LA POSVIDA DE GUILLE "DEDOS", por Annie Kagan

 Traducido ARS GRATIA  por KOS D’ASTUIRES (2025)

 
LA POSVIDA DE GUILLE “DEDOS” (Billy Fingers)

Annie Kagan

 ***********************

Nota del Traductor. Nos tomamos la licencia de traducir el nombre del hermano de Annie al español. Por tanto, William y el hipocorístico Billy son Guillermo y Guille, respectivamente. El apodo “Fingers”, o “Dedos” o "el Dedos" sigue el mismo camino. En cursiva se ponen los mensajes y contestaciones de Guille a la autora.

 CONTENIDO

PREFACIO

EXPRESIONES DE GRATITUD

PRIMERA PARTE: SIGUE SIENDO GUILLE

Uno: Lo primero que pasa

Dos: Todavía Guille

Tres: La naturaleza divina de todas las cosas

Cuatro: No me pueden quitar eso

Cinco: No hay sol sin sol

Seis: Holograma

Siete: Misión de rescate

Ocho: Primero los placeres, luego la peste

Nueve: Las cenizas de Guille

Diez: Vicente

Once: Más pruebas

SEGUNDA PARTE: INCLUSO EL ALMA CAMBIA

Doce: Convertirse en el universo

Trece: Dos universos que pasan en la luz

Catorce: No lo sé

Quince: Cuerpo nuevo

Dieciséis: Esfera azul-blanca

Diecisiete: Cuántico

Dieciocho: Supramundo

Diecinueve: La saga de la perla y la ostra

Veinte: Libro de la vida

Veintiuno: Tribus del alma

Veintidós: Patty Malone

Veintitrés: Sonido cósmico

Veinticuatro: La caja de Guille

Veinticinco: Tex

Veintiséis: La moneda de la gracia

Veintisiete: Corriente de vida

Veintiocho: Sagrada Escritura I

Veintinueve: El funeral

TERCERA PARTE: DEL ALMA AL ESPÍRITU

Treinta: La muerte de los recuerdos     

Treinta y uno: Shvara Lohana

Treinta y dos: Desfile de almas

Treinta y tres: El Arco   

Treinta y cuatro: Cueva del Loto Dorado

Treinta y cinco: Hermanos de la luz blanca

ACERCA DEL AUTOR y otras opiniones de autores del ramo

CONTRAPORTADA

***********************

PREFACIO

Este fascinante libro puede sorprender y desconcertar inicialmente a algunos lectores. Después de todo, los acontecimientos que relata pueden parecer completamente increíbles y muy alejados de la realidad. Por eso, agradezco a la doctora Kagan que me haya pedido que escribiera este prólogo, porque me da la oportunidad de hablar sobre uno de mis temas favoritos: el increíble mundo de los filósofos de la antigua Grecia.

Al estadounidense medio probablemente le resulte difícil creer la narración de la doctora Kagan sobre sus aventuras en el otro mundo con su hermano fallecido. Pero es una lástima, porque los filósofos griegos que fundaron el pensamiento occidental conocían perfectamente el extraordinario fenómeno que describe. De hecho, los filósofos griegos incluso tenían un nombre para las personas que de alguna manera estaban suspendidas entre esta vida y la próxima. Llamaban a esas personas “caminantes entre los mundos”.

Los caminantes entre los mundos tenían importantes funciones sociales. Como dijo el filósofo griego Heráclito, “vigilaban a los vivos y a los muertos”. Alrededor del año 600 a. C., una de las primeras de estas figuras, Aitalides, tenía fama de poder pasar de uno al otro lado a voluntad, es decir, del mundo físico al del más allá. En la antigua Grecia los caminantes entre los mundos cumplían funciones que en la sociedad occidental moderna llevan a cabo los individuos que tienen experiencias cercanas a la muerte. En concreto, eran mediadores, intermediarios o mensajeros entre el reino de los vivos y el de los muertos.

El filósofo Menipo fue otro famoso caminante entre los mundos. Menipo visitó la dimensión del más allá, regresó y luego escribió un libro sobre su viaje. Menipo fue enviado de regreso desde el más allá y se le encargó la tarea de controlar lo que sucedía entre los humanos. Luego informaría a sus superiores en el mundo del más allá para que estuvieran informados del progreso de la humanidad.

Menipo vestía como debía. Lucía una barba gris increíblemente larga y llevaba una capa gris larga atada a la cintura con una faja escarlata. Portaba un bastón de madera tallado en fresno y un extraño sombrero grabado con los signos del Zodíaco. Se tomaba en serio su misión.

Las experiencias que relata la doctora Kagan son totalmente coherentes con el tipo de papel que desempeñaban en la antigüedad los caminantes entre los mundos, y eso no me sorprende. Creo que esas experiencias forman parte del patrimonio psicológico colectivo de la humanidad, no son artefactos de ninguna cultura en particular. Sospecho que hay muchas otras personas como la doctora Kagan. Sin embargo, los occidentales han desarrollado la impresión, totalmente falsa, de que experiencias como la suya son imposibles, o incluso patológicas. Por lo tanto, las muchas personas a las que les suceden este tipo de cosas simplemente no las comunican por miedo a ser juzgadas o ridiculizadas. Por lo tanto, saludo a la doctora Kagan por su coraje al escribir este libro.

En 2006, impartí un seminario sobre el duelo para profesionales y trabajadores en hospicios, que es como se llama en los Estados Unidos de Norteamérica las residencias sanitarias en las que permanecen aquellas personas que están en el proceso de morir. Una empresaria de mediana edad, que trabajaba para la organización, me preguntó sobre algo que le había sucedido cuando casi perdió la vida. Resultó gravemente herida en un accidente de coche y fue consciente de dejar su cuerpo en el lugar de los hechos. Inmediatamente vio a un anciano con una túnica gris de pie, junto a la carretera. El hombre tenía una barba gris extremadamente larga, llevaba un bastón y un sombrero extraño. Y ella sintió que estaba allí para llevarla al más allá. Por cierto, en aquel seminario no había mencionado a Menipo ni a otros caminantes entre los mundos. La mujer contó espontáneamente su experiencia por pura curiosidad. Sospecho que este tipo de encuentros han estado entre nosotros durante miles de años y sin duda les ocurren a bastantes personas.

El relato de la doctora Kagan, que invita a la reflexión y es un excelente ejemplo.

Dr. Raymond Moody 

***********************

 Esta es una historia real. Se han cambiado algunos nombres, lugares y otros detalles identificativos para proteger la privacidad de las personas. Se ha acortado el tiempo de algunos sucesos para facilitar el relato de la historia.

EXPRESIONES DE GRATITUD

Gracias a mis amigos Steve Wander, Caroline Fierro, Brian Keane, Laura Stein, Bobbi Shapiro, Jessica Gormley, Anna Kiersnowska, Eve Eliot, Cathy Gandell, Ruth Washton, Sophie LaPaire y Pamela Millman.

Agradecimiento a mis ángeles de los libros, el Dr. Raymond Moody, Mirabai Starr, Elise D'Haene, Katharine Sands, Hal Zina Bennett, Howard Kaplan, Stacey Donovan, Michele D'Ermo, Teresa Kennedy, Ashley Womble, Jillen Lowe y Sallie Randolph.

Gracias a Deena Feinberg por mi foto de autora, a Justin Smith por su magia en la foto de portada de Guille y a Guillermo Zauscher por permitirme usar su magnífica traducción de la letra de la Octava Sinfonía de Mahler.

Bendiciones para Barbara, Danielle y Samantha de parte de Poppy Bill, y para el resto del equipo, Mems, Rocco, JimBob, Leslie y Steven.

Un agradecimiento especial por acompañarme en esta odisea a Michele Tempesta, Ann Patty, Claire Gerus, Jill Mangino, Tex, Stephen Gorad, mi editora Jan Johnson y el equipo de RWW, y al Cherry Boy, je t'adore.

Todo mi amor para mi familia: mi madre, Florence, cuya oscura belleza y fuerza de diosa se han instalado como la leona de mi corazón; mi padre, Irving, mi apuesto y encantador Rhett Butler, que siempre me miró como si fuera el mayor milagro de la Tierra; y Guille, mi hermano-buda-chico malo.

 

PRIMERA PARTE. Sigue siendo Guille.



UNO. Lo primero que pasa.

La policía de Miami Dade dejó un mensaje en mi contestador automático a las nueve de la mañana: “Si conoce al señor Guillermo Cohen, por favor, póngase en contacto con el sargento Díaz en la extensión 305…”

¡Oh, no! deben haber detenido a Guille. Otra vez en prisión. No de nuevo. No a estas alturas de su vida.

Todavía me daba náuseas pensar en el momento en que arrestaron a mi hermano hace casi treinta años; el golpe sordo del mazo del juez, las palabras “de veinticinco años a perpetua”, mi madre llorando en mis brazos, rogando al juez que cambiara de opinión. El día que vi a la policía esposar a Guille y llevarlo a rastras a Sing Sing, por vender cocaína, fue probablemente el peor de mi vida.

Temblaba cuando marcaba el número de teléfono de la policía.

“Soy la hermana de Guillermo Cohen. ¿Lo han detenido?”

—No —dijo el sargento Díaz en voz baja—. Lo atropelló un coche a las dos y media de esta mañana. Lo siento. Su hermano ha muerto.

Se me heló la sangre. ¿Muerto? Me daba vueltas la cabeza. Estaba mareada. Busqué una silla y me senté.

"¿Qué pasó?"

“El señor Guillermo venía de la sala de emergencias del Hospital South Miami. Estaba borracho y salió corriendo a la carreteraa”, informó el sargento.

“¿Estaba usted allí?”, pregunté.

“Sí, señora. Me llamaron al lugar del accidente”.

“¿Guille estaba herido?” ¿Herido? ¿En qué estoy pensando? ¡Lo había atropellado un coche! “Quiero decir, ¿lo llevaron al hospital?”

—No, señora. Su hermano nunca supo qué lo golpeó. Murió en el acto. No sufrió nada.

¿Murió instantáneamente? ¿No sufrió? ¿Cómo demonios podía saberlo? El sargento intentaba amortiguar el golpe, pero no lo conseguía.

“Guillermo llevaba una pulsera de identificación del hospital. Conseguimos su nombre y número de teléfono de sus registros”.

¡Así fue como me encontraron! Guille siempre me inscribía como su persona “en caso de emergencia”.

El sargento Díaz se aclaró la garganta. “Escuche, señora, no tiene por qué identificar el cuerpo. El brazalete es suficiente. Es mejor recordarlo como lo hace ahora”.

¿Mejor recordarlo como lo hago ahora? ¡Dios mío!

El sargento debió oír que empecé a llorar, porque lo siguiente que dijo fue: "Es un poco contra el reglamento, pero si me da tu dirección le enviaré las cosas que su hermano llevaba consigo".

Como no tenía que identificar el cuerpo de Guille tras el accidente, no había razón para volar desde Nueva York a Miami. Cuando murió mi hermano, con sesenta y dos años, ya no tenía casa así que todo su patrimonio era lo tenía en los bolsillos. Mi hermano me había dejado las cosas ordenadas y limpias, no como cuando estaba vivo. Lo que me preocupaba desde hacía años había sucedido. Guille estaba muerto.

Llamé al consejero sobre drogas de Guille, en el Hospital South Miami. La voz de Eddie sonaba nerviosa.

“Guille se presentó en urgencias anoche, drogado y tosiendo sangre. Quería que lo admitieran en el hospital así que cuando la enfermera le dijo que tendría que ir a la unidad de desintoxicación se puso agresivo, cogió una silla y la amenazó. Ella llamó a la policía, Guille salió corriendo y ya sabes el resto. Tu hermano simplemente no confiaba en su Poder Superior. Estoy muy decepcionado con él”.

¿Decepcionado? Guille estaba muerto. ¿Y Eddie estaba decepcionado? Le colgué y tiré el teléfono al otro lado de la habitación para que sus palabras estuvieran lo más lejos de mí.

¡Oh, Dios, Guille está muerto! Me dolía tanto el cuerpo que me sentía como si me hubieran atropellado. Me metí en la cama con la ropa puesta y me tapé la cabeza con la sábana. Entonces recordé la cosa increíblemente extraña que había hecho el día anterior.

Aunque no habíamos hablado en meses, durante la última semana había estado pensando obsesivamente en Guille. Esto era algo extraño porque tratar de no pensar en Guille era una táctica de supervivencia que comencé a practicar en cuarto grado de enseñanza. Cuando era niña, adoraba a mi hermano mayor, pero siempre temía que le pasara algo terrible. Guille estaba constantemente metido en problemas. No sabía muy bien qué significaba “problemas”, pero cuando los problemas empeoraban, lo enviaban a algún lugar misterioso. Y cuando los problemas empeoraban de verdad, mis padres ni siquiera sabían dónde encontrarlo.

En cuarto grado, mis padres me explicaron que el problema que tenía Guille era algo llamado “adicción a la heroína”. Para distanciarme de mi ansiedad, comencé a practicar el arte de la insensibilidad.

Todos estos años después, la semana anterior a su muerte, por más que intenté ser insensible, no pude dejar de pensar en Guille. Vivir sola en una casa pequeña y aislada en la costa de Long Island, y trabajar en casa, no ayudó. Traté de distraerme de mi angustia manteniendo la rutina: levantarme a las seis de la mañana, alimentar a los gatos, meditar, caminar por la bahía, preparar el almuerzo, e ir a trabajar en mi estudio de música para escribir canciones.

Sentada frente a mi teclado eléctrico, lo único en lo que podía pensar era en Guille. Quería llamarlo, escuchar su voz, decirle que lo amaba, ayudarlo de alguna manera. Pero no sabía cómo llegar a él. Una parte de mí tenía miedo de llegar a él. Estaba segura de que estaba en mal estado.

El día antes de que Guille muriera, una fría mañana de enero, me puse dos suéteres, una chaqueta de plumas y dos gorros de lana y me aventuré a salir al crudo aire. Caminé sobre hojas marrones congelada a través de los desnudos bosques de invierno, y bajé por la escalera de madera que conducía a la bahía. Nunca pido favores a Dios, pero esa mañana miré hacia arriba y vi el cielo plateado. Levanté los brazos y me imaginé que empujaba a Guille hacia las manos del gran Divino. “Cuídalo por mí”, susurré.

Horas después, Guille moría.

Los días siguientes me quedé en cama, sin poder hacer nada más que beber té. Dicen que hay diferentes etapas del duelo: conmoción, culpa, ira, depresión. Pero todos esos sentimientos chocaron y me abrumaron a la vez.

Mi amiga Tex pasó a ver cómo estaba. “Es extraño”, le dije. “No es que esté triste, exactamente. Me siento como un muñeco de vudú con alfileres clavados por todas partes”.

Le había puesto a Tex su llamativo apodo porque medía un metro ochenta, tenía el pelo oscuro, era angulosa y le gustaban las botas de vaquero. Aunque parecía dura, era amable y siempre pensaba lo que decía antes de decirlo.

—Oh, cariño —dijo Tex, tomándome la mano—, eso es dolor. Tex lo sabía. Ella perdió a su hermano mayor, Pat, en un accidente aéreo cuando era apenas adolescente.

Tres días después de la muerte de Guille, una tormenta monstruosa azotó Long Island. Empujé el pie de mi cama contra la ventana y observé cómo la ventisca destrozaba el mundo exterior. A Guille le encantaba el clima salvaje y turbulento, y cuando la tormenta lo oscureció todo, sentí una especie de satisfacción. La nieve estaba “blanqueando” mi mundo, tal como la muerte había “blanqueado” el de Guille. Siempre he creído que existe algo más allá de la muerte, pero no tenía ni idea de qué era ese algo. El viento gritaba a través de las ventanas, estaba segura de que era el espíritu de Guille haciendo su ruido habitual, golpeando el cielo, tratando de encontrar su camino.

La tormenta pasó y los vientos amainaron. Pasé la mayor parte de los días en la cama, llorando. El resto del tiempo me la pasaba tomando Valium hasta convertirme en un zombi andante. Mi pelo largo, oscuro y ondulado, estaba lacio y despeinado, mis ojos hinchados y la piel demacrada. Ya no parecía de cuarenta y tantos, parecía de cien años, y eso me parecía bien porque cada vez que me veía en el espejo el veredicto era siempre el mismo: culpable.

En los últimos años hice todo lo que pude para ayudar a Guille: hospitales, centros de rehabilitación, psiquiatras, clínicas de metadona. Nada funcionaba Su lucha se convirtió en un agujero negro que me absorbió en su caos. Cada dos semanas sufría una dolencia diferente y fui a ver un médico tras otro. Finalmente le supliqué: “¡No puedo soportarlo más! ¡Por favor, deja de llamarme!”. Pero no lo hizo. No podía. Entonces, en lugar de hablar, nos pasábamos la mayor parte del tiempo llorando y gritándonos. Un día dejó de llamar. Y ahora se había ido.

Después de tres semanas de sufrimiento y autoincriminación, llegó mi cumpleaños. Justo antes del amanecer, cuando me estaba despertando, oí que alguien me llamaba por mi nombre desde arriba.

¡Annie! ¡Annie! ¡Soy yo! ¡Soy yo! ¡Soy Guille!

Era la inconfundible voz profunda y suave de Guille. Me sobresalté, pero no tuve miedo en absoluto. De hecho, me sentí reconfortada.

—Guille —medio dormida—. No puedes estar aquí. Estás muerto. Debo estar soñando.

No estás soñando. ¡Soy yo! Levántate y coge el cuaderno rojo.

De repente, me desperté  de golpe. Me había olvidado por completo del cuaderno de cuero rojo que Guille me había enviado el año anterior por mi cumpleaños. Me conmovió que se hubiera tomado la molestia de enviarme un regalo a pesar de que sus adicciones lo agobiaban.

Salté de la cama y encontré el cuaderno rojo en un estante del armario del dormitorio. Las páginas estaban en blanco, salvo por una inscripción escrita en la primera página.

Querida Annie, Todo el mundo necesita que le dediquen un libro. Lee entre líneas. Amor, Guille.

¡Qué cosa más extraña que Guille hubiera escrito! ¿Leer entre líneas? Pasé los dedos sobre la familiar caligrafía. Entonces le escuché de nuevo.

Soy realmente yo, Annie. Y estoy bien, está bien porque... Tomé un bolígrafo y escribí lo que estaba diciendo en el cuaderno rojo.

Lo primero que pasa es la felicidad, al menos así fue en mi caso. No sé si es así para todos los que mueren. Cuando el auto me golpeó, esta energía vino y me succionó fuera del cuerpo hacia un reino superior. Digo “superior” porque tuve la sensación de elevarme y, de repente, todo el dolor desapareció.

No recuerdo haber estado flotando sobre el cuerpo ni haberlo mirado desde arriba ni nada parecido. Supongo que estaba bastante ansioso por salir de allí. Supe de inmediato que estaba muerto y me dejé llevar, más que preparado para lo que me esperaba.

No era consciente de viajar a velocidad alguna en particular. Simplemente me sentía ligero y sin cargas mientras el movimiento de succión me arrastraba hacia el interior de una cámara de luces plateadas y densas. Las personas que tienen experiencias cercanas a la muerte a veces dicen que pasan por un túnel. Utilizo la palabra "cámara" porque un túnel tiene lados, pero no importaba en qué dirección mirara, no había nada más que luz hasta donde podía ver. Tal vez la diferencia es que yo tenía un billete de ida y el de ellos era de ida y vuelta.

Y aunque ya no tenía mi cuerpo, sentía que lo tenía y que estaba sanando. Las luces de la cámara me penetraron y me hicieron sentir cada vez mejor a medida que me levantaban. No eran solo las heridas del accidente automovilístico las que sanaban. En el primer nanosegundo en el que las luces me tocaron borraron cualquier daño que sufrí durante mi vida: físico, mental, emocional o de otro tipo.

Al poco rato papá apareció a mi lado, joven, sonriente y guapo como siempre. Hacía bromas y preguntaba: “¿Por qué tardaste tanto?”. Fue genial ver a papá, pero supongo que estaba allí para ser un punto de referencia familiar en territorio extranjero. Lo digo porque solo estuvo conmigo durante una parte del viaje y papá, definitivamente, no era el protagonista.

El suceso principal fueron las luces plateadas y su ambiente festivo. Esas luces curativas tenían un aire festivo, como si me estuvieran animando y diciendo: "Bienvenido a casa, hijo".

No puedo decir cuánto tiempo estuve flotando en la cámara de sanación, porque ya no tengo noción del tiempo. Pero sí puedo decir que esa cámara era una especie de canal de parto cósmico que me trajo a esta nueva vida.

Quiero que sepas, cariño, que ya no hay nada duro ni cruel para mí. Me deslizo desde la cámara hacia el glorioso Universo. Floto ingrávido a través del espacio con estas hermosas estrellas, lunas y galaxias titilando a mi alrededor. Toda la atmósfera está llena de un zumbido relajante, como si cientos de miles de voces me estuvieran cantando, pero están tan lejos que apenas puedo escucharlas.

Y aunque no puedo decir exactamente que alguien estuviera allí para saludarme, tan pronto como salí de la cámara sentí una Presencia Divina; una presencia amable, amorosa, benéfica y, realmente, eso fue suficiente.

Además de la Presencia Divina, también siento seres a mi alrededor, supongo que los llamaría Seres Superiores. No puedo explicar por qué utilizo la palabra “seres” y no el singular; sólo sé que hay más de uno. No puedo verlos ni oírlos, pero puedo sentirlos moverse, pasar zumbando, haciendo diferentes cosas que me interesan. Y aunque no tengo ni idea de qué pueden ser esas cosas, supongo que flotar aquí en el espacio es eufórico en lugar de aterrador porque estoy siendo atendido por esta tripulación celestial.

Miro hacia la Tierra y está allá abajo. Es como si hubiera un agujero en el cielo, un agujero entre nuestros dos mundos. Puedo mirar a través de él y verte. Sé lo triste que estás por mi muerte. Tristeza es una palabra demasiado pequeña. Desconsolada es más adecuada. Pero la muerte no es tan seria como crees, cariño. Hasta ahora, es muy agradable. No podría ser mejor, de verdad. Intenta no tomarte la muerte demasiado en serio. De hecho, intenta no tomarte la vida demasiado en serio. Disfrutarías mucho más. Ese es uno de los secretos de la vida. ¿Quieres saber otro secreto? Decir adiós tampoco es tan serio como parece, porque nos volveremos a encontrar.

Tan de repente como había llegado, la voz de Guille se disolvió. Estaba sentada en mi cama, con el cuaderno rojo apoyado en mis rodillas, las primeras páginas llenas de palabras de Guille escritas a mano. ¿Acaso había imaginado su voz? Tal vez. Pero, ¿de dónde habían salido esas palabras? Definitivamente no eran mías.

Dentro de la tapa del cuaderno encontré la tarjeta que mi hermano me había enviado junto con él: la caricatura de un gran gato naranja abrazando a una gatita violeta. El mensaje de la tarjeta era extraño. ¿Eres real o te estoy soñando?

Me preguntaba si era posible que estuviera teniendo una extraña reacción de duelo, parecida a un sueño ¿Cómo podía saberlo? No podía, y en ese momento realmente no me importaba. Por primera vez desde la muerte de Guille me sentí feliz, más que feliz. Guille estaba bien. Y mientras describía cómo flotaba felizmente entre las estrellas, la atmósfera de su mundo había, de alguna manera, fluido hacia el mío. Estaba casi eufórica.

Y de repente tuve hambre. Me levanté de la cama, fui a la cocina y preparé una tetera. Mientras estaba sentado a la mesa, atiborrándome de galletas y mermelada, abrí una revista. Me miraba fijamente un anuncio de papel higiénico White Cloud. Mostraba una nube con un trozo recortado que hacía que pareciera un agujero en el cielo. ¿No había dicho Guille que me veía a través de un agujero en el cielo? Me dio escalofríos. Tal vez el anuncio fuera algún tipo de señal.

«Es ridículo», me dije. «Me estoy volviendo un poco loca». Pero una parte de mí se preguntaba si realmente podría haber una conexión.

¿Eres real o te estoy soñando?

Todo era muy extraño, pero todo encajaba: la aparición de Guille, el cuaderno rojo olvidado, su inscripción, el mensaje de la tarjeta, la imagen de un agujero en el cielo. Y antes de recibir noticias de Guille, estaba tan deprimida que apenas podía levantar la cabeza de la almohada. Ahora, me sentía completamente serena.

¿Había aparecido Guille solo esta vez para hacerme saber que estaba bien? ¿Era ese el final de todo? Esperaba que no. Si me visitaba una segunda vez, estaría preparada. Sería objetiva y estaría alerta para poder averiguar si era real. Decidí atraerlo de nuevo llevando conmigo todo el tiempo el cuaderno rojo y un bolígrafo.

DOS. Todavía Guille.

Decidí no contar a nadie acerca de Guille. Hace diez años, cuando me enseñaron a meditar sobre la luz interior, mi maestro me indicó que guardara mis experiencias espirituales para mí; de lo contrario podría perderlas. Escuchar a Guille en el más allá fue una experiencia espiritual. Si esto era real, no era algo que quisiera arriesgarme a perder.

Cinco días después de mi cumpleaños, mientras el amanecer teñía mi dormitorio blanco de tonos rosados, volví a oír la voz de Guille. Con los ojos nublados, busqué el cuaderno rojo debajo de la almohada, apoyé la cabeza y comencé a garabatear.

Hola princesa, buenos días.

Cuando Guille estaba vivo el que me llamara “princesa” nunca era un cumplido. Desde el principio, mi vida parecía encantadora en comparación con la suya, y él me lo reprochaba. Guille era un “niño problemático” y yo un “angelito”. Cantaba y bailaba en obras de teatro de la escuela; él intentaba cantar en una banda, pero no podía cantar. Guille suspendió la escuela secundaria; yo era una estudiante con excelentes notas. Cuanto mejor me iba a mi, peor se veía y se sentía él. Sintiéndome culpable, traté de ganarme su afecto, pero no pude lograrlo.

¿Guille estaba usando ahora el apodo de “Princesa” porque todavía guardaba rencor? No lo parecía. La luz que acompañaba a su voz me llenaba de amor.

Me gusta la idea de que tú o yo escribamos un libro. Creo que tal vez debería pedir permiso, pero estoy flotando en el espacio y no hay nadie a quien preguntar. Nadie, claro, excepto los Seres Superiores invisibles que mencioné antes, y no quiero perturbar su benevolencia pidiendo favores demasiado pronto [risas].

Nunca me dieron permiso para nada en la vida. Eso es porque fue un trato diferente. Los que tienen el poder aquí deberían tenerlo. No como en la Tierra. Hay tanta falta de bondad en vuestro planeta.

Es difícil ser amable todo el tiempo en el lugar donde estás, porque si no te haces fuerte, te hundes. La naturaleza de la existencia allí es dura. Arreglas un agujero y aparece otro. Se supone que así debe ser, así que no te preocupes demasiado por eso.

Había terminado con mi vida, Annie. Pagué mi deuda, aunque no es lo que solemos considerar un pago. No fue un precio por mis supuestos pecados. Fue más bien una cuestión de aprendizaje.

¿Cómo sé que mi vida no fue un castigo por mis transgresiones pasadas? Bueno, porque no existe tal cosa. No estás en la tierra para ser castigado. No se trata de pecado ni castigo. Ese es un concepto humano. Algo que el hombre inventó. Los humanos inventan cosas y luego las creen.

Claro, hay mucho dolor en la vida, pero no porque hayas hecho algo para merecerlo. Aquí tienes otro secreto, hermanita. El dolor es parte de la experiencia humana, tan natural como respirar, ver, o la sangre que corre por las venas. El dolor es parte de la naturaleza, así que no te preocupes demasiado por él. Aunque admito que a mí no me gustaba demasiado el dolor.

¿Y cómo sé todo esto? Sinceramente, no lo sé. De repente sé un montón de cosas que no sabía cuando estaba viva. Cuando naces, cuando sales al mundo, ese gran estallido te produce una especie de amnesia. Una de las principales cosas que hacemos cuando estamos vivos es intentar recordar las cosas que hemos olvidado.

Aquí hay un tipo de conocimiento diferente. Te entienden de verdad, y eso es un alivio. Muchos problemas en la vida surgen de no ser comprendido o conocido. Las personas en la Tierra a veces vislumbran el alma de los demás, como cuando se enamoran. La diferencia es que aquí yo soy mi alma. Sigo siendo Guille, pero sin mi cuerpo.

Me imagino que para algunas personas puede ser difícil no tener un cuerpo. Cuando te das cuenta de que acabas de morir, con todo el galimatías que has escuchado en la Tierra sobre lo que podría estar esperándote, supongo que puedes sentir aprensión. Yo no. Me sumergí en la muerte. Me sentí como en casa.

Lo sé, mi dulce hermana, te estás preguntando si todo esto es solo un producto de tu imaginación, algo que tu mente inventó para ayudarte a sentirte mejor acerca de mi reciente partida de la Tierra. ¿Cómo sabrás la realidad de esto? Bueno, porque te daré certezas, llamémoslas pruebas, para que puedas entenderlo. Sabrás con seguridad que esto no es tu imaginación y que en realidad soy yo, Annie. Soy Guille.

Y haz algo por mí, señorita Greta Garbo. Dale una moneda a Tex.

Mientras Guille hablaba, entendí todo lo que decía, pero cuando su voz se apagó, no pude recordar ni una sola palabra. Una vez más, Guille me había puesto en un estado de euforia. Comunicarme con su alma había hecho que la mía se abriera y el mundo entero cambió. Ya no me importaba ser objetiva. Guille había regresado. Eso era todo lo que me importaba. Me acosté un rato para concentrarme en mi respiración y ponerme un poco a tierra.

Después de eso bajé las escaleras, encendí algunos leños en la chimenea y traté de reorientarme. Mi mente lanzó un aluvión de preguntas: ¿Realmente estaba sucediendo esto? ¿Por qué podía escuchar a mi hermano muerto hablándome? ¿Había pasado por algún tipo de experiencia extracorporal? No lo creía. No había viajado a ningún lado. El lugar había venido a mí.

Abrí el cuaderno rojo y leí lo que había escrito. Parecía Guille en su mejor momento, sabio y encantador; cuando estaba lúcido y sobrio.

Y él parecía poder leerme. Sabía que yo dudaba de su existencia.

De repente, no me parecía lógico que estuviera teniendo delirios. Los delirios no reconocen tus dudas. Tal vez el fenómeno Guille era como un miembro fantasma, algo que parece estar pero no está. O tal vez estaba escuchando su voz dentro de la cabeza como cuando alguien dice: “Puedo escuchar la voz de mi padre en la cabeza diciéndome…”

Pero esa voz no estaba dentro de mi cabeza, sino afuera, y sonaba como si yo estuviera al pie de una escalera larga y él arriba. Las dos veces que lo había oído estaba encima de mí y a la derecha.

Lo que era aún más extraño fue que pidiera dar una moneda a mi amiga Tex. ¿Por qué? ¿Cómo sabía siquiera su nombre? Nunca había conocido a Tex. Y ahora quería que le hablara de él. Toda mi vida hice cosas por Guille que no quería hacer: mentir a mis padres, darle dinero, dejarlo quedarse en el sofá de mi pequeño apartamento durante semanas. ¿Tenía que seguir haciendo lo que él quería ahora que estaba muerto?

La idea de contarle a Tex sobre Guille hizo que la magia de su dimensión se desvaneciera. A medida que mi estado de ánimo se disipaba, el mundo parecía aún más mundano que antes. Pero aun así algo emocionante había sucedido. Algo que iba mucho más allá de mi rutina, de mi existencia cotidiana.

Tres años antes, había sufrido un grave caso de cansancio del mundo. Tal vez casi una década de meditación seria me había distanciado demasiado de los altibajos de la existencia normal. Desde fuera, mi vida parecía bastante buena: una carrera exitosa como quiropráctica en la ciudad de Nueva York, un marido que era socio de un bufete de abogados y una colaboración para componer canciones con un talentoso productor musical. Pero en cuestión de meses todo se vino abajo. Mi marido, Steve, de repente parecía un extraño, trabajar con los pacientes me daba dolores de cabeza por migraña y no había vendido ni una sola de mis canciones.

Lo único de lo que estaba segura es que quería soledad. De ahí el apodo que me puso Guille: Greta Garbo. Así que, sintiéndome como si me estuviera tirando al vacío, me separé de mi marido, vendí mi consultorio, me fui de la ciudad y me mudé a una vieja casa en la punta de Long Island.

Compré algunos equipos de sonido usados ​​y monté un estudio de música. Había escrito canciones desde que era adolescente y estuve a punto de vender algunas a importantes artistas discográficos. Parecía una idea descabellada, pero si me dedicaba a la música, tal vez podría ganarme la vida como compositora.

Durante seis meses, solo en Gardiner's Bay con mis dos gatos, hice maquetas de canciones que nadie compraba, medité tres o cuatro horas al día, di largos paseos junto al agua y, a veces, durante días, no veía a nadie excepto al cartero.

Pero incluso la soledad tiene una forma de afectarte. Después de una semana sin usar nada más que pijamas y dejando que mi cabello se ensuciara tanto que parecía una ensalada, decidí unirme a un grupo local de escritores. Tal vez tenía una novela dentro de mí. No creía que de repente me convertiría en una autora de best-sellers, pero me hizo salir de casa.

Así fue como conocí a Tex, la líder del grupo de escritura. Había publicado una autobiografía y escrito algunos episodios para un popular programa de televisión por cable. Nos caímos bien desde el principio.

Pero ¿por qué Guille me había dicho que le diera una moneda?

Saqué el sobre manila que me había enviado el sargento Díaz después de la muerte de Guille. Contenía las pocas posesiones que le quedaban: una libreta de direcciones destartalada, una tarjeta de acceso de un Ramada Inn, dos pares de gafas sucias, un tarjetero de cuero roto y siete dólares y algunas monedas. ¿Era esto todo lo que quedaba de la vida de mi hermano?

Extendí el cambio sobre la mesa de la cocina. ¿Qué moneda debía darle a Tex? ¿Una de veinticinco centavos, una de cinco, una de diez? En ese momento, escuché la voz de Guille.

Encuentra . . . mi . . . coche.

Eso me sacudió. No era como escuchar la voz de Guille mientras estaba en la cama, medio dormida; estaba en la cocina a pleno día. Y su voz era más fuerte, robótica y autoritaria. Me asusté. Esto ya no era algo que pudiera manejar sola. Aunque estábamos separados, llamé a mi esposo, Steve.

—Tengo algo muy raro que contarte. —Respiré profundamente—. Guille me ha estado hablando.

—¡Qué locura! ¿Y qué dice? —Por su tono, me di cuenta de que me estaba dando el beneficio de la duda.

—Lo he estado anotando. —Se hizo el silencio del otro lado—. No creerás que estoy loca, ¿verdad?

—No —me aseguró Steve—. La gente no se vuelve loca de repente. Algo está pasando. Envíame las páginas por fax.

Eso era Steve: Vayamos directo al grano.

—Hay más —dije—. Hace un momento estaba en la cocina y juro que Guille me dijo que buscara su coche. ¿Tenía siquiera coche?

Steve pudo responder esa pregunta porque fue el único que estuvo con Guille hasta el día en que...murió. Cualquier cosa que mi hermano necesitara —dinero, consejo, amistad, compasión— Steve siempre estaba ahí.

“Guille tenía un viejo Mercedes en el que vivía”, informó Steve. “Pero se estrelló contra un árbol una semana antes de morir. Probablemente esté en algún depósito de chatarra de Florida”.

¡Así que Guille sí tenía coche! "Te llamaré más tarde", le dije y colgué.

Aunque estaba conmocionada, necesitaba saber si Guille todavía estaba cerca y si respondería a mis preguntas. Miré al techo y pregunté en voz alta: "¿Cómo puedo encontrar tu auto, Guille?"

Mi . . . titular de la tarjeta.

Apenas respirando, saqué el tarjetero del sobre manila y encontré una tarjeta de presentación de un concesionario de Mercedes.

Consigue . . . las . . . cosas . . . de . . . mi . . . coche.

—¿Qué cosas? —No hubo respuesta. —¿Qué cosas, Guille?

Se había ido.

Tratando de mantener la compostura, llamé a Hans, el concesionario de Mercedes cuyo nombre figuraba en la tarjeta de visita que tenía en la mano. Casi me caigo al suelo cuando me dijo que sí tenía el accidente de mi hermano. O bien yo me había vuelto psíquica de repente o Guille realmente se estaba comunicando conmigo. Cuando le pedí a Hans que me enviara las cosas de Guille, dijo que lo haría de inmediato.

Las mañanas siguientes, al despertarme, susurré el nombre de Guille, pero no había señales de él. En cierto modo me alegré de no poder evocarlo. Él estaba a cargo de este asunto. Él era el responsable, para variar.

TRES. La naturaleza divina de todas las cosas.

Unos días después de la visita de Guille a la cocina, vi a Tex en mi grupo de escritura. Todos los miércoles por la noche, de siete a nueve, un pequeño grupo de aspirantes a escritores se sentaba alrededor de la enorme chimenea de piedra gris en la sala de estar de Tex y leíamos nuestros nuevos capítulos en voz alta. Como la mayoría de los escritores novatos creen en secreto que están escribiendo el próximo best seller, éramos muy suaves y sensibles en nuestras críticas. Pero después de la clase, Tex y yo nos sentábamos solos y diseccionábamos sin piedad las lecturas de la noche. No estábamos siendo crueles. Era la forma en que ella me enseñaba a escribir.

Esa noche, después de clase, Tex, como de costumbre, se bebió varios vasos de whisky. Yo bebí un sorbo de Pellegrino. Cuando ella ya había terminado el segundo vaso, le dije: “¿Quieres oír algo escandaloso? Guille me ha estado hablando”.

Ella parpadeó, pero al menos no se rió.

—No estoy bromeando. Y lo he estado escribiendo. ¿Crees que estoy loca?

—Así que, eso es todo —respondió ella—. Has estado triste desde que Guille murió. Pero esta noche estás iluminada. Sí, lo creo. ¿Por qué no?

“Guille dijo que quiere que te dé una moneda, pero no tengo idea de qué habla”.

Tex sonrió. “Me gusta. Me gusta que quiera darme algo”.

Saqué una foto de Guille que había metido en mi bolso.

—Es moreno y guapo —dijo Tex—. Parece que tiene un secreto que nadie más conoce. Saldría con él. Es decir, lo habría hecho.

Ya había oído eso antes. Las mujeres se sentían atraídas por Guille. No es que él tuviera que esforzarse; era su don especial.

—¿De qué habla? — preguntó Tex.

“Felicidad, luz, Seres Superiores invisibles.”

"Creo que deberías leerlo en clase la semana que viene", dijo.

“¿Estás bromeando? No voy a dejar que la gente sepa que mi hermano muerto me está hablando. Además, no se supone que deba hablar de mis experiencias espirituales”.

“Piénsalo de esta manera. Éstas son las experiencias de Guille, no las tuyas. Deberías leerlas”, insistió Tex. “Imagina que es una nueva novela en la que estás trabajando. Guille es el personaje principal y está hablando con su hermana desde el cielo”.

"Lo pensaré."

Quizás era un vestigio de cuando él estaba vivo, pero no quería que nadie juzgara a Guille y su nueva situación. Aunque yo era mucho más joven que él, toda mi vida había sentido que Guille era un niño incomprendido y yo era su protectora.

Tal vez esta vez yo era el niño y él el protector. De cualquier forma, parecía demasiado arriesgado leer sus palabras a mi grupo de escritura. Tenía miedo de que todos pensaran que me había vuelto loca.

La próxima vez que Guille me visitara tenía pensado preguntarle si podía leer sus notas en clase. Dos días después, cuando me despertó antes del amanecer, mi pregunta se desvaneció en la luz de su dimensión.

Buenos días, hermanita.

Aunque ya no tengo cuerpo todavía me siento como un individuo. Hasta ahí llegó la idea de desaparecer en un mar de dicha. No me malinterpretes. Estoy inmersa en la experiencia de la dicha, pero definitivamente no he desaparecido.

¿Qué es la dicha? La dicha es como estar enamorado multiplicado por mil, pero no tiene nada que ver con nadie más. Es satisfactoria en sí misma. En la Tierra, normalmente necesitas que alguien te dé una razón para sentir amor, y ese sentimiento suele tener sus altibajos. Con la dicha no hay desventajas y no necesitas una razón para ello. A medida que tu alma flota a través de esta dimensión es natural sentir dicha.

El tipo de felicidad que existe aquí no es compatible con el cuerpo humano porque los cuerpos están sujetos a ciertas leyes. Estoy seguro de que aquí también hay leyes, pero parecen muy indulgentes, tolerantes, inclinadas a tu favor. Aquí hay mucha libertad que no tienes donde estás. La Tierra, las condiciones allí, te atrapan en la limitación. Para mí, no parece haber ninguna limitación, solo potencial.

Eso es porque Dios, o Espíritu, o como quieras llamarlo, está innegablemente donde estoy. Mientras me desplazo por el espacio, los rayos de luz de los cuerpos celestes que brillan a mi alrededor, bueno, esos rayos tienen una especie de personalidad, cualidades como la sabiduría, la bondad, la compasión y la inteligencia. A veces creo que los rayos de luz son en realidad los superpensamientos de un Ser Supremo. Otras veces creo que son el Ser Supremo en sí mismo. En realidad no puedo decirlo.

Estar en un cuerpo terrenal y mirar a través de ojos físicos limita la forma en que percibes la luz. Tus ojos no pueden ver la luz directamente, solo las cosas sobre las que brilla, por lo que la luz permanece invisible, al igual que el alma. Eso causa mucho sufrimiento allí en tu planeta porque es difícil creer en lo que no puedes ver. La luz aquí hace visible lo que es invisible en la Tierra: la naturaleza divina de todas las cosas.

¿Cuál es la mejor cura para el sufrimiento? Una experiencia iluminada de todo ello. ¿Qué significa eso? Significa encontrar lo invisible dentro de lo visible. No eres solo la persona que camina por la tierra. Tienes un alma. Y de eso se trata la búsqueda espiritual.

Y, princesa, aunque te decepcioné en el pasado, no te quedes pensando en eso. La decepción es parte del patrón de la Tierra. Pero las cosas cambian. Sé que has escuchado esto un millón de veces, pero es un secreto. Las cosas cambian. Cuando mueres, te das cuenta de cuánto y te das cuenta de que hay cosas inmortales, cosas que te llevas contigo, y que también cambian.

El concepto oriental de Maya, o ilusión, ¿qué significa? Significa temporal. Significa que nuestras vidas son temporales.

El miércoles siguiente por la noche, noche de escritura en grupo, hacía frío y había viento. Mientras caminaba por el sendero de piedra desde mi auto hasta la casa de Tex con el cuaderno rojo en mi bolso, los reflectores parecían más brillantes, la luz de la luna más plateada, los árboles desnudos más esculturales.

“El efecto Guille”, me dije. Era la primera vez que usaba esa frase.

Seis de nosotros nos sentamos en los sofás y sillas grises de Tex. Yo fui la primera en leer esa noche.

“He empezado una nueva novela. Es un poco peculiar”. Saqué el cuaderno rojo y leí las dos primeras entradas de Guille.

Cuando terminé, miré a mi alrededor y vi gestos de aprobación. Tal vez eran amables; todos sabían que mi hermano acababa de morir.

Sólo una persona, JB, no me había mirado. Sabía que no sería amable. JB era frío, distante y carente de emociones. Además, teníamos una competencia tácita sobre quién podía encontrar más defectos en el trabajo del otro.

Tex simplemente se sentó allí, mirando fijamente su taza de café, esperando.

De repente, sentí una presión irresistible y no pude quedarme callada. “La verdad es que sé que parece una locura, pero Guille me ha estado hablando. Lo que acabo de leer realmente salió de él”.

“Entonces tienes que escribirlo así”, dijo Tex.

—¿Escribir un libro con mi hermano muerto? Es demasiado raro. —Me apresuré a explicar mi reticencia—. Ustedes ya me conocen, pero la gente va a tener muchas opiniones sobre esto. Pensarán que soy una idiota o, peor aún, un fraude.

“¿Desde cuándo te importa lo que piense la gente?”, preguntó Tex.

"No me importa. Simplemente no quiero que me lo arruinen".

“Hay un autor brasileño”, dijo JB, “de finales del siglo XIX, Machado de Assis. Escribió un gran libro llamado Las memorias póstumas de Bras Cubas. El personaje principal está muerto y habla desde el más allá. Así que haz lo que hiciste con nosotros. Imagina que es una novela. Nadie tiene por qué enterarse nunca”.

Esa noche me fui a dormir con la esperanza de que Guille me visitara por la mañana, pero los días pasaron sin ninguna otra señal. Tal vez había perdido mi experiencia espiritual al hablar de ello. ¿Por qué había escuchado a Tex en lugar de a mi maestro de meditación?

Esta vez fui yo quien decepcionó a Guille, no al revés.

CUATRO. No me pueden quitar eso.

Dos semanas después de leer sus mensajes en clase, era el cumpleaños de Guille. Todavía no había tenido noticias suyas y me sentía triste. Cuando me desperté en mitad de la noche, me dolía todo el cuerpo.

Probablemente Guille esté molesto conmigo, probablemente sienta que lo traicioné, que expuse nuestro secreto. ¿Por qué no le pedí permiso? ¡Oh, Dios, escúchame! Me he convertido en una rara hada que necesita el permiso de su hermano drogadicto muerto. Será mejor que vuelva a poner los pies en la tierra. Probablemente Guille ni siquiera sea real.

Entonces escuché a Guille cantando.

No, no, no me pueden quitar eso...

No te preocupes, princesa. Aunque me fui de la Tierra no me has perdido, ¿verdad? Ahora soy una especie de guardián tuyo. No te culpo por tener dudas sobre todo esto. Pero si no soy real, ¿cómo es que mi canto te hace sentir mucho mejor? Especialmente porque todavía canto desafinado [risas].

Es una energía que te traigo. Es amor. No amor terrenal. No depende de lo que hagas ni de cómo te veas. No la clase de amor donde hoy te odio y mañana te amo, aunque suele ser al revés. Suele ser más bien como ayer te amé, pero hoy te odio porque no eres quien eras el día anterior. Traigo el tipo de amor que existe donde estoy.

¿Por qué? Supongo que se está permitiendo. Un intercambio entre nosotros, entre diferentes dimensiones. ¿Por qué? Tal vez porque quiero darte algo, y esto es algo que puedes tomar. Necesitas otra dimensión en tu vida, señorita Garbo.

Me llamas porque es mi cumpleaños, pero estoy en un profundo proceso de aprendizaje y es difícil hablar aunque tú quieras que lo haga, y lo siento por eso. ¿Por qué no te abrigas y caminas por la bahía? El agua azul salada y viva, la nieve en tu rostro. Recurre a la naturaleza para que te perdone algunas de las dificultades que tienes que soportar. La naturaleza tiene más luz que cualquier otra cosa en tu planeta. Luego, en lugar de tu meditación habitual, piensa en la cámara de sanación por la que pasé cuando morí. Es la parte del más allá que toca tu cuerpo al morir, así que no está lejos de tu mundo. Sé que cuando lo describí, pudiste sentirlo un poco.

Me tengo que ir. Feliz cumpleaños para mí.

Cuando amaneció, me puse la ropa de invierno y me dirigí a la bahía. Justo cuando llegué empezó a nevar ligeramente. El agua, el cielo, el canto de las gaviotas y la suave danza de los copos de nieve intensificaron mi sensación de euforia.

Así que Guille era mi tutor ahora. Mi hermano mayor, que estaba trastornado en vida, estaba ahora al frente. Sabía cosas sobre él que no me dijo cuando estaba vivo. Sabía que yo meditaba. Probablemente también sabía que había dejado de hacerlo desde su muerte.

Cuando Guille murió, yo estaba demasiado destrozada para sentarme en mi cojín de seda amarilla en la esquina de mi dormitorio. Intenté meditar acostada, pero lo único que sentía era dolor. Dolor en lugar de luz. Por primera vez en diez años, cerraba los ojos y no pasaba nada. No podía encontrar la luz dentro de mí.

El viento helado que venía de la bahía me afectó y me dirigí a casa. Me acosté en la cama, cerré los ojos e intenté imaginar que estaba dentro de la cámara de curación. Pronto, sentí una luz plateada que me rodeaba como un foco. Mis células comenzaron a titilar como pequeñas estrellas mientras la luz atraía esas estrellas hacia arriba, hacia la parte superior de mi cabeza y hacia sí misma.

Cuando me levanté, sentí como si me acabara de bañar en una cascada de energía pura. En lugar de sentir la luz dentro de mí, ahora estaba dentro de la luz. Permanecí en ese estado de éxtasis durante horas, bebiendo té, comiendo junto al fuego, componiendo en mi teclado. Mis ojos estaban abiertos todo el tiempo, ojos abiertos.

Después de la experiencia en la cámara, pude meditar de nuevo. Me sentaba en un cojín durante horas en una habitación a oscuras, concentrada en la luz interior. Cuando meditas durante horas seguidas, te topas con paredes, te sientes incómoda, tu mente te molesta y te mueres por parar. Pero sigues con ello y logras abrirte paso.

Ahora, con la ayuda de Guille, también estaba abriéndole paso de una manera diferente. Mi hermano, mi loco hermano mayor, impredecible y encantador, me contaba los secretos del cosmos. Era lo más inesperado que me había pasado en la vida. No tenía ni idea de cuándo volvería a visitarme Guille. No había ningún patrón, excepto que parecía preferir el amanecer.

CINCO. No hay luz solar sin sol.

Unos días después del cumpleaños de Guille, recibí la llamada de la compañía de seguros del conductor que acabó con su vida. El tipo de seguros me dijo que cuando el coche golpeó a mi hermano su cabeza atravesó el parabrisas y se encontró, cara a cara, con el conductor. Lo que dijo después de eso fue confuso. Cuando colgué, apoyé la cabeza en el escritorio y lloré. Al poco rato, la voz tranquilizadora de Guille llegó a través del techo. Cogí la libreta roja.

Así que estás teniendo una mala mañana y lo siento. Que mi cabeza se haya estrellado contra el parabrisas es un detalle que no necesitabas saber, princesa.

¡Qué ángel era ese chofer! ¡Qué santo! ¡Pasar por todo eso para liberarme! Necesitaba que me liberaran, cariño. Ojalá pudieras encontrar a ese tipo y darle un beso de mi parte.

Y por supuesto, hoy es el idus de marzo, el aniversario del día en que fui a la cárcel por vender drogas. Nunca fui un traficante de drogas de primera. Ni siquiera fui traficante de drogas. En las ligas menores, solo intentaba ganar suficiente dinero para mantener mi adicción. La vida de un adicto no es fácil. Es un camino muy particular, pero era solo una parte de mi camino.

Cabeza atravesando el parabrisas. Traficando drogas. Cárcel por unos años. Nada que te interese, pero a mí me resultó interesante. ¿Hasta dónde podría llegar antes de caerme?

Me caí, Annie, y no me sentía muy bien. En realidad, no. No cuando acababa de cumplir sesenta años y mis encantos se estaban desvaneciendo.

¿Recuerdas a todas las mujeres que tuve la suerte de amar y cuidaron de mí a lo largo del camino? A las mujeres les gusta mucho esa combinación particular, la del chico malo y el santo. Y eso es lo que yo era, un espíritu puro de corazón que ardía en el fuego de la vida, un agente encubierto del escuadrón de ángeles, un mensajero oscuro de la luz.

Tenía esa actitud de chico malo y santo, y además necesitaba que me salvaran. A las mujeres les encanta eso de “redimir tu alma”. Y bueno, yo era moreno y atractivo, con una voz profunda que era la guinda de mi pastel. Tenía la voz adecuada y las palabras correctas para filtrarla porque, sin importar lo que pasara, siempre era sincero.

¿Cómo pude ser tan hermoso y tan terrible al mismo tiempo? ¡La verdad es que no lo sé!

Y cuando vayas a tu clase de escritura esta noche, Annie, dale un mensaje a JB: “No hay luz solar sin sol”. Dilo donde leas cómo me atropelló el coche.

—Debes estar bromeando. No le voy a dar ese mensaje a JB —dije en voz alta.

JB era la última persona del grupo que querría saber de mi hermano muerto. Ya me estaba arriesgando a parecer una loca al leer las comunicaciones de Guille en clase; ahora él quería que le entregara un mensaje personal al más escéptica del grupo. Estaba segura de que JB había sugerido que convirtiera las notas de Guille en ficción porque creía que eso era lo que eran: ficción.

“¿No hay luz solar sin sol?” Tal vez Guille se refería a la letra “No hay sol cuando ella se ha ido”, de la vieja canción de Bill Withers.

No hay luz de sol sin sol , repitió Guille de la nada.

—Así que puedes leer mi mente. ¡No es gran cosa! ¡Pero no lo voy a hacer! —respondí.

Esa noche, para mi sorpresa, después de terminar de leer sobre Guille atravesando el parabrisas, me volví hacia JB y le dije: “Sé que esto suena raro, pero Guille quiere que te dé un mensaje: 'No hay luz de sol sin sol'”.

Nadie, incluido JB, tuvo mucha reacción.

Luego le tocó a JB leer. Estaba escribiendo una novela autobiográfica basada en su estancia en Francia. De forma inesperada, mientras leía, JB se emocionó y empezó a llorar mientras describía un acontecimiento que ninguno de nosotros conocía: su hijo pequeño había sido atropellado por un coche y había muerto.

La sala quedó en silencio. JB se detuvo un minuto y luego comenzó a leer de nuevo. Como todos los demás, yo quedé en shock y triste. Entonces me di cuenta. No era el sol, era el hijo. ¡No hay sol sin el hijo!

 NOTA del Traductor: la aparente confusión viene de las palabras SUN y SON que en inglés se traducen como sol e hijo, respectivamente. Debió de haber un malentendido en la comunicación de Guille con su hermana. Fin de la nota.

Cuando JB terminó de leer, nadie dijo una palabra. Fue el último lector de la noche y, en cuanto terminó, recogió rápidamente sus papeles y se fue.

Me quedé después de clase y Tex trajo el whisky.

“¿Realmente acaba de pasar eso?”, pregunté.

—Sí, claro —dijo ella, sonriendo con su encantadora sonrisa torcida—. Definitivamente ocurrió.

“Y Guille me dijo que lo dijera justo cuando habló de su accidente. ¿Alguien más lo entendió? ¿Lo del accidente de auto?”

—No lo sé, Annie. No sé si los demás lo saben, pero yo pensaba que no había forma de que el mensaje de Guille a JB fuera una casualidad. Era demasiado específico, demasiado dramático. Me pregunto qué estará pensando JB.

—Tal vez, de alguna manera extraña —dije—, Guille estaba tratando de hacerle saber que el alma de su hijo todavía existe.

Esa noche me metí en la cama sintiéndome emocionada y asustada, como niña en montaña rusa. El corazón latía con fuerza. Algo importante había sucedido, y el hecho de que hubiera testigos de ese algo parecía aumentar la apuesta. Hasta ahora, una parte de mí todavía dudaba de que realmente hablara con Guille. La escéptica que hay en mí no estaba segura de que mi subconsciente no estuviera personificando a mi hermano para ayudarme a sobrellevar el dolor. Pero lo que sucedió en clase fue demasiado asombroso para descartarlo como pura coincidencia.

Cuando me desperté a la mañana siguiente con la cara hinchada y un dolor de muelas insoportable, de la noche anterior se convirtió en puro miedo. Nunca debí haberle entregado ese mensaje a JB. ¿Acaso estaba transgrediendo algún límite entre los vivos y los muertos? Tal vez mi castigo era ese dolor de muelas, una advertencia para no seguir adelante.

¿Por qué debería hacer lo que Guille me decía que hiciera? Cuando estaba vivo no era precisamente una autoridad en cuanto a lo que podía meterte en problemas. ¿Era tan peligroso en el más allá como lo había sido en vida? Pero sabía que Guille me amaba y nunca haría cosa que me hiciera daño. ¿O sí?

SEIS. Holograma.

Después del dolor de muelas, la dolorosa endodoncia y la terrible infección que le siguió, tenía miedo. Quería respuestas. Todas las mañanas esperaba que Guille apareciera y me diera una explicación, pero no había señales de él. Se había ido. No podía creer que hubiera planeado el suceso loco con JB y luego desapareciera. Pero así era Guille. Como en los viejos tiempos.

El mensaje de Guille a JB me convenció de que no me estaba imaginando sus comunicaciones. Pero ¿quién era yo para se quien demostrara que hay vida después de la muerte? Tal vez algunos secretos no deberían revelarse. Tal vez estaba rompiendo un tabú sagrado, metiendo mano en una caja de Pandora cósmica.

Me perdí la siguiente clase de escritura por culpa de mi diente. Me alegré cuando Tex me dijo que nadie había mencionado el mensaje de Guille. En lugar de guardarlo conmigo, guardé el cuaderno rojo en el cajón de mi mesita de noche. Pasó casi un mes, a principios de abril, antes de que Guille volviera a aparecer.

Buenos días. No te abandoné, Annie. Odio decirte esto, pero no eres lo único en mi agenda, princesa. Así que te asustaste porque te dolía una muela. No, cariño. Eso no sucedió por lo que estás haciendo. No te preocupes, no ...

Eres muy sensible. Esa es una de las razones por las que podemos tener estas comunicaciones. Siempre fuiste una niña muy sensible, la que tenía todo el miedo. Bueno, tal vez si yo tuviera un hermano mayor, también estaría asustado [risas].

Después de nuestra última visita, me encontraba flotando a través del Universo, admirando las vistas, cuando un viento cósmico comenzó a rodearme como un lento tornado. Este viento contenía algún tipo de fuerza magnética porque unos cristales blancos se juntaban alrededor de sus bordes como copos de nieve en el parabrisas de un automóvil. Cuando el remolino se detuvo, los cristales habían formado un anillo a mi alrededor. Este anillo parecía estar a unos treinta metros de mí. Digo "parecía" porque no hay forma de medir la distancia real. En realidad, podría estar a años luz de distancia.

Entonces fue como si alguien hubiera presionado el botón de inicio de un proyector cósmico y el anillo se convirtió en una película circular que todavía se reproduce a mi alrededor.

Sin embargo, lo que veo es muy diferente a cualquier película que haya visto en el cine. En primer lugar, estoy suspendido en medio del universo y, en segundo lugar, la película entera se está reproduciendo a la vez y las imágenes son holográficas.

Hay un número incontable de imágenes multidimensionales y realistas que me rodean: un bebé que grita en su cuna; un niño de seis años de pelo oscuro y rizado saltando de tejado en tejado mientras su madre le grita desde la acera; un adolescente con vaqueros negros y un cordón enrollado en el brazo; un tipo con traje besando a una rubia preciosa en una capilla nupcial de Las Vegas. No tardo mucho en reconocer que soy la estrella.

Cuando estamos vivos, hay algo dentro de nosotros, una especie de chip informático cósmico, que registra todo lo que pasamos. Ahora mismo, estoy observando toda mi vida desde mi nacimiento hasta mi muerte. Miro aquí, miro allá, adelanto rápido, rebobino, acerco y alejo el zoom. Veo los caminos que seguí y los que no seguí. Veo dónde estaba mi genialidad y dónde podría haberlo hecho mejor. Sin embargo, no me siento moralista ni prejuicioso sobre algo de esto. Todo parece interesante.

Lo realmente genial es que este holograma tiene una característica muy especial. Ya sabes, a veces te preguntas: “¿Qué hubiera pasado si…?”. Por ejemplo, cuando estaba viva, a menudo me preguntaba: “¿Qué hubiera pasado si me hubiera casado con mi primer amor?” o “¿Qué hubiera pasado si me hubiera ido bien en la escuela?”.

Bueno, ¿adivina qué? Mi holograma es expandible. Puedo vivir la vida a la que me habrían llevado esos “qué hubiera pasado si”. Puedo seguir todos los caminos diferentes que no tomé cuando estaba viva y ver cómo habrían resultado. Sin embargo, lo sorprendente es que no parece que un camino sea más valioso que otro. No tengo preferencia. Todo es fascinante y no me arrepiento de nada.

Sé que debe parecer extraño. Hice muchas cosas que la mayoría de la gente consideraría errores, grandes errores. Pero, desde mi punto de vista, tuve una vida maravillosa. Todo fue maravilloso, incluso las partes más difíciles.

Por supuesto, no veía mi vida de esa manera cuando estaba viva. Mi nuevo punto de vista elimina toda dificultad, toda sensación de lucha. Esto se debe a que, aunque soy muy consciente de que soy yo quien está en la pantalla cósmica, la estoy viendo desde la distancia, por lo que todos los altibajos, todos los dramas, parecen como si le estuvieran sucediendo a otra persona.

Es curioso. Dicen que después de morir hay un Día del Juicio, pero en realidad es todo lo contrario. No hay un Día del Juicio. Ver mi vida se ha vuelto sorprendentemente agradable porque tengo una aceptación absoluta de mí mismo y de todo lo que he hecho. Habría sido agradable si hubiera podido tener esta actitud cuando estaba vivo, pero supongo que no era tan avanzado. Uno tendría que ser como Buda para ser tan avanzado.

Ahora todo parece mucho mejor que antes. Es como si estuviera tomando algún tipo de droga. Pero no se parece a ninguna otra que haya tomado antes. Es muy pura y mucho más maravillosa y no tiene efectos secundarios. Ah, y no es ilegal [risas].

Creo que esta llamada droga es en realidad la Presencia Divina y sus parientes inmediatos, esos Seres Superiores. ¿Por qué digo esto? Porque en este momento no tengo ninguna duda de que hay Seres en la atmósfera que me rodea: Seres sabios, bondadosos y superevolucionados bajo cuya custodia amorosa estoy ahora. Y recuerda, cuando piensas en el amor, estás usando tu mente humana. No hay comparación con la naturaleza real y desmesurada de este amor.

Supongo que cuando recibes amor verdadero, cuando alguien te ama incondicionalmente, supongo que empiezas a sentir lo mismo contigo mismo. Incondicional.

Mientras Guille hablaba, me sumergí de nuevo en la luz y la energía de su mundo y olvidé mis preocupaciones. Horas después, cuando los efectos empezaban a desaparecer, afrontar las minucias de la vida cotidiana no era fácil. Como un astronauta, me costaba readaptarme a la gravedad. Esa atracción terrestre me estaba agobiando. Me sentía como un extraterrestre disfuncional, no apto para vivir en este mundo.

Esa tarde, mientras estaba en mi cocina, Guille susurró:

Muéstrame el dinero.

A estas alturas ya se había dado cuenta de que susurrar hacía que oírlo a plena luz del día fuera menos estremecedor.

Llama a Tex y dile: "Muéstrame el dinero".

Supuse que esa frase se refería a la moneda aún no identificada que mi hermano quería que le diera.

—Tex —dije cuando ella contestó el teléfono—, Guille quiere que te diga: «Muéstrame el dinero». ¿Eso significa algo?

Ella permaneció en silencio por unos segundos y luego se rió.

—Esta mañana llevé a los perros al mar. Estaba pensando en Guille. —Tex hizo una pausa—. En realidad, estaba hablando con él. Lo que dije quedará entre él y yo, pero le pedí una señal. Ni siquiera iba a decírtelo.

Esperé mientras Tex daba una calada a un cigarrillo.

“Llegué a casa, me di una ducha y luego, bueno, esto es raro”.

"Sí."

“Bueno, estaba pensando en mi novela, bailando frente al espejo con una toalla, repitiendo una y otra vez: ‘Muéstrame el dinero. Muéstrame el dinero’”.

Me quedé en silencio. Tex se reía, pero yo estaba más confundida que divertida. No se trataba solo de que yo escuchara la voz de Guille, lo cual era bastante extraño. Las conversaciones de Guille conmigo eran una cosa, pero ahora Guille estaba trayendo a otras personas a su reino: Tex, JB y mi clase de escritura. ¿Por qué?

 

SIETE. Misión de rescate

Cuando Guille me despertó unos días después, hablaba tan rápido que no pude seguirle el ritmo. “Espera”, dije en voz alta, dejando a un lado el cuaderno rojo. “Necesito mi computadora. No puedo escribir tan rápido”.

Mi computadora está sobre un escritorio frente a unas altas puertas corredizas de vidrio a través de las cuales puedo ver las copas de los árboles y mucho cielo. Ahora que estaba sentado en un lugar lleno de luz natural, la voz de Guille tenía una sensación aún más mágica. Podía mirar a través de las ramas desnudas hacia el cielo, que es la dirección de donde proviene su voz, y observar cómo el efecto Guille iluminaba el mundo.

Buenos días, cariño. Vamos a completar un poco la historia que nos trajo hasta aquí. Todo lo que tengo que hacer es acercarme a esa parte de mi holograma. No te preocupes. Sé que la misión de rescate fue una pesadilla, pero la haré entretenida.

Bueno, primero desaparecí, ¿qué? ¿Hace unos cinco años? Me fui a la Isla Margarita, esa joya de la corona de Venezuela, para hacer fortuna dirigiendo una operación de apuestas deportivas. Bill Cohen se convirtió en Guille Fingers, es decir, Guille “Dedos”), nombre que elegí para conmemorar la amputación accidental de la punta de uno de mis dedos mientras trabajaba en una fábrica de anillos de boda cuando tenía dieciséis años. ¿Recuerdas? accidente que me introdujo por primera vez al mundo del alivio del dolor.

Hace cinco años, Bill Cohen se cansó de sentirse como un taxista ex drogadicto que era la mascota del séquito de amigos adinerados de su esposa diseñadora. Sin mucha planificación, se despidió de su bella esposa y de su cooperativa de un millón de dólares en el Upper East Side de Manhattan y huyó a Venezuela para convertirse en Guille Fingers, Me escapé de casa, igual que cuando era niño huía de mamá.

Aunque cuando yo era más joven mamá siempre era la que me sacaba de apuros, nuestra relación fue difícil desde el día en que nací. Eso es lo que pasa con los seres humanos: no somos solo una cara de la moneda.

En realidad todo el asunto entre mamá y yo empezó incluso antes de que yo naciera. Poco después de que mamá quedara embarazada de mí, empezó a sangrar. Sangraba tanto que empezó a pensar que yo estaba tratando de matarla desde dentro de su útero. Así que desarrolló esta actitud de “mata al bebé antes de que él te mate a ti”.

Los médicos le recetaron reposo absoluto en cama e inyecciones para calmarla. En aquella época, no sabían que no era tan bueno darle morfina a una mujer embarazada. La morfina puede hacer que los fetos desarrollen el gusto por ella. Así que se podría decir que yo estaba drogado allí, en el útero.

De todos modos, me escapé a las costas tropicales de Margarita con el plan de hacerme rico rápidamente. Pero las cosas no salieron como yo había planeado.

Ahora que estoy muerto veo todo el drama que llevó a la misión de rescate. Te veo en la playa cerca de tu casa ese día de junio, tres años después de mi desaparición, estabas sentada sobre una manta, mirando el océano, preguntándote qué había sido de mí. También pensabas: “Probablemente sea mejor que no lo sepa”.

Entonces cerraste los ojos y tuviste una especie de sueño. Soñaste que yo caminaba por el horizonte, lento y cansado. Mi espíritu se elevaba, grande y magnífico, desde mi viejo cuerpo destrozado. Tenías un reflector en tus manos y enviaste un haz de luz a través del océano para mantenerme a flote. Fue uno de esos sueños que parece que realmente están sucediendo. Ahora que estoy muerto, puedo verlo todo.

Por cierto, después de morir, cuando miras tu holograma, puedes ver todo: quién te amó, quién te odió, qué hicieron por ti y qué te hicieron cuando te diste la vuelta. Como ya te dije, pasas mucho tiempo viendo lo que hiciste en la Tierra, así que asegúrate de que sea interesante.

Y aquí tienes otro secreto, hermana. No hay una manera correcta de que las cosas acaben. Algunos finales son más felices, otros no tanto, pero no es solo el porcentaje de felicidad lo que importa. Es la música. La vida de la mayoría de las personas no tiene suficiente música. Yo tuve suerte; mi vida era una ópera rock.

Después de soñar que enviabas ese rayo a través del agua hacia tu hermano enfermo, viejo y drogado, ¿qué hice? Llamé a mamá al día siguiente. Aunque había estado desaparecido durante años, mamá, con su inimitable estilo cariñoso, me dijo que nunca la volviera a llamar y colgó. Mamá tenía un don especial conmigo. Me sentí como en los viejos tiempos.

Ahora que estoy muerta sé que mamá te llamó, histérica y llena de culpa, para confesar lo miserable que era. Me había llamado por teléfono. Le causé mucho dolor a mamá en su vida, eso es seguro. Desesperado, la llamé de nuevo una semana después y me dio tu número.

Gracias a Dios, mi hermana pequeña todavía me hablaba. Incluso quería hacerlo. Esa pequeña morena, linda e inteligente con el tutú rosa cantando y bailando y sacando sobresalientes en todo mientras su hermano, Guille the Kid, prendía fuego a la cafetería de la escuela.

Estabas tan feliz de escuchar mi voz por teléfono después de todos esos años, aunque estaba drogado, llorando y con picores. Ya estaba en el infierno y la siguiente parada iba a ser aún más baja. Si no salía pronto de la Isla Margarita, iba a terminar en la cárcel o en un manicomio, un lugar del que nunca saldría.

Me enviaste dinero para un billete de avión, pero lo gasté en otras cosas.

Tenía muchas ganas de salir de allí, pero no tenía los medios para comportarme como una persona normal y subirme a un avión. Todo el mundo te decía que me estaba dando un capricho, pero tú sospechabas que estaba pasando algo más grave.

No me alegró que Guille hubiera empezado a hablar de la misión de rescate. Tal vez estaba acercándose a ella con su nueva perspectiva de la vida después de la muerte, pero recordarla todavía me resultaba doloroso.

Mientras Guille se desmoronaba en Margarita, yo estaba acostada en la cama en un estado de malestar inducido por Guille. Me costaba concentrarme en cualquier otra cosa que no fuera esperar su siguiente llamada, que llegaba cada pocos días, a veces incluso todos los días. Cada vez estaba en peor estado que la última vez que había hablado con él.

“Annie, me estoy muriendo. Tengo una picazón terrible. Tengo ataques de ansiedad. Tienes que sacarme de aquí”.

—¿Cómo puedo hacerlo si no me dices dónde estás, Guille?

“No sé dónde estoy. Lo único que sé es que me pica. ¡No me dejes morir aquí así!”

Busqué respuestas en varios asesores: un psicoterapeuta, un consejero de drogas, gente de Alcohólicos Anónimos. El consenso era que Guille me estaba manipulando para conseguir dinero para drogas. Podía volver a casa si quería.

Entonces soñé que mi padre bajaba del cielo y cavaba un hoyo en forma de ataúd. Dejaba caer su pala al suelo, se volvía hacia mí sacudiendo la cabeza como si estuviera preocupado. Su rostro estaba triste y lleno de miseria, advirtiendo que algo realmente oscuro iba a suceder, algo peor que la muerte. Cuando me desperté sudando, supe que estaba cavando la tumba de Guille y que tenía que sacarlo de Margarita, rápido. 

OCHO. Primero los placeres, luego la peste.

Pensar en la misión de rescate me ponía ansiosa. Esa noche me desperté varias veces con sueños locos, como cuando Guille quedó atrapado en Margarita.

Por la mañana fui a Starbucks a tomar un espresso doble. El sol brillaba y el aire tenía un agradable toque primaveral. Mientras conducía hacia casa, un trozo de cielo pareció volverse de un tono azul más brillante. Entonces escuché la voz de Guille a través de mi parabrisas desde ese mismo lugar luminoso.

Llama a Tex y dile que le pedí que bebiera té verde.

Era la primera vez que Guille me hablaba cuando yo estaba fuera de mi casa. Me habría asustado si no hubiera habido una luz que me iluminaba desde el cielo brillante con un efecto embriagador que me resultaba familiar.

Llama a Tex ahora. Bebe té verde.

Llamé al teléfono móvil de Tex.

“Guille me acaba de dar otro mensaje para ti: “Bebe té verde”.

El jadeo de Tex fue audible.

“Vengo del acupuntor. Dijo que soy tóxica y que tengo que dejar de tomar café. Ya me conoces a mi y a mi café. En ese momento pensé: "¿Cómo diablos voy a hacer eso?"

Después de colgar el teléfono, me di cuenta. Los mensajes crípticos de Guille («No hay sol sin hijo», «Muéstrame el dinero» y «Ahora bebe té verde») eran la «prueba» que Guille había prometido. Estos incidentes inexplicables eran su forma de demostrarme que era real.

Cuando llegué a casa fui directo a mi ordenador y miré hacia el cielo a través de las puertas de vidrio.

—Está bien, Guille. Lo entiendo. Eres real. Pero ¿puedes decirme cómo lograste que se hicieran realidad esas pruebas?

Como siempre, no tuve control sobre lo que dijo Guille.

Hola, mi hermana. La verdad es que si no fuera por el picor, nunca te hubiera llamado desde Margarita. Lo estaba pasando demasiado bien, al menos hasta ese momento.

En esa época yo ganaba dinero, recaudaba dinero. En uno de los enclaves más duros de la Isla Margarita, Bill Cohen, un muchacho judío de Brooklyn, conseguía que unos tipos pagaran sus deudas de juego. Cuesta creerlo, ¿no?

Estamos destinados a participar en todo tipo de cosas en la Tierra, cosas que no tienen sentido desde un punto de vista humano. Así que tómate un momento antes de juzgar a tus semejantes con demasiada dureza. Mucha gente me juzgó, pero me enfrentaba a circunstancias que me había propuesto explorar antes de nacer.

Yo vivía con la adorable joven Elena. Elena tendría unos veinte años y yo casi tres veces su edad. La dulce Elena me tomó bajo su tierna ala.

Nunca me gustó mucho beber, pero en ese momento no tenía dinero para drogas. Me permitía beber tanto como quisiera. Por mucho que quisiera, dejaba que el blanco de mis ojos se volviera amarillo, dejaba que mis dientes se pudrieran. Ya no me importaban las convenciones, ni el futuro ni las consecuencias.

Primero vinieron los placeres, luego la peste. Náuseas, ataques de ansiedad, caída del cabello a mechones. Y luego lo mejor: la picazón. Sin que yo lo supiera, esta sarna se estaba metiendo debajo de mi piel. Estaba tan anestesiado por la bebida que tardé un rato en sentir la picazón, y para entonces los bichos se habían infiltrado tanto que el médico del pueblo no pudo identificarlos. Se movían de una zona a otra, haciendo su propio bailecito especial.

En todos mis años, nunca experimenté nada tan cruel como estos bichos. ¿Eran bichos de Dios o bichos del Diablo? ¿Bichos buenos o malos? ¿Todo es lo mismo? No puedo decirlo, pero seguro que fue la picazón de estos bichos lo que me hizo llamar a casa, y ahora sé que si me hubiera quedado en Margarita, el inframundo me tenía guardadas algunas delicias muy especiales, algunos bombones de diseño muy personales como nunca había visto. La mayor parte de mi vida me salí con la mía. Desde el punto de vista de otras personas, las cosas no siempre parecían ir tan bien para mí, pero para mí fue una aventura interesante. Como dije, me había apuntado a ella.

Lo que me estaba metiendo en Venezuela era otra historia. La oscuridad me tenía acorralado.

Fue tu amor y tu determinación lo que me salvó de ese destino. Tú eras mi héroe. Mucha gente tenía opiniones firmes sobre tus intentos de salvarme la vida. Intentaron asignarte diversos roles que no eran particularmente halagadores: la víctima lastimosa, la codependiente y, mi favorito, la tonta, por intentar salvar a un adicto como yo. Ojalá te lo hubiera dicho entonces, pero te lo digo ahora. Para mí, tú eras la gracia de Dios, pura y simple.

Aquí tienes otro secreto, cariño: otro consejo de hermano mayor directamente del otro lado. No te preocupes demasiado por cómo te ven los demás. La gente te verá como quiera. Juega tu papel en el drama cósmico, pero nunca olvides, cariño, que tú eliges cómo te ves a ti misma. No dejes que los demás te den el papel.

Cuando Guille estaba en Margarita, las visiones de ser secuestrado y retenido para pedir un rescate en un país de drogas de Sudamérica hicieron que mi viaje a buscar a mi hermano fuera imposible. Después de dos meses de intentar convencer a Guille de que se subiera a un avión y se fuera de la Isla Margarita, y desesperada por sentirme mejor, fui a ver a Olga, la manicurista colombiana, para que me pintara las uñas de los pies de rojo.

—¿Qué te pasa? —preguntó—. Tienes un aspecto horrible.

Le solté la historia sin pensarlo. Olga es dura. Ella pensó durante unos minutos y dijo: “Conozco a un tipo, un tipo muy grande. Puede ir a buscar a tu hermano. Por un precio”.

La miré fijamente. Una especie de secuestro. ¡Qué fantástico! ¿Cómo no se me había ocurrido?

El colombiano quería diez mil dólares para encontrar a Guille y traerlo de vuelta. Ahora que todo estaba en marcha, se me ocurrió una solución mejor. Podría enviar a mi buen amigo y compañero meditador, Guru Guy, el muchacho judío del Bronx, que era el rey de los viajes por Sudamérica.

—Voy a enviar a alguien a buscarte, Guille.

—¡No! ¿En serio? No lo puedo creer. ¡Dios mío, date prisa! Me estoy muriendo. Esta no es forma de morir. Me muero de ganas de morir.

“Dime dónde estás y él vendrá a buscarte”.

—No puedo, Annie. No puedo.

“¿Por qué no? Me estás volviendo loca. No puedo soportarlo más”.

—No puedo volver a casa, Annie. Tengo un aspecto horrible. Se me está cayendo el pelo. Estoy hinchado. Tengo la carne colgando, como la de papá cuando se estaba muriendo de cáncer.

Ahora lo entendí. Guille siempre había sido guapo. Todavía era vanidoso.

Finalmente, la picazón pudo más que la vanidad de Guille. El plan era que Guru Guy volara a Margarita. Guille llegaría de alguna manera al aeropuerto, tomarían el mismo avión de regreso a Miami y yo los esperaría allí. Si Guille no se presentaba, Guru Guy comenzaría la búsqueda. 

NUEVE. Las cenizas de Guille.

Ahora que el clima había empezado a mejorar, comencé a pensar que debía hacer algo con los restos de Guille. Sus cenizas habían estado en una caja de palo de rosa junto a mi chimenea durante casi tres meses.

Cuando Guille estaba vivo, siempre decía que quería que lo incineraran y lo esparcieran en el mar. De repente, tuve el impulso de llevar sus cenizas a la bahía que está al otro lado de la calle de mi casa para que estuvieran cerca.

Me puse ropa blanca como se hace en los rituales funerarios orientales. Después de vaciar los restos de Guille de la caja en una bolsa de seda roja bordada, escudriñé las cenizas moteadas de gris claro con los dedos. Polvo de Guille. Había pequeños trozos duros y blancos, probablemente hueso, y un gran trozo de metal que parecía parte de un puente dental. Me puse una chaqueta y fui a la bahía. El cielo era intensamente azul y sin nubes, y el viento soplaba en la dirección correcta, hacia el mar.

Cuando metí mi mano en las cenizas, un trozo de cielo se volvió más brillante y escuché la voz de Guille.

Hace demasiado frío para mí, cariño.

“¿Qué?”, pregunté.

Hace demasiado frío. El agua está demasiado fría.

Me quedé allí, sin saber qué hacer. “Sabes, podrías haber dicho eso antes de venir aquí”.

Te diré algo. Solo espolvorea un poquito para que puedas sentir que estoy aquí.

Mientras arrojaba un puñado de sus cenizas al mar, Guille dijo:

El mundo es tu ostra

El mundo es tu ostra

Eres la perla

Y la ostra

No tenía idea de lo que eso significaba, pero me hizo sentir luminosa. Cuando regresé a mi casa, todavía podía sentir a Guille cerca, así que me senté frente a mi computadora.

Gracias por esparcir algunas de mis cenizas en la bahía esta mañana. Me siento mejor. Pero de verdad que sí, porque lo hiciste con tanto amor.

Cuando estaba vivo solía decir que mi vida terminó el día que tú naciste, y ahora lo lamento. Es solo que yo siempre fui el malo y tú la buena. ¡Y papá te amaba tanto! Una cosa era que mamá te quisiera más que a mí, pero que papá también. El drama familiar es el primero, el principal, y tiene mucho empuje. Mi envidia hacia ti fue un factor importante en ese drama.

En la Tierra hay muchos problemas sobre quién es mejor que quién, y eso causa mucho sufrimiento. Es un juego ideado por las fuerzas de Maya, o de la ilusión, para hacer infeliz a la gente. Ése es uno de los propósitos de la ilusión: la miseria humana.

Pero, desde este punto de vista, cada alma es única en aspectos muy bellos. Algunas simplemente están más avanzadas que otras en el camino del desarrollo, y eso está bien.

Ahora que estoy muerto, sé que no era divertido ser el bueno, tener que limpiar siempre el desorden familiar (y éramos desordenados, eso seguro). Y yo era el que recibía toda la atención, ¿no? Siempre se trataba de mí. ¡Qué revelación!

Pero siempre me quisiste, ¿no? Diste tus primeros pasos hacia mí, escribiste pequeñas rimas para mí, me admiraste y me buscaste como si fuera tu propio James Dean. ¿Y qué hice yo? Te ignoré por completo. Bueno, eso ya terminó. Estoy recuperando el tiempo perdido.

¿Qué bendición que te di hoy? Es más que una recompensa por lo que hiciste por mí. Es algo del espíritu. Infundirla en tu vida es el resultado de este momento y de todo lo que contiene.

Puedo verte sentada frente a tu computadora ahora mismo, llorando. Estás llorando por cómo terminó todo entre nosotros. Luché con mi adicción durante casi dos años después de la misión de rescate; luego morí. Me rescataste, pero en realidad no pudiste rescatarme. Estaba escrito. Esos últimos meses antes de mi muerte, me dijiste que me alejara y te dejara en paz. Yo era un hombre que se estaba ahogando, Annie, y te llevaba conmigo.

Ya no me importan mucho los recuerdos, pero cuando te veo ahí sentada, llorando, quiero que sepas que hay recuerdos mucho más grandes que las peleas que tuvimos tú y yo al final, allá abajo, en ese planeta tan temporal. Recuerdos como subir a ese avión desde Margarita con mi nuevo compañero Guru Guy, durmiendo en una habitación de motel en Miami, luego despertando de mi sueño intoxicado, viéndote de pie sobre mí, como una Madonna. Había estado lejos tanto tiempo y estaba tan feliz de ver a mi hermana menor, cuidándome, salvándome, preparándome para el hospital, haciendo lo que fuera necesario para evitar que muriera en el infierno.

Así que ahora estás llorando frente a tu computadora, preguntándote si te perdono.

Quizás la verdadera pregunta que debes hacerte es: ¿me perdonas tú?

Y, en serio, cariño, no hay nadie a quien perdonar, porque nos apuntamos para hacer este baile, juntos, antes de nacer. No estábamos actuando como si te hubiera hecho algo malo en otra vida y ahora lo estoy pagando. En realidad, no funciona así. Ese concepto de ojo por ojo, diente por diente, que iguala el resultado kármico, no es real, al menos no donde yo vivo.

Es más bien una especie de experimento elegido por razones de tipo anímico que a los humanos les resulta casi imposible comprender. Y no comprender es una parte importante del experimento. Si la gente supiera cómo funciona el experimento, perdería algo de su fuerza, y esa pérdida de fuerza, bueno, en eso consiste un poco la iluminación.

DIEZ. Vicente

Después de bendecir la perla de la ostra, quise rendirle un homenaje especial a Guille. Al día siguiente decidí esparcir sus restos en las montañas Catskill, en el norte del estado de Nueva York, un lugar que siempre le encantó. El año anterior a su muerte, me prometió llevarme de viaje allí para ver las hojas de otoño.

Empaqué la bolsa de seda roja que contenía sus cenizas en mi bolso de mano, conduje durante cinco horas y me registré en un pequeño hotel-spa en el que ya me había alojado antes. Era un lugar sencillo y extraño, pero los pinos y el bosque eran espectaculares. Almorcé, me vestí de blanco otra vez, metí la bolsa de seda en una mochila y caminé cuesta arriba por una gran colina.

Cuando llegué a la cima, un ciervo de gran tamaño y con una cornamenta enorme me miró desde el borde de los árboles como si fuera un guardián mitológico del bosque. Un poco asustada, me acerqué a él lentamente y me detuve a unos quince metros de distancia.

“¿Puedo esparcir las cenizas de Guille en tu bosque?”

Cuando no me atacó, sino que se adentró en el bosque, pensé que eso significaba que todo estaba bien. En el lugar donde él había estado antes abrí la bolsa de seda roja. Entonces escuché:

Aquí estamos muy solos. Y ahora no hace frío, pero en invierno hace mucho frío.

—Acabo de conducir durante medio día, Guille. ¿Por qué no me detuviste?

Guille no respondió, pero podía sentir su espíritu en todas partes, como una niebla brillante que iluminaba las colinas. Caminé de regreso al hotel con las cenizas todavía en mi mochila. Los edificios destartalados parecían cabañas encantadas y los rostros de las personas brillaban y eran hermosos. Decidí quedarme hasta el almuerzo del día siguiente y programé un masaje matutino con alguien llamado Vicente.

Antes de escaparse a Margarita, Guille era masajista, uno de sus mejores trabajos. Nunca conocí a nadie con manos tan dotadas como las de Guille. Otra razón por la que le gustaba el nombre de Guille “Dedos”.

Cuando me desperté al amanecer en mi habitación poco iluminada, mi hermano me estaba esperando.

Gracias por honrarme llevando mis cenizas a estas montañas sagradas. El milagro de la creación está aquí, en este lugar, en todas partes: los árboles, los cielos, el sol, la amistad, la bondad, el amor. Tal vez hoy pueda darte una pequeña señal, un pequeño milagro, una pequeña cosa de belleza que te conecte con la fuente de toda belleza y milagros.

Vicente resultó ser un chico grande, redondo, de veintitantos años, con cabello rubio peinado hacia atrás y manos fenomenales. No sé si fue por la sensación de su tacto, que era similar a la de Guille, pero mientras Vicente me frotaba la espalda con aceite tibio le hablé de mi hermano. No me importaba si Vicente pensaba que yo era una rara. Nunca lo volvería a ver. Cuando terminó el masaje, me tapé con la sábana, me incorporé y vi que Vicente estaba llorando.

“Mi hermana murió hace unos meses. Enfermó y murió de repente, así de simple. No tenía ni veinte años. Muchas gracias por compartir tu historia sobre Guille. Creo que eres como una especie de señal de ella”.

Me quedé desconcertada. Era la primera vez que le contaba a un completo desconocido lo de Guille, y él no pensaba que yo estuviera loca, sino que era una mensajera.

—Sí —convine, recordando el mensaje de Guille de esa mañana—. Debe ser una señal.

Mientras caminaba desde el spa hasta mi pequeña y húmeda habitación, el bosque y el cielo zumbaban con el efecto Guille. Guille debe haber tenido algo que ver con mi encuentro con Vicente. ¿Y, acaso la hermana de Vicente también tuvo algo que ver?

Mientras comía un cuenco de sopa de garbanzos en el restaurante, antes de irme a casa, Vicente se acercó a mi mesa. Me entregó una pequeña cesta redonda de paja roja con tres cristales en su interior. Vicente me explicó que el cuarzo transparente era para la mente, el cuarzo rosa para el corazón y el raro citrino rojo oscuro era para la sangre, como en el caso de los hermanos. 

ONCE. Más pruebas.

Después de regresar de mi viaje a Catskills, le conté a mi grupo de escritores sobre Vicente. Cuando admití que compartir mi experiencia con Guille con un extraño había sido más un regalo que una tortura, Tex me miró con cara de “te lo dije”.

La mañana siguiente estaba nublado. Mientras las lluvias de finales de abril volvían la tierra fragante y verde, Guille apareció con voz perezosa y palabras suaves y prolongadas.

Dile... a Steve... que no... nos lleves... a la... tentación.

Llamé a Steve a la oficina para entregarle el mensaje.

“Guille me acaba de dar un mensaje para ti: ‘No nos lleves a la tentación’. ¿Qué significa?”

—No significa nada —dijo con voz entrecortada—. Escucha, tengo una reunión y llego tarde. Hablamos más tarde.

Me sorprendí. Era la primera vez que mi hermano no acertaba.

Unas horas más tarde Steve volvió a llamar.

“En medio de mi reunión, uno de mis socios contó una historia, y la frase final fue... No nos lleves a la tentación. La repitió dos veces. Casi me caigo de la silla. Supongo que cualquier duda que tenía sobre tu hermano se ha ido”.

Después de que Steve colgó, Guille me dio otra pista.

Tex . . . Bach . . . flor . . . remedio . . . clemátide.

Los remedios florales de Bach son una especie de tratamiento homeopático para la angustia emocional. Llamé rápidamente a Texas.

“¿Has oído hablar alguna vez de los remedios florales de Bach?”

Ella se rió. “Sí.”

“¿Qué es tan gracioso?”, pregunté.

"Te lo contaré después. Continúa."

—Guille quiere que elijas una llamada clemátide.

“Ayer mismo, mi hermana me dijo que debería tomar un remedio de flores de Bach. Nunca había oído hablar de ellas. ¿Ahora Guille me receta una? Es una locura”.

Tex y yo buscamos en Internet clemátides. Era para gente que prefiere vivir en un mundo de sueños en lugar de en la realidad. Eso le vino como anillo al dedo a Tex.

"Guille quiere que sepa que me está observando", dijo Tex. "Y que está pendiente de mí".

Veinte minutos después, Guille me dio otra receta.

Lola . . . Bach . . . remedio . . . verbena.

Lola era la novia de Guru Guy. Ambos habían estado siguiendo la historia de Guille, así que llamé inmediatamente a Guru Guy y le entregué el mensaje. Me devolvió la llamada minutos después.

“Acabo de dar el mensaje de Guille a Lola y, ¿adivina qué? Estaba en una tienda de alimentos naturales mirando los remedios de Bach cuando la llamé. ¿Adivinen qué más? Tenía un frasco de verbena en la mano”.

Todas esas pruebas, que llegaron el mismo día, me hicieron sentir como si estuviera en el país de las maravillas, una realidad invisible que Guille estaba haciendo real para mí. Me puse un impermeable amarillo y conduje hasta un pueblo pesquero cercano, donde me senté en un banco de madera desgastada y miré al mar.

Fue en julio cuando vi a Guille por última vez. Estábamos sentados en el mismo banco, tomando café y comiendo donas. Guru Guy lo había rescatado de Venezuela el verano anterior y Guille había venido de Florida para visitarlo. Cuando entramos en una tienda de donas, hizo un pedido para mí. Me sorprendió que recordara que a mí me gustaba el glaseado de vainilla en lugar del de chocolate. Me encantaba estar cerca de mi hermano mayor, viendo cómo se acercaban las olas. Sin embargo, ahora, sentada sola bajo la lluvia, sentía su presencia a mi alrededor.

 

SEGUNDA PARTE. Incluso el alma cambia. 


DOCE. Convirtiéndose en el universo.

Guille se quedó en silencio por un rato, aunque a veces podía sentirlo cerca mientras hacía mis cosas. Ya casi era junio cuando me visitó de nuevo, pero sonaba muy diferente. Su voz era lenta, hipnótica y soñadora, y parecía venir de muy, muy lejos.

Sé que hoy mi voz suena rara, lejana y como intoxicada. No te asustes, pequeña. No estoy drogada [risas]. Simplemente estoy más avanzado que antes. Estoy solo, pero es una buena soledad, no como la soledad que sentí en los últimos años de mi vida.

Después de morir pasas mucho tiempo, tiempo a solas, explorándote a ti mismo como un Universo. ¿Crees eso? Tú eres el Universo. Pero la sociedad te enseña otra cosa. La sociedad te enseña limitaciones. Créeme, Annie, todo lo que necesitas ya está dentro de ti. Y quién eres realmente está mucho más allá de tu comprensión. Es por eso por lo que vivir apretujado en la experiencia humana puede ser doloroso a veces. Lo fue para mí.

¿Han pasado ya unos cuatro meses desde que fui golpeado por el servicio de entrega de Dios?

Pensé que nunca me cansaría de ver mi holograma. Pero después de un tiempo me quedó claro que todos los caminos, en última instancia, me llevan al mismo lugar: el momento presente, flotando aquí en el espacio, lo cual es mucho más fascinante que mirar atrás, a la vida que dejé. Mi holograma debe haber tenido algún mecanismo de destrucción incorporado porque cuando perdí interés en él las imágenes se desvanecieron.

Mientras la última imagen se evaporaba, de la nada apareció en escena un rayo vertical de luz azul blanquecina superradiante. Ese haz de luz era unas diez veces más grande que yo (en realidad no tengo un tamaño, pero ya sabes a qué me refiero) y me recordó a una figura de palitos que zigzagueaba como una corriente eléctrica ondulada. De su cuerpo salían un montón de ramas fluorescentes que parecían brazos que se extendían en mi dirección. Esta luz parecía amistosa, se alegraba de verme. Yo también me sentí amigable con ella pero como no tenía ni idea de cuál era el protocolo adecuado no dije ni hice nada. Pensé que no era yo quien estaba a cargo de ese encuentro.

Probablemente tengas curiosidad por saber por qué me sentí amigable con una figura gigante con tentáculos de relámpago, pero la benevolencia de quienquiera, o lo que fuera, no dejaba lugar al miedo. Estoy bastante seguro de que era uno de esos Seres Superiores invisibles que ha estado rondando por ahí. Tal vez solo esté listo para conocerlo en esta forma. O tal vez esta sea su forma. Realmente no puedo decirlo.

Lo que puedo decir es que los Seres Superiores parecen ser atributos particulares de la Presencia Divina. Esta Presencia, la luz ilimitada que llena el Universo en todas partes, contiene en su personalidad todas las buenas cualidades imaginables. ¿Sabiduría perfecta? Sí. ¿Tercera compasión? Por supuesto. ¿Amor que todo lo abarca? Definitivamente. Cualesquiera sean las cualidades que se engloben en la categoría de benevolencia, esa virtud está ahí mismo, en la luz. Con estos Seres Superiores es diferente. Son más específicos, más personales, como si la Presencia Divina se enfocara a través de un prisma. Y los rayos de colores que pasan a través del prisma son los Seres Superiores.

De todos modos, cuando ese Ser, de tipo relámpago, se me acercó irradió una especie de energía eléctrica a través de sus brazos fosforescentes. Lo comparo con la electricidad no porque fuera doloroso de alguna manera sino porque me dio una sacudida. La bondad y la comprensión de los Seres Superiores ahora me llegan desde mí mismo. Me amo a mí mismo como nunca pude haberlo hecho cuando llegué por primera vez al más allá. Supongo que eso significa que incluso el alma cambia.

Si hay algo que vale la pena hacer en tu planeta es descubrir el amor propio. Digo “descubrir” en lugar de “aprender” porque aprender implica que empiezas desde cero; pero la verdad es que ya te amas a ti mismo. Cuando naces, cuando ocurre la amnesia, olvidas tu magnificencia y crees que tienes que ganarte el derecho a ser amado. ¿Cómo puedes ganarte lo que ya te pertenece?

Mi encuentro con el Ser de Luz dio inicio a una nueva fase de mi viaje, la fase en la que me encuentro ahora: convertirme en el Universo. Esa sacudida eléctrica me hizo elevarme, extenderme y expandirme por el cosmos. Tengo estrellas, lunas y galaxias dentro y alrededor de mí. Se está produciendo algún tipo de procesamiento, como si hubiera una gigantesca máquina de pinball de ondas de luz dentro de mí, y la sensación sigue mejorando cada vez más.

Lo que pasa con convertirse en el Universo es... y voy a decir esto, pero las palabras realmente no hacen justicia: cuanto más me desprendo de mi supuesto yo, mejor me siento. A medida que me integro más y más con la energía universal, pienso: "Esto es todo, me voy a perder a mí misma". Pero me siento tan bien que no me importa, así que me dejo ir y me integro. Entonces, he aquí que sigo siendo yo mismo, pero más feliz. Por eso sueno tan soñador.

Convertirme en el Universo es mi manera de entender la naturaleza incomprensible de esta alteridad, de aventurarme en una dimensión de lo que podríamos llamar la Fuente. Y puedo decir, aunque sea de forma inadecuada, que en el centro de todo hay una energía, un material inmaterial que, a falta de palabra mejor, identificaré como amor. Vaya, hermanita, y cómo amo y qué bien se siente este amor. No puedes imaginarlo. De verdad que no puedes. No hay forma de que lo hagas.

Supongo que, por lo general, alguien que pasa por esto no habla de ello, solo lo experimenta, pero ¿quién sabe? ¿Quién sabe por qué puedes escucharme? Después de morir, pude verte y pude ver todo ese dolor en ti, y comencé a hablar para intentar hacerte sentir mejor. Fue una gran sorpresa que pudieras escucharme. Estoy tan sorprendido como tú. Y hablando de sorpresas, una está por llegar.

Me costaba mucho oír a Guille. Parecía que alguien saliera lentamente de la anestesia o despertara de un sueño profundo. Aunque su voz era débil, la sensación de euforia que transmitían sus palabras era más fuerte que nunca.

Tomé una manta y algunas almohadas y las extendí en la terraza, afuera de mi habitación. Había brisa. Era de mañana y la luna todavía se veía. ¿Podría sucederme a mí lo que le sucedía a Guille allá arriba?

Quería convertirme en el Universo, como mi hermano. Al contemplar el vasto cielo azul sin nubes, mi confusión sobre qué hacer con mi vida empezó a disolverse. Tal vez no tenía por qué ser alguien o algo en particular. Tal vez podía dejar de lado todas las formas en que me definía a mí misma. Tal vez estaba bien que las cosas fueran tal como eran.

Mi ensoñación fue perturbada por el timbre del teléfono. Era alguien que pedía permiso para que mi profesora de meditación utilizara dos de mis canciones en un programa que se emitiría para todo el mundo. Hace años había enviado a mi profesora un CD con mis canciones, pero nunca esperé que eso diera resultado. ¡Qué sorpresa! Guille tenía razón, una vez más.

Me asaltaron muchas preguntas. ¿Cómo sabe Guille lo que va a pasar? ¿Hasta dónde puede llegar en el futuro? ¿Puede ver mi vida entera? ¿Puede influir en lo que sucederá? ¿Es Guille simplemente una parte superpsíquica de mí? Las preguntas parecían aflojar la atracción gravitatoria de la Tierra sobre mí. Me sentía como el aire.

TRECE. Dos universos pasando en la luz.

A la mañana siguiente volví a estar de mal humor, pero los cambios de humor eran un precio que estaba dispuesta a pagar. No podía esperar a tener noticias de Guille otra vez. Pasaron los días sin señal alguna. ¿Se habría ido? ¿Acaso su voz se habría vuelto tan débil que me resultaba imposible oírlo?

Diez días después, al amanecer, vi una luz azul ovalada suspendida sobre mi cama. Sabía que era Guille. Me concentré en la luz y pronto pude oír su voz, que se había vuelto aún más lánguida que antes.

¿Puedes oírme? Sé que sueno más lejos, pero si te concentras, podrás oírme de todos modos. Cuanto más intentes escuchar, más podrás oír.

Me siento bastante nostálgico. A veces, después de morir, se siente nostalgia. Pero ya no hay neuralgias, ni artralgias, ni fibromialgias. Ninguna de esas otras “algias” te atormentan aquí arriba, en el cielo. ¿He dicho el cielo? Supongo que sí.

Estaba flotando solo, disfrutando de convertirme en el Universo, ¿y qué sucede? Aparece Ingrid, mi primera esposa. No puedo expresar la alegría, que es una palabra demasiado pequeña para describir lo que experimenté cuando me convertí en el Universo. Mi primer vistazo a Ingrid en forma espiritual. La última vez que la vi estábamos los dos en la Tierra y ella tomaba morfina, muriendo de cáncer.

Ingrid también se estaba convirtiendo en el Universo. Sus soles, lunas y estrellas estaban dispuestos en una constelación que se parecía a la forma de una mujer. Estaba haciendo una danza de amor muy femenina, moviendo sus hermosas caderas estrelladas de un lado a otro mientras daba vueltas alrededor de mi Universo con las suyas. Ingrid siempre ha sido una gran seductora. Verla así casi me tentó a volver a tener un cuerpo. Casi.

En cuanto vi este Universo danzante supe de inmediato que era ella. Creo que cada alma tiene sus cualidades particulares y cuando has estado muy cerca de alguien, reconoces su alma sin importar la forma que adopte.

El alma de Ingrid no era vieja ni joven, sino algo que podríamos llamar eterna. A medida que se acercaba pude ver que las estrellas de su universo reflejaban diferentes fases de Ingrid y de su historia. Todas las edades y etapas de su vida estaban allí.

En una estrella vi a una inocente bebé rubia cavando arena en una playa. En otra, una adolescente Ingrid con poca ropa bailaba en el escenario en Las Vegas. Dios, estaba preciosa. Había una estrella que la mostraba drogada con cocaína y otra en la que la mostraban cumpliendo condena en la cárcel. Puedo ver que de ahí es de donde sacó su lado malo. Luego estaba mi Ingrid favorita, mi voluptuosa novia sueca, mirándome con esos grandes ojos verdes como si yo fuera todo el mundo. Ingrid, la tigresa loca con temperamento explosivo también estaba allí, en las estrellas, pero estaba camuflada, así que no parecía tan mala [risas].

A través de todos esos diferentes aspectos de Ingrid brillaba su alma. Y su alma era, sin lugar a dudas, lo más hermoso que he visto en mi vida. Nunca tuve ni la más mínima idea de su divina magnificencia cuando vivíamos.

Si hubiera podido ver la deslumbrante belleza del alma de Ingrid mientras estaba viva me habría sentido tan abrumado que no creo que hubiera podido funcionar. Pero aquí, simplemente estoy flotando en el espacio, flotando, convirtiéndome en el Universo. No hay nada que realmente deba hacer.

Si tienes cosas que hacer, ver el alma de las personas puede ser un gran impedimento. Si las personas pudieran ver el alma de los demás, el todo el mundo podría cerrarse. Piénsalo. Irías a una tienda a comprar algo y te quedarías colgado durante horas maravillándote con el alma de la cajera. Si vieras el alma de tu supuesto enemigo, probablemente te enamorarías de él, ¿y luego qué? Y si contemplaras el alma de alguien a quien ya amas de verdad, como me pasó a mí con Ingrid, la intensidad de esa experiencia podría incapacitarte para el resto de tu vida. Puedes entender por qué ver almas podría ser un problema en la Tierra. Se convertiría en una gran aventura amorosa.

Supongo que como Ingrid y yo somos ahora universos, estamos listos para contemplar nuestras almas. No hay nada que queramos ni necesitemos el uno del otro excepto flotar y disfrutar de la luz. Eso es todo. Sin palabras, sin apegos, sin exigencias, solo dos universos pasando en la luz.

¿Somos el universo? Búscalo en Google.

Guille hablaba aún más despacio que la última vez y arrastraba las palabras. Sentí que le resultaba cada vez más difícil comunicarse conmigo.

Cuando busqué “¿Somos el universo?”, apareció un video de YouTube del difunto astrónomo Carl Sagan. En él, describe cómo todos estamos hechos de “cosas de estrellas”; cómo hace miles de millones de años los elementos de nuestro cuerpo se formaron a partir de estrellas, y cómo nuestro deseo de explorar el cosmos es en realidad un anhelo de regresar a nuestros orígenes celestiales. ¡Guau! Eso es exactamente de lo que estaba hablando Guille. Y no es solo Guille quien está hecho del cosmos. Todos estamos, literalmente, hechos de estrellas. Convertirnos en el Universo no es solo una imagen poética. Está basado en hechos científicos.

CATORCE. No sé.

Durante las siguientes mañanas vi la luz azul de Guille al despertarme, pero desapareció rápidamente. Finalmente la luz permaneció allí y cuando me concentré en ella, pude escuchar su voz. Era apenas audible y estaba aún más distorsionada que antes, pero gracias a una intensa concentración pude entender sus palabras.

Hace tiempo que no hablamos, ¿o sí? No es fácil hablar en mi nuevo estado. Mis pensamientos tienen tanto espacio entre sí que es un esfuerzo unirlos, pero lo hago por ti. ¿Qué es un regalo sin un poco de esfuerzo? No tengas miedo, cariño, por la diferencia en mi voz. Sigo siendo yo, creo. Me estoy riendo, ¿puedes oírlo?

Con todo este espacio entre mis pensamientos, el pasado ha dejado de tener importancia para mí. Si el pasado fuera diferente, ¿importaría? ¿Seguiría estando donde estoy ahora, hablando contigo y viviendo la experiencia más grande de mi vida, es decir, la muerte? No lo sé.

Lo importante ahora es que he sido entregado a esta dicha que está más allá del placer, de la alegría, de todo lo que pueda imaginarse. Mi factor de dicha actual es cuatrocientos millones de veces mayor que la potencia de la cámara de curación en la que estuve justo después de morir.

Tengo que acostumbrarme a hablarte desde esta nueva estratosfera. Intentaré conectarme con mi estado de conciencia anterior. ¡Guau! Desde esta dimensión, los recuerdos son psicodélicos, estereo-sinfónicos (¿cómo se llama esa palabra que estoy buscando que tiene que ver con las computadoras?), virtuales, recuerdos virtualmente mejorados. Pero no puedo aferrarme a los recuerdos. Van y vienen, y no hay aterrizaje ni impacto. La muerte es realmente asombrosa. Estoy solo, pero soy todo. Es difícil explicar las cosas cuando no hay pensamiento. No hay nada que yo quiera o necesite. Satisfecho es una palabra demasiado pequeña porque implica la satisfacción de alguna carencia y la carencia es algo terrenal. Sé que en este momento eres capaz de sentir una fracción de una fracción de mi dicha, algo dentro de ti que es luminoso y sanador.

Recuerda esto, mi amor, recuerda esto: lo que logres en la Tierra es solo una pequeña parte del proceso. Si hay un secreto que pudiera susurrarte y que pudieras guardar, sería que todo está dentro de ti. Cada cosa que necesitas. La Tierra es solo una escala. Una especie de juego. Haz que sea un juego de estrellas. Si pudiera darte un regalo, sería enseñarte a permanecer libre dentro de ese juego, a encontrar la gloria dentro de ti, más allá de los papeles y el drama, para que puedas bailar la danza del juego de la vida con un poco más de ritmo, un poco más de abandono, un poco más de movimiento de caderas.

Guille me dictaba tan lentamente que me llevó casi una hora transcribir sus palabras. Pero no me molestaba. Nada me molestaba. Estaba lista para hacer de mi vida un juego de estrellas, fuera lo que fuese.

Esa tarde, alrededor de las siete, Guille interrumpió mi cena con una invitación inusual.

Encuéntrame... en... el... océano.

Guardé la comida en el frigorífico, me puse un jersey grueso, metí una manta en el coche y me dirigí hacia el océano. El aire era suave, las estrellas brillaban y una luna creciente amarilla colgaba en el cielo.

“¿Cómo hago para que mi vida sea un juego de estrellas?”

Conviértete en... el... Universo.

Tiré la manta a un lado y me tumbé en la arena. En la infinita extensión del cielo sobre mí, las estrellas brillaban como diamantes. Pronto, la presencia de Guille me levantó y me hizo girar, como si estuviera cayendo por un agujero. Caí hacia arriba, hacia la luz de las estrellas, cada vez más rápido, volviéndome cada vez más ligera, disolviéndome en el espacio. Entonces, el miedo me activó y me hizo volver a mi cuerpo, tumbada en la arena.

Todas las cosas que normalmente tomo tan en serio de repente me parecieron insignificantes: motas en la inmensidad del Universo. Guille me estaba enseñando un juego de estrellas.

QUINCE. Nuevo cuerpo.

Quería aprender más sobre el juego de las estrellas, pero Guille desapareció. Esta vez no pude sentirlo cerca en absoluto y la decepción fue mayor de lo habitual.

Era principios de julio. Tex había conseguido un contrato para publicar un libro y no tenía tiempo para el grupo de escritura, así que se disolvió. La gente se divertía en el océano, disfrutaba de cenas con amigos, iba a fiestas. Yo daba largos paseos por la playa al amanecer, componía música espacial con mi sintetizador y miraba programas sobre el cosmos en la televisión por cable. Me sentía desplazada, fuera de las cosas. No estaba del todo arraigada en mi propio mundo y no tenía acceso al de Guille.

¿Acaso Guille se habría disuelto por completo en el universo? ¿Eso es lo que finalmente ocurre después de morir? Estaba triste, pero no del mismo tipo de tristeza que sentí cuando me enteré de la muerte de Guille. Lo amaba, incluso más ahora que cuando estaba vivo. Y sabía, con certeza, que él también me amaba. ¿Sería cosa de que hubiera terminado nuestro tiempo juntos?

Un mes después de aquella noche ante el mar, vi la luz azul sobre mi cama. Mientras la miraba, emocionada, escuché la voz de Guille, y esta vez era nítida.

Barnabus, Barnabus, hola desde Barnabus.

Hola princesa, esto te sorprenderá. No solo se nos permite escribir este libro, sino que se supone que debemos hacerlo.

Estaba flotando y convirtiéndome en el Universo cuando de repente fui absorbido por un cuerpo, un cuerpo hecho de luz. Cuando era el Universo, cuando era las estrellas, las lunas y las galaxias, no pensaba en el hecho de que no tenía un cuerpo. Parece que nunca hago eso que hace la gente, pensar en lo que no tengo. Eso es porque estoy tan metido en lo que es. ¡Soy lo que es!

En lugar de carne, mi nuevo cuerpo está hecho de luz concentrada. Sigo siendo yo, pero soy realmente diferente. Convertirme en el Universo definitivamente me ha cambiado, me ha preparado para este suceso. Todavía estoy extasiado, pero mi conciencia está más clara y más enfocada que antes.

Así que llevo una túnica sagrada y tengo una cabeza llena de pelo negro rizado como cuando era joven. También tengo bigote. No hay espejo. Sólo sé cómo luzco. Sigo siendo Guille, pero me siento incluso más yo mismo que cuando estaba vivo. Mis tendencias de chico malo parecen haber cambiado a otra cosa. Cuando estaba vivo, mi supuesta mala conducta era en realidad mi manera de buscar mi verdad allí abajo, en ese planeta lleno de ilusiones. Mi rebeldía me ha servido bien ahora que estoy aquí. Ahora, en lugar de ser un tipo listo, soy un hombre sabio.

La sabiduría surge de mi interior y brilla en todas direcciones mientras la dicha brota de mi corazón. No tengo un corazón real, pero surge de esa zona. Irradio amor; simplemente palpita con él. Hay tanto odio en la Tierra, incluso en nombre de Dios. ¡Qué concepto! Odio en nombre de Dios. Por eso Cristo dijo que él es el protector de los mansos. Ellos no son tan odiadores.

Estoy en un cielo muy, muy azul. Este azul es mi primera experiencia de color concentrado de este lado, y está más allá de la imaginación humana. En la Tierra, los sentidos están separados entre sí, pero este azul lo puedo oír, oler, saborear y tocar.

Antes, cuando yo era el Universo, estaba en un cielo nocturno y mis recuerdos eran transparentes, como pintura de acuarela. No había pensado en eso hasta ahora, cuando está sucediendo esta nueva cuestión de los colores. Vuelve a aparecer esa cuestión del ahora, así que definitivamente hay algún tipo de tiempo aquí. Como si no tuviera cuerpo y ahora lo tenga. El tiempo aquí no tiene nada que ver con los relojes ni con el giro de la Tierra. Aquí, el tiempo tiene que ver con que algo sea de cierta manera y luego un cambio. Los momentos son océanos que fluyen y refluyen y te llevan con ellos. No estás esperando al siguiente. Simplemente estás en el viaje.

Mis nuevos ojos miran hacia arriba y ven algo indescriptiblemente brillante, pero definitivamente no es el Sol. El Sol es insignificante comparado con esta gigantesca bola de luz azul y blanca que está sobre mi cabeza. Intentaré describirlo con precisión. Es una esfera gigante, tan grande que no puedo ver dónde empieza ni dónde termina, con rayos que salen de ella y son tan brillantes como la esfera. Es lo mejor que he visto, vivo o muerto. Me da esta sensación, no, esta experiencia, (es más como si tuvieras experiencias aquí, no sentimientos), de que todo lo que alguna vez esperé que fuera verdad, es verdad, y es incluso mejor de lo que podría haber imaginado.

Entonces estoy parado debajo de esta esfera azul y blanca y aparece un hombre radiante y sonriente. Utilizo la palabra "Hombre" para que sepas que no es de otra especie ni nada parecido. No me importa mucho si es hombre o mujer. También lleva una túnica. Me sorprende la túnica porque es marrón y parece arpillera. Es lo más parecido a la Tierra que he visto hasta ahora, así que supongo que tiene algo que ver con lo que sucede en el lugar donde estás. En realidad, no me importa nada su túnica, porque el resplandor de su rostro es espectacular.

No lo conozco, pero me resulta familiar. Y aunque no recuerdo haberlo conocido antes, sé que se llama Joseph. Tiene el pelo plateado y creo que es un anciano, pero no es viejo. Sus manos se extienden hacia mí mientras me mira con los ojos más azules que he visto en mi vida. Sé que suena cursi y forzado, pero no lo es. Es brillante y extrañamente familiar, como si me estuvieran dando la bienvenida a casa después de un largo viaje, solo que la tierra a la que he regresado, bueno, he olvidado lo brillante que es. Todo se agita con energía. Esa es una buena forma de describirlo. Es todo energía en lugar de materia.

Joseph pone un libro en mis manos. En realidad no es un libro, pero llamémoslo así por ahora. Simplemente lo pone en mis manos y puedo sentir todo lo que hay en él. Es un gran privilegio, un gran regalo. Regalo es una palabra demasiado pequeña.

Nunca me consideré inteligente, Annie. De hecho, algunos de los brillantes profesores que tuve intentaron convencerme de que era estúpido. Nunca lo fui. Simplemente no seguí las normas del juego. Intentaban darme a la ligera su interpretación de la vida, en lugar de dejarme vivir y descubrir yo las cosas por mí mismo.

Joseph mira hacia abajo, a través de un agujero en una espesa capa de nubes que ahora veo debajo de nosotros, y allí estás tú, sentado frente a tu computadora. Y sé con certeza que tú y yo debemos hacer esto.

Lo entiendo. Este viaje que estamos haciendo juntos puede resultar aterrador a veces. Que tu hermano recién fallecido aparezca, te hable, te muestre su mundo y organice sincronicidades en forma de pequeñas pistas para demostrarte que es real,  bueno, es desconcertante.

¿Por qué ocurre esto? Porque puede ocurrir. ¿Sabías que Harry Houdini pasó años intentando comunicarse con otras dimensiones, buscando pruebas de una vida después de la muerte? Y aunque era el mayor mago de todos los tiempos sus intentos de comunicarse con los muertos, o de contactar con los vivos después de morir, nunca tuvieron éxito. Le faltaban los ingredientes esenciales: el emisor adecuado, el receptor adecuado y el permiso de quienes estaban de este lado de las cosas.

Sé que no quieres que la gente piense que eres una tonta. Ya te lo dije antes: no te preocupes por lo que puedan pensar los demás. Ése es otro secreto importante de la vida. No vivas según lo que “crees” que piensan los demás. Pensaste que tal vez podrías solucionar el problema convirtiendo el libro en una novela, pero te digo, Annie, que esto es mejor porque es real.

Estar de pie en el firmamento azul zafiro con este libro en mis manos es un gran honor. Siempre quise escribir un libro. No lo sabías, ¿verdad? Quería compartir algo de la sabiduría que adquirí durante mis viajes, ayudar a otros a conectarse con el lado espiritual de la vida. Pero en mis fantasías más salvajes nunca imaginé que me convertiría en escritor póstumo, [risas].

Y no te olvides de buscar en Google “Barnabus”, el nombre que dije cuando te despertaste esta mañana.

Me quedé atónita. Por primera vez pude ver destellos del mundo de Guille, su túnica resplandeciente, un destello de los ojos azules de Joseph. Y por un milisegundo vi la esfera azul y blanca, lo que me dio una sensación fugaz de que nada podría volver a salir mal. Lo mejor de todo fue que vi el rostro radiante de Guille, con una mirada de santo y de “lo ha visto todo, lo ha hecho todo”, mirando hacia la esfera como si hubiera estado esperando que apareciera desde el principio.

Busqué en Google “Barnabus” y el primer resultado decía:

San Bernabé, (siglo I), nacido José.

¡José! No pude leer ni una palabra más. Que me dijeran que teníamos permiso para escribir el libro, ver a Guille por primera vez y esta prueba de que San Bernabé se llamaba José, todo eso sobrecargó mi cerebro.

¿Tener permiso significaba que ahora estaba obligada a contarle a todo el mundo sobre Guille? ¿Guille trataba de persuadirme haciéndome sentir especial, diciendo que ni siquiera Houdini podía hacer lo que estábamos haciendo? Tener conversaciones con una persona muerta no era algo en lo que quisiera ser especial.

Mi hermano no era el único que podía ser rebelde.

DIECISÉIS. Esfera azul-blanca.

Sabía que Guille ya no podía hablarme directamente. Desde que empezó a convertirse en el Universo yo tenía que concentrarme en la luz azul que aparecía sobre mi cama por las mañanas o no podría oírlo. Era como una radio cósmica: para escuchar la transmisión tenía que sintonizarla. Decidí ignorar la luz, al menos hasta que supiera qué hacer a continuación.

Durante días fingí no ver la luz sobre mi cama. Entonces, una tarde, salí por la puerta principal y me sorprendí al ver a Guille encima de mí, como figura pálida y transparente, flotando cual cúmulo de nubes en el cielo. Llevaba una túnica blanca y leía un libro grande que sostenía abierto en sus manos, un libro con tapa de cuero rojo igual que el cuaderno rojo que me había dado. ¿Estaba mi imaginación creando caricaturas o Guille usaba su nuevo cuerpo para llamar mi atención? ¿Y quién le daba permiso para hacer eso? Fuera lo que fuese, ignorar a Guille ya no era una opción. A la mañana siguiente, cuando vi la luz azul, me conecté.

Gracias por honrarme sentándote finalmente frente a tu computadora para escribir mis palabras. ¿Te sorprendió verme ayer en el cielo, con el cuaderno rojo en la mano?¿Mis manos? Tener nuevo cuerpo me da ciertas ventajas, [risas].

¿Cómo puedo describir la esfera azul-blanca? Imagínate tu propio sol brillando a unos seis metros sobre tu cabeza, tan grande que cubre todo el cielo. Esta esfera está hecha de luz, no de fuego, y en lugar de ser amarilla su núcleo blanco se vuelve zafiro a medida que irradia. Es tan poderosa que si estuvieras en cualquier lugar cercano a ella tu carne se evaporaría en un nanosegundo. Como mi nuevo cuerpo está hecho de su luz eso no es un problema para mí.

Todos los seres de la Tierra llevan en su interior la luz de esta esfera. Por eso las filosofías espirituales dicen que somos uno. Donde yo estoy, esto no es sólo una teoría. Veo la luz azul y blanca en todas partes, en todo, en mí y en ti.

La luz de la esfera impulsa tu alma hacia tu cuerpo cuando estás en el útero. Luego se convierte en la fuerza invisible que te da vida. Y cuando llega el momento adecuado, esta misma luz lanza tu alma directamente a la cámara de curación en el momento de tu supuesta muerte.

Y, al igual que yo, un día tendrás un cuerpo nuevo y maravilloso hecho de la luz de la esfera azul y blanca. Y entonces, en lugar de llevar la luz dentro de ti, la luz te llevará dentro de ella. Eso sucederá cuando vivas donde yo estoy ahora, en un reino que no tiene sombras.

En vuestro mundo, mientras la Tierra se mueve alrededor del Sol, no hay nada más que sombra durante gran parte del tiempo. El misterio de la vida en la Tierra no puede existir sin el elemento de la sombra. No se puede tener el mar sin tormentas, suelo sin terremotos, viento sin tornados. En la Tierra, cuando la luz se alza, la oscuridad llega con ella. Donde hay luz, hay sombra, a menos que sea mediodía. Pero no siempre puede ser mediodía, Princesa. Y a veces, a veces la oscuridad también está bien. No pases por alto las riquezas contenidas en la oscuridad. La vida es muy temporal, así que no dejes que el tiempo pase. Deja que los momentos te llenen, los que juzgas buenos y malos.

Recuerda, la luz azul y blanca siempre está dentro de ti. Y cada día, al recordarla, la alimentas y crecerá. Cuando la vida es alegre, la luz estará allí. Cuando haya dificultades, la luz también estará allí.

Sé que tienes miedo de que las cosas salgan mal. Saldrán mal. Así es en la Tierra. Todos tenemos derecho a sentir dolor, pero el dolor es un estado transitorio. Mi transición fue hacia la muerte, hacia este consuelo y amor que ahora recibo en cada molécula de mi ser. Debes saber que la sombra es ilusoria y temporal. La dicha, en última instancia la dicha y la luz, son la realidad más verdadera y más fuerte.

¿A quién sino a ti podría contarle estos secretos, querida mía? ¿Con quién si no contigo podría compartir mi viaje a través de los mundos del más allá? ¿Y quién, si no tu, podría ayudarme a escribir este libro?

Después de transcribir lo anterior, casi temblaba. Esta vez, en lugar de hacerme sentir eufórica la energía intensificó mi conflicto interno. Guille, Joseph y cualquier otra persona en su dimensión que dé permiso para este tipo de cosas querían que yo hiciera algo para lo que no estaba preparada. Pero si le decía que no al libro, ¿estaría negando los deseos de un reino superior? ¿Habría consecuencias?

Salí con la esperanza de volver a ver a mi hermano en el cielo, pero no estaba allí. Esta fue una de las pocas veces que hablé con Guille en voz alta.

—Lo siento, Guille, pero no puedo hacerlo. No quiero escribir este libro contigo. Me da miedo. No sé por qué, pero cada vez que pienso en que se publique tu libro siento terror. Si la gente supiera lo que ocurre después de la muerte, no seguiría siendo un misterio tan grande, ¿no? —Estaba al borde de las lágrimas—. Lamento decepcionarte, me encanta oírte, me encanta escucharte, pero no puedo escribir este libro. Por favor, no dejes de visitarme.

DIECISIETE. Cuántico.

Cuando me desperté a la mañana siguiente, miré el techo en busca de un atisbo de luz azul, pero no había ninguna. Ni esa mañana, ni la siguiente, ni la siguiente. En un intento de conseguir la visita de Guille, me senté frente a mi computadora justo después del amanecer, mirando por las puertas de vidrio hacia el cielo.

Poco más de una semana después, Guille apareció en el cielo de nuevo, esta vez imitando a un ángel malo. Un halo de juguete brillante, como los que se pueden comprar en una tienda de artículos para fiestas, estaba torcido sobre su cabeza; tenía una expresión exagerada de santidad en su rostro. De vez en cuando miraba el cuaderno rojo que tenía en las manos y hacía muecas como si estuviera leyendo las palabras más interesantes y sorprendentes jamás escritas. Así era exactamente como Guille hacía tonterías cuando estaba vivo. Aunque lo que estaba viendo me hacía cuestionar mi cordura, me alegraba que estuviera allí.

Durante los días siguientes, cuando estaba afuera, Guille, el ángel malo, aparecía con frecuencia. Yo caminaba por la ciudad, hablaba con un conocido, ponía gasolina en mi coche, y allí estaba él, haciendo tonterías en el cielo. Aparecía cuando había otras personas cerca, pero yo era la única que podía verlo. Era nuestro secreto.

Después de tres o cuatro días de esto, cuando me desperté y vi la luz de Guille sobre mi cama, fui directo a mi computadora y me conecté.

Sé que una de las razones por las que dudas en compartir estos escritos es porque quieres proteger nuestra relación del ridículo, y te lo agradezco. Pero, querida, en realidad no hay nada que proteger. Todo lo que estamos haciendo es contar la historia. Que cada uno decida si la acepta o no. Algunas personas creerán que es verdad. Otras dirán "tal vez", pero "tal vez" es una gran mejora con respecto a, "de ninguna manera".

Todos los que estamos en la Tierra somos eternos, pero no lo sabemos. Puede que lo creamos, pero no lo sabemos. Eso es porque es demasiado para saber. La eternidad no es un concepto que la mente pueda comprender. Podemos intentar imaginarlo, pero luego, al no poder experimentarlo, la mente dice: “Sí, creo que es una historia estupenda, tal vez sea cierta”, pero en última instancia rechaza lo que no puede comprender. Eso es porque no es nuestra mente la que puede comprender todo esto. Es algo mucho más grande y más real que nuestra mente.

Tomemos como ejemplo a ti. Aunque eres tú quien vive estas experiencias, aún no aceptas por completo todo el asunto, ¿verdad? ¿Por qué? Porque tu terrenalidad se está alzando contra la realidad de que yo te hablo desde una esfera diferente. Querida, esto es más que un libro. Quiero ayudarte a ti y a otros a expandir su conciencia. A dar un salto cuántico.

¿Qué quiero decir con eso? Bueno, déjame darte la versión de Guille de lo cuántico: cuántico en unos pocos y sencillos pasos. ¿Cuál es la distancia más corta entre dos puntos, la forma más rápida de llegar de aquí a allá? ¿Es una línea recta? En realidad no, porque ya estás en ambos lugares. La gente dice que no puedes estar en dos lugares al mismo tiempo, pero se equivocan. Adonde sea que quieras ir, ya estás allí. Y adonde sea que no quieras ir, [risas], ya estás allí también. Lo cuántico requiere mantener la atención en el lugar al que quieres ir.

¿Qué es un salto cuántico? Significa que un cambio de perspectiva es algo poderoso. Significa que la forma en que ves algo puede realmente cambiar ese algo. El experimento que tanto te gusta, el gato de Schrödinger, tiene que ver con la teoría cuántica. Básicamente, postula (¿te gusta esa palabra?), que la forma en que observas algo cambia ese algo.

 

El gato de Schrödinger: la versión de Guille.

 

A papá no le gustaban los gatos, no quería tener nada que ver con ellos. Cuando papá miraba a un gato veía una criatura malvada con garras largas y afiladas. Miras a un gato y ves el paraíso. ¿Crees que eso podría afectar al gato?

La teoría cuántica suele aplicarse a partículas subatómicas, no a personas. Pero las personas son en realidad vastos universos de partículas subatómicas y, a veces, un cambio de perspectiva hace que las partículas realicen un baile diferente y salten a una nueva realidad. Por eso digo que el punto de vista lo es todo. Vale, no todo, pero sí mucho.

Llevo días de pie en el cielo, personificando a un ángel para que te tomes un poco menos en serio, te sientes de nuevo frente a la computadora y escribas. Para mí los días son una eternidad. Vaya, la eternidad, Annie, piénsalo. No te preocupes, Greta Garbo. No estoy hablando de una vida eterna en la Tierra, [risas]. Esto es diferente.

Si quieres dar un salto cuántico, construye conmigo un puente entre tu mundo y el mío. Arriesga. Cambia tu punto de vista sobre la escritura de este libro y emprende este viaje conmigo. Porque si pudieras escapar de la pequeñez de tu mente y vivir en la dimensión de mis bendiciones, si pudieras bailar esta danza conmigo, experimentarías algo que apenas has imaginado, algo en lo que has metido el dedo del pie de vez en cuando. En lugar de un dedo del pie, intentemos que entres hasta los tobillos, luego las rodillas, luego los muslos, luego la cintura. Poco a poco, vamos a hacer que entres en el océano de tu Esencia Divina.

Guille estaba haciendo lo mismo que cuando estaba vivo: usar su humor y encanto para conseguir lo que quería. Su tonta imitación de ángel me hizo pensar que tal vez escribir este libro no era tan serio como yo pensaba. Flotar por el cielo como un ángel malo era la forma que tenía Guille de decir: “¡Y qué! ¡No es gran cosa! No te preocupes por eso. Sal y juega”.

Desde la muerte de Guille, me había vuelto cada vez más aislada. Mantenía el contestador automático encendido todo el tiempo y solo recibía llamadas de amigos que sabían de Guille. Cuando se trataba de todos los demás, ¿cómo podría actuar con normalidad si yo no me sentía normal? Encontraba excusas para no ver a la gente. Tal vez mi Universo se había expandido, pero mi físico, el mundo, se había encogido definitivamente. Estaba mudando dentro del secreto de Guille.

Después de que Guille me dictara sus notas, me invitó a ir a la bahía. Ahora que podía verlo y oírlo era casi como si fuera un amigo que vivía a la vuelta de la esquina.

El día era cálido y soplaba una brisa salvaje. Me puse un bañador rojo que no me había puesto en años y bajé los escalones hacia el agua. Justo cuando llegué a la orilla, allí estaba Guille, inconfundible, en el cielo. Estaba de nuevo en modo ángel, luminoso y con una túnica blanca, tan transparente que era casi invisible, levantando las manos por encima de mí, derramando bendiciones. No dejaba de repetir:

El mundo es tu ostra / El mundo es tu ostra / Eres la perla / Y la ostra.

Vi destellos plateados por todas partes. Aunque llevaba gafas de sol, la luz era tan brillante que temí que, cuando terminara la bendición, descubriera que me había quedado ciega. Con los ojos medio cerrados, caminé con cautela por el fondo de guijarros hasta las tranquilas y cálidas aguas de la bahía. Mientras flotaba de espaldas, con los ojos bien cerrados, susurré mi nuevo mantra: “Soy la perla y la ostra”.

Cuando llegué a casa, saqué una revista del buzón y abrí la tapa. En la primera página estaba un anuncio que mostraba a una rubia con un vestido dorado desplomada contra el suelo de un bar de ostras. La barra y el suelo estaban cubiertos de enormes pilas de conchas de ostras desechadas. La mujer exhausta miraba fijamente un objeto que sostenía entre sus dedos. Cuando miré más de cerca, vi que era una perla brillante de gran tamaño.

DIECIOCHO. Supramundo.

Al día siguiente de recibir la perla de Guille en la bendición de las ostras, me desperté sintiéndome como si tuviera una terrible resaca. Cuando la energía del mundo de Guille se volvió intensa, me asusté. No tenía miedo de la energía exactamente. Tenía miedo del colapso que siguió después de haber viajado entre su mundo y el mío.

Las personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte suelen decir que no querían regresar a este mundo porque el que está más allá se sentía mucho mejor. Cuando Guille viene de visita me envuelve una atmósfera superior. Pero a diferencia de mi hermano, cuando termina de hablar tengo que volver a la Tierra y no es fácil. Guille irradia felicidad. Yo estoy resfriada. Él lleva ropa sagrada. Yo estoy lavando la ropa. Él está flotando por ahí, convirtiéndose en el Universo. Yo estoy atrapada en el tráfico. Estoy inquieta. El tiempo pasa y todavía no sé qué estoy haciendo con mi vida. Guille vive más allá del tiempo, donde los momentos se suceden uno tras otro y nunca tiene que pensar en qué hacer a continuación.

Guille me  hizo saber que entendía por lo que estaba pasando.

Cada vez que la presencia de mi mundo se hace realmente fuerte, tienes miedo de que algo malo te pase. Tú, no te preocupes. La luz de mi mundo no te hará daño, princesa.

Hay muchos mundos, y el más allá tiene muchas formas. El lugar al que vas, a quién conoces y dónde lo conoces es diferente para cada persona. Cuando papá murió, después de pasar por la cámara de sanación, no se encontró flotando por el universo como yo. Hizo una parada extra en su viaje hacia arriba en el ascensor cósmico. Aterrizó en un lugar que se asemeja más a las ideas que la gente tiene sobre el cielo. Llamémoslo el Supramundo.

El Supramundo es un lugar muy acogedor. Allí las cosas están diseñadas para la comodidad del alma recién fallecida. Una de las cosas que la gente hace en ese mundo es aprender a dejar ir ciertos miedos: miedo a la muerte, a no tener un cuerpo, miedo al castigo. Y en la mayoría de los casos los recién fallecidos tienen un fuerte deseo de reunirse con las personas que amaban en la Tierra. El Supramundo es donde eso sucede.

Papá no tenía miedo a la muerte, pero estaba deseando ver a sus padres y a sus tres hermanos, que habían muerto antes que él. Durante los últimos meses de su vida, cuando el cáncer se lo llevaba, te decía que su madre y su padre estaban cerca, lo que hizo que su partida fuera dulce, aunque sufriera mucho. Eran tan reales para él como yo lo soy para ti ahora.

Después de morir, papá se reunió con sus padres y sus hermanos de una manera que había imaginado muchas veces. Cuando conoces a tu esposa o esposo o a tu familia o amigos, o incluso a tus mascotas (sí, puedes conocer a todos tus gatos), es más amoroso que en la Tierra. Sé que esto suena idealizado, y lo es. Eso es porque el Supramundo está construido sobre el mundo de las ideas humanas.

¿La gente tiene que esperar en el Supramundo hasta que todos los que quieren verlos hayan muerto antes de poder seguir adelante? No. No sucede así. Verás, después de morir, puedes estar en más de un lugar a la vez.

Entonces, por ejemplo, aunque nunca haya estado allí, cuando mamá muera la encontraré en el Supramundo y le daré todo el amor que siempre quiso de mí. Desde mi reino superior puedo visitar todos los niveles inferiores, por lo que el Guille adecuado para el Supramundo se encontrará con mamá allí. Este fenómeno de visitas no debería ser demasiado difícil de imaginar para ti. Estoy a cientos de años luz más allá de donde estás tú, pero aún puedo visitarte, ¿verdad?

Aparte de las reuniones, el Supramundo es también el lugar donde los recién fallecidos ponen en práctica las fuertes creencias que tenían sobre la muerte mientras estaban vivos. Es como un carrete de cinta que se va desenrollando. El carrete se hace más fino a medida que se van desarrollando las creencias. Al principio, el drama de la muerte del Supramundo (con sus ángeles, puertas nacaradas, arpas y demás) es muy gratificante. A medida que una persona se va familiarizando con la nueva atmósfera, estas ideas pierden su influencia. Las creencias son como juguetes. A medida que creces, pierdes tu fascinación por ellas y las descartas.

Las creencias son muy importantes en la Tierra. La gente las colecciona. Algunas de estas creencias son útiles, pero otras simplemente te mantienen corriendo de un lado a otro tratando de seguir las reglas que otros han establecido. No tienen mucho significado personal. Es una buena idea revisar tus creencias de vez en cuando y desechar las que no te sirven.

Todo aquel que muere abandona finalmente el Supramundo y continúa viendo su holograma proyectado en la pantalla virtualmente mejorada del Universo. Pero no lo verá a través de ojos humanos, a través de la lente del bien y del mal, como lo vio en la Tierra. Cuando estés listo para ver tu vida, habrás dejado atrás muchos conceptos humanos y estarás mirando a través de lentes de color divino. Los humanos no suelen experimentar la magnificencia total de sus vidas mientras las viven. Se quedan atrapados en muchas ideas y pierden de vista el milagro que es su vida.

En realidad, no tenía miedo a la muerte y, cuando morí, no había nadie en particular a quien quisiera conocer. Tampoco me quedaban muchas creencias, espirituales o de otro tipo. Todo se había perdido durante mis últimos años en la Tierra, excepto mi anhelo por Dios y la sensación de que había algo grande esperándome cuando mi vida terminara. Me salté por completo el Supramundo. En realidad es muy agradable ir allí, pero no es tan dichoso como el lugar al que fui. Por lo general, la gente necesita estar preparada para ese tipo de dicha. Nadie tuvo que prepararme. Yo estaba lista para el éxtasis.

Por qué elegí seguir mi particular camino en la Tierra está más allá de la comprensión humana. ¿Por qué alguien tomaría ese camino? Bueno, para mí, el drama de mi adicción a las drogas fue una de las partes más interesantes de la vida. Fue una lucha muy importante. Y en mi caso, perder me preparó para una gran victoria. No podía saberlo entonces, pero mi terrible experiencia en la Tierra me estaba preparando para lo que vendría.

Verás, después de la revisión del holograma la mayoría de las personas no continúan hasta convertirse en el Universo. Pero no te preocupes, a ellos les parece bien. Aquí es diferente a la Tierra. Nadie quiere ir a otro lugar que no sea al que va. Algunas almas regresan a tu planeta para reencarnar y otras van a lugares en los mundos del más allá para desarrollarse más y prepararse para la experiencia de convertirse en el Universo. No podrías tolerar ese suceso si no estuvieras preparado para ello.

Yo era un drogadicto incurable que ni siquiera era capaz de ganarme la vida. ¿Quién habría pensado que estaría listo para convertirme en el Universo? Bueno, eso demuestra que nunca se puede juzgar la vida de nadie, incluida la tuya.

A veces, en las dificultades, te ves obligado a permanecer solo, y permanecer solo te prepara para convertirte en el Universo. No estoy sugiriendo que nadie siga mi camino. Definitivamente, no. Pero sí te recomiendo que mires a través de tus ojos, no a través de los lentes de los demás. Haz que tu vida sea lo más interesante que puedas. Toma riesgos. Ve en pos de tus sueños.

Tal vez estas páginas te ofrezcan un adelanto de los muchos mundos y las infinitas posibilidades que tienes ante ti. Tal vez empieces a jugar con la idea de que eres eterno, de que seguirás adelante. Puede que no sigas adelante de la manera que imaginas, pero puede que sea más grande y más magnífico de lo que jamás podrías concebir.

Después del dictado de la mañana, me dirigí al mar. Era una hermosa mañana de pleno verano: un cielo azul claro y solo unas pocas nubes. Mientras caminaba junto al agua, una suave brisa me envolvió y desafié a Guille por primera vez.

“Dame algún tipo de señal, ahora mismo.”

En ese preciso momento, Mitzi, mi perrita de la infancia, mi regalo favorito de mi padre, vino corriendo por la playa hacia mí, moviendo la cola emocionada como una vieja amiga. Bueno, en realidad no era Mitzi, solo su doble exacta; del mismo tamaño, la misma mezcla de foxterrier y beagle de color rubio miel, los mismos ojos conmovedores con pestañas blancas y espesas. Cuando me agaché para acariciarla, me lamió la cara. Si su dueña no hubiera aparecido, me la habría llevado a casa conmigo.

Ya tenía mi señal.

Cuando llegué a casa, llamé al concesionario Mercedes por cuarta vez. Me juró que me enviaría las cosas del coche destrozado de Guille de inmediato. No contuve la respiración.

DIECINUEVE. La saga de la perla y la ostra.

Una tormenta de verano me despertó en mitad de la noche. El viento azotaba los árboles, como había hecho durante días después de la muerte de mi hermano. Incapaz de volver a dormir reflexioné sobre lo mucho que había cambiado desde entonces. Ahora que creía que existían otras dimensiones, no podría pensar en la vida, la muerte, en mí misma, en el cosmos o en cualquier otra cosa, como antes.

Pronto, la voz de Guille llegó a través del viento.

Hola y te amo. El mundo es tu ostra. El mundo es tu ostra y en la concha de la ostra encontrarás muchas perlas. Perlas de sabiduría arrojarás ante todas las criaturas. Yo pondré delante de tu carro diecisiete caballos de color blanco. Hermosos caballos con vestiduras doradas.

Cuando dije por primera vez que “el mundo está a tus pies”, sonaba bastante bien, ¿verdad? Como si todas esas perlas preciosas fueran a llegar a ti y pudieras vivir en la calle, como si vivir en la calle fácil. Pero la historia de la ostra y la perla es más complicada de lo que parece a primera vista. La perla solo surge cuando la arena entra en la ostra y la irrita.

¿El mundo es mi ostra? ¿Lleno de irritación? ¿Qué clase de bendición es esa?

No es mi culpa, princesa. Lo sé. Te gustaría vivir la vida como una ladi-da, con calma, en lugar de quedarte atrapada en una ostra arenosa, [risas]. Si te doy la receta de Guille para hacer perlas, ¿te gustaría?

Sí, lo sé, la irritación no es agradable, pero sin ella no habría perla. No te concentres demasiado en la irritación. Intenta relajarte con la arena. Si la manejas de forma creativa, tendrás un hermoso tesoro.

Para ser un fabricante de perlas, tu ostra necesita una concha fuerte y resistente que te proteja de cien millones de irritantes de tu entorno. Tu concha te ayuda a distinguir un grano de arena de otro. Sabes cuál puede convertirse en una perla y cuál no merece la irritación.

Si te conviertes en una ostra realmente inteligente, con una buena concha, podrás vivir la vida con más desenfreno porque no tendrás que preocuparte tanto por la arena.

“Ah, ahí está esa arena otra vez. Esto siempre pasa cuando le doy un gran mordisco al océano. Escupiré la mayor parte y no me preocuparé demasiado por el resto”.

¿Y por qué no tienes que preocuparte demasiado? ¿Has mirado dentro de una ostra últimamente? Es blanda, fértil y aún no está formada. El interior de tu ostra es tu chispa creativa, tu laboratorio para hacer perlas. La gente inteligente trabaja en laboratorios, ¿no? Bueno, como tú eres el Universo, tu laboratorio está dirigido nada menos que por la Inteligencia Universal.

La misma Inteligencia que hace crecer los árboles a partir de las semillas, que permite a los pájaros volar, que agita el océano y da origen a nuevas estrellas, esa misma Inteligencia también respira tu aliento, hace latir tu corazón y cura tus heridas.

¿Cómo puedo decir que tú eres el Universo? Porque me he vuelto tan pequeño como la partícula cuántica más pequeña y tan grande como la multitud de galaxias que existen en el espacio. Siempre fui así, en realidad. Simplemente no lo sabía. Y todos los demás también.

Observa imágenes del Universo. Luego cierra los ojos e imagina esas estrellas, nubes, cometas y galaxias dentro y alrededor de ti.

Cuando diriges tu atención hacia lo ilimitado, la irritación parece pequeña comparada con el sol, la luna y las estrellas. Cuando imaginas lo infinito, te conmueve tu yo infinito.

Cuando abrí mi correo electrónico esa mañana, tenía un mensaje de Guru Guy con un enlace a fotos del telescopio Hubble. Allí estaba el impresionante Universo justo en mi pantalla: nebulosas de ojo de gato, galaxias con anillos de luz, estrellas naciendo. El enlace apareció justo en el momento justo sin ningún esfuerzo por mi parte.

Temprano a la mañana siguiente hice el viaje de tres horas hasta el apartamento de mi madre en Brooklyn, un viaje que hacía todas las semanas desde la muerte de mi hermano. En el camino, Guille me dijo que algo bueno sucedería. Me alegró escuchar eso porque era desgarrador ver a mi madre de ochenta años, que estaba al mando, colgando de un hilo.

El primer mes después de la muerte de Guille, mi madre lloraba casi cada segundo de cada día. Luego, los médicos comenzaron a darle todo tipo de antidepresivos hasta que estuvo prácticamente catatónica. Se paseaba enfurruñada por su apartamento en bata y dejó de peinarse, maquillarse y hacerse las uñas. Se comportaba como una anciana, algo que nunca había hecho antes.

Al poco tiempo, mi madre ya estaba leyendo innumerables libros sobre la muerte. En el que estaba absorta cuando llegué ese día hablaba de personas que perdían su alma como castigo por ser “malas”.

“¿Dónde está?”, gritó en mis brazos. “¿Dónde está mi bebé? ¿Ha perdido su alma?”

—No, mamá, el alma de Guille está bien. Ojalá pudiera encontrar una manera de ayudarte a creerlo.

“Nunca me di cuenta de lo mucho que lo amaba”, dijo. “Siempre pensé que te amaba más, pero no es verdad. Lo amaba igual. Ahora él nunca lo sabrá”.

—No te preocupes. Lo verás pronto. Entonces podrás decirle lo que quieras.

Eso la hizo sonreír.

Le cepillé el pelo blanco, le puse crema y lápiz labial en la cara y la ayudé a vestirse. “Es un día encantador.—Es un día de verano —dije—. Vamos a caminar por el río. El sol brillaba y se reflejaba en el Hudson mientras caminábamos del brazo por el paseo marítimo.

“Necesito un poco de sabiduría, mamá. Mi vida sigue siendo un misterio para mí. Has vivido mucho tiempo y has aprendido mucho. ¿Qué cosa sabia puedes decirme?”. Pedirle consejo era mi manera de ayudarla a recordar lo inteligente que era.

“Es curioso, sabía que me ibas a hacer esa pregunta y sabía cómo responder. Acabo de leer un libro sobre una madre y una hija chinas. Creo que se llama “Perlas dispersas”. Cuando la hija estaba a punto de partir hacia Estados Unidos, la madre le dijo que cualesquiera que fueran los problemas que le trajera la vida debía pensar en ellos como arena en una ostra y convertirlos en hermosas perlas. Y eso es lo que quiero para ti, mi querida niña. Toma las cosas difíciles y conviértelas en perlas”.

Me reí y le dije: “No vas a creer esto. Dejé algo en tu apartamento para mostrártelo”.

Muchas veces le había contado a mi madre sobre las visitas de Guille, pero ella no quería leer nada de lo que él decía. Estoy segura de que pensaba que yo vivía en una especie de mundo de fantasía sobre Guille que hacía que la cruda y fría verdad de su muerte fuera aún más dolorosa. Lo entendí, pero ahora sentí que ella estaría receptiva.

Cuando regresamos al apartamento, le leí las notas de Guille sobre la perla y la ostra. Mi madre frunció el ceño y se quedó callada un minuto. Luego se echó a reír.

“Todo este tiempo te tomaba el pelo cuando te decía que creía que Guille te hablaba. Pero ahora, Dios mío, ¡tengo que creerlo!”

Mi madre abrió su joyero de color turquesa y me entregó un collar de perlas pequeñas de color rosa. “¿Por qué esperar hasta que ya no esté? En ese caso nunca te veré usarlas”.

Después de la visita, la melancolía de mi madre empezó a desaparecer. Me confesó que a veces, cuando se despertaba, creía sentir el espíritu de Guille a su alrededor, curándola y ayudándola a mejorar.

“Aunque el dolor de perder a Bill no se parecía a ningún otro que haya sentido en mi vida”, dijo mi madre, “Dios quiso que lo conociera y lo amara, de eso estoy segura”.

VEINTE. Libro de la vida.

En una mañana de ensueño de mediados de agosto, antes del amanecer...

Es un día precioso. ¿Por qué no traes el cuaderno rojo y me acompañas a la playa?

Cuando llegué allí, rayas rosadas y naranjas del cielo dieron paso a la gloria etérea de un Guille vestido de blanco.

Es un buen día donde estás, hermana mía. Todos los días son buenos aquí, aunque en realidad no hay días ni noches. Pero no los extraño. No extraño nada.

Una de las cosas que no echo de menos es preocuparme por mi aspecto. Aquí, simplemente me parezco a mí misma y eso es genial. No hay pretensiones ni esfuerzos por aparentar algo. Simplemente irradio, lo cual no requiere esfuerzo. Como estoy hecho de luz no tengo órganos ni sangre ni nada parecido. No tengo problemas de rodillas, hígado, drogas o peso. Tampoco tengo un hogar, salvo mi cuerpo de luz.

A veces dejo ese cuerpo y vuelvo a convertirme en el Universo; me dejo ir y me fusiono un poco más con el campo de energía cósmica. Supongo que podrías decir que es un poco como el sueño humano porque en ambos casos se trata de dejarse ir. Pero en realidad no hay comparación porque convertirse en el Universo es puro éxtasis y dormir es cuestión de suerte.

En la Tierra necesitas día y noche, dormir y despertar, nacer y morir. Necesitas saber que hoy puede haber sido difícil, pero mañana puede ser mejor. Puede que hayas arruinado el día, o que el día te haya arruinado a ti, pero puedes irte a dormir y despertar, y tal vez sentir que has comenzado de nuevo.

La muerte te da un nuevo comienzo, igual que el sueño. No solemos pensar en la muerte como nuevo comienzo, pero eso es lo que es. Cualesquiera que sean los supuestos errores que hayas cometido, ahora no importan porque siempre hay otra oportunidad, incluso otra vida, para intentar algo diferente. Y no te preocupes. Los supuestos errores están bien. Son simplemente parte del trato.

Después de morir todo cobra más vida. Tomemos, por ejemplo, mi Libro de la Vida, que me regaló Joseph, ese hombre deslumbrante de cabello plateado que conocí bajo la esfera azul y blanca. Aunque lo llamo libro, no tiene páginas ni palabras. Es más bien como un arcoíris oscilante. Lo llamo libro porque eso implica recopilación de información. Además, Libro de la Vida suena muy bien.

Antes de que cada alma llegue a la Tierra se escribe su propia edición personal del Libro de la Vida. La vida en tu planeta se trata de dramas que te cambian. ¿No es curioso que la mayoría de la gente tenga miedo al cambio cuando el cambio es, por así decirlo, el doble glaseado que cubre la torta de la vida?

Y aunque gran parte de tu vida está planeada hay mucha libertad dentro de ese plan. Las circunstancias son como las líneas de un libro infantil para colorear, pero en lugar de tinta las líneas están escritas a lápiz; se pueden borrar. A medida que coloreas los espacios influyes en las líneas.

Leer mi Libro de la Vida es diferente a mirar mi holograma. En aquel entonces no había ningún análisis. Ahora, Joseph y yo estamos analizando cómo los colores particulares que elegí moldearon mi vida.

Joseph parece un ser humano, pero está hecho de luz, como yo. No creo que sea la encarnación de uno de los Seres Superiores de los que hablé antes. Tengo la sensación de que está trabajando bajo el paraguas de la benevolencia de aquellos. Joseph es más guapo que el más guapo actor que hayas visto nunca. Su rostro tiene grabados en él la experiencia y la bondad. Su actitud ante todo no es en absoluto seria; es alegre y sabia. No sé si todo el mundo aquí ve las cosas como las ve Joseph porque no he conocido a ningún otro lugareño por ahora. Pero puedo decirte que la perspectiva de Joseph es perfecta para mí.

Aunque Joseph sabe mucho más que yo, no me impone reglas ni me da opiniones a menos que se las pida. No me domina de manera alguna, y eso es algo hermoso. Hay tanta influencia de los demás cuando estás en la Tierra que, en cierto modo, no puedes vivir tu propia vida. Pero puedes vivir tu propia vida después de morir.

¿Qué hace exactamente Joseph? Lo mejor que hace es amarme incondicionalmente. En la Tierra la gente habla de amor incondicional pero hasta que no te han amado de verdad de esa manera es imposible entender su poder. Va mucho más allá de la aceptación, porque la aceptación implica que te gustan algunas partes de mí y otras no, pero lo aceptas todo. Para Joseph, todo en mí es extraordinario. ¡Qué experiencia!

En realidad, no hice un mal trabajo en la Tierra con las circunstancias que elegí. No fueron circunstancias fáciles. Pasé gran parte de mi vida preparándome para mi nuevo trabajo: escribir este libro contigo. Es difícil ayudar a los demás si no comprendes sus frustraciones, desilusiones, miedos, deseos y su grandeza. No puedes ponerte en el lugar de otra persona a menos que hayas estado en su lugar.

Estuve en muchos lugares y desempeñé muchos papeles diferentes en mi vida: el adicto, filósofo, curandero, sinvergüenza, benefactor, malhechor y mi favorito, el santo chico malo. No quiero dar a entender que fuera un santo pues aunque hice cosas poco convencionales, cosas que incluso estaban en contra de la ley, mi corazón y mi alma siempre buscaban algo maravilloso.

Ayudar a los demás siempre fue mi actividad favorita. Aunque nunca terminé la escuela secundaria, siempre fui un buen conversador y sincero. Usé esos dones en mis mejores momentos. ¿Recuerdas cuando dirigía un centro para adolescentes que atendía a drogadictos? Amaba a esos chicos y ellos lo sabían.

Después de eso pude vivir mis ambiciones de abogado en mi trabajo favorito de todos los tiempos, trabajar como enlace en los tribunales de la ciudad de Nueva York ayudando a personas que eran arrestadas por delitos relacionados con las drogas. Defendí sus casos e intenté persuadir a los jueces para que los condenaran a centros de detención por drogas en lugar de prisión. Por supuesto, eso fue antes de que yo mismo fuera a la cárcel. [risas].

Me siento honrado de que mi edición del Libro de la Vida contenga estos relatos que pongo bajo tu cuidado. Como habrás podido deducir, me he convertido de nuevo en una especie de alma que ayuda. Espero que a través de estas páginas la gente se dé cuenta de que no están solos. Espero que sientan su inmortalidad, aunque sea por una fracción de segundo, para que puedan perder algo de su miedo a morir. Y entonces, no sólo tendrán una muerte más maravillosa, sino también una vida mejor.

¿Y ya mencioné que dentro de estas páginas hay luz?

Ah, y hoy te mando una estrella.

El resplandor de Guille me hizo sentir tan en paz que me quedé en la playa sin ninguna preocupación, mirando hacia arriba, buscando la estrella que Guille me había prometido. El mar, la arena y las gaviotas brillaban con la luz sutil de lo Divino.

Esa tarde, mientras conducía hacia Nueva York para teñirme el pelo, pensaba que, de todos los papeles de mi hermano, el de Guille “Dedos” era el menos favorito. Odiaba ese nombre. Me asustaba. Insinuaba tratos que habían salido mal, cárcel, armas y aparecer muerto en un callejón.

“¿Qué eres, Guille?”, le preguntaba. “¿Un gánster? ¿Un carterista? ¿Un corredor de apuestas?”.

Muchas veces había deseado que mi hermano fuera otra cosa: (profesor, autor, hombre de negocios), en lugar de alguien cuyo mayor placer era drogarse. A veces incluso me avergonzaba de él. Como en la secundaria, cuando el hermano de mi mejor amiga no quería que ella fuera amiga de la hermana del drogadicto del pueblo. No importaba que yo fuera una estudiante destacada que la ayudó a darse cuenta de lo brillante que era.

Mientras aparcaba el coche, pensaba que, aunque la vida de mi hermano fuera distinta a la que yo hubiera deseado para él, nunca quise un hermano diferente, uno que no fuera Guille. También pensaba que tal vez me haría un peinado más alegre para los días soleados del verano, poniendo algunas mechas.

Fue entonces cuando la voz de Guille llegó a través de mi parabrisas.

¿Por qué no te haces el pelo del color de la actriz Lena Olin?

Reí mientras caminaba hacia el salón de peluquería y pregunté: “¿Qué sabes sobre el color del cabello, Guille?”

Mientras esperaba en la silla del colorista, una mujer se sentó a mi lado. Sentí una atracción extraña y magnética en su dirección, así que giré la cabeza para mirar. Allí estaba sentada la hermosa Lena Olin.

Guille literalmente me había enviado una estrella.

VEINTIUNO. Tribus del alma.

La charla de Guille sobre sus múltiples papeles me hizo reflexionar sobre el mío. ¿Sería yo un detective cósmico que exploraba el misterio supremo: qué sucede después de morir? Guille no solo me estaba dando información, sino pruebas. Y la trama estaba perfectamente preparada. Había dejado mi vida en la ciudad de Nueva York para buscar una nueva en una casa junto a la bahía. Sin saberlo, había preparado el escenario para la entrada de Guille. Este no era solo el Libro de la vida de Guille, también era el mío.

A medida que los calurosos días de agosto llegaban a su fin, Guille me dio algunos secretos más.

Aunque todos los seres proceden de la misma Fuente, en cada flor, en nuestras diferencias, reside el placer de la creación. En su multitudinaria y gloriosa alegría, el Infinito crea diversidad, por eso hay muchas tribus de almas. Cada tribu tiene sus exploraciones especiales que emprender en la Tierra.

Tu tribu del alma no tiene que ver con el país, raza, religión o familia. Cuando conoces a alguien de tu tribu, sientes que de alguna manera ya conoces a esa persona. Otras tribus son desconocidas, pero te brindan dones de nuevos conocimientos y sabiduría. Las diferentes tribus proporcionan todos los personajes necesarios para el gran drama cósmico.

En mi Libro de la Vida aparecen muchos símbolos elaborados. Están escritos en un idioma que nunca he aprendido, pero que parece que conozco íntimamente. Mi amado Joseph y yo somos de la tribu Lohana, y estos símbolos son las fórmulas de sabiduría de nuestra tribu.

Cada humano realiza experimentos divinos en las condiciones que la Tierra le ofrece. El santo grial del viaje mitológico de la encarnación humana son las fórmulas de la sabiduría.

No sólo comprendo el significado de las fórmulas de mi tribu, sino que también a través de ellas siento la esencia de las almas que las crearon. Lo sorprendente es lo poco convencionales que son estas fórmulas de Lohana. No contienen idea fija alguna de lo que es virtuoso. Estas ecuaciones van mucho más allá de las etiquetas humanas de “bueno” y “malo” y se centran, en cambio, en la calidad de la luz de uno.

También nos hablan de un gran misterio: ¿por qué un alma olvida sus orígenes elevados, se reviste de un cuerpo y abandona los Mundos Superiores para ir a la más difícil Tierra?

Bueno, querida, porque el alma ama la experiencia y no teme el sufrimiento. El alma sabe que nunca puede ser lastimada. Esto no significa que no sea natural que la gente prefiera el placer al dolor. Eso es parte del plan. Y hasta que no hayas abandonado tu mundo nunca comprenderás, por completo, todos los motivos y razones.

Nunca me gustó el dolor ni el sufrimiento, pero el escenario del fin de mi vida en la Tierra estaba lleno de ellos. Piensas que fracasé porque sufrí tanto, pero eso no sería verdad. Aunque mi vida terminó como una ópera trágica, eso estuvo bien, cariño.

Lo sé, Princesa. Estás deseando que pudiera compartir contigo las fórmulas de Lohana, pero no tengo permiso para hacerlo. No te preocupes, Annie. Gran parte de su sabiduría ya está en este libro. Además, tienes tus propias ecuaciones, aquellas que se están escribiendo a medida que vives. Y tampoco te preocupes por ellas. No necesitas descifrarlas. Simplemente sigue tu quimera, tu fuego eterno, y las fórmulas vendrán por sí mismas.

Una vez que pude sentir la tierra bajo mis pies nuevamente, busqué en Google “Lohana”. Me sorprendió descubrir que Lohana era el nombre de una antigua tribu que se originó en la India. Según la leyenda, estos nobles guerreros eran descendientes del Señor Rama, un rey que vivió hace más de cinco mil años y que todavía es venerado por los hindúes como una de las muchas encarnaciones de Dios. ¿Guille era descendiente de Rama?

Volví a leer las notas de Guille en busca de una respuesta. No estaba allí, pero algo que dijo me llamó la atención.

Sólo sigue tu quimera, tu fuego eterno, y las fórmulas vendrán por sí mismas.

¿Qué era una quimera?

El primer resultado de búsqueda que apareció fue de la mitología griega, el de un monstruo de tres cabezas que escupe fuego.

Seguí mirando.

Pronto apareció un artículo titulado “A los pies del fuego eterno”. Trataba sobre los fuegos conocidos como Quimeras, que arden en el monte Olimpo, en Turquía. Estas misteriosas llamas surgen del interior de la montaña y se elevan hacia el cielo a través de agujeros en la roca. Las Quimeras se consideran eternas: cuando se intenta extinguirlas vuelven a encenderse.

¿Cuál era mi quimera? ¿Dónde se había ido mi pasión? Escribir música siempre había sido mi pasión, pero no iba a desaparecer. Tuve que admitir ante mi yo Greta Garbo que la experiencia con Guille había encendido una chispa dentro de mí. Tal vez ser un detective cósmico que explora el mundo más allá era mi nueva quimera.

VEINTIDÓS. Patty Malone.

Una idílica tarde de septiembre, mientras me duchaba, Guille dijo con voz terriblemente aterradora: “Steve va a estar muy enfermo”. Luego se rió como Vicente Price en una película de terror.

Estaba confundida y molesta. Guille nunca había hecho ese tipo de predicción antes, y me pregunté por qué usó esa voz espeluznante Tal vez no era Guille en realidad. No sonaba como él. Tal vez era una especie de impostor que intentaba asustarme. Pero ¿por qué?

Era cierto que Steve no se había sentido bien últimamente, pero un especialista le había asegurado que se trataba de algún tipo de virus. ¿Y si el médico se había equivocado? Si Steve supiera lo que Guille había dicho, se pondría furioso. Sin decirle por qué, lo llamé y lo convencí con delicadeza de que fuera a ver a otro médico.

Unos días después, Steve me llamó por teléfono: “El médico me dijo que sólo tenía una infección persistente. No había de qué preocuparse. Me recetó más antibióticos”.

De nuevo, a lo lejos, oí la risa siniestra de Guille. Esta vez fue más fuerte y sonó realmente malvada, resonando en el techo.

Tratando de mantener la calma, le dije a Steve: "Quiero que veas a otra persona".

"¿Por qué?"

—No lo sé. Ve a ver a Florence. Seguro que te atenderá esta tarde.

Florence era la médica de cabecera de Steve. Tal vez los especialistas estaban siendo demasiado especializados. Steve me llamó desde su consultorio.

“Mi electrocardiograma parece sospechoso. Florence me va a enviar a ver a un cardiólogo”. Más tarde ese día, Steve estaba en el hospital haciéndose una angiografía.

Sabía que una angiografía a menudo conducía a otras cosas. Metí algo de ropa en una maleta y me dirigí a la ciudad. A la mañana siguiente, cuando los médicos llegaron a la habitación de Steve en el hospital y nos dijeron que necesitaba una cirugía de bypass, mi cabeza empezó a dar vueltas. Además de estar preocupada por Steve, los hospitales me ponen nerviosa. Cuando tenía quince años, me hicieron una apendicectomía de urgencia a la que casi no sobreviví, una pesadilla de principio a fin.

Justo cuando estaba a punto de perder el control, la presencia tranquilizadora de Guille apareció de la nada y me sacó del pánico. Me tranquilicé y me concentré. Al mirar alrededor del hospital, no me gustó lo que vi: sucio, desorganizado. Cuando el cirujano vino a decirme que operaría a Steve al día siguiente, lo ignoré. Hice algunas llamadas y localicé al mejor cirujano cardíaco de la ciudad de Nueva York. Mientras a medianoche subían a Steve a una ambulancia cardíaca especial para e traslado, miré hacia el cielo oscuro y dije: "Gracias, Guille".

En el segundo hospital descubrieron que un medicamento que Steve recibió en el primer hospital podría haberlo hecho desangrar hasta morir en la mesa de operaciones. La cirugía se pospuso hasta que el fármaco desapareciera del organismo.

NOTA del Traductor. En algunas cirugías es normal administrar medicamentos anticoagulantes para prevenir la formación de émbolos o coágulos en el riego sanguíneo durante la intervención. Así se evita una posible trombosis por interrupción del riego a causa del émbolo formado al coagular la sangre en arterias o venas, lo que podría llevar a fatales consecuencias según el lugar en el que se interrumpa el flujo sanguíneo. Fin de la nota.

La operación a corazón abierto salió bien, y fue mucho más rápida de lo esperado. Como detectamos el problema médico a tiempo no hubo daños en el corazón. Guille me había asustado para asegurarse de que yo fuera persistente. No era cosa nimia o baladí. Se trataba de una cuestión de vida o muerte.

Guille dejó de hablarme por un tiempo. Sabía que necesitaba un lapso. Este incidente me sacudió. Estaba más que agradecida, pero tenía muchas preguntas.

Antes de que nacieran, me pregunto si Steve había aceptado ser el protector de Guille durante sus últimos años en la Tierra.

¿Acaso, por ello, Guille aceptó devolver ese favor después de su muerte?

¿Guille necesitaba permiso para decirme que Steve estaba en problemas?

Si no hubiera sido por su intervención ¿Steve habría sufrido un ataque cardíaco?

¿Podría haber muerto Steve?

¿Guille había cambiado el destino de Steve?

Como detective cósmico, estaba decidida a encontrar respuestas. Pero ¿cómo? Cada día, a medida que avanzaba el otoño, Guille flotaba en paz, invisible, en silencio, a distancia respetuosa.

Esperando inspiración, aguardé a que saliera la luna llena. Sentada en mi cojín de meditación a medianoche, con el aroma de las velas de jazmín flotando a mi alrededor, escribí mis preguntas en un bloc de notas. Fue un alivio sacarlas de mi cabeza y plasmarlas en papel. Cerré los ojos y me dirigí a un lugar donde no había pensamientos, espacio, ni tiempo.

Cuando abrí los ojos una hora después, en lugar de respuestas garabateé el núcleo de mi pregunta: ¿Puede el otro lado intervenir en nuestras vidas?

La noche siguiente, una noche azul índigo de octubre, la luz de Guille se elevó sobre mí como un ángel.

Annie, Annie, despierta.

¿No te he demostrado, hermana mía, que soy real? Y mucho más importante que el hecho de que soy real es que hay otros lugares, lugares distintos de la Tierra, que son reales, llenos de luz, amor y dicha. Y tal vez, sólo tal vez, algo de luz pueda venir de esos lugares para hacer que la vida en tu planeta sea un poco mejor, un poco más amable, un poco más musical.

Tengo un visitante conmigo esta noche. ¿Puedes ver el aura de luz azul dorada en la esquina de la habitación? Es Pat, un espíritu muy fuerte y noble.

¿Te recuerda a Tex? Deberías, porque es su hermano mayor. Como sabes, Pat fue asesinado cuando Tex era apenas adolescente, murió de una manera que llamarías trágica, en un accidente aéreo, cuando regresaba a casa en visita de Acción de Gracias.

Bueno, ahora Pat es una especie de tutor de Tex. La madre de Tex, Patty Malone, y todos los que están a este lado de las cosas, y aman a Tex, quieren que le envíes una carta así que, por favor, escríbela.

Querida Tex: El hecho de que estés exhausta por la enfermedad y la muerte de tu madre no significa que tengas que destruirte. Destruirte con alcohol no es la mejor manera de afrontar los momentos difíciles.

Sé que te gusta la idea del destino. Bueno, tal vez tu destino sea volverte más grande que tus adicciones. Tal vez este sea el momento decisivo para tu espíritu. Tal vez quieras seguir con vida por un tiempo sin que tu cuerpo te siga regañando y diciendo: "Soy un desastre".

¡Fue muy divertido para mí, como Guille! `[Por mis adicciones me quedé] Sin dientes, hinchado, con el pelo cayéndose, con las rodillas doloridas, tosiendo sangre. Oh, puedes salirte con la tuya por un tiempo, pero luego hay que pagar las consecuencias.

Te estás aplicando el tratamiento del silencio, el mismo que aplicas a todos cuando se trata de este tema tan delicado. Así que te lo daré con ternura.

Tendrás que dejar de hacer esto antes de que tu cuerpo empiece a gritarte que le prestes atención.

Comencemos con un pequeño paso. Empieza a tomar conciencia de lo que está haciendo. Sin juicios ni compromisos falsos. Simplemente empieza a dejar que lo que haces entre en tu conciencia.

Guille.

Pude ver la bola de luz azul, que Guille identificó como el hermano de Tex, flotando en la esquina de mi habitación. Sin embargo, no entendí por qué Guille lo llamó Patty Malone. El hermano fallecido de Tex se llamaba Pat, pero su apellido no era Malone.

Más tarde de esa mañana, llamé a Tex.

“Guille vino a verme en mitad de la noche y trajo consigo a tu hermano Pat”.

"¿De verdad?"

“Y Guille me dio una carta para ti. Es de Guille y Pat y de toda la gente del otro lado que te quiere”.

"Ay Dios mío."

—Por alguna razón, Guille mencionó el nombre de Patty Malone. Pero ese es un nombre irlandés y tu familia es francesa, ¿no?

—Aquí estamos de nuevo —rió Tex—. Guille lo está haciendo de nuevo. Malone no es mi nombre, pero mi madre era irlandesa, era una Malone. Y su padre, que era por supuesto mi abuelo, se llamaba Patty Malone. Así que la carta debe ser de mi hermano Pat y también de mi abuelo. ¡Es increíble! Envíame la carta por correo electrónico ahora mismo.

Tenía dudas. Tex casi siempre llevaba bebida en una mano y un cigarrillo en la otra, pero yo nunca la había visto borracha. Estaba segura de que el tema de su consumo de alcohol caía fuera de mi alcance, pero seguí adelante.

—Escucha, Tex. Tengo que decirte que la carta habla de tu consumo de alcohol.

Tex quedó en silencio. Pude sentir el frío del otro lado del teléfono.

Definitivamente era hora de colgar; sin embargo, le envié por correo electrónico la carta de Guille.

Esperaba que no terminara nuestra amistad.

VEINTITRÉS. Sonido cósmico.

Finalmente, justo antes del Día de Acción de Gracias, un hombre de reparto de correo y paquetería de la empresa UPS me trajo una caja de cartón destartalada que contenía las pertenencias de Guille. Había estado en la sala de exposición del concesionario Mercedes desde su muerte, hacía diez meses. Guille había estado viviendo en su viejo Mercedes hasta que lo destrozó la semana anterior a su fallecimiento. Todo lo que había tenido en ese coche estaba ahora dentro de la destrozada caja de cartón de 25 por 48 y por 33 centímetros, con las palabras "No tocar" garabateadas con rotulador negro.

La deje junto a la chimenea, justo debajo de las cenizas de Guille. No estaba lista para abrirla. Me recordaba al Guille de antes, el que se drogaba, el que tenía que vivir en su coche, que lo estrelló contra un árbol, que podría haber matado a alguien. Aun así, tenía curiosidad. ¿Qué había en la caja que el nuevo Guille quería que yo tuviera?

En la mañana de Acción de Gracias.

¿Por qué no abres la caja en Navidad? Falta solo un mes. Te despertarás con una hermosa nieve y será mi regalo.

Cuando te hablo, escuchas la misma voz que habla el mismo idioma que siempre me has escuchado. Utilizo la voz de Guille en tu beneficio, Princesa. No usamos palabras donde estoy. Joseph y yo usamos la telepatía para escuchar los pensamientos del otro. En realidad, no son pensamientos. Son mucho más maravillosos que los pensamientos. Estos pensamientos superiores son como sinfonías, tan hermosas, que ni siquiera puedes imaginarlas.

En la Tierra, la gente dice cosas por muchas razones. A veces lo que dicen es cierto y a veces no. Aquí no hay fingimiento ni falsedades. No hay competitividad ni resentimiento. Aquí, las comunicaciones telepáticas nos llenan de belleza.

Hablando de telepatía, sé que a veces te has preguntado si hay música aquí. Hay tantos clichés sobre ángeles cantando y arpas tocando, y tienes curiosidad por saber si alguna de estas ideas es cierta. Bueno, una vez más, solo puedo hablar por mí. No hay exactamente alguna de esas cosas donde estoy. Aquí la atmósfera está llena de un sonido suave y ambiental. No lo he analizado, solo disfrutado, pero haré un pequeño análisis para ti.

Hay como un halo, una constante neblina de fondo que me recuerda a los sonidos naturales de la Tierra como el viento, lluvia o las olas del mar. Sin embargo es más musical que eso, así que estoy bastante seguro de que lo crean instrumentos de algún tipo. Los sonidos se parecen a violines y violonchelos suaves y oníricos, flautas, trompetas y arpas. También hay ritmo, pero no es constante. Es una pulsación que cambia constantemente.

Recientemente, comencé a notar que a veces esta neblina estalla en una pequeña melodía y luego esa melodía desaparece rápidamente. Este fenómeno de la melodía está sucediendo con más frecuencia y realmente no puedo decir si es el sonido el que cambia o es mi capacidad para escucharlo.

Por cierto, si pudieras sintonizar, oirías estos sonidos cósmicos justo donde estás ahora porque existen en todas partes. Sin embargo no puedes oírlos con tu oído normal, solo con el espiritual. Incluso si tu oído normal pudiera oír la música está demasiado ocupado escuchando cien millones de otras cosas como para escuchar estos sonidos. Tu oído espiritual interno podría oírlos, pero también está preocupado escuchando cien millones de pensamientos diferentes.

Dicen que una imagen vale más que mil palabras pero, en este caso, en lugar de una imagen os ofrezco un archivo de iTunes. Cierta música compuesta por el compositor Sibelius os dará una idea de cómo es el sonido cósmico. Sibelius estaba definitivamente sintonizado con una dimensión superior. No me refiero a sus piezas más oscuras, pero descargad su música de cisne y observad cómo las oleadas de sonido se transforman en melodías. Esto os dará una pista de lo que oigo, excepto que lo que oigo es infinitamente más ligero y sublime.

Y a veces, hermanita, de vez en cuando, oigo una voz, voz femenina distante, que canta en algún idioma que nunca he oído y que no entiendo. Esta voz tiene el encanto de lo que imagino que es el canto de una sirena, pero la voz no podría pertenecer a una de las llamadas sirenas porque atraen a los hombres a la muerte y, como sabes, yo morí hace algún tiempo, [risas]. Este canto es tan embriagador que cuando lo oigo quiero más. No estoy acostumbrada a desear nada pero te prometo que nadie podría resistirse a añorar esta voz. 

NOTA del Traductor. En youtube está disponible:

·         https://www.youtube.com/watch?v=R2xxgadK5EQ la suite de música incidental “Cisme blanco” número 54.

·         https://www.youtube.com/watch?v=HjyLWoJvtME el Cisne de Tuonela 

Fin de la nota.

¿Música del cisne? ¿Sibelius? Había oído hablar del compositor, pero no sabía nada sobre su música.

Fui a iTunes, escribí “Sibelius”, encontré una pieza llamada El cisne de Tuonela y descargué el archivo. Las melodías fluían dentro y fuera de un suave halo ambiental de sonido, como la música celestial que Guille había descrito.

Resulta que El cisne de Tuonela es una leyenda finlandesa. El cisne blanco sagrado nada en el oscuro y místico río Tuonela que separa este mundo del siguiente. Era el mismo papel que Guille me había asignado, navegar por las aguas entre dimensiones.

Le envié por correo electrónico la música a Guru Guy junto con las notas de Guille. Él me respondió con un artículo sobre Sibelius que había aparecido en la revista New Yorker en homenaje al quincuagésimo aniversario de la muerte del compositor.

El artículo decía que Sibelius creía que parte de su música provenía de una fuente divina. También revelaba que Sibelius había sido alcohólico. Tal vez la adicción de Sibelius había sido una parte esencial de su personalidad, al igual que Guille. ¿Habría sido el mismo genio sin esa adicción? ¿Quién puede decir que debería haber sido de otra manera para cualquiera de los dos?

VEINTICUATRO. La caja de Guille.

Tal y como Guille había prometido, nevó en Navidad. Encendí la chimenea y, con ella, el efecto Guille iluminó la habitación.

Feliz Navidad, Annie. La llave que encontrarás en la caja es un símbolo de las llaves de la vida que te ayudo a descubrir. ¿Te dije alguna vez que tienes un hogar tan hermoso? Al final, yo no tenía un hogar. El hogar, como dicen, está donde está el corazón.

Lo primero que saqué de la caja fue un bote azul, vacío y abollado, con la palabra “Home” (Hogar) y un cisne pintado encima. ¿El cisne de Tuonela de Sibelius?

Luego vino un catalejo.

En honor a tu papel como el Sherlock Holmes del mundo del más allá, bromeó Guille.

La caja contenía fotografías enmarcadas y álbumes de fotos de la vida de Guille, antes de Venezuela. También había varios sobres llenos de sus fotografías en la Margarita de Venezuela; Guille con diferentes mujeres, Guille en el agua, Guille en la playa, sonriendo y divirtiéndose.

No parece que las cosas me hayan ido tan mal, ¿verdad? A veces me lo pasaba bastante bien allí, en Margarita. No es tan grave, ¿verdad?

Analizábamos cosas juntos y hablábamos de ellas. Aunque Guille estaba en algún lugar del universo, también estaba en la habitación conmigo.

Había discos compactos y algunos libros: Sabbath's Theater de Philip Roth, The Language of the Heart de Bill W, el fundador de AA, (Alcohólicos Anónimos) y Living Every Day del rabino Twerski. Debajo de los libros había cuatro viejos y destartalados cuadernos de espiral. Eran su diarios.

“¿Llevaste un diario? ¿Puedo leerlo?”

Te los di, ¿no?

En el fondo de la caja Guille, escondido en un rincón, había un corazón de cuarzo rosa, un pastillero de nácar, la llave que dijo Guille, y dos monedas de Alcohólicos Anónimos, (en adelante, alcohólicos anónimos puede aparecer bajo el acrónimo de doble A).

La moneda de oro era de White Deer Run. Mi mejor experiencia de rehabilitación. Se mantuvo intacta durante ocho años después de eso.

NOTA del Traductor. White Deer Run en Estados Unidos de Norteamérica es una red de tratamiento que ayuda a las personas que luchan contra la adicción y los problemas de salud mental concurrentes construyendo una base sólida que propicie la recuperación, a largo plazo, de los implicados. Fin de la nota.

La otra moneda era de plata. Tenía una cruz y decía: “Si no por la gracia de Dios”.

Era mi mantra cuando estaba vivo.

Mientras revisaba las cosas de Guille, Tex llamó.

—Annie, creo que me voy a Arizona por un mes. Será enn algún momento de enero.

“Serán unas lindas y largas vacaciones.”

“En realidad no son vacaciones. Estoy jugando con la idea de ir a rehabilitación”.

Me sorprendí; Tex nunca me había insinuado que pensara que tenía un problema. Meses atrás, cuando le conté de qué trataba la carta de Guille,se quedó como un témpano de hielo. Desde entonces no le había dicho una palabra más al respecto.

“¿Qué te parece, Annie? ¿Es una buena idea?”

“Es una gran idea.”

Guardé la llave, el corazón, el pastillero y las dos monedas AA en el cajón de mi mesita de noche. Guardé los diarios en una cesta, junto al sofá de mi sala de estar. Al igual que la caja en la que venían, me recordaban al viejo Guille y me daba miedo leerlos. Después de una semana elegí un diario con tapa violeta y lo abrí al azar. Decía:

“Mientras el jardín crece en tu interior, riega las flores y no olvides que la arena del trabajo espiritual es sólo la arena de la ostra que forma una perla. Es lo irritante lo que forma la perla”.

¡De ninguna manera! ¿Cómo podría ser esto posible? Seguí leyendo.

“Te agradezco esta hermosa vida que me has dado con todos los obstáculos, con toda la arena. Me estoy preparando para escribir mi libro pronto”.

¿Arena? ¿Irritante? ¿Perla? ¿Libro? Esto no es posible.

Poco a poco, durante el mes siguiente, fui descifrando la letra casi ilegible de Guille. Leí sobre sus luchas, sus momentos más oscuros, sus aspiraciones y su intimidad con Dios:

“Deseo desesperadamente mejorar, pero eso es en realidad lo segundo para mí. Dios es lo primero porque ningún humano por sí solo podría haberme sacado de Venezuela y haberme ayudado a mejorar. Todo lo bueno, todo esto, fue obra de Dios. Te amo, Dios. Sigue estando ahí, por favor”.

* * *

“Me gustaría ser guía y ayudar a otros a pulir su espejo para reflejar mejor sus vidas. Utilizar unas cuantas palabras hermosas que puedan influir en sus vidas, mantenerlos en el amor de Dios y ayudarlos a sentirse mejor en las dificultades. Puede que yo sea un adicto, pero también soy sensible, cariñoso, intuitivo, inteligente y sabio. Muéstrenme cómo llevar estas ideas al mundo”.

* * *

“Así es como voy a ayudar. Seré escritor y haré un libro. El libro no será de naturaleza intelectual porque la vida y su realización son espirituales. Además, quiero traer risas al mundo. En mi libro solo diré cosas para ayudar, no para vender a la gente algo que puede ser verdad o no. Mi libro se terminará. Lo haré. Está en tus manos, Dios. Con amor, Guille”.

* * *

“Querido Dios, a medida que se acerca el tiempo, sé que es realmente corto. Estoy en un punto de inflexión y lo único que me queda es rendirme a tu gran sabiduría y fortaleza. Soy demasiado viejo para escuchar a nadie; oh sí, podría escucharlos, pero no lo haré porque sé que los sueños y las victorias por las que he trabajado en mi vida son para bien, no para mal. El único que llega a saber acerca de estas cosas eres tú, Dios. Y creo que eso debe ser todo lo que importa. Con amor, Guille “Dedos”.

Revisar los diarios de Guille me puso en una montaña rusa de emociones. Para animarme, Guille jugaba al escondite cósmico: buscar lo oculto. Me contactaba telepáticamente. Cuando mi entorno se volvía luminoso y más vivo, sabía que él estaba cerca. También comencé a llamarlo en silencio para ver si respondía. No siempre lo hacía, pero eso era parte del juego, aprender a reconocer cuándo estaba allí y cuándo no.

VEINTICINCO. Tex.

Una tarde ventosa de mediados de enero, casi un año después de la muerte de Guille, mientras me vestía, Guille me visitó.

Tex irá a rehabilitación en unos días y sé que has estado pensando que cuando te despidas de ella hoy querrás darle algo significativo.

La verdad es que puse mis ojos en Tex desde el principio. Es una de tus personas favoritas y puedo entenderlo. Tex es una joya rara, con corazón mágico. Cuando la conociste estaba cuidando a su madre enferma. Ese episodio duró años. A Tex siempre le gustó el whisky, pero cuando murió su madre estaba bebiendo mucho más de lo que todos creían, incluida ella misma. Y  empezó a tomar algunas pastillas junto con el whisky antes de irse a la cama. Una mañana, mañana que afortunadamente nunca llegó, Tex podría no haber despertado.

No es casualidad que Tex sea testigo de la creación de este libro y que muchas de las pruebas la involucren directamente. Quería su confianza. Verás, Tex comenzó a hablar conmigo justo después de que le contaras por primera vez sobre mis visitas. En ese momento ella nunca imaginó lo que le esperaba. Nunca supo el regalo especial que estaba por llegarle.

La carta que le envié a Tex, bueno, ella la leyó aunque nunca te dijo nada al respecto. Podrías decir que su hermano Pat y yo hicimos una intervención desde el más allá. Le susurrábamos al oído, la empujábamos a que recuperara sus fuerzas, la empujábamos a que se quitara el algodón de los oídos y las anteojeras de los ojos. Tex es muy buena para salvar a otros, pero no tanto para salvarse a sí misma.

Creo que es hora de darle a Tex la moneda que le prometí, ¿no crees? Se trata de la moneda Alcohólicos Anónimos, de White Deer Run, que llegó en la mi caja. Ahora está en tu cajón. También puedes darle una de las fotos mías que venían con ella.

Hace casi un año, antes de que llegara esa moneda a mi caja, antes de que Tex admitiera que tenía un problema, mucho tiempo atrás, te dije que quería dar una moneda a Tex y he aquí que la moneda correcta aparece en el momento justo.

¿La influencia del más allá y la moneda cambiarán su vida?

Sólo Tex puede responder a esa pregunta.

Tex y yo nos reunimos en una cafetería para tomar un café de despedida.

—Guille, finalmente, me dijo qué moneda te debía dar —le dije. Puse la moneda de White Deer Run frente a ella, sobre la mesa.

Tex lo recogió y la examinó.

—Es una moneda de doce pasos, de Alcohólicos Anónimos —dije—. La encontré cuando abrí la caja de Guille. No me dijo que era para ti hasta hace una hora.

Tex parecía sorprendida. Le costaba hablar. La moneda hacía que el hecho de que Tex fuera a rehabilitación pareciera algo predestinado, y Guille era parte de ese destino. Cuando le di la foto de Guille, dijo: "Creo que lo voy a necesitar".

Hoy en día Tex todavía fuma, bebe café negro, pero nunca tiene bebida en la mano.

VEINTISÉIS. La moneda de la gracia.

Después de darle a Tex su moneda, me desperté pensando en las palabras de la segunda moneda que encontré en la caja. Aquella que decía “Si no fuera por la gracia de Dios… estaría yo”. Si la moneda de Tex era importante, pensé que la otra también debería serlo.

Sabía que esa frase debía expresar compasión, pero ¿no implicaba también “Vaya, lamento que te esté pasando eso, pero me alegro de que no me esté pasando a mí”? ¿Cómo se supone que debe sentirse la persona a la que le estoy diciendo eso? ¿Significa que Dios me ama más? ¿Qué clase de mensaje fue ese que Guille me dejó?

Mientras estaba en la cama filosofando sobre el significado de la frase, Guille me dijo que mirara la moneda real. No la había sacado del cajón desde la primera vez que la puse allí.

Las palabras escritas en la moneda no eran las que yo recordaba. Lo que estaba escrito era simplemente: Si no por la gracia de Dios.

Las palabras son palabras, y la sabiduría está más allá de las palabras, pero la gente necesita palabras para que sus mentes se aferren a ellas y les señalen el camino más allá de las palabras.

Y he aquí lo que está escrito en la moneda: sencillamente: “Si no por la gracia de Dios”. Eso es todo. Si se omiten tres palabritas, el significado es completamente distinto. El dicho que creías haber visto, con las palabras adicionales añadidas, es un mensaje convincente pero un poco inquietante.

El mensaje de la moneda que les dejé, a la que llamaré la moneda de la gracia, es algo completamente distinto. El factor de la gracia en sí, la situación de cuánto más difícil podría ser la vida sin la gracia, es un asunto completamente distinto. La moneda tiene como fin dar una conciencia del factor de la gracia.

Pero si no fuera por la gracia de Dios... ¿qué tendría, sentiría, haría o sería?

Pero si no fuera por la gracia de Dios… ¿cuánto podría sucedernos en cada momento de nuestras vidas?

Si no fuera por la gracia de Dios... nunca estaría hablando contigo ahora mismo, Annie. Nunca podría decirte gracias, gracias por amarme tanto.

¿Y por qué algunas personas parecen tener más gracia que otras? Vaya, pensaste que podíamos pasar por alto esa pregunta tan difícil.

Aquí tienes otro secreto, hermana mía: nunca puedes medir el estado de gracia de otra persona. Puedes intentar ponerte en su lugar, pero nunca será lo real, lo verdadero, lo que hay en el alma. La única vida que puedes experimentar íntimamente es la tuya. Todo lo demás son rumores. Nunca supongas que alguien es afortunado o desafortunado por cómo parece ser las cosas. La fortuna o la desgracia son solo una forma humana de medir. Puedo dar fe de ello.

La gente no suele experimentar la gracia a menos que les golpee en la cabeza un gran milagro. No están en sintonía con los pequeños milagros que aparecen y desaparecen constantemente en sus vidas, todos los días; milagros como respirar, ver, oír, caminar, hablar, pensar y poder sentir. Es por eso por lo que muchos caminos espirituales promueven el concepto de gratitud. Te ayuda a notar la gracia en tu vida.

Siempre me ha parecido más útil decir “gracias” que intentar estar agradecido. Es mucho más fácil decir un par de palabras que intentar forzarte a sentir algo que tal vez no estés sintiendo.

“Gracias” es un mensaje elevado, posiblemente el mensaje más sanador de todos. “Gracias” te alinea con la gracia que proviene del Universo del alma.

Esa noche, me había reunido con mi amigo, y productor musical, para cenar en la ciudad. Mientras estaba en el taxi, Guille me dijo que esperara alguna prueba durante la comida.

Durante el plato principal, Guille me susurró al oído: “Aquí viene”. Mi amigo mencionó que, de camino al restaurante, le dio dinero a un sintecho que estaba sentado en la acera. Agregó: “Sería por la gracia de Dios”.

VEINTISIETE. Corriente de vida.

La moneda de plata de Grace estaba sucia y maltratada. Mientras la lavaba y lustraba recordé que, cuando tenía seis años, mi padre me había dado un dólar de plata todos los viernes por la noche. Yo guardaba estos tesoros en una caja de zapatos de plata brillante que tenía una ranura que mi padre había cortado en la parte superior. Estaba ahorrando para un viaje a París. Cuando llegué a mi dólar de plata número ciento veintinueve, todos desaparecieron, junto con Guille. Lloré en los brazos de mi papá por las monedas perdidas, por el París perdido, por mi hermano perdido. La moneda de gracia me hizo sentir como si Guille me estuviera devolviendo mis dólares de plata en forma de bendiciones.

Aun así, cuando se cumplió un año de la muerte de Guille, me sorprendió lo triste que me sentía. Guille, sin embargo, estaba de fiesta.

He terminado de revisar mi Libro de la Vida y estoy en una nueva etapa. Utilizo la palabra “terminado” por tu bien. Aquí no es así. Aquí cada momento fluye hacia el siguiente, de modo que acabas [teniendo] esa sensación de “eternidad”.

Como de costumbre, me desperté del placentero pasatiempo de convertirme en el Universo para encontrarme nuevamente en mi cuerpo de luz. Por cierto, nunca confundo mi cuerpo con mi “yo” como hace la gente en la Tierra. Supongo que esto tiene algo que ver con la facilidad con la que entro y salgo de él.

De todos modos, cuando me desperté, estaba sentado con las piernas cruzadas al lado de un arroyo mágico. Este arroyo es tan largo que parece no tener fin. Pero como no es muy ancho, tal vez unos pocos metros de ancho, fue fácil ver a mi querido Joseph sentado al otro lado.

No se trata de un arroyo en el sentido habitual de la palabra. No tiene nada que ver con el agua. Me refiero al flujo. Este arroyo está formado por ondas ondulantes de luces brillantes: violeta, rojo, amarillo, naranja, verde y azul. Estos colores realmente resaltan porque este arroyo es lo único que hay en este lugar y todo alrededor es completamente negro.

Lo que pasa con este arroyo es que se mueve con un flujo de sonido encantado. Si tuviera que hacer una comparación, diría que suena como un sonido de campanas eléctricas mezclado con el de un gong de tono bajo. Sin embargo, esta descripción deja de lado la parte más crítica, la característica más importante de este arroyo: su efecto místico.

Si pudieras escuchar la corriente, querida hermana, aunque sea por un segundo, probablemente nunca más sentirías miedo ni enojo, ni te molestarías. Tal vez por eso no puedes escucharla. La experiencia en la Tierra está destinada a presentar todo tipo de emociones, y eso está bien. Así es como debería ser.

Mientras estaba sentado cerca del arroyo, no tenía ni idea de qué iba a pasar ni de qué se suponía que debía hacer. Una vez más, Joseph no me dio instrucciones, ¡y eso es genial! Nunca me gustó que la gente me dijera qué hacer, especialmente porque muchas veces me dijeron que lo que hacía estaba mal. Por cierto, aquí no se puede hacer nada malo. No existe tal cosa. Joseph es mi guía, no mi juez.

Al principio, me quedé allí sentado, observando cómo los vibrantes colores subían y bajaban. Sin embargo, al poco tiempo tuve que cerrar los ojos, dominado por el sonido sobrenatural del arroyo. Me atrajo cada vez más hasta que no hubo nada más que ese sonido. Y entonces sucedió algo que intentaré transmitir humildemente.

A medida que el sonido de la corriente se intensificaba, me embriagaba cada vez más. Entiende que, en esta dimensión, mi sensación momento a momento ya es mejor que cualquier cosa que puedas imaginar. La Corriente de Vida estaba aumentando mi factor de éxtasis natural.

Pronto, mi yo empezó a disolverse. Como el arroyo, yo mismo me convertí en ondas de colores del arco iris que fluían hacia la eternidad. Para usar una expresión de mi época, era muy psicodélico. Entonces, viniendo de algún lugar aún desconocido dentro de mí, comencé a escuchar esta música increíblemente impresionante. Al principio, solo escuchaba unas pocas notas a la vez. Sin embargo, no eran notas comunes. Tenían la dulzura de lo que uno imaginaría que son las voces de los ángeles, pero no eran voces. Los tonos eran largos y lentos y se mezclaban entre sí. Luego, las notas comenzaron a unirse para formar estas melodías, melodías sagradas que siempre habían estado allí, un secreto que mi alma me había ocultado hasta ese momento.

Entonces, de forma completamente inesperada, la experiencia se volvió sensual. Sentí algo físico que no había sentido desde mi vida en la Tierra. Volví a disfrutar de ese tipo especial de placer. La intimidad, el calor de tener un cuerpo, el cuerpo que era mío cuando vivía en la tierra. Pero si tomaba la mejor sensación absoluta de estar viva y la multiplicaba por el infinito, mientras estaba sentada junto a la Corriente de la Vida, me sentía aún mejor.

Pero esta sensualidad no me hacía extrañar el estar vivo. En absoluto. El misterio de la vida en la carne, la satisfacción particular que el alma disfruta cuando está encarnada, se estaba revelando. Es sólo por el deleite, el deleite de las diferencias, los diferentes tipos de placeres e incluso el dolor.

¿Qué es esta Corriente? No estoy seguro. Tal vez sea el aliento de la Fuente Suprema. Realmente no puedo decirlo. Pero lo que sí diré, querida, es que en algún momento, en el gran océano del ser, tu propia alma se sentará en presencia de la Corriente de Vida y se volverá una con ella. Y cuando escuches tus propias melodías también se te revelará el misterio extático que es la vida.

Aunque no oía ninguna melodía mientras Guille hablaba de la Corriente de la Vida, mi respiración se volvió dulce como la madreselva y oleadas de placer recorrieron mi columna vertebral. Saboreando estas sensaciones, pero consciente de que no durarían, le pregunté a Guille cuál era el secreto de la felicidad.

Así como la Corriente de la Vida aumentó mi embriaguez, el placer puede aumentar tu alegría. La gente pasa mucho tiempo en cosas que la hacen infeliz, demasiada concentrada en la arena de la ostra. Para cultivar la alegría presta atención a lo que te gusta.

VEINTIOCHO. Sagrada Escritura I.

Empecé a probar la receta de Guille para la felicidad. Las cosas que me gustaban no eran necesariamente las grandes. Me entretenía con mi taza de té oolong matutino, disfrutando de su calor en la mano. Compraba un ramo de lirios de agua cuando pasaba por una floristería, escuchaba a John Coltrane mientras preparaba el almuerzo, cantaba para mí misma mientras esperaba en la cola de una tienda, me concentraba en lo que más me gustaba de los rostros de las personas.

Prestar atención a lo que me gustaba se convirtió en una práctica espiritual. El viento salado contra mi piel. Las voces de las gaviotas. El sabor del chocolate, el perfume francés, las anémonas escarlatas, el ronroneo de mis gatos. Me volví más feliz bastante rápido. Mi mundo estaba lleno de cosas que me daban placer; simplemente no había estado prestando atención.

Pronto, Guille tenía más que decir sobre el placer.

Ahora estoy recibiendo el regalo más grande de mi viaje hasta ahora. Estoy recibiendo mi Sagrada Escritura. Esta escritura no tiene nada que ver con el tipo de lecciones que la gente en la tierra cree que está aprendiendo. No se trata de quién le hizo qué a quién, o si fuiste “malo” o “bueno”. De hecho, no tiene nada que ver con tus acciones, en absoluto.

Este pasaje de las Escrituras me permite cosechar las recompensas de mi vida. Todos recibimos recompensas de la vida que vivimos. No importa cómo parezca en la superficie, cada vida es valiosa en formas que no puedes imaginar ni suponer mientras estás vivo. Cada vida es un regalo. Fíjate que [digo regalo y] no digo "oportunidad" porque oportunidad significa que puedes fracasar o triunfar. Más allá del concepto de fracaso o éxito, hay vibración.

La vibración no se puede expresar con palabras. Es el lenguaje de la música. Los científicos que exploran la teoría de cuerdas están en lo cierto. La Sagrada Escritura de la vida de uno es una corriente sinfónica que surge de la luz invisible de la Fuente paradisíaca, si me entiendes, [risas].

Cada persona es un instrumento de lo Divino, que compone sinfonías cósmicas mientras está en la Tierra. Algunas de las músicas son melódicas, otras discordantes, algunas alegres y optimistas, otras lentas y melancólicas. No importa. Cada pieza será parte de tu propia serenata en el más allá. Todos tus esfuerzos, tus altibajos, serán una melodía mística que no te dabas cuenta que tarareabas. Tal vez compartir lo que me sucede aquí en este mundo te ayude a sentir tu música.

Me encuentro con Joseph dentro de una nube de polvo multicolor donde nacen las estrellas. Los astrónomos que estudian los cielos nunca imaginarían que están mirando lugares que algún día habitarán. Sin embargo, no van a necesitar telescopios ni naves espaciales ni instrumentos. Simplemente ocurrirá de manera natural.

Joseph y yo flotamos, uno al lado del otro, a través del polvo de estrellas, mientras olas de luces de colores descienden desde arriba. Y, Annie, no hay forma de expresar con precisión lo que sucede a continuación, pero lo intentaré.

Cuando las luces me tocan, se transforman en melodías. Estas melodías son evocadoras; sacan algo de lo más profundo de mí. Sacan a la luz recuerdos. No recuerdos terrenales. La música despierta un nuevo tipo de memoria. El ruido y la estática del mundo se han ido, y solo recuerdo el alma de lo que sucedió mientras estaba viva. Vivo, dentro de la inocencia y el asombro, en el corazón mismo de la vida.

Lo cotidiano se ha convertido en milagroso; lo ordinario, en extraordinario. Por ejemplo, despertar. Experimento todos los cambios que se producen en mí cuando paso del mundo de los sueños a la vida de vigilia. No creo haber sentido nunca realmente la grandeza de despertar o quedarme dormida o respirar o reír, llorar, cantar, bailar, o hacer el amor.

Estos recuerdos llevan la gloria fugaz, el dulce néctar que ahora es el regalo de lo Divino a mi alma. Explotan en mí con el propósito sin propósito de la creación, el anhelo de lo invisible de convertirse en fruto y néctar. Dentro de esta música me convierto en la esencia en el corazón de la dicha.

En mi propio estado de felicidad terrenal, llegué al buzón. Dentro estaba el sobre que esperaba. Después de más de un año, la compañía de seguros del conductor que atropelló a Guille me enviaba diez mil dólares por el accidente que terminó con la vida de mi hermano. Después de saldar sus deudas, me quedarían unos cuantos miles de dólares. Pensé en comprarme un anillo para recordar a Guille. Sin embargo, Guille tenía otros planes. Cuando saqué el cheque del sobre, susurró: Vete a Jamaica.

Guille vivió en Jamaica y le encantaba estar allí. Mientras contemplaba la posibilidad de sentir el sol y bañarme en las cálidas aguas azules, se me ocurrió una idea: podía llevar las cenizas de Guille a Jamaica y esparcirlas en su lugar favorito del mundo, las cataratas del río Dunn. Esparcir sus restos en las cálidas aguas de las cataratas, donde la gente se divierte todos los días, parecía perfecto, salvo por un detalle.

Hace quince años, la única vez que visité Jamaica, fui al río Dunn. Fue un viaje horrible. Después de angustioso viaje en barco, que incluyó motor averiado y miedo a perderme en el mar, llegué agotada y sin fuerzas a las cataratas, tan temblorosa que apenas podía mantenerme en pie.

Había esperado una suave cascada que cayera sobre un estanque límpido, rodeado de brillantes flores de la jungla. En cambio, me encontré en el fondo de una cascada monstruosa, de doscientos metros, que se estrellaba contra rocas empinadas, irregulares y resbaladizas. No soy especialmente atlética, y trepar por esas rocas escarpadas mientras el agua caía a borbotones sobre ellas me parecía una locura. Subí por la larga escalera de madera y tierra que corría junto a la cascada y, en cuanto llegué a la cima, tomé un taxi de regreso al hotel.

La perspectiva de escalar la cascada para darle a Guille un funeral digno era otra historia. Ningún obstáculo era demasiado grande para superar. Subiría la cascada en su honor y esparciría sus cenizas por el camino.

VEINTINUEVE. El funeral.

En marzo abandoné el gélido y gris mundo del este de Long Island y volé a Jamaica. En cuanto llegué al aeropuerto de Bahía Montego el efecto Guille hizo mella en mí. Él y yo éramos diferentes en lo que se refiere a viajar. Él era extrovertido y cálido; yo me era reservada. Pero este viaje fue diferente; en cuanto toqué suelo jamaicano todo el mundo parecía quererme y el sentimiento era mutuo.

Desempaqué y coloqué la bolsa de seda roja, que aún contenía cenizas de Guille, en una bandeja sobre la cómoda de la habitación del hotel. En la cuarta mañana de mi viaje, Guille me despertó.

Hoy es buen día para un funeral. Te bendigo como tú me bendices a mí. Tu acto de esparcir mis restos en las cataratas del río Dunn me traerá tu amor, especialmente porque tu última visita allí no resultó tan bien, [risas].

Y aunque sabes lo difícil que será, quizás incluso imposible, estás decidida a depositar mis cenizas en esas aguas. Quiero que sepas que cuando las deposites en la cascada, lo sentiré, Annie. Sentiré el amor que hay detrás del gesto.

Sé cuánto quieres hacer esto, pero quiero que sepas que también estrá bien si no escalas las cataratas. Repito. No es necesario escalarlas. No hay presión. ¿De acuerdo?

Hoy, durante mi funeral, habrá un cartel. Y después del funeral recibirán una bendición. No hace falta decir más. 

Nota del Traductor. Esas llamadas “cataratas” en realidad no lo son pues se podrían denominar cascada o bajada de agua por una pendiente que parece más una escalera con grandes cantos. Cuando era isla española, esa cascada de agua se llamó “las chorreras”. El resto es montaje turístico, aunque es innegable su belleza paisajística. La excursión de ascensión a las cascadas se hace caminando y escalando por los cauces de los chorros agua aunque existe un camino peatonal paralelo al cauce del torrente. Fin de la nota. 

Guille me había dejado con ganas de jugar. Por primera vez en mi vida le pedí algo específico. Estaba pensando en contratar un guía para que me llevara hasta las cataratas.

“¿Puedes hacer algo especial con mi guía? Tal vez podría llamarse Guillermo en tu honor”.

Guille no dijo nada. Entonces le pregunté si debía dejar mi pulsera de cuentas de plata en el hotel para no perderla. Yo apreciaba mucho esa pulsera; había pertenecido a mi profesor de meditación. Nunca me la quité de la muñeca.

Si las cataratas se llevan tu pulsera, será algo bueno, eso es todo lo que dijo Guille.

Metí el bolso de seda roja en una pequeña mochila y tomé un taxi hasta el río Dunn. Lo primero que vi cuando llegué fue un árbol baniano de unos seis pisos de altura. Tex había escrito una historia sobre un árbol baniano y yo tenía muchas ganas de ver uno algún día.

«Ésta debe ser la señal de la que hablaba Guille», pensé.

Alquilé unos zapatos de escalada, de goma especial [para evitar los resbalones si se sube por dentro del cauce del río], y seguí las flechas hasta la cabaña donde se encontraban los guías. Alrededor de una docena de hombres con camisetas rojas estaban sentados, comiendo, fumando, jugando a las cartas, esperando trabajo. Un guía estaba sentado solo, en la esquina. Miraba a lo lejos y se veía desanimado. La mujer a cargo del negocio se volvió hacia él y le dijo algo que no pude oír. El guía la miró, sacudió la cabeza y se dio la vuelta. El breve vistazo que pude dar a su rostro me recordó a Guille.

“Disculpe. ¿Podría venir aquí, por favor?”, le dije.

El hombre se acercó a regañadientes. Su nombre estaba impreso en letras negras en el frontal de su camiseta y era “Guille”, que se parece mucho a “Guillermo”. Y aunque era obvio que el guía quería que lo dejaran en paz, le dije: “Guille, tú eres el único. Lo sé”.

Lo llevé aparte y le expliqué: “Mi hermano murió hace un año y hoy le voy a hacer un funeral. Amaba Jamaica y a esta cascada. Quiero depositar sus cenizas en el agua y luego subir a la catarata para honrarlo”.

Eso llamó su atención. Y le seguí comentando: “Soy terrible para este tipo de cosas, probablemente la peor escaladora que hayas tenido. Tengo miedo de resbalar y matarme. Necesito a alguien especial que me ayude”.

El guía Guille cambió. “No te preocupes, cariño. Te ayudaré”.

La subida siempre se hace desde la base de la cascada, así que tomamos las escaleras hasta la playa donde la catarata, más o menos abundosa en agua según la estación meteorológica, se precipita al mar Caribe. Miré hacia arriba y el agua caía con estruendo sobre las rocas empinadas. Le dije a Guille: "No hay manera de que pueda hacer esto".

El guía Guille tomó mi mano y comenzó a tirar de mi hacia el agua. Iba demasiado rápido. Me recordó a Guille, sí, a mi hermano y sus maneras temerarias. Me solté del agarre de Guille y, cuando comenzó a subir la cascada yo me desvié a los escalones que estaban a su lado, para observar.

Cuando Guille llegó al lugar donde la cascada formaba su primer charco se detuvo y metió en el agua y volviéndose hacia mí me dijo. “Entra, cariño. Vamos. Pongamos las cenizas aquí”.

Estaba aterrorizada, pero tomé la mano del guía, hice acopio de todo mi amor por Guille y me metí en la piscina. Saqué las cenizas de la mochila y las esparcí en el agua que tanto amaba mi hermano. Sentí a Guille bajo la luz del sol. Lloré, sonreí, y lloré un poco más. El guía también derramó una o dos lágrimas. Entonces el guía Guille me llevó a una roca en la que nos sentamos y dejamos que el agua corriera sobre nosotros. Me sentí limpia. Finalmente le había dado a Guille el funeral que quería.

El guía Guille tomó mi mano, pero esta vez no era la mano de mi salvaje y descuidado hermano Guille; era la mano del chico de la naturaleza, que era seguro y constante, que podía saltar de roca en roca con facilidad y ayudarte a escalar.

—Si trepo, resbalaré —dije al guía—. Me romperé una pierna o peor: me partiré la cabeza.

El guía Guille dijo: “No te dejaré caer, cariño. Te lo prometo”.

“No puedo. Simplemente no puedo hacerlo”.

“Puedes”, seguía diciendo. “Puedes”.

Empecé a escalar. Tenía mucho miedo. Pero poco a poco, con la ayuda del guía gané confianza. En los lugares donde las rocas eran especialmente resbaladizas y empinadas, me agarré al guía con tanta fuerza que casi no podía moverse. Lloré y le di las gracias durante todo el camino. Después de más de una hora llegamos a la última piscina en la cima y nos recostamos en las rocas.

“Es una cascada muy espiritual”, le dije al guía Guille. “Y fue una subida muy espiritual”.

“Sí, cariño, muy espiritual.”

Cuando nuestra aventura terminó, la cara triste del guía Guille ahora sonreía. Nos abrazamos como viejos amigos y fui a buscar mis zapatos.

Se estaba haciendo tarde y sólo las dos mujeres que trabajaban en la tienda de alquiler de zapatos seguían allí. No pude contener mi emoción. Les hablé de Guille, de lo mucho que amaba Jamaica, de cómo había vivido allí una vez y de que las cataratas del río Dunn eran su lugar favorito en la tierra. Les dije que había muerto en un accidente hacía poco más de un año y que hoy había puesto sus cenizas en las cataratas. Les dije que Guille era el mejor guía del mundo. No habría podido hacer la escalada sin él.

Se quedaron en silencio. Entonces una de las mujeres dijo: “El guía Guille tenía un hermano. Murió más o menos al mismo tiempo que el tuyo”.

“¿Cómo?”, pregunté.

Ella dudó. “Murió en la cascada”.

Me cambié de zapatos y corrí a buscar al guía.

—¡Dios mío, Guille! ¡Me acabo de enterar de lo de tu hermano! ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Qué pasó?

“No quería arruinarte la sorpresa, cariño. Era mi día libre y mi familia estaba haciendo un picnic aquí. Mi hermano menor había bebido demasiado. Estaba hablando con mi esposa y, de repente, tenía una expresión de enojo en su rostro. Me di la vuelta y vi a hermano ahí, en las rocas, bailando y haciendo tonterías, comportándose como un loco. ¡No tenía por qué haber ido a las cataratas borracho de esa manera! Lo siguiente que supe fue que se resbaló y se golpeó la cabeza. Ocurrió cerca de la piscina del fondo, donde pusimos las cenizas”.

Así que ese día había sido una especie de funeral doble. ¡Qué intenso debió haber sido para el guía Guille oírme suplicarle que no me dejara caer!

“Lo vi todo. Lo vi morir. Todavía me duele mucho”, dijo el guía.

Me quité la pulsera de plata de la muñeca y se la puse a Guille. Luego lo llevé hasta el árbol baniano. Nos sentamos debajo de él mientras sostenía su mano y le contaba la historia de mi hermano y cómo hablaba conmigo desde que había muerto.

—Gracias, cariño. Muchas gracias —dijo el guía Guille—. Durante los últimos dos años he sentido como si la muerte me hubiera estado persiguiendo. Mi hermana murió poco antes que mi hermano, y mi padre murió la semana pasada. Pero hoy ha sido una especie de milagro. Gracias, y dale las gracias a tu hermano por mí.

Nos tomamos de la mano mientras caminábamos entre árboles y flores. Parecía unos diez años más joven que cuando nos conocimos. Un flautista y un guitarrista aparecieron de la nada y nos siguieron. Estábamos medio bailando por el sendero, como niños.

—Adiós, cariño —dijo—. Nunca te olvidaré, ni a ti ni a tu hermano Guille.

Eché una última mirada al guía, memorizando su rostro, puse un fajo de billetes en su mano y subí a un taxi.

Cuando regresé a mi hotel caminé hacia la playa. El mar estaba cubierto de pequeñas flores moradas y blancas hasta donde alcanzaba la vista. No había flores en la arena, solo en el agua. No había ninguna explicación razonable para este fenómeno. Mientras nadaba entre los pétalos, sentí que flotaba entre bendiciones de otro reino. Seguía viendo la cara feliz del guía Guille y supe con certeza que mis experiencias con m hermano Guille estaban destinadas a ser compartidas.

 

TERCERA PARTE. Del alma al espíritu.

TREINTA. La muerte de los recuerdos.

Después de regresar a Nueva York, mi hermano me pidió que llamara a su ex esposa y le contara sobre mi viaje a Jamaica. Yo estaba reticente, pero Guille insistió. Dijo que ella tenía algo para mí.

Hice la llamada. La conversación fue agradable. Unos días después recibí una foto por correo. Era de Guille, sonriendo, de pie en las aguas turbulentas de las cataratas del río Dunn.

Enmarqué la foto y la puse junto a mi ordenador para no olvidar lo que había sucedido en la cascada. La transformación del guía Guille fue demasiado perfecta, demasiado inspiradora para ser casualidad. Los sucesos en el río Dunn cambiaron mi deseo de mantener en silencio la experiencia de mi hermano Guille.

Guille estuvo ausente durante por un buen tiempo. A estas alturas, ya me había acostumbrado a sus idas y venidas y esperaba con ansias lo que fuera que tuviera que hacer a continuación. Una mañana gris pizarra de mayo, con el repiqueteo de la lluvia...

Todavía estoy aquí, todavía te hablo desde una distancia incognoscible e inefable. Todavía estoy aquí, aunque justo después de mi funeral en Jamaica tuve otro funeral. Pasé por la muerte de mis recuerdos.

En la Tierra atesoramos nuestros recuerdos, y eso está bien. Así es como debe ser. Pero tienes que entender que donde estoy no hay deseo de aferrarse a nada, de engancharse al pasado. Es extraño cómo Joseph y yo revisamos la vida que viví con tanta devoción, simplemente para finalmente dejarla ir. Supongo que estaba soltando mis recuerdos. Ahora sigo siendo yo, menos mi experiencia. Y puedo decir, con cierta autoridad, que es deliciosamente liberador.

Cuando digo que mis recuerdos se han ido no quiero decir que no recuerde cosas de la Tierra; sí las recuerdo. Pero lo que me pasó allí, mis vínculos con esa vida en particular, ahora se han desatado excepto, claro está, para ti, mi hermana. Y ese es un "excepto" muy grande e inusual, ya que se hace una excepción por el bien del libro.

¿Cómo murieron mis recuerdos? Estaba flotando en el polvo de estrellas, esperando que mi Sagrada Escritura me llevara a mi siguiente recuerdo, cuando una luz blanca pura descendió desde arriba de mí. Por lo general la luz era multicolor. Además, Joseph no se presentó al espectáculo de luces como solía hacer. Estas eran pistas de que algo diferente estaba ocurriendo.

Cuando la luz blanca me tocó se convirtió en un recuerdo muy específico: el recuerdo de miles de pequeñas luces blancas que entraban y salían de mi desgastado cuerpo de sesenta y dos años, separando mi alma de mi ser físico. Había visto esas luces antes. En mi recuerdo de nacimiento, ese mismo tipo de luces unían mi alma a mi cuerpo de bebé. Creo que mi muerte fue mucho más llevadera para ellas, [risas].

En el corazón de mi recuerdo de muerte me vi corriendo con los brazos estirados hacia arriba, los ojos mirando hacia el cielo nocturno, y diciendo una oración mientras corría hacia el veloz coche que chocó conmigo. Con el choque sentí una enorme liberación pues estaba atravesando otro tipo de muerte. Mi Sagrada Escritura se había acabado, agotado, y todos mis recuerdos explotaron como una supernova.

La explosión de mis recuerdos me lanzó por el espacio. Me moví por un cielo sin estrellas pasando por enormes formas que parecían Seres de algún tipo. Pasé a su lado tan rápido que no puedo decir con seguridad qué eran. Y esa hermosa voz femenina, de la que te hablé, me ​​guió como un radar a través de la oscuridad, alejándome de mi pasado.

Dejar atrás mis recuerdos es un largo camino que recorrer. La pérdida de experiencias, de lugares, de personas... eso es lo que tememos de la muerte. Pero no te preocupes. Cuando llegue, estarás más que preparada para ella. Si estuvieras en un jardín fragante lleno de todo tipo de flores y plantas deliciosas y en tu mano tuvieras la foto arrugada, en blanco y negro, de un lugar que recuerdas vagamente, ¿te molestaría perder esa foto? Cualquier recuerdo que tengas, incluso el mejor, no se puede comparar con acercarse a la Fuente. Y eso es lo que está sucediendo. Mi viaje me está acercando a la Presencia Divina.

A lo lejos veo un disco de luz radiante. Es una luz que no había visto antes. La Presencia Divina parece haberse concentrado en una luz blanca, pura y concentrada. A medida que me acerco a esta luz me llama, pero no por el nombre  yo que era en la Tierra, sino por el nombre de mi alma, el alma que era antes de dejar los Mundos Superiores para ir a la Tierra.

Por primera vez, la voz de Guille no venía de la derecha, sino que venía directamente desde arriba de mí y entró por la parte superior de mi cabeza a través de lo que parecía un embudo. La luz violeta se irradiaba a través de este embudo e iluminaba una pequeña zona dentro de mi cerebro, haciéndome sentir hiperdespierta.

Conocía el antiguo sistema indio de chakras, o centros de energía del cuerpo, pero no había investigado mucho sobre ellos. Entonces, busqué en Internet “chakra de la corona”. Resultó que una de las contrapartes físicas de este chakra es la pituitaria, la milagrosa glándula maestra del cerebro que regula muchas otras glándulas del cuerpo. Tal vez el cambio en mi pituitaria fue lo que me hizo sentir tan vigorizada.

El “chakra de la corona” también me trajo estos resultados: luz violeta, comunicación con el alma, inspiración divina, puerta de acceso a las influencias espirituales más elevadas. Tal vez, a medida que Guille se alejaba, se comunicaría conmigo a través de este chakra.

Sin embargo empecé a preguntarme: ¿A medida que sus recuerdos fueran quedando más atrás, seguiría recordándome?

TREINTA Y UNO. Shvara Lohana.

A medida que mi chakra de la corona empezó a florecer, sentí que me movía junto con Guille hacia la luz. Empecé a enamorarme de todo, y el sol, el cielo, el mar, los árboles, las flores, los pájaros, las mariposas y el suelo bajo mis pies, todo parecían amarme. Cuando iba a la ciudad, las personas que eran desconocidas parecían mis amigos. Incluso si no podían ver la luz, sabía que de todos modos se dirigían hacia ella. La alegría pura de la Presencia Divina era su destino.

Mientras el sol de mediados de mayo se elevaba como un topacio en el cielo...

Buenos días, hermana. Aquí estoy de nuevo, tu reportero en el lugar de los hechos, llegando a ti desde una nueva dimensión.

Por primera vez desde que morí, estoy de pie sobre tierra firme, pero el suelo aquí no se parece a nada que haya visto antes. Es luminoso y algo áspero, como diamantes en bruto. Piensa en fotografías de la superficie de la luna. Donde estoy, el paisaje también está desnudo y es rocoso, con cráteres y colinas, pero en lugar de polvoriento es brillante y translúcido. Todo en este mundo de joyas parece hecho de luz cristalizada, incluso el cielo rosado.

Ahora, en este mismo momento, mientras te hablo, esa voz inquietante se hace cada vez más fuerte y una niebla rosada se acerca. La niebla es tan fragante que si pudiera desmayarme, eso es lo que haría.

De repente, de golpe,, me encuentro frente a la mujer más hermosa que haya visto en mi vida. La palabra belleza es demasiado insuficiente. Debe ser de otra especie o de un Ser Superior. Es el doble de alta que yo, y muy delgada. ¡Su rostro es precioso! Es como una perla dorada con rasgos exóticos. Me recuerda a las diosas que adoran en la India.

Sus pies están adornados con anillos y brazaletes, y no tocan el suelo. Su vestido, de brillantes zafiros azules adornados con rubíes, se arremolina detrás de ella. Tiene un espeso cabello negro que le llega hasta la cintura y una luz dorada rodea su cabeza como una tiara. ¿Has visto la luna cuando es dorada? Eso es lo único en la Tierra que describe, aunque sea vagamente, su luminiscencia. Mientras flota en el aire, sus manos se mueven en una especie de danza mística.

¡Oh, Annie! ¡Nunca me había enamorado tanto!

Y me siento muy humilde. Me sentí un poco orgulloso de estar muerto, pero si esto hubiera sucedido de inmediato... bueno, no estaría listo para ello. Tenía que estar preparado para este tipo de majestuosidad.

Mientras estoy frente a mi Diosa, mi apariencia va cambiando. Me estoy volviendo más alta y más delgada y, en general, me parezco más a ella. La llamo mi Diosa porque de alguna manera ella es mía.

Por primera vez, mi Diosa mueve sus labios de rubí perfectos. La suya es una voz embriagadora que suena como una flauta. La he estado escuchando todo el tiempo. Ella me canta su nombre: Shvara. Me llena como un perfume misterioso que he estado buscando por siempre.

Shvara sonríe con una sonrisa tan hermosa y poderosa que, si pudiera haber una sonrisa como esa en la Tierra, todas las guerras terminarían y todos dejarían de hacer lo que están haciendo y se irían a alimentar a los niños hambrientos. Es tan poderosamente buena. No estoy seguro de haber podido resistir el poder de esa sonrisa antes de este momento.

Entonces mi Diosa me canta su nombre completo: Shvara Lohana.

¿De verdad pertenezco a la misma tribu que esta magnífica Diosa? Intento controlarme, pero tengo que preguntarme: “¿Eso significa que estaré contigo para siempre?”

Su sonrisa me deslumbra. “En esta dimensión, la eternidad es más larga de lo que puedas imaginar”.

Admito que eso sonó decepcionante, pero ella no dijo exactamente que no, ¿verdad?

Esta vez, al escuchar a Guille a través de mi chakra coronario, los pétalos se abrieron y se convirtió en una flor exuberante. Cuando la belleza de Shvara entró en mi alma, mi corazón latió tan rápido que pensé que iba a estallar. En cambio, se derritió como una vela encendida, llenándome de gracia fundida.

Busqué en Internet para ver si el nombre Shvara tenía algún significado. Me fascinó saber que Shvara es la forma corta de I-shvara, palabra sánscrita, siendo el sánscrito la lengua sagrada de la antigua India. Así que la descripción que hizo Guille de Shvara como diosa india no fue una coincidencia.

Pero lo que más me encantó fue descubrir que en la tradición hindú Shvara significa Señor Supremo. Y cuando Shvara adopta una forma femenina es, nada menos, que la Diosa Suprema, la única Diosa por encima de todas las demás.

¿Shvara Lohana era un ser divino real o una visión que Guille estaba teniendo? ¿Era su dios personal o era Dios? ¿Dios es en realidad una diosa?

TREINTA Y DOS. Desfile de almas

A la mañana siguiente, mientras pájaros cantores charlaban y el aire primaveral se llenaba de dulzura...

Shvara Lohana se da vuelta y aparece un edificio rodeado de neblina en el lugar donde ella está mirando. ¿Lo creó con su mirada? No creo que estuviera allí antes. Estoy emocionado porque no he visto ningún edificio desde que morí. A medida que la neblina se aclara puedo ver que el edificio es de un blanco perlado y tiene enormes columnas al estilo de la arquitectura griega o romana. Es tan enorme que parece no tener principio ni fin, y no es sólido. Se ondula. Se está formando un puente desde donde estamos hasta el Edificio Blanco, así que supongo que es allí a donde nos dirigimos.

Todo esto es maravilloso, tan maravilloso, y lo es aún más porque estoy total y completamente enamorado. No estoy seguro, porque mis recuerdos se han ido, pero creo que amé a muchas mujeres en mi vida. Sin embargo estoy seguro de que lo que siento por Shvara es algo completamente distinto. Creo que se llama amor divino. Si estuviera aquí con Jesús o Buda o cualquier otro Ser Supremo, probablemente también sentiría mucho amor por ellos, pero quienquiera que haya elegido a Shvara Lohana, sin duda lo hizo fácil.

Haciendo movimientos de baile exóticos con sus manos, mi Diosa flota por el puente. La sigo con total devoción. Mientras se desliza hacia adelante, sus pies inimaginablemente gráciles me cautivan. Podría pasar una eternidad simplemente mirándolos. No solo son hermosos; son benévolos e inteligentes, igual que el resto de ella.

Shvara me mira sonriendo. Estoy muy contento de estar aquí, de descansar del trabajo que he hecho en la Tierra, y de seguir a mi Diosa hacia el Edificio Blanco. A medida que nos acercamos veo que hay un sinfín de puentes que conducen hasta allí. Y por primera vez, desde que estoy de este lado, veo gente como yo. Cada uno camina por su propio puente hacia el Edificio Blanco. Ya no somos personas, somos almas. Cada alma se parece a su Líder de Tribu flotante.

Mientras las almas cruzan sus puentes, nos saludamos asintiendo con la cabeza al pasar, pero si se sienten como yo, toda su atención se centra en su líder. Estoy tratando de notar lo que pueda por ti. Es muy inusual que pueda informar sobre estos sucesos, así que trata esta información como algo sagrado. Ya sea que podamos incluir esto en nuestro libro o no, te lo haré saber.

Los líderes de la tribu son Seres que no existen en la Tierra, y cada uno de ellos es extraordinario. Todos tienen la misma luz dorada alrededor de sus cabezas. Algunos son grandes guerreros. con escudos, espadas y cuerpos superpoderosos. Algunos líderes parecen algo simples y humildes, excepto por sus enormes auras de color de joya, que son más de diez veces más grandes que ellos. Algunos parecen eruditos y llevan rollos de pergamino que se desenrollan y siguen su rastro. Un líder de la tribu tiene cabello naranja fluorescente y está montado en un león rojo gigantesco, o tal vez él es mitad león. No lo sé. Otro líder parece ser una mezcla de hombre, delfín y sol.

Hay líderes tribales a quienes describiría como hermosas diosas, como Shvara. Tengo mucha suerte de que mi líder sea quien es. Pero supongo que todos se sienten afortunados, como si hubieran elegido al líder correcto..

Este espectáculo tiene un ritmo y una sensación de celebración salvaje. Es como si todos estuviéramos destinados a estar aquí en este momento y hubiéramos estado ensayando nuestra parte del espectáculo por toda la eternidad.

Shvara Lohana ha estado tarareando suavemente mientras ascendemos por mi puente. Estoy enamorado de ella como nunca lo he estado. Desearía que pudieras escuchar a mi Diosa cantando:

Somos el sueño del Universo.

Somos el capricho del Infinito

La respiración y el respirador

El enemigo y el amigo

Si esto es una ilusión

Me inclinaré ante ello

Ava lo ke tash shvara

Ava lo Tara

Ava lo ke tash shvara

Ava lo Tara

La canción de Shvara me llena de lo que, tan inadecuadamente, llamaré compasión. Siento una gran ternura por el desfile de almas que caminan hacia el Edificio Blanco. Cada una tiene su propia historia, sus luchas, su propio camino que las ha conducido hasta aquí.

Qué noble es el viaje de cada ser humano, de lo divino al polvo, y de regreso. Qué valiente es entrar en un cuerpo y bailar la danza de la existencia solo para perder todo lo que imaginabas como verdadero en el momento de la muerte.

A medida que nos acercamos a la cima del puente, mi conciencia está lúcida como el cristal. Estoy listo, pero no sé para qué.

Cuando Guille empezó a cantar suavemente la letra de la canción de Shvara Lohana, me quedé fascinada. Pensé que estaba hablando una especie de lenguaje celestial y que me diría el significado más tarde. Pero cuando terminó la canción, me pidió que hiciera otra búsqueda en Internet.

La letra que no había entendido era, de nuevo, palabras en sánscrito. Esta vez eran los nombres de Bodhisattvas, Seres Iluminados cuya misión es ayudar a la humanidad. Avalokiteshvara es el Bodhisattva de la compasión y Tara es su consorte. Tara surgió de una lágrima que cayó del ojo de Avalokiteshvara mientras lloraba por el sufrimiento de la humanidad. Después de que Guille escuchara la canción de Shvara, él también pareció compartir la compasión de Avalokiteshvara.

Cuando le conté a Guru Guy sobre estos nombres, me contó más sobre el pergamino pintado a mano que me había traído del Tíbet. Había estado colgado en la pared junto a mi cama durante los últimos tres años. La figura perlada, de cuatro brazos en postura de loto y corona dorada, entronizada en un arco iris de flores de loto rosadas era, de hecho, Avalokiteshvara.

—Pero me dijiste que era Chenrezig —dije.

“Chenrezig es el nombre tibetano de Avalokiteshvara”.

TREINTA Y TRES. El Arco.

Junio ​​​​estallaba de color cuando la ventana al mundo de mi hermano se abría una vez más.

Cuando Shvara y yo llegamos a lo alto del puente, ya no veo a los demás: han tomado otros caminos. Estamos de pie, frente a un arco construido en la pared de piedra del Edificio Blanco. Las piedras ondean y emiten un brillo iridiscente, como si estuvieran recubiertas de nácar. Están tan desgastadas que parece que han estado allí desde el principio de los tiempos. Tal vez sea así. La pared en sí es tan grande que no puedo ver la parte superior. Pero el arco es estrecho y sólo un poco más alto que Shvara Lohana. Sin embargo no es el color de las piedras, ni el arco, lo que atrae mi atención. Son las fórmulas de sabiduría de Lohana talladas en las piedras.

Mi Diosa me conduce hasta la resplandeciente pared. Sostiene sus delicadas manos a unos centímetros de la piedra y me invita a hacer lo mismo. Es lo más cerca que he estado de ella y, para mi sorpresa, me siento llena de conocimiento en lugar de deseo. El polvo cae en cascada en el arco mientras mis fórmulas de sabiduría se graban en la pared. Cuatro ecuaciones, y mi nombre, se inscriben en la piedra. ¡Qué momento! Y aunque no recuerdo cómo escribí las fórmulas, entiendo su sabiduría.

Mi Diosa me dio consejos para las fórmulas de sabiduría que escribí durante mi vida. Ella me permitió ir a la Tierra y luego regresar aquí. Como niños, salimos a vivir aventuras en el mundo. Es un privilegio y vale la pena la dificultad. Pero sabes que el reino benévolo al que he regresado se encuentra más allá del sueño del mundo.

Mientras el polvo de piedra se disipa del arco, Shvara me otorga una bendición. ¡Hotep! ¡Hotep! En la zona de mi tercer ojo, siento una satisfacción tan mística que no hay palabras para describirla. No puedo evitar llamarla en respuesta: ¡Hotep!

Ahora lo oigo: voces de mi tribu, miles de voces beatíficas y familiares, que salen del interior del arco. Están cantándome alabanzas. Estas alabanzas no son en vano. Son alabanzas a mi alma, que ha hecho el viaje humano, y alabanza por mi regreso a casa. Los recuerdos, los recuerdos olvidados de mi familia espiritual, están despertando, llamándome hacia el arco. Su canción me atrae hacia el pasillo y cuando entro la luz del arco borra mi visión. Lo único que existe para mí es el coro de voces místicas. No las veo; solo oigo el canto alegre de mi tribu dándome la bienvenida, como la Octava de Mahler.

¿Qué? ¿La Octava Sinfonía de Mahler? ¿Qué clase de pista me estaba dando Guille ahora? ¿Había escrito Gustav Mahler una octava sinfonía? Y si así fuera, ¿qué tenía que ver con el canto de la tribu de Guille?

Mi pulso se aceleraba mientras buscaba respuestas en Internet. Cuando encontré un video de YouTube sobre el final de la Octava Sinfonía de Mahler, el Coro Místico, hice clic en el botón de reproducción.

Un coro de cientos de voces celestiales cantaba una música exquisita llena de luz. Volví a mirar las notas de Guille. “Lo único que existe para mí es el coro de voces místicas... dándome la bienvenida, como en la Octava de Mahler”.

Salí a mi terraza y escuché Chorus Mysticus una y otra vez. Mientras escuchaba la música, de alguna manera también escuchaba la belleza de las voces del reino de Guille a través de mi chakra de la corona. Mientras los dos coros se fusionaban dentro de mí, me sumergí en un reino místico en algún lugar entre el mundo de Guille y el mío.

El hecho de que Guille me llevara a la Octava Sinfonía de Mahler fue el crescendo cósmico de nuestra comunicación, la manifestación suprema del mundo de Guille en el mío.

Después de media hora de este esplendor, comencé a leer la letra de Chorus Mysticus moviéndose a lo largo del video:

Todo lo que es temporal es meramente una imagen./ Lo que es inalcanzable / aquí se hace posible / Lo indescriptible / aquí ocurre /El eterno femenino / nos atrae hacia lo alto /Eterno eterno

¿Cómo es posible? ¡Las palabras encajan con la historia de Guille tanto como la música!

Me enteré de que el Chorus Mysticus, el final de la Octava de Mahler, se interpreta cuando Fausto es recibido en el cielo. Y aunque Fausto perdió su lucha con el diablo, y aunque su viaje lo había llevado lejos de lo que la mayoría de la gente considera una vida espiritual, al final fue gracias a su lucha que los ángeles pudieron llevar su alma al cielo.

Podía sentir la sonrisa de Guille. Mi hermano me había traído a esta historia para resolver la pregunta más desconcertante que tenía sobre lo que le estaba sucediendo. ¿Cómo podía Guille llegar a un lugar tan alto en el más allá cuando el final de su vida estaba lleno de oscuridad y desesperación? Como Fausto, perdió su lucha con un poderoso demonio: sus adicciones. Ahora Guille me estaba haciendo saber que estaba bien que luchara; era una lucha divina.

TREINTA Y CUATRO. Cueva del loto dorado.

Unos días después, todavía emocionado por la Octava Sinfonía de Mahler, volví a leer el último conjunto de notas de Guille. ¿Hotep? ¿Qué era eso?

Una vez más, Guille me había transmitido una palabra que yo nunca había oído pero que tenía un significado histórico muy antiguo. Resulta que Hotep es la primera palabra de la fórmula de ofrenda del Antiguo Egipto, una bendición que se otorgaba a los difuntos en el más allá. Hotep prepara el alma para participar del néctar divino de los dioses.

Incapaz de dormir mientras la luna llena iluminaba el mundo oscuro, salí al aire nocturno y encontré a Guille esperándome.

Cuando las voces de mi tribu se apagaron y mi visión regresó, me sorprendí al descubrir que, en lugar de estar siendo conducida al edificio blanco, estaba de pie en un campo de rosas rojas y moradas. Pero, Annie, nunca has visto rosas como estas. Las flores de color neón son diez veces más grandes que las que tienes en la Tierra y están tan vivas que puedes verlas crecer.

Por primera vez desde que la conocí, Shvara Lohana no está conmigo. No me importa, porque la oigo cantar desde el otro lado del campo de rosas. Hay una especie de rocío cayendo sobre las flores y también sobre mí. Nos baña el perfume místico de mi Diosa. Las rosas parecen estar bailando mientras sus pétalos se abren más para absorber su fragancia. Probablemente yo también parezca estar bailando mientras sigo la voz de Shvara a través del campo resplandeciente.

Más adelante, observo una cúpula de luz dorada. A medida que me acerco, veo que es una cueva. Alrededor de la entrada dorada hay talladas imágenes de flores, a través de las cuales puedo ver a mi Diosa esperándome adentro.

Shvara flota sobre un círculo de capullos de loto dorados que se encuentran en un estanque tranquilo. Fiel a su naturaleza femenina, el amor de mi vida eterna ha cambiado su atuendo. Lleva un vestido dorado, lo suficientemente transparente como para que pueda ver un atisbo de su cuerpo. Nunca me acostumbraré a su presencia ni a su belleza. Sus ojos entrecerrados la hacen parecer soñadora y seductora. Si no lo supiera, diría que está coqueteando conmigo.

Una vez dentro de la cueva, me embriago tanto con el perfume sagrado de Shvara que tengo que acostarme. De cerca puedo ver que, en lugar de agua, el estanque de lotos está lleno de néctar lechoso.

Los ojos de Shvara Lohana se abren de par en par y comienza una danza sagrada. Gira lentamente y, cuando vuelve a dar la vuelta, sostiene una llama violeta. Sus caderas se balancean hacia adelante y hacia atrás y saltan chispas cuando el fuego fluye de una mano a la otra. Cada movimiento del cuerpo de Shvara satisface un anhelo tan propio de mí que ni siquiera sabía que existía. Mientras mi Diosa baila, no hay placer en el Universo que me resulte desconocido o insatisfecho.

Shvara desciende en picado y canta algo sobre cada capullo de loto. Ocho flores doradas se abren una a una. El corazón de cada flor es una llama de algún tono de púrpura o rojo. Esas son las llamas de mis vidas pasadas.

La gente de la Tierra siente curiosidad por sus vidas pasadas. Quieren saber quiénes fueron, qué hicieron y con quién lo hicieron. Me conformo con ver cómo las llamas de mis vidas iluminan los pétalos dorados de sus flores de loto.

Shvara vuela hacia el centro del círculo de flores y, con su boca rubí presionada contra el agua lechosa, canta:

Cuanto más grande el loto / más profundo es el barro / Cuanto mas grande el loto / más profundo es el barro.

Un brote solitario, más grande que los demás, surge desde abajo, dentro del estanque. Me sorprende. Este brote está cubierto de barro. Nunca había visto suciedad de ningún tipo en este lado de las cosas. La flor fangosa se estremece y florece en la luz dorada de la cueva. Mientras Shvara vierte la llama violeta de mi última vida en su corazón, la costra fangosa se evapora. Los pétalos de todos los lotos comienzan a moverse como alas aceleradas de colibrí. Se arremolinan y chocan y se convierten en destellos puros de energía mientras las flores doradas de mis vidas estallan. Estoy presenciando la ceremonia que pondrá fin al ciclo de mi nacimiento.

Shvara surge de la explosión de humo, hermosa como siempre. Me ofrece una taza llena del néctar lechoso del estanque. Tiene un sabor tan extraño que resulta difícil beberlo. Es dulce pero sorprendentemente picante. Nunca podrías beber este elixir si no estuvieras listo. Yo apenas estoy listo, pero lo bebo.

Cuando la nube de humo alcanza la cima de la cueva, forma un dragón dorado con ojos de fuego. Es feroz, pero no le tengo miedo en absoluto. La devoción del dragón por mí es obvia. Es mi dragón del mismo modo que Shvara es mi diosa.

Mi dragón me ha servido a lo largo de mis muchas vidas. Mi protector se presentó ante mí en distintas formas: una mascota querida, un golpe de suerte inesperado, el acto amable de un extraño, un encuentro casual que trajo buena fortuna, el amigo que apareció cuando lo necesitaba... todas ellas eran expresiones de su devoción.

Siento una gratitud tan profunda que quiero honrarlo de alguna manera. Vierto el néctar de la copa en mi mano y se lo ofrezco. Mientras mi dragón bebe, me invade un anhelo. Me gustaría aferrarme a este momento.

Mi fiel dragón inclina su cabeza, toca mi frente con la suya y en un salvaje acto de coraje desinteresado  abre la cueva y la destruye con su poder. Entonces mi dragón desaparece como humo que se eleva.

Ahora estoy ante el gran vacío del Absoluto. Estoy listo para entrar en el Vacío.

Pero antes de continuar, quiero contar esto:

La vida es un impulso divino misterioso que hay que saborear y luego liberar. Aunque todo en tu vida está destinado a cambiar, deseo que la dulzura del elixir celestial, que tú y yo hemos compartido, permanezca por siempre en tus labios.

Tomé forma para entrar en el tiempo. Entré en el tiempo para participar en la creación. Como mi destino ya no son los reinos terrenales, ahora entraré en el gran Vacío y viajaré más allá del tiempo

Shvara toma mi mano y ascendemos a través de una profunda oscuridad. Cuando mi Diosa me suelta, soy propulsada hacia el Vacío. Voy más allá de la creación, antes de lo manifiesto, fuera del tiempo. Estoy entrando en un mundo de inexistencia, sin luz, sin sonido, sin ser. He probado el elixir y no hay miedo.

Este pasaje oscuro me aleja del mundo terrenal y de todos los niveles del más allá por los que he pasado. Voy de un lugar a otro y nunca regresaré.

Me estoy convirtiendo en la Totalidad, en la Nada.

La gota de lluvia vuelve al océano, pero no hay océano, no hay nada. No estés triste, porque así como soy la nada, también soy todo: soy el Universo, soy luz, soy Lohana, soy alma, soy un rey, un drogadicto, un santo y un mendigo.

Yo soy la Totalidad en la Nada, la Nada en la Totalidad. Eso es lo Divino: todo y nada.

Nací y morí muchas veces, y aunque no volveré, he vuelto porque soy todo lo que fue y será. Soy el sufrimiento, soy la gracia, soy la verdad, soy la obra, el actor, el escenario, el director y el público. Y así como la sombra nunca puede ser la luz, la historia que cuento nunca puede ser la Verdad Suprema, pero tal vez a través de estas páginas pueda haber un sabor momentáneo del elixir de la eternidad.

Cuando Guille dijo “Me voy de un lugar a otro lugar y nunca regresaré”, se me ocurrió que estaba diciendo adiós.

Mientras caminaba por la bahía al amanecer, podía sentir a Guille en todas partes: en la suave brisa primaveral, en los árboles en flor, en el agua azul grisácea. Su espíritu me rodeaba, pero había algo diferente. Susurré su nombre, pero no hubo respuesta. No tenía acceso a él.

Tenía miedo. Guille se había convertido en una parte muy importante de mi vida. Era mi maestro, la luz en mi camino. Se había vuelto normal escuchar hablarme, bromear, darme consejos de hermano mayor. Entonces, escuché su voz desde muy lejos... Nunca te abandonaré ...

Me subí al coche y me dirigí hacia el océano, con la esperanza de que su inmensidad me reconfortara y me hiciera sentir más cerca de Guille. Me quedé de pie, frente a las olas rompientes, y volví a oír a Guille: Nunca te dejaré ... y luego se fue.

Había muchas más cosas de las que quería hablar con él, muchas más cosas que quería aprender. Intenté saborear la dulzura del elixir en mis labios como me había dicho que hiciera, pero no pude. Quería más.

TREINTA Y CINCO. Hermanos de la luz blanca

El verano parecía pálido y sin vida. Traté de trabajar en este libro, pero estaba demasiado triste. Quería que Guille volviera. Las personas que sabían de Guille estaban asombradas por mi experiencia, pero para mí el libro no era tan importante como nuestra relación. Y ahora él se había ido para siempre... se había fundido en el vacío de la no existencia.

Llegó el otoño. Guille decía a menudo que la naturaleza cura. Yo aliviaba mi soledad caminando por el bosque, nadando en la bahía, bañándome en la luz de la luna y las estrellas. Empecé a revisar las notas de Guille. ¿Cómo podía estar triste? Guille vive en este libro. Nunca se irá del todo porque ahora es parte de todo lo que existe, incluyéndome a mí.

A finales de noviembre, cuando los árboles estaban perdiendo sus hojas bruñidas, justo antes del amanecer vi un espeso rayo de luz blanca sobre mí.

Buenos días.

La voz de Guille había cambiado bastante, su tono era mucho más bajo. Me di cuenta de que me estaba hablando desde un lugar mucho más lejano, pero lo escuché con claridad.

Un único remolino de luz, más blanco que cualquier blanco imaginable, irrumpió en el Vacío para devolverme a la existencia. Como un embrión en un útero, volví a ser el alma que vivió todas mis vidas.

El rayo de luz impulsó mi alma incorpórea fuera del Vacío y hacia una región donde la luz es tan espesa que cae como nieve. Me moví a través de esta luz nívea, la luz que revela la naturaleza impecable, perfecta, del Absoluto, hasta que llegué al momento presente.

A lo lejos veo un paisaje de montañas cubiertas de nieve. De pie, sobre los acantilados blancos, hay unas figuras sombrías, pero las sombras son blancas en lugar de oscuras. Las figuras parecen como si la nieve cayera desde sus cabezas hasta sus pies. No puedo verlas con claridad. Sus rostros y las formas de sus cuerpos son una tormenta blanca y borrosa. Solo sus mangas onduladas y sus manos están enfocadas. Son largas y gráciles, y de sus dedos salen rayos.

Reconozco estas figuras aunque no creo haberlas visto antes. Estas sombras nevadas son Espíritus Supremos, a quienes llamaré los Hermanos de la Luz Blanca. Los llamo hermanos, pero hay mujeres entre ellos. Y aunque estos Seres Superiores no necesitan cosechar las recompensas de una existencia terrenal, algunos de ellos han elegido ir a la Tierra para traer el conocimiento de que algo más amable, más hermoso y maravilloso es de hecho la realidad última. Mahatma Gandhi y Martin Luther King eran de la Hermandad. La mayoría de los Hermanos de la Luz Blanca nunca van a la Tierra, pero su luz absoluta se entremezcla con tu mundo y lo protege. Si te concentras en la luz blanca, como haces con mi voz, sé que la sentirás.

Estos Seres Supremos tienen una cualidad impersonal, pero eso no es algo negativo, es una gran ventaja. Hay una pureza en ello. Así es como he imaginado que sería estar en presencia de Dios. Verás, los Hermanos no son almas. Son puro Espíritu. Así como nuestros cuerpos son los portadores de nuestras almas, nuestras almas son las portadoras de nuestro Espíritu.

Y en esta blancura resplandeciente, la blancura del Absoluto, en este cielo de todos los cielos, estoy a punto de derramar mi alma.

No da ningún miedo. Si estuvieras dentro de un traje espacial, como los que usan los astronautas, incluso si es el traje espacial más fantástico, hermoso y con todas las comodidades, e incluso si tienes la oportunidad de vivir aventuras salvajes y explorar cosas inusuales que nunca hubieras imaginado, después de un tiempo sigue siendo un gran alivio quitarte el traje.

Los rayos de las manos de varios Hermanos se extienden y se unen a las yemas de mis dedos. Me vuelvo uno con su luz, pero, oh, quiero que sepan, deben comprender, que ellos, afortunadamente, no son yo. Son mucho más que yo. A través de ellos, me estoy convirtiendo en el primer impulso de la Fuente Divina: el Espíritu. De alma pura me estoy convirtiendo en Espíritu puro. Y, como Espíritu, dejaré el sistema de la Tierra y todos sus cielos y seguiré hacia otro Universo. Me he desembarazado de mi disfraz terrenal, de mi vida, de mi drama, de mi música; todo está quedando atrás, incluso mi alma.

Y mientras sigo adelante hacia otro Universo, parpadeando como un rayo de luz hacia lo desconocido, parpadeando como una llama de Espíritu puro entrando y saliendo de la conciencia, parpadeando del ser al no ser y de regreso, mientras lo hago, solo pido estas cosas. Desempeña este papel para mí. Sé la Sherazade de mi viaje póstumo, sigue escuchando mi voz y siempre, siempre y por siempre, recuerda mi amor.

ACERCA DEL AUTOR

Annie Kagan comenzó a escribir canciones a los catorce años. A los quince, firmó con un productor de Columbia Records. A los dieciséis, actuaba en cafés y clubes de la ciudad de Nueva York. Después de diez años como compositora e intérprete, regresó a la universidad, se graduó con honores y se convirtió en doctora en quiropráctica con exitosa práctica privada en el Upper East Side de Manhattan. Atraída por las tradiciones espirituales orientales, estudió yoga y realizó una intensa práctica de meditación. Siguiendo su voz interior, dejó su carrera como quiropráctica y abandonó su agitada vida de ciudad en busca de serenidad en una pequeña casa junto a la bahía, en la punta de Long Island. Annie regresó a la composición de canciones, colaborando con el productor ganador de premios Grammy y Emmy, Brian Keane. La gran estima de Brian por sus letras inspiró a Annie a unirse a un taller de escritores. Mientras Annie escribía su primera novela, su hermano Guille murió inesperadamente y comenzó a hablarle desde el más allá. Está entusiasmada por unir sus talentos como letrista, intérprete y sanadora para tocar las vidas de otras personas con las comunicaciones de Guille desde el otro lado. Vive en Long Island. Visítela en www.anniekagan.com .
 

ALGUNAS OPINIONES SOBRE EL LIBRO: 

LA POSVIDA DE GUILLE “DEDOS” (Billy Fingers) reafirma las experiencias de las NDES de la luz y el amor que encontré al otro lado. Es un relato atractivo de la transformación del Espíritu y lo recomiendo encarecidamente.

Dannion Brinkley.  Autor más vendido de Saved by the Light

 

Leí LA POSVIDA DE GUILLE “DEDOS” (Billy Fingers) en 90 minutos ... No pude dejarlo ... Qué gran libro, realmente uno de los mejores en este género.

Arielle Ford. Autor más vendido de Wabi Sabi Love y el Secreto del alma gemela

 

Hablo a todos los que conozco sobre este libro. Y me encantan los acertijos de juego de palabras inteligentes que te da, como poner las perlas en un rompecabezas elaborado que te permiten confirmar su viaje. Gracias a los dos por este emocionante libro. Apenas dormí para poder recogerlo de nuevo.

Richard Martini Autor más vendido de Flipside: A Tourist’s Guide sobre cómo navegar por el más allá

 

LA POSVIDA DE GUILLE “DEDOS” (Billy Fingers) es un ejemplo extraordinario de comunicación extendida después de la muerte. Es uno de los libros más poderosos, liberadores y curativos sobre la vida después de la muerte que he leído. De hecho, puede tener una experiencia espiritual mientras la lee que transformará sus creencias sobre la vida, la muerte y la vida futura. No puedo recomendar este libro luminoso lo suficiente.

Bill Guggenheim. ¡El coautor más vendido de Hello From Heaven!

 

Cuando la autora recibió una inesperada visita de cumpleaños de su hermano fallecido, Guille, aceptó seguirlo en su viaje evolutivo en la otra vida, una que ahora comparte con cada lector que se pregunta, ¿qué sucede después de morir?

Mercado del editor

 

Habiendo leído LA POSVIDA DE GUILLE “DEDOS” (Billy Fingers), la muerte se siente como una aventura que esperar. En esta conversación entre una artista introspectiva y su hermano muerto y malote, Annie Kagan y Guille el Dedos logran colaborar en un trabajo de sabiduría trascendente, humor irreverente y belleza sublime. Este libro exquisitamente escrito me hace querer vivir mi vida con tanta alegría como sea posible y temer descansar.

Mirabai Starr. Autor de Dios del amor y Noche Oscura del Alma.

 

LA POSVIDA DE GUILLE “DEDOS” (Billy Fingers) es uno de los mejores libros que he leído sobre el tema de la vida después de la muerte. Parte de la premisa del libro es la pregunta de Annie sobres si su comunicación con Guille es real o locura, y ese misterio nos mantiene leyendo y buscando respuestas. Queremos averiguar por nosotros mismos cuál es realmente la fuente de esta comunicación. En el camino, lo que Guille dice a Annie es inspirador, esclarecedor y perspicaz.

Hal Zina Bennett. Autor más vendido de más de 30 libros publicados, que incluye Write From the Heart and the Lens of Perception

 

LA POSVIDA DE GUILLE “DEDOS” (Billy Fingers) es una historia totalmente creíble que nunca golpea una nota falsa. Esta no es una historia que te pide que creas algo sino que simplemente escuches con mente y corazón abiertos. Creo que te encontrarás paralizado. Reverendo. Susan Varon

CONTRAPORTADA.



No hay comentarios:

Publicar un comentario