de servicio es secundaria a su deseo de ayudar a otros a superar el miedo a la muerte y a disfrutar más plenamente de la vida. Claramente, lo importante no es el tipo de trabajo que elegimos, sino nuestra actitud y sentimientos de amarnos y servirnos mutuamente.

Quienes han tenido experiencias cercanas a la muerte también enfatizan la importancia de la búsqueda y aplicación del conocimiento, especialmente el autoconocimiento y la sabiduría. Intuitivamente, desean aprender más sobre el significado espiritual de la vida y las leyes naturales que la rigen. Algunas personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte (EAD) o experiencias cercanas a la muerte (ECM) desarrollan interés en una religión específica, mientras que otras optan por estudiar metafísica.

El denominador común de todos los buscadores espirituales es que cada vez se dan más cuenta de que las metas materialistas y las adicciones de su cultura son como el agua salada. Cuanto más beben, más sedientos están, porque más nunca es suficiente.El conocido lema "Quien muere con más juguetes, gana" se ve finalmente como una promesa vacía, un camino que solo conduce al empobrecimiento espiritual. En cambio, abrazan conscientemente los ideales de un camino espiritual y beben su agua pura y fresca, que revitaliza su cuerpo, mente y espíritu y, en última instancia, los conduce a la paz interior.

Si la vida en la Tierra es realmente una vasta escuela, diseñada para enseñarnos los valores espirituales del amor incondicional y el servicio, entonces ¿qué es la muerte? ¿Por qué algunos niños mueren tan jóvenes, mientras que otros llegan a la edad adulta y viven muchos años? Podría ser que algunas almas solo necesiten unos pocos créditos académicos para completar su educación o servir como maestros para otros, mientras que la mayoría debe asistir a muchos cursos y aprender muchas lecciones. Independientemente del tiempo que alguien haya vivido en la Tierra, la muerte podría percibirse como una "graduación" de la vida física y, por lo tanto, una ocasión de celebración y alegría en lugar de un momento de tristeza. El siguiente relato de CDM sugiere que esto podría ser cierto.

Ruthanne, una educadora de salud jubilada de Maryland, tuvo esta experiencia con su tío:

Antes de morir, mi tío Frederick estuvo postrado en cama por enfisema. Era mi último pariente mayor vivo, y éramos muy unidos.

Un día, él y yo hablábamos de su muerte inminente, y le dije: "¿Por qué no te dejas ir? Tu esposa, Adelaide, te estará esperando". Me preguntó: "¿De verdad? ¿Lo crees?". Le dije: "Sí. La muerte es como graduarse en la escuela de la vida".

Después de su muerte, fui a su funeral. Estaba sentado en el tercer banco con mis primos. Durante el servicio, me giré para ver cómo traían el ataúd desde la parte trasera de la iglesia.

A unos tres metros por encima de su ataúd, vi al tío Frederick. ¡Llevaba una toga de graduación negra con birrete! Estaba alegre y feliz, ¡eufórico! Era íntegro y sólido, con una luz interior radiante.

Se quitó la gorra y la agitó, diciendo: “Eres¡Cierto! ¡Tienes razón! ¡Es justo como dijiste! ¡El tío Frederick irradiaba alegría! Estaba dando saltos, algo que habría hecho de joven. Luego dijo: "¿Sabías que todos pueden volver a ver su propio funeral? ¡Estoy aquí para decirte que es verdad!"

La tía Adelaide estaba justo al lado del tío Frederick, y toda la familia estaba detrás de ellos. Vi a todas esas personas que reconocí: mis padres, mis abuelos y otros familiares de ambos lados de la familia. Estaban en plena forma, pero sobre todo solo vi sus caras. Era como una foto de grupo.

Me tapé la cara con las manos porque empecé a reír y llorar de alegría. Pero todos los demás pensaron que estaba triste y sollozando. Mis primos decían: «Ay, Ruthanne, está bien, está bien». Quería decirles: «¡Ustedes no saben lo bien que está!». Pero pensé que nadie allí lo entendería.

Qué reconfortante sería si todas las personas, en todas partes, tuvieran los ojos y oídos espirituales abiertos y pudieran ver y oír a sus familiares y amigos fallecidos dar la bienvenida a otro familiar que acaba de hacer su transición. ¡Qué diferente sería su perspectiva sobre la vida en la tierra, su propósito de estar aquí y la naturaleza de la muerte si percibieran estos asuntos desde una perspectiva espiritual!

El relato de Ruthanne y otros en nuestros archivos indican que nuestros seres queridos fallecidos podrían optar por asistir a su propio funeral. Algunos podrían tener curiosidad por ver quién asiste, por saber qué sienten los dolientes y por escuchar lo que se dice de ellos. Por supuesto, esta ocasión también podría brindarles la oportunidad de consolar a quienes están de duelo, asegurándoles a todos que siguen existiendo.

Imaginen su felicidad y plenitud si todas las personas con las que intentaron contactar en su funeral fueran abiertas y receptivas al concepto de la comunicación después de la muerte. ¿Cómo se sentirían si sus seres queridos pudieran verlos, escucharlos y recibir su...?¿Mensajes de consuelo y esperanza? Podrían convencer a todos de que estaban totalmente sanados, completos y felices, y de que habían entrado en un hermoso mundo nuevo, un paraíso lleno de amor y alegría. Los dolientes aprenderían que la muerte es solo una separación temporal y que se reunirían en el futuro. Al igual que en el caso de Ruthanne, sus lágrimas de dolor se convertirían en sonrisas, pues recibirían la confirmación personal de que, en efecto, existe una vida gloriosa después de la muerte que nos espera a todos.

Algunas personas que han tenido una experiencia cercana a la muerte prolongada o han explorado el más allá durante varios viajes extracorpóreos informan que este se compone de un número ilimitado de gradaciones o niveles sutiles. Estos aparentemente se extienden desde los reinos celestiales más elevados y brillantes, llenos de amor y luz, pasando por un rango medio de niveles más grises y oscuros, hasta los mundos más bajos, prácticamente carentes de luz, amor y calidez emocional.

Estos reinos pueden considerarse niveles de conciencia o de amor. Es decir, el paisaje externo se corresponde con la conciencia espiritual o capacidad de amar de sus habitantes. Quienes aman verdaderamente a Dios y buscan servir al prójimo viven en los niveles superiores y brillantes, llenos de una belleza indescriptible, mientras que quienes son muy egoístas y egocéntricos se han condenado, al menos temporalmente, a las regiones inferiores y más oscuras.

Esta es una descripción de un modelo vertical del más allá espiritual, pero si lo prefieres, también existe uno horizontal. Imagina que el cielo está en el centro, rodeado por una serie casi infinita de círculos concéntricos. A medida que te alejas, la luz y el amor disminuyen hasta que solo queda oscuridad exterior.

Algunas personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte relatan haber tenido una "revisión de vida" en presencia de un Ser de Luz compasivo y sin prejuicios. Afirman que toda su vida se repitió en una vista panorámica, hasta el más mínimo detalle, y que tuvieron que revivir todas sus acciones, pensamientos y sentimientos. Durante este evento, se dieron cuenta de que sus logros materiales en la tierra eran muy poco comparados con...cómo habían tratado a los demás, porque el amor y la bondad eran los verdaderos criterios para medir el éxito o el fracaso general de su vida.

También se les mostró que las veces que habían contactado a la gente con genuina preocupación y compasión eran los momentos especiales que habían "hecho cantar a los ángeles". Por el contrario, si habían sido crueles y habían dañado a otros, intencional o involuntariamente, tenían que sufrir las consecuencias de todo el sufrimiento que habían causado. Esta conciencia les reveló dramáticamente que todos estamos interconectados e ilustró cómo la negatividad crea un efecto dominó, que a su vez causa más dolor a los demás.

Parece probable que cada uno de nosotros, con la posible excepción de los niños pequeños, haga una revisión de vida al entrar en la luz. Evaluaremos o juzgaremos por nosotros mismos hasta qué punto fuimos amorosos, crueles o incluso crueles con los demás. Parece que nuestros propios pensamientos, sentimientos y acciones determinarán el nivel de existencia que habitaremos inicialmente. Es decir, no seremos recompensados ni castigados después de nuestra transición. En cambio, finalmente iremos al lugar que nos hemos ganado legítimamente, según la cantidad de amor, compasión y bondad que hayamos demostrado durante nuestra vida en la tierra.

Dado que todos tenemos libre albedrío, podemos optar por permanecer "dormidos" espiritualmente y ser víctimas que culpan a todos y a todo por nuestras circunstancias. O podemos "despertar" y vivir nuestra vida de acuerdo con los principios espirituales. Si hemos aprendido poco o nada en la tierra, no podemos esperar que nuestra vida en la dimensión espiritual sea muy diferente.

¿Cómo es el cielo? Según algunos relatos de ECM, CDM extracorpóreos y otras fuentes, no hay palabras suficientes para describir la belleza, la alegría, el amor, la armonía, la luz y la intensa sensación de vitalidad de los reinos celestiales. Las comunidades incluyen magníficas ciudades y hermosos paisajes. Las flores, plantas y árboles tienen colores y una vitalidad que superan cualquier otro existente en la Tierra. Se encuentran aguas cristalinas y refrescantes.Por todas partes, el canto de los pájaros, la música exultante y las mariposas llenan el aire. Incluso nuestras mascotas fallecidas, a quienes hemos amado en la tierra, nos estarán esperando.

Aunque los recién llegados pueden descansar cuanto deseen tras su transición, el cielo rebosa de actividad con propósito. Hay majestuosos edificios de gran gracia arquitectónica. Hay escuelas de aprendizaje, bibliotecas, centros de sanación, centros espirituales de todo tipo y mucho más. Los habitantes valoran enormemente el conocimiento y se les anima a estudiar las materias que elijan. Estas abarcan prácticamente todos los temas, pero, según se dice, las favoritas son las artes, la música, la naturaleza, las ciencias, la medicina y todo tipo de estudios espirituales, que a su vez intentan transmitir como inspiración a quienes aún viven en la tierra.

A medida que las almas evolucionan espiritualmente, aspiran a alcanzar niveles de consciencia cada vez más elevados. Allí, al igual que aquí, el crecimiento espiritual se alcanza con mayor rapidez sirviendo a los demás. Los residentes, con la guía experta de maestros altamente evolucionados, eligen su propia forma de servicio y reciben una formación exhaustiva. Muchos eligen con compasión ayudar a las almas que habitan en los reinos inferiores, incluyendo a las que viven en las regiones más oscuras y profundas.

Nadie, independientemente de la crueldad o los crímenes maliciosos que haya cometido en la tierra, es jamás olvidado ni abandonado. Cuando alguien siente un profundo remordimiento por haber dañado a otros y demuestra incluso un atisbo de consciencia espiritual, recibe asistencia y aliento inmediatos para ayudar a esa alma a avanzar y comenzar el arduo ascenso a las esferas superiores de la vida después de la muerte. Sin embargo, esa persona debe estar dispuesta a aceptar la plena responsabilidad personal por todo el daño, el dolor y el sufrimiento que ha causado a otros, lo cual, al parecer, es un proceso extremadamente doloroso emocional, mental y espiritualmente.

A lo largo de este libro, hemos usado intencionalmente la palabra “difunto”, que implica “apartado de la vida física”, en lugar de la palabra “muerto”, que indica finalidad y el fin de la vida.Existencia. Si las comunicaciones después de la muerte son contactos auténticos de familiares y amigos fallecidos, entonces, sin duda, nuestros seres queridos siguen muy vivos. Es más, sus mensajes nos aseguran una y otra vez que la vida es continua. Desde esta perspectiva, ¡podemos decir que todos vivimos en la eternidad ahora!

La vida física siempre tiene un propósito y un significado. Está destinada a ser una experiencia de aprendizaje espiritual, una oportunidad de cambio, crecimiento personal y transformación para cada uno de nosotros. Pero nadie puede presumir de saber cuáles podrían ser las lecciones de otra persona ni cuán exitosamente esta pueda estar completando su camino espiritual individual. La muerte es simplemente la etapa final de la vida física, cuando hemos completado nuestra escuela terrenal, nos hemos desprendido de nuestro cuerpo y nos hemos graduado. La seguridad de una vida después de la muerte que brindan las experiencias de vida con el cuerpo, las experiencias cercanas a la muerte y las experiencias fuera del cuerpo puede inspirarnos a superar nuestro miedo a la muerte para que seamos libres de abrazar la vida con espontaneidad y alegría.

Al leer este libro, sin duda habrá notado que las experiencias de comunicación después de la muerte ofrecen mucho más que consuelo para los dolientes y prueba de la vida después de la muerte. También contienen muchas enseñanzas sobre cómo vivir la vida de una manera más satisfactoria y plena. Esto se debe a que su mensaje esencial se centra en la importancia del amor, especialmente el amor espiritual. Esto se resumió a la perfección en una conversación de comunicación después de la muerte que una mujer canadiense tuvo con su padre fallecido, quien había sido un hombre muy exitoso, rico y poderoso antes de morir de cáncer a los 49 años. Él le dijo claramente: «No es lo que tienes, sino lo que haces con tu vida. Lo único que importa es el amor».

En nuestra compleja sociedad moderna, puede parecer muy difícil amar a todos incondicionalmente. Pero sin duda podemos practicar la amabilidad y la dulzura entre nosotros. Expresar bondad amorosa y perdón a todos con quienes nos encontramos sin duda enriquecerá nuestra vida y contribuirá a que el mundo sea un lugar más pacífico.

La creencia generalizada en la realidad de las CDM tiene el potencial deCambiar el mundo. ¿Qué pasaría si todos supiéramos que somos seres espirituales eternos que solo usamos un cuerpo físico temporalmente mientras asistimos a una escuela para nuestra iluminación espiritual? ¿Cómo podría esta percepción, si se reconociera universalmente, afectar la forma en que nos consideramos a nosotros mismos, a los demás y a la vida en general? Esta conciencia global podría mejorar nuestra comprensión y aceptación mutua, sabiendo que todos somos participantes iguales en el mismo viaje espiritual sagrado. Sin duda, entonces trataríamos a todos y al planeta Tierra con mucho mayor respeto y reverencia.

El capítulo 1 contiene una experiencia de CDM que Maggie tuvo con su hija de 15 años, Joy. Resulta apropiado que el último relato de este libro sea del padre de Joy, Lee, ingeniero en Illinois:

Había pasado más de un año y todavía estaba lidiando con la muerte de mi hija. Había tocado fondo. Así que, poco después de Navidad, le pedí a Maggie que empezara a orar conmigo para que recibiera una señal de que Joy aún existía.

El día de San Valentín, decidimos pasar por la casa parroquial para la fiesta de despedida del sacerdote, el padre Pat, quien se marchaba. Había encontrado todas las fotografías tomadas durante su mandato y las había colocado sobre una mesa.

Estaba mirando las fotos y, casualmente, encontré una pequeña foto a color de 7,5 x 13 cm que era realmente artística. Era una doble exposición que, según supe después, había sido realizada por un fotógrafo profesional.

El efecto de doble exposición mostraba una imagen tomada desde la parte trasera de la iglesia, con la congregación de pie, mirando hacia el altar. Completamente superpuesta a esta imagen, se veía otra imagen de una gran estatua de Cristo, mirando hacia la parte trasera de la iglesia, con los brazos abiertos y las palmas hacia adelante. Parecía bendecir a toda la congregación.

Una niñita rubia estaba ligeramente de lado y parecía estar en la palma de la mano derecha de Cristo, mirándolo a la cara. De repente, ¡me di cuenta de que era mi hija, Joy!

Al principio no lo podía creer y se me puso la piel de gallina. Le pregunté al padre Pat si podíamos tener esta foto, y me dijo: «Claro que sí».

¡Esta fue mi señal! Este fue el impulso que necesitaba para creer que existe un Dios amoroso. Hizo que mi fe volviera de cero a ser más fuerte que nunca.

Maggie y Lee nos enviaron una copia de 20 x 25 cm de esta fotografía, que nos ha inspirado constantemente. Gracias, Joy, Maggie y Lee. Y gracias, Elisabeth Kübler-Ross, por el cariño con el que han enriquecido la vida de tantos de nosotros.

Durante los siete años que llevamos a cabo nuestra investigación y escribimos este libro, nos convencimos de que el amor espiritual trasciende todas las barreras del tiempo y el espacio, incluida la muerte. Creemos que las experiencias de comunicación después de la muerte demuestran de forma concluyente que estos lazos de amor nunca se rompen, porque la vida y el amor son eternos.

 

EPÍLOGO. Alegría: una promesa

 Cuando la tierra reclame tus miembros, entonces podrás bailar de verdad. —Kahlil Gibran.

Si has leído este libro con tu corazón y tu mente, reconoces la verdad de la vasta realidad espiritual que existe más allá de este mundo físico. Los relatos te resultarán familiares, como si ya los conocieras. Son una ventana a una dimensión maravillosa e ilimitada que es tu hogar eterno. Desde allí viajaste a la escuela de la vida en la tierra, y a ella regresarás tras completar tus lecciones.

Cuando tus ojos y oídos espirituales estén abiertos, podrás contemplar la belleza infinita que te espera y escuchar la música celestial que nutre tu alma. Estos momentos trascendentales de gracia te recordarán tu identidad, en caso de que la olvides y te ciegue el glamour y te ensordezca el estruendo del mundo material.

No hay muerte para el ser espiritual que realmente eres, solo un cambio, una transformación, al liberar tu cuerpo físico. Como una mariposa inmortal que emerge de su capullo, serás libre para remontarte tan alto como tus alas, tu consciencia, te permitan. Al regresar a casa, celebrarás el reencuentro con tus seres queridos que te precedieron y conocerás el significado de la alegría.

 

El mayor poder en el universo es el amor .

Ahora es tu turno ¡queremos saber de ti!

Este es el primero de una serie de libros que planeamos escribir sobre las comunicaciones después de la muerte. Si has tenido una CDM y deseas compartirla, envíanos tu relato por correo. Tu experiencia con la CDM será útil para muchas otras personas.

Escriba su(s) experiencia(s) detalladamente en inglés e incluya su nombre, dirección y número de teléfono fijo. Indique también el mejor horario para que le llamemos. Seleccionaremos las cuentas de CDM que consideremos más adecuadas para nuestros libros. Si elegimos la suya, le entrevistaremos por teléfono si reside en Estados Unidos o Canadá.

Queremos recibir más CDM como – o diferentes – a los de este libro, especialmente los tipos de cuentas que se describen a continuación:

• Niños menores de 18 años que hayan tenido una CDM

• Adultos que tuvieron una CDM cuando tenían menos de 18 años

• Relatos de CDM que ocurrieron durante la oración o la meditación.

• CDM que incluyen a Jesús, María, ángeles y otros seres espirituales.

• Relatos del clero: ministros, rabinos, sacerdotes, monjas, etc.

• Relatos de CDM de personas criadas en otras culturas o que practican tradiciones espirituales y creencias religiosas diferentes.

• CDM que tuvieron lugar durante una guerra, particularmente en una zona de combate

• Relatos de CDM que incluyen sanación física y/o espiritual.

• CDM que ocurrieron durante la transición de un ser querido o paciente: como ver familiares o amigos fallecidos, figuras espirituales o luces de colores que vinieron a dar la bienvenida y ayudar al que estaba muriendo; sentir o ver el alma de la persona dejando su cuerpo; escoltar al que ha muerto hacia la luz; etc.

 El anonimato de todos estará protegido en todo momento.

Judy y Bill Guggenheim, Apartado Postal 916070  , Longwood, Florida 32791, EE. UU.

 

Recursos.

Quienes hemos superado nuestro duelo y hemos descubierto que hay un futuro, somos quienes debemos encontrar a otros en el valle de la oscuridad y llevarlos a la luz.

 

Expresiones de gratitud

¡Hola desde el Cielo! es el resultado del amor, el compromiso y el apoyo de miles de personas. El éxito de nuestra investigación y la existencia de este libro se deben a su dedicación al Proyecto CDM.

El mayor mérito corresponde a los 2.000 hombres, mujeres y niños que compartieron con nosotros sus experiencias íntimas, y a menudo sagradas. Su valentía, su confianza y su convicción en la importancia de la comunicación después de la muerte iluminan las páginas de este libro.

Estamos profundamente agradecidos al reverendo Simon Stephens, a Iris y Joe Lawley, a Paula y Arnold Shamres, a Therese Goodrich, a Diana Cunningham y a cientos de miembros estadounidenses y canadienses de The Compassionate Friends por todo lo que nos enseñaron sobre el amor incondicional y su poder para sanar a las familias en duelo.

También agradecemos a las muchas personas y organizaciones que nos alentaron durante nuestros siete años de investigación y escritura, incluidos Molly Folken, Dick Gilbert, Sally Kopke, Jim Monahan, Kathleen Moore, Shirley Scott, Darcie Sims, Edie Stark y Ben Wolfe, Association for Death Education and Counseling; Henry Reed, Douglas Richards y Mark Thurston, ARE; Andrea Gambill, Bereavement ; Rosalind McKnight, Creative Living Institute; Phyllis Atwater, Nancy Evans Bush, Maggie Callanan, Valerie y Marty Chandler, Diane Corcoran, Mally Cox-Chapman, Ned Dougherty, Elane Durham, Arvin Gibson, Bruce Greyson, Bruce Horacek, Bonnie Lindstrom, Raymond Moody, Melvin Morse, Peggy Adams Raso, Leon Rhodes, Ken Ring, Kimberly Clark Sharp, Jayne Smith y Harold Widdison, IANDS; Shirley Enebrad, KOMO-TV; Sheryle Baker, The Life Center; Anne y Herb Puryear, The Logos Center; Janet Dunnican y Janice Lord, Madres contra la Conducción en Estado de Ebriedad; Organización Nacional de Hospicio; Charlotte y Bob Hullinger y Nancy Ruhe, Padres de Niños Asesinados; Bill Roll, PSI; Linda y Al Vigil, Sharing and Healing; Beverly Ford, Spiral Circle Bookstore; Elizabeth y Paul Fenske y Ken Hurst, SFFI; y Anne Studner, Servicio para Personas Viudas, un programa de la Asociación Estadounidense de Personas Jubiladas.

Nuestro más sincero agradecimiento a los periodistas que escribieron artículos sobre nuestra investigación para sus periódicos: Elaine Jarvik, Deseret News ; Elizabeth Rhodes, The Seattle Times ; y Harry Wessel, The Orlando Sentinel . Y a las decenas de personas que compartieron este trabajo con sus familiares, amigos y grupos de apoyo, ya que fueron nuestra mejor fuente de entrevistas adicionales.

Extendemos nuestra gratitud a nuestras entrevistadoras: Donna Bishop, Roberta Carson, Gean Peterson, Diane Silkey y Christina Strickland; y a nuestra primera transcriptora, Connie Johnson. También a nuestra ángel especial, Carole Newman, por su dedicación como entrevistadora, transcriptora, editora y colaboradora incansable del Proyecto CDM. Y a nuestro hijo, Will, por su experta asistencia informática.

Agradecemos sinceramente a los primeros lectores de nuestro manuscrito por sus valiosas ideas: John Audette, Kathy y Jap Becker, Kay y Dick Boza, Kay y Virgil Bryant, Jerry Calder, Debra Davis, David Engle, Paul Fransella, Renate y Jerry Glenn, Lily Kang, Sharon y Gary Kramer, Torie Lane, Wayne Loder, Ralph Losey, Pat Maddox, Mineda McCleave, Kathleen Moore, Robin Moore, Brian Perks, Tom Saunders, Shirley Scott, Michael Smith, Steve Spector y Merton Stromen. También agradecemos todas las mejoras realizadas por nuestros excelentes editores, Donna French y Donald Pharr.

Toni Burbank e Irwyn Applebaum, nuestra editora y editora en Bantam Books, merecen el reconocimiento por poner este libro en sus manos lo antes posible. Su visión y fe, junto con el compromiso y la creatividad de muchas otras personas en Bantam, superaron todas nuestras expectativas. Y felicitaciones a Gail Ross, nuestra entusiasta agente literaria y abogada, quien nos enseñó tanto y nos aconsejó con tanto acierto.

Agradecemos especialmente el cariño y el apoyo emocional de nuestros familiares: Stephanie Guggenheim y Dennis Neal; nuestros dos hijos menores, Chris y Jon; y las dos hijas de Bill, Maire y Jaenet. A medida que un proyecto previsto de dos años se prolongó más de siete, hicieron repetidos sacrificios por este libro.

Bill y Judy

Fuentes de citas

La gaviota que vuela más alto ve más lejos.

—Richard Bach

Agradecemos a los siguientes autores y editores por el material que citamos a lo largo de este libro:

Bach, Richard. Jonathan Livingston Seagull . Nueva York: Macmillan, 1970.

Bethards, Betty. La muerte no existe, edición revisada. Novato, California: Fundación Luz Interior, 1985.

Cicerón, Marco Tulio. Sobre la adivinación Traducido por Hubert M. Poteat. Chicago : Prensa de la Universidad de Chicago, 1950 .

Egan, Eileen y Egan, Kathleen, OSB. Bendita seas – La Madre Teresa y las Bienaventuranzas . Contiene citas de la Madre Teresa. Ann Arbor, Michigan: Servant Publications, 1992.

Elliott, William. Atando rocas a las nubes: Encuentros y conversaciones con personas sabias y espirituales . Contiene citas del rabino Harold Kushner y Swami Satchidananda. Wheaton, Illinois: Quest Books, 1995.

Gibran, Kahlil. El Profeta . Nueva York: Alfred A. Knopf, 1923.

Graham, Billy. Esperanza para el corazón atribulado . Dallas: Word Publishing, 1991.

Greaves, Helen. Testimonio de Luz . Suffolk, Gran Bretaña: Neville Spearman, 1969.

Jung, CG Recuerdos, sueños, reflexiones, edición revisada final. Nueva York: Pantheon Books, 1973.

Kübler-Ross, Elisabeth. Sobre la vida después de la muerte . Contiene ambas citas. Berkeley, California: Celestial Arts, 1991.

Vida, Muerte y Transición . Grabación de una conferencia que impartió en California, con el relato de su experiencia con su paciente fallecido. Julio de 1976.

Levine, Stephen. ¿Quién muere? Una investigación sobre la vida y la muerte conscientes . Nueva York: Anchor Books–Doubleday, 1982.

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Paulus, Trina. Esperanza para las flores . Nueva York: Paulist Press, 1972.

Peale, Norman Vincent. “El glorioso mensaje de la Pascua”. Además, la revista del pensamiento positivo . Pawling, Nueva York: Centro Peale para la Vida Cristiana. Marzo de 1994.

Puryear, Anne. ¡Stephen vive! Su vida, suicidio y más allá . Contiene la cita de su hijo, Stephen Christopher. Nueva York: Pocket Books, 1996.

Robinson, Jonathan. Puentes al Cielo: Cómo buscadores reconocidos definen y profundizan su conexión con Dios . Contiene la cita del Dr. Wayne W. Dyer. Walpole, New Hampshire: Stillpoint Publishing, 1994.

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Taylor, Susan L. En el Espíritu . Nueva York: Amistad Press, 1993.

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Yogananda, Paramahansa. Donde hay luz: Perspicacia e inspiración para afrontar los desafíos de la vida . Los Ángeles: Self-Realization Fellowship, 1988.

 

Acerca de los autores.

Bill y Judy Guggenheim llevan investigando intensamente la comunicación después de la muerte (CDM) desde 1988. Bill forma parte del Consejo Asesor de la Asociación Internacional de Estudios Cercanos a la Muerte. Es miembro de la Asociación para la Educación y el Asesoramiento sobre la Muerte y de varias otras organizaciones que atienden las necesidades de los enfermos terminales y las personas en duelo.

Judy Guggenheim también es miembro de la Asociación para la Educación y el Asesoramiento sobre la Muerte. Ella y Bill han impartido talleres y sesiones de intercambio en congresos nacionales y regionales de Amigos Compasivos, Madres Contra la Conducción en Estado de Ebriedad, la Asociación para la Educación y el Asesoramiento sobre la Muerte, En Memoria Amorosa, la Asociación Internacional de Estudios Cercanos a la Muerte, Padres en Duelo de EE. UU., Padres de Niños Asesinados, otros grupos de apoyo para personas en duelo, hospicios, iglesias y una amplia variedad de instituciones similares dedicadas al crecimiento personal y espiritual.

Judy y Bill, y su investigación sobre el CDM, han aparecido en programas de televisión y radio, así como en numerosos artículos de periódicos y revistas de Estados Unidos y Canadá. Han establecido un nuevo campo de investigación, y este es su primer libro.

Bill y Judy tienen tres hijos y estuvieron casados durante diecisiete años antes de divorciarse hace más de doce. Viven por separado en el centro de Florida y siguen trabajando juntos para el Proyecto CDM.

Judy y Bill están disponibles para impartir conferencias y talleres sobre su investigación en curso sobre la comunicación después de la muerte. Para charlas, envíenles un fax al (407) 774-1260.

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